ETICA DE LA PAZ

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  • 7/26/2019 ETICA DE LA PAZ

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    Graciano Gonzlez R. Arnaiz Ed.)

    Etica de la paz

    V alor i dea l y de re ch o h u m a n o

    NSAYO I Biblioteca Nueva

  • 7/26/2019 ETICA DE LA PAZ

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    TICA DE LA PAZ

    Valor, ideal y derecho humano

  • 7/26/2019 ETICA DE LA PAZ

    3/218

    Graciano Gonzlez R. Arnaiz (Ed .), Jess Conill Sancho,

    Rafael Junquera de Estfani, Jos Miguel Marinas Herreras,

    Emilio Martnez Navarro, Pedro Sez Ortega,

    Luis G . Soto y Javier de la Torre D az

    TICA DE

    LA PAZ

    Valor, ideal y derecho humano

    BIBLIOTECA NUEVA

  • 7/26/2019 ETICA DE LA PAZ

    4/218

    Dise o cubierta: Jos Mara Cerezo

    Los autores, 20 07

    Editorial Biblioteca Nuev a, S. L., M adrid , 20 07

    Almagro, 38

    28010 Madrid

    www.bibliotecanueva.es

    editorial@bibliotecanueva.es

    ISBN: 978-84-9742-642-8

    Depsito Legal: M -31.265 -2007

    Impreso en To p P rimer Plus, S. L.

    Impreso en Espaa - Printed in Spain

    Queda prohibida, salvo excepcin prevista en la ley, cualquier forma de repro

    duccin, distribucin, comunicacin pblica y transformacin de esta obra sin

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    piedad intelectual (arts. 270 y sigs., Cdigo Penal). El Centro Espaol de De

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    http://www.bibliotecanueva.es/mailto:editorial@bibliotecanueva.eshttp://www.cedro.org/http://www.cedro.org/mailto:editorial@bibliotecanueva.eshttp://www.bibliotecanueva.es/
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    NDICE

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    PRESENTACIN

    13

    PRIMERA

    PARTE

    LA CONSTRUCCIN SIMBLICA DE LA PAZ

    CAPTULO1.LA INVENCINDE

    LA PAZ:

    DE KANT AORTEGA

    Y

    GASSET,

    Jess Conill Sancho

    19

    CAPTULO

    2 .LAS

    CONDICIONESDELA PAZ,

    Jos Miguel Marinas

    37

    1.

    El sntoma: ms all del conflicto, la crisis del vnculo social .. 40

    2.

    El diagnstico o la fuerza del revs 45

    3.

    Algo ms que pronstico: La tica del don y el vnculo social. 49

    CAPTULO3 .LA PAZ,ALTERNATIVAA LAVIOLENCIA,

    Luis G Soto ....

    53

    1. Paz

    versus

    violencia 53

    2.

    Pazpasosen falso 56

    2.1.

    Estructura contra personas 57

    2.2.

    Personas contra estructura 58

    3.

    La sustraccin de la violencia, la construccin de la paz 61

    4.

    La no violencia, el desarrollo 65

    5. Derechos humanos, educacin para la paz 69

    CAPTULO 4 . L A PAZC O M O DESARROLLOH U M A N O ,

    Emilio Mar

    tnez Navarro

    71

    1.

    Qu significa afirmar que un pas est desarrollado? 72

    2. Condiciones de posibilidad del desarrollo de los pueblos 71

    2.1. Condiciones de posibilidad del desarrollo de la propia po

    blacin 78

    2.2.

    Condiciones de posibilidad del desarrollo en relacin con

    la naturaleza 80

    2.3.

    Condiciones de posibilidad del desarrollo en las relaciones

    ntrelos pueblos 86

    3.

    La paz como parte del desarrollo pleno a escala mundial 98

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    IO

    ndice

    SEGUNDA PARTE

    LOS AVATARES DE UN DISCURSO DE LA PAZ

    CAPTULO 5.TICA DELA PAZ.UNALECTURA MORALDELDERECHO

    DE

    PAZ,Graciano Gonzlez

    R Arnaiz .. 103

    1. La situacin tensional de un discurso sobre la paz 105

    2. Cosmopolitismo y derecho a la paz 106

    3.

    Solidaridad originaria y derecho

    de

    paz:tica de la paz 112

    4.

    Cultura de la paz y Derechos Humanos ; 121

    5. Obras de referencia 124

    CAPTULO

    6.LA

    PAZ: DERECHO, VALOR

    O

    INSTRUMENTO?,Rafael

    Junquera de Estfani

    ; 125

    1. Paz frente a Guerra 127

    2. Naturaleza de la Paz 136

    2.1.

    La Paz como reconciliacin entre culturas religiosas 136

    2.2. La Paz como cultura y como derecho 139

    2.3. La Paz como un valor jurdico 141

    3.

    La

    Paz:

    un derecho de solidaridad 143

    4. Conclusin: La complejidad de un discurso sobre la paz 153

    CAPTULO

    7.ES

    NECESARIA

    LA

    RELIGIN PARA CONSTRUIR

    LA PAZ

    MUNDIAL?,E Javierde laTorre Daz

    157

    1. Declogo de presupuestos 157

    2. Elementos esenciales de una teologa pluralista 160

    2.1. Las alianzas de Dios con los pueblos 161

    2.2. Diversas Palabras de Dios 162

    2.3.

    Diversos rostros del misterio divino 163

    2.4. Diferentes figuras salvficas 164

    2.5. Distintos caminos de salvacin y liberacin 165

    3.

    Dilogo desde el compromiso con una tradicin religiosa 168

    3.1. La regla deoro.Formulada de forma positiva afirma: Haz

    a los dems lo que quieras que te hagan a ti mismo 169

    3.2. El criterio de humanidad 170

    3.3. Los cuatro mandatos nucleares 171

    3.4. Unidad y fraternidad 173

    3.5. Espacios sagrados de oracin y horizontes de sentido 174

    3.6. La acogida al extranjero 175

    3.7. La acogida al pobre 176

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    I I

    ndice

    3.8 . La acogida familiar de la vida 176

    3.9. La crtica al consum o 176

    3.1 0. Crtica a los nacionalismos 177

    4.

    El papel de la paz en la tica mund ial 178

    4.1. La paz en el nuevo horizon te global 180

    4.2. Actitudes para construir un nuevo horizonte de paz 187

    5.

    Presupuestos de un nuevo paradigma pacfico 189

    5.1.

    Un nuevo hom bre integrador 190

    5.2. Un a tica del cuidado 191

    5.3.

    N o violencia y autodisciplina 192

    6. Conclusin 193

    CAPTULO 8.TR ABAJA R LA EDUCACIN PARA LA PAZ EN LA ESCUELA:

    UNAGUA DERECURSOS,

    PedroSezOrtega

    195

    [Nota previa:] 195

    1.

    Antologa de materiales 196

    1.1. Criterios 196

    1.2. Textos tericos y unidades didcticas 198

    1.3. Revistas y publicaciones peridicas 207

    1.4. Intern et 20 9

    2.

    Un a lectura de la guerra y la violencia en el cine desde la edu

    cacin para la paz 21 0

    2.1. Argumentos 211

    2.3-

    Sugerencias para analizar pelculas blicas 21 2

    2.4. Las violencias cinematogrficas del presente 21 5

    2.5-

    Pelculas sobre la violencia y sus causas 218

    3. N ota bibliogrfica 220

    AUTORES

    221

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    Presentacin

    Tenemos que volver a hablar de la paz. Pero no de cualquier

    manera y a cualquier precio. Tenemos que hablar de la paz, en paz,

    en el en ten did o d e que en tica y en polticalas manerasconvalidan

    el significado moral de lo que nos traemos entre manos. No en

    vano, hemos titulado el libro como

    Etica de la Paz.

    Por lo dems, en la Filosofa Moral y Poltica, el tema de la paz

    es un tema recurrente por inagotable. De manera que podemos de

    cir, sin tem or a equivocarnos, que sob re la paz siempre hay algo que

    decir; es ms, que no tenemos ms remedio que estar hablando de

    ella, aunque slo sea para ejercer un contrapeso a los discursos que

    avalan y de qu manera comportamientos y actitudes violen

    tas, cuando no la guerra, sin ms.

    Por eso decim os q ue es preciso volver a pensar, u na y otra vez,

    la paz. Y volver a pensar la paz en su doble consideracin de ideal

    m oral y poltico o si se prefiere, de ideal poltico a fuer d e m o

    ra l.

    Este es el marco en el que se encuadran los primeros siete

    trabajos que, desde perspectivas diversas, confluyen en mostrar las

    virtualidades prcticas de un pensamiento de la paz. El octavo

    trabajo, no por l t imo menos importante, propone una ser ie de

    vas para poder

    trabajar

    el tema de la paz en la educacin, en la

    escuela.

    Esta propuesta mltiple de la consideracin de la paz, de claro

    sesgo universalizador, se desarrolla a la manera de dos crculos con

    cntricos que hemos llamado La

    construccin

    simblica de la paz, el

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    r

    4 tica de lap az

    primero, yLos avatares deundiscurso dela paz,el segundo. Los dos

    hablan de la paz, pero con un registro distinto. Pues mientras en el

    primero de ellos se trata de ver la pertinencia tal vez habra que

    decir impertinencia de hablar de paz; en el segundo, la pertinen

    cia

    se

    contempla como 'deber

    (sic),

    en el sentido de que se puede y

    se debe hablar de Paz.

    Divididas as que no escindidas unas de otras las aporta

    ciones delimitan diversos aspectos que hay que tener en cuenta

    cuando hablamos de la paz. En la primera de

    ellas,

    el profesor Jess

    Conill se refiere a Kant com o pun to y aparte de toda una serie de

    pensadores que han reflexionado sobre la paz, y de otros que han

    proseguido su camino.La

    invencin

    de la paz: de K ant a Ortega y

    Gasset

    expone con claridad, maestra y determinacin, el punto de

    arranque de una consideracin de la paz como ideal moral y po

    ltico

    que desde la modernidad no ha dejado de ser uno de sus

    referentes privilegiados.

    El profesor Jos Miguel Marinas, en su trabajo

    Las condiciones

    delapaz,

    va tejiendo, sabiamente, los contornos requeridos para

    que la paz se haga visible en el vnculo social; un vnculo social en

    el que se condensa la dimensin tica de la

    polis

    y que acta como

    ideal regulador en los conflictos o daos en los que se verifica un

    posible discurso de la paz.

    DeLa paz,

    alternativa

    a la

    violencia

    se ocupa el profesor Luis

    G. Soto, que insiste en poner de relieve que la paz no es slo un es

    tado de cosas sin violencia, sino tambin y sobre todo un pro

    cedimiento contra la violencia.

    Finalmente, el profesor Emilio Martnez Navarro lleva a cabo

    una sugerente aproximacin al tema del desarrollo para hablar de la

    paz. En su trabajo,

    La

    paz

    como desarrollo

    humano,tras revisar el

    concepto de desarrollo humano, propone al mismo como condi

    cin de posibilidad de una convivencia pacfica entre los pueblos y,

    en consecuencia, como una delas ocasionesms claras para poder

    hablar de paz.

