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    IntroduccinEl sentido de la tica

    p or M ig ue l G iu sti

    AL EMPEZAR UN LIBROue nos anuncia una incursin en los debates principales delos que seocupa actualmente latica, debiramos quizs preguntamos en primerlugar por lo que ella es y representa . A qu experiencia humana nos estamosrefiriendo cuando hablamos de tica y por qu se ha convenido en darle estenombre? Una introduccin as no es inusual en los textos que nos explican elorigen de latica. Es ms bien frecuente que sebusque responder a esaspreguntasmencionando un episodio de la Il ada, alque se le atr ibuye una fuerza s imblicaejemplar', El episodio se ha lla en los lt imos cantos del poema. Aquiles, dolidoy enfurecido por lamuerte desu amigo Patroc!o, desafa a Hctor ante las puertas de la murall a de Troya,-y pelea en duelo personal con l hasta hacerlo morir.Sediento an de venganza, ata su cadver a un carro y lo arrastra repetidas vecesalrededor de la ciudad amurallada en presencia de sus conciudadanos y sus

    IHay muchos textos introductorios que tratan de explicar el sentido y l os alcanc es d e la tica comoexperiencia y como disciplina. Menciono a continuacin solo algunos que pueden ser particularmentetiles_y representativos: Albert, Hans, tica y metatica, Valenc ia : Teorema, 1978; Carnps , Vic to ria(ed.), Hi stor ia de la tica , Barcelona: Crtica, 1989, 3 volmenes; Carnps, Victoria, Osvaldo Guarigliay Fernando Salmern (eds.), Conc epcio ne s d e la t ica , Madrid: T rotta, 1992(contiene amplia bibliogra-fa); Cortina, Adela, t i ca s i n mora l , Madrid : Tecnos, 1990; Hare, R.M. El lengua j ede la m or al, Mxico:FCE, 1975; von Kutschera, F., Fu nd am e n to s d e t ic a , Madri d: Ctedra, 1989; Maclntyre, Alasdair,Hzs to ri a d e l a ti ca , Barcelona: Paids, 1982; Singer, Peter, t ic a p r ctica, Cambridge: CambridgeUnive rs it y Press , 1995; Taylor, Charles, L a ti ca d e l a a ut en ti ci da d, Barcelona: Paids, 1994;Tugendhat, Ernst, P ro bl ema s d e ti c a, Barce lona : Cr tica , 1984; Williams, Bernard, E tb ic s a nd t beLi ,: , it s ofPhi losophy, Cambridge Mass. : Harvard Univers iry Press , 1985; Williams, Bernard, Introduc-c t on a l a ti c a, Madrid: Ctedra , 1982. Esmuy ti l tambin encastellano el Dicc iona r io de t i ca , editadopor Otfrie d Hof fe , Barcelona : C r ti ca , 1994.

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    familiares, y selleva consigo luego e! cadver con la intencin de entregarlo a losperros. Es precisamente en e! momento en que Aquiles desata su fur ia paraensaarse con el cadver de su enemigo muerto, que comienzan a orse y amultipl icarse las voces que reclaman un Basta ya! , bas ta de semejante desme-sura. Inicialmente es Pramo, e! padre de Hctor, quien expresa su protestarecordndole aAquiles que ltambin hatenido una familia y un padre, apelandoas a su experiencia vivida para que se apiade de ellos y les devuelva el cadver, alque quieren dar le una debida sepultura. El reclamo de Pramo no se refiere a lamuerte de su hijo en el duelo, sino al ensaamiento y a la crueldad de Aquiles.Luego siguen los dioses, quienes , pese a haber estado s iempre tomando partidopor uno o por otro en los combates, reconocen tambin que seest produciendouna desmesura , y deciden intervenir para detenerla. Leemos as que los diosesprotegen el cuerpo de Hctor para que no se deteriore con los maltratos ni e!t iempo, y alientan aPramo a iren busca desu hijo por entre las tropas enemigas,has ta que Zeus, f inalmente, persuade alpropio Aquiles a aplacar suira y a accederal encuentro con Pramo para devolverle e!cuerpo.

    Latica se ref iere a esta exper iencia de lamesura en laconvivencia humana,y a laconciencia de los l mites que no debieran sobrepasarse para poder hacer laposible. Naturalmente, no s iempre se ha trazado e!l mite en e!mismo lugar ni laconciencia seha mantenido invar iante en la his toria. Veremos, ms bien, en losdiferentes trabajos que componen este libro, que se ha ido produciendo unaevolucin de nuestra conciencia moral a lo largo de! t iempo, y que la caracteri-zacin de esta conciencia no est exenta de controversias. Pero lo que s parececonstan te, y consti tut ivo de la tica, es la convicc in de que la convivenciahumana requiere de una conciencia y una intemalizacin de ciertos l mites, quehabrn deexpresarse en un cdigo regulador de laconducta. Hemos ilustrado estaexperiencia recordando e!ejemplo de! episodio de la Iliada, pero podramos, ydeberamos, rememorarla tambin pensando en otro caso que nos esms cercanoy ms vital : el de ladolorosa experiencia de! confl icto armado que vivi e! Per,en e! que se produjo una flagrante transgresin de los l mites de la convivenciasocial y de! respeto a la vida humana. Las imgenes desgarradoras que nos hat ransmi tido el Informe Final de la Comisin de la Verdad y Reconc ili acin'

    1.El Inforn~e Fin~l de la Comisin de la Verdad y Reconciliacin del Per se halla disponible en lastg~tente dir ec ci n web: hup://www.cverdad.org.pe/ifinal. En esa misma pgina pueden verse lastmagenes de la exposicin que preparara la Comisin con el ttulo Yuyanapaq: Para recordar.

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    Introduccin: El sent ido de l a tica--ed asociarse a las que hemos mencionado hace un momento sobre elpu _en iento deAquiles ysudesmesura, y puede igualmente decirse que ellas nosensanaIll . , h b . id-al los lmites de la convivencia que nunca debiramos a er permltl osenan . de l iencia hbar. Ellas nos muestran, pues, cul es e! ongen e a expenenCia umanaso repas . ., f 1 fi l f1 nos referimos con la palabra t ica . A esta situacin se re iere e Ioso oa a que . 3 d d f 1- 1Carlos Thiebaut, en su ensayo sobre la tolerancia, cuan o e me aespano, _. 1 . ,., central de l a tica como el rechazo de! dao, es decir, como a reaccioncuestlon .d . dignacin Y de protesta ante e! maltrato del otro produc ido por obrae 10 . . d 1h a Asocia por eso dicha cuestin con e! trabajo de las comisiones e auman .verdad de las ltimas dcadas, y ves intet izada su hiptesis en e! famoso ttulo de

    la comisin argentina: Nunca ms. Nunca ms debiramos aceptar semejantenivel de inhumanidad y de violencia, nunca ms debiramos permitir e!dao alotro, nunca ms deberamos eludir la responsabil idad que nos corresponde paralograr vivi r en paz . Es de eso que nos habla la t ica.No obstante, lo que sehaexpresado hasta aqu essolo una intuicin general,que requiere de muchas precisiones. Con e! nimo de aproximamos ms a unaexplicacin de! sentido y los alcances de la t ica , vamos a dividir la siguienteexposicin en cinco partes, que habrn deservimos como una secuencia argumen-ta tiva de creciente complej idad. En la primera parte, nos referiremos a laambivalencia que posee e! trmino tica en e! lenguaje cotidiano, y a lasimplicaciones que ello trae consigo. En la segunda parte, nos ocuparemos de larelacin existente entre los trminos tica y moral, pero principalmente conlafinalidad de caracterizar la exper iencia humana bsica a la que remite e!trminogriego. Ello nos conducir, en latercera parte, a precisar mejor lapeculiaridad delatica o de! lenguaje moral, especialmente si los distinguimos de! lenguaje de laciencia o de! arte. En la cuarta parte propondremos una definic in simple yoperativa de la t ica, que recoja los rasgos que hemos ido aclarando en laexposicin anterior. Y en la quinta parte veremos cmo e! desarrollo de dichadef inicin ha conducido a los autores a diferenciar dos grandes paradigmas decomprensin de la t ica en la historia. Terminaremos la exposicin con unareflexin final.

    ~Cf Thtebaut, Carlos, De la tolerancia, Madrid: V is or , 1999.

