VIRGILIO - Eneida - Una introducción critica

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Eneida Una introducción crítica

por Lía Galán (UNLP)

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Galán, Lía Eneida Virgilio : una introducción crítica ~ 1 a ed.

-Buenos Aires: Santiago Arcos Editor, 2005. 128 p. ; 20x12 cm. (Para leer. Clásicos; 9 dirigida

por Leonor Silvestri)

ISBN 987-1240-05-8

1. Ensayo Argentino. 2. Literatura Clásica. l. Título CDD A864 : 880

-)'( Santiago Arcos editor PARA LEER 1 CLÁSICOS

Directora de la colección:

LEONOR SILVESTRI

Editores:

LAURA ESTRIN

MIGUEL A. VILLAFAÑE

Diseño: Cubierta: HoRACIO WAINHAUS ([email protected])

Interiores: GusTAVO BrzE ([email protected]) Corrección: EsTEBAN BERTOLA ([email protected])

© Santiago Arcos Editor, 2005.

José Bonifacio 1402 (1406) Buenos Aires

e-mail: [email protected]

ISBN: 987-1240-05-8

Queda hecho el depósito que marca la Ley 11.723.

Impreso en la Argentina - Printed in Argentina

REALIZADO CON EL APOYO DEL FONDO CULTURA B.A. DE LA SECRETARIA DE CULTURA DEL GCBA

La reproducción total o parcial de este libro, no autorizada por los editores.- viola derechos reservados. Cualquier utilización debe ser previamente solicitada.

I. Introducción

Virgilio

Pocas veces, cuando se presenta la biografía de un autor anti­guo, se pisa terreno firme. El material sobre el que se trabaja suele ser un compendio de anécdotas que incluyen sucesos extraordina­rios, organizadas sobre unos pocos datos medianamente fidedig­nos. EspeCialmente cuando se trata de figuras relevantes cuya obra cruza los siglos, las construcciones biográficas incorporan todo tipo de información tendiente a mostrar, y aun a corroborar, rasgos que se estiman verosímilmente pertinentes al personaje que se presenta detrás de su obra y en su enclave histórico.

En el caso que nos ocupa, hay noticias de varias Vitae Vergilia­nae, biografías virgilianas, pero la única que se conserva relativa­mente completa es la c!e}:llio Donato(c. 350 d.C.), escritor famoso por su Gramática del latín -verdadero manual de la lengua usado especialmente en el Renacimiento-, cuya "Vida de Virgilio", que remite a Suetonio (escritor romano de S. I-II d.C., autor de Vi­tae, 1'Vidas", i.e. biografías de personajes ilustres: emperadores, poetas, gramáticos, etc.) ha sido la fuente más importante para el conocimiento de los datos biográficos del poeta. YirgJlipJ:J.a,<;ió en Andes, una pequeña localidad próxima a Mantua, en los Idus de octubre, durante los consulados de Gn. Pompeyo (Magno) y .M. Ucinio Craso, lo que significa que nació ell5 de octubre del 70 a.C. De padres modestos (modicis parentibus), pasó sus primeros años en Cremona hasta tomar la toga viril1 (alrededor de Jos diecisiete años). Estudió elocuencia y poesía, tanto griegas como latinas, medicina y matemáticas. Era alto y fuerte de contextura (corpore et statura fuit grandis), tez oscura (aquilus), de aspecto rústico_. (jacie rustica). Pese a que muchos lo consideran relacionado con

I La toga -un paño blanco de una sola pieza- era la vestimenta propia del ciudadano romano, aquello que lo distinguía como tal y lo diferenciaba de esclavos o extranjeros. Recibir la toga viril significaba el fin de la ado­lescencia y el ingreso al mundo de los varones-ciudadanos, ya que se trata de una prenda de vestir exclusivamente masculina; representa lo que en nuestra sociedad significa la mayoría de edad para ejercer derechos civiles y contraer obligaciones.

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el estoicismo,2 Probo (!Il d.C.) dice que estaba interesado en la fi­losofía de Epicuro.3 Pasa sus años de juventud bajo la protección de ·Ásinio Polión, militar, político y amante de la poesía, en cuyo honor compone h"glogas como agradecimiento por unas tierras 9!!13 Virgilio pudo retener en médlo-deTas confiscaci0nes decretadas-por el Triunvirato. Mientras tanto, Yirgilio se instala el1. Roma y .compra una casa -aparentemente con la ayuda de Octavio- en el monte EsqÜilino, próxima a los jardines de Mecenas, quien fuera su pa­trocinador. Anteriormente, se dice que había escrito el Catalepton, poemas acerca de Príapo y un poema sobre el Etna, cuando tenía alrededor de veintiséis años. Según Donato, Virgilio !'Scribe Églogas en tres años4 y en ellas rinde también homenaje a Cornelio Galo, considerado el primer poeta elegíaco romano, de cuya obra (titula­da Amores y organizada en cuatro libros de poemas) se conservan sólo unos pocos versos. No deja de ser extraña la relación entre G[llo y Virgilio; la Égloga X tiene a Galo por protagonista y refiere su la­mento por la pérdida de su amada Lycoris. Según Donato, Galo fue arrestado y muerto acusado de conspiración contra Octavio.

Se abre aquí el primer interrogante. Virgilio es admirador y, po­siblemente, amigo de Galo, un personaje raro, poeta, algo libertino, militar y político; su muerte ocurre alrededor del 27 a.C., aparente­mente ordenada por Octavio5 en su momento de mayor esplendor, al ser honrado como Augusto. Virgilio canta a Galo en la Égloga X y de inmediato escribe una pieza clave para la doctrina augustea, 6

2 La adscripción de Virgilio a] estoicismo se deduce de sus obras, pero no hay testimonios biográficos al respecto.

3 ~Jes.~oicismo y el ~_picureísmo, escuelas filosóficas surgidas en Grecia, tienen una cons.tante presencia en la cultura romana donde se remode!an, se transforman y hasta llegan a combinarse, pese a la diferencia de sus con­cepciones; los principales representantes en Roma son Séneca y Lucrecio respectivamente, si bien escritores como Virgilio y Horado presentan rasgos conceptuales de ambas formas filosóficas.

4 Una anotación posterior intercalada en el manuscrito de Do nato dice que las escribió en dos años.

5 Como a Séneca, pareciera que también a Galo se le dio la oportunidad del suicidio.

6 Para referirnos a todo aquello que se relaciona con Augusto, hemos preferido el adjetivo "augusteo/a" al más general "augustal", de restringida pertinencia en el campo de la Filología Clásica. En efecto, las diversas for­mas de derivación de nombres propios de los autores antiguos incluyen, ya acuñada en la disciplina filológica, la forma -eo/-ea, como en el caso de "calimaqueo/a" (de Calímaco), "sofocleo/a" (de Sófocles), "euripideo/a" (de

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Geórgicas, ,dedicada a Mecenas, en la que incluye las "alabanzas a Galo" (laudes Galll); según el comentarista Servio (IV d.C.), por mandato de Octavio Augusto el pasaje es sustituido por la historia de Orfeo.7 Esto indicaría que, pese a su adhesión al programa políti­co, Virgilio tenía sus opiniones personales que, ya tempranamente, diferían de las de éste, originando ciertas tensiones que pueden percibirse en sus obras.

La composición de Geórgicas le demanda siete años, que trans­curren habitualmente en Nápoles. y Virgilio se la lee a Augusto du­rante cuatro días, mientras estaba en Atella después de la victoria deActium. 8

Al concluir esta obra, comienza la composición de Eneida como gran epopeya nacional destinada a la celebración de Roma y de Au­gusto. Donato afirma que Virgilio primero hizo una narración en prosa organizada en doce libros y que después la fue poniendo en verso. Es imposible saber si esto fue así; hay una generalizada ten­dencia a creer que se trata de un error del biógrafo, pero no resulta tan descabellada la posibilidad de que Virgilio hubiera elaborado, al menos, un esquema de conjunto, anotando la secuencia de los episodios en una especie de resumen argumental (argumentum) o cuento (fabula).

La composición de Eneida !e toma once años, que pasa entre. Campania y Sici!ia.

A los cincuenta y dos años, después de once de trabajo en el poema, Virgilio decide viajar por Grecia y Asia Menor para comple­tar partes de la obra y revisarla durante tres años. Una vez termina­da, se dedicaría a la filosofía. Al llegar a Atenas se cruza con Augusto

Eurípides), etc. La forn1a "augusteo/a" (de Augusto) pertenece a este grupo. Hay, por otra parte, muy escasos ejemplos de derivaciones en -al, como la forma "augustal".

7 Dice Servio, el comentarista medieval a la obra virgiliana: "La última parte de este libro fue cambiada: pues las alabanzas de Galo estaban en aquel lugar, que ahora contiene la historia de Orfeo, que fue incorporada después de que Galo murió por la ira de Augusto" (ultilnam partem huius libri esse mutatam: nam laudes Galli hahuit locu.s ille, qui nunc Orphei conti­net fabulam, qude inserta est, postquam irato Augusto Gallus occisu.s es t.) Ad Georgicas (Co1nentarios a las Geórgicas), IV; l.

8 En la batalla de Actium (31 a.C.), Octavío derrota a Marco Antonio y Cleopatra y consolida definitivamente su poder. Nos ha resultado más útil mantener el nombre latino Actium para el lugar, que actualmente se llama Aedo.

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que venía del Este. El poeta decide entonces cancelar el viaje y re­gresar a Roma. Sufre una insolación cerca de Megara, pese.aió.cua] el viaje continúa. Al llegar a Brindisi, su salud ha empeorado nota­blemente. Muere pocos días después, siendo cónsules Gn. Sentio y Quinto Lucrecio, el21 de septiembre dell$ a.C.

Antes de abandonar ltruia, Virgilio había encomendado a Vario que quemara Eneida en caso de que le ocurriera algú'1 éJ.Cciderrte en el viaje. Según Donato, el poeta mismo habría pedido los rollos del poema para quemarlos; al conocer la gravedad de su estado. Vario no cu1Ilpleel pedido y publica Eneit:ia_por orden de Augusto, dejándola casi sin correcciones. Una de las tareas cie Vario parece haber sido, según Donato, completar los versos que estaban sin terminar, rugo que parece no haber podido hacer. En efecto, la obra presenta versos incompletos, en muchos casos sólo la mitad de un verso o hemistiquio. Este es uno de los puntos más importantes que apoyan la creencia de que Eneida estaba en etapa c!~ ... eJ.ªboración y que Virgi!io, en extremo perfeccionista, prefería entregarla·;,: ¡a_·,¡· llamas antes de que se pusiera en circulación un texto poco puJido. La cuestión termina aquí y durante siglos ha ruimentado la imagen del poeta exquisito que no toleraba los defectos que determina la destrucción de su más empeñosa empresa artística porque no ha rucanzado la consagración de la forma destinada al canto de la ex­celsa Roma y del excelso Augusto, su líder. Contra su última volun­tad, el poema se publica y resulta ser uno de los más importantes de la historia occidental. El escepticismo contemporáneo no se ha conformado con esta explicación, satisfactoria quizás para la crítica romántica donde resulta aceptable que el genio abrigue ideas extra­ñas sobre la vida y el arte.

En suma, es casi inevitable preguntarse qué hay de cierto en lo que transmiten las Vitae Vergilianae, y hasta qué punto se puede confiar en el testimonio de una biografía como la de Donato, es­crita varios siglos después de los sucesos y en la que se combinan variadas leyendas y anécdotas con datos históricamente ciertos. El biógrafo proporciona información histórica que resulta perti­nente en el caso de Eneida. Estamos invitados, pues, a tomar esta información como una crónica suficientemente fidedigna de lo ocurrido. Aceptado esto, nos enfrentamos más a problemas que a soluciones.

Desde hace un par de décadas, la crítica se ha llenado de sus­picacias. La lectura de Donato suscita muchos interrogantes. Por ejemplo, ¿por qué Virgilio deja encargado que quemen Eneida si rugo le pasa? ¿Qué podría temer? ¿Un accidente? ¿Y por qué tanto

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celo en destruir la obra en la que había trabajado por más de diez años, es decir, mucho más que en las anteriores? Tampoco resulta del todo verosímil la razón del viaje pues parecería más lógico que, si deseaba revisar y pulir el texto, hubiera permanecido en su resi­dencia itálica. Pero aparentemente Virgilio requería visitar los luga­res en los que se desarrollaban los sucesos. ¿Quería visitar las ruinas de Troya o los santuarios de Venus? ¿Era éste el modo compositivo del poeta? Otro problema es el encuentro casual con Augusto en Atenas. Evidentemente, cuando Virgilio inicia su viaje Augusto no está en Roma. ¿Es tan casuru el encuentro?

Donato dice que la fiebre aparece después de haber estado paseando por Megara bajo el sol hirviente; acostumbrado como estaba al clima siciliano, suena raro que haya sufrido una insola­ción, como un incauto que no conoce tales riesgos. ¿Por qué no fue atendido en Grecia y se observó su enfermedad, en vez de continuar un viaje largo y pesado que, de hecho, sólo agravó su estado? y en tales circunstancias extremas, ¿por qué estaba tan obsesionado por destruir Eneida?

Estas preguntas probablemente nunca podrán ser respondidas. No obstante, se ha abierto un nuevo y curioso campo de conjetura bajo la sospecha de que, en primer lugar, la muerte de Virgilio no es fortuita o accidental sino que significa ni más ni menos que un ase­sinato, y, en segundo lugar, de que Augusto está relacionado, directa o indirectamente, con ella.9 No deja de ser, asimismo, extraño que ningún poeta de su tiempo escribiera sobre la muerte de Virgilio, rugo bastante sorprendente dada su importancia como escritor in­volucrado políticamente.

· Hemos querido reseñar brevemente no sólo los datos más rele­vantes de la biografía virgiliana que se ha conservado por tradición sino además apuntar rugunos de los problemas que ha generado. De todos modos, siguen flotando las preguntas cuyas respuestas no harían más que dar paso a nuevos y poderosos interrogantes. ¿Por qué era tan importante para Virgilio destruir el poema? ¿Estamos exclusivamente ante un caso literario? ¿Por qué Virgilio, el gran poe­ta de la historia de Roma, único llamado a celebrar la grandeza del imperio, quería salir de Itruia por el lapso de tres años en medio de su monumental empresa artística? ¿Que razón podía tener Augusto para querer la muerte del poeta?

9 Esta hipótesis ha tenido una creciente difusión, y hoy es posible encon­trar en Internet una página, titulada Virgilrnurder (http://perso.wanadoo.fr/ virgilmurder), sobre el supuesto asesinato de Virgilio. -

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La falta de respuestas fehacientes, la imposibilidad de apoyar documentalmente tales suposiciones no invalida, a nuestro enten­der, las preguntas. Sin duda muchos pueden decir que esta nueva y curiosa versión de la muerte del poeta es otro ejemplo del Vírgilio veladamente anti-augusteo y profundamente pesimista de la "Nue­va Crítica". 10 Pero también es un ejemplo del interés hermenéutico que siempre despierta, en cada tiempo, en cada cruce de la historia, la cuestión virgiliana en su incesante producción de sentidos.

La época

Virgilio y el principado de Augusto han quedado profunda­mente enlazados en la memoria cultural de Europa, de suerte tal que no es posible hablar de uno sin pensar al otro. Esto, sin duda, resulta evidente para la crítica actual. si bien muchos estudiosos del siglo XIX y XX pretendieron desgajar las obras, en especial Eneida, del escenario cultural augusteo para realizar análisis puramente estéticos y formales, arrancándole algo del alma a los poemas. Esta línea hermenéutica está hoy superada y es entonces posible estu­diar la obra en su riqueza de significados y valores que permiten conocer aspectos medulares de la época augustea como parte del sustrato cultural de las posteriores sociedades euro americanas. De todos modos, quien se interese por la literatura encontrará normal y necesario saber al menos algo del momento histórico y de las con­diciones sociopolíticas en las que la obra se ha generado.

Eneida se inscribe en su tiempo y está concebida en un punto exacto de la historia romana, aun cuando Virgilio y la Roma aeterna ("Roma eterna") trasciendan largamente estas contingencias epa­cales. La historia de Roma, de Augusto, del nacimiento del Princi­pado y Eneida de Virgilio se enlazan y entrecruzan sus motivos. La época de Augusto está signada por una densidad semántica que se refleja en las interminables polémicas que su figura y sus actos po­líticos han desatado, dando lugar a estudios que discuten todavía

lO La "Nueva Crítica'' (New Criticism), surgida en Harvard en la década del '60 y bajo la inspiración de la obra de R. Syme, encuadrada en el existen­cialismo en boga de la época, con un programa revisionista que encuentra ironía, hipocresía y rasgos negativos en todas sus lecturas. Uno de sus popes ha sido J. Putnam. En el aspecto revisionista, la "Nueva Crítica" es muy inte­resante y provocativa, aunque puede extralimitarse en sus interpretaciones.

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hoy el significado de su gobierno. En la segunda mitad del siglo XX, especialmente a partir de la década del '60, asistimos a vehementes discusiones críticas como las de "p:J;o-augu~t.~~"-"9 "cripto_-anti-:.ª!1-gusteo", 11 o la controversia entre la inte_ipret8.ción de Eneida. co.mo visión optimista o pesimista del destino romano, o la polémica en torno a una lectura de Eneas como héroe mesurado y racional~o · como héroe interiormente débil que termina vencido por elfuror. 12

Augusto es, sin duda, una de las figuras más importante~ y representativas de la historia romana, identificada con la consoli­dación política y Cl)ltu]C¡¡l d!'Ll!Tl-P_\)rio. Sin embargo, su memoria no puede desligarse de la de Julio César; quien preparó las bases sobre las que Augusto erigiría el Pri!}cipad(), una nueva organización gubernamental que sustituye de hecho el antiguo sistema repu­blicano restructurando sus instituciones. Para enteRder a Augusto, es necesario apreciar la naturaleza de los fenómenos que preceden su irrupción en la escena política romana del convulsionado siglo 1 a.<:;:, en el que se suceden las guerras civiles, un proceso que se conoce con el nombre de "Revolución Romana". Conviene apuntar que J\ugusto aparece en la historia con tres nombres diferentes. Empieza si.l vida comq C. Octavio (63-44a.C.), sobrino nieto de Julio César, quien lo adopta por testamento y asume el nombre de C. Julio César Octaviano (44-27 a.C.). En el27 a.C. asume mando del estado romano y recibe el título honorífico de Augusto que ostenta­rá hasta su muerte en ell4.d.C.

Ell5 márzo del44 a.C., Julio César, dictator13 de por vida, fue ro­deado por los conspiradores en una reunión del Senado quienes lo asesinaron con veintitrés heridas de puñal al pie de la estatua de su gran rival, Pompeyo. La actitud del Senado fue confusa: después de haber declarado la amnistía para los asesinos, considerándolos "li­bertadores" de la república y confiriendo legitimidad al tiranicidio, estalló el escándalo público y posteriormente, bá]o la conducción

11 La forma "cripto-" significa "oculto", "escondido", "velado", es decir, "ocultamente anti-augusteo".

12 La palabra latina furor no significa, como el castellano "furor", un arranque de ira, aunque illcluye este significado; furor implica un estado de enajenación o pérdida .de los parámetros racionales, que puede. producirs,e por el amor pasional .. P. por la ira. Ambos casos están presentes en Eneida, representados en especial por Dido y por Turno. De aquí en adelante, la pa­labra .fUror se emplea con este significado.

13 Dictator ~gnifica en latín el magistrado superior elegido en periodos de emergencia e investido de absoluta autoridad.

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de Marco Antonio y Octavio. los responsables de la conspiración (Casio y Bruto) huyeron de Roma.

Cuando el testamento de César fue leído, Marco i\nt.onio recibió una desagradable sorpresa pues César había nombrado heredero p[i!1cl2_ao!.!lun desconocido, C. Octavio,_ tras una adopción póstuma· Octavio era sobrino nieto de César y en ese momento tenía apenas dieciocho años y un aspecto enfermizo; además, su experiencia po­lítica y militar era escasa. De inmediato surgieron tensiones entr13 Octavio y Marco Antonio, pues ambos reclamaban el derecho .de administración de los recursos financieros de césar, la lealtacült3Jas trQ.pas y, ante todo, la autoridad del nombre de Gé'ilU, Los discursos del orador Cicerón (Filípícas14) presentaron a Marco A.t;ttonio COil}O

otro Filipo, una amenaza a las tradiciones gloriosas de la República. Sin embargo, subsistía el problema de los asesinos de César, Bruto y Casio, decididamente poco confiables para Octavio, a quienes se­guía una considerable parte del Senado.

En el año 42 a.C. la adopción de Octavio por César fue ratificada oficialmente por~éf Senado y los asesinos de César proscribieron. Así, Octavio ·ªsumía el papel del hijo fiel que intenta vengarelasesi­nato de srrpadre y consolidar su protagonlsmopolítíco'écímo con­tinuador dé Já tarea reformadora del estado iniciada por Julio César. La habilidad política del joven Octavio y su vocación pragmática se patentizan en la constitución del Segun<:[Q..Iriunvirato, y la ali<:<DZ.a con Marco Antonio, quien había sido -y nunca dejaría de ser- su enemigo. En el 43, estos dos y Lépido son oficialmente designados para gobernar Roma con la autoridad consular por un período de cinco años a fin de restaurar el orden constitUCional. A pesar de su empaque cívico-institucional, el Segundo Triunvirato era, en reali· dad, una junta militar.

Julio César fue deificado oficialmente identificándose con un cometa que había aparecido poco tiempo después de su muert"·' y que inspira la Égloga V de Virgilio. Esto fortaleció la imagen del Triunvirato como legítimo heredero del legado de César, pero Ji!: vQ_reciQ_de modo muy especial a Qctavio pues ahora era, de modo oficial, "hijo de un dios" (filius divi).

14 El título de Filípicas proviene de la imitación ciceroniana de los dis­cursos del orador ateniense Demóstenes (s. IV a. C.) en contra de Filipo de Macedonia, a quien presenta como un tirano desleal, ávido de poder, con sed de conquista y enemigo de la libertad política. Cicerón ataca aquí a Mar­co Antonio, considerándolo un nuevo Filipo.

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Dispuestos a vengar la muerte de César, Octavioy M<ir<""- A_I1to­nio persiguen a Brúioy Casio hastá Macedonia: El enfrentamiento final sucede en Filipos (42 a.C.) donde las fuerzas de Bruto yCasio fueron derrotadas con relativa rapidez, pese a que la actuación de Octavio en las batallas fue bastante pobre.

La concordia de los triunviros no duró mucho y, tras la victoria de Filipos, estallaron las viejas rivalidades y las aspiraciones per­sonales de poder. Lépido resultó fácil de eliminar: fue acusado de traición y privado de sus provincias. Entre Octavio y Marco Antonio se repartieron las provincias, pero ambos estaban impelidos por grandes ambiciones y poco dispuestos a ceder parte del poder. Marco Antonio, confiando en la fuerza de su reciente triunfo en el que había demostrado una gran superioridad militar, reavivó los planes de César para emprender una gran campaña el} Oüe.ute a fin de ganar poder, fama, y dinero en el extranjero y entonces regresar a Roma -tal como había hecho César- y expulsar a sus rivales políticos. En el 41, pues, marchó hacia allí y comenzaron sus relaciones con Cleopatra,reina de Egipto. Se suspenden tem­poralmente las hostilidades y ambos acuerdan la paz en Brindisi, pero la tregua es corta y recrudecen las hostilidades. Octavio va acrecentando su poder político y cuenta, además con un exce­lente general, Marco Agripa. Por su lado, Marco Antonio se había refugiado en Egipto convirtiéndose en una especie de rey orienta! junto a Cleopatra, con quien había tenido tres hijos, el mayor de los cuales (Cesarión) fue honrado como heredero de César. Esta circunstancia propicia la realización de una verdadera campaña de propaganda contra Marco Antonio, imputado de ser un monarca oriental depravado que intentaba poner a Rom<:< bajo la sujeción de una relná.extranjera y transferir a Egipto la capital del imperio. Por toda Italia circularon noticias y rumores acerca del ominoso futuro que amenazaba a los romanos si triunfaban las pretensio­nes de Marco Antonio: serían Jos esclavos a una horda de eunucos orientales sometidos a una reina lasciva, estarían obligados aren­dir culto a los dioses bestiales de Egipto y adoptar sus perversas prácticas religiosas.

Finalmente, se desató la guern;, que se decide en la batalla na­val de Actíum (en el noroeste de Grecia) en el31 a.C. Marco Antonio_ y Cleopatra huyeron a Egipto y se suicidaron. Octavio atribuyó este triunfo al Senado romano y a los ciudadanos de'ítalia, y Jo consideró una victoria para las tradiciones políticas y religiosas de Roma fren­te a las nefastas amenazas orientales. Dedicó esta victoria a Apolo, su dios protector, que desde entonces cobró fundamental impar-

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tancia como antítesis de la decadente cultura oriental representada por Marco Antonio.

Antes de Actium, Octavio aparece como un gobernante severo que apela a la violencia para castigar a los asesinos de su padre, restaurar el orden cívico-institucional y aniquilar las salvajes y perversas ambiciones de Marco Antonio y Cleopatra, pero después de Actiurn, Octavio se presenta como el gobernante benévolo y predestinado para impulsar el renacimiento político, moral y cul­tural de Roma. Con Marco Antonio había sido destruida la supuesta amenaza ii las tradiciones constitucionales y religiosas de Roma. Había llegado el momento, pues, de restituir los ideales nobles y las tradiciones políticas que habían forjado ia grandeza de Roma en los antiguos días de laJtep(jplica. Tras trece años de guerra civil, el ansia mayor de la sociedad romana era la paz; por lo que el nuevo régimen hizo amplio alarde de su consecución y de la implantación universal del dominio romano.

Con notable habilidad política, Octavio fue tejiendo y asegu­rando su red de poder, apoyado en gobernadores adictos, en un Senado sumiso y en un ejército que le obedecía como máximo irn­perator. Conviene aclarar que el título de "emperador", irnperator, denomina originariamente una jerarquía militar, algo similar a un capitán. El título cívico de Octavio es el de Princeps, "príncipe" o "principal", el ciudadano más distinguido de la ciudad. La palabra i,mperium, 04 Ímperio", con la misma raíz de imperator, denomina en un principio el territorio que está bajo control militar. Esta aclara­ción es indispensable debido a los desplazamientos semánticos, o sea los cambios de significados que estas palabras han sufrido a lo largo de los siglos. Un imperio, en la actualidad, es algo muy gran­de, lo que en términos materiales significa un pueblo o país que se expande e incorpora progresivamente territorios bajo el gobierno de un monarca, o lo que figuradamente crece y se expande por obra de individuos, como el "imperio del cine", o el "imperio de la moda". En el caso de "emperador", es interesante observar su posterior significación de "monarca de extensos territorios", subsumiendo su primitivo significado. Príncipe es una palabra equívoca para quien no conozca lo que significaba para los antiguos romanos. Para no­sotros es el hijo del rey, y normalmente aparece en la asociación "joven - príncipe", algo que no contrasta con nada porque es muy difícil encontrar un príncipe viejo. Hacia los tiempos de Augusto, decir Príncipe era una manera disimulada de decir "rey", título apa­rentemente execrado por los romanos tras la deposición de Tarqui­no el Soberbio, último rey etrusco que gobernó Roma. Desde que se

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constituye como República, Roma evita cualquier asociación con la realeza, desdeñada como práctica política de los incivilizados (se­gún los romanos) pueblos orientales. Progresivamente, a partir de Augl!sto, el Princeps adquiere de hecho prerrogativas equlVaTeñies-· a las de un rey.

Las etapas de la trar1sformación comenzaron en el 27 a.C. cuando Octavjo_ devolvió s.olemnemente al Senado y al pueblo -romano lospoderes extraordinarios que desempeñaba; a cambio:· él Senado reconoció su primacía personal -de ahí el nombre de Princéps'- y su máxima autoridad, lo llamó Augustus -:-término religioso reservado hasta entonces para Júpiter-, renovó su con­trol del ejército y puso el Estado bajo su protección. La expresión formal de este acuerdo fue que Octavio pasó a llamarse Irnperator Caesar Augustus. En años posteriores, Augusto acumuló otros ho­nores: la censura (Censor), el consulado hori.orífico de por vida, el pontificado máximo (Pontifex Maxirnus), el título de "Padre de la patria" (Pater Patriae) que afianzaron su poder sobre las instituciones. La legitimidad del gobierno seguía residiendo no­minalmente en el pueblo, cuyas asambleas elegían magistrados y votaban leyes pero, en la práctica, el Princeps dirigía la vida polí­tica del Estado.

Probablemente la empresa más ambiciosa de Octavio Augusto, como parte de su proyecto político, fue la construcción de un orden simbólico sustentado en el poder de las imágenes y verificado en el arte, los monumentos, el culto y los gestos semántica y simbóli­camente fuertes. Un ejemplo de esto es el cierre de las puertas del templo de Jano decretado por el Princeps como inauguración de la paz universal (pax universalis) en el 29 a.C., cuarid.oias.b.irbuÚmcias civiles se extinguían y Virgilio comenzaba la redacción de Eneic(a. Como contrapartida, y en oposición a la pacificación augustea, Virgilio refiere, en el Libro VIII, la apertura de las puertas hecha por la furiosa Juno, hermana y esposa de Júpiter, y el estallido de la gue­rra. El Príncipe pacificador se presenta como el broche de oro de la epopeya troyana, generador de la paz tras difíciles trabajos, como se muestra en el escudo de Eneas (Libro VIII). El propio Augusto decía que había encontrado una Roma construida de ladrillos y la había transformado en una ciudad de mármol. Puso un particular énfasis en restaurarlos templos de la ciudad que habían caído en el abandono y se habían deteriorado durante Jos años de crisis po­lítica, confiriendo renovada importancia a la religión tradicional. Tras las convulsiones sociales que habían marcado el siglo, Augusto proclamaba su misión de devolver a Roma sus antiguas tradiciones

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morales y religiosas que la habían hecho grande. Eneida se inscribe en este proyecto.

Transmisión del texto

La obra de Virgilio tuvo una gran difusión y popularidad ya des­de los tiempos mismos de Augusto y es un ejemplo excepcional de transmisión continua de un texto de la antigüedad europea. Deci­mos excepcional porque cada texto que hoy leemos con la habitual ingenuidad de creer que la obra siempre fue así y que estuvo siempre allí pues se trata de algo "clásico", tiene en realidad una Iarguísima, extraña y muy compleja historia de transmisión que la mayoría de los lectores ignora. Muchos escritores griegos fueron desconocidos durante gran parte de la Edad Media, pero se conocían otros que no han llegado a nuestros días. 15 Por el contrario, la obra de Virgilio está presente en toda la historia escrituraría desde su publicación hasta nuestros días. Los manuscritos antiguos se multiplican y se repro­ducen con extraordinario cuidado, lo que indica la popularidad que, ya desde tiempos muy tempranos, tenían estos textos.

Con excepción de algunos papiros, 16 los manuscritos más com­pletos y valiosos datan de los siglos IV y V d. C. y son:

a. El Códice Vaticano (Schedae Vaticanae -siglo IV d. C.-), que contiene los Libros I-VIII de Eneida.

b. El Códice Mediceo (Codex Mediceus- aproximadamente 490 d. C.), que contiene Eneida completa.

c. El Códice Palatino (Codex Palatinus -no hay acuerdo de datación, pero se supone que puede ser del siglo III, IV o V d.C.-), que contiene Églogas, Geórgicasy Eneida.

15 Un ejemplo característico lo constituye la obra de Platón, pues pocos de sus diálogos ( Timeo, Menón) fueron conocidos en la Alta Edad Media, o el conocido caso de De Republica (Sobre la República) de Cicerón, de la que sólo se conoció un pasaje (El Sueño de Escipión Somnium Scipionis) hasta principios del siglo XJX cuando se recuperó una parte de la obra.

16 El papiro de Herculano, probablemente anterior al 79 d.C., es uno de los más antiguos que se conoce pero contiene unos pocos fragmentos; los papiros fueron progresivamente sustituidos por un formato ya más próximo al libro moderno, el códice (codexL que contenía la copia manuscrita del texto. No obstante, parece probable que Virgilio haya publicado sus obras en rollos de papiro, y al menos así lo interpreta ebartista del famoso mosaico de Virgilio y las dos Musas (Mosaico de Virgilio, Museo Carthage & Bardo, Túnez P4130056).

Introducción 19

d. El Códice Romano (Codex:Romanus- siglo IV d. C.), que con­tiene las tres obras.

f?u:~nte los tiempos del Imperio Romano, la obra de Virgilio se conVIrtw en texto escolar destinado especialmente a estudios gra­maticales, lingüísticos y exegéticas, por lo que no sólo eran abun­dantes las copias manuscritas sino también los "comentarios" para su mejor intelección.I7

Como dijimos, no hay discontinuidad en la transmisión del texto, aunque su forma de pervivencia cambie con el transcurso del tiempo según la situación de cada época. Hacia el siglo v, el estudio de los tradicionales escritores latinos (Virgilio. Horado) se revitalizó entre los patricios que se oponían al avance del cristianismo y que­rían recuperar las glorias del esplendor augusteo. Entre los siglos VI Y VIII, como es bien sabido, en medio de largas y arrasadoras invasiones Y guerras, los textos se guardaron en los monasterios ya que las bibliotecas públicas habían sido progresivamente cerradas o destruidas. Los monasterios hicieron acopio en primer lugar del material de literatura cristiana, pero igualmente conservaron la "li­teratura pagana" como si se tratara de una valiosa "base de datos" para <;1 ~~no~imiento histórico, mitológico, geográfico, lingüístico, etc. VJrgiiw, Junto con Horado, fue destinado a los estudios de la lengua latina, mientras que Séneca, Juvenal y Persio se leían como agudos moralistas pre-cristianos. Durante el período Carolingio (si· glos VIII Y IX) se multiplicaron las copias de la obra de Virgilio, por la gr~n _demanda_ de ejemplares proveniente de los monasterios y las bibliotecas pnvadas. El Renacimiento italiano, especialmente el de la Florencia de los Medici, 18 continúa esta tarea de recolección y conservación de los manuscritos, pero además organiza el estudio filológico para la fijación y edición de los textos clásicos, un trabajo arduo y complicado antes de la aparición de la imprenta. Por otra parte, la obra virgiliana deja de ser materia de estudio principal· mente gramatical y de léxico. y crece el interés por su contenido alegórico y místico.

17 El comentarista más extenso y conocido de la obra virgUiana es Ser~ v~o (siglo IV d.C.), aunque se conservan -en muchos casos muy fragmenta~ natnente- numerosos comentarios de autores antiguos (C. J. Higinio, L. A. Asper, Elio Donato, etc.).

18 En 1440 Cosme de Medid funda la famosa Bibliotheca Laurentiana en Florencia, donde se van acumulando los manuscritos de obras que han quedado dispersas en monasterios europeos, y donde se los analiza coteja se identifica a su autor, etc. ' '

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20 Introducción

En cuanto a la transmisión impresa de Eneida, J?uede co~pro­barse que su publicación fue temp~a'::' y m':~ pró~ma a la mve~­ción de la imprenta. La primera ed¡cwn (edltzo Prmceps) ap:;.rec1ó en 1469 en Roma, con los auspicios del Papa Pab:o p. La pn~era edición española de imprenta de la obra se pu~hco en Mad?d a principios del siglo XVII, y contiene un comentarw_en_ tres volume­nes de De la Cerda. El trabajo más importante de fi¡acwn de_texto Y crítica textual de los últimos tiempos fue realizado por O. R1bbeck, quien elaboró uno de los aparatos críticos más completos de la obra virgiliana publicado entre 1859 y 1866.

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n. Análisis de la obra

Eneida relata el viaje de .EQ~~ -héroe troyano _J:;¡jjo de Anqui­ses y de la diosa Venus- desde la caída de Troya hasta su definitivo establecimiento en el Lacio (Italia), a orillas del río Tíber, como fun-dador de la estirpe romana. ···- ·----

Ante la inminencia de la destrucción de su ciudad, Eneas reci­be el mandato divino de abandonar Troya y emprender, junto con un grupo de tróyánós, una travesía por i:nar hacia Italia, en donde echará los cimientos de una nación destinada por los dioses a regir el orbe entero. La diosa Juno hostiga a los viajeros y trata de dete­ner la empresa, por lo que Eneas debe enfrentar numerosos obs­táculos hasta alcanzar la meta prometida. Uno de los principales peligros es el desvío de la ruta debido a una gran tempestad, que los deposita en las costas africanas, y la estadía en Cartago donde reina la bella Dido que, en'lmorada del héroe, intenta retenerlo a su lado y, al no conseguirlo, se suicida._ Los troyanos continúan su viaje a Italia y se detienen en Cumas, donde Eneas contempla el esplendor futuro de· su estirpe en un extraordinario descenso al Hades. Una vez en el Lacio, se reúne con el rey Latino con cuya hija Lavinia debe desposarse, de acuerdo con lo anundádo por los oráculos. Las rivalidades de los reyes itálicos, exaltadas por JuQo. desencadenan extendídas luchas contra los troyanos, quienes en­cuentran el apoyo del rey de los árcades, Evandro y otros pueblos de la región. Turno, rey de los rútulos y pretendiente de Lavinia, precipita la guerra, eri su intento por evitar el matrimonio y el esta­blecimiento de Eneas en el reino de Latino. Se suceden las batallas y finalmente triunfa Eneas al derrotar en un combate personal a su enemigo Turñü.____ ··- ----·

En cuanto a su estructura o, según algunos, su composición, pueden encontrarse centenares de estudios sobre Eneida que dejan al lector plenamente satisfecho de la pertinencia y exactitud del modelo presentado, pues suelen ser generalmente convincentes. La variedad de los accesos resulta interminable y revelan que existe un entramado tan complejo como profundo. Tal entramado se muestra en los distintos planos y niveles de lectura que se tomen en cuenta, y es que existe una profunda cohesión semántica y un minucioso trabajo artístico para que el verso sustente las acciones, Jos perso­najes, las situaciones y todo el repertorio de imágenes que integran

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22 Análisis de la obra

la trama. Preferimos tomar las dos propuestas más generales y abar­cadoras, aquéllas que resultan más obvias o menos controvertibles.

