Transcript of Logored - Marzo 2015
APELACIÓN Y CURA. Su significación en Psicoterapia,
por José Martínez-Romero Gandós (pp-3 a 6)
ENTRENAMIENTO Y REHABILITACIÓN ¿Y las dimensiones del hombre, luego
del trauma? , por Dides Iliana Hernández Silvera
(pp. 7 a 8)
(pp.9 a 11)
LA PÁGINA DE CAVEF, por Claudio César García Pintos (pp.12 a
16)
(pp.18-19)
por Analía Boyadjián (pp-20-21)
Mail de contacto: sentido@cop.es
Blog: logoterapiagalicia.blogspot.com.ar
R etomamos la publicación de re- flexiones sobre la “apelación” y
“la cura” en Psicoterapia. Este tema
ya lo hemos tratado en nuestro blog, en forma específica,
relacionándolo con la asistencia a enfermos de cáncer.
Ver: (logoterapiagalicia.blogspot.com.es/
2011_02_01_archive.html)
En nuestras relaciones sociales establece- mos una comunicación que
se establece en diferentes niveles de compromiso. Nos dirigimos a
una persona cercana mediante un “tú”. En nuestro idioma, si es
menor el compromiso, el tratamiento es de “usted”. En el primer
nivel mencionado llamamos a la persona por su nombre “de pila”. En
el
segundo caso, por el apellido.
Pero ¿cuál es el origen de esta palabra “apellido”? En el Medioevo
el reconoci- miento de los señores era, precisamente, vinculado a
sus posesiones o títulos: un ejemplo el Señor de Hita y Buitrago
(que correspondía a Pedro González de Mendo- za, Mayordomo Mayor de
Juan I de Casti- lla) o por sus títulos el Duque de Medina- celi,
con profusa descendencia, por poner ejemplos.
En un ámbito más plebeyo se llamaba a los hijos de Martín, los
Martínez, a los hijos de Gonzalo, los González y a los hijos de
Pedro o Pero, los Pérez. Se los agrupaba
por familias, denominándolos por su as- cendencia o por
profesiones: los Ferreiro, los Silversmith (plateros) o los
Goldsman (los orfebres). Se los “llamaba” de esta for- ma, es
decir, se “apelaba a ellos”. Al hacer- se común, este nombre, a
varios indivi- duos diferentes, surgió la solución de acompañarlo
con un añadido complemen- tario, ya indicando un lugar de proceden-
cia o una característica personal. Había nacido el APELLIDO.
La historia del origen es muy larga pero valga este ejemplo para
dar cuenta de la importancia, en la historia de la humani- dad, de
ser llamado, ser “apelado”. Y en-
contrarse con el otro.
La relación de encuentro que se produce en la asistencia
psicoterapéutica siempre crece y se desarrolla por la acción que
ejercen ambos protagonistas: el paciente y el profesional
asistente.
Es una relación que no puede ser descrip- ta más que en términos
literarios lo que nos permite decir que es “una relación in-
efable”. No se puede hablar de ella. Hay que vivirla en un nosotros
único y muy es- pecial.
No es una realidad que podamos delimitar ni tampoco programar más
allá de la apli- cación del “arte” que cada uno de nosotros aplica
desde su profesión. Existe necesi- dad recíproca de preguntas y
respuestas. El profesional pregunta y el paciente res-
ponde. No siempre en forma oral. Puede hacerlo corporalmente.
El paciente también interroga. Quiere sa- ber acerca de su
asistencia y de su exis- tencia. Se vincula como él sabe, como él
quiere o como él puede. El profesional no siempre “sabe” que decir
al paciente, no siempre “quiere” decir o muchas veces “no
puede decir”.
Esto puede generar resistencias en ambos márgenes de la relación de
encuentro. La resistencia “cierra” la posibilidad de aper- tura en
la relación. Si la relación es oca- sional, tal vez ambos
protagonistas deseen “olvidar” el encuentro. Pero esta
resisten-
cia originará conflicto. Seguramente.
Para vencerla es necesario establecer una relación “original” que
vincule a ambos de manera tal que permita la aparición del
“diálogo” . Esta puesta en común, esta
“comunión”, es la raíz original de lo que, habitualmente, llamamos
“comunicación
profesional-paciente”.
Cuando encaramos un tema de la comple- jidad que nos ocupa
tenemos que aceptar que de esta forma de comunicación surgen una
ilimitada cantidad de técnicas que se distinguen por el diferente
grado de flexibi- lidad o rigidez en la realidad circunstan- cial
del encuentro con el que solicita ayu- da.
Nosotros afirmamos, desde la Analítica Existencial y la práctica de
la Logoterapia, que esta situación existencial del paciente es
“única e irrepetible” y coincidimos con
la generalidad de nuestros colegas en que es respuesta inmediata al
desarrollo de numerosos dinamismos psíquicos que han establecido
una personalidad a lo largo del tiempo y que se presenta en la
realidad del “aquí y ahora” como una realidad diferen-
te.
La realidad del ser humano que sufre, pa- dece y teme. Una realidad
que, sea cual sea el pronóstico, le coarta su libertad de
desarrollar un proyecto y le amenaza el sentido de vida pleno. Pero
el Análisis Existencia y la Logoterapia no son asisten- cialismo o
sentimentalismo.
Es un accionar teórico y técnico que pro- cura ayudar al enfermo a
asumir la exis- tencia como real, a pesar del sufrimiento,
contribuyendo al desarrollo de todas sus potencialidades y
capacidades para que actúen en función de ellas y encuentre el
sentido “a pesar de todo y aún en las peo-
res circunstancias”.
Decía Viktor E. Frankl: “Me atrevo a decir
que no hay nada en el mundo que ayude más efectivamente a una
persona a sobre- vivir, aún en las peores condiciones, que conocer
el sentido de su vida”.
Conocer y accionar en procura de su man- tenimiento en la situación
límite. El pa- ciente tiene derecho a ser ayudado en esta empresa
vital.
Médicos y psicólogos incrementan sus es- tudios, investigaciones y
comunicaciones científicas para esclarecer ideas que les permitan
dar respuesta a los interrogantes y angustias que los
pacientes les presen- tan en la consulta, desde el conocimiento de
sus síntomas, de sus crisis o de una enfermedad concreta.