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    l. Ambivalencia del trmino tica

    Cuando empleamos en ellenguaje cotidiano la palabra tica,solemos referimosa dos cosas distintas, sin diferenciadas entre s. De un lado, llamamos tica a lamanera que una persona o u na sociedad tienen de con cebir su sistema de creenciasvalorativas, esdecir, a la reflexin consciente o ter ica que ellasposeen en relacincon el tema. Pero, de otro lado, llamamos tambin t ica a la manera en que unapersona o una soc iedad se compor t an efectivamente en la vida, es deci r, a laconducta que demuestran en la prctica. Decimos, as, por ejemplo, que unapersona tiene una t ica ut ili ta rista o a ltrui sta, dando a entender que la t ica serefiere a la concepcin que posee , pero decimos tambin que dete rminadasconductas de una persona son o no son ticas, queriendo dar a entender que loque merece dicho calificativo no essuconcepcin delascosassino suvida prctica.En elprimer caso, lapalabra tica seref iere a lama n er a d e h a b la r o de concebirlas cosas, en el segundo a la mane ra d e vivir.

    Esta peculiar ambivalencia que venimos constatando lacomparte lapalabratica con algunas otras palabras del castel lano, por e jemplo con la palabrahistoria. Usamos, en efecto, este trmino tanto para referimos a las acciones oa los hechos ocurridos en el pasado como para referimos a su recuento o sunarracin. Historia es ambas cosas, y el lo se ve re flejado en el uso cotidiano quehacemos de la palabra. Para el caso espec fico de la t ica , la ambiva lenc ia deltrmino es algo que, en lugar de rechazar, deberamos tomar con la mximaatencin y seriedad, porque de all sederiva una serie de consecuencias importan-tes para su caracterizacin. Retengamos, pues, po r el momento, la constatacindel uso ambivalente del trmino, y preguntmonos qu implicancias trae consigosemejante peculiaridad.

    La primera de las consecuencias es, sin duda, la que nos es tambinlamentablemente ms familiar, asaber: que puede producirse, u observarse, en laspersonas y en las sociedades, una contradiccin entre los dos sentidos delapalabratica: puede habl ars e de ella de una manera y vivir se de otra. Desde muytemprano advirtieron los f ilsofos griegos sobre la particularidad de esta contra-diccin, y sostuvieron por eso que la tica no poda ensearse como se enseanlas ciencias, ya que muchas dees tas son puramente tericas, mientras que la ticaest directamente vinculada con la manera de vivir. Silat ica se ensea solo comou~ curso terico, entonces puede agravarse esa contradiccin entre lo que sepIensa y lo que se hace; su enseanza debera comprometer ms bien los hbitosde conducta. Una segunda consecuencia, menos evidente que la anterior, es que

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    Introduccin: El sentido de la tica

    todas las personas, si bien pueden no disponer de una concepcin tica, poseen,s, una conducta o una forma devivir que puede merecer elcalificativo de tica.En tal sentido, todas las personas o todas las sociedades participan de ladimensinprctica o vital dela tica. Una tercera consecuencia de la mencionada ambivalen-cia,estrechamente ligada a la anterior, es que para tener competencia o calificacinen latica, no se requiere poseer una concepcin terica o una ref lexin explci tasobre ella. Precisamente porque no solo esuna manera de hablar s ino sobre todouna manera de vivir, puede ocurrir que haya personas o sociedades que merezcanun gran aprecio por suconducta, s in que posean una formacin terica capaz dearticular conceptual mente su esti lo de vida . No esd ifcil constatar, en efecto, quepersonas s in instruccin ni estudios especiales sean consideradas buenas, ni, alrevs, que personas muy instruidas muestren una conducta ticamente reproba-ble . En la ti ca, pues, a diferencia de lo que ocurre en la ciencia, todos somoscompetentes. Ahora bien, siguiendo la misma lgica de esta argumentacin,tendramos que extrae r una cuarta consecuenc ia, a saber, que prec isamenteporque lo fundamental de la ti ca es la forma de vivir, esta misma nos bastara parainferir que todas las personas o sociedades poseen una concepcin tica al menosimplcita. Esto pensaba Kant, por ejemplo, cuando deca que todas las personasse guan en la prctica por pautas de conducta, por mximas, que son laexpresin conceptual implcita de las reglas que orientan su proceder en la vi da" ,Como vemos, las imple constatacin de laambivalencia del trmino ticanos hadejado varias lecciones sobre nuestra comprensin implcita del problema.Resumiendo, hemos aprendido all : 1)que puede haber una contradiccin entrela teora y la conducta ticas; 2) que todos poseemos una forma de vivirmerecedora del calif icat ivo de tica; 3)que todos somos competentes en tica; y4) que todos tenemos una concepcin tica implci ta en nuestra forma de vivir .No obstante , se podr haber advertido que , a travs de estos comenta rios, se haido produciendo un ligero desplazamiento de l sentido inicia l del trmino. Enefecto, alcomienzo decamos que, en su uso cotidiano, lapalabra tica se sueleemplear en referencia tanto a las concepciones como a las conductas; pero si enel caso de las concepciones est claro que decimos que son ticas aun cuandopuedan diferir entre ellas, en el caso de las conductas pareciera que lo que

    Kant expone su concepcin de las mximas tanto en la Crticade la razn prctica como en laFundamentacindelametafsicadelascostumbres.Cf especialmente esta ltima obra, Barcelona: Ariel,1996, p. 131.

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    queremos decir es que son buenas conductas. Sin pretender corregir este usocotidiano, lo que ahora hemos visto es que la tica, en lugar de restringirse acalificar una categora de conductas, lo que ella comprende es ms bien todo elconjunto de las acciones humanas, tanto las buenas como las reprobables, o, msexactamente, que ella se refiere a la paut a que empleamos para diferenciar entreunas y otras. En este sentido ms tcnico de lapalabra, la tica es el cri terio delque nos valemos para establecer una jera rqua de va lor entre nuestras acciones.Ahora bien, hasta el momento hemos venido comentando el u so del trminotica sin diferenciar lo de otro trmino que, tambin en suuso cotidiano, parececonfundirse con l, que esel de moral. En muchas circunstancias de lavida socialno solemos hacer dis tingas entre expresiones tales como poco tico o inmo-ral, o entre tica profesional o moral profesional, o entre falta tica o faltamoral. Tratemos, por lo pronto, de buscar algo de claridad en esta terminologa.

    2. tica y moralEntre estos dos trminos hay, como veremos, relaciones complejas. Pero loprimero que debe afirmarse es que los une un lazo et imolgico muy fuene, quees seguramente elcausante de su permanente y tambin actual confusin. ticay moral son trminos etimolgicamente equivalentes. Moral es la traduccincastellana del trmino lat ino mas, moris, mores, el cual, a su vez, proviene delgriego ethos, erhik , la palabra castellana mora l no es, pues, otra cosa que laversin latina del griego et ho s. Existe, sin embargo, en castell ano tambin lapalabra tica. Ello sedebe a que, ocasionalmente, algunas palabras griegas hanobtenido, en castellano, una versin adicional ala que provena del lat n , pero estavez por medio de lacastellanizacin directa del griego. Es asque tica y moralresultan ser dos trminos castellanos que seemplean para traducir una misma razgriega: el ethos, Hay varias palabras en caste llano con las que esto ocurr e.Pensemos, por ejemplo, en latraduccin del trmino griego techne: de un lado,tenemos la versin procedente del lat n ars, artis, pero disponemos, de otrolado, tambin de lacastellanizacin directa del griego en lapalabra tcnica. Artey tcn ica son, pues, por ms curioso que parezca , dos ver siones caste llanasdistintas de una misma palabra griega . Que esto sea as en el caso de la t echne , esalgo sumamente aleccionador, que deber a merecer nuestra atencin.