1) Estructura en dos partes: a) Libros I-VI; b) Libros VII-XII 2) Estructura en tres partes: a) Libros !-IV; b) Libros V-VIII; e)

Libros IX-XII Para nuestro estudio, hemos preferido la clásica división en dos

partes, tal vez la más evidente, y en la que es posible encontrar el tono homérico agudamente invertido: primero el largo viaje que tiene como antecedente Odisea, correspondiente a los Libros I-VI; después las guerras y el triunfo final con el antecedente de Jlíada. 19

El fundamento de esta división encuentra diversos puntos de apoyo. En primer lugar, son varios los elementos que permiten esta­blecer correspondencias entre los Libros I y VII como introducción a dos momentos distintos del relato: las peripecias del viaje hasta la llegada a Cumas y el descenso al Hades, y la llegada al Lacio con las luchas que desata el arribo de los extranjeros, contrastando las aventuras y los cambios de escenario de la primera parte con el es­tatismo de la segunda, que abarca el establecimiento en el lugar y entraña mínimos cambios de escenario.

No nos detendremos aquí en otro tipo de modelos para leer, pero advertimos que los hay de todo tipo y hasta invitaríamos al lector a que hiciera el suyo propio con las correspondientes verifi­caciones textuales. Se puede considerar, por ejemplo, que hay una secuencia en los libros pares y otra en los impares, y también distin­tos diseños de relaciones entre los libros extremos y los centrales, y correspondencias directas o inversas entre grupos de libros, entre ciudades1 entre personajes femeninos. representaciones, imágenes y lo que se busque, tanto en forma como en temas y contenidos. Hasta se podría pensar Eneida como la mímesis de un cosmos es­toico, sin que esto implique decidir sobre la discutida cuestión del estoicismo virgiliano.2° Esto no significa que el lector no tropiece

19 No hemos insistido, en nuestro estudio, en los paralelos Homero­Virgilio, tratados con agotadora obstinación en los siglos XIX y parte del XX; sólo hemos apuntado datos eventuales que contribuyen a esclarecer la narración virgiliana.

20 Mucho se ha investigado y discutido sobre la adscripción filosófica de Virgilio; resulta aceptada la relación con el pitagorismo, así como pueden encontrarse concepciones de raíz estoica. Pitágoras (siglo VI a.C.) es una de las figuras más influyentes y misteriosas de la historia intelectual de la an­tigüedad; fundó su escuela en Sicilia (Magna Grecia) y transmitió doctrinas cosmológicas y metafísicas que incluían aspectos religiosos y científicos.

Análisis de la obra 23

con inconsistencias ocasionales que, una vez detectadas, pueden ofrecer interesante materia de estudio para quienes rastrean los as­pectos compositivos de Eneida. Analizando los Libros o las imáge­nes más menudas, se encuentra un nuevo sentido, una nueva vía de acceso para atravesar la obra en su totalidad y ver que lo grande y lo pequeño, lo alto y lo bajo, lo claro y lo oscuro, lo divino y lo humano, el tiempo y la eternidad se corresponden como las dos caras de una misma moneda.

La Presentación (Libro 1)

Eneida se inicia con la presencia_ ele! _"yo" del poeta, aparen­temente impropio de la épica, que aparece ya en el primer verso: "Canto a las armas y al varón",21 y esto se ratificaría en caso de tomar en cuenta los versos considerados apócrifos que presentan algunos códices y algunas traducciones mantienen: "Yo soy aquél que en otro tiempo".

Además de cuestiones matemáticas y geométricas (recuérdese el famoso teorema), Pitágoras y sus discípulos estudiaban aspectos simbólicos del nú­mero (se le atribuye el descubrimiento de la tetraktys o el número perfecto por el que se organiza el universo según medidas y proporciones de acuerdo con esta concepción). la música, la astronomía; introducen la doctrina de la trasmigración de las almas (cf. Eneida, Ubre VI) y su pensamiento influye poderosamente en la filosofía platónica y neoplatónica. El pitagorismo entra en Roma con Nigidio Fígulo, a quien posiblemente Virgilio haya conocido. El estoicismo nace en Grecia con Zenón de Citio (siglo IV a.C.) y su presencia es constante en la cultura grecolatina; sus principales representantes romanos son L.A. Séneca y el emperador Marco Aurelio. Los estoicos consideran el universo como un todo organizado (kósmos) e interrelacionado y responde a un orden causa-efecto llamado Providencia (tambiénfatum); el sabio (sa­piens) constituye su modelo ideal: es el hombre que ha depurado su razón (ratio) y alcanza el conocimiento de los principios, libre de pulsiones emo­cionales y apetencias, en estado de imperturbabilidad (apatheia, "apatía" en sentido etimológico, es decir, sin sensibilidad). No obstante, la noción del universo como cosmos organizado, en el que todas las partes se enlazan e interrelacionan, no es patrimonio exclusivo del estoicismo sino que varias doctrinas la comparten.

21 Algo que también podría haber sugerido a José Hernández el comien­zo de El Gaucho Martín Fierro ("Aquí me pongo a cantar") concebida como "poema épico" nacional; no debe olvidarse que Virgilio era lectura obligada en la educación de la época.

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24 Análisis de la obra

Los primeros 33 versos cumplen la función de un prólogo, asimilados por algunos críticos al prólogos22 de las tragedias, y de­claran lo que se propone como hilo conductor del relato: guerra, peregrinación, sufrimientos y otra vez guerra para un hombre que, afrontando la ira de los dioses, está destinado a edificar la gran Ciu­dad. De él pende la historia: el linaje latino, los senadores albanos y, como broche de oro, Roma. Sólo después de esta ~n~ur¡¡.l, el poeta invoca a la Musa y, saliéndose nuevamente del "código épi­co", lo hace para reafirmar su condición autorial, sin ceder homéri­camente su voz a la Musa: "Musa, recuérdame por qué causas, por cuál numen agraviado, por qué ofensa la reina de los dioses empujó a un varón de piedad insigne a afrontar tantos peligros". La Musa se invoca en tanto hija de Mnemosyne, la Memoria, y es gar¡¡.nte deja objetividad del relato, pero es el yo poético el que.canta la historia del piadoso troyano y la rencorosa deidad.

El prólogo trae a primer plano, de inmediato, aC;!Jti!go y aJt1po, su protectora, quien ha diseñado el destino a su manera y confía en poder detener o anular el vaticinio de -un resurgimiento troya­no,23 pueblo particularmente odiado porladiosac;le_sc:le .. el juicio de París y el rapto de Ganímedes.24 La cuestión troyana no es cosa del pasado para Juno pues ha elegido una ciudad africana y una reina para que gobierne a todas las naciones. Pero otra vez los troyanos parecen estar llamados a obstaculizar sus planes: la diosa "ha oído" que este pueblo gobernará el orbe. Sin duda, tratándose de cosas del Olimpo, lo que ha escuchado no son meras habladurías sino que se trata del fatum, "!o dicho", aquello que se pronuncia en la eternidad del Verbum o del Lógos, eso que normalmente se tradu­ce como "destino" (ver capítulo "Los Dioses"). El destino para los

22 N.E.: El prólogos de la tragedia griega ateniense del siglo V a.C. se refiere a la primera parte de la obra donde se presentan los personajes y la situación.

23 Las deno1ninaciones "troyanos", "teucros" y "dárdanos" son sinóni­rnas: Troya es el nombre de la ciudad, Teucro es el primer rey y Dárdano el fundador de la estirpe troyana, que Virgilio presenta como de origen ítálico; también hay sinonimia entre "griegos" y "dánaos".

24 Paris debe entregar la manzana de oro, arrojada por la Discordia (Dis­cors o Eris según la tradición griega) en las bodas de Thetis y Pelep, a la más bella de las diosas; entre Minerva, Juno y Venus, el troyano elige a Venus, con el consiguiente enojo de Juno, la reina de los dioses; Ganímedes es un joven troyano de quien Júpiter se enamora y, bajo la forma de un águila, lleva al Olimpo para que escancie el vino.

Análisis de la obra 25

romanos se escucha, siendo en sí el relato orgánico que produce el universo (kósmos en griego), y se ve, como en el escudo de Eneas, si bien mantiene su categoría de relato, en este último caso de imá­genes (ékphrasis25). Los troyanos como portadores del destino han desatado el renovado rencor de Juno, quien los hostiga y los desvía intentando postergar sine die el cumplimiento de la profecía.

El prólogo también anticipa el final. El poeta habla del futuro de un pasado, del porvenir de los troyanos en el Lacio transformado en la realidad del presente, pues ya Roma es regum, rey de todos los confines, La Roma de Augusto representa el cumplimiento de la profecía y la consagración triunfal de todos los esfuerzos. El enorme trabajo, el grave peso de la fundación cierra el prólogo: "de tan enor­me peso era fundar el pueblo romano"26 (v. 33).

Entonces arranca el relato, en algún punto del pasado que no es el principio. El primer plano de "Cartago, esto es, el mundo africano, ocupa el. Libro primero y luego el cuarto. Los troyanos se hacé"h a la mar alegres, abandonando la costa de Sicilia, y ya no están lejos del Lacio. La visión salta y es Juno la que está co!ltemplando esta escena. Su indignación no tiene límites y decide apelar a sus pre' rrogativas reales27 para hacer que Eolo, dios de los vientos, desate sus fuerzas sobre la flota y los troyanos se ahoguen de una vez por". todas. Liberados momentáneamente de su prisión, vientos con­trarios se lanzan sobre las aguas y sobreviene el caos: las naves se quiebran, los hombres caen al mar: "todo amenaza a loshombres con una muerte inminente", y parece ce~~;,-ñoeTfiiíaCPero"N~P!U'. no, el ~i_<>_"_del mar y he,r!l1ano de Júpiter, emerge desde lo profundo, atraído por la corirhücióri;· entonces apacigua )as aguas, amonesta a los vientos y reclama que Eolo se mantenga en sus dominios aé­reos. Recuperada la calma en el mar, se contemplan los restos del naufragio. De momento, sólo parecen haber sobrevivido Eneas y un grupo de troyanos, más unas pocas naves. En la orilla y a la vista del desastre, el héroe sin embargo consuela y alienta a sus compa-

25 El recurso de la ékphrasis consiste en presentar una narración apo­yada en la descripción de imágenes; el escudo de Eneas, o las pinturas del templo en Cartago son un ejemplo de esta técnica. También conviene recor­dar que, una generación antes, Catulo había desplegado exquisitamente el recurso al presentar como las figuras de una colcha la historia de Ariadna y Teseo ( Poema 64). Cf. Silvestri, L. 2005. Catulo. Poemas. Una introducción crítica. Santiago Arcos editor. Buenos Aires.

26 tantae molis erat Romanam condere gentem. 27 Juno es regina deorum, reina de los dioses.

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26 Análisis de la obra

ñeros exánimes. Todo el episodio de la tempestad condensa datos fundamentales: l. Laprimt'lravisi()n <fe E.!1§.ll_S 1 quien ."J2ªª!lce .. en el momento más álgido de la tormenta deploranc!() .. !19_hl'bt'l.LIDUerto en Troya: "tres y cuatro veces afortunados28 los que pudieron morir en Troya'' (v. 94) exclama. La imagen es poderosamente elocuente y explica este comienzo de la obra in medias res, en la mitad del as~n­to. Es el rnomentQ ¡p.á~ ipcier~Q __ y._de.s.esn~_ral}?'e<Í.Cl..c:'lt'lLMrC><J, le¡ os ya de toclo, perdlclas SU ciudad, SU esposa, y cleSp\léS SU padre, Y sin vislumbrar el fin de sus trabajos ni la nueva tierra que le auguran Jos dioses. 2. Sin pas<\do ni futuro, Eneas afr()nta_J¡:¡ !t'lrnpes_t<\<;Í co.n desesperac:jón; pero Juego, en la orilla, a la vista de sus compañeros, que Jo han seguido corno él mismo sigue los mandatos divinos, se yergue por primera vez en el relato el guía, !"1 ¡;_g.n.dJJ.~tQ! (dux), el responsable de un destino_de _gral1df'l:ze. que oculta en su pecho la desolación y la angustia, y es capaz de alentar y confortar a sus cas­tigados seguidores: "un díos pondrá término también a lo que pa; samos ahora; acaso algún día nos será grato recordar estas costas'. Nos hemos detenido en este pasaj.,_porque ilustrade manera elo­cuente la naturaleza defhéróeVlrgiliano;)El varón de iJJsign§.pie(¡;¡.s29

(vir insigne pietate) irrumpe en el relató con su propia voz, lamen­tando su negra suerte, en medio de los padecimientos de un ser hu­mano abátido por las desgracias. Vemos al hornEE!" !"!1 ~_upt'lc¡ueñez y precariedad, en su dolor, en todas sus pérdidas. A continuación, entonces, Virgilio ofrece la visión acre¡;emada. d_e_!o l11Jmano: tod? será posible en el momento de superación de lo individual y parti­cular. La voluntad de Jos dioses y la contemplaci_ó_r:¡de los otros, de ese pueblo embrionario que padece el exilio, Jo hacen dejarde lado sus propios sentimientos, sus vacilaciones, su incertidumbre, para reforzar la esperanza en los vaticinios divinos. El "armados de valor, consérvense para la próspera fortuna" 30 (v. 207) que cierra el discur­so, da paso a un temporario descanso, con comida y bebida.

Cambia la visión: Júpiter, que recorre con su mirada el orbe en­tero desde su cúspide olímpica, pone sus ojos en Libia donde están los troyanos. Venus acude angustiada por Jos peligros que afronta su

28 'o terque quaterque beati. ~ 29 N.E.: Con este término se conoce en latín uno de los conceptos mas

difíciles de traducir al español. Puede ser entendido como el sentimiento que hace aceptar y cumplir todos los deberes para co,? ~os p~dres, los _fa­miliares y los dioses. En castellano se traduce como ptedad en sentido religioso.

30 durate, et uosmet rebus seruate secundis.

Análisis de la obra 27

hijo. Reclama por el cumplimiento del vaticinio, por la grandeza de l~s romano~, J?Or la ~onsagración de su propia estirpe que es tam­bién la de Jupiter mismo: una matrona romana, a lo divino. No es simplemente un afecto maternal sino el resguardo de la gens teucra (o sea troyana) de la que deberá surgir la nueva urbe llamada a de­rrotar finalmente a Jos vencedores y vengar la caída de Troya.

La respuesta de Júpiter es uno de Jos momentos culminantes del Libro 1 y de la primera mitad de la obra porque expresa la volun­tad ?el Padre de los dioses, de aquél que ha pronunciado el fa tu m, lo dicho de una vez para siempre. Nos ocuparemos del pasaje al tratar el tema de Jos dioses y el fatum. Luego el enfoque se ajusta

. a lo humano: le ha llegado el momento a Cartago. Las escenas se ~uperponen. Ene~s se encuentra con su madre esquiva a la vista y, ¡unto a su campanero Acates, entran en la ciudad Jibia envueltos en una nube. Desde allí contemplan la ciudad surgente y el gran tem­!"lo ?edicado a Juno cuyos muros decorados con pinturas alusivas, 1rómcamente, ofrecen a la vista las escenas del magnífico triunfo de la diosa: la destrucción de Troya. Donde Dido representa la victoria de Jun?·. Enea~ ve la caída de su ciudad. Entonces entra en el templo la belhs1ma D1do (forma pulcherrima Dido). comparada a la diosa Diana, quien deja absorto a Eneas. Oculto por la nube junto con Acat.es, Eneas asiste a la cerem.:mia y ve entonces presentarse ante la rema a sus troyanos perdidos._ La reina es, además, gentil y serena: les ofrece hospitalidad y Jos invita a asentarse en su reino. Ocurre entonces una hierofanía31 ya que, al disolverse súbitamente la nube, En!la§_anarece ante todos envuelto en luz, _intensificado el lado divi­no por obr~ de. su madre Venus que io liáce aparecer como un diqs, resplandeciente y lleno de lozanía, y de inmediato se dirige a DidÓ. Este. es un. discurso incómodo. Eneas se da a conocer y entonces dedica casi todo el resto del discurso a expresar su inquebrantable Y perenne gratitud, en nombre de los teucros. Y dice: "Los dioses t~ den digno premio, si hay númenes que respetan a Jos piadosos, Si hay en alguna parte justicia y conciencia de Jo recto .... Mientras corran los ríos hacia el mar, mientras las sombras cubran los huecos de Jos montes, mientras el cielo apaciente estrellas, perdurarán en el mundo por siempre tu gloria, tu nombre y tus alabanzas en cual­quier parte adonde me lleven Jos hados" (vv. 603-10). Es probable que a un lector contemporáneo le resulte difícil aceptar esto. A la

31 De hierós ("sagrado") y phaínein ("mostrar, aparecer") la hierofanía es una aparición sagrada o sobrenatural. '

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28 Análisis de la obra

luz del Libro IV con el terrible suicidio de Dido y su reclamo de un vengador, y del Libro VI con Dido en los Campos llorosos, la grati:t;d de Eneas parece, en el mejor de los casos, dudosa. Pero la cuest10n es más complicada. Eneas habla como dux ("conductor", "líder") de un pueblo castigado y perseverante que recibe la hospitalidad de un pueblo "extranjero en un magnánimo gesto de benevolencia e in­tenta sellar un pacto de concordia y buena voluntad; no hay asuntos privados: se trata de un gesto público. Todo se diluye_c:on el furor, la pasión demente que posee a Did_o, cuya potencia individual perturba primero su realidad inmediata al cesar_Ia construcción de la ciudad y luego la historia misma del Mediterráneo al decretar la enemistad eterna de ambos pueblos. Eneas habla también desde una dimensión humana, desconocedora del futuro y agobiada por los trabajos sufridos, que alcanza la dicha del inesperado alivio en una ciudad que le recuerda a Troya (las pinturas) y que prefigura Roma. La humanidad de Eneas se vuelca en sus palabras, que cum­plirá eñ la medida en que los hados se lo permitan: le estará agra­decido eternamente y por siempre la recordará; pero, así como no le ha prometido matrimonio formal, tampoco le promete quedarse allí definitivamente. Por último, antE> Dido se encuentra aún un tro­yano que se transformará en algo superior, en un romano, después de haber recorrido el Hades y visto el porvenir. Y es cierto que el romano no ha hecho promesa alguna.

A las palabras de Eneas, Dido responde calurosa y fastuosa­mente. Se pone del lado de los troyanos -no olvidemos que la escena se desarrolla en el templo de Juno celebrada por su triunfo sobre Troya- y expresa una gran conmiseración puesto que, ade­más, ella y sus colonos tirios también han abandonado el reino y están fundando una nueva ciudad. El valor de los troyanos es ala­bado incluso por los vencedores: las pinturas del templo, entonces, se convierten para Dido en ilustraciones de la grandeza troyana castigada por el destino. Después siguen los magníficos sacrificios, los manjares y los "dones de Baco, la alegría de los festines". El palacio es opulento y se muestran alfombras, platería, imágenes cinceladas en oro. Los agasajos son dignos de un rey. Para corres­ponderlos, Eneas hace traer magníficos obsequios, conservados como reliquias troyanas. Son insignias reales con sello divino: la primera es un conjunto -falda y capa, bordadas con abundante oro-llevado por Helena a Troya desde Micenas, regalo de suma­dre Leda; sigue el cetro de Jlione, la mayor de las hijas de Príamo, un collar de perlas y una diadema de piedras preciosas. Es un saludo real, si bien el manto pertenece a una reina que ha consu-

Andlisis de la obra 29

mado ''himeneos no permitidos" (inconcessos hymenaeos), como después sucederá con Dicto. Estamos ante una escena de felicidad, conco_rdia y afecto. Dido y sus tirios son amigables, pacíficos y generosos. Aparentemente, todo está en orden. Sin embargo no lo está cuando el enfoque se desplaza a Vf3nus quien, como Juno, también contempla desde sus alturas lo que ocurre. En las presen­tes circunstancias, ante tanto esplendor y tanta dicha, Venus teme _ que Eneas se enamore de Dido,32 es decir que lo que inicialmente es un grato beneficio para Eneas y los troyanos amenaza convertir­se en un grave peligro para la empresa de fundación, por lo que la hospitalidad de la reina se presenta como tanto o más riesgosa que la hostilidad. Entonces la diosa recurre al poder de su hijo Cupido para desviar hacia Dido e!furor pasional que pudiera aprovechar Juno para retener a Eneas en Cartago. Ascanio,33 el hijo de Eneas, es momentáneamente raptado por Venus, <;:u12Lc!otoma su aspecto y seduce a la reina por su p¡¡recidocori el héroe. Es muy interesante la psicología de Venus: esta sobredosis divina de amor arrebatado protegeráas_u hijo y le_ evit?rá el extravío de desear lo que no puede po3eer. Eneas no tendrá que empeñarse en" Una pasión demente ni sufrir los trabajos del amor porque para eso ya estará Dicto. El héroe amará a la reina en términos humanos, con un afecto que pasará a segundo plano apenas llegue el mandato de Júpiter y deba marcharse. El Libro I finaliza con el ya sobrenaturalmente apasionado reclamo de Dido para que el héroe cuente su historia y la de los troyanos, lo que dará paso al extenso relato de Eneas en los Libros 1! y III.

Con este seguimiento de los episodios que componen el Libro I hemos querido ejemplificar la singular perfección del relato. No hay excesos, todo se administra en su exacta medida. Las transiciones se realizan de tal manera que todo se entrelaza con ajustada cohe­rencia en planos distintos y simultáneos. Cada escena o situación

32 Venus percibe la atracción que Dido está ejerciendo sobre Eneas: "Ahora lo cautiva la fenicia Dido y lo detiene con deliciosas palabras" (vv. 670-l) le dice a Cupido.

33 El hijo de Eneas recibe dos nombres, Ascanio y lulo, este último relacionado con la familia Iulia a la que pertenecían Julio César y Octavio. Servio considera que el nombre original es Ascanio y ofrece una interesante variedad de posibilidades para explicar la forma lulus ("lulo"), por ejemplo como forma derivada de Ilius (de Ilión, o sea de Troya), o como nombre ad­quirido después de la derrota de Mecencio; cf. Servio, Comentarios sobre la Eneida. !, 267-8.

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30 Análisis de la obra

significa algo en sí misma, algo en su relación con los relatos del Libro y algo en relación con la totalidad de la obra. En ese sentido, Eneida está más cerca de la novela que de la epopeya, está más cer­ca de Dickens (mutatis mutandis sin duda) que de Homero en lo que a técnica narrativa, o mejor, arte compositiva (ars compositiva) de la narración, se refiere. La organicidad del todo y de las partes, y sus imbricados enlaces, han dado lugar a innumerables interpre­taciones a lo largo del tiempo que no han de cesar porque nunca Eneida se lee de la misma manera. Porque el caso es que todo está ahí (el amor, la política, la religión, la historia, el mito) pues Virgilio concibió un verdadero cosmos verbal, con palabras semántica­mente plenas y formalmente cuidadas, de modo que los recorridos hermenéuticos pueden resultar casi infinitos.

La voz de Eneas (Libros 11 y Ill)

La transición del primer libro al segundo está marcada por el ~is>~.<!~.YQ?' narratiV<J.. Al pedido de la reina (final del Libro !), Eneas responderá con el extenso relato de las desgracias troym1as en:· primera persona pronominaí.Aió largo de los siguientes dos li­bros, el narrador impersonal y omnisciente desaparece para dejar la palabra a un _y_o:_:Elneas que ofrecerá su versión de los hecho§_y así re­velará sus pensamientos y emociones. En el centro de la escena está el narrador y el protagonista de la narración, y esta condición doble permite -como no lo hacía la tercr:a persona- incluir abundantes notas de sentimiento y valoraciónt_Los griegos son astutos y malva­dos, los troyanos pecan de necedad por no interpretar los oscuros vaticinios y parecen gente sin malicia. E,t,amor parental,se manifies­ta como una forma elevada pe virtus . 3iJ Las 1fái:i_I~eioi-)es <:!!) __ Eneas para c~mplir el mandato divino y abandonar Troy<l nos pintan un varón atrapado entre su vocación de héroe y su vocación de "santo",_ Por un lado, <J.nhela .morií' én la batalla defendiendo su ciudad, por el otro debe cumplir el mandato de los dioses.

34 La palabra virtus no se corresponde exactamente con el significado de la usual forma en español; en latín significa la excelep.cia_..Q.~ .. JJn .. a_ <:;ondi­~ión determina~a. su posibilidadc;?p_t.tm.a; aun cuanao·n:ormalmenté apare­ce-rela:Ciortádá'Con cualidades hUmanas (el valor y la fiereza en los guerreros, por ejemplo) e ~nyo~y.cra aspe_ctos éticos, también existe virtus en otros seres de la naturaleiá. cOÍno plantáS Y :inimales. El filósofo estoico Séneca (Episto­la 41) ejemplifica la virtus de la vid y la del león.

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Andlisis de la obra 31

Ene,,;_~!lÍI11LQdUce en el relato marcando su tono sentimental: jjMe-cfi·Genas, reina, renovar un terrible qolor"35 (v. 3); entonces em­pieza la n!lrración de la caída de Troya y los viajes posteriores hasta llegar al principio, al momento en que salen de Sicilia y los sorpren­de la tormenta (Libro !) .

Los griego§._c;gngrllyen el enorme cab'!l!o por arte <:le MJ'n!l.a,36

Y .!EªIn§.n un ·ªrdid para tomarJl\. ciudad. A la vista de la inmensa construcción, los t!PY>l~s quedan entre perp!gj_os, asustados y ad­mirados. Interviene entonces ~c.Q.onte, sumo sacerdote de Neptu-1!0 dios del mar, >:_d,¡rtiend() el peligro del fraude gritlgo: "no crean en el caballo, troyanos (. .. ) temo a los Dánaos que llevan dones". De improviso, los tiQYi!!JQs gªen a un griego cg.utivo. Se trata de Sinón, el d_.o_ble agente que cumple su misión de guerra, ciertamente-con gran éxito, y Eneas no oculta su valor y su heroísmo al exponerse a la muerte; pero desde la perspectiva troyana actual, Sinón es modelo e;! !l. su pueblo. Dice Eneas a Di do al relatar el engaño de Sinón: "mira ahora las traiciones de los Dánaos (los griegos) y aprende todos los crímenes a partir de éste solo". El pueblo olvida a Laocoonte y po_lle su atención en el relato del griego, cuyo e]'lgaño resulta tan eficaz que no interpretan el amen, 37 el anuncio de ·desgracias que se anuncian en el episodio siguiente. El mal que causa Sinón es su­perado por algo peor y más tremendo: las monstruosas serpientes que salen del J:n!lr y matan a :Laocoontey a sushijo§ ene! momento en que realizan ''D<l <;e.I!L.IT!'?_Ilia_e.n honor de Neptuno. Pero ya el ~1 !'a sido !!!9s__u_lado por la perfidia de SinQn, quien falg.;qnente hadicho que la desmesurada altura de la construcción obedece al temor de cjüe el caQ!lJIO pueda ser introducido en Troya, pues en tal· caso pasaría a ser una ciudad dominadora de todo el Peloponeso. La ~~:'.-?:eJ>()<:I~r ydominación posee a los troyano.s; esta ceguera les Impide ver la gravedad del prodigio, por lo que interpretan el nefasto augurio exactamente al revés. No se detienen a considerar que hay trampas y traiciones; no se les ocurre imaginar que las dos sigilosas serp!e_!ltes.sean los ardides griegos (Sinón y el caballo) que destruirán la ciudad, o las flotas de los reyes aqueos (Agame-

35 Infandum, regina, iubes renouare dolorem. 36 El arte de Palas Atenea se asocia a las construcciones en madera, es­

pecialmente pino, como es el caso del prodigioso caballo o de la nave Argo de la empresa Argo náutica. .

37 En la tradición romana, los vaticinios _reaJJzados a partir de sucesos ~X!E~<?!~!~~-~i_<?S.Q_significativ.os (ostenta) pueden contener anuncios favora­bles (auguria) o desfavorables (omina, plural de omen).

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32 Andlisis de la obra

nón y Menelao). ¡.o to!Ilaru::omo un castigo enviado por 1:> dios'L al sacerdote, como individuo .. por hap.er blasfemado y arro¡ado su lá.Iiza··contra su sagrada construccióJ?.,"'~ con esta interpretación se precipitan en su propia des_gr_"';<;i~ ya que d~ciden apl'?C::ªÜ:'.supt:!!l,s: ta ofensa introduciendo rapt<'lamente el caballo al m tenor de las murallas abiertas. De na<;fu l:i.a·· sérvido que Laocoonte les advirtiera que dentro del caballo·estaban agazapado~ los .!>riegos ni que :>1 cla­varse la lanza en el maderamen sonara un ¡ay! desde el mtenor. La codicia y la ambición obran la precipitación de los troyanos, el error y la catástrofe, al menos en el más _acá de~ destino: "si_no hubieran sido adversos los designios de los d1oses, s1 nosotros m1smos no nos hubiéramos conjurado para nuestro propio daño, aquella muestra nos habría impulsado a acuchillar a los griegos". La muerte de L:a'?­coonte es un signo de advertencia para la colectividad, un prod1g1o de no fácil lectura ya que el sacerdote mismo de Neptuno muere, no hay intérpretes consagrados para los avisos divinos y lo ocurrido es coherente con la historia de Sinón. Toda la escena del sumo.J>-ª~er­dote entraña una metáfora y un símbolo.d!l.Ldestipcuie_Imya, que tutela-eÍinmediato relato de la caída de la ciudad como la imagen capital del frontispicio. Mientras que slls_ dos hijos rr;ueren porJ"s dentelladas de las serpientes, Laocoonte muere asfixiado Y estran­gulado entre ambas, como Troya rodeada, ahogada y triturada p!.Jr los Dánaos.

Con el caballo adentro, la noche y el sueño caen sobre la ciudad. Eneas, por obra de la retrospección, se ha transformado ennarr_'l_dor

·-ubicuo, alguien que sabe más de .lo que ha podido ver. E:' la com­pleta oscuridad, van saliendq Jos guerreros gri~gos del VIentre del caballo; simultáneamente,_fu¡eas descansa sum1do en un sopor q1,1e le presenta la imagen de Héctor herido, pálido y lloroso; le anur¡c1_a Jos mortales peligros que lo rodean y le ordena que huya. ~~ la RL.l:. mera profecía que recibe el !>~E.?e: saly¡¡rá de la des:rucc1on _;e los f'<mat¡,>ª y_:_a;]as divinidades efe 1}py¡t, y_cof! sus compar:eros fundará grandes murallas después de vagar durante mucho t1empo p~r el mar. A partir de aquí el foco de la acción se centra en Eneas: el heroe en movimiento revela su naturaleza y condición. La estratagema del cambio de armaduras explica la pintura mural del Libro !, en donde Eneas se ve entre los griegos. Refutando la versión del "traidor de Troya", Virgiliod.,,stacaepla voz de Eneas 1~ in~eclinable fidelidad Y patriotismO-del troyano, dispuesto sin vac!lac10nes a luchar por -~u ciudad y por su padre.

En la tumultuosa sucesión de escenas que trae el saqueo de la ciudad, cada una de ellas significativa, destacaremos una. En su

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Andlísis de la obra 33

embozada y riesgosa peregrinación por las calles en combate, Eneas reconoce a Helena que vaga tratando de esconderse dado que es la

.... r\Íina común de teucros y griegos. Ciego de ira, 'l!Jiere vengar en ella la destrucción de su patria y castigar tantas maldades, pero .el fíé~oe vÍrgiliano no cede irracionalmente a este impulso sino que siempre tiene una instancia de deliberación: ¿será justo que Helena regrese a su reino sin recibir castigo, después de haber provocado la muerte de Príamo y la destrucción de Troya? La respuesta definitiva es no, y corresponde vengar en ella su patria y sus manes, pese a que "no hay victoria alguna en castigar a una mujer, ni tal victoria es honrosa". Triunfa el patriotismo pero todos sabemos que Helena so­brevive, y aquíVirgilio hace aparecer a Venus, quien descubre ante Jos ojos de su hijo una escena sobrenatural. Helena no es la culpa-

_J:>l_,sino la inclemencia de los dioses (diuum inclementía, Libro Il, v. 602), y entonces, descorriendo la nube que oculta la verdadera realidad, muestra a Neptuno, Juno, Atenea y al mismo Júpiter. Ellos son quienes azotan la ciudad destinada a perecer y la derrota es tan inevifiible-como· inniinente. ~~nus _.termina su aparición cop la _!e­p_e_ti<;ión del mandato: abandonar la resistencia y huir. Por segunda vez, Eneas recibe un aviso sobrenatural ordenándole escapar. Sin embargo;Ta atención a los anuncios divinos es demorada por la lealtad y el amor filial cuando Anquises, el P-?.dre del héroe, se resiste a dejar Troya. Ante tales circunstancias, Eneas prefiere la muerte en batalla a abandonar a su padre en la huida, una buena pintura de su idiosincrasia que incluye la completa devoción filial y el valor heroi­co de disponerse a morir por Jo patrio. Finalmente, un nuevo prodi­gio persuade al anciano: sobre la cabeza del niño Ascanio aparece un fuego extraordinario que arde sin quemar. El portento Jos decide y escapan. La escena .c::le la huida condensa un imaginario completo cte. las rel<Iciones sociales, familiares, religiosas, ya que Eneas carga a su anciano padre de paso lerdo y lleva de la mano a su hijo lulo que camina con pasos desparejos porque es pequeño; atrás, mar­cha Creusa, la esposa. Hay una trf.a<:la generacional masculina en el frente de la imagen, en tanto que la mujer ocupa un marcado segundo plano. Por un lado, es claro aquí el simbolismo religioso que remite al culto de la gens, o sea la "familia" como núcleo de la religiosidad arcaÍca. Todo fiaterfamilias es cabeza civil y religiosa del hogar, es Señor y sacerdote, y el hogar es el fuego central de Ja casa que ritualmente [email protected]'in.los .Lar!'s, dioses tutelares de la· fami­lia. El sacerdocio es hereditario, se transmite del pad~e al hijo y del hijo al nieto,'y constituye una dignidad exclusivamente masculina. Las mujerés son miembros del culto doméstico y sólo participan de

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34 Análisis de la obra

éste por asociación con un varón, primero el padre y después el es­poso. El matrimonio produce en larnui~T un cambio devocional ya que, al casarse, abimdona la casa paterna y sus cultos, e ingresa a la de_ su marido cuya familia tiene sus propios Lapos,_Esta conversión es normal y regular en las muj¡;o¡es e indica el carácter subsidiario de la participación femenina.: La estampa de Eneas, Anquises y Iulo, seguidos de Creusa representa el esquema social y religioso (sinónimos para los romanos) en el que se apoya el principado, que busca la validación de su derecho al poder en la gens escogida por los dioses y el destino -que no es otra que la de Augusto- y reivindica el modelo de la sucesión genealógica, la neta suprema­cía masculina y un conjunto de valores parentales asentados en la religiosidad o pietaS]Por eso n_g_Q_¡¡_iliJcisiyo q.tHtenJaJuga. pier_4an a Creusa. Repentinamente, Eneas se da cuenta de que ella ha que­dado rezagada y perdida. La busca en vano hasta que ;;e le aparece

_<>utr_iste sombra. pues l!-'lJ!l!J.ert<),)il6reTeva de toda ¡:ulpa pues su Oestino es quedar en Troya y Eneas nada podría haber hecho para impedir su cumplimiento. No se trata de un caso de negligencia cul­posa por parte del varón sino de Q..esigr1i_o divif1Q. Otra vez se repite la_¡;u:o_~c:;ía de los largos destierros y las largas peregrinaciones hasta alcanzar el Tíber donde le esperan prósperos sucesos, un reino y una nueva esposa. La sombra se desvanece, .el héroe regresa junto a los suyos y escapan del lugar. La ausencia de Creusa no modifica lo emprendido porque quienes importan son Eneas, su padre y su hijo. Pero Virgilio no es torpe en sus mensajes y entonces, por otra parte, se pueden leer en la escena muchas otras cosas. J;;neas.puede !Il'!_rcar, por ejemplo, el orde.n natural de la sociedad: va al frente arrostrando el peligro y protegiendo a la mujer, menos preparada para las situaciones de guerra; se hace cargo de los más débiles, el anciano y el niño, que caminan con dificultad según sus edades; y es claro que Eneas no tenía tres brazos, por lo que uno quedaba de a pie, y en todo caso la que al menos podía caminar era la mujer

/protegida por el marido. En fin, las lecturas pueden multiplicarse. Muerta Creusa, el héroe regresa con su padre e hijo al pie del monte Ida. Allí se ha reunido una gran multitud de troyanos (guerreros, matronas y niños) dispuesta a seguirlo, "juventud reunida para el exilio, desdichada muchedumbre"3• (v. 798).

