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Traducción

  .í¿

P I L A R L Ó P EZ V. Í \ E :

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EL CAPITALISMO

HISTÓRICO

por

I M M A N U E L W A L L E R S T E I N

*3

siglo

veintiuno

editores

MÉXICO

ESPAÑA

ARGENTINA

COLOMBIA

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siglo veintiuno editores sa

CERRO DEL AGUA 248. 04310 MÉXICO

D.F

siglo veintiuno de españa editores sa

C/ PLAZA

5.

 28043 M ADRID. ESPAÑA

siglo veintiuno argentina editores sa

siglo veintiuno de Colombia Itda

AV. 3a. 17-73. PRIMER PISO. BOGOT Á. D.E. COLOMBIA

Primera edición, enero

 de 1988

© Siglo XXI

 de

 España Editores,

 S A

Calle Plaza, 5 28043 Madrid

Primera edición en inglés,  1983

Verso Editions, Londres

© Immanuel Wallerstein

Título original:

 Historical capitalism

DERECHOS RESERVADOS CONFORME

 A LA LEY

Impreso y hecho en España

Printed

 and

 made

 in Spain

Diseño de la cubierta: El Cubri

ISBN: 84-323-0620-7

Depósito legal: M 43.231-1987

Compuesto

 en

 Fernández Ciudad,

 S L

Impreso en Closas-Orcoyen, S L Polígono Igarsa

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Í N D I C E

I n t r o d u c c i ó n v i l

1. LA MER CANTILIZACIÓN DE TODAS LAS COSA S: LA PR O

DUCCIÓN

  DE CAPITAL  1

2 .  LA POLÍTICA DE ACUMULACIÓN: LA LUCHA PO R L O S

BENEFICIOS 36

3. LA VERDAD COMO O P IO : RACIONALIDAD Y RACIONA

LIZACIÓN 65

4. CON CLU SIÓN: SOBRE EL PROGR ESO Y LAS TRANSI

CIONES 87

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INTRODUCCIÓN

Son muchos los l ibros escr i tos sobre el capi ta l is

m o po r m arxis ta s y o t ro s auto res de la izquierd a

pol í t ica , pero la mayoría de el los adolecen de uno

de estos dos defectos . Los unos son básicamente

análisis lógico-deductivos que parten de definicio

nes de lo que se piensa que es en esencia el capi

ta l i smo y examinan luego has ta qué punto se ha

desar rol lado és te en d iversos lugares y épocas .

Los segundos se cent ran en las presuntas grandes

t ransformaciones de l s i s tema capi ta l i s ta a par t i r

de un punto reciente en el t iempo, y todo el t iem

po anter ior s i rve de cont ras te mi to lógico para

cons iderar la rea l idad empír ica de l presente .

Lo que me parece urgente , la tarea a la que se

ha cons ag rad o en cier to se nt id o la tota l ida d de

mi obra reciente , es ver e l capi ta l ismo como un

sis tema his tór ico, a lo largo de toda su his tor ia

y en su real idad concreta y única. Me he f i jado,

por tanto, la tarea de descr ibi r es ta real idad, de

del inear con prec is ión lo que s iempre ha es tado

cam bian do y lo qu e nu nc a ha cam biad o (de ta l

fo rma que podr í amos denominar l a r ea l idad en

tera ba jo un solo nombre) .

Creo,  como muchos o t ros , que es t a r ea l idad es

un todo in tegrado. Pero muchos de los que man

t ienen esta opinión la def ienden en forma de un

ataq ue a o t ros po r su supu es to «econom icismo» ,

o su «ideal ismo» cul tural , o su excesivo hincapié

en los factores pol í t icos y «voluntar is tas». Tales

cr í t i cas , cas i por su propia na tura leza , t i enden a

caer de reb ote en el vicio op ue sto al qu e ata ca n.

Por cons iguiente , he t ra tado de presentar muy

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VIII

Immanuel Wallerstein

c la ramente l a r ea l idad g loba l in t egrada , t r a t ando

suces ivamente su expres ión en los te r renos eco

nómico, pol í t ico e ideológico-cul tural .

F ina lmente , pe rmí taseme dec i r unas pa labras

sobre Kar l Marx. Fue una f igura monumenta l en

la h i s tor ia in te lec tua l y pol í t ica m od ern a . Nos ha

dejado un gran legado, conceptualmente r ico y

mor a l men t e i n sp i r ador . S i n embar go , debe r í amos

tomar en ser io lo que di jo de que no era mar-

xis ta , y no desechar lo como una ocurrencia .

Marx sabía , cosa que muchos de los que se di

cen disc ípulos suyos no saben, que era un hombre

del s iglo xix cuya vis ión es tab a ine vi tab lem en te

l imitada por esa real idad social . Sabía , cosa que

muchos no saben, que una formulac ión teór ica

sólo es comprensible y ut i l izable en relación con

la formulación al ternat iva a la que aquél la a taca

expl íc i ta o impl íc i tamente , y que es to ta lmente

i r r e l evan te pa ra fo rmulac iones de o t ros p ro b lem as

basados en ot ras premisas . Sabía , cosa que mu

chos no saben, que había una tensión en la pre

sentación de su obra entre la exposición del capi

ta l i smo como un s i s tema per fec to ( lo que de he

cho nunca había exis t ido his tór icamente) y e l aná

l i s i s de la rea l idad cot id iana concre ta de l mundo

capi tal is ta .

Ut i l icemos, pues, sus escr i tos del único modo

sen sato : com o los de un c om pa ñe ro de lucha qu e

sabía tanto como é l sabía .

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1.  LA M ERC AN TILIZACIO N D E TODAS LAS

COSAS:  LA PRODUCCIÓN DE CAPITAL

El capi ta l ismo es , ante todo y sobre todo, un s is

tema socia l h i s tór ico . Para comprender sus or í

genes ,  su funcionamiento o sus perspect ivas ac

tua les tenemos que observar su rea l idad. Por

supues to , podemos in t en ta r r esumi r es t a r ea l i

dad en una ser ie de enunciados abs t rac tos , pero

ser ía absurdo ut i l i zar ta les abs t racc iones para

juzgar y clasif icar la real idad. Por tanto, en lugar

de eso propongo t ra tar de descr ib i r cómo ha s ido

rea lmente e l capi ta l i smo en la prác t ica , cómo ha

funcion ado en cua nt o s is tem a, p or q ué se ha des

ar rol lado de la manera en que lo ha hecho y a

dónde conduce en la ac tua l idad.

La palabra capi ta l ismo se der iva de capi ta l .

Ser ía l íc ito, pu es , su po n er qu e el capi ta l es un ele

mento clave en el capi ta l ismo. Pero, ¿qué es e l

capi ta l? En una de sus acepciones , es s implemen

te r iqueza acumulada . Pero cuando se usa en e l

contexto de l capi ta l i smo his tór ico t iene una de

finición más específ ica. No es sólo la reserva de

b ienes de consumo, maquinar i a o de rechos au to

r izados a cosas mater iales en forma de dinero.

El capital en el capital ismo histórico sigue refi

r iéndo se po r sup ue s to a es tas acum ulacion es de

esfuerzos de un t rabajo pasado que todavía no han

sido gastados; pero s i es to fuera todo, entonces

se podría decir que todos los s is temas his tór icos ,

has ta e l de l hombre de Neander tha l , han s ido ca

pi ta l is tas , ya que todos el los han tenido alguna

de es t as r ese rvas acumuladas que encarnaban unt rabajo pasado.

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Immanuel Wallerstein

Lo que dis t ingue al s is tema social his tór ico que

l lamamos capi ta l ismo his tór ico es que en este s is

tema his tór ico el capi ta l pasó a ser usado ( in

ve r t ido ) de un a form a m uy espec ial . Pasó a ser

usado con e l obje t ivo o in tento pr imordia l de su

autoexpans ión. En es te s i s tema, las acumulacio

nes pasadas sólo eran «capi tal» en la medida en

que e ran usadas pa ra acumula r más cap i t a l . E l

proceso fue s in duda complejo, e incluso s inuoso,

como veremos. Pero es a ese obje t ivo implacable

y cur iosamente asocia l de l poseedor de capi ta l

—la acumulación de más capi ta l—, así como a

las relaciones que este poseedor de capi ta l tenía

por tanto que es tablecer con ot ras personas para

conseguir ese objet ivo, a los que l lamamos capi

ta l is tas . Es indudable que éste no era el t ínico

pro pó s i to . En e l pro ceso de pro du cció n in terve

nían ot ras consideraciones. Pero la cuest ión es:

en caso de confl ic to, ¿qué consideraciones ten

dían a prevalecer? S iempre que , con e l t i empo,

fuera la ac um ula ción de cap i ta l la qu e reg ular

mente p redominara sobre o t ros ob je t ivos a l t e r

na t ivos , t enemos razones para deci r que es tamos

ante un s i s tema capi ta l i s ta .

Un individuo o un grupo de individuos podr ía

por supues to dec id i r en cua lqu ie r momento que

le gustar ía inver t i r capi ta l con el objet ivo de ad

quir i r más capi ta l . Pero, antes de l legar a un de

t e rminado momento h i s tó r i co , no hab ía s ido nun

ca fáci l para ta les individuos hacer lo con buenos

resul tados . En los s i s temas anter iores , e l l a rgo

y comple jo s i s tema de la acumulación de capi ta l

se veía casi s iempre bloqueado en uno u ot ro pun

to ,  incluso en aquellos casos en que exist ía su

con dición inicial : la pro pie da d, o am alga m a, d e

una reserva de b ienes no consumidos previamen

te en manos de unos pocos . Nues t ro capi ta l i s ta en

potencia neces i taba s iempre obtener e l uso de

trabajo, lo que s ignif icaba que tenía que haber

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La producción de capital

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personas que pudieran ser a t ra ídas o forzadas

a t rabajar . Una vez conseguidos los t rabajadores

y producidas las mercancías , es tas mercancías te

nían que ser comercial izadas de alguna forma, lo

que s ignif icaba que tenía que haber tanto un s is

tema de d is t r ibución como un grupo de compra

dores con medios pa ra comprar l a s mercanc ías .

Es tas tenían que ser vendidas a un prec io que

fuera super ior a los costes totales (en el punto de

venta) sopor tados por e l vendedor y , además , es te

margen de di ferencia tenía que ser más de lo que

el vendedor neces i taba para su propia subs is ten

c ia . E n lenguaje m od ern o, t enía qu e ha be r un a

ganancia . El propietar io de la ganancia tenía en

tonces que ser capaz de retener la hasta que se

diera una opor tunidad razonable para inver t i r la ,

momento en que todo e l proceso tenía que reno

varse en e l punto de producción.

En real idad, antes de l legar a los t iempos mo

dernos , es ta cadena de procesos ( l l amada a veces

ciclo del capi ta l ) rara vez se completaba. Por un

l ado ,  muchos de los es labones de la cadena eran

considerados, en los s is temas sociales his tór icos

anter iores , i r rac ionales y /o inmorales por los po

seedores de la au to r id ad pol í t ica y m ora l . P ero

aun s in la interferencia di recta de aquel los que

tenían el poder de interferir , el proceso se veía

habi tua lmente f rus t rado por la inexis tencia de

uno o más e lementos de proceso: reserva acumu

lada en forma monetar ia , fuerza de t rabajo dest i

nada a ser u t i l i zada por e l productor , red de

d i s t r ibu ido res , consu m idores qu e fue ran comp ra

dores .

Fal taban uno o más e lementos porque , en los

s i s temas socia les h i s tór icos anter iores , uno o más

de estos elementos no estaba «mercant i l izado» o

lo es tab a insu f icientem ente . E sto s ignif ica qu e el

proceso no era cons iderado como un proceso que

pudiera o debiera real izarse a t ravés de un «mer-

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Immanuel Wallerstein

cado». El capi ta l i smo his tór ico impl icó , pues , una

mercant i l i zac ión genera l izada de unos procesos

—no sólo los procesos de intercambio, s ino tam

bién los procesos de producción, los procesos de

distr ibución y los procesos de inversión-— que an

ter iormente habían s ido rea l izados a t ravés de

medios dis t intos al «mercado». Y, en el curso de

su intento de acumular más y más capi ta l , los ca

p i t a l i s t as han in t en tado mercan t i l i za r más y más

procesos sociales en todas las esferas de la vida

económica . Dado que e l capi ta l i smo es un proceso

asocia l , de aquí se desprende que ninguna t ran

sacción social ha estado int r ínsecamente exen

ta de una posible inclusión. Esta es la razón de

que podamos deci r que e l desar rol lo h i s tór ico de l

capi ta l i smo ha impl icado una tendencia a la mer

canti l ización de todas las cosas.

Pero no era suf iciente mercant i l izar los proce

sos socia les . Los procesos de producción es taban

unidos ent re s í en comple jas cadenas de mercan

cías.

  Co nsiderem os, po r e jemp lo, un p rod uc to t í

p ico que ha s ido ampl iamente producido y ven

dido a lo largo de la experiencia histórica del ca

pi ta l i smo: una prenda de ves t i r . Para produci r una

prenda de vest i r se suele necesi tar , como míni

m o ,  te la , hi lo, a lgún t ipo de m aq ui na r ia y fuerza

de t rabajo . Pero cada uno de es tos e lementos ha

de ser producido a su vez. Y los elementos que

intervienen en su producción han de ser produ

cidos a su vez. No era inevitable —ni siquiera era

habi tua l— que cada uno de los subprocesos en

es ta cadena de m erca nc ías es tuviera m ercant i l i-

zado .

  De hecho, como veremos, la ganancia es a

menudo mayor cuando no todos los es labones de

la cadena están mercant i l izados. Lo que está c la

ro es que, en ta l cadena, hay un conjunto muy

ampl io y d isperso de t rabajadores que rec iben

algún t ipo de re m un er ac ió n q ue se reg is t ra en los

l ibros de contabi l idad como cos tes . Hay también

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La producción de capital

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un conjunto mucho menor , pero por lo genera l

igualmente d isperso , de personas (que además no

están por lo común vinculadas entre s í como so

c ios económicos , s ino que operan como ent idades

económicas d is t in tas) , l as cuales compar ten de

alguna manera el margen f inal exis tente en la ca

dena de mercancías entre los costes totales de

producción de la cadena y los ingresos totales con

seguidos gracias a la venta del producto f inal .

Una vez que hubo ta les cadenas de mercancías

ent re los múl t ip les procesos de producción, es tá

claro que la tasa de acumulación para todos los

«capi tal is tas» juntos pasó a es tar en función de

la ampl i tud de l margen que se pudiera crear , en

una s i tuación en la que este margen podía f luc

tua r cons iderab lemente . La t asa de acumulac ión

para un capi ta l is ta en concreto, s in embargo, es

taba en función de un proceso de «competencia»

en e l que las recompensas más a l tas e ran para

aquel los que tenían mayor perspicac ia para juz

gar , mayor capacidad para cont rolar a su fuerza

de t rabajo y mayor acceso a las res t r icciones po

l ít icam ente de te rm inad as sobre operac iones con

cre tas de l mercado (conocidas genér icamente co

mo «monopol ios») .

Es to c reó una pr imera con t rad icc ión e l ementa l

en el sistema. Aunque el interés de todos los ca

pi ta l is tas , tomados como clase, parecía ser redu

ci r todos los costes de producción, es tas reduc

ciones de hecho con frecuencia favorecían a unos

capi tal is tas en contra de ot ros , y por consiguien

te a lgunos prefer ían incrementar su par te de un

margen g loba l menor a acep ta r una par t e menor

de un margen global mayor . Además , había una

segunda cont radicc ión fundamenta l en e l s i s tema.

A m edid a q ue se acu m ulab a m ás y m ás capi ta l ,

se mercant i l i zaban más y más procesos y se pro

ducían más y más mercancías , uno de los requi

s i tos c lave para mantener la c i rculación era que

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Immanuel Wallerstein

hubie ra más y más compradores . S in embargo ,

al mismo t iempo, los esfuerzos por reducir loscos tes de producción reducían a menudo la c i rcu

lación y la dis t r ibución del dinero, y de este modo

inhibían la cons tante expans ión de los comprado

res ,  necesar ia para comple tar e l proceso de acu

mulación. Por e l contrar io, la redis t r ibución de la

ganan cia g lobal de un a forma que pu die ra ha be r

inc rem entad o l a r ed de co m pra do res r edu c ía a

menudo e l margen global de ganancia . De aquí

que los empresar ios a nivel individual se movie

ran en una di recc ión para impulsar sus empresas

( redu ciend o, p or e jem plo, sus cos tes de t rab ajo )

mien t ras que s imul t áneamente se movían en o t ra

dirección (como miembros de una clase colect i

va) para aumentar la red g lobal de compradores

( lo que inevi tablemente impl icaba , para a lgunos

productores a l menos , un incremento de los cos

tes de t rabajo) .

La economía de l capi ta l i smo ha es tado, pues ,

gobernada por e l in tento rac ional de maximizar

la acumulación. Pero lo que era racional para los

empresa r ios , no e ra necesa r i amente r ac iona l pa ra

los t rabajadores . Y, lo que es aún más impor tan

te :  lo que era rac ional para todos los empresa

r ios como grupo colec t ivo no era necesar iamente

rac iona l pa ra un empresa r io de te rminado . Por

t an to ,  no bas ta dec i r que cada uno velaba por

sus propios in tereses . Los propios in tereses de

cada persona a menudo movían a és ta , de forma

muy «rac ional» , a emprender ac t iv idades cont ra

dictorias. El cálculo del interés real a largo plazo

se h izo pues sumamente comple jo , aun cuando

ignoremos en la ac tua l idad has ta qué punto la

percepción de sus propios in tereses por par te de

cada uno es t aba encubie r t a y d i s to r s ionada por

complejos velos ideológicos. Por e l momento, su

pondré provis ionalmente que e l capi ta l i smo his

tó r i co engendró rea lmente a l  homo económicas,

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La producción de capital

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pero añadi ré que és te es taba , cas i inevi tablemen

te ,  un tanto confuso.

Había , s in embargo, una res t r icc ión «obje t iva»

que l imitaba la confusión. Si un determinado in

d iv iduo comet í a cons tan temente e r rores de apre

ciación en el terreno económico, ya fuera por ig

norancia , fa tuidad o prejuicios ideológicos, es te

individu o (o em pr es a) ten día a no sob revivir en

el m erc ad o. La b an ca r ro ta h a s ido e l f i lt ro de

purador de l s i s tema capi ta l i s ta que ha obl igado

cons tantemente a todos los agentes económicos

a seguir más o menos los caminos t r i l lados, pre

s ionándolos para actuar de forma que colect iva

mente hubie ra una acumulac ión de cap i t a l cada

vez mayor .

El capi ta l ismo his tór ico es , pues, ese escenar io

integrado, concre to , l imi tado por e l t i empo y e l

espacio, de las act ividades product ivas dentro del

cual la incesante acumulación de capi ta l ha s ido

el objet ivo o «ley» económica que ha gobernado

o prevalecido en la act ividad económica funda

mental . Es ese sistema social en el cual quienes

se han regido por ta les reglas han tenido un im

pacto tan grande sobre e l conjunto que han crea

do las condiciones, mientras que los ot ros se han

vis to obl igados a a justarse a las normas o a su

fr ir las consecuencias. Es ese sistema social en el

cual el alcance de esas reglas (la ley del valor)

se ha hecho cada vez más amplio, los encargados

de apl icar es tas reglas se han hecho cada vez más

intransigentes y la penetración de estas reglas en

el tej ido social se ha hecho cada vez mayor, aun

cuando la oposición social a tales reglas se haya

hecho cada vez más fuer te y más organizada.

Uti l izando esta descripción de lo que se entien

de por capi ta l i smo his tór ico , cualquiera de nos

o t ros puede de te rminar a qué escenar io in t egrado ,

concreto, l imi tado por e l t iempo y el espacio, se

refiere. jVli opinión es que la génesis de este siste-

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8 Immanuel Wallerstein

m a his tór ico se localiza en la E u ro p a de f inales

del siglo XV, q ue el sis te m a se ex ten dió co n el

t iempo hasta cubr i r todo el globo hacia f inales del

siglo xix, y que aún hoy cubre todo el globo. Me

doy cuenta de que una de l imi tac ión tan super

f icial de las fronteras del t iempo y el espacio sus

c i ta dudas en muchas personas . Es tas dudas son,

s in embargo, de dos t ipos d i ferentes . En pr imer

lugar es tán las dudas empír icas . ¿Es taba Rusia

dent ro o fuera de la economía-mundo europea en

el s iglo Xvi? ¿Cuándo se incorporó exactamente

e l Im pe r io o tom ano a la econ om ía-mu ndo capita

l i s t a? ¿Podemos cons idera r una de te rminada zo

na in ter ior de un de terminado Es tado en un de

t e r mi nado momen t o como ve r dade r amen t e « i n t e

grada» en la econ om ía-mu ndo cap i ta l is ta? Es tas

pre gu ntas son im po r tan tes , t an to po r sí mism as

como porque a l in tentar responder a e l las nos ve

mos obl igados a prec isar más nues t ros anál i s i s

de los procesos de l capi ta l i smo his tór ico . Pero no

es éste e l momento ni e l lugar adecuado para con

t es t a r a los numerosos in t e r rogantes empí r i cos

somet idos a cont inuo debate y e laborac ión.

El segundo t ipo de duda es el que se plantea la

ut i l idad de la c las i f icación induct iva que acabo

de suger i r . Hay algunos que se niegan a aceptar

que se pueda decir jamás que exis te e l capi ta l is

mo a no ser como una forma específ ica de rela

ción social en el lugar de trabajo: la de un em

presar io pr ivado que emplea asa lar iados . Hay

ot ros que a f irman qu e cuan do un de te rm inad o

Estado ha nacional izado sus indus t r ias y procla

mado su adhesión a las doctr inas social is tas , ha

puesto f in, con esos actos y como resul tado de

sus consecuencias , a la par t ic ipación de ese Es

tado en la economía-mundo capi ta l i s ta . Es tos no

son in ter rogantes empír icos , s ino teór icos , y t ra

tar em os de ab or da r lo s en el cu rso d e este análi

sis.

  Abordar los deduct ivamente ser ía inút i l , s in

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La producción de capital

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embargo, ya que no l levar ía a un debate rac ional ,

s ino s implemente a un choque ent re fes opues tas .

Por cons igu ien te , l os abordaremos heur í s t i camen

te ,  af i rmando que nues t ra c las i f icac ión induct iva

es más út i l que las c las i f icaciones al ternat ivas por

que abarca más fác i lmente y e legantemente lo que

sabemos colec t ivamente en la ac tua l idad acerca de

la rea l idad his tór ica y porque nos proporc iona una

interpre tac ión de es ta rea l idad que nos permi te ac

tuar más ef icazmente sobre e l presente .

Ex am inem os , pu es , cóm o ha func ionado rea lm en

te el sistema capital ista. Decir que el objet ivo de un

productor es la acumulación de capi ta l es decir que

t ra ta rá de prod uc i r t a nto com o le sea pos ible de

un a de te rm ina da m ercan cía y of recerla a la venta

con el mayor margen de ganancia para él . Sin

embargo, es to lo hará dent ro de una ser ie de res

t r icc iones económicas que , como decimos , exis

ten «en el mercado». Su producción total es tá for

zosamente l imi tada por la d i sponibi l idad ( re la t i

vam en te inm ed ia ta) de cosas ta les com o fac tores

mater iales de producción, fuerza de t rabajo, c l ien

tes y acceso al dinero efect ivo para ampliar su

base de invers ión. La cant idad que puede produ

cir con ganancia y el margen de ganancia al que

puede aspi rar es tán también l imi tados por la ca

pacidad de sus «compet idores» de ofrecer e l mis

mo ar t ículo a precios de venta más bajos: en este

caso no se t ra ta de los compet idores de cualquier

lugar del mercado mundial , s ino de los que están

int roducidos en los mismos mercados loca les , in

mediatos y más rest r ingidos en los que él vende

( independientemente de cómo sea def in ido es te

mercado en un caso de te rminado) . La expans ión

de su producción es tará también res t r ingida por

el grado en que su producción ampliada dé lugar

a una reducción de los precios en el mercado «lo

cal» capaz de reducir realmente la ganancia totalobtenida con su producción to ta l .

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10

Immanuel Walterstein

Todas éstas son rest r icciones objet ivas , es de

cir , que existen sin necesidad de que un determi

na do p ro du cto r o pa r t ic ip an te ac t ivo en el mer

cado tome un determinado conjunto de decis io

nes .  Estas res t r icciones son la consecuencia de

un proceso social total que se da en un lugar y

t iempo concre tos . Por supues to , s iempre hay ade

más ot ras res t r icc iones , más suscept ib les de ma

nipulac ión. Los gobiernos pueden adoptar , pue

den haber adoptado ya , d iversas medidas que de

alguna forma t ran sfo rm en las opciones económi

cas y por consiguiente el cálculo de las ganancias.

Un determinado productor puede ser e l benef ic ia

r io o la víct ima de las medidas existentes. Un de

t e r mi nado p r oduc t o r puede t r a t a r de pe r suad i r

a las autor idades pol í t icas de que cambien las me

didas en su favor.

