Barbaglio, Giuseppe - Jesus Hebreo de Galilea

2149

description

Versión word del libro

Transcript of Barbaglio, Giuseppe - Jesus Hebreo de Galilea

Giuseppe BarbaglioJESS, HEBREO DE GALILEA.Investigacin histricaSECRETARIADO TRINITARIO

Tradujo Alfonso Ortiz Garci, sobre el originalitaliano Ges ebreo di Galilea CENTRO EDITORIALE DEHONIANO, 2002 Via Nosadella, 6 40123 Bologna (Italia) SECRETARIADO TRINITARIO, 2003Filiberto Villalobos, 80Telef y Fax 923 23 56 [email protected]/secretrinitario37007 salamanca (Espaa)ISBN 84-88643-88-8Depsito Legal S 1342-2003Grficas Cervantes, S ARonda de Sancti Spiritus 9-1137001 salamanca (Espaa)

memoria de mis queridos padres

PrefacioDesde hace casi tres siglos la investigacin histrica se ha venido ocupando de Jess de Nazaret con diversa fortuna, sin que haya dicho todava la palabra definitiva. Los ltimos veinte aos, por otra parte, han conocido por todas partes, pero sobre todo en los Estados Unidos y ms en general en el rea anglfona, el florecimiento de estudios de alto alcance y no pocos de ellos valiosos y renovadores. En una palabra, fervet opus. El resultado de todo ello ha sido una serie impresionante de hiptesis y de reconstrucciones que podran hacemos caer en cmodas posiciones de pereza y de falta de compromiso. Limitndonos a estos dos ltimos decenios, he aqu una lista de las lecturas ms difundidas, a menudo teidas de unilateralismo: fue un profeta escatolgico interesado por la reconstitucin de las doce tribus de Israel (Sanders); un carismtico fascinante capaz de gestos taumatrgicos (Vermes); un maestro de vida subversivo o un gur revolucionario (Borg); un campesino hebreo mediterrneo de tendencia cnica (Crossan) o incluso un filsofo cnico sin ms (Mack, Downing); un revolucionario social no violento (Horsley y Theissen); un judo que exalt la ley mosaica radicalizando sus exigencias, especialmente el mandamiento del amor al prjimo (Flusser), incluso un fariseo partidario de Hillel (H. Falk); un judo marginal, dice Meier, un rabino, como B. Chilton titula su recentsima Intimate Biography, y podemos aadir a M. Smith, que lo representa con ropajes de mago y recurriendo a las artes secretas para curar a los enfermos y liberar a los endemoniados.Sin embargo, no creo que sea una empresa desesperada el intento de arrostrar de nuevo la cuestin, con la esperanza de aclarar mejor los trminos y proponer soluciones slidas Me he mostrado atento a los resultados conseguidos a lo largo de la historia centenaria de la investigacin, he valorado crticamente las diversas propuestas y lecturas, pero sobre todo me he cuidado de tomar en examen toda la comunicacin cristiana que poseemos, sin excluir por tanto los Evangelios apcrifos, y de revisar a fondo los escritos judos de la poca, que ponen de relieve el contexto histrico-cultural en que vivi los manuscritos de Qumran, los textos seudoepigrficos o apcrifos del AT, las obras de dos grandes escritores judos contemporneos, el historiador Flavio Josefo y el filsofo Filn de Alejandra (Egipto) y la literatura rabnica.Las antiguas fuentes cristianas se caracterizan por la parcialidad de las presentaciones de su figura: ninguna de ellas ha pretendido hacer una obra estrictamente histrica; los recuerdos de sus acciones y de sus palabras han sido filtrados con gran libertad creativa por los intereses espirituales concretos de los primeros cristianos interesados en dar voz a la fe que tenan en l. Por eso la investigacin histrica se presenta ardua: tiene que captar elementos histricamente ciertos, o incluso slo plausibles, en documentos no estrictamente histricos, sino de fe y de piedad cristiana, aunque interesados siempre por una persona histrica. Hemos procedido con rigor crtico y con nimo libre de prejuicios fidestas, reconociendo a la investigacin histrica su terreno especfico de investigacin y su mtodo de bsqueda, que excluyen invasiones de campo por parte de ortodoxias domsticas o tambin por parte de escepticismos filosficos suspicaces.Para evitar equvocos, me gustara precisar que, fieles al estatuto de la investigacin histrica, no nos hemos fijado de antemano la reconstruccin de quin fue verdaderamente el nazareno; slo por ingenuidad o por ligereza culpable, de la que no se han escapado algunos de los autores mencionados anteriormente, se puede decir: He aqu el verdadero Jess. Nuestro objetivo es mostrar qu es lo que podemos decir de l sobre la base de las fuentes documentales crticamente valoradas, que no es poco! Es verdad que A. von Harnack afirm que es imposible escribir de l una biografa (Vita Jesu scribi nequit) y hoy nadie le puede contradecir; pero pueden indicarse algunos rasgos de su vida, bien con suficiente seguridad, bien con notable probabilidad y verosimilitud.El ttulo de este libro quiere dar cuenta enseguida de una peculiaridad importante de los estudios actuales: Jess era un hebreo de hace dos milenios, hijo de su tiempo y de su tierra de origen, Galilea, regin separada del centro cultural y religioso de Jerusaln, de la que por otro lado nunca estuvo ausente; fue artesano de una pequea aldea, de la que comparti una cultura campesina, no sin una cierta distancia crtica de las dos ciudades importantes de su regin, Sforis y Tiberades. La confrontacin con los fenmenos, movimientos y figuras de la tierra palestina de entonces, en los que he insistido, lo muestra bien inserto en su mundo, heredero de la noble tradicin religiosa juda, pero con una presencia incmoda que suscit oposiciones tenaces y reacciones violentas que lo llevaron a la cruz. Ningn hombre es una isla; tampoco lo fue Jess.No he querido recargar el ya voluminoso texto con notas analticas y citas bibliogrficas al pie de pgina. Al comienzo de cada captulo recojo una rica lista de estudios, elegidos generosamente entre los innumerables que se han publicado. Aludo a ellos en el texto con breves alusiones. El dilogo con las muchas y diversas voces de los estudiosos enriquecer sin duda la investigacin.

1Historia de la investigacin:Etapas, tendencias, resultadosBibl Aa Vv, Lexgse et la thologie devant Jsus le Christ, en RechSR 87(1999), 3, R Aguirre, Estado actual de los estudios sobre el Jess histrico despus de Bultmann, en EstBibl 54(1996), 433-463, J N Aletti, Exgte et thologien face aux recherches historiques sur Jsus, en RechSR 87(1999), 424-444, H D Betz, Wellhausens Dictum Jesus was not a Christian, but a Jew en Light of Present Scholarship, en ST 45(1991), 83-110, M J Borg, Jesus A New Vision Spirit, Culture and the Life of Discipleship, London 1993, Id , Reflections on a Discipline A North American Perspective, en B Chilton C A Evans, (eds ), Studying the Historical Jesus Evaluations of the State of Current Research, Leiden 1994,9-31, Id , Jesus and Eschatology A Reassessment, en J H Charlesworth W R Weaver, (eds ), Images of Jesus Today, Valley Forge 1994,42-67, M J Borg, Jesus in Contemporary Scholarship, Valley Forge 1994, R, Bultmann, Das Verhltnis der urchristlichen Christusbotschaft zum historischen Jesus, en Exegtica, Tubingen 1967, 446-469, Id , Die Geschichte der synoptischen Tradition, Gottingen 1967,7a ed (trad esp Historia de la tradicin sinptica, Salamanca 1999), Id , Linterprtation du Nouveau Testament, Aubier 1955, J H Charlesworth, Jesus Research Expands with Chaotic Creativity, en Charlesworth Weaver, (eds ), Images of Jesus Today, 1-41, J D Crossan L T JohnsonW H Kelber, The Jesus Controversy Perspectives in Conflict, Harrisburg 1999, F G Downing, Chris and the Cynics Jesus and Other Radical Preachers in First Century, Sheffield 1988, D Flusser, Jess en sus palabras y en su tiempo, Cristiandad, Madrid 1975, Id , Jesus, Lanterna, Genova 1976-Morcelliana, Brescia 1997, S Freyne, La terza ricerca sul Ges storico Alcune riflessioni teologiche, en Conc 33(1997)1,60-79, R W Funk R Hoover and the Jesus Seminar, The Five Gospels The Search for the Authentic Words of Jesus, NY 1993 (cf crtica severa di NT Wright, Five Gospels no Gospel Jesus and the Seminar, en B Chilton - C A Evans, (eds ), Authenticating the activities of Jesus, Leiden-Boston-Koln 1999, 83-120, V Fusco, La ricerca del Ges storico Bilancio e prospettive, en R Fabris, (eds), La parola di Dio cresceva (At 12,24) Scritti in onore di Carlo Maria Martini nel suo 70 compleanno, EDB, Bologna 1998, 487519, Id , La qute du Jsus historique Bilan et perspectives, en D Marguerat - E Norelli - J -M Poffet, (eds.), Jess de Nazareth Nouvelles approches dune nigme, Genve 1998,25-57, D J Harrington, The Jewishness of Jesus Facing Some Problems, en J H Charlesworth, (eds ), Jesus Jewishness Exploring the Place of Jesus in the early Judaism, NY1991, 123-136, R A Horsley, Jesus and the Spiral of Violence Popular Jewish Resistance in Roman Palestine, San Francisco 1992, J Jeremas, Teologa del Nuevo Testamento, I La predicacin de Jess, Salamanca 1974, Id , Teologia del Nuovo Testamento, I La predicazione di Ges, Paideia, Brescia ^1976, M Kahler, Il cosidetto Ges storico e lautentico Cristo biblico, M DAuria, Napoli 1991, E Kasemann, en Ensayos exegticos, Salamanca 1978, 159-189, Id , Il problema del Ges storico, en Saggi esegetici, Marietti, Genova 1985, 30-57, Id , Sackgassen im Streit um den historischen Jesus, en Exegetische Versuche und Besinnungen, II, Gottingen 1964, 31-68, Id , Die neue Jesus-Frage, en J Dupont, (eds ), Jess aux origines de la christologie, Leuven 21989, 47-57, J S Kloppenborg, Levangile Q et le Jesus historique, en Marguerat - Norelli - Poffet, Jsus de Nazareth, 225-268, W G Kummel, Il Nuovo Testamento Storia dell'indagine scientifica sul problema neotestamentario, Il Mulino, Bologna 1976, B Mack, A Myth of Innocence Mark and Christian Origins, Philadelphia 1988, F Manns, Les Juifs et Jesus 2000 ans dinterrogations, 200 ans de recherches exgetiques, en E Franco, (eds ), Mysterium Regni Ministe riun Verbi Scritti in onore di mons Vittorio Fusco, EDB, Bologna 2001, 157-200, C Marcheselli-Casale, Ges di Nazaret, messia di Israele? Verso un dialogo sempre pi costruttivo tra cristiani ed ebrei, en Fabris,(ed ), La parola di Dio cresceva, 521-539, D Marguerat, La Troisime qute du Jsus de lhistoire, en RechSR 87(1999), 397 421, P Muller, Neue Trends in der Jesusforschung, en ZNT 1(1998), 2-1, Id , Jesusbucher-Jesusbilder, en VF 44(1999), 2-28, G Pirla-F Cappellotti, Il Ges storico Problema della modernit, Piemme, Casale Monferrato 1988, A Puig I Tarrech, La recherche du Jsus historique, en Bib 81 (2000), 179-201, H S Reimarus, I frammenti dellAnonimo di Wolfenbuttel pubblicati da G E Lessing (F Parente ed ), Bibliopolis, Napoli 1977, J M Robinson, Le Krygme de lglise et le Jsus de lhistoire, Genve 1961, P Sacchi, Ges lebreo, en Henoch 6(1984), 347 368, B Schaller, Jesus, ein Jude am Galilaa Zur Trilogie von Geza Vermes, en EvTh 57(1997), 552-559, A- von Scheliha, Kyniker, Prophet, Revolutionr oder Sohn Gottes? Die dritte Runde der Frage nach dem historischen Jesus und ihre Christologiche Bedeutung, en ZNT 2(1999)4,, 22 31, J Schlosser, Le dbat de Kasemann et de Bultmann propos du Jsus de lhistoire, en RechSR 87(1999), 373-395, E Schussler- Fiorenza,Gs figlio di Maria, profeta della Sophia Questioni crittiche dl cristologa femminista, Claudiana, Torino 1996, A Schweitzer, Storia della ricerca sulla vita di Ges, Paideia, Brescia 1986, Id , Investigacin sobre la vida de Jesus, EDICEP, Valencia 1990, G Segalla, La terza ricerca del Ges storico II Rabbi ebreo di Nazaret e il Messia crocifisso, en StPat 40(1993), 463-515, Id , La verit storica dei vangeli e la terza ricerca su Ges,en Lateranum 41(1995), 461-500, Id , Un Ges storico incerto e frammentato guadagno o perdita per la fede9 en StPat 45(1998), 3-19, M Smith, Jesus the Magician Charlatan or Son of God, Berkeley 1998,G Vermes, Ges l'ebreo, Borla, Roma 1983, Id , Jess el judo, Muchnik, Barcelona 1994, J Weiss, La predicazione di Ges sul regno di Dio, M DAuria, Napoli 1993, W Wrede, Il segreto messia meo nei Vangeli, M DAuria, Napoli 1996Si el punto de partida fue la obra de Reimarus (1694-1768), de la que G. E Lessing