    El segundo crculo de esta reflexin conjunta sobre la paz, Los

    avatares de

    un

    discurso de

    la paz,es un esbozo de lo que suponepo

    ner

    a

    trabajar

    elconcepto de paz cuando se relaciona con los valo

    res,

    conlosDerechos Hum anos, con las distintas religiones o con la

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    Presentacin

    15

    escuela, esto es, cuando de lo qu e hablam os es ya de una cultura de

    la paz.

    Precisamente, de esta cultura de la paz parte la consideracin

    del profesor Graciano Gonzlez Arnaiz, para hablar de la paz

    com o valor de cuarta generacin d e los Derecho s H um an os , en el

    trabajo

    Etica de la paz. Una lectura mora l del

    derecho

    de paz.

    A tra

    vs de los conceptos de cosmopolitismo y de solidaridad origina

    ria, trata de considerar la raz antropolgica de la necesidadde la

    paz y as poder considerar la paz como valor que reclama ser lle

    vado a cabo.

    El profesor Rafael Junquera, enLa paz: derecho, valor

    o

    instru

    mento?realiza un minucioso y sugerente anlisis de ese fino hilo q ue

    une el anhelo de todos nosotros de vivir en paz con la realidad de

    los constantes enfrentamientos q ue ha n co nstituido nuestras res

    pectivas historias . El objetivo es descubrir en qu m edid a la me

    diacin del derecho puede paliar dichos conflictos y ser as til

    para construir una cultura de la paz.

    La inclusin del dilogo con las religiones para poder hablar

    de una concrecin del valor de la paz en un proyecto de paz mun

    dial es abordado, con gran despliegue y finura, por el profesor Ja

    vier de la Torre en su trabajo Es necesaria lareliginpara construir

    la paz mundial?

    Como puede aprec ia r se , desde la s dos pe r spec t ivas , e l l ib ro

    abarca un a serie de consideraciones q ue tiene n q ue ver con aspec

    tos clave para la consideracin de la paz: la paz como ideal de

    razn; la paz como capacidad para regenerar el vnculo social; la

    paz co m o alternativa a la violencia; la paz com o valor mo ral y de

    recho desde la consideracin de una lectura de cuarta generacin

    de los derechos h um an os y la recurrencia de la religin en la cues

    tin de la paz.

    Pone r a trabajar todo s estos conceptos es el objetivo qu e persi

    gue el trabajo del profesor Pedro Sez, uno de nuestros represen

    tantes ms distinguidos en toda esta temtica, en

    Trabajar

    la educa

    cinpara la paz en la

    escuela:

    una gua de recursos. En dicha contri

    bucin se ofrece un elenco de materiales y de recursos para llevar

    adelante una educacin para la paz en el contexto de la educacin

    escolar.

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    i 6

    tica

    de la paz

    El conjunto resulta variado, pero no por ello menos sugerente

    y esperanzador. Slo me resta invitar a los posibles lectores y lecto

    ras a que lean despacio estos trabajos y a que nos acompaen en la

    tarea inacabable de pensar y de trabajarpor yparala paz, all don

    de nos encontremos. Porque hablar de paz

    es

    ya hacer paz.

    EL

    EDITOR

    Madrid, enero de 2007

  • 7/26/2019 ETICA DE LA PAZ

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    PRIMERA PARTE

    LA CO NSTR UC CIN SIMBLICA

    DELAPAZ

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    CAPTULO 1

    La invencin de la paz:

    de Kant a Ortega y Gasset

    J E S S C O N I L L S A N C H O

    1

    Es la paz, para Kant, algo natural o antinatural? Es cierto

    que representa un ideal? Qu significa algo as en este caso?

    Podra tratarse de un ideal antinatural? Consiste en una inven

    cin?

    U na prim era respuesta sera qu e la paz no es lo ms natu ral del

    mundo, sino una conquista de la voluntad humana, un logro muy

    difcil de alcanzar (un invento ), para el que se requiere mucho es

    fuerzo

    y,

    sobre tod o, saber com bin ar ciertas condiciones naturales y

    racionales. Pues, segn Ka nt, la pug na e ntre los seres hum an os y la

    guerra entre los pueblos o las naciones son, de entrada, lo ms na

    tural, dad o que tienen races en la naturaleza hum an a. La lucha y la

    guerra seran las condiciones ms naturales de existencia, como en

    gran p arte confirma la experiencia histrica.

    El estado de paz entre hombres que viven juntos no es un

    estado de naturaleza(status

    naturalis),

    queesms bien un estado

    de guerra, es decir, un estado en el que, si bien las hostilidades

    no se han declarado, s existe una constante amenaza. El estado

    1

    Profesor de tica y Filosofa poltica, Univ ersida d d e Valencia.

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    2 0

    tica de la paz

    de paz debe, por tanto, serinstaurado, pues la omisin de hosti

    lidades no es todava garanta de paz

    2

    .

    Pero,

    en tonce s, cmo es realme nte posible la paz? Cules son

    las garantas de la paz? La respuesta kan tiana se muev e en dos rd e

    nes:el de los mecanism os de la

    naturaleza

    y el de los resortes (o ca

    pacidades) de la

    razn.

    C ua nd o Kan t se plantea el prob lema De la garanta de la paz

    perpetua

    3

    , responde claramente acerca de la

    naturaleza:

    Quien suministraesta

    garanta

    es,

    nada menos, que la gran

    artista de la naturaleza (natura daedala

    rerum),

    en cuyo curso

    mecnico brilla visiblemente una finalidad: que a travs del an

    tagonismo de los hombres surja la armona, incluso contra su

    voluntad.

    En primer lugar, pues, es la naturaleza la que garantiza la paz

    mediante el mecanismo de los instintos humanos. El ms im

    po rta nt e de esos me canism os es el antagonismo radical entre los

    seres humanos, que Kant expresa con su famosa frmula de la

    insociable sociabilidad; un mecanismo propio del desarrollo

    histrico que puede encaminarnos hacia la paz, porque la natura

    leza se vale de los antago nism os par a pro du cir la

    concordia

    supe

    rior

    4

    .

    Es de sumo inters percatarse de la perspectiva autnticamente

    kantiana en este punto. Kant adjudica al filsofo la tarea de descu

    brir el plan y la

    intencin de la Naturaleza.

    Al inten tar escudriar

    en este campo, Kant se percata de que los hombres y los pueblos,

    al perseguir cada cual su propsito, segn su talante, y a menudo

    2

    I. Kant,

    La paz

    perpetua, Madrid, Tecnos, 1985, pg. 14. Para el contexto

    de esta obra kantiana, vase G. Cavallar, PaxKantiana. Systematisch-historische

    Untersuchung des Entwurfs

    'Zum

    ewigen Frieden

    (1795) von I. Kant,

    Bhlau,

    Wien, 1992.

    3

    I. Kant,La pazperpetua, Suplemento primero, pgs.

    31-41.

    4

    Cfr. Idea de una historia universal en sentido cosmopolita, en I. Kant,Fi

    losofa

    de

    lahistoria,Mxico, F.C.E., 1978, pgs. 39-65

    y

    Antropologa en sentido

    pragmtico,

    Madrid, Revista de Occidente, 1935.

  • 7/26/2019 ETICA DE LA PAZ

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    La invencin de la paz: de Kant a Ortega y Gasset

    2 1

    en mu tu a oposicin, siguen insensiblemente, com o hilo c ondu ctor,

    la intencin de la Naturaleza

    5

    .

    Lo que ahora importa es saber cules son los hilos conducto

    res qu e pe rm iten ente nder la historia de la paz. No ser el prod uc

    to de u na m oralizacin d e la naturaleza y de la cultura? No consis

    te precisamente en eso el autntico progreso? Veremos que Kant s

    tiene un criterio de progreso, el que va de la naturaleza animal a la

    naturaleza humana y de la cultura a la moralizacin como perfec

    cionamiento del ser humano

    6

    .

    La historia permite cumplir el desarrollo de las disposiciones

    naturales, al que se ve destinado el ser humano. Lo que ocurre es

    que,

    para progresar, se necesitan generaciones que se transm itan los

    conocimientos adquiridos mediante tanteos, ejercicio y aprendiza

    je, a fin de que el germen que lleva la especie llegue a la etapa de

    desarrollo ms adecuada a la intencin profunda de la Naturaleza

    (al destino del ser humano).

    C o m o indicbamos antes, el m edio d e que se sirve la N atu ra

    leza para lograr el desarrollo de todas las disposiciones es el

    ANTA

    G O N I S M O

    de las mismas en sociedad. Entiendo aclara Kant

    en este caso por antagonismo la

    insociable sociabilidad

    de los h om

    bres,es decir, su inclinacin a formar sociedad qu e, sin emb argo , va

    unida a una resistencia constante que amenaza perpetuamente con

    disolverla. Esta disposicin reside, a las claras, en la naturaleza del

    hombre

    7

    .

    El hom bre siente, a la vez, un a doble inclinacin: 1) la inclina

    cin a

    entrar en

    sociedad, porque as cree que podr desarrollarse

    ms;

    2) pero, al mismo tiempo, tiende a aislarse, porque descubre

    en s mismo y en los dems una cualidad insocial, de enorme re

    percusin en la vida social, dado que constituye el impulso genera

    dor de aquellas resistencias mutuas que despiertan todas las fuerzas

    del hombre.

    Estas fuerzas promueven el desarrollo incesante de la

    cultura,

    que consiste en el valor social del hom bre; de este m odo , m ed ian -

    5

    Idea de una historia universal en sentido cosmopolita, pg. 40.

    6

    Ibd., pg. 56.

    7

    Ibd., pg. 46 .

  • 7/26/2019 ETICA DE LA PAZ

    17/218

    2 2

    tica de la paz

    te una continuada ilustracin, se podrn desarrollar progresiva

    mente los talentos del gnero humano, hasta llegar a formar un

    todo

    moral.

    Sin los mecanismos naturales de la insociabilidad y de las pre

    tensiones egostas, los talentos quedaran adormecidos y los hom

    bres seran borregos, carentes de iniciativa y de inters creativo.

    Por tanto, aunque les parezca mentira a muchos que tienen una vi

    sin recortad a d e su filosofa, Ka nt llega a expresarse co m o sigue:

    Gracias sean dadas, pues, a la Naturaleza por la incompati

    bilidad, por la vanidad maliciosamente porfiadora, por el afn

    insaciable de poseer o de mandar Sin ellos, todas las excelentes

    disposicones naturales del hombre dormiran eternamente ra

    qudeas. El hombre quiere concordia; pero la Narturaleza sabe

    mejor lo que le conviene a la especie y quierediscordia*.

    La peculiar sabidura d e la Naturaleza nos constrie a llegar

    a una SOCIEDAD CIVIL que permita compaginar el antagonismo

    abso luto d e sus miembros (es decir, la m xim a libertad) con la

    ms exacta determinacin y seguridad de los lmites de la misma,

    para qu e sea comp atible con la libertad de cada cual

    9

    . La sociedad

    ha de permitir elantagonismo que es expresivo de lalibertad

    dentro de unos

    lmites,

    aquellos que aseguran la libertad de todos y

    cada u no . La sociedad civil ha d e com paginar el libre a ntago nism o

    y la seguridad vital suficiente para qu e cada cual ejercite su libertad.

