Teoria Politica y Socialismo

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    T E O RA PO L T ICA

    Y SOCIALISMO

    P o r S A N T I A G O S N C H E Z

    Universidad Naciona l de Educac in a Distanc ia

    Los tericos de la pol t ica coinciden en sealar la obra de Maquiavelo

    como e l punto de par t ida de l pensamiento pol t ico moderno. La razn

    fundamental invocada en tal sentido es la emancipacin de la pol t ica

    com o disc ipl ina ar te o tcnica de la moral y de l dere ch o.

    Desde entonces la na tura leza maquiavl ica de l quehacer pol t ico viene

    dada por su cons iderac in especia l aspt ica desde un punto de vis ta t ico

    que le sita ms all del bien y del mal en una tierra de nadie al margen

    de los problemas de los hombres somet idos e l los s a v inculac iones

    normat ivas y re l ig iosas .

    Maquiavelo plasma por vez pr imera la separac in de las es feras

    humana o social y pol t ica o cratolgica y atribuye a cada una de el las una

    normativa diferente. La peculiaridad del Prncipe es la creacin terica de

    un mu ndo pol t ico exclus ivam ente centrado en la adquis ic in conserv a

    cin e incremento del poder y sometido a unos l mites amorales que no son

    otros s ino la eficacia en la praxis de la conquista y el mantenimiento del

    poder pol t ico.

    La tan t ra da y l levada razn de Es ta do que impl ica que e l gobe rnan

    te t iene razones desconocidas para los gobernados para ac tuar en determi

    nado sent ido y que los de tentadores de poder

    pue en

    com portars e en

    forma dis t inta a como se conducira una persona en el mbito privado o en

    sus relaciones sociales consti tuye el colofn de la teora maquiavlica del

    obrar pol t ico como actuacin s in l mites .

    Desde Maquiavelo y desde e l nacimiento de los Es tados absolut is tas

    europeos la preocupacin centra l de los subdi tos pr imero y de los c iuda-

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    danos despus fue la de encontrar los medios adecuados para poner frenos

    al poder pol t ico cuyo ejercicio se haba revelado injusto e inhumano pero

    sobre todo arbi t rar io .

    Surg ieron as a lo largo de los a os y bajo la pre sin de los pu eb los la

    teora de los de rec ho s natu rales del hom bre la l ibertad la pro pied ad la

    igualdad y la seguridad qu e por su car cte r previo al Es tad o y su

    natura leza independiente de cualquier condic ionante deban ser respetados

    por el pod er po l t ico; la teora de la divis in de pod er es form ulada inicial-

    mente por John L ock e y desarro l lada por Mon tesqu ieu que supona que la

    separaci n de las labo res legis lat iva ejecutiva y judic ial en tra ara un a

    ser ie de con troles in t ragub ernam enta les obs tcu lo para el abu so de pod er .

    Al lado de esas l imitaciones que afectaban a la extensin y alcance del

    poder de los soberanos se al ter tambin el contenido de la obligacin

    pol tica o de los deb eres de los c iud adan os para con sus gobe rna ntes

    mediante la introduccin del 4.erecho de resis tencia a los mandamientos

    injustos del poder.

    En esta dialctica poder pol t ico-pueblo se s i ta tambin la teora de

    la soberana nacional que luego habra de t ransformarse en soberana

    popu lar com o exped iente que pr ivaba a l m onarc a t radic ional de la legi ti

    midad has ta entonces os tentada .

    La his toria de la bsqueda de restricciones al poder no es ni ms ni

    m enos que la h is tor ia de l cons t i tuc ion al ismo en una pr im era fase cu ya

    culminacin en Europa se produce en 1789.

    La Revolucin francesa fue la revolucin l iberal por excelencia que

    derrib las estructuras pol t icas del Estado absolutis ta y feudal para esta

    blecer en su lugar un Es tado de Derecho que fue concebido como Estado

    abs tencionis ta e ins taurado para mantener la l iber tad contra e l Gobierno.

    En co ntr a del cri terio gen eral la im po rtanc ia de la Re vo luci n francesa

    no der iva tan slo de sus logros burgueses . En la Revolucin francesa de

    1789 vemos surgir adems una revolucin democr t ica y una revolucin

    social y en este sentido la Revolucin francesa se nos presenta no slo

    com o el s mb olo de un a aspiracin un iver sal s ino tam bin c om o el prelu

    dio de las pr xim as etapa s de la H um an ida d. En efecto al lado de la

    pr imera declarac in sobre los derechos del hombre que no t ransc iende e l

    m bito burg us-ind ividua lis ta al lado del subterfugio d e la sob eran a nacio

    nal y del sufragio ce nsita rio la Co nsti tuci n de 1793 tran sfor m a la Rev olu

    cin de la l ibertad en una revolucin iguali taria mediante la introduccin

    de la soberana popular y el sufragio universal . Por otra parte la revolu

    c in l ibera l -democr t ica para respo nde r adems c laram ente a sus in ic ia-

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    les exigencias de verdadera y real l ibertad, deba entraar una revolucin

    sociaPque, igualando las condic iones econmicas de todos , subsanase e l

    injusto desequilibrio y ofreciera a cada cual la posibilidad de hacer valer

    eficazmen te su preten sin al gob ierno de la com unid ad I) .