El Libro III cubre los años de viaje marítimo entre la huida. de Troya y la salida de Sicilia que se narra al comienzo del Libro r .. Es

38 collectam exsilio pubem, miserabile vulgus.

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Análisis de la obra 35

el viaje de Eneas desde un pasado que ha muer'to y un futuro de grandeza que aún no se ha manifestado, Y .. en él se muestran los ideales y los valores del pueblo romano al concentrarse en él los

Túndamentales datos programáticos de Eneida. Se trata de un viaje bajo la guía de los dioses en el que el héroe va conociendo el aestl­

.:no queJe agüarda y a la vez comienza a comprender, con la ayuda de su padre, los valores de la nueva civilización que ha de fundar.39

Eneida puede ser' considerado un libro de iniciación y aprendizaje en el orden divino: Eneas es el neófito a quien se le van revelando progresiva y guiadamente los secretos del hado, Artquises es el ins-

_Jxuctor y el mediador entre lo divino y lo humano, intérprete de los prodigios y ministro de los sacrificios, es decir' que desempeña una función claramente sacerdotal.

Contrariamente a los libros que lo enmarcan, no se encuentra en el Libro III la intensidad emocional que acompaña la caída de Troya en el Libro II y la historia de Di do en el Libro IV, un ilustrativo ejemplo de la maestría de Virgilio en la composición del relato al combinar modalidades narrativas con efectos distintos por despla­zamientos del foco de atención. El lector, que ha sido sometido a la angustia y al dolor que tonalizan intensamente el Libro rr. asiste ahora a los peligros del viaje marítimo y las aventuras de los troya­nos en su búsqueda de la tierra prometida, que no sólo será Roma sino toda Italia. Anquises y Eneas inician aquí la travesía hacia la fundación y sorfSüs""ñgí.ifas·tute1á.fes: Viigilio recupera una ima­gen semánticamente fuerte de la Italia arcaica ya que, en tiempos tan tempranos como los siglos V-IV a.C., padre e hijo aparecen en representaciones estatuarias y murales y son venerados como los fundadores de la estirpe.

Al llegar a Tracia. ocurre el extraño ~§o él e Jas ramas de ~Q~ ªrb11stos que alsera._rraT!cadas por Eneas manan sangre, sin precedente alguno en la literatura antigua que conocemos. 40 Al cabo, e~~ u11a..vo:10. d.<:' .. t¿ltratumba que, después de advertir a - ' ' "• ··"·--··--····- ,, .

39Wil!iams. 1962: 4. 40 Lo que se denomina literatura antigua -también llamada confusa­

mente "clásica"- es, en verdad, el repertorio textual de un pequeño sector ubicado sobre la orilla septentrional del mar Mediterráneo que decidió, sucesivamente, adueñarse de todo lo que pudiera (algo que queda claro en la denominación de Alejandría para la ciudad o Mare Nostrum -"Mar nuestro"- para el Mediterráneo) y destruir o negar la existencia de lo que no pudieran tomar, consigna transmitida a la posteridad euro-americana a lo largo de su historia .

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36 Análisis de la obra

los troyanos sobre el peligro que los acecha y urgir la hffidaJ se da a conocer como Polidoro, un personaje que remite a Hecuba de Eurípides pero que no se encuentra en relación con Eneas. Abandonan el Jugar y llegan.a una J§lª agreste gobernada por el rey Anio, sacerdote de Apolo.41 La importancia simbólica del viaje y los Jugares de asiento temporario se patentiza en la sucesión de las profecías de Apolo. Esta vez insisten en que J:IDeils.d~_alcan­zaúiúTúgar ctegf:ig~rÍ. que no es otro que !tali<'l, gracias a la estirpe de Dárdano. y,rms antes, en el Libro Il, le ha prometido que lo llevará seguro a sus umbrales nativos. Hay una insiste.n<oia en el origen itálico de lostro:yanos de móéíü tal que, avañzaéío efreTato i:fet!iUiiiiéi,-se vim arÍÜCiparÍdo las objeciones que pudieran hacerse acerca del ingreso de los troyanos en el Lacio. El oráculo de Apolo les ordena alcanzar una tierra que ha producido el linaje troyano y a la que el linaje debe regresar. Ese lugar, que todos sabemos que es Roma pero no se riienciona su nombre, es .s}J -~~antigua rn::;.Qxe" (antiquam ... matrem, v.96). Entonces ocurre algo extraño: Eneas parece no tomar en cuenta la profecía de Creusa con el anunéio de una nueva ciudad en Hesperia a orillas del Tíber y permane­ce callado, ·mientras que Anquises interpreta sin vacilaciones el mandato de Apolo, del que concluye que deben viajar a Creta, yse equivoca. Resulta innegable que hay una degradación del poder mántico (adivinatorio) de Anquises, pero por otro lado se ilustra aquí lo que representaría la creencia común y más generalizada de los troyanos acerca de un origen micénico de su pueblo. Creta es "cuna de sus antepasados", la habitan los Cure tes, 42 ligados a la tradición romana. Pero allí los sorprende la peste y. en un Sl!.e.fill que más resulta una visióll,_ los Penates43 mismos indican a Eneas el rumbo itálico. Al saberlo Anquises, reconoce la "ambigüedad" de su linaje, nacido de dos troncos, y recuerda una profecía de Casan­dra según la cual fundarían un gran imperio en Hesperia, es decir, Italia. En las Estrófadas, después del ataque de las arpías, una de ellas, Celeno, insiste en el destino de Italia pero les advierte que el

41 Apolo es propicio para los troyanos. 42 N.E.: Se da el nombre de Curetes a unos genios que tuvo Zeus en su

séquito durante su infancia en la isla de Creta. Grimal, P. 1999. Diccionario de Mitología Griega y Romana. Paidós.

43 N.E.: Los Penates son divinidades romanas que protegen el hogar. Durante mucho tiempo fueron poderes invisibles, simples abstracciones. Cada casa tenía los suyos y Eneas había llevado los de su casa hasta Italia. Grima!, P. 1999.

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Análisis de la obra 37

establecimiento en el lugar demandará grandes tr::abajos eni!le<:\io. del.hambre y las I!latanzas. - -La partenri.al"d~l Üb-;,o contiene la¡:>[ofe<;:ía de Heleno, hijo e!~ Príamo y desposado ahora con Andrómaca (viuda entonces del

-héroe troyano Héctor y de Pirro, apodo dei hijo de Aquiles, Neop-­tolomeo). quien reina en Caoni¡¡. y ostenta el doble título de rey y adivino. En su extenso parlamento, ¡:>rofeti:e:a l()s aún largos trabajos .q.ue_.!J.E!.P<lr>Ín ¡¡.frontar y da detalles de los sucesosveniderQs (en es­pecial los relativos a Cumas y la Sibila); esto incluye el dato preciso de reconocimiento de laiieg,.da ¡¡.! )ligar destiDa,<:io por los dioses: la visiÓn ele la cerda blanca y los treinta lechoncitos, y el deseo de conierl:úista lasmes¡¡.s. Todo es minucioso e hidica formas rituales. Nínguna de las prof~~ías, sin embargo, se refiere a sucesos perso­nales, ni siquiera el anuncio de una nueva esposa para Eneas en el Lacio ya.que se trata de un acto político, una unión anunciada por los dioses y realizada como sello de la unión de las estirpes. Así, el Libro Ill, y con él el relato de Eneas a Oído que comenzara en el Li­bro Il, finalizan con la muerte de Anquises en Drépano, algo que no se ha!:>J:>i:"meñcioñado én ninguna de las profecías y que sorprende dolorosamente al héroe, ya único responsable y conductor de la empresa.

Dido (Libro IV)

Los lectores contemporáneos de Eneida suelen privilegiar en su memoria el Libro IV, algo que ya viene en la impronta cultural de la modernidad y que ha sido especialmente productivo en la música y en las artes plásticas desde el Renacimiento,44 porque es una his­toria suficientemente perimetrada en un Libro, y porque además es una historia de amor desdichado. Un lector actual podrá, incluso, leerlo como novela sentimental. Si Virgilio hubiera escrito sólo la historia de "Dido de Cartago", como señala Austin en su introduc­ción a este Libro45 , habría establecido su derecho a figurar junto a los más grandes trágicos griegos, no sólo por la expresión de un

44 Desde la opera de cámara Dido and Aeneas de H. Purcell hasta fenó­menos folklóricos como la tragedia Dido de nuestro compatriota Juan Cruz Varela, la historia de este amor en conflicto se ha autonomizado y perdura en el imaginario social como argumento cerrado.

45 Austin, R.G. "lntroduction", en: P. Vergili Maronis, Aeneidos Líber Quartus, Oxford, 1963, ix.

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38 Análisis de la obra

amargo conflicto moral y el "temor y la compasión" que impulsan la catarsis de nuestras emociones, no sólo por la noble simplicidad de su concepción, sino además por la economía argumental y lo inexorable de su movimiento hacia el desenlace. La leyenda de Dido remite al poeta arcaico Nevio46 pero la presentación virgiliana se compone sobre una variada red de obras precedentes que cons­tituyen su base hipotextual. De lo que se ha conservado, s.e puede citar como más próximos el Poema 64 de Catulo y Argonáuticas del poeta griego alejandrino Apolonio de Rodas, sin bien son múltiples las resonancias de la tragedia griega y romana.

El Libro N resalta en primer plano la C.Y~Ii.<J.n humm1a, como también sucede en el Libro II, con el atractivo complemento del conflicto amatorio. Todo lo demás (los dioses, el destino, la labor fundacional) sigue estando pero, desde nuestra óptica cultural arraigada en el romanticismo, el tema del amor interesa de modo particular porque sintoniza con la sensibilidad moderna.47 La con­fianza en las verdades del corazón en contraposición con las que elabora la razón, el reconocimiento de la superioridad de aquéllas con relación a éstas últimas -convicción enraizada en la Reforma, que condena el racionalismo escolástico48- otorga a D.it;lo el prc>~ tagonismo de esta "trage<ii» narrativ<:f' que abarca la totalidad del L'tbro·N; terÍiendo como prólogo el Libro I, y como epílogo el Libro VI. En el prólogo del Libro I se produce el encuentro entre Dido y Eneas, y la intervención de Venus para enamorar a la reina y prote­ger la misión de su hijo. Dido reclama el relato del viaje troyano que se presenta en la voz de Eneas (Libros II-III).

46 Nevio (segunda mitad del siglo III a.C. -según San Agustín, murió en 201 a.C.-), autor de La Guerra Púnica (Bellum Poenicum) que incluye la primera versión conocida de la historia de Dido y Eneas.

47 Los lectores necesitan cierto tiempo para que comprendan la situa­ción de Eneas y no lo condenen por el abandono de Dido. En el esquema victima 1 victimario, Di do se lleva el afecto del lector y Eneas es repudiado.

4B El privilegio de lo sentimental-irracional que culmina en el Roman­ticismo tiene sus orígenes en el Renacimiento; el pensamiento de Erasmo, la Reforma de M. Lutero -con su principio de comprensión intuitiva de las Sagradas Escrituras- y el "pietismo" (corriente religiosa cristiana que pos­tula el acercamiento a Dios por el sentimiento y la intuición, y no a través del razonamiento doctrinal, como es el caso del pensamiento escolástico representado por S. Tomás de Aquino) configuran una antropología que se va extendiendo en los siglos siguientes y puede considerarse uno de los cambios má~ importantes de la modernidad.

Análisis de la obra 39

La historia contenida en el Libro IV se abre con la voz del na­rrador, que ha cerrado el Libro III. "QJ<io_¡trde de pasión por Ene.ªs y un fueg() int(lriorla conS].li11<'J. De modo similar al de la heroína trágica.Fedra,49 S"e debate desfalleciente entre el amor de Enea~Y.§J.l voto de fit;lelid<td et\"rna a Siqueo, su esposo muerto. Cuida, ya con exhausta ~dei:EirminaciÓn,. el pu_d.9r:. 50 .\lúe Ja qiseña COIJ1.0 uni'!.ir:.a'!' romana y con esto Virgilio-ennoblece la figura femenina con la que Eneas tendrá una refii.cfón personal e individual. Siñ émbargo, esta relación se establece entre el conductor de un pueblo destinado a un futuro de grandeza en Italia y la reina de Cartago, tierra protegida por Juno y elegida por la diosa para ser cabeza del orbe. LOS§<lll,ti­mientos personales, pues, !'St!Í,n indisolublemente ligados al orden socia¡:-pofüi(;()_yi,efigio§O, de modo tal que las emocionesyac_(;í(}iies índ.íyjcjuales comprometen de man13ra _inexorable .aJos p].lebl().§5i~ ámbq~ personaJes" y'iiis réspécihro's proyectos fundacionales. ºj_c!<) yEn e as, tirios y (royan os, Cartago y Roma, Juno y Venus, el proyecto matriarcal de la diosa y el proyecto patriarcal de Júpiter y elfatum, y la tensión de sus relaciones se concentran en este libro.

Nos referimos antes a la simpleza y perfección del argumento, que puede resumirse en pocas líneas. Di do cede a la pasión y Eneas no la rechaza. Se concreta una unión_pseudoJJ1._<ItrimoniaJ ¡:>ropi<;i_!l­da por Juno con el simulado ap.oyo- de Venus y Eneas se t_ransf<:Jg!lil_ tempóiái-rñente. <Oil:)o que, éri-Tasmonai'<:j"uías- riiódernas, es un "príncip!"j;:9_nS:óite", alguien que comparte el trono por el derecho aervínculo matrimonial, no por derecho sucesorio, y no tiene prerrogativas-especiaÍes de mando. Vi&IIQJLQ]J.<l,.!:li.l"-ªs $..!L.!i!'_ll:12!..<1 inútilmente en una tierra que no es la que los hados le destinan,

'''•- - ··~ ... ~,,_,.,_.,e """":;:;:;:_-~•••'-• "'

Júpiter enví<la Mercurio, el dios mensajero, para que recuerde al

49 N .E.: Fedra es hija de Minos y Pasifae, reyes de Creta, y hermana de Ariadna. Se desposó con Teseo pero se enamoró de Hipó lito, el hijo que éste había tenido con una amazona. El joven la rechazó y Fedra lo acusó delante de su padre de que él había tratado de violarla. Teseo rogó a Poseidón, dios del mar, que lo matara, y al poco tiempo Hipó lito murió cuando sus caballos los arrastraron. Fedra, abrumada por el remordimiento, se ahorcó. Grimal, P. 1999.

so N.E.: Este término puede ser traducido por "vergüenza", "modestia" o "recato''.

'"-STi; .. univira ("mujer de yp. sqJq rnarjdo") es el ideal de matrona de la Roma arcaica-:-·ta esposa p-ermanece fiel a su esposo, i!!S1JA§9..Jª-V_.l<!.Y!!:!!i~_z, ya que se volverán a unir post mortem, como de hecho ocurre en el caso de Dido (ver Libro VI).

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40 Análisis de la obra

héroe .~Y divina IJ?i_?j_¡)n. por lo que ~.Q.!l.cide .. conJi.ngªr el viaje a Italia "bandonando Cartago, pese a las súplicas de Dido quien, al no poder impedir hí ¡:,·aitida, §esíücida. · ·•· · ·--

Como es habitual en toda la obra, las razones y los sentimien­tos humanos se imbrican y combinan con las acciones divinas. No hay aquí áreas cerradas: lo individual no se separa de lo social, ni lo humano de lo divino, ni lo inmanente de lo trascendente, ni la historia del mito. Tal como hemos dicho al comienzo, Eneida está J:;.Q.JJ._<;ebida CO!l}QJJJJ...c.osmos poétic.o gue, por el arte de !arñim~;;¡;¡:_ .t~~~\lC::e. discursivamente la concepciÓn.déTimiverso como-m:.cr\>.::. cosm¡:¡s. como !QQQ..PJ<J!ln.adQ_J?.Q!:.lasJ.exe .. s. cl.i:Yi!!~ moVido· porTas relaciones de causa/ efecto y organizado según los principios de la analogía. Consideraremos brevemente algunos pasajes que ilustran lo que decimos.

El primer discurso de Di do dirigido a Ana, su hermana, presen­ta su dilern" rrior"l;_ ha s!ai:ifuertemente impresionada por Eneas, por su linaje y por sus virtudes. Sin embargo, el lector sabe algo que Dicto no sabe: ha intervenido Venus tocándola con la pasión amo­rosa, como curioso modo de proteger a su hijo. 52 En el escenario humano, ~!ign.e.<:iet\'_nnina.ción de la nein_a_d<! perm.~c::er fiel a su condición d~ Jtrzivirq r'!su}ta <:fél:>il. Tan débil es, en verdad, que f\na la convence en algo más de veinte versos. En su discurso Ana ""-~ ............... ~~---..-"""'""- ---~ ' muestra a su hermana lo equivocado de su decisión. Lo hace desde distintas perspectivas, no por medio de aseveraciones sino de pre­guntas retóricas en sentido lato. Pregunta a Dicto si ha tQIDi'l!:I9.. .. ~JL Ct1ef\tatres a~pec:to_s:_ a) Di do es ¡ove11y merece disfrutar delargqr y de los hijos, lo que entraña el problema de la sucesión; b) La ·reina ha obtenido un pequeño territoriq_ cedido por Iarbas53 y rodeá;J'(¡ de pueblos hostiles, gobernados por feroces caudillos, necesita .. protección masculina; e) La gloria de Cartago estará garantizada

-----~--- --------·- --··

52 Dec:im.os curioso porque Venus se adelanta a cualquier acción de Juno en contra de Eneas haciendo que Dido se enamore de su hijo. De este modo previene lo que podría ser una situación catastrófica: que Eneas fuera cautivado por Dido, por obra de Juno. Así, Dido queda anulada como poderoso peligro para la misión del héroe. Pero, ¿por qué Juno no podría exigir, como reina de los dioses, que Cupido trabajara para ella enamorando a Eneas? Pareciera que, como el truco ya ha sido usado, debe pensar en otra treta.

53 N.E.: Rey africano, hijo de Júpiter y de una ninfa. Reinó sobre el pue­blo de los gétulos y cedió a la reina Di do parte de sus territorios para que ésta funde Cartago. Grima!, P. 1999.

Análisis de la obra 41

~n !<l_un_i.<)_n,_.?_el<>,s_tr¡:¡y_';:!'~: En los tres casos se trata de poderosas ~-e~-~C}()_l2_ol~t~c_as,_ me! uso en la necesidad de los hijos. ya que no es simplemente la 1dea de una supuesta realización femenina en la maternidadsino la posibilidad de. u1Jl:ered~rg_c;l_eJJmn.o, dado que Oído no ha_ te':'ido desce':'denc~tt ~ti jq~!La,~eptación de eili\.S.J:ª~n~s .... ~~gm!ic:? !a_ p_as1ónde D}d() ya que sólo i:orp..Qe_una pr¡:¡lllesainutll P'?ratender a la segundad y engrandeci!Tlientoae­}~reino. Unido esto a la maniobra de Venus-Cupido para enamo~ rarla, nos encontramos con una Dido prácticamenté sin culpas, lo que acentúa su condición trágica. Dido, además, es tan piadosa como Eneas. Junto con su hermana, lo primero que hace es diri­girse al templo y r\'alizar los ritos propiciatorios, en los que ocupa un l_ugar d~ privilegioJ'.ll.f.l.9JAYOCad_ª_¡1o como diosa protectora de la c1udad smo comopr.otect.ora delas uniones matrimoniales. La d . . . d 1 . • d . . ... . . ...... ···········--· .. <e;;.<::rlp<:0!9D ... eJ'P?slQ..f\ _e D1do es uno de los grandes momen-tos del Libro IV. El amor se ilustra con la bella imagen de la cierva her_ida, pero inmediat~';'lente se apuntan otras observaciones que ext¡enden la problematlca al campo social: Dicto se enajena en su pasión y la construcción de la ciudad se detiene:··Nci ·,¡e alzan to­rres ni se ievantanÍmiái.llas,y la júiréritud'pérmánece inactiva sin ejercitar las armas. Con esto los romanos recuerdan lo riesgoso del gobierno femenino. ·· ··

De momento, lejos de engrandecerse, Cartago parece amena­zada de rui.na y en este punto el relato se .. desplázaa juno quien .contempla ala,rma,<! .. '! el espectáculo. En un gesto muy romano, le ¡>ro pone a Venus una alianz-: que fa,:-:()~~cerá a tirios y tr.oya,nos, ~ . .e:l!':'d"_p()_E_elmatri!Tl.Qn~o q,p¡gg y En<las,__El pacto entre Juno y Venus se ~":racteriza por un mutuo intento de engaño: lll .. IJ.O propo­ne la tradiCIOnal alianza del matrimonio a fin de garantizar la futura pa~ .. Y _prosperid~d de los troyanos en Cartago, IJ.e_¡:o ·· erÍ realidad qyi.,~e llevar Itaha a las playas africanas y subordinarla a una reina

54 La_e:ccelsa co_ndición de la univira implicaba fidelidad póstuma y viu­dez d~~nitiVa. Es~e Icj~~lJ!rC-ª.!f.Q.~.Q.e!?plª~ª4_Q..jg~.!~-~-~ fin __ <_t~J..~J~epúbli~ca por la f~cll~4-ªP. del di_vor~.t9 __ y por las 1]-~-~Y-é.l:~ .. c'?_~!':-!.m.b~~?..E!:J~~-J!Úüi:ii$ (entre ellas la~ del ca~ami~nto stne manu -"sin mano"- por el que la mujer podía, de~pues d~l divorcxo, recuperar su dote y pasar a administrar su patrimonio, a diferencia del cum manu -"con mano"- por el que la dote era definitiva­mente una P<?sesíón del esposo) se repone en el imaginario augusteo pese a lo cual_el mismo AllJ?~~-t-?..5!-.~~J,:~!é:l)<tV.~cesidf.ld_de incrementar la.baj& tats?

~~-;e .natalidad_ del pat_nc1ado. por medio de segundos matrimonios para_ las VIUdas Y hasta de matrimonio para las Vestales, sacerdOtisas vírgenes. · .. ·-·

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42 Análisis de la obra

. ori<?n!aL55 Seguramente en esta concatenación de imágenes, el lec­tor de la época augustea podría haber recordado los casos de Julio César y Marco Antonio.

Venus acepta encomendando a la reina de los dioses que per­suada a Júpiter pa~a'que lp autorice. Juno sabe que, para los troya­nos, el designio de grandeza se verificará en Italia, de modo que el establecimiento en Cartago detiene su cumplimiento en favor de la supremacía del reino aíricano. Ve_J1t1S s_a]:le que ~stg !lO. 9.Cl!trirá Q<?rq~('l .a.<:.?,bA4'?. !'_scuc!J.3!~ por boca de Júpiter la pro_f.,¡:ía del reino itálico. No hay que olvidar que la secuencia temporal enlaza direc­tamente los sucesos del Libro 1 con los del IV, ya que los Libros 11 y 111 contienen el relato retrospectivo que Eneas hace, a pedido de la rei­na, de los sucesos desde la caída de Troya. Conocedora del engaño de Juno, yenjl?_.E)]{J?resasu apoy~_a lapnJpuesta e.n la m_e9_i_da en q~ también JúpiterJ¡t sus¡:~iJ:>.a, ocultando que, un poco ante'iCel"ffús­mo Júpiter le ha garantizado que no cambiará el glorioso destino de los troyanos, decretado desde el inicio de los tiempos.

Las dudosas ggp_<;i¡ts_en la .caverna traen un nuevo problema. Por una parte, están muy lejos de responder a cualquier ortodoxia ceremonial tiria, troyana o romana, ya que las supuestas bodas son una especie de accidente de la cacería que se está desarrollando. Pero, por otra parte, Juno ha decretado que habrá rito matrimonial en el que ella misma entregará a la novia asumiendo la condición de pronuba56 y se hará presente también Hymen, Himeneo, la divi­nidad que preside este rito, en tanto que las ninfas de la montaña dan alaridos (ulularunt, v. 168) componiendo un extraño coro que canta el epitalamio. 57 Hay que señalar también que nada se dice de Eneas en tal situación. El héroe aparece entregado al curso de los

55 Para griegos y romanos "oriente" se asociaba a lo que hoy conocemos como Medio Oriente, pero además incluía las culturas que se ubicaban en la costa sur del Mediterráneo, es decir, en África, destacándose en primer lugar Egipto y Alejandría en el sudeste de Italia. Por similitud de costumbres y formas de organización social, y por las marcadas diferencias culturales con los pueblos mediterráneos de origen indoeuropeo, las civilizaciones establecidas sobre la c9sta africana, entre ellas ~~rtagp, se consideraron generalmente '1orientales". ·

56 En la ce:o:-emonía nupcial romana, la madre de la novia es quien actúa como pronuba, la que entrega la nueva esposa a su marido que viene a bus­carla en una festiva procesión.

57 El epitalamio es el canto nupcial que se realiza como parte del rito de matrimonio.

Análisis de la obra 43

acontecimientos sin tener una participación activa y no sabemos qué idea tiene hasta que recibe el aviso de Júpiter a través de Mer­curio y decide continuar su viaje.

La F"mavuel": J?(lF las ti"JT<J,§african¡¡.~ desparramando el _ _rlJ­mor de que pido ha entronizado al príncipe troyano, después de despreciar a los pretendientes del lugar, litrbas, profundamente ii.-i: vOiucrado en el as tintó ya-que éTha cedido una parte de su~ tierras a los colonos tirios con la intención de desposarse con la reina, tiene_ ascendencia sobrenatural pues es hijo. de una ninfa. y devoto, en especial, c!.eJúpiter a quien ha dedicado cien altares y cien templos inmensos; al conocer las noticias de la unión de la reina con el tro­yano, r_E'clarn.:.:aJúpiterjustici¡t ¡i()br.,elr('lcié!l\'eni_c:!_c) al que compa­ra con uñ .. nuevo Paris. Su sola participación es la súplica al padre de los dioses. No hay aquí, como ocurrirá después en Italia con Turno, amenazas o acciones bélicas pues Iúpl\.l)Le§!;_lJ<O .. hAc:lJ'!jnm!'l9iªto el pedido e interviene, 58 no tanto movido por conceder satisfacción al ofendido Iarbas sino para s_?,lv!'cg'd!!.l".<!ill:Jil..li1ͧi911 ~!"()yana y el cum­plimiento del designio de fundación que se demora corda perma­nencia en Cartago. Entonces estalla el conflicto central, no sólo del Libro IV sino también de la primera parte de Eneida: el héroe ruede atender el mandato de Júpiter y volver a los peligros del mar con 'rumbo incierto, o puede seguir sus deseos de quedar Gomo príncipe -~-ºll~()t:te_E)n uni ciudad orule!lt(ol, junto a una bella y apasi()J1?-_da reina_qqeleofrece amor ypr()sperid¡tc:j. Eneas debe elegir entre el jardín de Epicuro cartaginés y la vida áspera y austera del hombre que, olvidado de sí mismo y de su repertorio de apetencias, sigue el camino que le indican los dioses. Epicureísmo o estoicismo. Eneas no vacilará en elegir lo segundg.

El conflicto se desata y en el relato se escucha predominante­mente la voz de Dido. De nuevo Catulo es maestro de Virgilio en la presentación de los sucesos; también las situaciones de Ariadna y de Dido tienen muchos rasgos en común. Ambas, en situación de abandono, lanzan reproches. a.! héroe que se aleja y reclaman

__ fidelidad a quien han (olyu<fado, 59 Eneas es casi lacónico. Otra vez el héroe, como en el Libro 1 al cabo de la tempestad, oculta el dolor

.58 Siguen resonando las imágenes del Poema 64 de Catulo en la inter­vención casi directa de Júpiter en el plano humano.

59 Más allá de Catulo, encontramos las variadas versiones ¡je Medea, desde la alejandrina de Apolonio de Rodas (Argonduticas) hasta las de la tragedia ática.

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44 Análisis de la obra

en su corazón y expone ante la reina la necesidad de su partida: "apretaba con esfuerzo sus penas bajo el pecho"60 (v. 332). Su par­quedad suena a frialdad e insensibilidad, pero no se trata de tales sentimientos. Alprivilegiar la piedad, Eneas .<;\e be_ renunciarª !'!!!L~ afectos y deseos personales, y puede hacerlo porque no está; como Dido, posesa por la fuerza de una divinidad sino que mantiene su libertad de elección y puede responder a la fuerza de motivaciones supraindividuales.61 Eneas ama a la reina libremente, sin .Iafl!erz" compulsiva del furor am¡¡torio. Y también puede usar su razón y su capacidad de elección para dejar de lado lo que ama.

En este punto, el lector moderno se siente un poco molesto. Una empresa de siglos, el espíritu de renuncia para aceptar algo cuyos resultados aparecen a largo plazo, el abandono de riquezas, poder y amor para seguir el designio de los dioses, es algo que suena antiguo y que repele a la pragmática de las sociedades occidentales contemporáneas. Los lectores sospechan que, si Eneas deja tan rápido a Dido, es porque no la quería lo suficiente. Conviene enton­ces leer algunos pasajes muy breves en los que se declara el intenso amor del héroe hacia la reina.

Una vez conocida la voluntad de Júpiter a través de Mercurio, Eneas ansía partir y abandonar "los dulces campos" de Cartago62 (v. 281). La "dulzura'' del suelo cartaginés emerge solamente del pesar del héroe, ahora que él tiene que dejar atrás las alegrías y la sereni­dad de una tierra que ha llegado a amar.63 Es interesante, además, observar la imagen de Eneas que el dios percibe al acercarse con su mensaje: .el héroe está ocupado en la construcción de Cartago -la ciudad enemiga-, lleva una espada radiante con empuñadura de jaspe y un reluciente manto púrpura, regalos de la reina. Se ha transformado en un noble oriental, es decir, en un hombre luxu­riosus ("lujurioso", en sentido etimológico: "amante del lujo") cuya espada es más un fastuoso adorno que un arma de guerra. Los con­temporáneos de Virgilio reconocerían, sin duda, en esta imagen la figura de Marco Antonio retenido por Cleopatra, y la yjctoria moral de Eneas al derrotar esa opción, reflejada en Augusto. ~

so obnixus curam sub carde premebat. SI Di do se encuentra bajo el poder de Venus 1 Cupido, como en el Libro

VII Turno, el rey rútulo, estará bajo el influjo de Alecto 1 Juno; este impulso extra-personalles confiere a ambos un similar perfil trágico; cf. POschl. 1977: 161 y SS.

sz Ardet abire fuga dulcisque relinquere terras. 63 Cante, G. B. 1996: 156.

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Análisis de la obra 45

En el parlamento en el que responde a Di do, presentándole el imperativo de marchar a Italia ya que la divinidad lo ha reclamado, Eneas finaliza con estas palabras: "Deja de atormentarme y ator­mentarte con tus lamentos; no por mi voluntad voy a ltalia''64 (Libro Nvv. 360-1). Elf"'!:ª!Q§.el}timentalAeihéroecorresponde ii su con­dición. no sólo heroica sino fundamentalmente conductora de su puebl()_por detÚminación divina y aceptación humana. El discurso~ es perfecto y evidencia la estatura moral y espiritual del fundador de Roma: ha elegido su destino en el momento de huir de Troya, al deponer los imperativos y deseos personales para obedecer a los dioses. Si hubiera seguido sus convicciones individuales, nunca ha­bría abandonado su ciudad y hubiera muerto defendiéndola, pero una vez aceptado un destino que lo trasciende no hay vuelta atrás y debe entregarse por completo a su misión. Quedarse en Cartago significaría desertar de tal empresa, pero además convertiría en traición su fuga de Troya. La fuerza interior del héroe se manifiesta en la capacidad para doblegar sus sentimientos más entrañables. Todo se resume en cuatro versos: "Pero el piadoso Eneas, aunque desea calmar el dolor de la que sufre y alejar las penas consolándola con sus palabras, gimiendo enormemente y abatida su alma por el gran amor, sigue sin embargo los mandatos de los dioses y revisa la flota" (vv. 393-6).65 La parquedad de Eneas en su respuesta a Dido tiene correspondencia con la parquedad del narrador al referir el profundo dolor del personaje obligado por su propia decisión a abandonar magnus amor, ¡'el gran amor".

¿Por qué, entonces, Eneas no parece realmente enamorado de Dido? La respuesta es evidente: su propia voz apenas toca el tema y el narrador se refiere a esto brevemente. No ocurre así en el caso de Dicto, cuya voz ocupa casi por completo la sección final del Libro. Como ia Ariadna de Ca tul o (poema 64), sus palabras expresan la pasión, el dolor, el desengaño, la impotencia y la cólera, en exacer­bación creciente hasta el trágico suicidio. Esta arrolladora potencia emocional impresa en el personaje de la reina decolora el drama de Eneas pero a la vez lo refleja ya que lo que ella siente no es muy dis­tinto de lo que siente el héroe. Esto constituye el centro de gravedad

64 desine meque tuis incendere teque querellis; 1 Italiam non sponte sequor.

65 At pius Aeneas, quamquam lenire dolentem !solando cupit et dictis auertere curas, !multa gemens magnoque aniinum labefactus amore liussa tamen diuum exsequitur classemque reuisit.

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46 Análisis de la obra

del episodio: al vencer en la prueba del amor, no sin costo, Eneas se pone a la altura de su destino cediendo a lo supraindividual, a aquello que requiere su entrega total en el sentido más profundo y que lo acerca definitivamente a su transformación en romano. En tal transformación, el desprendimiento del "yo", con sus afectos, gustos y apetitos, significa la disolución de lo individual e inmanen­te, paso necesario para hacerse uno con la voluntad de la divinidad suprema y convertirse en fundador de un pueblo elegido desde el comienzo de los tiempos.{la piedad, el privilegio del bien común sobre el interés particular,'"el destierro de las pasiones, son los ras­gos más característicos del ideal virgiliano encarnados en el primer romano, prototipo de la estirpe que regirá el orbei

En cuanto a los aspectos históricos y políticos que presenta el Libro IV, la historia de Dicto y Eneas constituye un relato etiológico o de orig6ñ;yaque <Olx¡)lica}"'=·~¡¡:i:litiva enemis.tad e.ntre.ll9.!lli!..Y.__. Cartago, y presenta al general cartaginés Aníbal como el vengador cíe í51d.o. Mito, leye!lda e historia se entrelazan, como es habitual en la épica· antigua. Las _Guerras Púnicas, acontecimientos de singular importancia para:la historia romana, se validan sobre la base de!fatum que ha otorgado a los romanos "un imperio sin fin", confiriéndoles una razón de ser que involucra la lucha -inspirada por Juno- entre dos pueblos impulsados al dominio, y las duras consecuencias de !apartida de Eneas de África. Y también como la Ariadna de Catulo, Dicto pide venganza y al menos parcialmente es atendida. A la amenaza de castigo ("te castigaré, malvado", 66 v. 386) se suma, ya hacia el final del libro, la condena y el pedic!o de­venganza con que la reina sellará_eLclestino de ambos pueblo_s: "que no haya amor ni alianzas entre-nuestros pueblos"67 (v. 624),-que <:!~­su estirpe surja el vengador (ultor, v. 625), y finalmente "suplico que las costas se enfrenten a 1as costas, las olas a las olas, las armas a las armas: luchen ellos mismos y sus descendientes"68 (v. 628).

Así, las Guerras Púnicas y el definitivo triunfo de Roma sobre Cartago, un momento decisivo para Italia tanto por los peligros que entrañan (especialmente la segunda guerra) como por el impulso que cobra después de la victoria al constituirse en do­minadora del Mediterráneo, quedan explicados por la poderosa

66 dabis, improbe, poenas. 67 nullus amor populis nec foedera sunto. 68!itora litoribus contraria,fluctibus undas 1 imprecar, arma armis: pug­

nent ipsique nepotesque.

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Análisis de la obra 47

grandeza del destino romano que no cederá ante los ataques de un pueblo guerrero lanzado a la venganza. Cartago, como se dice ya en el comienzo mismo de Eneida, es "bravisima en la guerra" (as­perrima belli, v.l4), y esta amenazadora condición exalta el triunfo romano ya que la fuerza del fatum superará todo aquello que se oponga a su cumplimiento, por difíciles y riesgosas que sean las circunstancias.

Pero la cuestión va más allá. La gloria rO}'!!!'..'W- .P-el1!::t'l.St~l!.lli! estirpeg_ue se presenta como la elegidade{fatum y sólo,_pgr.eJ!;¡.