public en 1774-1778 algunos fragmentos postumos, puede decirse que la investigacin histrica sobre Jess tiene ya a sus espaldas una larga historia. No es difcil dividir este periodo en tres grandes etapas. La primera, objeto de la famosa Investigacin sobre la vida de Jess de A. Schweitzer (1906), llamada hoy old quest, llega hasta comienzos del 1900 Vienen luego, dominados por la figura imponente de Bultmann, treinta aos (1920-1950) de una franca toma de distancia, con la conviccin, impregnada de fuerte escepticismo histrico e inspirada en exigencias estrictamente teolgicas, de que la atencin ha de dirigirse, no ya al Jess terreno, poco conocido y de todas formas no significativo para la fe cristiana, sino al Cristo predicado y credo, fuente de una preciosa comprensin existencial del hombre. Pero vuelve a encenderse en los aos 50 el inters por el Jess histrico gracias a algunos exponentes de la misma escuela bultmanniana, sobre todo Ksemann y Bornkamm, que afirman con fuerza, en contra de su maestro, que la investigacin histrica sobre Jess no slo es posible no ya en el sentido de una reconstruccin de su vida, espejismo quimrico del siglo XIX, sino dentro de los lmites de la definicin de algunos de sus rasgos caractersticos y calificativos; es adems teolgicamente necesaria, ya que el Cristo resucitado que confiesan los creyentes no es ms que el Jess terreno, mientras que la insistencia unilateral sobre aqul expone al riesgo de tener entre manos una Palabra desencarnada, un Logos sin carne. Por sugerencia de J. M. Robinson se llam a esta segunda etapa convencionalmente la new quest. Hoy, finalmente, para sealar un nuevo giro en la investigacin histrica sobre Jess, se habla siguiendo las huellas de N. T. Wright, de third quest, dominada sobre todo por autores norteamericanos, ms optimistas sobre las posibilidades de definir no slo algunos rasgos del nazareno, sino tambin de encontrar para ellos un contexto histrico-social adecuado, el contexto judo de aquel tiempo, apartndolo del aislamiento artificial en el que haba sido encerrado por los estudios precedentes.1. Los puntos clave de la old questHasta el siglo de las luces el mundo cristiano no perciba ninguna distancia entre el Jess que vivi en Galilea y muri en Jerusaln y el Seor glorioso que atestiguaban los primeros creyentes, presentado en los Evangelios y confesado por la fe de las Iglesias: lo sobrenatural cubra igualmente las dos esferas y el esplendor de la gloria del segundo irradiaba sobre la historia terrena del primero. El que rompi este encanto con un anlisis lcido pero tambin con una intencin ideolgica, aunque precedido por los destas ingleses (cf. Kmmel, Il Nuovo Testamento, 64-80), fue S. Reimarus, profesor de lenguas orientales en Hamburgo y autor de escritos ponderados en defensa de los derechos de la razn en el campo religioso. Antes de Reimarus nadie haba intentado enfrentarse a la vida de Jess con criterios histricos, declara Schweitzer (p. 65). De hecho, contrapuso la realidad histrica de Jess a la presentacin que de l hacen los Evangelios. La diada Jess histrico y Cristo de la fe, que en trminos antitticos constituir la bandera de los exponentes de este periodo de la investigacin y que es el ttulo de una obra del clebre Strauss, Der Christus des Glaubens und der Jesus der Geschichte de 1865, hace su entrada en la escena de los estudios acadmicos. Afirma en lnea de principio: Creo que existen fuertes motivos para mantener la distincin entre lo que cuentan los apstoles en sus propios escritos y lo que realmente expres y ense Jess en su vida (I frammenti, 358). Y he aqu los dos cuadros de su reconstruccin histrica: Jess, vuelto hacia el establecimiento del reino mesinico en la tierra y, por eso mismo, revolucionario que luch por la liberacin de su pueblo del dominio romano, fracas en su empresa y fue colgado en la cruz por obra de los opresores romanos; pero sus discpulos histricos, incapaces de digerir el luto por su prdida diramos hoy, pusieron en obra un ingenioso fraude que tuvo un extraordinario xito: despus de robar el cadver de su venerado maestro y pretendido mesas poltico, atestiguaron que era el mesas espiritual resucitado del reino de los muertos y el hijo del hombre, que haba de venir pronto a cerrar la historia y a crear un reino celestial de salvacin, no sin haber interpretado su horrible muerte como un sacrificio de expiacin por los pecados de la humanidad. Nuestros Evangelios son el resultado de este piadoso fraude de los primeros creyentes, dispuestos a echar sobre las espaldas de Jess el manto de Seor espiritual y quitndole al mismo tiempo de sus manos la espada del mesas guerrero de Israel, cuyas huellas siguen sin embargo apareciendo por doquier entre las redes de los textos evanglicos, por ejemplo, en el relato de su accin subversiva en el templo de Jerusaln. Su objetivo no fue el de sufrir y morir, sino el de establecer un reino terreno y liberar a los judos de la prisin; y en esto Dios lo haba abandonado y haba resultado vana su esperanza; despus de la muerte de Jess, se invent por primera vez la nueva doctrina de un redentor espiritual doliente, simplemente porque la pura esperanza se haba derrumbado (Frammento VII, 8 y 9; p. 454). Ms tarde volveremos sobre la astuta estratagema de los discpulos, que hicieron desaparecer el cadver de Jess para proclamar que haba resucitado.En concreto, fueron varios los tipos de lectura histrica de Jess. La de los racionalistas que acometieron esta empresa, entre los que por brevedad nos limitamos a mencionar a H. G. Paulus, autor de La vida de Jess como fundamento de una pura historia del cristianismo primitivo (1828), centr su inters en la explicacin naturalista de los sucesos milagrosos presentes en los Evangelios. De este modo, las curaciones que se crean prodigiosas fueron ledas como el resultado del influjo de la personalidad de Jess sobre el frgil sistema nervioso de los beneficiarios, o del uso que haca de medicamentos desconocidos para los dems. El despertar de personas catalpticas fue considerado por los ignorantes e ingenuos discpulos como una resurreccin de la muerte; del mismo tipo es la explicacin que dan de la resurreccin del propio Jess. En la tempestad calmada del lago de Galilea debe leerse la indicacin providencial del maestro a los asustados discpulos de que sacaran la barca fuera del ojo del cicln. La multiplicacin de los panes fue un acto de compartir que pidi a los que estaban cerca de l, segn el ideal de repartir los bienes con los necesitados. Al ver a Jess caminando junto a la orilla envuelto en la niebla, los discpulos tuvieron la sensacin de que caminaba sobre las aguas: un error.Fue Strauss el que mostr con su obra en dos volmenes La vida de Jess elaborada crticamente (1835-1836) el carcter artificial de estas explicaciones y el ciego apriorismo de los racionalistas, y propuso como alternativa una interpretacin mtica del aspecto sobrenatural de los relatos evanglicos. La resurreccin del crucificado, la subida a los cielos del resucitado, las curaciones del nazareno, el despertar de los muertos con su llamada, etc., son mitos, es decir, revestimientos narrativos de ideas religiosas de los creyentes de la primera hora, que expresaron de este modo su fe en Jess, venerado en el culto como hijo de Dios celestial, que haba venido a la tierra a salvar a la humanidad. Por lo dems, tambin fuera de la corriente cristiana estaba presente y operante el proceso de mitificacin de las grandes figuras fundadoras de una ciudad, de una religin, de un pueblo. En Roma, por ejemplo, Rmulo era venerado como dios nacido de un dios (deum deo natum) y subido al cielo: ... qued envuelto en una nube tan compacta que desapareci de la vista de sus soldados (Livio, Hist. 1,16). Pues bien, la reconstruccin histrica de Jess se obtiene, segn Strauss, depurando su figura de los numerosos rasgos mticos y legendarios: eliminada toda esta ganga que lo cubre, descubrimos su verdadera realidad de mesas que esperaba de Dios la palingnesis.Si Strauss salvaba la historicidad substancial de la figura del maestro de Nazaret, debidamente desmitizada, Bruno Bauer (1809-1882) fue el pionero de aquellas lecturas radicalmente escpticas de la vida de Jess que apareceran ms tarde, en los primeros aos del siglo XX. Pero mientras que Bauer vea en l la encarnacin ficticia del ideal mesinico de la tradicin juda, sus sucesores Drews, Jensen, etc. hicieron de l la expresin literaria de mitos orientales, incluso de mitos astrales, y lo describieron, por ejemplo, al estilo de Gilgamesh, siguiendo as de cerca a Strauss y extendiendo la interpretacin mtica a la persona misma de Jess. Se trataba, sin embargo, de un filn sin futuro, dada la objecin obvia e insuperable de que poseemos de el vlidos testimonios no slo cristianos, o sea, partidistas pero no por ello desprovistos a priori de todo valor histrico, sino tambin judos, como Flavio Josefo y la literatura rabnica, y de historiadores romanos, como Tcito y Suetonio. Y es sorprendente que todava hoy haya personas que se atreven a aventurarse por caminos sin salida (ese autor tan osado merece ser llamado por su nombre y apellido: G. A. Wells, The Jess Myth, Chicago 1999).La segunda parte del siglo XIX conoci la aparicin de numerosas Vidas de Jess dentro del protestantismo liberal de la poca, empeada en presentar a un Jess moderno, de gran personalidad, que propona una religin racional y una tica universal, depurado de los elementos particularistas de su origen judo y privado de toda aureola sobrenatural. En resumen, un grande e incomparable maestro de vida para la humanidad, que ense verdades espirituales fundamentales como la paternidad de Dios y la consiguiente fraternidad humana, la dignidad de la persona humana y el valor inestimable del alma. Se lleg a esta reconstruccin a travs de un proceso interpretativo radical que dej de lado la tensin escatolgica de Jess, proponiendo una lectura espiritualista e interior de su anuncio del reino de Dios a partir del dicho recordado por Lucas en 17,21: El reino de Dios est dentro de vosotros (entos hymn), y cerrando los ojos sobre los numerosos pasajes evanglicos que atestiguan su colocacin concreta en el marco de la apocalptica juda de la poca.Merece al menos una alusin La vida de Jess de E. Renn (1823 -1892) de 1863, que obtuvo un xito clamoroso y prolongado en 1923 se contaron ms de 400 ediciones, incluso ms all de sus dudosos mritos cientficos: un catlico francs se introduca entonces en una investigacin de cuo alemn y protestante, hacindola suya y dndola a conocer fuera de los estrechos confines del centro de Europa. En realidad, describe con pinceladas de artista bien dotado la figura del fascinante profeta de Galilea, siguiendo el hilo de las narraciones evanglicas y supliendo sus lagunas con su ardiente fantasa, encendida por la experiencia directa de los lugares palestinos que haba visitado.Pero la lectura del Jess histrico de la old quest que ms influjo ha tenido preciosa herencia!, junto con otros resultados de crtica literaria, ha sido sin duda la interpretacin escatolgica, que tuvo su insigne paladn en J. Weiss con su obra La predicacin de Jess del reino de Dios (1892 y 1900). El nazareno no es un maestro de verdades religiosas y morales universales, sino un profeta de la venida prxima del reino de Dios, que pondr la palabra fin a esta historia y a este mundo. Un anuncio, el suyo, que se combina con la invitacin a sus oyentes para que se abran con confianza a esta alegre perspectiva. En J. Weiss, A. Schweitzer ve la ltima de las tres alternativas que, a su juicio, han orientado la investigacin histrica sobre Jess hasta comienzos del siglo XX: Weiss reviste a su modo la misma importancia que la primera vida de Strauss, formulando el tercer grande aut...aut... de la investigacin sobre la vida de Jess. El primero haba sido puesto por Strauss: o pura historia o pura sobrenaturaleza; el segundo haba sido sostenido por algunos profesores de Tubinga y por Holtzmann: o los sinpticos o Juan; y he aqu el tercero: