Osvaldo Coggiola, Historia Del Trotskismo en Argentina y América Latina

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historia del trotskismo en Argentina por Coggiola

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  • historia del trotskismo en Argentina y Amrica Latina

  • Osvaldo Coggiola

    historia del trotskismo en Argentina y Amrica Latina

    Ediciones r r

  • by Ediciones ryr, 2006, Buenos Aires, ArgentinaQueda hecho el depsito que marca la ley 11723Printed in Argentina - Impreso en Argentina

    Se termin de imprimir en Pavn 1625, C.P. 1870.Avellaneda, provincia de Buenos Aires, Argentina.Primera edicin: Centro Editor de Amrica Latina S.A., 1985Segunda edicin: Ediciones ryr, Buenos Aires, diciembre de 2006Responsable editorial: Juan KornblihttDiseo de tapa: Sebastin CominielloDiseo de interior: Sebastin Cominiellowww.razonyrevolucion.org.areditorial@razonyrevolucion.org.ar

    Coggiola, Osvaldo Historia del trotskismo en Argentina y Amrica Latina - 1a ed. - Buenos Aires : RyR, 2006. 480 p. ; 14x20 cm.

    ISBN 987-22816-4-5

    1. Trotskismo-Historia Latinoamericana. 2. Trostskismo-Historia Argentina. I. Ttulo CDD 320.532 30980

  • ndice

    Huellas de un pasado necesario 9

    Prlogo 11

    Parte IHistoria del trotskismo argentino

    Captulo ILos orgenes de la dcada infame 17

    Captulo IILa primera Seccin Argentina de la Cuarta Internacional 53

    Captulo IIIDel golpe de junio a la Revolucin Cubana (1943 - 1960) 101

    Captulo IVDel frondicismo al onganiato (1960 - 1968) 167

    Captulo VDel cordobazo al peronismo (1968 - 1973) 213

    Captulo VIDe las AAA a la Guerra sucia (1974 - 1981) 257

    Captulo VIIDe las Malvinas al FMI (1982 - 2005) 315

  • Parte IIHistoria del trotskismo en Amrica Latina

    Captulo IEl trotskismo: origen e ideas 395

    Captulo IISurgimiento y crisis de los partidos trotskistas (1929 - 1945) 403

    Captulo IIITrotsky en Mxico y la direccin de la IV Internacional 419

    Captulo IVBajo el signo de Bolivia (1945 - 1960) 425

    Captulo VBajo el signo de la Revolucin Cubana (1960 - 1970) 435

    Captulo VILucha de masas o lucha de aparatos (1971 - 1976) 447

    Captulo VIIEl trotskismo en Amrica Latina, en la dcada de 1980 y despus 455

    Eplogo 465

    Apunte bibliogrfico 473

  • 9

    El trotskismo tiene una larga historia en la Argentina, una histo-ria en la que no falta nada: lucha de tendencias, produccin terica, intervencin protagnica en la lucha de clases, hroes y mrtires. Tampoco le faltan historiadores: varios estudios amplios sobre sus figuras y partidos ms relevantes, se suman a los innumerables artc-ulos sobre aspectos parciales, hechos y personajes. De ese corpus se destacan, junto con la obra que el lector tiene en sus manos, la coleccin editada por el MAS sobre la corriente morenista [Ernesto Gonzlez (coord.): El trotskismo obrero e internacionalista en la Argentina, Antdoto. Bs. As., 1996] y el trabajo de Tarcus sobre Milcades Pea y Silvio Frondizi [Tarcus, Horacio: El marxismo olvidado en la Argentina: Silvio Frondizi y Milcades Pea, Ediciones El cielo por asalto, Bs. As., 1996]. Entre las tres, desde posiciones polticas diferentes, confor-man una historia casi completa del trotskismo argentino: si la de Tarcus es la mirada retrospectiva de un ex trotskista filo-mandeliano y la de Gonzlez es la historia oficial del morenismo, la de Coggiola constituye una vasta lectura, no slo del trotskismo sino, a travs de la polmica con todas sus corrientes, de la historia argentina desde el punto de vista del Partido Obrero.

    Escrito de manera militante pero con rigor acadmico, este texto une, a la precisin de toda investigacin en regla, la disputa poltica directa, inmediata. Defecto para quines esconden la mano luego de tirar la piedra, es eso mismo lo que hace ms valioso a un libro cuya reedicin viene a cubrir una necesidad militante imperiosa: conocer,

    Huellas de un pasado necesario

    Eduardo Sartelli

  • con sus virtudes y defectos, los problemas que enfrentaron quienes nos precedieron en la lucha.

    Poco conocido en nuestro pas fuera de los crculos polticos afi-nes, Osvaldo Coggiola es un militante notable y un autor prolfico. Distincin particular para un argentino, lleg a la vicepresidencia del sindicato nacional de los docentes universitarios de Brasil, el ANDES. Semejante esfuerzo no le impidi escribir en abundancia, sumando varias decenas los ttulos que le pertenecen, ya sea en co-laboracin, de autora propia o compilacin. Doctorado en Francia, docente en varias universidades brasileas, norteamericanas, euro-peas y hasta de la India, Osvaldo ofrece una apasionada mirada per-sonal sobre una tradicin poltica y un partido de indudable presen-cia en la Argentina actual.

    Ediciones ryr se complace en acercar a los militantes revoluciona-rios un momento ms de informacin valiosa, de reflexin polmica y de anlisis riguroso sobre una historia que es la nuestra, adscriba-mos a la tradicin poltica que sea: las huellas de nuestro propio ca-mino al socialismo, a la libertad, las huellas de un pasado necesario.

  • 11

    Los dos libros que se encuentran reunidos en este volumen, publi-cado por Ediciones ryr, bajo el ttulo comn de Historia del Trotskismo en Argentina y en Amrica Latina, fueron originalmente editados a media-dos de la dcada de 1980. La Historia del Trotskismo en Argentina apa-reci en tres volmenes, impresos entre 1984 y 1986, por el Centro Editor de Amrica Latina, dentro de la coleccin Biblioteca Poltica Argentina -que, recordmoslo, tuvo un importante impacto poltico e intelectual- con los nmeros 91, 133 y 135. Por esa misma poca, en 1984, la Editora Brasiliense, iniciada por el recordado Caio Prado Jnior (y que era la principal editora de izquierda del Brasil) public O Trotskismo na Amrica Latina, que fue el n 94 de su popular colec-cin Tudo Histria. En esa poca, el autor ya se desempeaba como profesor de historia en la Universidad de San Pablo (Brasil). Dos aos despus, la efmera Editora Magenta public, en Argentina, una traduccin castellana de ese texto. En sus versiones originales, a pesar de sus tirajes importantes (tanto en Argentina como en Brasil) se encuentran, hace ya mucho tiempo, agotados.

    Los textos haban sido elaborados en las condiciones del exilio del autor (expulsado de la Universidad de Crdoba el 24 de mar-zo de 1976), en Francia, primero, y luego en Brasil. En Francia, ya haba publicado una versin, mimeografiada, en 1979, titulado La Oposicin de Izquierda en Argentina 1930-1943. Dividido en dos partes, ese trabajo apareci en la revista Internacionalismo, publicada clan-destinamente en castellano por la organizacin argentina Poltica Obrera, y tambin en portugus, en 1981 y 1982, bajo la firma de

    Prlogo

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    Martn Valle, uno de los varios seudnimos con los que firmaba en la poca.