Cuando la respuesta a estos interrogantes es acuciante por variadas
razones y el pla- zo de desenlace es incierto muchos profe-
sionales se sienten desvalidos para actuar y poco preparados
para afrontar esta si- tuación.
Técnica versus comprensión. Preparación técnica eficiente
versus la toma de con- ciencia de los límites de su ciencia y arte.
Persona doliente que pide comprensión versus un entorno limitado en
sus res- puestas.
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fre y padece. En estas circunstancias la comunicación entre el
profesional y el pa- ciente no está limitada a la expresión ver-
bal del discurso. Acceder desde el nivel profesional al
conocimiento de la situación y poder comunicarlo es uno de
los mo- mentos más difíciles que debemos enfren- tar en nuestra
diaria actividad asistencial.
Es necesario compartir nuestro estar dis- puestos a ayudar al otro
como Persona. Darle la libertad de elegir la manera de ser ayudado,
de acuerdo a su peculiar modo de personalidad y modo de relación
con los otros.
Es apelar al otro. La apelación es un lla- mado. Un llamado a la
Esperanza. Este llamado, esta apelación, nos coloca en in-
terlocutores de privilegio en un tema de la mayor importancia para
el paciente. Al respetar su proyecto de vida, al ayudarlo a aceptar
las modificaciones que la realidad le impone le estamos ofreciendo
la posibili- dad de elegir una nueva forma de vivir o de permanecer
en la inautenticidad.
El profesional conoce la situación actual, el aquí y ahora de la
relación de encuen- tro. Estará dispuesto a continuar apoyan- do la
busqueda de sentido del paciente, compartiendo y aliviando. La
comunica- ción se torna, en estos casos, en el princi- pal
instrumento de la “pastoral médi- ca” (V.E.Frankl). No es una
sustitución del papel de la familia, del amigo o incluso de los
religiosos que acerquen su compromi- so. Es contribuir a una mayor
plenitud de vida a través del intercambio de actitudes y
gestos de acompañamiento que revitali- zarán los momentos mas
importantes de su biografía haciéndola valiosa de haber sido
vivida.
Si el paciente ha dado a entender su real deseo de saber y
sobrellevar la situación es inútil o perjudicial escapar a esa res-
ponsabilidad profesional de la comunica- ción. Establecer una
comunicación defi-
ciente es coartarle la posibilidad de elec- ción y responsabilidad
sobre su existencia real.
La Logoterapia, Tercera Escuela de Viena que fundara Viktor E.
Frankl, considera que el psicoterapeuta puede ayudar al pa- ciente
apelando a la posibilidad de traspa- sar sus propios límites, pasar
por encima de su facticidad y la posición fatalista que casi
siempre la acompaña logrando, una dimensión completamente nueva:
vida con sentido, a pesar de todo, respeto de la au-
totrascendencia, apertura al amor y per- misividad para la libertad
individual. Transformar las tensiones de un “yo” en crisis
para que se produzca un “nosotros” (familia, amigos,
terapeutas)
La actividad profesional implicará juegos de dramáticos silencios
convocantes, acti- tudes de espera, continencia de la angus- tia,
desarrollo de caminos de libertad sin imposiciones, creando el
lugar apropiado para la confianza y desarrollando una creatividad
técnica basada en la imposi- ción de “palabras límites”: fe,
camaradería, sufrimiento, sentido, esperanza, amor, so- lidaridad,
cuidado del otro, que forman parte de lo que en algunas
Conferencias nosotros denominamos “el almacén logote- rapéutico”,
un establecimiento cuya mer- cadería principal en existencia son
los “valores”.
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¿Es posible esta posición completamente desinteresada en un
profesional que tra- baja y debe contar con medios para tam- bién
realizar su sentido de vida? Sí, es perfectamente posible porque es
una rela- ción de encuentro amoroso. Y lo menos que el verdadero
amor quiere es el benefi- cio del otro. Esta es la “apelación”, el
lla- mado. Y en esto consiste la “cura”, el cui-
dado.
Paradojalmente, el sufrimiento nos ha ilu- minado el camino que nos
lleva a la puerta de la trascendencia. Pese a la dependencia de la
enfermedad o la crisis, llena de rispi- deces y obstáculos, la
libertad interior act- úa como un ariete que rompe ese cerco de
dolor o sentimientos de pérdida que lo cer- ca y activa la
capacidad de sobreponerse para seguir adelante “a pesar de todo”.
El
sufrimiento actúa como un filósofo interior que cada uno posee y
que revela el valor de la vida, iluminando, haciendo transpa- rente
lo que parecía tan impenetrable, abriendo regiones hasta entonces
veladas y enriqueciendo, verdaderamente, la exis-
tencia.
Por supuesto que por “sufrimiento” nos referimos a aquel que no es
fácil o posible superar. Debemos acudir a la superación del
sufrimiento innecesario. Solamente an- te el sufrimiento impuesto
por las circuns- tancias de la enfermedad, aquello de lo que no
podemos escapar, debemos poner en marcha los valores actitudinales.
So- portar aquello que es evitable es, simple- mente, masoquismo o
estupidez.
Algunos psicoterapeutas aíslan esta posi- bilidad de superación del
sufrimiento por el sentido acentuando la realización par- cial de
algunos aspectos del hombre per- diendo de vista su personalidad
pluritemá- tica y multidimensional. “Curan” su cuer- po. “Curan” su
psique. “Curan” su relación interpersonal social. Pero olvidan la
“cura”
de la dimensión especial que nos diferen- cia como personas: el
espíritu.
Esta es la “cura”. “Cura” es una voz latina que designa “cuidado,
preocupación”. Nuestra “preocupación” principal es esta-
blecer hasta que punto es posible “la cu-
ra”.
Esta es el alfa de nuestra tarea profesional como psicólogos y como
logoterapeutas. Ninguna circunstancia debe imponer lími- tes a la
vida. Ni enfermedades de cualquier tipo, ni circunstancias
personales, ni so- ciales, ni pseudouniversales ni pseudo-
científicas. Cualquier Psicología que pres- cinda del amor, del
encuentro y de la co- municación separa al ser humano de sus
referentes originales e intencionales. La cualidad trascendente de
la realidad humana se potencia en el encuentro auténtico
profesional-paciente. Para lograr éxitos en el campo de la
psicoterapia debe combinarse las técnicas (estimulantes y
bienvenidas) con la incorporación de un elemento de arte que supere
las limitacio- nes de la Ciencia en la consideración de su genuina
dimensión que es la dimensión espiritual (Frankl).