o la escatologa o su negacin (Storia della ricerca, 326). Esta ltima alternativa recorrer tambin los senderos de la new quest de los aos 1950-1970 y la third quest del ventenio 1980-2000 bajo signos opuestos: s a la interpretacin escatolgica para aquel periodo y, en general, lectura no escatolgica de Jess para ste.Despus de su padre reconocido, pero sin olvidar la lectura poltico-revolucionaria de Reimarus y la mtica de Strauss, es el mismo A. Schweitzer un exponente de primera magnitud de la interpretacin escatolgica. En la ltima parte de su clebre obra, que ya hemos recordado, expone con acentos originales su propia Vida de Jess, interpretada bajo el signo de la escatologa consecuente (pp. 494-550). Jess entra en la luz de la historia slo cuando en Galilea predica que el reino est cerca. Su confianza en este acontecimiento prximamente futuro, esperado como iniciativa exclusiva de Dios, es tan grande que, cuando manda a sus discpulos en misin a anunciar el reino, se espera que ya no regresarn, porque se realizar muy pronto su esperanza. Pero regresan. Entonces, desilusionado por el retraso en la realizacin del reino, sube a Jerusaln para morir all, decidiendo padecer en su carne los sufrimientos previstos de los ltimos tiempos, como medio necesario para forzar la mano a Dios. Tambin las exigencias ticas radicales de Jess son interpretadas por Schweitzer en clave escatolgica: tica ad interim la llama, propia de un breve periodo de transicin que tiene que preparar a los espritus de quienes le sigan para la cita decisiva con el ltimo da, cuando este mundo deje su sitio al mundo futuro en el que la paz y la justicia se besen, segn la feliz expresin del Salterio hebreo.De hecho el reino de Dios no tuvo su cumplimiento ni entonces ni luego. Jess es hijo de su tiempo y de su tierra, habitados ambos por soadores. Se enga. Por tanto, no podemos seguirle por este sendero. No tiene nada de moderno, pero est muy lejos de ser insignificante para los hombres de hoy; en este sentido Jess es algo para nuestro mundo, ya que de l naci una gran corriente espiritual, que invade tambin nuestro tiempo. Ningn conocimiento histrico puede sacudir o reforzar este dato de hecho (p. 745); Dejado en su tiempo escatolgico, est por encima de l y, a pesar de su carcter extrao, acta de manera ms elemental y poderosa (p. 749). En concreto, concluye el gran Schweitzer, podemos compartir su fe y su esperanza en el reino (p. 755); pero nosotros, a diferencia de l, lo entendemos como resultado del trabajo tico (p. 753).Al final de este prrafo, se impone una valoracin general. Los autores que en los siglos XVIII y XIX se empearon en la aventura fascinante de la investigacin histrica sobre Jess, no se sentan motivados por un puro inters cientfico. Los incitaban normalmente dos impulsos colaterales: el rechazo polmico del dogma de las iglesias que, a su juicio, haban transformado a Jess de Nazaret en la mscara deslumbrante de un dios bajado a la tierra, y la intencin de descubrir a travs de una lectura crtico-histrica de los Evangelios su rostro genuinamente humano de mesas poltico o espiritual, pero sobre todo de genio religioso, portador de una religin racional basada en perspectivas ticas universales y que podan compartir las modernas generaciones. De hecho, la ingenua pretensin de descubrir quin era realmente Jess en oposicin al dogma eclesistico se revel ordinariamente engaosa; se acab de ordinario creando varios Jess a imagen y semejanza de los historiadores y con el sello del esprit du temps, revistindolo de ropaje moderno y arrancndolo de la cultura religiosa de su tiempo: un proceso proyectivo. La denuncia despiadada de Schweitzer, abrazando con entusiasmo y desarrollando por su parte la interpretacin escatolgico-apocalptica de Weiss, pudo concluir con fina irona que la gloriosa investigacin vio al nazareno saludando a los modernos para volver a su vida de hombre antiguo y muy poco moderno: Extrao destino el de la investigacin sobre la vida de Jess! Parti para encontrar al Jess histrico, pensando que poda situarlo en nuestro tiempo tal como es, como maestro y como salvador. Rompi las cadenas que desde haca siglos lo mantenan atado a la roca de la doctrina eclesistica; se alegr cuando la vida y el movimiento impregnaron de nuevo su figura y cuando vio que sala a su encuentro el hombre histrico. Pero no se detuvo aqu, pas por delante de nuestro tiempo, lo ignor y regres al suyo. La teologa de los ltimos decenios se escandaliz y se asust, al hacerse consciente de que todas sus tcnicas interpretativas y sus manipulaciones no eran capaces de retenerlo en nuestro tiempo, sino que tenan que dejarle marcharse al suyo (pp. 744-745). Esta crtica, naturalmente, no vale para los escatologistas como Weiss y Schweitzer.Fue todo esto tiempo perdido? No, porque los resultados conseguidos no han sido irrelevantes. Ante todo, en trminos negativos, la old quest sobre Jess ha excluido una vez para siempre que pueda escribirse sobre l una vida en el sentido moderno de esta palabra en la historiografa actual. Harnack ha dicho de forma lapidaria, con el consenso de todos: Vita Jesu scribi nequit. No lo permite la naturaleza de la documentacin histrica que poseemos, especialmente de los Evangelios, como veremos ms adelante. Adems, el anlisis histrico-crtico de los testimonios evanglicos ha dejado bien asentados algunos puntos firmes: como fuente histrica los Evangelios sinpticos, Mateo, Marcos y Lucas, deben preferirse claramente al de Juan, en donde la interpretacin de Jess como palabra encarnada de Dios lo aleja regularmente demasiado de su densidad humana y terrena. Por otra parte, la solucin que predomina entre los estudiosos actualmente opina que Marcos, como el ms antiguo y primer Evangelio, es fuente de Mateo y de Lucas que, sin embargo, en el material que les es propio y que est ausente en Marcos, usaron una segunda fuente que se ha perdido y que se conoce como fuente Q. A ello hay que aadir que el estudio de Wrede ha demostrado cmo el propio Marcos no nos ofrece una presentacin neutra del Jess terreno, sino que lo interpreta teolgicamente a la luz del llamado secreto mesinico, un expediente redaccional que busca indicar en el nazareno el punto de partida y el factor de legitimacin del mesianismo cristiano. En tercer lugar, la interpretacin escatolgica supo encontrar una colocacin concreta de Jess en el cuadro del judasmo de su poca, profundamente marcado por corrientes escatolgico-apocalpticas. Transmitida a las siguientes generaciones, conocer matizaciones preciosas, logrando un amplio consenso en la lectura del anuncio por obra de Jess del reino de Dios como acontecimiento que surge en la historia, mientras que su cumplimiento final queda asignado al futuro.2. Los aos de una pretendida falta de inters: no questEn su Historia de la Leben-Jesu-Forschung Schweitzer no tom en consideracin a M. Khler e hizo mal, ya que la posicin de ste result muy importante: en 1892 se aplic a fondo a la investigacin histrica sobre Jess con su obra El llamado Jess histrico y el autntico Cristo bblico, inaugurando una nueva direccin en el movimiento pendular de la investigacin moderna. Sus afirmaciones son polmicas: el Jess histrico de los escritores modernos esconde al Cristo viviente. Los Jess de las Vidas de Jess son una subespecie moderna de los productos del arte inventivo humano (p. 62). Lo prueba la ausencia de fuentes histricas fiables (p. 66). Y positivamente afirma: El Cristo real, es decir el Cristo eficaz, el que atraviesa la historia de los pueblos, con el que millones de hombres han mantenido una relacin de fe filial [...], el Cristo real es el Cristo predicado, en otras palabras, el Cristo de la fe (p. 83). En la contraposicin que establecan entre el Jess histrico y el Cristo de la fe, los protagonistas de la old quest se haban alineado en favor del primero, con la conviccin que se revel engaosa, como hemos dicho de tener as entre manos al verdadero Jess. Khler, por el contrario, escogi al segundo como el nico verdadero.Lo seguir de hecho R. Bultmann, movido por dos impulsos, diversos pero convergentes. El primero, de naturaleza literaria, lo convirti en compaero de camino de Dibelius, Albertz, Schmidt, unidos todos ellos en la llamada escuela de la Formgeschichte (historia de las formas). Remontndose ms all de nuestros Evangelios, estudiaron las tradiciones de stos que se conservaban por escrito, llegando a la conclusin de que se trataba de unidades dispersas, desarticuladas, de dimensiones muy reducidas, modeladas segn unos esquemas adecuados de expresin e inspiradas no por un inters histrico, sino por la exigencia de satisfacer las necesidades espirituales de las primeras comunidades cristianas, palestinas y helenistas. Dibelius haba indicado en la actividad de los anunciadores del evangelio el catalizador de la formacin de las tradiciones: En el principio era la predicacin. Pero Bultmann logr mostrar la incidencia de mltiples necesidades: misioneras, catequsticas, exhortativas, apologticas, polmicas, litrgicas (Die Geschichte der synoptischen Tradition). De esta manera, lo que Jess haba hecho y dicho fue filtrado por la fuerza creadora y plasmadora de la fe de los primeros cristianos; por eso, nuestros Evangelios, que se haban limitado a un trabajo de ordenacin y de yuxtaposicin (Geschichte, 393) de los frutos de este proceso actualizante, no pueden de ningn modo catalogarse en el gnero histrico, ni siquiera en el gnero ms amplio de la biografa. Jess desaparece detrs de las comunidades cristianas de los orgenes; de l podemos saber muy poco, ciertamente insuficiente para trazar, aunque slo sea a grandes lneas, la evolucin de su existencia humana y mucho menos la parbola de su personalidad. En este sentido, y slo en ste, en la introduccin de su libro sobre Jess afirmar Bultmann que de l no se sabe prcticamente nada. De hecho, en su confrontacin seria con Ksemann, de la que pronto hablaremos, por los aos 1960, llegar a distinguir entre la persona de Jess y su personalidad, afirmando que los Evangelios se interesan por aquella, no por sta (cf. Schlosser, 376).Pero no hay por qu lamentarse, incluso porque la historia de la investigacin de Schweitzer haba desacreditado notablemente muchos de los intentos pluriformes de escribir la vidas de Jess. Sobre todo se pone aqu de relieve el segundo y ms importante motivo que impuls al luterano Bultmann: la pura fe, suscitada por la palabra, no slo no necesita apoyarse en el Jess terreno presentado histricamente, sino que incluso debe prescindir de l, si desea conservar su pureza y su integridad. El verdadero Jess que hoy interesa a los creyentes es el Cristo predicado, no el Jess predicador. En efecto, slo en aquel Dios ofrece hoy la salvacin al oyente de la palabra, llamndolo eficazmente a decidirse por una autntica existencia de acogida del don divino ofrecido en Cristo. Del Jess terreno el anuncio evanglico presupone solamente el hecho (dass) de su crucifixin, no el contenido (wass) de su existencia histrica: qu es lo que dijo, qu es lo que hizo, sobre todo con qu intencin arrostr la muerte. Y en la confrontacin con sus discpulos que, por el contrario, afirmaban como teolgicamente necesaria la investigacin del Jess histrico y sostenan una continuidad fundamental entre los dos polos de la sinttica frmula de fe Jesu-cristo, l considera como discontinuos el anuncio teolgico del reino por parte de Jess y el anuncio cristolgico de la iglesia centrado en la muerte y resurreccin de Cristo. Efectivamente, slo en este anuncio Dios llama, en el presente, una vez por todas (ephapax) a los hombres a que se decidan por el don de la salvacin ltima, mientras que el mensaje de Jess reson una vez/un tiempo, en el pasado, como ofrecimiento salvfico limitado a sus oyentes histricos. Y esto sobre todo si tenemos en cuenta que no sabemos nada de cmo Jess vivi su muerte y si le atribuy un valor salvfico. De hecho, dice Bultmann, Jess acab en la cruz por un malentendido de su accin entendida en sentido poltico. As pues, desde