    C o m o el desarrollo de las disposiciones hum an as slo pued e lo

    grarse en un a sociedad con un aconstitucin

    civil justa,

    ser sta una

    tarea prioritaria si se quiere superar la libertad salvaje y establecer

    una convivencia que permita el progreso en el perfeccionamiento

    de la vida hu m ana :

    Toda la cultura y todo el arte, ornatos del hombre, y

    el

    ms

    bello orden social, son frutos de la insociabilidad que, ella mis-

    8

    Ibd., pgs. 47-48, cursiva nuestra; cfr.Antropologaensentidopragm tico,

    pgs. 221-2.

    9

    Ibd., pgs. 48 y 49 .

  • 7/26/2019 ETICA DE LA PAZ

    18/218

    La invencin de la paz: de Kant a Orteg a y Gasset

    2

    3

    ma, se ve en necesidad de someterse a disciplina y, de esta suer

    te,

    de desarrollar por completo, mediante un arte forzado, los

    grmenes de la Naturaleza

    10

    .

    Para posib i l i tar la convivencia , e l hombre necesi ta a lguna ins

    tanc ia que marque los

    lmites de la libertad;

    de lo contrar io , s i no

    hay nadie por encima que ejerza poder con ar reglo a las leyes , abu

    sar de su l ibertad. Kant reconoce que esta tarea es la ms dif cil

    y que su so lucin perfecta es imposib le , porque con una made

    ra tan r e to rc ida como es e l hombre no se puede consegu i r nada

    c o m p l e t a m e n t e d e r e c h o

    1 1

    .

    S in embargo, an te es te panorama pesimis ta ( o real is ta ) no he

    mo s d e d esesp e ra r, p o r q u e se g n K an t lo q u e n o s h a im p u es

    to la Naturaleza es la aproximacin a esta idea, para cuya realiza

    cin se necesi ta un largo camino de experiencias histricas y buena

    voluntad,

    s in qu e ten ga m os n in gu na segur ida d acerca del x i to fi

    na l .

    Lo decisivo es el sentido de la

    aproximacin

    a u n a m e ta , au n

    cuando fuera inalcanzable . ste es e l sent ido que t iene un

    ideal

    co mo v e r emo s ms ad e lan te .

    Si una de las condiciones de la paz perpetua, o b ien uno de los

    hilos conductores de la historia de la paz, era lograr una sociedad

    con una const i tucin civ i l jus ta , hay que adver t i r de que Kant la

    hace depender de las relaciones externas entre los estados:

    El problema de la institucin de una constitucin civil per

    fecta de pen de, a su vez, del problem a de un a legal

    RELACIN EX

    TERIOR

    ENTRE LOS ESTADOS,y no puede ser resuelto sin este l

    t imo

    1 2

    .

    Es decir , al igual que la insociabilidad oblig a los individuos

    h u man o s a f o r mar u n a co mu n id ad y so me te r s e a u n a co n s t i t u c i n

    civil legal, asimismo el enfrentamiento en las relaciones exteriores

    entre los es tados , es decir , la insociabi l idad in ternacional , habr de

    10

    Ibfd., pg. 50.

    11

    Ibd., pg. 51. Vase J. Conill,Horizontes deeconoma tica.

    Aristteles,

    Adam Smith,Amartya

    Sen,

    Tecnos, Madrid, 2004, pgs. 206 y sigs.

    12

    Ibd. pg. 52.

  • 7/26/2019 ETICA DE LA PAZ

    19/218

    2

    4 tica de la paz

    llevar a alguna forma de comunidad en este macro-nivel. La Natu

    raleza empuja a

    ello,

    incluso

    atravs delaguerra

    y del

    rearmein

    cesante,

    dado que utiliza la incompatibilidad de los seres humanos

    y de los estados como un medio para encontrar en su inevitable

    antagonismo

    un estado de tranquilidad y seguridad.

    Pero los mecanismos de la naturaleza, que hemos considerado

    (el antagonismo de la insociable sociabilidad, el egosmo), no son

    la nica garanta de la paz perpetua, puesto que aquello a lo que

    la Naturaleza empuja lo revela la razn sin necesidad de tantas y

    tan tristes experiencias. Adems del impulso natural, el ser hum a

    no cuenta con una capacidad racional, para proponerse el fin de

    la paz.

    Por consiguiente, si bien existe una garanta natural de la paz

    perpetua, hay que ver tambin su conexin con el orden de los^z-

    nes morales de la

    razn,

    porque, aunque desde el punto de vista te

    rico puedan parecer exageradas las pretensiones de la paz perpetua,

    en cambio, se trata de unaideabien fundada en sentido prctico

    13

    .

    La Naturaleza garantiza la paz perpetua mediante el mecanis

    mo de los instintos, pero esta garanta no es suficiente paravatici

    nar

    (tericamente) el futuro; en cambio, independientemente de

    todo pronstico en la perspectiva terica, en sentido prctico, el

    afanarse por este fin racional constituye un deber

    14

    .

    Es muy ilustrativoelpasaje en que Kant aclaraelestatuto de un

    ideal racional.Cuando no podemos probar que algo es o no

    es,

    to

    dava tenemos la posibilidad de saber si interesa aceptar tal cosa,

    o bien con el propsito terico de explicar algn fenmeno, o bien

    con el propsito praico de alcanzar algn fin; un fin que puede

    ser pragmtico (tcnico) o moral (aquel que proponrselo es un de

    ber).

    En este ltimo caso nada nos obliga a suponer que tal fin sea

    realizable; pero, aunque no exista la menor probabilidad terica de

    que pueda ser realizado, estamos obligados a actuar segn la idea

    de aquel

    fin

    que es deber. Porque la cuestin no estriba en saber si

    se trata o no de un absurdo desde un punto de vista terico, es de

    cir, si nos engaamos con tal suposicin, sino que hem os de ac-

    I. Kant,

    La paz

    perpetua, pg. 33.

    Ibd., pg. 4 1 .

  • 7/26/2019 ETICA DE LA PAZ

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    La invencin de la paz: de Kant a Ortega y Gasset

    2

    5

    tuar con vistas a su establecimiento

    como si

    fuera algo que a lo me

    jor no es

    15

    .

    Y, aunque tal fin quedara como un deseo irrealizable, no nos

    engaaramos al orientar nuestra accin por un fin que ordena la

    razn pura prctica como deber. Actuar bajo la perspectiva de tal

    como si

    presta sentido a la accin hum ana y no implica engao al

    guno,

    sino, antes bien, arrostrar el insondable misterio de la liber

    tad como autonoma moral.

    Esto es lo que ocurre con el ideal de la paz. No es un deber

    aceptar que sea realizable, sino que a lo que estamos obligados es al

    deber de actuar segn la idea del fin de la paz, aunque no exista

    la menor probabilidad terica de que pueda ser realizado, pero no

    obstante tampoco puede demostrarse su imposibilidad.

    La razn prctico-mo ral expresa en noso tros suveto irrevoca

    ble:no

    debe

    haber

    guerra;

    ni guerra entre t y yo en el estado de n a

    turaleza, ni guerra entre nosotros como Estados que, aunque se

    encuentran internamente en un estado legal, sin embargo, exte-

    riormente (en su relacin mutua) se encuentran en un estado sin

    ley, po rqu e ste no es el m od o en que cada un o debe procurar

    su derech o. Por ta nto , la cuestin no es ya la de saber si la paz p er

    petua es algo o es un absurdo , y si nos enga amos en nuestro ju i

    cio terico si suponemos lo primero; sino que hemos de actuar

    con vistas a su establecimiento com o si fuera algo qu e a lo mejor

    no es, y elaborar la constitucin que nos parezca ms idn ea para

    lograrla (...) y acabar con la terrible guerra, que es el fin al que,

    como su fin principal, han dirigido hasta ahora todos los Estados

    sin excepcin sus disposiciones internas. Y aunque esto ltimo

    (...) quedara como un deseo irrealizable, no nos engaaramos

    ciertamente al aceptar la mxima de obrar continua me nte en esta

    direccin; po rqu e esto es un deber

    16

    .

    La otra posibilidad contemplada por Kant, la de tomar

    como engaosa a la ley moral en nosotros, tiene consecuencias

    15

    I. Kant,

    La

    Metafsica

    de

    lascostumbres,Madrid, Tecnos, 1989, pg. 194

    (la cursiva es nuestra).

    16

    Ibd., pg. 195.

  • 7/26/2019 ETICA DE LA PAZ

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    26

    tica de la paz

    que rebajan al ser humano a un mero animal sin capacidad de li

    bertad moral:

    tomar como engaosa

    a la ley

    moral en nosotros mismos desper

    tara el repugnante deseo de preferir hallarse privado de razn y

    verse sometido (...), jun to con las restantes clases de animales, al

    mismo mecanismo de la naturaleza

    17

    .

    El hombre quedara reducido a un ser privado de razn moral

    y som etido exclusivamente al me canism o de la naturaleza fsica (no

    moral).

    Esta perspectiva alternativa m overa al ho m br e a atenerse a

    la mera ley natural por su total desconfianza ante la engaosa fic

    cin de la ley moral y sus consecuencias en la orientacin de la vida.

    El intershum anista mueve a Kant a confiar en este posiblemente

    absurdo, pero irrenunciable, ideal de la razn moral, por conside

    rarlo de mayor provecho para la humanidad

    1 8

    .

    De qu ideal se trata? Un a respuesta la encontra m os en el mis

    m o contexto citado an teriormen te:

    Puede decirse que este establecimiento universal y duradero

    de la paz no constituye slo una parte, sino la totalidad del fin

    final de la doctrina del derecho, dentro de los lmites de la mera

    razn. Por una

    parte,

    se trata de la necesidad de escapar del es

    tado sin

    ley

    de

    los

    salvajes y entrar en una unin de naciones; en

    la que hastaelestado ms pequeo pueda esperar su seguridad y

    su derecho, no de su propio podero o de su propia decisin ju

    rdica, sino nicamente de

    esa

    gran federacin de naciones

    (Foe-

    dus Amphictyonum),de unapotencia uniday de ladecisinsegn

    leyes de la voluntad unida

    19

    .

    Pero,po r o tra part e, el salir del estado de naturaleza pa ra cons

    tituir una sociedad civil mediante un contrato originario consti

    tuye tam bin un deber, un imperativo de la razn, dado qu e la ra-

    17

    dem.

    18

    J.

    Conill,El

    enigma

    del animal fantstico,

    Madrid, Tecnos,1991,

    pgs.

    80-81.

    19

    I. Kant, Idea de una historia universal en sentido cosmopolita, pg. 53 .

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    La invencin de la paz: de Kant a Ortega y Gasset

    2

    7

    zn prctico-moral expresa en nosotros su vetoirrevocable: no debe

    haber guerra

    20

    .

