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  • 8/19/2019 Romildo Risso

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    Romildo

    RISSO

      88 2 • 946

    En el

    centenario

    de su

    nacimiento

    por Serafín J G ard a

      n el caso de este genuino y excelente

    cultor de nuestra poesía gauchesca se ha

    desarrollado un proceso a la inversa, tem-

    poralmente hablando. Porque a lo largo

    de su vida de creador, y aun después de

    transcurridos tres o cuatro lustros de su

    desaparición física, fue casi totalmente

    ignorada por la critica la hoy indiscutida

    importancia de su aporte al género poéti-

    co que preferentemente cultivara. Se le

    conocía y aplaudía, es cierto , en los am-

    bientes populares, a través de recitadores

    casi siempre mediocres, pero sin duda in-

    tuitivos, que incorporaban los versos de

    1

    autor de "Ñandubay" a sus heterogéneos

    repertorios, para d ifund irlos en reuniones

    públicas de carácter criollista o en

    programas radiales de la época. También

    contribuyeron mucho a ese conocimiento

    masivo las canciones de inspiración carr?.

    pesina hechas sobre la base de poemas

    breves de Risso, como por ejemplo i

    a a

    del famoso fo lklorista argentino Aíahuai.

    pa Yupanqui, sobre todo la titulada "Los

    ejes de mi carreta", que en la actualidad

    es um versalmente conocida e interpreta-

    da por cantantes muy en boga.

    Pero,

     poco a poco, el tiempo —único

    juez certero e inapelable en materia de

    valoración estética —fue elevando el ni-

    vel apreciativo de la poesía de este cre-

      dor

    que en vida se mostró siempre tan

    indiferente a los elogios como a los re-

    paros, produciendo su obra sin apartar-

    se un áp ice de la línea que le señalara su

    fuerte personalidad. Calificados críticos

    riopíatenses reconocieron la importan-

    cia de los libros de Risso —sobre todo

    de "Ñandubay" y "Aromo"— dentro del

    género a que pertenecían. Y así el poeta

    fue ascendiendo hasta alcanzar el plano

    superior que legítimamente merecía

    dentro de nuestra historia literaria, y lle-

    gando incluso a ser incorporado al

    núcleo de sus clásicos en la'Biblioteca

    Artigas. En la actualidad ningún

      estu-

    dioso serio y capaz prescinde de su

    nombre n¡ omite la importancia de su

    obra cuando analiza el género gauches-

    co,

      en el que ella resalta con derecho

    irrefutable.

    Romildo Risso nació el 20 de octubre

    de 1882 en Montevideo y falleció en la

    misma ciudad el 29 de marzo de 1946.

    Fueron sus padres Luis Risso y Ameiia

    Sánchez. Su infancia, su ado lescencia y

    la mayor parte de su juventud trans-

    currieron en esta Capital, donde desem-

    peñó cargos civiles y militares. Cabe

    destacar como aspecto curioso de su

    personalidad que de mozo fue muy afi-

    cionado a las corridas de toros, llegando

    incluso a participar en muchas de ellas.

    Desde los veintiocho hasta los cincuen-

    ta y seis años residió en la República Ar-

    gentina —la mayor parte de ese extenso

  • 8/19/2019 Romildo Risso

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    HOMILDO RI5SO

    ggr en

      i a

      ciudad de Rosario—, de-

    • Picándose a importantes actividades co-

    erc

    ¡a les . Recién en 193S retornó de fini-

    tivamente a su patria, donde trans-

    currieron los últimos ocho años de su

    existencia, ocupados en diversas fun-

    ciones públicas. Integran su bibliografía

    "Ñandubay", "Aromo", "Vida Juerte",

    "Hombres", "Huaco", "Fernando Máxi-

    mo", "Joven A migo", "Luz y distancias",

    "Tierra Viva", "Humo de Patria", "Con

    las Riendas Sueltas" y "Raimundo",

    las últimas cuatro de carácter postumo.

