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ROBERT DARNTON

D U

CONTRAeT SOCIAL¡o u.

PRINCIPES

J) lJ

DROIT POLITIQUE.

PU J. J. JI.o 1.18 S E A U.c t r o r s s t>'OIN,IYI:.

_______ -l------~OT 11o C; ,~ E:il (-~r~OC; ~

:--- I I I -

1 ••• i -- 1 \

D e la literatura clandestina que circulaba en Francia en el siglo XVIII sóloconocemos la ínfima parte que resistió el olvido del tiempo y se dejó ab-sorber en el canon de los clásicos. Ahora bien, esos libros -por ejemplo elDiccionario filosófico, de Voltaire; el Emilio, de Rousseau, o la Enciclopedia,de Diderot y D'Alembert- no son clásicos para los lectores del Siglo de lasLuces. En la Francia anterior a la Revolución, se ve a la "filosofía" con unojo particular.

Abrimos un catálogo de libros prohibidos establecido por la libreríaclandestina en 1775. Es un documento ilegal que circula bajo el agua, comolos libros que reseña o anuncia. Su título es elocuente: Libros filosóficos.Pero los libros clasificados bajo este rubro nos reservan algunas sorpresas.No se trata por ejemplo, de: La bella alemana, o las galanterías de Teresa.El cristianismo develado, El espía chino, o el enviado secreto de la cortede Pekín para examinar el estado actual de Europa. La hija de alegría.Historia crítica de Jesucristo. Diario histórico de la revolución realizada enla constitución de la monarquía por M. de Maupeou, canciller de Francia.Las mañanas del rey de Prusia. Memorias auténticas de Madame la Con-desa du Barry. Sistema de la naturaleza. Venus en el claustro, o la religiosaen camisón.

Por "filosofía" los hombres del libro bajo el antiguo régimen no en-tienden a las Luces, sino más bien a un sector crucial de la librería del sigloXVIII: el de lo ilícito, lo prohibido, el tabú.

Sin embargo, en materia de libros, tanto la noción de ilegalidad comola de legalidad siguen siendo muy vagas. Ambas tienen una gama detérminos, en la que los matices se confunden y confunden a los contem-poráneos. Los libros legales aparecen con privilegios, permisos tácitos,permisos simples, permisos de policía, simples tolerancias y autorizaciónsin designación formal, tales como "permiso sólo para personas muy co-nocidas"; en tanto que los libros ilegales son condenados "como prohibi-do", "como vedado", "como escandaloso", "como no aprobado", "comocarente de permiso suficiente", "como carente de privilegio no registrado

'Texto tomado de La Gaceta del Fondo de Cultura Económica, Nueva Epoca, número 297, septiembrede 1995.

COLOM8It\N!~'--C 183

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DE OTROS VENENOS

en la cámara" y "como novedad", porcitar tan sólo algunas de las expresio-nes entre las 3544 anotaciones regis-tradas en libros confiscados en laaduana de París entre 1769 y 1789.¿Cómo podría orientarse el lector eneste vacío jurídico en el que el librocasi ilegal se codea con el libro casilegal?

La cuestión se planea formal-mente en el curso del examen de uncandidato a la maestría en la cámarasindical de los libreros y de los impre-sores de Rennes, en 1782: "¿Cuálesson los libros prohibidos y vedados?"Desafortunadamente, ningún docu-mento consigna la respuesta delaprendiz. El hubiera podido esquivarla cuestión con la fórmula clásica quese repite sin cesar en los edictos so-bre la librería ilegal: "Están prohibidostodos los libros que lastimen la reli-gión, el Estado y las costumbres".¿Pero, cómo saber si un libro depen-de de una de esas tres categorías, esdecir, que sea a tal punto antirreligio-so, sedicioso u obsceno, de modo quepudiera ser fuente de peligro para ellibrero que lo vendiera? El Index dela Iglesia católica no tiene fuerza deley en Francia, pues no se proclamócomo un edicto real ni se registró enlos parlamentos. Los parlamentosmismos condenan los "malos libros",lo mismo que constituyen el Consejodel rey, los obispos yla Asamblea ge-neral del clero. Sin embargo todasesas prohibiciones circulan en formade edictos o de mandamientos, mis-mos que se dispersan y se pierden.Nadie en Versalles, ni en la policía deParís ni en las cámaras sindicales,dispone de un catálogo o de una listadefinitiva de todos los libros prohibi-dos. Existen algunos esbozos de lis-tas, seguramente, pero nada indicacon claridad cuáles son los libros que,entre 1770 y 1780, deberán ser des-truidos en la Bastilla o quemados porla mano del verdugo.