¿Cómo han ac tuado los p roduc tores pa ra ma-

ximizar su capacidad de acumular capi ta l? La

fuerza de t rab ajo h a s ido s iem pre u n e lem ento

central y cuant i ta t ivamente s ignif icat ivo en el

pro ceso de prod ucción . Al p ro du cto r que t ra ta de

acumular le preocupan dos aspectos d i ferentes de

la fuerza de trabajo: su disponibil idad y su cos

te .  El problema de la disponibi l idad se ha plan

tead o ha bi tu a lm en te de la s iguiente m an er a : l as

relacion es sociales de pro du cc ión qu e era n f ijas

(una fuerza de t rabajo es table para un de termi

nado productor ) podían tener un cos te ba jo s i e l

mercado era es table y el tamaño de la fuerza de

t r aba j o óp t i ma pa r a un momen t o de t e r mi nado .

Pe ro s i e l m erc ad o de ese p ro d u ct o decaía , el

hecho de que la fuerza de trabajo fuera f i ja in

crementaba su cos te rea l para e l productor . Y s i

e l mercado de ese producto se incrementaba , e l

hecho de que la fuerza de trabajo fuera f i ja hacía

que a l productor le fuera imposible aprovechar

las opor tunidades de ganancia .

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La producción de capital 11

Por o t ra par te , t ambién una fuerza de t rabajo

var iable tenía desventa jas para los capi ta l i s tas .

Una fuerza de t rabajo var iable era por def inición

una fuerza de t rabajo que no t rabajaba necesar ia

mente de fo rma cont inua para e l mismo produc

tor . A ta les t rab ajad ore s debía , pue s , preo cup ar

les,  por lo que se refiere a su supervivencia, su

nivel de remuneración en función de un per íodo

de t iem po lo suf ic ientem ente la rgo como pa ra

contrarrestar las var iaciones en los ingresos rea

les.  Es decir , los t rabajadores tenían que ser ca

paces de sacar de los per íodos en que t rabajaban

lo suf iciente como para cubri r los per íodos en

los que no recibían remuneración. Por consiguien

te ,  una fuerza de t rabajo var iable a menudo cos

taba a los productores más por hora y por indi

viduo que una fuerza de trabajo f i ja.

Cuando tenemos una cont radicc ión, y aquí te

nemos una en el meol lo mismo del proceso de

producción capi ta l i s ta , podemos es tar seguros de

que e l resul tado será un compromiso his tór ica

mente dif íci l . Repasemos lo que sucedió de he

cho.

  En los s i s temas his tór icos que precedieron

al capi ta l ismo his tór ico, la mayoría de las fuerzas

de t rabajo (nunca todas el las) eran f i jas . En algu

nos casos, la fuerza de t rabajo del productor se

reducía a él mismo o a su famil ia, y por tanto era

fija p o r definición. E n alguno s caso s, u n a fuerza

de t rabajo no relacionada con el productor por la

zos de parentesco le e ra adscr i ta mediante d iver

sas regulaciones legales y/o consuetudinar ias ( in

cluyendo diversas formas de esclavi tud, servidum

bre por deudas , r eg ímenes pe rmanentes de t enen

cia, etc.) . Algunas veces la adscripción era vitali

c ia . Otras veces era por per íodos l imi tados, con

una opción de renovación; pero esta l imi tación del

t iempo sólo tenía sent ido s i exis t ían al ternat ivas

real is tas en el momento de la renovación. Ahora

bien, la r igidez de estos reg ím ene s p lan tea ba pro-

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12

Immanuel Wallerstein

blemas no sólo a los productores concre tos a

quien es es taba ad scr i ta un a de term ina da fuerza

de t rabajo , s ino también a todos los o t ros produc

t o res ,

  ya que evid en tem ente sólo pod ían am pl iar

sus act ividades en la medida en que exis t ieran

fuerzas de trabajo disponibles no f i jas.

Es tas cons iderac iones cons t i tuyeron la base ,

ta l como a menudo se ha descr i to, del auge de la

inst i tución del t rabajo asalar iado, a l l í donde exis

t í a un grupo de per sonas pe rmanentemente d i s

ponibles para t rabajar más o menos para e l me

jor pos tor . Llamamos a es te proceso mercado de

t rabajo y a las personas que venden su t rabajo

proletar ios . No digo nada nuevo s i af i rmo que, en

el capi ta l i smo his tór ico , ha habido una crec iente

proletarización de la fuerza de trabajo. La afir

mación no sólo no es nueva, s ino que tampoco es

en absoluto sorprendente . Las venta jas de l pro

ceso de prole tar izac ión para los productores han

s i do ampl i amen t e documen t adas . Lo so r p r enden

te no es que haya habido tanta prole tar izac ión,

s ino que haya habido tan poca. Tras cuatro s iglos

al menos de existencia de este sistema social his

tór ico, no se puede decir que la cant idad de t ra

bajo p lenamente prole tar izado en la economía-

mundo capi ta l is ta l legue hoy en total ni s iquiera

a un c incuenta por c iento .

Sin duda esta es tadís t ica es tá en función de

cómo se mida y a quién se mida. Si usamos las

estadíst icas oficiales de los gobiernos acerca de

la l l amada poblac ión ac t iva , pr imordia lmente los

varones adu l tos fo rmalmente d i sponib les pa ra un

t r aba j o r emune r ado , podemos encon t r a r que e l

porcen ta j e de asa la r i ados es hoy razonablemente

al to (s i bien, incluso en ese caso, cuando se calcu

la a nivel m un dia l , e l po rce nta je rea l es infer ior

al que suponen la mayoría de las formulaciones

teór icas) . S in embargo, s i cons ideramos a todas

las personas cuyo t rabajo se incorpora de una u

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La producción de capital

13

ot r a form a a la cad ena de me rcan cías — abarcan

do as í a prác t icamente todas las mujeres adul tas

y t ambién a un número muy a l to de pe r sonas

preadul tas y posadul tas (es decir , los jóvenes y los

viejos)—,  en tonces nues t ro porcen ta j e de p ro le

tar ios cae en picado.

Demos un paso más antes de proceder a nues

t ra medic ión. ¿Es conceptualmente ú t i l apl icar la

et iqueta «proletar io» a un individuo? Lo dudo. En

el capi ta l i smo his tór ico , como en los s i s temas

his tór icos ante r iores , los individuos ha n tend ido

a vivi r dent ro de l marco de unas es t ruc turas re

la t ivamente es tables que compar ten un fondo co

mún de ingresos ac tua les y capi ta l acumulado, a

l as que podr í amos l l amar un idades domés t i cas

(households).  El he ch o de qu e los l ím ites de esta s

un idades domés t i cas es t én cambiando cont inua

mente por las entradas y sal idas de los individuos

no impiden que sean la unidad de cálculo racional

en t é rm ino s de r em un erac ion es y g as tos . Las pe r

sonas que desean sobrevivir cuentan todos sus in

gresos potencia les , independientemente de la fuen

te de la que procedan, y los valoran en función de

los gastos reales que deben real izar . Tratan de so

brevivi r como mínimo; luego, con más ingresos ,

t ra tan de disfrutar de un est i lo de vida que en

cu en tran sat isfactor io; y po r f in, con m ás ingresos

todavía , t ra tan de par t ic ipar en el juego capi ta l is

ta como acumuladores de capi ta l . Para todos los

propós i tos rea les , l a unidad domést ica es la uni

dad económica que se dedica a ta les act ividades.

Es ta un idad domés t i ca es hab i tua lmente una un i

dad relacionada por lazos de parentescos, pero a

veces no lo es, o al m en o s no lo es ex clu siva m en te.

En la mayoría de los casos es co-residencial , pero

es ta tendencia ha re t rocedido a medida que avan

zaba la mercanti l ización.

Fue en el contexto de esta es t ructura de unida-

de-  domést icas donde comenzó a imponerse a las

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Immanueí Waílerstein

clases t rabajadoras la dis t inción social entre t ra

ba jo p rodu ct ivo y t rab ajo im pro du ct ivo . De he

cho ,  el t rabajo productivo l legó a ser definido

com o un t rabajo qu e deveng aba dinero (pr imo r-

dia lmente t rabajo que devengaba un sa lar io) , y

e l t rabajo improduct ivo como un t rabajo que ,

aunque muy necesa r io , e ra meramente una ac t i

vidad de «subsis tencia» y que por tanto, se decía ,

no producía un «excedente» de l que pudiera apro

piarse alguien. Este t rabajo, o bien no estaba en

absoluto mercant i l i zado o b ien impl icaba una pro

ducción s imple (pero en es te caso verdaderamen

te s imple) de mercancías . La di ferenciación entre

los t ipos de t rabajo fue consol idada mediante la

creación de papeles específ icos vinculados a e l los .

El t rabajo product ivo (asa lar iado) se convi r t ió

pr im ord ia lm ente en la t a rea de l va rón adu l to /pa

dr e y sec un da r iam en te de los o t ro s v arones adul

tos (más jóvenes) de la unidad domést ica. El t ra

ba jo improduct ivo (de subs is tencia) se convi r t ió

pr imordia lmente en la ta rea de la mujer adul ta /

madre y secundar i amente de l a s o t r as muje res ,

as í como de los niños y los ancianos. El t rabajo

product ivo era real izado fuera de la unidad do

mést ica, en el «centro de t rabajo». El t rabajo no

product ivo era rea l izado dent ro de la unidad do

mést ica .

Las l íneas divisor ias no eran ní t idas , induda

blemente, pero con el capi ta l ismo his tór ico se hi

cieron muy claras y apremiantes . La divis ión del

t rabajo real por géneros y edades no fue, por su

pues to , una invención del capi ta l i smo his tór ico .

Probablemente exis t ió s iempre , aunque sólo fuese

porque para a lgunas ta reas hay requis i tos y l i

mi tac iones b iológicos (de género , pero también de

e da d ) .

  La fami lia je rár qu ica y /o la es t ru c tu ra de

unidades domést icas no fueron tampoco una in

vención del capi ta l i smo. Es tas también exis t ían

desde hacía mucho t iempo.

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La producción de capital

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Lo que hubo de nuevo en e l capi ta l i smo his tó

rico fue la correlación entre división del t rabajo

y valorac ión de l t rabajo . Los hombres ta l vez ha

yan hecho a menudo un t rabajo d i ferente de l de

las m uje res (y los ad ul to s u n t rab ajo di feren te

del de los niños y ancianos), pero en el capital is

mo h i s tó r i co ha hab ido una cons tan te deva luac ión

del t rabajo de las mujeres (y del de los jóvenes y

viejos) y un paralelo hincapié en el valor del t ra

bajo del varón adul to. Mientras que en ot ros s is

t emas hombres y muje res r ea l i zaban t a reas espe

cí f icas (pero normalmente iguales) , en el capi ta

l ismo his tór ico el varón adul to que ganaba un sa

lario fue clasificado como el «cabeza de familia»,

y la mujer adul ta que t rabajaba en e l hogar como

el «ama de casa». Así , cuando se empezaron a

compi lar es tadís t icas nac ionales , que eran a su

vez un producto de un s is tema capi ta l is ta , todos

los cabezas de famil ia fueron considerados miem

bros de la población act iva, pero no así las amas

de casa. De este modo se inst i tucionalizó el sexis-

m o .  El aparato legal y paralegal de la dis t inción

y la discr iminación por géneros s iguió de forma

totalmente lógica las huel las de esta valoración

diferencial del t rabajo.

Po dem os señ alar aq uí qu e los con cep tos de in

fancia/adolescencia amplia y de «jubi lación» de

la fuerza de t rabajo no asociada a la enfermedad

o la debi l idad han s ido también concomitantes es

pecíf icos de la apar ición de una est ructura de uni

dades domést icas en el capi ta l ismo his tór ico. A

menudo han s ido cons ideradas como exenciones

«progresis tas» del t rabajo. Sin embargo, ta l vez

sea más correcto considerar las como redef inicio

nes del t rabajo como no t rabajo. Para más inr i ,

las act ividades formativas de los niños y las vario

pintas tareas de los adul tos jubi lados han s ido

calif icadas de «divert idas» y la devaluación de

sus cont r ibuciones labora les de razonable cont ra-

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16

Immanuel Wallerstein

p a rt id a a su l iberac ión de las «fat igas» del t rab a

jo «real».

En cuanto ideología , es tas dis t inciones contr i

buyeron a asegurar que la mercant i l i zac ión de l

t ra b ajo fuera ex tensiva per o al m ism o t iem po li

mi tada . Por e jemplo, s i tuviéramos que ca lcular

cuántas unidades domést icas de la economía-

mundo han ob ten ido más de un c incuenta por

ciento de sus ingresos reales (o de su renta total

en tod as sus form as) de l t rab ajo asa lar iad o fuera

de la unidad domést ica , c reo que nos sent i r íamos

asombrados por la exigüedad del porcenta je : es to

no sólo ha ocurr ido en s iglos anter iores , s ino que

oc ur re t am bién hoy , au nq ue el po rcen ta j e haya

probablemente c rec ido de fo rma cons tan te a lo

largo del desarrol lo his tór ico de la economía-

mundo capi ta l i s ta .

¿Cómo podemos expl icar es to? No creo que sea

muy dif íc i l . Par t iendo del supuesto de que un pro

ductor que emplea mano de obra asa lar iada pref ie

re s iempre y en todo lugar pagar menos que más ,

la exigüedad del nivel al que los asalariados po

dr ían permi t i r se aceptar e l t rabajo es tá en función

del t ipo de unidades domést icas en el que los asa

lariados vivan a lo largo de su vida. Dicho de for

m a m uy senci lla : a idént ico t rab ajo con idént ico s

niveles de eficacia, el asalariado que viviera en una

unidad domést ica con un a l to porcenta je de in

gresos sa lar ia les ( l l amémosla una unidad domés

t i ca p ro le t a r i a ) t endr í a un umbra l mone ta r io por

debajo de l cual l e parecer ía mani f ies tamente i r ra

cional real izar un t rabajo super ior a l de un asala

r iado que viviera en una unidad domést ica con un

bajo po rcen ta je de ingresos sa lar ia les ( ll amém os

l a una un idad domés t i ca semipro le t a r i a ) .

La razón de esta di ferencia entre lo que podría

mos l l amar umbra les sa l a r i a l es mín imos acep ta

bles t iene que ver con la economía de superviven

c ia . Allí don de un a u nid ad dom ést ica pro le tar ia

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La producción de capital

17

dependía p r imord ia lmente de unos ingresos sa l a

r ia les ,  és tos tenían que cubr i r los cos tes mínimos

de la supervivencia y la reproducción. Sin embar

go,

  cuando los sa lar ios cons t i tu ían una par te me

nos importante del total de los ingresos de la uni

dad d om ést ica , a m en ud o pa ra un individuo re

sul taba rac ional aceptar un empleo a un nive l de

remunerac ión que represen taba una par t e in fe r io r

a la proporc ional (en té rminos de horas t rabaja

das) de los ingresos reales —aun cuando supu

siera la consecución del necesar io dinero l íquido

(nece sidad q ue con frecuen cia v enía leg alm ente

impues ta)— o impl icaba la sus t i tuc ión de un t ra

ba jo en t a reas todav ía menos remunera t ivas por

es t e t r aba jo r emunerado con un sa l a r io .

Lo que sucedía entonces en es tas unidades do

mést icas semiprole tar ias e ra que quienes produ

cían ot ros t ipos de ingresos reales —es decir , bá

s icamente la producción domést ica para e l propio

consumo o para la venta en e l mercado loca l , o

para ambas cosas a la vez—, ya fueran diversas

personas de la unidad domést ica (de cualquier se

xo o edad) o la misma persona en diversos mo

mentos de su v ida , c reaban excedentes que hacían

que bajara e l umbral de l sa lar io mínimo acepta

ble .  De es ta forma, e l t rabajo no asa lar iado permi

t ía a a lgunos productores pagar un sa lar io infer ior

a sus t rabajadores , reduciendo as í sus cos tes de

producc ión e inc rementando sus márgenes de ga

nancia . No es de extrañar , pues, que, por regla

genera l , todos los que empleaban mano de obra

asalar iada pref i r ieran que sus asalar iados vivieran

en unidades domést icas semiprole tar ias en lugar

de prole tar ias . S i ahora cons ideramos la rea l idad

empírica local en el t iempo y en el espacio del

cap i t a l i smo h i s tó r i co , descubr imos bruscamente

que la norma estadís t ica ha s ido que los asalar ia

dos v ivieran en unidades domést icas semiprole ta

r ias en lugar de proletarias. Desde el punto de vis-

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18 Immanuel Wallerstein

t a in te lec tua l , nues t ro problema se invier te de

pronto. De expl icar las razones de la exis tencia

de la proletar ización, hemos pasado a expl icar

por qué el proceso ha s ido tan incompleto. Aho

ra tene m os qu e ir todavía m ás le jos : ¿por qu é

ha seguido avanzando la prole tar izac ión?

Permí taseme dec i r desde ahora que es muy

du do so que la c rec ien te pro le tar izac ión m un dia l

pueda se r a t r ibu ida pr imord ia lmente a l a s p res io

nes sociopol í t i cas de los es t ra tos empresar ia les .

Muy a l cont rar io . Parece ser que t ienen muchos

mot ivos para hacerse los remolones . En pr imer lu

gar , com o acab am os de arg um en tar , la t ransfor

mación de un número s igni f ica t ivo de unidades

domés t i cas semipro le t a r i as en un idades domés t i

cas prole tar ias en de terminadas zonas tendió a

aumentar e l sa lar io mínimo rea l pagado por los

que em pleab an m an o de ob ra a sa lar iad a . En se

gundo lugar , l a mayor prole tar izac ión tuvo con

secuencias pol í t i cas , como anal izaremos más ade

lante , que fueron negat ivas para los que emplea

ban mano de obra asa la r i ada y t ambién acumula

t ivas ,

  incrementándose as í todavía más los n ive

les salar ia les en determinadas zonas geográf ico-

económicas . De hecho, los que empleaban mano

de obra asa lar iada sent ían tan poco entus iasmo

por la prole tar izac ión que , además de fomentar la

divis ión del t rabajo por géneros y edades, también

es t imularon, con sus esquemas de empleo y a t ra

vés de su influencia en el campo polí t ico, el re

conocimiento de grupos é tn icos def in idos , t ra tan

do de vincular los a papeles específ icos en el mun

do labora l , con di ferentes n ive les de remunerac ión

real por su t rabajo. La etnicidad creó un capara

zón cul tural que consol idó los esquemas de la

es t ru c tu ra de un idad es dom és t icas semipro le t a

r ias .  El hecho de que la apar ición de esta e tnici

dad haya real izado también una labor de divis iónpol í t ica entre las c lases t rabajadoras ha s ido un

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La producción de capital

19

plus pol í t i co para los que empleaban mano de

obra asa lar iada , pero no, c reo yo, e l pr imer motor

de este proceso.

S in embargo , pa ra poder comprender cómo ha

l legado a produci rse un incremento de a lgún t ipo

en la proletarización a lo largo del t iempo en el

capi ta l ismo his tór ico, tenemos que volver a la

cuest ión de las cadenas de mercancías en las que

es tán s i tuadas las múl t ip les ac t iv idades product i

vas específ icas . Debemos olvidar la imagen s im

pl is ta de que el «mercado» es un lugar donde se

encuent ran e l productor in ic ia l y e l consumidor

f inal . Es indudable que estos mercados exis ten y

siempre han exis t ido. Pero en el capi ta l ismo his

tór ico las t ransacciones de mercado han cons t i tu i

do un pequeño porcenta je de l to ta l . La mayor ía

de las t ransac cion es ha n impl icado, , un in tercam

bio ent re dos productores inmedia tos s i tuados en

una l a rga cadena de mercanc ías . E l comprador

compraba un « insumo» para su proceso produc

t ivo.

  El vendedor vendía un «producto semiaca-

bado», es decir , semiacabado en función de su

uso f inal en el consumo individual di recto.

La lucha por e l precio en estos «mercados inter

m edios» rep res en tab a un esfuerzo p or pa r te de l

comprador pa ra a r rancar a l vendedor una porc ión

de la ganancia obtenida de todos los procesos de

trabajo anter iores a lo largo de la cadena de mer

cancías . Es ta lucha es ta ba s in dud a de term ina da

en puntos concre tos de l t i empo y de l espacio por

la ofer ta y la demanda, pero nunca de forma ex

clusiva. En pr imer lugar , por supuesto, la ofer ta

y la demanda pueden ser manipuladas a t ravés de

rest r icciones monopol is tas , que han s ido la regla

más que la excepción. En segundo lugar , e l vende

dor puede modif icar e l precio en ese punto a t ra

vés de una integración vert ical . All í donde el «ven

dedor» y el «comprador» eran de hecho y en úl t i

ma ins tancia la misma empresa , e l prec io podía

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20

Immanuel Wallerstein

ser arbi t rar iamente amañado con f ines f iscales o

de ot ro t ipo , pe ro ta l prec io n un ca rep res en tab a

la interacción de la oferta y la demanda. La inte

gración vert ical , al igual que el monopolio «hori

zonta l» , no ha s ido rara . Es tamos por supues to

famil iar izados con sus ejemplos más espectacula

r e s :  las compañías con car ta de pr ivi legios de los

siglos xvi al  X V I I I ,  las grandes casas comercia les

del siglo xix, las t ransnacionales del siglo xx. To

das és tas eran es t ruc turas g lobales que t ra taban de

abarcar todos los es labones posibles de una deter

minada cadena de mercancías . Pero los e jemplos

menores de in t egrac ión ver t i ca l , que abarcaban

solamente unos pocos (o inc luso dos) es labones

de u n a cad ena, ha n s ido aú n m ás f recu entes . Pa

rece razonable af i rmar que la integración ver t ical

ha s ido la norma es tadís t ica de l capi ta l i smo his tó

r ico,

  y no esos puntos del «mercado» en las ca

denas de mercancías en los que el vendedor y el

comprador e ran rea lmente d i s t in tos y an tagónicos .

Ahora b ien , l as cadenas de mercancías no han

seguido direcciones geográf icas aleator ias . Si las

d ibu já ramos todas en un mapa , adver t i r í amos que

han adoptado una forma cen t r ípe ta . Sus puntos

de or igen han s ido múl t ip les , pero sus puntos de

des t ino han tendido a converger en unas pocas

á reas .  Es decir , han tendido a ir de las periferias

de la economía-mundo capi ta l is ta a los centros .

Es di f íc i l rebat i r es to como una observación em

pír ica. La pregunta real es por qué ha sucedido.

Hablar de cadenas de mercancías s igni f ica hablarde una amplia división social del t rabajo que, en

el curso del desarrol lo his tór ico del capi ta l ismo,

se ha he cho m ás y m ás ex tensiva en el plan o fun

c ional y geográf ico y , s imul táneamente , más y más

jerárquica . Es ta je rarquizac ión del espacio en la

es t ruc tura de los procesos product ivos ha l levado

a una polar ización cada vez mayor entre e l centro

y las zonas per i fér icas de la economía-mundo, no

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La producción de capital

21

sólo de acuerdo con cr i ter ios dis t r ibut ivos (nive

les reales de ingresos, cal idad de vida), s ino tam

bién, y lo que es más importante , en los escenar ios

de la acumulación de capi ta l .

Al pr inc ipio , cuando comenzó es te proceso, es

tas d i ferencias espacia les eran bas tante pequeñas ,

y el grado de especial ización espacial era l imi

t ado .

  S in embargo, dent ro de l s i s tema capi ta l i s

ta, las diferencias existentes (ya fuera por razones

ecológicas o his tór ic as) fueron exa gera da s, refor

zadas y consol idadas. En este proceso fue crucial

la intervención de la fuerza en la determinación

del prec io . Indudablemente , e l uso de la fuerza

por una de las par tes en una t ransacción de mer

cado para mejorar e l prec io no fue una invención

c íl cap i ta l ism o. El inte rca m bio desigual es un a

prác t ica ant igua . Lo notable de l capi ta l i smo como

sis tema his tór ico fue la forma en que se pudo

ocul tar es te in tercambio des igual ; de hecho se

pudo ocul tar t an b ien que inc luso los adversar ios

reconocidos de l s i s tema no han comenzado a des

velar lo s i s temát icamente s ino t ras quinientos años

de funcionamiento de es te mecanismo.

La c lave para ocul tar es te mecanismo cent ra l

es tá en la es t ruc tura misma de la economía-mun

do capi ta l is ta , la aparente separación en el s is te

ma capi ta l i s ta mundia l ent re la a rena económica

(una división social del t rabajo a nivel mundial

con unos procesos de producción in tegrados , to

dos los cuales op er an en favor de la inc es an te

acumulación de capi ta l ) y la arena pol í t ica (com

pues ta en apar iencia por Es tados soberanos a i s la

dos,  cada uno de los cuales es responsable autóno

mo de sus decis iones pol í t icas dentro de su jur is

dicción y dispone de fuerzas armadas para res

paldar su autor idad) . En e l mundo rea l de l capi

ta l ismo his tór ico, casi todas las cadenas de mer

cancías de c ier ta impor tancia han a t ravesado es

tas f ronteras es tatales . Esta no es una innovación

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22

Immanuel Wállerstein

rec iente . Es a lgo que ha venido sucediendo desde

el mismo comienzo del capi ta l ismo his tór ico. Más

aú n: la t ran snac iona l idad de las cade nas de m er

cancías es un rasgo descr ip t ivo tanto de l mundo

capi tal is ta del s iglo xvi como del mundo capi ta l is

ta del siglo xx.

