IXConcurso d eRe lato stC or E n a D e l V a l

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I X Co n c ur s o d e R e l a t o s C o rt o s E l e n a D e l V al

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IX Concurso de Relatos Cortos Elena Del Val

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Jurado de la novena edición del Concurso de Relatos “Elena Del Val” convo-cado por el Colegio Ausiàs March, para emitir el fallo definitivo. - Felicidad Domínguez- Paco Albert- Victoria García- Bruce Harper- Ana Cañamero- Pilar Calatrava- Chelo López- Lucía Pons- David Coronado- Sabrina Burguet- Joan Castelló- Mª Ángeles Serrano

Crédito del jurado

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Este curso 2020-2021 se ha celebrado la IX edición del Con-curso de Relatos de Elena del Val, en el que nuestro alumnado ha volcado toda su creatividad y sus ganas de contar historias. Con ellas han logrado emocionarnos y hemos confirmado, una vez más, el valor de la literatura como tabla de salvación en los momentos difíciles de este curso académico.¡Enhorabuena a los ganadores! Gracias por hacernos vivir y sentir a través de las palabras.

Victoria García Profesora de Lengua y Literatura y miembro del jurado

Introducción

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Tabla de ganadores

* Las seis categorías son:

1º y 2º de Primaria.3º y 4º de Primaria.5º y 6º de Primaria.1º, 2º, 3º, 4º de ESO.1º y 2º de Bachillerato.Familias del Centro y antiguos alumnos.

A.B.C.D.E.F.

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Categoría

A

A

B

C

C

D

D

B

E

F

Premio

1er Premio

Curso Título Autor

Finalista

1er Premio

Finalista

1er Premio

Finalista

1er Premio

1er Premio

Finalista

1er Premio

Finalista

Finalista

1ºB

2ºA

4ºC

4ºB

5ºA

6ºA

3ºA

2º BACH

Alejandra y sus amigos

El marciano Bob

La fuente de la alegría

Respeto

A strange day

El sastre lento y el cliente impaciente

Fachada

Parricidio

El viento y todo lo que se llevó

El arcoíris sabe a vainilla

Puzzle

Dunia Negueroles Gil

Cristina Pons Aranda

Eva Cosín Cervera

Silvia Fernández Presmanes

Elena Cabrera Díez

Le Yi Xu

Sergio Ruiz de Assín Tolosa

Elia Uixeda Ruiz

Lucía Pons Verduch

Jorge Ortiz Robla

E 1º BACH

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Julia Ruiz Picó

3ºA

La veu que ens acompanyaAitana Rodríguez

Casañ

F

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ALEJANDRA Y SUS AMIGOS

Había una vez una niña que se llamaba Alejandra y vivía con su familia.

Un día se fueron de excursión al bosque y Alejandra se encon-tró un rastro de palitos. Lo siguió y se perdió. Por el camino se encontró con un burro muy amable que le indicó parte del camino para encontrar a su familia. Se hicieron buenos amigos y caminaron juntos hasta que se encontraron con una vaca. Se hicieron amigos y la vaca les indicó la segunda parte del cami-no. Caminaron un ratito más y se encontraron con un perrito y un gatito. Todos juntos caminaron hasta que el perrito olió una deliciosa comida y todos le siguieron. ¡Era su madre que estaba cocinando un rico pollo asado!

Así fue como Alejandra por fin encontró su casa y todos vivie-ron muy felices.

Dunia Negueroles Gil1º B Primaria

EL MARCIANO BOB

En una galaxia muy lejana hay un planeta donde vivían mu-chos marcianos. El planeta se llamaba Coco. Ahí vivían muchos marcianos, pero uno era diferente y se llamaba Bob. Tenía tres ojos, no como los demás que tenían uno, tenía setenta y siete dientes, no como los demás que tenían noventa y tres, tenía tres antenas, no como los demás que tenían una. Bueno lo peor es que Bob cada vez que iba al cole todos se burlaban de él hasta que un día vino un alumno nuevo que era como él. Así que se hicieron amigos y todos vieron que no pasaba nada. Y vivieron felices y comieron perdices.

Cristina Pons Aranda2º A Primaria

Ganador Categoría A Finalista Categoría A

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LA FUENTE DE LA ALEGRÍA

Érase una vez una niña que se llamaba Estela. Estela estaba triste, desesperanzada y no tenía alegría.

Estela no tenía amigos pero le encantaban los libros, que eran como sus amigos. Un día, estaba en la biblioteca y encontró un libro grande y viejo. Lo quería leer, pero era tarde y se fue a casa.

Al día siguiente fue a la biblioteca y empezó a leerlo. El libro era muy raro, contenía muchas leyendas. Cuando empezó a leer la segunda leyenda paró porque estaba muy cansada. Resulta que era la leyenda de la Fuente de la Alegría. Ella creía mu-cho en las leyendas, por lo que cogió la página donde estaba el mapa y fue a buscarla.