.. Rótl1úiicafi:Zá,~{I;;_:prüiñei:ld.a: ffiagñíficenda. Este-es ·;,¡-p-;_;-;,tº-ciair.e­<leLp.lanteQ__p_olítico virg¡y.a.!!.?:{Ascanio y sus descendientes serán los llamados delcte·stíñOy sólo con ellos se hará efectiva la promesa de Júpiter. De este modo, Virgilio cumple con Augusto al consagrar la familia Julia como legítima rectora del gran imperio romano y custodia de su divina supremacía\

Hay también otro mensajejíQ})!jc;g_~mgm!_que atañe a los con­temporáneos de Virgilío;- que han asistido a la batalla de Actium como triunfo del proyecto itálico de Octavio y derrota del proyecto africano de Marco Antonio y Cleopatra. Por una asociación que más adelante, en el Libro VIII, se hará explícita, el conflicto Rom¡;¡,_cªr­tago (que se traduce como Italia vs. África, y Occidente vs. Oriente) es el modelo esquemático de los conflictos actuales. La grandeza del imperio sin fin, sólo p 0si\Jl'é' •m Italia, se encarna en Octavio, en tanto que MarcÓ Antonio representa la abolición de tal dest\no y la subordinación del impulso romano, desviado por los deseosy ;¡.pe­teíi.Cias personales, a las aspiraciones de grandeza y poderío de la mu}er oriental, en este caso Cleopatra como se verá en el escudo de Eneas. Eneas puede ser potencialmente Marco Antonio u Octavio; ".l1.<~1Eecis.kin en favor dE)[_o_§_¡napdat()§di1linos que han decretado el engrandecimiento del extenso reino a partir del Lacio lo asoci~ a Octavio, derrotando a otro Eneas posible que se detiene en el Oriente y colabora en la construcción de una ciudad que impedirá el cumplimiento del fatum, un potencial Marco Antonio que debe ser removido.

Anquises (Libro V)

El Libro V está opacado por el libro que lo precede y por el que lo sigue. En la estructura del poema, hace posible la progresión desde los trágicos sucesos del Libro IV al misterio y la majestuo­sidad del Libro VI. No hay cambios en cuanto a los mayores temas

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48 Análisis de la obra

de Eneida, pero el escenario es diferente y enteramente armonioso. La mayor parte del Libro está dedicada a losj':l_eg(}s. "'I!.h11D.OL.9e J\.nqqtsesp()_U~Lprime_ra[liyer~ari.o cte su mt~erte.La crítica ha estu­diado largamente esta "imitación" del Canto XXIII de Ilíada, donde se narran los juegos funerarios del héroe griego Patroclo. Como en otros casos, las diferencias son tantas que resulta inevitable con­cluir que Virgilio ha compuesto algo completamente distinto. Sin embargo, Virgilio ha aprovechado hábilmente la oportunidad que el texto homérico le brindaba para desarrollar aspectos centrales de la romanidad que fundamenta su obra. El investigador Willia­ms69 destaca que el remedo homérico no es la razón principal del episodio de los juegos, sino el impulso que Augusto había dado a su reimplantación con motivo de acontecimientos contemporáneos. En efecto, comp.\Jiendo con los grandes festivales panhelénicos<;le_ O limpia, Deifos o Nemea, Augusto organizó los grandes jl1egose._11 __ .. conme1noración de la batalla de Actium (Juegos Actios), celebrados por primera vez eri Níéópolis en el 28 a.C. y posteriormente cada cuatro años.

El despliegue ecuestre conocido como lusus TJ·oiae ("juego de Troya'), con el que Virgilio concluye su descripción ge)o§. jueg.os.L tuvo singular iJ11J?().fifliicii'l en el proyecto augusteo de. iJ11ptll§f![Qf:. ganizaciones para entrenamiento ecuestre de los jóve!les en toda Italiá. Aun cuando sus primeras noticias se remontan a los tiempos de Sila, el lusus Troiae se establece como institución regular en el principado de Augusto y se mantuvo posteriormente, al menos hasta los tiempos de Nerón. El dato resulta de elevado interés por dos razones. En primer lugar porque opera como sustrato mítico de prácticas, no sólo presentes sino notoriamente augusteas al presen­tar la asociación "Victoria sobre Dido- Juegos en honor de Anqui­ses" cÜD.'i(Vid:oria sobre Cleopatra- Juegos Actios", con la validación del triunfo en el pasado remoto. En segundo lugar, la asociación del lusus Troiae con Eneas-Anquises, es decir COll.!<Loiig!'m troyano de la fundación d_e Ro!ll.a, implica una decisión-histórica y una lectura del pasado que adhiere a la versión .. ai.igusteá. Este punto resulta mucho más complicado de lo que pareciera a la simple vista de un lector actual, incluso de un lector con conocimiento del mundo ro­mano. Williams70 afirma que muy difícilmente eilusus Troiae haya tenido conexión con Troya. Más probable es su relación con la pala-

69 Williams, D. R. (1962) "Introducción": x. 70 Cf. Wil!iams, D. R. (1962) nota 545, p. 146.

Análisis de la obra 49

bra troia "movimiento", y aparece el detalle curioso: se han encon­trado vasijas del siglo VI a.C. en Etruria (Tragliatella) con figuras de jinetes y un laberinto y la palabra etrusca Truia. Con el surgimiento de la leyenda troyana de los orígenes de Roma, la forma Truia debió rápidamente asimilarse a la de Troia.

f:()i;Jl1ego_s en .ll9n(lr de Anquises tienen directarelació[l con uno de los aspectos centrales de Eneida, el de la pietas de Eneas que se manifiesta en primer lugar como afecto y respeto religioso hacia su padre. Eneas cumple el ritual fúnebre romano que di() lugar a los festivales de i:'ls Parentaliaoriginados en la ocasión de estos juegos en honor de Anquises. Ya nos hemos referido a esta cuestión a propósito de los Libros II-II!. Anquises ha guiac\o en parte el viaje de Eneas hasta su muerte, pero sufunción se man­tiene post-mortem y, CQ!!<ei]ljgas las ceremonias de los juegos, sella con su pi:<ls.<lncia_"'J:!Jor.m_f!..9.e.YlsJón -ya que se encuentra eii.los Campos Elíseos- la cadena semántica que une hombres y dioses, intermediados por el culto romano de los antepasados que enlaza a Eneas con Júpiter por la línea paterna. Anquises actúa como ngxo ,\l.nlre la ,ealidad humana y la divina, es "custodio" (custos) del des­tino trazado por Júpiter y asume, ~g_victa, liria función sacerdqtal, y, ·después de muerto, la de numentutelar de la nueva progenie. Pero la realización histórica del destino pertenece a Eneas, llamado a ser el fundador de la estirpe y el primer romano. La función tutelar de Anquises en la primera parte de Eneida queda aquí consagrada: ya no es intérprete de los dioses sino su portavoz. El Libro V, que bien podría llamarse el Libro de Anquises, representa la preparación de la revelación final del Lil:oro VI, en el que éste pasar,rcte ¡:ÍortavÓz y guía a instructor, ya en los mismos Campos Elís<:os. De este modo, Virgilio enfatiza el discurso patriarcal ya considerado en los libros anteriores, exactamente después de que Eneas ha ratificado su vo­luntad de seguir el designio divino y ha vencido la prueba del poder femenino. Un lector desprevenido podría preguntarse el por qué de tantos meandros parentológicos, cuando en verdad la madre de Eneas es una diosa olímpica que habla directamente con Júpiter, conoce el destino de su hijo y está tan preocupada por su cum­plimiento como el mismo Anquises. Y por qué no validar la línea Venus- Eneas para el cumplimiento del destino, acortando tramos y evitando errores. La respuesta se sustenta en lo que hemos dicho acerca del Libro II y de los cultos familiares de la Roma arcaica. En esto no hay ni lejanamente "imitación" de lo griego. Roma crece y ~eexpanq€! a partir e\!". SllS institucio.nes.y costumbres p_atriarcales. Toda su vida pública está en manos masculinas, mientras-que las·

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50 Análisis de la obra

:!PYjeres sólo ~Jercen un parcial doll).in~o privado, casi restringi­do al comando de esclavos. Esto no quiere decir que las mujeres hayan sido ajenas a la política o a la vida pública, pero su acción se despliega entre bambalinas, privadamente, y su éxito depende del poder que cada una tenga sobre el varón, sea su esposo, como en el caso de Livia, sea su hijo, como en el caso de Agripina.7 1 En cierta medida, es ésta también la función que Venus va ejerciendo en el derrotero de Eneas. Venus no actúa a la vista de Eneas; él no sabe lo que hace su madre porque casi no la ve, .y·Cü-andola ve no la reconoce, porque, además, siempre cambia su apariencia. Sus leyes no son las humanas. Después de la leyenda que asocia a DidQ __ _ con las guerras púnicas, y a Cleopatra .con las civiles, debíiUlll\lcia.r_ .. claro que quienes construyen con sangre y esfuerzo. los imperios .. son los varones (y no por casualidad la palabra 1;.fr.-"varón'- está en el primer verso del poema), y que las mujeres puedencolabo.~:a.L .. _ secundar1do la empresa como esposas o como nuidres. J:ls notable CJ.ue-Camilan y Iuturna73 batallen a favor de los rútulos, es decir, en contra de los romanos.

Que la línea de pe11samiento dorr1inante en este .Li!:lr.o .. es la pie~qs_<:!." I:Jg~¡¡_sfill1_ri9Hgi()sic:lacl.desple~":das, en esta ocasión, en el ámbito cíyico0fan:ü!_iar roman_g, queda rubricado por el episodio del incendio de las naves:-El clima de armonía, celebración y paz que han vivido los troyanos en ei"reino·aeAcestes durante su estadía, y que ocupa gran parte del Libro, se altera por obra de I11no qui.!'J1.YÍ'--·­gila el progreso de sus enemigos. Mientras se desarrollan los juegos qué consolidan la unión de los troyanos, la diosa se pone eg_a<;ci_Qil~.-­como siempre impulsada por su pathos: "aún no saciado su antiguo dolor"74 (v. 608Í:.eriVíá a Irls75 hacia la flota troyana para que, to-

71 Livia Drusila es la segunda esposa de Augusto, dignificada ella tam­bién como Augusta e involucrada en intrigas políticas; Agripina es la madre de Nerón (siglo I d. C.) y gestora de su ascenso político, pese a lo cual el mis­mo Nerón ordenó su muerte.

72 N.E.: La leyenda de Camila es de propio cuño virgiliano posiblemente inspirada en leyendas populares itálicas. Es sacerdotisa de Diana. Grimal, P. 1999.

73 N.E.: Hija del rey mítico Fauno y hermana de Turno, enemigo de Eneas. Grima!. P.l999.

74 necdurn anticum saturata dolorem. 75 N. E.: Iris simboliza el arco iris y la unión entre el cielo y la tierra, y

entre los dioses y los hombres. Iris también tiene a su cargo la transmisión de los mensajes de los dioses. Grima!, P. 1999.

Análisis de la obra 51

mando la apariencia de la anciana Béroe, arengue a las mujeres y las impulse a la rebelión pára evitar que el viaje continúe. La falsa Béroe es termmante:PQ:;:;:~comogarantía una aparicióncÍe Casandra que trae el mandato divino:"."busquen a .Troya aqu:í; éste es el hogar"7•

(vv. 637-8), refiriéndose al antiguo reino de_Érice que actualmente ~!ge Acestes. Se desata la violencia y, enardecidas por Iris-Béroe, las troyanas se disponen a q1.1emar las navescuando Pirgo, la nodriza de los hijos de Príamo, reconoce él engaño. Las mujéres quedan suspensas y atónitas ante la revelación; se presenta, entonces, el dilema y quedan indecisas "entre el desdichado amor de la tierra que pisan·y los reinos ·a los que llaman los hados"77 (vv. 655-6). Nue­vamente se repite el esquema que hemos observado en las acciones de Eneas en especial, ya que otra vez se trata de decidir entre el des­tipp trªzado de los dioses (/atum) y la humana necesidad de reposo y tranquilidad, atizada por la aparición de la divina mensajera. El prodigio de Iris las decide y ceden al furor del incepdio, una demen­cia provocada por Juno que "las impulsa a actos sacrílegos. Ascanio, el gran heredero, es el llamado a desbaratar la locur¡l. feinenlña::eñ tanto que E_n,.,as actüa ahora como sacerdote, implorando el auxilio de Júpiterparadei€mer la destrucción de la flota. Sin hacerse espe­rar, llega la respuesta de Júpiter como lluvia torrencial que apaga las llamas. También vacila Eneas, quien incluso llega a considerar la posibilidad de radicarse en Sicilia y "deponer los altos destinos", pero el anciano Nautes interviene para brindarle la solución, que luego ratificará la-aparición deAnquises. Eneas continl}ará Sl1 es­forzado viaje, pero dejará prudentemente en $icilia a los anci¡J.nos (los ancestros troyanos que se radicarán en el Sur), a las matronas cansadas de tantos peligros y a los inválidos o tem'erosos de los trabajos venideros. Angu~s~~JQ_rpanda llevar a Italia "jóvenes esco­gidos" (lectos iuuenes V. 729), "los corazones más fuertes"/8 ya que deberá guerrear con un pueblo duro y salvaje. 79 Ellos se convertirán en romanos, es decir que a Italia sólo Ilegarán los más fuertes, sa­crificados y piadosos. El lugar de privilegio lo tendrán los jóvenes guerreros, y luego se incluirán algunas matronas. Son "pocos en

76 hic quaerite Troiam; 1 hic do mus es t. 77 miserun1 inter amorem 1 praes'entis terrae fatisque uocantia regna;

destacamos el uso de la palabrafatum. 78 [ortissin1a corda. ibid. 79 gens dura atqu.e aspera cultu. 1 debellanda tibi Latio est. (vv. 730-1);

como se verá más adelante, la imagen no corresponde al clima de armonía que presenta el Lacio a la llegada de los troyanos.

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52 Análisis de la obra

número, pero su virtud es vigorosa para la guerra"80 (v. 754) y ésta es la tipificación final de los destinados a la fundación. La mayoría de las mujeres abandona la empresa, pero en nada se altera el destino fundacional. Se remarca así, como antes con Creusa, el sentido viril de los trabajos y el neto predominio de lo masculino. ·Las mujeres· puedéñ quedar en el camino sin que el viaje de los Penates sufra mella. Más aún, hasta resulta conveniente que no desembarquen en el Lacio para posibilitar alianzas matrimoniales, es decir alian­zas políticas, con los latinos, sin detrimento de la religiosidad de su estirpe.81

Las nociones de equilibrio y la armonía sustentan la imagen pa­radigmática de la nueva progenie que reunirá, en el tramo final del viaje, a valerosos jóvenes y matronas, no por enlaces eróticos sino por obra de su valor y de su fe en el destino trazado por los dioses. De este'modo, se aleja del imaginario el recuerdo de Rómulo y el rapto de las mujeres sabinas, sustituido por la presencia voluntaria de unas pocas matronas concordes y sumisas que aceptan de buen grado afrontar los trabajos y peligros (guerra incluida) a los que las lleven los hombres. Virgilio insiste, a lo largo de la obra, en afirmar de diversas maneras el principio de pietas y racionalidadq11e guía las acciones :masculinaS; en tanto que, correlativamente, .f?..Q_br€ las mujeres pesa el predorpipio de Jo irracional y lo emo<:;ignal, desde la irá de JuÍlo-·(frente a la racionalidad de Júpiter) y la tragedia c!.e. la "demimte'' Di do pasta el episodio del igc¿_e_n<:J_i<:>sle Jªª· p¡;ves. Es digna de ser destacada, ad<Jmás, cierta facilidad que presentan las mujeres de Eneida para ser trastornadas y enajenadas por distintas divinidades, algo que no ocurre con los varones troyanos. Perdura así la antigua idea, análoga a la de la Atenas de Pericles, de que las mujeres no deben operar en el orden público, so riesgo de producir extensos desastres, idea que resonaba claramente en los romanos contemporáneos del Augusto triunfante en Actíum sobre la mujer oriental. 82

Antes c!e la partida, Eneas mismo realiza los ritos de fundación de la nueva ciudad y consagra un templo en honor de Venus. La

so exigui numero, sed bello uiuida uirtus. 81 En el Libro I, v. 6, se ha dicho que Eneas llevará los dioses al Lacio

(inferretque deos Latía); esto implica el establecimiento de un culto que se va consolidando a lo largo de la peregrinación de Eneas.

82 En estos contextos, "oriental" quiere decir "irracional", "sin ley"; es Dido, y también Ariadna, Medea, etc.

Análisis de la obra 53

parte final del Libro está dedicada al avance de la navegación y a Palinuro, el timonel de la nave. El caso de Palinuro ha suscitado riiUJtiples discusiones que giran en torno al problema de las incon­gruencias y contradicciones que se presentan entre lo que de él se narra en el Libro V y lo que se dice en el Libro VI. La desaparición 1 muerte de Palinuro marca también el fin de la navegación y el costo déun viaje tranquilo hacia la meta ya más próxima. No vuelven los Viajes por mar en el relato, con dos excepciones que, por su bre­vedad, (Cumas, en el Libro VI y el Lacio en el Libro VII) pasan casi desapercibidas ya que todo marcha bien. Tampoco hace falta mayor extensión: ya Neptuno ha garantizado a Venus una navegación sin zozobras, en oposición a la tempestad del Libro !, ensombrecida sólo por la pérdida del gobernalle.

El Hades (Libro VI)

Quienes privilegian la "imitación" virgiliana de Homero, ana­lizando el Libro VI sobre el Canto X1 de Odisea, se ven obligados a admitir, al cabo, que las similitudes terminan por destacar las pro­fundas diferencias que hay entre ambos, como en todos los casos de "imitación" que se proponen. Pero, más allá de las innumerables discusiones acerca de aspectos generales y parciales, es unánime el reconocimiento de la fundamental importancia del Libro VI en el desarrollo de Eneida. Servio comienza el comentario del Libro VI con la afirmación de que "ciertamente todo Virgilio está lleno de ciencia",83 y este libro es el principal en tal sentido. De cualquier modo que se conciba la estructura de la obra, el Libro está destina­do a ocupar el lugar central y culminante, desplegado en un ámbito sostenidamente sobrenatural.

El relato impone, desde el comienzo, un clima de maravillas y prodigios que preparan el viaje de Eneas al Hades. Ya en Italia, en ~as, Er¡m¡.s se dispone a seguir las indicaciones que ha recibido de los dioses y CQ:n_s_tl}t":E ":.l<t.~IJi)-ª, ,sacerd()tisa de Apolo,8• a cuyo templo se dirige penetrando en los bosques de Diana. Éncuentran en la montaña un soberbio templo erigido por Dédalo y' se detienen

83 Totus quidem Vergilius scientia plenus est, Ad Aeneidas, 6. l. 84 N.E.: La Sibila esencialmente es una sacerdotisa encargada de enun­

ciar los oráculos de Apolo. La de la región de Cumas acompaña a Eneas al mundo de los muertos. Grimal, P. 1999.

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54 Análisis de la obra

a contemplar la fabulosa construcción, en especial las _pue~tª§ en las que el mítico artista ha representado la historia .de sus prodigio­sos inventos: la historia dell'v!inot¡mro, la pasión de Pasíf::w, ellal;>e­rinto. La contemplación se interrumpe con la aparicióri.de·D.,!fobe,_ sacerdotisa de Apolo y de Diana, que _l!m~-ª.Il!l~<'!S p;;traiDJg [(3¡:¡}ice . losrjJ<:>.~propiciatorios y §e dirijan al antro de la Sibila. ··

Ante la inmensa caverna, a la que conducen cien anchas bocas y cien puertas, Eneas eleva una plegaria aApol0 en la que invoca, en primer lugar, la miseriCordia y el perdón de los dioses para los ex­haustos troyanos: "ya, en fin, hemos pisado las costas de Italia que siempre huían de nosotros. Ojalá sólo hasta aquí nos haya seguido la fortuna troyana". En segundo término, invoca a la Sibila para que le revele el oráculo y permita que.lo.s fatigados númeries· de Troya s<'iinstalen enelLacíO:.Eneas pide lo que le ha sido prometido: "no

. pido reinos que rÍ.o me correspondan por mis hados"85 (vv. 66-7). A su vez, el héroe promete un templo a Apolo y un santuario magní­fico pá~a la Sibila. Sabiendo, además, que la Sibila entrega sus orá­culos a hojas escritas que se confunden y revuelven con el viento, le pide que ella misma con suyoz pronuncie la prof13c(ª. -• · La sacerdotisa entra progresivamente en trance, p_q,sgsa _ _p.Q.L

el dios, y" 1" anuncia que efectivamente alcanzarán el I,a,c:;io donde los troyanos el1frentarán peligros rn.ayores aun que los pasados, de suerte tal que desearán no haber llegado allí. Eg.13l. Lacio ha!Jrª_Q_tro Aquiles (i.e. Turno), nuevas y sangrientas gl!<ffrfls impulsadas P()Jla siempre enemfgaJ.tJn0

1 y por segunda vez-tendrá una esposa eXtr.an­

j_s!J::a, un himeneo qu'e Causará grandes males. Los anuncios iniciales de ·la Sibila son demoledores pero no amedrentan a Eneas porque ya conoce el camino de la desventura y ninguna nueva desgracia, al mejor modo estoico, podrá detenerlo. El hém.e, entonces, altera su pedido yxeclªma solamente llegar a la presencia <;le_svpacjre Anqui­ses. En fa re-spuesta de la Sibila aparece la advertencia: fácil es des­cender al Averno, pero muy difícil es retroceder y regresar a la tierra. No obstante, E:!1.<e.aspodrá trasponer las puertas del Hades e ingresar al trasmundo cumpliep.do con dos condiciones. La primera consiste en hallar la rama dorada que deberá presentar como tributo aJ>.m.:.... serpina, la diosadel mundo subterráneo; la segunda es enterrar Co!l. los debidos ritqs fúnebres ª Uf1 an}Tgq; cuya triste presencia conta­mina toda la armada. En efecto, encuentran en la playa el cadáver de Miseno y le dan sepultura con solemnes ritos fúnebres.

85 non indebitaposco/ regna meisfatis.

Análisis de la obra 55

Es curiosa la superposición de sucesos que se produce a par­tir de las indicaciones de la Sibila. En el momento en que ya se ha preparado la pira para Misen o, es decir, en medio del rito funerario, Eneas expresa su deseo de encontrar ia.rarria dorada del árb.ol86

(v:f87). Súbitamente, aparecen do"s palom,as que el héro·e reconoce como mensajeras de su madre Venus para ayudarlo en la búsque­da, cosa que ocurre pues las palomas lo guían hasta el mªravi]j0~o rarn<:>1 que Eneas desgaja con facilidad :isln perjuicio del ecosistema · dela zona aledaña a las bocas del Averno ya que, apenas arrancada una rama de oro, vuelve a crecer otra en el mismo lugar.

Mientras esto sucede, los troyanos continúan con las exequias de Miseno: realizan la incineración, encierran en una urna los des­pojos óseos y se hacen las libaciones. En algún momento ha reapa­recido Eneas, quien l"llanda construir un monull1erHq te.l1 Il()_n()r del héroe rupíe-de un moriteqüe dé-sdé iinú:irices se llama Miseno. Esto significa que en los momentos finales de la ceremonia; Eneas ya está presente con la rama dorada. Sigue inmediatamente un nuevo rito llevado a cabo por sf1eas con el que propicia, en este caso--:- a

"!as fuerzas del Averno culminando con las honras de Proserpjnª y Pl.v.t<5n. La boca de la cueva se abre, la §i.bjlaapremia a Eneas para que la siga y juntos se internan en las sombras del Hades: De ·aquí en más, el Libro transcurrirá en el trasmundo, las regiones de las sombras y los misterios.

Franqueada la entrada, el ,YQ __ gel poeta surge para solicitar anuencia a las deidades de la oscuridad ya que se dispone a develar los arcanos del abismo y las tinieblas: "séame lícito decir lo que he escuchado"87 (v. 266). El poeta ha i11yocado el auxilio de las Musas (divinidades supramundai-i"as ¿; Superi), en el inició de. su empresa (Libro 1), P.ªm cantar las acciones de hombres y dioses; ahora debe relatarelyi<tie QQLeLHad.ll§, y entonces invoca a Jos dioses del infra­mundo o Inferí.

Los versos con los que empieza el descenso de Eneas y la Sibila son memorables: "Iban oscuros bajo la solitaria noche a través de la sombra, por las desiertas moradas de Dite y sus reinos inanes, cual es el camino en los bosques bajo la luz maligna de la incierta luna,

as aureus arbore ramus. El simbolismo de la rama de oro ha sido tra­tado en el estudio ya clásico de James Frazer, The Golden Bough (La Rama Dorada); cf. el estudio de Karl Kerenyi en colaboración con Carl G. Jung ("El Secreto de la Flor de Oro").

87 sit mihi fas audita loqui.

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56 Análisis de la obra

cuando Júpiter ha ocultado el cielo con sombra y una negra noche aparta el color de las cosas" 88 (vv. 268-72). A partir de aquí, la narra­ción acompaña el viaje por las distintas estaciones del submundo cuya meta final son los_Ca'!!P.<Js Elís.,ps, en donde Eneª.s:s.eX<;'J;!-uirá.

.. c.on Anquises. Se trata de una especial forma de peregnnaciOn ya que ocurre en el trasmundo, y Eneas solo, apartado de sus compa­ñeros troyanos, recorrerá las moradas infernales, de las que podrá regresar para reintegrarse al reino de los vivos.

Mucho se ha escrito y discutido sobre los posibles antece­dentes de esta construcción virgiliana. Los principios doctrinales relacionados con escuelas iniciáticas (los misterios órficos, el pita­gorismo, los misterios de Eleusis), Homero y la Nekuia (Canto XI) de Odisea, Píndaro, Platón (Fedón, Gorgias, Fedro, el mito de Er en República), Catulo, Lucrecio, Enio, Cicerón (en especial el Sueño de Escipión), todos ellos ofrecen similitudes superficiales o profundas, generales o parciales que permiten referirlos como posibles fuentes virgilianas.89 La diferencia fundamental radica en la_proyecc;j_()_l1;,llis-_ t<)r!.co:p()Iítica qe lavi,¡,jtaali:Jades,, que hac;e <:!<O Eneas. no un héroe individual-como Odisea, Hércules o Teseo, sus predecesores en el descenso- sino un ser paradigmático, cabeza de una nueva pJ;Qg_e_­nie llamada a regir el mundo con la virtud. El propósito nacional, e,l

·moral y .,_¡_E"l!gi_qs0 ,filosófico convergen en las escenas finales con la visión del pueblo V<Onidero que Anquises ofrece astt hijo ..

--Analizaremos brevemente a continuación el derrotero de esta peregrinación por el trasmundo. Las primeras visiones son espeluz­nantes: el Dolor, las Enfermedades, la Vejez, el Miedo, la Pobreza, la Guerra, y otros horrores similares reciben a Eneas en el vestíbulo del Orco;9 o en el centro se yergue el inmenso olmo donde moran los vanos sueños adheridos a sus ramas; a su alrededor se encuentran los monstruos feroces (Escila, Briareo, los Can tauros, las Gorgonas, etc.). Un súbito terror se apodera del héroe y empuña su espada para embestirlos pero la Sibila, "sabia compañera" (docta comes), le advierte la inutilidad del intento ya que son éstas "sutiles vidas sin cuerpo"91 (vv. 292-3), imágenes vacías, vanos fantasmas.

aa Ibant obscuri sola sub nocte per umbram lperque domos Ditis uacuas et inania regna: lquale per incertam lunam sub luce maligna /est iter in siluis, ubi caelum condidit umbra /Juppite¡; et rebus nox abstulit atra colorem.

89 Para un buen resumen de las fuentes, aún resulta útil la introducción de E Fletcher (Virgil. Aeneis Vl. Oxford, 1964).

90 N.E.; La morada de los muertos. Grima!, P. 1999. 91 tenuis sine corpore uitas 1 admoneat uolitare caua sub imagine formae.

Análisis de la obra 57

Desde allí siguen el camino que conduce al ¡\c¡t]gJ:Qnt.<0,92 guar­dado por el espantable l??~qlJ"X() Caronte. Junto a su siniestra nav:e se agolpa una turba de sombras, los muertos insepultos que supli­can al barquero que los cruce, aunque antes deben vagar cien años si es que no tienen sepultura hasta ese plazo. Entre ellos, se le dedica un extenso pasaje a la sombra de Palinurq, quien r13lata la verdadera historia de su muerte y recibe la promesa de una pronta sepultura. Aiít€da Visión del ramo áureo, Caronte aceptatr?nsportar a Eneas y la Sibila::Ya(;nTaotra'órilla, súperari el peligro del enorme perro Cer­¡;e,=;;~y-comienzan a oír llantos de niños muertos prematuramente 0 no nacidos, y los condenados a muerte por una sentencia injusta. Minos preside el juicio de las sombras que declaran ante él su vida y son juzgados póstumamente por sus acciones. Cerca se encuentran Jos suicidas y se extienden los "campos llorosos" (Lugentes campi, v. 441) en los que un bosque de mirtos'esconde a quienes consumió en vida un cruel amor (durus amor, v. 442) y que después de muer­tos no olvidan sus pesares. Tiene lugar aquí el encuentro c;on Dido, que da cierre definitivo a la historia del Libro IV.

Eneas aparece en primer plano, apenas mencionada la presen­cia de Dido, y su voz reafirma la historia del Libro IV. El héroe se conmueve al reconocerla y toda la sección está signada por las higri:

"masque derraina desde que la ve hasta que se aleja. El sentimiento, por primera vez, se hace explícito: .J:l.!1e.as se deshace en llanto Y !e habla "c()n dulce amor'.'93 (v. 455). Como no ha sucedido en el Libro N y comono ocurre en textos precedentes análogos, el héroe expre­sa abiertamente sus sentimientos, su amor y su dolor ante una D1do

·Callada que no r<Oacc;iona \!sus palabras. Se ha invertido la situación del Libro N; en él, Di do asume la voz principal y es ella quien expre­sa sus desbordados sentimientos ante un Eneas que permanece fir­me y habla lacónicamente. El juramento revela aquello que estaba obligado a callar en la inminente partida de Cartago: "juro por los astros, por los dioses celestiales y, si existe alguna fides94 por los que

· · · f · d t tas"95 están bajo tierra, que contra m1 sentir, retna, me UI e us cos

92 N.E.: El río que las almas de los muertos atraviesan para llegar al reino de los muertos. Grimal, P. 1999.

93 dulcique adfatus amo re es t. 94 N.E.: La palabra fides puede ser entendida en su doble valencia

activa/pasiva. Como noción activa es la confianza dada, como pasiva la reci­bida. Cf. Caballero, E. & Schniebs A. 200 l. La Fides en Roma, Aproximaciones. Universidad de Buenos Aires.

95 inuitus, regí na, tuo de lito re cessi.

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58 Análisis de la obra

(v. 460). Así, el invitus ("contrariado") revela el "yo" de ~n_e<l~,_gye h~-~igg ctespojado del amor que no .des.,al:><l a,bando!J_ar, para ceder paso a la voluntad divina (iussa de u m, "los mandatos de los dioses") que lo ha seña:ía.C!o cÓ~o portador de la futura grandeza de fl.C>ma. El discurso es entrecortado por el llanto. [)ls!_o se aleja y Eneas no puede detenerla. Ella.va.ha<Oia los l:>razos cteSiq\leo, _guíen consuela sus penas e iguala su amor. Eneas se aleja golpeado por la visión y otra vez las lágrimas acompañan su partida.

La escena de.Di.do . .Y el eJ:lCllentro final con At1qqises son los dos centros de gravedad del Libro VI, sin que esto signifique que haya partes o pasajes supernumerarios. Todo tiene su sentido y cada detalle responde a una razón, aun cuando los críticos discutan o difieran con respecto a su significado.

El <lE'<0.4-"ntro.C()f1 Di_<:lo es relevante en dos aspectos fundamen­tales:

LEn el orden hist_óri<::.<?:temPoral, revela lalealt":d_yJa integri::.. d!!d moral del péroe troyan() que fundará la estirpe romana, dando una imagen de buena voluntad96 (henevolentia) y respeto a su¡¡ acciones, aunque éstas puedan parecer crueles o in]ustas. Como protorromano, Eneas obra atendiendo las leyes divinas y, en defi­nitiva, cualquier tragedia que ocurra escapa a su responsabilidad humana pese a que tanto él como su descendencia sufran nefastas consecuencias. _L":J~a de Di do y su. definitivo rechazo gej héroe en el Hades :>e proyectarán en el tiempo COJ11,0 largas y demoledoras guerras (las tt_<:'s . .Gl,lerms P1.íni<Oas), explicadas aquí como un con­junto de "mociones desatadas por la traición amorosa. En suma, el romano primordial no es culpable de los dramas históricos sino que Jos padece con fortaleza y los acepta porque sabe que la magnifi­cencia de la empresa implica muertes y sacrificios. 97 Es la condición fundamental del ~onductor del pueblo elegido, que depone .el "y~ individual para privilegiar un "nosotros" alineado con la voluntad divina.

2. En el orden filosófico-metafísico, revela la dimensión de la r<lnuncia del héroe y eí precio de su sacrificio, que implica un dolor profundo y el abandono de la satisfacción personal en el amor de una mujer digna, por sus cualidades, su condición real y su belle:

96 La "benevolencia" (benevolencia) o "buena voluntad" es una expre­sión propia de la &lianz~p_Q!ític_a y se refiere a una ~9.~.igic?_I?:5!-~.~onco~dia, ~preciQ.Y,ªYIJcla .IP~tua ent~-~ .. c;_iu_~ada.~os __ o _pu~b_l_9s. - - ·"···

97 Tantae molis erat Romanarri condere genterri.

Análisis de la obra 59

za. La te.ntación ge s_eguir los impulsos del yo, con el placer y la felicidad -qiie-pÚdieran representar, es vencida por la vocación de ~":ct:i.flc_io, de anonadamiento de lo personal-emotivo, para alcanzar la máxima visión de la gloria futura y su realización, que sólo podrá ser alcanzada y llevada a cabo por esta "muerte" del ego.

El itinerario del trasmundo prosigue a través del campo de los guerreros ilustres, un homenaje a los troyanos muertos el:lla gue-· ria Allí Eneas se encuentra con Deífobo, hijo de Príamo, que relata su muerte y añade un d":to .nue.v(): t!elen?, q\le le fuera entreg":da como esposa a la muerte de París, traicio11ó a[()s_ troyanos fingiendo·· danzas con antorchas que en realicta.d servían como señal a los argi­vos y abrió las puertas de su alcoba a Menelao para que lo asesinara, después de haberle quitado subrepticiamente las armas. El encuen~' tro de los troyanos se demora y entonces la Sibila urge a Eneas para continuar el camino.

Mientras tanto, la Aurora ha ido avanzando y ya su carro ha pa­sado el eje del cielo. Es este, a primera vista, un dato curioso porque marca, sorpresivamente, el tiempo exterior. Eneas ha ingresado al Hades en la inminencia del alba, después de una noche en la que ha cumplido los ritos que propician el pasaje. Han pasado las horas y queda atrás el mediodía en el mundo terrestre, en directa oposición con el mundo subterráneo en donde la noche avanza y empieza su declive. Esto marca un corte en la secuencia del relato. Hasta aquí, "hemos pasado lás horas llorando"98 (v. 539) le dice la Sibila y es que Eneas ha i<lo reviviendo, en orden inverso, los momentos centrales de su historia personal: la pérdiga de Palinuro, el amor de Oído y lfl. caída de Troya. El llanto, que marca la primera parte del viaje y culmina en el encuentro con Dido, resume el estado del héroe al reencontrarse con el pasado y a la vez actúa como catarsis y puri­ficación, como liberación de las tensiones emocionales del yo. El camino se ha recorrido "llorando" iflendo) y, superada la última re­memoración que remite al Libro II, el engaño del caballo y la caída de Troya, esto es, al comienzo de los sufrimientos del héroe, la Sibila arranca a Eneas de su mundo pasado y lo impulsa a seguir.

La etapa siguiente es relativamente breve. Pasan frente al espantable Tártaro, poblado por monstruos mitológicos y héroes griegos como Teseo y Peritóo; finalmente alcanzan las moradas de Proserpina: Eneas coloc_ala rax11a dorada e11las puertas del templo de Plutón y serocía-con agua en un rito de lustración, punto culmi-

98 nox ruit, Aenea; nos jlendo ducimus horas.

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60 Análisis de la obra

nante del descenso que c;iexra eltrán,sito por las tinieplas. Con estas acciones rituales se prepara la tercera y última parte del viaje. Eneas y la Sibila penetran .en una región completamente diferente, meta de la peregrinación. Se trata de UJ:l.!~cu_~_{l-']20_en¡¿§_,}lll lugar deleita­ble, que se describe corno "regiones alegres", "vergeles deleitables" y "moradas dichosa$''9s-(vv: 638-9)":-Eñ ~ntraste con la sombría O.I'r<'!.sión de los lugares recorridos, encuentran aquí abúndimte aire "que es, en realidad, éter (aether); consecuente con el escenario pre­sentado, Virgilio ofrece una visión transmundana donde no el "aire" (aer) como elemento terrestre sino el "éter", el quinto elemento o aire sutil, se ilumina con luz brillante. Esta luz proviene del sol y las estrellas, y nuevamente se destaca la peculiaridad del lugar: los C"'IT!P()~ tienen su propio sol y sus estrellas, 100 y están abundante­mente poblados por ancestros troyanos. Allí mora el antiguo linaje de Teucro, y entre ellos R4r,Jano, fundador de Tro.y:a. La Sibila pn~.: gunta a Museo, hijo deOrfeo, por Anquises a quien encuentran con­templando una multitud de almas reunidas en un frondoso valle.

