Problemas de la teoría marxista del partido … · Problemi della teoria marxista del partito...

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Lucio Magri . Problemas' . de la teoría tnarxista del partido revolucionario EDITORIAL ANAGRAMA

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Lucio Magri

.Problemas' . de la

teoría tnarxista del

partido revolucionario

EDITORIAL ANAGRAMA

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Fuenles:

(clntroduction» y (cPostcript»)

Ncw Left Revie\y, n.o 60

Londres, 1970

Problemi della teoria marxista del partito revolucionario

Crítica Marxista

Roma, 1963

Traducción:

Angels Martíncz Castells (textos de Ne"\\-' Left Rcview)Eduardo MasuJlo (texto de Crítica Marxista)

Maqueta de la colección:Argente y lvíumbn:J

© EDITORIAL ANAGRAMACalle de la Cruz, 44

Barcelona· 17

Depósito Legal: R 25401,1975

ISBN 84 - 339 - 0391 - 8Printed in Spain

"GnÁFICAS DIAl\:rANTE~ Zamora. 83 ~ Barcelona ..)

INTRODUCCION A LUCIO MAGRI

La paradoja central del marxismo italiano apartir de la 2.. Guerra Mundial ha sido la pre­ponderancia intelectual de una escuela cuyainspiración filosófica se oponía frontalmente ala gramsciana. Galvano Delia Volpe y sus. dis-·cípulos, en particular Lucio Colletti, desarrolla.ron una obra original y radical claramente anti·hegeliana, que se caracterizaba además por suinflexible hostilidad con respecto a la influen-'da de Croce (ver NLR 59)_ El éxito de la es­cuela dellavolplana se debió en gran medida asu intrínseca coherencia y agresividad. Pero,además, hay que tener en cuenta el modo cómoutilizó el Partido Comunista italiano el pensa­miento de Gramsci. A mediados de los cincuen­ta, el PCI canonizó a Gramsci como ídolooficial del partido. Su función consistía princi- ._palmente en ir legitimando las maniobras tác­ticas del frente ideológico proveyéndolas 'depretendidas y nominales credenciales revolu,cionarias. Después de la muerte de Gramsci elPCI presentó a Togliatti como el sucesor que

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garantizaba la continuación ¡eonca del pensa­miento gramsciario, que se impuso a los miem­bros del partido como una ortodoxia. El resul­tado fue que dentro del PCI se rindió un sofo­cante culto a Gramsci, acompañado de muypoco estudio serio y ningún desarrollo de suobra. Un símbolo de esta situa,ción puede verseen el hecho de que todavía hoy, 25 años des­pués de la Liberación, no existe una edicióníntegra y cuidada de sus escritos. El hechode que el PCI diera una visión institucionaliza­da de Gramsci tuvo el irónico efecto de neutra­lizar considerablemente su influencia intelec·tual; en la actualidad, muchos jóvenes militan­tes italianos 'al margen del peI reaccionanemocionalmente "contra» Gramscí, al iíwalque lo hacen «contra» Lenin muchos .jóveneschecos o rusos. El origen de la cOnfusión ra­dica, en ambos Q4S0S, en la apropiación buro­crática de sus nombres. En esta atmósfera dehomenaje oficial y acrítico, las ideas de DellaVolpe -',-que procedían de un horizonte total­mente distinto- tenían una astringencia re­frescante y un.a gran independencia de espíritu.

En medio de esta situación, la obra de LucioMagri -un joven militante del PCIde Berga­mo- protagonizó un nuevo e involuntario es­tallido en los primeros años sesenta, al utilizarlas ideas de Gramsci en un trabajo teórico so­bre política. El resultado fue brillarltementedistinto de las acostumbradas letanías de losfuncionarios. El ensayo de Magri de 1963 fue

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un estudio de la teoría marxista del partido re­volucionario ¡, Su autor era entonces práctica­mente desconocido, tanto dentro como fueradel Partido Comunista italiano: Dos años des­pués, el principal líder de la derecha del PCI,Giorgio Amendola, provocó una gran contro­versia en el seno del partido. Amendola decla­raba que en los países de capitalismo avanzadotanto la tradición socialdemócrata como la co­munista habían demostrado ser poco válidas,inc'apaces de llega~· al socialismo; había llegadoel momento de unificar los dos movimientosen un nuevo partido italiano. La propuesta le­vantó un tormentoso debate en Rinascila, Quéfinalmente acabó por ser prohibido por lamisma dirección de! PCI. La réplica más vigo­rosa desde la izquierda a Amendola fue unartículo de Magri 2, al cual pronto se le denun­ció como «trotskista» p(')r Emilio Sereni, unveterano compañero napolitano de Amendola,v otro de los líderes de la derecha del PCI 3 Eldebate desembocó en una discusión sobre lanaturaleza v consecuencias de la estrate"ia ddFrente Pop~lar en Europa, que tanto Am~ndolacomo Sereni habían reivindicado -correcta-

1. "Problemidella TeoriaMarxista. del Partito Revo·luzíonario", Critica Marxista, setíembre-,diciembre, 1963.Este es el artículo que se publica en este mismo ':ua­cIerno.

2. "Unificazione: so qua1e Linea?" Ril1ascíta, 6 demarzo de 1965.

3. Emilio Serení, .t, Appunti per una Díscussj'one sullePolítichc dí Fronte Popolare e Nazionale", Crifica Mar·.... ista, marzo-abrÍI 1965.

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mente- como una táctica permanente de lapolítica del PCI hastll el presente. En un en­sayo escrito a mediados de 1965, Magri replicósometiendo toda la experiencia histórica y laconcepción del frentepopulismo a una ampliay destructora crítica -lo cual implicaba unacondena en el mismo sentido de la políticadel PCl 4

• El XI Congreso del PCl, en 1966,prohibió el acceso de la poco numerosa iz­quierda revolucionaria a la prensa y seccionesculturales .del partido, y Magri, junto conotros, dejó de ser publicado en los periódicosteóricos del PCI, que fueron confiados a partirde entonces al control de Sereni.

Al año siguiente, Magri participó en un sym­posium sobre el 50 aniversario de la publica­ción de El Estado y la Revolución, de Lenin,en la revista independiente Problemi del So­cialismo, que había organizado un debate so­bre la vigencia de la teoría leninista del Estado.En un largo ensayo que sucedía a la notablecontribución de Lucio Colletti (publicada enNLR 56), Magri examinaba las metamorfosisdel moderno capitalismo de Estado en Occi­dente, y las implicaciones del impasse post­kruscheviano de los regímenes de Rusia y delEste de Europa 5. Al cabo de pocos meses am­bas cuestiones pasarían a primerísimo plano

4. "Il Valore e il Limite delle Esperienze Frontiste",Critica Marxista, julio-agosto 1965. o

5. "Per un Nuovo Realismo", Problemi del Socialismo,setiembre 1967.

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con el mayo francés y la invasión de Checoslo­vaquia en agosto. La reacción de Magri consis-

o tió en escribir un libro sobre los acontecimien­tos de Mayo que, dos años después, sigue sien'do un buen y. sistemático' análisis .marxista-quizás el único- de todo el proceso y poste­riores consecuencias de la crisis francesa 6. Eltaha del libro es deliberadamente frío y desapa­sionado, y en algunos pasajes negativamentecondicionado por consideraciom,-s tácticas, peroen esencia es una tremenda denuncia de' laactuación política del PCF. Poco tiempo des­pués, Amendola reclamó a grandes voces unatotal solidaridad con el PCF en un artículo enRinascita, y una «batalla en dos frentes»: con­tra la burguesía y contra el movimiento estu­diantil. El ataque de Magri a este artículo ha­bía de ser su última contribución a la prensadel partido 7.

En junio de 1969, un pequeño núcleo de laizquierda revolucionaria del PCI empezó a edi­tar un periódico independiente, Il Manifesto.Sus integrantes políticos más destacados eranRossana Rossanda (Diputada del PCI por Mi­lán, antes responsable del departamento decultura del partido), Aldo Natoli (Diputado delpeI por Roma), Massimo Caprara (Diputadodel PCI por Nápoles) y Luigi Pintor (de Caglia­ri, antes vice-editor de Uniti1). Junto con Ros-

6. Considerazioni slli Fatli di Maggio, Bari, 1968.7. "Piu a Sinistra e Piu Unitari", Rinascita, 12 de

julio de 1968.

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sanda, Magri asumió las funciones editorialesdel periódico. En un conjunto de artículos so·bre estrategia sindical, crisis política en Italia,y la estructura del PCl, desarrolló una peculiary cohen,nte crítica a la teoría y práctica con·temporáneas' del comunismo italiano 8. En di·ciembre de 1969 todos los participantes delManífesto fueron expulsados del PCI por ladirección del mismo, acusados de ser una into·lerable amenaza para· su organización y suestrategia. En una polémica posterior sobre losconsejos obreros, Magri demolió las justifica·ciones que daba Ingrao -simbólico antago·,nista pero en realidad complemento de Amen·dala en el Buró Político del PCI- para apro·bar estas expulsiones, poniendo de manifiestola similitud que existía entre muchas de lasconcepciones de Kautsky y las de lngrao 9.

¿Cuáles son los temas principales que sobre·salen en la evolución teórica y política de Ma·gri? Toda su obra parte de su convicción deque, en Occidente, el capitalismo avanzado haproducido sociedades de una complejidad únl·ca, con una densa y diversificada multitud declases y no una progresiva polarización y' pau·perización, lo cual sin duda exige una sendasuí generis hacia la revolución socialista. Estainquietud gramsciana va acompañada en Magri

8. Ver I1 Manifesto, núms. 1, 2·3 Y 4, 1969.9. "Una Risposta a lngrao", JI Mal1ifesto, núm. 1,

1970.

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por su gran capacidad de formulación ·de aná·lisis concretos coyunturales de bloques de clasey regímenes políticos en Italia y Francia, todolo cual había sido prácticamente extingüido enel último comunismo: la explicación de Magri

. sobre' el gaullismo es particularmente notableen este orden de cosas ,lo. El énfasis en la espe·cificidad histórica de la experiencia del Occi·dente europeo y la necesidad de una es~rategia

marxista de nuevo cuño que actúe en la mismaconducen forzosamente a una impugnación dela fórmula tradicional adoptada por los parti·dos comunistas occidcntales en la década delos treinta y retomada por los partidos fran·cés, finlandés e italiano en los sesenta: el Fren·te Popular. Para Magri, el Frente Popular re,presenta la falsa solución por excelencia a estqsproblemas: una movilización defensiva de lasmasas en torno a mínimas reivindicaciones, yuna fijación parlamentarista en la alianza conlos partidos socialdemócratas y burgueses, locual ha llevado repetidamente al fracaso. Ma·gri ha subraya,do que ,el moderno capitalismode Estado es un mecanismo altamente integra.do cuya naturaleza intrínseca rechaza y niegalas reformas parciales del tipo que las estrate·

10. Ver en particulaí- la seCCIOn sobre la cnSIS frati·cesa en Considerazioni suí Fartí dí Maggio, p. 210 Y ss.La primera aproximación de Magri, al gaullismo puedeleerse en su artículo "Ipotes! sulfa Dinamica del Gollis-'mo", en NlIovi Argol11e11li, noviembre de 1958·febrero de,

, 1959. '

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gias que los frentes populares han propugnadosiempre; el fracaso del gobierno Blum, en lostreinta, es el ejemplo paradigmático más evi­dente.

E! ataque de 'Magri al reformismo raquíticode las concepciones del Frente Popular ha idosimultáneamente acompañado de una críticaal «jacobinismo» que desde su punto de vistaha sido siempre su complemento, a partir dela Tercera Internacional. La teoría de Lenin delpartido bolchevique y del Estado soviético seadaptaban perfectamente a la sociedad rusa deaquel tiempo, debido precisamente a que refle­jaban una limitación objetiva: la combinaciónde una pequeña e ilustrada vanguardia con unaenorme y retrasada masa de la población. ParaMagri este jacobinismo es evidente tanto en el¿Qué hacer? corno en El Estado y la Revolu-.ción, aunque expresado de forma opuesta. Enel primer libro, el jacobinismo aparece bajouna forma «pesimista)}, ante la necesidad deimportar la' conciencia revolucionaria desde elexterior al proletariado ruso; en el segundo,en cambio, es «optimista» al asumir que' el.futuro Estado proletario será tan simple quepodrá ser manejado por cualquier cocinera. Elradicalismo de esta idea, comenta Magri, im­pide que se plantee el problema de la divisióndel trabajo en la transición al socialismo y laimperativa necesidad de institucionalizar la dis­crepancia y la pluralidad; de este modo puede,paradójicamente, caerse en el extremo opuesto,

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es decir, en un sólido monopolio del poder bu­rocrático ".

Si el frentepopulismo es una respuesta í·e·formista al problema de la revolución en Occi­dente, tampoco la pura y simple imitación delos insuperables elementos jacobinos de la rc­volución de Octubre puede ser la solución mar­xista adecuada. Históricamente, los partidoscomunistas de Occidente han oscilado éntre losdos extremos a partir de los treinta, combinán­dolos eventualmente en la peculiar síntesis deuna estrategia interna stalinizada (centralismo­burocrático) y una estrategia constitucionalistaexterna (<<lucha antimonopolista» para una «de­mocracia avanzada»). De ahí proviene su im­passe. Luchando contra estas tradiciones, Magriha insistido en que es necesaria una estrategiaque fuera consciente tanto de la madurez ycomplejidad de las estructuras sociales occi­dentales -lo cual excluye cualqu'íer posibilidadde esquema jacobino de una vanguardia sepa­rada: de las masas- y la rigidez y unidad delcapitalismo de Estado -lo cual excluye cual"quier posibilidad de gradualismo parlamenta­rio. La teoría de Gramsci sobre la: complejidadde las estructuras sociales occidentales seríainterpretada en este caso en dos sentidos. Poruna parte, la herencia cultural e ideológica del

11. "Per un Nuovo Realismp", op. cit., p. 1.092. Magrilo expresa con· un aforismo:· el Estado sólo puede ser "Jgobernado por cocineras en la medida en que las coci~

neras hayan dejado de existir.

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pasado europeo a menudo empapada dc vaJo­res preburgueses que pueden ser utilizados enla lucha contra el capitalismo (el primer tra­bajo de Magri se centra básicamente en esteaspecto). Por otro lado, la creciente diversifi­cación y sofisticación de las fuerzas producti­vas en ~na economía capitalista avanzada y laconcomItante amplificación de las relacionesde producción. La principal fuerza productivaes la propia clase obrera, la cual se ve simul­t~n~amenteampliada y diversificada por el cre­cImIento de la economía industrial moderna..Sin embargo, sería incorrecto confiar en quese producirá una ruptura inevitable entre estascrecientes fuerzas productivas y las relacionescapitalistas de producción. Adoptar una pers­pectiva de este tipo significaría una regresiónhacia una nueva versión del kautskysmo. Ma­gri ha señalado repetidamente que las fuerzasproductivas están siempre condicionadas en suíntima naturaleza por las relaciones de produc­ción: el potencial revolucionario de las nuevasnecesidades y aspiraciones que constantementegeneran entre los trabajadores, estudiantes yempleados las sociedades capitalistas occiden­tales. e: también constantemente confiscado yrepnmldo por jas maniobras de] sistema !l. Losobreros, estudiantes y empleados pueden esta­llar en explosivas revoluciones, de las cuales lade mayo es la más grandiosa hasta la fecha.

,12. V~r el importante pasaje de COllsiderazioni sui FattidI MagglO, p. 257 y ss.

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Pero su espoIltaneidad no hará por sí sola larevolución socialista, como tampoco pudo ha­cerla en el pasado la lucha espontánea por lasnecesidades más elementales. El partido mar,xista sigue siendo para las masas el medio in­dispensable para la destrucción del poder delEstado burgués.

La concepción del partido de Magri era unintento de situar y desarrollar la teoría del par­tido de Gramsci, es decir, entender el partidocomo un arquitecto de un bloque de clase ar­ticulado 'capaz de derribar el capitalismo occi­dental, mostrando al mismo tiempo su relacióncon las concepciones de Marx, Lenin, Luxem­burg y Lukács. La cuestión de hasta qué puntola concreta institución del peI tiene algo quever con las prescripciones teóricas de Gramscino entra en el examen, pero queda implícitoque como mínimo es capaz de adecuarse aJasmismas. De todos modos, al irse intensificandola lucha interna dentro del partido, va ponien­do cada vez más en tela de juicio la validez deesta suposición. A la luz de los acontecimien­tos de mayo, Magri evoluciona hacia un explí­cito rechazo de la triple herencia stalinista dedirección del partido por cooptación y no porelección, monopolio de las decisiones por losfuncionarios y compartimentación de los de­bates dentro de una jerarquía piramidal de ni­veles en la organización. Por ello, en las pági­nas de Il Manifesto colaboró en un concretoestudio sobre la composición social y. estructu-

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2. - TEORíA MARX1S1A

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ra de poder del PCl, el cual revelaba el consi­derable decremento de su base proletaria y elsistema rrianipulador de mando que concen­traba todas las decisiones importantes en unpequeño grupo dirigente, detrás de una sedosapantalla de tolerancia y liberalismo 13.