    La

     mayor parte de esta p roducción —y

    también la mejor— fue escrita durante su

    permanencia en Rosario de Santa Fe,

    donde sus versos se difun dieron primero

    y mucho más que entre nosotros. Ello

    explica el profundo cariño del poeta hacia

    aquella c iudad argentina, que él conside-

    raba su patria literaria, sin que ello

    aÜrañara olvido o desamor para ésta, su

    tierra de origen, a la que retornó para

    concluir su vida y donde reposan sus ce-

    nizas.

    La personalidad poética de Risso acu-

    sa rasgos inconfundibles y muy origina-

    les,

     que lo distinguen de los demás cul-

    tores del verso criollo. Su estilo no se

    caracteriza, ¡usto es decirlo, por el puli-

    mento formal ni por la donosura. La

    estructura de sus poemas adolece con

    frecuencia de defectos fácilmente per-

    ceptibles. El lenguaje suele ser un tanto

    exagerado en sus incorrecciones grama-

    ticales, cosa frecuente, por lo demás, en

    ¡os escritores cos tumbristas, y de la que

    • qaien esto escribe tampoco se conside-

    r a salvo. Sin embargo, y por encima de

    esos reparos externos, su obra posee va-

    'ores que la hacen digna de la perdura-

    ción que ha conseguido. Su hondo cono-

    cimiento del alma criolla, su fiel interpre-

    tación del paisano dicharachero o ca-

    zurro,

     socarrón o franco, rebelde o fata-

    ifsía —según las circunstanc ias o el cur-

    • »o que el destino marque a su existen-

    , c a ^

      s

    on virtudes muy estimables en la

    Poesía de Risso, que contrarrestan sus

    defectos fórmale^.

    A nuestro juicio, alcanza el poeta su

    culminación en los que él denominaba

    motivos de carreros, poemas breves y

    sencillísimos, de diáfana claridad expre-

    siva,

      que contribuye a resaltar el valor

    autén tico de la sustancia humana y de la

    sabiduría popular que alienta en ellos.

    También poseen un mérito innegable

    aquellos versos en los que nuestro autor,

    enamorado ferviente de la naturaleza,

    canta el prodigio siempre renovado del

    árbol y se adentra en la intimidad de su

    vida inconmovible y firme , tan grávida de

    amor

     y

     de bondad, tan acogedora y hospi-

    talaria, tan noble y ejemplar.

    Risso es ante todo un poeta introspec-

    tivo,

      que gusta bucear sostenida y

    entrañablemente en el arisco corazón de

    sus gauchos —monteadores y carreros

    casi todos ellos— para captar lentamen-

    te,

      con fruición inocultable, los más

    recónditos secretos de esa intimidad

    que ellos guardan obstinada y pudorosa-

    mente en el fondo de sí m ismos, ac titud

    bien explicable por cierto si se tienen en

    cuenta las características predominan-

    tes de su naturaleza, tan chucara y rece-

    losa como ruda y fuerte. Para hombres

    de esa condición idiosincrásica, robus-

    tecida y acentuada por el medio ambien-

    te ,

      la exteriorización de cualquier senti-

    miento personal supone una debilidad

    que desmedra el tan arraigado concepto

    criollo del machismo, de la varonía in-

    tegral,

      que además de valor físico re-

    quiere entereza de alma.

    "Es lindo tener juerza y ser tranq uilo",

    dice Risso en un verso de su hermoso

    poema "Un árbol solo ". Y al dec irlo pare-

    ce que más que con un árbol hablara con

    un hombre, con un gaucho, para ser más

    exacto. Esa impresión se reafirma a lo

    iargo de todo eJ contexto en el citado

    poema. Y lo mismo sucede en "Ñandu-

    bay", la página que da título al mejor de

    los fibros del poeta y

     en

     otras varias com-

    posiciones de tema similar. Porque Risso

    conversaba con los árboles como si

    fueran hombres y entendieran su len-