el punto de vista histrico sera un destino privado de sentido (Das Verhaltnis, 453).De todas formas Bultmann se ha hecho todava ms clebre por su trabajo de desmitificacin del material evanglico. Se relaciona de este modo con Strauss, pero con una diferencia importante: ste haba sealado en los Evangelios diversos mitos o leyendas sagradas y se haba propuesto reconstruir al Jess histrico eliminndolos. Bultmann, libre de este inters, los interpreta en clave existencial: son el fruto de una mentalidad y de una cultura premoderna, que los modernos leen como expresin profunda del sentido de la existencia. As por ejemplo, el nacimiento virginal de Jess expresa no un hecho biolgico, sino un acontecimiento de gracia que no es de este mundo: Jess es el don salvfico de Dios; en l, muerto y presente en el anuncio evanglico, Dios llama gratuitamente a cada uno de los hombres a que crean y se decidan por una existencia autntica abierta a las nuevas posibilidades del futuro. Del mismo modo, la resurreccin de Jess quiere decir que l est vivo y presente en el anuncio evanglico, como lugar de la accin salvfica definitiva de Dios.En sntesis, como ha dicho, no sin cierta exageracin J. Reumann, estos aos, marcados por la presencia imponente de Bultmann, se presentan como tiempo de no quest: no hay nada que buscar sobre el Jess histrico.3. La reanudacin de la new questEn la investigacin histrica que hasta ahora hemos venido trazando aparece central un cuarto aut...aut, adems de los tres sealados por Schweitzer o el Jess histrico o el Cristo de la fe La old quest se haba inclinado por el primer polo, ingenuamente convencida de poder captar a travs del anlisis cientfico al verdadero Jess, despojado de aquel esplendor divino con que lo haba arropado la fuerza creativa de la fe de los creyentes de la primera hora, fe que se ha celebrado en el culto de las iglesias de todos los tiempos Por su parte, Khler y Bultmann escogieron el segundo polo del dilema el nico Jess verdadero, es decir el Jess de la historia, no el creado in vitro por los estudiosos, sino el que ha influido y sigue influyendo en las peripecias de los hombres, atrayendo hacia s a los creyentes y espiritualmente presente y operante en ellos, es el Cristo predicado y credoPues bien, contra esta contraposicin o alternativa se pronunci en primer lugar Ksemann en 1953 en la conferencia que tuvo en la sesin de antiguos alumnos de Marburgo sobre El problema del Jess histrico Puso de relieve cmo en los Evangelios est totalmente ausente ese aut...aut..., sustituido por un claro et et aquel que es confesado como Seor en la fe es por identidad el Jess terreno, pero aparece rodeado de gloria divina, ya que la tradicin protocristiana se cuid de transmitimos no bruta facta, sino acontecimientos interpretados por los ojos de la fe, es decir, cargados de significado salvfico Y esto es normativo para nosotros tampoco nosotros podemos eliminar la identidad del Seor exaltado con el Seor terreno, sin caer en el docetismo y sin privarnos de la posibilidad de distinguir claramente entre la fe pascual de la comunidad y el mito (p 46) Por tanto, son consideraciones teolgicas y que tocan a la naturaleza misma de nuestros Evangelios las que requieren una continuidad fundamental entre el Jess terreno y el Cristo resucitado y credoEl Jess terreno, por otra parte, puede ser captado histricamente contina Ksemann, no en el sentido de trazar una vida del mismo caracterizada por una evolucin externa de los acontecimientos y por la evolucin interna de su personalidad, de las que sabemos respectivamente demasiado poco e incluso nada, sino en el sentido de mostrar algunos de sus puntos esenciales (pp 55-56) Se opone a que la resignacin y el escepticismo tengan la ltima palabra y conduzcan a desinteresarse del Jess terreno (p 56) Nos lo permite el anlisis atento del material tradicional de los Evangelios, en donde hay elementos que el historiador, si desea seguir siendo lo que es, debe simplemente reconocer como autnticos Lo que pretendo es mostrar que de la oscuridad de la historia (Historie) de Jess surgen rasgos caractersticos de su predicacin (p 56), como la frmula Pero yo os digo de Mt 5, donde se expresa su extraordinaria autoridad, visible incluso a propsito del mandamiento sabatico y de las prescripciones sobre lo puro y lo impuro Se trata de un anlisis riguroso que sabe valorar el material evanglico aplicando el criterio de la desemejanza o discontinuidad u originalidad, definido de esta manera por Ksemann: Tenemos un terreno en cierto sentido slido bajo los pies solamente en un caso: cuando una tradicin, por cualquier motivo, no puede ni sacarse del judasmo, ni atribuirse a la cristiandad primitiva, y especialmente cuando el judeo-cristianismo ha suavizado o retocado algo en el material recibido de la tradicin, por ser demasiado atrevido (p. 48). El exgeta es consciente del carcter minimalista de este criterio: Pero hemos de ser conscientes ya desde el principio del hecho de que a partir de aqu no se obtiene ninguna claridad sobre lo que uni a Jess con su ambiente palestino y con su comunidad posterior (p. 48). Pero le basta para su planteamiento del problema, sobre todo para poder mostrar, contra su maestro, que no se da slo una continuidad histrica o personal entre el Jess terreno y el Cristo de la fe, que admite Bultmann, sino tambin una continuidad real, es decir, una continuidad en el anuncio que haca Jess del reino y el evangelio cristiano sobre su muerte y resurreccin (Sackgassen, 55ss). Y no tiene miedo de afirmar que entre el Jess terreno que promete la salvacin a los sin-salvacin y la doctrina paulina de la justificacin del impo se da una continuidad real: En esto no hay ninguna ruptura entre el tiempo pre- y post-pascual (Die neue Jesu-frage, 52).Volvi sobre esta cuestin veinte aos ms tarde con su aportacin que acabamos de citar en las Jomadas bblicas de Lovaina, repitiendo con fuerza su ataque a la posicin bultmanniana de querer y deber prescindir del Jess histrico para fijarse en el Cristo predicado y credo, y renovando su lucha contra el escepticismo radical de los que piensan que no se puede salvar histricamente casi nada del fuego de la crtica (p. 48). Subraya sobre todo la importancia teolgica del Jess terreno, presente en los escritos del Nuevo Testamento que todos, pero sobre todo los Evangelios sinpticos, lejos de reducir al Cristo resucitado a puro mito, han preservado intencionalmente su rostro de nazareno: por algo estos ltimos han insistido en el seguimiento del crucificado y han propuesto la solidaridad de Jess con los marginados p. (53). Ksemann no vacila en atribuirles una tendencia historizante, dado su indiscutible inters por el pasado de Jess, y llama la atencin sobre las frmulas de fe como Rm 1,3-4, 1 Co 15,3ss, que encierran elementos narrativos esenciales (p. 54). En resumen, no se puede separar el vere Deus del vere homo, sin caer en la supersticin. Por eso la new quest, ms all de puros intereses histricos, posee una dimensin dogmtica (p. 55).Por su parte, G. Bornkamm con su obra Jess de Nazaret, de 1960, ha ofrecido una aplicacin clara y extensa de las nuevas orientaciones metodolgicas, resumidas de esta forma en el captulo 1: Nadie est ya en disposicin de escribir una vida de Jess (p. 7); los testimonios evanglicos unen, en un vnculo extraordinariamente intenso, la informacin sobre Jesucristo y la confesin en l, testimonio de la comunidad que cree en l y narracin de su historia (p. 9), anuncian quin es Jess, no quin fue (p. 12). En realidad, dice Bornkamm, los Evangelios son el rechazo del mito (p. 19); no justifican ni la resignacin ni el escepticismo (p. 20). Y si Ksemann en su estudio de 1953 se haba limitado a aludir a los elementos seguramente histricos que caracterizan a Jess, su colega se detiene en esta reconstruccin, presentndolo en clave escatolgica como pregonero de la proximidad del reino de Dios y como mediador de los signos que indican su participacin parcial, pero real, en l, por ejemplo su convivencia escandalosa con los publicanos y con los pecadores pblicos.La difcil lnea divisoria en que se mantuvieron los dos autores mencionados llev a Ksemann a oponerse con fuerza al intento de J. Jeremas (Teologa del Nuevo Testamento), demasiado optimista a la hora de reconstruir todo lo que Jess dijo e hizo, pero sobre todo deudor, adrede o involuntariamente, del viejo protestantismo liberal que tenda a hacer del Jess reconstruido histricamente el objeto de la fe. Es verdad, reconoce Ksemann, que Jess es para Jeremas el hijo encarnado de Dios, no ya un simple hombre como para los ilustrados, pero piensa que puede captarlo con la investigacin histrica (Sackgassen 40-41). Sin decir podemos aadir que la gran confianza del expertsimo Jeremas en los recursos filolgicos, como criterio de autenticidad histrica de los dichos de Jess atestiguados en los Evangelios resulta problemtica, ya que no va ms all de la antigedad del testimonio literario. En resumen, el material evanglico que nos permite atisbar connotaciones arameizantes no se remonta necesariamente a Jess; puede proceder muy bien de la primitiva comunidad palestina.En conclusin, la new quest ha intentado ensanchar el Dass (el puro hecho de la existencia de Jess) de Bultmann al Wer, al Wie y al Was, es decir determinar quin es Jess, su forma de vivir y el contenido objetivo de su existencia (H. Zahnt, A vueltas con Dios, Zaragoza 1972, 306ss).4. La third quest actualA partir de 1980, fecha puramente indicativa, se registra una fuerte reaccin en el mundo angloamericano contra el predominio de la investigacin alemana, y no slo en nuestro terreno. Baste pensar, por ejemplo, en la demolicin sistemtica que ha hecho E. P. Sanders de la interpretacin luterana de la doctrina paulina de la justificacin por la fe y no por las obras de la ley (cf. Pablo y el judasmo palestino). El mismo autor en Jess y el judasmo de 1985 pero vase tambin Jess. La verdad histrica de 1993 abre nuevos caminos a la investigacin histrica sobre Jess. Insiste ante todo en los hechos atestiguados en los Evangelios Jess bautizado por Juan Bautista / galileo que predic, devolvi la salud a los enfermos / llamada de los doce discpulos / limitacin de su actividad a Israel / controversia a propsito del templo / crucificado por las autoridades romanas / despus de su muerte siguieron los discpulos como un movimiento identificable, mientras que la escuela alemana de la new quest se basaba sobre todo en los dichos, mostrndose as heredera de Bultmann, que en 1928 escribi el libro Jess, donde expone solamente su doctrina, su predicacin (p. 106), ya que es imposible reconstruir su vida o su personalidad. Y de esta forma el exegeta alemn atena su proclamado escepticismo: Si sabemos poco de la vida y de la personalidad de Jess, sabemos sin embargo mucho de su predicacin, hasta el punto de que podemos hacernos de ella una imagen coherente (p. 106).Es sobre todo desde el punto de vista del planteamiento del problema como Sanders lleva a cabo una ruptura con la investigacin histrica anterior de la new quest, pero tambin de la escuela bultmanniana: libera el estudio del Jess terreno de todo vnculo con las cuestiones teolgicas, concretamente con el problema de su continuidad o discontinuidad con el Cristo del anuncio y de la fe. La investigacin histrica tiene que seguir su propio curso, sobre la base de las fuentes literarias de que disponemos, conscientes de sus limitaciones debidas a la naturaleza y a la escasez de los testimonios. Es sta una caracterstica general de la third quest.El mismo ttulo de la obra indica adems que Sanders quiere comprender a Jess dentro del judasmo del siglo I, rompiendo tambin aqu con el Jess de la new quest, visto en una discontinuidad radical con el ambiente judo de la poca y artificiosamente arrancado de sus races histrico-culturales: un Jess inexistente como tal. De todas formas, la cualidad judaica del nazareno, que algunos estudiosos como G. Vermes y S. Freyne califican de galileidad sit venia verbo, para Sanders