Graffiti Arte Urbano

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Graffiti, Mexico

Transcript of Graffiti Arte Urbano

  • GRAFFITI, ARTE URBANO(EDUCACIN, CULTURA E IDENTIDAD EN LA MODERNIDAD)

    UNIVERSIDAD PEDAGGICA NACIONAL Direccin de Difusin y Extensin Universitaria

    Fomento Editorial MXICO 2005

    RICARDO BUIL ROS

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  • C O L E C C I N

    GRAFFITI, ARTE URBANO(EDUCACIN, CULTURA E IDENTIDAD EN LA MODERNIDAD)

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  • GRAFFITI, ARTE URBANO(EDUCACIN, CULTURA E IDENTIDAD EN LA MODERNIDAD)

    UNIVERSIDAD PEDAGGICA NACIONAL Direccin de Difusin y Extensin Universitaria

    Fomento Editorial MXICO 2005

    RICARDO BUIL ROS

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  • C O L E C C I N

    GRAFFITI, ARTE URBANO(EDUCACIN, CULTURA E IDENTIDAD EN LA MODERNIDAD)

    UNIVERSIDAD PEDAGGICA NACIONAL Direccin de Difusin y Extensin Universitaria

    Fomento Editorial MXICO 2005

    RICARDO BUIL ROS

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  • Marcela Santilln Nieto Rectora Tenoch E. Cedillo valos Secretario Acadmico Arturo Garca Guerra Secretario Administrativo Abraham Snchez Contreras Director de Planeacin Juan Acua Guzmn Director de Servicios Jurdicos Fernando Velzquez Merlo Director de Biblioteca y Apoyo Acadmico Adalberto Rangel Ruiz de la Pea Director de Unidades UPN Javier Olmedo Bada Director de Difusin y Extensin Universitaria COORDINADORES DE REA ACADMICA: Andrs Lozano Medina 1. Poltica Educativa, Procesos Institucionales y Gestin Ernesto Daz Couder Cabral 2. Diversidad e Interculturalidad Cuauhtmoc Gerardo Prez Lpez 3. Aprendizaje y Enseanza en Ciencias, Humanidades y Artes Carlos Ramrez Smano 4. Tecnologas de la Informacin y Modelos Alternativos Julio Rafael Ochoa Franco 5. Teora Pedaggica y Formacin Docente Anastasia Rodrguez Castro Subdirectora de Fomento Editorial

    Margarita Morales Snchez Diseo de coleccin, portada e interiores Mara Eugenia Hernndez Formacin

    NDICERicardo Buil Ros

    GRAFFITI, ARTE URBANO

    (EDUCACIN, CULTURA E IDENTIDAD EN LA MODERNIDAD)

    Coleccin Educarte. Nmero 9

    Queda prohibida la reproduccin parcial o total de esta obra, por cualquier medio, sin la autorizacin expresa de la Universidad Pedaggica Nacional. Impreso y hecho en Mxico

    1a. edicin: 2005 Derechos reservados por el autor Ricardo Buil Ros. Derechos reservados para esta edicin por la Universidad Pedaggica NacionalEsta edicin es propiedad de la Universidad Pedaggica NacionalCarretera al Ajusco nm. 24, Col. Hroes de PadiernaDelegacin Tlalpan. C.P. 14200. Mxico, D.F.www.upn.mxISBN 970-702-121-7

    GT3912 Ricardo Buil Ros.R8.3 Graffiti, arte urbano: Educacin, cultura e identidad en la modernidad / Ricardo Buil Ros -- Mxico: upn, 2005. 185 p. : il. -- (Educarte; 9)

    isbn 970-702-121-7

    1. GRAFFITI. 2. IDENTIDAD CULTURAL

    catalogacin en la fuente MITM 09-09-05

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  • NDICE

    9 Agradecimientos

    11 Introduccin

    30 Captulo 1. Modernidad y posmodernidad a principios del milenio

    32 La modernidad como categora histrica

    43 El debate modernidad-posmodernidad

    54 Captulo 2. Del Mxico desmoderno

    64 Modernidad y educacin en Mxico

    74 Captulo 3. Escuela, deseducacin y formacin de identidades

    76 Lo mexicano como identidad cultural

    84 Desde el espejo de Tezcatlipoca hasta las pantallas de televisin

    93 Buscando alternativas: por una escuela para la diversidad

    108 Captulo 4. Graffiti, hbrido cultural de nuestro tiempo

    109 El campo de la cultura y la contracultura

    116 Era tan viejo que pareca nuevo. Los antecedentes histricos.

    124 Desde las paredes hacia el nuevo milenio

    135 Sobre el graffiti

    145 Del Mxico desmoderno

    151 Algo sobre la educacin

    158 Miscelnea

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  • 169 Captulo 5. Consideraciones finales

    169 Una breve explicacin

    174 Las conclusiones

    178 Palabras finales

    179 Bibliografa

    184 Hemerografa

    185 Documentos electrnicos

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  • Gris es toda teora, verde es el rbol de oro de la vida.

    Frase de Goethe grabada en la lpida de piedra volcnica

    de la tumba de Jos Revueltas

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  • ste trabajo no hubiese sido posible sin los miles de graffiti

    plasmados en las calles de la ciudad. A pesar de no conocer

    a sus autores, desde aqu les hago un reconocimiento, y pido, si

    es necesario, una disculpa en los casos reproducidos sin su consentimiento.

    Asimismo, externo un sincero agradecimiento a mis compaeros de la

    ltima generacin de la Maestra en Enseanza Superior, por los debates

    y discusiones en el saln de clases o en plticas de pasillo; a los profesores

    encargados de las diferentes asignaturas, por sus conocimientos

    y experiencia compartidos, especialmente, al doctor Emilio Aguilar,

    jefe del Departamento de Posgrado de la enep Aragn, a la maestra

    Alicia Rodrguez, coordinadora de la Maestra en Pedagoga de la misma

    institucin, as como a la maestra Mara Eugenia Chvez y al maestro Juan

    Garca Corts, todos ellos acadmicos universitarios que fueron atentos

    lectores de esta investigacin, contribuyendo con sus sugerencias

    (y tambin con sus discrepancias) a la presentacin final del documento.

    Debo mencionar de manera particular a la doctora Ana Hirsch Adler,

    por su apoyo, comentarios y observaciones, siempre crticos, oportunos

    y enriquecedores, as como por su paciencia y comprensin manifiestas

    en todo momento a lo largo del proceso.

    AGRADECIMIENTOS

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  • L os motivos para realizar esta investigacin surgieron en el ir y venir cotidiano a travs de las calles de la ciudad. Observando el panorama urbano, fui descubriendo un mundo escondido, paradjicamente, en las fachadas de casas y edificios: grandes dibujos de colores, muros rayados con

    extraos diseos, jeroglficos incomprensibles encima de anuncios comerciales

    o propaganda poltica, me indicaban una actividad casi frentica de quienes

    los realizaban. Movido por la curiosidad, inici un archivo fotogrfico que, fi-

    nalmente, me llev a emprender un estudio ms sistemtico sobre el graffiti.

    Al acercarme al problema, una de las primeras impresiones que saltaron

    a la vista era la siguiente: las ideas y opiniones que hay en torno al graffiti

    varan a tal grado que llegan a ser contradictorias. Para el sector duro de

    la sociedad, es decir, aquella parte ms conservadora (altos funcionarios del

    gobierno, una gran parte del clero, militares, empresarios, la burguesa en ge-

    neral, as como aquella opinin pblica ms influenciada por los medios de

    comunicacin masiva), el acto de pintar paredes es una transgresin al orden

    establecido. Otras posturas, en cambio, lo contemplan como una manifestacin

    INTRODUCCIN

    Comprender es un triste oficio. Expresarse libremente es un oficio con riesgos.

    Ikram Antaki

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    esttica que se puede apreciar e incluso utilizar: los dueos de las propiedades

    donde se efectan los graffiti ms elaborados, por ejemplo, dan su anuencia

    para que se realice dicha actividad, llegando incluso a pagar por ello; en al-

    gunos locales comerciales tambin lo encontramos a manera de anuncio, lo

    que nos habla de una cierta aceptacin social.

    La palabra italiana graffiti viene del griego grapho (escribir, dibujar,

    resaltar) y se empieza a utilizar a fines de la dcada de 1970 para nombrar

    la actividad furtiva y callejera de pintar y rayar en el entorno urbano con

    pintura de aerosol. A pesar de que en Mxico la bibliografa sobre el tema es

    prcticamente nula, es posible hallar material en pases latinoamericanos (como

    Argentina y Colombia) y europeos (sobre todo en Espaa, Francia, Alemania e

    Inglaterra), donde destaca la variedad de enfoques, ya que el tema se puede

    estudiar a travs de diversas disciplinas. Como fenmeno social se le ha ubicado

    en el rea de la semntica, el urbanismo, la historia del arte, la comunicacin,

    la psicologa, la antropologa, la sociologa, la economa, entre otras. A pesar

    de esta heterogeneidad, existe en la mayora de ellos el reconocimiento de

    que el graffiti revela una bsqueda de identidad por parte de los jvenes,

    quienes intentan expresarse ante un sistema que les cierra las puertas y que

    los margina hacia la subcultura de la calle, en donde predomina la violencia,

    la corrupcin, la persecucin policiaca; pero tambin la solidaridad, el com-

    paerismo, la lealtad: valores que no encontraron ni en la escuela ni en su

    familia. Los contenidos de los mensajes plasmados en las paredes cuestionan

    y critican a la autoridad pedaggica que ejerce no slo la escuela, sino otras

    instituciones sociales, y su discurso atenta contra la propiedad privada, la

    moral y las buenas costumbres.