El reencuentro de En,easyAnquise_? representa la versión con­trapuesta al del héroe con Dido. Dos escenas de amor, uno pasional, el otro filial; dos reencuentros bañados en lágrimas, unas de dolor, las otras de felicidad; sombras y tinieblas en uno, luz maravillosa en el otro; el pasado que se aleja hacia el pasado con Dido huyendo hacia Siqueo, el pasado que descubre el p.or.yenir l'_Or la mediación de Anquises, ·en fin, se podrían seguir sumando muchOsaeta!íes más é¡ú"é evidencien el contraste. Apuntamos, además, las intere­santes correspondencias entre la tríada del Libro VI (Dido, Eneas, Anquises) y la del Poema 64 de Catulo (Ariadna, Teseo, Egeo), con un héroe que abandona el amor pasional de Ariadna para cumplir los mandatos paternos, y enlaza el amor filial con el amor a su ciu­dad. Estamos en el centro de Eneida. Anquises, como antes otros, es un fantasma, una aparición, un sueño alado que en vano internª abrazar En.e¡\S. Sin embargo, está allí para instruir a su hijo sobre el destino anunciado. Las palabras, esta vez, se unen a la visión de una realidad extendida hacia el futuro. I;_a.revelación de AnquiS<'!S .tiene do.s .. m<rt.<'!s: a) la cosmología; b) los hados de Eneas y la gloria futura de la prole de Dárdano:

a.La cq§_ID.clo.gí.a. En el relato de Anquises se combinan doctri­nas tradicionales que encontrarnos en diversas escuelas de la Anti-

99 locos !aetas et amoena uirecta ... sedesque beatas. 100 solemque suum, sua sidera norunt (v. 641).

Análisis de la obra 61

güedad. La idea del "es.l'íritu" (spiritus, v. 727) y de la "mente" (mens, v. 728) que "j5i5lle en-movimiento todo el universü-éQ;:;.;-¡,-;;alma del mundo" (anima mundi) se encuentra desarrollada por Jos !"stoicos: . es la Mens o la Ratio universal que genera toda la realidad en tanto manifestación y expansión del principio ígneo.101 l:ada hombre. 9ontiene un vestigi() .ele <'!sa luz de origen celeste, .QPJ!Cada poda cár\;".!'l!.flgl.c.l1''EP~)t~l'!'e!!'!l condenapo a..J'!.rnl,\ef!e,.Aquí se evidencia~­la relación con la doctrina de las almas cíclicamente aprisionadas en la materia corporal y sus p..rp.cesos de purificaci.Q.u._que se en­cuentra tanto en Platón como en Pitágoras(en la versión virgiliana, al d_esatªrse_el alma del cuerpo, tarda en desprenderse de sus mise­rli!s terr.!'Lt\alei.e.s deCir, del y~ y sus apetencias, por lo que debe ser. som¡eti(ja a diversas purifiC!'CjQn<'!S, que varían según las faltá,:¡j urÍas sciñ" purificadas por el agua, otras por el viento, otras por el fuego, etc. "Todos Jos manes102 padecemos algún castigo", dice Anquises, haciendo referencia a los vestigios carnales que inevitablemente se adhieren al alma por el sólo hecho de haber habitado el cuerpo. Esta purificación puede ser larguísima y pocos, como Anquises, acceden con cierta rapidez al Jugar de los bienaventurados, de los libres de toda mancha humana, cuya alma ha recuperado su esencia etérea y el "puro fuego de su primitivo origen". Después de mil años,Ias_ill:. mas son convoced!'§por la piv[pided jw:Íto alrío Leteo, que les lÍace _olyjdar el pas.adoyc;l<'!§o;,arh11!:>itar unct1E!rpoenla tierra: Concurren en esta descripción las ideas de ciclo cósmico y de trasmigración de las almas o metempsycosis. No hay refe-rencias a la condición de Anquises, esto es, si se sustrae a estas leyes generales y permanece­rá definitivamente en Jos Campos Elíseos o si estará sometido a un nuevo nacimiento.

b. Los hado& e;! e En.,as y la gloria futura de la prole de Dárdano. La crítícá es unánime al atribuir una importancia fundamental a

101 En el estoicismo romano, Ratio traduce Lógos, que incluye la noción del principio ígneo que confiere luz y calor a los seres vivientes; se puede retroceder hasta Heráclito para encontrar el Lógos asociado al fuego pri­mordial, o avanzar hasta Séneca y su doctrina del Principio Universal, que es llamado deus, spirítus, mens, ratio. Por otra parte, en la raíz de la palabra spiritus que emplea Anquises está la noción de "soplo" (traducción del grie­go pnéuma) que se encuentra en formas como "aspiración" (adspiratio), "inspiración" (inspiratio), etc.

102 N.E.: En las leyendas romanas, los manes son las almas de los muer­tos. Su nombre es una lisonja, Los Benévolos, para que la gente se congracia­ra con ellos al nombrarlos. Eran, asimismo, objeto de culto. Grimal. P. 1999.

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62 Análisis de la obra

este pasaje en el plan de la obra. Desde cierta altura, veJ1 de frente la "sonora turba'', prole de Dárdano y descendientes de Eneas. El catálogo de los descendientes de Eneas implica la realizaciÓn en tiempo y espacio de las disposiciones divinas que garantizan el recto orden universal, y significa la necesaria interrelación entre la eternidad y el devenir. La historia está virtualmente contenida en lo eterno y su curso diseñado en la palabra de Júpiter. El viaje de Eneas por el trasmundo representa la sustracción del dominio temporal histórico para adentrarse en una dimensión trascenden­te donde coexiste el pasado y el futuro, lo que es decir una visión de eternidad. El futuro de la estirpe p~esen.ta algunos problemas de genealogía, craao·qué"fiaydos n>masde sucesión: por un lado lulo (Ascanio), fundador de Alba, de quien Virgi!io hace descen­der a la familia Julia (gens Julia) a la que pertenecen Julio César y Augusto; por otro lado Silvia, el hjj.<J._rnenor de Eneas nacido .e!~ su unión con Lavinia, progenie troyano-itálica de quien descenderá Ntimitór, 103 Réa Silvia (llamada también Ilia) y finalmente.Rómu­lo. Junto a éT; ei'ectuan:do un salto cronológico, Virgilio introduce a ·AugustO, segundo fundador de Roma a quien Anquises dedica una extensa alabanza a continuación de la cual se vuelve al pasádO. de los primeros reyes y la implantación de la república con Bruto. Siguen las grandes familias y sus hazañas (Decios, Drusos, Gracos, Escipiones, Fabios, etc.) y, avanzando en el tiempo, Virgilio llega a la mención de las guerras civiles, que Anquises deplora. Por prime­ra vez entonces llama "romano" a Eneas y lo contrapone a "otros" (alii): "recuerda, romano, tú regirás los pueblos con tu poder (éstas serán tus artes), impondrás la costumbre de la paz, perdonarás a los sometidos y combatirás a los soberbios"104 (w. 851-3). ~],dis­curso concluye con el lamento por la.muerte de Marcelo, sobrino ª"'A.¡lgi.isto 'á quien adoptó y casó con su hija Julia y que murió a los veinte años.

103 N.E.: Primogénito de Procas, rey de Alba. Su hermano menor, Amu­lio, se apoderó del poder tras la muerte del padre de ambos, y lo expulsó. Para asegurarse que nadie lo vengaría, Amulio mató al hijo de Numitor, y consagró a su hija Rea Silvia como sacerdotisa a las órdenes de Vesta, con lo cual la obligaba a permanecer virgen sin poder tener descendientes que vengaran a su abuelo. Pero Marte, el dios de la guerra, tomó sexualmente a Rea Silvia en un sueño o mientras ella dormía, según la versión del mito, y ésta dio a luz a Rómulo y Remo. Grimal, P. 1999.

104 tu regere imperio. populos, Romane, memento l(hae tibi erunt artes), pacique imponere morem, lparcere subiectis et debellare superbos.

·¡. '

Análisis de la obra 63.

Las profecías continúan pero el narrador las resume diciendo que Anquises le anuncia las guerras en el Lacio y los pueblos que encontrará; le da también consejos acerca de las estrategias para llevar a cabo los trabajos que le esperan en el reino de Latino. Esto abre la segunda parte de Eneida y anticipa el contenido de Jos si­guientes libros.

El pasaje final está dedicado a la salida de Eneas y la Sibila del trasmundo, despedidos por Anquises. El Libro se cierra con el relato de ]as puertas, que se ha mantenido enigmático y controvertido en la historia de la crítica virgiliana. Hay dos puertas d"l $11eñq, una de cuerno por la que salen Jos sueños verdad<JrÓs, otra de marfil por la­que ¡¡al en los~ueños falaces. Anguises los condu.ce a ésta última por· lifqt,lesalel)..Y Eneas ¡;egre~ª f;on.sllflota. ~9E.9.l.!<í.Jlneas, después de Iasyi~io11_"~ que de)1.echo so11yerdaderas y significan un epítome de la hi§toria romana, sale por la puerta de los sueños fals<;>s es algo que .no tiene una respuesta definitiva y convincente para Jos filólo: ·· gos y críticos. Tal vez sea porque Eneas y la Sibila no han cumplido el ciclo regular de las almas en el Hades, son aún seres humanos, es decir "sueños de sombras" -como afirma el poeta lírico griego Pín­daro 105~ o sueños falsos. O, si el lector se inclina por verlo en clave negativa y adhiere a una versión pesimista de Eneida, bien puede imaginar que se trata de los últimos· versos escritos por Virgilio en Jos que insinúa que Eneas mismo es un sueño falso para el presente augusteo.

El nuevo comienzo (Libro VII)

Con el Libro Vll se abre la segunda parte de Eneida, habiendo realizado Eneas su pasaje por el Hades. Así como los primeros seis libros recuerdan a Odisea, las resonancias homéricas de los Libros Vll-XIl corresponden generalmente a Ilíada, en especial los tres úl­timos, si bien pueden observarse analogías en los restantes, como por ejemplo el escudo de Eneas en el Libro Vlll, aunque las similitu­des se hallan más en el aspecto formal que en el del contenido. Pue­de decirse que Eneida empieza de nuevo en el Libro Vli que reitera mutatis mutandis el esquema del Libro inicial: el "yo" del poeta re­aparece para iJ1VO!Oa[ nuev'lmente a la Musa y hacer una síntesisde la. historia del pueblo que encontrarán Jos viajeros;Iiayun iic_erca-·- -· .. .. ····-··---~:..::.;.

Jos Pítica VIII, 95-96.

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64 Análisis de la obra

mi~!Q.p_ªdfico y cor<Ji?!entre arn,1;>0s P\l_e])los, 106 introducidos por las embajadas de Ilioneo cuyos discursos preceden, en ambos libros (!y VIl), la aparición de Eneas; otra vez Juno contempla con encen­dida cólera el progreso de los odiados troyanos y--sé pone en acdóii para tratar de detenerlos por intermedio de distintas divinidades. Después de los primeros versos dedicados a los funerales de Cayeta, nodriza de Eneas, y a la breve y tranquila navegación hasta el Tiber, el resto de los sucesos tendrán como escenario principal el Lacio. El viaje por el mar, el relato que recuerda á Odisea:-hac;)ñc!uídOCon la visión de_C11mas y arranca ahora la acción en tierra itálica, que llegará hasta el final de la obra.

El Libro VII presenta tres partes diferenciables: Ja llega<J?.ª! La-. cio y al reino del rey Latino, el episodio de Juno y la acción de Alee-

. to, y el catálogo dé los caudillos itálicos dispuestos a la gúeirra:Los' troyanos navegan hacia el Lacjo con vientos favorables, pasan junto a la isla de-Circe evitando aproximarse y penetran en las bocas del Tiber. El paisaje es amable: espaciosos bosques, aguas mansas, aves que llenan el aire con dulces melodías. Corta el relato la voz del po.e=. t.~.que, como en la primera parte (Libro I), renueva su invocación a las Musas -en este caso a Erato107- para el auxilio de recordar la historia del antiguo Lado. Esto enlaza con la primera invocación ya que está implícita la función de la memoria que aportan las Musas. El poeta se dispone a cantar horrendas batallas, ejércitos, matanzas, porque lo que llega al reino del rey Latino es el ejército extranjero de los teucros. El dato remite al episodio del Libro V en el que Eneas re­úne a los troyanos que llegarán al Lacio, escogiendo especialmente a jóvenes guerreros para el futuro establecimiento. Todo lo anterior ha sido preparatorio; el viaje ha servido para forjar al "santo gue­rrero" de la verdadera epopeya, la que habla de guerras y que con­cardaba con el discurso imperial de los tiempos augusteos, en una sociedad normalmente militarizada. 108 La secuencia "invocación

106 El recibimiento de los troyanos en el reino de Latino, inicialmente cordial, recuerda la Uegada de Eneas y sus compañeros al feinO de Dido, en el Libro l.

107 Resulta bastante sorprendente la invocación a la musa Erato, nomen amoris ("nombre del amor"), con la raíz de Eros. Erato es la Musa de la Poesía Lírica erótica, sin relación aparente con lo que el poeta se dispone a relatar.

108 Cuando Roma se caracteriza como sociedad militarizada, esto suele producir la impresión de que sólo ella desplegó en la Antigüedad una inmensa maquinaria militar destinada a sojuzgar pueblos, por tácito con­traste, pacíficos. Lo distintivo de Roma nunca podría ser la militarización ya

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Andlisis de la obra 65

a la Musa - historia remota" actúa como prólogo de este segundo comienzo de la obra, tal como en la primera parte la invocación era seguida por el breve relato de la historia de Cartago y los propósitos de Juno. Así, podrá recordar los tiempos remotos de la tierra que acogerá a los troyanos 1 romanos.

.L.<'l.".S!irpe d"l reLLatino remite, a través de Fauno, al mismo 2-'!.~JJXnO, funga<Jor dellinaje. 100 Pese a que el poeta ha anunciado que va a narrar horrorosas batallas, se dice que "el rey Latino, ya an­ciano, regía en larga paz estos campos y estas apacibles ciudades". Los lay_r~f}tÍ_f1()S_11_?.hª!LYl~tcuJ!.Q.dJgjgs que los augures califican de teáíblesyll}aravi_I!Qsgs ya que anuncian gloria pero también gue­rras, por lo que e!rey consulta los oráculos-desu padre Fauno'u y una voz le confirrr>a que su hija no se casará con un príncipe itálico sifJp con un príncipe extranjero que llevará la fama del Lacio a las estrellas y su <Jescendencia regirá las naciones. Estos prolegóme­nos preparan el arribo de !'l1eils, en quien el rey ve cumplida la profeda. · --- Mientras tanto Eneas y sus compañeros descansan junto al río bajo un árbol y se disponen a comer. Entonces Iulo dice, como en tono de broma por la voracidad de los troyanos, las palabras que señalan el lugar prometido: "nos comemos hasta las mesas". Eneas reconoce el fin de sus trabajos y hace un saludo propiciatorio a su nueva tierra, un saludo ritual a las divinidades y a su padre Anqui­ses, y funda con su propia mano una primera población. Coinciden

que puede afirmarse que ningún pueblo podía sobrevivir entonces sin una parafernalia militar que protegiera su supervivencia. Desde las formas más sofisticadas, como las de los pueblos extremo orientales, medio orientales o africanos hasta los macedonios, las tribus germanas, belgas o britanas, todas las sociedades antiguas desarrollaron fuertes y variadas formas de militarización, en muchos casos corno "arte de la guerra". Lo n1ismo se encuentra en las sociedades precolombinas tanto del Norte como del Sur de América. Lo que distingue a Roma, por el contrario, es la organización social, las instituciones y el sistema administrativo y tributario.

109 Rex arua Latinus et urbes !iam senior langa placidas in pace regebat. (VV. 45-6)

110 El nombre de "l~!JX~P.1inos" que recibe el pueblo latino proviene del laurel sagrado.q'!Je ~tr;!::W.~n~.uentp:ccuando comienza a edificar su ciudad y consagra allí su palacio a Apolo. -- ·"

111 Virgilio introduce un breve elogio del oráculo de Fauno, al que acuden gentes de toda Italia, para subrayar la veracidad y confiabilidad de los centros oraculares del Lacio, y para destacar asimismo la sacralidad del lugar en el que se afincarán Eneas y los troyanos.

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66 Andlisis de la obra

en la secuencia del relato el cumplimiento de las dos profecías: el prim"Lª§!n>tmrli.onto de)'lneas en ell,acjo, unido al ª\.lgJJJlo.•:i•'lJIDa. l:iódareal, y la llegada deie~poso oxtranjero para Lavinia, Ambas corresponden idos -designios del fatum, la creación de úií "nuevo pueblo de magnífico futuro, pese aque sobre ambas también pe­san matanzas y padecimientos. El cjima .de. la recibida .. es corc:li~ y festivo; la mutua benevolencia caracteriza el primer encuen![Q del hér¡;-e y el re§Lati)'lo. . -- -· ·- --

Como ya ha ocurrido, la dicha de los troyanos provoca el furor de Juno y el episodio que aquí se narra coincide, como se ha dicho, con la estructura de su aparición en el Libro 1: a) descripción de la cólera de la diosa, agudizada por el irrefrenable avance de los tro­yanos y su pacífica llegada al Lacio; b) discurso de Juno en primera persona quejándose de su impotencia para detener a los troyanos, nuevamente con comparaciones míticas que hacen referencia a un poder de los dioses sobre los hombres que ella parece no tener, a juzgar por los resultados de sus esfuerzos, y decisión final de apelar a todos los recursos posibles para impedir que se cumpla el destino de gloria; e) recurrencia de Juno a otras fuerzas sobrenaturales para lograr su propósito: en oposición a lo actuado en el Libro !, donde Juno pide la ayuda de Eolo, es decir, de uno de los Superi o dioses celestiales, esta vez la diosa decide apelar a algo más efectivo, a las divinidades Jnferi, es decir, del Averno o del tenebroso submundo; d) acción de los enviados de Juno para provocar catástrofes, en este caso la Furia Alecto.

Puede percibirse que esta segunda parte de la obra presagia males peores que los de la primera. El punto central está en la cólera de Juno, incrementada y exacerbada por el alcance de la meta, que no ha podido impedir pese a ser la reina de los dioses, es decir que hay un progreso gradual_ep._Ja ira de la diosa q_u!J <::Rincide con el progreso-a:élosvia)erosrumbo a la tierra prometÚ:I.a. En la mitad del trayecto, i.e. en Sicilia, Juno trama la destrucción por medio de Eolo, un dios celeste que comparte los banquetes del Olimpo. En el Libro VII la situación se ha agravado notablemente y ya Juno desconfía de la eficacia celestial por lo que recurre a las fuerzas de la oscuridad, divinidades· subterráneas del reino de Plutón. Su determinación es memorable porque, además, sirvió de epígrafe a S. Freud para su interpretación de los sueños: ''si no puedo conmover a los dioses celestiales, removeré el Aqueronte"112 (v. 312). ~11ncia que la nueva

112 flectere si nequeo superas, Acheronta mouebo.

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Andlisis de la obra 67

Troya será ¡masada com0 la primeray q',le Eneas será el I1t1eyQ_;l><:ri:'! qíiecfesate eTexi:erminioi·a continuación, saca de las tinieblas a una deTas FÜrias, la féróz Alecto. Como puede verse por sus nombres, la FuriasÍI3 s-ori la traducción romana de las Erinias griegas, nacidas de la sangre del mutilado Urano que fecundara la Tierra ( Gaia), según Hesíodo. Eurípides fija su número en tres: Alecto ("la que no descan­sa"), Tisífane ("la vengadora de crímenes") y Megara ("la que cela"). En la versión griega, las Erinias castigan crímenes y delitos sociales, inicialmente familiares, 114 extendidos luego a la sociedad en general. Dado que persiguen a criminales y malvados, las Erinias tienen la condición de justicieras, de correctoras del orden social, por lo que correlativamente pueden ser benévolas y entonce.s se las denomina Euménides, las amables. En la versión virgiliana, Juno saca del Hades a Alecto, especialista en guerras, traiciones y crímenes atroces, dán­dÓÍe.Vía lil:J~<l-R.ª'ª hªc.<'JJ§l,lfgjr:Ju!ª:S.!.9g cie!ª aJITll'lS con su fecundo ingenio y sus mil artificios. En Eneida, pues, Alecto no es un"; diosa vengadora, 115 sino impuls?~a de l_'ls guerra,s q~e- sobreve,!'drarlp_<O_r '!11$. -ª!C;<,;iQ[lt')SY en este se11t1do, Alecto es efectiVamente la que no descansa" ya que sus idas y venidas enardeciendo los ánimos para la lucha parecen no detenerse. A diferencia del pedido al dios del viento Eolo en el Libro l, a quien le promete la más bella de las ninfas como esposa, Juno no ofrece gratificación alguna a la Furia Alecto; basta con la autorización de la diosa olímpica para que la divinidad infernal despliegue sus monstruosas artes y se vea temporalmente liberada para ejercer su maldad. Su modo de actuar corresponde a la Discordia (Discors), deidad que des<mcadená enemistades y guert¡is, En primer lugar, l_a~ll~iase_ dirige a la reina Amata, 116 airada por el

113 Las Furias de la mitología romana también reciben el nombre de Diras (Di rae).

114 Estas divinidades parecen haber tenido una incumbencia inicial­mente parental y representan la venganza como forma de justicia antes de su institucionalización en el Areópago; se relacionan con el mundo de lo irracional (opuesto a la racionalidad del Areópago) y suelen ser vengadoras de ofensas contra las mujeres, por ejemplo del asesinato de Clitemnestra en Orestíada de Esquilo, o recibiendo el pedido de venganza de una amante abandonada, como Ariadna en el Poema 64 de Catulo.

115 También puede suponerse que Alecto es la encargada de vengar definitivamente las injurias que Juno ha recibido (o siente haber recibido) de los troyanos.

116 Amata, es¡::>c:.sa_ del reY: ~tino, d~s~ª _qu~ ... $.U hija __ Lavin~_a,~t:!. ~~§P9~1?-~-­con TurOB"-reya~ "I6s"iútUioS," es'déd! con un pretendiente itálico, y no con un extianj~ro cornO Eneas, pe'se a los anuncios ·oraculares. ... · --··

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68 Análisis de la obra

esposo extranjero de su hija, penetra gradualment<een ellayprovoca finalmente :;u._c::_ampleta enajeilación, "como·si estuviéi-fl' p6se·sat>or-· el numen de Baco", y de hecho parece estarlo pues lo invoca y celebra sus ritos orgiásticos; est~ demencia_ resulta_ c;ont_E_tgiosa _y_ se un~n a Amata las madres latfñas en igual estado de éxtas¡s· dioriisíaco,· de­satado igualmente por Alecto. La r-"'ina esconde a su hija Laviniaenel bosque y corre con sus compaiíéras formando un coro de Baéantes (sacerdotisas de Baco) exaltadas y furiosas. Satisfecha con los resul­tados, la Furia se dirige a continuación a Turno, el rey de los rútulos y prometido de Lavinia, y se presenta como Cálibe, la anciana sacer­dotisa de Juno; ante la incredulidad de Turno, !á Furia s·erevelaen todo su espanto y clava ür:ía iéa de negro resplandor en el pe~¡:;,;·cteT caudillo con la que lo arrastra a la locura de la guerra. La tercera·a:é las acciones de Alecto, su acto final, se cumple en el campamento de los troyanos y tiene a Iulo como inocente protagonista: mientras el joven príncipe está cazando, la Furia infunde repentina ferocidad ep __ los perros que se lanzan en busca de un ciervo a quien Iulo mata con certera flecha, sin saber que es el animal preferido de Silvia; hija de Tirreo, el mayoral que cuida el ganado del rey Latino. Los pastores y c.<YllP-~§.inos se: hQrrorizan y transforman sus herramientas en--armas para atacar al troyano.

Las tres acciones de Alecto están encaminadas a infundir el fu­rioso deseo de la guerra a los itálicos, directamente en Amata y Tur­no, indirectamente en los pastores del Lacio que quieren castigar la injuria que ha sufrido Silvia. No ocurre lo mismo con los troyanos pues están muy lejos de querer una guerra. Otra vez Virgilio reitera la idea de que los troyanos de Eneas buscan la pazy_lapro!lperidad, que el furor y la cólera es de los otros y que la guerra es un mal que se debe afrontar (no provocar) para que finalmente pueda reponer­se el orden, la justicia y la civilización. Hay una ambigüedad en este punto, que unos adjudican a la falta de pulimento de la obra, aque­llo que Virgilio quería revisar y corregir, y otros a cierta malicia del poeta. Lo que hace Alecto parece apoyar la idea de que la Furia no puede poseer a los troyanos sino sólo confundirlos e inducirlos al error, como en caso de Iulo. Con esto se borraría la posible imagen de una invasión troyana que violentaría la armonía del Lacio y del reino de Latino.

Todo se dispone, pues, para la guerra. Exaltada por sus notables éxitos, la Furia se presenta ante Juno, se vanagloria de sus logros y §lcfix_ma qué puede hacer cosas aun peores y extender cada vez más la pásfón bélica. L.a dios¡1, sin embargo, la detiene y devuelve a Alee­lo a sus moradas infernales. Juno misma se encargará del resto y es

Análisis de la obra 69

ella quien abre las puertas del templo de Jano, el templo de la guerra quete,Lr<eY.Laiií}o,ji6!'ilii1i!d:o por los sucesos, no ha querido abrir. frítonces "arde de bélico furor ítalia, antes sosegada e inmóvil", "todos olvidañ-elámór al arado"; dejari sus pacíficas costumbres y se preparan para la guerra. Eneas y Latino aparecen como caudillos pacíficos, sin ánimos bélicos, mientras que la diosa, por medio de

'Aiecto, siembra la pasión de la guerra en los que rechazan a los tro­yanos mostrando así que sólo una especial locura puede conducir a pueblos normalmente pacíficos a desear las guerras.

El Libro VII presenta las figuras que tendrán un marcado prota­gonismo en los libros restantes como .~P:~mJgª$J.J19 meramente s.L~ Enea_s ylos troy§lg()s§JnPJLJncl.ªJnentªlmente.del destino, delfatum roñ}ano: j\~ta, 'Iltr.I1s>~Me<&m:J~y_c;?mi!_ª, La última parte del Li­

"bró· ó5fuienza con una nueva invocación a las Musas del Helicón para que inspiren su canto al pasar revista de los héroes local e~. Por segunda vez en el Libro, el poetaredaiT1afáaY-udade las Musa§ como conservadoras de la memoria ya que hablará de pueblos cuyo recuerdo no ha alcanzado el tiempo del canto.

Lo que sigue hasta el final es el catálogo de los guerreros itáli­cos que apoyarán a Turno. De él se pueden extraer referencias a la historia de Roma, como el caso de Clauso, capitán de origen saQiJ!C), fundador de la familia Claudia. Hay numerosas hipótesis acerca del orden en que Virgilio nombra a estos personajes, ya que no se organiza siguiendo una secuencia geográfica como en Homero o en Apolonio de Rodas. Al respecto, se puede afirmar que Virgilio presenta estas máximas figuras hostiles como marco de la nómina, ubicando a Mecencio en el comienzo y a Turno y Camila en el final del catálogo. En este Libro comienza, pues, la "anti-Ilíada", la res­puesta rotnana a las victorias cantadas por Homero o, si se quiere, la venganza de Troya. Los quell..,gan no vienen a hacer la guerra como los griegos al invadir su ciudad, 117 no son agresores sino que resul­tan agredidos, no traen la destrucción_palmaria como los griegos ~ino un augurio dé prosper]d"!cl y engran<Jeclmiento para e! ll!gar dondiise depositarán los Penates troyanos, antes derrotados y ahci_: ra repuestos con la victoria sobre sus viejos enemigos, inclUida de

117 Los griegos invaden Troya, sin duda, en respuesta al agravio recibido por el rapto de Helena, pero este motivo ya había sido cuestionado por Jos tragediógrafos griegos y la crítica se acentúa en la literatura romana, donde se condena una gran guerra panhelénica llevada a cabo por causa de una mujer.

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70 Análisis de la obra

algún modo Juno. Por eso se. encuentran, entre las tropasene111igas, los ~~&iV.9~5="til()_y Cor¡¡s, y l-!aleso, seguidorde.Agamenón;na··es decir !e>§_que una vez triunfamn en :rwya P<e.m.que.setán.íh:>.i\JmeDJl'!. Q<1!TQ!ados en el t.aéiopor los que antes fueron vencidos.

El final del Libro VII encabalga narrativamente con el comienzo del Libro VIII que mantiene su visión sobre las huestes itálicas y enlaza el relato como un continuum, una secuencia que produce la impresión de bloque y acelera los sucesos de modo muy distinto de lo que ha ocurrido en los primeros seis libros.

Evandro (Libro VIII)

Junto con el Libro VI, el Libro VIII cumple una función central_ en el proyecto virgiliano de componer una epopeya--ria'GiañaLi dinástic¡¡, atendiendo a los deseos de Augusto. En este sentido, el Úbro VIII es básicamente patriótico ya que los dos momentos en los que se organiza están referidos a aspectos primordiales de la constitución de Roma como nación rectora del orbe conocido y a la legitimidad de tal dominio.

No hay dramatismo en el relato, más allá de la perturbación que produce en Eneas la inminencia de la guerra, pero rápidamente la aparición del dios Tíber, río del cielo que fertiliza las prometidas moradas, le indica_.;,¡ rumbo a seguir y le p~om.,!e __ :>\1.1'.!:9!"<:.c:i9u. Los pasajes que incluyen situaciones de l;ensjón y conflicto presen­tan dos características generales: a) no involucran directamente a Eneas, que permanece como espectador maraviJ!ado ante lo que vá. viendo y Cóílo·cre·ñdo; b) están insertas en instancias. narrativas especiales: en el primer caso, el mito de Hércules y Caco, el relato se pone en boca del rey Evandro al explicar el origen,de los cultos y rituales; en el segundo caso, la historia romana reciente hasta, E)l _ triunfo de Octavio en A,ctiurr¡, Virgilio apela al recurso de la ékphra­sis a la manera horúéricit; componiendo narraciones a partir de la descripción de las imágenes representadas en el escudo de Eneas. ··-

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118 Halesio es llamado Agamemnonius y, siguiendo otros modelos como el de Saturnia Juno ("Juno hija de Saturno"); la edición en español más po­pular en Argentina (Editorial Losada de Bs.As., traducción de Eugenio de Ochoa, de 1869, que sigue reimprimiéndose en la actualidad) traduce "hij~ de Agamenón", algo muy improbable pues la descendencia de Agamenón es harto conocida. En edición de Oxford, J. Christie 1 C. Fordyce, se aclara que en este caso el término debe traducirse como "seguidor de Agamenón".

Análisis de la obra 71

El héroe, a la salida del sol, bendice las aguas del dios, realiza ritos y ofrendas propiciatorias para el viaj~Jluvial hacia el reino de Evandro. Apenas se adentran en el ríci;'!ós sorprende hi revelación !jn":i__gl1e_r~tifica la_s_acralidad del lugar en el que se eñcuéñtrañ anunciado en la profecía .:le Helen,o del Libro m:n9 en la verde pla­ya ven una cerdablimcarodéada de toda su cría (treinta cerditos), g~"- el~ inm~qiiif91iuijolanen;!ll:Ul.Or .A e ]un0, Se presenta en la voz de Iilil".r el origen de la fundación de Alba, 120 la ciudad de Ascanio que significa el verdadero final de los trabajos, una: vez pasadas la~ guerras y los años. La visión del reino de Evandro contrasta con las rigu¡,zas que se describen enlas-citrós teinosVisita:dos (Úl. misma· Troya, Cartago, el reino de Gtinci): es la prehistoria de la gran urbe, son los "pobres muros" del rey árcade que ahora, en los tiempos de Virgilio, han alcanzado el cielo por el poderío romano, aque­llas "murallas de la excelsa Roma'' que anunciara el prólogo. Ante !l1/_~ncl.ro, .. Ene_'\s da cuenta de las genealogías que los emparentan, siendo _?mbo~ descendientes de Atlas. 121 Entre ellos se establece un nobleyjubiloso sentimiento deamistad y Evandro, después de los

-banquetes rituales, relat" !'!lrp.itci.de <;::ácci y Hércules que para su pueblo no es ''una Vana superstición" sino una auténtica tradición religiosa. Hérculeses, como Eneas, otro P~!'seguido de la cólera d_e Juno (para colmo, su madrastra)' y los árcades celebran su victoria so]Jre la monstruosidad de Ca,co con el "sagrado rito hercl.j.leo" que perdurará en la tradición romana y quelñdüye las cantos de los Salios con coronas de álamo, árbol dedicado al héroe. Finalmente, J?yandro va contando la histor:lll.<:lellqg_ar_<;l_~s.cle sus orígen,es y este relato está orientado a ofrecer, por un lado, una pintura de los luga­res donde se asentará Roma en su dimensión sobrenatural, y, por

1!9 VV. 390-3.

120 Alba (del adjetivo albus, alba, album = "blanco"i') significa "blan­ca" y se relaciona directamente con el color de la cerda prodigiosa; para los comentaristas, los treinta cerditos corresponden a los años que transcurren entre la fundación de Lavinium y de Alba.

121 [)¡j_r.Q!¡[!o, f!,!g<:(ador de Troya, es hijo de Electra, hija de Atlas; el pri­mer ascendiente de la estirpe· de Evandro es Mercurio, hijo de Maya, que también es hija de Atlas, por lo que Atlas resulta ~.1 padre común de ambos pueblos. Atlas, hijo de Japeto, es el titán que sostiene sobre su cabeza y sus hombros la bóveda celeste, para que la tierra y el cielo se mantengan sepa­rados; posteriormente Se lo representa sosteniendo el globo terrestre. Los ~itanes son deidades arcaicas, descendientes de la unión de Urano y Gea, Identificados en general con el cielo y la tierra respectivamente.

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72 Análisis de la obra

otro lado, a dejar en claro que no existen propiamente pobladores indígenas, ya que el lugar estuvo habitado por faunos, ninfas y una raza de hombres "nacida de duros troncos", sin cosfi.illlbres ni cul­tura, en estado de salvajismo; éstos pudieron civilizarSJl gracias a la llegada de Saturno122 que les dio leyes y estableció una armÓnica convivencia asociada a la Edad de Oro. Saturuo es un extranjem que llega como rey celeste "destronado y proscripto". Con el correr del tiempo sobrevienen terribles invasiones y finalmente llega Evan­dro, taml;:üén como desterrado, en cumplim.iento de los mandatos de Apolo. Eneas, como todos ellos, .es también un desterrado que llega al lugar y se instala por mandato de los dioses. Esto "íégítima el derecho a poblar la región ya que la civilización ha provenido del exterior, desde el fundador del Lacio hasta la misión troyana que encabeza Eneas.l23 Al percibir, en una lectura política, lo que esto implica, muchos lectores contemporáneos harán asociaciones inquietantes. También explica la interpretación negativa de Eneida. La rememoración de los orígenes de su reino, que parece tener una especie de ingenuidad arcaica, un relato de los orígenes maravillo­sos, puede significar también una decorada declaración de derecho de los extranjeros a reinar sobre el Lacio. Los indígenas son un mon­tón de gentes semisalvajes, ambiguas fuerzas de la tierra, hombres nacidos de tronco de árbol, lo cual no augura buenas perspectivas sociales; en fin, estos indígenas son vagabundos desordenados y ariscos. Tiene que llegar un dios proscripto, antiguo y primordial como Saturno, extranjero de procedencia y de raza, para que el lugar se organice por las leyes y las artes de la deidad. Saturno trae la divina civilización que hace posible la primera Edad de Oro en una paz geórgica124 (o sea con trabajo), .. llllagen de la Roma de los

122 El Lacio (Latiunz "escondite", con la misma raíz del griego lantano, "ocultar") es el escondite y refugio de Saturno.

123 Sin embargo, hay que tener presente que Eneas no es un extranjero sino que desciende del itálico Dárdano, con lo que se legitiman rotunda­mente sus derechos sobre la región. Afirma Zetzel (1997): "Haciendo a los troyanos italianos y a los italianos griegos, Virgilio construye una historia múltiple de dos pueblos: ellos comparten el origen y ninguno es lo que parece. En Eneida, la primera Italia tiene más de una historia, más de una verdad" (p.l90). La traducción es nuestra.