no significa el sacrificio de su peculiaridad. sta destaca sobre el fondo del judasmo comn que comparten todos ms o menos, incluso el nazareno. Y yendo ms all de las observaciones generales, muestra cmo los testimonios se orientan hacia el hecho de que Jess tena un programa definido (p. 34): la restauracin de las doce tribus de Israel proclamada por la profeca hebrea, consciente de haber recibido precisamente de Dios la misin proftica de preparar al pueblo para la llegada final del reino de Dios. Y fue por esto, no ya por un pretendido e infundado rechazo de la ley juda, como se complacan en decir los exponentes de la new quest, por lo que el nazareno se jug la vida, cuando con un gesto simblico y unas palabras polmicas se pronunci por la destruccin del templo y su reedificacin esperada para los ltimos tiempos.Como vemos, Sanders se mantuvo siempre dentro del cauce de la interpretacin escatolgica de Jess, presentado como profeta orientado hacia el cumplimiento futuro de las esperanzas judas, es decir, en continuidad con la investigacin anterior. Y con l hemos de mencionar a B. F. Meyer (The Aims of Jess), que de una forma bastante parecida se propone dar cuenta de la escatologa del nazareno, constituida por dos factores complementarios: la restauracin de las doce tribus de Israel y la venida del reino de Dios, que no puede disociarse del destino de Israel, so pena de caer en una magnitud no bblica y a-histrica (Jesus-Christ, en ABD III, 779b).Por otra parte nos encontramos con un frente que ha propuesto la interpretacin de un Jess privado de toda dimensin propiamente escatolgica. No se niega que hablara del reino de Dios, pero se lee esta frmula en clave de cambio tico o social del tiempo presente. En concreto, Borg habla de escatologa sapiencial: Jess fue un maestro de sabidura no convencional, e incluso revolucionaria y alternativa, capaz de transformar el sentido de la vida humana y la praxis de las personas aqu y ahora. Los testimonios nos dicen adems que fue un hombre de Espritu (holy man), inserto en la corriente carismtica del judasmo y un profeta social defensor de la pureza del corazn. El fin inminente del mundo y la venida gloriosa del hijo del hombre no pertenecen a su anuncio, sino que son creaciones de la comunidad cristiana de los primeros tiempos. En este sentido se ha hablado justamente de una revolucin copernicana.Por el mismo sendero sapiencial se encaminaron los defensores de un Jess a imagen de los filsofos cnicos, Mack, Downing, y sobre todo el ms clebre de todos ellos J. D. Crossan. ste define a Jess como un campesino judo mediterrneo que, al estilo de los cnicos que l define como hippies en un mundo de yuppies distinguidos (Jess, 237), intentaba revolucionar con su palabra, y especialmente con su ejemplo, la vida del campesinado galileo de su tiempo. De hecho propuso una tica del igualitarismo radical y de la comensalidad abierta a todos, sin discriminaciones, poniendo en discusin el cdigo del honor y de la vergenza que imperaba entonces en los pases mediterrneos y practicando una curacin taumatrgica de las enfermedades, pero sobre todo preocupado por el malestar que de all se derivaba en trminos de marginacin y de ostracismo en un ambiente obsesionado por la pureza. Desde el punto de vista metodolgico hay que sealar que este autor recurre tambin a los datos de la antropologa cultural, refirindose al cdigo del honor tpico de la cultura mediterrnea y a la estructura del patronus-clientes de la sociedad romana.Tuvo una gran resonancia, incluso fuera del estrecho mbito de los estudiosos, el Jesus Seminar, constituido en 1985 por R. W. Funk con la participacin de unos 70 estudiosos norteamericanos, entre ellos Crossan y Borg. Se ocup especficamente de la autenticidad de las palabras de Jess que recogen los Evangelios cannicos y el Evangelio apcrifo de Toms: por eso hablan de cinco evangelios. Dejando aparte el escepticismo de cuo bultmanniano en la valoracin de su autenticidad, ha impresionado el procedimiento que han seguido: los participantes votaban democrticamente sobre el valor histrico de cada uno de los dichos evanglicos, decidiendo por mayora de votos y siguiendo una pauta de valoracin de cuatro grados de juicio sealados con los colores rojo (autntico: slo el 18% de los dichos evanglicos y 26 parbolas debidamente expurgadas), rosa (probablemente Jess dijo algo parecido), gris (Jess no dijo eso, pero las ideas expresadas estn cerca de las suyas) y negro (lo que pertenece por completo a la tradicin protocristiana).La lectura poltico-revolucionaria de Reimarus, recogida no hace muchos aos por S. G. F. Brandon (Jess era un zelote enemigo de los romanos: Ges e gli zeloti, Rizzoli, Miln 1983) y poco antes por R. Eisler, no ha encontrado prcticamente adeptos en esta etapa de la investigacin. El hecho de que el prefecto romano no haya arrestado ni ejecutado a los seguidores del rey de los judos muestra con evidencia que Jess no estaba al frente de un movimiento poltico de rebeldes armados. Por el contrario, se advierte un gran inters por la situacin social de la Palestina de entonces, particularmente de Galilea. Horsley en sus estudios sostiene la tesis de que el conflicto no enfrentaba tanto a los judos contra los romanos, sino que era totalmente interior al mundo judo, entre la clase dominante de la aristocracia sacerdotal y laica, simpatizante por otra parte con el dominador extranjero, y las clases subalternas, entre la ciudad y el campo, entre Jerusaln y la periferia. Sobre todo los campesinos y los artesanos de las aldeas de Galilea vivan una vida precaria, aplastados por los impuestos exorbitantes que tenan que pagar al poder poltico y al templo jerosolimitano. El bandolerismo y los actos de rebelin que, segn el testimonio de Flavio Josefo, sobresaltaban entonces con cierta periodicidad a la gente indican un malestar difuso. En esta situacin Jess aparece como un revolucionario pacifista, contrario a la violencia, anunciando un reino de Dios de tipo social que tena que realizarse aqu y ahora, haciendo justicia a los oprimidos. Por su parte, G. Theissen, que se ha distinguido por sus importantes estudios de historia social y de sociologa del cristianismo de los orgenes, ha profundizado en una lectura de Jess como leader de un movimiento de carismticos itinerantes, sin casa y sin trabajo, es decir desarraigados de la sociedad y portadores de exigencias radicales, apoyados por algunos simpatizantes y discpulos que, a diferencia de ellos, llevaban una vida tranquila sedentaria: movimiento que continu incluso despus de la muerte de Jess y que podemos vislumbrar tras la llamada fuente Q o de los dichos de Cristo (cf. Jess y su movimiento). Para completar el panorama, me gustara citar los estudios de E. Schssler-Fiorenza, empeada en mostrar a un Jess que combate todo poder dominante, tambin y sobre todo el de signo masculino y patriarcal.Siempre en relacin con la Galilea de su poca, el estudioso G. Vermes, basndose en la literatura rabnica como punto de referencia y confiando en el valor histrico substancial de los Evangelios sinpticos el Evangelio bsico se presenta como crnica de la vida de Jess (p. 23) encuadr a Jess en el contexto de los hassidim o varones piadosos de Galilea, entre los cuales sita a las figuras carismticas significativas de dos rabinos del siglo I. d. C.: Honi, el trazador de crculos y Hanina ben Dosa, capaces de hacer milagros y caracterizados por una gran familiaridad religiosa con Dios. De la misma forma, Jess obtuvo una gran fama y no pocos seguidores como curador, es sta la peculiaridad que lo inserta muy dentro del judasmo de su generacin, fiel a la preciosa herencia religiosa de los padres, privado de toda pretensin mesinica; un rabino dotado sobre todo del don de las curaciones.Y aqu es obligatorio sealar el gran inters de otros autores judos, entre los que destaca D. Flusser, pero sin olvidar a su precursor J. Klausner a comienzos del siglo XX, por la figura de su clebre connacional, visto con creciente simpata hasta darle el nombre de Hermano Jess, como indica el ttulo de la obra de Ben Chorin. Flusser se preocupa sobre todo de subrayar el carcter de judo piadoso y observante y de sostener que fue conducido a la muerte de cruz, no por culpa de las autoridades judas, sino por decisin y por obra del prefecto romano Poncio Pilato.En resumen, no es fcil indicar las peculiaridades unitarias y unificadoras de la third quest: los autores presentados son una buena prueba de ello. Estn igualmente representadas la interpretacin sapiencial y la lectura escatolgica. La contextualizacin de Jess en el terreno judo siguen siendo significativos en este sentido el ttulo de la obra de J. H. Charlesworth, Jess en el judasmo de su tiempo, la frase de J. Wellhausen proclamada a los cuatro vientos: Jess no es un cristiano, sino un judo, y el propsito de la repatriacin necesaria de Jess al judasmo (Heimholung Jesu in das Judentum) se empareja con autores que lo comprenden en perspectiva cnica, fenmeno claramente griego.Es grande la variedad de definiciones con que se le ha comprendido: profeta escatolgico (Sanders), maestro carismtico de sabidura revolucionaria (Borg), campesino judo mediterrneo de tendencia cnica (Crossan) o filsofo cnico sin ms (Mack, Downing), revolucionario social pacfico (Horsley y Theissen), judo que exalt la Ley radicalizando sus exigencias, especialmente el mandamiento del amor al prjimo (D. Flusser), fariseo seguidor de la tendencia de Hillel (H. Falk, Jesus the Pharisee), o simplemente un rabino, como titula B. Chilton su Intmate Biography (2000) A estos autores hay que aadir a M. Smith que lo concibe como un mago (Jess the Magician), identidad camuflada a sabiendas por el cristianismo de los orgenes en los relatos milagrosos de los gestos y las palabras mgicas del nazareno, pero que ilumina la coleccin de los Papyri Graecae Magicae que poseemos. Por eso la third quest ha sido llamada, justamente en mi opinin, una nebulosa formada por diversos ejes de investigacin (Marguerat, 400), donde la novedad de esta investigacin respecto a la anterior est a mi juicio en el hecho de que Jess ha sido reconstruido con la ayuda de un paradigma de continuidad con su ambiente natural (Marguerat, 416).Tampoco en el plano de valoracin de las fuentes documentales se da una orientacin comn. El Jess Seminar, como hemos visto, pone al lado de los Evangelios cannicos, y a menudo sobre ellos, el Evangelio apcrifo de Toms. Crossan, portavoz de los que proclaman: Abajo la tirana del Jess sinptico!, findose del criterio nico decisivo para l del testimonio mltiple y antiguo, destaca los datos de las fuentes anteriores a los aos 30-60, que sorprendentemente, y no sin una arbitrariedad macroscpica, percibe en Q, la versin primitiva, y en los Evangelios apcrifos de Toms, de Pedro en su versin original de Evangelio de la cruz, de los Hebreos, del evangelio secreto de Marcos y de la fuente de los signos de la que depende Juan. En particular, se dice de la fuente Q a pesar de que autores de fama discuten su validez que conoci una primera versin de cuo sapiencial, limpia de toda frase escatolgica de Jess, y se exalta su carcter original de primer Evangelio, del que estn ausentes los milagros y la pasin, que aparecern solamente ms tarde en el Evangelio de Marcos (cf. Kloppenborg). Pero no pocos exaltan los Evangelios sinpticos como fuente cristiana y, entre la literatura no cristiana, conceden un gran peso a los escritos judos de marca rabnica, apocalptica, qumrnica y seudoepigrfica (Vermes y Sanders). De todas formas, es un hecho la revalorizacin de la literatura cristiana apcrifa, as como la atencin a la historiografa de Flavio Josefo. M. Smith por el contrario canta fuera de tono con su referencia a los papiros mgicos de lengua griega. La aportacin de la arqueologa es apreciada sobre todo por Charlesworth, que se muestra sin embargo demasiado optimista sobre las posibilidades de una investigacin histrica ms amplia y profunda sobre Jess, muy cerca de un positivismo histrico.