¿Cómo funcionaba es te in tercambio des igual?

Par t iendo de una di ferencia real en el mercado,

debido a la escasez ( tempora l ) de un proceso de

producción complejo o a escaseces ar t i f icales crea

d as  manu militari,  las m erc an cías se m ovían en

tre las zonas de tal manera que el área con el ar

t ículo menos «escaso» «vendía» sus art ículos a la

ot r a área a un prec io que enca rna ba u n fac tor de

producción (coste) real mayor que el de un ar t ícu

lo de igual precio que se moviera en di rección

opues ta . Lo que rea lmente sucedía era que había

una t ransferencia de una par te de la ganancia to

ta l (o excedente) producida por una zona a ot ra .

Era una relación de centr ic idad-per i fer ic idad. Por

exten sión p od em os l lam ar «per i fer ia» a la zona

perdedora y «cent ro» a la ganadora . Es tos nom

bres ref le jan de hecho la es t ructura geográf ica de

los f lujos eco nó m ico s.

Inmed i a t amen t e encon t r amos d i ve r sos mecan i s

mos que a lo largo de la his tor ia han incrementa

do esta dispar idad. Al l í donde se producía una

«integración ver t ical» de dos eslabones en una ca

dena de mercancías , e ra pos ible desviar una par te

aún mayor del excedente total hacia e l centro de

lo que hasta entonces había s ido posible . Asimis

m o ,  la desviación del excedente hacia el centro

concentraba al l í e l capi ta l y ponía a disposición del

cen t ro unos fondos desproporc ionados para con

t inuar la mecanización, lo que permit ía a los pro

ductores de es tas zonas consegui r venta jas com

pet i t ivas adicionales en los productos exis tentes y

crear nuevos productos raros con los que renovar

el proceso.

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La producción de capital

23

La concentración de capi ta l en las zonas del cen

t ro creó tanto la base f iscal como la mot ivación

pol í t i ca para cons t ru i r apara tos de Es tado re la t i

vamente fuer tes , ent re cuyas múl t ip les capacida

des f iguraba la de asegurar que los aparatos del Es

tado de las zonas periféricas se hicieran o siguie

ran s iendo re la t ivamente más débi les . De es te mo

do podían pres ionar a es tas es t ruc turas es ta ta les

para que aceptaran e inc luso fomentaran en su

jur isdicción una mayor especial ización en tareas

infer iores dentro de la jerarquía de las cadenas

de mercancías , u t i l i zando mano de obra peor pa

gada y crean do ( reforzan do) la es t ru c tu ra de uni

dades domést icas adecuada para permi t i r l a super

vivencia de esta mano de obra. De este modo, e l

capi ta l ismo his tór ico creó los l lamados niveles sa

lar ia les h i s tór icos tan d ra m át ic am en te d ivergen

tes en las di ferentes zonas del s is tema mundial .

Decimos que es te proceso ha permanecido ocul

to .

  Con el lo queremos decir que los precios reales

s iempre parec ían ser negociados en un mercado

mundial sobre la base de unas fuerzas económicas

impersonales . E l enorme apara to de fuerza la tente

abier tamente usado de forma esporádica en las

guerras y en las épocas de colonización) no tenía

que ser invocado en cada una de las t ransaccio

nes para asegurar que el intercambio fuese desi

gual . Más bien, el aparato de fuerza aparecía en

escena sólo cuando se producía un desaf ío s igni

f icat ivo al nivel existente de intercambio desigual .

Una vez terminado el grave confl icto polí t ico, las

c lases empresar ia les de l mundo podían pre tender

que la economía operaba únicamente por cons ide

raciones de la ofer ta y la demanda, s in reconocer

:ómo había l l egado his tór icamente la economía-

mundo a un punto concreto de la ofer ta y la de

m anda y qué es t ru c tu ras de fuerza es ta ba n res

ca ldando en ese mismo momento las d i ferencias

«consuetudinarias» en los niveles salariales y en

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24

i~ »ianuel  Wallerstein

la cal idad real de vida de las fuerzas de trabajo

de l mundo .

Ahora podemos vo lver a p regunta rnos por qué

ha habido a lgún t ipo de prole tar izac ión. Recorde

mos la cont radicc ión fundamenta l ent re e l in terés

individual de cada empresar io y el interés colect i

vo de todas las c lases capi ta l is tas . El intercambio

desigual servía por definición a estos intereses co

lect ivos, pero no a muchos de los intereses indivi

duales . De esto se desprende que aquél los cuyos

intereses no se ve ían inmedia tamente servidos en

un momen t o de t e r mi nado ( po r que ganaban menos

que sus compe t i do r e s ) t r a t aban cons t an t emen t e

de cambiar las cosas en su favor . Es decir , t ra ta

ban de compet i r con más éxi to en e l mercado, b ien

haciendo que su producción fuera más ef ic iente ,

bien ut i l izando la inf luencia pol í t ica para conse

gui r nuevas venta jas monopol i s tas .

La fuer te competencia entre los capi ta l is tas ha

s ido s i empre una  differentia specifica  del cap i

ta l i smo his tór ico . Aun cuando parec iera es tar vo

lun ta r i amente r es t r ing ida (por medio de acuerdos

de t ipo cár tel ) , e l lo se debía pr incipalmente a que

cada compet idor pensaba que ta l res t r icc ión opt i

mizaba sus propios márgenes . En un s i s tema ba

sado en la incesante acumulación de capi ta l , nin

guno de los par t ic ipantes podía permi t i r se e l lu jo

de abandonar su pe rmanente t endenc ia hac ia una

rentabi l idad a largo plazo, a no ser que quis iera

au t odes t r u i r s e .

Así pues, la práct ica monopol is ta y la mot ivación

compet i t iva han s ido rea l idades para le las de l ca

pi ta l ismo his tór ico. En ta les c i rcunstancias , es evi

dente que ningún esquema especí f ico que uniera

los proc esos p rod uc t ivos po día ser es tab le . Muy

al cont rar io : s iempre ser ía de in terés para un gran

número de empresa r ios r iva les t r a t a r de a l t e ra r

el esquema específ ico de un momento y un lugar

determinado s in preocuparse a cor to p lazo por e l

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La producción de capital

25

impacto g lobal de ta l compor tamiento . Aquí ope

raba indiscut iblemente la «mano invis ible» de

Adam Smith, en el sent ido de que el «mercado»

imponía res t r icc iones a l compor tamiento indivi

dual , pero ser ía mu y cur iosa un a in te rpre tac ió n de l

capi ta l ismo his tór ico que sugir iese que el resul ta

do ha s ido armonioso.

El resul tado parece haber s ido más bien , de nue

vo como observación empír ica , un c ic lo a l te rnante

de expans iones y es tancamientos de l s i s tema en

su conjunto. Estos ciclos han impl icado f luctua

ciones de tal signif icación y regularidad que es di

f íc i l no creer que son int r ínsecas al funcionamien

to del sistema. Si se me permite la analogía, pa

recen ser e l mecanismo respi ra tor io de l organis

mo capi ta l is ta , que inhala el oxígeno pur i f icador y

exhala los desechos venenosos. Las analogías son

s iem pre pe l igrosas , pe ro és ta pa rece especia lmen

te adecuada . Los desechos acumulados eran las

inef iciencias económicas que con regular idad se

incrus taban pol í t i camente a t ravés de l proceso de

intercambio desigual antes descr i to. El oxígeno

purif icador era la asignación más eficiente de los

recursos (más ef ic iente en el sent ido de que per

mi t ía una mayor acumulación de capi ta l ) , que per

mi t ía la rees t ruc turac ión regular de las cadenas

de mercancías .

Lo que pa rece ha be r suced ido c ada c incue nta

años aproximadamente es que , dados los esfuer

zos de un número cada vez mayor de empresar ios

por hacerse con los puntos más rentables de las

cadenas de mercancías , se producían ta les despro

porciones en las inve rsione s qu e no so tro s había

nlos,

  de modo que induce un tanto a error , de su

pe rpro du cció n. La ún ica solución a es tas des pro

porc iones era una conmoción en e l s i s tema produc

t ivo que diera como resul tado una dis t r ibución

más equi tat iva. Esto suena lógico y s imple, pero

- . : - consecuencias han s ido s iempre masivas . Sig-

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26

•*: :annel  Wallerstein

niñeaba en cada ocas ión una —ayor concent rac ión

de operaciones en los eslabones de la cadena de

mercancías que es taban ya más a tes tados . Es to su

ponía la e l iminación tanto de a lgunos empresar ios

como de a lgunos t rabajadores (aquél los que t raba

jaban para empresar ios que se iban a la quiebra y

también aquél los que t rabajaban para o t ros que se

mecanizaban aún más a f in de reducir los costes

un i t a r ios de p roducc ión) . Es te cambio t ambién

permi t ía a los empresar ios «degradar» c ier tas ope

rac ione s en la je ra rq u ía de la cade na de m ercan

cías,

  lo que les permit ía dedicar fondos de inver

sión y esfuerzos a otros eslabones de la cadena de

mercancías que , a l of recer in ic ia lmente insumos

más «escasos», eran más rentables . La «degra

dación» de determinados procesos en la escala

j e rá rq u ica t am bién l l evaba a m en ud o a un a re

ubicación geográf ica parcial . Para es ta reubica

ción geográf ica resul taba muy at ract ivo el despla

zamiento hacia zonas donde e l cos te de la mano

de obra era infer ior , aunque desde el punto de

vista de la zona a la que se desplazaba la industr ia,

la nueva indus t r ia impl icase habi tua lmente un in

cremento del nivel salar ia l para algunos sectores

de la fuerza de t rabajo . Prec isamente ahora es ta

mos viviendo una de es tas reubicac iones masivas

a nivel mundial en las industr ias del automóvi l , e l

acero y la e lect rónica. Este fenómeno de reubica

c ión ha formado par te de l capi ta l i smo his tór ico

desde el comienzo.

Es tos rea jus tes han tenido t res consecuencias

pr incipales . Una de el las ha s ido la constante rees

t ruc turac ión geográf ica de l s i s tema mundia l capi

ta l i s ta . S in embargo, aunque las cadenas de mer

cancías ha n s ido s igni f ica t ivam ente ree s t ruc tura

das cada c incuenta años , aprox imadamente , se ha

manten ido e l s i s t ema de cadenas de mercanc ías

j e r á r qu i camen t e o r gan i zadas . De t e r mi nados p r oce

sos de producción han exper imentado un deseen-

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La producción de capital

27

so en la jerarquía , a l inser tarse ot ros nuevos en la

pa r te super ior . Y de term ina da s zonas geográf icas

han acogido a niveles jerárquicos de procesos en

cont inuo cambio . As í pues , de te rminados produc

tos han pasado por «ciclos de producto», a l co

menzar s i endo produc tos de l cen t ro y t e rminar

convi r t iéndose en productos per i fér icos . Además ,

de terminadas pos ic iones se han desplazado hacia

arr iba o hacia abajo, por lo que respecta al bien

es tar compara t ivo de sus habi tantes . Pero para l l a

mar «desar rol lo» a ta les rea jus tes tendr íamos pr i

mero que demos t ra r que ha hab ido una reducc ión

de la polar ización global del s is tema. Empír icamen

te ,  parece que es to no ha ocurr ido; más b ien la

polar ización se ha incrementado a lo largo de la

his tor ia . Se puede decir , pues , que estas reubica

ciones geográf icas y del producto han s ido verda

deramente c íc l icas .

Sin embargo, los reajustes han tenido una se

gunda consecuencia , muy di ferente . Nues t ro té rmi

no «superproducción», que induce a er ror , l l ama la

atención sobre el hecho de que el di lema inmediato

se ha planteado s iempre por la ausencia de una de

manda mundia l suf ic iente de a lgunos productos

claves del sistema. Es en esta si tuación donde los

intereses de los t rabajadores coinciden con los in

tereses de una minor ía de empresar ios . Los t raba

j adores han t r a t ad o s i em pre de inc re m en ta r su

par te de excedente , y los momentos de cr is is eco

nómica de l s i s tema han of rec ido a menudo tanto

un incen t ivo sup lementa r io e inmedia to como una

opor tun idad sup lementa r i a de p rosegui r sus luchas

de clases. Una de las formas más efect ivas e inme

diatas de incrementar sus ingresos reales que t ie

nen los t rabajadores es la mayor mercant i l i zac ión

de su propio t rabajo . A menudo han t ra tado de

sust i tui r aquel las par tes de los procesos de pro

ducción domést icos que devengan escasas cant ida

des de ingresos reales , y en par t icular diversos

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28

.'*K»ia>mel

  Wallerstein

t ipos de producción s imple de mercancías , por t ra

bajo asalar iado. Una de las pr incipales fuerzas im

pulsoras de la proletar ización ha s ido la de los

pro pio s t rabaja do res de todo el m un do . H an com

pre nd ido , a m en ud o me jor que sus au toproc lama-

dos por tavoces intelectuales , que la explotación en

las unidades domést icas semiprole tar ias es mucho

mayor que la explotac ión en las p lenamente pro

le tar izadas .

Ha s ido en los momentos de es tancamiento cuan

do a lgunos propie tar ios-productores , en par te res

pondiendo a la pres ión pol í t i ca de los t rabajado

res y en par te creyendo que los cambios es t ruc tu

rales en las relaciones de producción les beneficia

r ían f rente a los pro pie tar ios -pro du ctore s r iva les ,

han unido sus fuerzas , tanto en el campo de la

producción como en e l pol í t i co , para impulsar la

proletar ización de un sector l imi tado de los t raba

jadores en a lguna par te . Es te proceso que nos pro

porc iona la c lave esencia l para saber por qué ha

-habido un incremento en la prole tar izac ión, dado

que la proletar ización ha l levado a largo plazo a

una reducción de los niveles de ganancia en la

economía-mundo capi ta l i s ta .

Es en es te contexto donde deber íamos cons i

derar e l proceso del cambio tecnológico, que no

ha s ido tanto el motor como la consecuencia del

cap i ta l ism o h is tór ico . Las pr inc ipa les « innovacio

nes» tecnológicas han s ido, en pr imer lugar , la

creac ión de nuevos productos «escasos», en cuan

to ta les su m am en te re nta ble s , y , en segund o lu

gar , l a de proc esos p ara red uc i r e l t rab ajo . H an

sido respuestas a las fases descendentes de los c i

clos,

  formas de aplicar las «invenciones» para fo

mentar e l proceso de acumulación de capi ta l .

Estas innovaciones s in duda afectaron con fre

cuencia a la organización de la producción. Des

de un punto de v is ta h i s tór ico , d ieron un impulso

hacia la central ización de muchos procesos de t ra-

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30

¡"imanuel Wallerstein

m á s ,

  nos da una condición necesar ia , pero no

suf iciente del proceso.

A veces se ha afir m ad o q ue la exp licación resi

de en l a cons tan te búsqueda de nuevos mercados

en los que real izar las ganancias de la producción

capi tal is ta . Sin embargo, es ta expl icación no con

cuerda con los hechos his tór icos . Las áreas exter

nas a l capi ta l i smo his tór ico se han most rado en

genera l r eac ias a comprar sus p roduc tos , en pa r t e

porque no los «neces i taban» en té rminos de su

propio s i s t ema económico y en par t e porque a

m en ud o carec ían de los m edios necesar ios pa ra

comprar los . S in duda ha habido excepciones . Pe

ro en general era e l mundo capi ta l is ta e l que

buscaba los productos de la a rena externa y no

al revés . S iempre que un de terminado lugar era

conqui s t ado mi l i t a rmente , l os empresa r ios cap i t a

l is tas se quejaban de la ausencia de mercados rea

les en él y actuaban a t ravés de los gobiernos co

loniales para «crear af ic iones».

La búsqueda de mercados no s i rve como expl i

cación. Una expl icación mucho más plausible es

la bú squ ed a de m an o de obra a ba jo cos te . Des

de un punto de v i s t a h i s tó r i co , p rác t i camente to

das las nuevas zonas incorporadas a la economía-

mundo han es t ab lec ido n ive les de r emunerac ión

real que estaban en la par te infer ior de la jerar

quía de niveles salar ia les del s is tema mundial .

P rác t i camente no hab ían desa r ro l l ado un idades

dom és t i cas p len am en te p ro le t a r i as y no hab ían

s ido inc i tadas a desar rol la r las . Por e l cont rar io ,

la polí t ica de los estados coloniales (y de los es

tados semicolonia les rees t ruc turados en aquel las

zonas que no habían s ido of icialmente coloniza

das ) pa rec ía des t inada prec i samente a fomenta r

la apar ic ión de esa unidad domést ica semiprole ta-

r ia que , como hemos vis to , hac ía pos ible e l umbral

más bajo posible de nivel salarial . La polí t ica t í

p ica de ta les es tados impl icaba una combinación

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La producción de capital

31

de mecanismos f iscales , que obl igaban a cada uni

dad domést ica a rea l izar a lgún t rabajo asa lar iado,y rest r icciones a la l iber tad de movimientos o se

pa rac ió n forzosa de los m iem br os de la u nid ad

dom ést ica , lo qu e reduc ía con s ide rab lem en te la

pos ibi l idad de una plena prole tar izac ión.

Si añ ad im os a es te anál is is la ob serva ción de

que las nuevas incorporac iones a l s i s tema mun

dial del capi ta l ismo tendían a es tar correlacionadas con fases de es tan ca m ien to en la econom ía-

mundo, resul ta evidente que la expans ión geográ

f ica de l s i s tema mundia l servía para cont rar res tar

el proceso de reducción de las ganancias inheren

te a una mayor prole tar izac ión, a l incorporar

nuevas fuerzas de t rabajo dest inadas a ser semi-

prole tar izadas . La aparente paradoja se desvane

ce.

  El impacto de la proletar ización en el proceso

de po lar ización se ve com pe ns ad o, ta l vez con

creces , a l menos hasta ahora, por e l impacto de

las incorporaciones. Y los procesos de t rabajo de

t ipo fabr i l como porcentaje del total se han in

c rementado menos de lo que hab i tua lmente se

af i rma, dado e l denominador en cons tante expan

sión de la ecuación.

Hemos inver t ido mucho t iempo en esbozar có

mo ha ac tuado e l capi ta l i smo his tór ico en la a rena

es t r i c t amente económica . Ahora es t amos prepara

dos para expl icar por qué surgió el capi ta l ismo

como sis tema social his tór ico. Esto no es tan fá

cil co m o a m en u d o se pie nsa . Lejos de ser un

s is tema «natura l» , como a lgunos apologis tas han

t ra tado de mantener , e l capi ta l i smo his tór ico es

un s i s t ema pa ten temente absurdo . Se acumula

capi tal a f in de acumular más capi ta l . Los capi ta

l i s tas son como ra tones en una rueda , que cor ren

cada vez más depr isa a f in de correr aún más de

pr isa . En el proceso, s in duda, a lgunas personas

viven bien, pero otras viven en la miseria; y ¿có-

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lr>imanu.el  Wallerstein

mo de bien , y durante cuar to t i empo, v iven los

que viven bien?

Cuanto más ref lexiono sobre e l lo , más absurdo

me parece . No sólo creo que la inmensa mayor ía

de la población del mundo está objet iva y subje

t ivamente en peores condic iones mater ia les que

en los s is temas his tór icos anter iores , s ino que,

como veremos , p i enso que se puede a rgumenta r

que también es tán en peores condic iones pol í t i

cas .

  Todos nosot ros es tamos tan inf luenciados por

la ideología just i f icadora del progreso que ha con

f igurado es te s i s tema his tór ico , que nos resul ta

dif íc i l admit i r incluso los grandes inconvenientes

his tór icos de es te s i s tema. Has ta un denunciador

tan enérgico de l capi ta l i smo his tór ico como Kar l

Marx hizo gran hincapié en su papel his tór ica

mente progres ivo. No creo que sea progres ivo en

absoluto , a menos que por «progres ivo» s imple

mente se en t i enda aque l lo que es h i s tó r i camente

pos ter ior y cuyos or ígenes pueden ser expl icados

por algo que lo ha precedido. El balance del capi

ta l ismo his tór ico, sobre el que volveré, es ta l vez

co m plejo , p er o el cálculo inicial en térm in o s de

la dis t r ibución mater ial de los bienes y de la as ig

nación de las energías es en mi opinión muy ne

gativo.

Si esto es así , ¿por qué surgió un sistema se

mejante? Tal vez prec isamente para lograr ese f in .

¿Qué cosa más convincen te que un razonamien to

que af i rma que la expl icación del or igen de un

sis tema era conseguir un f in que de hecho ha

conseguido? Sé que la c iencia m od ern a nos h a

apar tado de la búsqueda de las causas f ina les y

de toda cons iderac ión de in tencional idad (espe

c ia lmente cuando és ta es tan in t r ínsecamente d i

f íc i l de demostrar de forma empír ica) . Pero la

c iencia moderna y e l capi ta l i smo his tór ico han

manten ido una es t r echa a l i anza , como sabemos ;

as í pues , debemos sospechar de la autor idad de

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La producción de capital

33

la c iencia a propósi to de esta cuest ión: la moda

l idad del conocimiento de los or ígenes del capi ta

l i smo moderno . Permí taseme esbozar s implemen

te una expl icación his tór ica de los or ígenes del

capi ta l i smo his tór ico s in in tentar desar rol la r aquí

la base empír ica de ta l a rgumento .

En el mundo de los siglos xiv y xv, Europa fue

el escenar io de una divis ión social del t rabajo que,

en comparac ión con o t ras á reas de l mundo se en

co nt rab a, en lo qu e resp ec ta a las fuerzas p ro

duct ivas , a la cohesión de su s is tema his tór ico y

a su es tado re la t ivo de conocimiento humano, en

una fase in termedia : n i t an avanzada como en

algunas á reas , n i t an pr im i t iva co m o en o t ras .

Marco Polo , debemos recordar , que procedía de

una de las subregiones cul tura l y económicamente

«avanzadas» de Europa , se s in t ió to ta lmente abru

mado por lo que encontró en sus viajes por Asia .

La arena económica de la Europa feudal es taba

pasando en es ta época por una cr i s i s muy impor

tante , generada en su in ter ior , que es taba conmo

viendo sus cimientos sociales . Sus clases domi

nan tes se es t aban des t ruyendo mutuamente a g ran

velocidad, mient ras que su s i s tema de t ie r ras (base

de su es t ruc tura económica) se es taba volviendo

más f lexible , con una considerable reorganización

qu e iba en el sent ido de un a d is t r ibuc ión m uch o

más igual i tar ia de lo que había s ido la norma.

Además , los pequeños campes inos es t aban demos

t rando una gran ef ic iencia como productores . Las

es t ruc turas pol í t i cas en genera l se es taban debi

l i t ando y su preocupación por las luchas in tes t inas

entre los que tenían el poder pol í t ico hacía que

qu ed ara poco t iem po pa ra rep r im ir la fuerza cre

ciente de las masas de la población. El aglut inante

ideológico del catol ic ismo estaba somet ido a gran

des ten sion es y en el m ism o seno de la Iglesia

es taban naciendo movimientos igual i ta r ios . Las

cosas es taban rea lmente cayéndose a pedazos . S i

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La producción de capital

35

Tal vez nadie haya verbal izado el intento, pero

cier tamente parece como s i l a c reac ión del capi

ta l i smo his tór ico en cuanto s i s tema socia l hubiera

inver t ido especia lmente una tendencia que los

es t r a to s sup er iores tem ían, y es tablec id o en su

lugar una tendencia que servía aún mejor a sus

in tereses . ¿Es es to tan absurdo? Sólo para quie

nes fueron sus víct imas.

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2.

  LA PO LÍTICA DE ACU MULACIÓN:

LA LUCHA POR LOS BENEFICIOS

La acu m ulac ión in ces an te de cap i ta l po r la acu

mulac ión incesante de capi ta l puede parecer a

pr imera v i s t a un ob je t ivo soc ia lmente absurdo .

Sin embargo ha tenido sus defensores , que habi-

tualmente lo han just i f icado por los benef icios

sociales a largo plazo a los que pretendía condu

c i r . Anal izaremos más adelante has ta qué punto

estos benef icios sociales son reales . Sin embargo,

dejando a un lado cualquier benef icio colect ivo,

es tá c laro que amasar un capi ta l permi te un con

sumo muy inc rementado a muchos ind iv iduos

(y /o pequeños grupos ) . Que e l consumo inc remen

tado mejore realmente la cal idad de vida de los

consumidores es o t ra cues t ión, que también pos

p o n d r e m o s .

La pr imera pregunta que p lan tea remos es : ¿qu ién

ob t iene los benef icios individu ales inm ed iato s?

Parece razonable af i rmar que la mayor ía de las

personas no han esperado a una va lorac ión de los

beneficios  a largo plazo  o de la cal idad de vida

resul tante de ta l consumo (ya sea para la colect i

vidad o para los individuos) para decidir que vale

la pena luchar por los beneficios individuales in

media tos t an obviamente asequib les . De hecho ,

éste ha sido el eje de la lucha polí t ica dentro del

capi ta l i smo his tór ico . Es to es en rea l idad lo que

queremos deci r cuando af i rmamos que e l capi ta

l ismo his tór ico es una civi l ización mater ial is ta .