El resultado de esta evolución ha sido unradical cambio de enfoque. En el significativopost-scriptum para la NLR a su ensayo inicialsobre el partido revolucionario, Magri criticaahora la falta de estudio de los consejos obre-

. ros y de los soviets. En otras palabras, diceque es teórica y políticamente imposible defi­nir correctamente el papel del partido proleta­rio si al mismo tiempo no se define el papel delos consejos obreros, ya que si no existen estosúltimos, el partido se convertirá inevitablemen­te en un aparato burocratizado que dominaráa las pasivas masas. Para Magr!, el primerGramsci es el indispensable complemento y va­lidificador del último Gramsci: un partido sinconsejos obreros es una clase sin autogobierno.La revolución de Occidente no puede ser obrade una minoría jacobina: debe ser un trabajode masas -realizado por la "inmensa mayoríaen interés de la inmensa mayoría»- dotadadesde el principio de sus propios órganos autó­nomos de administración. La relación triangu­lar entre clase, consejos y partido delimita a

partir de ahora el esencial problema estraté­gico de la revolución en el capitalismo avan­zado.

El trabajo de Magri, como él mismo mani­fiesta, debe ser considerado como expresión deuna empresa colectiva que inició el grupo edi­tor del Manifesto. La libertad que ha surgidode las coacciones esopianas del interior de Dar­tido ha dado recientemente una nueva p;eci­sión y endurecimiento al lenguaje del grupo,lo que representa un afortunado despegue des­de la oscura retórica del idioma político delPCl, del cual no siempre se vio exento en elpasado. Los futuros desarrollos políticos esta­rán vinculados al propio curso de la lucha declases.

NEW LEFT REVIEW

13. "L'Organizzazione' Comunista", con F. Maone, enIl Ma¡¡ifeslo, núm. 4, 1969.

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LUCIO MAGRl

PROBLEMAS DE LA TEORlA MARXISTADEL PARTIDO REVOLUCIONARIO

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El problema de la organizaclOn de un par­tido revolucionario -decía Marx- sólo puedeabordarse a partir de una teoría de la revolu­ción. Se trata así, en todo momento, de un nro­blema teóriCo, en el sentido más amplio de laexpresión: no sólo en tanto implica problemasde táctica y de estrategia, sino también porque,de por sí, exige una definición científica delconcepto de partido, de su naturaleza, de susprincipios de funcionamiento, a la cual referirconstantemente la práctica organizativa. El he­cho de que tales definiciones, como cualquierGtra parte del marxismo, nunca puedan fijarsedogmáticamente y exijan una reelaboración yun desarrollo continuos en nada qisminuye lanecesidad de una teoría rigurosa; por el con­trario, requiere a cada momento el esfuerzo deuna indagación.

En la actual situación del movimiento obre-

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ro en Italia todo esto se presenta como parti­cularmente necesario. El debate que se desarro­lla desde hace algunos años acerca de cuestio­nes organizativas siempre renovadas, a fin deadecuar los métodos de trabajo y los instru­mentos de lucha a nuevas realidades políticasy sociales, es en verdad, y cada vez en mayormedida, un debate sobre la línea general de larevolución en Italia, y sobre el tipo de partidoque dicha línea implica y presupone. De hecho,esta temática tiene precedentes importantes enla historia de nuestro partido, e incluso puededecirse que la acompañó en todo su 'curso ycaracterizó sus momentos más destacados.Cuanto más madura se hace la indagación entorno de un camino italiano hacia el socialis­mo, tanto más, en el terreno teórico y sobretodo en el práctico, se modela progresivamenteun tipo nuevo de partido.

A otros corresponderá, en' este mismo nú­mero de Critica Marxista, reconstruir las eta­pas de ese desarrollo, aprehender, más allá. dela apariencia, la dinámica profunda y el sen­tido global, valorar los límites no sobrepasa­dos, indicar las líneas de desarrollo para quese los supere. Pero me parece sin duda eviden­te que, en este proceso, al momento actual leaguarda un papel particular; que nunca comohoy el problema de desarrollar la elaboraciónde la teoría del partido se planteó al movimien·to obrero italiano con tanta amplitud temática,con tanta urgencia objetiva, y al mismo tiem-

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po con tanta riqueza de fermentos nuevos yde potencialidades fecundas.

Para valorarlo creo que bastará una brevereflexión sóbre los fenómenos objetivos quehoy caracterizan al movimiento italiano.

En los últimos años este movimiento debióenfrentarse a dos procesos diversos y conver·gentes: por un lado, ht.1ransform..ación rápiday _~umultuosa de lil_r:~~da~_s2~iaL_'CLJ~a~9._.de_un capitalismo tradicionalmente estático yatra­sado a una etapa de desarrollo nueva, dinámicay madura¡; por el otro, la crisis, y la ya iniciadasuperación de las fó~lcas;Lh..tequilibrie-político ne-1ós instrume-ntos·org;.,niz1i1iVD~ql1e durante muchos años-caracteri­Z:arcm:=:al=moviIh~!1i.s.fa~inte:r.flacionel.

Es indudable que, en última instancia, estosdos procesos están estrechamente ligados en­tre sí, que el segundo expresa o plantea esa mis­ma exigencia de formas más avanzadas y ma­duras de estrategia que,en Occidente, las·trans­formaciones de la sociedad capitalista exigendesde hace tiempo. De todos modos, no carecede significación ni de relieve el hecho de queen Italia se hayan producido contemporánea­mente, entretejiéndose y reaccionando el unosobre el otro. Si esto, indudablemente, propor­ciona ocasiones muy favorables al proletariadoitaliano, que debe enfrentarse al capitalismoavanzado cuando ya un proceso de desarrollodel sistema socialista le abre las posibilidadesde iniciativa y de movimiento necesarios, tam-

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bién impone por otra parte una problemáticaque se presenta con gran amplitud y. urgen~ia.. En esta situación adquieren partIcular Im­portancia los problemas del partido, ya queéstos, antes que cualesquiera otros, se ven afec­tados por los fenómenos que acabamos de sub­rayar. En efecto, antes que nada el desarrollocapitalista ha producido -y produce- no sólovastos desplazamientos de población, rápidastransformaciones ambientales y por tanto se­rias dificultades organizativas para las fuerzaspolíticas de masas, sino también y sobre todotransformaciones cualitativas en los modos deformación y expresión de la voluntad políticay en la estructura de poder del Estad~. Se tra­ta de aquello que habitualmente se defme comototalitarismo neocapitalista: un nuevo tip<J¡

(de tQtalitarismo, que hoy agrede a la demacra.,Icia a. niv~l de!i sociedad c~vil, al rr:asificar las\

cOnCienCias, disgregar la vida. asoCiada, deforlmar las necesidades y subordmar la cultura, YIa niv'el de la sociedad política, .al buroc.rati~arllos partidos, vac.iar de contemdo las msütu-Iciones y transfenr el poder real a nuevos cen-,

I tras, y subordinar el Estado a los intereses pri- \~ados. ~

¿No basta prestar atención a los efectos deesta agresión en la vida democrática de lospaíses más adelantados, allí donde todavía noha encontrado nuevas y adecuadas formas deresistencia, para tomar plena conciencia de laamenaza que contiene? La literatura sobre este

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tema es tan vasta que casi no vale la pena in­sistir. En particular, empero, es preciso añadirque este proceso totalitario concentra su pro­pio impulso destructor, y muestra su eficacia,en el ataque, más o menos frontal pero igual­mente disgregador, contra el partido y el mo­mento polÍtico. Precisamente porque el capit<i-

ílTsmo maduro no es una forma de decadenciageneral e inmediata de la sociedad, de crisis ydescomposición, sino que conserva en sí mu­chosaspectos de unidad y de "progreso», de­formándoles su sentido humano y su natura-

Ileza civil, este totalitarismo permite que so­

. bre~ivan formas pa:-ciales, aunque en ~arte .il~­

. sanas, de autonomia, de verdad, de vida CiViL'-Aquello que el totalitarismo neocapitalista obs­

taculiza, a través del proceso general de reifi-cación de la conciencia individual y de la vida?olectiva, es sobre todo la formación de cual­quier visión global, de cualquier interpretacióntotal del presente como mediación hacia el fu­turo, y del futuro como diseño orgánico y ra­cional de reconstrucción del mundo. Lo quecIeteriora, en suma, es la posibilidad de unifi­cación, de síntesis superadora, sin la cual lasdiversas tensiones, energías y exigencias· quenacen de la sociedad, porque la sociedad la;;necesita, recaen dentro del horizonte del sis­tema, aceptan la perspectiva deforman te, seconvierten en pilares del mismo.

Es la realidad misma la que vuelve a plan­tear entonces, en nuevas formas y a nuevos ni-,

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veles, el tema del partido en toda su amplitud,como problema de la subjetividad en la histo­ria, de la visión totalizadora, de la praxis trans­formadora, como análisis y crítica global delmundo existente y como instrumento del hom­bre para dar un sentido a la historia. Y sonprecisamente éstos los problemas de! partidorevolucionario, y que por medio de! partido re­volucionario, se plantean en e! seno del mar­xismo, en términos de: relación entre partido

mclase, significado y función de la ideología,

, naturaleza de la conciencia revolucionaria, re­, lación tlntre lucha inmediata y perspectiva fi­

nal.Por otro lado, la profunda revisión política

e ideológica iniciada en el XX Congreso y elreciente deterioro de la unidad internacionaldel movimiento comunista también gravitaron,de un modo muy serio y directo, en la concep­ciÓn, y la praxis, del partido. En este terreno,eti efecto, las condiciones de la época preceden­te y los errores de la política stalinista habíanproducido osificaciones teóricas y deformacio­nes prácticas, pero sin duda no habían impe­dido la acumulación de tesoro~1-a,-oerec~~es mora!~queconservaiiqUizás eLaspec-lo__j:ñ~.:::1SraTI(J:r6So de "il.<l1,leU-ª_éPQ.ca. Aquí, pues, el proceso de autocrítica de­bió ser más implacable, más grave el efecto dela lucidez en su lucha contra el mito, pero tam­bién aquí resulta más delicada, difícil, peligro­sa, la empresa de discernir lo verdadero de lo

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falso, lo caduco de lo permanente, de impedirque el desarrollo destruya aquello que, bajonuevas formas, merece salvarse. La rupturaleninista había realizado su crítica radical deloportunismo, se había separado rotundamentede la socialdemocracia, en la concepción y enel funcionamiento del partido, en los modos en,que cada militante vivía la vida de partido. !

, ¿Cómo salvar aquella distinción, conservarl'aquell~ ~rítica, superando los límites históricos'y corrIgIendo tanto las deformaciones burocrá­ticas como los moralismos formales que aúnsobreviven? ,r"

Estos Son los complejos y entrelazados in­terrogantes que la realidad plantea, ésta es laamplitud de la temática que es preciso recono­cer más allá de la inmediatez de las cuestionesorganizativas, y de cuya solución depende enbuena parte la solución de estas últimas.

Obviamente, el análisis y las reflexiones quepresentamos a continuación no tienen la am­bición de resolver esos problemas, y ni Siquierade tratarlos de modo sistemático. Su finalidadconsiste más bien en reexaminar, a la luz de la

'situación actual, algunos momentos destaca;dos del desarrollo del debate estrictamente teó­rico sobre la naturaleza del partido revolucio­nario y sobre la relación clase-partido que haacompañado toda la historia del movimientorevolucionario, a fin de buscar en él ya sea losfundamentos históricos de un tratamiento sis­temático del problema, ya sea algunas indica-

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ciones e hipótesis de trabajo para resolver losinterrogantes del presente. Son éstas indicacio­nes e hipótesis cuyo valor es muy problemá­tico en la medida en que no están, ni podríanestar, en todo momento interrelacionadas, pre­cisadas, ni asumir formas concretas a travésde un análisis concreto de la realidad social,del estado actual del movimiento, etc. Tareaésta decisiva, pero del todo ajena <íl tema delpresente trabajo.

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Sería vano buscar en Marx una exposiciónsistemática y completa de la teoría del partidoproletario, de' su natUraleza, de sus caracterís­ticas, así como, por otra parte, sería vano que­rer extraer de su obra una elaboración .éabaldel concepto de clase. Estos son dos puntosimportantes !del pensamiento marxiano quenunca fueron desarrollados a fondo, cuyos con­tornos forzosamente deben reconstruirse me-, .diante un trabajo de interpretaCIón, y cuyotratamiento exigiría nuevas indagaciones y nue­vos esfuerzos creativos. Eso no quiere decir,empero, que en la obra de Marx no esté conte­nida implícitamente una definición de esos con­ceptos, que son absolutamente necesarios paraconservar su rigor lógico y fecundidad cientí­fica.

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Sin una teoría del partido y de la clase, elmarxismo sucumbiría bajo los golpes conver­gentes de sus adversarios tradicio~al.es:el ac­tivismo irracionalista y el determIl1lsmo eco­nómico, el relativismo historicista y 1<;1 metafí­sica tendrían fundamento para declarar fraca­sado el intento de «poner la dialéctica sobre suspies», de mundanizar la historia, pero al mismotiempo comprenderla, juzgarla, orientar sudesarrollo según esquemas definidos.

Los intérpretes de Marx han dicho muchasveces, y con toda la razón, que la base de supensamiento, el cimiento en que se apoya, sehalla en la crítica, no de una filosofía, sino dela filosofía, no de una utopía, sino de todo uto­pismo, como tan ejemplarmente resumen las'tesis sobre Feuerbach. Esa crítica tiende a darun golpe definitivo a la escisión eptre verdadc historia, a la oposición entre ser y pensa­miento -que, después de haber dominado todala historia del hombre, aún seguía vigente en elsistema hegeliano-, y, correlativamente, a su-

. perar en principio y de hecho toda escisión en­tre la facticidad de la historia, abandonada asu propia inmovilidad o proceder casual, y elabsolutismo de ideales perseguibles con inde­pendencia de ella (alienación religiosa) o abs­tractamente superpuestos a ellq (utopismo Hu-minista).· . .

Pero ya en la forma de esa crítica (Tesis XI:<dos filósofos se han limitado a interpretar elmundo de distintos modos, de lo que se trata

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II1

1

es de transformarlo)} 1), y sobre todo en el es­píritu general que la anima y en el contexto depensamiento en que se inserta, es absolutamen­te evidente que Marx rehuye, e incluso combateactivamente, toda interpretación que a partirde ella conduzca o bien al irracionalismo his­toriCista o bien a la ficticia raciónalidad deldeterminismo; que su objetivo consciente esfundar teóricamente y promover prácticamenteuna acción del hombre en la historia, como su­jeto de voluntad y libertad, según juicios y fi­nes racionalmente organizados.

Nace aquí el problema fundamental para elmarxismo, su gran reforma del pensamiento,la especificidad de su dialéctica, el problemacon el que se ha medido y con el que cada día,a.nuevos niveles, debe medirse. ¿Cómo escaparde la antinomia entre dogmatismo e irraciona­lidad, entre ciencia y conciencia, entre deter­minismo y utopismo? ¿Cómo volver a poner

. la dialéctica hegeliana «sobre los pies)}, reafir­mar la prioridad del ser sobre el pensamiento,sin quedar prisionero del objetivismo?

No nos corresponde, y mucho menos en estetrabajo, exponer sistemáticamente la respuestaque dio Marx a estos interrogantes (por otrolado, bastante controvertida en sus diversas in­terpretaciones) ni analizar el problema quedeja en suspenso. De cualquier modo, una di-

1. K. Marx, Tesis sobre Feuerbach, en Obras escogi·das, Ir, p. 428.

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rección de esa respuesta es completamente da-.ra e interesa directamente a nuestro tema.

No hay ninguna duda de que Marx, coherentecon ]a hipótesis de ]a cual partía, trató de re­solver todo~ estos problemas saliendo del te­rreno puramente especulativo, interrogando lahistoria, la realidad social, y buscando en ellay en sus líneas de desarrollo ya sea el funda­mento teórico de una ciencia del hombre queno fuera metafísica ni objetivista, ya sea latendencia real, la posibilidad objetiva de larealización de esa ciencia.

