Lectio Divina Domingo XXVI

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1 Lectio Divina - XXVI Domingo, Ciclo A (Mt 21, 28-32) Juan José Bartolomé, sdb Esta parábola nos obliga a revisar nuestro cristianismo. Dios nos habla en el evangelio, pero cómo nos cuesta entender lo que nos dice. Las autoridades del tiempo de Jesús quedaron alarmados, y sin lugar a duda se sintieron ofendidos porque escucharon que los 'publicanos y las prostitutas les llevaban delantera en el Reino de Dios. ¿Cómo se atrevía Jesús a decir que los pecadores públicos podrían estar más cerca de Dios que los considerados piadosos? ¿De qué podría entonces servir el creerse buenos, si los malos son los preferidos? ¿No se equivocaría Jesús al decir que los pecadores precederán a los justos en el camino hacia Dios? Jesús respondió a quienes se escandalizaban porque acogía a los pecadores y marginados contándoles una parábola. Quiso pedirles un cambio de mentalidad, porque la fe no es cuestión de apariencias y la salvación va más allá, verificándose en las actitudes, porque a Dios se le honra con el cumplimiento de su voluntad. Los que se creían buenos se disgustaron al escuchar esta parábola. ¿Cuál es nuestra actitud? ¿Qué nos hace pensar su mensaje? SEGUIMIENTO: En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: 28. « ¿Qué les parece? Un hombre tenía dos hijos. Se acercó al primero y le dijo: "Hijo, ve hoy a trabajar en la viña." 29. Él le contestó: "No quiero," pero después recapacitó y fue. 30. Se acercó al segundo y le dijo lo mismo. Él le contestó: "Voy, señor, " pero no fue. 31. ¿Quién de los dos hizo lo que quería el padre?» Contestaron: «El primero.» Jesús les dijo: «Les seguro que los publicanos y las prostitutas les llevan la delantera en el camino del Reino de Dios. 32. Porque vino Juan a ustedes, enseñándoos el camino de la justicia, y no le creyeron; en cambio, los publicanos y prostitutas le creyeron. Y, aun después de ver esto, ustedes no recapacitaron ni le creyeron.» LEER: entender lo que dice el texto fijándose en cómo lo dice Jesús había entrado en Jerusalén triunfalmente (Mt 21, 8-11) e se presentó en el Templo con un insólito gesto. La expulsión de los comerciantes provocó lógicamente la pregunta sobre el origen de semejante autoridad(Mt 21,23). Jesús calló a sus oyentes, preguntándoles sobre el Bautista y su misión. Y quiso contarles una parábola (Mt 21,28-31a), Se las propuso, narrándoselas y haciéndoles la aplicación (Mt 21,31b-32).

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Lectio Divina - XXVI Domingo, Ciclo A (Mt 21, 28-32)

Juan José Bartolomé, sdb

Esta parábola nos obliga a revisar nuestro cristianismo. Dios nos habla en el evangelio, pero cómo nos cuesta entender lo que nos dice. Las autoridades del tiempo de Jesús quedaron alarmados, y sin lugar a duda se sintieron ofendidos porque escucharon que los 'publicanos y las prostitutas les llevaban delantera en el Reino de Dios. ¿Cómo se atrevía Jesús a decir que los pecadores públicos podrían estar más cerca de Dios

que los considerados piadosos? ¿De qué podría entonces servir el creerse buenos, si los malos son los preferidos? ¿No se equivocaría Jesús al decir que los pecadores precederán a los justos en el camino hacia Dios?

Jesús respondió a quienes se escandalizaban porque acogía a los pecadores y marginados contándoles una parábola. Quiso pedirles un cambio de mentalidad, porque la fe no es cuestión de apariencias y la salvación va más allá, verificándose en las actitudes, porque a Dios se le honra con el cumplimiento de su voluntad. Los que se creían buenos se disgustaron al escuchar esta parábola. ¿Cuál es nuestra actitud? ¿Qué nos hace pensar su mensaje?

SEGUIMIENTO: En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: 28. « ¿Qué les parece? Un hombre tenía dos hijos. Se acercó al primero y le dijo: "Hijo, ve hoy a trabajar en la viña." 29. Él le contestó: "No quiero," pero después recapacitó y fue. 30. Se acercó al segundo y le dijo lo mismo. Él le contestó: "Voy, señor, " pero no fue. 31. ¿Quién de los dos hizo lo que quería el padre?» Contestaron: «El primero.» Jesús les dijo: «Les seguro que los publicanos y las prostitutas les llevan la delantera en el camino del Reino de Dios. 32. Porque vino Juan a ustedes, enseñándoos el camino de la justicia, y no le creyeron; en

cambio, los publicanos y prostitutas le creyeron. Y, aun después de ver esto, ustedes no recapacitaron ni le creyeron.»