En términos mater ia les no sólo han s ido gran

des las recompensas para quienes han l legado en

cabeza: también las di ferencias entre las recom-

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La lucha por los beneficios

37

pensas mater iales de los de arr iba y los de abajo

han s ido grandes y se han hecho mayores con elt iempo en e l conjunto de l s i s tema mundia l .

Ya hemos anal izado los procesos económicos

qu e exp l icaban es ta po lar ización d e la dis t r ibu

c ión de las reco m pe nsa s . Ahora d ebe r íam os cen

t rar nues t ra a tención en cómo se las han ar regla

do los individuos dentro de ta l s is tema económi

co para consegui r venta jas para s í mismos y con

el lo negárse las a o t ros . También deber íamos con

siderar cómo se las han arreglado las víct imas de

es ta mala d i s t r ibución, en pr imer lugar para mi

nimizar sus pérdidas en el funcionamiento del s is

tema, y , en segundo lugar , para t ransformar es te

s i s tem a, respo nsa ble de tan m ani f ies tas in jus

t icias.

¿Cómo han l levado a cabo los individuos, o los

grupos de individuos, sus luchas pol í t icas en el

capi ta l i smo his tór ico? Hacer pol í t i ca es t ra tar de

cambiar las re lac iones de poder en un sent ido más

favorable para los intereses de uno y de este modo

reor ientar los procesos sociales . Para lograr lo es

prec iso encont rar pa lancas de cambio que per

m i tan la m áxim a venta ja con e l m ínim o desem

bolso .

  La es t ruc tura de l capi ta l i smo his tór ico ha

sido ta l que las palancas de ajuste pol í t ico más

ef icaces han s ido las es t ructuras es tatales , cuya

misma cons t rucción fue , como hemos vis to , uno

de los logros inst i tucionales centrales del capi ta

l ismo his tór ico. No es pues casual que el control

del poder del Estado, la conquis ta del poder del

Estado en caso necesar io, haya s ido el objet ivo

est ratégico esencial de todos los pr incipales acto

res en la arena polí t ica a lo largo de la historia

del capi ta l i smo moderno.

La crucia l im po r tan cia de l po der de l Es tad o

pa ra los pro ceso s eco nó m icos, au n def inidos m uy

es t r ic tamente , es sorprendente cuando se exami

na de cerca cóm o funciona ba rea lm en te el s is te-

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38

^••nmanuel Wallerstein

ma. El pr imero y más e lementa l de los e lementos

del poder del Estado era la jur isdicción terr i tor ia l .  Los Estados tenían f ronteras . Estas f ronte

r a s e s t aban j u r í d i camen t e de t e r mi nadas , en pa r t e

mediante la proclamación legal por e l Es tado en

cues t ión y en par te mediante e l reconocimiento

d i p l omá t i co po r o t r os E s t ados . I ndudab l emen t e ,

las f ronteras po dían ser d i spu tad as y habi tua l -

mente lo eran: es dec i r , e l reconocimiento jur í dico venía de dos fuentes (el propio Estado y los

otros Estados) que estaban en confl ic to. Tales di

ferencias eran solventadas en úl t ima ins tancia

bien por una sentencia, bien por la fuerza (y la re

sul tante aquiescencia f ina l ) . Muchas d isputas dura

ban mucho t i empo en forma l a t en te , aun cuando

muy pocas de el las sobrevivían más de una generación. Lo esencial era e l perenne presupuesto ideo

lógico por par te de todos de que ta les disputas po

dían ser f inalm ente zan jada s y de he ch o lo era n.

Lo conceptualmente impermis ib le en e l s i s tema de

Estados moderno era e l reconocimiento expl íc i to

de una imbr icac ión permanente de ju r i sd icc iones .

La soberanía como concepto se basaba en la ley

ar is totél ica de la exclusión del término medio.

Esta doctr ina f i losófico-jurídica hizo posible de

terminar la responsabi l idad de l cont rol de los

movimientos ent re las f ronteras de los d i s t in tos

Es tad os . Cada E s tad o tenía jur i sdicc ión formal

sobre sus propias f ronteras en lo referente al mo

vimiento de bienes, capi ta les y fuerza de t rabajo.

De aquí que cada Es tado pudiera inf lu i r has ta

cier to punto en las modal idades con las que ope

raba la división social del t rabajo de la economía-

m un do capi ta l i s ta . Adem ás , cada Es tado pod ía

a jus t a r en cua lqu ie r momento es tos mecani smos

s implemente cambiando l as normas que reg ían e l

f lujo de los factores de producción a través de sus

f ron te ras .

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La lucha por los beneficios

39

Normalmente ana l i zamos es tos con t ro les de

frontera en función de la ant inomia entre ausen

cia total de controles ( l ibre cambio) y ausencia

to ta l de l iber tad de movimientos (autarquía) . En

realidad, en la mayoría de las épocas y en la ma

yoría de los países, la polí t ica estatal se ha si tua

do en la práct ica entre es tos dos extremos. Ade

m á s ,

  las pol í t icas para los movimientos de bienes,

de capi ta les y de fuerza de t rabajo han s ido espe

cí f icamente di ferentes . En general , e l movimiento

de fuerza de t rabajo ha es tado más res t r ingido

que los m ov im iento s de bienes y de ca pi ta les .

Desde el punto de vis ta de un productor deter

minado, s i tuado en a lgún lugar de una cadena de

mercancías , l a l iber tad de movimientos era desea

b le mien t ras es t e p roduc tor fue ra económicamente

compet i t ivo con los o t ros productores de las mis

mas mercanc ías en e l mercado mundia l . Pe ro

cuando éste no era el caso, las diversas res t r ic

ciones f ronter izas f rente a los productores r ivales

podían elevar los costes de éstos y beneficiar a

un productor por lo demás menos ef ic iente . Dado

que ,

  por def inición, en un mercado en el que ha

b ía múl t ip l es p roduc tores de una de te rminada

mercancía , una mayoría ser ía menos ef ic iente que

una m inor í a , s i em pre ha hab ido un a con s tan te

pres ión para imponer r es t r i cc iones mercan t i l i s t a s

a la l iber tad de movimientos a t ravés de las f ron

t e r a s .

  De aquí que la pr im er a gran lucha — una

lucha feroz y cont inua— tuviera como eje la po

l í t ica es tatal de f ronteras . Dado que, s in embargo,

la minoría más ef ic iente era relat ivamente r ica y

poderosa , s i empre ha hab ido o t ra p res ión opues ta

para abr i r las f ronteras o, más específ icamente,

para abr i r a lgunas f ronteras . Dado, además , que

cualquier conjunto de productores (y especia lmen

te e l de los r icos y poderosos) se veía di rectamente

afectado por la pol í t ica es tatal de f ronteras no

sólo de los Estados en los que estaba f ísicamente

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40

Immanuel Wallerstein

loca l izada su base económica (que podían o no

ser los mismos de los que eran ciudadanos) , s ino

también de las de muchos ot ros Es tados , de ter

m inad os pro du c tore s económ icos es t aba n in t e re

sados en perseguir sus objet ivos pol í t icos s imul

t áneamente en var ios Es tados , y a menudo en mu

chos de el los. La idea de que cada individuo de

ber ía l imi tar su par t ic ipac ión pol í t i ca a su propio

Es tado e ra p rofundamente an t i t é t i ca pa ra qu ienes

perseguían la acumulación de capi ta l por la acu

mulac ión de capi ta l .

Por supues to , una forma de a l te rar las reglas

sobre lo que podía o no cruzar las f ronteras , y en

qué condic iones , e ra cambiar las f ronteras a t ra

vés de la incorporac ión to ta l de un Es tado por

otro (unif icación,  Anschluss,  colo nizac ión), a t ra

vés de la apropiac ión de un te r r i tor io o a t ravés

de la secesión o la descolonización. El hecho de

que los cambios de f ronteras tengan un impacto

inmediato en los esquemas de la divis ión social

del t rabajo en la economía-mundo ha s ido un fac

tor esencial en las consideraciones de quienes se

han opues to a un de te rminado cambio de f ron te

ras o lo han defendido. El hecho de que una movi

l ización ideológica en torno a la definición de las

naciones pueda hacer más o menos pos ibles c ier

tos cambios específ icos de f ronteras ha dado un

contenido económico inmedia to a los movimien

tos nacional is tas , en la medida en que tanto los

par t i c ipan tes como o t ros han pensado en l a po

sibi l idad de una pol í t ica es tatal específ ica t ras e l

p royec tado cambio de f ron te ras .

El segundo e lemento de l poder de l Es tado de

fundam enta l im po r tanc ia pa ra e l func ionam ien to

del capi ta l ismo his tór ico ha s ido el derecho legal

de los Es tados a de terminar las normas que r igen

las relaciones sociales de producción dentro de su

jur i sd icc ión t e r r i to r i a l . Las es t ruc turas de Es tado

modernas se a r rogaron es t e de recho a r evocar o

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La lucha por los beneficios

41

modif icar cualquier conjunto de relaciones consue

tudinar ias . Como cues t ión de derecho, los Es tados

no reconocían ninguna l imi tac ión a su ámbi to le

gislat ivo fuera de las que el los mismos se impo

nían. Inc luso a l l í donde determinadas cons t i tuc io

nes hablaban de boqui l la de c ier tas l imi tac iones

der ivadas de unas doctr inas rel igiosas o del Dere

cho natura l , reservaban a a lgún organismo o a a l

guna persona , def in idos cons t i tuc ionalmente , e l de

recho a in t e rpre ta r e sas doc t r inas .

Este derecho a legislar el t ipo de control del

t r aba jo no e ra en modo a lguno meramente t eór i

co.

  Los Es tados han usado regularmente es te de

recho, a menudo de una forma que impl icaba una

t ransformación radica l de los esquemas exis ten

tes .  Como era de esperar , en el capi ta l ismo his tó

r ico los Estados han legis lado de una forma que

incrementaba la mercant i l ización de la fuerza de

trabajo, abol iendo diversos t ipos de rest r icciones

consuetudinar ias a los movimientos de los t raba

jadores de un pues to a o t ro . Además , imponían a

los t rabajadores unas obl igaciones f iscales en me

tá l ico que a menudo obl igaban a c ier tos t rabaja

do res a rea l izar un t rab ajo asa la r iado . Pero , po r

ot ra par te , como ya hemos vis to , los Es tados , me

diante sus acciones legales , a menudo obstacul i

zaban también una plena prole tar izac ión a l impo

ner l imi taciones res idenciales o al insis t i r en que

los gru po s de pa ren tesc o con serva ran c ier tos t ipos

de obl igac iones hacia sus miembros en mater ia de

asis tencia .

Los Es tados cont rolaban las re lac iones de pro

ducción. Pr imero legal izaron y más ta rde proscr i

bieron cier tas formas de t rabajo forzoso (esclavi

tud, obl igación de t rabajar en obras públ icas , ser

vidumbre tempora l , e tc . ) . Crearon reglas que re

gían los co nt ra tos de t rabajo , inc luyen do garan

t ías y obl igac iones rec íprocas mínimas y máximas .

D ec reta ron los l ími tes de la m ovi l idad geográf ica

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42

Immanuel Wallerstein

de los t rabajadores no sólo fuera de sus f ronteras ,

s ino también dent ro de és tas .

Todas es tas dec is iones es ta ta les fueron tomadas

en relación directa con las impl icaciones económi

cas para la acumulación de capi ta l . Es to se puede

comprobar f ác i lmente examinando e l enorme nú

m ero de deba tes , r eg i s t r ados c uan do ocu r r i e ron ,

en torno a opciones legales o adminis t rat ivas al

te rna t ivas . Además , los Es tados han dedicado

por lo regular cons iderables energías en hacer que

los grupos reca lc i t rantes , y más especia lmente los

t r aba jadores r eca lc i t r an tes , cumpl ie ran sus r egu

laciones. Rara vez los t rabajadores han s ido l ibres

de ignorar las res t r icciones legales que pesaban

sobre sus acc iones . Muy a l cont rar io : l a rebel ión

de los t rabajadores , individual o colect iva, pasiva

o ac t iva , ha p rovocado hab i tua lmente una pron ta

respues ta repres iva por par te de l apara to de Es ta

do.  Indudablemente , los movimientos de la c lase

obre ra o rgan izada podían , con e l t i empo, imponer

cier tas l imi taciones a la act ividad represiva, as í

co m o con segu ir qu e las reglas fueran m od if icadas

en cier ta medida en su favor , pero ta les movimien

tos obtenían en buena medida es tos resul tados

gracias a su capacidad de afectar a la composición

pol í t i ca de los apara tos de Es tado.

Un tercer e lemento de l poder de los Es tados ha

sido la capacidad imposi t iva. Los impuestos no

fueron en modo alguno un invento del capi ta l is

m o his tór ico : l as es t ru c tu ras pol í ti cas an ter iore s

también ut i l i zaron los impues tos como fuente de

ingresos para los apara tos de Es tado. Pero e l ca

p i t a l i smo h i s tó r i co t r ans formó los impues tos en

dos sent idos. Los impuestos se convir t ieron en la

pr inc ipa l (y de hecho aplas tante) fuente regular

de ingresos estatales , en contraposición a los in

gresos estatales der ivados de la incautación i r re

gular por la fuerza a personas dentro o fuera de

la jur isdicción of icial del Estado ( incluyendo la

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La lucha por los beneficios

43

incautac ión a o t ros Es tados) . En segundo lugar ,

los impues tos han s ido un fenómeno en cons tante

expansión a lo largo del desarrol lo his tór ico de la

economía-mundo cap i t a l i s t a en cuan to porcen ta j e

del valor total creado o acumulado. Esto s ignif ica

que los Es tados han s ido impor tantes en función

de los recursos que cont rolaban, dado que los re

cursos no sólo les permi t ían aumentar la acumu

lación de capital , s ino que eran a su vez distr ibui

dos y por cons iguiente ent raban di rec ta o indi

rec tamente en la nueva acumulación de capi ta l .

Los impues tos eran un poder que a t ra ía la hos

t i l idad y la res is tencia hacia la propia es t ructura

estatal , a la que veía como una especie de vi l lano

incorpóreo que se apropiaba de los f rutos del t ra

ba jo de o t ros . Lo que hay que tener s iempre pre

sente es que había fuerzas fuera del Gobierno que

pres ionaban para que hubiese de te rminados im

pues tos , porque e l proceso l levar ía a una redis t r i

bución directa para el los o permit i r ía a l Gobierno

crear economías externas que mejorar ían su pos i

ción económica o penal izar ían a ot ros de una for

ma económicamente favorable a l pr imer grupo. En

resumen, la capacidad imposi t iva era uno de los

medios más inmedia tos por los que e l Es tado ayu

daba di rec tamente a l proceso de acumulación de

capi ta l anteponiendo unos grupos a o t ros .

Los poderes redis t r ibut ivos de l Es tado han s ido

anal izados en la mayor par te de los es tudios úni

camente en función de su potencial de nivelación.

Este es e l lema del Estado de bienestar . Pero la

redis t r ibución ha s ido mucho más ut i l i zada , de he

cho,

  como mecanismo para polar izar la d i s t r ibu

c ión que como mecanismo para hacer que conver

jan los ingresos reales . Son t res los mecanismos

pr inc ipa les que han incrementado la polar izac ión

de las recompensas  por encima  de la polarización

ya resul tante de l funcionamiento normal de l mer

cado capi ta l is ta .

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Immanuel Wallerstein

En pr imer lugar , los gobiernos han podido ama

sar , a t ravés del proceso imposi t ivo, grandes su

mas de capi ta l que han redis t r ibuido ent re perso

nas o grupos que eran ya grandes propie tar ios de

capital , a t ravés de las subvenciones oficiales. Es

tas subvenciones han tomado la forma de donat i

vos abier tos , por lo general con la poco convincen

te excusa del pago de un servicio público ( lo que

impl ica esencialmente el sobrepago de este servi

cio).

  Pero t am bién han to m ado l a fo rma m enos

directa de la asunción por par te del Estado de los

cos tes de desar rol lo de l producto , que probable

mente podr í an haber s ido amor t i zados por una

lucra t iva venta pos ter ior , para t raspasar luego la

ac t iv idad económica a empresar ios no es ta ta les a

un cos te nomina l p rec i samente en e l pun to de

conclusión de la fase de desarrol lo costoso.

En segundo lugar , los gobiernos han podido

amasar grandes sumas de capi ta l a t ravés de unos

canales formalmente legales y a menudo legal iza

dos de imposición que se han conver t ido luego en

te r reno abonado para una malver s ión a g ran es

cala, i legal , pero de hecho i l imitada, de fondos pú

bl icos . Este robo de rentas públ icas , as í como los

cor respondien tes p roced imien tos impos i t ivos co

r rup tos a n ive l p r ivado han s ido una impor tan te

fuente de acumulación pr ivada de capi ta l a lo lar

go del capi ta l ismo his tór ico.

F inalmente , los gobiernos han redis t r ibuido las

rentas entre los r icos ut i l izando el pr incipio de la

individualización de la ganancia para la social iza

ción del r iesgo. A lo largo de toda la historia del

s is tema capi ta l is ta , cuanto mayor ha s ido el r ies

go —y las pérdidas— más probable ha s ido que

e l Gobie rno in t e rv in ie ra pa ra im ped i r ba nc ar ro tas

e inc luso para res t i tu i r pérdidas , aunque sólo fue

ra por e l t ras torno f inanciero que deseaba evi tar .

Aunque es tas prác t icas de redis t r ibución ant i

igua l i tar ias han s ido el lado vergon zoso del p od er

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La lucha por los beneficios

45

del Estado (vergonzoso en el sent ido de que los

gobie rnos se sen t í an un t an to embarazados por

es tas ac t iv idades y t ra taban de mantener las ocul

t a s ) ,

  la provis ión de capi ta l social general por par

te de los gobiernos ha s ido abier tamente esgr imi

da e incluso defendida como un papel esencial del

Es tado en e l mantenimiento de l capi ta l i smo his tó

r ico.

Desembolsos esenciales para la reducción de los

cos tes de múl t ip les grupos de propie tar ios-produc

tores —por e jemplo, l a energía bás ica , e l t rans

por te y la inf raes t ruc tura informat iva de la econo

mía-mundo— han s ido en buena medida rea l izados

y cos teados con fondos públ icos . Aunque s in duda

es cier to que la mayoría de las personas han

sacado

  algún

  beneficio de este capital social gene

ra l ,  no es cierto que todas el las hayan sacado el

mismo benef ic io . La venta ja ha cor respondido, de

modo desproporc ionado , a aqué l los que ya e ran

grandes propie tar ios de capi ta l a l t i empo que eran

pagados con un s i s tema imposi t ivo mucho más

igual i tar io. De aquí que la construcción de un ca

pi ta l social general haya servido para fomentar la

acumulación de capi ta l y su concent rac ión.

F inalmente , los Es tados han monopol izado, o

t ra tado de monopol izar , l as fuerzas armadas . Mien

t ras que las fuerzas pol ic iales eran or ientadas en

buena medida hac ia e l manten imien to de l o rden

inter ior (es decir , la aceptación por par te de los

t rabajadores de los papeles y las recompensas que

les habían s ido asignados) , los e jérci tos han s ido

mecani smos median te los cua les los p roduc tores

de un Es tado han podido inf lu i r d i rec tamente en

la pos ibi l idad de que sus compet idores en ot ros

Estados tuvieran que sol ic i ta r l a cober tura protec

tora de sus propios apara tos de Es tado. Es to nos

l leva al úl t imo rasgo del poder es tatal , que ha s ido

crucial . Aunque los t ipos de poder que ha ejercido

cada Estado han s ido s imilares , e l grado de poder

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46

lmmanuel Wallerstein

de cada apara to de Es tado ha var i ado enormemen

te .  Los Es ta do s ha n es tado s i tua do s en un a je rar

quía de poder efect ivo que no puede ser medida

ni por e l tamaño y la coherencia de sus burocra

cias y ejérci tos ni por sus formulaciones ideoló

gicas acerca de s í mismos, s ino por su capacidad

efect iva de fomentar con el t iempo la concentra

c ión de capi ta l acumulado dent ro de sus f ronte

ras en comparación con los Es tados r iva les . Es ta

capacidad efect iva ha l levado consigo la capacidad

de refrenar a las fuerzas mil i tares host i les, la ca

pacidad de apl icar regulaciones ventajosas en el

propio Es tado e impedi r a o t ros Es tados hacer lo

m ism o, y la cap acida d de ref ren ar a sus pro pio s

t rabajadores y reducir la capacidad de los r ivales

de hacer o t ro tanto . E l verdadero cr i te r io para

medir su fuerza es su resul tado económico a me

dio plazo. El uso abier to de la fuerza por par te

del apara to de Es tado para cont rolar a sus propios

t rabajadores , t écnica cos tosa y deses tabi l izadora ,

es con más f recuencia un s igno de debi l idad que

de fuerza . Los apara tos de Es tado verdaderamente

fuer tes han podido, de una u o t ra forma, cont rolar

a sus t r aba jadores por medio de mecani smos más

sut i les .

Hay, pues, muchos aspectos di ferentes en los

que e l Es tado ha s ido un mecanismo crucia l para

la acumulación máxima de capi ta l . De acuerdo con

su ideología , se suponía que el capi ta l ismo impl i

caba la ac t iv idad de un os em pre sar io s pr ivad os

l iberados de la interferencia de los aparatos de

Estado. En la prác t ica , s in embargo, es to no ha

s ido nunca rea lmente c ier to en ninguna par te . Es

inút i l especular con que el capi ta l ismo podría ha

ber f lorecido sin el papel act ivo del Estado mo

derno. En el capi ta l ismo his tór ico, los capi ta l is tas

han contado con su capacidad de ut i l izar los apa

ratos de Estado en benef icio propio en las diver

sas formas que hemos esbozado.

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La lucha por los beneficios

47

Un segundo mito ideológico ha sido el de la so

beran ía de l Es tado . E l Es tado moderno no fue

nunca una en t idad po l í t i ca comple tamente au tó

noma. Los Es tados se desar rol la ron y fueron con

f igurados como par tes in tegrantes de un s i s tema

interes ta ta l , que era un conjunto de reglas dent ro

de las cuales los Es tados tenían que ac tuar y un

conjunto de legi t imaciones s in las cuales los Esta

dos no podían sobrevivir . Desde el punto de vis ta

de l apara to de Es tado de un de te rminado Es tado ,

e l s i s tema in teres ta ta l representaba res t r icc iones

a su voluntad. Es tas res t r icc iones habían de ser

buscadas en las práct icas de la diplomacia, en las

reglas formales que regían las jur isdicciones y los

cont ra tos (Derecho in ternacional ) y en los l ími tes

al modo y las c i rcunstancias en que se podía l ibrar

una guer ra . Todas es tas res t r icc iones iban en con

tra de la ideología oficial de la soberanía. Sin em

bargo, l a soberanía no fue nunca entendida como

una to ta l autonomía . E l concepto fue más bien

entendido como la existencia de l ímites a la legit i

m id ad de la in ter ferencia de u n ap ar a to de E s ta do

en el funcionamiento de ot ro.

Las reglas del s is tema interestatal no eran apl i

c a da s ,  por supues to , por consent imiento o consen

so,  s ino por la voluntad y la capacidad de los Es

tados más fuer tes de imponer es tas res t r icc iones ,

en pr imer lugar a los Estados más débi les , y en

segundo lugar a cualquier o t ro . Recordemos que

los Es tados es taban s i tuados en una je rarquía de

poder . La misma exis tencia de es ta je rarquía pro

porc ionaba la pr inc ipa l l imi tac ión a la autonomía

de los Estados. Sin duda, la s i tuación global po

día incl inarse hacia la desapar ición del poder de

los Estados en la medida en que la jerarquía se

cons t ru ía con una cúspide p i ramidal y no con una

meseta en lo a l to . Es ta pos ibi l idad no era h ipoté

t ica , ya que la dinámica de la concentración del

poder mi l i ta r l l evaba a in tentos re i te rados de

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48

Immanuel Wallerstein

t r ans formar e l s i s t ema in te res t a t a l en un imper io-

m u n d o .

Si ta les intentos no tuvieron nunca éxi to en el

capi ta l i smo his tór ico fue porque la base es t ruc tu

ral del s is tema económico y los intereses claramen

te perc ib idos de los pr inc ipa les acumuladores de

cap i t a l e ran fundamenta lmente con t ra r ios a una

t ransformación de la economía-mundo en un im

per io -mundo.

Ante todo , la acu m ula ción de capi ta l era un jue

go en el que había constantes incent ivos para en

t r a r en competenc ia y por t an to s i empre hab ía

una c ier ta d i spers ión de las ac t iv idades product i

vas más rentables . De aquí que, en todas las épo

cas ,  numerosos Es tados t end ie ran a t ener una base

económica que los hac ía re la t ivamente fuer tes . En

segundo lugar , los acumuladores de capi ta l , en

cualquier Es tado, u t i l i zaban sus propias es t ruc

tu ras es t a t a l es pa ra que los ayudaran a acumula r

capi ta l , pero también neces i taban a lgún s i s tema

de cont ro l  contra  sus p rop ias es t ruc turas es t a t a l es .