    Esto lleva a pensar en un estado civil mundial o cosmopolita,

    de pblica seguridad estatal, pero que, segn Kant mismo, no ca

    rece depeligros, porque en l se ha de conjugar el fomento de las

    fuerzas vitales de la humanidad y la seguridad de que stas no lle

    ven a la destruccin

    21

    .

    Naturaleza y razn se aunan en este asunto: adems del impul

    so natural, hay asimismo una exigencia racional que obliga a supe

    rar el estado de naturaleza imperante entre los estados, a fin de

    constituir una unin de estados

    (Staatenverein)

    o un estado de los

    pueblos(Volkerstaat, civitasgentium).

    U na prim era va para salir de la situacin sin ley que co nd uce a

    la guerra es que los estados tengan leyes pblicas coactivas y for

    men un estado

    de pueblos

    (civitas

    gentium),

    que (siempre, por su

    puesto, en aumento) abarcara a todos los pueblos de la tierra

    22

    .

    Si no se acepta esta salida que cond ucira a unarepblica

    mun

    dial,

    hay que pensar en otra va sustitutoria para alcanzar y garan

    tizar la paz: la de u na federacinde pueblos,permanente y en con

    tinu a expansin, pero que n o sera un estado de pueblos.

    Segn Kant, pues, hay dos caminos para garantizar la paz, que

    podran denominarse: estatismo libre, cuando se trate de la forma

    cin de un macro-estado mundial, yfederalismolibre, cuando se

    opte por la formacin de una federacin de pueblos

    23

    .

    En un primer momento, en

    La Paz perpetua,

    Kant ti tubea en

    tre el estatismo y el federalismo, incluso da prio ridad al prim ero , es

    decir, confa en un estado mundial para garantizar la paz; porque

    slo u n estado m un dial pu ede hacer que el derecho de gentes (V'l-

    kerrecht),

    el derecho de los estados (Staatenrecht), tenga alguna efi

    cacia. Pues de lo contario, no habr paz.

    20

    I. Kant,La Metafsica de lascostumbres,pg. 195.

    21

    Ibd., pg. 56. Vase J. Muguerza, Cosmopolitismo y derechos huma

    nos,

    en V. Serrano (ed.),

    tica y globalizacin,

    Madrid, Biblioteca Nueva,

    2004,

    pgs. 83-110.

    22

    I. Kant,

    La paz

    perpetua, pgs. 25-26 .

    23

    Vase

    A.

    Cortina, Lafilosofakantiana de la

    paz,

    enCuadernos

    Salman

    tinos deFilosofa,XXXII (2005), pgs. 379-396.

  • 7/26/2019 ETICA DE LA PAZ

    23/218

    28

    tica de la paz

    Sin embargo, ms tarde, en

    la

    Metafsica de las

    costumbres,

    Kant

    aboga (para salir del estado de guerra) por un

    federalismo,

    sustenta

    do en la alianza o confederacin de naciones, a modo de una

    socie

    dad

    cooperativa,

    sin necesidad de ningn poder soberano (como

    en una constitucin civil)

    24

    .

    Se trata de llevar a cabo la idea racional de una comunidad

    pa

    cficauniversal, que estara formada por todos los pueblos de la

    tierra que pueden establecer relaciones efectivas entre s

    25

    .

    Tambin aqu

    es

    un deber salir del estado de naturaleza de los

    pueblos, igual que el de los hombres individuales, para entrar en

    un estado legal, porque slo una

    asociacin

    universal

    de Estados

    puede convertirse en un verdadero

    estado

    de

    paz.

    Pero Kant ve dificultades en la extensin excesiva de tal Esta

    do de naciones, ya que por este camino resulta imposible un go

    bierno que cumpla eficazmente los fines que tiene encom endados,

    lo cual conduce de nuevo a un estado de guerra, por consiguiente,

    la

    paz

    perpetua(el fin ltimo del derecho de gentes en su totalidad)

    es ciertamente una idea irrealizable.

    Ahora bien, segn Kant, los principios que inspiran las alian

    zas entre los Estados, impulsan una aproximacin progresiva al es

    tado de paz perpetua; por tanto , es un deber proponerse como

    tareaelacercarsealestado de paz perpetua yelrealizareseideal en

    la medida de lo posible

    26

    .

    Con lo cual queda claro que tam bin la federacin de la paz

    (Friedensbund)

    busca acabar con todas las guerras y que no es

    slo un sucedneo negativo, como encontramos en algunos

    textos kantianos. El negativismo aplicado aqu por Kant

    como ms tarde por Popper podra tener ms eficacia que

    la instauracin positiva de un estado mundial, lo cual tiene mu

    chos inconvenientes y peligros. Independientemente de ciertos

    titubeos, Kant se dio cuenta de las muchas dificultades que en

    traara la instauracin de un estado m undial como garanta de

    la paz.

    24

    I. Kant,

    Metafsica de las

    costumbres, 54.

    25

    Ibd., 62 .

    26

    Ibd., 61.

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    24/218

    La invencin de la paz: de Kant a Ortega y Gasset

    2

    9

    Ciertamente es constatable que las dos vas expuestas por Kant

    tienen escasas probabilidades de lograr una efectiva paz perpetua.

    No obstante, aunque no sea posible satisfacer el deseo de paz y

    cum plir esa aspiracin de m od o efectivo y pleno , hay que intenta r

    aproximarse a ella

    27

    . La paz no es producto de una revolucin, de

    un salto violento y destructor, sino de una aproximacin continua

    mediante una reforma permanente de la realidad, conforme a

    principios slidos.

    Este es el sen tido y el gran valor qu e tiene hablar de ideales d e

    la razn. Ya hem os p od ido com probar cul es el estatuto del ideal,

    qu e no h a de confundirse con nin gu na figura sensible o simblica.

    Tambin aqu acta la eficacia de la ilustracin, que permite dis

    tinguir en las representaciones (Darstellungen)de los concep tos re

    ferentes a la moralidad las ideasde la razn pura, distinguir lo sim

    blico de lo intelectual; de lo contrario, se confunde un idealde la

    razn pura prctica con un mero

    dolo,

    perdindose entonces el

    sentido intelectual que constituye el fin ltimo

    (Endzweck).

    Las

    ideas

    son los conceptos de la razn para los que no p ued e darse nin

    gn objeto en la experiencia; no son ni intuiciones ni sentimientos,

    sino conceptos de una perfeccin a la que cabe acercarse siempre,

    pero nu nc a se alcanzar com pletam ente. Este es el caso del ideal de

    la paz.

    Recordemos que, segn Kant, la razn contiene no slo ideas

    sino tambin ideales, pero que el ideal es algo que nicamente es

    determinable a travs de la idea. Lo verdaderamente peculiar con

    siste en que los ideales poseenfuerza prcticaco m o principios regu

    lativos y sirven de base para perfeccionar al mximo las acciones.

    Los ideales no son realizables en la esfera del fenmeno, pero tam

    poco son quimeras; antes bien, suministran un modelo indispensa

    ble a la razn, especialmente en su uso prctico

    28

    .

    La

    sabidura

    humanista que se nutre de la razn moral, a dife

    rencia del

    razonar

    con

    argucia

    (uso prctico de la razn q ue deja de

    lado el fin ltimo), cuenta con el arsenal de los ideales de la razn

    27

    Ibd., 61 y 62, y Conclusin.

    28

    I. Kant,

    Crtica de larazn pura,

    Dialctica trascendental, Libro II, captu

    lo III, Seccin 1.

    a

    : El ideal en general.

  • 7/26/2019 ETICA DE LA PAZ

    25/218

    3o tica de la paz

    (como el de lapaz),y por eso se entiende dicha sabidura como la

    idea del uso prctico de la razn con perfecta obediencia a la ley.

    Esta sabidura nos permite comprender dndeesms efectiva la re

    forma paulatina que la revolucin y dnde s que es necesaria de

    raz la revolucin. En este punto la clarividencia de Kant adquiere

    renovada actualidad, tras una poca en que tantas mentes quedaron

    obnubiladas por la fascinacin de las falsas revoluciones.

    En su obra La religin dentro delos lmitesde lamera razn,

    Kant nos aclaralosespacios de la reforma y de la revolucin. Si

    el ser hum ano debemejorar, tiene quepoderhacerlo. Cmo? Me

    diante una dobleva:1) mediante reformas paulatinas, para lo cual

    es suficiente cambiar las costumbres; 2) mediante revolucin de la

    intencin del hombre: mediante una especie de renacimiento,

    como por una nueva creacin y un cambio del corazn, puede el

    hombre hacerse un hombre nuevo

    29

    . La autntica revolucin slo

    puede darse en el corazn. En la vida social, jurdica y poltica slo

    es posible la reforma.

    As, por ejemplo, dentro de los espacios de la reforma, en el

    reino de las costumbres, el hombre est obligado a ser un buen

    ciudadano, aunque no est obligado a ser moralmente un hombre

    bueno.Puescom o en tantas ocasionesseha trado a colacin

    Kant llega a advertir lo siguiente: El problema del establecimiento

    del Estado tiene solucin, incluso para un pueblo de demonios

    30

    .

    Eso

    es as

    porque en este orden no

    se

    trata del perfeccionamien

    to moral del hom bre sino del mecanismo de la naturaleza a travs

    de las tendencias egostas y de la buena organizacin del Esta

    do;basta con aproximar la conducta externa a lo que prescribe el

    derecho, aunque no sea la moralidad la causa de este comporta

    miento

    31

    .

    Ahora bien, si queremos realmente progresar, no basta con

    haber logrado ser

    civilizados;

    hace falta transmutar la ndole mo-

    29

    I. Kant,Lareligin dentrodelos lmites de la merarazn,Madrid, Alianza,

    1969,pg.56.

    30

    I. Kant,

    La paz

    perpetua,^i%.38.

    Vase

    A. Corana,Hasta

    un

    pueblo dede

    monios. tica pblica y

    sociedad,

    Madrid, Taurus, 1998.

    31

    Ibd.,39.

  • 7/26/2019 ETICA DE LA PAZ

    26/218

    La invencin de la paz: de Kan t a O rtega y Gasset 3

    1

    ral del ho m bre , porq ue todava no h em os alcanzado el nivel de pro

    greso suficiente como para poder considerarnos

    moralizados.

    A

    juicio de Kant, incluso falta mucho todava, porque, aunque la

    idea de la moralidad forma parte de la cultura

    32

    , por una parte, el

    uso que se hace de esta idea es muy limitado y, por otra, los estados

    gastan sus energas en sus violentas ansias expansivas, sin prestar apo

    yo a la formacin interior, a la educacin moral de sus ciudadanos.

    Pero tod o lo bue no q ue no est em papad o de u n sentir m oralme n-

    te bueno no es ms que pura hojarasca y lentejuela miserable

    33

    .

    Si se quiere realme nte PROGRESARhabr qu eM ORALIZAR la cul

    tura, introducir en la cultura el principio moral, porque, segn

    Kant, slo en ese orden se toca el fundamento del verdadero pro

    greso humano.

