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LA NATURALEZA DEL FRANQUISMO: UN ACERCAMIENTO DESDE LA PERSPECTIVA COMPARADA DE LOS FASCISMOS EUROPEOS JAVIER RODRIGO* | UNIVERSIDAD DE ZARAGOZA Una teoria del fascismo non potrebbe quindi emergere che dallo studio di tutte le forme di fascismo, larvate o aper- te, represse o trionfanti. Il fascismo non è un soggetto di cui basti ricercare gli atributi, ma la risultante di tutta una situa- zione dalla quale non può essere disguiunto. Angelo Tasca, Nascita e avvento del fascismo 1 (1938). Un largo camino es el que ha recorrido la historiografía desde que Angelo Tasca, el socialista turinés antaño cercano a Togliatti y a Gramsci, escribiera su revelador libro sobre el nacimiento de la ideología y del movimiento fascista. Un volumen que tiene especial valor, además, por no estar redactado sobre los rescoldos de la derrota de la segunda guerra mundial sino cuando parecía que la Italia imperial y el Reich milenario eran los regímenes llamados a dominar una Europa donde las democracias, como piezas de dominó, caían una tras otra. Tasca fue uno de los primeros que, desde un pensamiento complejo y una perspectiva histórica y analítica, ponía sobre el tapete la dimensión internacio- nal del fenómeno de los fascismos. Y lo hacía en el año en que Europa aban- donaba a su suerte a una pequeña y periférica república, la española, testigo en primera línea de la alianza internacional fascista para acabar con la izquier- da, el frentepopulismo, el antifascismo y la democracia. El curso de los aconte- cimientos, y el trágico despertar del sueño fascista de la Europa racialmente jerarquizada, acabaron por darle la razón a uno de sus más clarividentes obser- vadores. En ese trayecto historiográfico hasta la actualidad, el de la dimensión inter- nacional del fascismo ha sido uno de los temas más profusamente tratados, uno de los más recurrentes, y uno en el que más claramente se pueden constatar los vicios y virtudes del desarrollo de la ciencia histórica en este período. Y a [ 47 ] * El autor participa en el Proyecto de Investigación del Ministerio de Ciencia e Innovación «Cultura y memoria falangista y cambio social y político en España, 1962-1982» (HAR2008-05949/Hist). 1 Tasca, A.: Nascita ed avvento del fascismo. L’Italia dal 1918 al 1922, Firenze, La Nuova Italia, 1995.

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  • LA NATURALEZA DEL FRANQUISMO: UN ACERCAMIENTO

    DESDE LA PERSPECTIVA COMPARADA

    DE LOS FASCISMOS EUROPEOS

    JAVIER RODRIGO* | UNIVERSIDAD DE ZARAGOZA

    Una teoria del fascismo non potrebbe quindi emergere

    che dallo studio di tutte le forme di fascismo, larvate o aper-

    te, represse o trionfanti. Il fascismo non un soggetto di cui

    basti ricercare gli atributi, ma la risultante di tutta una situa-

    zione dalla quale non pu essere disguiunto.

    Angelo Tasca, Nascita e avvento del fascismo1 (1938).

    Un largo camino es el que ha recorrido la historiografa desde que Angelo

    Tasca, el socialista turins antao cercano a Togliatti y a Gramsci, escribiera su

    revelador libro sobre el nacimiento de la ideologa y del movimiento fascista.

    Un volumen que tiene especial valor, adems, por no estar redactado sobre los

    rescoldos de la derrota de la segunda guerra mundial sino cuando pareca que

    la Italia imperial y el Reich milenario eran los regmenes llamados a dominar

    una Europa donde las democracias, como piezas de domin, caan una tras

    otra. Tasca fue uno de los primeros que, desde un pensamiento complejo y una

    perspectiva histrica y analtica, pona sobre el tapete la dimensin internacio-

    nal del fenmeno de los fascismos. Y lo haca en el ao en que Europa aban-

    donaba a su suerte a una pequea y perifrica repblica, la espaola, testigo

    en primera lnea de la alianza internacional fascista para acabar con la izquier-

    da, el frentepopulismo, el antifascismo y la democracia. El curso de los aconte-

    cimientos, y el trgico despertar del sueo fascista de la Europa racialmente

    jerarquizada, acabaron por darle la razn a uno de sus ms clarividentes obser-

    vadores.

    En ese trayecto historiogrfico hasta la actualidad, el de la dimensin inter-

    nacional del fascismo ha sido uno de los temas ms profusamente tratados, uno

    de los ms recurrentes, y uno en el que ms claramente se pueden constatar

    los vicios y virtudes del desarrollo de la ciencia histrica en este perodo. Y a

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    * El autor participa en el Proyecto de Investigacin del Ministerio de Ciencia e Innovacin Cultura

    y memoria falangista y cambio social y poltico en Espaa, 1962-1982 (HAR2008-05949/Hist).1 Tasca, A.: Nascita ed avvento del fascismo. LItalia dal 1918 al 1922, Firenze, La Nuova Italia, 1995.

  • lo largo de ese recorrido, jalonado y ampliamente dominado por los estudiosnacionales, por las monografas de cariz casi siempre de historia poltica, laperspectiva comparativa ha tomado paulatinamente una cada vez mayor cartade privilegio historiogrfico para comprender la crisis de las democracias y eladvenimiento de regmenes autoritarios y totalitarios en la Europa de entregue-rras. Siguiendo este esquema, y proponiendo el estudio comparado de las for-mas de la violencia poltica de los fascismos europeos, este artculo quiere acer-carse y adentrarse en uno de los elementos interpretativos ms valiosos paracomprender la Europa de entreguerras, o lo que hemos denominado en otrolugar el continente cementerio, y con ello afrontar un debate largo y profuso,central en el desarrollo de la ciencia histrica en nuestro pas, y que de unaatencin enorme a principios y mediados de los aos noventa, ha pasado a unrelativo segundo plano: el de la naturaleza del rgimen franquista.

    LA PERSPECTIVA COMPARATIVA, ENTRE HISTORIA E HISTORIOGRAFA

    Hace ya diez aos que Mark Mazower, en su Dark Continent, planteaba lahiptesis de que si algo haba caracterizado a la Europa de entreguerras no era,precisamente, la linealidad irrefrenable del triunfo de la democracia; antes bien,que lo que pareca irremediablemente triunfante a la altura de, pongamos, 1939o 1941, era el fascismo, en sus diferentes formas, siempre impuras poltica ysociolgicamente. Y, tal y como anticipara Adrian Lyttelton, si algo caracteriza alfascismo es su uso de la violencia como amalgama social. Del estudio, digamos,clsico de las formas polticas de los fascismos, la historiografa bascula cada vezms al anlisis de sus prcticas sociales y culturales, entre las que destaca sinduda la violencia: baste pensar que, en su tratado sobre la Alemania nazi, K.D.Bracher no dedicaba prcticamente atencin alguna al Holocausto, cosa quesera hoy impensable. La hiptesis, en ese sentido, que manejan historiadorescomo Enzo Traverso para analizar el complejo escenario de entreguerras estprecisamente en situar la lente analtica sobre los fenmenos de violencia deestado, sobre las complejas continuidades y discontinuidades culturales quehicieron de ese perodo el tiempo histrico ms violento, y de su memoria (omejor, de parte de ella) el ms vivo emblema y tab moral contemporneo.2

    La base sobre la que se sustenta la perspectiva comparativa de los regme-nes fascistas en el perodo de entreguerras europeo es la de pensar en el fas-

    JAVIER RODRIGO

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    2 Mazower, M.: La Europa negra, Barcelona, Ediciones B, 2001 [1998]; Lyttelton, A.: La conquista del

    potere. Il fascismo dal 1919 al 1929, Roma-Bari, Laterza, 1974; Bracher, K. D.: Die Deutsche diktatur.