    El componente ideolgico que presidi la conquista de l ibertades y se

    mater ia l iz, jur dicamente , en las Declarac iones de Derechos y textos

    consti tucionales y, pol t icamente, en la aparicin de las bases del moderno

    Estado representativo, no fue solamente, como podra inferirse del hi lo de

    la narracin, obra del espri tu humano, s ino, tambin, resultado de un

    profundo cambio social . En las doctrinas pol t icas se compendia idealmen-

    te lo qu e realm en te se desp liega en el un iverso h istric o 2). En est e

    sentido, la Revolucin fue, sobre todo, la culminacin de un largo desarro-

    l lo econmico y social que socav las estructuras de la vieja sociedad

    feudal y desart icul los crculos integradores de la antigua comunidad

    gremios , es tamentos , corporaciones, arrojando a sus miembros a un

    mundo nuevo de competencia a u l t ranza y guerra de todos contra todos .

    En una perspect iva esquemt ica , cual la presente , no es pos ible entrar

    en el complejo proceso que alumbraba ya la nueva forma de organizacin

    social . Baste, s implemente, recordar que al separarse la produccin del

    cambio y generalizarse el comercio, la dependencia nacida de la divis in

    del trabajo, que hasta entonces era personal y recproca, se convirt i en

    una dependencia de a lgo impersonal : e l mercado. S imul tnea y corre la t iva-

    mente, tuvo lugar un proceso de separacin de gran parte de los producto-

    res directos de los medios de produccin y una l iberacin de los ci tados

    productores de las trabas inst i tucionales que, en el antiguo Rgimen, les

    amarraban a la t ierra de su seor, como siervo, o al oficio de sus padres,

    com o com pa ero de las corporaciones 3). De es te m od o, quedaro n l ibe-

    radas todas las fuerzas centrfugas que iban a constituir la sociedad civil

    burguesa y cuya integracin no iba a ser precisamente producto de una

    decisin racional .

    En efecto, en una formacin social cuyos miembros slo buscan su

    inters particular, en la que cada uno es fin para s mismo y los dems no

    son nada para l pero, al mismo t iempo, nada puede lograr ninguno si no

    es en relacin con los otros y a travs de ellos, el precipitado de las

    1) Guido de Rug giero: El retorno a la razn pg. 102. Ed. Paids, S. A.. Buenos Aires.

    1949.

    2) Ibid

    3) P. G. Dog nin: Karl Marx pg. 346. Cedial. Bogot, 1975.

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    mltiples acciones egostas difcilmente poda constituir un todo equilibra

    do y sin graves contradicciones.

    No era sa, en cambio, la opinin de los idelogos burgueses de John

    Locke a Adam Smith, quienes consideraban que, en tanto cada cual

    buscara su propio provecho, sin limitacin ni interferencia alguna, en la

    misma medida contribuira al bienestar general. Desde esta ptica, lo

    adecuado era, sin duda, liberar a los individuos de todo tipo de control

    externo y permitir que la competencia, la produccin subjetivamente

    anrquica de mercancas, abocase en una objetividad social armnica.

    En este contexto, la funcin poltica en el orden interno tena que

    quedar restringida al aseguramiento del pacfico goce de la vida civil, a

    remover los controles al desarrollo de la libertad y propiedad individuales,

    de la contratacin y la herencia y a garantizar no se produjeran atentados

    a las actividades econmicas individuales que alteran el denominado orden

    natural de las cosas. El Estado apareca as como un mero vigilante de un

    proceso econmico natural, como un mal necesario, pero til para mante

    ner un determinado orden social. La libertad conquistada slo tena una

    dimensin negativa: asegurar la ausencia de coercin estatal o corporativa

    en las relaciones socio-econmicas, dar al traste con las vinculaciones

    feudales y los privilegios de la aristocracia y la nobleza; era, fundamental

    mente, una libertad civil, de mbito privado, apta exclusivamente para la

    bsqueda de la felicidad privada.

    La libertad civil, tal y como ha sido descrita, as como su correlativo,

    la libertad poltica, fueron absolutamente desconocidas hasta el mundo

    moderno.

    En la Antigedad, y en particular en las repblicas griegas, la libertad

    consista ms bien en la participacin activa en el poder colectivo que en

    el disfrute pacfico de la independen cia individual 4). Gozar de derechos

    polticos, votar, nombrar magistrados, poder ser arconte; he ah lo que se

    llamaba Ubertad 5). Esto no significa, desde luego, que los antiguos

    desconocieran la existencia de un dominio privado de facto, pero su

    sentido era radicalmente distinto del que hemos atribuido al concepto de

    libertad civil; como ha puesto de relieve G. Sartori, la palabra latina

    privatus se empleaba para designar una vida incompleta e imperfecta

    respecto de la comunidad; y el trmino griego idion privado, lo pro

    pio por oposicin a koinon el elemento comn ) denotaba con ms

    4) B. Con stan t : Curso d e Derecho Constitucional pg . 232 , Taurus Ediciones , Madr id ,

    1968.

    5) Fuste l de Coulange s: La Ciudad Antigua pg. 172, Editorial Porra, Mxico, 1972.

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    intensidad la idea de privacin y de fal ta . Consecuentemente, idotes era

    un vocable peyorativo para calif icar al que no era poli tes, ciudadano, es

    dec ir, un tipo vulga r, sin valo r, que slo se int ere sab a en s mism o 6).