El verdugo no descansa, escierto; pero, ¿cuántas obras quema yhace pedazos en las ceremonias or-

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ganizadas para la edificación del pue-blo al pie de la gran escalinata del Pa-lacio de Justicia? Félix Rocquain re-dacto una lista de éstos, lo máscompleta posible, con la esperanzade delimitar "el espíritu revoluciona-rio antes de la Revolución". Uno que-da asombrado al leer esta lista y en-contrar ahí los títulos más gloriosos dela época de las Luces. Pero si calcu-lamos el número promedio de libroscondenados entre 1770 y 1789 en-contramos menos de cinco libros alaño (4.5 para quien gusta de las cifrasprecisas), cuyo total es de diecinueve.

Ahora bien, ciertos libros ilícitoscirculan durante décadas. Las autori-dades no los envían con el verdugo,porque no ignoran que no hay nadacomo un auto de fe para hacer de unlibro un éxito formidable. La célebrefrase de Diderot no es un disparate.

Sin embargo, veo que la pros-cripción entre más severa es, máseleva el precio del libro, más excita lacuriosidad por leerlo, más se le com-pra, más se le lee... ¿Cuántas vecesel librero y el autor de una obra privi-legiada, si se hubieran atrevido, no lehabrían dicho a los magistrados de lagran policía: "Señores, por favor, unpequeño arresto que me condene aser lacerado y quemado al pie de unagran escalinata?" Cuando se dicta lasentencia de un libro, los trabajadoresde la imprenta dicen: "iBueno, unaedición más!"

Los maestros de la represiónson menos tontos de lo que uno diceo piensa. Por otra parte, los magistra-dos sólo hacen quemar libros posti-zos, prefiriendo guardar los originalespara su propio deleite.

Para explorar el mercado litera-rio en la Francia del siglo XVIII es ne-cesario pasar las fronteras del Jura ydescender al pequeño valle suizo que

lleva a Neuchatel. ¿Por qué Neuchá-tel más que París?

Si bien es cierto que en el sigloXVIII París era la capital de las Lucesy el gran centro de la edición legal,había no obstante una contradicciónentre las Luces y la legalidad. A causade la censura, de la policía y del mo-nopolio de la Comunidad de libreros yde impresores de París, casi todos loslibros que innovaban en literatura y enfilosofía debían editarse fuera de laley. Si consideramos el mundo de lasediciones parisinas, lo vemos someti-do, por todos lados, al mismo princi-pio: el privilegio. Este se da a tres ni-veles: los libros mismos llevaban unprivilegio del rey; los impresores y li-breros tenían un privilegio exclusivopara realizar su oficio, y su comunidaddisfrutaba de varios privilegios quedependían del sistema político y eco-:nómico que era el antiguo régimen.

Abran cualquier libro legal im-preso en Francia en el siglo XVIII yencontrarán una patente de privilegio,concedida por el rey e impresa en to-das sus letras, normalmente al finaldel libro, con una o varias patentes deaprobación de los censores reales.Para alcanzar ese estatus, el texto de-bía recorrer un largo camino a travésde la burocracia del antiguo régimen,pasando de los censores a la direc-ción, de la editorial a la Cancillería y ala Cámara sindical de la comunidadde libreros e impresores. Cuandoaparece como libro, ya no es sólo le-gal sino privilegiado en el sentido es-tricto de la palabra; es decir que gozade una gracia concedida por el rey, loque garantiza su calidad y le concedela exclusividad de la venta al detentarde la patente de privilegio. Estamosen un mundo en el que el libro depen-de de la "buena voluntad" del rey, unmundo muy lejano del copyright mo-derno y muy poco dado a producir im-presos que puedan atentar contra losvalores de la antigua monarquía.

