Nazismo y Revisionismo Histórico. Pier Paolo Poggio, 2006

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    Nazismo y revisionismo histrico

    Pier Paolo Poggio

    - s k a l -

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    Diseo de cubierta

    RA G

    Traduccin de

    Marta Malo de Molina Bodeln

    Reservados todos los derechos.

    De acuerdo a lo dispuesto en el art. 270

    del Cdigo Penal, podrn ser castigados con penas

    de multa y privacin de libertad quienes

    reproduzcan sin la preceptiva autorizacin o plagien,

    i todo o en parte, una obra literaria, artstica o cientfica

    fijada en cualquier tipo de soporte.

    Ttulo original

    Nazismo e revisionismo storico

    manifestolibri srl, 1997

    Ediciones Akal, S. A., 2006

    para lengua espaola

    Sector Foresta, 1

    28760 Tres CantosMadrid - Espaa

    Tel.: 918 061 996

    Fax: 918 044 028

    www.akal.com

    ISBN-10: 84-460-1551-X

    ISBN-13: 978-84-460-1551-2

    Depsito legal: M-32.463-2006

    Impreso en Cofs, S. A.

    Mstoles (Madrid)

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    n d i c e g e n e r a l

    Advertencia ............................................................................................................ 7

    1. El conflicto de las interpretaciones............................................................... 92. Hitler y el racismo nazi ................................................. ................................. 473. Estrategias revisionistas .................................................................................. 814. Ernst Nolte y la superacin histrico-filosfica del nazism o.................... 105

    5. La solucin final y la historia......................................................................... 133

    Apndice ................................................................................................................ 197

    Por un anlisis crtico-histrico del revisionismo....................................... 199La recepcin de Nolte en Italia ..................................................................... 223

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    Advertencia

    Desde hace por lo menos una dcada, el revisionismo histrico ocupa un lugarcentral en un conflicto en el que est en juego el control de la representacin del pasado, en primer lugar de la historia del siglo XX. Teniendo por objeto la formacin delsentido comn a travs del uso pblico de la historia, la revisin del juicio sobre losgrandes acontecimientos de la contemporaneidad ha descubierto como lugar privile

    giado el sistema de los medios de comunicacin de masas. Los resultados alcanzadosno se derivan nicamente de la potencia del medio, sino de la crisis concomitante delas culturas polticas, de la que el revisionismo histrico constituye una expresin, yde la imposibilidad por parte de la enseanza de hacer de muro de contencin de undiscurso con una fuerte legitimacin en trminos de novedad y cientificidad. Locual remite al papel desempeado por aquellos sectores de la historiografa acadmica que han desarrollado una opcin militante, utilizando el revisionismo histricocomo instrumento para una batalla poltica.

    En este contexto, la revisin del juicio sobre el nazismo adquiere una envergadura decisiva. El revisionismo histrico ganar o perder en la medida en que consiga invertir la representacin de sentido comn del nazismo y relativizar el juiciosobre el Tercer Reich, llegando a mitigar las dimensiones y el significado de la solucin final.

    El problema resulta crucial entre otras cosas porque la Alemania hitleriana, elnazismo y la Shorepresentan el banco de pruebas, el desafo ms elevado y difcil,para toda la historiografa. Y, en efecto, las investigaciones se han multiplicado con

    gran intensidad, aunque con demasiada frecuencia se han quedado en el seno de loscircuitos de especialistas. Hay, por lo tanto, un trabajo de traduccin al pblico, dedivulgacin y discusin, que tiene una urgencia propia y un significado en absolu-

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    to banal si se pone en relacin con el desafo del revisionismo histrico, sin olvidarse del negacionismo.

    Este texto intenta responder a este tipo de exigencia. No pretende proporcionar

    una interpretacin del nazismo, ni tampoco un verdadero anlisis historiogrfico,sino ms bien discutir selectivamente las tesis del revisionismo en relacin con elnazismo y la solucin final, contextualizndolas y confrontndolas con la mejor historiografa sobre el tema.

    Una primera versin de este texto apareci publicada en Studi bresciani. Qua-derni della Fondazione Micheletti9 (1996).

    Doy las gracias a mis amigos Sergio Bologna y Alberto Burgio por sus crticas ysugerencias.

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    El conflicto de lasinterpretaciones

    El punto exacto de engarce entre el revisionismo y las culturas polticas dominantes hoy da en los pases industrializados se sita en el juicio sobre el papel histrico del capitalismo, a su vez sintetizable en la tesis de acuerdo con la cual el capitalismo ha producido la democracia, derrotando a todos sus adversariosideolgicos, incluido, paradjicamente, el propio liberalismo. Se entiende, por lotanto, que los revisionistas histricos de todas las gradaciones muestren poco inters en indagar la relacin nazismo-capitalismo, tema clsico de la historiografa marxista arrollada por el derrumbe del comunismo, y de ah el riesgo de que quedeensombrecido un nudo histrico y terico fundamental.

    El encuentro entre el movimiento nazi y el capitalismo alemn, antes y sobre tododespus de la toma del poder, tiene lugar a raz de una confluencia de intereses, aunque sta no fuera la nica motivacin. Los nazis no exaltaban el capitalismo comomodelo cultural, pero no obstante pensaban que economa y capitalismo coincidany que su cometido consista en eliminar los factores perturbadores, como la lucha declases o la actividad financiera parasitaria juda, con el fin de permitir que la economa se expandiese de acuerdo con las potencialidades de la nacin alemana. Un programa de estas caractersticas contaba con la simpata de la gran industria, es ms,los industriales alemanes, indiferentes a la supuesta vocacin democrtica del capitalismo, pensaban que precisamente la eliminacin de la democracia permitira quela economa capitalista se expandiese en estado puro, sin obstculos. La colaboracin entre nazismo y capitalismo no desapareci en los aos de la guerra, cuando laindustria poda disponer de grandes cantidades de fuerza de trabajo a bajo coste,mientras se proyectaban horizontes de un color an ms rosa a travs de la expansin hacia oriente y de la destruccin del bolchevismo.

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    El capitalismo alemn se haba adherido al proyecto nazi porque vislumbraba enl la posibilidad de dar rienda suelta a sus propios apetitos: los espritus animalesdel capitalismo haban encontrado por fin a alguien que allanaba el terreno destruyendo toda oposicin. Con la guerra, el saqueo adquira dimensiones inditas y la

    industria intent sacarle el mximo provecho, con la explotacin de millones deesclavos. Pero, llegada a este cnit, la alianza empez a dejar ver de manera abiertasus implicaciones, hasta aquel momento ensombrecidas de modo infame por la sedde ganancia. En ltima instancia, quienes decidan eran Hitler y los dirigentes nazis,y sus decisiones empezaban a dejar de ser convenientes desde el punto de vista econmico; en su carrera destructiva y autodestructiva, el nazismo se estaba autono-mizando. La guerra, que haba permitido llevar al mximo la explotacin de losrecursos humanos y materiales, con su accin gigantesca de destruccin, estaba pre

    parando el terreno para una nueva fase frtil de desarrollo econmico, pero slo sise consegua quitar de en medio al nazismo: La dinmica nihilista, loca e incontrolada del nazismo era incompatible con la construccin y reproduccin de cualquier orden econmico permanente1.

    El capitalismo alemn haba credo encontrar en el nazismo el instrumento paraconseguir resultados ilimitados e inconfesables, contribuyendo a la destruccin dela democracia y a la privatizacin y feudalizacin del Estado. Por avidez insaciable,grandes empresas como la I. G. Farben acabaron participando en la destruccin y

    el genocidio, ligndose inextricablemente al rgimen, llegando a unirse indisolublemente con el nazismo. Cuando el lazo es tan estrecho y las partes son intercambiables, con las SS fundando un imperio econmico al mismo tiempo que los capitalistas y directivos empresariales se convierten en perfectos nazis, resulta difcil ypuede ser desorientador separar poltica y economa para determinar quin decideen ltima instancia entre sujetos embebidos de la misma Weltanschauung [concepcin del mundo]. Podramos limitarnos a constatar una confluencia y engarce difcil de eludir pese a todos los esfuerzos revisionistas; slo si se incorpora y se mantiene muy clara esta evidencia, tiene sentido seguir avanzando sin perder lo esencial.

    ste nos parece el planteamiento, la disposicin intelectual, del historiador que talvez haya proporcionado las aportaciones ms estimulantes sobre la relacin existente entre nazismo y capitalismo, y efectuado indicaciones que siguen siendo todava vlidas, ms all de los aspectos particulares puestos en discusin o superadospor las investigaciones posteriores.

    1 I. K e r s h a w , Che cos il nazismo? Problemi interpretativi e prospettive di ricerca, Turin, Bollati

    Boringhieri, 1995, p. 92 [ed. orig.: Nazi Dictatorship: Problems and Perspectives of Interpretation,Lon

    dres, Arnold Publishers, 1985; ed. cast.: La dictadura nazi. Problemas y perspectivas de interpretacin,Buenos Aires, Siglo XXI, 2004] -

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    A principios de la dcada de 1970, la controversia alrededor de las relacionesexistentes entre poltica y economa en el Tercer Reich, incluida la cuestin de laguerra y el exterminio, encontr en Tim Mason a un estudioso perspicaz e innovador, tanto en el plano analtico como en el planteamiento general del problema2.

    En polmica explcita con aquellos que ven en el nazismo una etapa de la modernizacin, Mason pone de relieve los contenidos y los resultados regresivos de ladestruccin del movimiento obrero: la cancelacin del conflicto social, contrarrestada nicamente por luchas espontneas y subterrneas que este historiadoringls saca a la luz a travs de trabajos pioneros, no conllev la materializacin deuna comunidad del pueblo (Volksgemeinschaft) en la que el sistema de bienestar compensara la regresin. Quienes aceptan como realidad esta representacinideolgica de la mquina de propaganda nazi mistifican la sustancia del nazismo,

    persiguiendo, en el mejor de los casos, una historizacin tranquilizante o apologtica. La manipulacin represiva en el interior era funcional a la guerra; la destruccin de los opositores, de los marginales, de los diferentes, constitua la basepara un dominio poltico-racial que deba extenderse desde Alemania a todaEuropa y el mundo entero.

    Bajo la perspectiva de Mason, la primaca de la poltica se concreta en la centralidad del terror, cuya tremenda eficacia se deriva del engarce, a travs de aqul, entredominio y explotacin. El terror desplegado -subraya Mason- se convierte en un

    instrumento educativo indispensable que penetra en la cotidianidad de la vida ydel trabajo, que constituye la verdadera garanta de perpetuacin de un poder absoluto, la forma especficamente nazi de engarce entre poltica y economa, el terrenode encuentro del nuevo poder con el capitalismo.

