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Primera Expedición Misionera Roma, 14 de abril 2017 Queridas hermanas, Cuando recibáis este mensaje estaremos todas reunidas y unidas para vivir el gran misterio Pascual, donde el dolor, el sacrificio y la muerte se llenan de sentido, porque la última palabra pertenece a la VIDA. Jesús se entrega libremente por amor y por amor resucita para mostrarnos que el Proyecto del Padre es la vida y ¡la vida en abundancia! Para todos. Hoy, en preparación a la GRAN EXPEDICIÓN MISIONERA estamos invitadas a quedarnos en Chile y a encontrarnos con Sor Ángela Vallese. Nació en Lu Monferrato el 8 de enero de 1854 en una familia de agricultores, a los 21 años Ángela partió para Mornés. El 29 de agosto de 1876 emitió los primeros votos religiosos. Fue la pionera de las FMA misioneras en América. Mujer fuerte, de gran fe y de intenso ardor apostólico, fue la primera directora en Montevideo Villa Colón (Uruguay), y en seguida en Argentina y en Chile. Por 25 años fue la Visitadora de las casas de la Patagonia y en la Tierra del Fuego. Murió en Nizza Monferrato el 17 de agosto de 1914. Por amor, sor Ángela Vallese partió el 14 de noviembre de 1877 hacia la tierra de los sueños misioneros de Don Bosco. Por amor, ha cruzado el océano, ha abrazo pueblos y culturas hasta entonces desconocidos, ha aprendido lenguas nuevas, ha desarrollado la capacidad de comunicar con el corazón, con los gestos, con la mirada. Por amor, sor Ángela ha afrontado - en la serenidad y en la obediencia - también las más amargas dificultades: el frío, el viento pampero, el trabajo humilde y pesado, el hambre, el peligro de los viajes, los mareos del mar, las tempestades furiosas, la amenaza de los naufragios, las largas distancias, los conflictos entre los colonos y los indígenas, el incendio que destruyó la misión de la Candelaria... Por amor, sor Ángela logró ser siempre sí misma, con la inquebrantable certeza de estar sostenida por el amor del Padre en la firme voluntad de amarlo a Él más que a nadie y a nada del mundo. Por amor, sor Ángela fue severa consigo misma en su estar siempre sirviendo y dulce y comprensiva con los demás al comprender, incluso en el prevenir, sus necesidades y en el donar afecto y esperanza. Por amor, elegía para sí los trabajos más duros y difíciles... acogía a todos, se interesaba por todos, se acercaba con afecto materno, llevaba dones y se hacía don para cualquier persona. Por amor, sor Ángela no ha hecho jamás cálculos... ¡Se ha gastado totalmente por la misión, por los pobres, por los más pequeños, para quienes no contaban para nadie! Por amor, sor Ángela ha sido la “Madre buena”, la “Madre de los indios”, la “Madre blanca”. Por amor, sor Ángela ha vivido gestos proféticos... Y nosotras ¿Qué podemos hacer por amor en este 140° de la primera Expedición Misionera? Queridas hermanas, con el recuerdo de sor Ángela Vallese, les hago una invitación a cada Inspectoría para que piense y puedan discernir junto con las hermanas un gesto profético para ser asumido por la comunidad inspectorial el día 14 de noviembre de 2017.