LEER: entender lo que dice el texto fijándose en cómo lo dice Jesús había entrado en Jerusalén triunfalmente (Mt 21, 8-11) e se presentó en el Templo con un insólito gesto. La expulsión de los comerciantes provocó lógicamente la pregunta sobre el origen de semejante autoridad’ (Mt 21,23). Jesús calló a sus oyentes, preguntándoles sobre el Bautista y su misión. Y quiso contarles una parábola (Mt 21,28-31a), Se las propuso, narrándoselas y haciéndoles la aplicación (Mt 21,31b-32).

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Más que en la parábola, es el comentario final donde tenemos la clave de comprensión de este episodio, que, desconcertó y ofendió a los oyentes de Jesús, las legítimas autoridades del templo. La parábola narra cómo un padre les pide a sus hijos vayan a trabajar en su viña. A los dos les dice que necesita su presencia y su trabajo. El que el padre hable no supone que haya respuesta inmediata en los dos. Es más, su actitud fue diversa. Uno dice no y va y otro dice si y no se presenta. De fondo hay una actitud, la obediencia, el hacer la voluntad del Padre. Comprender qué es ser hijo y qué ser siervo. Cómo se manifiesta que la viña del padre es también motivo del interés y del empeño para los hijos. Ser hijo no es decir sí, ni no al padre, sino hacer su voluntad, trabajar en el espacio que les es común, que tiene mucho que ver con su patrimonio. Obras son amores... Pensemos: ¿Qué hacemos nosotros? ¿Con cuál de los dos hijos nos identificamos?

MEDITAR: aplicar lo que dice el texto a nuestra vida Jesús compara a su Padre con aquél padre que tenía dos hijos; uno, aparentemente desobediente, y el otro, aparentemente bueno. La pregunta de Jesús a los jefes judíos es superflua: de sobra entiende: sólo el que hace el querer del padre es quien de verdad lo ama y se porta como verdadero hijo. La aplicación es fuerte: los que son malos estarán delante de los que se creen buenos; los que todos reconocen como pecadores entrarán en el Reino de Dios antes que los que todos estiman como santos. No hacer el mal no hace bueno a nadie, si evita hacer lo que Dios quiere. Quien rehúse a convertirse sólo porque no lo cree necesario, o porque no se siente todavía dispuesto, no se librará de la condena. Nadie es demasiado bueno para Dios por lo que dice, sino porque es capaz de hacer su voluntad.

Para actuar como hijos de Dios hay que hacer lo que dice el Padre que está en los cielos. Todos hemos de preguntarnos, con sinceridad, qué significa realmente Dios en nuestro diario vivir. Lo que se opone a la verdadera fe, no es la increencia, SINO NO VIVIR LO QUE DIOS NOS PIDE…

El padre que poseía una viña podía tener dos hijos, pero sólo contaba, en realidad, con uno, aquel que, a pesar de las apariencias y en contra de su primera decisión, hizo lo que su padre quería. El verdadero hijo se autentificó no por cuanto dijo a su padre, sino porque hizo lo que él le pidió. La historia que contó Jesús quería hacer pensar a los jefes de los judíos: sólo quien hace el querer del padre es quien lo quiere de veras. Hijo es quien obedece libremente al padre. Bien se puede pensar que el primero que rehusó el mandato que éste le diera lo ofendió, porque le faltó al respeto negándole la obediencia filial; pero realmente a su primera actitud no pronta fue rectificada con la decisión de ir a trabajar en la viña del padre, como él se lo pidió. Pero más grave fue la falta del segundo hijo quien prometió ir y no fue: aparentemente aceptó su orden, no le faltó al respeto, pero no fue a trabajar; faltó a su palabra dada y así ofendió mucho más al padre, que esperaba se presentara e hiciera lo que le pidió. Los dos hijos hicieron lo contrario a lo que dijeron; pero quien contrarió a su padre porque no hizo lo que se había comprometido a hacer fue el segundo hijo. Si grave es negarnos a un deseo paterno, más imperdonable aún es todavía dejar de hacer lo

que hemos prometido a Dios. Él comprende que nos neguemos de principio, pero no que hagamos caso omiso a lo que nos pide. Comprende que repelemos y nos rebelemos pero no el

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que hagamos a menos su voluntad, que a fin de cuentas siempre es a nuestro favor. Hacer lo que Dios nos pide es comprender y vivir la salvación.