    Entstehung struktur folgen des Nationalsozialismus, Berln, Kiepenheur & Witsch, 1969 (La dictadura ale-

    mana. Gnesis, estructura y consecuencias del nacionalsocialismo. Madrid, Alianza, 1973); Traverso, E.:

    A ferro e fuoco. La guerra civile europea 1914-1945, Bolonia, Il Mulino, 2007.

  • cismo como una respuesta generalizada y brutal, en funcin a las peculiarida-des nacionales (como el proceso de desarrollo industrial, la estructura econ-mica o el proceso de conquista del poder), a la crisis generalizada econmica,poltica, social y cultural de las democracias parlamentarias en Europa tras laprimera guerra mundial. Esta crisis, que afectara en desigual manera a las dife-rentes naciones, en funcin de su situacin previa, de las relaciones de poderinstauradas previamente, o de las consecuencias diversas del primer conflictoblico en sus territorios, obtendra por parte de las clases dirigentes conserva-doras una respuesta ante todo funcional: el uso de las aspiraciones de las cla-ses medias, a travs del autoritarismo y el nacionalismo, en pos de la recons-truccin nacional y de la reaccin contra los cada vez ms fuertes movimientosde masas que cuestionaran el orden desde perspectivas reformistas o revolu-cionarias. El apuntalamiento del orden social, de carcter contrarrevolucionario(el fascismo sera una revolucin antisocialista, y por tanto una contrarrevolu-cin3) hara para Collotti del fascismo el arquetipo de la dictadura contempor-nea: moderna en sus mtodos y penetrante en sus sistemas de control. Y esocreara un modelo general de respuesta, que se situara por encima de las dis-tinciones de tipo formal, politolgico, de ascenso al poder, de triunfante o notriunfante, ya clsicas a la hora de rechazar las posibilidades de comparacinentre diferentes fenmenos de fascismo y que defiende Stanley G. Payne.

    El aspecto internacional de los movimientos fascistas fue, de hecho, apre-hendido por sus propios protagonistas: ovvio che il fatto che gli esperimen-ti dei movimenti fascisti si siano ricosciuti in un modello nelle sue diversit,sostanzialmente unico o abbiano avuto la consapevolezza di far parte di unmovimento pi complesso di carattere internazionale.4 De cara a rechazar esteargumento y optar por otro que maximice lo nacional, se suele sealar que estapostura fue la oficialmente adoptada por la Tercera Internacional: la que ratifi-c los fascismos como movimientos polticos reaccionarios del gran capital,dictadura terrorista del capital financiero segn dira Dimitrov. Sin embargo,esa es solamente una parte del asunto, y desechar parcialmente una interpreta-cin no implica desecharla en su totalidad. La justificacin en la que se ampa-raban historiadores como De Felice o Bracher era la de interpretar los fascis-mos, con su multiplicidad y su evidente extensin internacional, solamente enfuncin a las caractersticas propias de cada pas (y defendiendo, por tanto, tanslo el marco del estado-nacin como el vlido para los anlisis histricos). Elnacionalsocialismo para Alemania, el fascismo para Italia: sin considerar que losDollfuss, Mussolini, Hitler, Franco, bien pudieran estar respondiendo de mane-

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    3 Lyttelton, A.: El fascismo en Italia, en Juli, S. et. al. (coords.): Europa en crisis (1919-1939),

    Madrid, Pablo Iglesias, 1991.4 Cfr. Collotti, E.: Fascismo, Fascismi, Florencia, Sansoni editore, 1994 (1989), p. 3.

  • ra homloga a la misma crisis generalizada en todos los aspectos de la vidapoltica. Collotti reconoce en estos dos historiadores, desde una coherencia yuna slida base histrica pero tambin desde un empecinamiento en no acep-tar otra comparacin que no fuera la que resaltase las diferencias, una de lasmayores barreras que la historiografa sobre los fascismos encontr en el mbi-to internacional en los aos setenta y ochenta.5

    Para ello, la historiografa italiana se vali de un concepto, el de los fascis-mos mediterrneos, de cara a distinguirse del nacionalsocialismo alemn. Sobretodo, en un afn de autoexculpacin nacional de toda similitud con los crme-nes del nazismo. Las reticencias, de caractersticas polticas e ideolgicas, se cen-traban en alejar del fascismo italiano el peso de la responsabilidad de los cr-menes nazis. Porque lestensione del termine fascismo al nazionalsocialismocomporterebbe caricarlo dei caratteri specifici del nazismo, o sea, la violenciaracial que tanto ha determinado nuestra visin sobre los totalitarismos deEntreguerras. Aun si con ello se llegaba a la paradjica cuestin de aceptar dife-rencias del estilo de fascismo bueno/fascismo malo, justificacin reduccionistay edulcorante que, primero, no ayuda a comprender la verdadera naturaleza delfascismo, y segundo, reduce los crmenes fascistas al nivel de la ancdota, tra-tando de olvidar la violencia intrnseca en todos los movimientos fascistas. Estedebate, sin embargo, ha perdido vigencia con los aos, empujado por el avan-ce historiogrfico y de la investigacin sobre la violencia fascista en Italia y fue-ra de sus fronteras. La fuerte tendencia a la autoexculpacin nacional ha podidosin embargo ser un lastre eminentemente poltico, ideolgico e identitario parael estudio del fascismo, al librarlo sistemticamente del peso de la responsabili-dad en los crmenes durante la segunda guerra mundial. Pero desde que la his-toriografa italiana est resituando cada vez con mas precisin el precario equi-librio propuesto por De Felice o Bracher en pocas palabras: la violencia fascistaitaliana durante el Ventennio habra sido ms influencia alemana que evolucinpropia, se observa con claridad que habra sido el poso violento de la dicta-dura de Mussolini, y no solamente la imposicin exgena, el origen de lasmatanzas durante la Guerra di Liberazione, su propia guerra civil de 1943-45.Cuando Italia ha vuelto la mirada hacia, al decir de Lutz Klinkhammer, el rostrode los asesinos, no ha encontrado solamente alemanes de las Waffen-SS.6

    JAVIER RODRIGO

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    5 Collotti, E.: Il fascismo nella storiografia. La dimensione europea, en Italia Contemporanea, n.