124 La Edad de Oro, la primera de las cuatro etapas que integran el ciclo cósmico identificadas con metales de decreciente valor-oro, plata, broriCe;: hierro-, el tien1po primordial que inaugura el gran orden de los siglos de la Égloga IV (rnagnus saeclorum ardo), se caracteriza por la paz y la concordia

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Análisis de la obra 73

orígenes, y consigue que esa gente que andaba por ahí, sin rumbo fijo, se ordene y trabaje. Tal vez resulte perturbadora para nuestra sensibilidad actual porque con ella se nos viene toda la historia de occidente encima. Sólo Saturno era un dios; Evandro, Eneas y sus sucesores no lo son, pero su derecho está confirmado. Europa ha explotado al máx.imo este esquema, en todos los tiempos de su historia. Siempre hubo argumentos elocuentes y verosímiles para quedarse con tierras ajenas. Si se sigue en los siglos, llegamos a la identificación civilización = progreso del siglo XIX que autorizaba a sacrificar inconsultamente a cientos o miles de personas para asegurar el beneficio de las generaciones venideras. Aún hoy, esta retórica sigue vigente. Sin embargo, sería hacerle poca justicia a Virgilio si no dejáramos un momento de lado nuestra visión actual y tratáramos de entender un discurso que todavía era prestigioso hasta el siglo pasado, y no debemos olvidar las populares ideas de Sarmiento, con su convicción de que la barbarie (indios y gauchos) debía eliminarse para dar lugar a la civilización del progreso.Izs Desde nuestra incredulidad contemporánea, que puede ir desde lo metafísico y religioso hasta lo político y social, para la que todo es igual, nada es mejor, la concepción virgiliana puede resultaran­tipática, pero no lo fue durante diecinueve siglos y esto no puede pasarse por alto. Siempre queda por probar que somos muy supe­riores a nuestros antepasados. En el universo del si vis pacem, para bellum ("si quieres la paz, prepara la guerra"), donde el guerrero yinuoso resguardala paz, amedrentando o recha~_<;tndo a los que la ~-'2-'lª::<:a.n, donde la configuración institucional administrada por ll.n ):lombreclelpestino es el nítido reflejo delorc;len divinq y deb.e ser resguardada de la barbarie, del salvajismo extranjero ()-Indígena, este· discurso contaba con la ¡¡,pwbación de una buena parte de los ciudadanos, en el pasado y en el presente de Augusto.

entre el hombre y la naturaleza. Sin embargo, Virgilio establece una diferen­cia entre la paz arcádica (especialmente la Égloga IV) sin trabajo, y la paz geórgica (Geórgicas) que implica la cultura del trabajo como perfecciona­miento del ser humano y de la naturaleza.

125 En el n1omento en que Sarmiento escribe esto, los EE.UU. luchaba contra los indios, e ingleses y franceses avanzaban sobre África y Oriente. El avance de los pueblos más poderosos siempre ha sido prestigiada por el discurso de la civilización, por el principio de la intervención benefactora. Esto incluye, en todos los casos, fundamentos filosóficos y religiosos. Como dice el filósofo judío alemán W. Benjamín: Todo documento de civilización, encierra uno de barbarie.

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74 Análisis de la obra

La última parte del Libro, cuyo motivo central será el sobrena­tural esctidodéE~e.a.:;. entronca con el escudo de Aquiles en Ilía-d 126 L · ·1· d a. a stmi 1tu es meramente parcial. como en los otros casos; se parece en algunos aspectos, difiere mucho en otros. Venus, en est~ caso, pide el fav()r ?eldios Vulcano, s11 marici() herr!'ro,_p_Íl_ia que for¡e un escudo mar~;Iiloso. Para lograrlo,Ja.~i()§a, ''segy _ _m_c!<'l!.EQ~ der de su_ll<'l9Tio§.ura, se.m.u!'§Uª especialmente seductora con su desatendido esposo. La escena, de reminiscerrdin1oiñértca tiene sin embargo una gracia y un preciosismo que remiten a poet~s ale­jandrinos como Apolonio de Rodas. No menos exquisita es la breve escena siguiente en la que Vulcano v¡¡ a .la fn;gua Y-~-!3 describe el tra­_ba.i9 de los <:;(.;;lope~: unos están fabricando el rayo de júpÚ:er, para lo que han mezclado "tres rayos de tempestad, tres nubes acuosas, tres de fuego rutilante y tres de alado Austro", y ahora completan la obra con "horribles resplandores, el estrépito y el miedo, las iras de las perseguidoras llamas" 127 (vv. 429-32); otros hacen la égida de Palas, otros el carro de Marte. A la orden de Vt1J.<;;ano, abandonan lo _que están haciendo y se apiican a fabric¡¡_, ~!g_scudo de Eneas. Mientras esto ocurre, .¡lvandro presenta aLhérqe loo;i~álhidos que · ·· han de a~on;pañarlo, cul_minando en la figura de Palante, · St1 hijo de la anc1amdad (un análogo de Julo), el fogoso príncipe árcade que quiere aprender el duro oficio de Marte junto a los troyanos. Como atraída por la imagen de esta Roma primordial, ingresa la descripción del escudo .de.,!;l_neas er¡jª_figgra, como dijimos, de la ékphrasis. Quien dudara de la-adhesión deVirgilio a Augusto, en­contraría en este pasaje final del Libro VIII una rotunda confirma­ción de que el poeta formaba en Eneas el tipo ideal de Augusto. En esta última parte se inserta un nuevo dramatismo, especialmente en los sucesos contemporáneos de Actium, que ocupan más de la mitad de los versos dedicados a la 11istoria romana. Es innegable el _senticlo celebrat9rio deJas escenas: todo culmina en el gran triunfo de Augusto, elnuevo Saturno, el:n_yevo Apolo, ei nuevo Eneas, el de­tentar .del gran Destiria:·La·s llamados poetas augusteos; ·entre ellos Virgilio, se las arreglan para presentar la Guerra Civil !'ntre Oetavio Y Marco Antonio corno la guerra d.<? Itaila-cóiii~a)as prE)tensiones de dominación extranjera. Esta -guerra que cuimina en Actium se

126 Ilíada, Canto XVIp, vv. 483 y ss. 127 tris imbris torti fadios, tris nubis aquosae 1 addiderant, rutuli tris

ignis et alitis Austri.J fulgores nunc terrificos sonitumque metumque ¡ misce­bant operi jlammisque sequacibus iras.

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l. 1

Análisis de la obra 75

desata contra el perverso afán de dominio de la mujer oriental, apo­yada por el afeminado traidor refugiado en Egipto. Así lo entienden Horacio, Propercio y el mismo Virgilio. Marco Antonio trae el Egipto y las fuerzas de Oriente; Octavio representa los pueblos itálicos ca­pitaneados por un heredero legítimo de sus ilustres antepasados, los troyanos triunfantes, cuando dejaron de ser frigios y se pusieron occidentales y romanos. Laimagen final del escudo es la de Augus­to sentado en el umbral rhimnóreodel templo de Apolo recibiendo las ot'reiiaasde Íos pueblos sometidos, lo que es decir de todos los pueblós-conocidos, diferentes en vestimentas, armas y lenguas: nó­madas, africanos, pueblos asiáticos y pueblos que habitan los con­fines de las tierras. En la imagen del escudo, además, convergen las nociones de guerrá y defensa -atta vez el si vis pacem, para bellum del que hablábamOs- que enlazan a Eneas y Augusto.

Hacemos en este caso referencia a los versos finales porque quizás sólo en este Libro se encuentra un cierre tan poético y perfecto como el de algunas Églogas. _Eneas "admira las hazañas y se regocija con las imágenes cuyo sentido ignora, echándose al hombro la fama y los hados de sus descendientes" 128 (vv. 730-1). Contempla extasiado toda la historia de Italia y su culminación en el gran triunfo de Augusto, admira la obra, se sorprende, aunque no sabe qué significan esas imágenes. Pero al cargar el escudo, se echa al hombro, en sentido literal y en.sentido simbólico, la futura gloria de su estirpe consagrada enActium por Apolo.

Las Guerras del Lacio: Niso y Euríalo (Libro IX)

Los cuatro últimos libros de Eneida relatan los sucesos de la guerra del Lacio y son los que más sostenidamente se acercan al tono homérico de !liada. Matanzas, arrebatos de cólera, venganzas enconadas, actos de valentía, arrojo y audacia, llantos, sufrimientos y prodigios los caracterizan. Los Libros VII y VIII, como hemos visto, son preliminares y preparatorios; en el IX empieza estrictamente la guerra. Las resonancias homéricas surgen, en este último libro, no sólo por la aristefa o muestra de excelencia heroica en el episodio de Niso y Euríalo, sino además por cómo ha sido diseñada la situación general de los enfrentamientos bélicos.

128 miratur rerumque ignarus imagine gaudet 1 attollens umero famam­que et Jata nepotum.

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76 Análisis de la obra

Turno recibe el mandato de Juno, a través de Iris, de atacar a los troyanos aprovechando la ausencia de Eneas, que se encuentra jun­to a Evandro. Dispuestas las tropas, Turno encabeza una enardecida carga sobre los troyanos, alentado por los buenos augurios que han traído las palabras de la diosa. Los troyanos vacilan, impresionados por la magnitud del ataque inminente. Sin embargo, pese a que la vergüenza y la ira los empujan a dar batalla, recuerdan que Eneas les ha ordenado no combatir en campo raso y atrincherarse en la ciudadela observando una actitud defensiva. Se repliegan entonces obedeciendo estas órdenes mientras aguardan el regreso de su ca­pitán. Otra vez en la historia, los troyanos se encuentran acorrala­dos por furiosos enemigos y tratan de resistir el asedio que les trae, sin duda, malos recuerdos, porque a las tribus itálicas se han suma­do los hostiles griegos que ya una vez los sitiaron y destruyeron su ciudad natal. No obstante, la fuerza del paralelismo, continuamente recordada por los enemigos, prepara las acciones de los siguientes libros en los que Eneas y sus compañeros, esta vez por el contrario, resultarán definitivamente victoriosos porque Júpiter les ha otorga­do "un imperio sin fin". 129 Reducidos por el asedio, pero sobre todo obedientes a las órdenes de Eneas, los troyanos no pueden mostrar inicialmente su valor y su arrojo, algo que sorprende a los atacantes y los lleva a suponer que se han escondido por cobardía. No pu­diendo entrar en batalla, el enfervorizado Turno decide incendiar las naves. Ante tales sucesos, ocurre la intervención divina de laDea Frigia, la diosa frigia Cibeles, nacionalizada romana en la Segunda Guerra Púnica, al llevar a Roma desde Pesinos, por mandato del orá­culo, la piedra negra que la simbolizaba y que permitió el triunfo de los romanos. Nuevamente, como sucede con Venus, una divinidad femenina, potente e inquietante por sus poderes de enajenación, se transforma en una diosa leal, cívica y patriótica. Cibeles pide a Júpiter que, dado que las naves troyanas han sido construidas con alerces de su bosque sagrado, la autorice a salvarlas del vandalismo rútulo. Obtenida la autorización, la diosa impide que las embarca­ciones sean salvajemente destruidas y opera el prodigio: las naves se alejan transformadas primeramente en delfines y luego emergen como ninfas marinas. Las naves, así, desaparecen como tales y el su­ceso abre dos interpretaciones contrarias. Por un lado, el lector sabe que los troyanos/romanos han alcanzado la meta de su peregrina­ción y se radicarán definitivamente en el Lacio. La navegación ha

129 Cf. Libro l.

l • 1

Andlisis de la obra 77

sido obligada, no deseada por la sed de conquista o lucro; el héroe es un fugitivo (profugusfato) por el destino que lo ha señalado como su portador y realizador, no un aventurero que por decisión propia abandona su patria. Cibeles cierra el ciclo frigio, desde el origen de las naves a su metamorfosis y apoteosis como divinidades marinas; la diosa frigia ha acompañado a los troyanos e interviene en Italia, de la que llegará a ser protectora. Las naves han sido o han llegado a ser criaturas sobrenaturales, en consonancia con su tripulación y con la ruta que han seguido, obedientes a los hados. Han tenido una función puntual: salvar a Eneas y sus compañeros en la huida, afrontar los peligros del viaje y depositar a los navegantes en el lu­gar fijado por el destino. La imagen muy probablemente responda a la necesidad de disociar el viaje marítimo de los troyanos de la concepción romana de la navegación, considerada -en particular por el estoicismo romano- como un gesto negativo que contiene el germen de la guerra. 130 Puede encontrarse aquí, además, la idea del apego a la tierra, de arraigo en el lugar cuya grandeza dependerá del empeño en la permanencia y el trabajo, generación tras genera­ción, pues la magnitud de la empresa demandará muchos siglos de esfuerzos y padecimientos. Es la misma idea que inspira Geórgicas, con su celebración del campo y sus tareas, al presentar como noble y provechosa la vida rural que implica sedentarismo y organización social. En suma, en el orden del fatum, la desaparición y la trans­formación de las naves rubrica el establecimiento definitivo en el Lacio, tierra que se engrandecerá con la llegada de los extranjeros y las alianzas locales.

Pero Turno está del otro lado, del lado de la furibunda Juno, e interpreta superficial, o sea erróneamente, el suceso ya que entien­de que Júpiter ha quitado su apoyo a los troyanos quienes ahora quedan atrapados y sin escapatoria posible. Su conclusión es rápi­da: "no hay camino por los mares para los teucros, ni esperanza al­guna de fuga" 131 (vv.l30-3) y agrega: "tengo mis hados en su contra,

130 El personaje Hípólito de Séneca en su tragedia Fedra representa la Edad de Oro como ajena a las travesías por mar, ya que cada pueblo cuida­ba su propia tierra y no aspiraba a moverse más allá de sus dominios: "aún no surcaban el mar las atrevidas naves: cada uno conocía su propio mar" (nondum secabant credulae pontum rates: 1 sua quisque norat maria; Fedra, VV. 530-!).

131 ergo maria inuia Teucris1 1 nec spes ulla fugae: rerum pars altera adempta est, 1 terra autem in nos tris manibus, tot milia gentes 1 arma ferunt ltalae.

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78 Análisis de la obra

que es exterminar con el hierro a este pueblo criminal, pues me ha arrebatado la esposa'' 132 (vv. 136-8). Turno, no sin motivos, interpre­ta lo que es un sello del establecimiento definitivo en el lugar como el divino preámbulo de la completa destrucción de los troyanos; lo hace animado por una situación que se parece en mucho a la caída de Troya, que explícitamente menciona para humillar a los enemi­gos: "Frigios dos veces cautivos"133 (v. 599), los llaman los rútulos a título de ofensa.

El segundo momento del Libro IX lo ocupa la aristeía, es decir, la prueba de excelencia y valor en la batalla, que protagonizan los troyanos Niso y Euríalo. Niso, inquieto por la pasividad de sus con:­pañeros, decide demostrar su valentía cruzando los campos enemi­gos para urgir el regreso de Eneas. Su compañero Euríalo, al conocer sus propósitos, exige participar de la operación. Ambos son jóvenes pero Euríalo es apenas adolescente pues tiene la misma edad que Ascanio y ha viajado desde Troya con su madre, que no ha quendo abandonarlo en los esforzados trabajos de la travesía. Ambos se presentan ante el concilio de jefes troyanos que delib~ra _acerca de cómo avisar a Eneas del ataque, y se ofrecen para la m1s10n; no hay acciones individuales bélicas si no son autorizadas por los capita­nes. Agradecido, Ascanio acepta y promete dones y obsequios para los audaces guerreros. Euríalo sólo pide que cuiden y atiendan a su madre durante su ausencia. Más allá de la interpretación psicoa­nalítica (una de las más corrientes) que pueda hacerse del caso, es muy interesante esta manifestación de amor filial a la madre, algo casi ausente en Eneida. En respuesta, Ascanio -de su misma edad, como dijimos- declara que la madre de Euríalo será como Creusa, diferente sólo en el nombre. Este es el único momento de amor hacia la madre en la familia de Eneas, el único momento en que alguien vuelve a acordarse de Creusa: ni en el Hades la encuentra Eneas, que tan rápidamente ve a Dido. Anquises no recuerda a su madre ni hace referencia alguna a sus amores con Venus; el amor de Eneas hacia su madre es más la reverencia hacia una divinidad completamente esquiva y poco dada a tratos directos con su hijo. En fin, el amor hacia la madre cae en el cuadro de los sentimientos personales y se retrae frente a la marcada insistencia en el amor hacia el padre, que representa el' principio de organización social, religiosa e institucional.

132 sunt et mea contra 1 Jata mihi, ferro sceleratam exscindere gente m 1 coniuge praerepta.

133 bis cap ti Phryges.

Análisis de la obra 79

El episodio de Niso y Euríalo no sólo muestra el valor y el arro­jo de los jóvenes sino la entrañable amistad, el afecto y la lealtad mutuos. Así, al ver Niso que Euríalo está a punto de ser matado por Volscente y sus compañeros rútulos, los ataca y, con fuerzas muy desiguales, mata a varios capitanes, entre ellos a Volscente, pero no puede impedir la muerte de Euríalo y él mismo, finalmente, es asesinado por los rútulos. Virgilio patentiza el horror de la guerra en dos imágenes contundentes: las cabezas sangrantes de los dos jóvenes troyanos paseadas en picas, y el desesperado lamento de la madre de Euríalo ante la muerte de su hijo.

En este episodio, el especialista Galinsky134 encuentra un ca­racterístico ejemplo de la dramatización virgiliana de Homero, a la manera de los trágicos griegos:

El episodio de Niso y Euríalo es un genuino ejempTo. En la Ilía­da, la expedición nocturna de Odisea y Diomedes es totalmen­te aproblemática y es todavía otra gloriosa aristeía ("hazaña heroica"). Con buenas razones, Virgilio confiere a esta historia un exhaustivo colorido homérico, como lo atestigua especial­mente la escena del concejo troyano con sus largos discursos y promesas de recompensas materiales (9.204-313). Niso y Euríalo fallan en su misión porque se complacen en la jactan­cia homérica individualista en lugar de actuar por el mayor bien de la comunidad. Su fracaso se debe a una pieza de la armadura, un yelmo, que no se ganó por el caballeresco inter­cambio de regalos sino por el despojo. Y aun así, son fortunati ambo ("afortunados, ambos"; 9.446) y el poeta no disimula su simpatía. Como ha demostrado Barbara Pavlock, Virgilio combina-elementos de la Ilíada y del Reso de Eurípides para presentar los temas salientes desde perspectivas diferentes.' 35

Entre éstos, son centrales los múltiples conflictos y niveles de significado de pietas hacia la patria, la familia y el amigo.

La parte última del Libro IX regresa a Turno y sus aliados. La embestida de Niso y Euríalo los enfurece como provocación y se disponen para un ataque arrasador, con Eneas aún ausente. Otra vez el yo-poeta se presenta para anunciar que relatará las matanzas que anticipara en el Libro VII y, como en los anteriores casos, renue-

134 Galinsky. 2002. 13S Pavlock. 1985.

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80 Análisis de la obra

va su invocación a las Musas, especialmente a Calíope, 136 para que aliente su canto. Se suceden los enfrentamientos con importante ventaja para los seguidores de Turno y entonces, por primera vez, Ascanio entra en la batalla. Ante las victorias parciales, los rútulos se vanaglorian; Numano, cuñado de Turno, humilla con sus insultos y burlas a los troyanos ("los frigios dos veces cautivos" que repetirá Ascanio desafiante en el v. 635). mandándolos al monte Ida junto a su diosa, a cantar y danzar con túnicas y mitras al son de flautas, y concluye diciendo: "dejad las armas para los varones y abandonad el hierro" 137 (v. 620). Ascanio arroja una saeta que traspasa las sienes de Numano retomando, como dijimos, la misma expresión que usara el capitán rútulo pero con la arrogancia del desafío: "ésta es la respuesta que dan a los rútulos los frigios dos veces cautivos", y lo mata. Apolo celebra la acción de Ascanio pero, bajo la apariencia del viejo Butes, escudero de Anquises, le manda retirarse de la lu­cha. La batalla recrudece y los troyanos, desatendiendo las órdenes de Eneas, abren las puertas y avanzan sobre el.campo desprotegien­do la ciudad que de inmediato intenta ser tomada por las fuerzas itálicas. Finalmente Mnesteo ordena y anima a los despavoridos troyanos para que se unan y juntos den caza al capitán rútulo; de este modo, consiguen replegarlo y hacerlo retroceder hasta el río, al que Turno se arroja en su fuga y luego se restituye a sus compañe­ros, dejando momentáneamente la lucha.

Palante (Libro X)

A diferencia de otros libros de la segunda parte de Eneida, el Libro X se distancia del IX por un cambio de escenario que lleva la narración al concilio de dioses en el Olimpo, como preludio del es­pectáculo humano que se presentará a continuación y que ocupará el foco del relato hasta el final. Así, pues, el Libro X presenta una parte en el Olimpo y otra en la tierra. En esta última tendrá lugar el episodio más significativo de la segunda parte de Eneida: la muerte de Palante, hijo de Evandro. La sección final trae las muertes de Lauso y de su padre Mecencio, uno de los grandes capitanes itáli­cos, a manos de Eneas.

I3G Calíope es la Musa del canto épico, la más elevada y noble según el poeta griego Hesíodo.

137 sinite arma u iris et cedite ferro.

Análisis de la obra 81

Las puertas del Olimpo se abren para dar inicio a una de las escenas divinas más solemnes de la obra: el concilio de los dioses, una especie de sesión plenaria del senado romano a puertas abier­tas para tratar los asuntos de abajo que son los asuntos de arriba. La razón del concilio es grave y urgente ya que se ha desatado una guerra civil de dioses y Júpiter pregunta la razón por la que unos luchan con gran encono contra otros. En tono severo, reprocha a las deidades la discordia y el delirio de entablar una lucha nefasta en contra de sus mandatos; por el contrario, los exhorta a guardarse y disponerse para la verdadera guerra en la que será lícito desplegar odios y hacer saqueos: "llegará el justo tiempo de la lucha (no lo precipites), cuando la fiera Cartago, abriéndose paso por los Alpes, lleve gran destrucción a los alcázares romanos" 138 (vv.ll-13). Virgi­lio enuncia una distinción sociopolítica básica, referida también en el Libro VIII en relación con Cleopatra, entre guerra civil y guerra exterior, pero no se habla aquí de luchas humanas sino divinas. Es necesario saber que las guerras con pueblos no romanos (Cartago, Egipto, etc.) significan, de modo fundamental, el enfrentamiento del panteón olímpico y aledaños con dioses extranjeros.

La sesión del Olimpo se desarrolla al modo institucional ro­mano, con fuertes reminiscencias de Cicerón y Salustio. Las partes en conflicto (Venus y Juno), que comprometen la totalidad de la organización olímpica, expondrán sus razones ante la asamblea. La composición y la retórica de ambos discursos merecería una consideración más detenida que no podemos presentar aquí, pero ambos constituyen magníficos ejemplos de elocuencia. En ellos se combinan la ironía, la parresía ("libertad de discurso"), las abun­dantes interrogaciones retóricas y otras variadas figuras. Venus reclama por la suerte de los troyanos y reprocha a Júpiter cierta falta de claridad en los sucesos humanos, que ha puesto a sus protegidos al borde de la destrucción. Juno responde airada y rápidamente, indignada frente a los reclamos de Venus. Con gran cólera, se exime (ocultando sus ardides) de ser culpable de los desastres que han pro­ducido los propios troyanos, en tanto que se queja de que ninguna divinidad parece preocupada por las injurias que ella, la reina de los dioses, ha recibido. Su discurso se despliega en una larga sucesión de preguntas retóricas: "¿guié yo acaso al adúltero descendiente de Dárdano al asedio de Esparta?,l39 ¿di yo armas para la guerra o la

138 adueniet iustunt pugnae (ne arcessite) tempus, 1 cum Jera Karthago Ro manis arcibus olim 1 exitium magnum atque Alpis iln1nittet a pertas.

139 Paris, que saca a Helena de Esparta.

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82 Ancílisis de la obra

aticé con los fuegos del amor?". Las dos exposiciones son sutiles, políticas, altamente emotivas y femeninas. Cada diosa expone su versión de los hechos, ocultando aquí y mostrando allá, dando la versión parcial de los sucesos que respectivamente sustenta sus razones y recortando la verdad. Los dioses no saben ya qué pensar y se dividen en sus pareceres. Júpiter suspende el debate y cierra la reunión olímpica con una ambigua declaración de imparcialidad: "sean cuales fueren hoy la fortuna y las esperanzas de los troyanos o los rútulos, no tomaré partido por los unos ni por los otros". Se trata de un gesto político para evitar el ahondamiento de las discordias celestes, pero sus palabras finales contienen una ambigüedad aun mayor pues hace depender de las propias obras el desastre o el éxito de cada pueblo: "Júpiter es el mismo soberano para todos: los hados encontrarán el camino" 140 (w. 112-3). Así, el rey de los dioses afirma su imparcialidad, su decisión de no intervenir en las luchas humanas que han ocasionado una guerra intestina en el Olimpo, y se manifiesta ecuánime gobernante, sin apetencias individuales, impulso emocional o afectos personales. Con estas palabras Júpiter, además, se sustrae del conflicto y establece la libertad de los héroes para realizar la historia. En líneas generales, puede afirmarse que esto resulta efectivamente así, ya que Palante muere porque com­bate contra Turno, un enemigo desproporcionado en fuerza y expe­riencia, y otro tanto ocurre con el joven La uso al enfrentar a Eneas, a quien intenta igualar en fuerza sin poder lograrlo; también Mecen­cío se quiebra ante la muerte de su hijo y trata, ya desfalleciente, de matar a Eneas, pero Eneas es superior y lo mata. Así Júpiter, el gran político, el rector de las deidades no miente, y de hecho jura por la Estigia.141 Pero tampoco dice la verdad pues, en efecto, no interven­drá142 ya que su palabra ha sido dada desde el comienzo, elfatum ha sido proferido y permanece inamovible, algo que se sabe desde el primer Libro y que se reitera cada tanto. El Destino ya está diseña­do y, tal como Júpiter dice, todavía faltan las obras humanas que lo transformarán en historia. La victoria final de Eneas, para el lector contemporáneo, es inevitable; en el presente del relato ni los dioses

140 rex Iuppiter omnibus idem. 1 Jata uiam inuenient. 141 El juramento por la Estigia, la laguna del Hades, es propio de las

divinidades. 142 Esta no intervención es un poco relativa; Júpiter no altera -como no

lo harán las otras divinidades- el curso general de los acontecimientos, tal como van ocurriendo, pero de tanto en tanto incursiona para corregir algún detalle.

Andlisis de la obra 83

saben bien qué pasará. Excepto Júpiter, que se declara imparcial. El final abierto de la sesión olímpica, ese veamos qué pasa con esta gente,. es ':II?a invitaci?n a cont~mplar el espectáculo humano y la actuahzacwn del destmo anunc1ado en los oráculos y presagios. No descansarán las divinidades, yendo y viniendo entre los humanos, pero el protagonismo corresponde a éstos últimos.

Después d~ este "prólogo en el cielo", la narración regrl"sa a las luc~as del Lac10. En correlato con el Libro IX, se incluye aquí un catálogo de héroes, los que se unirán como aliados a Eneas y a los guerreros de Evandro. En treinta naves, 143 se disponen para regresar al combate. Las ninfas (ex-naves) realizan lo que intentaban hacer Niso Y Euríalo sin poder lograrlo: advierten a Eneas sobre el peligro que amenaza a Ascanio y a los troyanos, y sobre el ataque que los espera a la llegada. Todo el resto del Libro está dedicado a las suce­sivas acciones bélicas. Los momentos culminantes giran en torno a los episodios de matanza en la lucha, con el horror por la muerte de los jóvenes: Palante y Lauso. El episodio de Palante, relacionado con el Palatino, es una creación vírgiliana; 144 ocupa la parte más ex­tensa del Libro ya que su heroísmo es emblemático y se constituye en uno de los p1lares de la fundación. Virgilio lo presenta como un joven aguerrido, con don de mando e indoblegable, pese a su juven­tud e inexperiencia, en el campo de batalla. Cuando en medio del combate Palante queda frente a frente con Lauso, el joven hijo del desterrado rey etrusco Mecencio, uno espejo del otro, Júpiter mis­mo (que había dicho que no se metería) impide el enfrentamiento. El destino reser~a para ambos una muerte a manos de los grandes cap1tanes enemigos. Palante morirá a manos de Turno y Eneas ma­tará a Lauso.

La muerte de Palante es el episodio de mayor peso en la segunda parte de Eneida, no sólo por su intensidad dramática sino además, y fundamentalmente, porque se mantiene como referencia continua h:'st": '_'1 final de la ?,bra. Hay en esta muerte, por así decirlo, "preme­dJtacwn y alevosía ya que Turno exige ser él solo quien enfrente al joven príncipe capitán de los árcades: "Yo solo iré hacia Palante, a

143 Nu~van1ente aparece.~~ número treinta: treinta años desde las gue­rras del LaciO hasta la fundacton de Alba Langa, los treinta cerditos blancos, las treinta naves.

144 Según Dionisia de Halicarnaso, griego radicado en Roma en la época de Augusto (siglo I a.C.), Palante fue nieto de Evandro, hijo de su hija Lavi­nia Y de Hércules; también el rey Latino aparece como nieto de Evandro (I ~~- '

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84 Análisis de la obra

mí solo se me debe Palante"145 (vv. 442-3). Sólo el peso simbólico de esta lucha justifica la exigencia del jefe rútulo, un guerrero maduro, fuerte y arrogante, que se afana por pelear con un joven valiente pero inexperto. Como normalmente ocurre, las reminiscencias homéricas del enfrentamiento entre Héctor y Patroclo en Ilíada destacan la profunda diferencia que separa a Virgilio de Homero, dado que Palante, además de ser un joven y no un guerrero mayor como Patroclo, es la cabeza de un pueblo, no una figura de segun­do plano como el personaje de Jlíada en donde la importancia de Patroclo proviene de su relación personal con Aquiles. En vano, al presentarse el combate, invocará Palante a la deidad protectora de Jos árcades:146 Hércules, acongojado, afirma que nada puede hacer para impedir la llegada de la hora fatal del joven príncipe, aunque anuncia que también para Turno se acerca el fin de sus días. Como Héctor a Patroc!o, Turno mata a Palante y viste sus despojos, hecho que enlaza con el enfrentamiento final del jefe rútulo y Eneas en el Libro XII, a semejanza del episodio homérico de la muerte de Héc­tor vistiendo las armas de Patroc!o.

Como decíamos, el episodio de Palante es largo y se encuentra en el centro del Libro. El lector actual puede preguntarse por qué Palante tiene tanto protagonismo en los últimos libros, al punto de opacar la figura de Ascanio. Es evidente que su importancia proviene de ser el principal aliado itálico de los troyanos, príncipe heredero de la austera ciudadela sobre la que crecerá Roma. Virgi­lio, sin embargo, ha procurado no presentar guerreros equiparables a Eneas, protagonista de la fundación. Por eso los árcades tienen un rey anciano que no puede batallar y un heredero que apenas se inicia en la armas de Marte. Evandro ha sido amigo de Anquises, ambos de la misma generación; Palante se asemeja a Ascanio. En el medio no hay nadie. Parecería quizás desmesurada la furibunda de­claración de Turno, ya que no representa una muestra de excelencia en el campo de batalla -propia de la condición guerrera-, una aristeía, el enfrentamiento con un guerrero cuyo aprendizaje recién comienza, y también desmesurada resulta su exaltación triunfalista al matarlo. ¿Por qué es tan importante Palante? Porque es itálico, su ciudad está en el Lacio y tiene legítimos derechos para reinar allí. Las planeadas bodas de Turno con Lavinia no implican un profun­do drama de amor, pese a que se menciona el amor de Turno en el

145 solus ego in Pallanta feror; soli mihi Pallas 1 debetur. 146 Cf. Libro VIII.

Análisis de la obra 85

Libro XI Y Lavinia parece más inclinada hacia él que hacia el extran­jero; ella es la única heredera del rey Latino, por lo que el matrimo­nio constituye una cuestión de estado. Turno enloquece cuando ve amenazadas sus bodas, no tanto porque pierde al gran amor de su vida sino porque pierde el poder sobre el Lacio. De haber sido su destino derrotar a los troyanos, habría subsistido el problema de los árcades vecinos, por lo que es decisivo que el heredero muera. Un poco menos obvio es que, en definitiva, Eneas tiene el mismo problema. Para desgracia del pobre muchacho, todos necesitan que muera. P~ro en Er:eas, Virgilio representa un héroe antitético ya que la devoc10n que s1ente hacia Palante, su compromiso de protegerlo y, al cabo, de vengar su muerte, y todas las honras que le dedica, le otorgan legitimidad moral a su imperio y a su estirpe.

Como respuesta a la desbocada crueldad de Turno, ocupa la escena el Eneas guerrero, terrible en la batalla como el mismo Aquiles. Pero de hecho no es un nuevo Aquiles ya que su excelencia no se valida y despliega en la lucha y el exterminio; no se ausenta del campo de batalla ni se niega a guerrear. La furia de Eneas se desata a partir de la muerte de Palante, el príncipe aliado afrentado. Emerge entonces, como nunca antes, el feroz y despiadado pero jamás impío Eneas, capaz de emular a Aquiles en la matanza. Sin embargo el troyano se lanza a socorrer a sus compañeros que van perdiendo y sobre todo busca a Turno para despedazarlo. Eneas aparece transformado en el héroe homérico cuyo valor y ferocidad en el campo de batalla sólo han sido igualadas por Héctor. Lleva en sus ojos las imágenes de Evandro y Palante, y acomete con furia al enemigo. La crueldad que pudiera encontrarse en la derrota final de Turno, piedra de toque de la versión del Virgilio pesimista, no es un hecho aislado sino que se presenta con similares notas en la parte final del Libro X. Eneas empieza aquí por capturar ocho mancebos enemigos que serán destinados a rociar con su sangre la pira fune­raria de Palante e implica la realización de sacrificios humanos. Un modelo de comportamiento en combate de este Eneas, notable por las armas (insignis arnüs), es el enfrentamiento con Mago, el prime­ro de los que se sucederán en el campo de batalla hasta el episodio de Lauso Y Mecencio. Eneas trata de alcanzarlo arrojando su lanza pero Mago la esquiva y corre a abrazarse a sus rodillas rogándole, por los manes de su padre y por la esperanza de Julo, 147 que per­done su vida a cambio de opulentos obsequios. El héroe responde

I47 per patrios manis et spes surgentis Iuli 1 te precor (vv. 524-5).

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86 Análisis de la obra

con ¡0 que será un motivo recurrente en el resto del relato: Turno ha abolido todos los pactos al matar a Palante, y diciendo "así lo juzgan Jos manes de Anquises, así lulo" 148 (v. 534), hunde la espada en la cerviz del suplicante. El Eneas de la segunda parte, después de la katábasis o descenso al Hades, es un paradigma romano del gobernante político-militar que asumirá Augusto. Implacable_ en la lucha sin vacilaciones ni clemencia para un enemigo que solo se mues~ra humilde y amigable cuando no le queda otra posib_ilidad más que la muerte, Eneas cumple cuando y donde es necesano con su misión guerrera, pero puede ser clemente y aceptar el trato con el adversario fuera del campo de batalla, cuando preside un en.­cuentro diplomático, como es el caso de la embajada de los latinos encabezada por Drances.

En Jos episodios que siguen al de Mago, Eneas se m':'estra igualmente duro con sus enemigos porque ya no es el vacilante personaje que desprecia la lucha y desea morir, sino el romano que encarna con elevada conciencia el destino de su pueblo. Mata en nombre de Palante y Evandro, Anquises y lulo, las figuras tutelares de la fundación que afrontaron y afrontan el rigor del fatum sin ceder a los peligros y desgracias. Ese impulso, para ser consecuente con la presentación virgiliana, se mueve ya a voluntad de los manes y de los hados de la estirpe que, como anunciara Júpiter, ,se van abriendo paso por sí mismos. Como este Libro de tantas luchas puede llegar a resultar agotador, la pericia virgiliana interrumpe la mirada terrestre y se remonta al Olimpo. Brilla nuevamente el exquisito poeta de resabios alejandrinos que apela a los esqu~mas homéricos: Júpiter, reclinado junto a Juno, contempla las acct~nes humanas como si se tratara de un espectáculo teatral, y no t1ene mejor idea que burlarse de la diosa gastándole ironías. Los odiados teucros, a quienes no impulsa el infernal furor de Alecto como a rútulos y latinos, no son ni débiles ni apocados. Sin más fuerza que la de la virtus que los ha llevado al Lacio, enfrentan airosamente los desafíos. Juno se queja de cómo van las cosas y consigue que Júpiter le permita demorar la muerte de Turno sacándolo de 1~ J;>a­talla. El dios accede pero, no obstante, asegura que todo segmra el curso necesario: ·~si juzgas que voy a mudar o cambiar el orden de toda la guerra, abrigas vanas esperanzas"149 (vv. 626-7), le responde a Juno.

148 hoc patris Anchisae manes, hoc sentit lulus. . . . 149 totumque moueri 1 mutariue putas bellum, spes pasczs znants.