    Por lo que respecta a la sociedad medieval , la l ibertad no posea ese

    carcter moderno individual , ni apareca diferenciada como una esfera

    propia de activid ad. L a E dad M edia fue) la edad del dom inio exclusivo

    del De recho Pr ivad o: no exist i) un De recho Pb hco A ut nom o. Y as )

    todas las re lac iones que nosotros , los modernos , es tamos acos tumbrados a

    incluir en la cate go ra de D ere ch o PbUco tenan) su raz inm edia ta en la

    propiedad, en el contrato, en la herencia, en la organizacin familiar.

    Hallbase) tam bin ah) , por consig uiente , la fuente jurdica de las liber

    t a d e s ,

    inherentes unas a determinadas s i tuaciones patrimoniales o familia

    res ,

    m ientras que otra s derivab an de los con tratos o don acio nes . .. ) L a

    libertad pol tica no se reivindicaba) com o elem ento insep arable de la

    personalidad, s ino que se compraba y se venda como un bien pa

    trimonial 7).

    A diferencia de las formaciones sociales anteriores , lo especfico de la

    sociedad moderna cons is te , como se di jo anter iormente , en que cada

    individuo aparece como ais lado frente a los dems, es decir , como una

    fuerza independiente a la bsqueda de sus f ines egostas; pero, por otro

    lado ,

    puesto que cada individuo necesita de los otros para conseguir la

    satisfaccin de sus necesidades y el logro de sus propsitos , es obvio que

    depende de e l los ; s imul tneamente , esa dependencia mutua se independiza

    tambin de todos los individuos , asumiendo, en cuanto Es tado, una

    forma propia e inde pen dien te, separa da de los intere ses part icular es . .. ) y,

    al mismo t iempo, como luia comunidad i lusoria, pero s iempre sobre la

    bas e real de los vnc ulos exi sten tes . ..) y, sobre tod o, a base de las clase s

    . ..) que se form an en . ..) los con glo m era do s hum an os y en tre las cua les

    hay una que dom ina sobre las dem s 8).

    De esta forma, lo pblico se separa de lo privado, y la poltica, en tanto

    esfera de los intereses generales abstractos, se separa de la economa,

    como escenario del juego de los intereses privados.

    De lo expuesto resulta claro que la dinmica real de la aparicin de la

    sociedad moderna, que se objetiva his tricamente con la Revolucin fran-

    6)

    Giovanni Sartori:

    Theorie

    de la

    Democratie.

    pg. 206,

    Libr. Armand Colin

    P ar s ,

    1973.

    7)

    Guido

    de

    Ruggiero:

    Historia

    de l

    Liberalismo Europeo

    Introd.

    pgs . I y I I ,

    Edicio

    nes Pegaso Madrd 1944.

    8) K. Marx y F . Engels: a

    Ideologa Alemana

    pg. 35, Co-Ediciones Pueblos Unidos

    Montevideo y Grijalbo. barcelona 1972.

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    S A N T I A G O S N C H E Z

    cesa, es al mismo t iempo el proceso de const i tucin de la Sociedad civi l

    burguesa y de l moderno Es t ado r epresen ta t ivo .

    Adquiere ahora plena s igni f icacin la agudeza de la percepcin maquia

    vl ica que supo captar , s iglos antes de su const i tucin defini t iva, el dual is

    mo Estado-Sociedad en su per odo de formacin.

    Como consecuencia de la di sociacin apuntada, la l iber tad moderna

    o civil burgu esa se es t ru ctura a do s niveles : e l do m inan te d e la l ibertad

    civi l , como conjunto de derechos de iniciat iva econmica individual , de la

    segur idad, y de la propiedad pr ivada, que permi ten a cada miembro desar ro

    l lar su act ividad como productor , y el secundario de la l ibertad pol t ica

    como garante de la l iber tad c ivi l que se s i rve de la representacin, la

    separacin de poderes y la organizacin del poder legis la t ivo como repre

    senta t ivo de la soberana nacional .

    Aqu es donde la ins tancia democrt ico-burguesa se agota , donde la

    democrac i a queda r educ ida a l a e l ecc in de unos r epresen tan tes y a un

    corre la t ivo const i tuc ional i smo garant izador del individual i smo propie tar io .

    Las l imi tac iones de la conquis ta burguesa de la democracia const i tuc io

    nal aparecen con c lar idad mer idiana en una de las pr imeras obras de Marx

    denominada La cues t in juda. En e l la , a l someter a examen las solem

    nes Declaraciones de Derechos de 1789 y 1793, y par t iendo de la base ,

    aqu ya esbozada, de la cons ideracin del Es tado moderno burgus como

    una ins tancia par t icular , idealmente universa l i s ta , que coexis te junto a la

    vida pr ivada, esencia lmente individual i s ta , Marx sos t iene que la abol ic in

    pol t ica de la propiedad privada, que se produce al suprimir legalmente el

    requisi to de poseer cier ta r iqueza para tener derecho al sufragio act ivo y

    pas ivo, no impHca que la propiedad pr ivada desaparezca; ms bien, e l

    hecho de que por decre to las di ferencias de propiedad no se t raduzcan en

    diferencias de derechos electorales, es decir , en diferencias pol t icas, no

    slo no acaba con la propiedad pr ivada, s ino que la presupone. El Es tado

    anula las diferencias de nacimiento, de status social , de cul tura y de

    ocupacin, cuando declara que e l nacimiento, e l s ta tus y la ocupacin no

    son di ferencias po l t icas , cuand o proclansa la sobe rana p opu lar . S in em bar