Los hombres que imprimen yque venden ese libro están sometidosigualmente a esta ordodoxia de valo-

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ROBERT DARNTON EDICION y SEDICION

res, porque recibieron su maestría delrey, y porque, como miembros de unacorporación oficial, explotan el mo-nopolio de su oficio. La comunidad delibreros e impresores de París se re-duce a treinta y seis maestros impre-sores y a una centena de libreros. Losmás ricos forman un patriciado quedomina el ámbito editorial hasta la Re-volución. Transmiten su monopolio depadres a hijos y desempeñan un buenpapel en el mundo parisino, desfilan-do en la fiesta de San Juan con sustrajes de terciopelo adornados con flo-res de lis doradas antes de celebrar lamisa tradicional en la iglesia de los tri-nitarios. No son hombres -se adivina-que arriesguen su fortuna especulan-do con literatura contestataria.

Su corporación no se contentacon el monopolio de las editoriales,también actúa como policía. Una se-rie de edictos del Consejo del rey,principalmente los de 1723, 1740 Y1777, les impone la obligación de vi-sitar regularmente todas las impren-tas y editoriales de París, con el fin deimpedir la publicación de escritos noautorizados. Los envíos de la provin-cia y del extranjero están igualmentesometidos a su inspección, porquecada lote de libros debe ser transpor-tado de la aduana a la Cámara sindi-cal para que sea controlado por lossíndicos y los adjuntos de la comuni-dad. Ese sistema vincula el interéseconómico del patriciado con la polí-tica del Estado. Es el resultado de unaguerra comercial que en el siglo XVIIoponía a los libreros-impresores deParís contra los libreros-impresoresde provincia, y que resultó en 1666con la victoria de los parisinos. En losucesivo, la edición en la provinciaquedó aniquilada, víctima de un col-bertismo en que el espíritu de mono-polio y la razón del Estado se unenpara ahogar a la iniciativa fuera delcírculo cerrado de los maestros deParís.

En el siglo XVIII, la innovaciónen literatura debe hacerse, entonces,fuera de París y fuera del sistema deprivilegios, en la ilegalidad. Es nece-sario matizar, seguramente, porque,como ya sabemos, existen varios gra-dos de ilegalidad. En la medida enque se vuelven más ilustradas, lasmismas autoridades suavizan la rigi-dez del sistema. Toleran la circula-ción de ciertos libros no privilegiadosmediante la concesión de permisostácitos, de permisos simples, de per-misos de policía, medidas todas éstasque crean, recordémoslo, una espe-cie de polígono de buena voluntad en-tre lo prohibido y lo privilegiado.

Ciertos libros audaces, como laEnciclopedia de Diderot y D'Alembert,y Sobre el espíritu de Helvecio, apa-recen incluso con privilegios. Si pro-vocan escándalo, es porque el impre-so tiende a desbordar los límites de lalegalidad. La demanda de ideas nue-vas se hace sentir cada vez más, noobstante el monopolio parisino. Todauna literatura "libre" se desarrolla deacuerdo con las leyes del mercado, apesar de las de la monarquía. Es di-fundida sobre todo por las editorialesde provincia -enemigas natas de lasparisinas-, que realizan un enormecomercio en libros ilegales, sean fal-sificados o prohibidos.

¿Pero dónde se aprovistonanesos libreros? En Neuchátel ... yen Gi-nebra, Lausana, Basilea, y en todoslos países que circundan a Francia,desde Amsterdam hasta Aviñón. De-cenas de imprentas crecen como hon-gos alrededor del reino para satisfa-cer la demanda que se hace sentir alinterior. Hoy han desaparecido sin de-jar rastro, con excepción de una sola:La Sociedad tipográfica de Neuchátel(STN), la única casa editorial del sigloXVIII cuyos archivos se conservancompletos. Esos archivos son tancompletos que, como ya dijimos, danuna excepcional vista de conjunto delmundo del libro ilegal y nos permitensobre todo estudiar el papel del editorfrente a la demanda que se expresaen el mercado literario.