Pues s i su apara to de Es tado se hacía demasiado

fuer te podía , por razones de equi l ibr io pol í t ico in

t e r no ,  sent i rse l ibre de responder a presiones igua

l i t a r ias in ternas . Frente a es ta amenaza , los acu

muladores de capi ta l neces i taban la amenaza de

bur lar a su propio apara to de Es tado es tablec ien

do a l ianzas con ot ros apara tos de Es tado. Es ta

amenaza sólo era pos ible cuando no había un úni

co Es tado que dominara e l con jun to .

Es tas cons iderac iones formaban la base obje t i

va del l lamado equi l ibr io de poder , por e l cual en

t endemos que los numerosos Es tados fue r t es y

semifuer tes en el s is tema interestatal en todo mo

mento han tendido a es tablecer a l ianzas (o, en ca

so de necesidad, a var iar las) de forma que ningún

Estado por s í so lo pudiera dominar a todos los

demás .

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La lucha por los beneficios

49

Que el equi l ibr io de poder se mantenía gracias a

algo más que a una mera ideología pol í t ica es a lgo

que podemos ver s i observamos los t res casos en

que uno de los Es tados fuer tes cons iguió tempo

ra lmente un re la t ivo dominio sobre los demás ,

re la t ivo dominio que podemos l lamar hegemonía .

Los t res casos son la hegemonía de las Provincias

Unidas (Países Bajos) a mediados del s iglo xvi l ,

la de Gran Bretaña a mediados del s iglo xix y la

de los Estados Unidos a mediados del s iglo xx.

En cada uno de los casos, la hegemonía l legó

t ras la der rota de un pre tendiente mi l i ta r a la

conquis ta ( los Habsburgo, Francia , Alemania) . Ca

da una de las hegemonías fue sel lada por una «gue

r ra mundia l» , una lucha masiva , en t ie r ra , suma

mente des t ruc t iva , i n t e rmi ten te , de t r e in ta años

de duración, en la que intervinieron todas las po

tencias mi l i ta res impor tantes de la época . Es tas

luchas fueron, respect ivamente, la guerra de los

T re in ta Años de 1618-48, las gu er ra s na po leó nic as

(1792-1815) y los conflictos del siglo xx entre 1914

y 1945, que deber ían ser concebidos como una úni

ca y larga «guerra mundial». Hay que señalar que,

en cada uno de los casos, e l vencedor había s ido

una po t enc i a p r i mor d i a l men t e mar í t i ma an t e s de

la «gu er ra m und ia l» , pe ro se hab ía t ran sfo rm ad o

en una potencia terrest re a f in de ganar es ta gue

r ra con t ra una po tenc ia t e r res t r e h i s tó r i camente

fuer t e que parec ía es t a r t r a t ando de t r ans formar

la economía-mundo en un imper io-mundo.

Sin embargo, la base de la victoria no fue mil i

tar . La real idad p r im o rd ial fue de ca rá cte r econó

m i c o :  la capacidad de los acumuladores de capi ta l

s i tuados en un Es tado concre to de compet i r con

ventaja con todos los demás en las t res pr incipa

les es feras económicas : l a producción agroindus-

t r ia l , e l comercio y las f inanzas. Específ icamente,

durante breves per íodos los acumuladores de ca

pi ta l en el Estado hegemónico fueron más ef i -

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50

Immanuel Wallerstein

cientes que sus compet idores s i tuados en ot ros

Estados fuer tes , y de este modo se hicieron con

los mercados inc luso dent ro de las á reas «domés

t icas» de estos úl t imos. Cada una de estas hege

monías fue breve. Cada una de el la l legó a su f in

en buena medida por razones económicas , más

que por razones pol í t ico-mil i tares . En cada uno de

los casos , la t r ip le venta ja econ óm ica tem po ra l

chocó contra dos escol los de la real idad capi ta l is

ta . En pr imer lugar , los factores que habían con

t r ibuido a la mayor ef ic iencia económica podían

ser s iempre copiados por ot ros —no por los ver

daderamente débi les , pero s í por aquel los que te

nían una fuerza media— y los úl t imos en l legar

a cualquier proceso económico t ienden a tener la

ventaja de no tener que amort izar las exis tencias

más ant iguas . En segundo lugar , l a potencia hege-

mónica t en ía mucho in te rés en mantener in in te

r rumpida la ac t iv idad económica y por cons iguien

t e t end ía a comprar l a paz l abora l median te una

redis t r ibución interna. Con el t iempo, es to l levó

a una reducción de la compet i t ividad que puso f in

a la hegemonía. Además, la conversión de la poten

c ia hegemónica en una potencia con «responsabi

l idades» mi l i t a res mar í t imas y t e r res t r es muy am

pl ias impl icaba una crec iente carga económica

para e l Es tado económico , con t ra r res t ando de es

te modo su bajo nivel de gastos mil i tares de la

«preguer ra mundia l» .

De aquí que e l equi l ibr io de poder —const ruc

t ivo tanto para los Es tados débi les como para los

fuer tes— no fuera un epifenómeno pol í t ico que

pudie ra se r f ác i lmente con t ra r res t ado . Es taba

ar ra igado en las formas mismas de acumulación

del capi ta l en el capi ta l ismo his tór ico. Tampoco

era e l equi l ibr io de poder s implemente una re la

c ión ent re apara tos de Es tado, porque los ac tores

de n t ro de cua lqu ie r Es tad o dad o ac tua ban nor

malmente más a l lá de sus propias f ronteras , b ien

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La lucha por los beneficios

51

directamente, bien a t ravés de al ianzas con ac

tores de ot ras par tes . Por consiguiente , a l valo

rar la pol í t ica de un Estado dado, la dis t inción en

t re lo in terno y lo externo resul ta exces ivamente

formal y no es demasiado út i l para que entenda

mos cómo ocurr ieron rea lmente las luchas pol í

t icas.

Pe ro ,  de hecho, ¿quién luchaba con quién? Es ta

no es una pregunta tan obvia como se podr ía pen

sar , a causa de las pres iones cont radic tor ias den

t ro del capi ta l ismo his tór ico. La lucha más ele

mental , y en cier tos aspectos la más obvia , fue la

que se l ibró entre e l pequeño grupo de los gran

des benef iciar ios del s is tema y el amplio grupo de

sus v íc t imas . Es ta lucha se desar rol la ba jo muchos

nombres y disfraces. All í donde la l ínea divisoria

ent re los acumuladores de capi ta l y sus t rabajado

res den t ro de un Es tado de te rminado es t á t r aza

da con bas tante c lar idad, hemos tendido a l l amar

a esto una lucha de clases entre capi ta l y t rabajo.

Esta lucha de clases tuvo lugar en dos escenar ios:

la arena económica ( tanto en el lugar de t rabajo

rea l como en e l «mercado» amorfo más ampl io) y

la arena polí t ica. Está claro que en la arena eco

nómica ha habido un confl ic to de intereses di rec

to ,  lógico e inm ed ia to . Cuan to m ayo r era la rem u

nerac ión de los t rabajadores , menos excedente que

daba como «ganancia». Sin duda, es te conf l ic to

ha s ido amor t iguado a menudo por cons iderac io

nes a m ás largo plazo y a m ás a m plia escala .

El acumulador de capi ta l t enía in tereses comunes

con sus t rabajadores f rente a o t ros pares de o t ras

par t es de l s i s t ema . Y una mayor r emunerac ión a

los t rabajadores podía en c ier tas c i rcuns tancias

re tornar a los acumuladores de capi ta l como ga

nancia di fer ida, a t ravés del mayor poder adqui

s i t ivo global en la economía-mundo. Sin embargo,

ninguna de es tas o t ras cons iderac iones ha podido

el iminar jamás el hecho de que la divis ión de un

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52

Immanueí Wallerstein

excedente dado fuera de suma nula , y por consi

guiente la tensión ha s ido forzosamente cont inua.

Así pues , ha encont rado una expres ión cont inua

en la competencia por e l poder pol í t ico dentro de

los diversos Estados.

S in embargo, dado que , como sabemos, e l pro

ceso de la acumulación de capi ta l ha l levado a su

concentración en algunas zonas geográf icas , dado

que el intercambio desigual que expl ica es to ha s i

do posible gracias a la exis tencia de un s is tema

interes ta ta l que cont iene una je rarquía de Es ta

dos ,  y dado que los apara tos de Es tado t ienen un

poder l imi tado para a l te rar e l funcionamiento de l

s i s tema, la lucha ent re los acumuladores de capi

ta l a nivel mundial y los t rabajadores a nivel mun

dia l ha encont rado también una c lara expres ión en

los esfuerzos de diversos grupos por l legar al po

der den t ro de de te rm inad os Es tad os (más déb i les )

a f in de ut i l izar el poder del Estado contra los

acumuladores de capi ta l s i tuados en los Es tados

más fuer tes . S iempre que es to ha ocurr ido, hemos

tendido a hablar de luchas ant i imper ia l i s tas . S in

duda, aquí también la cues t ión ha s ido a menudo

oscurecida por e l hecho de que las l íneas internas

de cada uno de los dos Estados impl icados no

s iempre han coincidido exactamente con e l impul

so que se encuentra tras la lucha de clases en la

economía-mundo en su conjunto . Algunos acumu

ladores de capi ta l del Estado más débi l y a lgunos

elementos de los t rabajadores en e l más fuer te

descubrieron ventajas a cor to plazo en def ini r las

cues t iones po l í t i cas en t é rminos puramente nac io

nales en lugar de def ini r las en términos clase-

nacionales . Pero los grandes impulsos movi l izado-

res de los movimientos «ant i imperial is tas» no fue

ron nunca posibles , y por consiguiente rara vez se

alcanzaron ni s iquiera objet ivos l imi tados, salvo

que el contenido de clase de la lucha estuviera pre-

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La lucha por los beneficios

53

senté y fuera usado, a l menos impl íc i tamente , co

mo tema ideológico.Hemos observado también que e l proceso de

formación de grupos é tn icos es tuvo es t rechamen

te unido al de formación de la fuerza de t rabajo

en determinados Es tados , s i rv iendo como código

aproximado de pos ic ión en las es t ruc turas econó

micas .  Por consiguiente , s iempre que esto se ha

produc ido de fo rma más agudizada o cuando l asc i rcuns tancias han e jerc ido una pres ión más fuer

te a corto plazo sobre la supervivencia, los con

f l ic tos entre los acumuladores de capi ta l y los sec

tor es má s opr im idos de la fuerza de t rab ajo ha n

tendido a tomar la forma de luchas l ingüís t ico ra-

cial -cul turales , dado que estos elementos de des

cr ipción están en est recha correlación con la per

tenencia a una clase. Al l í donde esto ha ocurr ido

y s i empre que es to ha ocur r ido , hemos t end ido a

hablar de luchas é tn icas o nacional i s tas . S in em

bargo, exactamente igual que en el caso de las lu

chas ant i imper ia l i s tas , es tas luchas rara vez han

tenid o éxi to , a m en os q ue pu die ran m ovi l izar los

sent imientos que surgían de la lucha de clases

subyacente por la apropiac ión de l excedente pro

ducido dent ro de l s i s tema capi ta l i s ta .

Sin embargo, s i sólo prestamos atención a la

lucha de clases, porque es a la vez obvia y funda

menta l , perderemos de v is ta o t ra lucha pol í t i ca

que ha absorbido a l menos tanto t iempo y energía

como aquél la en e l capi ta l i smo his tór ico . Porque

el s is tema capi ta l is ta es un s is tema que ha enfren

tado a unos con ot ros a todos los acumuladores

de capital . Dado que el modo por el cual se l leva

a cabo la acumulación incesante de capi ta l es e l

de real izar ganancias a par t i r de una act ividad

económica, f rente a los esfuerzos de ot ros compe

t idores , n ingún empresar io individual ha podido

jamás ser ot ra cosa que el voluble al iado de ot ros

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54

Immanuel Wallerstein

empresar ios , so pena de ser e l iminado de la escena

compet i t iva por comple to .

Empresa r io con t ra empresa r io , sec tor económi

co co nt r a sec tor económ ico, em pre sar io s de un

Es tado o grupo é tn ico con t ra empresa r ios de o t ro :

la lucha ha s ido incesante por def inición. Y esta

lucha incesan te ha asumido cons tan temente una

forma pol í t i ca , prec isamente por e l papel cent ra l

de los Estados en la acumulación de capi ta l . Al

gunas veces , es tas luchas dent ro de los Es tados

han s ido s implemente luchas ent re e l personal de

los apara tos de Es tado y en torno a una pol í t i ca

de Es tado a cor to p lazo. Ot ras veces , s in embargo,

han s ido luchas en torno a cuest iones «const i tucio

nales» más ampl ias que de terminan las reglas que

r igen la di rección de las luchas a más cor to plazo

y, por tanto , l a probabi l idad de que prevalezca

una u o t ra facc ión. S iempre que es tas luchas han

s ido «cons t i tuc ionales» por na tura leza , han reque

r ido una mayor movi l ización ideológica. En estos

casos ,

  se oye hablar de «revoluciones» y «grandes

reformas» y al bando perdedor se le cuelgan a me

nudo e t ique tas ignominiosas (pe ro ana l í t i camente

inadecuadas) . En la medida en que las luchas po

l í t icas , pongamos por caso por la «democracia» o

la «l ibertad» co n tra el «feudalismo » o la «trad i

ción», no han s ido luchas de la c lase obrera contra

el capi ta l ismo, han s ido esencialmente luchas en

t re los acumuladores de capi ta l por la acumula

ción de capital . Tales luchas no han sido el t r iun

fo de una burgues ía «progres i s ta» cont ra unos es

t ra tos reaccionar ios , s ino luchas xní raburguesas .

Por supuesto, e l uso de consignas ideológicas

«universal izadoras» acerca del progreso ha s ido

út i l desde el punto de vis ta pol í t ico. Ha s ido una

forma de asociar la movil ización de la lucha de

clases a uno de los bandos en las luchas entre

acumuladores . Pero esta ventaja ideológica ha re

sul tado a menudo un arma de dos f i los que ha

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La lucha por los beneficios

55

desencadenado pas iones y ha debi l i t ado las res t r ic

ciones represivas de la lucha de clases . Este has ido,  por supues to , uno de los d i lemas cons tantes

de los acumuladores de capi ta l en el capi ta l ismo

histór ico. Se han vis to obl igados por e l funciona

miento de l s i s tema a ac tuar con sol idar idad de

clase en tre sí fren te a los esfuerzos de los trab a

j adores por imponer unos in t e reses con t ra r ios , y

s imul táneamente a luchar s in cesar ent re s í t anto

en el terreno económico como en el pol í t ico. Esto

es exac tamente lo que en tendemos por con t rad ic

c ión dent ro de l s i s tema.

Muchos anal is tas , a l adver t i r que hay luchas dis

t intas de las luchas de clases que absorben buena

par te de las energías pol í t icas gastadas en total ,

han l legado a la conclusión de que el análisis de

c lase es de dudosa u t i l idad para comprender la lu

cha pol í t ica . Esta es una cur iosa inferencia . Pare

cer ía más sensato l legar a la conclusión de que

estas luchas pol í t icas que no t ienen una base de

clase , es dec i r , l as luchas ent re acumuladores por

consegui r una venta ja pol í t i ca , son prueba de una

grave debi l idad pol í t i ca es t ruc tura l dent ro de la

clase de los acumuladores en su actual lucha de

clases a nivel mundial .

Es tas luchas pol í t i cas pueden ser redef in idas

como luchas por conf igurar las es t ruc turas ins t i

tucionales de la economía-mundo capi ta l is ta a f in

de cons t ru i r e l t ipo de mercado mundia l cuyo fun

c ionamien to benef i c i e au tomát i camente a de te rmi

na do s ac to res econó m icos . E l «mercado» capi ta

l i s ta no ha s ido nunca a lgo dado y menos aún una

cons tan te . Ha s ido una c reac ión regu la rmente

ree laborada y a jus t ada .

En cua lqu ie r momento dado , e l «mercado» ha

representado un conjunto de reglas o res t r icc io

nes resul tantes de la comple ja in teracc ión de cua

t ro impor tantes conjuntos de ins t i tuc iones : los

múl t ip les Es tados v inculados en un s i s tema in terés-

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56

Immanuel Waüersíein

ta ta í ; las múl t iples «naciones», ya sean plenamen

te reconocidas o luchen por es ta def inición públ i

ca ( inc luyendo como subnaciones a los «grupos

étnicos»), en dif íci l e incierta relación con los Es

t a dos ;  las c lases , con un perf i l ocupacional en

evolución y grados osci lantes de conciencia; y las

unidades con unos ingresos comunes que par t ic i

pan en una un idad domés t i ca común y combinan

a múl t ip les personas que par t ic ipan en múl t ip les

formas de t rabajo y obt ienen ingresos de múl t i

ples fuentes, en difícil relación con las clases.

En esta constelación de fuerzas inst i tucionales

no había es t re l las polares . No había ent idades «pr i

mordia les» que tendieran a prevalecer sobre las

formas ins t i tuc ionales por las que pres ionaban los

acumuladores de capi ta l en tándem con, y en opo

sición a , la lucha de los t rabajadores para res is

t i r se a la apropiac ión de su producto económico.

Los l ímites de cada una de las var iantes de una

forma inst i tucional , los «derechos» que legalmen-

te y

  de jacto

  podía re invidicar , var iaban sus tan-

cialmente de una zona a ot ra de la economía-mun

do tanto a lo largo del t iempo cícl ico como del

secular . Si la cabeza del anal is ta cuidadoso da

vuel tas a l contemplar es ta vorágine ins t i tuc ional ,

puede mantener e l rumbo recordando que en e l

capi ta l i smo his tór ico los acumuladores no han te

nido obje to más e levado que fomentar la acumu

lac ión y que los t rabajadores no han podido tener

por tanto objeto más elevado que sobrevivir y re

ducir su carga. Una vez recordado esto, se puede

entender muy bien la h i s tor ia pol í t i ca de l mundo

m o d e r n o .

En par t icular , se puede comenzar a aprec iar en

su complej idad las posiciones per i f rás t icas y a

m en ud o p aradój i cas o con t rad ic tor i as de los mo

vim iento s ant is is tém ico s que h an s urg ido eri e l

capi ta l i smo his tór ico . Comencemos con e l d i lema

más e lementa l de todos . E l capi ta l i smo his tór ico

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La lucha por los beneficios

57

ha operado den t ro de una economía-mundo, pe ro

no dent ro de un Es tado-mundo. Muy a l cont rar io .

Como hemos vis to , l as pres iones es t ruc tura les han

actuado en cont ra de la cons t rucción de un Es tado-

mundo. Muy a l cont rar io , l as pres iones es t ruc

turales se han opuesto, como hemos vis to, a la

co ns t ru cció n de un E s tado -m un do . D ent ro de es te

s is tema, hemos subrayado el papel crucial de los

múl t ip les Es tados , a la vez las es t ruc turas pol í t i

cas más poderosas y s in embargo de l imi tado

poder . De aquí que la rees t ruc turac ión de unos

Es tados dados r epresen ta ra pa ra los t r aba jadores

la v ía más prometedora para mejorar su pos ic ión

y al mismo t iempo una vía de valor l imi tado.

Debemos comenzar examinando lo que podr ía

mos en tender por un movimien to an t i s i s t émico .

La palabra movimiento impl ica a lgún impulso

colec t ivo de na tura leza a lgo más que momentá

nea . De hec ho , en tod os los s is tem as his tó r ico s

conocidos se han pro du cid o, p or sup ue s to , pro

tes tas o levantamientos de a lgún modo espontá

neos de los t rabajadores . Han servido como vál

vulas de seguridad para la i ra contenida; o en oca

s iones, de un modo algo más ef icaz, como meca

nismos que han pues to l ími tes secundar ios a pro

cesos de explotación. Pero en términos generales ,

la rebel ión como técnica sólo ha funcionado en

los márgenes de la autor idad central , en especial

cuando las burocrac ias cent ra les es taban en fase

de desintegración.

La es t ruc tura de l capi ta l i smo his tór ico cambió

algunos de estos datos . El hecho de que los Esta

dos es tuvieran s i tuados en un s i s tema in teres ta ta l

hacía que las repercusiones de las rebel iones o

levantamientos se de jaran sent i r , a menudo muy

rápidamente, más al lá de los conf ines de la jur is

dicción pol í t ica inmediata dentro de la cual ocu

rr ían. Las l lamadas fuerzas «exter iores» tenían

pues poderosos mot ivos para acudi r en ayuda de

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58

lmmani>.el W allerstein

los apara tos de Es tado a tacados . Es to hacía más

difíci les las rebeliones. Por otra parte, la intromi

s ión de los ac um ula do res de cap i ta l , y po r consi

guiente de los aparatos de Estado, en la vida dia

r ia de los t rabajadores era mucho más in tensa en

general bajo el capi ta l ismo his tór ico que bajo los

s i s temas his tór icos anter iores . La incesante acu

mulac ión de capi ta l l l evaba a repet idas pres iones

para rees t ruc turar la organizac ión (y la ubicac ión)

del t rabajo , para incrementar la cant idad de t ra

bajo absoluto y para l levar a cabo la reconstruc

ción psico-social de la fuerza de trabajo. En este

sent ido, para la mayor par te de los t rabajadores

del mundo, la dis locación, la desar t iculación y la

explotac ión eran aún mayores . Al mismo t iempo,

la dislocación social socavaba los modos concil ia

dores de social ización. En conjunto, pues, los mo

t ivos para rebelarse eran reforzados, a pesar de

que las posibi l idades de éxito se veían quizá ob

j e t i vamen t e r educ i das .

Fue esta tensión suplementar ia la que l levó a la

gran innovación en la tecnología de la rebelión que

se desarrol ló en el capi ta l ismo his tór ico. Esta in

novación fue el concepto de organización perma

nente. No es sino en el siglo xix cuando comenza

mos a ver cómo se crean unas es t ruc turas h i s tó

r icas con t inuas y bu roc ra t iz ad as en sus dos gran

des var ian tes h i s tó r icas : los m ovim ientos ob reros

socia l i s tas y los movimientos nacional i s tas . Ambos

t ipos de movimiento hablaban un lenguaje univer

sal,  esencialmente el de la Revolución Francesa:

l ibe r tad , igualdad y f rate rn ida d. Am bos t ipos de

movimiento se arropaban con la ideología de la

I lust ración: la inevi tabi l idad del progreso, es de

c i r , l a emancipación humana jus t i f icada por unos

derechos humanos inheren tes . Ambos t ipos de mo

vimiento apelaban al futuro f rente al pasado, a lo

nuevo frente a lo viejo. Incluso cuando era evo-

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La lucha por los beneficios

59

cada la t radición, lo era como la base de un rena

c imiento .

Cada uno de los dos t ipos de movimiento tenía ,

bien es c ier to, un interés di ferente y, por tanto,

en pr incipio, un escenar io di ferente . Los movimien

tos obreros social is tas se interesaban por los con

f l ic tos ent re los t rabajadores asa lar iados , urbanos ,

s in t i e r r as (el pro le tar iad o) y los pro pie tar io s de

las es t ruc turas económicas en las que t rabajaban

( la burgues ía) . Es tos movimientos ins i s t ían en que

el repar to de recompensas por e l t rabajo era fun

damenta lmente des igual , opres ivo e in jus to . Era

na tura l que t a l es movimien tos surg ie ran pr imero

en aquel las par tes de la economía-mundo que te

nían una fuerza de t rabajo industr ia l s ignif icat iva,

y en par t icular en Europa occidenta l .

Los movimientos nacional i s tas se in teresaban

por los conf l ic tos entre los numerosos «pueblos

oprimidos» (def inidos en función de unas carac

teríst icas l ingüíst icas y/o rel igiosas) y los «pue

blos» dominantes de una jur i sdicc ión pol í t i ca da

da , a l t ener los pr imeros muchos menos derechos

pol í t i cos , opor tunidades económicas y formas le

gí t imas de expresión cul tural que los segundos.

Es tos movimientos ins i s t ían en que e l repar to de

«derechos» era fundamenta lmente des igual , opre

s ivo e in jus to . Era na tura l que ta les movimientos

surgieran pr imero en aquel las regiones semiper i -

fér icas de la economía-mundo, ta les como el Im

per io aus t ro-húngaro , donde la d i s t r ibución des i

gual de los grupos étnicos nacionales en la jerar

quía del repar to del t rabajo era más obvia .

En general , hasta hace muy poco, es tos dos t i

pos de movimiento se han cons iderado a s í mis

mos muy diferentes entre s í e incluso antagónicos.

Las al ianzas entre e l los eran juzgadas táct icas y

tempora les . S in embargo, desde un pr inc ipio re

su l t a sorprendente has t a qué punto ambos t ipos

de movimiento compar t ían c ier tas semejanzas es-

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60 Immanuel Wallerstein

t ruc tura les . En pr imer lugar , t r a s l a rgos deba tes ,

tanto e l movimiento obrero socia l i s ta como e l na

cional is ta adoptaron la decis ión básica de conver

t i rse en organizaciones y la decis ión concurrente

de que su obje t ivo pol í t i co más impor tante era la

toma del poder es tatal (aun cuando, en el caso de

algunos movimientos nacional i s tas , es to impl icara

la crea ción de nu ev as f ro nte ras es ta tales ) . En se

gundo lugar, la decisión sobre la estrategia a se

guir —la toma del poder— exigía que estos mo

vimientos movi l izaran a las fuerzas populares so

bre la base de una ideología contrar ia a l s is tema,

esto es , revolucionar ia . Estaban en contra del s is

tema exis tente —el capi ta l i smo his tór ico—, cons

t ru ido sobre unas des igua ldades es t ruc turadas y

básicas entre capi ta l y t rabajo, centro y per i fer ia ,

que los movimien tos t r a t aban de supera r .