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    mientras que tica sera ms bien la reflexin filosfica sobre el sentido dedichas normas morales'. De acuerdo a ello, mo ra les seran las normas especficasque rigen la conducta de los miembros de un grupo; tica, en cambio, sera laperspectiva analtica que se adopta para examinar los alcances o para estudiar lanaturaleza del fenmeno moral. Esta misma Introduccin sera, pues, un ejemplode una reflexin de carcter tico , no moral. Ahora bien, por msacadmicamenterespetable que sea, esta distincin est lejos de aclarar las cosas. De un lado, esmuydif cil t razar una frontera clara entre los rasgos morales inmanentes a unacomunidad y aquel los otros rasgos, ticos, que la trascienden; en efecto, ladistincin trae consigo una relativizacin filosf ica de la moral, y esnatural quelas comunidades morales as relativizadas no compartan semejante punto devista.Pero, adems, de otro lado, no puede en modo alguno decirse que la histor ia delaf ilosofa (o de l a disciplina moral) nos confirme la claridad de dicha distincin.En las diferentes tradiciones filosficas, y en sus lenguas respectivas, hallamos msbien una historia muy compleja de reflexin sobre estas cuestiones, que nopermite establecer una demarcacin suficientemente clara entre los trminostica y moral. Baste citar aqu un ejemplo, degran relevancia para la discusinde latica actual. A comienzos del s iglo XIX, Hegel propuso, en su libro Fi losofad el dere cho , una diferenciacin entre dichos trminos", Su propuesta es especial-mente inte resante porque se apoya sobre la conviccin, expresada con todaclaridad, de que los dos conceptos son etimolgicamente equivalentes y de quecualquier distincin entre ellos sera puramente convenciona l. Pero l proponehacerla porque considera que sera una convencin razonable diferenciar entredos modelos globales de comprensin dela tica: aquel que se asocia con lamanerade pensar de Kant y de lafilosofa moderna, para elque sugiere reservar el nombrede moral (

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    [, puede tambin, naturalmente, prescindir deestas preocupaciones y emprender elviaje interesado exclusivamente encontemplar labelleza del paisaje y engozar delespectculo que ofrecen las pirmides en aquel entorno; enlamedida enque dir igesu a tenc in, esta vez, al goce desinte resado en la contemplacin de la belleza,diremos que est adoptando una perspectiva es t t ica. En fin, tambin sera posibleque el viajero se interesara ms bien por el sufrimiento causado a los esclavos parahacer posibles esas construcciones, o por la injusticia de las relaciones de poderque permitieron semejante dominacin; en la medida en que dirige as su atencina la valoracin del sentido de las relaciones humanas, diremos ahora que estadoptando una perspectiva mora l.

    El ejemplo de Kant es claro, aunque, como veremos, deja abiertas analgunas interrogantes importantes. La diferencia entre las perspectivas adoptadaspor elviajero nos ofrece una pauta para caracterizar mejor la peculiaridad de losjuicios morales. Y lo primero que aprendemos es que no debemos confundidoscon los juicios cientficos ni con los juicios estticos. La ciencia se ocupa de laverdad o la falsedad de los conocimientos, y se v ale para ello de una metodologadescriptiva o explicativa, que se refiere en ltima instancia a lo qu e e s, a la realidadexistente. El arte se ocupa de l ab elleza o lafealdad dela naturaleza o las creacioneshumanas, y s e vale para ello de una metodologa estticamente apreciativa, que serefiere en ltima instancia al gusto o a la necesidad humana de representarse elmundo. La tica, en fin, seocupa de la bondad o lamaldad de las acciones humanas,y sevale para ello de una metodologa estrictamente valorativa o prescriptiva, quese refiere en ltima instancia a l o q ue d eb er a s er , a la mejor manera de vivir. Conesta diferenciacin un tanto esquemtica, pero didctica, Kant ha querido hacerfrente, como locomentara Karl Popper", al problema de lademarcacin entre loscampos de inves tigacin y entre los usos del lenguaje que lesson correspondien-tes; de esa manera no solo se establece la necesidad de respetar las diferenciascu.alit~ti~as entre ellos, sino se sostiene adems que cada uno de ellos poseecntenos inmanentes para determinar lacorreccin o laincorreccin de los juicios.Verdad , b ond ad y belleza son conceptos que nos han sido transmitidos desdela Antigedad clsica como los puntos de referencia ltimos de los tres camposprincipa les en que sedividi la investigacin filosfica: la ciencia, la moral y elarte. Se trata, en tal sentido, de conceptos sintt icos y r icos en significacin, sobretodo por su vinculacin a la tradicin de la que provienen. A lo mejor ya no nos

    I !

    el Popper, Karl, La lgicade l a Investigacin c ientifica, Madrid: Tecnos, 1977, p. 34.

    Introduccin: El sentido de la tica

    son hoy en da tan familiares, pues hemos encontrado nuevas expresiones para darcuenta de los problemas que nos preocupan o hemos desarrollado una nuevasensibil idad ; nos es, por ejemplo, ms famil ia r hablar de justicia o de l iber ta d enmoral, o de ex per ie nc ia e st tica en relacin con el arte. Es ta circuns tancia nodebera distraemos, porque tambin en estos ltimos casos seguimos defendiendola necesidad deestablecer una demarcacin entre los campos y seguimos pensandoen la existencia de crit erios int rnsecos de evaluacin en cada uno de ellos. Siusamos, pues, los trminos clsicos en nuest ra presentacin , es porque el losresumen de modo privilegiado lo que queremos expresar. Pero debe quedamosclaro que pueden reemplazarse por otros que les sean equivalentes.Sobre la base de estas consideraciones, nos es posible determinar, pues, enprimera instancia, la peculiaridad de los diferentes juicios mencionados. Lohemos visto ya en el ejemplo de la contemplacin de las pirmides, y podemosextender esta misma cautela evaluativa a otros campos de la accin o la vidahumanas. La determinacin de la verdad de un conocimiento es un asunto quedebe juzgar se en el interior del campo cientfico y con los criterios que le soninmanentes, sin que deba tolerarse la interferencia de criterios procedentes de losotros dos campos. Otro tanto-vale, por supuesto, con respecto a ladeterminacinde la bondad de una conducta o d e la belleza de una obra de arte. La interferenciade criterios evaluativos, o la invasin de un campo por medio depautas que lesonajenas, es un peligro constante que atenta contra la autonoma de la racionalidadpropia de cada una de lasesferas mencionadas. Y, no obstante, lascosas distan dl lser tan simples como aqu aparecen en primera instancia.Tomemos como ejemplos las discusiones actuales sobre las investigacionesgenticas o sobre los alcances de latecnologa, a los que sededican captulos deestelibro. Ocurre, en efecto, que en lassociedades modernas sehan tomado decisionespolticas o jurdicas que restringen laaplicacin de ciertas tecnologas, o prohbenel empleo de algunos recursos genr icos en seres humanos o que s implementereorientan su desarrollo. Estas decisiones proceden del mbito que hemosllamado tico y tienen claras repercusiones en el campo cien tfico o eventualmenteen el esttico. No setrata, en sentido estricto, deuna interferencia episternolgica,porque no se pone en cuestin ni la verdad de los conocimientos ni los criteriosque se emplean para establecerla. Pero se trata, s, de una priorizacin de ladimensin tica por sobre las dems. Ello no debera sorprendemos, porque,como hemos visto, la tica tiene que ver con la valoracin de la vida, con lareflexin que lleva a cabo lapropia comunidad humana sobre lo que considera la

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    mejor manera de vivir, y lo que all se establezca puede tener consecuencias sobreel rumbo que tomen las investigaciones o las producciones de la ciencia y el arte.Lo que venimos comentando equiva le a plantear el problema de la unidad

    que puede o debe existir entre los tres campos mencionados de la ciencia, la moraly el arte, problema que no desaparece aun reconociendo su autonoma relativa.En tiempos antiguos, Platn y Aristteles, por ejemplo, estaban convencidos deque exist a un orden natural , cosmolgico o metafsico, que permita vincularentre s de manera orgnica las cuestiones relativas a la verdad, la bondad y labelleza. Esta misma conviccin sehamantenido en lassociedades o en lasculturasque poseen una cosmovisin compacta y un si stema de creencias de inspiracinreligiosa. En la sociedad occidental moderna, en cambio, el proceso de seculari-zacin ha trado consigo una prdida de confianza en las imgenes religiosas delmundo, ha instaurado una racionalidad consensual fragmentaria como la quehemos estado exponiendo y ha convert ido lacues tin de launidad de larealidaden un desafo para la razn humana. Y es en el intento de respuesta a ese desafoque la tica adquie re una importancia especial, como aquella dimensin de laexperiencia que parece ms adecuada para replantear el sentido y lajerarqua delos valores de la vida.

    4. Definicin de latica

    Sobre labase de lovisto hasta aqu, ensayemos una definicin delatica que recojalos rasgos principales que hemos venido exponiendo. Digamos entonces que latica esuna concepcin valorativa de la vida. Su peculiaridad reside en el hecho detratarse de una concepcin valorativa, que pretende decimos cul debera se r e lorden de prioridades en la organizacin de la convivencia humana , es deci r, quese propone establecer cul es la mejor manera de vivir. No es, pues, unaconcepcin que se restrinja a describir el modo en el que los seres humanosordenan el mundo; su punto de vista es el del participante en la interaccin, noel de un observador. Tampoco es, en sentido estricto, una concepcin estt ica dela vida, que ponga la mirada en el goce contemplativo o en la representacinoriginal de la experiencia, aunque ms de uno podra pensar que esta sera acasola mejor manera de vivi r. Podra serIo, por supuesto, pero sera entonces unaconcepcin simultneamente esttica y valorativa en sentido moral.