    194, 1994, pp. 11-30. Tambin Rossi, M. G.: Il fascismo italiano. Bilancio di un regime, en la misma

    revista.6 El trabajo al que me refiero es la reedicin del impactante libro de 1997 de Klinkhammer, L.:

    Stragi naziste in Italia, 1943-1944, Roma, Donzelli, 2006. Quien mejor ha trabajado, en cualquier caso,

    este tema ha sido Pezzino, P.: Anatomia di un massacro. Controversia sopra una strage nazista, Bolonia,

    Il Mulino, 2007 (1997). Sobre el mito del bravo italiano, Borgomaneri, L.: Crimini di guerra. Il mito del

    bravo italiano tra repressione del ribellismo e guerra ai civili nei territori occupati, Miln, Fondazione

  • Pero el tema de la violencia lo abordar ms adelante, pues no es ah don-de, desde sus mismos orgenes, la perspectiva comparada en los estudios delfascismo ha puesto su lupa. Antes bien, lo ha hecho en cuestiones y dimensio-nes de carcter poltico, en su intento de comprender la crisis general europeasobrevenida en buena medida por las consecuencias de la Primera Guerra mun-dial y por la inestabilidad de los sistemas democrticos ante las amenazas des-de la izquierda y la derecha. Aunque cada fascismo hubiera de luchar en unacoyuntura diferente, en una tradicin poltico-social y de relaciones de poder,el final ltimo de todos ellos que se expresa desde el comparativismo sera, enbuena medida, similar: la extirpacin del socialismo, el parlamentarismo y lademocracia, fuese desde ideologas de orden revolucionario o desde la mismaradicalizacin de las clases tradicionales en el poder. Definir los fascismos enperspectiva comparativa supone, por tanto, plantearlos como movimientossociales y polticos generados en el contexto de crisis (econmica, poltica, ideo-lgica) del perodo de entreguerras. Dominado por la que Mosse llam la bru-talizacin de la poltica,7 este lapso temporal vivi la mayor y ms generaliza-da crisis de dominacin, legitimidad y representatividad en las polticaseuropeas: segn J. J. Linz, a la crisis de legitimidad de las democracias (y deefectividad de sus gobernantes) se unira el cuestionamiento al sistema demo-crtico liberal realizado por tendencias ideolgicas (entendiendo las ideologascomo formas de pensamiento que devienen en accin comn o personal) radi-calmente opuestas pero cercanas en el afn por acabar con el sistema de entre-guerras: el fascismo y el comunismo.8

    Siguiendo con esta interpretacin comparativa, de dicha crisis se nutriran lasderechas (tradicionales o de nuevo cuo) de principios de siglo para ampliarsus bases sociales e intentar el ascenso al poder.9 Ante una crisis generalizada,las respuestas seran similares; con diferentes formas de actuacin, pero bajo laperspectiva de un objetivo comn:10 la destruccin de las polticas parlamenta-rias y las sociedades que los sustentaban, mediante una combinacin de valo-res conservadores, de tcnicas de la democracia de masas y de una ideologa

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    Istituto per la Storia dellet contemporanea y Guerini e Associati, 2006. Ver tambin, como gran refe-

    rencia para todo lo relacionado con la guerra interna en Italia, Pavone, C.: Una guerra civile. Saggio sto-

    rico sulla moralit nella Resistenza, Turn, Bollati Boringhieri, 1991. Vid. Bracher, K. D.: op. cit. e d.: Il

    nazionalsocialismo in Germania: problemi dinterpretazione, en d. y Valiani, L. (eds.): Fascismo e nacio-

    nalsocialismo, Bolonia, Il Mulino, 1986, pp. 31-54, y por supuesto De Felice, R.: Le interpretazioni del

    fascismo, Roma-Bari, Laterza, 1989 (1969) e d.: Intervista sul fascismo, Roma-Bari, Laterza, 1997 (1975).7 Mosse, G.L.: Toward the final solution. A history of European racism, Londres, J.M. Dent & Sons

    LTD., 1978; d.: Le guerre mondiali. Dalla tragedia al mito dei caduti, Roma-Bari, Laterza, 1990. Tambin

    Jackson, G.: Civilizacin y barbarie en la Europa del Siglo XX, Barcelona, Planeta, 1997.8 Linz, J. J.: La crisis de las democracias en Juli, S. et. al. (coords.), op. cit.9 Lyttelton, A.: La conquista del potere. Il fascismo dal 1919 al 1929, Roma-Bari, Laterza, 1974.10 Hobsbawm, E.: Historia del Siglo XX. 1914-1991, Barcelona, Crtica, 1995 [1994].

  • innovadora de violencia irracional, centrada fundamentalmente en el naciona-lismo.11 Como movimiento social aglutinador de las clases medias, los objetivosque trazaran los fascismos seran diversos, haciendo de ese modo diferir eneste punto precisamente a no pocos estudiosos comparativistas. Uno de ellos,Gregory Luebbert, vio en la cada de las barreras tradicionales al obrerismo conla primera guerra mundial la clave interpretativa: los movimientos fascistasconstituiran una reaccin contrarrevolucionaria, con mucho de movilizacin,supresin de la representatividad, manejo de la opinin pblica y la propagan-da e imposicin ideolgica y de los medios de accin totalitarios sobre lasminoras polticas, a la alternativa socialista de poder.12

    La tesis que manejaba Luebbert era la de la importancia de las alianzas ycohesiones de clase para la configuracin de los regmenes de entreguerras, yla defensa que stos hacan de sus propios intereses. La amenaza socialistasera, dentro de este esquema, el objeto a reprimir frente al cual se aglutinar-an todas las clases contrarrevolucionarias: un argumento, tambin empleadopor Hobsbawm, que pondra la lente sobre lo que el historiador ingls deno-min el terror a los fantasmas 1789 y 1917. Unos miedos amplificados entrelas clases medias por la propaganda y la intimidacin desplegadas desde lospartidos fascistas, pero que partiran desde la aversin a la proletarizacin entrelos artesanos, campesinos medios y burguesa industrial, que facilitara su ingre-so en sistemas ideolgicos que propugnaran el nacionalismo imperialista o lalucha violenta contra las clases obreras.13 Esta violencia no sera de tipo irra-cional, como en muchas ocasiones se argumenta, sino consciente, enfocada aun objetivo claro: la eliminacin de la disidencia poltica, de la alternativa ide-olgica, de las razas inferiores: Il problema considerare le diverse matricestoriche e culturali che hanno prodotto forme diverse di violenza e oppressio-ne. Intrinseco al sistema di potere fascista loggettivo dellesercizio della vio-lenza di un aparato di partito e di stato sul complesso della societ.14

    Es decir, se entiende que los contextos en que nacieron los fascismos deter-minaron sus formas de actuacin, e incluso sus formas de ascenso al poder;pero todos compartieron un carcter unitario: la lucha contra los residuos delviejo estado liberal tras la Gran Guerra. Aceptando, por tanto, esta configura-

    JAVIER RODRIGO

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    11 Ibdem, p. 125.12 Luebbert, G. L.: Liberalismo, fascismo o socialdemocracia. Clases sociales y orgenes polticos de los

    regmenes de la Europa de Entreguerras, Zaragoza, Prensas Universitarias de Zaragoza, 1997 (1991). Un

    comentario sobre este libro, en Casanova, J.: Liberalismo, fascismo y clase obrera: algunas contribucio-

    nes recientes a la historia comparada de la Europa de entreguerras, en Studia Histrica-Historia

    Contempornea, 1992-1993, vol. X-XI, pp. 101-124.13 Bracher, K. D.: La dictadura, cit.14 Cfr. Vivarelli, R.: Storia delle origini del fascismo. LItalia dalla grande Guerra alla marcia su

    Roma, Volumen II, Bolonia, Il Mulino, 1991, p. 126.