Por supuesto, en un s is tema desigual hay s iem

pre dos formas en que un grupo de ba jo rango

puede t ra tar de sa l i r de su ba jo rango. Puede t ra

ta r de rees t ruc turar e l s i s tema de modo que todos

tengan igua l r ango . O pued e t r a t a r s im plem ente

de desplazarse hacia un rango super ior en la dis

t r ibución des igual . Como sabemos, los movimien

tos an t i s i s t émicos , por mucho que se in t e resa ran

por obje t ivos igual i ta r ios , s iempre inc luyeron

elementos cuyo objet ivo, inicial o f inalmente,

eran tan sólo tener una «movi l idad ascendente»

dent ro de la je rarquía exis tente . Los propios mo

vimientos s iempre han s ido conscientes de esto. Sin

embargo, han tendido a anal izar es te problema en

términos de mot ivaciones personales : los puros

de corazón contra los t ra idores a la causa. Pero

cu an do en el aná l is is los «t raid ore s a la causa»

parecen omnipresentes en todos los e jemplos de

movimientos ta l como se han desar rol lado his tó

r icamente , uno se s iente inc l inado a buscar expl i

cac iones es t ruc tura les y no mot ivacionales .

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62

Immanuel Wallerstein

t ica del capi ta l ismo his tór ico ha s ido algo más

que la pol í t ica de los diversos Estados. Ha s ido

también la pol í t ica del s is tema interestatal . Los

movimientos ant i s i s témicos han exis t ido desde un

principio no sólo a nivel individual , s ino también

com o un todo colec t ivo, au nq ue nu nca organiza

dos burocrá t i camente . (Las múl t ip l es in t e rnac io

nales no han incluido nunca a la total idad de

estos movimientos.) Un factor clave en la fuer

za de cualquier movimiento ha s ido s iempre la

exis tencia de o t ro s m ov im ientos .

La exis tencia de o t ro s mo vim ientos ha prop or

c ionado a cualquier movimiento dado t res t ipos de

apoyo. El más obvio es e l mater ial : út i l , pero ta l

vez de mínima impor tancia . Un segundo apoyo es

el de la diversión. La capacidad de un Estado fuer

te de intervenir f rente a un movimiento ant is is-

témico s i tuado en un Es tado débi l , por e jemplo,

ha es tado s iempre en función de cuántas o t ras

cosas f iguraran en su agenda pol í t i ca inmedia ta .

Cuanto más ocupado es t aba un Es tado con un mo

vimiento local , menos capaz era de ocuparse de

un movimiento d is tante ant i s i s témico. El te rcero

y más fundamental de los apoyos es e l que se da

al nivel de las mental idades colect ivas . Los movi

mientos aprendían de los er rores de los o t ros y

eran est imulados por los éxi tos táct icos de los

o t r o s .  Y los esfuerzos de los movimientos a nivel

mundial afectaban al c l ima pol í t ico básico a nivel

mundial : las expectat ivas , e l anál is is de las posi

b i l idades .

Cuan do es tos m ovim ien tos c rec ie ron en núm e

ro ,  en his tor ia y en éxi tos táct icos , parecieron más

fuer tes como fenómeno colec t ivo, y porque pare

cían más fuertes lo fueron. La mayor fuerza colec

t iva a nivel mundial sirvió de freno a las tenden

cias «revis ionis tas» de los movimientos que tenían

el po de r es ta ta l — nada m ás , pe ro na da m eno s ,

que eso— y esto tuvo un efecto mayor de debi l i -

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La lucha por los beneficios

63

tamiento de la es tabi l idad pol í t ica del capi ta l ismo

histórico que la suma de los efectos de reforza

miento del s is tema de la toma del poder es tatal

por los sucesivos movimientos individuales .

F in alm ente en t ró en acc ión ot ro fac tor. A me-

didad que las dos var iedades de movimientos an-

t i s i s témicos se propagaban ( los movimientos obre

ros social is tas desde unos pocos Estados fuer

tes a todos los demás, y los movimientos nacio

nal is tas desde unas pocas zonas per i fér icas a

todas las demás) , la dis t inción entre los dos t ipos

de movimiento se hacía cada vez más borrosa. Los

movimientos obreros socia l i s tas descubr ieron que

los temas nacional i s tas e ran cent ra les para sus

esfuerzos de movil ización y su ejercicio del poder

es ta ta l . Pero los movimientos nacional i s tas descu

br ie ro n lo con trar io . A fin de mov i lizar ef icazmen

te y gobernar , tenían que canal izar las preocupa

c iones de los t rabajadores por una rees t ruc tura

ción igual i tar ia . A medida que los temas comen

zaban a superponerse a las formas organiza t ivas

carac ter í s t icas tendían a desaparecer o a fundi rse

en una sola es t ructura , la fuerza de los movimien

tos ant i s i s témicos , especia lmente como conjunto

colect ivo a nivel mundial , se incrementaba espec

t acu l a r men t e .

Uno de los puntos fuer tes de los movimientos

ant is is témicos es que han l legado al poder en un

gran número de Es tados . Es to ha cambiado l a

pol í t ica vigente en el s is tema mundial . Pero este

punto fuer te ha s ido también su punto débi l , dado

que los l l amados regímenes posrevolucionar ios

cont inúan funcionando como par te de la d iv is ión

social del t rabajo del capi ta l ismo his tór ico. Por

t a n t o ,  han ac tuad o, qu er ien do o s in que rer , ba jo

las implacables presiones de la tendencia a la acu

mulac ión incesante de capi ta l . La consecuencia

polí t ica a nivel interno ha sido la continuada ex

plotac ión de los t rabajadores , aunque de una for -

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64

Immanuel Wallerstein

ma reduc ida y mejorada en muchos casos . Es to

ha l levado a tensiones internas paralelas a las exis

tentes en Es tados que no eran «posrevoluciona

r ios»,  y es to a su vez ha provocado la apar ición

de nuevos movimientos ant i s i s témicos dent ro de

estos Estados. La lucha por los benef icios ha pro

seguido tanto en es tos Es tados posrevoluciona

r ios como en todas par tes , porque , dent ro de l

marco de la economía-mundo capi ta l i s ta , los im

pera t ivos de l a acumulac ión han operado

  a lo lar

go  de l s i s tema. Los cambios en las es t ruc turas

estatales han al terado la pol í t ica de la acumula

ción, pero todavía no han s ido capaces de terminar

con ella.

In ic ia lmente , de jamos para más ta rde las pre

guntas: ¿hasta qué punto han s ido reales los bene

f ic ios en el capi ta l ismo his tór ico? ¿Hasta qué pun

to ha s ido importante el cambio en la cal idad de

vida? Ahora deber ía es tar c laro que no exis te una

respues ta senci l la . «¿Para quién?», deber íamos

preguntar . E l capi ta l i smo his tór ico ha impl icado

una c reac ión monumenta l de b ienes mate r i a l es ,

pe ro t ambién una po la r i zac ión monumenta l de l a

reco m pen sa . M uchos se han benef ic iado enorm e

mente , pe ro muchos más han conoc ido una reduc

ción sustancial de sus ingresos reales totales y de

la cal idad de su vida. La polarización ha sido, por

supuesto, también espacial , y de aquí que en al

gunas áreas haya parec ido no exis t i r . Es to también

ha s ido la consecuencia de una lucha por los be

neficios. La geografía del beneficio ha variado fre

cuen temente , enmascarando de es t e modo l a r ea

l idad de la polarización. Pero en el conjunto de la

zona t iem po-espacio a ba rca da po r el c api ta l i sm o

histór ico, la acumulación incesante de capi ta l ha

signif icado el ensanchamiento incesante de la dis

tancia real .

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3.

  LA VERDAD COMO O PIO :

RACIONALIDAD Y RACIONALIZACIÓN

El capi ta l i smo his tór ico ha s ido, como sabemos,

promete ico en sus aspi rac iones . Aunque e l cambio

cient í f ico y tecnológico ha s ido una constante de

la act ividad his tór ica humana, sólo ha s ido en el

capi ta l i smo his tór ico donde Prometeo, s iempre a l l í ,

ha sido «l iberado», como dice David Landes. La

imagen colect iva básica que tenemos ahora de esta

cul tura cient í f ica del capi ta l ismo his tór ico es la

de que fue propues ta por unos nobles cabal leros

contra la f i rme resistencia de las fuerzas de la cul

tura «tradicional» y acientíf ica. En el siglo xvn

fue Galileo contra la Iglesia; en el xx, el «moder-

nizador» contra e l pope. En todo momento se af i r

mó que se t ra taba de la «racional idad» frente a

la «su pe rst ición» y de la «l ibertad » fren te a la

«opresión intelectual». Esta oposición se suponía

que era paralela (e incluso idént ica) a la revuel ta ,

en el terreno de la economía pol í t ica , del empre

sa r io burgués con t ra e l t e r ra t en ien te a r i s toc rá t i co .

Es ta imagen bás ica de una lucha cul tura l a n i

ve l mundia l ha tenido una premisa ocul ta , re la t iva

a la tempora l idad. Se suponía que la «modernidad»

era t empora lmente nueva , mien t ras que l a « t r ad i

c ión» era tempora lmente v ie ja y anter ior a la mo

dernidad; de hecho, en a lgunas vers iones radica les

de esta imagen, la t radición era ahis tór ica y, por

t a n t o ,

  v i r tua lmente e t e rna . Es ta p remisa e ra h i s

tór icamente fa l sa y por cons iguiente fundamenta l

mente engañosa . Las múl t ip les cul turas , l as múl t i

ples «t radiciones» que han f lorecido dentro de las

f ronteras t i empo-espacio de l capi ta l i smo his tór ico ,

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66 Immanuel Wallerstein

no han s ido más pr imordia les que los múl t ip les

marcos ins t i tuc ionales . Han s ido en gran medida

la creac ión del mundo moderno, par te de su anda

miaje ideológico. Por supuesto, ha habido víncu

los entre las diversas «t radiciones» y los grupos

e ideologías anter iores a l capi ta l ismo his tór ico, en

el sent ido de que aquél las a menudo han s ido cons

t ru idas u t i l i zando a lgunos mater ia les h i s tór icos e

intelectuales ya exis tentes . Además, la re ivindica

c ión de ta les v ínculos t ranshis tór icos ha desempe

ñado un impor tante papel en la cohes ión de los

grupos en sus luchas pol í t ico-económicas dentro

del capi ta l ismo his tór ico. Pero, s i deseamos com

prender las formas cul tura les que adoptan es tas

luchas , no podemos permi t i rnos e l lu jo de tomar

las «t radiciones» al pie de la le t ra , y en par t icular

no po dem os pe rm i t i rn os el lu jo de sup on er que

las «t radiciones» son de hecho t radicionales .

Fue en beneficio de quienes deseaban faci l i tar

la acu m ulació n de cap i ta l com o se cre aro n las

fuerzas de t rabajo en los lugares adecuados y al

n ive l más ba jo pos ible de remunerac ión. Hemos

anal izado ya cómo la remunerac ión infer ior de las

act ividades económicas per i fér icas de la economía-

mundo fue posible gracias a la creación de uni

dades domést icas en las que e l t rabajo asa lar iado

desempeñaba un papel secundar io como fuente de

ingresos. Una de las formas en que ta les unidades

fueron «creadas», es decir , presionadas para que

se estructuraran, fue la «etnización» de la vida co

muni tar ia en e l capi ta l i smo his tór ico . Lo que en

tendemos por «grupos étnicos» son los grupos con

s iderables de personas a las que es taban reser

vados c ier tos papeles ocupacionales /económicos

en relación con otros grupos de este t ipo que vi

vían en las proximidades geográf icas . La s imbol i

zación externa de este reparto de la fuerza de tra

bajo era la «cul tura» dis t int iva del grupo étnico:

su rel igión, su lenguaje, sus «valores», su conjunto

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Racionalidad y racionalización

67

par t i cu la r de normas de compor tamien to co t i

d iano.Por supuesto, con esto no quiero decir que hu

biera algo así como un s is tema perfecto de castas

en el capi ta l ismo his tór ico. Pero, s iempre que con

sideremos unas categorías ocupacionales lo suf i

c ientemente ampl ias , sugiero que hay, y s iempre

ha hab ido , una cor re l ac ión bas tan te es t r echa en t re

e tnia y papel ocupacional /económico en las d iver

sas zonas t iempo-espacio del capi ta l ismo his tór ico.

Y también sugiero que estos repar tos de la fuerza

de t rabajo han var iado con el t iempo, y que, a me

dida que var iaban, var iaba también la e tnia por lo

que respecta a las f ronteras y los rasgos cul tura

les que definen el grupo, y que apenas existe co

rrelación entre e l actual repar to étnico de la fuer

za de t rabajo y los modelos de los supuestos ante

cesores de los actuales grupos étnicos en los pe

r íodos anter iores a l capi ta l i smo his tór ico .

La etnización de la fuerza de t rabajo mundial

ha tenido t res consecuencias pr inc ipa les que han

s ido impor tantes para e l funcionamiento de la eco

nomía-mundo. Ante todo, ha hecho pos ible la re

producción de la fuerza de trabajo, no en el sen

t ido de proporcionar ingresos suf icientes para la

supervivencia de los grupos, sino en el sentido de

pr op or c io na r suf ic ientes t ra ba jad or es de cada ca

tegor ía a los niveles de expectat ivas de ingresos

apropiados en té rminos tanto de las cant idades to

ta les como de las formas que tomarían los ingre

sos de la unidad domést ica . Además , prec isamen

te porque la mano de obra es taba e tn izada , su re

parto era f lexible. La movil idad ocupacional y geo

gráfica a gran escala ha sido facili tada, y no difi

cul tada, por la e tnia . Bajo la presión de unas con

diciones económicas cambiantes , todo lo que se ne

ces i taba pa ra ca m bia r el re p a r to de la fuerza de

t rabajo era que a lgunos individuos emprendedo

res tomaran la iniciat iva en el reajuste ocupacio-

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68

Immanuel Wallerstein

nal o geográf ico y fueran recompensados por e l lo:

es to e jerc ía rá p id am en te un efec to na tu ra l de

«at racc ión» sobre o t ros miembros de l grupo é tn ico

para modi f icar su ubicac ión en la economía-mundo.

En segundo lugar , la e tnización ha proporciona

do un mecani smo incorporado de fo rmac ión de l a

mano de obra , a segurando que una buena par t e de

la social ización en tareas ocupacionales se real izara

dent ro de l marco de unas unidades domést icas é t

nicamente def inidas y no a costa de los que em

plean mano de obra asa lar iada o de los Es tados .

En tercer lugar —y lo que es probablemente

más impor tante— la e tn izac ión ha consol idado la

j e ra rqu ía de los pape les ocupac iona les / económi-

cos ,  proporcionando un fáci l código para la dis t r i

bución de la renta global , revest ida de la legit ima

ción de la «tradición».

Ha s ido esta tercera consecuencia la que ha s ido

es tudiada con más de ta l le y la que ha formado

uno de los pi lares más signif icat ivos del capital is

mo his tór ico: e l racismo inst i tucional . Lo que en

tendemos por rac i smo t iene poco que ver con la

xenofobia que exis t ió en diversos s is temas his tó

r icos anter iores . La xenofobia era , l i t e ra lmente ,

miedo al «extranjero». El racismo dentro del ca

pi ta l ismo his tór ico no tuvo nada que ver con los

«extranjeros». Muy al contrar io. El racismo fue el

modo por el cual diversos sectores de la fuerza de

t raba jo den t ro de l a misma es t ruc tura económica

fueron obl igados a relacionarse entre s í . El racismo

fue la just if icación ideológica de la je ra rq u iza ció n

de la fuerza de t rabajo y de la dis t r ibución suma

mente des igual de sus recompensas . Lo que enten

demos por rac i smo es un conjunto de enunciados -

ideológicos combinado con un conjunto de prác

t icas cont inuadas cuya consecuencia ha s ido el

mantenimiento de una fuer te cor re lac ión ent re e t -

nia y reparto de la fuerza de trabajo a lo largo delt iempo. Los enunciados ideológicos han asumido

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Racionalidad y racionalización

69

la forma de alegaciones de que los rasgos genéti

cos y/o «cul turales» duraderos de los diversos gru

pos son la pr incipal causa del repar to di ferencial

de las pos ic iones en las es t ruc turas económicas .

Sin em ba rgo , la creen cia de qu e cier tos gru po s

eran «super iores» a ot ros por lo que se ref iere a

c ier tas carac ter í s t icas im po r ta nte s pa ra e l rendi

miento en e l t e r reno económico ha aparec ido s iem

pre antes , y no después, de la ubicación de estos

grupos en la fuerza de t rabajo. El racismo ha s ido

s i e m p r e  post hoc.  Se ha af i rmado que aquél los que

es tá n económ ica y po l í t icam ente opr im ido s son

cu l tur a lm en te « infer iores» . S i, po r a lguna razón,

cambiara la ubicac ión en la je rarquía económica ,

la ubicación en la jerarquía social tender ía a se

guir su ejemplo (con un cierto desfase, sin duda,

dado que s iempre se ta rda una generac ión o dos

en erradicar los efectos de una social ización an

t e r ior ) .

El racismo ha servido como ideología global pa

ra just i f icar la desigualdad. Pero ha s ido mucho

m á s .

  Ha servido para social izar a los grupos en su

propio papel dentro de la economía. Las act i tu

des inculcadas ( los pre ju ic ios , e l compor tamiento

abier tamente d iscr iminator io en la v ida cot id iana)

han servido para es tablecer e l marco de l compor

t amien to l eg í t imo y aprop iado para uno mismo y

para los demás en su unidad domést ica y su grupo

étnico. El racismo, como el sexismo, ha funcio

nad o como ideolog ía au tor repres iv a , m od e land o

las expecta t ivas y l imi tándolas .

El rac i smo no sólo ha s ido autor repres ivo; ha

s ido también opres ivo. Ha servido para mantener

a raya a los grupos de rango inferior y para ut i l i

zar a los grupos de rango intermedio como solda

dos s in sueldo del s is tema pol icial mundial . De esta

forma, no sólo se han reducido s ignif icat ivamente

los costes f inancieros de las es t ructuras pol í t icas ,

sino que se ha hecho más dif íci l para los grupos

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70

Immannel Wallerstein

ant is is témicos movi l izar a amplias masas de la po

blac ión, dado que e l rac i smo ha enf rentado es t ruc-

tu ra lmente a v í c t imas con t ra v íc t imas .

El racismo no ha s ido un fenómeno senci l lo. Ha

habido, en cierto sentido, una l ínea de fal la básica

a n ive l mundia l que ha de terminado e l es ta tus re

la t ivo en el s is tema mundial en su conjunto: se

trata de la l ínea de «color». Lo «blanco», lo propio

del es t ra to super ior , no ha s ido por supues to un

fenómeno fisiológico, sino social , como lo eviden

cia la posición his tór icamente cambiante a nivel

mundial (y nacional) , de acuerdo con «l íneas de

color» socialmente def inidas , de grupos ta les como

los europeos meridionales , los árabes, los mest izos

la t inoamer icanos y los as iá t icos or ienta les .

El color (o la f isiología) ha sido una et iqueta

fáci l de ut i l izar , ya que es intr ínsecamente dif íci l

de disfrazar, y ha sido ut i l izada en la medida en

que ha resul tado his tór icamente conveniente , da

dos los or ígenes del capi ta l ismo his tór ico en Eu

ropa . Pero cuando no ha resul tado conveniente ha

sido descar tada o modif icada en favor de ot ras

carac ter í s t icas ident i f icadoras . En muchos luga

res ,

  los conjuntos de caracter ís t icas ident i f icado-

ras han s ido, pues, muy complejos . Cuando se con

sidera el hecho adicional de que la división social

de l t rabajo ha evolucionado cons tantemente , l a

ident i f icación étnica/ racial se convier te en una ba

se muy poco sól ida para de terminar las f ronteras

de los grupos sociales exis tentes . Los grupos van

y vienen y cambian su autodef inición con conside

rable faci l idad (y son percibidos por los otros

como dotados de di ferentes f ronteras con igual fa

ci l idad). Pero la volat i l idad de las fronteras de un

grupo dado no es incompat ib le con la pers i s tencia

de una jerarquía global de grupos, es decir , la e t -

nización de la fuerza de t rabajo mundial , y de he

cho probablemente sea una función de el la .

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Racionalidad y racionalización

71

El racismo ha s ido, pues, un pi lar cul tural del

capi ta l i smo his tór ico . Su vacuidad in te lec tua l no

le ha imp edido co m eter te r r ib les crue ldad es . No

obstante , dado e l auge de los movimientos ant i -

s is témicos en el mundo en los úl t imos cincuen

ta o cien años, recientemente ha s ido objeto de

duros a taques . De hecho hoy en día e l rac i smo,

en sus var ian tes m ás bu rd as , es tá suf r iendo una

cier ta des legi t imación a n ive l mundia l . E l rac i smo,

sin embargo, no ha sido el único pi lar ideológico

del capi ta l ismo his tór ico. El racismo ha s ido de

la m ay or im po r tanc ia p ar a la con s t rucc ión y la

reproducción de las fuerzas de t rabajo adecuadas .

Su reproducción, s in embargo, ha s ido insuf icien

te para permi t i r l a acumulación incesante de ca

pi ta l . No se podía esperar que las fuerzas de t ra

bajo ac tuaran ef icaz y cont inuamente a menos que

fueran di r ig idas por cuadros . Los cuadros también

tenían que ser creados, social izados y reproduci

dos .  La ideología pr imar ia que ha operado para

crea r , soc ia lizar y rep ro du ci r es tos cua dro s no ha

sido la ideología del racismo. Ha sido la del uni

versa l i smo.

El universa l i smo es una epis temología . Es un

conjunto de creencias acerca de lo que se puede

conocer y de cómo se puede conocer . La esencia

de esta tes is es que exis ten enunciados generales

signif icat ivos acerca del mundo —el mundo f ís ico,

e l mundo socia l— que son verdaderos universa l y

permanentemente , y que e l obje to de la c iencia es

la búsqueda de es tos enunciados genera les de una

form a que e l imine tod os los l l ama dos e lem entos

sub jet ivo s, es decir , todo s los e lem en tos his tór i

camente de te rminados , de su fo rmulac ión .

La creencia en el universal ismo ha sido la pie

dra angular del arco ideológico del capi ta l ismo

his tór ico . E l un iversa l i sm o es un a fe tan to com o

una epis temología . No sólo requiere respeto, s ino

también venerac ión por e l fenómeno escur r id izo

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72

Immanuel Wallerstein

pero supues tamente rea l de la verdad. Las univer

sidades han sido a la vez los tal leres de la ideología

y los templos de la fe . Harvard luce en su escudo

el lema

  Veritas.

  Au nqu e s iem pre se ha af i rma do

que nunca se podr ía conocer la verdad de forma

defini t iva —esto es lo que se supone que dis t ingue

a la ciencia moderna de la teología medieval occi

den ta l— también se ha a f i rmado cons tan temente

que la búsqueda de la verdad era la razón de ser

de la univers idad, y más genera lmente de toda ac

t ividad intelectual . Keats , para just i f icar e l ar te ,

decía que «la verdad es la belleza, la belleza es la

verdad». En los Estados Unidos, una de las just i f i

caciones polí t icas de las l ibertades civi les más ut i

l izadas es que la verdad sólo puede ser conocida

como resul tado de la in teracc ión que t iene lugar

en el «mercado l ibre de ideas».

La verdad, como ideal cul tural , ha funcionado

como un opio, tal vez el único opio serio del mun

do moderno. Karl Marx decía que la re l igión era

el opio del pueblo. Raymond Aron repl icaba que

las ideas marxistas eran el opio de los intelectua

les.

  En ambas pul las polémicas hay una dos is de

perspicacia . Pero, ¿es la perspicacia la verdad?

Me gustar ía suger i r que ta l vez la verdad haya

sido el opio real , tanto del pueblo como de los in

telectuales. El opio, sin duda, no es indefect ible

m en te m alo. Calm a el dolor . Pe rm ite a la gen te

evadi rse de la dura rea l idad cuando teme que la

confrontación con esa real idad sólo pueda precipi

tar las inevi tables pérdidas o decadencias . Pero, no

obs tan te , l a mayor ía de noso t ros no recomendamos

el opio. Ni Marx ni Raymond Aron lo hicieron.

En la mayoría de los países y para la mayoría de

los fines, el opio es ilegal.