    Si el camino que llevaba de la comunidad empresarial a la empresa como campode concentracin era breve y directo, del mismo modo, el trayecto de la comunidad del pueblo al dominio de la raza superior se manifestaba a travs de la guerratotal y el exterminio.

    La poltica de represin y destruccin del movimiento obrero se haba completado con un ambicioso intento de integracin, con la adopcin de una poltica social,encomendada principalmente al sindicato nazi (DAF, Deutsche Arbeitsfront [Frente Alemn del Trabajo]), articulada en tomo a compensaciones de orden material ysimblico. De acuerdo con Mason, un objetivo fundamental de Hitler y del nazismoera asegurarse la paz social, integrando a los trabajadores atomizados en la Volks-

    gemeinschaft,algo que tuvo fuertes repercusiones en la propia gestin de la guerra,

    2 Vase T. MASON, La politica sociale del Terzo Reich, Bari, De Donato, 1980, que reproduce laintroduccin a la vasta antologa documental T. MASON, Arbeiterklasse und Volksgemeinschaft. Doku-

    menta und Materialen zur deutschen Arbeiterpolitik 1936-1939,Opladen, Westdeutscher Verlag, 1975.

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    dado que limit la libertad de maniobra de Hitler. Del mismo modo, preocupaciones de orden ideolgico y social indujeron a los nazis a mantener a las mujeres en lamayor medida posible al margen de las fbricas, recurriendo en cambio a trabajadores extranjeros y a la poblacin de los Lager [campos de concentracin].

    En Mason, la argumentacin obrerista, de acuerdo con la cual la lucha de clases, incluso slo de carcter econmico, contribuy a frenar y debilitar el impulsoagresivo del nazismo, encuentra formulaciones, prudentes y matizadas, que el revisionismo extremista no ha tenido en absoluto en cuenta, manteniendo la opinin deque el imperialismo social del Tercer Reich tena su base precisamente en la claseobrera, en perfecta simetra con el expansionismo sovitico de Stalin.

    Las posiciones de Mason, no reductibles a esquemas y ortodoxias, han suscitado las crticas tanto de la historiografa marxista como de la liberal. Mason no ha

    estudiado directamente el problema de los campos de concentracin y exterminio,pero tambin en esta vertiente crucial del nazismo ha expresado posturas no conformistas y abiertamente disidentes con las tesis estndar de la izquierda radical ala que de hecho perteneca.

    A partir de sus consideraciones alrededor del carcter econmicamente irracional del exterminio judo, se puede suponer que no habra compartido algunos intentos recientes y ambiciosos de reinterpretar el Holocausto a la luz de la lgica econmica. En cualquier caso, sobre la cuestin histricamente decisiva del genocidio,queremos reproducir un fragmento de Tim Mason, tanto ms notable en cuantoextrado de un texto coyuntural. El objetivo de la polmica en este caso es determinado revisionismo de izquierdas que, en nombre del antisionismo, est dispuesto aconfluir en las posiciones de los Nolte, cuando no de los Faurisson: unos y otrosestn a la busca de un ncleo racional del antisemitismo, de aquello que, si no lo

    justifica, lo hace no obstante comprensible e historizable, relativizndolo y calandoen la historia reciente y lejana para encontrar antecedentes y analogas.

    Mason, interviniendo contra un peligroso paralelismo histrico, en el momentoen que est a punto de desarrollarse el embate ms fuerte del revisionismo acad

    mico, se muestra muy preciso y su conclusin resulta perfectamente actual:

    Hay un aspecto de importancia capital por el cual la historia/mito de la persecucinde los primeros cristianos se diferencia por completo de la historia del genocidio nazi: enel caso de este ltimo, no existe un mito instrumental que espere a ser desvelado; por elcontrario, hay unos hechos(que, desde luego, pueden ser instrumentalizados hoy da paralos fines del sionismo). La idea de que una nueva investigacin puede reducir de algnmodo o llevar a una medida reconociblemente humana el exterminio nazi de los judos

    constituye una fantasa fascista/antisemita. Y por ms necesario que sea recalcar loshechos referentes al genocidio nazi de los rusos, los polacos y los gitanos, no hay duda de

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    que stos no relativizan ni disminuyen la importancia de los hechos que conciernen al

    exterminio de los judos. A diferencia de las historias convencionales de los m rtires cris

    tianos, la historia del antisemitismo nazi es a bsolutam ente clara en su s lneas generales y

    en muchos detalles; el problem a es qu e es tan enorme y tan terrible que constituye tod a

    va un desafo pa ra quien intenta co mp renderla y analizarla.Peor an, tal com paracin es oscurantista, porque pued e prod ucir el efecto de desa

    lentar ulteriores anlisis e investigaciones sobre el antisemitismo nazi -co m o si no se tra

    tase ms que de otra persecutologa!-. Aquel acto de genocidio exige si acaso ms dis

    cusiones, no menos. Todava no se ha comprendido ni digerido, no est listo para que lo

    metam os en el cajn. L a valoracin de su sign ificado est todava en sus comienzos, tanto

    para el mundo acadmico como para los medios de comunicacin de masas, tanto para

    la izquierda poltica como para las altas esferas del mundo cultural3.

    El revisionismo historiogrfico es funcional u orgnico a la cultura poltica neo-conservadora hoy da en posicin preeminente en todos los pases occidentales; suobjetivo especfico consiste en la normalizacin del nazismo y el fascismo, un resultado que se hace posible gracias a la confluencia de otros factores, en primer lugar,la distancia temporal con respecto a los acontecimientos, la desaparicin de los testigos y el agotamiento de la memoria, y, en relacin con ello, la demanda por partede la zona gris de la sociedad de olvidar una poca de horrores que ya no tieneinters ni relaciones con la actualidad.

    No se puede subestimar esta tendencia y, sin embargo, hay que tomar nota deque, pese a haberse vuelto a presentar una y otra vez desde el periodo inmediatamente posterior a la guerra, no ha conseguido imponerse en ningn momento: Loque sucedi durante la dcada de 1940 no envejece; en lugar de abismarse en lanoche de los tiempos, todo ello se nos abate encima y nos obliga a revisar todas nuestras nociones y todas las relaciones humanas. Estas palabras de Hans MagnusEnzensberger escritas hace treinta aos tienen validez todava hoy4. Significan que laruptura de la civilizacin acaecida entonces an no ha encontrado cura y que sigue

    imponindose y resurgiendo ms all del olvido y de la normalizacin.

    3 T. MASON, Parlo da goyim, en II Manifestodel 15 de febrero de 1986. De los ensayos ms significativos de Tim Mason se ha realizado en fecha reciente una recopilacin: T. MASON, Nazism,

    Fascism and the Working Class, ]. Caplan (ed.), Cambridge, Cambridge University Press, 1995. Esperemos que algn editor italiano se decida - lo cual no ha ocurrido cuando se publica esta edicin en

    castellano- por una iniciativa anloga, entre otras cosas porque Mason, pese a haber concentradosus investigaciones sobre el nazismo, no dej de dedicar atencin a la historia y al panorama polti

    co-cultural del pas en el que pas los ltimos aos de su vida.4 Extraigo la cita de C. PlANClOLA, Auschwitz e Hiroshima, eredit del secolo, Giano 21

    (1995), p. 103.

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    Es cierto que hemos entrado en la poca de las grandes masacres de dimensiones industriales y que esto ha generado hbito: A estas alturas, estamos acostumbrados a que el hombre pueda hacer de todo, incluso a una escala tremenda: ya nose trata de matar a un nmero restringido de personas, sino de matar a millones5.

    Pero precisamente el nazismo dio el mayor impulso a la poltica del exterminio sistemtico, encontrando competidores e imitadores, asegurndose una victoria postuma y obligando a la reflexin a seguir interrogndose sobre l.

    Quienes recuerdan y quienes quieren saber, aparte de los nostlgicos y los seguidores postumos, llegan a concebir el nazismo y el genocidio en trminos de regresin, barbarie, irrupcin de pulsiones primitivas, interrupcin del proceso de civilizacin; en suma, en el nazismo se expresa la negacin histrica ms radical delprogreso. Esta representacin, pese a las intrigas del revisionismo, sigue todava en

    pie, sobre todo por influjo de la literatura y de la ficcin sobre el Holocausto6. Susraces son profundas, pero el grado de elaboracin resulta con frecuencia superficial, por lo que corre el peligro de verse desplazada con respecto a las interpretaciones que presentan una imagen del nazismo por completo distinta de la de lavulgata antifascista, aunque no tengan nada que ver con el revisionismo histrico,en el sentido restringido y especfico del trmino. Este es el caso de la produccinhistrico-sociolgica que liga el nazismo a la modernizacin ms que a la reaccin,articulndose luego, a su vez, en distintas corrientes en funcin de la valoracin quese haga de la modernidad del nazismo.

    Entre los primeros en argumentar, ya en 1965, la tesis de acuerdo con la cual elnazismo tuvo como efecto la aceleracin de la transformacin en sentido modernode la sociedad alemana estuvo Ralph Dahrendorf7. A su juicio, el nazismo habapreparado de forma involuntaria el terreno para el triunfo de una sociedad democrtica en la Alemania posblica, destruyendo el tejido social del antiguo rgimen yrompiendo los lazos de carcter religioso, regional y corporativo; en otros trminos,la Gleichschaltung totalitaria8 perseguida por los nazis haba nivelado de hecho la

    5 G. H e r l i n g , La stanchezza dellesorcista, Una citt 56 (1997), p. 15.6 Al haberse hecho habitual, no se puede prescindir de tal trmino, pero hay que tener en cuen

    ta que Holocausto es un trmino bblico y expresa el acto sacrificial que se realiza con las manos

    puras en el altar, el acto sacrificial a Dios; resulta por ello ms correcto recurrir al trmino utiliza

    do entre los propios judos, Sho(catstrofe) o hablar de exterminio sin ms (G. MlCCOLl, en Qua -

    escoria 3 [1987], p. 99).' R. D a h r e n d o r f , Sociologia della Germania contemporanea,Miln, Il Saggiatore, 1968 [ed. orig.:

    1965].

    8 Con la palabra alemana Gleichschaltung (literalmente, sincronizacin o nivelacin), el

    rgimen nazi design el proceso por el cual se estableci un sistema de control estricto sobre cada

    individuo y de coordinacin de todos los aspectos de la sociedad, imponiendo a todo el mundo una

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    nacin alemana. Para Dahrendorf, la ruptura brutal con la tradicin constitua unpaso crucial hacia la modernidad, no obstante la envoltura ideolgica nazi.