En el drama del padre viñador, Jesús quiso reflejar el drama de Dios para con sus hijos: también Él tiene hijos que se conforman con decir con rapidez sí, pero no le hacen caso e hijos que, que tras haberse muchas veces negado, acaban por hacer lo que Él quiere que hagan. Hay que tomar en serio la advertencia de Jesús: los que todos reconocen como pecadores entrarán en el Reino de Dios antes que los que todos estimaban como santos. Para el Dios de Jesús no son buenos los que creen serlo, sólo porque se repiten a sí mismos todos los días y todo el día que harán lo que Él desea de ellos. Prometer que mañana seremos mejores no nos hace buenos hoy; la bondad que Dios quiere ver en los suyos, radica en las obras buenas que se hacen y no en las palabras que se dicen. LA FE NO ES ALGO QUE SE POSEE, sino UN PROCESO QUE SE VIVE. Más importante que

confesarnos cristianos es esforzarnos por llegar a serlo. Con Dios, como con el padre de la parábola, no basta la buena voluntad ni los mejores deseos. No es buen hijo el que deja para otro día lo que Dios quiere que realice hoy. No nos hacen mejores las promesas, que se quedan en palabras, sino las obras que realicemos, aunque no sean las mejores. Dios perdonará que nos neguemos en un primer momento, si terminamos haciendo lo que desea que hagamos. Nadie es muy bueno para Dios por lo que dice sino por lo que hace. Él valora lo que hacemos más que cuanto decimos; no se fija en si le respondemos mal, sino en si hacemos bien lo que nos mandó hacer; Tal vez también hoy los pecadores y las prostitutas están mejor situados que nosotros ante Dios y más cercas del Reino. Esta es palabra de Jesús y su palabra es verdad hoy como ayer.

Si los que creemos malos pueden ser preferidos, y los buenos de toda la vida postergados, no hay pecado que no pueda ser perdonado y eso es estupendo. No hay bondad comprobada que no pueda ser perdida para siempre. Jesús nos dice que quienes hemos dicho una y más veces no, pero terminamos por hacer lo que

el Padre nos pidió, somos hijos de verdad. Pero también nos advierte que si nos sentimos en paz con nosotros mismos, a pesar de no haber cumplido lo que le prometimos a nuestro Padre, no somos lo que decimos ser.

Lo que Dios quiere para sus hijos es siempre su bien; trabajar y hacer lo que Él pide es haber comprendido para que se está en el mundo. ¡Cuántos cristianos persisten en una falsa pertenencia a Dios y a la comunidad… Las palabras tienen que cristalizarse en obras… 'Buenos' cristianos no son los dicen pero no hacen!. El hijo malo no fue quien contestó mal, sino quien no se presentó a trabajar como se lo había pedido su padre. Nos tiene que mover a la reflexión que Jesús pida conversión a los que se creen ya buenos, y

elogie a los que son tenidos como los peores. Sólo los que se saben indignos de Dios, pueden empezar un camino de conversión. Los que en cambio, se ilusionan con merecerlo todo, porque ‘son los hijos’, solo porque han recibido el bautismo, la Eucaristía o por haber sido confirmados, pero esos encuentros sacramentales no llegan al compromiso para con Dios y para con los hermanos, se quedan en el aire… son solo palabras, son solo apariencias…

Como en los días de Juan el Bautista, los que conocían sus faltas y sabían que habían pecado, fueron capaces de reconocer a Dios en sus vidas y buscaron el camino que los llevó a experimentar su amor y su perdón.

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Nos estamos perdiendo lo mejor de Dios, sólo porque nos creemos ya suficientemente buenos. Nos decirnos hijos suyos pero no somos de verdad libres para hacer su voluntad. Nos hemos acostumbrado a desairar a nuestro Padre; no nos duele que Dios no pueda contar con nosotros, porque no queremos hacer su voluntad. Nos adelantarán en el Reino quienes hayan sido capaces de convertirse, haciendo no su querer egoísta y comodón sino lo que Dios les pida.

Jesús no quiso elogiar a los malos, sino advertir a los que se creían buenos. Quiso que comprendieran que el padre envió a su viña a sus hijos; a los buenos y a los menos buenos, y les dio la oportunidad de estar en su Reino y gozar de su vida en la medida que hicieran lo que Él les pedía. Dios es nuestro Padre, no nos hagamos sordos a su voz…No creamos que merecemos todo sin

hacer nuestra parte… Esa actitud nos podría hacer perder lo que solo Dios puede darnos: la salvación que es un don para siempre… Él es nuestro Padre, ‘nos portamos como hijos suyos de verdad?. Tengamos en cuenta lo que nuestra dignidad de hijos nos da y lo que nos pide.

ORAMOS este texto con nuestra vida Padre nuestro: Enséñanos a hacer tu voluntad. Qué comprendamos qué es trabajar en tu Viña… Que nos sintamos responsables de lo que ella es y lo que Tú quieres que sea. Envía a nosotros tú Santo Espíritu. «Ayúdanos a no creernos cristianos solo porque estamos registrados en el libro de los bautizados. Que comprendamos que la salvación es un don que se gana siendo hijos, de palabra y de obra. Que todos los días nos empeñemos por vivir la fe como proceso personal y comunitario. Que nos acompañe tu Espíritu para ser más conscientes de qué es creer y vivir en tu Reino y trabajar en tu Viña, con la presencia materna de María. ¡A M É N!