En el mapa ponía que tenía que encontrar tres llaves, pero para coger cada llave tenía que superar una prueba.

La primera estaba en un pantano cercano al bosque, escondi-da en el tronco de un árbol. Estela fue al bosque, se encontró muchos animales raros y al final llegó al pantano y encontró la llave en el árbol.

La segunda llave estaba en el fondo de un lago. Estela fue al lago pero resulta que era invierno (casi Navidad) y el agua esta-ba fría. Ella no quería, pero al final se metió y nadó hasta llegar al fondo. Estuvo cinco minutos buscando la llave y al final la encontró.

La tercera llave era la más difícil de conseguir. Tenía que entrar en la cueva de un oso, dormirlo y después resolver una adivi-nanza. Estela encontró la cueva en el bosque. Por el camino practicó una nana para que el oso se durmiera y al final llegó a la cueva.

Ganador Categoría B

Se encontró al oso y tuvo que cantarle tres veces seguidas la nana para que se durmiera. Al final llegó el momento de la adi-vinanza: “cuando me nombras desaparezco”. Una voz le dijo que tenía tres intentos. “¿la luna?, ¿el sol?”, dijo sin recibir res-puesta. Se iba a rendir pero entonces se le ocurrió la respuesta: “¡el silencio!”. La tercera llave apareció de la nada, así como una puerta con tres cerraduras. La abrió con las tres llaves y encontró una fuente y un pergamino que ponía: “Yo si fuera tú creería en ti y así tendrías alegría”.

Entonces Estela hizo caso al pergamino, creyó en sí misma y se fue a casa contenta con sus padres.

Eva Cosín Cervera4ºC Primaria

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Finalista Categoría B

RESPETO

Hace muchos años en un frondoso bosque, había ranas en las charcas, ardillas comiendo toda clase de semillas y pájaros piando alegremente. Todo era precioso hasta que un día unos leñadores llegaron para talar los árboles. ¡Iban a arruinar el precioso bosque!

Un pequeño Saltamontes que allí vivía, de nombre Martín pre-guntó a los leñadores: - ¿Por qué queréis destrozar nuestro amado bosque?, y ellos le contestaron: -Porque los humanos necesitamos la madera para poder hacer fuego en nuestras chimeneas, fabricar muebles para nuestro hogares y papel para poder escribir.

-Ya, pero destrozáis el hábitat de los animales y plantas del bos-que con ello, insistió el Saltamontes.

-Eso que dices es verdad, contestaron los leñadores avergonza-dos. ¿Qué podríamos hacer para ayudaros?

-Hay una parte del Bosque que está dañada porque hace unos años hubo un incendio provocado por el ser humano y ahí po-dríamos plantar árboles y crear un nuevo lugar dónde vivir, si lo hacemos entre todos sería mucho más rápido y sencillo.

Los leñadores asintieron, Martín llamó a todas las especies animales que habitaban el bosque y se reunieron en la anti-gua zona quemada. Todas las especies del bosque ayudaron a limpiar la zona de piedra y ramas quemadas para que los leña-dores pudieran llegar a los árboles con sus sierras y camiones.

Tras llevarse los árboles dañados, juntos, humanos y animales plantaron nuevos árboles para repoblar la zona del incendio, construyendo así entre todos, un futuro para todo el bosque respetando la naturaleza.

Silvia Fernández Presmanes4ºB Primaria

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A STRANGE DAY

Rachel Sholking was walking down the hallway of her school and she fell down… but no, don’t think this is the typical story where the girl meets a boy. She fell down and no-one noticed even noticed it.

She didn’t actually care because all days were the same: chil-dren walking along the hallways like robots. No-one could talk or laugh; everything was in constant silence. When she fell down, people didn’t stop walking.

Rachel didn’t have lots of friends because people thought she was different and no-one talked to her. Actually, if you knew Rachel, she was funny and kind.

Once she had finished her morning classes, she went to the cafeteria and had lunch. She was finishing, but there wasn’t anyone in the cafeteria. She blinked twice, but no: she wasn’t dreaming. Very confused, she stood up and walked to the door; but it was locked. Slowly, panic invaded her and she started to breathe very quickly.

Suddenly a man dressed in black appeared behind her. She screamed, but the man didn’t move. The man finally spoke and said this:

“I’ll explain everything to you.”

“Everything?”

“Sure. Let’s start at the beginning. You will need to go to class and do your exam.”

“AN EXAM?!?”

Ganador Categoría C

The man laughed, but Rachel didn’t know why.

“Yes, Rachel, calm down. It seems difficult, but it isn’t.”