    La teora de la modernizacin como rejilla interpretativa est en el centro del trabajo de corte histrico de David Schoenbaum sobre la revolucin social de

    Hitler9. La tesis fundamental y ms provocadora de Schoenbaum, que radicalizatodo lo sostenido por Dahrendorf, es que el Tercer Reich constituy una realidadsin clases, donde era posible el mximo de movilidad social y donde la disolucindel nexostatus-clase permita el triunfo del igualitarismo.

    Hay que advertir que toda la argumentacin de Schoenbaum discurre sobre elfilo de la paradoja: la igualdad que el nazismo impone a la sociedad se consigue acosta de la prdida completa de la libertad; por tanto, la revolucin social hitleriana se traduce en una especie de esclavitud generalizada, pero no era sta la percepcin que tena de ella la inmensa mayora de los alemanes. Schoenbaum privilegia,de hecho, la realidad social interpretada con respecto a la realidad social objetiva, corriendo el riesgo de intercambiar una por otra de manera acritica. El progreso del que habla no es el fruto real aunque involuntario de la poltica nazi, sino unarepresentacin construida a travs del uso selectivo de fuentes de segunda mano. Adiferencia de los epgonos posrevisionistas, que pintan un nazismo moderno y avanzado socialmente bajo todo punto de vista, Schoenbaum mantiene una distincinentre los medios y los fines para dar cuenta del carcter doble del nazismo: reaccionario y antimoderno en los objetivos ltimos, desarroll el industrialismo para

    ganar la guerra contra las sociedades industriales, capitalistas y socialistas.En todo caso, Schoenbaum proporciona una interpretacin modernizadora y posi

    tiva del nazismo, el cual realmente habra llevado a cabo un progreso social y habradesarrollado toda una serie de instrumentos innovadores, en el plano simblico ymaterial, en pos de la integracin nacional prometida por la nueva Volksgemeinschaft.

    El carcter intrnsecamente contradictorio del nazismo queda recalcado con mayorfuerza de la mano de Henry A. Turner, cuyo anlisis anticipa el motivo principal deun trabajo posterior, muy acertado, de Jeffrey Herf: el Tercer Reich debera verse

    como el caso ms clamoroso de modernidad reaccionaria; en efecto, para conseguir

    doctrina especfica que supuestamente eliminara el individualismo y nivelara el tejido social. Este

    proceso incluy actuaciones como la eliminacin sistemtica de todas las organizaciones no nazis

    que pudieran tener alguna influencia social (sindicatos, partidos...), la institucin de un control

    directo sobre las escuelas, la creacin de un Ministerio de Asuntos Eclesisticos para vigilar la acti

    vidad de las iglesias o la formacin de distintas organizaciones de afiliacin obligatoria para deter

    minados sectores de la poblacin. El propio trmino constituye sin duda un tpico eufemismo nazi.[N. de laT J

    9 D.SCHOENBAUM,

    Hitlers Social Revolution. Class and Status in Nazi Germany 1933-1939,Londres, Low & Brydone, 1966.

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    sus fines absolutamente antimodernos, ste se vio obligado a impulsar al mximo lamodernizacin, que en este contexto queda reducida a su cara ms concreta, estoes, tcnico-industrial10. Turner no intenta mediar o unificar los impulsos contradictorios, es ms, acenta una polaridad en la que se expresa la esencia del nazismo.El desarrollo de la industria debe proporcionar instrumentos para una guerra victoriosa llevada a cabo con la tecnologa ms avanzada con el fin de conquistar el

    Lebensraum [espacio vital] ; a partir de esta base territorial, el nazismo habra intentado realizar su utopa antimoderna y antihistrica, poniendo fin a la civizacinurbano-burguesa.

    El culto del Fhrer, la estetizacin ritualista de la poltica y la ideologa racista noresultan fciles de insertar en el paradigma de la modernizacin, forjado sobre todoen el mbito sociolgico. Tanto desde el punto de vista de la reflexin terica, como

    desde la perspectiva especfica de la investigacin histrica, se utiliza una categoraque se revela intrnsecamente dbil y cargada de ambigedades no resueltas.

    Con independencia de las crticas dirigidas a aspectos particulares de esta lneainterpretativa y a la puesta en discusin de la teora de la modernizacin por la conmixtin inextricable de elementos normativos y descriptivos, se desprende de lapropia argumentacin de Turner que desarrollos posteriores habran conllevadouna decisin o bien en la direccin de la valorizacin de los aspectos positivos yaidentificados por Dahrendorf y Schoenbaum, o bien en la profundizacin de la caranegativa de la modernidad que Turner y otros lean en trminos ms bien tradicionales, como ideologa compensatoria del trauma de la modernizacin acelerada.

    Antes de tomar en consideracin estos desarrollos recientes de la historiografainspirada en la teora o simplemente en la categora de modernizacin, es necesariauna breve referencia a la reflexin teolgico-filosfica sobre el nazismo y sobre elgenocidio judo, porque sin ella no es posible comprender las implicaciones delparadigma de la modernidad empleado en el mbito historiogrfico.

    Obviamente, una de las fuentes del discurso sobre la modernizacin negativaencarnada por el nazismo se puede localizar en las reflexiones de los frankfurtia-

    nos en el exilio: pinsese en libros comoDialctica de la IlustracinoEl eclipse dela raznu. Pero sobre la produccin historiogrfica ms reciente tal vez haya sidomayor la influencia de autores como Richard L. Rubinstein, que llega a presentar la

    10 H. A. TURNER, Faschismus und Kapitalismus in Deutschland, Gotinga, Vandenhoech &Ruprecht, 1972.

    11 M. HORKHEIMER y T. W. A d o r n o , Dialettica dellilluminismo, Turin, Einaudi, 1966 [ed. cast.:Dialctica de la ilustracin: fragmentos filosficos, Madrid, Trotta, 19941; M. Horkheimer, Eclissi della

    ragione, Sugar, Miln, 1962 [ed. cast.: Eclipse de la razn, Buenos Aires, Sur, 1973], ambos escritosen el transcurso de la Segunda Guerra Mundial.

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    solucin final como un mtodo racional de regulacin de la superpoblacin12.Rubinstein no es un historiador, sino un rabino, autor de un libro famoso, After

    Auschwitz(1966), centrado en el concepto de la ausencia de Dios de la historia y enla imposibilidad de seguir creyendo despus de la Sho.

    Poco antes, otro rabino de origen viens, ms tarde vinculado a Leo Baeck,haba publicado una obra igualmente importante. Ignaz Maybaum, en The Face ofGod After Auschwitz(1965), interpreta el genocidio como un holocausto en el quelas vctimas hacen las veces de ofrendas expiatorias. Para Maybaum, Dios se sirvide la Shopara hacer que el mundo entrase definitivamente en la Edad Moderna yponer punto final al Medievo.

    No es ste el lugar para profundizar en las implicaciones de la lectura escandalosa o paradjica de Maybaum, por otro lado coherente con el concepto de Holocausto, a diferencia del uso que se hace normalmente de l en el mbito historiogr

    fico. Nos limitamos a observar que la difusin del trmino es con toda probabilidadun sntoma de una adhesin amplia, en parte inconsciente, a la interpretacin enexceso optimista de Maybaum y a su confianza en la modernidad al fin surgidatras la catstrofe de la guerra. Una postura que hoy da parece pasada de moda ycontra la cual Rubinstein ha polemizado, por lo menos en el plano histrico, sobretodo con The Cunning of History, importante punto de referencia para una produccin historiogrfica apoyada en la teora negativa de la modernidad13. No sepuede responsabilizar de la catstrofe juda slo a la Alemania nazi, sino que toda

    la cultura occidental est implicada en ella, constituye el fruto envenenado de lamodernidad. Frente a Maybaum, que interpreta el Holocausto como el estremecimiento agnico del mundo medieval, Rubinstein sostiene que la Sho fue unaempresa decididamente moderna, aunque demonaca, tanto en el espritu como enel mtodo14.

    La categora de modernidad, todo lo criticable que se quiera por su uso infla-cionado y por la vaguedad de la definicin, ha adquirido, no obstante, y hay quetomar nota de ello, una posicin central en los estudios sobre el nazismo, que cons

    tituye a su vez el principal terreno de verificacin crtica de la modernidad histrica del siglo X X . Aqu se abre una profunda divergencia que atae a toda la historiografa sobre el nazismo.

    12 R. L. Rubinstein, The Cunning of History: the Holocaust and the American Future,Nueva York,

    Harper & Row, 1975.13 Para una exposicin sinttica del punto de vista de Rubinstein, vase R. L. RUBINSTEIN, Allean

    za e divinit. EOlocausto e la problematica della fede, en VV.AA., Pensare Auschwitz, Miln, Pards-

    Thalassa de Paz, 1996.

    14 Ibidem, p. 123.

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    Los estudiosos que subrayan sus rasgos vlkisch15, la ideologa de la Volksge-meinschaft,la insistencia en la exaltacin de los lazos de sangre y de los legados crnicos (elBlut und Boden [sangre y suelo]), se inclinan hacia una interpretacin queprivilegia la antimodernidad, la barbarie, la irracionalidad y la regresin, y leen lasolucin final a la luz de tales categoras, poniendo el mximo de distancia entre elnazismo y el proceso moderno de civilizacin que quiere negar de raz, propugnandouna inversin completa de los valores.

    Por el contrario, los estudiosos que retoman la versin negativa de la modernidad formulada por los frankfurtianos insisten en la relacin existente entremodernidad y exterminio y en la integracin catastrfica entre ciencia, tcnica ypoder que se lleva a cabo en el nazismo (y en las formas contemporneas de dominio totalitario). La obra ms conocida a este propsito es la de Zygmunt Bauman16.

    Bauman da la vuelta con sistematicidad a la interpretacin del nazismo como reaccin a la modernidad, reinterpretando tambin bajo esta perspectiva la categora deracismo. A juicio de Bauman, el racismo moderno marca una discontinuidad con respecto a la tradicin del antisemitismo y a las distintas formas de heterofobia presentes en la historia europea. El racismo nazi es una forma de ingeniera social aplicadapor una tecnoburocracia irresponsable a la que slo gua el principio de eficacia.

    El proceso de civilizacin es intrnsecamente ambiguo: contiene en su senomecanismos que, en lugar de inhibir la violencia, facilitan su despliegue; as, el fun

    cionamiento de la mquina burocrtica sustrae el uso y el despliegue de la violencia al juicio moral y desvincula los criterios de racionalidad de la interferencia de lasnormas ticas17.