    Recordemos lo dicho sobre la ambivalencia del trmino tica. De acuerdoa uno de lossentidos del trmino, seguramente el principal, la tica es una manera

    Introduccin: El sentido de latica

    de vivir. Ello se recoge en ladefinicin, al decir precisamente que nos las habemoscon una concepcin de la vida. No importa aqu si dicha concepcin es explcita,en el sentido de que hemos logrado articularla tericamente, o si es solamenteimplcita, en el sentido de que ella puede descifrarse s i se presta atencin a lajerarqua manifiesta en el obrar cotidiano. Lo decisivo es que la ti ca se refiere almodo en que una persona o una sociedad ordenan su sistema decreencias moralesen la vida prctica. De acuerdo a la segunda acepcin del trmino, la tica es unamanera de hablar o de concebir las cosas. Tambin este aspecto es recogido en ladefinicin, pues ella nos informa que latica es, efectivamente, una concepcin dela vida. No es indispensable que quien laprofesa, o quien la pone en prc tica, seaconsciente de su naturaleza o su estructura tericas; la praxis misma essuficientepara dar a conocer el sistema de referencias ideales con el que una persona o unasociedad se identifican.De ningn ser humano ni de ninguna sociedad podr decirse que no poseanuna concepcin valorat iva de lavida, lo cual equivale a decir que tampoco podrdecirse de ellos que no posean una tica. Es, en ese sentido, muy difcil entenderqu pueda ser una persona amoral; con dicha expresin probablementequeremos decir que aquella persona no comparte los cri terios fundamentales delaconcepcin tica que nosotros defendemos, pero eso no puede querer decir queella carezca de un cr iterio ordenador de su conducta. En principio, esde suponerque toda persona posee una tica en el sentido indicado.

    Que latica sea una concepcin valorativa delavida quiere decir tambin quee lla ocupa un lugar primordia l en nuest ra reflexin y en nuestra conductacotidianas, pues esevidente que lo que nos sirve de pauta de orientacin de todasnuestras acciones va a estar permanentemente presente en nuestras vidas. Fcil-mente podremos constatar esta aseveracin no solo si nos ponemos a pensar enla relevancia que puedan tener, por e jemplo, nuestros criterios ticos para evaluarlajus teza de las leyes, sino tambin cuando reflexionamos sobre la importanciarelativa que tiene en nuestra vida cotidiana eluso del lenguaje moral. Sitratramosde medir cuantitativa mente el espacio que los juicios morales ocupan en nuestrolenguaje por comparac in con e l lenguaje cient fico o el lenguaje estt ico, esprobable que nos sorprenda la notor ia preponderancia de los primeros.En el caso del episodio de la Ilada se nos transmite precisamente que, deaCuerdo a la tica defendida por los griegos, es decir, de acuerdo a su concepcinvalorativa de la vida, la actitud de Aquiles es juzgada como una desmesura o comouna transgresin de los lmites que dicha tica considera infranqueables. Es laconducta de Aquiles, su accin concreta, la que es sometida a cuestiona miento,

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    y lo esa par tir del s is tema de valoraciones que sirve de referente normativo a losamigos y enemigos involucrados en las ituacin, incluso a los dioses. Otro tantoocurre en elcasode los episodios relatados por lascomisiones dela verdad. Laticade nuest ras sociedades, nuest ra concepcin va lora tiva de la vida, se ha v istoestremecida por la violencia que ha sembrado muerte e irrespeto entre laspersonas. ye l c lamor expresado en la invocacin a l Nunca ms se muestracomo una solicitacin a reinstaurar el orden de las valoraciones.

    No obstante, con una definicin como esta nos queda an pendiente deresolver una cuestin, acaso la ms importante. Si bien sabemos ya, en efecto,que la tica est ligada a la valoracin de la vida, lo que no hemos aclaradotodava es el criterio o la pauta que subyace a dicha valoracin, es decir, nos fal taexplicar cul es o cul debera ser, como se dice cotidianarnente, la jerarqua devalores o de normas que oriente nuestra concepcin tica. Siguiendo el hiloconductor de nuestra exposicin, lo que an no hemos dado es una respuestaa la pregunta: c ul es la mejor man era de vivir? A ello vamos a abocamos en elprximo punto.

    5. Paradigmas de laticaEn la historia de la tica , al igual que en la historia de la cultura, ha habido, comoesfcil de imaginar, muchas concepciones ticas. Un muestrario de esa diversidadlo hallamos en la presentacin de los diferentes debates ticos a los que se hacealusin en los captulos siguientes deeste libro. Ladiversidad seexpresa de muchasmaneras y puede estudiarse desde diferentes perspectivas: puede analizarse desdeun punto de vista histr ico o desde un punto devista sistemtico; puede abordarseen vinculacin con lasconcepciones religiosas o con las cosmovisiones culturales;puede asociarse a las obras de los f ilsofos , a las formas de vida o a los proyectosrevoluc ionarios en la sociedad. Y, no obstante, pese a esta gran diversidad, esposible constatar en la histor ia, a grandes rasgos, una curiosa y persistentetendencia a responder de dos formas principales a la pregunta por la mejor manerade vivir. En algunos casos, estas dos respuestas son consideradas como paradigmasde la t ica, entendiendo por ello visiones valorativa globales, internamentecoherentes pero recprocamente excluyentes. En ot ros casos, las respuestas sontratadas simplemente como temas de la tica , dando a entender as que cada unade e llas se ref iere a un mbito de los problemas morales y que, por consiguiente,

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    Introduccin: El sentido del a tica

    no tendran por qu ser exc luyentes entre s. Esto es lo que debemos ana lizar acontinuacin, empezando por preguntamos cules son e as respuestas.La primera respuesta nos dice que la m ejo r m an er a d e v ivir e s re sp eta r ycu lt iv ar e l s is tem a d e v al or e s ( el e th os ) d e l a p r o pi a c o mu n id ad . De acuerdo a estaconcepcin tica, el crit erio valorativo central que ha de orientar la conduc ta delas personas y la marcha de la soc iedad debe buscarse en el seno de la propiatradicin; es all donde se hallar el ideal moral que d sentido a la vida y queaglutine a los miembros de la comunidad. Como precisaremos ms adelante, estees el contexto adecuado para hablar, en la tica, de valores. Entre los especialistasen moral se ha convenido en denominar a este primer modelo de respuesta elParadigma de la t ic a del bi en co mn o el Par adi gma de la fe licidad, aunque haytambin otras varian tes de esos mismos nombres. Veremos enseguida por qu. Lasegunda respuesta global a lap regunta dec isiva de la tica nos dice que la m ejo rmanera de vivir es construir una soc i edad ju s ta par a todos lo s s e r es humanos. Deacuerdo a esta concepcin, el criterio normativo orientador de la conducta de laspersonas y la marcha de la sociedad debe buscarse en un ideal imaginario deconvivencia que promueva el respeto de la libertad de cada individuo, sindistincin de culturas ni de religiones, y la prctica sistemtica de la democraciay la tolerancia; un ideal as, que es crtico de las tradiciones, solo podr encontrarseen la representacin de una utopa racional. Ms que de valores, convendr hablaren este caso de no rmas o de pr incip ios de accin. A este segundo modelo tico sele conoce como el P ar ad ig ma d e la ti ca d e la a uto no m a o el P ar ad ig ma d e lajust icia , aunque tambin de l hay otras denominaciones que prefieren destacarrasgos como la imparcialidad o la consensualidad. Es preciso, sin embargo, queexpliquemos mejor en qu consiste cada uno de estos paradigmas, y en qu sentidoellos pueden ser excluyentes o complementarios.

    5.1. ElParadigma de latica del bien comnLa idea central que congrega a los defensores de un modelo tico como este es,decamos, que, para ello , el patrn de referencias normativas de la conductapersonal y social debera ser e l resp e to y e l c u lt iv o d e l s is tem a d e v a lo re s d e lap rop iaComunidad . Se le llama un b i en comn , en alusin a ladenominacin tradicionalentre los griegos, porque con ella se designa un modelo de forma de vida que esConsiderado ejemplar por la entera comunidad, y con el cual sus miembros se

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    identifican de manera explcita o implcita. Se t rata de un conjunto de creenciasmorales compartidas, mantenidas por latradicin, transmitidas por la educacin,subyacentes a la vida social y al orden legal, y permanentemente vivificadas porrituales de reconocimiento y celebracin. Se le llama tambin el Par adig ma de lafe lic idad porque se quiere as rendir tributo a Aristreles, autor que constituyeuna de las fuentes filosficas principales de esta concepcin tica, quien sostuvieraen sus libros que el fin ltimo de la vida, al que todos siempre aspiramos, esprecisamente lafe licidad (la eudaimonia).