  • cin de clases medias de los fascismos, las variables a barajar son abundantes:se pueden primar elementos culturales, ideolgicos o polticos a la hora de ana-lizar el por qu de la movilizacin, de la aceptacin de la religin de masasque suponen.15 Pero una serie de aspectos se mantienen inamovibles. Primero,la brutalizacin (rituales de masas, violencia, racismo, xenofobia) que, a travsde la experiencia de la muerte de masas, determin la vida poltica de laEuropa de Entreguerras. Segundo, el deseo ultranacionalista y patritico desuperar las anquilosadas estructuras de poder, viejas para las generaciones deexcombatientes, y de proyectar el Estado Nuevo ms all de las fronteras.Tercero, la construccin de la nacin como comunidad homognea del sufri-miento y el dolor.16 Y cuarto, el exterminio de la amenaza a la comunidadnacional, fuese esta la izquierda poltica u otras, mediante la expulsin ideol-gica o, llegado el caso, el exterminio fsico.

    Estas y otras variables son las que, en la actualidad, determinan y marcan laslneas de la interpretacin comparativa. La experiencia comn, los mtodoscomunes, la violencia como va legtimamente poltica son los factores que,obviamente matizados por las diferencias de estructuracin de poderes en cadanacin, implican no slo la posibilidad, sino la necesidad del estudio compara-do. No obstante, las crticas de quienes a este se oponen se dirigen, con bas-tante acierto, al maniquesmo que imper en algunas de las interpretacionesclsicas sobre el fascismo y que utilizaban no la perspectiva comparada tal ycomo aqu la analizamos, sino la generalizacin (banalizacin) de conceptosms dirigidos por presentismos polticos que por anlisis histricos. Sin embar-go, desde una perspectiva comparada el fascismo fue un modello di soluzionedei problemi dellordine sociale nella transizione dalla societ liberale ottocen-tesca al mondo trasformato uscito dalla prima guerra mondiale.17 Como mode-lo poltico e histrico, tena una serie de objetivos comunes y de pautas deactuacin que abarcan una gama ms o menos amplia, pero por regla generalhomognea: la reaccin ante un contexto general de crisis en un marco nuevode relaciones sociales mediante la construccin de una sociedad nueva funda-da sobre el principio de caudillaje, el vitalismo revolucionarista, la demagogiapro-juvenil, la organizacin pseudomilitar y violenta de las fuerzas del orden olos principios de actuacin como la violencia y el terror indiscriminados.

    La contencin, la subordinacin tanto de las ortodoxias liberales como delcuestionamiento social y los cambios propugnados por el socialismo sera el finltimo de la salida autoritaria duradera y sus medios, la supresin de la repre-sentatividad, la intolerancia poltica, la movilizacin de bases fundamentada en

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    15 Como en Sternhell, Z. (et. al): El nacimiento de la ideologa fascista, Madrid, Siglo XXI, 1994.16 Gellner, E.: Naciones y nacionalismo, Madrid, Alianza, 1997 [1983].17 Cfr. Collotti, E.: Il fascismo..., op. cit., p. 16.

  • el manejo de la opinin pblica y la propaganda y, claro est, la utilizacinindiscriminada de la violencia poltica. De hecho, si algo sobresale del estudiodel debate en torno a la comparatividad de los fascismos europeos es que lalnea comn que los une, como ya haba sugerido Julin Casanova en su intro-duccin a El pasado oculto, est en sus mtodos violentos. Y, si el fenmenofascista era central en la Europa del Novecientos, y el fenmeno violentoamparado por la brutalizacin poltica y el culto a la muerte era central en elfascista, era como decir que la violencia fue un fenmeno central del siglo XXeuropeo.18

    LAS VIOLENCIAS FASCISTAS

    Los ms recientes estudios sobre los fascismos en perspectiva comparada tie-ne, adems, en cuenta un elemento crucial: sus orgenes comunes en procesosblicos o de extrema violencia fundadora, y su comn percepcin del Estado yde la sociedad como comunidad del sufrimiento. Y es que los fascismos com-partieron elementos como la popularizacin de la cultura de guerra y su tras-lacin al tiempo de la paz, sirviendo por tanto como elementos para la bruta-lizacin y violentizacin del orden en la Europa de entreguerras. La cultura decombate, de culto a la muerte, a partir de la consideracin como aceptable, jus-ta y necesaria de la eliminacin del enemigo en cuanto tal, en cuanto a inte-grante de una unidad superior al individuo, terminara de dar forma as a untipo de violencia que marcara la crisis de Entreguerras, que encontraremos enlos diferentes conflictos del perodo (y, sobre todo, en la guerra civil espaola),y que explotara definitivamente durante en la segunda guerra mundial: la vio-lencia de tipo supraindividual, contra personas por cuanto son y representan,y ejecutada bajo el amparo de la impunidad.

    Su origen, por tanto, estara en la Gran Guerra y en sus consecuencias entodos los rdenes de la vida poltica europea. La revisin de la centralidad dela Gran Guerra en la historia contempornea de la violencia y en la memoriacolectiva del siglo XX pasa, como sucede a la hora de analizar otros conflictosblicos como la guerra de Espaa pues, aunque no participara militarmente enella, no por ello depararon de afectarle sus consecuencias en los terrenos cul-turales, militares, polticos, ideolgicos o sociales, por el anlisis de las reta-

    JAVIER RODRIGO

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    18 Casanova, J.: La sombra del franquismo: ignorar la historia y huir del pasado, en d. (ed.) et. al.:

    El pasado oculto. Fascismo y violencia en Aragn (1936-1939), Madrid, Siglo XXI, 1992. Del mismo

    autor, Casanova, J.: Europa en guerra: 1914-1945, en Ayer, n. 55, 2004, pp. 197-126 y, en castellano

    para comprender los debates historiogrficos recientes en torno a la Alemania nazi, Gallego, F.: Estado

    racial y comunidad popular. Algunas sugerencias de la historiografa sobre el nacionalsocialismo, en

    Ayer, n. 57, 2005, pp. 275-292 y, sobre todo, d.: La funcin social del exterminio. Algunas aproxima-

    ciones de la historiografa alemana, en Ayer, n. 66, 2007, pp. 269-290.