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Roma, 14 de abril 2017 Queridas hermanas, Cuando recibáis este mensaje estaremos todas reunidas y unidas para vivir el gran misterio Pascual, donde el dolor, el sacrificio y la muerte se llenan de sentido, porque la última palabra pertenece a la VIDA. Jesús se entrega libremente por amor y por amor resucita para mostrarnos que el Proyecto del Padre es la vida y ¡la vida en abundancia! Para todos. Hoy, en preparación a la GRAN EXPEDICIÓN MISIONERA estamos invitadas a quedarnos en Chile y a encontrarnos con Sor Ángela Vallese. Nació en Lu Monferrato el 8 de enero de 1854 en una familia de agricultores, a los 21 años Ángela partió para Mornés. El 29 de agosto de 1876 emitió los primeros votos religiosos. Fue la pionera de las FMA misioneras en América. Mujer fuerte, de gran fe y de intenso ardor apostólico, fue la primera directora en Montevideo –Villa Colón (Uruguay), y en seguida en Argentina y en Chile. Por 25 años fue la Visitadora de las casas de la Patagonia y en la Tierra del Fuego. Murió en Nizza Monferrato el 17 de agosto de 1914. Por amor, sor Ángela Vallese partió el 14 de noviembre de 1877 hacia la tierra de los sueños misioneros de Don Bosco. Por amor, ha cruzado el océano, ha abrazo pueblos y culturas hasta entonces desconocidos, ha aprendido lenguas nuevas, ha desarrollado la capacidad de comunicar con el corazón, con los gestos, con la mirada. Por amor, sor Ángela ha afrontado - en la serenidad y en la obediencia - también las más amargas dificultades: el frío, el viento pampero, el trabajo humilde y pesado, el hambre, el peligro de los viajes, los mareos del mar, las tempestades furiosas, la amenaza de los naufragios, las largas distancias, los conflictos entre los colonos y los indígenas, el incendio que destruyó la misión de la Candelaria... Por amor, sor Ángela logró ser siempre sí misma, con la inquebrantable certeza de estar sostenida por el amor del Padre en la firme voluntad de amarlo a Él más que a nadie y a nada del mundo. Por amor, sor Ángela fue severa consigo misma en su estar siempre sirviendo y dulce y comprensiva con los demás al comprender, incluso en el prevenir, sus necesidades y en el donar afecto y esperanza. Por amor, elegía para sí los trabajos más duros y difíciles... acogía a todos, se interesaba por todos, se acercaba con afecto materno, llevaba dones y se hacía don para cualquier persona. Por amor, sor Ángela no ha hecho jamás cálculos... ¡Se ha gastado totalmente por la misión, por los pobres, por los más pequeños, para quienes no contaban para nadie! Por amor, sor Ángela ha sido la “Madre buena”, la “Madre de los indios”, la “Madre blanca”. Por amor, sor Ángela ha vivido gestos proféticos...

Y nosotras ¿Qué podemos hacer por amor en este 140° de la primera Expedición Misionera? Queridas hermanas, con el recuerdo de sor Ángela Vallese, les hago una invitación a cada Inspectoría para que piense y puedan discernir junto con las hermanas un gesto profético para ser asumido por la comunidad inspectorial el día 14 de noviembre de 2017.

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Oremos al Espíritu Santo para que ilumine nuestras mentes y nuestros corazones y nos haga disponibles para escuchar aquello que Él mismo nos va a sugerir. Me gustaría recibir en los próximos meses de cada Inspectoría el gesto profético y las consecuencias significativas de cada comunidad y en el corazón de todas las FMA para que se reavive en el Instituto el ardor misionero de los orígenes y suscite nuevas vocaciones misioneras ad gentes.

Además, confío a vuestra oración la Inspectoría San Gabriel Arcángel, de Chile. Podemos dejar sobre el altar de la capilla el Volumen II del Elenco del Instituto, abierto en la página 135, como acción de gracias por el bien hecho y vivido por sor Ángela Vallese en aquella “tierra bendita”. Para concluir, os ofrecemos para vuestra lectura y reflexión el diálogo entre una FMA chilena y Sor Ángela Vallese. Esto nos ayudará a enfervorizar el corazón y a prepararnos más en nuestra GRAN EXPEDICIÓN MISIONERA. Con afecto, un fuerte abrazo y un recuerdo en la oración,

Consejera para las misiones Muy querida Madre Ángela: me acerco a tu persona coloquialmente, de puntillas, con deseos de conversar, pero especialmente de escucharte desde dentro tu experiencia en la tierra de los sueños de Don Bosco.

Quiero rememorar contigo algunas situaciones presentes en tu corazón misionero que hoy hacen realidad el pretérito pasado, dando consistencia y fundamento a los senderos de la fidelidad del hoy entre nosotras.