Pero ¿cómo es posible dar el primer paso deesta indagación, con qué método que no im­plique en sí mismo un presupuesto dogmático,con qué garantía de no producir una imagendeformada, <<ideológica)}?

.Evidentemente, si esta realidad pudiera con­siderarse, aunque sólo fuera por un momento,totalmente desde afuera, de un modo por com­pleto objetivo, de forma' similar a como pa­rece que puede hacerlo el científico que estu­dia la naturaleza, el problema parecería muysimple. Pero es el mismo Marx en su crítica.' ,a Feuerbach, quien ha criticado como «defectoprincipal de todo materialismo» el concebir «alobjeto real, ]0 sensible, sólo bajo la formade objeto o de intuición, pero no como activicdad humana sensib,le, como actividad práctica,no subjetivamente».· Lo esencial del métododialéctico, en cualquiera de sus versiones, siem­pre es, de hecho, analizar la realidad sin aislar-

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la de su proceso de formación, ni de su rela­ción con el sujeto que la conoce, ni del contextogeneral, en suma, de la «totalidad" en la cualse inserta.

En 'cc)Dsecuencia, si se quiere interrogar larealidad social e histórica, organizar una in­terpretación, comprender su significado, su ten­dencia, su valor, evitando, por otra parte, todaforma de platonismo y de idealismo, es pre­ciso que exista, y pueda identificarse, una basereal, un sujeto capaz de este conocimiento, parael cual ese conocimiento nazca de su propianaturaleza, de su posición en la realidad; ensuma, un sujeto para el cual, y en el cual, cien­cia y conciencia tiendan a coincidir y de cuyadialéctica emane el proceso real del conoci­miento como unidad de teoría y praxis. Pero¿existe, se puede encontrar inmediatamente enla realidad histórica semejante fundamento deuna ciencia de la ~ealidad y del hombre? Ob­viamente, la solución no puede hallarse en unadefinición abstracta y metahistórica de la na­turaleza humana, de la esencia del hombre, quevolvería a encerrarnos en posiciones dogmáti­cas y metafísicas, y destruiría de antemano elpresupuesto de la dialéctica que se quiere fun­dar. Si luego sustituimos el concepto de hom­bre por el hombre real, históricamente deter­minado, la solución parece alejarse aún más.La sociedad capitalista que Marx encontrabaen su análisis, y toda la reflexión científica ycultural que representaba la conciencia de la

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misma, le ofrecían la imagen de un individuo,_por un lado, separado del cuerpo social, en·cerrado por definición dentro de los estrechosconfines de un interés particular, de un cono­cimiento limitado, de una praxis impotente; porel otro lado, ya no dueño de la ciencia y de latécnica, sino subordinado a ellas, a las fuerzasobjetivas de la producción y del mercado, a lasociedad como una «segunda naturaleza»: ensíntesis, un individuo para el cual la sociedadv la historia se contrapon'en como realidadesindependientes, gobernadas por la necesidad y,en conjunto, incognoscibles.

Pero apenas, sobre ese camino, el análisis sehacía más profundo y permitía captar la estruc­tura básica, el mecanismo de fondo que domi­naba la sociedad (es decir, la relación capita­lista de producción como forma generalizadadel intercambio y del valor), entonces surgía,en la realidad, un sujeto histórico cuyo «ser»contenía intrínsecamente un conocimiento crí­tico de la totalidad social dada y la tendenciaa reconstruirla desde sus cimientos sobre basesque permitan al hombre dirigir y conocer elmundo que lo circunda. Este sujeto-objeto, que«en la conciencia de sí reconstn,lye una cienciade la sociedad», y que puede así representar elfundamento objetivo del conocimiento (y, porlo tanto, del mismo análisis que condujo a suindividualización), .es el proletariado. Pero nopor aquello de

333. - TEORíA \L-\RXIS"L-\

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·"que este o aquel proletario, o incluso elproletariado en su conjunto, pueda repre­sentarse alguna vez como meta, sino poraquello qu; el proleta'riado es y de lo queestá obligado históricamente a hacer, conarreglo a ese ser suyo».

En efecto, el proletariado, antes que nada',expresa y 'resume todo el mecanismo que re­gula la sociedad capitalista, representa en sí eltrabajo humano convertido en mercancía, laseparación entre el hombre y su trabajo, la alíe.­nación universal (,da clase propietaria y la cla­se proletaria presentan la misma alienación desÍ»), Pero la burguesía

«se siente a gusto y se afirma y confirmaen esta autoenajenación, sabe que la ena­jenación es su propio poder y posee en élla apariencia de una existencia humana;[el proletariado] ... en cambio, $e sientedestruido en la enajenación, ve en ella suimpotencia y la realidad de una existen­cia inhumana» 2,

Su lucha contra la clase opuesta, su libera­ción, se muestra pues como universal en unsentido doblemente radical: para ser realmen­te tal, debe ser al mismo tiempo la liberacióndel opresor, prisionero del mismo mecanismoque domina, y,de modo más general, debe ser

2, K, Marx, La sagrada familia, Grijalbo, México, 1959,pp. 10]·102.

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para el hombre la liberación de su separaciónrespecto de la sociedad y de su subordina­ción respecto de las fuerzas ciegas de la histo­ria; en síntesis, debe ser la fundación de ,unasociedad «propiamente humana».

Por otra parte, el proletariado es fruto yppr.tador de una dinámica histórica y de unaSOCIedad en la cual el desarrollo de las fuerzasproductivas materiales, la socialización del pro­c~so productivo, el nivel técnico y social, con­sJenten, y con sus contradicciones incluso so­licitan, un derrocamíento del orden existentey su reorganización sobre nuevas bases' conello y en ello, la revolución resulta, adem'ás denecesaria, posible. Y se trata de una revoluciónd~stinta de cualquier otra que la haya prece­dIdo, ya que por primera vez puede iniciar unproceso de integración social dél hombre y deconsciente dominio de su historia. En este sen­tido, se aclara también el vuelco de la filo~ofíaen la praxis: la revolución proletari~ aparececomo fundadora de las bases objetivas de unconocimiento no, «ideológico», de una culturauniversal, de una ciencia de la realidad socialde una verdad cognoscible, que se autocritic~constantemente en el incesante desarrollo de lahistoria, pero no por eso deja de ser verdad ypor tanto puede ser teóricamente definida.

En este carácter radical y universal, que esla fuerza y la grandeza del proletariado, estátambién implícita, empero, una debilidad.

En efecto, por ello, a diferencia de cualquier

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otra clase o grupo social que la haya precedido,la revolución' proletaria es un proceso de su­peración y autonegación. La burguesía, porejemplo, había defínido su propia naturaleza yfisonomía entre las redes de lasocíedad feu­dal; la conquista del Estado y la transforma­ción de la sociedad significaron para ella lasanción final y la generalización de sus intere­ses de clase, y produjeron inmediatamente unasociedad burguesa. La revolución proletaria,por el contrario, debe desembocar en una so­ciedad sin clases:

«El proletariado -como dice Lukács­no se realiza sino en el momento en que sesuprime, en el momento en que alcanzael fin de su lucha como clase y produce lasociedad sin clases" 3.

En rigor, este proceso de autosupresión nopuede circunscribirse a una etapa limitada yúltima, sino que acompaña la historia de laclase desde sus orígenes. En efecto, el desarro­llo de la sociedad capitalista, la maduración dela crisis revolucionaria, significa para los pro­letarios una subordinación social cada vez másrigurosa, un ahondamiento del proceso de alie­nación y aislamiento sociaL En su inmediatez,en sU pura objetividad, el proletariado apare­ce, pues, bajo la forma de la expresión más fiel

3. Cf. G. Lukács, "La consciencia de clase" y "RosaLuxemburg, marxista" (Berlín, 1923), en Historia y cons,ciencia de clase, Grijalbo, México.

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de, la :-ealidad capi talista, de su glorificaciónmas tnunfal : como clase revolucionaria, o sim­plem.ente come: clase unida y definida, el pro­let~n.ado n,o tlene una existencia puramenteobjetlva; solo a través de la conciencia de sí .d.e la mediación de una conciencia revoluciona~r;a, ~lcanza u~a realidad efectiva; sin tal con­~le~C1a, no eXlste, es una pura posibilidad ob­jetlVa. Marx resume todo esto en una célebrefrase:

«el proletariado será revolucionario o noserá".

El i.nstr.umento, el «lugar» necesario, de esta«conClenCla constituyente" es el partido:

«el proletariado no puede obrar como cia­se si no se constituye en partido políticopropio, distinto, opuesto... }) 4.

Nos parece que, en este punto, se manifies­tan con suficiente claridad los rasgos desta­cados, o al menos los presupuestos teóricosde la ~oncepción marxista del partido revolu~ClOnano. Este no expresa ni promueve intere­ses definidos, no es la formación empírica quetutela un gr~po social en el plano político, sinola vanguardIa consciente a través de la cual laclase supera su inmediatez fragmentaria y sub-

" 4. Carta. de Marx a Schweitzer (citada por Sartre en

1Los comuDlstas y la paz") y Resolució" de la Co"ierenciaI1lernacl'ol1al de Londres de la Al T 1871 A

D 1 R l· . .., ,en maro

e osa, op. ClI., p. 227.

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alterna; no es el instrumento de la aCClOn deun sujeto histórico preexistente, con .ca:~cte­

rísticas v fines precisos, sino la medIaclOn através d~ la cual ese sujeto se constituye pro­gresivamente, define un «telas» propio, un pro­yecto histórico propio. Este proyecto tampocopuede concebirse en términos abstractos y ~s­

táticos como dado ab il1itio; por el contrano,en sí ~ismo es el producto cada vez más ma­duro de la historia de la conciencia de clase,el fruto de la praxis revolucionaria. De esemodo la relación partido-clase se hace cabal­ment~ dialéctica; por un lado, el partido, laconciencia revolucionaria, son. externos a laclase o al menos a suinmediatez social; por elotro' no son -ni pueden ser- más que unapart~ de la clase, su conciencia de sí, el frutode la praxis que revela lo oculto, su madura­ción histórica, real. Finalmente, por todo esto,el partido revolucionario aparece, ya en sí mis­mo como una crítica en acto del Estado bur­gués, como el inicio de la superación de la frac­tura entre sociedad política y sociedad CIVIl,entre hombre y ciudadano; en él la política selibera de su límite maquiavélico, el poder seconvierte en instrumento de fines sociales po­

. sitivos, y la organización política se configura,en todo momento, como fuerza transformado~a

de los hombres y de la sociedad, como prefigu­ración de un ordenamiento diferente.

No obsta!lce,un aspecto del partido proleta­rio -y no un aspecto secundario-· no fue ver-

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daderamente aclarado por Marx. Admitido que,en la inmediatez de su condición, el proleta­riado no pueda alcanzar en modo alguno unavisión de conjunto del sistema social, ni pro,mover su derrumbe; admitido, pues, que suacción como clase sólo pueda desarrollarse me­diante la superación de esa inmediatez, y porlo tanto a través de la mediación de una con­ciencia revolucionaria, ¿cuál es el proceso, elmecanismo, a través del cual puede producirseesa conciencia? Y para decirlo de modo máspreciso: ¿puede la conciencia de clase, sobrela base de una necesidad intrínseca, maduraren el proletariado como un proceso espontáneo de elementos que ya están presentes en suobjetividad social y que se vuelven cada vezmás dominantes hasta prevalecer sobre losdemás elementos originarios que condenabana la clase a la subordinación y la disgregación?¿O es que tal conciencia representa forzosa­mente una superación global de la inmediatezproletaria, y no puede madurar si no es a tra­vés de un salto dialéctico, de la acción de fuer­zas externas v su entrelazamiento con la acciónespontánea de la clase?

Marx, dijimos, no solventó ese problema.Aunque, como veremos, su concepción generalde la revolución proletaria postulaba indirecta­mente una cierta solución (la del «elementoexterno» v no la de la espontaneidad) no cabeduda respecto de que no son pocas ni secunda­rias las afirmaciones suyas que podrían o pue-

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den utilizarse para fundamentar una soluciónopuesta.

No se trataba de un elemento de poca impor­tancia, y no es casual que la polémica teóricarelativa a la definición de una teoría del par­tido revolucionario se hava desarrollado sobretodo en torno al mismo. ~

III

La concepClOn espontaneísta de la lucha declases sólo tuvo, y no podía ser de otro modo,dos versiones rigurosas: la del evolucionismobersteiniano y la del anarquismo.

En efecto, si se buscan en la realidad y laexperiencia social del proletariado, y sólo enellas, los elementos constitutivos de una con­ciencia revolucionaria, no pueden identificarsemás que dos.

Por un lado, la conciencia del productor, osea, el hecho de que el proletario es expresiónde las fuerzas productivas modernas, del tra­bajo especializado y de la socialización de laproducción. En cuanto es en sí mismo unafuerza productiva, la más grande de las fu'er­zas productivas, el proletariado necesariamentedebe entrar en contradicción con las relacionesde producción que frenan el desarrollo, y re­querir otras capaces de hacer que el incre­mento de la producción sea continuo y planifi-

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cado. En este sentido, la revolución proletariase I).OS presenta como la continuación históricasin inversiones de tendencia ni saltos cualita:tivos, del proceso que se inicia en el seno dela estructura capitalista y gracias a la misma'el único elemento nuevo que aporta está repre:s:ntado por la sustitución de una forma de pro­piedad que ya se ha convertido en anacrónicay a través de esa sustitución, de una distribu­ción diferente de la renta y una reglamentaciónplanificada de la producción. La sustancia últi­n:a del sistema capitalista, el trabajo asala­r~ado y la relación mercantil, no son disClitidosnI pueden disCl,.ltirse precisamente porque,como productor, el proletario representa lasublimación de esa, substancia; los objetivosdel ataque revolucionario son la plusvalía y laanarquía del mercado, pero no la plusvalía yla explota~~óncomo tales. Lógicamente, pues,la revoluclOn proletaria no puede representarotra cosa que el punto final de un proceso deevolución del capitalismo; la palanca funda­mental de 'tal evolución es el desarrollo eco­nómico, y la conciencia revolucionaria no ess~no el reflejo de tal desarrollo, qu~, en uncierto momento, no puede dejar de asumir laforma de una crítica de las instituciones bási­cas del sistema. Hemos desembocado en la másrigurosa concepción bersteiniana: un socialis­mo evolucionista y economicista, profunda­n;e~te empobrecido de toda componente dia­lechca, yen el cual el «significado histórico y

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humano» sólo puede ser reintroducido bajo laforma de valores éticos esencialmente extrañosal proceso histórico, superpuestos a él comofines absolutos, alestiJo del «neokantismo» odel weberismo.

Por otro lado, también a partir de la evolu­ción espontánea de la inmediatez proletariapuede surgir, en cambio, una protesta pura, la

.negación absoluta del orden dado y de la re­ducción del hombre asalariado. El proletario,al ahondar ese sentimiento de alienación quepuede dársele inmediatamente, y al desarrollara partir del mismo una forma de protesta cadavez más consciente y radical, de la negacióndel orden burgués puede pasar a la negación detodo orden, de la del trabajo enajenado, a lade todo trabajo, de la de las leyes que lo opri­men, a la de toda ley: llegar, en suma, al anar­quismo, y oscilar entre el coqueteo de un co­munismo primitivo y la explosión i:pdividua­lista.

Tanto en un caso como en otro -claro está,por caminos diversos- el espontaneismo con­duce a la total desaparición de la concepciónmarxiana de la revolución y de la historia.

El pensamiento político de Lenin, en tantoque restauración del marxismo contra e~ ev~­

lucionismo oportunista y el utopismo anarqUl­ca; parte pues, y no sin razón, precisamentede una crítica radical del espontaneísmo. Sinembargo, es conveniente agregar rápidamenteque parte de una crítica al espontaneísmo re-

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querida en primer lugar y sobre todo -comopor otra parte ocurre con el resto del conjuntodel leninismo- por las exigencias específicasy concretas del movimiento revolucionario enla sociedad rusa. ¿Cómo no ver inmediatamen­te -partiendo del punto de vista de un paísatrasado y donde el proletariado se desarro­llaba dentro del cerco de una sociedad prebur­guesa -el efecto paraliza~te que podría teneruna concepción evolucionista, que condenabaa la espera de un cumplimiento gradual de larevolución burguesa? ¿O cómo no ver, de modoinverso, que de realizarse, la revolución rusa,forzosamente inmadura, habría condenado alproletariado a un duro trabajo de reorganiza­ción de la producción y habría impuesto un.largo período de gestión proletaría del poderestatal?