    go, a l mismo t iempo, e l Es tado permi te que la propiedad pr ivada, la

    cul tura, el s tatus y la ocupacin acten a su modo y hagan valer su

    especia l na tura leza . Lejos de acabar con esas di ferencias de hecho, e l

    Es tado exis te slo sobre esas premisas . . . y slo hace valer su universa l i

    dad en cont raposic in a esos e lementos suyos . El Es tado pol t ico per fecto

    e s , por su esencia , l a v ida del hombre en cuanto especie , en oposic in a su

    vida m aterial . . . ) . All do nd e el Es tad o ha logrado un au tnt ic o de sarro l lo,

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    TEORA POLTICA Y SOCIALISMO

    el hombre l leva no slo en el pensamiento, en la conciencia, s ino tambin

    en la realidad, en la exis tencia, una doble vida, una celest ial y una terrenal ,

    la vida en la comunidad pol t ica, en la que se considera como ser colecti

    vo ,

    y la vida en la sociedad civil , en la que acta como part icular que

    cons idera a los dems hombres como medios , se degrada a s mismo como

    medio y se convie rte en jugu ete de pod eres extra os (9).

    Profundizando en la cr t ica de los presupuestos de la sociedad civil ,

    M arx analiza en br ev es y esc larec edo res trm inos lo que se -oculta bajo el

    reconocimiento de los derechos del hombre: Los derechos del hombre ,

    en cuanto tales , se dis t inguen de los derechos del ciudadano. Pero quin

    es el hombre dis t into del ciudadano? Ni ms ni menos que el miembro de

    la sociedad burguesa ( . . . ) los derechos del hombre, en tanto en cuanto son

    dist intos de los derechos del ciudadano, son los derechos del hombre

    egosta , del hombre separado del hombre y de la comunidad ( . . . ). Y as ,

    la libertad es la Hbertad del hombre considerado como mnada ais lada

    replegada en s misma; la propiedad, com o aplicacin prctica de esa

    libertad, es el derecho de usar y abusar de la propia fortuna, s in preocupar

    se de los dems, al margen de la sociedad; es el derecho del egosmo;

    la

    igualdad

    no es sino que todo hom bre es igualmente con s iderad o como una

    mnada apoyada en s misma; y

    la seguridad,

    en fin, qu e con stituy e ms

    bien un seguro (Versicherung) del egosmo. . .

    Ningun o de los pretendidos

    derechos del hom bre van m s all del individuo eg osta, separado, reple-

    gado en SI mismo , preocupad o nicamen te por su personal inters ...). El

    nico lazo que les une es la necesidad natural, las necesidades fisiolgicas

    y el inters privado, la conservacin de sus propiedades y de su per-

    sona

    (10).

    La cues t in juda no cont iene an aquel los e lementos econmicos

    que convertiran la crtica vital de Marx en el socialismo cientfico; me

    refiero a categoras como la plusvala , las fuerzas productivas y relaciones

    de produccin, el modo de produccin capital is ta y una teora desarrollada

    de las clases sociales.

    Ello s ignifica, nada ms y nada menos, que la teora pol t ica marxiana

    (social is ta) precede a toda su contribucin econmica y sociolgica, hecho

    ste sobre el que apenas se ha l lamado la atencin, pero que muestra, s in

    duda, cmo e l pensamiento marxiano es t inser to en la t radic in revolucio

    nar ia y democr t ica europea y que , aunque slo sea por contrapos ic in, le

    si ta en la l nea continuadora de Uberalismo y la democracia rousseaniana.

    (9) K. M arx: La Question Juive, pg s. 23-24, Unin Ge nrale d 'E dit ion s, Pars , 1 8.

    (10) K. M arx: Ibid. pgs. 37-39.

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    SANTIAGO SNCHEZ

    En efecto, la peculiaridad de la crtica realizada en La cuestin juda

    y en la misma Crtica de la filosofa hegeliana del Derecho Pblico

    radica en que para Marx, si bien la emancipacin poltica es decir, la

    igualacin de los hombres ante el Derecho y el Estado supone un gran

    progreso en cuanto que constituye la ltima fase de la prehistoria de la

    humanidad, est an lejos de la emancipacin real del hombe, que no

    tendr lugar hasta que los hombres reconozcan sus propias fuerzas como

    fuerzas sociales y su fuerza social no sea enajenada bajo la forma de

    Estado poltico.

    Marx enlaza as no slo con la tradicin que vio en el Estado un mal

    necesario, sino tambin con la crtica de Rousseau del Estado representa

    tivo, situndose, eso s, un paso ms adefante no slo por adoptar una

    visin absolutamente negativa del poder poltico, sino, y esto es quiz lo

    ms importante, por suministrar, a travs del desarrollo posterior de su

    obra, una explicacin econmica, no especulativa, sobre el proceso de la

    aparicin del Estado y las posibles bases para su futura desaparicin,

    mediante la reasuncin por la propia sociedad del poder poltico.

    Pienso que este hecho, es decir, la crtica marxiana al Estado asentado

    sobre las bases representativas y jurdicamente igualitarias, es el que se

    halla en el centro del debate que enfrenta a las concepciones de la demo

    cracia represen tativa y de la dem ocrac ia social *).