Análisis de la obra 87

Por esta estratagema, Eneas no encuentra a Turno en el campo de batalla, pero su lugar lo ocupa Mecencio. Hay una larga narración en la que se cuentan los estragos que va haciendo el depuesto rey etrusco, feroz y agresivo como un jabalí furioso al que se compara. Eneas alcanza a herirlo pero su hijo Lauso se interpone tratando de socorrerlo y Eneas lo mata casi por error, pues su blanco era Mecen­cío. Ante la muerte del joven, en el que se reflejan Ascanio y Palante, Eneas experimenta compasión y dolor, respetando el cuerpo del joven y entregándolo para que reciba las honras fúnebres. Al morir su hijo, Mecencio se quiebra de amargura y odio hacia el enemigo, y tratando de acometer a Eneas encuentra él mismo la muerte. Eneas derrota así al feroz déspota repudiado por su pueblo, sediento de venganza y de poderío, y baluarte de sus enemigos. Esta acción marca un giro de los acontecimientos favorable para los troyanos pues ha muerto uno de los más audaces y peligrosos capitanes que combaten no simplemente contra Eneas sino también contra el destino que el héroe encarna.

Camila (Libro XI)

El Libro XI trae el gradual cambio de fortuna de los troyanos escalonado en dos episodios correlativos, el primero en el cierre del libro anterior que concluye con la muerte de Mecencio, y la muerte de Camila en el final del Libro XI, los capitanes más poderosos que combaten junto a Turno. La figura emblemática de Palante sigue marcando el sentido de las acciones por mediación de Eneas, que hace de su muerte un baluarte de guerra. En los pasajes finales del libro anterior, Eneas ha matado primero a Lauso y finalmente a Me­cencio, vengando en este último con fiereza, una fiereza no menor que la de Turno, la muerte del príncipe árcade. El Libro XI, con el recurrente encabalgamiento de situaciones que es frecuente en los últimos libros, se inicia con la arenga de Eneas a sus compañeros ante los despojos de Mecencio. El soberbio rey etrusco -y su he­redero- ha perecido y Eneas anticipa la victoria: "depongan todo temor (. .. ) preparen las armas y anticipen el fin de la guerra con su esfuerzo y confianza'''50 (vv. 14 y 18). Y así como la arenga a los guerreros retoma el episodio de Mecencio, el discurso que le sigue, el lamento de Eneas ante el cadáver de Palante, los sacrificios y ritos

ISO timar omnis abesto; arma parate, animis et spe praesumite bellum.

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88 Análisis de la obra

funerarios, continúan el episodio central del Libro anterior. En me­dio del dolor, Eneas exalta la dimensión heroica de su muerte y la alta honra alcanzada, recordando las afectuosas recomendaciones que le hiciera el rey árcade. Por su parte Evandro, al recibir la noticia casi en el mismo momento en que están llegando los troyanos con los restos de Palante, estalla en lágrimas y lamentos, y se queja del duro aprendizaje de la guerra, del dolor de no haber sido él quien entregara su vida en el campo de batalla, y de que la temeridad y las ansias juveniles de gloria hubieran arrastrado a su hijo a combates desmesuradamente grandes para sus fuerzas. No obstante, como buen rey, Evandro no execra a sus aliados: "pero no los acuso a ustedes, teucros, ni pesa haber hecho alianza con ustedes ni la dies­tra dada como signo de hospitalidad"151 (vv. 164-5). Al decir esto, exime de toda culpa a los troyanos por la muerte de Palante, que se convierte en una especie de mártir de la fundación. Pero además, el rey envía a Eneas el mensaje que será decisivo para el desenlace de la obra: "habiendo muerto Palante, si conservo aún esta odiosa vida, es porque espero en tu diestra, y ya ves que debes la muerte de Turno al padre y al hijo; este solo medio les queda a ti y a la fortuna para darme algún consuelo" 152 (vv. 177-80). Hay, en los discursos de Eneas y de Evandro, principios genuinamente romanos y particu­larmente augusteos que equiparan y asemejan a ambos personajes: la veneración y obediencia a los dioses (pietas), que implica no sólo el respeto a los designios divinos sino también a la familia (gens) representada por padres e hijos varones; 153 la amistad (amicitia), término que originariamente se refiere a relaciones públicas de ayuda y sostén mutuos, a la concordia y la búsqueda del bien co­mún; la lealtad (fides) por la que Evandro mantiene su alianza con los troyanos, pese a la muerte de su hijo, y por la que a su vez Eneas queda obligado al pedido de vengar la afrenta de Turno.

En medio de las turbulencias y el fragor de la guerra, se suceden las embajadas. En el primer caso, Eneas recibe a un grupo de latinos suplicantes y toma protagonismo la figura de Drances, que reapa-

151 nec uos argueriln, Teucri, nec foedera nec quas 1 iunximus hospitio dextras.

152 quod uitam. morar inuisam Pallante perempto 1 dextera causa tua est, Turnurn gnatoque pai:rique 1 quam debere uides. meritis uacat hic tibi solus 1 fortunaeque locus.

153 Como era previsible, Evandro es viudo, Palante es huérfano y no se mencionan mujeres árcades.

Análísis de la obra 89

recerá con voz propia también en el concilio del rey Latino como opositor de Turno. Drances, figura dudosa que algunos críticos han asociado con la de Cicerón por su condición de horno novus, 154 odia a Turno porque envidia su condición guerrera. es rico y elocuente, tanto hábil para aconsejar como ''poderoso para fraguar sedicio­nes" (seditione potens, v. 340), pero cobarde en la batalla. Como emisario, pide a Eneas autorización para retirar los cuerpos de los suyos y darles sepultura, cosa que el héroe concede, aclarando que el responsable de la guerra es el rey Latino porque ha preferido las armas de Turno. Drances, entonces, proclama que está dispuesto a apoyar la alianza entre su pueblo y los troyanos y establecer una tre­gua entre ambos pueblos, lo cual significa un nuevo debilitamiento de los rútulos.

La segunda embajada es, en realidad, un regreso. Turno y sus aliados latinos han enviado embajadores a Arpos para pedir el auxi­lio de Diomedes, considerándolo un gran enemigo de los troyanos. Los latinos reúnen el concilio para recibir la respuesta en medio de un clima de duelo y desolación, ya que la matanza de los suyos ha sido cuantiosa y las mismas madres que exigían la guerra ahora la maldicen y maldicen las aspiraciones matrimoniales de Turno, como para ratificar que las mujeres son inconsistentes y descere­bradas.155 Los embajadores se presentan ante un concejo dividido y las noticias que traen son deprimentes. AquíVirgilio introduce un dato completamente nuevo al que no se ha hecho antes referencia explícita: la maldición de Troya. Diomedes les asegura que no vol­verá a luchar contra los teucros -y les recomienda no hacerlo- ya que todos los que destruyeron Troya "vamos purgando por todo el orbe nuestras culpas con toda clase de infandos castigos, a tal pun­to que el mismo Príamo tendría compasión de nosotros", y le sigue una larga lista de ejemplos, el más conocido es el de Agamenón asesinado al regreso. Y como para que no queden dudas, termina su respuesta exhortándolos a hacer alianza con Eneas: "Ténganle, pues, por aliado a cualquier costo; pero guárdense bien de trabar batalla con él". La perturbación de los latinos se ahonda mientras Drances y Turno discuten acaloradamente.

154 El horno novus (literalmente "hombre nuevo") es un hombre sin fi~ liación familiar reconocida, que accede a las capas superiores de la sociedad por su reciente riqueza o por sus particulares méritos, como Cicerón, ejem~ plo característico de este tipo.

155 Sólo Amata persevera en el apoyo de Turno.

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90 Análisis de la obra

La escena se interrumpe por la llegada de un mensajero que trae la noticia de que Eneas y sus ejércitos avanzan hacia ellos. Se reanuda así la guerra y parte final del Libro está dedicada a la ama­zona Camila, un personaje sutil y alejandrino156 en el que Virgilio se aplica con particular cuidado. Todos los detalles con que la pre­senta son exquisitos, desde su porte hasta las finezas psicológicas y las notas dramáticas de su muerte. Camila hace estragos entre los troyanos y sus aliados, matando a los guerreros que se le cruzan. Entonces Júpiter, que había dicho que no iba a intervenir, inspira a Tarcón para que inflame a sus compañeros con sarcasmos: "¿Una mujer os dispersa y rompe las huestes?" (v. 730). Arrunte, enton­ces, trata de emboscarla mientras la reina ha puesto sus ojos en el frigio Clareo, consagrado a Cibeles, y no es para menos pues el sacerdote-guerrero está vestido con singular magnificencia, dadas las circunstancias. Y quién no quedaría fascinado al ver un guerrero con un caballo adornado "con una piel entretejida en oro y bronce, formando escamas a modo de plumaje", y vistiendo vivos colores extranjeros, arco, broches y demás accesorios de oro. En fin, Camila lo sigue fascinada "ardiendo de mujeril codicia'' pues, evidente­mente le gusta el ropaje. Entonces la sorprende desprevenida la flecha de Arrundo y muere, pero es vengada por Opis, la ninfa de Diana, quien a su vez mata con su flecha al matador. Esta pérdida resulta demoledora para los rútulos, ya que las huestes de Camila se desbandan. Se acerca Eneas y queda próximo a Tumo, pero llega la noche y la lucha se detiene.

El gran combate (Libro XIIJ

El Libro XII es, por así decirlo, el candado de la gran epopeya de Roma. Todo se cierra de un modo casi drástico por la fuerza de un final que, aunque auspicioso para la gran empresa de Eneas, se parece más a un golpe de cerrojo que a una fanfarria triunfal. El frecuente encabalgamiento de los libros no sólo acelera el ritmo narrativo sino que además construye las guerras del Lacio como

156 N.E.: Con el nombre de alejandrinismo se conoce toda una corriente literaria griega (s. III a.C.) que se forma alrededor del Museo de dicha ciudad bajo el patronazgo económico de la dinastía de reyes de Egipto, Ptolomeos. Dentro de la poesía de forma breve, depurada y preciosa, se encuentra Ca­límaco.

Análisis de la obra 91

un continuum, comÓ una secuencia encadenada de escenas que se confieren respectivos sentidos y se justifican unas a otras. Así, quien quisiera considerar por separado este libro, encontraría el obstáculo de tal continuidad, ya que el final puede comprenderse cabalmente a la vista de los libros anteriores que le confieren razón de ser. Pero antes de reseñar la problemática que se encuentra en el episodio con que concluye Eneida, el combate de Eneas y Turno, es necesario observar los acontecimientos que lo preceden pues todos ellos ponen cierres a los conflictos que se han referido en los últimos libros. Todos ellos, además, convergen en la derrota final del rey rútulo.

En primer lugar, se presentará el rey Latino arrepentido de ha­ber secundado a Turno. Como gobernante, se ha mostrado débil, vacilante, temeroso. Entre los oráculos y Jos mandatos de los dio­ses, y los reclamos afectivos y sociales, ha sido arrastrado por estos últimos cediendo a la furia de su esposa Arnata y de Turno. Esta desobediencia a los avisos divinos lo ha sumergido en una guerra que amenaza con destruir a su pueblo. Latino es un gobernante agobiado por la indecisión y doblegado por aquéllos que actúan con anormal violencia porque en ellos anida la locura de Alecto. Así, frente al apesadumbrado rey, se mueven dos fuerzas opuestas: los impulsados por el Destino de Júpiter (Eneas, lulo y sus aliados), es decir, por las fuerzas del Olimpo, y los que impulsa una fuerza in­fernal (Amata, Turno) encarnada en la Furia. Este cambio de Latino es la confirmación del fin próximo del capitán rútulo, y él mismo lo sabe: "no está ya en manos de Turno demorar el plazo de su muer­te" (v. 74). Ante los sucesivos desastres, Turno propone un combate singular con Eneas para evitar que las matanzas continúen. Sin em­bargo, Juno demorará el encuentro como gesto final desesperanza­do pues sabe que todo se precipita rápidamente y Eneas resultará, poco antes o poco después, el vencedor. En este caso, apelará a la desesperación de la ninfa luturna, hermana de Turno, instándola a reavivar las luchas: "si puedes, libra a tu hermano de la muerte

d . 1 . t t "157 ( o provoca e nuevo la guerra y rompe os rec1en es pac os vv. 157-8). En efecto, Eneas ha enviado al rey Latino las condiciones de la paz pues se sabe de antemano victorioso; antes, ha consolado a lulo y a los troyanos desvaneciendo todo temor pues conoce su des­tino. Al acercarse la batalla, Eneas declara públicamente, después

157 accelera et fratrem, si quis modus, eripe 1norti; 1 aut tu bella cie con­ceptumque excute foedus.

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92 Análisis de la obra

de hacer las consabidas plegarias, que se retirarán los troyanos a la ciudad de Evandro y nunca volverán a la guerra si son derrotados, pero que si él resulta vencedor no someterá a los pueblos itálicos ni reinará sobre ellos sino que las naciones invictas se unirán en eterna alianza. El sello divino de la misión está en el orden religioso: "Yo daré a Italia nuestro culto y nuestros dioses; mi suegro Latino conservará sus armas, conservará su solemne imperio, y los teucros me edificarán una ciudad, a la cual dará Lavinia su nombre" 158 (vv. 192-4). A su vez, ante el ara, Latino hace su sagrado juramento: "en ningún tiempo, suceda lo que suceda, quebrantarán los ítalos esta paz, estos pactos que acepto con libre voluntad" 159 (v. 202). Esta es la "reciente alianza" que quebrará luturna bajo la apariencia del guerrero Camerto; de inmediato, un prodigio desata las hostilida­des, un mismo ardor bélico arrastra a todos movidos por un único amor a las armas160 (v. 282) y el anciano rey, poco destacado por su valor, huye llevándose los dioses ultrajados por la impía ruptura de los pactos (infecto foedere, v. 284).

En medio de la lucha, Eneas es herido por una saeta "disparada no se sabe porqué mano" 161 (v. 320), que lo obliga, por el momento, a dejar el combate. La saeta tiene mucho de extraordinario ya que, en primer lugar y de modo sorprendente, nadie reclama la gloria de haber herido al gran capitán de los troyanos, algo realmente inusual debido a la importancia del herido, y en segundo lugar por­que no es posible quitar del muslo la flecha, pese a que el anciano Iapis, discípulo de Esculapio, dios de la medicina, y de Apolo, que también es una deidad con capacidad curativa, prueba en vano todas sus artes médicas, recurre a sus manos y finalmente a recias tenazas para extraerla, sin resultado alguno. De este modo, Virgilio administra el suspenso narrativo haciendo que el héroe, próximo a consumar la victoria definitiva de su ejército, abandone la batalla con nefastas perspectivas. Hay cierta anormalidad en el suceso, algo que lleva a suponer una intervención no humana y que remite a Iutlirna, caracterizada como arquera, y a la permisión de Juno en el episodio del comienzo. Así lo sugieren las notas extraordinarias de la flecha. Venus acude en urgente auxilio: sus brebajes mágicos

158 sacra deos que daba; socer arm.a Latinus habeto, 1 ímperium sollemne socer; mihi moenia Teucri 1 constituent urbique dabit Lauinia nomen.

159 nulla dies pace1n hanc !talis nec foedera rumpet. 160 mnnis amor unus habet decernere ferro. 161 incertum qua pulsa manu.

Análisis de la obra 93

restañan la herida de Eneas y le devuelven casi de inmediato su vigor. Este breve episodio destaca, por un lado, la irrefrenable con­vicción de Eneas en el triunfo inminente, y por otro lado, muestra el último e indirecto esfuerzo de las deidades hostiles por demorarlo o posponerlo. Todo resulta inútil y Eneas se prepara para entrar con renovadas fuerzas en.el combate. Se vuelve a separar de Ascanio y le dedica unas palabras memorables que sintetizan toda su trayec­toria y representan el ánimo del héroe virgiliano, tocado por una nota de estoicismo: "Aprende, hijo, de mí, la virtus y el verdadero trabajo; de otros, la fortuna" 162 (vv. 345-6). Es la herencia espiritual del héroe que Virgilio transforma en idiosincrasia fundamental del futuro pueblo romano.

Como hemos señalado, el Libro XII cierra todos los relatos. Res­ta, antes del gran final. que se resuelvan los conflictos olímpicos, algo que ocurre en una especie de escena privada y doméstica. Júpi­ter y Juno, los grandes y comprometidos espectadores de las accio­nes humanas, contemplan la batalla y se hace evidente el desenlace. El padre de los dioses, al cabo, amonesta a Juno con ciertas notas de condescendencia hacia su ofuscada esposa, le ordena deponer defi­nitivamente su rencor, que tantos desastres ha producido y termina con un mandato contundente: "Te prohíbo nuevos intentos" 163 (v. 806). La diosa cede declarándose hastiada de esta guerra que, a di­ferencia de Troya, sólo le ha traído disgustos. Cesan las hostilidades en el Olimpo y llegamos así a la última escena de la obra que los sermones morales de la crítica han privilegiado como "la clave de Eneida". Como señala Galinsky, la ira de Eneas en la escena final de Eneida se ha convertido en el punto central en muchos estudios de la reciente crítica sobre la conducta del héroe. "Encendido por las furias y terrible por la ira" 164 (VV. 946-7). Eneas rechaza el pedido de clemencia de Turno y le da muerte. En las pasadas dos décadas, este implacable final ha suscitado condenas por la supuesta irraciona­lidad de la conducta de Eneas, y ha llevado a sacar conclusiones "pesimistas" de Eneida en su totalidad. La escena final es un micro­cosmos de la obra por su complejidad y sus múltiples dimensiones. En el final, Eneas debe tomar una decisión y. libremente, se nos han dado signos de que su acción apasionada puede ser considerada

162 disce, puer, uirtutem ex 1ne uenanque laborem, 1 fortunam ex aliis. I63ulterius temptare ueto. 164 Furiis accensus et ira 1 terribilis.

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94 Andlisis de la obra

moral sin equívoco alguno.'65 Como admite Latino, él y sus hom­bres tomaron "las armas impías" {arma impia, v. 31); el crimen fue de Turno que violó la paz.166 Precisamente Virgilio asigna un lugar en el Tártaro a "quienes han seguido las armas impías"167 {Libro Vl, vv. 612-13). Diferenciándose una vez más de Eneas, Turno induce a {y se alegra por) la ruptura del pacto sagrado, cuya ratificación y ritual Virgilio despliega con grandes y deliberados detalles en las secuencias iniciales del Libro XII. Esta es la segunda vez que Turno ha roto un acuerdo de paz; el lector de la escena final no necesita que se le recuerde este hecho. Lejos de ser un desafortunado Héc­tor, es un violador de pactos y, por lo tanto, un criminal de guerra por lo que no es pertinente la clemencia (clementia) en casos como éste. Lo que constituye una de las características distintivas aquí como en otras partes de la obra no es la ambigüedad moral, sino la humanización de esta escena insoslayable.'68 En consecuencia, a los romanos y griegos contemporáneos, la imagen de un Eneas vengador, que es movido a la ira e impone un castigo proporcional al crimen, no les habría parecido sino extraña y fuera de lugar. No se duda acerca de si Turno ha cometido un crimen o no: este hecho es claro. La cuestión es cómo castigar. Cualquier auditorio antiguo, a excepción de los estoicos, habría rechazado ver a Eneas hacer esto sin la emoción de la ira. Al igual que en Eneida, la escena final no está arraigada en una ideología abstracta, sino en la vida real, en la práctica y las costumbres reales. 169

El tratamiento desdeñoso e inhumano del cadáver y los des­pojos de Palante se ve exacerbado por el regodeo de Turno y por el deseo expreso de que Evandro esté presente para contemplar el asesinato y el arrebato de la armadura. 170 Turno se extralimita a causa del placer desordenado que le proporciona matar a Palante;

165 Galinsky, K. "La ira de Eneas", Auster617, 2002: 20. En general. para el final del Libro Xl!, consideramos fundamental la lectura de este artículo.

166 polluta pace (Libro VII, v. 647). 167 quique arma secuti impía. 168 "Pienso que estamos en suelo más seguro si interpretamos la frase

Pallas 1 te immolat et poenam scelerato ex sanguine sumit de este modo, antes que como <:!l reflejo de un impulso erótico reprimido" (como lo hace M. Putnam, Vergilius 3!, !985, !8), Galinsky, K. "La ira de Eneas", Auster 617. 2002: !6.

169 Cf. el estudio de K. Galinsky (2002) sobre este pasaje; en general. coincidimos con sus apreciaciones.

170 Libro X, vv. 490 y ss.

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Análisis de la obra 95

el trato de Eneas con Lauso representa un deliberado contraste con esa actitud. Eneas siente ira en el ámbito correcto y contra la perso­na correcta, y también de modo correcto y en el momento correcto y por el período de tiempo correcto, según los principios de la ética aristotélica. Su ira implica un fuerte elemento racional y representa ~a .co~prensión y la evaluación de que se ha cometido un ultraje lilJUStlficado. Por lo demás, la ira de Eneas no es un movimiento i:racio.r;al. Virgilio se ha estado preparando con esmero para su jus­tificacwn a lo largo de la segunda mitad de la obra. Eneas escucha la súplica de Turno, Y ésta lo hace dudar. Virgilio inserta un notable r~sgo de hu;nanidad que se corresponde con el modo en que ha sid~ ~oncebido el P?r~onaje. La sensibilidad humana y la preocu­pacwn son caractenstlcas habituales de la obra y el héroe. La hu­manidad del héroe conduce a su dilema, y el dilema, a su vez, pone de relieve la humanidad del héroe. Turno apela a Eneas en términos puramente humanos y Eneas es sensible a este tipo de apelación. ?u resi.'uesta es una duda humana, una duda que Virgilio contrasta mtencwnalmente con la reacción de Turno a una apelación similar al comienzo del Libro XII.

Por ser una indagación de los variados y a veces contrastantes aspectos de la experiencia humana, Ene ida trata con los valores y la moral. La es~ena final es una demostración de que la obra no pre­sen~a meros Ideales abstr~ctos, sino que quería ser verdadera para la vida romana. Esta veracidad o realismo romano se ve ennobleci­do preci~a_n:ente p?r la riqueza poética de las alusiones a Virgilio, a la tradicwn filosofica y a la homérica. Podemos ver todas estas características en acción en el final de la obra, que, de este modo, s~ vuelve extraordinariamente significativo, más significativo, por cierto, de lo que la mayoría de los intérpretes contemporáneos se­rían capaces de admitir. En suma, Eneas mata a Turno como lo ha hecho antes con sus enemigos en combate y no hay nada de anor­mal en esto ya que Eneas es un guerrero, no un monje franciscano. A nuestro entender, se trata de la prueba final para la que se ha pre­parado Y su momento de vacilación se incorpora para finalmente r~tificar la distancia que separa al romano de la sed de sangre que tJene.n ~os .guerreros ho_méricos. Eneas no se regocija en la matan­za, m s1qmera de su mas feroz oponente, pero su ética guerrera, el corr;promiso de lealtad hacia Evandro y su hijo asesinado, Palante, Y el Imperativo fundacional se imponen en el momento decisivo. La escena concentra toda la fundación, no sólo por representar un acto de justicia er: relación ~on las figuras concurrentes de los árcades y la consagración de la ahanza con Evandro, sino además por el gesto

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96 Análisis de la obra

simbólico que implica el "hundir" (condit) la espada171 en el pecho de Turno, teniendo en cuenta que condit (condere) significa asimis­mo "fundar". La escena se carga de significación, una significación que debe desentrañarse y comprenderse en la semántica heroica de Eneida, que no es la homérica sino la de una cultura capaz de con­cebir un héroe obligadamente duro en el combate pero no ansioso de guerra, conciente de sus lealtades humanas -hacia Evandro y Palante, hacia Anquises y lulo- y obediente hasta el fin a los man­datos divinos.

Los dioses en Eneida

La epopeya antigua despliega acciones en distintos escenarios y con distinto tipo de personajes. La dinámica narrativa permite diferenciar dos tipos de desplazamientos, uno horizontal que pasa de un lugar a otro, de una situación a otra e implica variaciones espaciales y temporales,l72 otro vertical, no sólo ascendente sino también descendente, que va del Olimpo al Hades. Esta segunda forma de desplazamiento se sustenta en el principio de orden y causalidad cósmica, y fundamenta, como en el caso de Eneida, los sucesos y movimientos en sentido horizontal. Dicho de otro modo, la epopeya grecolatina presenta una secuencia narrativa organizada en escenas que combinan ambos movimientos a fin de producir una impresión pluridimensional de los sucesos referidos. El reino humano y su despliegue en la horizontalidad de la historia están atravesados por la verticalidad de un universo de divinidades que, pocas veces visibles para los personajes, se revelan al lector como fuerzas primordiales que gobiernan el acontecer terreno. De este modo, es característico de la épica presentar el relato bajo dos aspectos alternados, el correspondiente a la realidad del hombre en su temporalidad, es decir sub specie temporis ("bajo el aspec­to temporal"), y el que corresponde a la región sin tiempo de las divinidades, es decir sub specie aeternitatis ("bajo el aspecto de la eternidad"), que el lector debe relacionar de la misma manera que se ensamblan las piezas de un rompecabezas.

Quienes no estén familiarizados con la cultura antigua requeri­rán, sin duda, conocer algunos datos básicos sobre la constitución

171 hoc dicens ferrum aduerso sub pectore condit (v. 950). 172 De modo general, éste es el aspecto que hereda la novela a partir del

Renacimiento.

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Análisis de la obra 97

de este mundo ep1co que brevemente resumiremos para evitar confusiones.'73 Inicialmente, se puede hablar de una división ge­neral entre los seres mortales y los inmortales. Al primer grupo pertenecen los seres humanos, teniendo en cuenta que también aquí están incluidos los héroes, protagonistas privilegiados de la narración antigua. En el segundo grupo hay una gran variedad de seres sobrenaturales, pero los de mayor jerarquía son los dioses del Olimpo regidos por Júpiter y su esposa Juno; no obstante, asf como estas divinidades gobiernan desde las más altas esferas celestiales, también hay dioses en las profundidades inferiores, los dioses del Hades a quienes gobiernan Plutón y su esposa Proserpina. 174 Tanto en el orden celeste como en el infernal hay una gran variedad de divinidades de menor rango pero no menos potentes, aunque su acción abarca ámbitos más restringidos. En Eneida, por ejemplo, pertenecen a esta última clase divinidades como Eolo, Iris, o Alecto. Resta un cúmulo de figuras generalmente clónicas consideradas en general como dáimones, fuerzas que se relacionan con aspectos de la naturaleza, como las ninfas (en Eneida, Opis, !u turna), los faunos y los sátiros que, según el relato del rey Latino (Libro VIl), poblaban en el pasado más remoto la región del Lacio. Como caso ejemplar puede destacarse el de las naves troyanas convertidas en ninfas por la diosa Cibeles, dado que las embarcaciones habían sido construi­das con maderas de su bosque sagrado. Un lugar especial, no sólo en Eneida sino también en las otras obras de Virgilio, lo ocupa Sa­turno, padre de Júpiter, depuesto en las contiendas olímpicas, que se menciona como dios civilizador al referir los tiempos primitivos de la historia del Lacio (Libro VIII) y normalmente se identifica con la Edad de Oro, tal como aparece en la Égloga IV.

Los dioses de la épica están en periódico contacto con los seres humanos e incluso se desposan y/o tienen hijos con ellos dando lugar al surgimiento de la estirpe heroica. El héroe es strictu sensu un semidiós, nacido de la unión de una divinidad y un ser huma­no, sometido a la muerte pero con características o prerrogativas

173 Siempre es útil, para mayores precisiones, la lectura de Teogonía de Hesíodo y Metmnorfosis de Ovidio. Cf. Colombani, C. 2005. Hesíodo. Teogo­nía. Una introducción crítica. Santiago Arcos editor. Buenos Aires. Tola, E. 2005. Ovidio. Metamorfosis. Una introducción crítica. Santiago Arcos editor. Buenos Aires.

174 Es necesario aclarar que estos esquemas no deben identificarse con los del cristianismo; el reino del Hades, Averno o reino de los inferi ("divi­nidades subterráneas") del que deriva la denominación de "Infierno", no equivale al Infierno cristiano, aun cuando presente varias similitudes.

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98 Análisis de la obra

personales extraordinarias. En principio, no pareciera distintivo el tipo de divinidad a quien se une el/la mortal: Aquiles es hijo de una ninfa, Eneas es hijo de una diosa olímpica, pero pueden de algún modo equipararse."5 De todos modos, también héroe, en sentido más amplio, es Héctor en Ilíada, un completo ser humano -aun­que siempre haya algún dios en el pasado de la familia- que se distingue por sus excepcionales virtudes, especialmente la fuerza y el valor en la batalla. En este sentido, hay que recordar que siempre el héroe es, como Eneas, un vir, es decir, un "varón" que se prueba en la guerra y en los peligros que es capaz de afrontar. Aquí no ha cuadrado el tipo femenino, ajeno casi por completo a la épica oc­cidental de todos los tiempos. El modelo de la "doncella guerrera", como Camila en Eneida o la Clorinda renacentista, 176 no es una ex­cepción ya que representa una especie de travestismo, de acuerdo con el cual la mujer asume un papel masculino.

Este entramado de relaciones humano-divinas, presente en Homero y en Virgilio, está modelado según el contexto cultural en que la obra épica se genera; en tal sentido, aun cuando el esquema homérico se repita en Virgilio (como se repite, ciertamente, en los escritores de epopeya de la antigüedad)J>:n61;\ay que olvidar que las divinidades de Eneida están concebidas en 'el marco de la cultura augustea. Júpiter no es exactamente Zeus, Venus no es Afrodita. Consecuentemente, al invertirse el protagonismo de los conten­dientes en la versión romana del mito troyano, esto es, al ganar la escena los derrotados de la gran guerra panhelénica y obtener el triunfo final y definitivo sobre sus antiguos enemigos, recuperando una gloria acrecentada, se opera un cambio de enfoque en lo que respecta a las divinidades hostiles o benéficas que intervienen en los sucesos. Apolo, por ejemplo, hostil para Aquiles en Ilíada, 177 es protector de Eneas y los troyanos en Eneida. Sin embargo, estas simpatías o animadversiones de los dioses no autorizan una corre­lativa respuesta humana. Los dioses son los dioses y el ser humano les debe veneración. Esto resulta, sin duda, bastante extraño para nuestra mentalidad actua!,l78 que repele lo que se le opone y desde-

175 Sin embargo, no sería raro que esta diferencia tuviera cierto peso semántico en la concepción virgiliana.

176 Personaje de La ]erusalem Libertada de Torquato Tasso. 177 Según una versión del mito,Apolo guía la flecha que arroja Paris y se

clava en el talón de Aquiles produciéndole la muerte. 178 Esta actitud humana, por el contrario, es normal en contextos re­

ligiosos; baste pensar en la historia veterotestamentaria de Job. Aunque el

Análisis de la obra 99

ña lo que no entiende; es extraño para nuestra mental~dad rr:~no­teísta -que deja su sello, por ateo que se sea- y la ét¡ca rehgwsa que conocemos. Para ilustrar este punto, Eneida present::' ur: ':"ode­lo clave en la relación Eneas- Juno. Sabemos desde el pnnciplO que juno está furiosa con los troyanos, herida profundamente por lo que considera espantosas ofensas y busca a toda costa la veng::nza, lo que es decir la destrucción. Por momentos, co~ e~ fue:te ah:nto del preciosismo alejandrino, la diosa parece ~na di~tmgmda senara encaprichada: le han dicho que no es la mas bomta, la han enga­ñado y humillado de mala manera, y no la ayudan a hacer lo que ella quiere. Entonces Juno decide terminar con todo lo que huela a troyano y su locura recrudece al escuchar ~ue, asolada Troya, t?­davía quedan sobrevivientes que se opondran a su sed de podeno. Eneas, pues, resulta victima de la cólera de Juno por. ser troy:'~o, sm que medie otra ofensa que la de ser oriundo de la ciudad fngia que la diosa odia. Toda la obra relata esta persecución. No obstante, el piadoso Eneas no se confunde y continuamente consagra a la dwsa ofrendas y sacrificios propiciatorios; aun cuando se trate de ~na deidad hostil, el héroe le rinde culto y no se aparta de su devoCión, con la esperanza de que deponga su enemistad.

En el plano sobrenatural, el centro de Eneida lo ocupan Júpiter y el fatum, que normalmente se traduce como "destino" y entraña una compleja diversidad de problemas. El concepto de.Jatum, dado el sustrato homérico, parece entroncar con el correlativo concepto de "destino" (móira) en Ilíada. Esta relación de semejanza pone de manifiesto las profundas diferencias que existen entre conceptos que traducimos de la misma manera. La ':'ói.ra homérica se refiere a la porción o segmento temporal, constitutivo de un todo, que le corresponde a cada ser como partícipe de un universo ordenado; se trata de una fuerza sobrenatural capaz de ser conocida por los dioses pero no gobernada por ellos sino que, por el contrario, ellos mismos se le someten. La palabra latinafatum significa, strictu sen­su "lo dicho", "lo pronunciado"; 179 es lo dicho como principio gene-

dios se manifieste adverso, el ser humano persevera en su devoción sa.gr~~a. En caso de hacerlo, se expone a catastróficas consecuencias, como H1pohto (cf. Fedra) al desdeñar la veneración de Afrodita.

179 Deriva de un verbo defectivo, es decir un verbo que no presenta todo su paradigma completo, que habría presentado ~na .for~.a inus~.~ for. (~el que son usadas las formas fari y fatus su m) y que significa hablar , decu y, por extensión, "vaticinar".

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lOO Análisis de la obra

rador y garantía del orden universal, el acontecer del Lógos que sin violencia se asimilará a Verbum. Si bien el paralelo poético de fa tu m es móira, correspondiendo respectivamente a Eneas el primero y a Aquiles o Héctor el segundo de los términos, el "destino" virgiliano resulta más cercano al concepto estoico de heimarméne, "destino" en tanto sucesión ordenada de causas que se encadenan en el cur­so de la temporalidad. El fatum es, pues, un discurso cosmológico por el cual el universo se despliega siguiendo relaciones necesarias de causalidad. Mientras que la móira griega representa una fuerza suprema impersonal, elfatum reclama un agente para la acción: "lo dicho" no es, en Ene ida, un "se dice" sino "lo dicho por alguien". Este alguien es Júpiter, quien pronuncia la palabra generadora del acon­tecer universal y custodia su cumplimiento. Un ejemplo ilustrativo se encuentra en el discurso de Júpiter del Libro L Ante la angustia de Venus, madre de Eneas, el rey de los dioses pronuncia su profecía con la intención de tranquilizar a su hija. Lo que .sucederá no ofrece lugar a dudas porque Júpiter da, incluso, precisiones de tiempo: tres años de instalación en el Lacio, treinta años hasta la fundación de Alba, trescientos años hasta la fundación de Roma. El dios habla de cara al acontecer de la historia, en una macrovisión del futuro que involucra una larguísima serie de seres y sucesos. No es elfatum de un hombre, como sería la móira de Aquiles o la de Héctor, sino de pueblos, por lo que el fa tu m e historia son, en Ene ida, las dos caras de una misma moneda. En este discurso, resulta paradigmática la afirmación de Júpiter: "para éstos yo no pongo metas ni plazos: les he dado un imperio sin fin" 180 (vv. 278-9). Tres formas caracterizan la fuerza personalizada del fatum: el "yo" (ego) de Júpiter, y Jos verbos concordantes, "pongo" (pano) y "he dado" (dedl). El fatum, pues, tiene sujeto semántico y se personaliza en Júpiter, artífice del destino romano, cúspide de la tríada capitolina,181 divinidad identi­ficada con Augusto en los tiempos de la composición de la obra. 182

Así, Júpiter custodia el destino de Eneas como lo hace también con el de Octavio, presentado en las imágenes del escudo (Libro Vlll).

180 his ego nec metas rerum nec tempora pono: 1 imperium sine fine dedi.

181 La tríada capitolina está integrada por Júpiter, Marte y Quirino (Ró­mulo divinizado, según la tradición latina), máximas deidades de Roma que regían desde el Capitolio.

182 Esto resulta particularmente claro en las representaciones escultóri­cas de Augusto, donde aparece, entre otros detalles, con el cetro de Júpiter.

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Análisis de la obra 101

Como en todos los casos, la veracidad del dictamen divino se funda en recurso de la profecía pretérita. Virgilio retrotrae los sucesos de Eneida a trescientos treinta y tres años (333), a los que habría que sumarle los años de viajes marítimos. 183 Esto remonta la caída de Troya (y la historia de Eneas) a fechas verosímiles, no muy distintas de las que estiman Jos testimonios arqueológicos. Pero más allá de que, incluso en tiempos antiguos, estos lapsos puedan haber sido considerados caprichosos, resulta evidente que Virgilio procura, por un lado, producir una impresión de verdad y precisión marcando con exactitud el número de años que insumirá la conso­lidación de lo previsto por eifatum, y, por otro lado, incorpora una carga simbólica en los datos numéricos, sin duda una deuda pitagó­rica, al establecer ciclos en progresión de tres (3 + 30 + 300).

El rector de los dioses tiene la prerrogativa de saberlo todo, y por eso puede abarcar la totalidad del argumento, como también en ocasiones lo hará el poeta pero a modo de acontecimientos del pasado recordados por las Musas. También sabe qué ocurrirá con la cólera de Juno en el último Libro del poema: la diosa se calmará, entrará en razones y se convertirá en protectora de los romanos, "pueblo togado", es decir, que viste la toga distintiva de los ciudada­nos de Roma.I84 Esto explica, en cierta medida, la condescendencia de Júpiter con las iras de su esposa, con una especie de trato pater­nalista que culmina en la última escena olímpica de la obra, a la que nos referiremos un poco más adelante.