Lenin se enfrenta al problema por sus raíces,) propone una solución mucho más radical dela que Marx pudo proponer.

«Los obreros no podían tener concienciasocialdemócrata --escribe en el célebrepasaje de ¿Qué hacer?-. Esta sÓlo podíaser introducida desde fuera. La historiade todos los países atestigua que la claseobrera, exclusivamente con sus propiasfuerzas, sólo está, en condiciones de ela·borar una conciencia tradeunionista, esdecir, la convicción de que es necesarIOagruparse en sindicatos, luchar contra los

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patronos, reclamar del gobierno la pro·mulgación de tales o cuales leyes necesa­rias para los obreros, etc.»

y más adelante:

«el desarrollo espontáneo del movimIentolleva a subordinarlo a la ideología bur­guesa. Por eso nuestro deber es combc,tjrla espontaneidad» 5.

Evidentemente, esto bastaba para hacer de­finitiva la crítica al espontaneísmo y para com­batirlo en todas sus formas. Por este caminose refirmaba en su significado originario la teo­ría marxista del partido como superación dela inmediatez, como autonegación del proleta­riado, así como la concepción de la revolucióncomo salto, como inversión de perspectiva,como giro radical en la historia humana. Esateoría, por muchas razones, permitía desarro­llar sus implicaciones con mayor rigor y, so­bre todo, extraer las consecuencias prácticaspara la construcción de un partido como van­guardia de la clase y como voluntad unitaricl,como formación de lucha. Pero sobre estos te­mas volveremos más adelante.

Cuando se prosigue la lectura de ¿Qué ha­cer?, empero, salta necesariamente a la vist:lque esa afirmación radical de la cual Leninhace partir su teoría del partido no fue fun-

5. V. L Len~n, ¿Qué hacer?, en Obras Completas, Carotago, Buenos Alres, 1958, pp. 382·383.

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d.amentada por él de un modo completament·~

nguroso y satisfactorio.Lenin la justificaba, y la ilustraba con la. . ' . .

SIgUIente cita de Kautsky: ..

« ... El socialismo, como doctrina, tiene susraíces en las relaciones ,económicas actua­les, exactamente igual que la lucha de cla­ses de~ proletariado, y, lo mismo que ésta,se denva aquél de la lucha contra la mise­ria y la pobreza de las masas, mIseria ypobre;;:a que el capitalismo engendra; peroel SOCIalismo y la lucha de clases surgenparalelamente y no se deriva el uno de laotra; surgen de premisas diferentes. Laconciencia socialista moderna puede sur­gir únicamente sobre la base de U'1 pro­fundo conocimiento científico. En d'ecta,la ciencia económica contemporánea cons­tituye una premisa de la producción so­cial~sta.lo mismo que, pongamos por caso,

. la tecmca moderna, y el proletariado, pormucho que lo desee, no puede cre<;lr launa ni la otra; ambas surgen del 'procesosoci~l contemporáneo. Pero no es el pro­letanado el portador de la ciencia, sinola intelectualidad burguesa ... De modoque la conciencia socialista es algo intro­ducido desde afuera en la lucha de clasedel proletariado y no algo que ha surgidoespontáneamente» 6.

6. K. Kautsky, "Comentario ~obre el proyecto de pro-

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Es indudable que en este fragmento se ponede manifiesto una importante> verdad; en efec­to en él aflora la conciencia de que el elementoex~erno gracias al cual el proletariado puedesalir de su propia inmediatez y constituirsecomo clase reVolucionaria debe identificarse enla ciencia y en la cultura. Si el proletariado esun sujeto universal, si en él tienden a comCl­dirciencia y conciencia, si su revolución es almismo tiempo fundación de una sociedad hu­mana y de un conocimiento «verdadero» de lasociedad v de la historia, en todo momentoel. proces¿ revolucionario, la afirmación de laclase, no puede dejar de ser, contemporánea­mente, búsqueda de la verdad y, parlo tanto,continuación real de la historia del pensamien­to y superación de sus antinomias> La dialéc­tica a través de la cual el proletariado se cons­tituye en clase y adquiere una conciencia re­volucionaria sólo puede fundarse, en consecuen­cia, en la relación proletariado-ciencia, prole­tariado-cultura. El marxismo, la ideología re­volucionaria dé la cIase, que al mismo 'tiempoes producto y crítica del pensamiento prece­dente, constituye el elemento mediador de esarelación .. 'Pero, como ya hemos visto, en Marx los con­

ceptos de ciencia y conciencia, de sujeto y ob­jeto, de teoría y acción, adquirían un carácterdialéctico. La ciencia no era conciencia de un

grama del partido socialdemócrata austríaco", en NeueZeit, 1901. Citado por Lenin en ¿Qué hacer?, pp. 390-391.

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mundo puramente objetivado, depurado detoda subjetividad, o de una forma social vueltaabstracta y separada del movimiento de la his­toria, sino que era obra, expresión, de un su­jeto activo y presente en la realidad indagada;desembocaba, por consiguiente, en 'una verdadobjetiva, pero a través de una autocrítíca cOn­tinua y en un movimiento incesante hacia unatotalidad más comprensiva. La conciencia re­volucionaria no se resolvía entonces en unaciencia autónoma, concebible y definible conindependencia de la clase y de su praxis. Alpartido como depositario de esa conciencia nose contraponía una clase destinada, hasta .elmomento de la supresión definitiva, a ser purainmediatez y subordinación. La conciencia reo.volucionaria, el partido, eran la· ciencia, la ver_dad, en un momento determinado del desarro­llo de la praxis revolucionaria de la clase; ellosmismos, pues, se presentaban como un proce­so, y su verdad debía formarse en conexióncon la vida de la clase, que en cualquier mo­mento podía impugnarla.

En el pasaje de Kautsky, por el contrario,estos conceptos aparecen separados y contra­puestos: la conciencia revolucionaria se reducea ciencia, ciencia de una realidad objetivizada(la sociedad capitalista) y producida de modoautónomo, por vía intelectual, por el pensa­miento; la praxis revolucionaria, por. el con­trario, se presenta como el movimiento de rea:lización de esa ciencia.

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En realidad, el retorno a este esquema ilumi­nista de pensamiento tenía consecuencias rr;-u;ygraves, que precisamente se pueden captar facdy plenamente en la figura de Kautsky.

En efecto, en el momento en que la con'ciencia socialista es definitivamente reducida a«ciencia de la sociedad capitalista», e inmedia­tamente, y no por azar, a «ciencia económica»,sólo nos podrá hacer ver la necesidad objetivade socializar los medios de producción y de laproducción planificada. De este modo, la revo­lución socialista no es otra cosa que la sanciónde un proceso necesario; el proletariado sólodebe reflejar y acompañar la evolución de lasfuerzas objetivas y, en sustancia, ya no definiry construir un nuevo ordenamiento social, unanueva forma de vida humana, sino sólo crearlas «bases materiales», los presupuestos. Elfin último, la inversión del curso de la histo­ria, el reino de la libertad, dejan de ser inma­nentes al proceso y quedan confinados a unfuturo abstracto. La revolución de la, clase noes al mismo tiempo supresión de la clase; estosdos procesos son contrapuestos y separados enel tiempo. El derrocamiento del sistema capi­talista, así como la edificación de la nueva es­tructura social, parecen sólo superficialmenteun acto del proletariado: en realidad, a travésde él obran fuerzas objetivas, incontrastablesy autosuficientes. Se llega entonces, con unitinerario más largo y tortuoso, a una concep­ción evolucionista y economista y, por lo tan-

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to, a un nuevo nivel de espontaneísmo. De he­cho, hasta ahí llegó Kautsky, de allí nacía suincomprensión de la prematura revolución bol­chevique, de allí su negación del concepto dedictadura proletaria.

Lenin nunca aceptó semejante concepción.El pasaje del capitalismo al socialismo no fuepara él un proceso necesario, la fatal y unívocaconclusión de las fuerzas objetivas de desarro­llo intrínsecas a la sociedad capitalista. Por elcontrario, afirmó que, por una parte, esas fuer­zas se muestran incapaces incluso de concluirla revolución burguesa, y que, por otro lado,en su proceso espontáneo, desembocan en 13crisis de la sociedad civil, en una nueva barba­rie. El acto mediante el cual el proletariadointerviene en este desarrollo corrige la diná­mica y da lugar a una solución positiva y supe­radora, interpreta y realiza posibilidades in­trínsecas en la historia, sus tendencias reales, .pero es siempre una elección, la expresión deuna voluntad libre. En consecuencia, la con­ciencia revolucionaria no es y no puede sersólo una «ciencia de la sociedad capitalista»,sino la praxis creadora del proletariado en elproceso de la propia autosupresión; no p~lerle

ser una ciencia de la economía, sino una «crí­tica de la economía», no el producto del pensa- ,miento que la precedió, sino su superación.Ahora bien, en este contexto por completo dis­tinto del kautskiano, permanece en pie, comode hecho sucede en ¿QUé hacer?, la contraposi-

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clOn entre la conciencia socialista, asumida ycodificada por el partido, y la realidad inme­diata de la lucha de la clase obrera, esos lími­tes repercuten sobre la concepción general delpartido, se traducen en un peligro permanentee insuperable de jacobinismo. El partido correel peligro de convertirse en una conciencia re­volucionaria abstractamente superpuesta a laclase, en el sujeto de una delegación que nopuede ser impugnada; de modo inverso, la clasepuede convertirse en el instrumento de un pro­yecto .que corresponde a algunos de sus finesúltimos, a sus intereses fundamentales, pero encuya elaboracion no participa y en cuya reali­zación colabora con una conciencia parcial.

Por consiguiente, la participación real de lasmasas en el proceso revolucionario corre elriesgo -fatal amenaza de todo jacobinismo­de asumir el carácter de un movimiento deprotesta, de una agitación inmediata cuya cone­xión con la estrategia general existe y es clarasólo para la conciencia del partido.

Lenin fue siempre el primero en tener con­ciencia de estos límites del partido que cons­truía, de estos peligros que lo amenazaban, yen dirigir una ardua lucha en el terreno teóricoy en el práctico para superarlos y contrastar­los. No es casual que, más tarde, se dedicase areexaminar a fondo las formulaciones conteni­das en Materialismo y empiriocriticismo, enun esfuerzo por superar, a través de una relec-

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. tura de Hegel 7, todo residuo cientificista y de·restaurar rigurosamente el método dialéctico.No es casual que, sobre todo después de la re­volución de Octubre, desarrollase una lucha po­lítica incansable contra el voluntarismo y elnaciente burocratismo, contra la tendencia atransformarla dictadura nroletaria en dicta­dura del partido, contra t~do alejamiento dela vida de las masas y toda limitación arbitra­ria de la vida democrática en el seno de laclase y del partido.

Pero esa .lucha no podía conducir a una vic­tOrÍa definitiva ni a una plena superación teó­rica. Esos peligros debían resurgir continua­mente y ser nuevamente combatidos, puestoque el límite que los alimentaba no era unainsuficiencia puramente subjetiva, sino quehundía sus propias raíces en la realidad, eraun límite de la teoría leninista sólo en cuantoera un reflejo de un límite objetivo de la revo­lución rusa, y así de una cierta etapa de larevolución mundial.

Que el proletariado ruso de hecho debiese,como sostenía Lenin, llevar a su fin la propiarevolución y conquistar el poder mucho antesde que la sociedad capitalista hubiera alcan­zado plena madurez, y que esa transforma­ción fuese necesaria 'no sólo para asegurar eldesarrollo económico y civil de ese país, sinopara contrastar la lógica catastrófica del im-

7. CL V. 1. Lenin, Cuadernos fUosóficos, Obras,XXXVIII.

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perialismo a nivel mundial y así abrir nuevoscaminos al proletariado de todos los países,nada quita al hecho de que esa revolución de­bió actuar en condiciones muy difíciles. Antesque nada, significó conquistar el poder sobrela base de un movimiento real y de una plata­forma programática en gran medida extraña ala revolución socialista; por otro lado, signi­ficó administrar ese poder teniendo frente a síun largo período durante el cual fue precisoasegurar la consumación de etapas hasta enton­ces no recorridas, y durante el cual, por consi­guiente, la meta socialista sólo pudo manifes­tarse en las elecciones y en los actos de la clasedirigente en forma contradictoria y no eviden­te; significó, en fin, dar los primeros pasos de­cisivos de la revolución poniendo en primerplano, de una manera casi exclusiva, los inte­reses más elementales e inmediatos de las ma­sas y relegando a segundo plano el significadomás global de rescate universal que esa revolu­ción implica. ¿Cómo no ver entonces, en estamisma realidad, el origen de un partido que nopodía liquidar definitivamente su limitaciónjacobina, superar total y orgánicamente la bre­cha entre partido y clase, entre vanguardia ymasa; hacer de sí la prefiguración en acto desu objetivo final, expresar con plenitud la posi­tividad universal de la propia revolución; im­pedir para siempre todo surgimiento de la bu­rocracia, toda osificación sectaria?

Lenin, y por otra parte todo el grupo diri-

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gente bolchevique, tenían una con.ciencia tanprofunda de esta dificultad, de estos límitesq~e, i~c1uso en la exaltación de una revoluciónVIctOriOSa, se mostraron siempre conscientesde la parcialidad de la propia obra, y estudia­ron a fondo la posibilidad de que la revoluciónsobrepasase las fronteras de Rusia, pudiesecontar con condiciones históricas nuevas y másmaduras, conquistando así nuevas posibilida­d~s y p~rspectivas más favorables. Si luego, ad:ferencJa de Trotski y en oposición a él, ~u­pI~ron· reaccionar con realismo ante el aisla­miento de la revolución, prepararse para laobra tremenda de «edificar el socialismo» enun solo país, lo hicieron, al menos duranterr:u.cho tiempo, sin ignorar los aspectos perju­dICIales y gravosos que este camino obligadoimplicaba.

La concepción del partido y la práctica Jesu organización debía, pues, soportar, como lamayor parte de la obra gigantesca de Lenin elpeso de una «primera ruptura», de una rev¿lu­c.ión difícil, aislada, en la que nunca había pen­sado teórico' o político alguno. En el reali~mod~ esa revolución, y por ende en su renovadoVIgor .re: )l~~ionario, también estaba implícitauna hmItaciOn. y tanto esta limitación comoaquella grandeza se encuentran entretejidas in­cluso ~n la~ formas concretas de organizacióny de dIrecciOn del partido leninista clásico.

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IV .

Por otra parte, si consideramos las críticase los reparos hechos a la concepción leninistadel partido por los exponentes del marxismooccidental de izquierda, R. Luxemburg y Lu­kács, será fácil ver cómo, en el horizonte his­tórico y cultural de ese tiempo, no existía enrealidad una posición más orgánica y fcc:.mdaque la de Lenin.- Al respecto, R. Luxemburg hizo a Lenin unataque decidido y substancial que se mantuvode modo coherente durante el período, en otrossentidos tan variable y contradictorio, de susveinte años de relación con el bolchevismo. Laprimera crítica aparece, oportunamente, pocodespués de la publicación de ¿Qué hacer? yUn paso adelante, dos atrás. En efecto, en sucélebre opúsculo Centralismo y democraciaR. Luxemburg acusó abiertamente a Lenin desostener una teoría blanquista y no marxistadel partido: una teoría que ve en el partidouna secta casi religiosa, unida por una solida­ridad militaresca, distante e indiferente a lavida de las masas y a sus luchas cotidianas.y sobre el terreno práctico extrajo una críticatanto de la línea centralista que Lenin sugeríapara la organización en Rusia como de la nece­sidad -sostenida por Lenin- de trasladar alterreno organizativn la lucha contra eloportu­nismo y de hacer ideológica y políticamentehomogénea la dirección del partido.

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Ahora bien, esta oposición, que a veces toma-.ba su inspiración polémica de ciertos aspectosespecíficos y secundarios, de ciertas rigidecestransitorias de las formulaciones leninistas,partía de motivos mucho más sustanciales; es .decir, del vínculo que mantenía unido al pen­samiento de la Luxemburg con planteamientosespontaneístas.

"En sus gr~ndes líneas -dice, por ejemplo­la política de la socialdemocracia no es algoque se invente, sino el resultado de· grandesactos creadores de la lucha de la clase prole­taria que busca su camino. Lo inconsciente pre­cede a lo consciente, y la lógica del procesoobjetivo precede a la lógica subjetiva de susprotagonistas» 8.