2Fuentes de informacinBibl F Amsler, Levangile inconnu La Source des paroles de Jsus (Q) Traduction, introduction et annotation, Genve 2001, J M Asgeirsson - K De Troyer - M W Meyer, (ed.), From Quest to Q (FS J M Robinson), Leuven 2000, K Berger, Kriterien fur echte Jesusworte?, en ZNT 1(1998), 52-58, L Boffo, Iscrizioni greche e latine per lo studio della Bibbia, Paideia, Brescia 1994, FF Bruce, Ges visto dai contemporanei Le testimonianze non bibliche, Claudiana, Torino 1989, R A Burridge, What are the Gospels? A Comparison with Graeco-Roman Biography, Cambridge 1992, Id , Four Gospels, one Jesus? A symbolic Ready, London 1994, J H Charlesworth - C A Evans, Jesus in the Agrapha and Apocryphal Gospels, en Chilton - Evans, Studying the Historical Jesus, 479-533, B Chilton - C A Evans, (ed ), Authenticating the words of Jesus, Leiden-Boston-Koln 1999, Id , Authenticating the activities of Jesus, Leiden-Boston-Koln 1999, L Cerfaux, Jsus aux origines de la tradition Matriaux pour l'histoire vangelique, Paris 1968, F Dalla Vecchia, (ed ), Ridatare i Vangeli?, Queriniana, Brescia 1997, G Dautzenberg, Studien zur Theologie der Jesustradition, Stuttgart 1995, E E Ellis, Entstehungzeit und Herkunft des Markus-Evangeliums, en B Mayer,(ed), Christen und Christliches in Qumran?, Regensburg 1992, 195-212 Id , The Historical Jesus and the Gospels en New Testament History, Leiden-Boston- Koln 2000, 3-19, C A Evans, Jesus m non-Christian Sources, en Chilton - Evans, Studying the Historical Jesus, 443-478, Id , Early Rabbinic Sources and Jesus Research, en B C Chilton - C A Evans, (ed ), Jesus in Context Temple, Purity, and Restoration, Leiden-NY-Koln 1997, 27-57, Id , The Life of Jesus, en S E Porter, (ed ), Handbook to the Exegesis of the New Testament, Leiden 1997,427-475, W R Farmer, Reflections upon The historical Perimeters for Understanding the Aims of Jesus, en Chilton - Evans, Authenticating the activities of Jesus, 59-81, M Frenschkowski, Welche biographischen Kentnisse von Jesus setz die Logienquelle voraus? Beobactungen zur Gattung von Q im Kontext antiker Spruchsammlungen, en Asgeirsson - De Troyer - Meyer, (eds ), From Quest to Q, 3-42, D Frickenschmidt, Evangelium als Biographie Die vier Evangelien im Rahmen antiker Erzahlkunst, Tbingen-Basel 1997, Id , Evangalium als antike Biographie, en ZNT 2(1998), 29-39, R W Funk, The Acts of Jesus the Search for the authentic deeds of Jesus, San Francisco 1998, V Fusco, Introduzione generale ai Sinottici, en M Laconi, (ed ), Vangeli sinottici e Atti degli Apostoli, Elle Di Ci, Torino-Leumann 1994, 33-132, Id , Tre approcci storici a Ges, en RasT 23(1982), 311-328, Id., La qute du Jsus historique Bilan et perspectives, en Marguerat - Norelli - Poffet, Jsus de Nazareth, 25-57, Id , Un secolo di metodo storico nellesegesi cattolica (1893-1993), en StPat 41(1994), 37-94, B Gerhardsson, Memory and Manuscript Oral Tradition and Written Trasmission in Rabbinic Judaism and Early Christianity, Lund-Copenhagen 1964, C W Hedrick, The Tyranny of the Synoptic Jesus, en Semem 44(1988), 1-8, O Hofius Unbekannte Jesuworte, en P Stuhlmacher, (ed ) Das Evangelium und die Evangelien, Tbingen 1983, 355-382, T Holmen, Doubts about Dissimilarity Restructuring the main criterion of Jesus of history research, in Chilton - Evans, Authenticating the words of Jesus, 47-80, A D Jacobson, The First Gospel An Introduction to Q, Sonoma 1992, J Jeremias, Gli agrapha di Ges, Paideia, Brescia 1965, G Jossa, La storicit dei vangeli, Carocci, Roma 1998, J D Kaestli, Lutilisation de lvangile de Thomas dans la recherche actuelle sur les paroles de Jsus, en Marguerat - Norelli - Poffet, Jess de Nazareth, 373-395, A Kirk, The Composition of the Sayings Source Genre, Synchrony and Wisdom Redaction in Q, Leiden 1998, J S Kloppenborg, Levangile Q et le Jsus historique, en Marguerat - Norelli - Poffet, Jesus de Nazareth, 225-268, F Lambiasi, Lautenticit storica dei vangeli Studio di criteriologia, EDB, Bologna 1976, 21987, X Leon-Dufour, Les evangiles et lhistoire de Jesus, Paris 1963, Id , Los evangelios y la historia de Jess, Estela, Barcelona 1966, A Lindermann, (ed ), The Sayings Source Q and the History of Jesus, Leuven-Paris 1963, A Lindemann, (ed ), The Sayings Source Q and the History of Jesus, Leuven-Paris 2001, B Mack, The Lost Gospel The Book of Q and Christian Origins, London 1993, J Maier, Ges Cristo e il cristianesimo nella tradizione giudaica antica, Paideia, Brescia 1994, B J Malina, Criteria for Assessing the Authentic Words of Jesus Some Specifications, en Chilton - Evans, Authenticating the words of Jesus, 27-45, F Manns, Leggere la Misnah, Paideia, Brescia 1980, C M Martini, Il silenzio dei testimoni non cristiani su Ges, en CC 113,2(1962), 341-349, M McNamara, I Targum e il Nuovo Testamento, EDB, Bologna 1978, JP Meier, A Marginal Jew Rethinking the Historical Jesus, I, NY 1991, 19-202, Id , Un judo marginal Nueva visin del Jess histrico T I Las races del problema y de la persona, Verbo Divino, Estella 1998 29-216, J E Menard, Lvangile selon Thomas, Leiden 1975, FJ Moloney, The Fourth Gospel and the Jesus of History, en NTS 46(2000), 42-58, L Moraldi, Apocrifi del Nuovo Testamento, Piemme, Casale Monferrato 1994, F Neirynck, Q From Source to Gospel, en ETL 71(1995), 421 430, E Norelli, Le papyrus Egerton 2 et sa localisation dans la tradition sur Jsus Nouvel examen du fragment 1, en Marguerat - Norelli - Poffet, Jsus de Nazareth, 397-435, K Paffenroth, The Story of Jesus according to L, Sheffield 1997, S J Patterson, Paul and the Jesus Tradition It is Time for Another Look, en HTR 84(1991), 23-41, R Penna, Lambiente storico-culturale delle origini cristiane Una documentazione ragionata, EDB, Bologna 42000, Id , Kerygma e storia alle origini del cristianesimo le narrazioni evangeliche e le pi antiche biografie di Alessandro Magno, en Vangelo e inculturazione, 231-251, A Pinero, Laltro Ges Vita di Ges secondo i Vangeli apocrifi, EDB, Bologna 1995, M Reiser, Die Stellung der Evangelien in der antiken Literaturgeschichte, en ZNW 90(1999), 1-27, J M Robinson, Der wahre Jesus? Der historische Jesus im Spruchevangelium Q, en ZNT 1(1998), 17-26, J M Robinson - P Hoffmann - J S Kloppenborg, The critical Edition of Q, Leuven 2000, W Schmithals, Gibt es Kriterien fur die Bestimmung echter Jesusworte?, en ZNT 1(1998), 59-64, Id , Vom Ursprung der synoptischen Tradition, in ZTK94(1997), 288- 316, J Schrter, The Historical Jesus and the Sayings Tradition Comments on Current Research, en Neotestamentica 30(1996), 151-168, Id , Erinnerung an Jesu Worte Studien zur Rezeption der Logienuberlieferung in Markus, Q und Thomas, Neukirchen 1997, Id , Markus, Q und der historische Jesus Methodische und exegetische Erwgungen zu den Anfngen der Rezeption der Verkndigung Jesu, in ZNW 89(1998), 173-200, H Schrmann, La tradizione dei detti di Ges, Paideia, Brescia 21980, E Scheweizer, La foi en Jsus Christ Perspectives et langages du Nouveau Testament, Paris 1968, G Segalla, Evangelo e vangeli Quattro evangelisti, quattro vangeli, quattro destinatari, EDB, Bologna 1993, Id , Ridatare i Vangeli? Novit e conferme, en StPat 44(1997), 99-112, G Stanton, La verit del vangelo Dalle recenti scoperte su Gese e i vangeli. San Paolo, Cinisello Balsamo (MI) 1998, G Theissen - D Winter, Die Kriterienfrage in der Jesusforschung Vom Differenzkriterium zum Plausibilitatskriterium, Freiburg Schw Gottigen 1997, G Theissen-A Merz, Il Ges storico Un manuale, Quermiana, Brescia 1999,30 159, Id, El Jesus historico Manual Sgueme, Salamanca, 2000,35 148, C Thiede, Ges, stona o leggenda9, EDB, Bologna 1992 CM Tuckett, Q and the History of Early Christiamty, Edinburgh 1996 Id Das Thomasevangelium und die synoptischen Evangelien, en BTZ 12(1995), 186 200 U Victor, Was ein Texthistonker zur Entstehung der Evangelien sagen kann, en Bib 79(1998) 499-514Podemos decir algo, mucho o poco, sobre los personajes y los acontecimientos del pasado remoto con una sola condicin que haya fuentes de informacin crebles El caso ms afortunado lo tenemos cuando disponemos de autotestimonios escritos, por ejemplo Pablo de Tarso se nos presenta con claridad en sus cartas, fuente primera de conocimiento de su personalidad y de su vida Pero Jess no ha dejado nada escrito de su puo y letra Slo podemos captarlo por la palabra de algunos testigos cercanos a l y a su existencia terrena De todas formas, no somos tan pobres en este sentido tenemos a nuestra disposicin informes antiguos sobre su persona, sobre el ambiente en que vivi, as como sobre el movimiento que suscit Es verdad que de ordinario slo podemos escuchar la voz de personas comprometidas por su fe en l, de testigos no neutrales, sino favorables, pero no por esto fide indigni, de los siglos I y II Tampoco faltan algunos pocos, pero importantes, testimonios directos no cristianos, de origen judo, como Flavio Josefo (ltimo tercio del siglo I) y la literatura rabnica de fecha posterior, as como de historiadores romanos, como Suetonio, Tcito y Plinio, a comienzos del siglo II Y tampoco de stos se puede decir que sean imparciales, como se ver Se ha hablado a este propsito de un silentium saeculi Los autores no cristianos de los siglos I y II guardan silencio casi todos y de casi todo en torno a Jess (Martini, 341) Pero hay que decir que no es un silencio absoluto, sino relativo y sobre todo comprensible, ya que la historia de Jess, fuera de los que apelan a l, tuvo en realidad muy poca e incluso nula importancia poltica y religiosa una de las no pocas presencias incmodas en una regin perifrica del imperio romano, obligadas muy pronto a callar de forma violenta por la autoridad romana del lugar con la colaboracin ms o menos decisiva de los dirigentes judosLos testimonios indirectos, relativos al ambiente que lo vio nacer y al cristianismo de los orgenes que de l se deriv no son menos numerosos Para los orgenes cristianos podemos contar sobre todo con los escritos cristianos de los siglos I y II, in primis