  • guardias y de los mecanismos de ocupacin territorial.19 Mecanismos y guerraque tuvieron mucho de barbarizacin, de radicalizacin y, fundamentalmente,de nuevo.20 Los ms recientes estudios sobre el tema ahondan, por tanto, en laconexin entre guerra total y genocidio, y en el estudio y la exploracin deesos territorios de castigo colectivo, de luto y de aprendizaje de la violencia.21

    Una violencia, por lo dems, de estado y contra naciones enteras, que fue cre-ada y experimentada, en la mayora de las ocasiones por vez primera, duranteel conflicto internacional, y que cre en sus actores y espectadores la sensacinde estar viviendo una autntica y una radical transformacin y revolucin his-trica, acelerada por la concepcin de una guerra de objetivos ilimitados, dedestruccin total y radical deshumanizacin del enemigo sin precedente alguno.Una violencia, en definitiva, fundadora, partera de los movimientos fascistas yde la cual Europa hered una nueva concepcin de la sociedad: la de la nacincomo comunidad de sufrimiento y de dolor.

    Uno de los fenmenos ms claros de radicalizacin poltica y objetivacin dela violencia est, por tanto, en el surgimiento de movimientos fascistas. La rela-cin entre la experiencia blica y la aparicin de los fascismos en la Europa deEntreguerras aparece tan clara y evidente en la historiografa que casi no requie-re de ms explicaciones. Intrnseco, dira Collotti, al ejercicio fascista del poder esel de la violencia de un aparato del partido sobre la sociedad. Todos los fascis-mos articulan, moldean e instrumentan mitos propios, y reinventan y adaptanmitos ajenos, sobre la violencia. Y sobre la violencia poltica y su evangelio seapoyan desde sus mismos orgenes, desde sus jornadas de lucha, de squadrismo,sobre la que se sustenta la comunidad de los fascistas y sobre las que se erigirndespus, como ya anticipara Angelo Tasca, los movimientos de radicalizacinposteriores (en el caso italiano, la segunda ola de 1925-26, tras el asesinato en1924 de Matteotti). El de la aceptacin de la violencia sera, as, un elementohomogeneizador al socaire del cual se limaran las impurezas ideolgicas implci-tas a todos los fascismos triunfantes (de naturaleza, por tanto, contaminada).22 Y,

    LA NATURALEZA DEL FRANQUISMO: UN ACERCAMIENTO DESDE LA PERSPECTIVA COMPARADA DE LOS FASCISMOS EUROPEOS

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    19 Sobre la memoria de la Gran Guerra, Winter, J.: Remembering War: the Great War between his-tory and memory in the twentieth century, New Haven, Yale University Press, 2006. Sobre la retaguardiadurante la guerra civil, vid. el dossier Retaguardia y cultura de guerra, 1936-1939, en preparacin parala revista Ayer en 2009. Un interesante apunte sobre la influencia de la primera en la segunda, enUcelay-DA Cal, E.: Tristes tpicos: supervivencia discursiva en la continuidad de una cultura de guerracivil en Espaa, en Ayer, n. 55, 2004, pp. 83-105, y en particular pp. 99-104.

    20 Herbert, U.: Hitlers foreign Workers. Enforced foreing Labour in Germany under the Third Rich,Cambridge University Press, 1997; Bourke, J.: An intimate History of killing: face-to-face killing inTwentieth Century warfare, Londres, Granta, 1999, y tambin, parcialmente, Luna, G. de: Il corpo delnemico ucciso. Violenza e morte nella guerra contemporanea, Turn, Einaudi, 2006.

    21 Bartov, O.: Murder in our Midst. The Holocaust, industrial killing, and representation, NuevaYork, Oxford University Press, 1996, en especial caps. 1 y 2.

    22 Collotti, E.: Fascismo... op. cit.; Sobre la violencia como homogeneizador, para el caso del fascis-mo espaol, Gonzlez Calleja, E.: La violencia y sus discursos: los lmites de la fascistizacin de laderecha espaola durante el rgimen de la Segunda Repblica, en Ayer, n. 71, 2008, pp. 85-116.

  • adems, sera el parapeto tras el cual se refugiaran las tendencias conservadorasque, fascinadas por el carcter ontolgico de su violencia, deslumbradas por sudesprecio ldico de la muerte, impregnadas y atradas, en definitiva, por magne-tismo poltico por el fascismo, veran en l al brazo armado, al martillo, a la pri-mera lnea de fuego de la contrarrevolucin. En Alemania, el terror y, sobre todo,la objetivacin del mismo desde 1934, fueron el arma de exclusin, segregacin,y tambin de inclusin y nazificacin del Estado, estimulado desde la llegada alpoder con el objetivo de la represin y la homogeneizacin poltica y social.23

    La misma Hannah Arendt, de hecho, defini el terror, usado como armapoltica, como una forma extrema de gobierno.24 Una forma relacional, socialdel miedo individual empleada racionalmente para limitar la actuacin a causade la posible represin estatal violenta y como sistema mximo de implantaciny reafirmacin del poder, que implica elementos de comunicacin y de arbitra-riedad en las formas. Comunicacin, porque infringirse sobre un sujeto indivi-dual o social para atemorizar y reprimir a un tercero. Y arbitrariedad, porquela verdadera relacin establecida as est entre quien infringe la violencia yquien es receptor subsidiario, no directo, de la misma. De ese terror naci suhijo predilecto, el emblema y el espejo de la modernidad, perfeccionado desdelos modelos de internamiento de prisioneros y civiles que hemos visto conanterioridad: el campo de concentracin.25 Y entre ellos, el modelo ms perfec-to, el campo fascista y, en particular, los campos alemanes situados entre dosfechas, la de 1933 apertura del campo de Dachau y la del 20 de enero de1942 fecha de la Conferencia de Wannsee.

    De continuidades y discontinuidades y de una fortsima interrelacin con elproyecto sociopoltico del Tercer Reich est hecha la historia concentracionarianacionalsocialista entre 1933 y 1939. Una historia de terror, con el internamien-to, primero, de los enemigos polticos en los campos salvajes de las SA y,sobre todo, a partir de 1934 tras el triunfo del modelo Dachau, con la repre-sin y el terror legal hacia todos los hostiles al Vlk, en los campos dirigidos

    JAVIER RODRIGO

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    23 Gallego, F.: De Mnich a Auschwitz. Una historia del nazismo, 1919-1945, Barcelona, Plaza &

    Jans, 2001; Wachsmann, N.: The policy of exclusin: repression in the Nazi State, 1933-1939, en

    Caplan, J. (ed.), Nazi Germany, Nueva York, Oxford University Press, 2008, 122-145. Sobre la identifica-

    cin y el registro del enemigo en la Alemania nazi, Aly, G. y Roth, K. H.: The Nazi Census. Identification

    and control in the Third Reich, Filadelfia, Temple University Press, 2004 [2000].24 Arendt, H.: Sobre la violencia, en Id., Crisis de la Repblica, Madrid, Taurus, 1973.25 Rousset, D.: Lunivers concentrationnaire, Pars, Le Pavois, 1948; Kogon, E.: Sociologa de los

    campos de concentracin. Madrid, Taurus, 1965 [diferente al mucho ms conocido publicado en 1946,

    Der SS-Staat, publicado en castellano 59 aos despus: Id.: El Estado de las SS. El sistema de los campos

    de concentracin alemanes, Barcelona, Alba, 2005]; Kaminsky, A. J.: Konzentrationslager 1896 bis Heute.