Sin duda, puede asombrar que Rosa Luxem­burg hiciera semejante profesión de fe en laespontaneidad de las masas, y por ello es nece­sario valorarla y definirla en su versión par­ticular. De hecho, ya en la época de la primerarevolución rusa, R. Luxemburg era la antago­nista más seria y decisiva del oportunismobersteiniano y de sus premisas evolucionistas.Más aún, y en un sentido mucho más profun­do, fue la primera y en cierto modo la másrigurosa teórica de la innegable «inmadurez»de la revolución proletaria, del carácter orgá­nicamente incompleto de la revolución burgue­sa. No se limitó a reconocer esa inmadurez y

8. Rosa Ll,lxemburg, ¿Centralismo o dC1110cracia?, Gri·jalbo, 'México.

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ese carácter incompleto como realidades de he­cho de las cuales era posible extraer ciertasconsecuencias, sino que se esforzó por anali­zarlas, comprender científicamente sus oríge­nes, reelaborando para ello los esquemas mar­xistas de la reproducción y asignando un pa­pel esencial al sector precapitalista en el des­arrollo y el equilibrio del sistema. Por lo tanto,su concepción -es fiel a la categoría del saltorevolucionario, presupone la conquista revoluccionaria del poder y un partido capaz de tras­ladar al terreno político y unificar, con unaestrategia precisa, las luchas espontáneas de lostrabajadores.

¿Cómo puede, entonces, apoyarse su visiónespontaneísta en esos fundamentos cardina­les? En nuestra opinión, ello se explica en pri­mer lugar y sobre todo por la sobrevaloración,por el papel decisivo que Rosa Luxemburgatribuía, en el proceso revolucionario, a la cri­sis final del capitalismo, concebida como im­posibilidad económica de supervivencia del sis­tema, como liquidación del equilibrio econó­mico-sociaL Precisamente la crisis en que des­emboca el capitalismo, la dramática tensión delas fuerzas quc desencadena, lleva a la claseobrera, a través de una toma de concienciarápida y en gran parte espontánea, a atacar alsistema en su conjunto. El hecho de que esacrisis aparezca -y no pueda dejar de, apare­cer- cuando las fuerzas productivas, comoresultado de su propio desarrollo, alcanzan ya

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un nivel elevado, proporciona las condicionesnecesarias para que el derrocamiento puedaresolverse rápidamente en un nuevo ordena­miento con un grado elevado y permanente deadhesión de las masas populares y de la claseobrera.

Es comprensible entonces que, incluso mástarde, frente a la revolución soviética, RosaLuxemburg haya repetido sus críticas a la or­ganización del partido y del poder bolchevi­que. En el carácter «blanquista» del primero,en la aspereza dictatorial del segundo, veía re­flejarse negativamente una contradicción defondo de la revolución en ese país, y proponíaenfrentarla y superarla sin hacer concesión al­guna al «realismo», sin retardar el proceso ha­cia el socialismo a través de compromisos c'onlas masas campesinas, sin recurrir a limitaciónalguna de la democracia política, con una mo­vilización general y espontánea de la energíaproletaria 9.

9. Rosa Luxemburg, La revolución rusa, en Anagrama,Barcelona, 1975. En este folleto, escrito en la cárcel, yque tuvo una edición bastante controvertida, Luxemburgexpone con gran rigor su crítica a la línea leninista. ParaR. Luxemburg las dificultades internas de la revoluciónrusa se deben a dos errores, la política agraria y la delas nacionalidades. Constituyen dos errores por una in­consecuente realización -del socialismo que, por un ex~

ceso de prudencia y de realismo, alimentan en realidaduna contraofensiva pequeñoburguesa. contra el poder pro­letario. De allí entonces la necesidad a la que el bolche­vismo se ve constreñido de limitar gravemente. el ejer­cicio de la democracia política y de superponer a la dic-

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Esas críticas, evidentemente viciadas de aven­turismo, podían tener alguna coherencia só~o

si se confiaba en que el movimiento proletanoeuropeo y alelnán estuviesen en condiCiones deresolver positivamente la crisis política y so­cial. Pero sería justamente en Alemania, paisen el que las condiCiones históricas parecíanmaduras, donde el espontaneísmo de la Lu­xemburg pondría más tarde de manifiesto sus··propias limitaciones. Por más grave q~e fuerala crisis del sistema, pronto defraudana la ex­pectativa de un derrumbe definitivo, y el pro­letariado alemán, abandonado en gran partea su propia acción inmediata, se dividiría entre

tadura de la clase la dictadura de una élite de dirigent<:s.Con tal sofocamiento de la vida política en todo el pms,la misma vida de los soviets no podrá escapar a unaparálisis cada vez más extendida. Trastocar este rr;eca~

nismo sólo es posible basándose a f'.mdo. er; el caracterproletario y socialista que..se. debe lmpnm~r.a to.d~ .lasociedad y desaLTollando ¡]¡mltadamente la ]¡bre ¡mCla­tiva de las masas. La construcción del soci~1ismo nopuede ser,en efecto, sino el frut? de la espontanea y na­tural creatividad de las masas Insertas en la n:teva es~

tructura de propiedad y política. ¿~ero es conc~b;ble q;retodo esto pueda suceder en un paIS como RUSIa. ObVIa­mente no. liLa suerte de la revplución rusa depen.de portanto plenamente de los acontecimientos internaClOnales.El hecho de que los bolcheviques basen plenamente supolítica sobre la revolución m~n.dial ,es ve~d.aderamente

el mejor testimonio de su clarIVIdenCIa l?~htlca y de lasolidez de sus principios". La responsabilIdad vuelv,e acaer nuevamente sobre las espaldas del pr.ol.etanadoeuropeo. Pero dicho proletariado ¿es~á en CO?dlClOnes dt;realizar su propia revolución? ~ SI lo t3s~a: ¿por quevías? Con este interrogante se CIerra dramatIcamente elfolleto y toda la obra de Rosa Luxemburg.

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una política oportunista y amotinamíentos quelo dejarían peligrosamente aislado. La pruebade los hechos, pues,. parece demostrar clara­mente que la acción revolucionaria estaba con­denada a la derrota, sobre todo en Occidente,en la medida en que no la guiase una organiza-ción política unida y con objetivos estratégicosprecisos, y en la medida en .que no llegase aaglutinar, mediante la elaboración positiva deuna· perspectiva de transformación de la socie­dad, una formación vasta y orgánica de fuerzassociales e ideales.

La objéción a la teoría leninista del partidohecha por Lukács -en su más famosa obra dejuventud: Historia y conciencia de clase 10_

además de estar formulada de un modo muchomás cauto e indirecto que la de Rosa Luxem­burg, difiere de ésta sobre todo en su sustan­Cia.

Lukács, antes que nada, aceptó la totalidadde las elecciones políticas y organizativas queexpresaba el partido leninista: el centralismodemocrático, la dictadura proletaria, la luchacontra el oportunismo en la organización, laruptura revolucionaria en el "punto más dé­biL>, con todo lo que implicaba.

En cuanto a la concepción teórica y de prin­cipios, combatió enérgicamente, con Lenin ycontra R. Luxemburg, las posiciones esponta­neístas, reafirmó sin dudar el carácter dialéc-

10. G. Lukács, Historia y consciencia de clase, op. cit.

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tico de la conciencia revolucionaria, el papelde mediador entre teoría y praxis que debedesempeñar el partido, eJ carácter de autone­gación de la inmediatez social proletaria pro­pio de todo el proceso revolucionario, perotrató de fundar todo esto en premisas diferen­tes de las de Lenin. No vaciló en discutir yrefutar la teoría del conocimiento como re­flejo, y la separación entre ciencia y concien­cia, en la cual en cambio se apoyaba, en parte,como vimos, la concepción leninista. En estesentido, la posición de Lukács aparecía comouna continuación de las formulaciones marxia­nas, bajo la forma de polémica con cualquieri ;;~erpretación positivista de las mismas, e in­cluso, manifiestamente, como una «relecturade Hegel».

Pero precisamente su oculta pasióll hegelia­na, la rigidez de su esquema dialéctico, lo con­dujo, sobre todo en lo que se refiere al pro­blema de la relación clase-partido, a un calle­jón sin salida. En efecto, su visión del procesorevolucionario como alternativa entre un «ca­pitalismo puro» y un antagonista proletario, alagregarse a la' negativa a interpretar este con­traste en términos positivistas y así apoyar lasolución en el elemento espontáneo, economi­cista, le impidió fundamentar y analizar todaposibilidad dialéctica a Lravés de la cual elproletariado pudiese salir de la inmediatez.Esta dialéctica subjetivista que -como lo cen­suró en una de sus agudas críticas Merleau-

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Ponty 11_ impedía a Lukács tener en cuenta la«opacidad y la pesadez de la historia real»,también le impedía rastrear en la compleja rea­lidad de la sociedad burguesa los elementosde esa superación, y por lo tanto los presupues­tos concretos de una concepción diferente delpartido. En su aspecto revolucionario, el pro­letario terminaba por ser representado comopura negatividad, antítesis del capitalismo; nose veía a través de qué proceso, a partir de lainmersión en esta negatividad, podía surgir fi­nalmente la positividad de una nueva sociedadcivil 12. Pero todo esto se verá con mayor cla­ridad cuando analicemos qué camino, en cam­bio, tomó Gramsci al tratar de responder a losmismos interrogantes.

Por ahora bastará con señalar que ese im­passe teórico, que siempre mantenía a Lukácsdentro de los confines de un espontaneísmovuelto del revés, en realidad lo condenó, justa­mente en esos años cruciales, a permaneceraislado del movimiento obrero, sin arrojar luzalguna sobre los deberes inmediatos del pro­letariado europeo y finalmente le obligó a ha­cer una autocrítica. Una autocrítica famosa"realizada frente a las posiciones harto esque­máticas y a menudo adocenadas de Zinoviev 13,

11. M. Merleau-Ponty, Las aventuras de la dialéctica,Leviatán, Buenos Aires, 1957, p. 83 y ss.

12. Cf. G. Lukács, "La reificación y la conciencia delproletariado", en op. cit.

13. Intervenciones de Zinoviev y de Bujarin en elV Congreso de la Internacional Comunista (1924).

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pero a la cual llegó justamente por la convic­ción de que el camino elegido no le permitíainsertarse en el movimiento real, abrir nuevoshorizontes a la revolución. y aquella obra tangenial en muchos sentidos, pero condenada yrelegada, contenía así preciosas sugerenciasrespecto a problemas no resueltos, servía parapredisponer a análisis e indagaciones que sólomás tarde y en nuevos contextos podrían reto­marse. En aquel momento y en relación conlos opositores de su época, por lo tanto, lalínea leninista se presentaba, más allá de suslimitaciones, como hegemónica e insuperada.

¿Hasta qué punto esta falta de salida teóricadel marxismo occidental de izquierda se debíaa una inmadurez de la situación objetiva?¿Hasta qué punto la línea del «socialismo en~n sólo país» representaba un paso obligado,una primera etapa inevitable? Estos interro­

,gantes nos llevarían lejos, pero sin duda es di-fícil considerar casual el hecho de que sólo al­gunos años más tarde, en una nueva situaciónhistórica y en el aislamiento de la cárcel, unmarxista haya podido enfrentarse desde unanueva perspectiva al problema del partido yproponer nuevas vías de solución.

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v

Antonio Gramsci fue el principal ma~xista,y quizás el único, que se enfrentó, con funda­mentos teóricos y en todos sus alcances, a latemática que impuso al movimiento revolucio'­narío su derrota durante la primera posguerraen la Europa occidental, y el consecuente re­brote de las fuerzas conservadoras o reaccio­narias. Sólo él, sobre todo, trató de rastrear

. los orígenes y el significado de esos hechos en12. realidad social y en la tradición históricadel Occidente europeo, y así de reconstruir so­bre tales bases una teoría revolucionaria nuevay adecuada.

La sociedad occidental presenta formas infi­nitamente más articuladas y complejas que lazarista, que requieren un tipo diferente de es­trategia revolucionaría 14; éste es el presupuestoy el objetivo de la investigación de GramscL

Pero al trabajar -en la cárcel y a pesar dela pobreza de instrumentos de que disponía­a fin de lograr una reconstrucción crítica de lahistoria italiana y un análisis detenido de lasociedad que produjo, su reflexión se vio atraí­da particularmente hacia dos cuestiones: larelación entre revolución proletaria e historiaprevia (una relación que se le aparece inmedia­tamente como de desarrollo y de inversÍón almismo tiempo), y la compleja articulación de

14. Cf. A. Gramsci, NUle slIl MacchiQl'elli TorinoEinaudi, 1949, pp. 67.69. " .

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la sociedad burguesa, con sus distintas fuerzas,dimensiones y tensiones. Ambas cuestiones lollevaron luego al problema único de la autono­mía de la superestructura: de hecho, debíahablarse de autonomía de la superestructurarespecto de la base cuando la investigaciónponía de relieve la perduración de las ideas,valores y concepciones del mundo más allá dela época en que habían surgido y de la estruc­tura que habían expresado, o cuando demos­traba que resulta simplista y errónea toda re­ducción directa y cabal de la totalidad de lasociedad burguesa, de las fuerzas políticas yculturales' presentes en ella, a la base clasistaque las gobernaba.

Este retomar la lucha contra todo positivis­mo, esta reafirmación del hombre~comomotorde la dialéctica histórica, esta concepción dela revolución proletaria como acto de funda­ción de una sociedad verdaderamente humana,con la cual Gramsci se.aproxima a Lukács, fueproseguicj.a de acuerdo con una línea por com­pleto distinta, y en algunos sentidos antitética,de la del pensador húngaro.

Si en Lukács todo esto partía de un análisisriguroso del mecanismo reificante del capital~s­

mo y de las antinomias teóricas ligadas al mis­mo, para afirmarse en una negación radical deese mecanismo efectuada por el proletariado,que" es su víctima, Gramsci se esforzó, en cam­bio, por rastrear en toda la historia de la civi­lización y en la realidad social contemporánea

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las tentativas incompletas, las tendencias des­baratadas, las aspiraciones pisoteadas, haciala nueva sociedad. Tentativas, tendencias; as­piraciones a la universalidad y a la libertadque la estructura clasista ha viciado y corrom­pido, y que llevan la impronta de esa estruc­tura en la forma de antinomias teóricas," incon­gruencias científicas, utopías irreductibles, peroque, apenas surge una fuerza social nueva yliberadora, la proletaria, se convierten, pese atodo, en los presupuestos, los antecedentes fe­cundos de la revolución.

Es posible que Gramsci no haya fundamen­tado rigurosamente esta indagación en el terre­no filosófico, es posible también que no hayapodido extraer todas sus consecuencias en elterreno de la concepción marxista de la histo­ria, y sobre todo de la historia del capitalismo;pese a todo, realizó esa tarea con tal talentointerpretativo y la sustentó con tantos análisisconvincentes que resulta extremadamente fe­cunda para la solución de muchos y decisivosproblemas. Además, debe atribuírsele particu­lar importancia por los desarrollos que permi­te a la teoría del partido.

Gramsci sostiene, al igual que Marx, una teo­ría de la revolución como salto cualitativo,como inversión del curso histórico, y así unateoría del partido como autosupresión y tras­cendencia global de la inmediatez social pro-letaria. .

Por otra parte, al igual que Lenin, sostiene

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lo necesidad de un «elemento externo» comopresupuesto de esa trascendencia, e identificaeste elemento en la relación proletariado-inte­lectuales.

Pero es precisamente la dirección de su pen­samiento, que acabamos de esbozar, la que lepermite dar a esa relación tanto un fundamen­to nuevo y riguroso corno una formulación dia­léctica.

Para Gramsci, los intelectuales representanla expresión más orgánica y madura de tradi­ciones, valores, modos de pensar, hábitos muydifundidos en la sociedad .y que permanecenactivos y operantes. Si entonces es verdad quetoda esta sedimentación superestructural tieneuna autonomía propia, si representa tambiénuna serie de experiencias ideales cuya aspira­ción a la universalidad fue desbaratada por laestructura clasista con la que estaban vincu­ladas, se sigue que los intelectuales, al reJa-o

o cionarse con el proletariado, no iluminan conla luz de la ciencia el camino de la revolución,sino que funcionan como mediadores o entrerealidades históricamente vivas y que prácti­camente interactúan las unas sobre las otras:la inmediatez social proletaria y la cultura enel sentido más amplio de la palabra. La ideolo­gía revolucionaria, y el partido que la expresa,representan precisamente el producto de estadialéctica entre dos elementos que, por otraparte, se transforman progresivamente a tra­vés de esa misma dialéctica. La ideología revo-

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lucionaria expresa y resume en formas cadavez más orgánicas toda la historia precedente,todos los valores presentes en la sociedad real,y a cada nivel nuevo que ésta alcanza, corres­ponde un nuevo nivel de la realidad clasista'

o ,

es decir, a través de su historia, la clase selibera progresivamente de los límites de suexistencia inmediata, se constituye y se suprimeal mismo tiempo..