con las cartas autnticas de Pablo de los aos 50 El mundo judo de la poca se nos presenta a travs de los escritos de Qumran, los libros ms recientes de la Biblia del Primer Testamento, como Sabidura, Daniel, 1-2 Macabeos, un nmero consistente de escritos seudoepigrficos de tradicin hebrea, por ejemplo Henoc, Testamentos de los 12 patriarcas, Salmos de Salomn, Carta de Aristeas, ms tarde las obras de Filn de Alejandra y de Flavio Josefo, y finalmente la literatura rabnica: Misn, Talmud, Midrsh, por no hablar de los Targums arameos.Last but not least, es preciosa la documentacin arqueolgica con sus hallazgos, sus inscripciones y los restos de carcter mural que se remontan a nuestro periodo. Insiste en ellos especialmente Charlesworth en su obra Jess y el judasmo de su tiempo. Entre las inscripciones que han llegado hasta nosotros baste citar aqu tres importantes para la contextualizacin histrica de Jess. La primera lleva el nombre y el ttulo oficial de Pilato, prefecto romano en Judea en los aos 26-36. Est inscrita en latn sobre un bloque calcreo encontrado en 1961 en el teatro romano de Cesarea martima, capital de la provincia de Judea, reutilizado para esta construccin. Aunque con algunas lagunas, indica un monumento, que no se precisa aqu, erigido por Poncio Pilato en honor de Tiberio Tiberieum / [Po]ntius Pilatus,/prae]fectus Iuda[ea]e. La segunda se refiere directamente al mundo judo: es la inscripcin en griego de la sinagoga de Teodoto, fechada en la primera mitad del siglo I d. C., donde este personaje, arquisinagogo, es decir, miembro de derecho del consejo de ancianos del lugar, transmiti su nombre como aquel que edific en Jerusaln la sinagoga. He aqu la traduccin del texto de la inscripcin, segn Boffo: Teodoto, hijo de Vetteno, sacerdote y arquisinagogo, hijo de arquisinagogo, nieto de arquisinagogo, edific la sinagoga para la lectura de la Ley y para la enseanza de los preceptos (eis an[ag]n[sin] nomou kai eis [d]idach[]n entoln), y el hospedaje y las habitaciones y las instalaciones hidrulicas para uso del hospicio para quienes lo necesiten (procedentes) del extranjero, la cual (sinagoga) la fundaron sus padres y los ancianos y Simnides. La tercera nos documenta de visu sobre la norma que prohiba a los gentiles pasar del patio que tenan asignado al rea del templo de Jerusaln y entrar en la parte interior reservada a los judos y compuesta de tres patios (para las mujeres, para los israelitas y para los sacerdotes) y del templo propiamente dicho. Una balaustrada de piedra delimitaba el patio de los gentiles y de all partan las escaleras que llevaban a la zona reservada. Flavio Josefo habla de ello en estos trminos: El que atravesaba este rea para alcanzar el segundo patio, lo encontraba rodeado por una balaustrada de piedra, de la altura de tres codos y finamente labrada; sobre ella, a intervalos regulares, se haban colocado lpidas que recordaban la ley de la purificacin, unas en lengua griega y otras en lengua latina, para que ningn extranjero entrase en el lugar santo (Bell. 5, 193-194) precisando luego que los transgresores seran castigados con la pena de muerte (Bell. 6,126; cf. Antiq. 15,417). Pues bien, en 1871 Ch. Clermont Ganneau encontr una de estas lpidas en la parte norte del rea del Templo; una piedra calcrea de 56 cm. de alta, 86 de ancha y 37 de espesor. El texto original est en griego y dice as: Que ningn gentil (allogens) traspase la balaustrada del recinto del (segundo) templo. El que fuere sorprendido dentro, ser causa l mismo de la muerte con que se le castigar.Finalmente, se impone aqu una breve alusin, sobre la que volveremos luego en el captulo de la muerte de Jess, al hallazgo de los huesos de un joven crucificado del mismo periodo que Jess, Yehohanan, encontrados en un osario descubierto hace algunos decenios cerca de Jerusaln. El hallazgo, adems de confirmar los testimonios literarios sobre la prctica de la crucifixin en el suelo palestino por aquella poca, nos dice que el condenado fue colgado con los brazos atados, no clavados, de un trozo de madera horizontal y hace pensar que estaba con las piernas cruzadas sobre el otro poste vertical, con cada uno de los pies clavados lateralmente en la cruz. La crucifixin se practicaba entonces de varias maneras. El mencionado descubrimiento nos ofrece el testimonio de una de ellas. Naturalmente, no nos dice de qu manera colgaron a Jess.1. Del mundo romano. Tcito, Suetonio, PlinioSon los tres testimonios ms importantes del mundo latino que se remontan al primer ventenio del siglo II, relativos a los cristianos, al nuevo culto, a su fundador. En su ltima obra, escrita probablemente entre el 115 y el 120, al hablar del incendio de Roma, Tcito acusa a Nern de haber inculpado injustamente a los crestianos que apelaban a un tal Cristo (Ann. 15,44,2-5): (2) Pero ni las intervenciones humanas, ni la prodigalidad del prncipe, ni los sacrificios a los dioses lograban sofocar la voz infamante de que el incendio haba sido ordenado (quin iussum incendium crederetur). Entonces, para hacer callar todos los rumores, Nern declar culpables y conden a los tormentos ms refinados a los que el vulgo llamaba crestianos, odiosos por sus delitos (quos per flagitia invisos vulgus Chrestianos appellabat). (3) Aunque tomaban el nombre de Cristo, que haba sido sometido al suplicio por obra del procurador Poncio Pilato bajo el imperio de Tiberio (auctor nominis eius Christus Tiberio imperitante per procuratorem Pontium Pilatum supplicio adfectus erat); reprimida por algn tiempo, esta funesta supersticin (exitiabilis superstitio) cobraba fuerza ahora no slo en Judea, lugar de origen de aquel mal, sino tambin en la urbe, adonde confluyen de todas partes y encuentran seguidores todas las atrocidades y vergenzas. (4) As pues, fueron arrestados primero los que confesaban (ser cristianos) y luego, por las denuncias de stos, fueron condenados una gran muchedumbre (ingens multitudo), no tanto como incendiarios, sino como enemigos del gnero humano (odio humani generis). Y a su muerte se aadi la burla, como revestirlos de pieles de bestias para hacer que los desgarraran los perros, o clavarlos en cruces (crucibus adfixi) o quemarlos al atardecer para que sirvieran de antorchas nocturnas. (5). Nern haba ofrecido sus jardines (hortos suos) para estos espectculos y organizaba juegos en el circo (circense ludicrum edebat), bien mezclndose con la plebe vestido de auriga, bien montado en el carro. De este modo, aunque criminales y merecedores de las mayores penas, suscitaban la compasin (miseratio oriebatur), ya que eran ajusticiados no por el bien de todos, sino para saciar la crueldad de uno solo.Tcito transfiere aqu su conocido antijudasmo (cf. Hist. V) a los crestianos, variante nominal de los cristianos, reos de funesta supersticin, enemigos del gnero humano, odiosos por sus delitos, criminales y merecedores de las mayores penas, pero vctimas de la crueldad de uno solo, es decir, dignos de piedad. Sobre todo menciona a su fundador, conocido no slo con su nombre Jess, sino con el ttulo Cristo (= ungido), que sin embargo aparece ya en Pablo como nombre propio, muchas veces al lado de Jess. El historiador, de fuente propia o ms probablemente por informaciones cristianas directas o indirectas, conoce su condenacin a muerte: haba sido sometido al suplicio por obra del procurador Poncio Pilato bajo el imperio de Tiberio. La pena capital del suplicio indica por s misma, en trminos generales, la muerte por tortura, no por crucifixin, que era una de tantas formas junto con la hoguera (crematio) y la decapitacin (decollado). Tambin la damnatio ad bestias era considerada como pena mxima, pero no siempre fcil de ejecutar. Se hace recaer toda la responsabilidad slo en la autoridad romana local, el procurador Poncio Pilato (26-36). Tcito cae aqu en una pequea inexactitud: el gobernador de la provincia romana de Judea slo fue llamado procurador a partir de Claudio: Poncio Pilato era por tanto prefecto de Judea, como atestigua la famosa inscripcin de Cesarea. La implicacin de los cristianos en el incendio de Roma est confirmada igualmente por Suetonio en Nero 16: Afflicti suppliciis christiani, genus hominum superstitionis novae ac maleficae.Ms breve, pero no menos precioso, es el testimonio de Suetonio en De vita Caesarum, escrito en el 121: hablando de la expulsin de los judos de Roma, menciona a Cresto, que ocupa el lugar de Cristo, lo mismo que los crestianos de Tcito el de cristianos. Habla de l como si hubiera sido el promotor activo y personal de los desrdenes. Un conocimiento impreciso, pero vlido: Cristo debi ser en realidad el casus belli de los contrastes entre seguidores y adversarios dentro de las comunidades de la dispora juda en Roma, agrupada en al menos cinco sinagogas. (Claudio) expuls de Roma a los judos que estaban continuamente organizando tumultos por instigacin de Cresto (Iudaeos impulsore Chresto assidue tumultuantes Roma expulit) (Claudius, 25). Tambin parece referirse a l Din Casio (155-235) en Hist 60,6,6. En realidad, ste no habla de desrdenes, sino slo de judos que se multiplicaron notablemente en la ciudad: excluye que hubiera una expulsin en masa, un ostracismo general; indica como medida represiva la prohibicin de tener reuniones; seala para este hecho el primer ao de Claudio, que ocup el poder del 41 al 54, esto es el ao 41: una fecha controvertida, ya que el historiador cristiano Pablo Orosio (siglo V), en su Historia adversus paganos 7,6,15 indica el ao 49. De todas formas, sabemos que por los aos 40 haba ya en Roma un grupo cristiano consistente, y todava dentro de las sinagogas.Plinio el Joven, gobernador de Bitinia probablemente en los aos 111-113, mantuvo durante este periodo un rico intercambio epistolar con el emperador Trajano. En una carta le pide normas sobre el modo de portarse con los cristianos que denunciaban ante su tribunal (Epist. 