    La natura lidad con la que Aristteles sostiene en su t ica a N icmaco quetodas las personas concordamos en considerar a la fe lic idad como la finalidadltima de la vida, podra sorprendernos si no fuese porque , a pesar de los siglostranscurridos, tambin nosotros suscribiramos seguramente esa tesis", El proble-ma, claro est, reside en que, tanto en tiempos deAristteles como en los nuestros,no le atribuimos el mismo sent ido a la palabra felicidad ni asociamos con ellauna misma manera devivir. Pero el que estemos ya todos deacuerdo en identific~rverbalmente la meta final de nuestros empeos, no es una cosa de importanciamenor. La discrepancia sobre su definicin hace precisamente de la felicidad eltema principal de la tica. Para zanjar esa discrepancia, y para precisar el sentidode lafelicidad, lo que propone Aristteles esanalizar las aspiraciones que los sereshumanos asociamos a nuestras acciones cotidianas y descifrar el ideal devida queseexpresa por medio de ellas. Buscamos todos, al parecer, la fo rma de vida msplena posible, en donde plena quiere decir: aquella que realiza el bien ms preciado(el s um o b ie n) o lalt ima razn de ser (el f in supremo) de nuestra existencia. Yelf in supremo, o el sumo bien, consiste en real izar permanentemente los ideales deexcelencia que la propia comunidad ha establecido para el desempeo de todasnuestras actividades, incluyendo la act ividad comunitar ia por excelenc ia , que esla actividad po l ti ca . La famosa sentencia de Aristteles, segn la cual el hombrees un animal poltico, quiere decir, en efecto, que el hombre solo se realizarplenamente (solo alcanzar la felicidad) , s ivive sol idar iamente con los otros losvalores que los congregan y si contribuye activamente a ins taurar y mantener unorden institucional que los preserve.

    'Sobre el nombre del bien supremo -escribe Aristteles-> casi todo el mundo est de acuerdo , puestanto el vulgo com

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    A todo sistema de valores , como e! que caracteriza al P a ra di gm a d e l a ti cad e l b i e n c omn , lecorresponde un sis tema de virtudes. Las virtudes representan ellado subjetivo de la existencia de los valores. Con esto sequiere decir que, dadala naturaleza de los valores, es decir, dado que son conductas ideales especficas,de par te de los individuos no puede haber neutral idad ni, tampoco, l iberal idadfrente a e llos, sino, muy por e! cont rario, e! mayor compromiso posible . De losind ividuos se espera una ac ti tud de adhesin, de respaldo con convicc in, deasimilacin comprometida de esos valores hasta convertidos en rasgos de!carcter o de lapersonalidad. Yeso esprecisamente lo que son las virtudes: hbitosde comportamiento amoldados alperfi l establecido por els is tema devalores. Enlaactualidad, adiferencia de loque ocurre con e!uso del trmino valores, parecehaber mucha menos familiaridad con el uso del trmino virtudes, pero essolouna cuestin depalabras. Lo que sesuele exigir atravs delasnumerosas campaasa favor de los valores es que laspersonas los hagan suyos y los incorporen a sumodo habitual de conducirse en lavida, esdecir , que adopten ante ellos lamismaactitud personal y comprometida que seha asociado tradicionalmente alconcep-to de virtud.Otro rasgo const itutivo de esta forma de concebir l a ti ca es que en el la seinvolucran plenamente los sent imientos y las emociones. Ya en el ejemploinicialmente citado de la Il iada , podemos apreciar que los juicios morales queexpresan la conciencia de la desmesura son todos juicios' emocionales quemanif iestan un sentimiento de indignacin: laimpiedad deAquiles, e!pedido decompasin de Pramo, la solidar idad de los dioses, e!arrepentimiento tardo de!propio hroe. La mejor manera de vivir no es excluir las emociones de nuestraconduc ta , sino expresadas c la ramente , pero en su justa medida. Dice por esoAristteles que las vir tudes son un modo intel igente, mesurado, de procesar las. i o Q . , Iemociones-t. uien actua mora mente , lo hace comprometiendo sus afectos yadhirindose a los valores con e! empeo de suentera personalidad. Sial observaruna imagen de un campesino maltratado por laviolencia, o al ver una f ilmacinde un acto de corrupcin, reaccionamos casiinstintivamente con sentimientos decompasin o de indignacin, esprecisamente porque nuestra sensibilidad moralha s ido educada durante aos en e!respeto de los valores .

    re Ibid., 1139b3ss, p. 270.

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    Introduccin: El sentido de latica

    Por las razones expuestas, puede decirse igualmente, en trminos metafri-cos, que la ti ca del b ie n c om n esconcebida y formulada desde laperspect iva dela p r im er a personal 1, de la primera persona en plural. Que el bien, e! ideal moralde vida, sea comn, s ignifica jus tamente que es considerado por sus adherentescomo e! ideal de un nosotros. Nosotros los cristianos, nosotros los atenienses,nosotrOS los peruanos. Es la perspectiva de! par ticipante en la interaccin, queemite sus juicios de valor sobre la base de las creencias compartidas en sucomunidad. Michae! Walzer serefiere aesta idea, con suhabitual ingenio retrico,cuestionando la intencin de la alegora de la caverna propues ta por Platn: enlugar de seguir alprisionero que selibera de las cadenas para acceder a una visindel sol (auna comprens in de laverdad de la vida) , la tica deber a construirse,en su opinin, en el interior de la caverna, y en solidaridad con las creenciascompartidas por todos los prisioneros, pues ellas constituyen e!nico nosotros enel que podamos hallar las pautas de la accin y e! sentido de la cosas", Laperspectiva de la primera persona representa, naturalmen te, una venta ja y unpel igro a la vez , como veremos a cont inuacin: el la permi te cohesionar a losinvolucrados en torno a un ideal comn, comprometiendo sus sentimientos deadhesin, pero ellapuede traer consigo igualmente e!aislamiento dela comunidado la tentacin de! fundamentalismo.Dado que e! nosotros es, por naturaleza, relat ivo s iempre a lacomunidad quelo enuncia , y dado que existen muchas comunidades enunciantes, es prec isoconcluir que en este Paradigma seexpresa una tica detipo contextualista. Recjbeeste nombre la concepcin moral que seorigina en un determinado ethos, y quereclama validez en su interior, en funcin de los valores compartidos. Pero comoel ethos, la cosmovisin valorativa, puede ser de muy diversa naturaleza -puedetratarse deuna nacin, deuna etnia, deuna religin; puede estar terri torial mentede limitada o expandi rse sin fronte ras-, parece ms adecuado denominadaContextual o contextualista. Ello signif ica que el Paradigma plantea la cuestinmoral, tanto en lo que respecta a su origen como a su rea de inf luencia, s iempreenvinculacin con e! contexto en elque seinscribe. Por cierto, lacontextualidadde la t ica no tiene por qu implicar una rela tivizacin de sus expectativas de

    : '~rgen Habermas suele referirse a este rasgo para contraponer la caracterizacin de ambos modelosetICOS. C, por ejemplo, Afectan las objeciones de Hegel a Kant tambin a la tica del discurso?, en:Es critos so br e mo r al id a d y et ic idad, pp. 97-130.'1cWalzer, Michael, L a s e s fer a s d e la justic ia, Mxico: FCE, 1993, p. 12.

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    universalizacin; al respecto, algunas concepciones son efectivamen te expansi-vas, mientras que otras son hermticas o excluyentes. Del contextualismo haymuchas variantes, como es fci l de suponer, pero en todos los casos se t rata deconcepciones que cuestionan la posibi lidad de desligarse de los contextos paraplantear las cuestiones morales.