The man disappeared and suddenly a hole opened and Rachel fell inside. She started shouting and an invisible barrier sto-pped her from hitting the floor. The landscape was a normal school: actually, it was similar to her school. The barrier disa-ppeared and she fell to the ground.

She stood up and she couldn’t believe what she was looking at: a classroom called “Maths” and next to that, the number “3”. She thought that that was the class where she needed to do the exam, and she wasn’t wrong.

She went in and the teacher was a mix of teachers she hated: tall like Sarah; the same horrible voice like Mr. Pliffins; and the same horrible clothes like Zoe. The children were all the same: brown hair, white T-shirt, blue pants for boys and skirts for gir-ls. The teacher told her that she was always late. She sat down and noticed that she also had a skirt on.

The exam seemed super difficult when the teacher gave it to her, but it was really quite easy. There were questions like “Where is Europe? Mark it on the map below”, or like “If you mix blue and yellow, what colour do you get?” When she had finished the first part, she started the second one which was a bit more difficult. But she was able to finish both parts.

Then she flipped the exam sheet over… and there wasn’t anything written at all! This happened again and again: it was

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EL SASTRE LENTO Y EL CLIENTE IMPACIENTE

Un invierno un cliente entró a una sastrería, tiró un rollo de tela sobre la mesa y le dijo al sastre:

- Quiero hacerme una chaqueta acolchada, he ido a tres sastrerías. La primera me dijo que no estaría hasta otoño, la segunda me preguntó si podía esperar hasta verano y le dije que no tenía paciencia de esperar hasta verano, la tercera era mejor, pero no podría dármela hasta principios de primavera. No podía esperar tanto y les dije a todos que no me lo hicieran.Yo le voy a decir a usted que soy diferente a otros clientes, tengo la personalidad más ansiosa que cualquier otro cliente. Maestro, dime ¿cuándo puedo venir a recogerla? ¿En verano? ¿Otoño? ¿Primavera?”

“No”- dijo el sastre. “Lo recogerás en invierno, pero quiero de-cir el próximo invierno”.

El cliente saltó y dijo:”¡Que lento!”.

Y dijo el sastre: “Soy diferente a los demás sastres, soy el sastre más lento de todos”.

“Déjalo, voy a buscar a los otros maestros”.

El cliente cogió la tela y salió pero el sastre le paró y le dijo: “No te vayas, sé que eres un hombre impaciente pero en mi opinión mi velocidad es la más adecuada para clientes como tú”.

El cliente impaciente preguntó: “Por qué?”, y el sastre dijo: “Se-gún tu temperamento, te pondrás la ropa en el segundo que la tengas, ¿verdad?”.

El cliente dijo: “Por supuesto, no quiero dejar mi ropa en el armario.

Entonces el sastre dijo:” Si compras una chaqueta acolchada de otras temporadas te la pondrás enseguida, ¿no?, y no pensan-

Finalista Categoría C an endless exam! Once again, the panic invaded her, and she didn’t know what she was doing or why the exam was endless or why she needed to do that exam.

She stood up and suddenly another hole formed in the ground and she fell inside again. She appeared in the cafeteria, but this time with the whole school looking at her. She was scared and asked about what had happened. People said she had fa-llen asleep; and Rachel believed them. She was very tired those days. All of that about the man, the exam, the teacher and the students were in her imagination. She hadn’t thought of that. Rachel knew she loved writing and that she had a lot of imagi-nation. So if you want to read any of her books: you have just finished reading one now.

To be continued…

Elena Cabrera Díez5ºA Primaria

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FACHADA

Respiro. Lo vuelvo a hacer, una y otra vez. Quizás demasiadas. Levanto la cabeza para ver o, más bien, sentir una sala. Una sala oscura, pero no lo suficiente para ocultarme la realidad; no lo suficiente para dejarme los ojos vendados. Una realidad que había estado evitando todo este tiempo. O, al menos, tra-tando de hacerlo. La tenue luz logra dejar a la vista una sala vacía, sin un simple objeto, una simple emoción. Todo lo que alcanzo a ver es gris, monótono, sin color o vida alguna. Me asusta el parecido entre este lugar y yo. Sabía que llegaría. No puedo evadir esto por más tiempo, debo actuar al respecto. Pero, ¿puedo? Empujo la pared, tratando de salir. Una pared erigida por mi o, al menos, por una parte de mí. Una parte que no era yo. Eso, para tu sorpresa, solo la hace más insoslaya-ble, pues ha sido levantada por la persona que mejor conoce mis debilidades: yo. Cada golpe que atino únicamente la hace más fuerte. Más infranqueable. Más ineludible. Mi rostro no expresa ningún sentimiento; no es ninguna sorpresa, pero, en mi interior, una tormenta de frustración e ira acaece. Cada pa-tada, cada movimiento contra el muro es un intento desespe-rado de aliviar mis emociones o, de alguna manera, aliviarme a mí mismo, pero, como ya me había ocurrido atrás, lo único que consigo es que vuelvan de nuevo a mí y recrudezcan la tempestad. El odio. Supongo que siempre he tratado de huir de mis problemas: nunca los he afrontado. Pero es imposible sanar una herida sin tratarla como tal, ¿no te parece? Desea-ría llorar, derrumbarme, gritar, pero ya no me quedan fuerzas; esta sala las absorbe por completo. Desde hace tiempo lo ha estado haciendo. Poco a poco. Y ojalá pudiese decir que no era consciente de ello.