    Est claro que, en esas condiciones, faltaban muchos materiales para elaborar un trabajo realmente satisfactorio. Nos basamos en los materiales que se encontraban en los archivos de organizaciones trotskistas francesas, primero, y tambin en bibliotecas universita-rias de ese pas. Despus tambin tuvimos acceso a materiales del an precario Archivo Edgar Leuenroth, AEL, que contribuimos a formar (transportando, por ejemplo, clandestinamente, los archivos personales de Liborio Justo a esa institucin, en 1982), cuando nos desempeamos, temporalmente, como investigadores de la Unicamp (Universidad Estadual de Campinas), en 1981 y 1982. Y nos fueron de ayuda los testimonios de diversos veteranos militantes trotskistas que tambin se encontraban exilados, y que no fueron identificados en el texto original, debido a las condiciones de inseguridad todava existentes en la fase final de la dictadura militar argentina.

    Con lo dicho quedan definidos las dos principales caractersti-cas de estos textos, muy citados desde entonces en los ms diversos pases (inclusive en la Cambridge History of Latin America), debido a su carcter pionero en relacin a su tema (el trotskismo en nues-tras latitudes): 1) El carcter precario de su elaboracin, tomadas en cuenta las exigencias de una investigacin cientfica; 2) Su carcter de textos polticos, de lucha militante, y no slo de reconstruccin histrica. En eso se diferenciaban de los pocos textos existentes has-ta ese momento sobre el asunto (en especial de Trotskyism in Latin America, de Robert J. Alexander, scholar norte-americano, de carcter marcadamente anticomunista). Faltaba, por lo tanto, una tradicin historiogrfica en la cual apoyarse y, si fuese necesario, superar a tra-vs de la crtica.

    Los textos fueron objeto de diversas reseas crticas, por ejemplo, de Marco Aurelio Garcia (actual importante miembro del gobierno brasileo) en la conocida revista Isto, o de Julio Magri, en la revista Poltica Obrera. Otras crticas hubo posteriormente, de mayor o me-nor valor (algunas, francamente, sin ningn valor).

    Los hemos conservado, sin embargo, prcticamente sin ninguna correccin para la edicin actual, por constituir, como ya hemos di-cho, no slo reconstrucciones histricas, sino tambin textos polti-cos, es decir, documentos histricos en si. Las actualizaciones que he-mos incluido en ambos textos no pretenden ser una reconstruccin historiogrfica, sino apenas un aggiornamento de la situacin de las ideas y corrientes polticas retratadas en los textos originales, hasta

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    el presente, en el que se mantienen como organizaciones polticas actuantes.

    La republicacin de los textos obedece, por lo tanto, a las mismas razones polticas e ideolgicas (o intelectuales) de su publicacin original. Despus de esos textos, he publicado ms de 40 libros y centenas de artculos, en las ms diversas lenguas y pases, poco o nada referidas directamente a estos asuntos, pero conservando su misma intencionalidad: el anlisis militante de la realidad histrica con vistas a su transformacin revolucionaria.

    Nada queda por agregar, excepto el agradecimiento a la Editora, en especial a Eduardo Sartelli y Juan Kohrnblitt, por su inquietud en rescatar estos textos para que, con sus virtudes y defectos, contribu-yan para el desarrollo y la formacin poltica de las nuevas generacio-nes de obreros y jvenes de vanguardia.

    Osvaldo CoggiolaSeptiembre de 2006

  • Historia del trotskismo argentino

    Parte I

  • Captulo I

    Los orgenes de la dcada infame

  • 19

    Surgido durante la dcada de 1930, el movimiento trotskista ar-gentino recin conquistar alguna influencia en el movimiento obre-ro y estudiantil por los aos 50, que aumentar durante los 60 y 70. Sus primeros 15 aos de historia, sin embargo, lo marcaran de un modo singular, y alumbran muchas de sus vicisitudes posterio res.

    En primer lugar, por su origen mismo. Como en otros pases la-tinoamericanos (y europeos) surge de una escisin del PC, aunque sumamente minoritaria. Por aadi dura, el PCA est lejos de gozar en ese momento (fines de los 20) de una gran influencia en el movi-miento obrero, sindical o polticamente. Por un lado, las corrientes anarquistas y anarcosindicalistas poseen an hegemona dentro de un proletariado que contina marcado por las tradiciones anti-po-lticas de sus orgenes, bajo la influencia de la inmigracin euro-pea. Para medir, an deformadamente, la influencia poltica del PC, digamos que en las elecciones de 1928, obtiene 7.600 votos, con-tra 66.000 del PS, aunque a la deformacin propia de un recuento electoral haya que sumar la circunstancia de que un gran porcen-taje de los obreros son extranjeros. Adase a aquello la presencia aplastante del radicalismo, que es literalmente plebiscitado en esas elecciones (838.000 votos). El PCA, que como Partido Socialista Internacionalista en su origen, haba amenazado ser un competidor importante del PS, se ha visto adems sumamente debilitado por una hemorragia de escisiones durante los aos 20.

    Minoritarios, los trotskistas se encuentran de entrada delante de un perodo de neta reaccin poltica: escasos en nmero, sus

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    militantes son tambin perseguidos por el gobierno fascistizan-te de Uriburu. Las posibilidades de desarrollar una importante fraccin dentro del PC (como en Chile y Brasil), se desvanecen. Paradjicamente, el primer pico de ascenso del movimiento obrero (1933-36) va a fortalecer sobre todo al PC, quien tendr a partir de entonces una influencia determinante en el destino del proletariado organizado. Para ese momento, el ncleo oposicionista inicial ha lite-ralmente desaparecido sin dejar rastros. El relevo ha sido tomado por militantes mucho ms jvenes y sin experiencia, aunque incluyendo a un ex sindicalista anarquista expulsado del PC. La debilidad de los trotskistas no impide que el PCA se sume entusiastamente a la cam-paa contra el hitlero trotskismo lanzada por la IC y el PCUS, caza de brujas que agrava el sino de por si reaccionario de la etapa, sim-bolizada por el ministro del Interior fascista Matas Snchez Sorondo, quien propone que los obreros con tinen vistiendo su uniforme de trabajo en su casa y en la calle, para distinguirlos.

    Jvenes y sin experiencia, numricamente dbiles, marginales de un movimiento obrero cuyas organizaciones se debilitan, los grupos trotskistas de la poca son el teatro ideal para el florecimiento de disputas personales y de cliques. Pero realizan asimismo un notable esfuerzo por superar su handicap original, en el que se orientan a clarificar su programa de intervencin. La polmica sobre el planteo de liberacin nacional que se desarro lla en sus filas constituye, en su modalidad, una verdade ra novedad en el movimiento de izquierda de la poca. Veamos por qu.

    La dcada del 30 se caracteriza mundialmente por los preparati-vos para una segunda conflagracin interimpe rialista, sobre todo lue-go del ascenso del nazismo al poder en Alemania, que materializa la peor derrota del movimiento obrero durante el siglo XX. Este eje de la poltica mundial tiende a transformarse cada vez ms en el eje de la situacin poltica de cada pas. Todo el esfuerzo de los revolucio-narios internacionalistas con Len Trotsky a su cabeza, se centra en dotar a la vanguardia obrera de un programa y de una organizacin para intervenir en la catstrofe que se avecina. La elaboracin del Programa de Transicin y la proclama cin de la IV Internacional sig-nifican que se ha logrado preservar al bolchevismo contra la burgue-sa imperialista, que prepara una nueva guerra, y contra la burocracia stalinista, que procura un statu-quo con el imperialismo mundial. Un aspecto fundamental del programa revolu cionario para la nueva situacin, es el consagrado a la actitud de los pueblos coloniales y semicoloniales frente a la guerra imperialista: el tronar del can en Europa suena la hora de su liberacin -afirmaba el Manifiesto

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    de la IV Internacional frente a la guerra, uno de los ltimos escritos de Trotsky.