    Estamos hablando aqu de una crisis de valores en la que las nuevas

    generaciones crecen con parmetros diferentes a los convencionales y tradi-

    cionales, debido a la celeridad de los tiempos y a la descomposicin social

    que se observa: aguda concentracin de la riqueza y expansin de la po-

    breza, cambios en la estructura familiar, crecimiento urbano explosivo que

    amenaza a cada momento con colapsar, deterioro educacional en todos los

    aspectos, mbitos y niveles, medios de comunicacin al servicio de intereses

    privados y espurios, violencia en aumento, etctera, son factores que inciden

    sobremanera en la poblacin infantil y juvenil en plena etapa formativa di-

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    rigindola hacia un vaco existencial que la obliga a inventar su identidad

    por los caminos ms dismbolos, en el acoso de la manipulacin poltica e

    ideolgica, el consumismo y la depauperacin material (recordemos a las ju-

    ventudes fronterizas mencionadas por Giroux [1996], que caminan siempre

    al filo de la navaja).

    La tribalizacin (Oriol, Prez y Tropea, 1996), es decir, la aparicin

    de bandas, pandillas y otro tipo de agrupaciones sobre todo en el mbito

    urbano es un fenmeno posmoderno que est ligado ntimamente a la cons-

    truccin de las identidades. La necesidad de pertenencia al grupo, la creacin

    de lazos de afectividad, la diferenciacin con los otros, la territorialidad, son

    elementos que responden a una sociedad erosionada y fracturada en sus va-

    lores tradicionales.

    El individualismo, la soledad, la angustia ante la falta de futuro y la frus-

    tracin que ello produce en el individuo comn se da entre las muchedumbres:

    la ciudad es una aglomeracin amorfa donde las colectividades se disuelven.

    El territorio urbano adquiere entonces una multiplicidad con espacios cons-

    tantemente disputados y apropiados por los grupos con ms poder, surgiendo

    lo que algunos socilogos han llamado la guerra molecular (Enzensberger,

    1993), caracterizada por darse no entre clases sociales o grupos polticos an-

    tagnicos, sino entre la gente comn de la calle.

    En la colectividad, la cohesin del grupo proporciona los elementos

    pertinentes para la constitucin de las identidades; en las muchedumbres, el

    individuo se encuentra rodeado de congneres, pero paradjica e irremedia-

    blemente solitario.

    En este panorama, la escuela se ha desligado paulatinamente de la co-

    lectividad, abandonndose a la violenta mecnica que gobierna en las mu-

    chedumbres. Al parecer, hablar de crisis escolar se ha convertido en algo

    comn dentro de la investigacin educativa, podemos revisar bibliografa de

    la dcada de los setenta y leer sobre la crisis, lo mismo en algn libro de los

    noventa; y es que en la institucin escolar las contradicciones entre el discurso

    dentro del aula y el que se genera en el entorno social se han acentuado cada

    vez ms, de tal forma que el concepto crisis ha perdido su significado tem-

    poral y se convierte en un trmino que indica permanencia de un estado de

    cosas. La investigacin considera a la escuela como formadora de habitus,

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    al tiempo que concepta los procesos educativos en sus aspectos formales e

    informales, tambin como productora y creadora de identidades culturales,

    accin que rebasa a las expectativas institucionales, a la vez que concibe a

    la educacin como un elemento presente en todo momento y todos los actos,

    tanto individuales como sociales, del ser humano, desde el momento de su

    nacimiento hasta el de su muerte.

    Hay que sealar que pocas interrogantes sern contestadas; en cambio,

    las preguntas que se generen debern ser numerosas, pues el tema es vasto y

    requiere de una investigacin multi e interdisciplinaria. Como afirma Garca

    Canclini (1990), en su libro Culturas hbridas, a principios del milenio las

    ciencias sociales deben ser ciencias nmadas, capaces de interrelacionar-

    se de manera horizontal entre s, pues ningn objeto de estudio puede ser

    contemplado en su totalidad por una sola disciplina. La investigacin aqu

    presentada es, en este sentido, la construccin parcial de un objeto de estudio

    voltil y complejo.

    Son tres las causas a las cuales obedece la presente investigacin:

    1. La necesidad de conceptuar a la educacin como un proceso que atae

    no slo a los agentes socializadores tradicionales, entre los que destaca

    la escuela, sino abarcar, adems, el amplio campo de lo cultural, lo

    social, lo poltico y lo ideolgico.

    2. La posicin que debe asumir la investigacin social, si sta se propone

    incidir en la transformacin de las condiciones de vida en pases con

    grandes desigualdades sociales como el nuestro. El dirigir la atencin

    hacia fenmenos como el graffiti, vinculndolo con la educacin sujeta

    a fuerzas que la determinan, en un entorno incierto y de desaliento para

    las juventudes desocupadas, contribuye a generar conocimiento com-

    prometido no slo con las clases explotadas, sino con una nueva utopa:

    la de los excluidos y las minoras. El investigador no puede ni debe ser

    imparcial ante el deterioro y la erosin de la sociedad contempornea.

    Norberto Bobbio (1998) seala acertadamente que el cientfico social

    debe asumir su responsabilidad social y poltica, buscando soluciones

    alternas a las planteadas por el discurso dominante, radicalizndo-

    se y combatiendo desde la academia para proponer y crear nuevas

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    relaciones sociales, comprometindose con un futuro incluyente y

    democrtico.

    3. El intento de aplicar y utilizar tcnicas y herramientas metodolgicas

    poco convencionales y que por lo mismo han sido poco exploradas.

    La combinacin de imgenes fotogrficas, relatos y textos narrativos

    diversos, mediante montajes (Taylor y Bodgan, 1990), produce resul-

    tados interesantes y ricos en posibilidades metodolgicas y estticas.

    Los objetivos generales de la investigacin son los siguientes:

    Conocer, explicar e interpretar, en el marco de la educacin (formal

    e informal), al graffiti como un intento de bsqueda, acercamiento,

    identificacin, rompimiento y comunicacin entre los diversos grupos

    sociales que coexisten en la ciudad, dentro de la dinmica de conflicto

    que se da en las relaciones sociales y la construccin de la identidad

    cultural.

    Explicar e interpretar sociolgicamente al graffiti como un fenmeno

    cultural, cuyos valores no implican necesariamente una postura ne-

    gativa frente a la solidaridad, el respeto, la igualdad, la democracia y

    la convivencia humana.

    Los objetivos particulares son:

    Utilizar en la investigacin social formas de acercamiento a la realidad

    desde perspectivas visuales y narrativas consideradas tradicionalmen-

    te como pertenecientes a otras reas de conocimiento, tales como las

    artes visuales o las literaturas nacionales.

    Dar a conocer en el mbito acadmico al graffiti; donde lenguaje,

    significados, iconos y cdigos adquieren nuevas dimensiones.

    Contribuir a una explicacin esttica dentro del entorno urbano sa-

    turado de mensajes, viendo al graffiti como un espacio alterno de

    comunicacin.

    Por la naturaleza hbrida del objeto de estudio, la investigacin se apoya en

    una serie de supuestos interrelacionados causalmente, a manera de orienta-

    dores generales del proceso investigativo:

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    1. Se conceptualiza al graffiti como una prctica cotidiana para ciertos

    jvenes, que expresan en sus diseos la tensin que se da entre iden-

    tidad cultural y modernidad. Se presenta la idea de que en Mxico la

    identidad est en permanente invencin, misma que se interrumpe

    por los procesos amplios de la globalizacin y el neoliberalismo. La

    desaparicin de las fronteras por medio de las nuevas tecnologas, as

    como el dominio del mercado y su mundializacin, deforman y distor-

    sionan a las culturas locales y nacionales, propiciando la tribalizacin

    y los fundamentalismos.

    2. En el caso especfico de nuestro pas, se afirma que el Estado moder-

    no ha intentado crear una identidad cultural oficial, homognea e

    igualadora, occidentalizadora, que ha tenido un alcance relativo, pues

    la gran diversidad cultural persiste aun cuando sea constantemente

    negada. La escuela, producto de la modernidad, juega un papel fun-

    damental en la transmisin y reproduccin de la cultura nacional, y,

    por lo tanto, de lo mexicano.

    3. Los valores, ubicados como parte del habitus (Bordieu, 1983), o

    como reductores de complejidad (Gleizer Zalzman, 1997), o como

    preferencias colectivas e intersubjetivas (Williams, 1977), tienen

    una presencia contradictoria en el proceso escolar. Por un lado, est

    el discurso explcito acerca de valores tradicionales, incluyendo el

    patriotismo, la equidad, la democracia, etctera; mientras que en las

    acciones cotidianas y en el entorno en el que se ubica la escuela pre-

    domina lo contrario: falta de democracia, inequidad, aculturacin,

    consumo irresponsable, etctera. La escuela en Mxico slo se ocupa

    de la educacin formal, creando una verdadera deseducacin que

    produce efectos contrarios respecto a los fines para los que ha sido

    diseada y orientada, pues el sistema educativo nacional parece no

    tomar en cuenta el entorno donde el individuo se forma: el mbito de

    la educacin informal, con agentes socializadores que rebasan amplia-

    mente a la accin educativa institucional, cuyos contenidos, normas

    y prcticas han perdido su fuerza ante los vertiginosos cambios e

    innovaciones tecnolgicas y de dominacin en un contexto social en

    franca descomposicin.

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    4. Si a lo popular se contrapone lo elitista, y a lo hegemnico lo contrahe-

    gemnico, podemos suponer que los grupos subalternos de la sociedad

    tienen la posibilidad de constituirse en sujetos sociales como seres

    actuantes conscientes de su especificidad multidimensional (histrica,

    poltica, de clase), capaces de generar propuestas que incidan en el

    campo cultural y las relaciones sociales, expresndose como prcticas

    que tienden a unificar acciones y experiencias de tipo colectivo, diri-

    gidas hacia la transformacin social a partir de mecanismos originados

    en la vida cotidiana, en la escuela, en la familia, en el barrio y en las

    calles de la ciudad.

    5. La globalizacin, la dependencia y el neoliberalismo determinan las

    modalidades educativas cada vez ms restrictivas y selectivas. Recor-

    demos a Attali (1990) cuando nos habla de los procesos privatizadores

    en la educacin, preguntndose si la educacin no es acaso una nue-

    va mercanca de lujo. Las nuevas corrientes educativas introducen

    parmetros de eficiencia, eficacia, calidad y productividad, bajo la

    ptica de adecuar la educacin a los esquemas productivos, supe-

    ditndola y trasladando las relaciones de subordinacin al saln de

    clases, perdindose el sentido profundamente humano del quehacer

    educativo.