    Como puede verse, estamos en las antpodas de aquellas corrientes revisionistasque celebran o presentan aspticamente la modernizacin que caracterizara el fas

    15Trmino alemn de difcil traduccin, derivado de la palabra Volk[nacin, pueblo] y propio de

    los movimientos e ideales populistas surgidos en Alemania a partir del siglo XIX, en los que nacin y pue-

    blo se identifican como una nica cosa, definida a su vez en trminos raciales, folcloristas y romnticos.

    Los movimientos vlkischtuvieron su origen en el nacionalismo romntico expresado por autores comoFichte y combinaban un inters patritico y sentimental por el folklore y la historia local con un popu-lismo antiurbano que puede ser considerado reaccin a la alienacin producida por la Revolucin

    Industrial. En algunos casos, a medida que evolucionaron, empezaron a conjugar aspectos esotricos del

    ocultismo folclrico con una exaltacin racial en ocasiones marcada por un fuerte antisemitismo. Tras laderrota de Alemania en la Primera Guerra Mundial, algunos de los movimientos vlkischque se haban

    desarrollado a finales del siglo XIX se reorganizaron adoptando una postura polticamente ms combativa y agresiva. La ideologa vlkischfue fundamental en el desarrollo del nazismo. [N. delaT]

    16Cfr. Zygmunt BAUMAN, Modernit e Olocausto, Bolonia, Il Mulino, 1992 [ed. orig.: Modernity

    and Holocaust, Ithaca, Cornell University Press, 1989; ed. cast.: Modernidad y holocausto, Madrid,

    Ediciones Sequitur, 1997].17 Ibidem, p. 50.

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    cismo italiano y el nazismo alemn. Este tipo de lectura de color de rosa de las dictaduras de derechas ha tenido un gran xito, sobre todo por los usos polticos a losque se prestaba, lo cual no le resta ni un pice de banalidad e inconsistencia conceptual. No se trata sino de la inversin especular, y la aplicacin al fascismo, de la

    presentacin apologtica que durante muchas dcadas ha triunfado en la interpretacin del comunismo sovitico; dado que diversos portavoces autorizados de lateora de la modernizacin aplicada en positivo al fascismo son ex estalinistas, nosencontramos ante una curiosa compulsin a la repeticin.

    La modernidad en el sentido de Bauman remite, en cambio, a las caractersticasburocrticas del exterminio, a la estructura de fbrica industrial del Lager, a laimplicacin de la tecnologa y de la propia investigacin cientfica en el proceso dedestruccin. Por otra parte, la teora negativa de la modernidad no considera queel exterminio de los judos (y de los gitanos) se corresponda con alguna lgica racional de la accin poltica o una forma, aunque extrema, de inters econmico18.

    El proceso de destruccin, fuertemente condicionado por la marcha de la guerra, que sin embargo lo hizo posible, tiende a adecuarse a la racionalidad de fbrica y a los mtodos industriales: hay que considerar bajo esta ptica los reiteradosintentos de optimizar el uso de los gases y la construccin de los grandes crematorios. El exterminio asptico y la supresin total de miles de hombres, mujeres ynios de acuerdo con un ritmo diario y un ciclo continuo siguen constituyendo entodo caso acciones insensatas por completo, adems de un crimen sin parangn

    hasta el momento. La teora de la modernizacin en negativo se encuentra, llegadosa este punto, con las lecturas filosficas o teolgicas de Auschwitz que ponen elacento en el corte, en la ruptura sin precedentes del curso histrico.

    En la interpretacin del nazismo y en relacin con las teoras positivas y negativas de la modernidad, la cuestin de la tcnica ocupa un lugar muy importante. Utilizando el afortunado oxmoron de modernismo reaccionario, que remite al antecedente de la revolucin conservadora, se ha propuesto una lectura que presentala combinacin de tecnologa avanzada con regresin poltica como rasgo peculiar

    del nazismo; de acuerdo con tal perspectiva, la estetizacin de la tcnica es la quehace posible el dominio poltico en nombre de la exaltacin de la naturaleza.

    La ideologa decimonnica del progreso, en la que confluan de distinto modoilustracin y liberalismo, positivismo y socialismo, propugnaba el desarrollo tcnico-industrial en trminos utilitaristas e instrumentales: la industria era el medio por

    18 Para una crtica de las concepciones ideo lgicas, positivas o negativas, de la modernidad, a

    partir del caso lmite de Auschwitz, cfr. M. ALLEN, The Puzzle of Nazi Modernism: Modem Tech

    nology and Ideological Consensus in an S S Factory at Auschwitz, Technology and Culture 3 (1996).

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    el cual se podran realizar las promesas de felicidad para el mayor nmero de sereshumanos, en una carrera pacfica hacia metas cada vez ms avanzadas.

    Pero tambin los crticos radicales del progreso, los tericos de la decadencia, enlos que se inspir el nazismo, podan llegar a una exaltacin anloga de la tcnica.

    En este caso, la tcnica y la potencia transformadora de la industria se conviertenen la encarnacin de la creatividad libre de un pueblo (o raza) capaz de romper lamediocridad decadente de la civilizacin democrtico-burguesa.

    No slo la poltica, sino tambin la industria y la tecnologa sufren un procesode estetizacin: Interpretando la tecnologa como encarnacin de la voluntad y dela belleza, los intelectuales weimarianos de derechas contribuyeron a la aceptacinirracionalista y nihilista de la tecnologa19.

    La contradiccin entre tcnica y naturaleza, que haba alimentado la crtica romn

    tica de la industria, queda abolida de golpe; en la tcnica, se expresa la esencia de lavida y de la naturaleza humana, una lucha incesante e implacable: La tcnica es la tctica del conjunto de la vida. Es la forma ntima del comportamiento en la lucha, quecabe identificar con la vida misma (O. Spengler). Aplicando a la sociedad los mecanismos de la seleccin darwiniana, la tcnica se convierte en una metfora de la guerra.Y laKultur[cultura], en su acepcin spengleriana, es sinnimo de fuerza y potencia.

    El objetivo constante de la crtica anticapitalista de los modernos reaccionarios estrib en separar la tcnica y la industria del capital, distinguiendo entoncestambin a los empresarios de los financieros; de este modo, se exaltaba la produc

    cin y se estigmatizaba la especulacin (cuya viva encarnacin eran los judos).Este tipo de enfoque selectivo era indispensable para llegar a la identificacin de

    la esencia de la tcnica y a su celebracin; el capitalismo quedaba reducido a hechohistrico contingente, mientras que en la tcnica se expresaba la naturaleza del hombre, su misin de organizador, ordenador, controlador de la naturaleza, de creadorde un mundo y de una sociedad ordenada, funcional, en la que cada cual y cada cosaestuviese en su lugar: una gran mquina perfecta.

    En la ptica de los pensadores de la revolucin conservadora era necesario sepa

    rar la tcnica del capitalismo, del dominio que la economa mercantil haba conseguido ejercer sobre todos los aspectos de la vida, hasta el extremo de convertir tanto al empresario como al trabajador en esclavos del proceso de produccin (H. Freyer).

    La lucha contra la autonomizacin de la tcnica, fruto de la generalizacin de laeconoma capitalista, no la poda dirigir el proletariado, que, en opinin de Freyer,

    19 J. H e rf , II modernismo reazionario. Tecnologia, cultura e politica della Germania di Weimar e nel Terzo Reich,Bolonia, Il Mulino, 1988, p. 60 [ed. orig.: Reactionary Modernism Technology, Culture and

    Politics in Weimar and the Third Reich, Cambridge, Cambridge University Press, 1986; ed. cast.: El

    modernismo reaccionario,Mxico DF, Fondo de Cultura Econmica, 1993].

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    haba sufrido un proceso de domesticacin, perdiendo su peso antagonista frente a la sociedad industrial. Una lucha de estas caractersticas la poda dirigir unVolk,en el que se manifestaban los principios nacionales y sociales capaces de liberar la tcnica de las superfetaciones burguesas y marxistas, conducindola nueva

    mente a los lugares originarios del espritu europeo, realizando la reconciliacinentre tcnica y alma.

    La tesis de la superioridad de la tcnica sobre el capitalismo aparece expresadacon mucha claridad en el trabajo de Heinrich HardensettL!uomo capitalistico e luo-mo tecnico (1932). Al primero, al estar impulsado por el beneficio, slo le interesavender mercancas, valores efmeros, abstractos, que, con su circulacin vertiginosa, producen caos y anarqua; el segundo, en cambio, produce objetos con un valorintrnseco, crea formas estables, transformando lo que es incompleto y cambiante

    en algo eterno y duradero. Para Hardensett, la misin de la tcnica consista encrear un mundo natural, ordenado, permanente, llevando a cabo la superacin delcosmopolitismo catico de la sociedad burguesa mercantil.

    Los tericos de la revolucin conservadora y los idelogos del nazismo (antetodo Goebbels) afirman que el pueblo alemn, a travs del nacionalsocialismo, esten condiciones de infundir un alma a la tcnica, creando un nuevo romanticismotecnolgico. Fritz Todt proclama la conciliacin de tcnica y naturaleza; las autopistas se funden en el paisaje, el artificio industrial se mantiene fiel a las formasnaturales, instalndose en la patria (y proclamando la voluntad de la raza).

    La tcnica orgnica y espiritualizada permite que la raza nrdica realice su peculiartendencia al dominio esttico de la naturaleza, salvando la naturaleza alemana de ladestruccin americano-judaica, de la deshumanizacin de la civilizacin puramentemecnica de Occidente. Slo los alemanes estaban en condiciones de lograr la sntesisentre tcnica y naturaleza, y su misin consista en crear un nuevo orden, en encontrarun espacio adecuado para la raza de los seores, de los amos de la tcnica.

    Hannah Arendt, en su intento de aprehender la esencia del nazismo, propuso

    utilizar dos conceptos aparentemente en las antpodas entre s: el de mal radicaly el de la banalidad del mal. En realidad, la propia Arendt proporciona una indicacin para ligar la negatividad doble que se expresa con el nazismo: dice que elmal radical ha aparecido en el contexto de un sistema en el que todos los hombresse han vuelto igualmente prescindibles20 y sta es precisamente la realidad histrica en la que se puede generalizar la banalidad del mal, cuando personas corrientes participan activamente en acciones de inhumanidad extraordinaria.

    20 H. A r e n d t , Le origini del totalitarismo, Miln, Comunit, 1989, p. 629 [ed. orig.: The Originsof the Totalitarism, 1951; ed. cast.: Los orgenes del totalitarismo, Madrid, Alianza, 2004].