Oportunidad trascendental. El otro puede optar por la posibilidad
de rechazo de la “apelación”. Posibilidad de caída en el
egoísmo o el sinsentido. Imposibilidad de encuentro con el otro. O
puede aceptar el “encuentro” y proyectarse en la realización
de valores superando todas las barreras.
Bibliografía:
Barcelona, Ed. Herder, 1987.
2.- Frankl, V. E. “El hombre en busca de sentido”, Barcelona, Ed.
Herder, 7ª. Ed.,
1986.
do”, Barcelona, Ed. Herder, 1988.
4.- Yalom, I. D. “Psicoterapia Existencial”,
Ed. Herder, Buenos Aires, 1985.
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E n el consultorio muchas veces nos encontramos con una realidad
di- ferente a la que se presenta cuan- do nos derivan un paciente.
Si-
guiendo la línea de anteriores presentacio- nes, paciente
real-dolencia- estrategias, les presento la siguiente vivencia de
consulto- rio. Solicita turno la esposa de un paciente de- rivado
por médico neurólogo, manifiesta que J tuvo un ACV y necesita
estimula- ción. Entonces pregunté: -Hace cuánto tiempo tuvo el ACV?
-año y medio -Qué peculiaridades tuvo el ACV? -no ve bien. Alguna
otra secuela? No, nada más -Qué otros tratamientos está efectuando?
-Ninguno, estuvo con una terapeuta pero no podíamos pagarlo más y
era lejos. Al entrevistar al paciente, de 78 años, con- tador en
ejercicio, con depresión por no poder seguir su trabajo. Concurre a
su es- tudio todos los días, aunque no logra leer, ni resolver
cálculos por escrito. Así tam- bién, detecto fallas visuales en
focaliza- ción, y reconocimiento (gnosias-praxias), fallas en
comprensión, apraxia, alexia, agrafía; depresión moderada en
progre- sión. (1) Entonces, el paciente J ingresaría a esti-
mulación desde la fase 2, pasado el año
del ACV. Con lo cual, la estimulación en esta fase, debería ser de
dos sesiones se- manales, le agrego aquagym y un día de
Terapia ocupacional. Las secuelas cognitivas derivadas del
ACV son ignoradas constantemente, o poco consideradas tanto en los
estudios como en el ámbito clínico. Por la afectación detectada, la
arteria vul- nerada en este caso, es la arteria cerebral media
derecha, nos encontramos con una heminegligencia (del lado
contralateral a la lesión), alexia, agrafia y acalculia espacia-
les, apraxias y alteraciones visoespaciales y
visoperceptivas. Kauhanen, (1999)(2), en sus estudios so- bre
Stroke, demostró que había una aso- ciación significativa entre las
categorías de la enfermedad depresiva y el grado de défi- cit
cognitivo. Sus resultados también mos- traron que la depresión
estaba relacionada con el grado de déficit neurológico y fun-
cional y el nivel de discapacidad de los pa- cientes con ictus. En
el caso de J, era importante evaluar la gravedad de los déficits
neurológicos, pero también interpolar el déficit cognitivo y ac-
tivar sobre la depresión; en sí, el ánimo como el motor del declive
o la búsqueda de recuperación. El objetivo vendrá entonces en
mejorar el estado de ánimo, generando una actitud de esfuerzo hacia
la curación, que es la motivación o motor de este paciente.
Así la propuesta tenderá a generar accio-
ENTRENAMIENTO Y REHABILITACIÓN
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trascendencia: salir de sí mismo, abrirse afectivamente al mundo,
ampliar posibili- dades. - Conectarse Afectiva-Existencialmente con
la vida en el “Aquí y Ahora, con las fortalezas y debilidades. -
Asumir una actitud pro-activa y favo- rable frente al futuro
inmediato.
Pero también era necesario organizar en la familia una disposición
diferente y de acompañamiento, ya que el entrenamiento debía
seguirse durante toda la semana en casa del paciente. Una serie de
ejercicios fueron explicados a la esposa, iban desde prácticas
visuales a partir de movimientos oculares y de entrenamiento con PC
con ejercicios creados para el paciente. Los mismos, sirvieron de
entrenamiento en orientación espacial, comprensión y reco-
nocimiento (sobre todo gnosias y atención fundamentalmente) Luego
de dos meses, el paciente continúa como en la primera sesión, con
un día de rehabilitación, sin aquagym, ni contacto con terapista
ocupacional por dificultades varias que le fueron ocurriendo a la
fami- lia. Con ese panorama, el proceso se extender- ía y a fin de
sostener en esta realidad im- plemento sesiones de entrenamiento a
la esposa y a nieta, incluyendo a la familia de a poco, para
contener su salud mental y puedan en su domicilio ayudar a su acti-
vación cerebral, a la vez, de sostén emocio- nal. Para ello, la
nieta fue de gran ayuda más que nada cuando comprensión que en
realidad el motor de J era el afán que ella imponía por curarlo.
Era una verdade- ra red intergeneracional de sentido, abuelo 78
años, nieta de 9 años e hijos en con- junto con esposa. Hoy,
luego de tres meses, sonriente ingre- sa al consultorio “ya veo y
reconozco me- jor”, realmente era así. Su estado anímico
también se había modificado. Concurría a su estudio todos los días
y realmente mo-
tivado. Todavía su visión, reconocimiento no estaba estable, pero
todos colaboraban en su mejoría; él incluido Al hablar con la
esposa y sugerir nuevos ejercicios, ella misma comenta que todos
los días efectuaban el entrenamiento vi- sual sugerido. Así,
explicado desde Frankl; “el sentido no se puede dar. El dar un
sentido escaparía a lo moralizador. Y la moral, en el sentido que
se le daba antiguamente a esta pala-
bra , pronto habrá acabado su papel” (3). Si se favorecen los
medios para actualizar roles perdidos, para encontrar el valor de
las acciones, para brindar desde un espa- cio una misión única a
cumplir; tan única como la misma persona que la da y la que recibe.
No dejemos de imaginar, crear, re pensar y orientar… Hasta la
próxima…
REFERENCIAS
(1) Nota: Dentro de la Escala de Depresión existen tres
diagnósticos: Normal, Depresiòn Moderada y Depresión Severa.