    Finalmente, todos estos supuestos llevan a plantear el caso del graffiti desde

    dos posiciones opuestas: la primera, argumenta que su prctica es la manifes-

    tacin de la conformacin de nuevos sujetos sociales con proyectos de vida

    y lenguajes contestatarios; y la segunda, como una manifestacin incapaz

    de generar alternativa alguna, espontnea y descoordinada, producto de la

    desorientacin y deshumanizacin de la vida moderna.

    Para la elaboracin del presente trabajo, se utilizan referentes conceptuales

    que tienen la funcin no de enmarcar la teorizacin, sino de proporcionar los

    elementos que permitan reconstruir al objeto de estudio constantemente, de

    manera mltiple y con la flexibilidad suficiente como para permitir abordarlo

    desde diferentes ngulos y facetas.

    Se parte para ello de la construccin de modelos terico-metodolgicos

    siguiendo la propuesta de Jaime Castrejn Diez (1994:3-17), a partir de ejes

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    cartesianos en cuyos extremos se ubican conceptos dicotmicos que sirven

    como categoras generales o ideas gua. Cada eje forma un dilema, enten-

    dido como: un argumento de dos posiciones contrarias que conducen a

    una sola conclusin, formando cuadrantes que a su vez pueden ser cruza-

    dos por muchos otros ejes. El resultado de la combinacin de los extremos

    de un cuadrante da por resultado el concepto que est situado entre ambos.

    De esta manera, obtenemos espacios conceptuales mutuos y contrastantes que

    organizan las partes del objeto delimitndolas e integrndolas holsticamente,

    ofreciendo la ventaja adicional de su representacin grfica.

    En un primer modelo, se trabaja en torno a la idea de una cultura do-

    minante o hegemnica enfrentada a una contracultura que rechaza o refun-

    cionaliza los valores convencionales como prcticas de poder y dominacin.

    Este primer eje es cruzado por otro, vertical, donde los valores son uno de

    los pilares fundamentales para un sistema que amenaza a cada momento

    con derrumbarse, siendo necesarios para su continuidad y legitimacin. De

    acuerdo con Ana Hirsch (1999:1-22) son: concepciones de lo deseable que

    influyen en el pensamiento selectivo. Siguiendo a la misma autora, podemos

    decir que los valores son al mismo tiempo: universales (inherentes a toda la

    humanidad) y particulares (referentes a un grupo o contexto particulares);

    cognoscitivos (que tienen que ver con lo razonado) y afectivos (que se rela-

    cionan con los sentimientos y emociones); explcitos (expresados en juicios

    de valor) e implcitos (expresados en conductas o actitudes), y pueden ser

    positivos o negativos segn los diferentes contextos. As mismo, los valores

    norman, determinan, integran, adaptan, justifican y racionalizan conductas

    y acciones tanto individuales como colectivas.

    La cultura hegemnica parte del concepto gramsciano de bloque histrico,

    como la interrelacin que se establece entre estructura y superestructura, y

    que Bordieu retoma ms tarde para hablar de cultura hegemnica y culturas

    subalternas. Con estos contenidos, el primer modelo queda de la siguiente

    forma:

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    Educacin y valores

    Autoritarismo y represin Democracia de la inclusin y la heterogeneidad

    Cultura Multiculturalidadhegemnica Contracultura Culturas alternativas

    Democracia burguesa Movimientos extremistasCiudadana pasiva

    Antivalores y deseducacin

    El segundo modelo de trabajo tiene como extremos del eje principal la moder-

    nidad y la posmodernidad, entendidas como un proceso dialctico inherente

    al desarrollo del capitalismo, con la razn instrumental orientada a fines prc-

    ticos, basada en una tecnologizacin selectiva y desigual de los procesos no

    slo de produccin sino de vida, y que ha trado consigo, paradjicamente,

    una irracionalidad desenfrenada que no reconoce aquello que le es ajeno,

    negando a la racionalidad valorativa . As, la posmodernidad surge como una

    crtica a todos los efectos negativos de la democracia burguesa en donde el

    mercado y el consumo son el fin ltimo (Giroux,1996). El modelo en cuestin

    queda as:

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    Racionalidad valorativa

    tica ciudadana Nuevas utopas

    Modernidad Posmodernidad

    Efectos no previstos Lgica del mercado

    Racionalidad instrumental

    Un tercer modelo tiene que ver con las tensiones que se producen entre la

    modernidad y las identidades culturales, as como las relaciones entre dichos

    elementos y la emergencia de nuevos sujetos sociales, en el contexto de una

    sociedad globalizada y una economa neoliberal donde predominan el some-

    timiento y la manipulacin de las muchedumbres, limitando la incorporacin

    de nuevos sujetos sociales.

    La particularidad de este ltimo modelo es que en la convergencia de los

    ejes he ubicado un rea denominada espacio de hibridacin, multitemporal

    y multidimensional, en el que se mezclan elementos de toda ndole. Lo hbrido

    (el cruce de dos o ms especies distintas) es entendido como aquello que se

    produce a partir de elementos de distinta naturaleza que incluso no tengan

    compatibilidad alguna. Las hibridaciones pueden ser forzadas o convenidas,

    pero el resultado siempre ser el mismo: imprevisto e inesperado. En la hibri-

    dacin social, los procesos convencionales de reproduccin y mantenimiento

    social quedan suspendidos, los mecanismos convencionales se transforman y

    se da paso a situaciones inditas:

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    Proyectos incluyentes

    Liberacin Masa y muchedumbre

    Identidad cultural Desidentidad

    Nuevos sujetos sociales Sometimiento

    Neoliberalismo y globalizacin

    A partir de estos modelos se presentan los elementos tericos para la adqui-

    sicin de conceptos que ayudan a reinterpretar y valorar bajo una nueva luz

    a las cuestiones culturales, en la extensin amplia de su significado.

    Hay tres partes fundamentales del trabajo que tienen que ver con la elec-

    cin del objeto de estudio, y con la forma de explicar y pensar a la sociologa

    de la educacin desde el referente particular del investigador, de acuerdo a

    sus experiencias formativas y vivenciales.

    La primera parte obedece a la necesidad de plantearse el problema de

    la conceptuacin de los trminos modernidad-posmodernidad, partiendo

    de cuatro posturas bsicas: a) las que consideran a la modernidad como un

    proyecto inconcluso (caso de Habermas); b) como una forma que, llegada a

    sus lmites, se ha agotado (postura de Lyotard); c) como un proceso dialctico

    que genera su propia crtica desde el posmodernismo (postura de Giroux); y

    d) las que se ubican en lecturas del contexto latinoamericano, representadas

    aqu por una serie de autores que coinciden en cuestionarse si Latinoamrica

    ha pasado por un proceso de modernizacin, o si sta adquiere caractersticas

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    particulares de acuerdo a sus condiciones histricas y culturales propias (por

    ejemplo, Garca Canclini y Abraham Magendzo).

    En la segunda parte, se retoma la produccin terica de Gramsci por

    sus importantes aportaciones al estudio de las relaciones entre lo estructural

    y lo superestructural, y a su definicin de lo educativo dentro de la esfera

    de lo cultural; mientras que la sociologa de Pierre Bordieu y Garca Canclini

    proporcionan los elementos de anlisis social dentro de los amplios campos

    culturales enmarcados en la produccin, distribucin y consumo de bienes,

    a partir de dos conceptos bourderianos: campo y hbitus, que se explican ms

    adelante.

    Las propuestas tericas de Paulo Freire, H. Giroux, A. Magendzo, Ma-

    claren, Libaneo, Daz Barriga, etctera, fundamentan la explicacin sobre la

    educacin y la escuela como espacios concretos con prcticas cotidianas con-

    flictivas, y tambin como factores de reproduccin, de resistencia y de lugar

    alternativo para la construccin de la democracia.

    En tercer lugar, se recurre a la literatura nacional y el testimonio visual

    fotogrfico con autores de la narrativa contempornea, quienes nos develan

    aspectos que por su aparente insignificancia o cotidianidad pasan inadvertidos

    para la investigacin tradicional. Se recuperan textos de novelistas, cuentistas,

    poetas, periodistas y articulistas.

    En Las reglas del arte, Bordieu reflexiona acerca de la literatura y las

    diferentes maneras de leer. Se puede leer el texto de forma literaria, pero tam-

    bin nos podemos acercar a l desde perspectivas de anlisis e interpretacin

    cercanas a la hermenutica, o podemos explicarlo sociolgicamente desde

    referentes variados. En una entrevista publicada en el diario El Nacional,

    Bordieu (1998) afirma:

    Se trata de encontrar en las obras literarias indicadores que puedan orientar

    la investigacin hacia aspectos que generalmente no se toman en cuenta

    dentro de las ciencias sociales, sobre todo aquellas dominadas por la pro-

    fesin de fe positivista. Creo que el trabajo del socilogo puede contribuir

    a enriquecer la vida literaria, como la fotografa enriqueci la pintura que

    se hizo a fines del siglo pasado y principios de este.

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    De hecho, los estudios sociolgicos basados en las literaturas nacionales han

    cobrado auge sobre todo en la ltima dcada (Bordieu, 1998), bajo la idea de

    aprovechar la riqueza literaria en cuanto al manejo de categoras tales como

    tiempo, lugar, espacio, etctera.

    Desde una perspectiva sociolgica amplia, el graffiti aparece como una

    manifestacin de procesos profundos que operan en la sociedad actual y que no

    son fciles de distinguir por encontrarse ocultos en la dinmica social, misma

    que percibimos de manera cotidiana. Para acercarnos a l, ubicamos dos niveles

    de abstraccin: uno, de referentes conceptuales que nos permiten alumbrar

    los procesos descritos en su relacin mutua, contradictoria y dialctica dentro

    de los diferentes campos en que se presentan; en el otro nivel, la atencin se

    dirige hacia los posibles significados y cdigos, dentro de un entorno urbano

    inaprensible e inenarrable debido a su multiplicidad y complejidad. La foto-

    grafa que como instrumento y tcnica de investigacin adquiere un creciente

    reconocimiento en la investigacin social, pues es una excelente fuente de datos

    que combina lo intersubjetivo con lo objetivo oscila entre los dos niveles,

    ya que tiene que ver tanto con la produccin material y objetiva del grupo

    como con el sentido y subjetividad del hecho en s.