    Este planteamiento se constata de nuevo en la Antropologa en

    sentidopragmtico, cuya segunda parte, titulada Caractersticaan

    tropolgica,

    expo ne, adem s de las disposiciones naturales y el tem

    peramento o ndole sensible, la ndole moral, el carcter: la pro

    piedad de la voluntad en virtud de la cual el sujeto se vincula a s

    m ism o a determin ados principios prcticos que se ha prescrito po r

    m edio de su propia razn. N o se trata de lo que la naturaleza hace

    del hom bre, sino

    lo que el hombre

    hace

    de s mismo

    34

    .

    Si todas las cualidades del hom bre tienen un precio, po r el que

    pue den intercambiarse po r otras (el talento tiene un precio de mer

    cado y el temperamento, un precio de afecto), el carcter tiene un

    valor intrnseco y est por encim a d e to do precio.

    Este carcter es aquel qu e el ho m br e m ism o se ha crea do, al ser

    capaz de perfeccionarse de acuerdo con los fines qu e l m ism o se se

    ala. Gracias a lo cual, y com o anim al do tad o de la

    facultadde la ra

    zn, pue de hacer de s un animal racional;y esto le lleva: 1. a con

    servar su propia persona y especie; 2. a ejercitarla, instruirla y edu

    carla; 3. a regirla como un todo ordenado segn los principios de

    la razn. Pero lo ms llamativo es que Kant nos recuerde en este

    momento un dato muy significativo para entender mejor en todo

    32

    I. Kant,Ideadeuna historia universal en sentido cosmopolita,pg. 56.

    33

    IbA, pg. 57.

    34

    I. Kant,Antropologa ensentido pragmtico,pg. 190.

  • 7/26/2019 ETICA DE LA PAZ

    27/218

    32

    tica

    de la paz

    esto lo caracterstico de la especie humana: que la naturaleza ha

    puesto en la especie hum ana

    el

    germen de ladiscordiay ha queri

    doquesu propia razn saque de sta aquella

    concordia

    o,

    almenos,

    la constante aproximacin a ella. La concordia es en la idea el

    FIN,mientras que dehechola discordiaes el

    MEDIO

    de una supre

    ma sabidura inescrutable: producir el perfeccionamiento del

    hom bre por medio del progreso de la cultura

    35

    .

    Aspues,el hombre se distingue de los otrosseres,no slo por

    que progresa mediante su capacidadtcnica(para manejarlascosas)

    y su capacidadpragmtica(para utilizar a otros hombres segn sus

    intenciones), sino por su capacidad

    moral

    (de obrar respecto desy

    de los dems con arreglo al principio de la libertad bajo leyes).

    Lacapacidad

    pragmtica

    de civilizarse por medio de la cultura y

    la propensin natural a convertirse en un ser pulido [gesittet]

    (aunque todava no moral) es un avance de la especie hum ana, que

    es capaz de progresan) a lo largo de una serie de generaciones y de

    elevarse hasta conseguir su destino (Bestimmung): la concordia;

    un progresar en que el fin

    (Ziel)

    seguir siendo siempre algo en

    perspectiva, pero, sin embargo, la

    tendencia

    a este fin ltimo(End-

    zweck), aunque pueda ser frecuentemente estorbada, no podr vol

    verse nunca totalmente retrgada

    36

    .

    La capacidadmorales aquella por la que una persona, es decir,

    un ser provisto con una facultad de la razn prctica y conciencia

    de su libre albedro, se ve sometido a una ley del deber y al senti

    miento moral acerca de lo justo y lo injusto. ste es el carcter

    in

    teligible

    de la humanidad, perspectiva desde la que puede decirse

    que el hombre esbuenopor naturaleza. Pero, como la experiencia

    revela tambin que hay en l una propensin a apetecer activamen

    te lo ilcito (una propensin al

    mal),

    tan pronto como el hombre

    empieza a hacer uso de su libertad, tambin puede considerarse al

    hom bre por naturaleza

    malo.

    Pero no hay contradiccin cuando se

    habla del

    carcter de

    la especie,porque su destino natural consiste

    en el progreso continuo hacia lo mejor

    37

    .

    35

    Ibd.,

    pgs.

    221-222.

    36

    Ibd.,

    pg. 224.

    37

    Ibd.,

    pg. 224.

  • 7/26/2019 ETICA DE LA PAZ

    28/218

    La invencin de la paz: de Kant a Ortega y Gasset 33

    La suma de la Antropologa pragmtica respecto al destino

    del hombre y

    a

    la caracterstica de su desarrollo

    es

    la

    siguiente:

    El

    hombre est destinado, por su razn,aestar en una sociedad con

    hombres y en ella (...) a

    cultivarse,

    a

    civilizarse

    y

    a

    moralizarse**.

    Por consiguiente, el hombre tiene, pues, que ser educadopara

    el bien. Pero justam ente seg n K an t lo que queda po r resol

    ver (...) [es] el problema de la educacin moral de nuestra especie,

    porque una propensin mala innata en ella ser, s, censurada por

    la universal razn hu m an a, y, en rigor, hasta refrenada, pero no po r

    ello ya extirpada

    39

    .

    C o m o pue de apreciarse, en ning n m om en to olvida K ant algo

    que muchos de sus comentaristas y crticos han pasado por alto: el

    reconocimiento kantiano de la realidad conflictiva y paradjica del

    ser humano. Por ejemplo, que en una constitucin civil, que es el

    grado sup rem o en el arte de acrecentar las buenas d isposiciones, es,

    sin embargo, anterior y, en el fondo, ms poderosa la animalidad

    que la pura humanidad....

    A m s de un o esto le sonar, por ejemplo, a Nietzsche y O rte

    ga, pero lo enco ntram os ya en K ant m ism o, quien aade en el m is

    mo contexto:

    La voluntad propia est siempre en actitud de estallar en

    aversin contra el prjimo y tiende en todo momento a realizar

    su aspiracin a una libertad absoluta, a ser no m eramente inde

    pendiente sino incluso dominador sobre otros seres iguales a

    uno mismo por naturaleza; lo cual advirtese ya en el nio ms

    pequeo, porque la naturaleza tiende en l a ir de la cultura a la

    moralidad, no, empezando por la moralidad y su ley (como, sin

    embargo, prescribe la razn), a dirigirse hacia una cultura ade

    cuada y orientada en este sentido

    40

    .

    38

    Ibd., pg. 224.

    39

    Ibd.,

    pgs.

    225 y

    227.

    Vase, para el contexto roussoniano del problema,

    el libro de J. Rubio Carracedo,

    Ciudadanos sindem ocracia,

    Granada, Comares,

    2005.

    40

    Ibd. pgs. 227-228.

  • 7/26/2019 ETICA DE LA PAZ

    29/218

    34

    tica de la paz

    Contando con esta realidad y a partir de ella, el progreso con

    sistir en promover la educacin moral, porque, adems y esto

    tambin es parte de la realidad y de la cultura la especie hum ana

    es la nica en que conocemos que existe una tendencia de la na tu

    ralezaahacer por su propia actividad que un da surja el bien del

    mal. Es sta una perspectiva que (...) puede esperarse con certeza

    moral, aquella certeza que es suficiente para sentir el deber de

    cooperar en la realizacin paulatina del fin propuesto, en nuestro

    caso, elidealdela paz,pues es inmediata la aplicacin al mbito de

    la paz, ya que el progreso moral exige educar orientndose por el

    ideal de la paz

    41

    .

    Tras haber repasado sucintamente la propuesta del ideal kantia

    no de la paz perpetua, no tenemos motivos, por ejemplo, para co

    rregir la opinin de Ortega y Gasset sobre el presunto pacifismo

    jurdico o humanitarismo que atribuye al proyecto de paz perpe

    tua de Kant? Se puede seguir afirmando con fundamento que la

    posicin kantiana comparte con otras semejantes una concepcin

    esttica, y, por tanto, falsa de la historia? Se trata de una ms de

    las teoras que Ortega considera falsas, abstradas y utpicas? Es

    que sera, entonces, la guerra un principio ms natural y dinmi

    co de la historia? Por esta va acabaramos encontrndonos con la

    apologa de la guerra de M. Scheler

    42

    yF.Nietzsche, para quie

    nes la construccin de la paz sera algo antinatural o con tranatu

    ral:

    se ha renunciado a la vidagrandecuando se ha renunciado a

    la guerra...

    43

    .

    A pesar de ciertas apariencias, la propia posicin de Ortega se

    acerca a la kantiana, especialmente cuando defiende que, igual que

    la guerra fue un invento humano (un recurso y un instrumento),

    existe la posibilidad de superarlo movilizando los cerebros para in-

    41

    Vase

    V.

    Martnez-Guzmn,

    Filosofa para

    hacer

    las paces,

    Barcelona, Ica

    ria, 2001.

    42

    Vase

    Max

    Scheler,

    El

    genio de

    la

    guerra y

    la

    guerra alemana (1915), La

    idea de paz y el pacifismo y el comentario de O rtega y Gasset, enObrascomple

    tas\\, 192ysigs.

    43

    F.

    Nietzsche,Crepsculo de losdolos,Madrid, Alianza, 1984

    (7.

    a

    ),

    pg. 56.

    VaseJ.Conill,Elpoder de lamentira. Nietzsche y apolticadla transvaloracin,

    Madrid, Tecnos, 1997.

  • 7/26/2019 ETICA DE LA PAZ

    30/218

    La invencin de la paz: de Kant a O rtega y Gasset 35

    ventar p rincipios q ue la sustituyan. D e este m odo , la paz deja de ser

    un puro deseo y se convierte en un autntico invento histrico, de

    ah que Ortega afirme expresamente que la paz necesita ser fabri

    cada.

    No hay ms remedio que trabajar en la organizacin de la

    paz.

    A juicio de Orteg a, frente a lo que con sidera la actitud dem a

    siado pasiva de las diversas formas de pacifismo (el jurdico o hu

    manitario y el econmico), la paz exige un enorme esfuerzo. La

    paz no es un fruto espontneo, ni se obtiene como un regalo, sino

    que hay que poner en marcha todas las potencias humanas. Hay

    que hacerla. Empezando por la paz interior, aun en medio de las

    turbulencias y los contratiempos que nos depara la vida, al modo

    com o los sabios y

    los

    santos h an logrado un a cierta paz ntima . La

    paz, pues, no es natural, sino una conquista, un ideal, que

    slo puede hacerse realidad si se quiere paradjicamente,

    merced al poder de idealizar, porque, al final, segn Ortega, no

    hay otra paz que la paz de los corazones. La que fomentan, reba

    sand o la vida natural (hecha de hostilidad ), los hom bres de bue

    na voluntad a modo de fermento pacfico.

    Algo as enco ntram os, y en directa lnea con la concepcin kan

    tiana, en diferentes posiciones del pensa mien to co ntem po rneo : en

    el Racionalismo crtico de Karl Popper

    44

    y de Hans Albert

    45

    , in

    cluso en el peculiar pacifismo de Gianni Vattimo

    46

    . Desde su

    perspectiva, el desarrollo de las capacidades (tcnica, pragmtica y

    moral) del ser hu m an o h ace posible la emergencia de valores, com o

    el de la paz. N o es algo antin atu ral el ideal de la paz, po r difcil qu e

    sea conseguirla y conservarla. El valor y el ideal de la paz queda in-

    44

    K.