De esta teoría de la naturaleza de la 'concien­cia de clase y del partido se derivan dos con­secuencias de gran importancia y que enGramsci están expresadas muy claramente.

Antes que nada, el partido es visto, necesa­riamente, corno una fuerza de vanguardia he­gemónica respecto de una vasta y complejaformación de fuerzas sociales, políticas, idea­les. El hecho mismo de que el partido expreseel proceso de autosupresión del proletariado,un proceso hacia la universalidad, y de que talproceso aparezca corno la asunción progn~siv<1,

en la revolución proletaria y a través de for­mas nuevas y coherentes, de todo lo fecumbque expresó la historia preCedente y que viveen la actual, significa que el partido tiende aejercer una hegemonía cada vez más ampliarespecto de las fuerzas que expresaban aque­I!os valores en su forma originaria; una hege­monía que, al no ser sólo influencia ideal 'sinotambién acción real de transformación de lasociedad, tiende <1 superar I<1S bases reales df;;las culturas e ideologías precedentes y a resol.

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verlas así en un único y nuevo horizonte his­tórico.

En segundo lugar, elpartído no aparececomo dueño de una verdad científica, dadacomo tal ah initio y aplicable de modos diver­sos a distintas situaciones históricas, sino comoel instrumento de elaboración de Una verdadque es objeto de una autocrítica co~stan~e: Esa esto a lo que Gramsci llama «hlstonclda~

del marxismo»: una historicidad que no se h­mitó, como había hecho Lukács 15, a confinara una época hipotética en la cual fueran supe­radas las bases estructurales de la sociedadclasista, sino que extendió a to~o el proc.esorevolucionario, que aparece entonces, radIcaly consecuentemente, como pre.figuració.n de lanueva sociedad, progresivo ahrmarse m nucede una positividad y de una universalidad pro- .letarias 16. El partido como fuerza hegemónica,el partido como prefiguración, he aquí do.s as­pectos nuevos y típicos de la teoríagramscIana.Y, podríamos agregar que en esa teoría aparececomo definitivamente superable, con funda­mentos teóricos y prácticos, toda limitación«jacobina» en la organización de vanguardia, ytodo instrumentalismo y reivindicacionismo enla acción de las masas.

15.. ef. G. Lukács, "El cambio de función del n::~teria­lism'o histórico". Conferencia pronunciada en ocaSlon dela inauguración del Instituto de Investigaciones del mate­rialismo histórico de Budapest, 1923. ...

16. A. Gramsci, l1 materialismo storico e la f¡losofzade Be11edetto Croce, Torino, Einaudi, 1949, pp. 93-%.

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En efecto, si la conciencia revolucionaria esel producto continuamente renovado de la rela­ción proletariado-cultura, y si esa relación esconcebida y fundada dialécticamente, entoncesen cada instante el partido no puede aparecersino como expresión, como parte, de la reali­dad de la clase que progresivamente se ha des­arrollado: por lo tanto, el partido se alimentade la clase, expresa su virtualidad y en todomomento puede ser impugnado por ella. Y sipor otra parte el partido es la prefiguracióncada vez más clara de una sociedad nueva, en­tonces su vínculo con las masas será, antes quenada, una obra de transformación y de educa­ción, un esfuerzo por construir en el seno dela sociedad presente las tensiones y las reivin­dicaciones reales que conduzcan a un ordennuevo. La presión reivindicativa de la masaentrará entonces en relación con la perspectivarevolucionaria del partido no sólo de un modoextrínseco, parcialmente consciente e instru­mental, sino a través de un vínculo orgánico,como generalización de impulsos que ya en símismos son potencialmente unitarios. El mo­mento crucial de! proceso revolucionario, laconquista de! poder, se libera así de todo re­siduo «maquiavélico), y se convierte en e! ins­trumento natural y necesario de una acciónsocial positiva cuyos contenidos y fines vienenexpresándose con toda plenitud.

Por consiguiente, resulta claro que el desarro­llo de la concepción leninista del partido, la

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tentativa de superar los límites históricos, secompleta con Gramsci en una dirección deltodo opuesta a la de la socialdemocracia. Esdecir, sin tratar de minimizar el carácter devanguardia del partido, su separación y su anc

tagonismo radicales respecto del sistema, sino,por el contrario, llevando hasta sus últimasconsecuencias el concepto de vanguardia, sub­rayando la capacidad del partido para impri­mir a cada lucha un valor general, para orde­narla de acuerdo con un proyecto global, dedarle así un significado de ruptura. Es poreso que, sin sep?rar jamás el momento previoa' la. conquista del poder del momento poste­rior, sin dogm?tizar nunca formas particula­res de administración del Estado, Gramscipermanece, sin embargo, profundamente ligadoal concepto de crisis revolucionaria y de dicta­dura proletaria, haciendo así una discrimina­ción precisa entre una sociedad capitalista yuna sociedad socialista en términos de la sus­titución de la clase dirigente y de la transfor­mación de las bases de propiedad. Pero por sucarácter de prefiguración, por el proyecto um­tario al que, de hecho, concurren las luchasparciales, las reformas de la estructura, loscambios en las relaciones de fuerza, en la me­dida en que alcanzan los propios objetivos,crean desequilibrios y crisis en el sistema exis­tente,y postulan una nueva dirección del Es­tado y·un nuevo ordenamiento de la sociedad.

Aquí es nuevamente subrayada la exigencial

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que tiene un partido de vanguardia de 'agregaral carácter de intelectual colectivo, de fuerzahegemónica, el de una organización unitaria,de una voluntad homogénea, de un «Príncipemoderno», capaz de organizar y guiar una granmasa de individuos 17 Es decir, la exigencia deun partido con una estructura jerárquica pro­pia y definida, con una verdadera disciplina, yque en sus costumbres, en las formásde vidade sus militantes y de sus dirigentes, compartacon la clase el destino común de sacrificio y delucha, y nunca se convierta en parte de la clasedirigente, en una burocracia al lado de buro­cracias contrarias; que sea, en suma, una crí­tica permanente de la sociedad.

VI

Pero para comprender plenamente la con­cepción gramsciana del partido es preciso con­siderarla en relación con el desarrollo másavanzado de la sociedad capitalista; desalTolloque ya Gramsci anticipaba genialmente, y cu­yas primeras huellas veía en la «revoluciónfordiana" de los Estados Unidos, pero que enEuropa sólo se habría desplegado después dela caída del fascismo 18.

17. eL A. Gramsci, Note sill Macchiavelli, op. cit.,pp. 3-74.

IS.. Si en Italia. durante la segunda posguerra, la dis-

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Evidentemente, en este trabajo no es posiblehacer un análisis a fondo de la relación entresociedad neocapitalista y teoría gramsciana dela revolución y del partido. Pero, aunque sólosea para aclarar más lo dicho hasta aquí, debe­mos hacer hincapié en algunos fenómenos.

a) En primer lugar, el capitalismo avanzadodetermina una nueva fisonomía social del pro­letariado: los límites de esta clase se amplíanconsiderablemente, y representa una propor­ción creciente de la sociedad; sin embargo, almismo tiempo se multiplican y se profundizanen su interior las diferenciaciones de ingresos,de costumbres, de funciones productivas. Por

eusión sobre la estrategia revolucíon~ria Y el .partidoes retomada e impulsada según !a lInea .sugend.a porGramsci, en otros pa.íses en cambIO se detIene. SIn ern~bargo, resulta de. indudable interés un debate des:,rro­llado en Francia entre 1947 Y 1952, fuera del mOVimientoobrero y de la cultura marxista propiamente dIcha. Estedebate culminó con la polémica sostenIda ent::e Sartre("Los comunistas y la paz") Y Merleau-Ponty (Las aven­turas de la dialéctica). Entonces se trataron precisamentelas cuestiones que hoy discutimos, Y se presentaron suge­ren'cias y contribuciones' de gran interés. No obstante, noquisimos analizar directamente est~ debate por dos ra­zones: por un lado, porque en realIdad vuelve. a replan­tear una problemática, que aunque desde haCIa tIempose había abandonado, 'no busca nuevos ~aminos de soIu~ción; por otro lado, porque se desarrollo sobre tod.o .conreferencia a la política y a l? praxis de la época stahnlsta.De allí que tratar dicho débate. hubiera significado am­pliar nuestro trabajo Y ahondar en esa realidad. De todosmodos, señalamos su importancia no sólo por el valorintrínseco que tiene, sino también porque expr~sa ~n elterreno teórico una etapa muy compleja y delicada deldesarrollo de la izquierda europea.

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otro lado, el sistema tíendecada vez más, ysiempre con mayor eficacia, a subordinar ycrear según patrones propios la conciencia per­sonal del proletariado. Los consumos condicio­nados y la cultura de masas no son otra cosaque las manifestaciones más exteriores de esefenómeno. En realidad, ya' el mecanismo de laproducción, la fragmentación del trabajo, lasubordinación del individuo en la empresa, pro­ducen esa disgregación de la persona con laque los consumos y la cultura de masas se co­rresponden y colaboran. Por lo tanto, es evi­dente que cada vez resulta más difícil concte­

.tar la unidad de clase a nivel inmediato y so-ciológico, así como es ilusorio esperar que seproduzca un conflicto, espontáneo y propio dela figura del trabajador, entre las exigencias dela persona y la esclavitud proletaria. La unidadde clase y la conciencia revolucionaria resultaninconcebibles, mucho más que en el pasado,sin la mediación de una organización políticay de una ideología autónoma.

b) También resultan profundamente cam-.biadas las contradicciones, las incitaciones ylos intereses a partir de los cuales puede rea­lizar su labor de reclutamiento el movimientorevolucionario. Las grandes consignas que, enel pasado, llevaron al proletariado a luchar porel poder eran o bien de un tipo no directamen­te socialista (legalidad democrática, república,paz, propiedad campesina) o lo eran· de unmodo elemental (ocupación, lucha contra la

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miseria, distribución de la renta). Esos obje­tivos adquirían valor plenamente revoluciona­rio en la medida en que el sistema no podíahacerles frente, y en que así conducían a undesbaratamiento del Estado y de la estructurade propiedad.

Pero en el capitalismo avanzado este estadode cosas ha cambiado. El sistema ha llegado,al menos en Occidente, no sólo a unificar bajosu égida toda la realidad social, sino tambiéna asegurar un desarrollo significativo de lasfuerzas productivas, una redistribución limi­tada de la renta, la satisfacción de las necesi­dades más elementales de las masas. El ca­rácter clasista, el mecanismo de la explotación,que no sólo perduran sino que alcanzan al finsu plenitud, se expresan en formas nuevas;por primera vez pasa a primer plano la con­tradicción fundamental del sistema, la exis­tente entre valor de uso y' valor, la de la pro­ducción como fin en sí misma, la de la reifica­ción del hombre, de su trabajo, de su consu­mo. Pero para aprehender esas contradiccio­nes, para que operen en la sociedad, produz­can tensiones reales, es necesaria la mediaciónde la conciencia, la presencia activa en la rea­lidad de un punto de vista alternativo, de unaposibilidad humana de oponerse al mecanismoimperante: por lo tanto, no sólo es necesarioel proletariado, sino el proletariado organiza­do, con una conciencia de clase, una nuevaconcepción del mundo, una visión alternativa.

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El partido proletario ya no puede en modo al­guno administrar y dirigir hacia un objetivo depoder los estímulos subversivos que se desa­rroll~n naturalmente, sino que debe, con sup.ropI.a capacidad prefiguradora, dar forma, COD­

cI~ncIa,. realidad social, a contradicciones yeXIgenCIas que de lo contrario permaneceríanlatentes y sin ninguna posibilidad de expre­sarse.

~) .Precisamenteen la medida en que elcapIta!Jsmo maduro hace pasar a primer planolas contradicciones fundamentales de! sistema-.~ ello aparece coherentemente como la nega­c~on de la autonomía, de la libertad, de los sig­nIficados humanos, y como la pura reduccióndel hombre a instrumento de un mecanismoirracional y ciego: la acumulación- el con­traste entre ese sistema y toda la tradición cul­tural, los valores ideales, los hábitos moralesqu~ 'la historia del hombre ha expresado ad­~UIere. una amplitud y una radicalidad antesImpOSIble. Por lo tanto, esa dialéctica entreproletariado y cultura a partir de la cuál sedesarrolla el partido revolucionario encuentraasí.nuev~s bases objetivas, y la ideología revo­luc.JOnana puede asumir formas más plenas yuDlversales.

,Para captar concretamente el alcance de! fe­n.omeno basta con pensar en las nuevas rela­c~ones, y en las oposiciones realmente sustan,cIa~es, que llegan a estableéerse entre e! capi­talIsmo avanzado, por un lado, y la mejor tra-

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dición católica, o la ideología liberal-democrá.tica, por el otro.

Esto no quiere decir, evidentemente, que estecontraste pueda superar sus límites intrínse~os,

las insuperables antinomias teóricas y práctIcasde esas concepciones, hasta el punto que. puedallevarlas a una crítica y superación del SIstema.Antes bien, esas antinomias precisament~abrenel camino para un compromiso : por eJemp,lo,entre religión y capitalismo, Un compromIsopor el cual la primera acepta vivir con:o e~a­

sión irracionalista sobre la base de. la msatlS­facción y disgregación que el segundoali~~nta.(Aunque esto significaría para e! catolICIsmo

. renegar de la parte más seria y vIva de su tra­dición tanto religiosa corno cultural.)

De ello se desprende, entonces, el pape~ de­cisivo de la iniciativa hegemónica de una Ideo­logía revoluCionaria, que pueda, en el diálogo,asumir y llevar a nuevos niveles todo lo quehay de vivo en la historia del hombre.

d) La sociedad capitalista avanza~a, las for­mas de vida civil que supone, el nIvel de lasfuerzas productivas que desarrolla,· planteannuevos problemas objetivos que ya no pc:ede

resolver positivamente. Tomemos como eJem­plo las relaciones de trabajo en la empresa. Enel pasado, la lucha sindical se prese~taba so­bre todo como defensa del nivel salanal, cornoredistribución de la plusvalía. Dentro de lasformas actuales de organización de la empre­sa y de la sociedad, una defensa del nivel sala-

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rial y de las condiciones de vida del trabajadorya no resulta concretamente posible si no seapoya en un poder obrero dentro de la fábrica,y si no se extiende a la política económica delEstado. Esto significa que las reivindicacionessindicales, para alcanzar objetivos específicos,ponen directamente en cuestión algunos aspec­tos decisivos del sistema.

El análisis de otros aspectos de la vida social-por ejemplo, el problema de la mujer, el dela escuela o de la organización cultural- lle­varía a conclusiones similares.

Sin duda, estos estímulos, que la misma rea­lidad objetiva tiende a determinar, no alcan­zan espontáneamente significación alguna. Enun sistema confiado sólo a la lógica del meca­nismo dominante, donde no se halle presente--o haya sido dominada- la presencia autóno­ma de una conciencia revolucionaria, éstos, noalcanzan vigor alguno; el movimiento sindical,por ejemplo, se burocratiza, el femenino no sur­ge, la organización cultural se identifica con laindustria de la cultura, etc.

Pero apenas surge un elemento revoluciona­rio, se difunde una concepción alternativa, yentonces toman forma autónomamente sobreplanos diversos una serie de movimientos que,desde su ángulo visual específico e incluso an­tes de alcanzar una síntesis crítica, ejercen pre­sión sobre el sistema y postulan su superación.y esto tiene una importancia decisiva para elpartido revolucionario, que ya no aparece sólo

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·como la fuerza hegemónica de una formaciónpolítica, sino también como la síntesis de unsistema articulado de movimientos autónomos.Es precisamente en esa articulación que ca·mienza a prefigurarse una sociedad regulada enla cual e! poder político no subordine -sinosintetice- los diversos momentos de la vidacivil.

Creo que estas pocas observaciones bastanpara poner en claro que las nuevas condicionesde la sociedad capitalista occidental hacen abosolutamente necesaria, y además posible, laconcepción de la revolución y del partido nue·va que Gramsci fue el primero en tratar dedefinir.

Decir necesario y posible no significa, empe·ro decir fácil ni seguro. Llevar adelante seme·1 . . <--'

jante estrategia revolucionaria de formacionesgrandes y articuladas, y modificar las formasde vida de! partido leninista sin atenuar, sinomás bien profundizar, el surco que separa almovimiento proletario de] ya derrotadoopor·tunismo democrático resulta en la práctica unatarea harto compleja. Las fronteras tradiciona·les entre socialdemocracia y marxismo revolu·cionario (reforma o revolución, centralismo ofraccionismo, dictadura proletaria o parlamen·tarismo, tradeunionismo o sindicato como co·rrea de transmisión), en el nuevo contexto pa·recen hacerse menos nítidas y precisas.