    La parte metodolgica inicia con tres preguntas: cul es la relacin que

    existe entre el graffiti, los procesos educativos y la identidad cultural? Cul

    es el sentido de esta actividad? Qu significados se esconden tras los diseos

    plasmados en la pared? Para poder responder, se aborda a la investigacin

    que se realiza desde la cotidianidad, recurriendo a todo tipo de informantes

    para la obtencin de datos, pues el graffiti, como fenmeno social, ofrece

    rasgos particulares que orientan y determinan en gran medida las formas

    de acercamiento y estrategias a seguir. Tiene una estructura que pretende

    acercarse a fenmenos culturales que son hbridos y, por lo tanto, mutantes.

    Dada la naturaleza del objeto de estudio, ms que describir, lo que se intenta

    es dar evidencia de toda la problemtica que subyace en el fondo del graffiti,

    para comprender su sentido, entendiendo por comprensin: un conocimiento

    profundo de la realidad.

    La intencin del trabajo es entender al graffiti como una manifestacin

    discursiva, contrapuesta al discurso hegemnico, desde sujetos sociales in-

    mersos en una dinmica contradictoria de lucha por la apropiacin y creacin

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    de espacios. As, la informacin obtenida a travs del relato y la imagen, en

    el trabajo de campo, tratan de dar un enfoque amplio al combinar el discurso

    terico con el relato y la narracin literarios, as como con el testimonio de la

    gente y sus experiencias cotidianas.

    De acuerdo con Taylor y Bodgan (1990:15), por metodologa entendere-

    mos el modo en que enfocamos los problemas y buscamos las respuestas,

    es decir, las estrategias que utilizamos para el conocimiento sobre un objeto

    de estudio en particular. Cuando hablamos de lo cualitativo nos referimos al

    tipo de investigacin que obtiene y produce datos descriptivos, generando

    interpretaciones originadas en la perspectiva de los sujetos a quienes queremos

    investigar, incluyendo las posturas del mismo investigador. Sin embargo, se

    trata de ir ms all de lo cualitativo tradicional, buscando tambin explicar las

    causas econmicas, polticas, sociales y culturales que subyacen en el fondo

    de la problemtica.

    Se abord el problema en tres pasos progresivos:

    1. La ubicacin y contacto con el graffiti y sus nebulosos alrededores.

    2. La obtencin de la informacin visual y verbal.

    3. La interpretacin y explicacin de lo obtenido en el campo, confron-

    tndolo con los aspectos tericos.

    Los dos primeros puntos se realizaron sin seguir una gua determinada, apro-

    vechando, en cambio, el deambular al que nos vemos obligados para desem-

    pear nuestras actividades cotidianas junto con los seres que nos rodean. Mi

    esposa, que labora como prefecta en una escuela de nivel medio en el norte

    de la ciudad, fue una informante clave que me acerc a la problemtica del

    graffiti desde la institucin escolar, as como mis amigos y amigos de mis ami-

    gos, primos, sobrinos, los vecinos de mi calle, mis alumnos en la Universidad

    Pedaggica Nacional, depositarios todos ellos de la llamada cultura nacional

    (si es que hay algo a lo que as podamos nombrar), constituyeron una fuente

    de primera mano.

    A esta variedad de testimonios los divid en tres grupos: El primero se

    conform por las experiencias de mi esposa y sus dos compaeros prefectos,

    que como encargados de la disciplina de un plantel, me facilitaron un ejemplo

    del punto de vista de la autoridad de viva voz. Mi esposa, pasante de la

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    unam y egresada de la preparatoria popular Mrtires de Tacubaya, tena,

    por lo general una visin ms crtica o reflexiva acerca de lo que se entiende por

    disciplina, mientras que los otros dos prefectos, uno de ellos con escolaridad

    de secundaria y el otro egresado de un bachillerato tecnolgico, asuman de

    manera ms vertical las rdenes de la direccin de la secundaria. Esto me

    permiti contrastar puntos de vista diferentes de sujetos con un mismo rol,

    sobre un mismo hecho. Al respecto, conservo un pequeo archivo de narracio-

    nes entre las que destaca la del caso de un alumno de tercer ao que desert

    de la escuela y huy de su casa para integrarse a una banda de graffiteros de

    Bosques de Aragn.

    El segundo estuvo conformado por mis vecinos, amigos y parientes

    cercanos, grupo por lo dems heterogneo y diverso, que me dio el contexto

    cotidiano y contradictorio sobre el significado social del graffiti. Dentro de

    este conglomerado, conoc y me relacion con varios graffiteros de mi colonia.

    Uno de ellos, Omar alias la Rata, acab hacindose novio de mi sobrina, pin-

    tando un graffiti en su cuarto, dentro del departamento de mi hermana. A

    este segundo grupo tambin corresponde el crew (colectivo de graffiteros)

    que pint la fachada de mi casa, como se aprecia en algunas de las fotos que

    se incluyen en la parte visual de la investigacin.

    El tercer grupo se compuso por mis alumnos de la upn, todos ellos maes-

    tros en servicio de primarias y secundarias pertenecientes a la sep. Su visin

    como profesores y a la vez como padres de familia o como transentes fue

    interesante, pues, revestidos con las caractersticas de su actividad docente,

    se centraban sobre las polticas y los procesos educativos, la gestin y el papel

    de las autoridades, la relacin escuela-comunidad, el deterioro econmico y

    social, y la problemtica familiar de sus alumnos, dando opiniones y explica-

    ciones desde esas perspectivas.

    El escenario urbano fue el insumo principal. Con la cmara fotogrfica

    bajo el brazo, me detena constantemente interrumpiendo mi trayecto ante

    las paredes pintadas, e invariablemente se me acercaba la gente. Despus de

    explicarles el motivo de mi actividad, por lo general, se mostraban solcitos y

    cooperativos y me daban toda clase de opiniones sobre el tema, sealndome

    dnde haba graffiti que yo an no registraba, o proporcionndome seas de

    quienes los realizaban.

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    Pero tambin existe la desconfianza. A manera de ejemplo citar dos

    sucesos: En cierta ocasin, recorriendo en mi bicicleta las calles de la Colonia

    Vallejo me detuve con un pequeo grupo de jvenes que platicaban en una

    esquina. Apenas estaba hablando con ellos, cuando de la casa de enfrente

    sali una seora amenazante, gritndome que yo era un polica que andaba

    de delator. Los chavos me vieron inquisitoriamente, y antes de que me diera

    cuenta me empezaron a rodear. Sin ms trmite, emprend la huida.

    En la colonia Panamericana me sucedi algo similar aunque ah s hubo

    final feliz. Tomando fotos de graffiti ubicados en las inmediaciones de la

    iglesia del lugar, not a un grupo de personas que me observaba con insis-

    tencia. Despus de unos minutos se me acercaron y me dijeron que en un

    primer momento pensaron que yo era la persona que en los ltimos das se

    haba dedicado a robarse las palomas, destruir las bancas y otros desmanes.

    Despus de aclarar la situacin, los fotografi (ellos me lo solicitaron), saliendo

    en primer plano tres habitantes con el fondo de un graffiti pintado en el atrio

    que dice: La Pana, mi barrio loco y mi vida pobre (ver pag. 146).

    En otras ocasiones, tuve la suerte de encontrarme con graffiteros en ple-

    na faena. Platicaba con ellos de manera totalmente informal, no slo de su

    experiencia urbana, sino incluso del sentir de sus vidas. Varias veces me toc

    intervenir cuando la polica trat de detener a los jvenes (y a m tambin), de

    forma violenta y sin justificacin alguna. Debo mencionar que estas experiencias

    fueron a plena luz del da, ya que estos muchachos contaban con el permiso de

    los dueos de los inmuebles. Los graffiti elaborados sin permiso sobre los muros

    de casas y otras propiedades privadas, se realizan por lo general al amparo de

    las sombras y la oscuridad, y es verdaderamente difcil testificarlos.

    Aun cuando estos ejemplos sean anecdticos, develan esa parte de la investi-

    gacin que permanece oculta: su dimensin humana, azarosa, vivencial, siempre

    presente y determinante en el producto final, y que por lo general se obvia.

    Las plticas, tanto grupales como individuales, se efectuaron durante las

    reuniones informales con los graffiteros, con el objetivo de obtener la mayor

    informacin posible sobre su organizacin, lenguaje, relaciones con otros

    grupos, con la escuela, la autoridad pblica y el medio urbano en general.

    El tercer punto consiste en un ejercicio libre, de reflexin y hermenusis,

    practicado por el investigador y el lector, a partir de la tcnica del montaje

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    (Taylor y Bodgan, 1990), relacionando palabras con imgenes, utilizando a

    la fotografa y a la narrativa como documentos multidimensionales, cuestio-

    nando y enriqueciendo las formas tradicionales de ver la realidad. Texto y

    fotografa se acompaan mutua y sincrnicamente. Si la imagen representa

    algo, su significado ser determinado en gran medida por las palabras que le

    dan una dimensin especfica; a la inversa, el texto transforma sus mensajes

    cuando la imagen le da una perspectiva de tipo visual que antes no tena. Esto

    permite al investigador resaltar determinados aspectos, obviarlos, hacerlos

    visibles, aun cuando siempre han estado ah, camuflajeados y mimetizados en

    la cotidianidad. Taylor y Bodgan (1990:148) sealan:

    Las imgenes pueden tomar el lugar de las palabras o por lo menos trans-

    mitir algo que las palabras no pueden. Por cierto, al lector de un estudio

    cualitativo la imagen le proporciona la sensacin de estar ah, viendo

    directamente al escenario y las personas. Ha habido asimismo trabajos

    publicados en peridicos tales como Qualitative Sociology que consistan

    solamente en imgenes sin ningn comentario o anlisis.