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    La idea del mal radical se relaciona directamente con el terror totalitario, unaforma indita histricamente de destruccin psquica y fsica de los enemigos delrgimen, ya sean adversarios polticos declarados u obstculos objetivos que eliminar para la realizacin del programa ideolgico de construccin de una nueva sociedad con un material humano adecuado. El instrumento principal del terror es eluniverso concentracionario. Los desarrollos historiogrficos de esta interpretacindel totalitarismo han sido irregulares, entre otras cosas por las disputas respecto asu aplicacin al sistema sovitico postestalinista: en todo caso, faltan investigacionescomparadas que saquen provecho de testimonios excepcionales como el de Margarete Buber-Neumann21. Se trata, no obstante, de una lnea interpretativa que habrde tener desarrollos fecundos.

    No menos valioso se ha revelado el concepto de banalidad del mal, ms prxi

    mo a la sensibilidad microhistrica y al anlisis de los comportamientos cotidianosque caracterizan las distintas corrientes de la historia social. Tal como se ha observado con acierto,

    la adopcin de la categora explicativa de la banalidad del mal posibilita una aproximacin

    a la cuestin del exterminio de los judos en trminos que permiten salvaguardar la especi

    ficidad h istrica determinada, nazi, del hecho, y, al mism o tiempo, prefigurar su reproduci-

    bilidad y su universalidad en un p lano generalmente (no genricamente) hum ano: y esto en

    una direccin que se sita en las antpod as de las hom ologaciones revisionistas y de las jus

    tificaciones al estilo Nolte22.

    Tal como veremos, si hay un hilo conductor en la vasta produccin del historiadorprincipal del revisionismo, est constituido por la infravaloracin del antisemitismo,que acaba siendo un elemento marginal y, por lo menos desde el punto de vista histrico, incluso fcil de comprender, en las circunstancias de la poca y dado el papeldesempeado por los judos. El resultado principal y ms peligroso al que llega el revisionismo es la banalizacin del nazismo, exactamente lo contrario de lo que quiere

    sealar la categora de banalidad del mal, que indica por el contrario una implicacin sin precedentes de los hombres normales en una empresa destructiva que afectaba tambin a personas cercanas, familiares, amigos, conciudadanos, convertidos enpoco tiempo en seres que no merecan vivir, bacilos peligrosos, enemigos absolutos.

    Sin el antisemitismo no habra sido posible la solucin final, del mismo modoque sin el racismo no habra habido nazismo (y otras formas de dominio, en primer

    21 M. B u b e r -N e u m a n n , Prigionera di Stalin e Hitler,Bolonia, Il Mulino, 1994 [ed. orig.: 1948; ed.

    cast.: Prisionera de Stalin y Hitler: un mundo en la oscuridad, Barcelona, Crculo de Lectores, 2005-].

    221. C e r v e l l i , Revisionismo e b analit del ma le, Qualestoria 3 (1987), pp. 86-87.

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    lugar, el colonialismo), pero en el antisemitismo no estaba ya implcito el exterminio, del mismo modo que no se puede hacer derivar el nazismo de la pretendidaespecificidad de la historia alemana.

    Es necesario entender la discontinuidad que marca el nazismo y, en este sentido,su unicidad; la investigacin del contexto, de las diferentes aportaciones, de lascircunstancias, de las causas y de las conexiones no puede desembocar en la supresin del dato fundamental, es decir, la novedad histrica absoluta y efectiva delnazismo; el acontecimiento se manifiesta en el corazn de Europa y en el epicentrode su civilizacin, cambia la historia, destruye la idea de progreso e impone unahipoteca al futuro; la gran discontinuidad no se produce bajo la forma de la revolucin emancipadora, sino de la reaccin destructiva.

    Se puede coincidir en que todo acontecimiento se produce en un campo yaconstruido, donde se localizan estructuras e instituciones, pero cmo no recono

    cer que la catstrofe, aunque sea el resultado de transformaciones y acumulacionesmoleculares, provoca una aceleracin imprevista del cambio, causa una rupturairreparable y marca el pasado inmediato de nuestra civilizacin de manera tan profunda que proyecta una sombra sobre todo futuro posible? Un escenario de estetipo est ms presente para nosotros, pese a todo exorcismo, de lo que lo estabapara sus coetneos, que saban mucho menos de lo que nosotros sabemos; ellos,adems, tenan la esperanza de que, despus de haber tocado fondo con el nazismo,fuera posible una recuperacin vigorosa de un curso de la civilizacin firmemente

    anclado en valores de progreso y emancipacin, tanto de los individuos como de lospueblos. En lugar de ello, no se ha tenido sino un crecimiento econmico muy desequilibrado y destructivo.

    La amplitud del trauma ha alimentado, no slo en Alemania, varias estrategiasde remocin, a partir de la desarrollada por el revisionismo negacionista, que creepoder resolver el problema de raz haciendo desaparecer el exterminio y, sobretodo, el denominado Holocausto de los judos. Es posible reconocer procedimientos ms complejos en aquellos enfoques que persiguen una especie de reduccionis-

    mo historiogrfico, donde el acontecimiento-catstrofe queda mermado a travs dela reconstruccin y la explicacin, reducido dentro de modelos y teoras antropolgicas y sociales formuladas antes del nazismo y que slo consiguen explicarloamputndolo de aquello que realmente lo caracteriza.

    Esta crtica es aplicable tanto a la historiografa marxista, cuando hace del nazismouna forma extrema de economicismo, como a la liberal, cuando personaliza el nazismo reducindolo a la accin del individuo Hider. En el polo opuesto se sitan aquellos que, para no mitigar ni un pice una tragedia que ninguna historia puede restituirni ningn lenguaje racional puede comunicar, ofrecen una representacin de ella nicamente negativa, como acontecimiento en el que colapsa todo significado, abismo

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    que engulle cualquier confianza en la humanidad o fe en la divinidad. En este caso, eltrauma se fija y se hace insuperable, pero una postura tan radical resulta en realidadfrgil e insostenible; al negar la posibilidad de indagar y de explicar histricamente elnazismo y sus consecuencias, deja el campo libre al revisionismo relativizador23.

    Reduciendo el nazismo y los crmenes que perpetr al Holocausto y sosteniendoque no puede haber historia de ste, se entrega al revisionismo el monopolio de lainvestigacin y de la representacin histrica y esta ltima empieza a limitarse a laproducida por aqul, sobre todo en el uso pblico de la historia: resultado por otrolado inevitable si a todos los que intentan explicar el acontecimiento con los mtodos estndar de la historiografa se les considera de por s revisionistas.

    Si se cree que la comparacin es inevitablemente relativizadora, se infiere que lainvestigacin histrica es imposible. Pero la comparacin puede servir para entender

    un fenmeno en su especificidad, y la confrontacin y la contextualizacin puedensacar a la luz precisamente sus rasgos sobresalientes, los elementos que lo distinguen.En este sentido, estos procedimientos resultan tiles para subrayar la novedad radLcal, el carcter de acontecimiento crucial del nazismo, con respecto al cual el propiofascismo constituye una especie de antecedente necesario pero no suficiente: elnazismo no aparece ya contenido en el fascismo. Desde luego que un planteamientode este tipo puede ser sometido a discusin, pero no mitiga, es ms, refuerza, losaspectos de radicalidad negativa, de ruptura traumtica, que estn en el centro de la

    preocupacin de quienes luchan por que no se suavice la representacin del nazismo y del exterminio.Las estrategias de relativizacin, minimizacin o rehabilitacin del nazismo se

    han desplegado ampliamente por otras vertientes. Un uso perverso de la teora deltotalitarismo ha permitido una doble operacin reduccionista basada en el mismoprograma interpretativo, aunque los resultados parezcan opuestos. El nacionalsocialismo se reduce al hitlerismo, a Hitler se le presenta, a su vez, como encarnacindel mal, irrupcin de lo demonaco, nico verdadero responsable de los crmenesde Alemania por el hechizo con el que subyug a los alemanes. El objetivo eviden

    te consiste en disolver y eliminar el nazismo y, sobre todo, la profunda implicacinde la sociedad, de la economa, de la clase dirigente y de los aparatos del Estado enl. ste es el planteamiento que las corrientes conservadoras y nacionalistas privilegian. Su inversin especular viene dada por aquellas reconstrucciones que, por elcontrario, atribuyen a Hitler las mejores intenciones (por ejemplo, la puesta en marcha de un verdadero Estado social o el tesn en la destruccin del comunismosovitico para salvar Europa y Occidente) e incluso la capacidad de llevarlas a cabo.

    23 Sobre esta problemtica, vase D. L a C a p r a , Representing the Holocaust: History, Theory, Trauma, Ithaca, Cornell University Press, 1994.

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    Por lo que se refiere a los crmenes, como la masacre de los judos, hay que con-textualizarlos en el escenario de guerra y, en todo caso, se cometieron a espaldas deHitler. sta es la tesis, por ejemplo, del historiador ingls David Irving, que, delrevisionismo, ha llegado luego al negacionismo: no slo Hitler era inocente, sino

    todos los alemanes.La reproposicin del culto del Fhrer en esta versin del buen monarca o delestadista previsor tena como referente el mismo pblico que peda instrumentos deremocin y legitimacin, con una especial apertura, no obstante, hacia los nostlgicos y las nuevas generaciones, concebidas como una tabla rasa perfectamente dispuesta a consumir verdades escandalosas, opuestas a las que se dispensabandesde las instancias oficiales.

    Sin embargo, la remocin del nazismo, reducido a parntesis y cuerpo extraocon respecto al curso de la historia nacional, pese a contar con la ilustre paternidadhistoriogrfica de un Meinecke -con un papel anlogo al de Croce para el fascismoitaliano-, no poda perpetuarse ms all de la poca de la segunda posguerra; con lallegada de nuevas generaciones, desaparecieron las motivaciones psicolgicas quela haban sustentado.