    Popper,

    Alies Leben istProblemlosen, Mnchen/Zurc, Piper,1995;vase

    A. Muoz,

    La sociedad

    abierta entre las teoras de lademocracia.

    La

    ilosofa

    social,

    poltica y moral deK.

    R.

    Popper,Tesis doctoral, Universidad de Valencia, 1996.

    45

    Hans Albert,

    Traktat ber rationale

    Praxis,

    Tbingen, Mohr, 1978. Vase

    A. Cortina,Eticaaplicada ydemocracia radical Madrid, Tecnos, 1993.

    46

    Gianni Vattimo,Elmitode la

    unidad,

    Discurso en el acto de investidura

    como doctor honoris causa, UNED, Madrid, 20 de enero de 2006. VaseWolf-

    gang Stzl,Emancipacin oviolencia.Pacifismo esttico enG. Vattimo,Tesis docto

    ral,Universidad Jaume I, Castelln, 20 01 .

  • 7/26/2019 ETICA DE LA PAZ

    31/218

    36

    tica

    de la paz

    corporado al progreso moral de una razn esperanzada y hasta op

    timista, a pesar de ser consciente de las enormes dificultades que

    entraa. Porque, para Popper, como a su manera para Kant y Orte

    ga, es posibleinventarla paz,dado que depende de la voluntad hu

    mana y de la educacin moral.

  • 7/26/2019 ETICA DE LA PAZ

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    CAPTULO 2

    Las condiciones de la paz

    JOSMIGUEL

    MARINAS

    1

    Yo vivoen pazcon los hombres

    yen guerra con mis entraas

    (ANTONIOM ACHADO)

    Este texto pretende presentar algunos argumentos acerca de las

    condiciones de posibilidad de la paz com o dim ensin tica de la ^o -

    lis y como ideal regulador en los conflictos o daos que son lo

    opuesto precisamente de la paz.

    Si,

    como Kant nos ense, para que la paz pueda existir como

    espacio tico y poltico garante d e una vida m s justa es preciso si

    tuarnos en un plano que transciende lo emprico de los juegos de

    poder y postular una relacin ideal entre los sujetos y los pueblos,

    la paz posible no resulta de un a conjetura de lo proclive de algunas

    tendencias sociales o econmicas proclividad que es indudable

    qu e se requiere en los procesos de pacificacin sino de u na refle

    xin que mire a las condiciones mismas del vnculo social, es decir

    de la propia condicin poltica.

    Paz se puede definir como ausencia de violencia. Pero, si mi

    ramos a la urdimbre del vnculo social en su dimensin tica y no

    1

    Jos Miguel Marinas, profesor de tica y Filosofa Poltica, Universidad

    Complutense de M adrid.

  • 7/26/2019 ETICA DE LA PAZ

    33/218

    3

    tica de la paz

    slo estratgica, paz es equivalente a la ausencia de dao. Pacificar

    es volver a restaurar, o fundar de nuevo un orden delapolisen el

    que se garantice que los sujetos que la componen no son suscep

    tibles de maltrato, en el sentido ms pleno y no descomponibe

    (pese a que solemos separar analticamente dao fsico vs. psico

    lgico, dao materialvs.dao moral). Asistimos segn el filtro

    de la agenda de los medios llamados de comunicacin que deci

    den sobre su visibilidad e incluso su estar

    demodes,

    su no ser no

    ticia, como en frica a guerras de exterminio, guerras de paci

    ficacin, ayudas llamadas humanitarias programadas a conti

    nuacin de la destruccin de personas y de vidas, asistimos a

    situaciones de sojuzgamiento tolerado, selectivo, de poblaciones

    supuestamente enemigas de quien profiere el dictamen, frente a

    escndalos causados por daos aparentemente menores en otras

    latitudes, juzgadas perversas... por no convenientes a larealpolitik

    de quien juzga.

    Por ello, a la hora de considerar las condiciones morales de la

    paz, el primer cambio de pu nto de vista tal vez pudiera ser el que

    reconoce que es posible que la violencia en su sentido glo

    bal no sea erradicable, pero que la pacificacin, el hacer la paz,

    integra y supera la condicin de la violencia en una dimensin

    que sita su posibilidad no en un irenismo antropolgico (que

    no haya violencia como desidertum) sino en la postulacin de

    un plano tico: paz es el equilibrio moral posible entre sujetos

    postulados libres e iguales. Pero tam bin solidarios. Vnculo so

    lidario que no es virtud sobreaadida, de gentes generosas que

    reparten su excedente, sino condicin misma de la existencia de

    sujetos morales y polticos sean de donde fueren, cultural, reli

    giosa o polticamente.

    Solidaridad

    es

    reconocimiento de la condicin hum ana. Su au

    sencia

    es

    negacin de tal condicin y justificacin de la violencia en

    su forma concreta del dao.

    Quiero decir con esta apelacin al vnculo solidario como

    dimensin amenazada que la paz se juega en la restauracin o

    no del vnculo social. Que la presencia del dao puede ser ocasin

    de revisar en qu medida est daado o no el vnculo entre los su

    jetos.

    Con el reconocimiento implcito o no de su pertenencia a

  • 7/26/2019 ETICA DE LA PAZ

    34/218

    Las condiciones de la paz 39

    la condicin humana o su exclusin, previa, de manera inmedia

    ta o mediata, a la legitimacin del dao, del ataque, de la reduc

    cin.

    Quiero plantear con ello que el foco contrario a la ausencia de

    dao como condicin de la paz es precisamente el silencio sobre el

    vncu lo solidario ro to. El deca im iento , el silencio, acerca de la quie

    bra del nexo bsico de quienes comp artimo s la condicin hu m an a.

    Aquella instancia m oral q ue se op on dra a la aceptacin cnica de la

    desigualdad, la exclusin, el reparto del mundo entre naturalmen

    te integrados (pertenecientes de suyo a la con dicin de sujeto m o

    ral y poltico pleno: ciudadanos y consumidores) e imposibles de

    integrar (dando a este verbo ya sea el valor transitivo, integrarles

    o reflexivo que se integren).

    Las condiciones actuales de la paz nos llevan a pensar tras las

    indagaciones sobre la importancia de lo no consciente de los vncu

    los sociales en lo qu e las diversas formas del conflicto (con el que

    convivimos en el m odo de las guerras locales, o de las formas de in

    vasin, acom paadas de diversas racionalizaciones) tienen de en cu

    bridoras de una crisis mayor: la deslegitimacin tica del vnculo

    social. Lo con trario d e la paz, la gestin del da o (que, com o en las

    presentes formas de la llamada guerra preventiva se pretend e a ve

    ces incluso m ora lm en te legitimad a), no es slo el im ped ir la vida de

    los miembros de la comunidad humana, no es slo privar de dere

    chos, es privar de la condicin ciudadana en el sentido ms pleno:

    negar la capacidad de fundar vnculos sociales ticamente orienta

    dos.Relegar a la con dicin preciu dadana, presubjetiva, a quienes se

    les prete nd e pacificar.

    Por ello, planteo tres pasos de reflexin que son, como se

    ver, abiertos y m s alusivos qu e conc luyen tes:

    a)

    el

    sntoma:

    ms

    all del conflicto, la crisis del vnculo social;

    b)

    los puntos del

    diagnstico: la utilidad frente a la do m inac in , el do m in io del te

    rritorio frente a la comunicacin, la subordinacin frente al reco

    nocimiento, la explotacin presentista frente al proyecto;

    c)

    el

    pronstico

    y el ideal regulador: la tica del don, en su triple di

    mensin de recibir, corresponder, superar lo recibido. Es decir, la

    conveniencia de elaborar una nue va formulacin tica del vncu

    lo social.

  • 7/26/2019 ETICA DE LA PAZ

    35/218

    4o

    ticade la paz

    1. EL

    SNTOMA:

    MS ALLDEL CONFLICTO, LA CRISIS

    DEL VNCULO

    SOCIAL

    Para tratar de aclarar algunos de los planos en los que el blo

    queo o la posibilidad de la pazsenos presenta en lo cotidiano, creo

    que es posible establecer un modelo conceptual en el que tales pro

    cesos se contraponen. En este esquema recojo las dos dimensiones

    principales en las que la paz aparece en el discurso de la filosofa po

    ltica:

    1) Una apreciativa o de modalidad: la pazesunacualidad que

    pueden y deben reunir las relaciones entre las instituciones

    sociales, entre los pueblos y

    las

    naciones, entre los ciudada

    nos y ciudadanas... As, lograr un clima apacible en las rela

    ciones sociales es objetivo de quienes ejercen el liderazgo

    mundial o local yesanhelo de los sujetos, nombre primero

    de los subditos.

    2) Otra estructural: la paz es

    condicin

    de posibilidad

  • 7/26/2019 ETICA DE LA PAZ

    36/218

    Las condiciones de la paz

    4 i

    que ese trnsito (de modal a estructural) sea frecuente en la refle

    xin tica y poltica sobre la paz.

    Si observamos el cuadro 1, aparecen las dos dimensiones, mo

    dal y estructural, escalonadas segn sus planos, que no tienen ms

    misterio q ue ser co m o niveles ms simples o m s complejos del dis

    curso poltico.

    Este puede permanecer en el plano delprograma (el discurso

    voluntarista, dicho llanamente) en el que lo que a todas luces est

    en juego en las situaciones de paz (y de su contrario evidente, la

    guerra) es el equilibrio de poderes qu e se puede conseguir co m o b a

    rrera ante cualquier ambicin unilateral. El vnculo se entiende as

    (de equilibrio a vnculo) com o la un in p or intereses de no agresin

    mutua: no hay ms en juego ni ms formas que el equilibrio de la

    guerra fra.

    El plano del

    anlisis

    parte del reconocim iento de que bajo las

    guerras y carreras de arm am entos y m s all de las intenciones m is

    mas de los agentes concretos n o h ay (com o se deca en las pelculas

    de m aosos) nada personal: se trata de conflictos d e intereses q ue

    fomentan el vnculo, en sentido anterior, y que marcan las fronte

    ras de la desvinculacin (quien, po r ms que queram os, en un m o

    mento dado, no puede ser ms que adversario o enemigo: porque

    si no deja de apoyar o, ms an; si no se enfrenta a nuestro nuevo

    enem igo, n o no s dejar otra op cin qu e considerarlo a l enem igo).

    El plan o del

    diagnstico,

    q ue el discurso po ltico suele establecer

    como punto fuerte y ms verdadero, consiste en la deteccin del

    plano de las desigualdades en lo modal que se corresponde con la

    desagregacin, con la fragmentacin y prdida del vncu lo tico: es

    la llamad a inmunitas, o renuncia en nom bre del individualismo a la

    responsabilidad del acuerdo cvico que constituye lapolis y cuya

    qu iebra la desarticula.