    El valor testimonial de la narracin y la fotografa son similares, aunque se dan

    en dos niveles diferentes: el de las palabras y el de las imgenes; sin embargo,

    las palabras evocan imgenes y viceversa; este ir y venir del sonido al color

    y de ah a los significados, es un movimiento dialctico que se establece con

    el sujeto como mediador de ambos.

    La imagen, tanto narrativa como literaria, tiene un alto valor sociolgico:

    en la dinmica o la inmovilidad de las figuras se devela lo desconocido, se

    descubren gestos imperceptibles, actitudes veladas, situaciones aparentemente

    comunes, pero inverosmiles, colores, sombras, fantasmas y texturas que crean

    atmsferas reveladoras.

    Nos dice Garca Canclini (1979:10):

    Prctica extracotidiana, la fotografa solemniza lo cotidiano, subraya la

    superacin de la rutina, el alejamiento de lo habitual. Nadie fotografa su

    propia casa, salvo que la haya reformado y quiera testimoniar un cambio;

    por lo mismo, nos asombra el turista que se detiene a sacar una fotografa

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    de lo que vemos todos los das. La fotografa es una actividad familiar

    destinada a consagrar lo no familiar.

    Con esta tcnica, la metodologa se enriquece y diversifica: de la ciencia social

    se pasa a la creacin artstica, pues los resultados estticos de foto y texto dan

    lugar a formas de conocimiento que se componen por mltiples escenarios, que

    se reacomodan y adquieren significados diferentes a los convencionales.

    El primer captulo de esta investigacin aborda el tema de la modernidad-

    posmodernidad, centrndose en dos aspectos: su conceptuacin histrica y

    el debate que se da alrededor de ambos conceptos. Debido a los mltiples

    enfoques y posturas existentes en la produccin terica, no se trat de abar-

    carlas todas, al contrario, el tratamiento se limit slo a algunos autores que,

    para fines de estudio, divid en cuatro posturas bsicas, de las cuales la ltima

    es una construccin intentada por m, a partir de la propuesta de un trmi-

    no definitorio (la desmodernidad) que permear la investigacin de manera

    transversal.

    En el segundo captulo hago la caracterizacin del Mxico actual como

    un pas desmoderno, sometido a fuerzas y procesos que abordo desde tres

    grandes temas: La dependencia, como un fenmeno vigente y determinante

    en nuestra fisionoma actual; el neoliberalismo, como la corriente econmica

    prevaleciente en el entorno internacional; y la globalizacin, como el pro-

    ceso de planetarizacin y mundializacin de los estados-nacin. Estos tres

    aspectos proporcionan los elementos para la caracterizacin de la educacin

    en la historia de Mxico, desde la perspectiva de las polticas educativas y la

    conformacin de la cultura nacional como parte de nuestra identidad.

    En el tercer captulo se realiza el anlisis de los procesos educativos des-

    de la perspectiva de lo mexicano como una forma de identidad cultural

    promovida desde la escuela, dirigida hacia la formacin de un ciudadano

    mexicano, dentro de la bsqueda de la integracin y la unidad nacionales.

    La educacin, como proceso de conformacin de las identidades, desborda el

    mbito educativo y se extiende hacia la sociedad en su conjunto, por lo que

    se consider en este punto abordarla en sus aspectos tanto formales como

    informales, poniendo nfasis en los medios masivos de comunicacin, por el

    gran peso y presencia que han adquirido.

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    Al cuestionarnos sobre los retos que se presentan en la educacin, y que

    tienen que ver con los fenmenos tratados en los dos captulos precedentes,

    presento algunas respuestas de lo que he llamado escuela incluyente o

    posmoderna, dirigida hacia la formacin de un nuevo ciudadano capaz de

    revertir el deterioro no slo de la humanidad, sino del planeta en su conjunto,

    con nuevas utopas en el horizonte histrico.

    En el ltimo captulo se presenta sociolgicamente al graffiti como una

    manifestacin hbrida y posmoderna, que ejerce la crtica a travs de diseos y

    mensajes, producto de una juventud desencantada que responde a la cultura

    oficial y a la violencia institucionalizada. Se divide en dos partes: La primera

    se ocupa de documentar al graffiti, intentando una descripcin que ubica

    sus antecedentes desde la poca de la Colonia e incluso antes, hasta llegar al

    graffiti actual, ntimamente ligado a la corriente contracultural del hip-hop,

    estableciendo una relacin entre sus caractersticas y los diferentes momen-

    tos histricos. A pesar de ser bsicamente una crtica profunda al sistema, el

    graffiti expresa, asimismo, las contradicciones propias de quienes los hacen,

    pues de igual modo se exaltan las actitudes violentas que se convierten en

    pronunciamientos antirracistas, denotndose una gran inconsistencia poltica.

    Entendido como una forma contracultural, se ubica al graffiti histricamente

    en un contexto de lucha contra el discurso hegemnico que se concretiza en

    el espacio urbano en el plano de lo esttico, lo ideolgico y lo poltico, es

    decir, en la superestructura social.

    La segunda parte de este ltimo captulo consiste en la presentacin de

    104 fotografas (81 de graffiti), recopiladas de 1998 a 2001, y que forman par-

    te de un archivo ms amplio, que cuenta con cerca de 300 fotos, todas ellas

    obtenidas con una cmara manual reflex de 35 milmetros.

    La seccin fotogrfica se encuentra, a su vez, dividida en cuatro temticas

    generales: el graffiti, el Mxico desmoderno, la educacin y una parte llamada

    miscelnea. Las fotos son la continuacin de lo escrito a lo largo de todo el

    trabajo, combinndose con una serie de textos tomados de las ms diversas

    fuentes, tratando de resaltar algunos de los planteamientos abordados.

    Finalmente, se encuentra un apartado de consideraciones finales, en donde

    se da una breve explicacin sobre el proceso investigativo, as como algunas

    conclusiones sobre el tema aqu tratado y el trabajo en general.

    Ricardo Buil.indd 29 11/29/05 8:01:22 PM

  • l estar en la frontera entre dos siglos y dos milenios

    nos convierte en una generacin privilegiada, pues tenemos la opor-

    tunidad de ensayar una mirada retrospectiva sobre las sociedades

    modernas, tan complejas, desiguales y contrastantes, al trmino de

    una centuria que vivi los cambios ms acelerados vistos por la huma-

    nidad. Escribe Abel Posse (1999):

    Ya cesa un siglo extraordinario fascinante, criminal, creativo tal

    vez slo comparable con el IV y el del Renacimiento. Es como si

    la historia hubiese recorrido un tedioso trmite hasta desembocar

    en el tiempo donde se concretaron todos los extremos y se pusie-

    ron a prueba los sueos y pesadillas. Nunca pasaron ms cosas

    en siglo alguno. Nunca un siglo en que el hombre el cado, el

    desdichado de la creacin pudiera poner un dedo en el gatillo

    nuclear y autoaniquilarse en media hora de guerra. El hombre

    comprob qu era atosigarse con el rbol de la Ciencia.

    C A P T U L O I

    MODERNIDAD Y POSMODERNIDAD A PRINCIPIOS DEL MILENIO

    Muchos pueblos y civilizaciones se llaman a s mismos con el nombre de un dios, una virtud, un destino, una fraternidad: Islam, judos, nipones,

    tenochcas, arios, etc. Cada uno de esos nombres es una suerte de piedra de fundacin, un pacto con la permanencia. Nuestro tiempo es el nico que ha escogido

    como nombre un adjetivo vaco: moderno. Como los tiempos modernos estn condenados a dejar de serlo, llamarse as equivale a no tener nombre propio.

    Octavio Paz

    E

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    El hombre moderno con el gatillo nuclear en la mano. Sugerente imagen que

    nos lleva a preguntarnos: qu es la modernidad? Cuando se habla de moder-

    nidad, desde las ciencias sociales, es necesario acotar y precisar el trmino,

    pues aparte de que abarca una amplia variedad de situaciones que ataen a la

    totalidad de los aspectos de la vida actual, puede verse desde varios enfoques.

    Aqu nos interesa resaltar dos elementos: el de su conceptuacin histrica,

    y el de la discusin que se ha generado a su alrededor, misma que la ubica en

    el centro de un gran debate.

    Como proyecto histrico, aparece propiamente desde el siglo xviii, aun

    cuando empez a prefigurarse desde mucho tiempo atrs. Pero es en El Siglo

    de las Luces cuando toma cuerpo con el ascenso de la burguesa como nueva

    clase hegemnica. As, nace vinculada directamente a un ideario poltico,

    obedeciendo a las necesidades del desarrollo de las fuerzas productivas, que

    a su vez impulsan a la sociedad en su conjunto.

    La modernidad se va formando y construyendo a partir de sucesivas mo-

    dernizaciones que van adecuando y generando las condiciones para la per-

    manencia del proyecto. Se distingue as modernidad de modernizacin en el

    sentido de que la segunda constituye a los procesos particulares y especficos

    que se dan dentro de los diferentes campos, mientras que la primera es el

    resultado conjunto de todos esos procesos. Sustentada en la racionalidad ins-

    trumental ha producido una serie de efectos tal vez insospechados contra-

    rios a su discurso, entre los que destaca la exclusin de cuando menos cuatro

    quintas partes de la poblacin mundial.

    La posmodernidad, su contraparte, surge aqu de manera contradictoria:

    como una respuesta mltiple, inconexa, catica, individualista y reaccio-

    naria; o como una crtica que hace nfasis en cuestionar los resultados de

    la modernidad, asumiendo la creacin de proyectos colectivos diferentes o

    alternativos.

    Lo expuesto pretende proporcionar los elementos contextuales de entrada

    para la explicacin amplia del proceso de construccin de las identidades, en

    relacin con la educacin y los movimientos culturales y contraculturales que

    se definen ms adelante.

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    LA MODERNIDAD COMO CATEGORA HISTRICA

    Y vi de reojo a la Bestia con siete cabezas y diez cuernos, y entre sus cuernos diademas Y la gente le aplauda y le tomaba fotos y videos, y grababa sus declaraciones exclusivas, mientras, con claridad que habra

    de tornarse bruma dolorosa, llegaba a m el conocimiento postrero: la pesadilla ms atroz es aquella que nos excluye definitivamente.