    Sinos preguntramos, en fin, cul es la fuente ltima de legitimacin de esteParadigma, esdecir, por qu debiera considerarse vinculante el sistema de valoresque proclama, habra que decir que ella res ide en el propio etb os de la comunidad.Esta cuestin esconocida en latica como el problema de la fundamentacin delas normas o de su justi ficacin epistemolgica. Es una cuestin de primeraimportancia, pues ti ene consecuencias dir ectas sobre e l modo de concebi r l avalidez del bien comn, as como sobre el modo de entender la libertad delindividuo, pero es tambin una cuestin dedifci l solucin. La forma en que esteParadigma laaborda muestra cierta circularidad, ya que lavalidez del ideal morales hecha reposar sobre el idea l moral mismo, pero lo hace con la certeza de queno hay otra posibilidad ms convincente de resolver dicha cuestin. Para ilustraresta manera deproceder, Michael Walzer sevale dedos metforas, y de dos figuras,que son interesantes e ilustrativas". Laprimera es lametfora del "descubrimien-to, a la que le corresponde la figura de Moiss. El ideal moral s e d e sc u bre (esdescubierto) en el sentido en que, precedindonos y poseyendo una autor idadindiscutible, nosotros simplemente lo hallamos o loacogemos; un ejemplo deelloesprecisamente Moiss, quien acude alMonte del Sina a recibir demanos deDioslas Tablas de laLey, y las transmite luego alpueblo. La segunda metfora es ladela interpretacin, a la que le corresponde la f igura del profeta. El ideal moral,en este caso, se in terp reta en el sentido en que, siempre precedindonos, esmateriade continua revisin y crtica; el profeta es, en efecto, un lder religiosoperteneciente a la comunidad de va lores, pero es tambin un crt ico soc ia l queapela a la conciencia de sus miembros para actualizar valores tradicionales queestn s iendo descuidados por la comunidad. Con ayuda de estas metforas deWalzer podremos seguramente entender mejor el sentido de lacircularidad en lafundamentacin del Paradigma.

    u Cf Walzer, Michael, Tres s enderos de la filosof a moral, en: Interpretacin y cr tica so cial, Buenos~Ires: Nueva Visin, 1993, pp'. 73 6. Como indica el ttulo mismo de su trabajo, Walzer quierediferenciar entre tres, no dos, maneras de concebir la moral. Pero, como vemos, hay buenas razonespar~ considerar que tanto el s endero del descubrimiento- como el de la interpretacin correspon-d en an, c on matices distintos, al P a ra di gm a d e l a ti ca d el b i en c om n .

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    Introduccin: El s ent id o de l a ti ca

    Todos los rasgos que hemos venido enunciando hasta aqu, aun someramen-te, nos permiten hacernos una idea de la naturaleza y los alcances del Par adigmade la t ica de l bi en com n. Hemos visto, en primer lugar, por qu al ideal delrespeto y el cultivo del sistema de valores de la comunidad se le da el nombre debie n co m n o de fe licidad, y hemos comentado brevemente el modo en queAristteles concibe la aspiracin a una vida buena. Enumeramos luego algunosrasgos que son constitut ivos del Paradigma: el sustancialismo, la existencia en ldeun sistema de valores, lacorrespondiente exigencia de un sistema de virtudes,el involucramiento de las emociones, l a perspect iva de la p rimera per sona , elcontextualismo y la referencia al ethos como criterio ltimo de fundamentacin.Elresultado esun cuadro coherente en elque vemos diseado un ideal deconsensomora l centrado en la vivi ficacin de la tradic in valorat iva de la comunidad.Quizs podra por ello caracterizarse global mente a esta visin como un consensonostlgico!4.Nos toca ahora pasar a exponer el siguiente paradigma, aquel que hemosvinculado a lasegunda respues ta a lapregunta por lamejor manera devivir. Parafacilitar lacomprensin de este nuevo modelo, y para percibir ms claramente susrelaciones con el primero, vamos a uti lizar correlativamente la misma secuenciade rasgos que hemos empleado en la caracterizacin del caso anter ior.

    5.2. E l Paradigma de latica de laautonomaLaidea central que congrega a los defensores de este modelo es, como serecuerda,que lamejor manera devivir consiste en c o ns tr u ir u na so cied ad j us ta p ar a t od os l ossereshumanos; este es, para el modelo, el patrn de referencias normativas de laconducta personal y social. Se le ha denominado e l Paradigm a d e l a a u to noma ,evocando el modo en que Kant caracterizara el principio central de esta interpre-tacin de la tica, que es el principio de la libertad del individuo, pero de unalibertad que se afirma solo mediante el respeto de la libertad de todos. Laautonoma es la capacidad que posee idealmente el individuo de pensar y decidirpor s mismo (de "darse a s mismo su propia ley, como indica lae timologa de

    '4 Mehe permitido emplear la contraposicin entre consenso nostlgico y consenso utpico. paracarac te riza r e ld ebate cent ral de la tica contempornea en una reciente publicacin: Giusti, Miguel,Tr a s el co nsenso . Entr e l a u to p a y l a no s t al g i a, Madrid: Dykinson, 2006.

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    la palabra), pero de hacerlo eligiendo al mismo tiempo un marco de referencias(una ley) que haga posible el eje rcicio simul tneo de la autonoma de todos,incluyendo naturalmente la suya", De aqu seder iva elsentido ms general de lapalabra justicia, que da igualmente nombre alParadigma: una so cie dad j u sta parat o do s l os ser e s humano s ser a, en efecto, aquella que estuviera regida en todas susinstancias por el principio dela autonoma y que permitie ra, por tanto, que todoslos individuos, sea cua l fuere su ethos, ejercieran sulibertad s in per judicar lade losdems . En lugar, pues, de fijar su atencin en los contenidos o los valores quepudieran defender los individuos, el modelo se concentra en la regla general de laimparcia l idad, cuya funcin es la de hacer posible la coexistencia de concepcionesvalorativas rivales entre s.

    El Pa ra di gm a d e la ti ca de la au tonoma surgi en la historia en los inicios dela Edad Moderna con el propsito de ofrecer una alternativa de solucin a lo queseconsideraba una limitacin estructural del Pa ra di gm a d e la t ic a d el bi e n c omn.El acontecimiento emblemtico de semejante cambio de paradigma fue la llamadaGuerra de las Religiones, que cubri de sangre y violencia las tierras europeasdurante casi treinta aos del siglo XVII. Para muchos filsofos de la poca, aquellaguerra fue interpretada como el sntoma ms claro de la crisis a la que habraconducido el conflicto entre las concepciones tico-religiosas, cada una de lascuales reclamaba para s laverdad desu propio ideal moral". Siendo evidente queninguna de ellastena msderechos deveracidad que lasotras, y siendo igualmenteobvio que laguerra solo perpetuaba sangrientamente laausencia de una solucin,imaginaron una concepcin que redefiniera los objetivos de la moral y quereplanteara las cosas en una dimensin diferente. La solucin deba ser buscadano solo para poner fin al enfrentamiento entre las naciones, sino tambin alenfrentamiento entre los individuos, pues la rivalidad entre las concepcionesvalora tivas de la vida, la g ue rr a d e to do s c on tr a to do s, pareca extenderse acualquier forma de asociacin humana. Fue, s in duda, Kant el f ilsofo que logr

    1; La autonoma de la vo luntad -escribe Kant- es el nico principio de todas las leyes morales y delos deberes que les corresponden: eJ Teorema IV (8) del libro primero de la Analtica de la Crt ica de;~~azn pr ctica, edicin de Dulce Mara Granja, Mxico: FCE/UAM/UNAM, 2005, p, 38,n la introduccin a su lib ro Sob re el ciu dadano (Derive) , explica Hobbes que se ha visto obligadoa adelantar la publicacio' n d de su si fil os f' '1 'esta parte e su Sistema I oso ICO en raz n de a guerra unperante enes e momento y con el p Ssito d ib ir d 'P f.' di' roposito e contri ui r e algun modo a hallarle solucin, C : De c iv erae atro a ecto res en' Hobbe Th O ' , 'Moleswonh Londr ; 'J' BS'h omas, pe ra philosop bica quae latine sc ri psit , edicin de W,, s: oannes o n, 1839ss, vol. Il.

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    Introduccin: El sentido de la tica

    conceptua lizar, con la mayor genia lidad y riqueza, esta intencin moderna.Construy por eso primero una tica sobre labasedel principio dela autonoma,por medio de la cua l fuese posible fundamentar ~aconciliaci~n entre la l iber tadindividual y la constitucin de un consenso universa l. La pleza cent ral de esaconstruccin es la idea de un principio general, regulador de todas nuestrasrelaciones valorat ivas , que nos obligue a actuar s iempre cuidando que el ejerciciode nuestra l ibe rtad no entre en conflic to con el orden imparcial que permi te elejercicio de la libertad de todos. Kant llam a ese principio el imperat ivocategrico , pero de l hay muchos otros nombres en la filosofa moderna y en lacontemporneal7 y elabor luego una F i lo s of a d e l d e re cho (la Doctrina delderecho, en la Me t af s ic a d e l a s c o st umbr e si " con la finalidad de hacer tambinoperativo dicho principio en la regulacin de la amplia red de relaciones que seestablecen dentro de la sociedad. La tica pareca as proponerse una meta msmodesta, o desplazar acaso la atencin haciauna dimensin distinta del problemamoral , esdecir, se propona dejar en suspenso la cuestin de la veracidad de lasconcepciones ticas y buscar un acuerdo que consistiese en tolerar deliberada yconsensual mente la coexistencia de opiniones plurales.