    Eine analyse, Stuttgart, Kohlhammer, 1982; Sofsky, W.: Die ordnung des Terrors. Das Konzentra-

    tionslager, Frankfurt-Main, S. Fischer Verlang GmbH, 1993; Kotek, J. y Rigoulot, P.: Los campos de la

    muerte. Cien aos de deportacin y exterminio, Madrid, Salvat, 2001.

  • por Eicke bajo la supervisin de Himmler.26 Fueron, entre otros, los trabajos deGellatelly sobre la Gestapo y sobre la implantacin del terror y del estado deexcepcin continuo, como arma poltica en tiempo de paz para la nazificacindel Estado alemn, los que permitieron ver cmo la comunidad nacional seamalgam en torno a la eliminacin de la disidencia interna, bajo la bandera dela ley y del orden (hasta el punto de sacrificar en el altar de la respetabilidadburguesa a las SA de Rhm) y en medio de la construccin de una dictadurade favores mutuos. Al amparo de esa bandera se construy la proteccin yarianizacin del Vlk mediante la separacin y eliminacin de la disidencia pol-tica, la expulsin de los socialmente diferentes, la profilaxis frente a los consi-derados racialmente inferiores. Las prcticas violentas y de exclusin fueron, atodas luces, acumulativas y graduales (y desde esa luz se observa la dinmicaque va, por ejemplo, de las Leyes de Nremberg a la Kristallnacht y a la gue-tizacin de las minoras judas27) pero necesitaron para lograr su mxima expre-sin del contexto propiciatorio. Lo cual vuelve a poner sobre la mesa la cues-tin de la centralidad y necesidad de la guerra para el redimensionamiento y,por ende, la consecucin de los objetivos sociopolticos de los fascismos euro-peos.28 Los verbos encerrar, esterilizar, reeducar, expoliar, excluir, se convirtieronen tiempos de guerra en hacinar, eliminar, aniquilar, reubicar, desplazar.

    Sin embargo, frente a la tendencia un tanto cmoda de relacionar los geno-cidios de la segunda guerra mundial con la simple barbarizacin de los modosde la guerra total o con su singularidad alemana, la explicacin de la violenciafascista est necesitada de otros muchos elementos sin los cuales no se com-prende, sobre todo, el radical extremismo del nacionalsocialismo durante elsegundo conflicto mundial. Lo endgeno, su combinacin con lo exgeno y susituacin en el contexto justo explica, adems, bastante sobre la ejemplaridadde las formas de la violencia, y sobre todo la fascista, durante el verano y elotoo de 1936 en Espaa: la sublevacin, la revolucin, el estado de guerra, nohabran sido, desde esta perspectiva, sino los elementos constitutivos del con-texto necesario para llevar a cabo el que sera el gran proyecto social de lim-pieza y eliminacin poltica del adversario. Un adversario identificado con ante-

    LA NATURALEZA DEL FRANQUISMO: UN ACERCAMIENTO DESDE LA PERSPECTIVA COMPARADA DE LOS FASCISMOS EUROPEOS

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    26 Marcuse, H.: Legacies of Dachau. The uses and abuses of a concentration camp, 1933-2001,

    Cambridge, Cambridge University Press, 2001.27 Muy reciente es la aparicin de Gilbert, M.: La noche de los cristales rotos. El preludio de la des-

    truccin, Madrid, Siglo XXI, 2008 [2006].28 Wachsmann, N.: Hitlers prisons. Legal Terror in Nazi Germany, New Haven y Londres, Yale

    University Press, 2004. Gellatelly, R.: No slo Hitler. La Alemania nazi entre la coaccin y el consenso,

    Barcelona, Crtica, 2002, e Id.: La Gestapo y la sociedad alemana. La poltica racial nazi (1933-1945),

    Barcelona, Paids, 2004 (1990). Ver tambin Johnson, E. A.: El terror nazi. La Gestapo, los judos y el

    pueblo alemn. Barcelona, Paids, 2002 (1999). Lo del nazismo como dictadura de favores mutuos, en

    Aly, G.: La utopa nazi. Cmo Hitler compr a los alemanes, Barcelona, Crtica, 2006, desde luego un

    ttulo bastante alejado del original Hitlers Volksstaat. Raub, Rassenkrieg und nationale Sozialismus.

  • rioridad, cuya eliminacin no solamente sera necesaria, sino tambin justa. EnItalia, la Grande Guerra fue la primera experiencia colectiva de los italianosconstituidos en estado-nacin, y de ella naci la alternativa del fascismo. El fas-cismo espaol, sin embargo, tuvo su prueba de fuego, su propia guerra, en lacivil de 1936, siendo esta (y no al revs) la que dot de contenido a aqul.29 Unproceso, por tanto, bidireccional y necesitado de una crisis global de domina-cin, que si puede denominarse guerra civil europea no solamente lo es por-que se librase una guerra entre fascismo y antifascismo; tambin, porque unacaracterstica de todos los pases en los que triunfaran los fascismos sera la dehacerlo durante, o de desencadenar despus, una guerra civil, abierta o larvada.

    EL CASO ESPAOL

    Lo cual nos lleva a observar el debate desde la latitud especfica de la gue-rra civil y del franquismo. Uno de los temas que ms tinta ha hecho correr enla historiografa espaola ha sido, de hecho, el de la naturaleza fascista o nodel rgimen franquista. O lo que es lo mismo: cul fue el fundamento ltimodel magnnimo poder concentrado en las manos de Franco, y de su ideologa.El debate historiogrfico, bastante atemperado en los ltimos aos, sigue sinembargo an abierto entre las posturas situadas a ambas orillas de la lnea tra-zada por el uso o no del trmino fascismo. Aunque s que ha habido, a nues-tro juicio, un cambio fundamental: que cada vez ms, debatir sobre la natura-leza fascista o no del franquismo no es tanto debatir sobre el franquismocuanto sobre el fascismo. Esto es, sobre qu debemos entender por fascismo:si es una categora pura de tipo politolgico, o si constituye un modelo de rgi-men y de poder. Lo primero obliga a observarlo desde sus claves ideolgicas ysus culturas polticas; lo segundo, fundamentalmente desde sus polticas deencuadramiento, consenso y violencia.