Nues t ra educación colec t iva nos ha enseñado

que la búsqueda de la verdad es una vi r tud des in

teresada , cuando de hecho es una rac ional izac ión

interesada . La búsqueda de la verdad, proclama-

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Racionalidad y racionalización

73

da como la piedra angular del progreso y, por tan

to ,  de l b ienes tar , ha es tado, como mínimo, en con

sonanc ia con e l manten imien to de una es t ruc tura

social jerárquica y desigual en una ser ie de aspec

tos específ icos. Los procesos que implicó la expan

sión de la economía-mundo capi ta l is ta —la per i fe-

r izac ión de las es t ruc turas económicas , l a c reac ión

de es t ruc turas es t a t a l es déb i l es que par t i c ipa ran

en e l s i s tema in teres ta ta l y es tuvieran l imi tadas

por él— l levaron consigo una ser ie de presiones

al nivel cul tural : prosel i t ización cr is t iana, imposi

c ión de un lenguaje europeo, ins t rucción en tecno

logías y costumbres específ icas , cambios en los

códigos legales . Muchos de estos cambios fueron

llevados a cabo  manu militari.  O tros fueron conse

guidos mediante la persuas ión de los «educado

res»,  cuya au tor idad es t aba respa ldada en ú l t ima

instancia por la fuerza mil i tar . Este complejo de

procesos, a l que l lamamos a veces «occidental iza-

c ión» o , aún más ar rogantemente , «modernizac ión»,

fue legi t imado por la deseabi l idad de compar t i r

tanto los frutos como la fe en la ideología del

un iver sa l i smo.

Tras es tos cambios cul turales forzosos se ocul

taban dos mot ivos pr incipales . Uno de el los era

la ef ic iencia económica. Si de unas determinadas

per sonas se esperaba que se compor ta ran de de

t e rm ina da m an era en el t e r re no económico , e ra

ef ic iente tanto enseñar les las normas cul turas re

quer idas como er radicar las normas cul tura les r i

vales.  El segundo era la seguridad pol í t ica . Se

creía que si las l lamadas él i tes de las áreas perifé

r icas se «occidental izaran», se las apar tar ía de sus

«masas» y por cons iguiente ser ían menos procl i

ves a la revuel ta , y c ier tamente menos capaces de

organizar a sus seguidores en una revuel ta . Esto

resul tó ser un er ror de cá lculo monumenta l , pero

era p laus ible y durante un t iempo funcionó. (Untercer motivo fue la

  hybris

  por par te de los con-

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74

Immanuel Wallerstein

quis tadores . No la descar to , pero no es necesar io

invocar la para expl icar las pres iones cul tura les ,

que habr ían s ido igualmente grandes en su au

sencia) .

Mient ras que e l rac i smo servía como mecanismo

de cont rol de los productores d i rec tos a esca la

mundial , e l universal ismo servía para di r igi r las

ac t iv idades de la burgues ía de o t ros Es tados y

de diversas capas medias a esca la mundia l hac ia

un os cauces qu e m axim izaran la in tegrac ión de

los procesos de producción y el buen funciona

miento del s is tema interestatal , faci l i tando con el lo

la acumulación de capi ta l . Esto requer ía la crea

c ión de un marco cul tura l burgués a esca la mun

dial que pudiera ser injer tado en las var iantes «na

c ionales» . Es to era especia lmente impor tante para

la c iencia y la tecnología , pero también en el ám

bito de las ideas polí t icas y las ciencias sociales.

El concepto de una cul tura «universa l» neut ra l

a la que serían «asimilados» los cuadros de la di

vis ión mundial del t rabajo ( la voz pasiva es aquí

impor tante) pasó, pues , a ser uno de los p i la res

del s i s tema mundia l a medida que és te evoluciona

ba his tór icamente . La exal tac ión de l progreso, y

más ta rde de la «modernizac ión», resumía es te

conjunto de ideas , que servían menos como ver

daderas normas de acc ión socia l que como s ímbo

los de un estatus de obediencia y par t ic ipación en

las capas super iores de l mundo. La ruptura con las

bases re l ig iosas de l conocimiento , supues tamente

l imitadas desde el punto de vis ta cul tural , en fa

vor de unas bases c ient í f icas supues tamente t rans-

cul turales s i rvió como autojust i f icación de una

forma de imper ia l i smo cul tura l especia lmente per

niciosa. Dominó en nombre de la l iberación inte

lec tua l ; se impuso en nombre de l escept ic i smo.

El proceso de racional ización, central para el ca

pi ta l i smo, ha requer ido la c reac ión de una capa

intermedia que incluye a los especial is tas de esta

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Racionalidad y racionalización

75

rac ional izac ión, t a les como adminis t radores , t écni

cos ,  cient í f icos y educadores . La misma comple

j idad no sólo de la tecnología, sino también del

s is tema social ha hecho esencial que esta capa

sea amplia y se expanda con el t iempo. Los fon

dos u t i l i zados para sus tentar la han s ido obtenidos

del excedente global , ta l como es extraído a t ravés

de empresar ios y Es tados . En es te sent ido e lemen

ta l ,

  pe ro fundamenta l , e s tos cuadros han formado

p ar te de la bu rgu es ía cuya pre ten s ión de par t ic i

par en el repar to del excedente ha recibido una

determinada y precisa forma ideológica con el con

cepto de capital humano en el siglo xx. Al tener

re la t ivamente poco capi ta l rea l que t ransmi t i r co

mo herencia de su unidad domést ica, es tos cua

dros han t ra tado de garant izar la suces ión asegu

rando a sus hi jos un acceso preferencial a los ca

nales educat ivos que garant izan la posición. Este

acceso preferencia l ha s ido convenientemente pre

sen tado como un logro , supues tamente l eg i t imado

por una «igualdad de opor tunidades» es t r ic tamen

te definida.

La cul tu ra c ientíf ica se co nv irt ió así en el có

digo f raternal de los acumuladores de capi ta l de

todo e l mundo. En pr imer lugar , s i rv ió para jus

t i f icar tanto sus propias act ividades como las re

compensas di ferenciales de las que se benef icia

ban. Promovió la innovación tecnológica. Legi t imó

la r igurosa supresión de las barreras a la expan

sión de las ef ic iencias product ivas . Generó una

forma de progreso que ser ía benef iciosa para to

d o s :  s i no de inmediato, a la larga.

La cul tura cient í f ica fue, s in embargo, a lgo más

qu e un a me ra rac ional izac ión. Fue un a forma de

social ización de los diversos elementos que eran

los cuadros de todas las es t ruc turas ins t i tuc iona

les ne ces ar ia s . Com o lenguaje co m ún a los cua

dr os ,  pero no di rec tamente a la fuerza de t rabajo ,

se convi r t ió también en un ins t rumento de cohe-

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Immanuel Waüerstein

s ión de clase para la capa super ior que l imitaba

las perspectivas o la extensión de la act ividad re

belde por par te de los cuadros suscept ibles de caer

en esa tentación. Además, era un mecanismo f le

xible para la reproducción de esos cuadros . Se

ajus taba a l concepto conocido hoy como «mer i to-

c rac ia» , y an te r io rmente como

  «la corriere ouverte

aux talents».

  La cu l tu ra cientí fica creó un m arc o

dentro del cual era posible la movi l idad individual

s in que el repar to jerárquico de la fuerza de t ra

bajo se viera amenazado. Por e l contrar io, la me-

r i tocrac ia reforzó la je rarquía . F ina lmente , l a

mer i tocrac ia como operac ión y la cul tura c ient í f i

ca como ideología crearon velos que di f icul taron

la percepción de las operaciones subyacentes del

capital ismo histórico. El gran énfasis en la racio

nalidad de la act ividad científ ica fue la máscara

de la i r racional idad de la acumulación incesante .

Universa l i smo y rac ismo pueden parecer a pr i

mera v is ta ext raños compañeros de cama, cuan

do no doct r inas v i r tua lmente ant i té t icas : e l uno

abier to, e l ot ro cerrado; e l uno nivelador , e l ot ro

polar izador; e l uno que invi ta a l discurso racional ,

e l ot ro que encarna el prejuicio. Sin embargo, da

do que estas doctr inas se han difundido y han

prevalec ido conjuntamente con la evolución del

cap i t a l i smo h i s tó r i co , deber í amos examinar más

de ten idamente l a s fo rmas en que han podido se r

compat ib les .

Hubo un impedimento para e l un iver sa l i smo.

No se abr ió camino como una ideología f lotante ,

s ino como una ideología propagada por quienes

tenían el poder económico y pol í t ico en el s is tema

mundia l de l capi ta l i smo his tór ico . E l universa l i s

mo fue ofrecido al mundo como un regalo de los

poderosos a los débi les .  Timeo Dañaos et dona fe-

rentes

El regalo encer raba e l rac i smo, porque da

ba al receptor dos opciones: aceptar e l regalo, re

conociendo con el lo que estaba en un lugar infe-

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Racionalidad y racionalización

77

r ior de la je rarquía de sabidur ía adqui r ida , o re

chazar e l regalo, negándose con el lo a s í mismo

armas que podr ían inver t i r l a s i tuac ión de poder

real desigual .

No es extraño que incluso los cuadros que esta

ban s iendo cooptados a l pr iv i legio se most raran

profundamente ambiva len tes con respec to a l men

saje del universal ismo, vaci lando entre un discipu

lado entus ias ta y un rechazo cul tura l provocado

por la repugnancia hacia los supues tos rac i s tas .

Esta ambivalencia se expresó en los múl t iples mo

vimientos de «renacimiento» cul tura l . La misma

pa labra r enac imien to , que fue ampl i amente u t i l i

zada en muchas zonas de l mundo, encarnaba l a

ambivalencia . Al hablar de renacimiento se af i rma

ba una era de g lor ia cul tura l anter ior , pero tam

bién se reconocía una infer ior idad cul tura l a par

t i r de aque l momento . La misma pa labra r enac i

miento fue copiada de la his tor ia cul tural específ i

ca de Europa .

Se podr ía pensar que la fuerza de t rabajo mun

dial fue más inmune a es ta ambivalencia , a l no

haber s ido invi tada nunca a comer en la mesa del

señor .• . Sin em ba rg o, en r ea l ida d las exp resion es

pol í t icas de la fuerza de t rabajo mundial , los mo

v imien tos an t i s i s t émicos , han es t ado t ambién pro

fundamente impregnados de esa misma ambiva

lencia . Los movimientos ant i s i s témicos , como ya

hemos señalado, revis t ieron la ideología de la

I lus t rac ión, que era a su vez un producto de la

ideología universal is ta . Por consiguiente , cayeron

en la t rampa cul tura l en la que han permanecido

desde entonces , t ra tando de socavar e l capi ta l i smo

histór ico, ut i l izando est rategias y f i jando objet ivos

a medio plazo que der ivaban de las mismas «ideas

de las c lases dominantes» a las que t ra taban de

des t ru i r .

La var iante social is ta de los movimientos ant i

s i s témicos es tuvo desde un pr inc ipio compróme-

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78

Immanuel Wallerstein

t ida con el progreso cient í f ico. Marx, deseoso

de dis t ing uirse de los ot ro s a los qu e den unc ia

ba como «utópicos», a f i rmó que abogaba por e l

«social ismo científ ico». Sus escri tos hicieron hin

capié en los aspectos en los que el capi ta l ismo

era «progresista». La tesis de que el social ismo

l legar ía pr imero en los países más «avanzados»

suger ía un proceso por e l cual e l social ismo sur

gir ía de un mayor avance del capi ta l ismo (y como

reacción a és te) . La revolución social is ta emula

r ía , pues, a la «revolución burguesa» y  vendría

después

  de ella . Algunos teór ico s po ste r io res argu

mentaron incluso que el deber de los social is tas

era , po r tan to , to m ar p a r t e en la revolución bur

guesa en aquel los países donde todavía no se ha

b ía p roduc ido .

Las poster iores di ferencias entre la I I y la I II

In te rnac iona l no impl i ca ron un desacuerdo en to r

no a es ta epis temología , que ambas compar t ían .

De hecho, tanto los soc ia ldemócra tas como los co

munis tas en e l poder han tendido a dar una gran

pr ior idad a l mayor desar rol lo de los medios de

producción. La cons igna de Lenin , «comunismo es

igual a social ismo más elect r ic idad», cuelga toda

vía en enormes banderas en las cal les de Moscú.

En la medida en que es tos movimientos , una vez

en e l poder —lo mismo socia ldemócra tas que co

munistas—, l levaron a la práct ica las consignas

estal inistas del «social ismo en un solo país», fo

menta ron necesa r i amente e l p roceso de mercan t i -

l ización de todas las cosas que tan esencial ha si

do para la acumulación global de capi ta l . En la

medida en que se mantuv ie ron den t ro de l s i s t ema

in te res t a t a l —y de hecho lucharon por mantener

se dentro de él f rente a los intentos de desolojar-

los—   aceptaron y favorecieron la real idad a esca

la mundial de la dominación de la ley del valor .

El «social is ta» se parecía sospechosamente al tay-

lor i s ta desbocado.

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Racionalidad y racionalización

19

Ha habido por supuesto ideologías «social is tas»

que han pre tend ido rechazar e l un iver sa l i smo de

la I lus t rac ión y han abogado por d iversas var ian

tes «indígenas» de social ismo para las zonas pe

r i fér icas de la economía-mundo. En la medida en

que es tas formulac iones eran a lgo más que mera

re tór ica , parec ían ser in tentos  de jacto  de ut i l izar

como unidad de base de los procesos de mercan-

t i l i zac ión no las nuevas unidades domést icas que

compar ten diversos ingresos , s ino ent idades comu

nales mayores que eran, según se decía , más «t ra

dic ionales» . En genera l , es tos in tentos , cuando

fueron ser ios , re su l tar on inú t i les . En cu alqu ier

caso ,

  la corr iente pr incipal de los movimientos so

c ia l i s tas mundia les tendió a denunciar es tos in ten

tos como formas no social is tas de un nacional is

mo cu l tu ra l r e t rógrado .

A pr imera vis ta , la var iante nacional is ta de los

movimientos ant i s i s témicos , por e l carác ter cen

t ra l de sus temas separa t i s tas , parec ía menos pro

cl ive a la ideología del universal ismo. Un exa

men más de tenido desmiente , s in embargo, es ta

impres ión. Cier tamente , e l nac ional i smo tenía , de

modo inevi table , un componente cul tura l en cuan

to de te rminados movimien tos abogaban por e l r e

fuerzo de las «t radiciones» nacionales , un lengua

je nac iona l , a m en u d o una h eren cia rel igiosa.

Pero ,  ¿era e l nac ional i smo cul tura l una res i s tencia

cul tura l a las pres iones de los acumuladores de

capi ta l? De hecho , dos im po r tan tes e lem entos de l

nacion al i smo c ul tu ra l se m ovían en di recc iones

opues tas a es to . En pr imer lugar , l a unidad e legida

como vehículo para contener la cul tura tendía a ser

e l Es tado, que era miembro del s i s tema in teres ta

tal .

  La mayoría de las veces era es te Estado el que

es taba inves t ido de una cul tura «nacional» . Prác

t icamente en todos los casos , es to impl icaba una

dis tors ión de la cont inuidad cul tural , con f recuen

cia muy grave. En casi todos los casos, la aser-

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Immanuel Wallerstein

ción de un a cu l tura n acion al en ce r rad a en un E s

tado impl icaba inevi tablemente tanto la supres ión

de la cont inuidad como su reaserc ión. En todos

los casos, reforzaba las es t ructuras es tatales , y por

consiguiente el s is tema interestatal y e l capi ta l is

mo h i s tó r i co como s i s t ema mundia l .

En segundo lugar , un examen compara t ivo de

las reaserc iones cul tura les en todos es tos Es tados

po ne de m ani f ies to que au nq ue v ar iab an de for

ma tendían a ser idént icas de contenido. Los mor

femas de los lenguajes diferían, pero los vocabu

lar ios comenzaban a converger . Los r i tuales y las

teologías de las re l igiones del mundo podrían ha

ber s ido reforzados , pero comenzaron a ser menos

diferentes en su contenido real que hasta enton

ces.  Y los an tece de nte s d e la c ient i f ic idad fueron

redescubie r tos ba jo muchos nombres d i fe ren tes .

En resumen, buena par t e de l nac iona l i smo cu l tu

ral ha s ido una charada gigantesca. Más que eso:

el nacional ismo cul tural , como la «cul tura social is

ta» ,  ha s ido a menudo un impor tan te punta l de l a

ideología universa l i s ta de l mundo moderno, sumi

nis t rándosela a la fuerza de t rabajo mundia l en

la forma que le resul taba más aceptable . En es te

sent ido, los movimientos ant i s i s témicos han ser

v ido a menudo de in t e rmedia r ios cu l tu ra l es en

t re los poderosos y los débi les , lo que ha entur

biad o sus fuentes m ás profun das de res i s tencia

en lugar de volver las cr is ta l inas .

Las cont radicc iones inherentes a la es t ra tegia

de tomar e l poder de los movimientos ant i s i s té

micos , combinadas con su aceptac ión tác i ta de

la epis temología un iversa l i s ta , ha n tenido graves

consecuencias para es tos movimientos . Han te

nido que enf rentarse cada vez más a l fenómeno

del desencanto , a l que su pr inc ipa l respues ta ideo

lógica h a sido la rea firm ac ión de la just if ica ción

cent ra l de l capi ta l i smo his tór ico: e l carác ter auto

mát ico e inevi table del progreso, o, como ahora se

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Racionalidad y racionalización

81

dice en la URSS, la «revolución científ ico-tecnoló

gica».

Desde el s iglo xx, y con creciente vehemencia

desde la década de 1960, el tema del «proyecto ci-

vi l izacional», como gusta l lamarlo Anuar Abdel-Ma-

lek, ha comenzado a cobrar fuerza. Mientras que

para muchos el nuevo lenguaje de las «al ternat i

vas endógenas» ha servido meramente como va

r iante verbal de los ant iguos temas universal iza-

dores de l nac ional i smo cul tura l , para o t ros e l t e

ma encier ra un contenido epis temológico genui -

namente nuevo. El «proyecto civi l izacional» ha

reabier to la cuest ión de s i exis ten realmente las

verd ad es t ran sh is tór ic as . Una forma de verd ad que

refleja la rea l ida d del po de r y los im pe rat ivo s eco

nómicos del capi ta l ismo his tór ico ha f lorecido e

impregnado e l g lobo. Es to es c ier to , como hemos

vis to .  Pero , ¿has ta qué punto es ta forma de ver

dad arroja luz sobre el proceso de decadencia de

este s is tema his tór ico o sobre la exis tencia de al

te rna t ivas h i s tór icas rea les a un s i s tema his tór ico

basado en la incesante acumulación de capi ta l?

Esta es la cuest ión.

Es ta forma más nueva de res i s tencia cul tura l

fundamenta l t i ene una base mater ia l . Las suces i

vas m ovi l izaciones de los m ov im iento s ant is is té-

micos en e l mundo han rec lutado con e l t i empo

un número c rec ien te de e l ementos económica y

pol í t i camente más marginales para e l funciona

m ien to de l s i s tem a y m eno s susce pt ib les de be

nef ic iarse , aun eventualmente , de l excedente acu

mulado. Al mismo t iempo, las suces ivas desmi t i -

f icaciones de estos movimientos han socavado la

repro du cción de la ideología universa l i s ta de nt ro

de el los , y los movimientos han comenzado así

a abr i r se a un número mayor de es tos e l ementos

que han cues t ionado cada vez más sus premisas .

En comparación con e l per f i l de los par t ic ipantes

en los movimientos ant i s i s témicos en e l mundo

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Immanuel Wallerstein

de 1850 a 1950, su perfil a partir de 1950 incluía

más habi tantes de zonas per i fér icas , más mujeres ,

más miembros de grupos «minor i t a r ios» ( indepen

dientemente de su def in ic ión) y más t rabajadores

del ext remo menos cual i f icado y peor pagado de

la escala . Es to suc edía t an to e n el m u n d o en ge

nera l como dent ro de cada uno de los Es tados ,

tanto en la base como en la di rección. Este cambio

en la base social no podría dejar de al terar las

preferencias cul turales e ideológicas de los movi

mientos ant i s i s témicos en e l mundo.

Hasta ahora he t ra tado de descr ib i r cómo e l

capi ta l i smo ha operado de hecho en cuanto s i s

tema his tór ico . S in embargo, los s i s temas his tór i

cos son sólo eso: his tór icos . Nacen y f inalmente

mueren como consecuencia de unos procesos in

ternos en los que la exacerbación de las contradic

ciones internas l leva a una cr is is es t ructural . Las

cr i s i s es t ruc tura les son masivas , no pasa jeras . So

luc ionar las l l eva su t iempo. El capi ta l i smo his tó

r ico entró en su cr is is es t ructural a comienzos del

s ig lo xx y probablemente verá su defunción como

sis tema his tór ico en a lgún momento de l próximo

siglo.  Es a r r i esgado predec i r qué vendrá después .

Lo que s í podemos hacer ahora es anal izar las di

m ensio nes de la pro pia cr i s is es t ru c tu ra l y t ra ta r

de percibi r las di recciones en las que nos l leva

esta crisis del sistema.

El pr imer aspecto , y probablemente e l más fun

damental de esta cr is is , es que ahora estamos cer

ca de la mercant i l ización de todas las cosas . Es

decir , e l capi ta l ismo his tór ico está en cr is is pre

c i samente porque , a l persegui r l a acumulación in

cesante de capi ta l , es tá comenzando a aproximar

se a ese es tado que según Adam Smith era «natu

ra l» a l hombre , pero que  nunca  ha exis t ido his tó

r i camente . La «propens ión [de l a humanidad] a

t rocar , pe rmuta r e in t e rcambia r una cosa por o t r a»

ha ent rado en te r renos y zonas has ta ahora in tac-

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Racionalidad y racionalización

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tos ,  y la presión en favor de la expansión de la

mercant i l i zac ión es re la t ivamente incont rolada .

Marx hablaba de l mercado como un «velo» que

ocul taba las re laciones sociales de producción.

Esto sólo era cier to en el sent ido de que, en com

paración con la apropiación local y di recta del ex

cedente , la apropiación indirecta del excedente , a

t ravés de l mercado (y por cons iguiente ext ra local ) ,

era más dif íci l de discernir y, por tanto, más di

f íc i l de combat i r pol í t icamente para la fuerza de

t rabajo mundia l . S in embargo, e l «mercado» ope

ra b a en los té rm ino s cua nt i ta t ivos de un a m ed ida

general , e l dinero, y es to, más que mist i f icar , c la

r i f i caba en qué medida e ra r ea lmente aprop iado .

Con lo que contaban los acumuladores de capi ta l

como c inturón de segur idad pol í t i co era con que

sólo par te del t rabajo se medía de esta forma.

En la medida en que e l t rabajo se mercant i l i za

más y más y en que las unidades domést icas se

convier ten más y más en un nexo de re lac iones

mercant i les , la af luencia de excedente se hace más

y más vis ible . Las contrapresiones pol í t icas se mo

vi l izan por tanto más y más, y la es t ructura de la

econo m ía se con vier te más y m ás en u n blan co

directo de la movi l ización. Los acumuladores de

capi tal , le jos de t ra tar de acelerar la proletar iza-

c ión, t ra tan de f renar la . Pero no pu ed en hac er lo

del todo, a causa de las contradicciones de sus

propios intereses , ya que son a la vez empresar ios

individuales y m iem br os de una c lase .

Hay un proceso cons tante , imposible de conte

ner mientras la economía sea accionada por la acu

mulac ión incesante de capi ta l . E l s i s tema puede

prolongar su v ida aminorando a lgunas de las ac

t ividades que lo desgastan, pero la muerte s iem

pre acecha en algún lugar del hor izonte .

Una de las formas en que los acumuladores de

capi ta l han prolongado e l s i s tema ha cons is t ido

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Racionalidad y racionalización

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te en duda. En par te , una vez más, es ta duda es

el producto de su éxito. En las ciencias f ísicas,

los pro ceso s int ern os de invest igación gen erado s

por e l método c ient í f ico moderno parecen es tar

l levando al cuest ionamiento de la exis tencia de las

leyes universales que eran sus premisas . Hoy en

día se habla de inser tar la «temporal idad» en la

ciencia . En las c iencias sociales —pariente pobre

a un cierto nivel , pero reina (es decir , culmina

ción) de las ciencias a otro nivel—, el paradigma

desar rol l i s ta es tá s iendo expl íc i tamente cues t iona

do en su esencia.

La reaper tura de las cuest iones intelectuales es ,

pues ,

  por un lado, producto del éxi to interno y de

las cont radicc iones in ternas . Pero es también pro

du cto de las pre s ion es d e los m ov im iento s , t am

bién en cr is is, p ar a p o de r ha ce r f rente a las es

t ructuras del capi ta l ismo his tór ico, cuya cr is is es

el punto de par t ida de todas las demás act ivida

des ,  y luchar más ef icazmente contra e l las .