    Carlos Monsivis

    Conforme nos acercamos a la terminacin del milenio, simultneamente llega

    a su fin una amplia variedad de aspectos de la vida moderna: fin del Estado

    benefactor, fin de la Guerra Fra, fin del socialismo, fin de la historia, de las

    utopas, etctera; pero parece ser que tambin arribamos a la era de los inicios:

    el principio de la globalizacin sin retorno, el neoliberalismo como nueva

    tendencia mundial, el inicio del mundo multimedia, el arribo de la tecnocracia

    al poder mundial. stos son slo algunos aspectos de la multitud casi infinita

    de elementos que conforman el catico escenario actual.

    Con el trmino de la Guerra Fra, desde la dcada de los ochenta se ha

    difundido un nuevo postulado ideolgico y una construccin terica pol-

    mica que trata de explicar a la sociedad de fin de milenio: la teora de la mo-

    dernidad. Llevando a cabo un ejercicio de autorreflexin, la modernidad se

    justifica a s misma desde Occidente, declarndose inacabada y perfectible.

    Como fenmeno estudiado por la sociologa, la modernidad aparece dialc-

    tica y contradictoriamente constituida por procesos modernizadores que se

    sustentan en la racionalidad instrumental, expresada en grandes avances

    cientficos y tecnolgicos orientados y aplicados, en primera instancia, a los

    procesos productivos, junto a la eliminacin paulatina del ethos social que le

    dio origen en la Ilustracin.

    Modernizacin y racionalidad

    Los acelerados procesos de modernizacin le van dando un nuevo rostro a

    la sociedad, caracterizando de manera contradictoria a la modernidad. Los

    efectos irracionales provocados por la racionalidad producen contrastes irre-

    conciliables, de tal forma que, a escasos kilmetros de la capital de cualquier

    pas dependiente, podemos encontrar formas de vida comunitaria marginales y

    ajenas en esencia al modo de produccin capitalista. Y en las mismas ciudades,

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    la emergencia de nuevos sujetos sociales crea nuevas redes de comunicacin y

    de confrontacin desconocidas que complican las relaciones sociales.

    En los campos culturales como la literatura o la pintura, los procesos

    modernizadores son una constante que dinamiza a los elementos que los

    conforman, de manera ms evidente que en otros campos. Sin embargo, la

    modernizacin tambin aparece en momentos intermitentes o continuos de

    la historia, constituyndose en un proceso de transformacin por medio

    de rupturas o continuidades.

    Para Horst Kurnitzky (1994), la modernizacin consiste bsicamente en

    los cambios de una sociedad que se distingue de la pasada por la elaboracin

    de un concepto ms universal de mundo, distinguindola de la modernidad

    en el sentido que adquiere esta ltima como categora histrica, que se perfila

    desde los importantes cambios que registran las diferentes historiografas a

    partir del fin de la Edad Media y los inicios del Renacimiento.

    Es importante sealar aqu la modernizacin de los conceptos filosfi-

    cos que dejan atrs a la escolstica como visin predominante, sustituida

    paulatinamente por la racionalidad instrumental mediante el nominalismo

    y el probabilismo, antecedente que sent Duns Escoto y sus conceptos de lo

    individual (haecceitas) y de la razn (a priori y a posteriori), convirtindose

    en uno de los precursores del pensamiento cientfico. Por su parte, Guiller-

    mo De Occam moderniza y le da un nuevo rumbo a la filosofa, pasando de

    la ontologa a la gnoseologa, al afirmar que los conceptos, las palabras y los

    nombres slo son una representacin mltiple de lo observable, sentando las

    bases del empirismo y, posteriormente, del probabilismo. Ambos filsofos y

    Descartes ms adelante con la idea de fundamentar las ciencias de su poca a

    partir de una concepcin ontolgica y gnoseolgica expresada en su mtodo

    de la duda metdica protagonizan procesos modernizadores en la esfera del

    pensamiento, al retomar la necesidad, ya planteada desde el mundo clsico

    antiguo, de darle un sustento al proceso del conocimiento mediante la razn

    como ente universal.

    Cuando la ciencia empieza a sustituir paulatinamente a la fe, la raciona-

    lidad se convierte en el eje de la modernidad; pero es en un tipo especfico de

    racionalidad en el que se sustenta: la racionalidad instrumental. Ana Hirsch

    (1997) seala cuando menos tres tipos de racionalidad: absoluta, instrumental

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    y valorativa. La primera, se origina en los pensadores socrticos y se entiende

    como orden universal y como capacidad pensante del ser humano, orientada a

    la armona entre hombre y cosmos. La segunda, aparece a partir del siglo xviii

    con la revolucin industrial y el movimiento ilustrado, ligndose directamente

    a los procesos productivos y econmicos, dirigindose hacia la adecuacin

    de los medios a los fines. Durante el siglo de las luces, Kant, uno de sus

    filsofos ms representativos, introduce como elemento de la Ilustracin a la

    razn dentro de la esfera de la autoridad y la obediencia, es decir, como in-

    teriorizacin de la autoridad )Foucault, 1988), para dejar a un lado lo que l

    llam inmadurez, refirindose a la voluntad de dejarnos conducir hacia un

    mundo regido por la razn del ser. Para Kant, la Ilustracin se presenta no

    como un inicio, sino como una salida y la posibilidad de que el uso de la razn

    sea la base del contrato social. Esto lo llev a distinguir entre el uso pblico y

    el uso privado de la razn, correspondientes al Estado y al individuo respecti-

    vamente, proponindole a Federico II una especie de despotismo ilustrado,

    como garanta de la obediencia civil (Foucault, 1988).

    La tercera, es aquella que forma parte del ethos del contrato social es-

    tablecido por la sociedad, y que es necesaria para la convivencialidad de los

    diferentes grupos. Esta racionalidad se basa en la solidaridad, la tolerancia, el

    respeto a la diversidad y la diferencia, la igualdad, la equidad, la justicia, la

    libertad, etctera, dejndosele de lado o dndosele un significado diferen-

    te en el contexto de un desarrollo capitalista que no necesita de parmetros

    ticos y morales.

    En la modernidad, la racionalidad valorativa es anulada por la racionalidad

    instrumental. La defensa de los valores se convierte entonces en contraparte

    de los procesos modernizadores, a los que cuestiona continuamente. Ana

    Hirsch (1997:20) afirma:

    La racionalidad instrumental como adecuacin de los medios a los fines;

    sin discusin pblica de estos ltimos es hegemnica y permea todos los

    mbitos de la vida social, entre ellos la educacin. Ha dejado fuera aspectos

    indispensables como son el papel de la historia y de las ideologas (tanto para

    reconocer los acontecimientos del pasado como para interpretar el futuro

    posible); las contradicciones y conflictos, los valores y la concertacin de

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    fines y proyectos sociales, al sujeto y su identidad (individual, colectiva y

    nacional) y a procesos afectivos y espirituales. Todo ello conforma lo que

    podramos acotar como racionalidad valorativa y que durante los ltimos

    siglos ha fundamentado parte de la lucha social. El predominio de la ra-

    cionalidad instrumental se ha sustentado en el dominio de occidente por

    sobre las otras civilizaciones.

    Podemos resumir los tres tipos de racionalidad de la siguiente forma:

    1. Racionalidad absoluta:

    a) Proviene de los grandes sistemas filosficos.

    b) Se fundamenta en la unidad del ser y la conciencia.

    c) Entiende a la razn como facultad pensante y universal.

    d) Predomina hasta antes del siglo xviii.

    2. Racionalidad instrumental:

    a) Surge con la Ilustracin y la Revolucin Industrial.

    b) Busca adecuar los medios a los fines, sin previa discusin pblica.

    c) Sus fines ltimos son compatibles entre s.

    d) Se presenta a s misma como cientfica y tecnolgica.

    e) La realidad es objetiva.

    f) Lo subjetivo se rechaza.

    g) Se convierte en irracional (Escuela de Frankfurt).

    3. Racionalidad valorativa:

    a) Est disociada por la hegemona de la racionalidad instrumental.

    b) Es terica, histrica y dialctica.

    c) Es singular respecto al individuo.

    d) Es histrica en relacin con una poca.

    e) Busca reconciliar al mundo con el ser humano y a los saberes con los

    valores.

    f) Es relativa y cambiante.

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    Para Kurnitzky (1999), el problema de la modernidad basada en la raciona-

    lidad instrumental se vincula directamente con el mercado neoliberal y sus

    efectos perversos sobre las clases y las sociedades desposedas. El consumo y

    las mercancas han sustituido a las grandes utopas sociales, producindose

    efectos contrarios a los planteados por el Humanismo durante el Renacimiento

    y durante el Iluminismo del siglo xviii.

    La modernizacin alude a los procesos concretos que conforman el paso de

    una sociedad tradicional a una sociedad moderna, con tradiciones que desa-

    parecen o se fusionan con nuevas prcticas que a su vez producen nuevas

    tradiciones. Habermas (1988:12) afirma respecto a la modernizacin:

    se refiere a una gavilla de procesos acumulativos y que se refuerzan

    mutuamente; a la formacin de capital y a la movilizacin de recursos; al

    desarrollo de las fuerzas productivas y al incremento de la productividad

    del trabajo; a la implantacin de poderes polticos centralizados y al desa-

    rrollo de identidades nacionales; a la difusin-desecularizacin de valores

    y normas.

    Los parmetros que guan a los procesos modernizadores en la actualidad,

    pueden ser descritos, segn George Ritzer citado por Michelle Chauvert

    (1997:7), como los de la macdonaldizacin de la sociedad, que es: el pro-

    ceso mediante el cual los principios del restaurante de comida rpida estn

    dominando ms y ms sectores de la sociedad americana, al igual que en el

    resto del mundo. La oferta de bienes y servicios est regida por los parmetros

    de eficiencia, cuantificacin, previsivilidad y control, cuyos resultados son la

    irracionalidad de la racionalidad.