Este es un problema que sólo puede resol·verse en términos de una línea política y de

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una concepción ideológica general. Un proble.ma cuyo primer aspecto es estrictamente his.tórico: la revisión del marxismo a la luz dela realidad histórica del capitálismo maduroy de la experiencia realizada desde las prime.ras etapas de las revoluciones socialistas. Alrespecto, Grarrisci ha proporcionado indicacio.nes y. sugerencias, pero, como ya dijimos, esteproblema no podía ser resuelto por él. Porotra parte, se trata de un problema de análi.sís y de elaboración política, es decir, de latáctica y la estrategia mediante las cuales seforma en Occidente un nuevo bloque históricocon objetivos y contenidos alternativos respec.to del sistema, y además de la relación entreesta estrategia del proletariado occidental vtoda la formación revolucionaria. .

Tanto en uno como en otro plano, se trata,sobre todo, de un análisis de la sociedad y dela perspectiva comunista. Sin este elemento·claro en sus líneas, operante en la realidad eÍ. ,mIsmo concepto de partido nuevo decae y secorrompe.

Esto no niega, empero, el hecho de que elnuevo partido puede y debe tener, como teníael leninista, características particulares, especi.ficas, de estructura y de funcionamiento, nique tal problema sea secundario o derivadocuando se lo compara con el de la línea. Enrealidad, los dos aspectos se condicionan muotuamente; sólo una línea revolucionaria asegu.ra la mejor estructura del partido, pero a "su

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vez es el trabajo de construcción y direccióndel partido el que permite que la línea nazca Ypueda ser corregida.

Por consiguiente, es oportuno, para terminarnuestra indagación, tratar de analizar breve­mente cuáles son las características específicasde la estructura y del funcionamiento del par­tido que están relacionadas con las teorías másgenerales. acerca de su naturaleza, y qué re­ladón se establece, en este sentido, entre losprincipios leninistas clásicos y aquellos quepueden gobernar el «partido nuevo".

VII

Los prinClpIOs que regularon el partido le­ninista, 'de modo coherente con las premisasteóricas de las que éste parte, son sobre todolos siguientes: partido de clase, partido de van­guardia, partido de lucha y, por lo tanto, ~n~ctario y disciplinado. Pues bien, a nuestro ]Ul­

cio, estos principios, en forma renovada, nosólo pueden continuar rigiendo el partido re­volucionario de n.uevo tipo, sino que inclusopueden encontrar en él una aplicación práct~­ca más amplia y coherente de la que era POSI­

ble en el pasado.Hemos visto cómo, desde el punto de vista

teórico, el «partido nuevo" es, al igual que elleninista, una formación de clase. y lo es tan-

so

to en el sentido de que ambos se presentancomo intérpretes de la vocación revolucíonariaque sólo tiene el proletariado, como en el deque, en ambos casos, el partido es concebidocomo el destacamento de vanguardia de la cla·se, en la que debe reclutar la mayor parte' desus cuadros y a la que debe adecuar sus pro­pias formas de vida.

Precisamente por haber superad¿ toda con­traposición iluminista entre una vanguardia es­clarecida por la «ciencia" y la clase inmoviliza­da en su elementalidad, Gramsci pudo subra­yar con particular vigor el nexo que debe uniren todo momento 'las dos realidades, y por elcual se asegura a ambos una función activa ycreadora.

Pero es evidente que en el nuevo partido sucarácter de clase está más seriamente amenac

zado en la práctica. Por ser la fuerza hegemó­nica de una formación muy vasta y articulada,por obrar en lo más sensible de las orgahiza­ciolJes sociales y de las instituciones políticasexistentes, está sometido en todo momento a lapresión de las soluciones p'olítico-organizativasoportunistas_ Por un lado, el partido se ve fuer­temente impulsado' a ser la «expresión de di­versas clases", y se ve tentado a reducir la pro­pia plataforma a un mínimo común denomina­dor que una a esas fuerzas; por otro lado, sehalla constantemente amenazado por una ten­dencia a la burocratización y a insertar suscuadros, a todos los niveles, en el sistema, en

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las costumbres y en los hábitos mentales de laclase dirigente. '

Por ello debe aclararse la importancia funda­mental de algunas opciones administrativas (se­lección de los cuadros, formación ideológica,el partido en la fábrica) que, en conjunto, pue­den resultar decisivas para hacer frente a estapresión de la sociedad existente. Más complejoparece el problema de organizar el partidocomo vanguardia en la nueva situación histó­rica., En efecto, para el partido leninista este pro­

blema resultaba relativamente ,simple: era unaformación de cuadros, de gran disciplina y vas­tos conocimientos, y que consolidaba su propiocarácter de vanguardia a través de una duraselección, pruebas difíciles yun largo apren-dizaje. '

Como ya dijimos, el "partido nuevo» es, encambio, ~n partido de masas. ¿Puede esta nue­va fisonomía ser realmente compatible con elprincipio de la vanguardia?, Para no responder con soluciones formalesy cómodas es necesario tener en cuenta algu­nos elementos. En primer lugar, como pareceobvio, nada asegura que la extensión cuanti­tativa de las filas del partido no atempere sucarácter de vanguardia. En segundo lugar, pue­de suceder que precisamente el esfuerzo porconservar ese carácter de vanguardia conduz­ca simplemente a una pérdida de su caráctermasivo; es decir que, en la práctica, tienda a

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reproducirse, esta vez en el seno del partido,esa división entre dirigentes y dirigidos, entrevanguardia y masa, que constituía el límite, ex­terno, del partido bolchevique clásico. Por fin,el carácter masivo del partido puede produciruna simbiosis negativa concreta con otras or­ganizaciones de la clase, como la sindical, congraves perjuicios para la autonomía tanto deuno como de las otras.

Evidentemente, el «partido nuevo» combateeste peligro harto grave con los instrumentosde su propia política, con los contenidos quedefinen su. propia lucha,. con la ideología queelabora. Pero a pesar de todo es imprescindi­ble que se impongan tareas precisas en el te­rreno organizativo: desde la formaciÓn de losmilitantes hasta la política cualitativa del re­clutamiento, desde el esfuerzo de activizaciónCO!1stante de los afiliados hasta la continua yamplia consulta de los mismos.

Si el partido nuevo puede hacer frente a esosproblemas de línea y organización, entonces sucarácter de vanguardia se muestra mucho másamplio y operante que en el pasado: precisa­mente por ser un partido de masas, inserto enla' sociedad, puede constituir de hecho el fer­mento transformador, arrastrar a nuevos ni­veles a todo el proletariado, y guiar hacia unaperspectiva re'{olucionaria a masas todavía másvastas.

Pero la innegable dificultad de unificar enuna síntesis superior los caracteres de un par-

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tido de masas y los de una formación de cua­dros nos lleva al último y más espinoso proble- .ma: el del funcionamiento interno del partido,de su vida democrática, de su dirección.

Como hemos visto, el partido revolucionariomarxista es una realidad práctica, una organi­zación que vive y se desarrolla en conexión conel trabajo de transformación de la sociedad y

de los hombres: teoría, ideología, propaganda,agitación, lucha, son momentos de un «con­tinuum» para el cual no hay un «primum».

Lenin extrae de esta premisa dos consecuen­cias operativas fundamentales; por un lado, esnecesario concebir y hacer obrar al partidocomo una voluntad unívoca, que define demo­cráticamente los propios objetivos, pero queluego actúa sin reservas, incertidumbres ni di­visiones; por otro lado, para definir y juzgarla presencia del partido en la sociedad, es fun­damental el criterio de eficacia, y ello impone ladefinición, más que de una doctrina, de unaestrategia, de una táctica, de decisiones prác­ticas para cuyo logro el partido debe empe­ñarse unitariamente cada día.

Esta visión del partido como cuerpo orgáni­co, como trascendencia de la individualidad,como primer paso de la superación de la opo­sición entre individuo y sociedad,. dominó lavida del partido bolchevique en todos sus mo­mentos, y sobre todo produjo los dos princi­pios fundamentales que la regulaban: el de la

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militancia revolucionaria y el del centralismodemocrático.

Con la expresión militancia revolucionaria sequiere indicar aquí una relación particular en­tre el afiliado y el partido, que distingue albolchevismo de cualquier otra formaciÓn po­lítica: una relación que no se agota en la dele­gación de los propios intereses políticos delhombre-ciudadano al partido, ni consiente elabsentismo sustancial de los afiliados o el do­minio de un aparato burocrático-representati­vo, sino que, por el contrario, se funda en elcompromiso de toda la personalidad del mili­tante, que así consagra por entero su vida, suconcepción del mundo, a la obra integral deedificación de la nueva sociedad y asu vez ma­nifiesta, por lo tanto, un nuevo modo de serhombre y de entrar en contacto con los demáshombres.

Claro está, no se trata de que el leninismoconcibiese esa relación como un sacrificio ouna suspensión de la libertad personal: por el .contrario, la integración a esa voluntad gene­ral constituye el paso necesario para la ver­dadera fundación de esa libertad. ¿Qué caminotiene de hecho el proletario para gravitar enla historia, ser un hombre, o de qué modo pue­de el intelectual influir en la realidad, dar unsentido unitario a la propia vida, fuera del deintegrarse a una voluntad global capaz de trans­formar el mundo a la medida del hombre?Nace de aquí una concepción particular de la

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disciplina, la que ya no es dictada sólo porlas exigencias de la eficacia, sino que es en símisma un acto de libertad: no un sacrificio, nola limitación de una persona que existe con in­depen.dencia del propio compromiso revolucio­nario, sino un acto que constituye la libertadde una persona, la que sólo en este compromi­so real encuentra el camino para expresarse,para dar una perspectiva total a la propia ac­ción, para huir de la desesperación de la impo­tencia, del disgusto del aislamiento.

y sin embargo, en la forma originaria de laexperiencia bolchevique, este concepto de mi­litancia, que pese a todo parece alcanzar las

. formas más rigurosas y nobles, encontraba unalimitación precisamente en el carácter jacobi­no que todavía amenaza al partido, en el hechode consagrarse en primer lugar, y casi exclusi­vamente, al problema de la conquista del po­der, en su capacidad todavía imperfecta paraexpresar de manera articulada contenidos po­sitivos y líneas de desarrollo de la vida social.

De hecho, el compromiso del militante ter­minaba a veces por convertirse en una purasumisión a la revolución, en despojarse porella de la propia figura, de la propia vocaciónespecífica: un trabajo limitado y ejecutivo cuyosentido profundo radicaba en el hecho de queera cumplido para la causa. La separación en­tre público y privado, entre persona y ciuda­dano, sólo se superaba en gran parte a travésde la supresión de uno de los dos momentos.

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La militancia, la disciplina, quedaban parasiempre como actos de libertad, en cuanto com­promisos totales libremente aceptados, pero laelección ideal, el proyecto, entraban en la pra­xis política individual como un fin último yseparado, y exigían siempre por tanto unamediación de tipo moralista.

En el «partido nuevo», este límite puede ydebe ser superado, sin que decaiga para nadael principio de la militancia, el compromisoglobal de la persona. Si efectivamente el par­tido puede definir progresivamente las perspec­tivas de desarrollo de la sociedad por la cuallucha, y si esta perspectiva ideal puede tradu­cirse a una acción social positiva y articulada,entonces la militancia revolucionaria, ya antesde la conquista del poder, puede y debe signi­ficar el compromiso de toda capacidad, voca­ción, talento personal; la figura del militante yla del hombre social tienden a coincidir y, apesar de que la estructura ~e ~a soc.iedad exis­tente hace imposible una comcIdenCia plena, eltrabajo revolucionario ya incluye ele~entos ycontenidos que comprometen y valonzan lasfuerzas vivas e individuales de la persona. Lamilitancia pierde así todo carácter abstracto,toda imposición moralista y aunque continúaimplicando una elección radical, una tensiónconstante con el ambiente, no exige una sus­pensión de lo privado, sino su calificación, suinserción en una perspectiva común.

Ahora bien, todo esto sólo parece posible en

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'í1

,¡II

II!

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determinadas cundic:iuncs. Antes que nada, es.necesario que, en la ideología y en la praxis, laperspectiva revolucionaria alcance un grado declaridad, de positividad, de concreción capazde poderse traducir a líneas de desarrollo alter­nativo que abarquen la sociedad en su comple­jidad y en todas 'Sus articulaciones. Pero, co­rrelativamente, es preciso que la misma estruc­tura del partido consienta y promueva este ad­herirse a la realidad social, este empleo gene­ral de capacidades e intereses. Y esto planteaproblemas nuevos y complejos: por ejemplo,la superación de una estructura puramente .t,e­rritorial de la organización política, y tamJ:)!enel comienzo de formas nuevas de elaboracióny de dirección, articuladas según problemas ysectores. Por este camino puede hacerse unacontribución decisiva al compromiso constantey activo de todos los afiliados, a la consecuciónde las instancias básicas del partido; puedeinstaurarse un nivel nuevo y superior de par­ticipación individual en la vida de la colecti­vidad.

De todos modos, es bueno tener en cuentaque esta articulación del partido, e~ta adhe.s~ón

a la realidad social, tiene un sentIdo POSItiVO

y no se traduce en estímulos corporativos yoportunistas, salvo en la medida en. que enellos y a través de ellos vive y se desarrol~a

una evolución política unitaria, una ideologmtotalizadora, una perspectiva global,

Es por eso que, en última instancia, toda po-

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'lémica sobre el partido, sobre su funcionamien­to y su dirección, sobre la militancia efectivade todos los afiliados, termina siempre por en­contrar su núcleo fundamental en el problemade la democracia interna.

El problema de la democracia interna no esen primer lugar, ni predominantemente, unproblema de instituciones, sino de línea polí­

. tica y de contenidos ideales. De hecho, la de-mocracia de un partido se juzga de acuerdo conel grado de consenso real que éste llega a or­ganizar, es decir, de su capacidad para expresaren la propia política la voluntad y el pensamien­to de sus afiliados, y de insertar activamente acada uno de ellos "en una praxis común. Sinuna línea justa, que interprete las exigenciasde la situación, el nivel de la conciencia revolucionaria, las posibilidades de desarrollo his­tóricamente presentes, y sepa traducirlas a ini­ciativas y objetivos adecuados, no hay soluciónposible para el problema de la democracia in­terna. Todo estímulo al debate crítico termina­rá por producir fracciones y parálisis, toda ins­tancia centralizadora tenderá a degenerar enburocracia; en uno y en otro caso, de cualquiermodo, la vida política real permanecerá cir­cunscrita a una élite dirigente, mientras para lamasa de los afiliados quedarán reservadas ta­reasconcretas, o el arbitraje de una disputaque les es del todo ajena en sus movimientos.Y significados. .

Pero puesto que la línea política y la ideolo-

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gía del partido político no están dadas para;iempre, ni pueden extraerse a partir de uncuerpo de principios con un método pura­mente deductivo, y deben ser en cambio el pro­ducto de la indagación crítica y la invenciónpolítica, y puesto que tal indagación no puedeefectuarse si no es a través de tentativas, apro­ximaciones, elecciones, entre soluciones dife­rentes, resulta necesario un sistema jnstitu­cional interno que permita y promueva un de­bate real, pero que al mismb tiempo impidaque éste, de instrumento, se convierta en fin,pierda de vista el objetivo unitario, paralice lavida del partido. Lenin trató de responder aeste aspecto del problema, sobre la base de suconcepción general del partido, con el sistemadel centralismo democrático. Sistema compues­to p~r una serie de proposiciones ~ntimamen~erelacionadas, que nos parece posIble resumIresquemáticamente. .

El momento centralista gobierna la direcciónúnitaria de! partido que con la disciplina com­promete a todo militante en la re~lizac~~n dela línea general definida y en la eJecuClOn delos objetivos específicos que se acordó alcan­zar conjuntamente. El momento democrático,en cambio, garantiza que la línea del partido sedecidirá a través de una confrontación libre ygeneral de las ideas y con la adopción de lastesis que prevalezcan.

Toda contraposición entre estos dos momen­tos es errónea y perniciosa. El centralismo en

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la dirección no resulta posible sin una líneademocráticamente adoptada; en caso contrario,cuando no se quiera llegar ala adopción de lasdecisiones unívocas de un solo hombre ,(elculto de la personalidad en sus diversas formasy matices), la línea será fruto de un compro­miso, generalmente equívoca e imprecisa, y asídará lugar a diversas interpretaciones y a de­formaciones en la práctica.