Día tras día, semana tras semana, los muros se fueron levan-tando. Fui encerrándome lentamente dentro de este lugar. Dentro de este agujero sin fondo. O eso creía. Creía que podría estar para siempre cayendo y jamás llegaría el impacto, el mo-mento en el que no habría solución, el momento en el que no

Ganador Categoría Ddo si es otoño, verano o primavera. Y si te pones una chaqueta acolchada en verano la gente se reirá de ti, y yo no quiero que la gente se ría de ti. Y no solo es eso, cuando te pongas mi her-mosa chaqueta nueva, todos te rodearán y te admirarán.

El cliente se quedó pensando un momento y tenía que admitir que el sastre tenía razón. Entonces decidió que el sastre hiciera su chaqueta. Al día siguiente el cliente fue a la sastrería y dijo: “No quiero una chaqueta acolchada, será demasiado tarde hasta el próximo invierno”. Y siguió diciendo: “Coge el algodón de mi chaqueta y cámbialo por una chaqueta para que la pueda usar en otoño. “Vale de acuerdo” dijo el sastre. Y el cliente se fue súper contento. Pero al tercer día volvió y le dijo al sastre: “Maestro, córtame las mangas de la chaqueta y cámbialas por camisas de manga corta para que las pueda usar en verano, ¡es que de verdad ya no puedo esperar!

“El sastre asintió con la cabeza y dijo: “Vale, no hay ningún pro-blema”. Cogió las tijeras y la cortó fácilmente.

Unos días después, cuando el cliente volvió, el sastre sonrió y preguntó: “Ahora qué quieres, ¿en qué se puede cambiar más la camisa de manga corta? “El cliente dijo: “Lo siento, por favor cámbiela a una camiseta que pueda ponérmela en primavera, ¡las mangas...Pues únelo y ya está!”. Esta vez el sastre negó con la cabeza y dijo: “Eso va a quedar muy feo”. “Da igual no se pre-ocupe, con que me la pueda poner en primavera es suficiente y no te olvides que soy un cliente impaciente”.

El sastre dijo: “Estimado cliente, soy responsable de ti y no te dejaré llevar ropa tan fea y además también arruinará mi reputación. El cliente se desanimó, pero el sastre le dio una palmadita en el hombro y le dijo: “No te preocupes, con mi ar-tesanía puedo hacerte una camiseta de primavera más bonita sin unirle la manga”. El cliente se emocionó mucho y dijo: ¿En serio no hace falta unirle las mangas?”. El sastre explicó: “Es que tu tela aún está en mi sastrería y aún no he comenzado a cortar. “El cliente se quedó muy sorprendido pero el sastre le recordó:”¡Acuérdate que soy un sastre lento!”.

Le Yi Xu6ºA Primaria

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podría hacer nada al respecto. Pensaba que podría vivir des-cendiendo y que, en cualquier momento, podría tornar a la su-perficie. Atravesar las paredes de aquella sala. Pero no es así. Ahora lo he descubierto; cuando los muros son tan altos que ya no puedo saltarlos, cuando esta sala me ha arrebatado la felicidad, los sentimientos, hasta el punto en el que debo asu-mir que tendré que vivir así para siempre. Irremediablemente.

Todo, incluso lo inimaginable, agregaba una capa de cemento a mis muros; levantaba esta sala. Sus paredes. Su odio hacia mí. O, podría decir, mi propio odio. La culpabilidad; sus paredes me fueron aislando de las personas e hiriendo de tal manera a inocentes. La ilusión, alegría, y esperanza que el vacío de esta sala me robaba, se llevaba consigo la suya. Poco a poco. Y aquel sentimiento de culpa añadía otro ladrillo. Otro obstáculo, pues-to por quién más que yo. Esa idea no hace más que causarme más odio. Mayor miedo. Mayor rabia hacia todo. Sobre todo, hacia mí. Supongo que es lo que conlleva estar atrapado aquí.