    LaHistorikefstreit[controversia de los historiadores] que se suscit en la segunda mitad de la dcada de 1980 saca a la luz una nueva postura por parte de los historiadores conservadores o abiertamente revisionistas como Ernst Nolte24. stosaceptan y pliegan a sus fines el llamamiento lanzado por Martin Broszat, exponen

    te punta de la escuela funcionalista, por una historizacin del nacionalsocialismo25:el nazismo, aparte del papel de Hitler, ya no es algo absolutamente distinto, sinoque forma parte integrnte de la historia alemana y europea, con todas las de la leyy con buenos motivos para ello. La historizacin se traduce de inmediato en relativizacin, cuando no en juicios abiertamente positivos. Las modalidades concretasde la operacin varan en relacin con los estudios y especializaciones de cada autor,pero el dispositivo de base es sustancialmente el mismo. As, Andreas Hillgruber,muy apreciado por sus investigaciones sobre la Segunda Guerra Mundial, hace una

    valiosa contribucin al revisionismo cuando vincula el exterminio de los judos a laresistencia que opone el ejrcito alemn al avance del Ejrcito Rojo. Acaso los soldados alemanes deban renunciar a la resistencia y permitir el desmantelamiento de

    24 Sobre esto, vase B. MANTELLI, Il magazzino della storia. Riflessioni sullHistorikerstreit e i

    suoi echi italiani, Quaderno di storia contemporanea 4 (1988).25 M. BROSZAT, Playdoyer fr eine Historisierung des Nationalsozialismus, Merkur 5 (1985).

    La historizacin propugnada por Broszat tiene un planteamiento categorial y de valores opuesto al

    revisionista: quiere investigar el Tercer Reich desde abajo, partiendo de la historia de la vida cotidiana (Alltagsgeschichte),e intenta descubrir cmo fue posible el despliegue de dinmicas destructi

    vas dentro de la propia sociedad, y no por el poder irresistible de un Estado omnipotente.

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    los campos de exterminio y el exterminio de sus propios connacionales? Centrando la atencin en una dinmica factual perfectamente indentificable, Hillgruberllega a conclusiones que confluyen con el razonamiento desarrollado por Nolte entorno a los grandes escenarios de la poca.

    En realidad, la propuesta de Broszat sobre la historizacin del nazismo no ha llegado a adquirir centralidad en la controversia de los historiadores, que ha acabado aferrndose a un terreno predominantemente poltico-ideolgico, con escasasaportaciones cognoscitivas innovadoras. No obstante, Saul Friedlnder se la hatomado muy en serio, y la ha rebatido, a travs de un intenso intercambio intelectual con el historiador alemn26. De acuerdo con Friedlnder, la historizacin, aunque deseada desde varios lugares, no es posible y slo puede producirse bajo laforma negativa de la remocin y la cancelacin (de ah, de nuevo, la relacin entre

    revisionismo y negacionismo).Por su parte, los historiadores que aplican al nazismo (y al fascismo) la catego

    ra de modernizacin, presentndola como un instrumento de anlisis neutral ycientfico, llegan a reconstrucciones que confluyen con las del revisionismo histrico; la diferencia principal es que los revisionistas son explcitos en su revalorizacindel nazismo, mientras que los modernizadores prefieren un enfoque asptico y,por lo tanto, se abstienen de sacar conclusiones; el resultado, no obstante, es elmismo, no slo desde el punto de vista del juicio, es decir, del uso pblico de la historia confiado a las simplificaciones de los medios de comunicacin de masas, sino

    tambin en los contenidos de la investigacin, en sus aportaciones cognoscitivas.Esta clase de resultado depende tambin del tipo de fuentes utilizadas y del

    examen al que se las somete: el nazismo era moderno, desarroll mucho la industria, acab con el desempleo, ayud a los pobres, protegi a las mujeres y a losnios, en definitiva, llev a cabo una autntica revolucin social: en efecto, todoesto se puede encontrar dicho y escrito en los documentos, en las fuentes, que elnacionalsocialismo produjo con profusin y que son aceptadas como reflejo de larealidad histrica.

    No hay que olvidar un dato claro: la burocracia, el ejrcito y el capitalismo alemanes no slo se adaptaron al nazismo, despus de haberlo sostenido frente al peligrorojo, sino que creyeron haber encontrado en l el instrumento para llevar a cabo susaspiraciones, objetivos e intereses hasta sus ltimas consecuencias. De aqu, de estaconfluencia pluralista de todos los centros de poder (amn de las masas atomizadas),deriva la extensin totalitaria y la penetracin del nazismo en todas las articulaciones

    26 M. B r o s z a t y S. F r i e d l n d e r , Um die Historisierung des Nationalsozialismus, en Vier-teljahrshefte fr Zeitgeschichte 2 (1988). De Saul Friedlnder vase el reciente libro, Nazi Germanyand the Jews,vol. I, Nueva York, Harper Collins, 1997.

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    principales del Estado y de la sociedad; de aqu, tambin, la conflictividad policrti-ca que resalta la interpretacin funcionalista: un poder que alimenta el desorden, lainseguridad y el terror.

    El sistema de dominio puesto en marcha por el nazismo, con el impulso expan-

    sionista externo y la accin capilar de penetracin en cada ganglio vital de la sociedad, hasta acumular una enorme masa de energa destructiva dirigida a la guerratotal, esta forma negativa o invertida de Estado, que Franz Neumann design eficazmente con la imagen de Behemoth21, tena su centro motor en un movimientoque se identificaba con su lder. Pero los problemas interpretativos ms serios noconciernen al movimiento nazi y a Hitler, sino a lo que le sucede a la sociedad y alEstado alemn, o bien al engarce entre unos y otros, que no cabe circunscribir a unhecho contingente, entre otras cosas por las enormes consecuencias que se derivaron de ello en un arco de tiempo muy breve.

    El revisionismo histrico sobre el nazismo ha sido el producto de una coyuntura poltica: en sus formas extremas, negacionistas, es impresentable; en su versinmoderada, ha terminado por ser utilizado en apoyo de una operacin de restauracin neonacionalista, como soporte de la recin recuperada unidad de Alemania,que no poda cargar con la hipoteca nazi28. La perspectiva moderada del asunto hapuesto en dificultades a las posiciones crticas que no estn dispuestas a aceptar unahistorizacin normalizadora ni a mantener el paradigma paralizante de la excepcio-nalidad absoluta. Una de las corrientes ms interesantes y batalladoras es la que ha

    centrado sus investigaciones en la generacin del nazismo partiendo de abajo, de lagente comn.

    Los estudios sobre la vida cotidiana, inicialmente motivados por la investigacinde formas ocultas de resistencia al totalitarismo nazi, en particular en ambientesobreros, han acabado por desplazar su baricentro cada vez en mayor medida haciael foco opuesto: el racismo latente en la vida de cada da, en relacin con los grupos contra los que el nazismo estaba desatando su guerra ideolgica. En trminossin duda ms complejos y contradictorios que una adhesin en masa al exterminio,

    apareca en primer plano la relacin entre lo ordinario y lo excepcional, el consenso y la no resistencia, como contexto y sostn de la accin del rgimen. Sin embargo,

    27 Franz Neumann utiliza, para describir el poder del nacionalsocialismo, la imagen de Behe

    moth,monstruo terrestre del caos en la escatologia juda de origen babilnico: rplica del Behemoth

    hobbesiano, el Estado nazi sera un no-Estado, un caos, un imperio de la anomia y la anarqua

    [F. NEUMANN, Behemoth. Pensamiento y accin en el nacionalsocialismo, Mxico DF, Fondo de Cul

    tura Econmica, 1983 (ed. orig.: 1943), p. 11]. [N. de laT J

    28 Cfr. S. BERGER, Historians and Nations - Building in Germany after Reunification, Past and

    Present 148 (1995).

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    la nueva tematizacin no estaba planificada dentro de un proyecto de ampliorespiro, sino que ms bien ha sido experimentada como una derrota, con la excepcin de los estudios de gnero. El xito del revisionismo ha dependido tambin,pues, de una debilidad innegable de la historiografa crtica, abocada a un trabajofatigoso e indispensable de reconstruccin de las propias bases y de los propiosreferentes ideales.

    Los resultados obtenidos por los historiadores en el estudio del genocidiojudo ya se han analizado en obras especializadas; por lo dems, es evidente quese est constituyendo una historia de la historiografa, ante la existencia de losmiles de libros y artculos existentes sobre el tema, incluso si nos limitamos a laproduccin de carcter cientfico. La imposibilidad de comprender el Holo

    causto y las dificultades indudables que surgen por el lado de la documentaciny la interpretacin no han obstaculizado, sino ms bien incentivado, el anlisisfactual, emprico, y los intentos de sntesis; se pueden y se deben indicar los lmites y los riesgos de la reconstruccin y representacin historiogrfica, pero estetipo de camino es obligatorio y ya est en marcha, aunque se est muy lejos dehaber llegado al final29.

    La historia, ms que la historizacin, del nazismo, incluida la solucin final,junto con la represin, las masacres y la poltica de exterminio contra amplios estra

    tos de la poblacin civil de los pases ocupados, en especial de Europa oriental,debe aferrarse al terreno de los hechos, donde, no obstante, vuelve a introducirse lapropia ideologa racista. Se trata, por lo tanto, de un camino que conlleva el riesgode la construccin del propio objeto de estudio y que, lejos de desembocar enuna relativizacin del nazismo como producto de la poca, constituye la nicagaranta contra las remociones y la manipulacin del conocimiento y de la verdad,una verdad histrica que es imposible fijar de una vez por todas y que, en el casode acontecimientos de una repercusin tan sobrecogedora como stos, es un deberreconquistar, profundizar y enriquecer sin cesar. La peticin de dejar de lado, cancelar, negar los acontecimientos ms trgicos del siglo no puede ser aceptada ni ennombre de la oportunidad poltica, ni para satisfacer la necesidad psicolgica deolvido, ni por ningn otro motivo.

    La cuestin de cul es el enfoque histrico ms eficaz sigue siendo, como es evidente, materia de libre discusin, pero no se puede rebajar el nazismo y el propioHolocausto, concebido como su resultado ltimo, al plano de una de las muchas

    29 Para los temas afrontados aqu, vase M. M a r ru s , IlOlocausto nella storia,Bolonia, Il Mulino, 1994.

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    dictaduras, de una de las muchas masacres, del pasado o de la actualidad. Reconocer la novedad y la unicidad del nazismo y, no obstante, colocarlo en una perspectiva histrica significa tambin rechazar la tesis de la indecibilidad absoluta yde la incomprensibilidad del Holocausto y evitar que una posicin tal, aunquelegtima en el plano filosfico o religioso, se traduzca en una parlisis de la investigacin y en el consiguiente triunfo de una historiografa revisionista o negacionista y apologtica del nazismo, cuando no del genocidio judo.