    Es esta cuestin la que est en debate (para el 99 por ciento de ellos, de un modo inconsciente), entre los trotskistas argentinos du-rante los aos 30, cuando en Argentina tambin el problema de la guerra comienza a dominar la situacin poltica. En esa polmica, sin embargo, parece que se pasara al revs la pelcula de la lucha ideolgi-ca del socialismo ruso previo a la Revolu cin de Octubre.

    En la Rusia zarista, bolcheviques y mencheviques se encontraban de acuerdo sobre el carcter de las tareas inmediatas de la revolucin, correspondientes a una revolucin burguesa. La divergencia comen-zaba al discu tirse qu clase habra de dirigirla. La burguesa liberal, respondan los mencheviques. Los obreros y los campesinos, instau-rando una dictadura democrtica, respondan Lenin y los bolchevi-ques. La intervencin de Trotsky rechaz la posicin menchevique, que colocaba a la clase obrera a remolque de una burguesa que haba harto demostrado su incapacidad de llevar a cabo su propia revo-lucin democrtica; y corrigi la posicin bolchevi que, sealando que el alzamiento democrtico de los campesinos habra de llevar al poder a la nica clase revolucionaria de las ciudades: el proletariado. Este, una vez en el poder, no podra limitarse a ejecutar medidas democrticas, sino que se vera de inmediato obligado a atacar la propiedad privada burguesa, dando as inicio a la revolucin socialis-ta. Esta clebre formulacin de la revolucin permanente (que no se detiene ante los lmites democrticos), fue un formidable anticipo de la dinmica de clases de la Revolucin Rusa, y se incorpor desde entonces al arsenal terico del marxismo. Su alcance programtico universal consiste en que analiza la mecnica de clase de toda revo-lucin que se plantea en su inicio resolver las tareas democrticas irresueltas por la burguesa.

    Pues bien, entre los trotskistas argentinos un acuerdo formal exis-ta sobre el carcter permanente de la revolucin, es decir, sobre que sta dara lugar a la toma del poder por el proletariado (de otro modo, desde luego, no hubiesen sido trotskistas). Pero este acuerdo careca de importancia, pues lo que estaba en discusin era nada menos que el punto de partida, sobre el que no haba habido des-acuerdo entre los marxistas rusos: qu carcter tienen las tareas in-mediatas de la revolucin? Existen tareas democrticas incumplidas en Argentina? No, las tareas son puramente socialistas, responda un sector que prcticamente identificaba a la Argentina con las metr-polis imperialistas. S, las tareas son agrarias, democrticas y antiim-perialistas, respondi hasta el cansancio otro sector, sin ir mucho

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    ms all. Sin contar, como lo veremos, toda una serie de posiciones hbridas y ambiguas que, mediante el eclecticismo, pretendan elu dir una respuesta tajante a la cuestin.

    Se trata de una notable involucin poltica, tanto ms lamenta-ble cuanto que prcticamente todas las energas de los trotskistas se dispersaron en este debate hasta 1945. En realidad, el atraso polti-co de los trotskistas refleja una situacin ms general: mientras los marxistas rusos constituan corrientes reconocidas y dirigentes del movimiento obrero, los trotskistas argentinos no escapan a la escasa diferenciacin poltica del proletariado. Las corrientes que gozan de un cierto predicamento, o bien estn en vas de desaparicin (anar-quismo), o bien constituyen variantes contrarevolucionarias crista-lizadas (socialdemocracia y stalinismo). La nefasta poltica de estas corrientes, y la confusin poltica de los trotskistas, fue un factor de-cisivo para que esa indiferenciacin se perpetuase con el surgimiento del peronismo, que colo car al movimiento obrero polticamente a la cola de la burguesa durante tres dcadas. Ni que decir que esto tam-bin tendr una influencia poltica fundamental so bre la evolucin poltica ulterior del trotskismo argenti no.

    La influencia sobre los trotskistas del atraso poltico del movi-miento obrero y del peso de los sectores contrarrevolucionarios dentro de la izquierda es visible de muchas formas: habr quienes se opongan a la consigna de liberacin nacional porque sta es plantea da por el stalinismo, que como parte del viraje hacia la pol-tica de Frente Popular, la convierte en una etapa previa y separada de la revolucin proletaria; de hecho, en una capitulacin permanen-te ante la burguesa. La confusin poltica de ciertos trotskistas, se refleja en que en lugar de rechazar el contenido reaccionario de esta poltica, rechazan slo su forma (la consigna).

    La cuestin de las consignas a plantear en Argentina frente a la guerra imperialista est estrechamente vincula da con este debate. Hay que hacer notar que, en este plano, el movimiento obrero argen-tino no careca de tradiciones revolucionarias. La oposicin a la di-reccin del PS, que plante la participacin argentina en la Primera Guerra Mundial, estuvo en el origen de la escisin que habra de dar lugar al Partido Comunista Argentino. En estas pginas veremos las dificultades del trotskismo para conservar y superar la tradicin de los Socialistas Internacionalistas argentinos, abandonada por el PC, que plante primero una neutralidad pro-nazi (mientras dur el pacto Hitler-Stalin), para luego transformarse en un agente del belicismo aliado.

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    El movimiento trotskista -la Oposicin de Izquierda, la IV Internacional- es, adems, un movimiento internacional. Los deba-tes programticos dentro del trotskismo argentino conciernen a toda la Internacional: la direccin de la IV tendr un papel decisivo en la discusin y en la evolucin de los grupos argentinos.

    Por ltimo, y una vez sealadas sus limitaciones, es preciso indi-car que la lucha ideolgica dentro del trots kismo argentino es la ms rica del movimiento trotskista latinoamericano de los aos 30, al cual influir notablemente.

    En Argentina, los trotskistas llegan al viraje poltico del 4 de junio de 1943 (que prepara el gran viraje de octubre de 1945 -nacimiento del peronismo) de un modo muy distinto al del burocratizado PC y el esclero sado PS. Cmo, es lo que vamos a ver, anticipando que hemos abusado concientemente del uso de las citas -dejar hablar a los actores- a sabiendas que los estudios sobre el trotskismo latino-americano son casi inexisten tes, y por lo tanto es conveniente no dar nada por obvio.

    Es plenamente vlida para la Argentina la reflexin de Guillermo Lora: Una de las debilidades del trotskismo latinoamericano consis-te en que ha perdido su propia tradicin, no conoce su historia, lo que lo obliga muchas veces, a repetir viejos errores (Historia del POR, Ed. Isla, La Paz, 1978, p. 55)

    Los orgenes del trotskismo en la Argentina

    Solo en un sentido limitado puede hablarse de una historia propia del movimiento trotskista argentino: la corriente poltica representa-da por el trotskismo se define como internacional por naturaleza, y exige ser juzgada en esa escala en cuanto a su programa, sus anlisis y su actividad. Pero este internacionalismo no es una abstraccin, opuesta a las especificidades nacionales sobre las que un movimiento poltico cobra forma. Antes bien, como lo dijera el propio Trotsky:

    lo ms importante y lo ms difcil en poltica es, en mi opinin, por una parte definir las leyes generales que determinan la lucha de vida o muerte de todos los pases del mundo moderno; por otra des-cubrir la especial combinacin de esas leyes que se da en cada pas1.