Por otro lado, la democracia, sin un esfuer­zo unitario constante y sin la disciplina de to­dos en el trabajo, fatalmente determinará laformación de grupos organizados, con vínculosde solidaridad interna, y la paralización de lapolémica y de la indagación.

No obstante, en las distintas etapas de la vidadel partido, ante exigencias objetivas y funcio­nales, los dos momentos mantendrán entre sírelaciones diferentes, aunque sin separarse nun­ca. Forzosamente, en los congresos y en lascampañas de discusión debe prevalecer el mo­mento democrático. Esto significa que en ta­les etapas no sólo se consentirá que se desa­rrolle una polémica en torno de la línea gene­ral, sino también que ese debate no se desen­vuelva a través de la definición de «unidades»sucesivas en los diversos niveles (dirección, co­mité central, comités sectoriales, etc.), sinofrente al conjunto del partido, de modo quetodos los miembros del partido puedan tomarconciencia de todas las posibilidades alternati­vas que colaboran en la elaboración de la lí-

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nea, y no sean sólo llamados para aprobarla orechazarla. En Iq vida normal, en cambio, elpartido, comprometido durante un cierto pe­ríodo con la línea adoptada, deberá tomar de­mocráticamente decisiones relativas a su apli­cación, y esto impone generalmente la 'praxisde las decisiones que comprometen unitaria­mente a los organismos que las adoptaron, yrespecto de las cuales no se consiente la ape­lación individual frente al partido.

De cualquier modo, en todos los niveles yen todas las circunstancias el conjunto del de­bate político debe estar interrelacionado conla práctica, con la iniciativa, la experiencia, y.esto no sólo para hacerlo más eficaz y cons­tructivo, sino porque eso es realmente demo-crático. En efecto, sólo así todo afiliado, todacapacidad y experiencia individual, y no sóloel estrato de los intelectuales-dirigentes, podráparticipar activamente en la elaboración de lalínea a seguir.

Ahora bien, es justo reconocer que este sis­tema de principios fue rigurosamente aplicadoen el partido bolchevique por lo menos hasta lamuerte de Lenin y aun algunos años despuésde su desaparición.

A pesar de que las condiciones históricas su­mamente dificultosas de la guerra revoluciona­ria obligaran a Lenin a pedir, en el X Congre­so, algunas restricciones a la libertad de dis­cusión, ésta en sustan,cia se mantuvo operante,) aquellas mismas restricciones fueron conce-

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bidas como medidas transitorias ligadas a unaetapa excepcionaL

De. todas maneras, es preciso agregar que,con mdependencia de los errOres y las defor-'maciones de la praxis stalinista, la situaciónhistórica a partir de la cual se comenzaba laedifica~ión del socialismo p.resentaba límites ymecamsmos que pronto harían particularmen­te difícil, si no imposible, un pleno ejerciciodel centralismo democrático.

Dos elementos parecieron ser decisivos enese sentido. Por un lado, la relación que for­zosamente liga la democracia dentro del' parti­do con la democracia en generaL No cabeduda, en efecto, respecto de que cuando .la dic­tadura proletaria asume por necesidad formasexcesivamente rígidas hasta el punto de limi­tar, en el cuerpo social y en la vida del Estadola expresión y la organización del disentimien~~o, esto no puede dejar de re'flejarse en la vid~mterna del partido. De hecho, todo debate

.abierto y organizado dentro del partido correel riesgo de reflejar fuerzas sociales diversastensiones que no tienen otro modo de expré:sarse, y fatalmente conduce a la formación ded!~ersas fuer~as políticas, y así a la disgrega­ClOn del partIdo y a la ruptura del cuadro ins­titucional. Lenin fue el primero en reconoceresa dificultad. '

Por otro lado, la relación que el .partido bol­chevique estaba obligado a mantener con 'lasmasas interponía un grave obstáculo para su

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democracia interna. Un partido llegado al po­der sobre la base de un movimiento en el cualla conciencia socialista era harto restringida,obligado a edificar una sociedad nueva en con­diciones de enorme atraso y bajo la presión degigantescas fuerzas de la oposición, con una.

. base social proletaria todavía exigua y unaorganización formada casi sólo por cuadros, nopodía postergar durante mucho tiempo la ne­cesidad de pedir a la masa de sus propios afi­liados un voto de confianza, una adhesión enmuchos casos casi acrítica e incondicional. Yesta relación interna entre clase dirigente ymasa hada difícil el pleno ejercicio del centra­lismo democrático, no sólo porque una partedel partido no estaba preparada para partici­par· activamente en la dirección política, sinotambién porque ún debate crítico abierto y or­ganizado, que en ciertos momentos dividiese algrupo dirigente, podía poner en crisis la con­fianza de las bases, aparecer a los ojos de éstamás como un «escándalo» que como una ma­nifestación de vida y desarrollo.

Sabemos que durante la época stalinista esoslímites objetivos pesaron, y de un modo gra­

. ve, sobre la vida interna del partido.La concepción gramsciana del partido nuevo

que hemos tratado de analizar aquí --es decir,la concepción de un partido como prefigura­ción de la sociedad nueva, como parte hege­mónica de un bloque de fuerzas políticas y demovimientos sociales unidos en torno de con-

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tenidos pOSlll\OS de la edificación socialista, ycapaces de consentir formas nuevas de dicta­dura proletaria- implica y permite la plenasuperación de esos límites. Y, por tanto, nosólo la restauración de la concepción leninistadel centralismo democrático, sino su aplica­ción real y ampliada.

No nos corresponde a nosotros juzgar ahoracon qué rapidez y en qué formas ese procesoya se ha producido o aún debe producirse. Sinduda, no son pocos los obstáculos que, en lapráctica, se interponen a su desarrollo: justa­mente en la medida en que, de hecho, la con­tradicción originaria entre partido de masas ypartido de vanguardia no es superada en unnuevo contexto, y todos los militantes no estánreal y activamente insertados en la vida polÍ­tica del partido, es evidente que una cabal apli­cación de las proposiciones leninistas puededar lugar a tensiones o escisiones. Por ello esasnormas no pueden ser otra cosa que el obje­tivo que se persigue en el contexto de todo elesfuerzo de construcción del «partido nuevo».

Pero de todos modos sería un grave error,que podría comprometer ese mismo esfuerzo,concebir los dos procesos separadamente: nover que cada paso en la definición de la ideolo,gÍa y de la línea del partido, cada nuevo nivelde la movilización de los militantes, presuponeforzosamente un nuevo paso adelante hacia elpleno desarrollo de la democracia interna y desus medios normativos.

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Según nuestro punto de vista, todo esto con­firma, a través de una verificación concreta, eltema fundamental de este trabajo: el hecho deque el «partido nuevo», gramsciano, es un de­sarrollo de la teoría marxista-leninista del par­tido; un desarrollo que nace en conexión conlas condiciones históricas de la sociedad occi­dental, pero que, al mismo tiempo, es una ad­quisición en el cillilino hacia la verdad,· unaforma superior de la teoría revolucionaria.

Pero la concepción del partido revoluciona­rio que hemos tratado de aclarar a través denuestro análisis podría permitirnos algo más:volvernos hacia los interrogantes a los que in­tentábamos en principio dar alguna respuesta,

En efecto, el «partido nuevo», con sus carac­terísticas, parece ser una forma de lucha eficazcontra la agresión a la democracia real que hoyparte de la estructura capitalista occidental, uninstrumento de vida y de organización de unavoluntad política autónoma y de una concien­cia no reificada, y parece ser, al mismo tiempo,una primera respuesta a los problemas gene­rales de desarrollo de la libertad en un Con­texto revolucionario que hoy comprometen atodo el movimiento obrero mundial, y así unaproposición para lograr una unidad nueva, su­penor.

No obstante, como decíamos en un principio,no podemos tratar aquí estos problemas, a losque sólo hemos visto marginalmente a lo largode nuestra indagación.

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LUCIO MAGRI

POST-SCRIPTUM - 1970

El problema de la organizaclOn -el clásicoproblema del partido- ha sido objeto recien­temente de intensos debates y enconadas lu­chas políticas en todo el mundo. El movimien­toestudiantil de numerosos países, el Mayofrancés, las luchas obreras en Italia, la NuevaIzquierda en Estados Unidos, no sólo han im­pugnado la política y estructura de la izquierdatradicional, sino que han puesto en tela de jui­cio la idea misma de partido y sindicato, lastradicionales relaciones entre espontaneísmo yorganización, entre líderes y masas. En el otroextremo del mundo, bajo distintas condicionespero incluso con mayor fuerza, el crucial fe­nómeno histórico de la Revolución Culturalchina se ha planteado los mismos temas. Escri­bí mi ensayo sobre la teoría marxista del par­tido en 1963. El hecho de que hoy se publiqueen inglés, después de tan importantes aconte­cimientos, plantea el problema dé hasta quépunto siguen siendo válidas las ideas expre­sadas en el mismo. Este post-scriptum para la

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New Left Review intenta responder brevemen­té a esta cuestión;

Releyendo mi ensayo he experimentado sen­timientos muy contradictorios. Por una parte,me parece una cuidada exposición de algunosaspectos de la tradición marxista. Incluso másque esto. Su inspiración política la considerotodavía hoy como fundamentalmente correc­ta. Porque, en efecto, el ensayo no sólo era unareflexión crítica sobre la degeneración auto­ritario-burocrática de los partidos stalinistas,sino también de las limitaciones «jacobinas»que ya estaban implícitas en la teoría de orga­nización leninista. Dicha crítica no se limitabasólo al espontaneísmo o al democratismo, sinoque buscaba en la realidad social los fundamen­tos objetivos para una dialéctica concreta gra­cias a la cual la clase obrera pudiera ir másallá de los límites y contradicciones de su cons­ciencia inmediata. El tema de este ensayo esevidente: ¿cómo puede ser superada la falsa al­ternativa espontaneísmoljacobinismo?

Por lo que a esto se refiere, pienso que mi en­sayo anticipaba los problemas y preocupacionesde los movimientos de masas en los años pos­teriores. Y no sólo eso: intentaba también in­validar algunas soluciones ingeniosas a estosproblemas, cuyos riesgos descubriría el movi­miento de masas al precio de numerosos fra­casos.

Al mismo tiempo, y leído precisamente a laluz de los acont~cimientos que se han produ-

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cido desde entonces, mi ensayo me parece aho­ra profundamente insatisfactorio. Sobre todo. ,porque contiene una manifiesta contradicciónentre el tratami.ento teórico general de los pri­meros dos tercIOS del ensayo y su aplicaciónfinal a los problemas concretos de un partidorevolucionario moderno. En la parte final seabandona en gran medida el esfuerzo teóricod.e, refle~i~n crítica sobre la tradicional concep­c:on le~lllllsta de partido (en particular su ré­gImen mterno: el centralismo democrático) ys~ recupera.n r:rácticamente todos los princi­PI,OS orgalllzatIV?S del partido bolchevique.Solo se da una mterpretación de los mismosalgo más «abierta» y «democrática». Ahorame parece evidente que esta contradicción sedebía en parte a mis consideraciones tácticas.En ,:quel tiempo yo militaba en el partido co­mUlllsta y estaba comprometido en una luchapolítica, uno de cuyos objetivos más importan­tes y delicados era precisamente reforzar lademocracia interna del partido. Por ello meparecía oportuno recordar y subrayar que mu­chos ,el~mentos d:mocráticos de la teoría y dela practKa de Lellln se habían limitado o anula­do en la época stalinista. Su sola restauración

.podía haber significado entonces' una r~pturacon las. ideas y hábitos de los actuales partidosc.omulllstas. Hoy en día, esta preocupación tác­tIca me parece mucho menos importante: nosó:~ porque desde ~ace mucho tiempo ya nomIhto en el PCI, smo porque la experiencia

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me ha hecho comprender qúe un resurgimien­to de las fuerzas' revolucionarias en Occidente-y no hablo tan sólo de los partidos comunis­tas-' será el resultado de luchas de masas y deaudacia teórica, y no de la lenta reconquistade los aparatos.

Sin embargo, éste no es el punto esencial.Porque la contradicción de la que he habladoantes abarca mucho más que la mera tácticapolítica. En la actualidad soy consciente ,de queen el ensayo había un error fundamental: mipersistente concepción del partido como una«totalidad" o eomo una "prefiguración de lanueva sociedad". Este error iba unido a dosproblemas teóricos que entonces no estabannada claros, pero que la experiencia y la luchade clases han empezado a hacerme ver. El pri­mero de estos problemas se refiere a la rela­ción que existe entre espontaneidad y cons­ciencia; o sea, la auténtica dialéctica mediantela cual el proletariado se convierte en una cla­se revolucionaria. En mi ensayo polemizabacorrectamente contra el espontaneísmo y eljacobinismo, y buscaba encontrar los elemen­tos que forman esta dialéctica en la realidadsocial. Pero entonces, siguiendo muy de cercaa Gramsci, identificaba en la supervivencia delos elementos preburgueses -«cultura" e <<Ín­telectuales»-- la mediación concreta que haríaposible que la clase obrera escapara del círcu­lo integración/negación y pusiera de manifies­to su propia alternativa al capitalismo. Por el

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contrario, los movimientos de masas de losúltimos años han demostrado que es posibley necesario mirar hacia el futuro: hacia lasnuevas contradic.ciones que el propio desarro­llo del capitalismo determina en el seno dela clase obrera y de las fuerzas productivas engeneral. El capitalismo continuamente produ­ce y reproduce sus propios sepultureros: lasfuerzas sociales y las necesidades sobre las quepuede construirse la alternativa revoluciona­ria. Esto no significa ninguna rehabilitacióndelespontaneísmo, puesto que el sistema cono,diciona poderosamente cualquier nuevo desa­!'rollo de las fuerzas productivas y las hace pa­recer constantemente ambigüas. Pero al mis­mo tiempo, a través de estos desarrollos, lasmasas y su lucha material se convierten enlas bases reales de la revolución socialista. In­fravalorar esta dialéctica, tal como hice en miensayo, tiene una consecuencia fatal: contra­poner una masa incurablemente aturdida porel sindicalismo o el anarquismo a una vanguar­dia iluminada por la luz de la teoría. En otraspalabras, defender una concepción idealista dela revolución y una concepción mística del par­tido. Por el contrario, el problema que hoyafecta a los países de capitalismo avanzado esla falta de análisis de la dialéctica de las fuer­zas materiales sobre las que debe construirseuna alternativa revolucionaria.

El segundo problema, que va muy unido alprimero, se refiere a la relación entre partido

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Clon en Occidente. Sólo en el interior de estecomplejo entramado pueden plantearse y re~

solverse los problemas internos de la organiza­ción del partido, rompiendo con las tradicio­nes centralistas sin que por ello se retome ne­cesariamentela vía socialdem,ócrata. Un grupode militantes marxistas italianos está hoy tra­baJando todos estos temas en la revista Il Ma­nifesto. El anterior ensayo debe ser interpreta­do como una prehistoria de esta investigación.

y masas. En mi ensayo, el partido seguía sienedo el summum institucional de la concienciarevolucionaria; muy por encima de las masasatomizadas que quedaban relegadas a su pro­pia espontaneidad. Hoy estoy convencido deque es precisamente este esquema el que re­presenta un serio obstáculo para cualquier re-

, volución en Occidente. El partido se convierteinevitablemente en un aparato autoritario y bu­rocrático si coexiste, con una masa desorgani­zada. Su estrategia oscilará necesariamente en­tre el parlamentarismo y el putschismo. Elúnico medio que existe para superar este es-

. quema no es sólo o principalmente «cambiarel partido») (democratización de la vida inter­na derecho a tendencias, reclutamiento dem~sas) sino introducir al mismo tiempo unnuevo elemento: los consejos obreros. Entre

.el partido y las masas debe existir un tercertérmino, el cual hará factible la relación entrelos dos primeros: las instituciones autónomasy políticamente unitarias de la clase obrera. Es­tas instituciones deben surgir directamente entoda la sociedad (fábricas, oficinas, escuelas),con sus estructuras propias, y en las que elpartido debe actuar como un elemento de es­tímulo y' de síntesis. No hay espacio en estepost-scriptum para desarrollar mi argumento.Sólo quiero dejar muy clara mi opinión de quehoyes ,esencial replantearse creativamente eltema de los soviets si queremos resolver losproblemas teóricos y estratégicos de la revolu- .

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Lucio Magri Enero 1970

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INDICE

New Left RewievIntroducción a Lucio Magri

LUCIO MAGRI

PROBLEMAS DE LA TEORíA MARXISTA DEL

PARTIDO REVOLUCIONARIO 21POST-SCRIPTUM 1970. 97