Ponte una máscara. Al exterior, nada parece empeorar. Una bonita fachada hace a todos olvidar los interiores; la realidad. Pero, desde el otro lado de la careta, todo se acelera y va a peor. Ocultar la realidad tan solo apresuraba mi encierro en este lugar. Necesitaba un salvavidas; pero nadie me lo echa-ba. Ni yo mismo luchaba por mantenerme a flote. Pensaba que todo iría a mejor y el muro se haría súbitamente franqueable, pero en el fondo conocía la realidad. Y aquello me incriminaba ante el peor juez. El que nunca dejará nada pasar. Aun sabien-do lo que ocurriría, no hice nada. Absolutamente nada.

Siento cómo una lágrima sale de mis ojos y avanza por mis me-jillas. Curioso. Pensaba que las había consumido; creía que esta sala reprimía mis emociones por completo, pero estaba equi-vocado. Quizás no lo sé todo sobre esta sala. Quizás sí tenga salida. Quizás siempre la ha tenido. Puede que simplemente no haya estado buscando en el lugar adecuado. Puede que no esté solo en esto. Con mi espalda apoyada en la pared, me des-lizo, dejándome caer. Me desconcierto al oír el primer crujido del muro. Un crujido que me acerca un poco más al yo que está detrás de la fachada: el verdadero yo. El que reía sin motivo al-guno y soñaba con su futuro. Un crujido causado por mi mente; no mi cuerpo.

Sergio Ruiz de Assín Tolosa3ºA ESO

PARRICIDIO

Cada vez me cuesta más respirar.

Nací en la cima de esta misma montaña, con los primeros rayos del alba, miles de años atrás. Al principio fui solo una gota, un augurio de lo que estaba por llegar. Pronto, sin embargo, crecí hasta alcanzar un tamaño que me permitió deslizarme hacia los valles, dejando tras de mí surcos en la roca. Meandro a meandro, gota a gota, llego cada primavera a la linde del mun-do y desemboco mis penas en el mar azul, esperando a que las nubes me lleven de nuevo a mi tierra natal.

En mi largo camino, he conocido todo lo que la creación puso sobre la superficie: mis amigas, las golondrinas, que siguen mi curso al sur cuando comienza a refrescar; los árboles que cu-bren mis orillas, que nunca se olvidan de saludar; y, por último, los humanos, aquellas pequeñas criaturas que tanto he llegado a amar.

La primera vez que nuestros caminos se cruzaron, yo no era más que una excusa de arroyo, y ellos nada más que lampi-ños monos. Pero vi madres, y niños, y aunque nuestras lenguas eran diferentes, nos pudimos entender sin dialogar: ellos nece-sitaban agua y yo la podía dar.

La primera vez, mi agua sació su sed. Gracias a mí, podían be-ber cuando la lluvia no los visitaba y podían alimentarse de mis peces cuando sus flechas no alcanzaban presas.

Y entonces, pasó el tiempo, de esa forma que tiene de escapar-se, como agua, de entre los dedos de la gente. Aquel pequeño poblado y yo crecimos juntos, y las lanzas de pesca se convir-tieron en redes, a la vez que mi ocasional flujo se convertía en un constante caudal. Antes de que nos diéramos cuenta, yo era un río y ellos, una ciudad. Yo, su padre, y ellos mis hijos.

Finalista Categoría D

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Ganador Categoría ELa segunda vez, mi agua sació su ambición. En un momento dado, los humanos decidieron que yo no era suficiente, y me añadieron puentes, norias y puertos. Lo entendí, sin embargo. Estábamos en el alba de una nueva era, y la tierra lo sabía. Las golondrinas susurraban, ponderando hasta dónde llegarían los límites del ingenio humano. Los árboles se preguntaban cuan-tos más hermanos perderían para alimentarlo. Pero el progre-so no era tal sin sacrificio. Al principio, así era como justificába-mos sus acciones: sacrificios para un bien mayor.

La tercera vez, mi agua sació la avaricia. Atrás quedaron los días de oro, en los que los humanos nos veneraban como dio-ses. Para ellos, la vida que eones atrás les habíamos concedido era una bendición, sino un recurso que moldear a su antojo.

Pronto, la tierra fue hormigón y el agua petróleo; y ahora, mientras aquellos que he criado como a hijos construyen edifi-cios que tratan de alcanzar a Dios. Yo, antes deidad, me ahogo en sus cañerías.

Mis niños me han envenenado, y cada vez me cuesta más res-pirar.

Julia Ruiz Picó3ºA ESO

LA VEU QUE ENS ACOMPANYA

Tancada. Així és com em sent a diari. Reclosa en una habita-ció sense eixida, sense finestres, només amb un espill on puc observar el reflex borrós d’una persona que no conec. Puc es-coltar com una veu misteriosa em parla. Tinc por. Només vull escapar d’eixa habitació fosca i humida la qual s’ha convertit en el meu malson. Un malson que em perseguix quan tanque els ulls. Sempre està ací, no hi ha dia que falte a la seua cita. em perseguix per tots els llocs, s’ha convertit en la meua om-bra. No em deixa descansar. Eixa veu s’ha convertit en el meu monstre.