A m en ud o se ha bla d e la cr is is del ca pi ta l ism o

histór ico como de la t ransición del capi ta l ismo al

social ismo. Estoy de acuerdo con la fórmula, pero

esto no quiere decir mucho. No sé todavía cómo

funcionar ía un orden mundia l soc ia l i s ta , un orden

que redujera radica lmente la d i s tancia de l b ienes

tar mater ia l y la d i spar idad del poder rea l ent re

todas las personas . Los Es tados o movimientos

exis tentes que se l laman social is tas no s i rven de

guía para el futuro. Son fenómenos del presente ,

es decir , del s is tema mundial del capi ta l ismo his

tór ico, y deben ser evaluados dentro de este mar

co.  Pueden ser los causantes de la defunción del

capi ta l ismo, aunque dif íc i lmente lo serán de for

ma uniforme, como ya hemos indicado. Pero el or

den mundia l fu turo se cons t ru i rá lentamente , de

modos que di f íc i lmente podemos imaginar y mu

cho menos predecir . Es por tanto un acto de fe

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Immanuel Wallerstein

creer que será bueno, o incluso mejor . Pero sa

bemos que lo que tenemos no es bueno, y a medida

que el capi ta l ismo his tór ico ha avanzado en su

camino his tór ico ha empeorado, en lugar de me

jorar , en mi opinión, debido a su mismo éxi to .

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4.  CONCLUSIÓN: SOBRE EL PROGRESO

Y LAS TRANSICIONES

Si existe una idea que esté asociada con el mun

do moderno, que sea de hecho su pieza central , es

la de progreso. Esto no quiere decir que todo el

mundo haya cre ído en e l progreso. En e l gran

debate ideológico desar rol lado públ icamente ent re

conservadores y l ibera les , que en par te precedió ,

pero más especialmente s iguió a la Revolución

francesa, la esencia de la p o stu ra co ns erv ad ora

residía en la duda de que los cambios que estaban

exper imentando Europa y e l mundo pudie ran se r

cons iderados como un progreso, o que e l progreso

fuera un concepto s ignif icat ivo e importante . Co

mo sabemos, eran los l iberales quienes anuncia

ban la nueva era y encarnaban lo que ser ía en el

siglo Xix la ideología dominante de la economía-

mundo capi ta l i s ta , que contaba ya con una la rga

exis tencia .

No es de extrañar que los l iberales creyeran en

el progreso. La idea de progreso just i f icaba toda

la transición del feudalismo al capital ismo. Legi

t im ab a la ru p tu ra de la oposición aún ex is tente a

la mercant i l ización de todas las cosas y tendía

a deses t imar todo rechazo del capi ta l i smo sobre la

base de que los benef ic ios superaban con mucho

a los per juicios . No es en modo alguno de extra

ñar , por consiguiente , que los l iberales creyeran

en el progreso.

Lo que s í es de extrañar es que sus adversar ios

ideológicos, los marxistas •—los anti l iberales, los

representantes de las c lases t rabajadoras opr imi

das—,  creyeran en el progreso al menos con tanta

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Immanuel Wallerstein

pasión como los l iberales . Sin duda, es ta creencia

cumpl ía un impor tante f in ideológico también para

ellos.  Just i f icaba las act ividades del movimiento

socia l i s ta mundia l sobre la base de que encarna

ba la tendencia inevi table del desarrol lo his tór ico.

Además , parec ía muy in te l igente proponer es ta

ideología , por cuanto pre tendía u t i l i zar las mismas

ideas de los l iberales burgueses para confundir los .

Desgrac iadamente había dos defec tos secunda

r ios en la adopción, aparentemente as tu ta y c ier

tamente entusiasta , de es ta fe secular en el pro

greso .  Si bien la idea de progreso just if icaba el

social ismo, just i f icaba también el capi ta l ismo. Era

dif íc i l cantar las a labanzas del proletar iado s in en

salzar previamente a la burguesía . Los famosos es

cr i to s de M arx so bre la Ind ia ofrecían am plias

pr ue ba s de es to , pe ro tam bién lo hacía e l

  Mani

fiesto comunista.  Adem ás , dad o qu e la m edic ión

del progreso era mater ia l i s ta (¿y cómo no iban

los marxis tas a es tar de acuerdo con esto?) , la

idea de progreso podía volverse, y de hecho se ha

vuel to en los ú l t imos c incuenta años , cont ra todos

los «exper imentos de social ismo». ¿Quién no ha

oído condenar a la Unión Soviét ica sobre la base

de que su nivel de vida está por debajo del de los

Estados Unidos? Además , pese a las jac tancias de

Jruschov, hay pocas razones para creer que es ta

dispar idad dejará de exis t i r de aquí a c incuenta

años.

La adopción marxis ta de un modelo evolucionis

ta de progreso ha s ido una enorme t rampa, de la

que los social is tas no han comenzado a recelar

hasta hace poco, como uno de los e lementos de la

crisis ideológica que ha formado parte de la crisis

es t ru c tu ra l g lobal de la econ om ía-mu ndo capita

lista.

Simplemente no es c ier to que el capi ta l ismo co

mo s i s t ema h i s tó r i co haya represen tado un progre

so con respecto a los diversos s is temas his tór icos

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Sobre el progreso y las transiciones  89

ante r io res que des t ruyó o t r ans formó. Todavía

cuando escr ibo es to s iento e l t emblor que acompa

ña al sent imiento de blasfemia. Temo a la i ra de

los dioses , porque he s ido for jado en la misma

fragua ideológica que todos mis compañeros y he

adorado los mismos san tuar ios .

Uno de los problemas que se plantean a la hora

de anal izar e l progreso es e l de la parcial idad de

todas las medic iones propues tas . Se d ice que e l

progreso cient í f ico y tecnológico es indiscut ible y

asombroso, lo que s in duda es c ier to , especia lmen

te en la medida en que la mayor par te del conoci

miento técnico es acumula t ivo. Pero nunca anal i

zamos se r i amente cuán tos conoc imien tos hemos

perdido en el barr ido de la ideología del universa

l ismo a escala mundial . O, s i lo hacemos, cataloga

mos es tos conocimientos perdidos como mero (?)

sent ido común. Sin embargo, a los s imples niveles

técnicos de la product ividad agr ícola y la total idad

bio lóg ica , hemos descubie r to r ec ien temente que

métodos de acc ión humana descar t ados hace uno

o dos s iglos (proceso impuesto por unas él i tes

i lus t r adas a unas masas a t r asadas ) t i enen a me

nudo que se r r esuc i t ados porque resu l t an más

ef icaces , y no menos. Y lo que es más importan

te ,  hemos descubier to en las mismas «f ronteras»

de la c iencia avanzada la re inserción provis ional

de premisas t r iunfa lmente descar t adas hace un s i

glo o hace cinco.

Se dice que el capi ta l ismo his tór ico ha t ransfor

mado e l potencia l mecánico de la humanidad. Ca

da inversión de energía humana se ha vis to recom

pensada con una cant idad cada vez mayor de pro

ductos , lo que s in duda también es c ier to. Pero no

calculamos hasta qué punto esto ha s ignif icado

que l a humanidad ha r educ ido o inc rementado l a

inversión total de energía que los individuos por

separado, o todas las personas que es tán dent ro

de la economía-mundo colec t ivamente , han s ido

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Immanuel Wallerstein

obl igados a hacer , ya sea por unidad de t iempo

o de por vida. ¿Podemos estar seguros de que el

mundo es tá menos opr imido en e l capi ta l i smo his

tór ico que en s i s temas anter iores? Hay muchas ra

zones para dudar lo , como lo a tes t igua la incorpo

rac ión de la com puls ión de t rab aja r a nu es t r o

super-yo.

Se dice que en ningún s i s tema his tór ico anter ior

disfrutó la gente de una vida mater ial tan cómo

da o tuvo una gama de exper iencias vi ta les a l ter

nat ivas a su disposición tan amplia como en el

s is tema actual . Una vez más, es ta af i rmación pa

rece cier ta , se ve confi rmada por las comparacio

nes que regularmente hacemos con la v ida de nues

t ros antepasados inmedia tos . S in embargo, las du

das a es t e r espec to han aumentado cons tan temen

te a lo largo del siglo xx, como lo indican nues

tras frecuentes referencias a la «calidad de vida»

y la creciente preocupación por la anomia, la a l ie

nación y las enferm eda des ps íqu icas . F in a lm ente ,

se dice que el capi ta l ismo his tór ico ha t ra ído un

masivo incremento de l margen de segur idad hu

mana, f rente a los daños y muer tes procedentes

de pel igros endémicos ( los cuatro j inetes del Apo

calipsis) y frente a la violencia errát ica. Una vez

m á s ,

  es to es indiscut ible a un micronivel (pese a

los pe l igros rec ientemente redescubier tos de la

vida urbana) . Pero ¿es rea lmente c ier to a un ma-

cronivel , inc luso has ta ahora e inc luso omi t iendo

la espada de Damocles de una guer ra nuclear?

Permí taseme deci r , como mínimo, que no es en

modo a lguno obvio que haya más l iber tad , igual

dad y f ra ternidad en e l mundo ac tua l que hace

mi l años . Se podr ía suger i r de forma razonada que

más bien sucede todo lo cont rar io . Tra to de no

ideal izar los mundos anter iores a l capi ta l i smo his

tór ico . Eran mundos de escasa l iber tad , escasa

igualdad y escasa f ra ternidad. La única cues t ión

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Sobre el progreso y las transiciones  91

es s i e l capi ta l i smo his tór ico representó un pro

greso o un re t roceso a es tos respectos .

No hab lo de medi r l a s c rue ldades compara t ivas .

Esto ser ía di f íc i l de imaginar , y también lúgubre,

aunque hay pocas razones para ser opt imis tas

acerca del his tor ia l del capi ta l ismo his tór ico en

este terreno. El mundo del s iglo xx puede reivin

d ica r haber mos t rado unos t a l en tos poco usua les

de re f inamien to en es t as an t iguas a r t es . Tampoco

hablo del creciente y realmente increíble despi l fa

r ro social que ha s ido el resul tado de la carrera

compet i t iva por la incesante acumulación de ca

pi ta l , n ive l de despi l far ro que puede comenzar a

rayar en lo i r reparable .

Más b ien qu ie ro basa r mi a rgumentac ión en

cons iderac iones mater ia les , no acerca de l fu turo

social , s ino del período histórico real de la econo

mía-mundo capi ta l i s ta . E l a rgumento es senci l lo ,

aunque audaz . Quiero defender la tes i s marxis ta

que incluso los marxis tas or todoxos t ienden a en

ter rar avergonzados , l a tes i s de la depauperac ión

absoluta (y no re la t iva) de l prole tar iado.

Ya estoy oyendo los murmullos de los amigos.

Seguro que no hablas en ser io; seguro que te re

f ieres a la depauperación relat iva. ¿No está el t ra

ba jador indus t r ia l en unas condic iones notable

m en te m ejore s hoy qu e en 1800? El t ra b aja do r in

dus t r ia l s í , o a l menos muchos t rabajadores indus

t r ia les . Pero los t rabajadores indus t r ia les s iguen

cons t i tuyendo una par t e r e l a t ivamente pequeña de

la poblac ión m und ia l . La ab ru m ad or a m ayor ía

de los t rabajadores mundia les , que viven en zonas

rurales u osci lan entre és tas y los suburbios de la

ciudad, es tán en peores condiciones que sus ante

pasados hace quinientos años . Comen menos bien

y c ier tamente t i enen una die ta menos equi l ibrada .

Aunque t ienen más probabi l idades de sobrevivi r a

su pr imer año de vida (a causa del efecto de unahigiene social dest inada a proteger a los privi le-

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Immanuel Wallerstein

giados) , dudo de que las esperanzas de vida de la

mayor ía de la poblac ión mundia l  a partir del pri

mer año de vida

  sean mayores que antes ; sospecho

que más bien sucede lo cont rar io . Indiscut ib le

mente t r aba jan más : más horas por d ía , por año ,

por v ida . Y dado que lo hacen por una recompensa

total infer ior , la tasa de explotación ha aumentado

fuer t emente .

¿Están más opr imidos pol í t i ca y socia lmente o

más explotados económicamente? Es to es más di

fícil de analizar. Como dijo una vez Jack Goody,

las c iencias sociales no poseen eufor ímetros . Las

pequeñas comunidades en las que la mayor ía de

las personas vivieron en los s is temas his tór icos

anter iores impl icaban una forma de cont rol soc ia l

que c ier tamente res t r ingía la e lecc ión humana y

la var iabi l idad social . Indudablemente, es to les pa

rec ía a muchos un fenómeno de opres ión ac t iva .

Los o t ros , que es taban más sa t i s fechos , pagaban

su contento con una est recha vis ión de las posibi

l idades humanas .

La cons t rucción del capi ta l i smo his tór ico ha im

pl icado, como todos sabemos, l a cons tante d i smi

nución, e incluso la total el iminación, del papel de

es tas pequeñas es t ruc turas comuni t a r i as . Pe ro ,

¿qué es lo que ha ocupado su lugar? En muchas

zonas ,  y du ran te la rgos per íod os , el pap el an ter io r

de las es t ruc turas comuni tar ias ha s ido asumido

por «plantaciones», es decir , por e l control opre

s ivo de unas est ructuras pol í t ico-económicas a gran

escala dominadas por «empresar ios». De las «plan

tac iones» de la economía-mundo capi ta l i s ta —ya

estén basadas en la esclavi tud, e l encarcelamiento,

la aparcer ía ( forzada o cont rac tua l ) o e l t rabajo

asa lar iado— di f íc i lmente se puede deci r que hayan

proporc ionado más margen para la « individual i

dad» .  Las «plantac iones» pueden ser cons ideradas

como un modo excepcionalmente ef icaz de ext raer

plusvalor. Sin duda han exist ido antes en la his-

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Sobre el progreso y las transiciones  93

tor ia humana, pero nunca han s ido ut i l i zadas an

tes de forma tan extensiva para la producción

agrícola , en contraposición a la miner ía y a la cons

t rucción de inf raes t ruc tura a gran esca la que , s in

embargo, han tendido a afec tar a un menor nú

mero de personas en té rminos g lobales .

Incluso al l í donde una u ot ra forma de control

autor i tar io di recto de la act ividad agr ícola ( lo que

acabamos de denominar «plantac iones») no sus

t i tuyó a unas es t ruc turas comuni t a r i as de con t ro l

anter iores , más f lexibles , la desintegración de las

es t ruc turas comuni t a r i as en l as zonas ru ra l es no

fue vivida como una «l iberación», ya que fue inevi

t ab l em en t e acom paña da de un con t ro l s i emp r e

creciente —y de hecho con frecuencia di rectamen

te causada por és te— por par te de las inc ipientes

es t ruc turas es t a t a l es , que se han mos t rado cada

vez menos dispuestas a dejar en manos del pro

ductor d i rec to los procesos autónomos y loca les

de toma de decis iones . Todo e l impulso ha ido

encaminado a forzar un incremento en la inver

sión de trabajo y en la especial ización de esta ac

t ividad laboral ( lo que, desde el punto de vista del

t rabajador , ha debi l i t ado su capacidad de negocia

c ión e inc rementado su abur r imien to) .

Pero esto no fue todo. El capi ta l ismo his tór ico

desar rol ló un marco ideológico de humi l lac ión

opres iva que no había exis t ido nunca con anter io

r idad y que hoy l lamamos sexismo y rac ismo. Per

mí taseme ac la ra r lo . Tan to l a pos ic ión dominante

de los hombres sobre las mujeres como la xeno

fobia general izada estaban muy difundidos, eran

prác t icamente universa les , en los s i s temas his tór i

cos anter iores , como ya hemos señalado. Pero e l

sexismo fue algo más que la posición dominante

de los hombres sobre las mujeres y e l rac i smo

algo más que una xenofobia general izada.

El sexismo fue la relegación de las mujeres a

la es fera de l t rabajo improduct ivo, doblemente hu-

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mulante por cuanto e l t rabajo rea l que se reque

ría de el las se vio en todo caso intensif icado y por

cuanto el t rabajo product ivo se convir t ió en la

economía-mundo capi ta l i s ta , por pr imera vez en

la his tor ia humana, en la base de la legi t imación

del pr ivi legio. Esto const i tuyó un doble vínculo

imp osible de ro m pe r de nt ro de l s is tem a.

El racismo no fue el odio o la opresión de un

extraño, de alguien ajeno al s is tema his tór ico. Muy

al contrar io: e l racismo fue la es t rat i f icación de la

fuerza de trabajo en el seno del sistema histórico,

cuyo obje t ivo era mantener a los grupos opr imi

dos en el seno del sistema, y no expulsarlos. Creó

la jus t i f icac ión para una ba ja remunerac ión del

t rabajo product ivo, a pesar de su pr imacía en la

def inición del derecho a una recompensa. Y lo

hizo def iniendo el t ra ba jo con la rem un era ció n

más ba ja como una remunerac ión por e l t r aba jo

de más baja cal idad. Dado que esto se hizo

  ex áe-

finitio,  ning ún cam bio en la cal idad del t ra b ajo

podr ía nunca hacer a lgo más que cambiar la for

ma de la acusación, aunque la ideología proclama

ra la ofer ta de una recompensa de movi l idad in

dividual para el esfuerzo individual . Este doble

vínculo era igualmente imposible de romper .

Tanto el sexismo como el racismo fueron pro

cesos sociales en los que la «biología» definía la

posición. Dado que la biología era , en cualquier

sent ido inmedia to , soc ia lmente inmutable , se t ra

taba a l parecer de una es t ruc tura socia lmente

c reada pero no suscep t ib le de un desmante lamien-

to social . Por supuesto, es to no era realmente as í .

Lo que s í es c ier to es que la es t ructuración del

sexismo y el racismo no podía ni puede ser des

mante lada s in desmante lar todo e l s i s tema his tó

r ico que los creó y que se ha mantenido en aspec

tos cr í t icos gracias a su intervención.

Así pues , t anto en té rminos mater ia les como ps í

quicos ( sexismo y rac ismo) ha habido una depau-

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Immanuel Wallerstein

que esto signif ica es que la cuest ión polí t ica esen

cial de nuest ros días no es s i habrá una t ransición

del capi ta l ismo his tór ico a a lguna otra cosa. Esto

es tan seguro como pueden ser lo es tos temas . La

cuest ión pol í t ica esencial de nuest ros días es s i

es ta ot ra cosa, e l resul tado de la t ransición, será

fund am enta lm ente d i fe ren te , desde el pu n to de

vis ta mora l , de lo que ahora tenemos, s i será un

progreso .

El progreso no es inevi table . Es tamos luchando

p o r él . Y la form a q u e to m a la luc ha n o es la del

social ismo frente al capi ta l ismo, s ino la de una

t rans ic ión hacia una sociedad re la t ivamente s in

clases f rente a una t ransición hacia algún nuevo

modo de producción basado en las c lases (di feren

te del capi ta l ismo his tór ico, pero no necesar ia

mente mejor ) .

La burgues ía mundia l no t iene que e legi r ent re

e l mantenimiento de l capi ta l i smo his tór ico y e l

suicidio . Tiene qu e elegir en tre u n a p o st u ra «con

servadora», por una par te , que l levar ía a la con

t inuada desintegración del s is tema y su consiguien

t e t r ans formac ión en un orden mundia l inc ie r to ,

pero probablemente más igual i ta r io , y un a t revi

do intento, por ot ra par te , de hacerse con el con

t rol del proceso de t ransición, en el cual la pro

pia burguesía revis t i r ía un ropaje «social is ta» y

t ratar ía de crear con el lo un s is tema his tór ico al

ternat ivo que dejara intacto el proceso de explo

tación d e la fuerza de t ra b ajo m u nd ial en bene

ficio de una minoría.

Es a la luz de estas a l ternat ivas pol í t icas reales

que se ab ren a la bu rgu es ía m un dia l com o debe

mos valorar la h i s tor ia tanto de l movimiento so

c ia l i s ta mundia l como de aquel los Es tados donde

par t idos socia l i s tas han l legado a l poder de una

u otra forma.

Lo pr imero y lo más impor tan te que hay que

recordar en una valoración de este t ipo es que el

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Sobre el progreso y las transiciones

99

movimiento socia l i s ta mundia l , y de hecho todas

las formas de movimientos ant i s i s témicos , as í co

mo todos los Es tados revolucionar ios y /o socia

l i s tas ,  han s ido productos ín tegros de l capi ta l i smo

his tór ico . No han s ido es t ruc turas externas a l s i s

tema his tór ico, s ino la excreción de unos proce

sos internos de ese s is tema. Por consiguiente han

ref lejado todas las contradicciones y l imi taciones

del s i s tema. No podían ni pueden hacer o t ra cosa .

Sus defectos, sus l imitaciones, sus efectos nega

t ivos forman par te del es tado de cuentas del ca

pi ta l i smo his tór ico , no de un hipoté t ico s i s tema

histór ico, de un orden mundial social is ta , que to

dav ía no existe. La int en sid ad de la exp lotació n

del t rabajo en los Es tados revolucionar ios y /o

social istas, la negación de las l ibertades polí t icas,

la pers is tencia del sexismo y del racismo, t ienen

mucho más que ver con e l hecho de que es tos

Estados cont inúan es tando s i tuados en zonas pe

r i fér icas y semiper i fér icas de la economía-mundo

capi ta l i s ta que con las propiedades pecul iares de

u n nuev o s is tem a social . Las po cas miga jas qu e

han exis t ido en el capi ta l ismo his tór ico para las

c lases t r aba jado ras se han conc ent rad o s i emp re

en las áreas del centro. Esto s igue s iendo cier to

de forma desp ropo rc ionad a .

La valorac ión tanto de los movimientos ant i

s is témicos como de los regímenes en cuya crea

ción han intervenido no puede, pues, ser real iza

da en función de las «buenas sociedades» que han

creado o dejado de crear . Sólo puede ser rea

l i zada de fo rma razonable p reguntándose has ta

qué punto han cont r ibu ido a l a lucha mundia l por

asegurar que la t ransición del capi ta l ismo sea ha

cia un orden mundial social is ta igual i tar io. Aquí

la contabi l idad es necesar iamente más ambigua ,

a causa del funcionamiento de los propios proce

sos cont radic tor ios . Todos los impulsos pos i t ivos

l levan cons igo consecuencias tanto negat ivas como

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Immanuel Wallerstein

po si t ivas . Cada de bi l i tam ien to del s is tem a- en u n

aspecto lo refuerza en ot ros aspectos . ¡Pero no

necesar iamente en igual grado Aquí es tá toda la

cuest ión.

No hay duda de que la mayor cont r ibución de

los movimientos ant i s i s témicos se ha producido

en sus fases de movil ización. Al organizar la re

bel ión, a l t ra n sf o rm ar las con cienc ias , ha n s ido

fuerzas l iberadoras; y las contr ibuciones de los mo

vim ientos individuales se ha n hech o aquí m ayo res

con e l t i empo, grac ias a un mecanismo re t roact ivo

de aprendiza je h i s tór ico .

Una vez que estos movimientos se han hecho

con el po de r po l í tico en las es t ru ct u ra s es ta tales ,

su compor tamien to ha de jado más que desear ,

dado que las presiones sobre el los para que cam

bien sus tendencias ant i s i s témicas , t anto desde

fuera como desde dent ro de los movimientos , se

han inc rementado geomét r i camente . S in embar

go,  es to no ha s igni f icado un balance to ta lmente

negat ivo para es te «reformismo» y este «revis io

nism o». Los m ov im ientos en el po de r ha n s ido

hasta c ier to punto pr is ioneros pol í t icos de su ideo

logía y por consiguiente han estado somet idos a

la pres ión organizada de los productores d i rec tos

dent ro de l Es tado revolucionar io y de los movi

mientos ant i s i s témicos fuera de ese Es tado.

El pe l igro rea l se produce prec isamente ahora ,

cuando e l capi ta l i smo his tór ico se aproxima a su

más comple to despl iegue: la u l te r ior extens ión de

la mercanti l ización de todas las cosas, la crecien

te fuerza de la famil ia m un dia l de m ov im ien tos

ant i s i s témicos , l a cont inuada rac ional izac ión de l

pen sam i en t o hum an o . E s t e compl e t o desp li egue

acelerará e l hundimiento de l s i s tema his tór ico , que

ha pros pe rad o po rqu e su lóg ica ha s t a ah ora sólo

ha s ido parc ia lmente r ea l i zada . Y prec i samente

cu an do se es té hu nd ien do , y po r esa razó n e l su

birse al carro de las fuerzas de la t ransición pare-

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Sobre el progreso y las transiciones

  101

cera cada vez más at ract ivo y

  por consiguiente

el resul tado será cada vez menos cier to. La lucha

por la l iber tad, la igualdad y la f raternidad es lar

ga, cantaradas, y e l escenar io de la lucha estará

cada vez más dent ro de la misma fami l ia mundia l

de las fuerzas ant is is témicas .

El comunismo es la Utopía , es decir , la nada.

E s el av ata r de tod as n u es t ra s escatologías reli

giosas: la l legada del Mesías, la segunda l legada de

Cris to, e l Nirvana. No es una perspect iva his tór i

ca, s ino una mitología corr iente . El social ismo, por

el contrar io, es un s is tema his tór ico real izable

que puede un día ser ins t i tu ido en e l mundo. No

exis te interés a lguno por un «social ismo» que pre

tende ser un momento «tempora l» de la t rans ic ión

hacia la Utopía. Sólo existe interés por un socia

l i smo concre tamente h is tór ico , un socia l i smo que

reúna e l mínimo de carac ter í s t icas def in i tor ias de

un s is tema his tór ico que maximiza la igualdad y

la equidad, un social ismo que incremente el con

t rol de la humanidad sobre su propia vida ( la de

mocrac ia) y l ibere la imaginación.

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