(2) M.-L. Kauhanen,y otros (1999;30:1875-1880) Poststroke
Depression Correlates With Cogniti- ve Impairment and Neurological
Deficits, Ameri- can Heart Association, Greenville Avenue,
Dallas.
Por Dr Claudio César GARCIA PINTOS Mail de contacto:
cavef@yahoo.com
C uando nos sentimos atrapados por una circunstancia de vida,
surgen en nosotros casi espontáneamen- te, pensamientos o intentos
de
evasión. Nos resulta inadmisible estar atrapados en este
intríngulis existencial, nos parece inconcebible haber llegado a
este estado o definimos como injusto asu- mirlo como real y tener
que vivirlo.
¿Qué hacer?¿Cómo salir de este estrecho lugar en el que la
existencia nos ha ubica- do?¿Quién o qué podrá rescatarnos?
Como si fuera una cárcel insólitamente construida en torno de uno
mismo, senti- mos la inmediata y urgente necesidad de huir, de
escapar, de alejarnos de esos ba- rrotes que nos abruman. A veces,
incluso, podemos sentirnos humillados por estar en esa situación,
como si la dignidad se viera afectada por aquello que nos está
haciendo sufrir.
Y la evasión resulta. Porque hay muchas formas para evadirse de
estas prisiones que la vida nos presenta. A veces es la imaginación
o la fantasía, para algunos puede ser la razón y sus productos
intelec- tualizados, la química puede ser opción (especialmente a
través de psicofármacos,
drogas de todo tipo, alcohol, etc) o cual- quier recurso que
permita una cuota con- siderable de virtualidad que nos aleje de la
insoportable realidad. Evadirse significa
etimológicamente la acción y efecto de
alejarse de una dificultad (del lt. evasio,
que resulta de ex – hacia-,
vadere – andar-,
sión –acción y efecto-), vocablo derivado del
verbo evadere (“e” afuera, “vadere” an-
dar)
Todos podemos tener la experiencia de habernos evadido,
alguna vez, de algo. Buscando alivio y tranquilidad, alejarse de la
dificultad actual, puede resultar una tentación fuerte. Corrernos,
alejarnos, huir, quitarla de la vista, termina siendo algo similar
al “juego de la sabanita” que disfrutan los niños pequeños.
Ocultando escasamente el rostro, creen no ser vistos, y
descorriendo la sabanita, pretenden sor- prender con su presencia
al espectador. Pero el juego tiene sentido y es disfrute pa- ra el
niño, porque el espectador acepta ju- garlo. La fingida sorpresa
del otro, termina armando la dinámica del juego y le permi- te al
niño vivenciar ese disfrute. ¿Qué su- cedería si el otro no
fingiera o expresara sorpresa? El juego dejaría de tener senti- do,
y la sonrisa franca del niño se trans- formaría en una mueca de
decepción o desilusión.
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alegría, confort o bienestar; solo genera anonadamiento .
Utilizo este término por- que creo que define precisamente lo que
quiero decir. Anonadar significa dejar re- ducido a un
estado de estupor. Viene de “a” y “nonada” que refiere
insignificancia.
Es decir, llevarnos a la nada misma. De modo tal que decir que
cuando nos evadi- mos en la vida, quedamos anonadados, es decir que
huimos hacia la nada. Llegados (o “llevados”) hacia la nada, ésta
puede
convertirse en una nueva prisión de la que intentaremos evadirnos,
llevándonos a una nueva nada, que, constituida en nue- va prisión,
nos tentará a evadirnos y así sucesivamente. Este estatus
existencial es lo que denomino la “existencia fugitiva”, una
especie de nomadismo existencial ba- sado en intentos infructuosos
y sostenidos de evasión. Podría decir que es una exis- tencia de
raza gitana.
¿Por qué la evasión no es respuesta útil ante las circunstancias de
la vida? Senci- llamente porque lo que nos cuestiona es nuestra
propia humanidad, de la cual nunca podremos huir. Evadirse es como
saltar de local en local, pero siempre de- ntro de la misma
prisión. Es quedarse atrapado en una nada autogenerada.
¿Cuál sería, entonces, una respuesta váli- da ante aquellas
circunstancias de dolor o sufrimiento que presenta la vida?
En primer lugar asumirlas y aceptarlas co- mo siendo parte de la
vida misma. Nadie iría por un camino de montaña y se sor- prendería
o se sentiría víctima de la mala fortuna, solo por toparse con una
roca; nadie iría cruzando un desierto, y al sentir calor, se
victimizaría ante la mala suerte de sentirlo; nadie cruzaría los
picos neva- dos, maldiciendo la nieve en el camino. Porque la roca,
el calor y la nieve, son pro- pias del camino. Pues, las
circunstancias de la vida son propias de ella misma.
En segundo lugar, reconociendo que no
hay huida posible de la propia humani- dad. Y nuestra condición es
el mundo real, no el virtual.
En tercer lugar, no olvidando que, a pesar de esas circunstancias,
nuestro destino inexorable es la plenitud personal, y nun- ca
estará en riesgo de ser lograda por inci- dencia de circunstancia
alguna, por adver- sa y compleja que sea.
En este sentido, para comprenderlo, puede sernos de utilidad un
concepto de la filo- sofía griega. Obviamente lo vamos a sim-
plificar. Se trata de la “eudaimonia”.
Según Aristóteles, los hombres buscan la felicidad y suelen
pretenderla a través de tres caminos frecuentes: la riqueza mate-
rial, la fama y el placer. Afirma que son caminos inválidos para el
logro de la plena felicidad pretendida, paliativos efímeros que
pueden confundir o marear al hombre en una felicidad falsa o
ficticia. Esto no significa que la pretensión de riqueza, fa- ma y
placer sea despreciada o equivocada. De ninguna manera. El tema es
compren- der que, más allá de todo esto, existe un modo de
conquista de la felicidad, más allá de estos medios
instrumentales.
De tal modo los griegos hablaban de los “beatus ” que son
aquellos colmados de ri- quezas materiales y bienes; hablaban de
los “ fortunus ”, que refieren a aquellos col- mados por
la suerte (sortis , el destino) y la
fortuna ( fors-forte , lo inesperado); pero los más
apreciados eran los “ felix ”, que son los beneficiados
con la “fecundidad”. Concluyendo que la eudaimonia (“eu”, her- moso
/ “daimon”, espíritu, genio / “ia”,
La cultura fugitiva
La cultura actual (entendiendo por cultura el espíritu
de la época), es una cultura de la evasión, una cultura fugitiva.