    Como es sabido, hasta hace tan slo unos pocos aos, la crtica de la

    izquierda oficial y de las fuerzas sociales progresistas se diriga incansable

    mente contra la democracia representativa occidental, utilizando la figura

    de la democracia social-popular para demostrar que la libertad ciudadana

    era pura ficcin en ausencia de un equiparamiento o igualacin econmi

    cos que la propia estructura capitalista no poda permitir. Ello no era

    obstculo, sin embargo, para aceptar las normas constitucionales y el

    juego democrtico de las urnas, que hacan posible una lucha poltica

    pacfica y situaban, en general, a las izquierdas en la oposicin par

    lamentaria.

    Mientras tanto, en la zona oriental y en los pases subdesarrollados

    que, despus de la segunda guerra mundial y durante varias dcadas,

    *) Nota : Impo rta prec isar que no nos re fe r imos aqu a las democra c ias po pulares ,

    expresin adoptada por los idelogos comunistas hegemnicos en Europa or ienta l en t re 1945

    y 1948, que nunca pas de ser una tautologa carente de toda conexin o parecido con la

    rea l idad y que como ta l no puede oponerse o contrasta rse con e l hecho de las dem ocrac ias

    representa t ivas .

    Cfr. , respecto de la democracia popular, e l art culo de Lil ly Marcou Les voies nationa-

    les du passage au socialisme. aparecido en Le M onde Diplomatique Janvier 1977, pg. 5).

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    presenc ia ron revoluc iones e ins taurac iones de gobiernos y Estados soc ia

    l istas, la esta ta l izacin de los medios de produccin, en medio de una

    ausencia total de l ibertad, represent un reforzamiento, y no una debil i ta

    cin, de la divisin en clases y del sistem a de privilegios II ).

    El fracaso de los part idos comunistas y social istas en el acceso y

    ejercicio pacf ico del poder en las democracias representat ivas, en la

    medida en que su part ic ipacin, cuando exist i, no implic modificacin

    alguna su stanc ial de las relacio nes de prod ucc in ni de la jer ar qu a social

    existente y, de otra parte , las desoladoras experiencias de los regmenes

    social istas, han abocado a la izquierda civi l izada occidental a un cambio

    de tct ica , tendente a penetrar en la esfera de la sociedad civi l entendida

    sta segn la terminologa hegeliana, mediante una renovacin del equi

    po conceptua l y de las esperanzas revoluc ionar ias .

    El primer paso en la nueva direccin fue, como era lgico, la valoracin

    positiva de las vas nacionales al socialismo, del pluralismo poltico y de la

    democrac ia representa t iva , como inst rumento adecuado para e l iminar la

    imagen de la dependencia sovit ica e intentar una mayor aceptacin por, e

    integracin en, las poblaciones nacionales respect ivas.

    Simultnea, o correlat ivamente, se decidi abandonar aquellas nociones

    que e ran suscept ib les de desper ta r sospecha en los conc iudadanos dem

    cratas la dictadura del proletariado y se ampli e l concepto de clase

    obrera para incluir en l a cuantos manual y/o intelectualmente part ic ipan

    en el proceso productivo y aspiran a una mutacin social que acabe con las

    injusticias.

    Desde la ptica estr ic tamente estra tgica se opt por e l cambio de una

    guerra de movimiento a una guerra de posiciones como mtodo ms

    idneo, en las c ircunstancias existentes, para la consecucin de la meta

    final: la implantacin de una sociedad socialista.

    Paulat inamente las lanzas se han tornado caas, la revolucin perma

    nente , reforma nacional-social , la dictadura del proletariado, se ha equipa

    rado a la dictadura a secas; la democracia formal es ahora una conquista

    de la humanidad, y e l acceso al social ismo, gradualismo.

    Hemos inaugurado la nueva poca de la profundizacin, ampliacin y

    desarro l lo de los presupuestos democr t icos-burgueses y de l apoderamien-

    11) L. Kolako wsk i: M arxism us und der Begriff der Ausbcu tungs en Marxismns-Ulopic

    und Anti-Utopie pg . 95 , Ver lag Kohlhami t ier Gm bH , S tu t tgar t , 1974. U rban-T asche nbch er .

    La ci ta est fuera de contexto y en t iempo pasado en lugar de presente, pero recoge

    perfectamente lo que yo pretenda decir . El ensayo de Kolakowski fue escri to de 1971.

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    SANTIAGO SNCHEZ

    to pacf ico de los aparatos ideolgicos cul turales por la numerosa, educa

    da y organ izada c lase obrera a l deci r de Fav re , H inker y Sve) .

    El nuevo indir izzo pol t ico ha susci tado cr t icas en las f i las derechis

    tas y en los sectores ms radicales de izquierda , pero, como era de

    esperar , los cr i t i cados han rechazado las acusaciones de revis ionis tas ,

    opor tunis tas y socia l -demcratas , a rgumentando que el marxismo no es

    dogma, s ino una gua para la accin y buscando refugio en las interpreta

    ciones flexibles y en la necesaria adecuacin de la teora pol t ica a las

    condic iones obje t ivas .

    El c i tado proceso de renovacin ideolgica es per fectamente com

    prensible desde la perspect iva de la lucha pol t ica por los votos y el poder .