    El plano que supondra, lgicamente (no en los procesos con

    cretos) el punto de llegada es el normativo: aqul que en el nivel

    modal atiende al establecimiento de las condiciones de equidad. Lo

    que implica, en primer lugar, el reconocimiento de las diferencias,

    pero tambin de las desigualdades que se ocultan bajo ellas y son

    avaladas a veces en nombre del multiculturalismo estetizante o de

    la autenticidad com unitarista. Y, en segu ndo, la pregun ta m s radi-

  • 7/26/2019 ETICA DE LA PAZ

    37/218

    4

    2

    ticade la paz

    cal porlascondiciones de convocar a la construccin de nuevos es

    pacios polticos democrticos en el sentido de lacom munitas:setra

    ta de la asuncin equitativa de responsabilidades, de la vinculacin

    en nombre de unmunusqueesa laveztarea, reconocimiento de la

    violencia originaria, pertenencia acordada y no consangunea, ha

    bituacin a responder ante la razn comunitaria o discurso pbli

    co,rotacin y no perennidad en el ejercicio de los cargos...

    2

    CUADRO1.Planosmodal y estructural de lascondicionesde la paz

    PLANOS / DIMENSIONES

    Programa

    Anlisis

    Diagnstico

    Normatividad

    MODAL

    Equilibrio poderes

    Conflicto intereses

    Desigualdad

    Equidad

    ESTRUCTURAL

    Vnculo

    Desvinculacin

    Inmunidad

    Communitas

    Podemos leer, pues, esta

    figura

    detenindonos en la primera co

    lum na, la modal o apreciativa. Mi hiptesis

    es

    que,por

    lo

    general el

    discurso tico y poltico sobre las condiciones de la paz (sus posibi

    lidades o barreras), se detiene en ella con la conviccin de que son

    tales los problemas

    reales

    y conceptuales para despejar en sus cuatro

    planos (equilibrio, conflicto, desigualdad, equidad) que no resulta

    viable, e incluso que puede parecer metafisico (o sencillamente

    im

    prudente, oaplazable)pasar a los cuatro planos de la dimensin

    es

    tructural(las preguntas por el vnculo, la desvinculacin, la inmu-

    nitas o la com munitas). Esta detencin obedece a causas complejas

    que podemos reunir bajo el rtulo de procedimientos de denega

    cin: precisamente estos consisten en postular un plano ulterior,

    una causa oculta de los fenmenos, para, a rengln seguido dudar

    de su explorabilidad, o devaluar su poder explicativo, por procedi

    mientos decisionistas (cmo se entienda el vnculo o la desvincula

    cin, o la inmunidad o lo comunitario, al fin y al cabo es algo de

    cada cual individuo o comunidad ).Y,por otro lado, la pol-

    2

    Estos rasgos

    delmunus

    estn inspirados

    y

    reformulados

    a

    partir

    de los

    tra

    bajosdeRobertoEsposito,entre ellosCommunitas(Amorrortu, 2002)eInmuni-

    tas(Amorrortu,2004).

  • 7/26/2019 ETICA DE LA PAZ

    38/218

    Las condiciones de la paz

    43

    tica real, con sus juegos especficos y decisiones mudables se dice

    qu e no tiene tiem po de plantearse la raz de los fenmenos: los lo

    gros pacificadores, en apariencia o en realidad, en regiones o grupos

    dolorosamente enfrentados suelen presentarse como argumentos

    de q ue ese nivel de trat am ien to concreto es el mejor de los posibles

    hoy en da, au nq ue no sea el m s perfecto a largo plazo.

    Como puede verse, estas dos maneras de argumentar tienen

    bastante que ver con los modos de razonar de la autodenominada

    psicoterapia conductista (en realidad modificacin de conducta: la

    psique

    les

    suele sobrar):

    a)

    el prim ero consiste en reducir a lo obser

    vable las seales del sntoma como si fueran signos monosmicos,

    planos (como si no tuvieran entre s contradicciones, niveles enca

    balgados del tipo jeroglfico

    3

    , que no se dejan disolver simplifican

    do o negando planos), b)el segundo consiste en decir que si traba

    jamos eliminando el sntoma, sus seales ms acuciantes, ya es su

    ficiente (y, como se dice en expresin caribea, le pone la tapa al

    pomo la sentencia: la poltica es el arte de lo posible).

    As, las condiciones de la paz y de su falta se resuelven en un

    primer plano modal o de apreciacin como una secuencia que va

    de ms simple a ms complejo segn el discurso poltico al uso,

    meditico, de referencia o dominante, como se prefiera decir

    co m o si progresar en vertical bastase para llegar a las con dicio nes de

    la paz: lograr que el equilibrio d e poderes d paso a proc edim ientos

    ms o menos estables de mediar en conflictos, y de ellos pasar a

    cuestionar

    4

    la desigualdad como dimensin ms profunda aunque

    visible (lo inconsciente no es ntimo ni oculto: es

    extimo,

    a la vista

    est) y de ah a arbitrar proc edim iento s pa ra practicar la discrim ina

    cin positiva, la bsqueda de una no uniformadora equidad.

    D e este mo do , pode m os leer la colu m na de la derecha en verti

    cal para entender que, si bien a sta y a sus cuatro planos nos han

    3

    El encabalgamiento de planos econmico, geoestratgico, psicolgico, fa

    miliar, de

    lobby,

    teolgico, poltico que se superponen en el discurso entre cual

    quiera del llamado eje del bien y cualquiera de sus antagonistas del llamado eje

    del mal servira para invitar a modelos de anlisis un poco ms complejos: que

    tomen en serio los planos,

    a veces

    banales, a veces trgicos, del sntoma.

    4

    Qu tendr que ver el terrorismo con lapobreza:no es Bin Laden millo

    nario? Pues eso.

  • 7/26/2019 ETICA DE LA PAZ

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    44 tica de la paz

    podido conducir

    los

    elementos del sntoma registrados en el discur

    so modal o apreciativo (equilibrio, conflicto, desigualdad, equi

    dad),lo ms normal es que esta dimensin estructural quede dene

    gada o sin plantear en los diagnsticos ydebatesen tornoa lascon

    diciones de la paz.

    Pero leamos en vertical los planos de la dimensin estructural:

    lo que se pretende sealar es que las seales del conflicto de intere

    ses, sea fro o caliente, apuntan muy inmediatamente si no se

    quieren tapar con un aqu no pasa nada o, peor: aqu pasa lo de

    siempre a la fragilidad de vnculo social ticamente considera

    do.Vnculo no es un apao hecho con el pegamento de una paz

    ms o menos duradera: es cuestionar, por ejemplo, cmo se form

    la antigua Yugoslavia y cmo algunos pronosticaron la eclosin y la

    etno-teologizacin interesada del conflicto. Vnculo hace referen

    cia al valor moral (que comprende bueno y malo, vergonzante o

    edificante) que llevar a lo que es representable u ocultable en la

    memoria y en la esfera de lo poltico, entendido no como sector

    institucional (frente a lo econmico o lo familiar) sino como confi

    guracin global de la sociedad.

    Vnculo, as entendido, pone otra perspectiva a la desvincula

    cin (y a lainrnunitasque de ella se desprende): no se trata de re

    dundar en las alianzas o enemistades geoestratgicamente consoli

    dadas

    5

    ,sino de considerar qu

    es

    lo que une o vinculapases,nacio

    nes, reas, comunidades humanas un tiempo en guerra y otro

    tiempo no. Y la pregunta, que puede tener una elevacin sublime a

    la consideracin malvada o enferma de la condicin humana, es

    posible realizarla a travs de los sntomas concretos contrarios a la

    paz. El primero de ellos puede ser la aceptacin unnim e, resigna

    da o con apenas disimulada arrogancia, de las actuaciones concre

    tas de la llamada razn de estado. Los ejemplos son tan numero

    sos y actuales que el lector me ahorrar el detalle: l mismo lo pue-

    5

    Lo que no impidi por poner algunos ejemplos que an pueden ser tema

    de meditacin el pacto Hider-Stalin, ni el envo de recursos USA a la llamada

    zona nacional en plena guerra civil espaola, o carbn del gobierno polaco co

    munista de Gomulka a al gobierno franquista en los aos sesenta con ocasin de

    las huelgas mineras del norte de Espaa.

  • 7/26/2019 ETICA DE LA PAZ

    40/218

    Lascondicionesde la paz

    45

    de hacer. Casi todos tienen la secuencia siguiente: las razones del

    conflicto son discutibles, son argumentables, con base en los dere

    chos humanos y en los derechos del ciudadano... pero algo hay que

    zanja la discusin (la invasin se produce, el barco ecologista es di

    nam itado, las tropas se retiran sin llegar

    a

    proteger

    a

    la poblacin de

    sus genocidas que estn literalmente a las puertas, los posibles o

    realmente violentos reciben un misil que destruye su casa, o su co

    che con ellos dentro, el contrato de armas sefraguacomo parte in

    tegrante de un acuerdo mayor en el que entran programas de ayu

    da, de asistencia sanitaria incluso...) Algo hay que zanja la discusin

    y muestra la lectura desde la razn poltica y la oclusin de la di

    mensin tica de lo poltico

    6

    .

    2. EL DIAGNSTICO O LA FUERZA DEL REVS

    La desazn del sntoma nos lleva a explorar con mayor deteni

    miento los nudos que renenloscontrarios en pugna. Es como tra

    tar de sacar a flote las percepciones fugaces que entre lucidez y de

    lirio utpico nos acometen de vez en cuando. stas se pueden reu

    nir en un enunciado que por lo simple mantiene la fuerza del

    sntoma y el comienzo del diagnstico:

    y si

    estuvisemos viviendo

    un mundo al revs? Es decir, si por debajo de los juegos de poder

    y de prestigio, de dominacin y de explotacin, fuese apareciendo

    la verdadera naturaleza del sntoma, asaber:que lo que no est cla

    ro es en nombre de qu establecemos lazos de respeto mutuo, coo

    peracin, no agresin...?

    Todo parece apuntar a que hay una realidad visible, vivida, que

    es

    objeto de una racionalidad que hasta ahora ha gozado de un mo

    nopolio en el pensamiento de lo poltico: la racionalidad instru

    mental que estiliza y simplifica lo que llama intereses (como metas)

    y

    frente

    a ellos establece los medios que han de ser calculados segn

    6

    La poltica frentea lopolticosoncategoras inauguradasporClaude Lefort

    ydesarrolladasporvarios autores cuyas obrasno detallo,puestoqueforman par

    te de sus categoras bsicas:Ernesto Laclau, Chantal Mouffe, Zoltan Szankay,

    Nelly Schnaith, entreotros.

  • 7/26/2019 ETICA DE LA PAZ

    41/218

    4

    6

    tica de la paz

    la optimizacin. Los elementos del comn que se salen de este es

    quema son considerados, como

    es

    sabido, poco menos que metfo

    ras,delirios, brotes de la conciencia infeliz...

    Porque esta forma de racionalidad

    se

    presenta en

    el

    escenario fi

    losfico escasamente sometida a autocrtica o autoanlisis. Se suele

    decir en materia de vnculos sociales y de su exacerbacin violenta

    o polmica: seesel verdadero rostro, cada cual persigue su inters.