10,96): (1) Seor, es para m una regla someterte todas las cuestiones sobre las que tengo dudas. En efecto, quin podra mejor que t aclarar mi incertidumbre o instruir mi ignorancia? Nunca he participado en procesos a cristianos (cognitionibus de christianis interfui numquam); por tanto, no s qu hechos ni en qu medida deben ser castigados o perseguidos. (2) Y con no pequea vacilacin me he preguntado si no habr discriminaciones debido a la edad o si la tierna edad debe ser tratada de forma distinta que la adulta; si hay que perdonar al que se arrepiente, o si no le ayudar nada abjurar al que fue totalmente cristiano (qui omnino christianus fuit); si se castiga slo el nombre (nomen) cuando non haya hechos delictivos o los delitos (flagitia) relacionados con ese nombre. Entre tanto, he aqu cmo me he portado con los que me han sido trados como cristianos (qui ad me tamquam christiani deferebantur). (3) Les pregunt a ellos mismos si eran cristianos (an essent christiani). A los que respondan afirmativamente, les repet dos o tres veces la pregunta, amenazndoles con el suplicio, y orden matar a los que perseveraban. En efecto, no dudaba de que, confesasen lo que confesasen, haba que castigar al menos esa pertinacia y esa inflexible obstinacin (pertinaciam certe et inflexibilem obstinationem). (4) A otros, llevados de la misma locura, como eran ciudadanos romanos, los apres para mandarlos a Roma. Muy pronto, como suele ocurrir en estos casos, al extenderse el crimen (diffundente se crimine) y proseguir la investigacin, se presentaron casos diferentes. (5) Se present una denuncia annima que contena los nombres de muchas personas. Los que negaban ser o haber sido cristianos (qui negabant esse se christianos aut fuisse), si invocaban a los dioses con la frmula que les impuse y si ofrecan sacrifcio de incienso o vino delante de tu imagen, que hice llevar con esta finalidad, y adems maldecan a Cristo (male dicerent Christo), cosas que, segn me dicen, es imposible conseguir de los que son verdaderamente cristianos (qui sunt re vera christiani), juzgu que deban quedar libres. (6) Otros, que haban sido denunciados por alguien, dijeron que eran cristianos y luego lo negaron (esse se Christianos dixerunt et mox negaverunt); lo haban sido, pero luego dejaron de serlo, unos haca tres aos, otros ms y alguno incluso haca ms de veinte aos. Todos ellos adoraron tu imagen y la estatua de los dioses y maldijeron a Cristo (et Christo male dixerunt). (7) Por otra parte, afirmaban que toda su culpa y su error haban consistido en la costumbre de reunirse un da determinado, al amanecer, y cantar alternativamente un himno a Cristo como a un dios (quod essent soliti stato die ante lucem convenire carmenque Christo quasi deo dicere secum invicem) y obligarse con juramento (sacramento), no a perpetrar cualquier delito, sino a no cometer robos o atropellos o adulterios, a no faltar a la palabra dada, ni a negarse, si les invitaban, a efectuar un depsito. Realizados estos ritos, tenan la costumbre de separarse y de reunirse de nuevo para tomar una comida (rursusque coeundi ad capiendum cibum), pero comn e inocente. Pero incluso de esta prctica haban desistido despus de mi decreto, con el que haba prohibido las asociaciones (hetaerias) segn tus rdenes. (8) Por ello consider necesario arrancarles la verdad, incluso mediante la tortura, a dos esclavas que eran llamadas ministrae. Pero no logr descubrir ms que una supersticin irracional y desmesurada (superstitionem pravam et immodicam). (9) Por eso, suspendiendo la encuesta, recurro a tu consejo. El asunto me parece digno de esta consulta, sobre todo por el gran nmero de denunciados; en efecto, son muchos, de toda edad, de toda condicin, de los dos sexos, los que estn o pueden estar en peligro. Y no es slo en la ciudad, sino que tambin en los pueblos y aldeas se ha propagado el contagio de esta supersticin. Pero creo que es posible contenerla y hacer que cese. (10) Me consta sin duda que los templos, ahora casi abandonados, empiezan a frecuentarse de nuevo y que se han reanudado las ceremonias rituales (sacra sollemnia) interrumpidas desde hace tiempo, y en todos los sitios se vende la carne de las vctimas, que hasta ahora encontraba pocos compradores. De aqu es fcil deducir que muchos podran curarse, si se aceptase su arrepentimiento.Trajano respondi fijando los siguientes criterios de conducta con los cristianos: No deben ser perseguidos de oficio (conquirendi non sunt). Si se les denuncia y confiesan, deben ser condenados, pero de este modo: el que niegue ser cristiano (qui negaverit se christianum esse) y d pruebas manifiestas de ello, es decir, sacrificando a nuestros dioses, aunque sea sospechoso su pasado, sea perdonado por su arrepentimiento (veniam, ex poenitentia impetret). En cuanto a las denuncias annimas, no deben tener valor en ninguna acusacin, porque son un ejemplo detestable y no propio de nuestro tiempo (Plinio el Joven, Epist. 10,97),As pues, a comienzos del siglo II los cristianos eran un grupo visible en la regin, portadores de un nuevo culto contrario a la religin oficial y por eso haba que perseguirlo como supersticin irracional y desmesurada, como crimen. Sus expresiones religiosas son una doble reunin: una por la maana temprano, aclamando con himnos a Cristo como a un dios y pronunciando un juramento tico; la otra, de culto ritual de comida en comn, podemos pensar que por la tarde. Tambin es importante la noticia de mujeres cristianas comprometidas en un ministerio eclesial. El testimonio de Plinio nos hace percibir adems el proceso de divinizacin de Jess de Nazaret que se sigui en el cristianismo de los orgenes.Que el movimiento cristiano y su fundador fueron mirados despectivamente se percibe en algunas voces posteriores de escritores del imperio. As Marco Cornelio Frontn (100-160), autor de un Discurso contra los cristianos, recogido en el Octavius de Minucio Flix, se burla del hecho de que un hombre castigado por su delito con la pena suprema (summo supplicio) y el leo de una cruz (et crucis ligno) constituyan la lgubre substancia de su liturgia, de esos cristianos, unos forajidos sin ley (9,4). Ms custico se muestra Luciano de Samosata (120-190) que, en su obra De morte Peregrini no slo denuncia las astucias fraudulentas de un cristiano llamado Proteo y acusa la credulidad de los cristianos, sino que incluso denigra al fundador de la nueva religin: (11) Fue entonces cuando, tratando en Palestina con sus sacerdotes y sus escribas, Proteo entr en conocimiento de la portentosa doctrina de los cristianos (tn thaumastn sophian tn Christiann). Y qu pas? En un instante los hizo parecer a todos nios, porque l era profeta, maestro del culto, jefe de sus reuniones, todo por s solo. No slo interpretaba y explicaba sus libros, sino que incluso compuso muchos, y ellos lo veneraban como a un dios, se servan de l como legislador y lo elevaron a protector suyo, a semejanza de aquel a quien seguan venerando, el hombre que haba sido crucificado en Palestina (anthrpon ton en t Palestine anaskolopisthenta) por haber introducido esta nueva religin en el mundo. Y poco despus dice de los cristianos: (13) Adems, su primer legislador (nomothets) los convenci de que eran todos hermanos entre s (hs adelphoi pantes eien alllori), una vez que se pusieran para siempre fuera de la legalidad, renegando de los dioses griegos, adorando a aquel mismo sofista crucificado (ton de aneskolopismenon ekeinon sophisten) y viviendo segn sus leyes. Por tanto, lo desprecian todo indiscriminadamente y lo consideran como propiedad comn (kai koina hgountai), acogiendo tales doctrinas por tradicin, sin ninguna prueba en concreto.En resumen, es fcil destacar que nos encontramos con un escaso botn: en el mundo romano entre el siglo I y II se sabe que, en el origen del nuevo culto de los cristianos, una asociacin execrable, est el judo Cristo, condenado al suplicio bajo Tiberio por el prefecto de Judea, Poncio Pilato. Poco, demasiado poco, pero suficiente para inscribirlo en los anales de la historia romana de la poca.Para concluir, recogemos un texto siriaco de fecha incierta, pero antiguo sin duda alguna, del siglo I o II. Est contenido en la carta de Mara bar Sarapin, un filsofo estoico, a su hijo que estudiaba en Edesa. El autor, pagano, le recuerda al hijo tres figuras ejemplares de la historia, pero de las que renegaron sus paisanos, castigados por ello por la venganza divina. Bajo el apelativo de rey sabio de los judos aparece ciertamente una referencia a Jess. Qu provecho sacaron los atenienses de haber matado a Scrates, delito que tuvieron que pagar con la caresta y con la peste? O bien los de Samos de haber quemado a Pitgoras, si luego su pas se vio sepultado en un instante por la arena? O los hebreos de la ejecucin de su rey sabio, si desde entonces se vieron despojados de su reino? En efecto, un Dios de justicia veng a aquellos tres sabios. Los atenienses murieron de hambre; los de Samos quedaron sumergidos bajo el mar; los judos fueron matados y echados de su tierra para vivir dispersos por todo el mundo. Scrates no muri, gracias a Platn; ni tampoco Pitgoras, por causa de la estatua de Hera; ni el rey sabio, gracias a las nuevas leyes promulgadas por l.2. Testimonios judosEl ms importante es el de Flavio Josefo, judo aristocrtico de familia sacerdotal (Mi familia no carece de gloria, sino que desciende de sacerdotes (Vita 1). Jefe de las tropas judas en Galilea durante la primera guerra contra Roma, fue hecho prisionero por los romanos y cambi de bando. Habiendo obtenido el favor de Vespasiano con la prediccin de que sera elegido emperador, lleg a Roma el ao 70 entre las tropas de Tito, obtuvo la proteccin imperial y un generoso beneficio: Cuando llegu a Roma, recib muchas atenciones por parte de Vespasiano, que me dio alojamiento en la misma casa que haba sido suya antes de ser nombrado emperador, me honr con la ciudadana romana, me dio un estipendio en dinero y sigui honrndome hasta que muri, sin faltarme nunca su benevolencia [...]. Y recib en regalo de Vespasiano una tierra no pequea