REVISTACOLOMBIANADE PSICOLOGIA 185

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DE OTROS VENENOS

La STN fue fundada por cuatronotables ciudadanos de esa ciudad:Frédéric-Samuel Ostervald, jefe demesnada y hombre de letras, el dueñode la empresa; Jean-Elie Bertrand,pastor y profesor de literatura en elcolegio de Neuchátel; Samuel Fau-che, librero impresor que aportó cono-cimientos técnicos y comerciales a laempresa, pero que la dejó en 1772debido a diferencias, y un cierto Jo-nas-Pierre Berthoud, quien se retiróen 1770 y fue reemplazado cincoaños más tarde por Abram Bosset De-Luze, quien dirigió las finanzas de lasociedad hasta su muerte en 1781. En1784 los negocios decayeron, y, en1789, la instauración de la libertad deprensa en Francia privó a la STN degran parte de su mercado. La liquida-ción del stock de libros continuó hastael fin de siglo, pero su período de granactividad se sitúa entre 1771 y 1784,años cruciales para el destino de Eu-ropa.

¿Qué características tenían es-tos escritores de Neuchátel? Los ima-gino honestos, inteligentes, cultos, ysuficientemente impregnados delcosmopolitismo del siglo como parabromear con el público francés con elque mantenían correspondencia: "Notengan pena por mantener vínculoscon unos herejes como nosotros." Yano están en la época del calvinismoferoz de Guíllaume Farel; pero la STNutiliza redes de distribución estableci-das en los siglos XVI Y XVII, Y continúaproporcionando biblias y sermones a

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los hugonotes de Montpellier, Nimes,Montauban y La Rochelle. Sin embar-go, comercia más con "Libros filosó-ficos", porque los editores de Neuchá-tel, como buenos comerciantes, estánmás preocupados por satisfacer la de-manda tal como se les presenta, quepor vender obras que responden asus propios valores.

Esos valores los descubrimos alobservar cómo estas personas con-ducen sus negocios. Se rigen por "elcálculo, ciencia demostrativa", segúnla expresión de Bosset. Son realistas,sobre todo después de haber conoci-do los engaños de las editoriales fran-cesas, a las que ven completamentedesprovistas de todo sentido moral."Ni siquiera saben distinguir lo que eshonesto de lo que no lo es", dice Os-tervald, y agrega, como hombre queconoce el mundo allende el Jura: "Nohay que prometer más mantequillaque pan, ni creer más que en lo queuno ve, ni contar más que lo que setiene entre los cuatro dedos y el pul-gar." Al igual que cualquier hombre denegocios, los directores de la STN noactúan por altruísmo. Se esfuerzanante todo por hacer dinero, "que es elgran motor de todo", según Bosset.

¿Cómo perciben el mercado li-terario francés que intentan explotar?¿Cuál es su visión de la demanda delibros? La respuesta es importante,porque nos permite delimitar a la lite-ratura tal y como fue vivida en la épo-ca de las Luces por los hombres dellibro, y no como nos la restituyen losmanuales de historia de la literaturaeditados dos siglos más tarde.

Los editores de la STN sondeancontinuamente cuál es la demanda;esto forma parte de su oficio porquequieren reimprimir y vender los libroscon la mayor ganancia. Para haceresto, disponen de tres técnicas: em-plean agentes literarios en París, en-vían viajeros de comercio a recorrerFrancia, y reciben cientos, incluso mi-les de cartas de parte de los librerosdel reino '1'

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"Todas las cosas tienen veneno,y no hay nada que no lo teng,¡Solamente depende de la dosis,

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Theopbrastus Bombastus von HohenheimParacelso

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"Todas las cosas tienen veneno,y no hay nada que no lo teng,¡Solamente depende de la dosis,

I "que ciueneno SC({ ueneno o no ,

Theopbrastus Bombastus von HohenheimParacelso