Cada dia és pitjor que l’anterior. M’estic tornant boja i no puc més. Tinc la sensació que la meua fi s’acosta a passos de ge-gants, la meua llum s’apaga en escoltar la veu. Estic perdent la batalla. Eixa veu no em deixa trobar la son, fins i tot pel dia puc escoltar com em xiuxiueja a l’orella. Sempre està ací. Totes les meues esperances s’esvaeixen per la finestra, però no vaig a rendir-me. Jo vaig nàixer sent una lluitadora.

Vull continuar vivint, vull trobar l’amor del qual tant parlen les persones. Vull viure experiències noves com qualsevol altra persona de la meua edat. Vull viure la vida sense cap tipus de por, sense sentir-me insegura de mi mateixa. Vull tornar a ser eixa xiqueta que no tenia por de res, que somreia per qualse-vol cosa. Moltes vegades em pregunte què haurà sigut d’ella i, en recordar-la, em sent sola. És, en eixos moments de soledat, quan recorde aquelles paraules que em deia el meu iaio abans d’anar-me’n a dormir: “Hi haurà moments en què tindràs por, fins i tot incertesa perquè no sabràs què ocorrerà, però hauràs de ser forta i lluitar per allò que desitges en aquesta vida per-què, si no, mai aconseguiràs res. És cert que moltes vegades sentiràs que la vida serà injusta. No et rendisques. És part de l’aprenentatge. Tot arribarà en el seu just moment. Recorda que eres una lluitadora i els lluitadors mai es rendeixen”.

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I per fi ha arribat l’hora de ser forta i no tindre por. Estic pre-parada per a enfrontar-me a eixa habitació fosca i humida on es troba eixa persona a qui tant de pànic tinc. Puc sentir com em xiuxiueja a l’orella amb la seua veu aclaparadora. Aquella veu és la que causa el meu temor, la que fa que els meus som-nis s’esvaïsquen amb un simple esclafit de dits. Només d’es-coltar-la m’òmplic d’inseguretats, em vénen mil pensaments al cap: “Ho estic fent bé? És la decisió correcta? Hauria de can-viar-la? Pensarà la gent que sóc bajoca?”.

Per a poder acabar amb aquest malson que em turmenta, he de lluitar una última vegada. Sé que no serà fàcil, perquè llui-tar contra una mateixa mai ho ha sigut, però no em vaig a ren-dir ara. M’he adonat que la felicitat és la clau per a curar tots els mals d’una persona. A més, l’amor que t’aporten els teus èssers volguts et fa sentir més forta, més segura de tu mateixa. Eixa por s’ha esvaït, s’ha esfumat. Sé que tornarà, però estaré esperant-la, plena de l’amor de la meua gent, per a tornar a enfrontar-me a ella. És cert allò que diuen que combatre’s a un mateix és la guerra més difícil de totes, però guanyar-se’n a un mateix és la victòria més bella.

Aitana Rodríguez Casañ2º Bachillerato

Finalista Categoría EEL VIENTO Y TODO LO QUE NO SE LLEVÓ

El segundo entre el otoño y el invierno, ese momento que todo lo cambia. Ese instante donde cesa la suave brisa y comienza un torrencial viento que se lleva las hojas de los árboles. Los deja desnudos ante el frío, los deja indefensos. Les arrebata todo con un simple soplido.

En ese invierno el viento me hizo vulnerable, sin mi armadu-ra para protegerme contra la nieve y la tempestad. Me dejó completamente desarmada. Vino sin aviso y se quedó sin con-sentimiento. Dejó mis angustias, mis desconsuelos, y se llevó consigo mi alegría, mi felicidad y mi corazón. No se llevó mis lágrimas y sufrimiento ni mi dolor y tristeza. La empatía y sim-patía se desvanecían en el revoloteo y mientras corría hacia él para alcanzarlo, el viento me quitaba las ganas y el poder. Dejó mis miedos y pesadillas que me estremecían en el crepúscu-lo, me estableció unos límites. Me despojó de todo lo que me hacía sentir viva. Ese viento se llevó todo lo que una vez fui, y dejó todo lo que nunca quise ser. Estaba perdida, sin sentido ni dirección. Me dejó en soledad y sin esperanza. Apartó de mí la comprensibilidad de la vida, la sinceridad y la humildad. Y me regaló el rencor y la inseguridad. Me volví fría, distante.

No aceptó mi oscuridad, y en cambio, me quitó mi luz. Ya no existía, solo sobrevivía.

Se llevó todo de mí, pero se olvidó de mí.