    La historia de los primeros aos del trotskismo argentino (y de algn modo, toda su historia) est marcada por el combate por esta-blecer esa correlacin mencionada por Trotsky, y su traduccin en una poltica precisa. Nuestro eje se sita pues, resueltamente, en el

    1 Trotsky, Sobre la liberacin nacional, Ed. Pluma, 1976, p. 67

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    terreno de la lucha de ideas -tanto ms cuanto que en el perodo concernido los grupos y personas que son sus actores distan mucho de ejercer una influencia importan te en el movimiento de las masas. Es un hecho que la claridad en la formulacin de sus ideas constituye una precondicin para el enraizamiento en las masas de una van-guardia revolucionaria que (como la cuartainternacio nalista) surge con un carcter muy minoritario. Y ms an para la conservacin de ese enraizamiento una vez conquistado. La historia de la lucha por las ideas (el programa) quiz no tenga importancia para quienes se interesan en los movimientos polticos slo en la medida que hayan recibido su consagracin histrica. Por el contrario, es desde este punto de vista que presenta inters la historia de los primeros aos del movimiento trotskista argentino, como lo demuestra la influen-cia que ella tuvo en otras organizaciones de la IV Internacional en Amrica Latina.

    Primer grupo sudamericano de la oposicin de izquierda

    En tales trminos se refiri el rgano de la Oposicin de Izquierda norteamericana al primer grupo oposicionis ta surgido en Argentina2. Este estaba compuesto por tres obreros, los tres extranjeros: Roberto y M. Guinney (ingleses) y Camilo Lpez (espaol?), que contaban con una nutrida experiencia en el movimiento obrero y revoluciona-rio3. El grupo no surge del Partido Comunis ta oficial, sino de la ltima escisin que ste conoci antes de su total burocratizacin: el Partido Comunista de la Regin Argentina (luego de la Repblica Argenti na, y finalmente Concentracin Obrera) dirigido por Jos Peneln. Parece ser que es la indefinicin de ste ante el surgimiento de la Oposicin de Izquierda Interna cional, su tentativa de preser-var el carcter puramente nacional de la escisin, lo que mueve a los Guinney y a Lpez (que ocupan cargos de responsabilidad en el PCRA, R. Guinney es administrador de Adelante, su semanario),

    2 The Militant, 21/12/1930.3 Roberto Guinney haba nacido en Inglaterra y se haba educado en San Petesburgo -Rusia- en la poca de Alejandro II. Vuelto a Inglaterra, conoci all al lder del new unionism, Tom Mann. Emigr luego a Argentina donde ingres al PC en 1923. Fue secretario de su sector de lengua rusa y ucraniana. Di rigente del PCRA (de Peneln). (Datos tomados de The Mili tant, op. cit). Los nombres de los militantes del CCOICA que he mos podido localizar son: R. y M. Guinney, Camilo Lpez, Jua na, Ostrovsky y Manulis.

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    defensores desde 1928 de las posiciones de Trotsky, a separarse desde 1929 para fundar el Comit Comunista de Oposicin.

    Roberto Guinney habra estado desde 1927 en corres pondencia con James P. Cannon, delegado del PC yanqui al Congreso de la IC, del cual logr sacar clandestinamen te las crticas de Trotsky -ya deste-rrado en Alma Ata- al proyecto de programa.

    Se trata pues, del primer grupo sudamericano de la Oposicin que hace su aparicin pblica, pero ni con mucho del ms importan-te. Basta comparar su exiguo nmero con la Izquierda Comunista Chilena (escisin mayoritaria del PCCh encabezada por su dirigen-te Hidal go), o con la escisin surgida de la Juventud Comunista Brasilea (que durante los aos 30 estar en paridad de fuerzas con los oficiales) para comprender que el ttulo de los primeros tiene un valor relativo. El propio PC argentino estaba marcado por su re-lativa debilidad respecto a sus pares de los pases vecinos, lo que no le impidi (y quizs favoreci) ser posteriormen te el eje del aparato stalinista en Sudamrica: en 1929 la Conferencia Sudamericana de los PPCC tiene por sede Buenos Aires, y los Ghioldi y Codovilla sern principal mente actores de la bolchevizacin (stalinizacin) de los partidos sudamericanos. Sntoma de su debilidad, el PCA co-noci cuatro escisiones durante los aos 20: por lo menos en tres de ellas encontramos mezclados nom bres luego vinculados al trots-kismo argentino. Mateo Fossa, Hctor Raurich y Anglica Mendoza participan de la fraccin de izquierda de los chispistas (del nom-bre de su peridico, La Chispa) que, enfrentada con un aparato di-rigente que se intenta consolidar temprana mente, dio nacimiento en 1925 al efmero Partido Comunista Obrero4. La posterior escisin de los frentis tas (postulantes del frente nico con, o de la disolucin en, el Partido Socialista) cuenta como dirigente, al lado de Alberto Palcos y Silvano Santander, a Luis Koiffman, fundador y dirigente del socialismo internacionalista y del PC, posteriormente militante trotskista en la dcada del 305. Finalmente, la escisin penelonista (con la cual, segn la historia oficial del PC, se cierra el ciclo de las divergencias interiores), cuenta en sus filas con los primeros

    4 Mateo Fossa en La Opinin, Mateo Fossa, el argentino que estuvo con Trotsky, 9/1/72.5 Robert J. Alexander, Comunism in Latin America, Rut gers University Press, New Jersey, 1957, p.160. Tambin Emilio J. Corbiere, La fundacin del Partido Comunista en Todo es Historia 105, marzo 1976, Buenos Aires.

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    oposicionistas de izquierda, que no logra rn, sin embargo, reagrupar a los arriba mencionados.

    Nacimiento duro, entonces, que se endurecer an ms de resul-tas de las condiciones polticas que pronto van a imperar en el pas. A lo largo de la dcada del 30, slo algunos de los divergentes con la lnea oficial del PC y de IC irn llegando, y en orden disperso, al movimiento trotskista, el cual se encontrar, adems, casi perma-nentemente dividido.

    Pero no nos adelantemos. En marzo de 1930 el pequeo ncleo inicial publica el primer nmero del peridico La Verdad (del que slo saldrn dos), en el cual figura el famoso Testamento de Lenin. Luego un grupito, en su mayora del idioma israelita, nos sali al encuentro (). Despus que este grupo sac a luz un peridico en idioma idish, titulado Tribuna Comunista, se disolvi.

    Lleg despus la dictadura uriburista. Algunos de nuestros po-cos militantes fueron encarcelados, mientras nuestra situacin social y monetaria empeoraba, da a da6.

    Pese a ello, y con una actividad muy reducida, el grupo logra pre-servarse durante el reaccionario perodo uriburista y son ocho los militantes que lo rebautizan como Izquierda Comunista Argentina (lCA) en 1932, abriendo asimismo un pequeo local. Como toda la Oposicin de Izquierda Internacional, se colocan sobre el terreno de la reforma del PC y de la IC. Estos los gratifican con el epteto de policas desde las colum nas de su rgano La Internacional, mientras el partido vota unnimemente resoluciones de conde-na al trotskismo. La ICA publica un Boletn de Oposicin, mi-meografiado, donde expone con toda claridad las posiciones de la Oposicin internacional (crtica del socialismo en un solo pas, con-dena de la poltica del Comit Anglo-Ruso y del bloque de las cuatro clases en China, de la teora del social fascismo, reivindicacin del centralismo democrtico contra el burocratismo stalinista, etc) y lle-ga a plantear algunas crticas a la actividad del PCA: el divisionismo sindical practicado a travs del Comit de Unidad Clasista al margen de los sindicatos y centrales existentes (CGT y FORA), el el olvido de la cuestin agraria patentizado en la ausencia de tesis y programa sobre el problema... Las crticas al PCA no pasan de all, no se critica, por ejemplo la posicin reaccionaria y sectaria que este tuvo frente al golpe militar contra el gobierno de Irigoyen -gobierno califi cado

    6 Breve resea del movimiento cuartainternacionalista argen tino, Ed. Accin Obrera, Bs. As. 1941.

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    de radical-fascista y de mas peligroso que el propio Uriburu por las ramificaciones -de la UCR- en el movimiento de masas7.