Propone un estilo de vida que escapa de la interio- ridad y se
refugia en una virtualidad colec- tiva, perdiendo de vista que sin
interiori- dad se encuentra bloqueado el camino fe- cundo hacia la
felicidad. Al mismo tiempo hay una especie de trivialización de la
feli- cidad, transformada en placeres más o menos fugaces, que, la
mayoría de las ve- ces, son manifestaciones de excesos. Con-
fundiendo excitación con alegría, altera- ción con dicha, y exceso
con plenitud, del mismo modo que podría confundirse el pan rallado
con el aserrín: solo se parecen, por fuera y de lejos.
Esta cultura ha logrado (o terminará lo-
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En este primer número de 2015, CAVEF desea compartir con los
lectores un frag- mento de un muy interesante libro de Pa- blo R.
Etchebehere, que ofrece una mira- da filosófica del concepto
“espíritu” en Vik- tor Frankl. En ocasiones he oído plantear que en
la obra de Frankl, no queda claro qué es el espíritu, consideración
que no comparto, y el fragmento que publicamos a continuación puede
ser de utilidad para aclararlo.
ETCHEBEHERE, Pablo R. “El espíritu des- de Viktor Frankl: Una
lectura en perspecti- va filosófica ”, Ediciones AGAPE,
Buenos
Aires, 2009
Fragmento:
Si el acceso a lo espiritual no es desde la caracterización de éste
como objeto, ¿cómo podemos llegar a tener cierta noticia de él?
¿Cómo podríamos hablar de conocer algo, si de entrada decimos que
no es un obje- to? ¿No nos estamos, acaso, contradicien- do?
Viktor Frankl, empero, no nos dice que no podemos conocer lo
espiritual, solamente dice que no lo podemos conocer al modo de las
ciencias ónticas. Y como hemos di- cho al tratar de ontología
dimensional, vi- mos que el método no es de “o lo uno… o lo otro”
sino de ver la diversidad en la uni- dad y viceversa, la unidad en
la diversi- dad.
Con otras palabras: dado que el hombre tiene la peculiaridad óntica
de ser ontoló- gico, en él se dan las dimensiones en la unidad,
diversidad óntica y unidad ontoló- gica. Por eso el texto que
citamos a conti- nuación:
“El análisis existencial ha de poner de re- lieve la multiplicidad
dentro de esta uni- dad, ha de desarticular dimensionalmente la
unidad en la multiplicidad de existencia y facticidad, de
persona y organismo, de espiritual y psicofísico.” Utilizaremos
este texto como hilo conductor no solamente para responder a las
preguntas anteriores sino también para desocultar todo lo espi-
ritual considerado como constitutivo. Por lo tanto, y siguiendo la
cita, el hombre de- be ser “explicado”, “desarticulado” en
di-
versas dimensiones a saber:
Existencia y facticidad. Persona y organismo. Lo espiritual y lo
psicofísico. De acuerdo a esta desarticulación pode-
mos notar que hay dos “sinónimos” de espíritu,
existencia y persona ; como t amb i én hay t
r e s an t ón i - mos: fac tic idad ,
organismo y lo psicofísico. Pasemos ahora a
tratar en conjunto dichas oposiciones para alcanzar un
entendimiento más cabal de lo espiritual.
Lo psicofísico. Lo corporal es asumido por nuestro autor como un
hecho, un “factum”, que junto con lo psíquico, “son modalidades de
un mismo ser.” Esto lleva a pensar que entre
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lo somático y lo psíquico existe un parale- lismo, de modo que
forman una cierta uni- dad al menos en el plano óntico.
Esta quasi-unidad es una de las causas, creemos, por las que la
psicología ha olvi- dado lo espiritual. Lejos de seguir investi-
gando se queda con lo “palpable”, lo que se puede medir y pesar,
sirviendo así de modelo para determinar lo que el hombre debe ser.
Sin embargo, para Frankl existe una dimensión más profunda, la
cual, además, gobierna a las inferiores. Es por eso que “las capas
exteriores cobran un valor de expresión.” Tocamos aquí uno de
los puntos centrales de la antropología frankliana: “el organismo
somático guarda una relación instrumental, el espíritu ins-
trumentaliza lo psicofísico […] lo hace su- yo haciéndolo
herramienta, órganon, ins- trumento.”
¿Cómo debemos entender esta instrumen- talización? Debemos
descartar el modelo común, según el cual, lo psicofísico y lo
espiritual son dos cosas diferentes, dos partes independientes -en
cuanto al ser- una de la otra y que sólo entrarían en con- tacto ya
sea por algún accidente o por simple armonía preestablecida.
Si esto fuera así, la unidad del hombre re- sultaría un simple
equívoco, un mero nombre. En tanto que usamos una pala- bra para
nombrar dos cosas que están juntas pero no tienen ninguna
relación re- al. Como si nombráramos a un espejo con el nombre de
la persona reflejada. Entre el espejo y la persona que se refleja
en él no hay ninguna unidad.
También consideramos que se debe des- cartar una
instrumentalización de tipo despótico por parte del espíritu, o un
es- clavo servilismo por parte de lo psicofísico. Si bien “no
podemos pasar por alto el ele- mento espiritual, tampoco debemos
supra- valorar lo espiritual.” Es por eso que no
podemos negar ninguna dignidad a todo lo somático, puesto que es
“la condición para el despliegue de lo espiritual, aunque no lo
originen ni lo produzcan.”
Nuestro autor critica también a aquellos que en el campo clínico
ven en el espíritu la causa de toda enfermedad. Si bien exis- ten
enfermedades noógenas, también exis- ten las que son psicógenas o
somatógenas. Es por eso que lo psicofísico se presenta como campo
para la tarea espiritual, es decir, como algo que lo espiritual
debe conducir, debe manejar para poder desple- garse de tal modo
que lo psicofísico sea un espejo más fiel de lo espiritual. Como
los caballos del símil del carro de Platón, al hombre le es
impuesto “domesticar” todo
lo que lo condiciona. Lejos de recluirse en las moradas de lo puro,
lo espiritual debe enfrentarse con lo dado por la herencia, y
volverlo su aliado.”