Me sentía totalmente expuesta. Expuesta a lo desconocido y aunque me resguardaba en mi piel, esta estaba tatuada y mar-cada por el viento, como una herida abierta. Se filtraba por mi cuerpo; a su paso dejaba vacíos, uno por cada parte de mí que me había arrebatado. Su silbido era una melodía constante en mis oídos que resultaba agonizante y angustiosa. Mi cuerpo era un constante recuerdo de todo lo que el viento no se llevó.

El viento es demasiado seleccionador.

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Él contra mí, una lucha continua que siempre tenía el mismo final. A veces corría en sentido contrario, otras, sentía que es-taba en el centro de un huracán. Me golpeaba la cara, el cuer-po, me impedía avanzar. No era invencible, y lo sabía, pero no podía contra él. Era tan tenaz que su rápido movimiento me quemaba y, aunque por dentro estaba helada, mi cuerpo ardía en desesperación por escapar del laberinto en el que estaba encerrada, sin salida.

Y cuando la primavera se hizo presente ese viento cesó. Ahora en su lugar hay una fina brisa del mar que revoluciona mi ser y me hace sentir más viva que nunca. Todo el dolor y sufrimien-to menguó y una nueva luz crece en mí, más brillante que la anterior. Esa brisa calmada casi imperceptible es una pequeña caricia que resulta agradable; me deja respirar profundo sin asfixiarme. Esa suave aura no me ha devuelto lo que el viento de invierno me arrebató, sino que ha transformado lo que no se llevó en todo lo que nunca pensé que podría ser. Es como si hubiera renacido más fuerte, firme y valiente.

Las estaciones son temporales, trimestrales. Y es cierto que después del otoño volverá el invierno, pero ahora sé que estoy protegida, y que mi mejor armadura soy yo misma.

Elia Uixeda Ruiz1º Bachillerato

EL ARCOÍRIS SABE A VAINILLA

La mayoría de las canciones que me gustan son amarillas. Los lunes son rojos. La cantante Billie Eilish es verde. Su canción Bad Guy es verde y roja. El dolor de barriga es azul tinta. El continente africano es mostaza. El nombre de Alejandra huele a palomitas. Los abrazos saben a donuts. La letra E es verde oliva. La tristeza huele a calcetín sucio. La alegría es amarilla.

Todo me parecía muy normal, hasta que llegó el confinamien-to. Durante una cena en familia, después de los aplausos de las ocho, se me ocurrió decir que si a la letra P le añadimos un palito y la convertimos en R, cambiaba de color. Nadie pareció entenderme. A continuación, mi madre empezó un interroga-torio de los suyos, esos que no traen nada bueno.

¿De qué color soy yo? me preguntó. Verde contesté.

¿De qué color es la música que suena ahora mismo?

Violeta, azul y algo rosa. Apesta dije sin dudar.

¿De qué color es el triángulo?

¡Venga ya! Amarillo. Lo sabe todo el mundo respondí.

¿A qué te sabe el color azul?

El azul clarito, a manzana recién cortada aclaré.

Luego miré las caras de asombro de mi padre y de mis herma-nos. ¡Flipaban! Mi madre simplemente dijo que tenía sineste-sia, como la bisabuela. Entonces empecé a flipar yo.

Sinestesia es la capacidad de mezclar los sentidos. Es muy fre-cuente en artistas y mentes creativas. No es ninguna enferme-dad trató de aclarar mamá acariciándome las mejillas.

Ganador Categoría F

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Ese día empecé a sentirme un bicho raro. Y para colmo, los interrogatorios continuaron. Mis hermanos preguntaban entre risas a qué olía la palabra váter, de qué color eran los eructos, a qué sonaba un suspenso, de qué color era la banda sonora de Star Wars, a qué sabía el arcoíris o de qué color era Dora exploradora. Mi hermano pequeño decía que era de los míos, porque veía azul a Pocoyó, amarillo a Bob esponja y rosa a Pe-ppa Pig. Mi hermana mayor cada vez que cambiaba de novio me preguntaba por su color. Cuando le decía que su príncipe era verde ponía cara de asco; pero si le decía que era azul, son-reía. Cuantas más preguntas me hacían, más triste me sentía yo. El olor a calcetín sucio era insoportable. El día que uno de mis hermanos me preguntó si conocía algún perro verde, dejé de contestar los interrogatorios. Así logré que me dejaran en paz y que la peste desapareciera.

Ya han pasado unos meses desde entonces. Y todos parecen haberse olvidado de “lo mío”. Acabo de empezar las clases de sexto de primaria, tras varios meses sin ir al cole por la pande-mia. Mi tutora es verde pistacho. Mis días huelen a césped re-cién cortado. Y hay muchos cambios: mascarillas obligatorias; grupos burbuja; manos siempre pegajosas por el gel hidroalco-hólico; el fútbol y los balones se han esfumado; patio dividido en zonas a mi curso le ha tocado media pista de atletismo … Al principio todo me parecía muy raro, pero ya me estoy acos-tumbrando. Lo peor: han suprimido las extraescolares adiós a mis talleres de pintura, guitarra y de creación literaria . Lo mejor: ¡jugar con mis amigos al infectado!