    Esta macdonaldizacin de la sociedad tiene que ver con dos factores

    determinantes en lo moderno-posmoderno: la separacin, o fractura entre

    tiempo y espacio, y los lmites entre lo pblico y lo privado.

    En las sociedades ms tradicionales, la relacin tiempo-espacio constituye

    una unidad que mantiene su cohesin mediante prcticas sociales aceptadas

    o legitimadas, lo que brinda una continuidad que permite la permanencia.

    Pero los procesos modernizadores modifican a muchas de estas prcticas y

    la relacin espacio-temporal se distorsiona, se contrae y se tuerce, hasta que

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    llega a romperse. El nacimiento del ciberespacio, la posibilidad de acercar lo

    lejano de manera instantnea, el poder cambiar la ausencia por la presencia,

    han transformado los parmetros de nuestra relacin inmersa en un trans-

    currir constante al que ya no le encontramos significacin. Los impactos de

    la tecnologa en los medios masivos e interpersonales de comunicacin nos

    llevan a lo que Melluci (1996) llama la deslocalizacin, la planetarizacin

    y la presentificacin del tiempo, como elementos propios de la competencia

    entre megaempresas multinacionales, para alcanzar el dominio de mercados

    cada vez ms amplios y homogneos en cuanto a sus gustos y necesidades de

    consumo.

    Los cambios tecnolgicos son, en ltima instancia, el elemento fundamen-

    tal de la modernizacin, pues las aceleradas transformaciones que producen

    en el mbito de las fuerzas productivas se reflejan en las relaciones sociales,

    aun cuando beneficios y efectos no calculados se distribuyen con un alto

    grado de diferenciacin.1

    Las cuestiones ticas sobre los usos y destinos de los adelantos cientfico-

    tecnolgicos, nos llevan al terreno de lo pblico y lo privado.

    El hecho de que los grupos hegemnicos y las condiciones del mercado

    determinen los avances y usos de los adelantos generados por la investigacin

    cientfica, plantea el reconocimiento de la responsabilidad por las conse-

    cuencias imprevisibles de su aplicacin; pero, sobre todo, alude a la cuestin

    de la ciencia como un bien pblico al servicio de los intereses privados.

    En el campo de la biotecnologa, la manipulacin gentica, por ejemplo,

    ha hecho posible la antiutopa de un mundo feliz (como la obra de Aldoux

    Huxley), gracias a la clonacin, procedimiento mediante el cual se pueden

    reproducir rplicas idnticas de aquel individuo de quien tomaron la clula

    original. El congelamiento de cuerpos para ser revividos en un futuro lejano

    (servicio que por lo dems est al alcance slo de quienes posean grandes for-

    tunas, capaces de pagar precios estratosfricos por alcanzar la eternidad), las

    mquinas que sustituyen rganos internos como el hgado o los pulmones; los

    viajes interespaciales, el sexo virtual, etctera, son ejemplos que nos pueden

    parecer sacados de alguna novela de Isaac Asimov o Ray Bradbury; pero son

    una realidad al alcance de la privilegiada lite que detenta el poder.

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    En cambio, en los suburbios de los pases pobres, la supervivencia ad-

    quiere rasgos de tragedia, cuando enfermedades que son fcilmente curables

    y controlables en condiciones dignas de vida, causan un gran nmero de

    vctimas, o cuando un alto porcentaje de la poblacin vive en condiciones

    de pobreza extrema.

    Los usos privados y las aplicaciones pblicas de las innovaciones tec-

    nolgicas, en un contexto de racionalidad que persigue slo la eficacia y

    la eficiencia, son determinados no por las necesidades sociales, sino por las

    necesidades del capital. Los procesos modernizadores tienen la misma orien-

    tacin: adecuar las condiciones generales para un funcionamiento sin lmites

    de la maquinaria econmica.

    La dualidad de los procesos modernizadores

    Podemos mencionar algunos procesos modernizadores que prefiguran y

    conforman la modernidad: en primer lugar, se encuentran las Cruzadas y los

    importantes cambios que generaron al abrir una corriente de comunicacin

    cultural entre dos tipos diferentes de civilizacin; el Renacimiento, que sig-

    nifica la ruptura con el medioevo, la vuelta al antropocentrismo y las nuevas

    ciencias; el descubrimiento de Amrica, y el asombro y estupor que caus

    destruyendo y creando mitos nuevos, generando nuevas relaciones econmicas

    que aceleraron a las fuerzas productivas; la Reforma Protestante, que segn

    Weber es uno de los impulsores del capitalismo; la Revolucin Industrial, que

    transform radicalmente las relaciones sociales con la aparicin de nuevas

    formas de acumulacin y explotacin, provocando los primeros movimientos

    socialistas; y, por ltimo, la Revolucin Francesa, que inaugura a las demo-

    cracias burguesas modernas. Los procesos arriba mencionados tienen un

    denominador comn: modernizan a la sociedad en su conjunto al transformar

    las condiciones materiales y sociales, al tiempo que amplan las concepciones

    y conocimientos que se tienen del mundo.

    Immanuel Wallerstein (1995:15), quien afirma que no hay una, sino dos

    modernidades, contradictorias, indisolubles e irreconciliables, menciona tres

    grandes periodos que configuran al sistema formado por ambas: 1789, 1968 y

    1989-1991. A partir de la confrontacin entre los dos tipos de modernidad: la

    tecnolgica y la de la liberacin, la historia del capitalismo se ha desenvuelto

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    en una simbiosis confusa: Las dos historias; los dos discursos; las dos ges-

    tas; las dos modernidades eran bastante diferentes y aun contrarias una a la

    otra. Ellas estaban, no obstante, histrica y profundamente entrelazadas una

    con otra en modo tal que produjeron una gran confusin, efectos inciertos y

    mucha decepcin y desilusin.

    La Revolucin Francesa, los movimientos estudiantiles del 68 y el de-

    rrumbe del socialismo en 1989-1991, son similares para Wallerstein al haber

    confrontado los dos proyectos, teniendo efectos trascendentes sobre el devenir

    de la sociedad. En el movimiento de la Ilustracin se manifiesta por primera

    vez dicho conflicto, cuando quienes empujaban el proyecto de la modernidad

    tecnolgica, retrocedieron espantados ante el avance de quienes encabezaban

    las luchas polticas y sociales tendientes hacia la democratizacin, mientras

    que en la esfera de la produccin lo que privaba (y priva hoy en da) es el

    fundamentalismo de beneficio individualista, considerado como el sustento

    filosfico del sistema capitalista.

    Durante el 68, la modernidad poltica, contestataria, radical y libertaria,

    cuestion profundamente al sistema capitalista mundial, y la modernidad

    cientfico-tecnolgica se cimbr en sus cimientos, obligando a modificar al-

    gunos mecanismos de regulacin y haciendo desaparecer otros para dar paso

    a nuevas formas de control ms sutiles.

    Pero es en 1989-1991 cuando la modernidad entra en una verdadera

    crisis, pues la desaparicin de la urss y la cada del Muro de Berln, ponen al

    descubierto el verdadero carcter de la economa de mercado y las tendencias

    neoliberales, que en menos de una dcada han desintegrado pases donde

    existan economas planificadas con sistemas polticos ms o menos autori-

    tarios, diseados por poderosas lites burocrticas, alentando nacionalismos

    y fundamentalismos a ultranza, empobrecindolos a niveles de verdadera

    hambruna.

    Las dos modernidades se forman por un doble discurso con categoras

    dicotmicas:

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    Liberacin Sometimiento

    Individualismo Comunitarismo

    Libertad Imposicin

    Bien privado Bien comn

    Naturaleza Razn

    Arte Ciencia

    La dualidad se manifiesta en la exclusin que produce, es decir, tanto la Revo-

    lucin industrial como la Ilustracin o los movimientos de independencia de

    Amrica, no alcanzaron a cambiar las caractersticas de todos los grupos socia-

    les, con desarrollos histricos en algunos casos milenarios, de tal forma que los

    estilos de vida de grandes ncleos continuaron con sus formas tradicionales,

    sobreviviendo en un proceso de hibridacin entre dos o ms formas diferentes

    de cultura y cosmovisiones con contradicciones insalvables entre s.

    Este desdoblamiento plantea comparaciones histricas y espaciales dentro

    del desarrollo de la teora social: mientras que Marx seala la alienacin y el

    fetichismo como fenmenos inherentes a la industrializacin, Weber hace nfasis

    en la racionalidad instrumental-burocrtica y Giddens habla de las estructuras

    duales que rompen la relacin espacio-tiempo, modificando a la accin huma-

    na. Wagner (1998) llega a proponer dos nuevos trminos: modernidad liberal

    restringida, con la utopa burguesa como eje fundamental que se cancela as

    mismo, y modernidad liberal ampliada con los supuestos de una integracin

    total de todos los miembros de la sociedad (acaso una nueva utopa).

    Tanto Habermas (1988) como Magendzo (1996) coinciden en sealar, que

    estas contradicciones ocasionan la separacin entre la modernidad ilustrada

    y los procesos modernizadores, que se independizan y acaban obedeciendo a

    la lgica de acumulacin del capital.

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    La posmodernidad

    Lo posmoderno, retomado aqu como crtica hacia los efectos de una racionali-

    dad instrumental que se sofoca a s misma, aparece como parte de la lgica de

    lo que Mandel (1979), en los aos ochenta, llam capitalismo tardo, y cuyas

    contradicciones en los pases dependientes se manifiestan en un constante

    panorama de depredacin y empobrecimiento, dejando al descubierto un

    nuevo patrn de acumulacin que acelera los procesos de concentracin de

    la riqueza y la exclusin de grandes sectores de la poblacin mundial.

    El problema de la caracterizacin de la posmodernidad radica, como

    dice Agnes Heller (1989), en que no es propiamente un periodo o etapa his-

    trica, sino una pluralidad de espacios-tiempo privados y colectivos que se

    ubican despus de la gran narrativa, con discursos contrarios al racionalismo

    universalista y las tradiciones morales. Esto implica una amplia gama de

    manifestaciones con todos los matices posibles: desde los neonazis, los skin

    heads, los hooligans, etctera, hasta los movimientos ecologistas, pasando por

    los fundamentalismos o por las guerrillas light; las nuevas conformaciones

    e identidades forman parte de lo posmoderno.