    El grupo ingresa entonces al perodo conocido como la dca-da infame con un bagaje poltico y organizativo escaso. Situacin ideal para que, ante la segura afluencia de algunos militantes al movimiento dirigido a escala internacional por el prestigioso Len Trotsky, florezcan las querellas de personas y de camarillas, justo en el momento en que aquel hace frente a la construccin de una nueva Internacional, luego del 4 de agosto del stalinismo que significa el triunfo de Hitler.

    Dos grupos por un nuevo partido

    Durante 1932 vuelven de Espaa, luego de haber completado all sus estudios dos jvenes argentinos: el ya nombrado Hctor Raurich, y un joven ex militante del PS, Antonio Gallo. En Espaa han estado en contac to con Andrs Nin y con la Izquierda Comunista Espao la. Estos, que los han ganado para sus ideas, escriben a la ICA anun-ciando su llegada. Al llegar a la Argentina, sin embargo, se ponen en contacto con algunos dispersos disidentes del PC y con un grupo de intelectuales, que proyectan sacar una revista (entre ellos se cuenta Elas Castelnuovo). El proyecto se va modificando sobre la marcha, y la revista que saldr (Actualidad) ser un vocero oficioso del PC. Es recin una vez fracasada su participacin en el proyecto, que el ya constitudo grupo Gallo-Raurich se pone en contacto con la ICA, a travs del deportado militante espaol, J. Ramos Lopez.

    En vista de las escasas fuerzas con que contbamos, la ICA, pro-curamos conocer de cerca el pensamiento y la idea de estos dos cama-radas llegados de Espaa y que al parecer no haban sido volteados por las ofertas de los oficialistas (...). Para ellos, nosotros habamos come tido un pecado grave: el de haber salido a la luz y en pblico, un pequeo grupo de obreros con poca fuerza y con una preparacin -segn ellos deficiente. Para lavar nos de este pecado, nos proponan como Jordn el ingreso a una sinagoga que vendra a ser una gran re-vista terica que pensaban ellos editar. Recin despus fundaramos en Argentina la verdadera oposicin. A todo esto, sin asomo de amor propio de nuestra parte, les hemos contestado que nosotros haba-mos organizado hace 4 aos la Oposicin Comunista de Izquierda

    7 Boletn de Oposicin, febrero de 1933, Bs. As. - y Esbozo de historia del PC Argentino; citado por J.A. Ramos en Historia del stalinismo en Argentina. Ed. Coyoacn, Bs. As. 1962, p.31.

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    en Argentina. Convencidos de la pedantera y el oportunis mo del grupo Gallo-Raurich, salvando excepciones, no pudimos aceptar tan estpidas imposiciones y tuvimos que retirarnos...8.

    As presenta la ICA la primera divisin del trotskismo argenti-no. El precoz Gallo (tiene entonces 20 aos) public a principios de 1933 un pequeo folleto titulado Sobre el movimiento de Setiembre. Un ensayo de interpretacin marxista. Su grupo (del que ya Raurich se ha alejado como militante activo, cumpliendo al parecer un rol de inspirador ideolgico) se organiza ese mismo ao y publica a partir de agosto el peridico Nueva Etapa, rgano de la Liga Comunista.

    La ICA logra unificarse, en cambio, con un grupo expulsado del PC a fines de 1932, y que tiene a su cabeza al conocido sindicalis-ta Pedro Milessi (que res ponde por esos aos a los seudnimos de Pedro Maciel o Eduardo Islas). Milessi era ya secretario general del sindicato de empleados municipales -su expulsin del PC y la de la decena de los militantes que lo siguen bajo la acusacin de trotskis-mo se produce despus y que l en un principio neg.

    Pero a principios de 1933 se encuentra dentro de la ICA, y en superioridad numrica. Esto es importante, porque en la primera asamblea general del grupo se har elegir secretario general del mis-mo, colocando a una mayora de sus partidarios en los organismos dirigentes. Los viejos miembros de la ICA protestan vivamente, sos-tienen que el Grupo Maciel no ha publicado an en La Verdad las razones de su conversin a la oposicin, que ha aprovechado la superioridad numrica para apro bar la participacin de la ICA en el Congreso contra la guerra organizado por el stalinismo en Uruguay (para el cual han designado como delegado al propio Milessi), etc. Pero la vieja ICA se encuentra sumamente debili tada: el 24 de fe-brero de 1933 ha muerto su lder, Roberto Guinney, de 64 aos, vctima de una infeccin. Otros dos militantes se retiran al interior del pas a ganarse la vida; Camilo Lpez, elegido al CC de la nueva ICA cae gravemente enfermo. La protesta de los pocos que quedan da lugar, segn ellos mismos a su expulsin (M, Guinney y Juana) o a su suspensin (el tesorero Ostrovsky). Agotados, en un ltimo documento de diciembre de 1933, relatan amargamente su fracaso y luego se retiran de la vida poltica.9 Al mismo tiempo, la ICA tiene la direccin de Liga Comunista lnternaciona lista-bolchevique-le-ninista, Seccin Argentina (en conformidad con las decisiones del

    8 Breve resea, op. cit.9 Idem.

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    plano internacional de la Oposicin de Izquierda, de agosto de 1933), y comienza a publicar el peridico impreso Tribuna Leninista.

    Dos grupos, pues, con una decena de miembros cada uno, que se disputarn agriamente la representatividad del nuevo Partido Mundial de la Revolucin Socialista que se comienza a construir.

    Tribuna Leninista (que aparece con bastante regu laridad du-rante 1933 y 1934) aparece como ms activa en el campo sindical: sostiene que el 90 por ciento de sus miembros son obreros. En su primer nmero reconoce que en nuestro pas el nivel de capaci-tacin poltica de los comunistas comprendidos los oposicionistas, no es muy grande10. Su preocupacin esencial es la elabo racin de consignas para el movimiento sindical, donde se nota la influencia de las publicaciones internacionales de la Oposicin, sobre todo de la espaola (que vive en esos momentos los prolegmenos de la si-tuacin que conducir a la guerra civil). La Alianza Obrera contra el fascismo deviene una necesidad insoslayable, as como la creacin de milicias obreras deviene una cuestin de vida o muerte para todas las organizaciones obreras11. En otra ocasin, al publicar la CGT un manifiesto donde apoya al gobierno del general Justo, llama a los sindica tos a dejar de cotizar mientras se mantenga su direc cin.12 La elaboracin terica y poltica (la nica que poda despejar a este es-fuerzo de su carcter emprico o de mera copia de consignas elabora-das para otros pases y otras situaciones) quedaba a cargo de Milessi, quien en una pintoresca seccin denominada De punta y Ha cha, comentaba las noticias de la prensa nacional o internacional...