    A diferencia del anterior, al que caracterizamos como un paradigma sustan-ci a lista, este es ms bien un paradigma formalista o procedimenta l. Lo es, porqueconsidera que la tica, ms que damos contenidos valorativos concretos sobre lamejor manera de vivir, lo que debe ofrecernos es una forma o un procedimientoque nos permita discriminar entre loscontenidos, deacuerdo a si son conciliablescon el libre ejercic io de la libertad de todos. Un buen ejemplo de este formal ismoeselprincipio que rige al sistema democrtico: deacuerdo a l, cualquier decisinque se adopte deber ser respaldada por la mayora de los involucrados; no se nosdice, pues, qu decisin (con qu contenido) debemos adoptar, sino tan solo que,cualquiera que esta sea, deber respetar el principio de verse respaldada por elconsenso mayoritario. Otro ejemplo muy ilustrativo es el del principio quesostiene al ejercicio de las libertades fundamentales: la libertad de opinin,

    ~' Adems del imperativo categrico, mencionaremos ms adelante el p rinc ip io del observador~mparcial. desarrollado por Adam Srnith. Las distintas teor as del contrato social reproducenIgualmente la idea de un principio formal regulador de la moral. Jrgen Habermas, por su parte,p ropon e reemplazar dichas versiones por el llamado "Principio U. o Principio D (eJ , entre otrostextos, su ya citado ensayo Afectan las objeciones de Hegel aKant t ambin a la t ic a del discurso?).11Cf Kanr, Immanuel,La me ta f l si ca de las cos tumbr es, edicin de Adela Cortina y Jess Conill, Madrid:Teenos, 1989,

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    pongamos por caso, indica que todos los individuos tienen derecho a expresar suparecer a condicin de permitir el que otros hagan lo propio; no se nos dice,tampoco en este caso, qu opinin debemos defender, sino solo que elladebe sercompatible con elejercicio de lalibertad de todos a opinar. Como seve, elcriterioo la pauta que aqu se proponen tienen la forma de un examen, de un test . Asconcibi tambin Kant al impera ti vo ca t egr i co , pues este nos impele a examinarsiempre si las acciones que queremos realizar, sean estas las que fueren, podranser compatibles con un sistema imparcial de reglas de convivencia en elque todostienen derecho a actuar sin perjudicar a los dems. Sinuestras decisiones o nuestrasacciones aprueban este examen, entonces ellas sern buenas (en sentido moral) ojus tas (en sentido jurdico), ya que en ambos casos habrn respetado el principio( formal) ordenador del Paradigma, que esel de hacer respetar laautonoma en elmarco de un orden regido por lajust icia.Por lo dicho hasta aqu, se entender seguramente por qu e lconcepto devalores es, al menos en primera instancia, un cuerpo extrao en el Paradigmad e l a t ic a d e l a a u to n om a . Los valores estn asociados a una manera homogneade interpretar el sentido de lavida y expresan, como hemos visto, elaprecio porconduc tas reconocidas como ejemplares en un ethos dete rminado. Aqu, encambio, dichas conductas pasan a ser relativizadas e igualadas a muchas otras enel marco de un pluralismo de opiniones que es considerado como un hechorotundo y bs ico, sobre cuyo reconocimiento debe recin iniciarse cualquierdiscusin moral. Son precisamente los valores los que son ahora sometidos aexamen: s ipasan la prueba del principio formal, entonces sern juzgados comobuenos o jus tos -lo cual equivale a sostener que se est introduciendo unparmetro ms abarcador , ms abstracto, que llamaremos el concepto de prin-cipios o de normas. Estos lt imos trminos expresan con mayor precisin eltipo deexigencia moral que sehace valer en laconcepcin moderna: laaceptacinvoluntaria y consensuada deuna regla de conducta general que exhibe neutralidadvalorativa . Por lo mismo, no encontramos aqu, como en el caso anterior, unagran variedad de preceptos concretos ligados a las esferas distintas de lavida, sinouna sola norma, un solo principio, que hace las veces de pauta continua dere fe renc ia para el enjuiciamiento de las situaciones concre tas. Ahora bien,decamos que el concepto de valores es solo en principio un cuerpo extrao,porque desde el P a ra d igm a de l a t ic a d el b ie n c om n suele hacerse la observacinque lanorma general que ahora comentamos es, en realidad, igualmente un val or ,solo que no debidamente reconocido como tal.

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    Introduccin: El sentido de lat ica

    Un sistem a d e p r incipios no exige tampoco que nos adhiramos a l con laconviccin o elcompromiso emocional que requeran los valores . Lo que aqu seexige es por sobre todo el a c at am ie nt o r ac ional del gran pacto de i.mparcial~dad,y , como existen fundadas reservas d~que todo,s .1 0 vayan a c~m~~lr esp,ontanea-lIlente, el propio pacto dispone medidas especificas de j is ca l tz ac zon rec tproca . Setrata, pues, deacatar lanorma y dehacerlo racionalmente , esdecir, de c?nvencersede su evidencia, su necesidad y su conveniencia, aunque no fuese S100 por unc lculo de costo-beneficio. Es interesante, y reveladora , esta doble cara de laracionalidad polt ica moderna: ella puede signif icar el respeto deliberado de laigualdad de los seres humanos, pero ell a puede ser tambin una estrategia desupervivencia con propsitos egostas; para cada versin hay autores importa~t:sque s irven de respaldo". Esto no quiere decir , sin emb~rg~, ~ue ~o pueda exisnruna fe una creencia f irme, en lademocracia o en suspnnCipiOs, S100 solo que esafeno:s necesaria, ensentido estricto, para lalegitimacin nipara elmantenimien-to delavigencia del principio general. Elpropio Kant nos ofrece las dos versio~escomentadas de la racionalidad: eldeber moral de todo ser humano es, nos dice,elegir deliberadamente un orden igualitario y tolerante, respetando ladignida~ delas personas, pero, si esto no llegara a serie convincente, al menos debieracomprender que e l respeto de la leyes lo que ms le conviene para vivir en pazy prosperidad. Hasta un pueblo dedemonios, dice Kant en un pasaje famoso",sedejar a persuadir por laidea deque el con t ra t o soc i al es la fo.rma ms r~zonablede vivir , aun cuando lo que los demonios buscaran fuese satis facer sus interesesegostas. 4Ante los sentimientos y las emociones, el Paradigm a de la tica de la4Utonoma expresa una cautelosa, pero fi rme, desconfianza. Una pres~nciaucesiva de las emociones en la defensa de los valores puede conducir alfundamentalismo, al dogmatismo y hasta al fanatismo, como fue el caso en lamencionada Guerra delasReligiones. Para sortear este peligro deintolerancia quelas emociones suelen llevar consigo, el modelo solicita precisamente que setomeuna decisin racional , entendiendo por ello una decisin que sea fruto de unrazonamiento sobre las causas y las consecuencias del l ibre accionar de todos los

    ~ versin al truista la encontramos principalmeme en la obra de Kant, laversin calculadora en lara de Hobbes. De ambas versiones ha)' muchas variantes desde entonces.ef Kant, Irnmanuel, Hacia la paz perp etu a , edicin de Ja cobo Muoz, MAdrid: Biblioteca Nueva,1999, p. 105.

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    involucrados. Como es natural, no se puede pretender que desaparezcan lasemociones; lo que se demanda es ms bien que ellas sean encauzadas o reorientadasen funcin de un bien mayor. Puede adoptarse tambin una posicin msdiferenciada al respecto, como lo hacen algunos autores, y sugerir que lasemociones tienen un espacio propio, por ejemplo el mbito privado o el mbitoestrictamente moral, y que ellas deberan ser relativizadas solo en el mbitopblico o en el estrictamente jurdico o poltico". En cualquier caso, por msimportancia que se conceda al compromiso de nuestras emociones en la vidacotidiana, est claro que ellas pierden legitimidad y capacidad de validacin en elcontexto de este Paradigma.