    Volver a introducir Auschwitz en la historia significa correr riesgos y entrar enun campo de conflictos; sin embargo, este paso es inevitable. Hay quien sostiene queAuschwitz no ha tenido precedentes, que el genocidio de los judos, por sus modalidades y su significado, es nico y que, en definitiva, en virtud de su absolutanovedad negativa, mantiene un margen de incomprensibilidad, de insensatez suprema; hay escritores, filsofos, telogos o, incluso, simples testigos que han dado

    expresin a este concepto lmite de negatividad extrema y a un tiempo banal,inherente a una rutina burocrtica. La historiografa puede recibir rico alimento deestas reflexiones y, no obstante, mantener la propia autonoma, tanto afrontando crticamente la dificultad que constituye el revisionismo, como desarrollando investigaciones innovadoras, con la conciencia de que el descubrimiento de nuevos documentos y fuentes no puede soslayar la confrontacin con la intensa elaboracin de laque ha sido objeto este acontecimiento despus de su acaecer histrico, en la quevuelven a introducirse las reflexiones sobre la inadecuacin de la cultura moderna

    para expresar, explicar y comprender la manifestacin, en su seno, de aquello que laniega con un radicalismo sin igual.

    El debate sobre el revisionismo historiogrfico ha contribuido a centrar la atencin cada vez ms en el genocidio de los judos, que, con el paso del tiempo, ha idoadquiriendo una importancia cada vez mayor. Se ha producido un vuelco de perspectiva con respecto a la posicin que ocupaba en el momento en que tuvo lugar,cuando no slo los alemanes o los polacos trataban de ignorarlo, si es que no loaprobaban, sino que tampoco los dems pueblos y Estados, ni siquiera las autori

    dades religiosas ni, paradjicamente, las propias organizaciones judas queran creerni saber.Esta centralidad alimenta las pulsiones antisemitas, constituye el blanco de los

    negacionistas y suscita las crticas de muchos sectores de la historiografa, no slode los revisionistas, sino tambin de aquellos que no soportan la unilateralidad deuna representacin cuyo resultado final niega la posibilidad misma de reconstruirla historia del genocidio, fijada en la dimensin sacra del Holocausto y, en todocaso, aislada del conjunto de la poltica nazi, del contexto de la guerra y de losdems exterminios que la caracterizaron (no slo los nazis, sino tambin Dresde,

    Hiroshima, etctera).

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    (a) el exterminio de los judos no puede no estar en el centro de la reflexinsobre el nazismo y la guerra; tanto desde el punto de vista de la interpretacin,

    como de la reconstruccin historiogrfica, ste constituye, en efecto, el nudo his-trico-terico decisivo y no cabe sortearlo;

    (b) desde una perspectiva histrica, resulta imposible y equivocado aislar laShode los dems exterminios producidos por la mquina del terror, que encontr en el sistema concentracionario el instrumento principal en el que conjugarexplotacin y destruccin.

    La formulacin de Hannah Arendt puede servir una vez ms de gua: la poltica nazi

    de genocidio, que no afect slo a los judos, forma parte de un discurso ideolgico msamplio y entra dentro de una praxis poltica de construccin de una nueva humanidad a travs de la destruccin de los intiles y nocivos; es el resultado final del totalitarismo, que no se expres slo en el nazismo, sino tambin en el comunismo sovitico.

    El totalitarismo se sostiene sobre un sistema de campos que sirven para aterrorizar y explotar, matar y humillar a las personas, pero la finalidad que Arendt resaltacon mayor fuerza es la de la alienacin total: el objetivo de los campos es arrebatar ala persona toda espontaneidad y reducirla a una cosa. Llegados a este punto, sepuede hacer de ella lo que se quiera: la destruccin a travs del trabajo o el asesinato inmediato dependen de la conveniencia, del arbitrio y de la casualidad, del mismomodo que los medios empleados para el homicidio en masa pueden ser de lo msdiverso, mxime cuando la situacin de guerra, aunque, por un lado, facilita todaoperacin, por otro, pone en crisis los intentos recurrentes de organizar con procedimientos burocrticos ordenados el cometido histrico que el nazismo se adjudic.

    Se puede decir que, en el trabajo de Arendt, como ms tarde en la gran sntesishistrica de Ral Hilberg, el conflicto de las interpretaciones, suscitado en granmedida por un tema como el genocidio judo, queda de algn modo superado, e

    intencionalismo y funcionalismo pueden confluir. Se trata, no obstante, de excepciones dentro de una historiografa muy orientada y polarizada, donde se ha insertado la variable revisionista, que ha sobrecalentado el debate todava ms.

    Frente a acusaciones excesivas y sin fundamento, hay que precisar que la historiografa funcionalista no niega la realidad ni las dimensiones del genocidio judo,aunque propone para l una dinmica profundamente interconectada con los acontecimientos y con las contingencias histrico-temporales, en primer lugar con lamarcha de la guerra.

    El riesgo estriba en que, de este modo, se subestime la relacin existente entreantisemitismo y exterminio de los judos: la participacin directa, las distintas for-

    Con respecto a todo esto, parece til subrayar dos cosas:

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    mas de colaboracionismo y la indiferencia ante las persecuciones se apoyaron en elantisemitismo y en el antijudasmo cristiano, en una estratificacin arraigada de pre

    juicios muy presentes en todas las clases sociales, en gradaciones distintas en funcin de los pases, y, sin embargo, lo suficientemente consistente como para confi

    gurar un sustrato al que podan acudir no slo los idelogos fanticos, sino tambinlas personas corrientes en busca de una legitimacin y de una cobertura psicolgica que justificase las propias opciones.

    El antisemitismo constituye el contexto del genocidio, pero, para que ste sehiciese operativo, hacan falta varios factores ms; incluso en el plano ideolgico, elantisemitismo se sald con una Weltanschauungracial que no arremeta slo contralos judos; la dinmica de destruccin-purificacin puesta en prctica por los nazisera de por s ilimitada, por lo cual no poda haber un plan que estableciese losplazos de cada paso.

    Antes de que la solucin final se hiciese operativa, los nazis haban dado el pistoletazo de salida a las operaciones de eliminacin fsica de aquellas personas que llevaban una vida indigna de ser vivida: en nombre de la eutanasia, se haba comenzado la purificacin de la raza aria partiendo de la nacin alemana. En este marco,entran las modalidades de la guerra de exterminio contra la Unin Sovitica, ascomo la persecucin y la masacre de los gitanos, un caso que merece mayor atencin,porque en l se entrelazan de manera explcita las motivaciones sociales y raciales.

    El intento de exterminar a los judos, en sustancia logrado por lo que se refiere

    al mundo judo de la Europa oriental, no fue simplemente fruto de un plan o de unaorden de Hitler: los nazis y sus cmplices, en todos los mbitos y en sintona con suFhrer, albergaron la intencin, hicieron planes y emprendieron acciones dirigidasa la eliminacin de los judos (en un primer momento, con la expulsin-deportacin, luego con el exterminio).

    Muchos historiadores del genocidio judo han subrayado con acierto la relacinexistente entre la solucin final y el curso de la guerra, en particular, la repercusincrucial de la campaa de Rusia. Sin duda es cierto que el exterminio y sus modali

    dades y fases dependieron de la guerra en el Este, que empuj a Hitler y a los dirigentes nazis ms que ningn otro factor a radicalizar hasta el extremo la polticacontra los judos. Sin embargo, hay que tener en cuenta que la propia guerra, en particular el ataque contra Rusia, estaba de por s cargada de un contenido poltico-ideolgico explosivo, en tanto que guerra sin cuartel contra el judeo-bolchevismo.

    La posibilidad de establecer, a travs de investigaciones detalladas, una cronologa precisa de las operaciones de exterminio, adems de sus modalidades y localizacin, es importante para verificar los modelos interpretativos. Por ejemplo, la tesis deMartin Broszat, de acuerdo con la cual el inicio de la solucin final fue la respuestaal caos que se estaba produciendo en losLagery en los guetos polacos a causa del fra-

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    caso de la ofensiva en Rusia, no se sostiene ante la acumulacin de datos disponiblesa estas alturas sobre la actividad de los Einsatzgruppen [grupos especiales mviles],mucho antes del bloqueo de la incursin hacia el Este. Por otra parte, los fusilamientos en masa demuestran que no exista una prioridad en cuanto a la explotacin

    de la mano de obra esclava; sta no era ms que una de las posibilidades sobre elterreno que poda imponerse en circunstancias determinadas y limitadas.

    De acuerdo con Martin Broszat, el exterminio de los judos se inaugur con iniciativas promovidas desde abajo, a escala local. Slo en la primavera de 1942, despus de la construccin de los campos de exterminio en Polonia, la operacin adopt un curso ms sistemtico. En definitiva, ante una derrota ya segura, el exterminiode los judos asciende a obligacin sacra: los judos deban expiar las muertes delos soldados alemanes en una guerra de la que eran los culpables. En suma, el geno

    cidio fue producto del engarce entre los delirios ideolgicos del Fhrer y la accinde varios aparatos del Estado y del partido en pugna entre s en nombre de la fidelidad a Hitler.

    El nazismo no fue un rgimen monoltico, sino un sistema de poder policrtico.A partir de esta tesis fundamental del funcionalismo, tambin Hans Mommsen infiere una interpretacin de la Shode acuerdo con la cual sta no fue el resultado deuna decisin del Fhrer ni de un plan, sino ms bien de la radicalizacin crecientedel sistema, a su vez consecuencia de su estructura intrnsecamente catica30.

    En la interpretacin de Mommsen, tiene importancia la ausencia de una ordenformal de Hitler, pero, sobre todo, el antisemitismo del Fhrer queda relegado alplano de la propaganda, del puro verbalismo, lleno de metforas extremistas de usodemaggico. Aun admitiendo que esto fuese as, no se infiere una separacin garantizada entre el lenguaje y su eficacia prctica, algo que sera cierto en un Estado dederecho ordenado y organizado, en el que la esfera de la agitacin declamatoria estseparada por completo de la de las disposiciones gubernamentales y administrativas, pero no, en absoluto, en la policracia catica descrita por los funcionalistas.

    La cuestin del papel del antisemitismo y del racismo nazi constituye un puntodbil de las interpretaciones de Broszat y Mommsen: ninguno de los dos consigueintegrarlos en su modelo explicativo, que puede en ocasiones llegar a resultados cercanos a los del revisionismo historiogrfico, pese a partir de puntos de vista opuestos.

    El revisionismo se basa en la autorrepresentacin, tomando la ideologa como larealidad del nazismo (y del fascismo), mientras que el funcionalismo se dedica alanlisis sistmico de los centros de poder, sin tener en cuenta de manera adecuadael poder de la ideologa.

    30 H. MOMMSEN, Die Realisierung des Utopischen: die Endlsung der Judenfrage im Dritten Reich, Geschichte und Gesellschaft 1 (1983).