    Nueva Etapa (cuyo grupo est compuesto mayori tariamente por estudiantes o intelectuales) busca, por el contrario, dar a sus ideas la forma de artculos de fondo o tesis. Su eje es la consigna de un frente comn de los trabajadores y de los partidos y organiza-ciones proletarias contra el fascismo. Pero se interroga asimis mo sobre las causas del fracaso de la intentona fascista de Uriburu, que haba sido reemplazado en el gobierno por el general Justo, quien gobernaba con los mtodos seudodemocrticos del fraude patriti-co: un rasgo caracterstico de la sociedad argentina: su retraso en todos los rdenes. De esta ley general, menos que nadie, se ha visto excludo el fascismo () en este pas semicolonial, retardatario, sin industrias, no hay tradicio nes histricas, culturales, sociales. No hay otras que las tradiciones liberales de la Revolucin de mayo o

    10 Tribuna Leninista, nmero 1, Bs. As., diciembre 1933.11 Idem, Nmero 7 octubre 1934.12 ldem, Nmero 1.

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    la llamada generacin del 90, inconveniente a los fines fascistas. Todo lo cual no impeda que el conflicto poltico de la actualidad en el pas no es de una manera inmediata entre la revolucin prole-taria y la burguesa. La amenaza del proletariado no revista caracteres de agudeza (...) la anttesis presente en el pas es entre la democracia burguesa y el fascismo. Quien no ve esto, no ve nada, y si se quie-re ver otra cosa, hay que rechazarla terminantemente (...). El peso propio del gobierno de Justo es poco menos que nulo. Se sustenta sobre el cruce de fuerzas polticas opuestas (...). Este equilibrio entre los fascistas y los radicales no puede durar. Es el preludio de una dictadura propia o el perodo de transicin de una guerra civil y la dictadura fascista. Pero el fascismo no es un movimiento de masas. El radicalismo cuenta con la mayora inmensa de la poblacin; cul de ambos mtodos ofrecer en el porvenir inmediato a los ojos del imperialismo y de la burguesa agropecuaria perspectivas mayores de estabilidad? Una perspectiva o salida democrtica no est excluda, sino que es muy probable.13

    El artculo que citamos pertenece a uno de los ms capacitados militantes de la poca, el estudiante rosarino David A. Siburu, quien fue dirigente estudiantil del PC en Rosario, para luego romper junto a un grupo de militantes de ese sector y pasarse al trotskismo (Nueva Etapa era editado en Rosario). En el anlisis de las contradicciones polticas de la Argentina, tiende a asemejar a sta a las condiciones prevalecientes en ese momento en las metrpolis imperialistas euro-peas (democracia burguesa o fascismo). No se tiene en cuenta que las metrpolis que mantienen en su rbita a la Argentina (EE.UU. e Inglaterra) pertenecen al llamado imperialismo democrtico. En general, la caracterizacin del pas como semicolonia, sirve para presentar a la burguesa argentina un mero apndice del imperialis-mo, sin ningn rol poltico propio: no le concede ste (el imperia-lismo) al Estado argentino ni las fuerzas mnimas de vigilante de sus negocios (). Un gobierno que no sea instrumento del capital finan-ciero en las circunstancias presentes es, en general, imposible.14 La

    13 NuevaEtapa, nmero 1, Rosario, agosto de 1933.14 En el nmero 6 de N.E., David A. Siburu, quien era su principal redactor junto con Gallo (el grupo N.E. se asienta principalmente en Rosario), sostiene que en los actuales momentos, vociferar sin ton ni son contra el radicalismo, es servir al fascismo y a la reaccin que se han encumbrado sobre su derrota, en alusin a Tribuna Leninista, citado por la LOR en Anlisis esquemtico de las posiciones doctrinarias frente a los problemas nacionales sostenidas en su desarrollo por el movimiento

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    poltica argentina, as, sera una repeticin, ex post, de la existente en los pases imperialistas.

    Se comete el error de sostener al fascismo como engendrado an-tagnicamente por la democracia burguesa, y no por la revolucin proletaria. Si la clase obrera no es la amenaza, el fascismo no tiene lugar, como una alternativa de los mtodos burgueses democrticos. Se evidencia, en esto, una ausencia de programa, pues se cae en el impresionismo al considerar a las escaramuzas entre las reducidas bandas del nacionalismo oligrquico y los radicales como un choque entre las superestructuras polticas del fascismo y la democracia. Son en realidad, un aspecto del Estado policial que acompa a las res-tauracin de la oligarqua vacuna concentrada en los invernaderos del Chilled beef.

    En cuanto a los principios, ambos grupos se sitan plenamente sobre los del movimiento internacional por la IV Internacional. Un gran espacio polmico era concedido al lanzamiento mutuo de invec-tivas personales. NE acusaba a los dirigentes de TL de pensar antidialcticamente, Milessi responda calificando al ciudadano Ontiveros (A. Gallo) y a sus seguidores de intelectualuchos. La interpretacin del centralismo democrtico tambin es objeto de dis-putas. Alguna discusin se produce, an en plano secundario, sobre el rol del radicalismo en la poltica argentina, de la cual lamentamos no poseer los materiales. A fines de 1934, E. Islas (Milessi), secre-tario general de la LCI-BL, firma una carta abierta proponiendo la unidad: se argumenta en contrario que esa unificacin no es posible ni deseable, sin una previa puesta de acuerdo en las cuestiones nacio-nales. En primer lugar, no existen tales cuestiones desligadas de los problemas internacionales; en segundo lugar, y an suponiendo mltiples asuntos de origen secundario, su solucin no puede ser fruto exclusivo de especulaciones filosficas o doctrinas, sino que debe marchar aconsonantada con las luchas cotidianas como deter-minantes y como fruto de un trabajo colectivo....15

    La LCI-BL haba logrado reunir 17 militantes, y editaba un pe-ridico sindical (Resurgir bolchevique) y otro juvenil (Luchas Juveniles.); la LCI (N.E.) era algo ms numeroso y haba llegado a establecer ncleos en La Plata, Crdoba y Rosario (donde haba reclutado al dirigente estudiantil de1 PC Daniel A. Siburu). Y la unidad se produjo... luego que la LCIBL expulsara previamente a

    cuartainternacionalista argentino (sic), 1ra. Parte en Los Maestros, Bs. As. agosto 1941.15 T.L. nmero 7, op. cit.

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    Milessi, en un episodio que nos queda oscuro. Milessi continuar ligado al trotskismo y reaparecer ms tarde como dirigente.

    Una unidad efmera

    Los dos grupos se fusionan a principios de 1935. Nueva Etapa y Tribuna Leninista desaparecen para dar lugar a IV Internacional. Se trata probablemente de la nica ocasin en que existi en Argentina un solo grupo trotskista.

    Durante todo el perodo que consideramos la propia debilidad organizativa (y poltica) de los trotskistas les impone en general una divisin que, si muchas veces incluye factores personales, en otras hasta obedece sim plemente a causas regionales (dispersin geogrfi-ca). Pero en general todos los grupos y personas se consideran parte del mismo movimiento al que as denominan, y que carece muchas veces de contornos precisos. Con ese carcter, el movimiento ha existido siempre desde la constitucin del primer grupo. La afirma-cin de J. A. Ramos sobre la prolongada campaa antitrotskista lle-vada a cabo durante ms de 30 aos por el grupo dirigente del PCA, tanto ms meritoria y previsora por cuanto durante muchos aos no existieron grupos o tendencias trotskistas en el pas16, no parece ha-ber sido compartida como Ramos mismo lo indica, por el propio PC, del cual una circular interna de 1935 afirmaba EL TROTSKISMO ES UN FILTRO DE PRO VOCADORES ( ... ) sobre las ligazones con los elemen tos trotskistas tanto Milossi como la Pino, como Spector y como Pereyra, buscan establecer la mayor cantidad posible de contactos y ligazones con compaeros del partido. Por qu? Para servirse de nuestros compaeros ms inexpertos, como conductos para enterarse de las cuestiones internas del partido y tratar de pasar por esos conductos su veneno contrarrevolucionario. Mantener liga-zones con esa gente declaradamente contrarrevolucio naria y enemiga del Partido es prestarse a sus maniobras y no se concibe que compa-eros lo hagan concientemen te.17

    De no haber mantenido su existencia orgnica, no se explica que los grupos trotskistas hayan sido receptculo de varias de las peque-as escisiones recurrentes del PCA en los aos 30 y 40. Ramos (que trata de borrar cualquier referencia respecto a su pasado trotskista) falsea concientemente la realidad y se contradice con lo anterior en

    16 Ramos, op. cit. 85.17 Carlos Silveyra, El Comunismo en Argentina, CPAACC, Bs. As. 936, p. 255.

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    el mismo volumen citado, afirmando despec tivamente que durante los aos 30 sus adherentes (al trotskismo) no pasaban de 20 o 30 personas en toda la Repblica y sus instrumentos de propaganda apenas consistan en una revista de aparicin tan irregular como los modestos peridicos que la reemplazaban a travs de sus largos silencios18.