    Lo que no est claro es precisamente la reflexin sobre la fuente y

    los caminos de tal inters. Me refiero, como Kant apunta en su de

    finicin del campo de la razn prctica, a la relacin del deseo con

    la ley. Y as, el deseo, que trata de hacer que lo incoado por el suje

    to tenga existencia, no cumple como un elemento diseado para la

    maximizacin de costes-beneficios. El deseo sigue seuelos, signifi

    cantes de otros significantes puede incluso hacer el dao buscan

    do el supuesto bien propio o del otro que conviene continua

    mente discernir. De ah que la crtica del discernimiento vuelva a

    estar vigente, y

    esta vez

    en su aplicacin a

    los

    problemas ticos de la

    poltica.

    El problema de la violencia circula por planos complejos en el

    orden del diagnstico. Pero no tantos que no resulten representa-

    bles.

    Si tomamos como eje la entrada en la perspectiva de un suje

    to vincular y no slo en un sujeto utilitario (plano de lacommuni-

    tasfrente a la

    inmunitas,

    en trminos de Esposito) notaremos que

    los polos del diagnstico se desplazan, de sus razones instrum enta

    les a sus razones vinculares. En el primer caso, la creencia en el

    vnculo social est regida por la razn poltica en el sentido de que

    el poder es la razn moral primera y realista, amn de pensar que

    el poder es colmable por quien lo ocupa, y que ste coincide con

    la ocupacin territorial, amn de considerar que la razn de la su

    bordinacin jerrquica equivale a la divisin funcional de trabajo

    y que, por ltimo, la razn de lucro, la explotacin presentista

    que la cultura del consumo avala es razn de fondo de las formas

    de crisis de la vinculacin. Si todos estos planos se dan en el diag

    nstico, nos encontramos con una peticin de principio que en

    tiende que crisis del vnculo social es la anomala mejorable, la

    desviacin de u n modelo que se puede corregir tcnica y volunta

    riosamente.

  • 7/26/2019 ETICA DE LA PAZ

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    Las condiciones de la paz

    47

    Si situamos, com o hacamos en la figura

    1,

    las dimensiones en

    su plan estructural, nos encontramos con que el problema del

    vnculo no es tanto responsabilidad de la divisin de poderes sino

    de la configuracin de los sujetos que se vinculan y de la misma

    definicin de ese vnculo:a)segn la tica del equilibrio, instru

    mental, en el que el principio de pragmatismo poltico obtura

    pensar ms all y piensa que los problemas que generan violencia

    y la consagran y aun ritualizan tienen que ver (y son corregibles)

    con un mejor diseo de los equilibrios de utilidades, de territo

    rios,

    de jerarquas, de mercado del lucro, o b)segn la tica del

    don, de la restitucin, de la correspondencia respecto de un

    mu-

    nus(bien, cargo, representacin) que es de suyo circulante, com o

    luego veremos.

    La desigualdad, que es generadora de situaciones de conflicto

    de intereses, territorios, jerarquas, beneficios, remite a un snto

    ma mayor que es el que, a mi juicio, hay que analizar despacio: la

    denegacin de las razones vinculares (del carcter moral del vn

    culo social) y su ocultamiento bajo las supuestas razones instru

    mentales.

    Me apresuro a matizar que el plano de las razones instrum en

    tales no es desdeable en el diagnstico ni en la intervencin en

    las formas de conflicto y de violencia

    7

    . Lo que sugiero ahora es

    que se trata de emprender un recorrido ms largo y ms cuida

    doso.

    Viendo cmo posiblemente tras cada plano de las razones

    utilitarias se oculta una dimensin o plano vincular, que afecta a

    los sujetos no funcionalmente considerados sino entendidos y

    convocados desde la interdependencia moralmente orientada del

    vnculo.

    Si se me permite sintetizar estos pares de opuestos grficamen

    te,

    tenemos el siguiente cuadro:

    7

    Un ejemplo bien concreto de un anlisis institucional en el que participa

    mos tena como punto de partida la mala definicin de los puestos de trabajo en

    un rea de servicios sociales: que unos mismos sujetos fueran etiquetados de las

    asistentas sociales por sus compaeros, mientras que a s mismos se vean como

    trabajadores sociales con estudios universitarios era el emergente de una situa

    cin de quiebra del lazo social en el interior de la institucin.

  • 7/26/2019 ETICA DE LA PAZ

    43/218

    48 tica de la paz

    CUADRO2.Planos del diagnstico

    RAZONES INSTRUMENTALES

    Utilidad

    Dominio territorial

    Subordinacin

    Explotacin presentista

    RAZONES VINCULARES

    Restitucin

    Comunicacin

    Reconocimiento

    Proyecto

    Estos planos en contraste nos permiten ver cmo tal vez quepa

    una mirada ms atenta acerca del sentido de trminos morales

    como restitucin (la apertura al compromiso que el don impone: si

    estoy abierto a recibir en bienes o en ayuda

    me

    obligo

    a

    corres

    ponder y a superar lo recibido y de ese modo el vnculo pacfico se

    consolida). Pero tambin a trminos como comunicacin que no

    implica repeticin de un discurso estigmatizador hegemnico, te-

    rritorialmente anclado, sino, tal vez, a levantar

    los

    clichs y estereo

    tipos en bsqueda no slo de una tica de mnimos sino de una ver

    dadera razn com n. Lo que trae consigo la no negacin del deseo

    de reconocimiento no com o una funcin psicolgica narcisista sino

    como la correspondencia y corresponsabilidad de lo que hacemos

    respecto al

    munus

    que nos vincula.

    El cuarto par presentismo / proyecto hace referencia a la ten

    sin formidable que genera violencia: entre el mandato de un con

    sumo que se agota en s mismo (consumo improductivo o ritual,

    como pauta) y el anhelo de relatos en los que el maana de lo que

    hacemos tenga

    cabida.

    No utopas disciplinantes ni uniformadoras,

    pero s relatos en los que la proyeccin de lo que anhelamos la

    superacin de las formas de dao puedan encontrar soporte y fi

    gura.

    Adems de estos pares de opuestos, que nos permiten estable

    cer

    las

    lneas de tensin por

    las

    que circula la vivencia de lo polmi

    co yelanhelo de la paz, nos topamos aqu con un escollo que en la

    teora clsica ha supuesto no un elemento apreciativo, sino una ver

    dadera condicin estructural de la paz. Me refiero a la supuesta in

    clinacin natural a la violencia de los humanos.

    Refugindose en el lugar com n de la naturaleza o la condicin

    humana, las pretensiones de la pacificacin han chocado con un l-

  • 7/26/2019 ETICA DE LA PAZ

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    Las condiciones de la paz

    49

    mite fatal, a saber: por ms que perodos incluso largos hayan for

    mado parte de la experiencia de los pueblos, de vez en cuando, sale

    (debe salir, dicen otros) la verdadera naturaleza depredadora, vio

    lenta que todo sujeto lleva consigo y todo pueblo debe atemperar.

    El recurso a ese macromito de la naturaleza humana daina va de

    la m an o co n el discurso tecnocrtico de los ajustes de anom alas. Su

    argumento (y mal diagnstico, como trato de mostrar) consiste en

    decir: como en la naturaleza humana (genoma, psiquismo) no hay

    correccin posible, acudam os a los resortes tcnicos instrum entales

    sin dejar qu e se abra paso la dim ensin prop iam ente vincular: con

    sus ambivalencias y sus recursos, pero innegable.

    La metafsica alimenta un mito que se reboza en tecnologas

    que lo corroboran y no lo desmo ntan. Precisamente porq ue n o per

    m iten explorar los recovecos del preferidor racional (inc om pletu d

    del sujeto) ni establecer las condiciones vinculares del sujeto tico.

    Por ello, uno de los elementos importantes en el diagnstico

    es la exploracin de las condiciones subjetuales de la paz. Precisa

    mente porque de este modo se puede esclarecer, si no evitar, la

    posicin que asimila violencia y ausencia de paz. Dichas condi

    ciones subjetuales, es decir la percepcin del lmite del sujeto m o

    ral, no implican una subjetivizacin, ni menos una psicologza-

    cin del diagnstico.

    Violencia tiene que ver con los modos de cursar el desarrollo y

    logro del deseo. En ese sentido la frustracin, la represin, el retor

    no de lo reprimido son otras tantas figuras que bien podemos leer

    en su cara externa respecto del con texto analtico en el qu e se con s

    truyeron. El anlisis y el discernimiento de estos modos es no slo

    va del diagn stico de las cond iciones de la paz sino restauracin del

    cam po p rop io del sujeto tico.

    3 . AL GO MS QUE PRONSTICO: LA TICA DEL D O N

    Y EL VNC ULO SOCIAL

    Si la paz se plantea como la posibilidad sostenida de evitar el

    dao, el conocimiento de los circuitos de la violencia (como el de

    la frustracin personal en todo su reco rrido, amp liado al grup o, a la

  • 7/26/2019 ETICA DE LA PAZ

    45/218

    5o

    tica de la paz

    comunidad) es el paso primero de una intervencin

    filosfica

    y po

    ltica que no olvida las condiciones del sujeto tico. Cierto es que

    las reglas complejas de la estrategia, de las formas de negociacin

    (incluyendo

    los

    tan de moda juegos de todos ganan...

    a

    condicin

    de poder participar en el circuito negociador) nos ilustran lo que

    est en juego en la lectura parcial de la crisis del vnculo: entendido

    como resultado de los juegos de poder.

    Slo faltara otro

    paso:

    saber que

    tales

    juegos no ocultan la con

    dicin de la vinculacin,

    munus,

    no lo ponen en peligro, no lo va

    can de contenido. Porque al

    fin

    yalcaboelvnculo social tiene que

    ver con una conviccin de la propia limitacin y la

    apertura

    a reci

    bir

    que es concomitante. La propuesta de un vnculo basado en la

    hospitalidad como virtud bsica noesapelacin a un compadrismo

    ms o menos castizo: es la primera leccin de la tica del don que

    Mauss puso casi involuntariamente (era etngrafo) en marcha y

    que Derrida y otros ms cercanos desarrollan con cuidado no exen

    to de sugerencias. Lo mismo ocurresidesarrollamoselsentido de la

    correspondencia

    como forma de vinculacin (obligacin moral de

    corresponder: que no es poner en la balanza un objeto equivalente

    segn mercado, sino una voluntad de alianza desde la propia limi

    tacin y el propio recurso). La superacin de lo recibido implica

    que quienes

    se

    vinculan no se cierran en la suma cero de un pquer

    cuya apuesta

    veo,

    sino en la llamada a

    s

    y al otro a una progresin:

    este vnculo va ms all de los gestos del presente.

    As, este brevsimo apunte del pronstico nos coloca en la di

    mensin de un genuino ideal regulador: la tica del don, en su tri

    ple dimensin de

    recibir, corresponder,

    superar lorecibido.Es decir,

    una nueva formulacin tica del vnculo social como condicin ra

    dical de la paz. En ella cabe pensar y desear la construccin del vin

    culo social como formulacin abierta, no fundamentalista, no ba

    sado en la carne ni en la sangre, no inefable: que muestra sus prin

    cipios y debate sobre ellos, que muestra en sus argumentos y en las

    normas que produce una dimensin imp