El viento y la soledad magallánicas saludaron tu rostro en aquellos desolados parajes cuando el 03 de diciembre de 1888, en medio de una gran borrasca desembarcaste en el Estrecho de Magallanes en Punta Arenas. Las fuentes de los inicios nos hablan de esa capacidad de empezar desde la nada, “con pequeños pasos”, constatamos la valentía y el tesón de construir un gran edificio espiritual cuyas bases graníticas estaban fundamentando una provincia proclive en su realidad geográfica, a grandes movimientos y desastres naturales. Al rememorar la vida y conducción de esta primera comunidad junto a estas primeras hermanas habéis dejado enclavada en la entonces provincia “San Miguel Arcángel” la certeza que “Sólo Él es el Señor” quien da fortaleza en los senderos de la fidelidad cotidiana. Desde la ventana de la Valponasca aprendiste a alargar la mirada y a soñar con el anuncio del Reino regalando la vida para una gesta desconocida. Como hija de soñadores audaces, solo confiando en Él creaste una inspectoría que no tenía fronteras - las trece fundaciones abarcaron toda la Patagonia Chilena y Argentina - obligándote a desplazarte por el Estrecho de Magallanes en débiles goletas con aquel implacable y feroz oleaje. Tu mirada y tu corazón estaban fijos en tu Señor Jesús, por eso hoy tu figura nos recuerda y hace presente “la radicalidad en el seguimiento del Señor”. Característica viva, con las limitaciones propias de tus hijas de hoy. Sigue viva en las jóvenes que frecuentan las dos primeras fundaciones por ti iniciadas en nuestra provincia, la certeza de ser depositarias y representantes del carisma, dando una especial impronta también en los ambientes locales.

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Sentimos que lo que somos y tenemos, es don que debemos cuidar como un tesoro. Es muy clara la convicción en nosotras del “amor a los jóvenes y la misión, de ser con ellos auxiliadoras para otros jóvenes”. Si bien, esta dimensión es propia de la identidad de ser y pertenecer a un Instituto misionero, sentimos que el contacto con las fuentes de la primera hora, hizo despertar en nosotras tu figura simple, firme, pionera, de pie, que sencilla y eficazmente supiste afrontar las dificultades y buscar la mejor solución. Por eso es una herencia tuya la característica despertada en nosotras: “el haber reconocido que somos pobres, y nos acercamos efectivamente a ellos sin defensas ni pretensiones, para así acompañar y aprender”; y tenerlo en cuenta al momento de tomar decisiones y distribuir las fuerzas existentes. Oteando desde la ventana el Estrecho de Magallanes, pensando en tus hijas de la isla Dawson preocupada por la falta de medios, la soledad y la lejanía… nos has hecho tomar conciencia de “pensar en el otro”, y preocuparnos efectivamente por el más cercano. En 1893, tu viaje junto a Monseñor Fagnano a Santiago, pone de relieve tu ardor misionero. Junto a él, dice la crónica, fundaste la casa de San Miguel Arcángel, donde hasta el día de hoy se continúa recibiendo a las jóvenes de las comunas más desprotegidas del gran Santiago, para ayudarlas ser “honestas ciudadanas y buenas cristianas”. La provincia ha heredado de ti la “preferencia por las jóvenes de las clases populares”.

Tu temple y audacia misioneros ha dado un estilo de opciones serenas entre tus hijas de ahora.

Si volvieras a Punta Arenas, creo que repetirías la frase que dijiste a Monseñor Fagnano en el viaje desde Ushuaia a Punta Arenas en aquel sueño visión contigo: “Bendita Tierra del Fuego que tanto paraíso me ha proporcionado” Gracias Madre Vallese por tu ardor misionero, por soñar y ejecutar aún sin medios, gracias por tu estampa, nos mantiene despiertas, sigue acompañándonos por los senderos de la santidad cotidiana.

R. A. N. fma (Chile)