    La unificacin en la LCI significa un momentneo incremento en la actividad de los trotskistas, pues no slo une a los militantes de los grupos anteriores, sino tambin a otros que se haban mante-nido independien tes. Adems de IV Internacional (cuyo prirner nmero aparece en abril de 1935), en Crdoba el militante Aquiles Garmendia (que fallecer pocos aos ms tarde) y el boliviano Tristn Maroff (que ha participado en el Congreso de fundacin del POR boliviano en esa ciudad) comienzan a editar Amrica libre, revis-ta de la que cinco nmeros aparecern de junio a diciembre. Luis Koffman dirige la edicin, a principios de 1936, de una revista cul-tural trotskizante llamada Visin; a fines de ese ao ese mismo militante intenta crear, sin xito, un agrupamiento amplio dirigido a intelectuales, lla mado Agrupacin de Propaganda Marxista. En fin, Antonio Gallo, lder del grupo, public en 1935 un folleto de 64 pginas -A dnde va la Argentina? (subtitulado Frente Popular o lucha por el socialismo)-, destinado a polemizar con la Izquierda del PS, que pronto se escindi r para formar el Partido Socialista Obrero.

    Es interesante observar cmo en l cobran confusa mente forma las ideas centrales que distinguirn a la corriente mayoritaria dentro del movimiento trotskista argentino hasta 1943 y cuya influencia se extender mucho ms all: Marianetti (dirigente de la izquierda so-cialista, luego del PSO y del PC, NDA) admite que el nico modo de liberar al pas de la dominacin del capitalismo monopolista es mediante la lucha revolucionaria del proletariado. Entonces, qu significa la lucha por la liberacin nacional? Acaso el proletariado como tal no representa los intereses histricos de la Nacin en el sentido que tiende a liberar a todas las clases sociales por su accin y a superarlas por su desaparicin? Pero para ello necesita, precisa-mente, no confundirse con los inte reses nacionales (que son los de la burguesa pues sta es la clase dominante) que en el terreno interior y

    18 Ramos, op. cit. p. 123. Sera un error deducir que Ramos considera entonces una organizacin poltica como existente cuando sta supera los 30 militantes. Ms bien debera pensarse que piensa tal cosa cuando su caja supera los 30 dineros.

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    exterior se contradicen agudamente. De manera que esa consigna es rotundamente falsa (...) afirmndose nuestro criterio de que solo la revolucin socialista puede ser la etapa que corresponde -para hablar en esos antipti cos terminos de fichero que impiden a los obreros entender de qu se trata- a los pases coloniales y semicoloniales.

    Polticamente, la alternativa segua siendo democra cia o fascis-mo: realizar ahora una poltica contra el radicalismo, sera tan errneo como aliarse con l (...). En las actuales circunstancias de defensiva en que se halla la clase obrera, hacer de ellos (el partido Demcrata Progresista, NDA) un enemigo inmediato, sera un error. Hay que mantener una alianza tcita, apoyarles en cuanto sea indis-pensable y bajo determinadas condicio nes contra la reaccin declara-da, impulsndolos hacia adelante por nuestra accin.19

    As, frente a la alianza con la burguesa y la teora de la revolucin por etapas de los partidarios del Frente Popular, la LCI propugnaba, no la independencia de clase en la lucha por la liberacin nacional, sino la supresin lisa y llana de la liberacin nacional del programa del proletariado. En los hechos, esto conduca a un abstencionismo frente a los problemas democrti cos, y a dejarle la iniciativa en rela-cin a ellos a los partidos de la burguesa democrtica (a los que se pretenda radicalizar) -justo en el momento en que estos, mediante su integracin creciente al sistema poltico de la dcada infame, demostraban hasta la saciedad su incapacidad para afrontarlos.

    En el nmero 3 de IV Internacional (mayo 1936) se sacaban otras consecuencias de esta teora (en un artculo programtico ti-tulado Qu quieren los partidarios de la IV Internacional?): (...) reconocimiento del carcter internacional y por lo tanto permanente de la revolucin proletaria; rechazo de la teora del socia lismo en un solo pas as como de la poltica del nacional-comunismo que la completa (liberacin nacio nal). (... ) 5) contra el social-patriotismo y la defensa nacional. Por el derrotismo revolucionario ante la guerra y sus preparativos.20 La asimilacin de la Argentina a una metrpoli imperialista es aqu completa. Un nacio nal comunismo, cubierto tras la consigna de liberacin nacional y condenado por el bolche-vismo, haba existi do en Alemania durante la revolucin de 1923, pero se trataba en ese caso de un pas imperialista. Al pronun ciarse por principios contra la defensa nacional de la Argentina, a la que sin embargo se reconoce como una semicolonia, se coloca a los trots-kistas en una posicin de neutralidad proimperialista en caso de un

    19 Anlisis esquemtico, op. cit.20 Idem.

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    conflicto poltico, o militar, de la Argentina con el imperialismo. Ese habra de ser justamente el caso en el perodo poltico posterior, y la perspectiva poltica de los trots kistas se encontraba falseada desde el inicio.

    El fracaso de la LCI y el entrismo en el Partido Socialista Obrero

    A principios de 1936, la LCI cambi su nombre por el de Partido Obrero. Con esa denominacin actu seis meses. Qued por diluci-dar si se trat de un simple cambio de rtulo o del reflejo de un in-cremento real de su actividad. En cualquier caso, el pronto abandono del nombre parece indicar las grandes dificultades en estructurar un nmero creciente de militantes en una slida organizacin marxista, capaz de no desplomarse ante los inevitables contratiempos. Los he-chos posterio res confirmaran esta idea. En junio, el Partido Obrero se re-transformaba en la LCI. Su actividad comienza a experimentar un sistemtico retroceso; con ndices de disgregacin. C. Liacho, a la sazn periodista en La Razn, se haba alejado de la LCI con diver-gencias y acusando a Gallo de haberlo plagiado (!) en su folleto ya mencionado. Liacho era, segn Liborio Justo, otro de los discpu-los de Raurich. A fines de 1936 ingres en el PS para trabajar en su ala izquierda, que pronto dio lugar al PS Obrero. As comenz el entrismo.