    Parece , adems, to ta lmente leg t imo e l in tento de caminar con la cor r iente

    de la poca y de plegarse a los condic ionamientos geopol t icos y econmi

    cos del momento his tr ico. A mayor abundamiento hay que admi t i r que

    at ravesamos c i rcunstancias bajo las que e l cambio en los modos de inter

    pre tac in del entorno socia l y en la praxis t ransformadora de las es t ructu

    ras resul ta muy f recuente .

    Sucede, s in embargo, que a l presentar a l exter ior una imagen evolut i

    va ,

    a tono con las ideas dominantes , y a l desplegar una ac t ividad progre

    s i s ta, sobre la base de determinados presupues tos ter icos , l a in t roduc

    cin de al teraciones sustanciales en el entramado ideolgico originario

    provoca profundas divergencias ent re e l punto de par t ida y su adapta

    cin, de forma tal que por grandes esfuerzos que se hagan en pro de la

    rearmonizacin de la teora inicial con la modif icada, al antagonismo l lega

    a ser tan patente que todo afn de asimilacin resul ta r idculo; y, ms an,

    si se dan expl icaciones.

    Sucede tambin que los ms f ie les in trpre tes de la verdad his tr ica

    no se han preocupado s iquiera de buscar unas nuevas seas de ident idad.

    Envuel tos en la vorgine de la mutacin, a turdidos , quiz , por su paso

    at rs, dan la impres in de no haberse dado cuenta de que su imagen

    marxista no es ya ms que un espej ismo. En real idad, ignoran que el

    sociaUsmo reformista de nuevo cuo les s i ta en los umbrales de la

    democracia burguesa , que la renuncia a la dic tadura del prole tar iado ar ras

    t ra consigo inexorablemente e l der rumbamiento de la teor a pol t ica y de la

    lucha de c lases marxiana .

    Lo ms sorprendente de los acontecimientos que contemplamos radica ,

    con todo, en la incapacidad demost rada por los responsables ideolgicos

    para e laborar , par t iendo de los supues tos del propio mater ia l i smo dia lc

    t ico, unas premisas ter icas que les hubiesen permi t ido af rontar a l menos

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    TEORA POLTICA Y SOCIALISMO

    el obstculo de la dictadura del proletariado 12), sin ocasionar desper

    fectosirreparables ni verse, en fin, privados de su legitimidad de vanguar

    diasrevolucionarias.

    Ami modo de ver lo que ha ocurrido es bastante simple: los comunis

    tas

    no conocen en absoluto la obra de Marx, ni han podido tan siquiera

    atisbar el planteamiento del problema.

    Toda

    la contribucin marxiana de juventud arroja una conclusin termi

    nan te : el Estado poltico burgus, sobre todo en su forma ms avanzada

    la

    repblica democrtica, es totalmente incapaz de afrontar con xito

    la

    solucin de los problemas sociales. Dichos problemas o contradiccio

    nes

    constituyen precisamente el presupuesto de la existencia del propio

    Es t ado ;

    son los requisitos sine qua non de la organizacin poltica

    burguesa

    es decir, aquellos que de suprimirse impHcaran necesaria e

    inexorablemente la desaparicin del propio Estado. Sera tanto como co-

    12) Una elucidacin del concepto de dictadura del proletariado

    podra haber discurrido

    pongo por caso, por las siguientes lneas: Partiendo de la base del carcter contradictorio

    de toda la realidad la naturaleza, la vida social, el pensamiento de los hombres), cabe inferir

    la condicin contradictoria de la dictadura del proletariado. Por tratarse de una realidad

    contradictoria, la dictadura del proletariado tiene por esencia y fundamento a su negacin u.

    opuesto la democracia total en cuanto sociedad sin clases), y, en ese sentido, es, al mismo

    tiempo, ella-misma y su contrario; es un fenmeno cuyos aspectos luchan entre s impulsn

    dolo hacia su desenlace. La unidad constituida por ambos contrarios, o aspectos internos,

    tiene carcter transitorio, pues la contradiccin de s-misma contenida en s-misma no puede

    sino suprimirse merced a las pulsiones provocadas por la lucha entre los contrarios. Esta

    supresin o superacin, que tiene lugar como consecuencia de la victoria del aspecto princi

    pal de la contradiccin sobre el contrario ms dbil, implica la solucin de la contradiccin.

    Dicha solucin supone el cambio de calidad: el objeto donde se realiza la dictadura del

    proletariado) deja de ser lo que era y se convierte en otra cosa la ausencia de dictadura y,

    por ende, de Estado). Lo cual, por supuesto, no significa que la nueva realidad surgida

    permanezca inmvil e inalterada; antes al contrario, la solucin de la vieja contradiccin.

    Dicha solucin supone el cambio de calidad: el objeto donde se realiza la dictadura del

    proletariado) deja de ser lo que era y se convier te en otra cosa la ausencia de dictadura y,

    por ende, de Estado), Lo cual, por supuesto, no significa que la nueva realidad surgida

    permanezca inmvil e inaUerada; antes al contrario, la solucin de la vieja contradiccin

    implica la aparicin de un nuevo contrario... En otras palabras, la dictadura del proletariado,

    situacin temporal y contradictoria, es la unidad de dos contrarios, de los cuales el proleta

    riado que se constituye en clase dominante no es si no el aspecto subordinado o secundario,

    en tanto que el proletariado constituido en clase dominante es el aspecto fundamental o

    principal; aqul supone el elemento de fuerza; ste, el consenso; aqul, una sociedad clasista;

    ste, una sociedad sin clases. La lucha entre ambos aspectos o tendencias, que se excluyen

    mutuamente, pero que al mismo tiempo se presuponen, constituye la esencia misma del

    movimiento que lleva a la solucin de la dictadura del proletariado, a la negacin del

    proletariado como clase por no ser ya una clase explotada y, por ende, a la desaparicin

    de las clases... Claro est que toda esta exposicin, para la que me ha sido muy til el libro

    de B. Ortoneda, Principios fundamentales del marxismo-leninismo no deja de ser una

    increble y tremenda incongruencia.