Dentro de esta dimensión psicofísica, jue- gan un papel relevante
los llamados ins- tintos. Para el análisis existencial “propiamente
hablando los instintos no
existen en el hombre””, es decir, “a partir de esta espiritualidad
los instintos del hombre, contrariamente a los del animal, desde
siempre han sido dominados y con- trolados, la instintividad del
hombre desde siempre ha estado envuelta en esta espiri- tualidad de
modo que no sólo cuando los instintos son reprimidos, sino también
cuando están sueltos, desde siempre el espíritu ha estado en
acción, desde siem- pre ha intervenido o se ha
abstenido.”
14
cia de lo espiritual en lo instintivo del hombre es al modo de la
inconsciencia, no está presente como una conciencia omnis- ciente
sino, como todo lo ontológico, con una presencia ignorada por la
conciencia: oculto y en silencio ordena, da sentido a la vida del
hombre. Así entonces, lo espiri- tual tiene que hacerse cargo de lo
psicofí- sico, manteniendo frente a él una distan- cia, de modo que
sin perderse en él tampo- co se olvide de él. “Poder del espíritu y
po-
der de la naturaleza forman parte del hombre y se complementan el
uno al otro mutuamente. Al fin y al cabo el hombre es ciudadano de
varios reinos y su vida dis- curre esencialmente en una tensión, en
un campo de fuerzas bipolares.” Este distan- ciamiento, como
veremos luego, no tiene que ser de oposición, de guerra entre uno
y otro, sino que muestra la diversidad que hay en la unidad
constitutiva del hombre. Al ser ciudadano de varios reinos, al
tener el hombre varias nacionalidades, le cabe al hombre una tarea,
una misión frente a la diversidad y a la unidad. En otras pala-
bras, al hombre no le es dada como ya hecha ni la diversidad ni la
unidad. El hombre es facultativo de ambas dimensio- nes. El poder
de la naturaleza se expresa a través de los instintos, a los cuales
el hombre debe tenerle confianza. Frankl habla de una “seguridad de
los instintos”,
una especie de confianza en que los im- pulsos vitales más bajos
son fieles conduc- tores, y evitan al hombre la tarea de tener que
comprobar a cada momento lo que hace. En este sentido podríamos
decir que los instintos le evitan al hombre el exceso de
espiritualidad” que se llama hiperre- flexión. Desde luego que una
antropología pseudo-espiritualista considerará esta confianza en
los instintos como una locu- ra, dado que estamos poniendo el
desarro- llo de nuestra vida en algo que no le pare- ce -a esa
antropología- digno de tal desti- no. Pero más allá de esta visión
degradada de la vida instintiva debemos tener en
cuenta que la confianza significa, etimoló- gicamente, una fe
compartida, una fe en que el mundo es un cosmos y no un ab- surdo.
La confianza, esa fe compartida, ese sentir común, rompe con todos
los ex- cesos de la racionalización, la pone en ja- que, en tanto
que muestra otra forma, no racional, no reflexiva, de estar en el
mun- do, de vivir la verdad. Pero no debemos pensar aquí que esta
confianza en el mun- do, en los instintos y, en suma, en los otros
implica cerrar los ojos ante lo grave, lo serio de la vida, como si
la confianza siempre fuera inegnua. A lo que apunta- mos es a una
tranquilidad, a un abandono en lo vital, a un optimismo natural al
que, sin embargo, Frankl no duda en llamar “optimismo trágico.”
Volviendo a la cate- goría óntica de lo psicofísico debemos aclarar
que, aunque lo hemos definído co- mo el campo de expresión de lo
espiritual, esto no significa que esta expresión sea siempre
posible. Lo corporal nunca es “«espejo fiel del espíritu», en
realidad es un «espejo roto que desfigura».” Por lo tanto, si bien
lo espiritual se conoce “en la unión personal con lo psicofísico”,
no debemos
pasar rápidamente de lo corporal a lo espi- ritual, sino que
debemos acercarnos a él “per analogiam”, por semejanzas. En
cuanto al papel de lo psicofísico, creemos que esta distinción es
muy importante a la hora de juicios serios sobre la dignidad de la
persona. A pesar de que el cuerpo ya no sea “órgano de expresión”
adecuado, no podemos negar la existencia de la persona. Aunque lo
psicofísico haya perdido “su
15
pueda comunicarse, a que pueda romper su silencio, irrumpiendo a
través de los «velos» que lo rodean, de los estratos en- volventes
de lo psicofísico…Aguarda hasta el día en que pueda hacer «suyo» al
orga- nismo hasta apoderarse de él como su campo expresivo.”
Encontramos en este texto la idea final en cuanto a la relación de
lo espiritual con lo psicofísico. El espíri- tu será verdadero
cuando se desoculte, cuando se manifieste. Pero su manifesta- ción
no puede ser saltando por sobre lo psicofísico, sino siendo señor.
De este mo- do, el espíritu será verdadero cuando sea libre, cuando
gobierne lo que tiene: el len- guaje de lo espiritual es, entonces,
el de la libertad. b. La facticidad Dentro de los “antagonistas”
del espíritu queda por acla- rar qué se entiende por facticidad. En
pri- mer lugar podemos decir que la facticidad es “un destino
interior o exterior.” La facti- cidad implica tanto al destino
psicológico, como al destino biológico -ambos interio- res-, y
también al destino sociológico - destino exterior-. Como destino
que es, el hombre debe superarla, superación que “caracteriza a la
vida del hombre…esa
eterna lucha entre su libertad espiritual y su destino interior y
exterior.”En segundo lugar podemos decir que la facticidad
constituye el campo del tener, en oposi- ción a la espiritualidad
que constituye el campo o dimensión del ser . Estas categor-
ías de tener y ser, muy en boga en la pri- mera mitad del siglo
pasado, tienen dife- rentes matices, que hay que tenerlos en cuenta
a la hora de juicios valorativos. Si entendemos el tener en su
sentido vulgar, evidentemente romperíamos la unidad que el hombre
es; puesto que lo tenido sería una cosa independiente de él.