    Sin embargo, existen algunas caractersticas comunes: en primer lugar,

    la hibridacin de lo mltiple con lo individual, de lo pblico con lo privado,

    de lo contestatario con lo reaccionario; en segundo lugar, el haber roto con el

    consenso dominante, con las reglas de autoridad que para Foucault se expresan

    en la perfecta domesticacin y sumisin del cuerpo, y que socialmente toman

    forma en el panptico imaginado por Jeremas Bentham en el siglo xix, y que

    se hiciese realidad en los siguientes aos con el desarrollo de instituciones

    tales como las escuelas, hospitales, fbricas, etctera (Foucault, 1987).

    Ayala Blanco (1996:183) nos dice al respecto: Lo propio de la posmo-

    dernidad es lo discontinuo, la escalada a los extremos, la imposibilidad de

    cualquier intento de sntesis: exacerbacin de un mundo fragmentado cuyo

    sentido se encuentra cifrado en la celeridad de cada una de sus partes.

    Al tener una gama de elementos tan grande, la posmodernidad se nos

    presenta como un fenmeno contradictorio que tiene que ver con lo temporal;

    pero tambin con lo actitudinal, al igual que todo lo moderno. Nos dice

    Garca Canclini (1995:23): En esta lnea, concebimos la posmodernidad no

    como una etapa o tendencia que reemplazara el mundo moderno, sino como

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    una manera de problematizar los vnculos equvocos que ste arm con las

    tradiciones que quiso excluir o superar para constituirse.

    Desde el punto de vista de Lyotard, la posmodernidad plantea el fin de

    los grandes relatos y, por tanto, de las ideologas idea que tambin adopta

    Francis Fukuyama (1989), fundamentndose en posiciones escpticas y de

    desencanto contra los aspectos no previstos de la racionalidad. La idea de lo

    local como contraparte de la planetarizacin y occidentalizacin del mundo,

    abre vertientes de una posmodernidad propiciatoria de nuevas utopas.

    Plantearse el fin de la historia o de las ideologas puede ser un falso co-

    mienzo. Nos dice Octavio Ianni (1998:123):

    Precisamente cuando imaginamos que el pensamiento ha entrado en la

    poca de la posmodernidad, la historia se pone en movimiento, la mqui-

    na del mundo vuelve a funcionar, las grandes proporciones se infiltran

    en las singularidades, las totalidades inclusivas resurgen en el horizonte

    del pensamiento cientfico, filosfico y artstico. La modernidad no ha

    terminado, tan slo contina bajo otras formas. Se activa y se desarrolla

    en otros nuevos lenguajes. Incluso absorbe de manera creativa algunas de

    las lecciones de la posmodernidad.

    Aqu aparece la posmodernidad en el centro de un debate que ejerce la cr-

    tica de la cultura occidental desde el centro de ella misma, partiendo de que

    ambos trminos contraponen dos cosmovisiones distintas, dos narrativas

    dispares y dos espritus diferentes, sealando que la diferencia radica en la

    estructuracin de narrativas, relatos y representaciones que conforman el

    mundo desde referentes diferenciados por un desencanto generalizado de la

    vida y la existencia, y por un optimismo a ultranza.

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    EL DEBATE MODERNIDAD-POSMODERNIDAD

    Esa fe absurda, esa fe sin sombra de incertidumbre, esa fe de estpidos carboneros, se une a la incredulidad absurda,

    a la incredulidad sin sombra de incertidumbre, a la incredulidad de los intelectuales atacados de estupidez efectiva, para no pensar en ello.

    Miguel de Unamuno

    En el debate que se da alrededor de los trminos se pueden distinguir varias

    posturas:

    1. La modernidad como un proyecto perfectible y, por lo tanto, incon-

    cluso, postura que asumen Peter Wagner y Habermas, entre otros.

    2. La modernidad como una narrativa o un conjunto de narrativas

    agotadas que han llegado a sus lmites, tendencia adoptada por

    Lyotard.

    3. La modernidad como un proceso dialctico que genera su propio fin.

    La posmodernidad surge como crtica a sus efectos devastadores.

    4. Representada por autores latinoamericanos en su mayora, me lleva

    a proponer otro trmino: el de la desmodernidad, que trata de

    explicar la condicin sui generis de los pases latinoamericanos. El

    prefijo des viene del latn dis y se utiliza para denotar negacin o

    inversin del significado de la palabra que le precede, aunque tam-

    bin implica privacin o exceso. La desmodernidad es entonces la

    negacin de la modernidad, no como su imposibilidad, sino como su

    contraparte. Carlos Fuentes habla de seudomodernidad para explicar

    a la modernidad mexicana como una caricatura de la modernidad de

    occidente. Yo planteo que la desmodernidad no es siquiera un esbozo

    de la modernidad, sino que se constituye en un proceso complejo y

    paralelo, ntimamente relacionado por una serie de relaciones que las

    determina mutuamente (afirmacin-negacin, construccin-decons-

    truccin, privacin-exceso).

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    La modernidad vigente

    Uno de los grandes tericos de la modernidad es, sin duda, Jnger Habermas,

    a quien podemos considerar como un defensor del proyecto de la modernidad.

    Su teora social crtica: constituye un intento de mediacin dialctica entre

    la tendencia subjetiva a la libertad y la objetividad natural y social con el fin

    de lograr una emancipacin progresiva del gnero humano (Lledo, 1975).

    La teora de la accin comunicativa, basada en las comunidades de comu-

    nicacin, en las posibilidades de la conversacin dialgica, en la comprensin

    entre los individuos enmarcados en los conceptos de mundo de vida y sis-

    tema, es presentada por Habermas como la concepcin de una nueva interac-

    cin social. Wagner (1998) se refiere a la modernidad ampliada, fundada en

    el concepto de racionalidad comunicativa, capaz de autorreflexionar sobre s

    misma para hacer compatibles al mundo de vida es decir, la intersubjetivi-

    dad del individuo, sus vivencias, su acervo cultural, sus prcticas cotidianas,

    con el sistema (las estructuras del poder pblico, los sistemas financieros

    y el dinero, y la esfera jurdico-legal, el Derecho). La modernidad se presenta

    as como un proyecto inacabado, perfectible y de ndole universal.

    Para Habermas,el planteamiento de hacer compatibles a la dinmica terica

    de la produccin cientficatecnolgica con la dinmica social, convirtiendo

    o traduciendo a la ciencia hacia una prctica social (Rorty, 1988:260), slo

    puede ser posible mediante la autorreflexin de la ciencia, como una forma

    de autosignificacin. Esto equivale a proponer la racionalidad como el eje de

    la modernidad, producto de un proceso histrico por el que pas el mundo

    occidental europeo, cuya mejor expresin se dio durante El Siglo de las Lu-

    ces. Por abajo del proceso histrico subyace un proyecto de modernidad ya

    expresado por Kant en su sistema de la crtica de la razn, con la idea de una

    sociedad ms justa, estticamente libre, con una moral y leyes universales.

    La modernidad agotada

    Lyotard, contestando a los argumentos de Habermas, afirma que toda teora

    es metanarrativa, y que el consenso es una falacia, pues la legitimidad se da

    mediante las narrativas de primer orden, al tiempo que define a la posmoder-

    nidad como la incredulidad sobre las grandes metanarrativas, donde incluye

    a la filosofa y la ciencia (Rorty, 1988). La pregunta que se hace al analizar

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    el universalismo lo lleva al planteamiento de la conciliacin entre la activi-

    dad cientfica y tecnolgica y los intereses de la sociedad (Lyotard, 1989).

    El enfoque universalista de la modernidad como proyecto inconcluso es un

    metadiscurso, junto con la condicin de la legitimacin y el consenso que se

    convierten en paralogas, oponiendo en su lugar una serie de especificidades

    que remiten a lugares y localidades particulares (Ayala Blanco, 1996).

    As, para Lyotard, el proyecto burgus y su fe en la razn instrumental

    no tienen validez universal ante la existencia de grandes sistemas que se fun-

    dan ms sobre las tradiciones que sobre las innovaciones, siendo el discurso

    habermasiano totalmente eurocntrico.

    En Habermas, la idea de un proyecto inconcluso implica una visin de-

    sarrollista con el modelo occidental de la Ilustracin como ideal universal a

    alcanzar, sin considerar las profundas diferencias entre distintas regiones del

    planeta que tienen cosmovisiones dismbolas (Dussel, 1992). Por otro lado,

    habra que analizar si la teora de la accin comunicativa no toma en cuenta las

    relaciones de dominio que se dan entre las clases sociales, ni las contradiccio-

    nes que las hacen irreconciliables, o si bien el universalismo que existe en el

    fondo de estas argumentaciones busca la igualdad en la diferencia. Cmo

    proponer un dilogo en trminos de iguales entre desiguales? Cmo incidir

    en la esfera de lo econmico y en las relaciones y lgica del gran capital, a

    partir de acciones simblicas?

    Lyotard vislumbra una sociedad sin esperanza en el futuro, pues toda teo-

    ra o filosofa que pretenda buscar alternativas es reducida a una metanarracin

    superada invariablemente por los discursos de primer orden. Este criticismo lo

    lleva a plantear la afirmacin de una humanidad que no se autofundamenta,

    posicin que nos lleva a algo que podramos llamar el fin de la filosofa.

    La modernidad dialctica

    La tercera postura, representada por diversos autores (Adorno, Horkeimer, Wa-

    llerstein, Giroux, Foucault, entre otros) que, con diferentes matices, considera

    que la modernidad y sus grandes narrativas, tradiciones y principios cientfi-

    co-filosficos, conllevan un proceso contradictorio, pues la multiplicacin de

    tecnologas y la incertidumbre econmica aceleran la diferenciacin social, al

    tiempo que declina la autoridad y aumenta el autoritarismo, borrndose las

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    fronteras culturales que tienden a homogenizarlo todo, mientras la riqueza

    se concentra y la pobreza se generaliza.

    Foucault emprende la crtica de la modernidad desde la teora del poder