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    El funcionalismo no tiene nada que ver con el revisionismo negacionista, que esabiertamente apologtico del Tercer Reich, o bien lo interpreta como un Estadocapitalista normal, aunque mejor que las democracias occidentales y que el socialismo sovitico, quitando de en medio precisamente lo que el funcionalismo ha

    aprehendido con eficacia: la irracionalidad destructiva fundamental del nazismo.En el plano de la crtica histrica resulta, pues, por completo inaceptable la afirmacin de acuerdo con la cual a los funcionalistas se les puede asociar al revisionismo,dado que contribuyen en un sentido objetivo a falsificar la realidad del exterminio.Por el contrario, este tipo de tesis son precisamente las que abren espacios enormes alrevisionismo y al negacionismo: los exponentes de ste se convierten en hroes deuna investigacin desprejuiciada que no se detiene ante dogmas ni tabes.

    La historiografa funcionalista aplica al Holocausto la misma estructura metodolgica que utiliza en el anlisis del sistema de poder nazi, pero, en este caso, resaltaen mayor medida los lmites hermenuticos de una concepcin que excluye un papelactivo y decisivo por parte de los sujetos conscientes. En el anlisis del funcionamiento del nazismo, sobre todo a travs de la identificacin de las dinmicas conflictivas de la policracia, haba sido posible romper la jaula determinista del estructura-lismo y, aunque los sujetos no eran libres de decidir, se daba mucha relevancia a ladimensin de la casualidad, accidentalidad y particularidad de las situaciones, enriqueciendo de manera innovadora el estudio histrico de los mecanismos de poder.Pero no se puede investigar la situacin extrema del exterminio en masa sin introdu

    cir en el centro de la reconstruccin historiogrfica la responsabilidad individual y elpapel de la ideologa: en el tiempo breve del acontecimiento catastrfico, la hipotecaantihumanista y antihistoricista del estructuralismo conduce a un impasse.

    El lmite hermenutico del funcionalismo consiste sobre todo en su incapacidad dedar cuenta del papel desempeado por la ideologa nazi, basada en la invencin, histricamente indita, de un modelo de sociedad organizado en funcin de un racismo total.Por ms que el antisemitismo se llevara al extremo y que hubiera un imperativo de perseguir la eliminacin de los judos por todos los medios, aprovechando cualquier opor

    tunidad, no se puede aislar la Shode la persecucin, destruccin y eliminacin de losenfermos mentales, los asocales, los homosexuales y los gitanos, ni del trato impuesto a los pueblos eslavos y a los enemigos polticos, en primer lugar a los comunistas.

    En este sentido, por la operatividad del paradigma racial en toda la historia delnazismo, se puede afirmar que el genocidio se inscribe desde el principio en su programa poltico y no se puede relacionar nicamente con las vicisitudes de la guerra,aunque stas hayan influido con toda seguridad en los modos y tiempos de su despliegue concreto. Sera desorientador -observa Enzo Collotti- perder de vista laplanificacin inicial del genocidio, su posibilidad, implcita desde el primer momento, de la planificacin de la segregacin de los diferentes o, mejor, de aquellos que

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    se juzgaba como tales en funcin de un poder totalmente arbitrario, para hacer recaer las responsabilidades, de manera casi fatalista, en un entrelazamiento inaferrablede condiciones polticas y estratgicas31. Incluso restringiendo el campo de observacin a los meses en los que se decide concretamente el inicio de la solucin final,con la deportacin en masa, es posible encontrar documentos que testimonian unaintencionalidad mucho ms elevada de la que prev el funcionalismo.

    Por ejemplo, Wolfgang Benz seala, como prueba de una planificacin precisa noligada a acontecimientos blicos fortuitos, un documento de las SS, de diciembre de1940, en el que, bajo la entrada de Solucin final de la cuestin juda, se afirma questa se obtendr a travs de la deportacin de los judos del espacio econmicoeuropeo del pueblo alemn a un territorio todava por determinar. El proyecto ataea 5,8 millones de judos32.

    Sin embargo, si se observa conjuntamente la guerra nazi, las polticas de ocupacin y explotacin, as como el universo concentracionario en semejante contextoy, en su seno, el exterminio puro y simple, entonces, la historiografa funcionalistanos suministra aportaciones cognoscitivas imprescindibles.

    Las oscilaciones entre explotacin y exterminio y los conflictos ideolgicos y deintereses entre los distintos centros de poder constituyen una adquisicin historio-grfica importante, difcil de mantener dentro de una lectura holstica o, peor, teleologica. Se desprende de ello que la crtica a las posibles derivas del funcionalismo es

    necesaria pero no suficiente. Junto a los resultados alcanzados y a las grandes cantidades de estudios, hay que registrar una especie de inadecuacin de la historiografaante el desafo que constituye el nazismo y el exterminio, innegablemente el banco depruebas ms importante de la historia del siglo X X .

    El enfoque funcionalista, volviendo por completo operativo el contexto histricobajo una ptica que privilegia la complejidad y la contingencia, no merma necesariamente el alcance del genocidio judo, su dimensin real y su significado simblico.

    El intencionalismo expresa una repulsa neta, tico-poltica, de todo revisionismo

    y, sin embargo, al hacer derivar acciones y comportamientos de elecciones personales conscientes, se expone a crticas insidiosas. Si una tragedia histrico-universalfue el producto de las intenciones de un solo hombre, entonces el genocidio se convierte en algo del todo banal, o bien se vuelve inefable, sale de la historia, constituye un Holocausto en sentido teolgico. A falta de una sntesis histrica satisfacto-

    31 E. COLLOTTI, II genocidio nazi: progetto politico non periferia, en II Manifesto, 5 de marzo

    de 1987.32 Cfr. Wolfang B e n z , La dimensione del genocidio, Qualestoria 2-3 (1993). Vase tambin

    W. BENZ, Dimension des Vlkmords: die Zahl der jdischen Opfer des Nationalsozialismus, Munich,

    Oldenbourg, 1991.

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    ria, cabe buscar una recomposicin, que es posible obtener a travs del estudio dellugar central del dominio y del exterminio determinado histricamente33.

    Si resulta acertado considerar el campo de concentracin como el centro no meramente simblico del nazismo y, dentro de esta ptica, el campo de Auschwitz como

    la sntesis de las distintas caras del sistema concentracionario nazi, entonces las diferentes interpretaciones historiogrficas del nazismo y de su poltica de exterminiopueden confluir, si no integrarse, en una visin unitaria. La construccin del sistemaconcentracionario, su extensin, estructura, tipologa, el papel desempeado y lasmodalidades operativas concretas, los efectos sobre las vctimas, sobre los espectadores y sobre los verdugos, y las motivaciones de los distintos actores en juego constituyen un elenco no exhaustivo que los conceptos de totalitarismo y policracia, una concepcin intencionalista y un anlisis funcionalista, ayudan a iluminar. Llegados a suconclusin final, las diferentes trayectorias se unen, para, a continuacin, caer en unagujero negro que engulle hasta la explicacin que nos pareca ms prxima a la verdad; sin dejar de buscar este lmite, debemos tenerlo presente: la deshumanizacin sellev tan lejos que ya no est del todo a nuestro alcance.

    Pero la historiografa, despus de haber abandonado por completo la idea deconvertirse en una ciencia, consigue convivir mejor que otras disciplinas ms ambiciosas con la ausencia de una explicacin exhaustiva y con la imposibilidad de unacomprensin plena, por lo cual es posible coincidir con las conclusiones optimistasque ha formulado de manera reciente Michael R. Marrus: la historia del Holocaus

    to se ha convertido en uno de los terrenos ms frecuentados, donde se han desarrollado debates intensos y se han hecho descubrimientos significativos, con unndice de revisin inslitamente elevado. La multiplicacin de las investigacionesespecficas refleja a su juicio un cambio de poca: el Holocausto est entrando plenamente en el mbito del conocimiento histrico, es reconocido como parte integral de la historia de nuestro tiempo34. Frente a aquellos que temen los riesgos deuna profanacin o de la banalizacin, este autor hace ver que no hay alternativasa la insercin del Holocausto en el trabajo corriente de la historiografa, porque en

    el fondo sta es la mejor garanta contra el riesgo del olvido y de la cancelacin.

    La Historikerstreitno ha hecho avanzar el conocimiento histrico y ha concluido con la reafirmacin de tesis a las que ya se haba llegado en el debate historio-

    33 El campo de concentracin, en su versin nazi, se convierte, bajo la perspectiva filosfica de

    Giorgio Agamben, en el paradigma biopoltico moderno. Cfr. G. A g a m b e n , Homo sacer. Il potere

    sovrano e la nuda vita, Turin, Einaudi, 1995 [ed. cast.: Homo sacer. El poder soberano y la nuda vida,

    Valencia, Pre-Textos, 1998].

    34 Cfr. M. R. M a r r u s , Regard sur lhistoriographie de PHolocauste, Annales3 (1993), p. 797.

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    grfico; este tipo de lecturas es plausible en el terreno historiogrfico, pero no dejade ser insuficiente; en realidad, hay que poner en perspectiva la controversia de loshistoriadores e interpretarla como un momento de la ofensiva neoconservadora.

    En este mbito, no tiene importancia el contenido historiogrfico, sino el uso poltico de la historia; los contendientes se colocan en dos terrenos distintos, o bien noutilizan las mismas armas ni siguen las mismas reglas.

    La izquierda, en casi todas su variantes, desde las ms moderadas hasta las msradicales, parece haber perdido inters por la historia, quiere librarse de ella ennombre de una completa integracin y normalizacin, o bien porque cree que lahistoria constituye el obstculo para la nica revolucin posible, que hay que entender en trminos subjetivos como experiencia cultural y esttica.

    Por el contrario, la derecha se plantea de manera explcita el objetivo de la rea

    propiacin del pasado y, en el caso alemn, de su normalizacin a travs de la reintegracin del nazismo en la historia nacional. Proyecto que recibe sancin de la reunificacin poltica de Alemania, mxime cuando sta es, o en todo caso se percibecomo, el resultado del fracaso histrico de toda la izquierda.

    Se entiende entonces por qu la historiografa de inspiracin progresista o incluso liberal, pero ligada al antifascismo, pese a tener bases slidas, parece estar a ladefensiva, en Alemania no menos que en los dems pases europeos, donde el revisionismo gana impulso a raz de la cada del comunismo sovitico, sin aferrarse

    necesariamente a posiciones liberal-democrticas, que no consiguen expresar otracosa que una cansada reproposicin de la teora del to