    Por contraste con el modelo anterior, al que habamos vinculado con laperspectiva de la prim era per so na , debe decirse ahora que la tica de la autonomaes concebida y formulada desde la per spect iva de la terc er a per sona. La metfora dela ter cer a per sona se suele emplear para designar un punto de vista neutral,equidistante de la primera y la segunda persona; a l se refieren, por ejemplo, JeanPiaget o Lawrence Kohlberg" para caracterizar el estadio ms avanzado de laevolucin intelectual o, respectivamente, el de la evolucin moral del nio. YThomas Nagel, un importante defensor de este modelo, da a uno de sus libros elrevelador ttulo Una vis in deningn lugar (

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    egosmo, entre la bsqueda deliberada de la imparcialidad y el clculo de costo-beneficio. Pero en ambos casos se trata de una decisin li br e, que compromete alos concernidos a respetar un sist ema d e n or ma s igual itarias de convivencia. Parailustrar esta manera de concebir lamoral, Michael Walzer emplea lam etfora dela "invencin. En este modelo, la moral se i nventa; son los seres humanos los que,reunidos imaginariamente en una convencin, deciden construir o acordar juntoscules sern las reglas que les permitirn coexistir ejerciendo cada cual sulibertad".

    Nos toca hacer tambin en estecaso una sntesis de los rasgos que caracterizanal Paradigma de la tica de la autonoma , con la idea de resumir 1 0 que hemosaprendido sobre su naturaleza y sus a lcances. Vimos, en primer lugar, en qusentido se afirma que el ideal moral consiste en c o ns tr u ir u na s o ci e da d j u s ta paratodos l o s sereshumano s : 1 0 que se quiere poner en elprimer plano es laposibilidadde que laconvivencia pacf ica sefunde en el respeto de laautonoma mediante laconstitucin de un orden social de imparcial idad. Hemos ilustrado esta concep-cin explicando el modo en que Kanr concibe el principio del imperativocategrico, o Adam Srnith elcriterio del observador imparcial. Y enumeramosigualmente los rasgos constitutivos del Paradigma: el formalismo, laexistencia deun sis tema denormas , ladesconfianza frente a las emociones , laperspectiva de latercera persona, el universalismo y la referencia al contrato y el dilogo comocriterios lt imos de fundamentacin. El resultado es, tambin aqu , un cuadrocoherente en el que vemos diseado un ideal de consenso moral centrado en lacapacidad de los se res humanos de imaginar una forma racional de regular susconfl ictos. Podramos entonces caracterizar, correlativamente, a esta visincomo la aspi racin a obtener un consenso u tp i co .

    6. Ref lexin f inalLa existencia de dos grandes paradigmas en la historia de la tica es un hechoimponante y aleccionador. Alguna razn profunda debe existir para que los sereshumanos vuelvan una y otra vez a formular susaspiraciones morales recurdendoa semejantes modelos. Cada uno de el los expresa, como hemos visto, una formacoherente y convincente de explicar cul debera ser lame jo r m aner a de v i vi r . En

    1;eWalzer, Michael, Tres senderos de I d filosofa moral, pp. 14ss.

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    Introduccin: El sentido de la tica

    la presentacin de sus pOSICIOnes, o de sus argumentos, hemos acen~uad.odeliberadamente la lgica interna que los anima o articula, con plena concienciade que podramos as estar extremando la oposicin al modelo alternativo. Poreso, precisamente, dijimos que los trataramos como paradigmas, y no simple-mente como temas de la tica. Pero es obvio que podran buscarse, y encontrarse,muchas formas de conciliar las pretensiones de ambos modelos. Esto ha ocurridocon frecuencia en la historia de la disciplina, y ocurrir seguramente tambin entreloslectores del presente libro, que hallarn ms de una forma devincular los rasgosticos que aqu aparecen contrapuestos. Hasta podra decirse que en la ticacontempornea predominan las propuestas deconcil iacin entre los paradigmas,pues seadmite explci tamente que hace fal ta reconocer l.alegitimidad de algunasde las re ivindicaciones esgrimidas en ambos casos, a fin de buscar una nuevasntesis en el planteamiento de las cuestiones mora les. No obstante, aun en laspropuestas de reconciliacin, suele reiterarse la tendencia a privilegiar una de lasperspectivas en disputa.Volvamos a los casos ejemplares con los que dimos inicio a esta reflexin. Laimpiedad de Aquiles frente a los reclamos de sus parientes y amigos puedeinterpretarse, naturalmente, como un modo de transgredir el sistema de valoresde su comunidad; su desmesura es una falta de respeto del bien comn y una lejamien to de la actitud virtuosa que se espera de un combatiente. Pero suconducta podra entenderse asimismo como un modo de quebrar el ordenequitativo e imparcial que aun en casos de guerra debera reinar entre losindividuos; Aquiles se est dejando llevar por sus emociones y est sobrepasandolos lmites del ejercicio de su libertad personal. Otro tanto cabra decir sobre loscasos que nos transmite elInforme de laComisin de la Verdad y Reconciliacin.Las imgenes del sufr imiento de esos compat riotas nuestros sacuden nuestrasensibilidad moral y nos revelan el grado extremo de deterioro de los valores quesostienen nuestra vida en comn; ellas despiertan en nosotros la urgencia delcompromiso con la solidaridad, la justicia y la vida ciudadana. Pero es claroigualmente que en esas imgenes se pone de manifiesto una flagrante ruptura delpacto que funda nuestra vida social; no se ha respetado la vida, ni l a libertad, ni~aautonoma de las personas, y se ha pretendido echar por t ierra el entero tejidoInstitucional que reposaba sobre la democracia y el estado de derecho. Las dosformas de juzgar moralmente los hechos nos remiten a los criterios que empleacada uno de los paradigmas analizados para valorar la mejor manera de vivir. Atravs de ellos se logra articular conceptual mente la experiencia lmite quehabamos comentado al inicio con lasexpresiones Basta ya y Nunca ms.

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    Las reflexiones presentadas en esta Introduccin, as como las q ue seguirnen los captulos del l ibro dedicados a los de bates tico s, son, todas, de carcterfilosfico. Es decir, forman parte de lo que hemos convenido en llamar ladimensin te rica o conc eptual de la ti ca. Pero su finalidad lt ima quiere ser,naturalmente, ayudamos a todos a vi vir mejor , como era, segn Arisr te les, larazn de ser de la tica. Pensaba el filsofo griego que la mej or m anera de vivirestaba siempre ligada a la filosofa, a la teora , en lamedida en que ella nos permitedeliberar sobre el sentido de lascosas y sobre los cambios que va experimentandoesta decisiva experiencia humana valorat iva de lavida. Interpretando suconcep-cin tica a la luz de los problemas y los retos que nos plantea la sociedadcontempornea, podramos decir por eso que, para la filosofa, la me j or ma ne rad e o i ui r c o n si st e e n bu sc a r p e rmanentemente la m e jo r m an er a d e uioir", El libro quepresentamos quisiera ser una contribucin a esta tarea.

    !"Remito aqu allibrode Alasdair Maclnryre, Trasla uirtud, Barcelona: Crtica, J 987 ,en e lque e lautorpropone una interpretacin de Arisrteles en este sentido, aunque la l leve luego por o tra d ireccin.Cf pp. 271ss.

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    Captulo Itica y poltica

    Introduc cin: E l libera li smoy la " sab idur ade ! mal': l a b s qued adeconsensosprcticosylasjiguraspolticas dela to le ranciaporGonzaloGamio ::.

    Textos seleccionados:l. t ic a N i comquea (fragmentos) por Aristteles2 . D os t ra ta do s s ob re el g o bi er no civil (fragmentos) por John Locke

    * LasConversaciones con Juan Anton io Guerrero, S.J., sobre los temas abordados en la Introduccinen laUniversidad Ponrificia de Comillas han sido decisivas para la composicin de este ensayo. Dehecho, de nuestros debates e intercambios de ideas he tomado su expresin sabidura del m al, queresulta tan til para descr ibir la filosofa prct ica l iberal. Mi grat it ud con Luis Bacigalupo por nuestrasesclarecedoras discus io ne s s obre Oakeshott, el cristianismo y el liberalismo. Las sugerencias deRosemar}" Ri zo -P at rn sobre la verdad y sus nexos con la tolerancia han sido sumamente tiles paraesclarecer algunos pasajes de la primera versin de e st e a rtculo.E~teensayo t iene su o rigen en una conferencia dictada ante el Instituto de Estudios Democrticos deLima el 3 de feb re ro de 2005 , e n l a s ed e d e la Asociacin Civil Transparencia.