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    SANTIAGO SNCHEZ

    meter suicidio. Es expl icable por lo tanto que la nica posibi l idad de

    subsist i r sea para el Estado procurar el mantenimiento de las mlt iples

    divisiones y antagonismos que atraviesan la sociedad civi l burguesa: desde

    las clases en luch a pa san do por la divisin del t raba jo ha sta la escisin de

    la perso nah dad en e l c iudad ano y e l ho m bre la esquizofrenia en sum a de

    la totalidad social.

    La s con clus ion es marxian as de juv en tud refer idas a l pode r pol tico

    burgus no slo fueron expl c i tamente ra t i f icadas en obras como La

    lucha de c lases en Francia y El 18 Brum ar io de Luis Bo na pa r te s ino

    que const i tuyeron e l motor de ar ranque de toda la inves t igacin l levada a

    cabo sobre e l esquele to de la sociedad c ivi l la es t ructura econmica

    capi ta li s ta es deci r de tod o aque l lo que se ha da do en l lamar cont r ibu-

    cin cient f ica.

    Por ot ra par te es m ene ster reco rda r a los nu ev os crey ente s en la

    prct ica pol t ica democrt ica que las formas de gobierno en e l mbi to de

    un especf ico modo de produccin cual es el capi tal is ta no son ms que

    meras adaptaciones

    a los cam bios tecnolgicos y a los cor re la t ivos nue vos

    s is temas de explotacin y as como el l ibera l i smo correspondi a un

    per odo de expansin la socia ldemocracia modelo por dems vigente en

    los pases con formas gubernamenta les democrt icas es e l rgimen apro-

    piado a los nuevos procedimientos de obtencin de la plusval a .

    Las mejoras sociales la universal izacin y ampliacin del sufragio

    unive rsa l e l jueg o de par t idos y s indicatos los m ovim ientos de dem ocra-

    c ia de base en bar r ios escuelas e ins t i tuc iones prximas a la propia

    act ividad laboral la publ icacin de re ivindicaciones de sectores margina-

    dos y la toma de conciencia de la to ta l a l ienacin de la natura leza

    han sido

    no nos l lamemos a engao paralelos a l increm ento de las fuerzas pro duc -

    t ivas algo que los Es tad os no han po dido evi tar al desp lazam iento del

    cent ro neurlgico de las decis iones pol t icas de los rganos democrt ica-

    me nte e legidos a los e jecut ivos y bu roc racia s a la ma rginacin de los

    sec tore s con fl ict ivos a la brutal instrum enta l izaci n de la opinin p bl ica

    a la con tam inaci n d el ai re la t ierra y el agu a a la p rdid a de cal idad de

    los al im ento s a la pornog rafa y a una feroz enajenacin colec t iva. No han

    cambiado la natura leza del Es tado ni tampoco de las fuerzas de la oposi -

    cin que obst inadamente se han integrado en la esfera de los mal l lamados

    interese s ge ne rale s en la abs tracci n de la relacin pb l ica que como bien

    deca Garca Morente se basa en conocer al hombre como si fuese cosa o

    puro obje to.

    En es te contexto habr a que expl icar c laramente una vez ms dos

    temas:

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    TEORA POLTICA Y SOCIALISMO

    a) el po de r poltico que se ejerce en el m arc o de una d em ocr acia

    representat iva no es una sustancia neutra , ut i l izable al ternat iva

    mente por e l detentador de turno.

    b) la prete nsi n l t ima del social ismo marxis mo es acaba r con el

    pode r-pol t ico-burgu s-ma rginado-d el-resto-de-la-sociedad , es de

    cir , con un t ipo concreto de poder que solamente se representa a s

    mismo, pero que, aparentemente, defiende los intereses de la colec

    tividad que le sirve de fundamento.

    La tradicin del marxismo-leninismo ha sido, respecto del primer pun

    to , fiel a su fuente de origen, la cual, paradjicamente, constituye ya la

    primera deformacin de la contribucin de Marx a la teora poltica. De

    forma absolutamente increble , Engels, uno de los e laboradores de la

    teora materia l ista de la historia , introdujo el concepto de Estado como

    instrumento o mquina de opresin, perfectamente diferenciado y objet iva

    do 13), olvid and o que la orga nizaci n social y el E sta do brota n c on stan

    tem ente del proc eso de vida de determ inado s individuos . .. ) ta l y como

    actan y producen materia lmente y, por tanto, ta l y como desarrol lan sus

    act ividades bajo determinados l mites, premisas y condiciones materia les

    ind epe ndie ntes de su voluntad 14).