Creemos que en Frankl el tener se debe entender como “no fundante”,
es decir, como aque- llo segundo que exige algo más profundo que lo
sustente. De este modo, si bien lo fáctico -por pertenecer al campo
del tener- puede ser objetivado, tratado como una
cosa; no así el espíritu y todo lo que perte- nece al campo del
ser, quienes solamente pueden ser considerados como sujetos.En este
sentido, entonces, “lo tenido” ejerce su condicionamiento, el cual
debe ser asu- mido y liberado el “ser”: el “ser” debe co-
16
lo personal escapa a toda desmembración. La persona es un todo que
no tiene partes, las partes de una persona ya no se pueden llamar
persona más que por equívoco, co- mo decía Aristóteles que la mano
no es hombre sino equívoca-mente. La persona, en tanto que es,
tiene una dignidad que no se le puede arrebatar ni sumándola a un
género, a un grupo o a un partido, ni tam- poco se la puede
considerar parcialmente ni aún en los actos más espirituales como
son la intelección (nous) o el amor. Cuan- do la persona ama no ama
una parte de ella, sea esta física o psíquica: la que ama es la
persona. En segundo lugar, la perso- na es entendida como
“portadora o sopor- te, pero también como centro de actos es-
pirituales.”” La persona, entonces, por una parte es una
substancia, “lo que está por debajo” como pensaban los griegos, lo
que sostiene a todo el hombre; pero, por otra, es la fuente de
todos sus actos, allí de donde brota toda la actividad humana. Es-
to nos muestra como la persona, para Frankl, tiene algo de fijo, en
cuanto es so- porte, y tiene algo de fluido, de dinámico, en cuanto
desde ella brota el obrar. Esta forma de entender a la persona
permite evitar un riesgo común: el de hacer de la persona algo
quieto, algo fijo, algo que no tiene nada que ver con la praxis.
Aquí en cambio vemos todo lo contrario. En tercer lugar “ser
persona significa ser espiritual individualizado e
individualizante, en cuanto que la persona individualiza al or-
ganismo psicofísico. En este texto vemos que la persona es, ante
todo, espiritual y que es lo que es por sí misma, como hab- íamos
dicho anteriormente. Pero aquí agrega o explicita lo que habíamos
tratado con respecto a lo psicofísico: la persona hace individual,
esto es intransferible, la dimensión psicofísica, con lo cual
podría- mos pensar que sin la dimensión personal, lo psicofísico no
existe, se diluye en el mundo de las cosas. Por otra parte, cuan-
do dijimos que la persona es centro de los
¡Hola amigos!
Con gusto retomamos el contacto con us- tedes este 2015
compartiéndoles que nuestro nuevo programa ENTRENAMIEN- TO EN
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¡Gracias y hasta pronto!
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y ligas a otros Centros e Institutos en el mundo, que
trabajan
con este enfoque existencial.
18
E n la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, todas las mañanas, si uno
toma el subte de la línea D, desde donde comienza el recorrido, la
es-
tación Congreso de Tucumán, un joven contratado por el Grupo
Clarín te regala el diario La Razón . Cuando
termina el reco-
rrido y la gente se baja en la estación Ca- tedral, otro joven,
este contratado por el Gobierno, te regala el diario El
Argentino .
O sea que uno entra en el subte con un diario del Grupo
Clarín y allí lee todo lo te- rrible que sucede en la
Argentina y luego sale del subte y, como si fuera el viejo jue- go
de la rayuela, lo espera el cielo o el pa- raíso, porque eso cuenta
El Argentino : que
vivimos en un paraíso. ¿Es acaso el reco- rrido del subte una
metáfora del camino del Dante del infierno al cielo? No. Pero es-
to ocurre todos los días. Como muchos sabemos, los dos diarios
están en las antípodas de la visión de la realidad. Son dos
extremos, como la entra- da y la salida del subterráneo. Por eso,
le propuse a una colega investigar cómo es- tos dos diarios
introducen las palabras de
los políticos. La curiosidad científica de confirmar la hipótesis
de sentido común que tenía se está viendo plasmada en la
investigación que realizamos. Cada vez que un político se expresa,
ya sea en forma oral o en forma escrita, reali- za un acto de habla
que será interpretado por el periodismo, desde un doble punto de
vista: desde el medio en el que trabaja, y desde su propia
evaluación de la decla- ración o de la respuesta a una pregunta.
Citar es siempre atribuir intencionalmen- te, decía Graciela Reyes
en un libro de los años 90. Y es verdad. Cuando el político habla,
su palabra queda sujeta a la mani- pulación del periodista, aunque
no nece- sariamente ha de ser mal intencionada. Nuestra Presidenta
nos brindó incontables cadenas nacionales. No acepta conferen- cias
de prensa pero les habla bastante a los argentinos. En un país
políticamente cada vez más polarizado, donde los K de- testan a los
antiK y los antiK detestan a los K, no quedan muchas alternativas,
si uno propone entender cada mensaje desde una cierta objetividad.
Estoy de acuerdo
NO TE AMENZO, TE ADVIERTO
Por Dra. Patricia María Nigro Mail de contacto:
nigropatricia@gmail.com
La Dra.Patricia María NIGRO es Doctora en Comunicación Social
(Universidad Austral) y Licenciada en Oganización y Gestión
Esco-
lar, entre otros títulos. Docente universitaria de amplia
trayectoria e investigadora en temáticas vinculadas con la palabra
y el discurso.
Entre varios títulos publicados, destacamos – y
recomendamos – su último libro de gran actualidad,
“Desnudando el discurso político.
Falacias, políticos y periodistas” (Editorial Biblos, BsAs, 2014)
en colaboración con Agustina Blaquier. LOGORED le da la b
ienvenida
19
con esto, no estoy de acuerdo con aquello. Pero decir algo
semejante implica que uno pasa rápidamente a la categoría de los
in- deseables, mal mirado por los K, mal mi- rado por los antiK.