    En el debate clsico existan, segn escriba hace unos aos Prez Ledesma,como mnimo tres tendencias fundamentales: la encabezada por Linz y conti-nuada por autores como Tusell, Juan Pablo Fusi o Stanley Payne; la que pro-pugnan Fontana, Preston o Casanova, seguidos por Richards, entre otros; y final-mente, la que l mismo defiende, que dice entroncar con pensadores liberalesde izquierdas como Manuel Azaa.30 A grandes rasgos, los primeros indicaban

    JAVIER RODRIGO

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    29 Un desarrollo de estas sugerencias lo he propuesto en Rodrigo, J.: Hasta la raz. Violencia duran-

    te la guerra civil y la dictadura franquista, Madrid, Alianza, 2008.30 Prez Ledesma, M.: Una dictadura por la gracia de dios, en Historia Social, n. 20, 1994, pp. 173-

    193; Linz, J. J.: Una teora del rgimen autoritario. El caso de Espaa, en Payne, S.G. (ed.): Poltica y

    sociedad en la Espaa del siglo XX, Madrid, Akal, 1978 [1964], pp. 205-263; Tusell, J.: La dictadura de

    Franco, Madrid, Alianza, 1988; Payne, S. G.: Falange. Historia del fascismo espaol, Pars, Ruedo Ibrico,

    1965; d.: Historia del fascismo, Barcelona, Planeta, 1995, e d.: Franco y Jos Antonio. El extrao caso

  • que no debe hacerse parangn del rgimen espaol con los fascistas puros. Queel fascismo mussoliniano creara un modelo, un estilo y una forma y que, casode no seguirse esas formas y estilo fascistas, no puede hablarse con propiedadde fascismo, sino de autoritarismo. El franquismo carecera as de los que consi-deran elementos claves del fascismo: la movilizacin social, la identificacinentre partido y Estado, la preeminencia de la ideologa y la superacin de lalucha de clases. Espaa, desde esta perspectiva, slo sera una sociedad aptica,verstil y nada homognea, rpidamente invadida tras el final de la guerra civilpor el catolicismo poltico, y cuyo poder poltico mutara en funcin a sus nece-sidades de un poder personal a una dictadura tecnocrtica. El fascismo enEspaa se limitara a la influencia de Falange como partido de inspiracin mus-soliniana. Una tendencia, por tanto, que repeta (como puede verse) los dogmasque hemos sealado para la historiografa reticente al comparativismo.

    Si realizaban comparaciones era exclusivamente para resaltar las diferenciascon otros regmenes fascistas, y para destacar que el franquista sera un siste-ma poltico autoritario y derechista, pero no totalitario, distinto a la vez del fas-cismo, del comunismo y de la democracia parlamentaria. El poder de Francosera autoritario e ilimitado, dentro de una estructura antipluralista, pero plura-lista en su mtodo:31 un pluralismo limitado, un autoritarismo flexible, relajado,de reparto de poder entre las familias del rgimen,32 no un poder de adoctri-namiento, encuadramiento y represin, de monopolios del poder poltico y desupresin de las libertades. El estado franquista, segn Linz, no sup[uso] unmecanismo importante (sic) de control social. Lo cual permita, a la altura de1964 (ao en el que escribi su celebrrimo ensayo), colocarlo entre las poten-cias autoritarias en lucha contra el comunismo internacional, en el contexto dela guerra fra.

    Fuera ya el franquismo del arquetipo del fascismo, esta corriente historio-grfica poda tratar de hallar cul era el tipo ideal del mismo: tarea a la quese empe Stanley G. Payne, el actual tonto til de un revisionismo espaolque no solamente vive de pos y cacareos, y de la que logr sonsacar los quedenomin los mnimos fascistas, que hicieron a su juicio del fascismo un

    LA NATURALEZA DEL FRANQUISMO: UN ACERCAMIENTO DESDE LA PERSPECTIVA COMPARADA DE LOS FASCISMOS EUROPEOS

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    del fascismo espaol. Historia de la Falange y el Movimiento Nacional, 1923-1977, Barcelona, Planeta,

    1997; Fontana, J.: Reflexiones sobre la naturaleza y las consecuencias del franquismo, en d. (ed.):

    Espaa bajo el franquismo, Barcelona, Crtica, 1986, pp. 10-36; Preston, P.: Las derechas espaolas en el

    siglo XX: autoritarismo, fascismo y golpismo, Barcelona, Sistema, 1986 e Id.: La poltica de la venganza.

    El fascismo y el militarismo en la Espaa del siglo XX, Barcelona, Pennsula, 1997; Casanova, J. (ed.):

    Morir, matar, sobrevivir. La violencia en la dictadura de Franco, Barcelona, Crtica, 2002; Richards, M.:

    Un tiempo de silencio. La guerra civil y la cultura de la represin en la Espaa de Franco, 1936-1945,

    Barcelona, Crtica, 1999 [1998]; S. Ellwood, Falange y franquismo, en J. Fontana (ed.), op. cit.31 Ambas citas, en J. J Linz, op. cit., p. 205.32 Cfr. Carr, R. y Fusi, J. P.: Espaa, de la dictadura a la democracia, Barcelona, Planeta, 1979.

  • rgimen definible en negativo: antimarxismo, antiparlamentarismo, anticon-servadurismo (sic), antiproletariado. Y una vez definidos fascismo y franquis-mo, poda construirse un relato histrico ms aceptable para los ltimos aosde la dictadura y primeros del sistema democrtico. Uno de los historiadoresms influyentes de esa poca, Javier Tusell, aceptaba por su parte que el fas-cismo fuese una idea poltica de amplia incidencia social, destinada a acabarcon los movimientos de masas, y que el franquismo tuvo tendencias fascisti-zantes; pero opinaba, a su vez, que la clave interpretativa del rgimen deFranco no se hallaba ni en la victoria en la guerra civil, ni en la violenciapoltica de la que sta se acompa, ni en los primeros aos de andadura dela dictadura, sino ms bien en cmo consigui modificar su apariencia exter-na sin cambiar en nada fundamental y cmo, adems, presenci un grado decrecimiento econmico (...) como no haba tenido lugar en la poca contem-pornea espaola.33

    Algo que ya entra en ruta de colisin con otras tendencias interpretativas,situadas en la orilla contraria respecto a la utilizacin del trmino fascismo yde la categorizacin del franquismo como fascismo. De entrada, su atencinsuele estar centrada en los aos parteros del rgimen, en particular en la gue-rra civil y la posguerra. Quienes interpretan el franquismo como un fascismo secien ms, por lo general, a su perodo fundacional, e incluso antes, remon-tndose a la fase previa al golpe de Estado de 1936, a la configuracin de lacrisis ante la cual el fascismo supuso una reaccin. De la misma manera queTusell, Payne o Linz hacan sus anlisis desde aproximadamente 1945, tras laderrota del Eje (tiempo en que al franquismo podran atribursele caractersticaspolitolgicas coincidentes con las dictaduras militares reaccionarias, oligrquicasy eclesiales de tipo tradicional), Preston, Chueca o Casanova se remontan aantes de esas primeras limpiezas faciales del rgimen, e incluso ms atrs,ahondando en la radicalizacin de las derechas tradicionales espaolas (oligar-quas terratenientes y urbanas, pequea y mediana burguesa, sectores de labanca y la industria, Iglesia) y en la perspectiva comparada de la creacin delas coaliciones reaccionarias,34 hasta concluir que el fascismo fue una polticao prctica encaminada a destruir el movimiento obrero organizado, el socialis-mo, el parlamentarismo.35 Es esta la funcin social que permite el anlisis com-parado con el resto de sistemas que forman el universo del fascismo: tanto ensu fondo como en sus formas, un tipo de violencia de carcter supraindividualradicalmente nuevo en la tradicin poltica espaola, y que supone un rasgofundamental de los diferentes modelos de violencia poltica fascista.