    Esa separacin del objeto ^del Estado de su creador y la correla

    t iva consideracin del mismo como uti l izable en una u otra direccin, para

    explotar econmicamente a los poseedores de fuerza de trabajo como

    nica r iqueza o para expropiar a los capita l istas del patr imonio acumulado

    a travs de una secular apropiacin del trabajo ajeno, olvida simplemente

    que el Estado, bajo su configuracin burguesa, representat iva, formal o

    constitucional, es expresin oficial de la sociedad civil burguesa, es

    decir, de una formacin social temporal e histrica que surgi en un

    momento h is tr ico de te rminado como consecuenc ia de las t ransformacio

    nes econmico-sociales en un contexto especial y geogrfico tambin

    determinado 15).

    13) F. Eng els:

    Anti-Duhring pg. 285, Ed. Claridad. Buenos Aires, 1967.

    Introduccin a la Guerra Civil en Francia pg. 20, R. Aguilera Editor, Madrid, 1970.

    E Origen de la familia la propiedad privada y el Estado pg. 204, Ed. Claridad.

    Buenos Aires, 1970.

    Ludwing Feuerbach y el fin de la filosofa clsica alem ana

    pg. 71, R. Aguilera

    Editor, Madrid, 1968.

    14) La Ideologa Alemana: pg. 25, Coedicin Pue blos U nidos y Gri jalbo, S. A . .

    Barcelona, 1972.

    15) Ac er tada m ente , V . Cerro n i , a l com entar la teor a del Estad o marx is ta , que lo

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    SANTIAGO SNCHEZ

    El Estado no puede, en ningn caso, ser un Estado social is ta . Pensar

    lo contrario es l ci to, pero consti tuye una i lusin; una i lusin que se

    concreta en la creencia de que el Estado pol t ico-burgus es independiente,

    es deci r , de terminante ; de que la sociedad es e l e lemento condic ionado y

    de que , en suma, las de terminaciones mater ia lmente mot ivadas son, en

    rea l idad, autodeterminaciones puras de la l ibre voluntad.

    Respecto del segundo punto antes esbozado, e l socia l ismo se inscr ibe

    en la l nea del l iberalismo, sobrepasndolo. La desconfianza l iberal hacia

    e l poder pol t ico , cuya in tervencin teme jus t i f icada aunque i r rac ionalmen

    te , se transforma en la mente social is ta en una explicacin coherente de la

    exis tencia de aqul y de su natura leza de mal necesar io . Pr imero, mediante

    el anlis is de la relacin Estado-Sociedad y el posterior examen del modo

    de produccin capi ta l is ta . Segundo, mediante la negacin de la a tempora-

    l idad de esa es t ruc tura . Tercero, suminis t rando la base ter ica para la

    comprensin del especfico carcter del poder pol t ico burgus y de su

    posible superacin desde fuera, o sea, desde la sociedad.

    La vis in marxiana del poder pol t ico-burgus es del todo negativa,

    convergiendo en es te aspecto con la idea anarquis ta de l Es tado como mal

    absoluto. La reasuncin por las fuerzas sociales del poder pol t ico empal

    ma, a lo largo de toda la tradicin democrtica del pensamiento pol t ico,

    con la necesidad de s i tuar a los detentadores de poder en la esfera a que

    rea lmente per tenecen, s in pr ivi legios , n i prebendas . Las especia les prerro

    gat ivas de que todava gozan gobernantes , par lamentar ios , d iputados y

    dems representantes encarnacin de ia soberana popular , la misma

    cons iderac in del pueblo, como obje to de la pol f ica , nos re t rot raen a

    nues t ro antepasado Maquiavelo , a la vir tu, la as tucia y la for tuna que

    hace gi rar e l t iempo en redondo para anunciarnos mayores desgrac ias y

    mayores e spe ranzas .

    Los obs t inados es tudiosos que no renuncian a la bsqueda de una

    teor a socias ta y/o comunis ta de l Es tado pierden e l t iempo por dos

    considera como instrumento, creacin o mquina de opresin, realiza las siguientes ob

    servaciones:

    1.

    Si el Estado es slo mquina de poder, la teora de Marx debe contarse en el nmero

    de las teoras reductoras de la poltica a mera fuerza: no se ve su novedad.

    2. Si el Estado es para Marx una mera creacin voluntaria de las clases dom inantes, su

    teora poltica no es realmente materialista.

    3. Si el Estado es para Marx una mquina de opresin un instrumento) que perma

    nece incambiado aun con la variacin de las clases dominantes, el materialismo de

    Marx no es histrico, y no explica por qu una clase dominante se sirve del instru

    mento polis antes que del Estado feudal o del Estado representativo de derecho. En

    La teora de las crisis sociales en Marx pg. 206, Alberto Corazn Editor, Madrid,

    1975.

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    TEO RA PO LTICA Y SO CIA LISMO

    razones: la nica teora marxista del Estado es la teora de Marx sobre el

    Estado burgus-capitalista las extrapolac iones son peligrosas y, general

    mente, falsas); y, por otra parte, en una sociedad socialista carece de

    sentido plantearse el estudio de un objeto inexistente: el Estado.

    El Estado poltico con el significado que esta expresin tiene en la

    Crtica de la Filosofa del Derecho de Hegel) y la Economa poltica son,

    valgan los lugares comunes, la supra y la infraestructura de una formacin

    social perecedera que alumbrar una nueva poca de democracia total y de

    abundancia plena. Al menos, as interpreto yo el pensamiento de Marx.