Los periodistas y los medios a los que res- ponden ya no pueden
pretender la objetivi- dad. O son de unos o son de otros. Ellos
también están metidos por la fuerza en ese juego, en el que
perdemos todos. Como ciudadana, como lingüista, me rebela esta
situación. Tomaría el subte con una reme- ra de “Clarín
miente” y saldría de él con
una que dijera “Gobierno miente”. ¿Por
qué? Porque en los dos polos estamos to- dos. Y porque, como muchos
argentinos no queremos esa división, estudiamos el lenguaje. Para
entender por qué nos dicen lo que nos dicen, y cómo y en qué situa-
ción las palabras fueron dichas. Política y periodismo poseen
vínculos es- trechos. El político requiere del periodista para
hacer llegar su palabra y el periodista necesita al político,
fuente de la que parte gran cantidad de los textos que luego pro-
duce. Y nosotros, el pueblo, estamos allí, expectantes, esperando
que alguien expli- que cómo es la realidad. Y sospechamos de todos:
de los políticos y de los periodis- tas. Para citar la palabra del
político, el perio- dista, a veces sin intención y a veces con toda
intención, elige un verbo de entre los muchos que existen para
repetir lo dicho y para evaluarlo. En ese pequeño acto de elegir
entre: amenazó, rechazó, advirtió, ratificó, pidió, anunció y un
largo etcétera, el mensaje del político se verá modificado mucho o
poco. La interpretación y la transcripción de sus palabras será
irreme- diablemente cambiada. Entonces, es necesario prestar
atención a lo que los romanos llamaban “verba dicen-
di” y que nosotros, los lingüistas, llama-
mos “verbos de decir o verbos introducto-
res”. En todo contexto comunicativo, hay siempre un contexto
ausente, en el que se dijeron esas palabras. Los verbos de decir se
refieren generalmente al cómo se dijo
algo antes de al qué dijo alguien .
¿Qué pretendemos con este artículo? Polí- ticos y periodistas deben
estar atentos a este detalle no menor. ¿Cómo serán cita- das mis
palabras? ¿Cuál era mi intención real al decirlas? A las palabras
no se las lleva el viento. Como decía Roberto Mara- fioti, siempre
alguien las recupera. Y ese alguien hace con ellas su propia
versión. Y puede empezar, simplemente, por elegir el verbo de decir
que calificará al discurso ajeno: admitir, ordenar, rebatir,
argumen- tar, negar, alabar, afirmar. Un buen dic- cionario de
sinónimos puede ayudarnos a tomar conciencia de cómo el matiz argu-
mentativo e ideológico del que nos cita al- tera el sentido de
nuestras palabras.
Si el lector lo desea, puede realizar ciertos ejercicios de lectura
crítica: 1) revise diarios de ideologías opuestas y
fíjese atentamente cómo en cada uno de ellos se cita el discurso de
ese día de la Presidenta; 2) piense unos minutos cómo hablan
los
distintos periodistas de la Ley de medios; 3) y lo más importante,
tome
la Constitución Nacional , relea el capítulo
“Declaraciones, derechos y garantías”. Si
nunca lo leyó, este es el momento adecua- do. Y hágaselo leer a sus
hijos, porque en las escuelas no se lo estudia.
Después de todo esto, no volverá a creer ciegamente en lo que le
dicen. Juzgue y compare. Compruebe cómo todos llevan “agua para su
molino”. Y elija libre y
Por Lic. Analía Boyadjián Mail de contacto:
familiaysentido@gmail.com
2
Por Lic. Analía Boyadjián Mail de contacto:
familiaysentido@gmail.com
2
L a familia suele ser ese espacio y ese tiempo en el cual, desde
muy pequeños, corroboramos que no estamos solos, y que no somos
los
únicos que tenemos necesidades, deman- das, inquietudes, y
deseos.
Cada vez que el bebe llora, la respuesta no es la misma: la madre
puede estar cerca y brindar satisfacción inmediata, o fuera de la
casa, y entonces su ausencia (hasta que regrese) marca un límite
real que quien esté a su cuidado (otro adulto responsable) se las
ingeniará para que la frustración sea lo más tolerable
posible.
Cuando el niño está en el Jardín de Infan- tes y extraña a sus
padres, la maestra también lo reconfortará con cariño y pala- bras
tranquilizadoras para que logre pos- poner su necesidad de cercanía
hasta el momento de volver a casa con sus seres queridos. Y, poco a
poco, el niño compren- derá que puede enfrentarse a un tiempo sin
su familia y que, transcurrido ese lap- so, retorna a su
hogar.
Ya con los adolescentes…¿qué sucede?
Esos límites que fuimos estableciendo desde siempre (desde bebés)
tienen sus buenos resultados…Cuando son ellos
quienes, frente a los estímulos de una rea- lidad que los
atropella, logran hacer uso
de esas estrategias saludables ya aprendi- das. Se trata de que
hayan aprendido a cuidarse y a no correr riesgos innecesa- rios. Y
a cuidar del amigo, de la amiga, del grupo. Es hora de demostrar
que lo apren- dido en casa sirve para salir al mundo con fortaleza,
para tolerar los ventarrones que aparezcan.
Y el joven adulto, que se lanza a la aventu- ra del compromiso, que
se enamora y logra un vínculo estable, reconoce en su haber todo
aquello que lo nutrió para, llegado es- te momento, poder dar de sí
lo mejor y po- der cuidar a quien ama. Lo mismo sucede con el
trabajo profesional, desde la voca- ción personal, se trata de
comprometerse una vez más con el mundo y brindar lo que uno cree
que hace bien. Encontrar el sentido en el trabajo cotidiano para
poder crecer humanamente y autorrealizarse en ese quehacer que
abarca la mayor canti- dad de horas diarias en su desarrollo.
Somos con otros desde siempre, desde el
instante cero en que fuimos concebidos. El proceso de humanización
requiere de los otros para concretarse: sus miradas, sus voces, sus
afectos y efectos, sus impron- tas…todos y cada uno de ellos forman
par-
te de nuestro ser, con diferentes texturas y recuerdos, con sabores
y olores especiales,
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o más cerca o lejos de nuestro modo de ser. Hoy forman parte de
nosotros. Nos constituyen. Nuestro ser único e irrepeti- ble se
debe al cóctel singular que diseña- mos. Así como en un recién
nacido, la búsqueda del “¿a quién se parece?” remite
a “los ojos de la abuela paterna”, “la nariz
de la madre”….etc., así también nuestra
risa, nuestro estilo de enojarnos, de mo- vernos, de amar
inclusive, se remite a las figuras que fueron tan significativas en
nuestra vida como para dejar su huella.
Entonces se corrobora que uno comparte con los otros mucho más de
lo que con- cientemente pretende. Y que el compartir en familia
implica no solamente el apren- dizaje de ser generoso y solidario
con el hermano, con el amigo, con los padres,