Eneida es elfatum en acción, humanización de lo divino y di­vinización de Jo humano, un destino grandioso y excepcional que se va construyendo en la lucha y en el sufrimiento, un destino cuya dificultad se anuncia en el prólogo mismo: "de tan enorme peso era fundar el pueblo romano" 185 (v. 33). La dificultad está personificada en Juno y su rencor furibundo. Así como Júpiter garantiza el orden

183 Aquí, como en otros casos, los filólogos han encontrado algunas contradicciones temporales cuya presencia no afecta mayormente la cohe­rencia de la obra.

184 (aspera Juno) ... consilia in melíus referet, mecumque fouehít 1 ROJna­nos, rerum dominas gentemque togatam (vv. 282-3); el detalle de la toga no es ornamental sino que se refiere a su decisión de favorecer a los troyanos pero no como tales, es decir como pueblo "mitrado" (que se distingue por Ilevar la "mitra", turbante o gorro característico de los frigios), sino como romanos, es decir, como togados. Como parece suceder en todas las civilizaciones, la gente se distingue por la vestimenta que usa.

185 tantae molís erat Romanam conde re gente m.

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102 Andlisis de la obra

del universo, Juno se presenta como una potencia irracional y des­tructiva que se obstina en impedir que e!fatum siga su curso. A la vez, esta obsesiva hostilidad de una diosa olímpica tutelar es Jo que dinamiza el relato, de modo tal que el cumplimiento del decreto de Júpiter demanda un esfuerzo proporcional a la fuerza que se le opo­ne. Cierto es, como dijimos, que e!fatum se cumplirá y Juno teme lo implacable del destino, pero su estrategia consiste en demorar con obstáculos de todo tipo el avance de Jos sucesos, y busca una pos­tergación sin término de la empresa troyana por la que se diluirán Jos vaticinios en un futuro inalcanzable. Los desvíos en el viaje, la estadía en Cartago, la sublevación de las mujeres y otros episodios tales, representan la lucha de la diosa por impedir que el destino se convierta en historia. Su furor se incrementa a medida que Eneas va progresando en su trayectoria material, moral e intelectual. Juno es la fuerza del pathos, en este caso el rencor, la ira y la venganza. combinadas con el despecho y los celos, junto a la cual también se encuentra el desafío del poder, la lucha por ocupar la función de Júpiter como agente del fatum adaptada a sus propios intereses. No por casualidad protege e inspira, a través de la Furia, a Turno, un héroe que proclama la guerra al ver amenazados sus proyectos de expansión y dominio del Lacio, que a la vez se relacionan con su sentimiento personal hacia Lavinia. Otro tanto, en alguna medida, sucede con Dido al desentenderse del proyecto comunitario que como reina lleva adelante, y atender sólo los deseos personales entregándose a su pasión erótica. Como Turno o Dido, Juno se empecina en lograr sus propósitos revelándose contra el fatum como también Jo hacen, de modo mucho más complejo, Jos actores humanos. Para ellos la situación es trágica: los proyectos fracasan y ambos, cada uno a su manera, encuentran la muerte. Pero -como hemos dicho- Jos dioses son Jos dioses, y Juno, en particular, es la reina de los dioses; si sus proyectos se frustran y no puede impedir el cumplimiento del destino, al menos no es sometida al escarnio de una amonestación pública sino que Virgilio resuelve el caso en un diálogo privado de la pareja real. En Jos últimos pasajes de la obra y ante la inminencia del triunfo troyano, Júpiter le recrimina con afectuosa severidad su demencial empeño y le ordena detenerse definitivamente porque ya su paciencia se ha agotado. Juno cede diciendo algo así como "me detengo porque, después de todo, ya odio esta guerra y estoy harta de tantos enredos". Sólo pone la con­dición de que nunca resurja Troya y de que los sobrevivientes troya­nos se llamen romanos. De este modo, y como Jo augura Júpiter en el Libro I, la decisión de Juno implica conceder su favor a la nueva

T 1

Análisis de la obra 103

e_stirpe, protege~ a Jos romanos que han dejado de ser meros fugi _ t1vos de ~roya.-~~ Juno puede verse, desde cierta perspectiva, como la persomficacw~ del caos y su potencia destructora, la renuncia de Juno representana el sometimiento de las fuerzas del caos alg

d J. . , o que

correspon e a up1ter, a Eneas y a Augusto. Frente a la enemistad de Juno, Venus se presenta secundando

los vaticinios de Júpiter y los decretos del fatum. Madre de Eneas y protectora de Troya, la diosa ha sido elegida por el troyano París e:n el certamer; de belleza y es la responsable general de las cues­tiOne~ amator:Ias. La divinidad virgiliana está más próxima a la Afrod~ta U~ama o.c~leste que a la Afrodita Pándemos o terrena de ~~~ gneg?s, esta ult1ma es la que gobierna -junto con su divino hlJO ~up1do- los asuntos amatorios, 186 mientras que la primera se relacwna con las. fuerzas vitales de la naturaleza y su primer templo se construye ~o: ;nandato de los Libros Sibilinos187 (217 a.C.) en el monte Eryx (S1c1ha) ~ande existía ya el culto de Afrodita Urania.J8a La figura de Venus t1ene una elevada e insoslayable significación para los romanos y desde sus orígenes aparece como una divin'­d~d r.'etament~ propiciatoria. De allí que dos palabras de eviden:e fiha~1ó_? venusma.' venerari ("venerar", el llamado a la divinidad) y vema ( la aceptac1ón o anuencia", la respuesta que recibe el orante) re~n:'senten lo_s dos movimientos complementarios de la actitud rehgwsa. Esta Idea de reciprocidad se manifiesta en la Venus Obse­quens, la ~u: responde al obsequium ("servicio" o "cuidado") de Jos ?eles. Sch1lhng, e':' su tradicional estudio sobre la Venus romana, 189

mterpr~t.a ~1 pasaJe de_ una forma neutra abstracta venus al nombre d<; l_a d1v1mdad femenma como la personificación de una cualidad ~a~1camente lig~da a la mujer: el encanto, en su sentido mágico-re­h~wso. En suces1vas etapas, pues, la Venus itálica entra en conjun­CIÓn .c?n la _Afrodita griega y se une a la leyenda troyana. Su virtud prop1c1ato:m se convierte en certeza doctrinal para los romanos.

A ~art1r de la segunda mitad del siglo II a.C. y en relación con la.c:ec~ent-; expansión de Roma, surge un marcado gusto por las re1V1nd1cacwnes genealógicas a través de las que se busca captar el

1 ~6 Este aspecto de Venus es el que privilegia la poesía erótica latina en espe~!~I 1~ poesía elegíaca de la época augustea. '

. Libros oraculares relacionados con los anuncios de las Sibilas, des-truidos por mandato de Augusto.

188 La referencia aparece en el Libro V de Ene ida. 189 Schi!ling. 1954: 30 y ss.

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104 Análisis de la obra

más alto prestigio de las familias gobernantes. usando en su prove­cho la fama de una divinidad en un gesto de apropiación religiosa característico del siglo I a.C. Eneida ofrece un modelo tutelar, el de la familia (gens) Iulia a la que pertenecen julio César Y Augusto.

Progresivamente, Venus ingresa en la vida cívico-militar de la República y se convierte en diosa de la V~c:oria. A ~omi~onzos del siglo I a.C., durante las primeras guerras c¡v¡les, Mano elige su pa­tronazgo con el nombre defelix ("feliz"), pero es su rival victorioso, Sila, quien exalta el valor de tal protección divina. De este modo, Venus es inicialmente reivindicada por el pueblo romano, poste­riormente por las "familias" (gentes) en nombre de sus pretensic;mes genealógicas, y al cabo un hombr_e solo se proclama s~ favon.to Y protegido de privilegio, una práctica que se mantendra en la _ep~­ca de Augusto. Pompeyo erige un templo (55 a.C.) a Venus Vzctnx ("Venus Victoriosa") adscribiendo a la diosa virtudes de tipo militar. César celebra a Venus Genetrix ("Venus Creadora o Generadora") como garantía de buena suerte y logros. Ya no es sólo una deidad amatoria sino un principio cósmico, generador de vida y grandeza, y, ante todo, una activa potencia material y política. En términos tradicionales, hay una inherente justicia en la relación del devoto y la deidad. Esto se encuentra no sólo en los favores pr_opiciatorios de Venus, sino que es el fundamento sobre el que se asienta el plan jurídico de la Fides (a la vez "Fidelidad" y "Fe"): la pie~ad d~l d~v?to encuentra eco en el favor de los dioses puesto que la JUSticia d1vma está atenta a los actos de devoción humana.

La Venus de Eneida responde a estas características que he­mos apuntado. Virgilio la presenta en la máxima extensión de sus atribuciones, como protectora del futuro pueblo romano, de la familia de Anquises (que es también la suya) y de su hijo Eneas. Estas funciones son, en verdad, sólo una ya que ninguna de sus partes puede separase. Proteger a Eneas es proteger a la gens que por decreto divino se convertirá en el pue~l? rector de~ mundo. No desaparecen, sin embargo, sus poderes erot1cos, pero estos or:eran en función del proyecto fundacional: es el caso del enamoramiento de Dido por obra de Cupido que se presenta en el Libro I y abarca el Libro IV. Pero en general Virgilio desarrolla sus aspectos cívico­militares y así, encontramos por ejemplo una diosa "política" en el dudoso pacto que hace con juno en el Libro IV. o una diosa que se involucra en las guerras, interviniendo para garantizar el triunfo definitivo de los troyanos al restañar por medios sobrenaturales la herida de Eneas y devolverlo revitalizado a la lucha. En suma, frente al destino trazado por Júpiter, se mueven dos fuerzas cen-

T Análisis de la obra 105

trales, Juno y Venus, que respectivamente se oponen o ayudan a lo decretado.

Sería imposible reseñar aquí el extenso repertorio de deidades que se presentan en Eneida. Todas ellas tienen, en general, un papel acotado e intervienen en casos restringidos. Eolo tiene su parte en la tempestad del Libro!, Mercurio lleva la orden de Júpiter en el Li­bro IV. Alecto desata la locura bélica en el Libro VII pero es devuelta a sus moradas subterráneas casi de inmediato, Neptuno aparece de tanto en tanto. Queda, sin embargo, una presencia clave en la obra, cuyo poder se presenta generalmente mediatizado por las instan­cias del culto: el dios Apolo, guía y protector de Eneas y su estirpe. No entraremos en el muy complejo caso de un dios que recorre la cultura grecolatina con las más variadas atribuciones y caracte­rísticas, pero creemos importante que el lector moderno eche al olvido la dicotomía de Nietzsche, que ha recortado las funciones apolíneas190 restringiéndolas al ámbito de lo luminoso y estético. Apolo en Eneida es protector de los troyanos a la vez que dios de la Profecía. Su papel central consiste en anticipar y preparar a Eneas y su gente en el recorrido que hacen por seguimiento del fatum. Paso a paso, la presencia de Apolo escalona los distintos momentos del viaje brindando las advertencias y recomendaciones que harán triunfar la empresa. Virgilio exalta, de este modo, al dios tutelar de Octavio a quien le dedica su triunfo en la batalla de Actium y lo hace protector y vigía del destino troyano construido sobre la virtud de Eneas y coronado, tal como lo muestra el escudo, en la figura de Augusto.

190 La oposición Apolo-Dionisos no refleja más que un aspecto muy restringido de las numerosas atribuciones divinas de Apelo, que también aparece como divinidad destructora ("el que arroja flechas desde lejos") con notas sombrías que esta simplificación desconoce.

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IH. Conclusiones

De Eneida hay tantas lecturas, tantas posibilidades de inter­pretación, tanta variedad de accesos posibles y, sobre todo, tanta bibliografía sobre aspectos generales o particulares, 191 que todo estudio, por abarcador que sea, siempre resulta parcial y selectivo, siempre deja afuera tanto o más de lo que incluye. Hemos buscado incorporar interpretaciones diversas en los distintos aspectos que tratamos, pero persiste la sensación de que quedan cosas impor­tantes para decir y que lo que se diga incidirá en la totalidad de una obra sin episodios ociosos. La dificultad se encuentra en la arqui­tectura misma de Eneida, en su construcción encastrada donde cada elemento cumple su función en el conjunto, y en la voluntad autoría! de abrir espacios y niveles de significación donde el lector pueda ejercer cierta libertad asociativa. Nos encontramos ante una obra que se ahonda a medida que el crítico, el filólogo o el simple lector se interna en ella.

Se pueden hacer de Eneida las interpretaciones más variadas y experimentar en ella las más actuales metodologías de análisis; pue­de entenderse corno texto político, literario, metafísico, socio-histó­rico: se encontrará lo que se busque. Nada resultará concluyente aunque todas las lecturas sean pertinentes desde determinadas perspectivas. Y, corno cada época la entiende a su manera, siempre queda algo nuevo para decir de esta obra que va cambiando con el paso del tiempo.

De las dos posibilidades interpretativas generales, la lectura "optimista" y la lectura "pesimista'', hemos privilegiado la primera sin desconsiderar la segunda en ciertos sectores problemáticos. En definitiva, no creernos que Virgilio detestara a Augusto ni que mos­trara en Eneida el fracaso de los valores proclamados por el vence­dor de Actium. Entendernos que hay una celebración de Augusto que no ignora el dolor, los peligros y las heridas de las recientes

191 Hoy resulta inútil pretender una bibliografía completa porque no la hay; nuestro vademécum bibliográfico, I;Année Philologique, hace ya años que incorpora títulos caprichosamente recortando según ignotos designios. Las bibliografías más recientes sobre Virgilio se acercan a la decena de vo­lúmenes, sólo de títulos ordenadamente ubicados. Esto no es extraño: lo mismo puede decirse de Cervantes, Homero, Dante.

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108 Conclusiones

guerras civiles, y que busca mostrar la fuerza de las virtudes huma­nas en la adversidad y el horror como revitalización del modelo he­roico en el marco promisorio, al menos para Virgilio, de la reforma augustea. Presentamos, pues, una lectura de la obra que reseña los aspectos de mayor relevancia para que el lector pueda hacerse una idea de la riqueza que encierra. Y como "cada uno, suVirgilio", espe­ramos que el lector se sienta invitado a hacer su propia y particular experiencia de apropiación.

Iv.. Apéndice

¿Porqué leerVirgilio?

Cuando se dice que Virgilio es un clásico, condición comparti­da por centenares de artistas, el lector posiblemente pens'lrá en un escritor cuya obra ocupa un lugar destacado en la historia literaria, un escritor que trasciende tiempo y espacio para convertirse en modelo de arte. Desde esta perspectiva, Virgilio resulta un nombre entre otros no menos ilustres como Cervantes, Shakespeare o Flau­bert. Sin embargo, no es sólo esto lo que hace de Virgilio una figura excepcional. Si se tratara de la productividad de su obra, esto es, de la variedad y cantidad de textos que la toman -en diversos grados y sentidos- como referencia, el caso de Virgilio no sería demasiado distinto del de Ovidio o el de Horado. Pero el singular protagonis­mo de Eneida de Virgilio en la cultura euro americana no tiene casi paralelos.

La lectura de esta obra, lamentablemente deslucida muchas veces por las traducciones, no sólo presenta una elaborada forma artística, una exquisita composición de imágenes y situaciones, sino que, en la belleza de la forma, se presentan problemas histó­ricos, morales, psicológicos, políticos, religiosos y metafísicos a los que la obra da respuesta. Se diseña, a la vez, un modelo de hombre, un modelo de sociedad y un modelo cosmológico sobre los que vol­verán los tiempos sucesivos y que interpretarán según el punto de vista que adopten.

La obra de Virgilio ha tenido la fortuna de estar presente a lo largo de la historia europea y de ofrecer una tradición sin cortes en el proceso de transmisión textual. La encontramos, a través del tiempo, en un lugar de privilegio incluso en el Medioevo, una época en que lo antiguo, pagano y politeísta, era controlado en función de la pertinencia doctrinal. Para la Edad Media, Virgilio resultó ser un profeta gracias a la Égloga 1V192 y su obra, en bloque, pasó a tener

192 En la Égloga IV, Virgilío celebra el nacimiento de un niño con el que será repuesta la Edad de Oro primordial y paradisíaca, signada por la paz y la armonía universal. Se menciona también la llegada de Virgo ("Virgen", inter­pretada como "la Virgen María" en el contexto cristiano, madre del niño que regenerará el orbe, identificado con Cristo) aunque muchos comentaristas

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110 Apéndice

un sentido sagrado al punto de ser empleada en pases adivinatorio­proféticos como las sortes uirgilianae, por las que se interrogaba sobre algún asunto y se señalaba al azar un verso virgiliano que era considerado como respuesta oracular a lo planteado. También en este mismo sentido adquiere una importancia singular Eneida. La idea de Roma como centro del orbe y de un imperium sine fine, capaz de abarcar el espacio y atravesar los tiempos, se asimiló sin reparos a la idea de un centro religioso llamado a perdurar en la his­toria. Es posible, pero no indispensable, que la obra requiera algo de preparación para ser apreciada en su riqueza y complejidad, inclu­so para quienes se dediquen al estudio de la literatura. Es indudable que la lectura de Eneida puede enriquecerse en profundidad con el aporte de información acerca de la época, la mitología o la creación literaria, pero esto no significa que no pueda leerse sencillamente como una Hnovela" 193 de aventuras, amor y guerra. Y esto sucede porque ese mundo, que no es el nuestro como tampoco es nuestro el mundo de nuestros abuelos, está en la base de una cultura que nos identifica y diferencia. El lector que poco sepa de la política del periodo de Augusto o de códigos épicos podrá seguir una historia, una fabula bien contada, en la que los seres humanos, e incluso los dioses, piensan, sufren, se enfurecen y aman como podríamos hacerlo nosotros.

Añadimos un marco fundamental para comprender la intrinca­da red de significados que una obra "clásica" como Eneida propone al lector. Hemos optado por lo más simple que, en este caso, es lo más abarcador. Existe una larga tradición hermenéutica que distin­gue escalonados niveles de lectura e interpretación, y que puede ilustrarse con dos pasajes de Dante:

Para una clara comprensión de lo que aquí estoy diciendo, debe saberse que de esta obra no hay un significado simple; mds bien puede llamarse polisemia, esto es de muchos signifi-

señalan que se trata de una alusión a la constelación de Virgo, por la que el poeta incorpora un dato temporal. Más allá de las precisiones filológicas y del análisis científico que intentan alcanzar algo así como la "verdad primor­dial" del texto, Virgilio fue consagrado como un profeta del advenimiento del Mesías y antepasado ilustre del cristianismo

193 Como se ha indicado, es posible que el lector contemporáneo sienta la obra más próxima a una novela que a una epopeya como la de Homero.

Apéndice 111

cados; pues uno es el sentido literal, que tiene por la letra, otro es el sentido que tienen los significados del sentido literal. 194

(Dante, Ep. a Can Grande, 8)

Y apunta Dante en el Convivium:

Es necesario saber que los escritos se pueden entender y ex­poner principalmente en cuatro sentidos. Lldmase el primero literal, y es aquél que no avanza, y es éste que no avanza más alld de la letra de las palabras convencionales, como sucede en las fdbulas de los poetas. El segundo se llama alegórico, y es éste aquél que se expone bajo el manto de esas fdbulas y consiste en una verdad oculta bajo un bello engaño ... El tercer sentido se llama moral y es el que los lectores deben atenta­mente descubrir en los escritos, para utilidad suya y de sus discípulos ... El cuarto sentido se llama anagógico, es decir, sentido superior, y se tiene cuando espiritualmente se pone un escrito, el cual, aunque sea verdadero también en el sentido literal, por las cosas significadas expresan realidades sublimes de la gloria eterna ... Al explicar estos sentidos debe ir siempre delante el sentido literal, por estar incluidos en éste todos los demds, y porque sin él sería imposible e irracional entender todos los demds, y principalmente el alegórico. Es imposible porque en toda cosa que tiene interior y exterior no podemos llegar a lo interior si antes no se llega a lo de afuera ... Y por eso, si los demds sentidos son mds difíciles de comprender que el literal, como en realidad sucede, sería irracional pasar a su explicación sin antes demostrar el sentido literal. 195

Lo literal se refiere a la secuencia ficcional o los eventos histó­ricos; lo alegórico se refiere a lo que se debe creer como verdadero acerca de la naturaleza de la realidad; lo moral se refiere a lo que se

194 ad evidentiam itaque dicendorum sciendum est, quod istius operis non est simplex sensus, immo dici potest polysemum, hoc est plurimum sens­sum; nam alius sensus est qui habetur per literam, alius est qui habetur per significata per literam.

195 Una bella síntesis de estos conceptos se encuentra en el dístico de Nicolás de Lyra:

Littera gesta docet, quod credas allegoria, moralis quod agas, quo tendas anagogia.

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112 Apéndice

debe hacer o evitar en la existencia humana, lo anagógico se refiere al propósito de la vida terrena, la meta del peregrinaje en el mundo. En lo que respecta a Eneida, !o literal se refiere al relato del viaje de Eneas y los troyanos desde la caída de Troya hasta su triunfo en el Lacio y su definitiva instalación en Italia; lo alegórico implica una forma de entender la historia de Roma contemporánea a partir de los acontecimientos que le dan origen; lo moral corresponde a los paradigmas humanos que Virgilio presenta en la figura tutelar de Eneas y sus virtudes, su humanitas (humanismo), su devoción a los dioses y su fortaleza; lo anagógico alude a la peregrinación espiri­tual del hombre y su regeneración interior para alcanzar una visión suprahistórica que lo acerca a los dioses. Para entender y recons­truir el mundo como imagen poética, Virgilio crea un sentido de múltiples realidades del mundo y les posibilita coexistir en una es­tructura donde diferentes formas de conciencia y diferentes puntos de vista aparecen uno junto a otro, simultánea pero separadamen­te. 196 La metodología de análisis en cuatro niveles de lectura, que quizás resulte demasiado simple para algunos teóricos actuales de la literatura, tiene sin embargo la capacidad de organizar el estudio de una obra de alta complejidad, de un relato que expone las múl­tiples realidades del universo, sin desmembrar la integralidad del texto. Distinguiendo y asociando sus significados plurales, invita a leer Eneida en su amplitud semántica y su riqueza compositiva.

Eneida en el tiempo

Desde fines del siglo XX, las corrientes críticas de la literatura romana han cobrado una singularmente aguda conciencia de su propia historicidad que ha impulsado la revisión de los fundamen­tos mismos de la competencia disciplinar. Los movimientos últimos proponen, ya no revisiones parciales de textos, épocas o autores, sino una revisión integral de las civilizaciones antiguas griega y latina, de sus variadas y complejas relaciones, de los criterios de pe­riodización y los perímetros de lo "clásico" junto con los conceptos de apogeo y decadencia de la cultura.

El diseño material e ideológico que conocemos de los estudios sobre la antigüedad grecolatina -esto es, la "filología clásicá', in­cluidos los estudios sobre temas literarios- es obra del último ro-

!96 Cf. Conte, G. B. 1996: 157.

Apéndice 113

manticismo alemán y su particular apropiación del mundo antiguo. Desde Winckelmann hasta Schiller, se establecen las condiciones y características del mundo antiguo, con un rechazo de la Roma Ae­terna virgiliana asimilada a la Roma de los Papas, y la creación de una "jerarquía" -cultural, intelectual- entre lo griego y lo romano.

La situación de literatura latina y su lugar en el corpus discipli­nar ha sido claramente expuesta en el estudio de Habinek, quien se detiene en el análisis del contexto ideológico en el que la profesión de los "clásicos" toma su modalidad contemporánea. Al respecto, este investigador señala: 197

... la construcción de los estudios clásicos que surgió durante e inmediatamente a continuación del período romántico, implicó la creación de una jerarquía entre Grecia y Roma, que privilegió la primera y denigró la segunda, y que trabajó, en particulm; para estetizar el estudio de la literatura latina, removiendo la conexión con la cultura romana que debería haber hecho clara su relevancia y su interés intrínseco para la sociedad contemporánea.

Hacia fines del siglo XX, y en el contexto de las investigaciones hermenéuticas, las corrientes críticas han puesto especial atención en los aspectos teóricos de la producción literaria que involucra, además, una teoría de la crítica misma, abriendo la posibilidad de una historia de la crítica de notable interés a la hora de estudiar los textos. Es, entonces, el momento de indagar no sólo la historia críti­ca de un texto que se va a estudiar, sino también la compleja trama de relaciones culturales antiguas y modernas donde autores y tex­tos desempeñan su papel-no siempre el mismo- en el desarrollo de la civilización escrituraria.

Tal como la conocemos, y como la hemos aprendido, la cons­titución de un todo con dos partes, esto es, el mundo antiguo integrado por Grecia y Roma que se acepta como fundamento del llamado mundo Occidental, quizás hoy nos resulta sectaria, simple y contundente como un panfleto: la versión dominante de Grecia como la fuente primordial, el primer motor divino y pagano que pone en movimiento el mundo -o sea, Europa Occidental-, un mundo que a partir de Roma sólo puede atardecer.

197 Habinek: 227-8.

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114 Apéndice

. De este modo, el diseño de la civilización romana y sus expre­siOnes escritas tomó, a partir del siglo XVIII, el aspecto de la imita­ción o la copia, de la preocupación fabril un poco tosca para com­prender las expresiones más puras del espíritu. La imagen fuerte de la Antigü~dad ha provenido, desde entonces, de Grecia, aunque no se desdenaran algunos aspectos de la civilización romana, como su gusto por las carreteras, los acueductos, los grandes espectáculos deportivos y políticos, las guerras y sus estandartes, como nos en­seña Hollywood.

En este comienzo de siglo, y penetrando en las intrincadas tramas culturales que intentamos conocer, parece haber llegado la hora de preguntar, pues, por Grecia como máximo polo referencial, y desentrañar su enigma, este curioso caso de una civilización na­cida de sí misma, sin notorias deudas hacia pueblos y civilizaciones vecinas. El exitoso y polémico estudio de Martín BernaJl98 aborda de lleno la cuestión, al proponer su estudio de las fuentes africanas -en especial Egipto- y medio-orientales de la religión griega y su cultura. La obra de Bernal.199 apoyada en documentos arqueológi­cos, epigráficos y arquitectónicos, intenta corregir el abismo entre Grecia y_ las culturas n;ed~terr~neas consideradas "orientales", que establec1era con espec1al enfasis el Romanticismo. Al respecto, este estudioso destaca que la invención de las nociones modernas acer­ca ~e la historia y la cultura de Grecia durante los siglos XVIII-XIX realizada por los escritores románticos alemanes, fue un proceso de exclusión y supresión, más que uno de descubrimiento y articu­lación. En su estudio, analiza la noción romántica de Grecia como una tarea de exclusión de las decisivas contribuciones semíticas egipcias y africanas, y Habinek agrega que también Roma result~ en gran medida excluida. Schiller, en Poesía Ingenua y Sentimental, compendia estas ideas que nutrirán los estudios de la literatura antigua: el trascendental poder de la imaginación se manifiesta plenamente en Greda, y escasea en Roma; el ~~genio" está en Grecia y_se contrapone al ·:espíritu escolástico" de Roma. Así, las preocupa­ciOnes co_n~eml?oraneas acerca de la identidad nacional y el lugar de la tradición, JUegan un papel protagónico a la hora de dictaminar sobre el pasado.

. . ~98 ~ernal, Martin. 1987. Black Athena: the Afroasiatic Roots of Classical CzVllzzatwn. London, New Brunswick: 36.

199 En una línea similar de investigación se encuentran los valiosos es­tudios de Walter Burckert, Ian Bremmer, Jacqueline Duchemin, etc.

Apéndice 115

El estudio de la literatura latina entra en el siglo XX cercenado y descolorido. Un punto decisivo es la limitación de las extensiones cronológicas y geográficas del mundo antiguo en la catalogación y valoración de sus producciones. La original pureza de Grecia estaba en Atenas y moría con la sofística, mientras que los centros mul­ticulturales de gran desarrollo intelectual, como Alejandría y Pér­gamo, se depreciaban con el calificativo de "decandentes". Corres­pondientemente, el dictamen acerca de lo "clásico" en la literatura latina, casi sinónimo de lo que podía considerarse digno de estudio, tuvo características similares, aunque las exclusiones y recortes se aplicaron aquí con particular virulencia. De los catorce o quince siglos de producción textual en latín, se conservaron algo más de cincuenta años y una docena de autores, quedando irremediable­mente desarticulado el desarrollo de las culturas mediterráneas en los tiempos antiguos, y el de las culturas europeas a lo largo de la Edad Media.

En este panorama, no es difícil de entender que Virgilio haya sido relegado a un destacado libro escolar de texto, y Metamorpho­sis de Ovidio haya sido dejado de lado. E. Hirsch200 distingue entre el significado de un texto, conferido en gran medida por el autor, y los variados tipos de significación, producto de valores y contextos culturales posteriores. Esto implica la diferenciación entre el senti­do original de un texto y los sentidos desarrollados en el curso de la historia interpretativa. 201 A modo de ilustración parcial de lo que ve­nimos diciendo, resulta interesante el caso de Virgilio para observar, aquí muy brevemente, cómo se elabora la distancia histórica entre el texto y el presente. No iremos muy atrás con la historia ni nos de­tendremos en la exitosa permanencia del Virgilio completo durante la Edad Media, el Renacimiento y el período llamado Neoclásico. Como hemos señalado, la recreación romántica de la Antigüedad repuso a ultranza lo griego -entre Homero y la Atenas de Pericles (s. V a.C.)- como centro originario de la cultura europea. En el escenario controvertido por luchas políticas, con una Grecia trans­formada _en imperio oriental-el imperio otomano- durante gran parte de la modernidad, un Homero redivivo, no contaminado por Roma ni por Oriente, tiene un éxito avasal!ante frente a Virgilio y sus historias latinas. Este Homero del siglo XVIII, después de la Re-

200 Hirsch (1973). citado por Galinsky (1997). 2o1 Cf. Galinsky. 1997: 15-16.

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ll6 Apéndice

volución Francesa, presenta la ventaja de no estar conectado con la Europa romana que celebra a Virgilio. Así, Virgilio es removido de la gran literatura y relegado a tarea de escuela, a texto de ejercitación para el aprendizaje del latín.

Al finalizar la segunda guerra mundial, surge la pregunta acerca de cómo puede ser reunificada Europa después de una de las ma­yores desintegraciones masivas de los últimos siglos. En la culmi­nación de su prestigio, T. S. Eliot exalta a Virgilio como centro de la civilización europea y, aun cuando sus opiniones hayan resultado polémicas para algunos e indiferentes para otros, su influencia se dejó sentir entre los latinistas -en particular entre los alemanes, como Karl Büchner yViktor Pi:ischl, que ya había leído lo que decía Eliot ("What is a Classic?") en la conocida obra de Theodore Haec­ker Virgilio, Padre de Occidente ( Vergíl, Vater des Abendlands), un curioso hito del siglo XX pues, como destaca D. Kennedy, Haecker era socialista y apasionado anti-Nazi.

Ziolkowski sugiere que la presencia de Virgilio en el siglo XX resulta un ícono cultural apropiado por poetas, novelistas, historia­dores y políticos para configurar sus aspiraciones y angustias en el período de entre-guerras. La respuesta, incluyendo las preferencias por obras particulares, varió de país a país, y de individuo a indivi­duo, dependiendo de las orientaciones políticas, sociales, e incluso religiosas. Los textos de Virgilio, como las sortes virgilianae 202de la Edad Media, llegaron a ser un espejo en el cada lector encontraba lo que deseaba: populismo o elitismo, fascismo o democracia. com­promiso o escapismo.zo3

La revaluación de Virgilio cobra fuerza a lo largo del siglo, no sólo entre los clasicistas sino en el mundo literario, como lo evi­dencia el estudio de Ziolkowski. La pluralidad de interpretaciones puede resumirse, a grandes rasgos, en dos líneas hermenéuticas principales:

1) La crítica europea, que responde a la depreciación románti­ca de la literatura latina con el elogio de la /zumanitas ("hu­manismo") virgilíana, y que sitúa a Eneida en un lugar cen­tral de la literatura europea. Las violentas tensiones entre las condiciones del mundo que habita Eneas y las virtudes que configuran su carácter, la lucha entre los códigos irracionales

zoz sortes, algo así como "echar suertes", sintetiza la operación de sacar algo por decisión del azar o de la Fortuna.

203 Cf. Kennedy. 1997:38.

T Apéndice 117

y la práctica de la ratio ("raciocinio"), la pietas ("piedad"), la hzunanitas ("humanismo"), el nuevo concepto de heroísmo diseñado a partir de las críticas post-socráticas al heroísmo homérico, reubican la obra virgiliana en el lugar central de la cultura europea del que había sido desplazado.

2) La corriente norteamericana. La nueva importancia conferí~ da a Virgilio hacia mediados de siglo llega a EE.UU. transfor­mada, y en la década del '60 la perspectiva de la "Nueva Críti­ca" (New Criticism) de Harvard puede bien ser ejemplificada por la obra de Michael Putnam: la idea de la Roma Aetema ("Roma Eterna") augustea, tal como aparece en Virgilio, no es tan diáfana como proponen los críticos europeos. Here­deros de los postulados de Ronald Syme (T/ze Roman Revolu­tíon), la grandeza de Roma y la misión augustea ofrecen, en la obra de Virgilio, ambigüedades que permiten conjeturar una perspectiva nihilista y desencantada de la pax augusta. En esta línea interpretativa, Virgilio es el poeta, o el intelec­tual que lucha desde su obra por escapar de las presiones de un estado totalitario, y que entrega el testimonio de su resistencia ideológica al discurso implantado por la política dictatorial de Augusto.

Virgilio es redescubierto de un modo nuevo: tras la experien­cia de la retórica de los totalitarismos, de las catástrofes sociales y económicas, estos críticos reconocen en Virgilio una angustia similar y distinguen un aspecto sombrío no advertido por la crítica precedente.

En suma, tanto como constructor de un orden temporal que reproduce un orden cósmico trascendente, cuanto como modelo de resistencia y libertad intelectual frente a las violentas presiones de la ideología estatal, Virgilio vuelve a encarnar, para fines del siglo XX, la problemática de la historia y su construcción, del individuo y sus relaciones con el estado, de las batallas entre pathos ("pasión") y ratio ("razón") que actúan en la constitución de los pueblos y nacio­nes. Este nuevo Virgilio que ocupa ahora el centro de los escenarios críticos es menos el alma naturaliter christiana ("alma cristiana por naturaleza"), que celebró la Edad Media, que el paradigma del intelectual (filósofo, poeta, historiador) hablando en y para el Esta­do, construyendo un imaginario cultural que, por las más variadas razones. reclama el interés y la atención de nuestros escritores y críticos contemporáneos.

La presente conciencia de la situación histórica de nuestros es­tudios sobre la literatura latina es, pues, el resultado de una sosteni-

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118 Apéndice

da y polémica indagación de las condiciones en que conocemos la Antigüedad, de Jos presupuestos ideológicos que introducen valo­raciones más o menos extendidas de las culturas, y de los métodos más aptos para conocer un pasado que necesita reescribirse. Esta conciencia ha cerrado un siglo marcado por el tono crepuscular de nuestra cultura, un atardecer agitado, industrial y urbano, la visión de un mundo que termina.

V. Bibliografía

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meneutics of Reception. Cambridge University Press. Schilling, R. La religion romaine de Vénus, Paris, 1954. Syme, R. 1939. The Roman Revolution. Oxford University Press.

Índice

L Introducción.............................................................................. 7

Virgilio...................................................................................... 7

La época.................................................................................. 12

Transmisión del texto ............. ..... ........ ................ ................... 18

IL Análisis de la obra.................................................................... 21

La Presentación (Libro 1) .........•.•...•.......•........•......••............... 23

La voz de Eneas (Libros II y III) ............................................. 30

Dido (Libro IV)........................................................................ 37

Anquises (Libro V) ...... ............. ... . ..... .. ................. ................... 4 7

El Hades (Libro VI).................................................................. 53

El nuevo comienzo (Libro VII)............................................... 63

Evandro (Libro VIII)................................................................ 70

Las Guerras del Lacio: Niso y Euríalo (Libro IX)................... 75 Palante (Libro X) ..................................................................... 80

Camila (Libro XI) ......... .... ...................................... ................. 87

El gran combate (Libro XII) .. .......... .............. .. .... ................... 90 Los dioses en Eneicla ...................... .......... ............................. 96

Ill. Conclusiones........................................................................... 107

IV Apéndice .................................................................................. 109 ¿Por qué leerVirgilio? ............................................................. 109

Eneida en el tiempo................................................................ 112

V Bibliografía................................................................................ 119

Ediciones y comentarios del texto ........................................ 119

Bibliografía crítica ........ .............. ........................... ................. 119

Bibliografía de referencia....................................................... 120

Page 60: VIRGILIO - Eneida - Una introducción critica