    JAVIER RODRIGO

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    33 Cfr. Tusell, J.: op. cit., p. 96.34 Moore, B.: Los orgenes sociales de la dictadura y de la democracia, Barcelona, Pennsula, 1973.35 Casanova, J.: La sombra, op. cit.

  • Quienes han utilizado el trmino fascista para definir el franquismo, sin cons-tituir una corriente absolutamente homognea, lo han hecho sin embargo conuna reiterada precisin de entrada: negar que su uso en trminos despectivos,como sealan sus crticos, sino en trminos cientficos, como elemento deducidode su anlisis comparativo. Es decir: proclaman la validez del trmino fascistacomo categora historiogrfica y no como tipo ideal, y revelan que desde laperspectiva comparada se pueden hallar las similitudes (sin que ello niegue lasdiferencias) entre diferentes polticas dictatoriales de Entreguerras. La clave, pues,radicara en la funcin social de las polticas fascistas (el adoctrinamiento, la vio-lencia, la represin) antes que en el estilo, la imagen de los regmenes o la exis-tencia central del Estado-Partido sin competencia con otras fuerzas polticas, puesde hecho todos los fascismos triunfantes hubieron de competir por el espacio delpoder poltico, y desde luego ste no fue tan monoltico como muchas veces haquerido mostrarse. Si existe un tipo ideal de fascismo, ste debera aceptar laheterogeneidad, complejidad e impureza de su poder.

    El fascismo no fue pues una imagen externa ni una forma de actuacin pol-tica, sino ms bien un movimiento organizado, encaminado a asimilar o aamputar, destruir el movimiento obrero, el socialismo, el parlamentarismo. Endefinitiva, un movimiento social contrarrevolucionario con una clara misin his-trica que lo definira, ms all de cuestiones ideolgicas o de estilo, y que ten-dra en la violencia un eje y una amalgama fundamental y fundacional. Sinatender, por tanto, a argumentos rgidos en exceso que, tras la pureza inter-pretativa sobre el fascismo (poco coherente, por cierto, con su implcita impu-reza poltica e ideolgica) tienden a exculpar al espaol no incluyndolo entreellos, y apostando por argumentos de definicin complejos frente a las simpli-ficaciones reduccionistas, es como podremos entender mejor los lmites, lascaractersticas y, por tanto, la naturalesza de la dictadura franquista. Pues, endefinitiva, el fin comn ltimo de los fascismos cobrara cuerpo y forma enEspaa de manera paradigmtica.

    Eso tiene su traslacin directa en el campo semntico, narrativo y episte-molgico de la historiografa. Pues aqu, como en Italia respecto a su implica-cin en los crmenes nazis, mentar el franquismo como un fascismo es casicomo pronunciar las palabras que habrn de abrir los siete sellos. Y sinembargo, cuanto ms evidente es que las reticencias para su uso son de carc-ter ideolgico y poltico, que tambin aqu se emplean las palabras con pocoespacio para el azar para mejor sortear sus cargas semnticas, ms y ms tily necesaria se hace la perspectiva comparada. Y desde ella podemos observarcmo la violencia fascista fue, pues, fundadora. Cmo, en dilogo con lareaccin que encontr en la Europa de los aos Treinta, el antifascismo, fue laidea generadora de la sociedad contempornea (lo cual no significa que ambaspuedan equipararse, ni observarse como las dos caras de la misma moneda

    LA NATURALEZA DEL FRANQUISMO: UN ACERCAMIENTO DESDE LA PERSPECTIVA COMPARADA DE LOS FASCISMOS EUROPEOS

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  • totalitaria).36 Y cmo, en definitiva, Europa se convirti, en medio de unasegunda guerra de los Treinta Aos atravesada por la lucha entre revolucin ycontrarrevolucin y hecha fundamentalmente contra la poblacin civil, en ungigantesco matadero, primero, y en un enorme cementerio, despus. Un cam-posanto cuyas tumbas y fosas comunes fueron cavadas por manos fascistas.37

    Muchas de ellas, en la paradigmtica Espaa franquista. La inversin en vio-lencia realizada por Franco alargara sus rditos durante toda la larga dictadura delmilitar, mediocre hombre de Estado y cruel asesino para unos, preclaro Caudillode la victoria enviado por Dios para salvar Espaa para otros, que dio nombre ala ms extensa parte del siglo XX espaol. Un castigo y una violencia que no fue-ron proporcionales, reactivos ni intiles, sino desproporcionados, preventivos yestructural. Ni irracional, ni espontnea, ni incontrolada, sino, ms bien, sujeta anecesidades, objetivos, utilidades y estrategias, la violencia fascista en Espaa fue,incluso, un fin en s misma: la tea purificadora, el rescoldo ardiente, la amalgamasangrienta de la que nacera la Nueva Espaa.38 El rgimen franquista fue, as,paradigmtico por tres motivos: por ser el nico rgimen europeo autoritario conaspiraciones totalitarias, que necesit en ese siglo del terror de una guerra civilpara imponerse. Fue el que ms carga de violencia poltica despleg en tiemposde paz retrica, desde el final de las operaciones militares en abril de 1939 hastael final de sus das, y sobre todo en los aos 40. Y, por fin, fue el que desplegun aparato memoricida con mayor efectividad. Algo que, sin embargo, no hacesino situarlo como paradigmtico dentro de las dictaduras fascistas de la Europadel siglo XX, as como paradigmtico, por nico en Europa, es el peso y las for-mas de su recuerdo colectivo y del agravio entre memorias que dej tras de s.

    Del cmo analicemos los aos que van de 1914 a 1945, y de cmo analice-mos el lugar del fascismo en ellos depender, por tanto, no solamente la cate-gorizacin que otorguemos a la parte ms dramtica del pasado reciente, ali-mento infinito e inagotable de memorias personales, sociales y hasta, siqueremos, histricas. Adems, de ello podrn extraerse conclusiones muchoms amplias y complejas sobre cmo representar e interpretar los experimentossociales y polticos, exitosos o no, de aqullos aos (fascismo, comunismo,democracia liberal), sobre cmo conocemos (o mejor, hasta qu punto pode-mos conocer) los mecanismos pacficos o violentos que marcaron, a hierro yfuego, la historia mundial a lo largo de aquella segunda guerra de los treintaaos y, en definitiva, sobre cmo interpretar el drama de la que probablemen-te fue la mayor crisis de la humanidad en su conjunto.

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    36 Traverso, E.: op. cit. 37 Bartov, O.: Mirrors of Destruction. War, genocide, and modern identity, Nueva York, Oxford

    University Press, 2000.38 Sobre esto he escrito largamente en Rodrigo, J.: op. cit.