Respecto a mis rarezas como ver el color de la música o sa-borear palabras , intento esconderlas. Por ejemplo, todas mis libretas de clase tienen los colores equivocados. Así, la de mate no es roja, sino verde; y la de caste no es azul, sino gris. Me he propuesto ser normal.

Pero el otro día se me acercó el chico nuevo del curso y todo cambió.

¿Por qué tu libreta de valores es azul? Todo el mundo sabe que los valores son morados dijo.

Solté una carcajada naranja. ¡Otro con los cables cruzados! pensé.

Con el tiempo nos hemos hecho amigos. El nuevo, que es ama-rillo, está convencido de que “lo nuestro” no es tan extraño. Es más, dice que se trata de un superpoder del que podemos sentirnos orgullosos. Según él, hay pintores famosos con sines-tesia como Kandinsky o Van Gogh que pintaba girasoles que suenan a los acordes brillantes y amarillos de un piano ; escri-tores como Proust o Nabokov que no conozco ; compositores como Mozart que a los cuatro años ya tocaba el violín ; o cantantes y compositoras como Lady Gaga o Billie Eilish es una de mis favoritas, aunque sus canciones no sean amarillas .

Además, el nuevo tiene un plan: pretende descubrir a los si-nestésicos del cole para poner en marcha un sinfín de proyec-tos creativos: un comic con sabor dulce, convertir canciones en grafitis, esculturas de plastilina con las formas geométricas de los colores, redacciones amarillas, conciertos rojos… Man-teniendo las distancias de metro y medio, por supuesto.

En casa, también hay novedades. Anoche, durante la cena fa-miliar sin distancia, solté que el perro de nuestro vecino es ver-de, como mamá. Todos nos desternillamos de risa, incluido el novio granate de mi hermana. Empiezo a pensar que podría acostumbrarme a mi nueva normalidad, a mi flipante realidad de la que hablan mis hermanos cuando creen que no les escu-cho.

Pa pa parapapapa...We’re safe and sound… pa pa parapapapa... We’re safe and sound…

No logro sacarme esta canción amarilla de la cabeza.

……………………………….FIN…………………………………

IMPORTANTE: Si este relato amarillo cae en tus manos, colorea tu respuesta. Gracias.Tengo el superpoder: SI ... NO ... A VECES ...

Si lo tienes; el nuevo te busca.

Lucía Pons Verduch

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Finalista Categoría F

PUZZLE

Escribir es besarte el corazón a partir de los ojos. Elena Román

Desde la terraza observo la calle como un puzzle inacabado. Falta el griterío del parque, no diviso a los chavales, que cre-yéndose invisibles, tras los setos del fondo, fuman sus cigarros y no hay atisbo de los vecinos del segundo que sobre estas horas llegan con las cestas llenas de productos de su campo. Jubilado él, ama de casa ella, pero ambos añorando el brillo suculento de los tomates que desde los entutorados de caña, parece que sonrían cada vez que cuidadosamente los aprietan con sus manos para determinar el punto de madurez de su son-rojada carne.

Después, tras orientar mi vista hacia el cielo abierto, duran-te un momento he visto el tiempo detenido y en el dibujo de las nubes he encontrado una cabeza de perro con sus orejas afiladas y en alerta, atento, tal vez, a las palabras que el aire arrastra. A su lado, por un instante, he sentido el bailar de un dragón milenario, mientras en el otro extremo, surgiendo del horizonte más profundo, reinaba el jolgorio de una familia de peces abisales. Durante un instante, el tiempo, me ha visto de-tenido. Después un pájaro, la luz, el mundo.

Pero vuelvo y caigo en la cuenta de que no veo a la cuadrilla de muchachos encaminarse a tomar una cerveza al bar de los hermanos, ni escucho petardear a las motos vacilantes bajo la ventana de la chica del tercero.

Luego, a las diecisiete y veinticinco de la tarde, se ha roto el cielo, vertiendo su fuerza sobre el asfalto. Es entonces cuan-do oigo el agua correr por las bajantes que atraviesan la casa, cierro los ojos y veo el Salto de Bierge. Me siento como cuando éramos jóvenes y nos lanzábamos con los puños aferrados al pecho con la intención de no rompernos en mil pedazos. Des-

pués sacábamos la cabeza entre el rumor de la espuma y las rocas. Su ruido, como hoy, ahogando la voz del mundo.

Desde la terraza observo la calle deshabitada e imagino que pronto, poco a poco, el puzzle se irá formando de nuevo. Pero lo peor de todo esto, es que puede, que mientras tanto, haya-mos perdido alguna pieza.

Jorge Ortiz Robla

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