    Toda profundizacin en este perodo del trotskismo argentino deber tomar especialmente en cuenta esta experiencia entrista, so-bre la cual no han faltado mate riales: La LCI no haba tenido xito en poner en pie un Partido Obrero, se encontraba aislada del mo-vimiento obrero, haba tenido una actividad marginal durante las importantes huelgas de 1933/36. Mateo Fossa, que ha encabezado la huelga de la madera de 1934, ha tenido un rol importante en la de la construccin de 1936, y ha llegado a presidir el Congreso Constitutivo de la CGT ese mismo ao, no es an un militante del trotskismo teniendo slo simpata por sus ideas.21 Este aislamiento nacional se encuentra reforzado por el aislamiento respecto al movi-miento internacional con el cual existen lazos muy dbiles. El entris-mo estaba indudablemente inspirado por el llamado viraje francs, que llev sucesivamente a los trotskistas franceses y norteamerica nos a entrar al PS con el fin de intervenir en la evolucin de su ala iz-quierda y reforzar sus posibilidades de reclutamiento (los espaoles

    21 La Opinin, op. cit.

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    rehusaron mayoritariamen te ponerlo en prctica). En esos casos fue el objeto de resoluciones especficas de parte de la direccin de la Liga Comunista Internacionalista (organizacin mundial de los Partidarios de Trotsky) y dio lugar a serias polmi cas e incluso a esci-siones con algunos que se opusieron por razones de principio (la fraccin de Oheler en los EE.UU, por ejemplo). No fue este el caso de la Argenti na.

    La discusin sobre la conveniencia del entrismo divi di las filas de la LCI argentina (A. Gallo encabez la oposicin) y su efectiviza-cin se present ms bien como un fenmeno de disgregacin de sta. Luego del ingreso de Liacho y la constitucin de PSO, los secto-res estu diantiles de La Plata (con Jorge Lagos, Reinaldo Frigerio) y Crdoba (con Costa, Esteban Rey) de la LCI, ingresaron a l. Los antientristas de la LCI comenzaron a disgregarse -el ltimo boletn de sta apareci en diciembre de 1937. Finalmente, tambin ellos in-tentaron ingresar al PSO (Gallo mismo trat de hacerlo, sin xito).

    Sobre el PSO, poco y nada hay escrito. La versin ms corrien-te lo presenta como un mero apndice del stalinismo. Ciertamente que postulaba un Frente Popular con la participacin de socialistas y comunistas y que varios de sus dirigentes despus lo sern del PC: Benito Marianetti, Ernesto Giudici. Pero muchos de sus militan tes volvern a fines de los 30 al PS22 y algunos, como Joaqun Coca, que postula una especie de frente anti Concordancia (coalicin conser-vadora que gobernaba mediante el fraude patritico) entre radicales y socia listas evolucionarn hacia el nacionalismo: Coca militar en el Partido Laborista que sostuvo la candidatura de Pern. La prdica de los trotskistas alcanz, adems, cierta repercusin. Parece apresurado calificar al PSO como una fraccin stalinista cristalizada.

    Los trotskistas se van organizando en fraccin (o fracciones) den-tro del PSO. La dirigida por Liacho edita un periodico mimeogra-fiado, Frente Proletario, Bole tn del Marxismo Revolucionario (cinco nmeros de agosto a diciembre de 1937). A principios de 1938 realizan en Crdoba una conferencia nacional, con militantes de esa ciudad, Buenos Aires y La Plata. En agosto de ese ao (poco an-tes del fin del entrismo) editan una revista llamada Marxismo, Organo de la fraccin marxista revolucionaria del Partido Socialista Obrero.

    Los ingresados posteriormente llegaron a controlar el centro del PSO en Liniers (Provincia de Buenos Aires), y editaron tres nme-ros de Izquierda, Organo de afilia dos para afiliados, de febrero a

    22 Alexander, Comunism, op. cit, p. 165.

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    agosto de 1938. La militancia en el PSO permiti sacar relativamente a los trotskistas de su aislamiento, ponerlos ms en contacto con los problemas del movimiento obrero: Mateo Fossa se acerca definitiva-mente al movimiento a partir de esa militancia.23 El propio Fossa y algunos otros mili tantes llegan a ser candidatos a diputados en las eleccio nes legislativas: entre ellos Hornero Cristalli (ms adelan-te conocido como J. Posadas), quien haba militado organizando el sindicato del calzado de Crdoba, que aprovecha su relativa noto-riedad como futbolista en el equipo de Estudiantes de La Plata para presentar su candidatura en esa ciudad. Al PC lleg a preocuparle esta actividad dirigida esencialmente contra la alianza estrat gica con la burguesa materializada en la poltica del Frente Popular. Bajo la pluma de Orestes Ghiodi sostu vo: Entre los enemigos jurados de la Alianza democrti ca estn los trotskistas. Su rol no proviene de su nmero, insignificante. Su rol proviene de su actividad de sabota je, abastecen de argumentos contra el Frente Popular, tratan de ganar tribunas, se introducen en los otros partidos obreros para desarrollar su pertinaz accin anticomunista. (...) Cubrindose con la consigna de maggica de la revolucin proletaria en la situacin y condiciones actuales, intentan aislar al PC, escindir al movimiento obrero, sabo-tear cualquier tentativa de uni dad (...). Hay que luchar con la mayor intensidad contra la influencia ideolgica del trotskismo.24

    Veamos los fundamentos programticos de la crtica de los trots-kistas al Frente Popular. La fraccin dirigida por Liacho afirma-ba, en el primer nmero de Frente Proletario (artculo titulado Nuestros Propsitos): Reivindicacin del carcter socialista (de-mocrtico-so cialista) y permanente de la revolucin proletaria en el pas. Reivindicacin del internacionalismo proletario. La lucha an-tiimperialista es, en primer trmino, una lucha contra la burguesa nacional.

    La confusin terica es total. Se enuncia una revolu cin que sera al mismo tiempo democrtica y socialista, o sea, que poseera simul-tneamente dos caracteres de clase diversos y opuestos. En realidad, se trata de un intento por superar mediante una frmula eclctica el problema del carcter de las tareas de la revolucin. Adems, hasta se pierde el sentido de las palabras: si la lucha antiimperialista es en

    23 La Opinin, op cit. Los editores de Pluma se equivocan cuando pre-sentan a Fossa como formando parte del primer grupo trotskista de la Argentina (L.T. cit. P. 71). Fossa se incorpora en el perodo relatado.24 Arturo Jauretche, FORJA y la dcada infame, Ed. Mar Dulce 1969, Bs. As. p. 123.

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    primer trmino contra la burguesa nacional, ni siquiera se ve por qu llamarla as.

    Poco despus, en el Nro. 4: La revolucin rusa demuestra que son traidores al proletariado quienes sostienen la posibilidad de solu-cionar los problemas democrticos -la liberacin nacional, cuestiones campesi nas y pequeo burguesas- en el rgimen burgus y que son peligrosos confusionistas quienes desligan la lucha por la liberacin nacional y por las libertades democrti cas de la revolucin socialis-ta. En el nico nmero de Marxismo se afirmaba: En la lucha con-tra el imperia lismo, el partido debe sostener la consigna siguiente en la Repblica Argentina: de acuerdo a las condiciones obje tivas, econmicas y polticas, no hay lucha contra el imperialismo desli-gada de la lucha contra la burguesa nacional en su conjunto. La liberacin nacional la realizar nicamente el proletariado tomando el poder poltico, y el peligro de una intervencin imperialista termi-nar cuando sea derribado el capitalismo por la revolucin proletaria internacional.25

    La concesin al planteo de liberacin nacional es aqu slo verbal. La frmula de la revolucin perma nente est planteada al revs. En su formulacin origi nal, la revolucin permante explica la dinmica que permite al proletariado, apoyndose en la revolucin democrtica (liberacin nacional, revolucin agraria), conquistar el poder poltico e iniciar la revolucin socialista, la que no puede de-tenerse en el marco nacio nal y se transforma en revolucin inter-nacional. Los trotskistas recorran el camino inverso: partan de la conclusin (la toma del poder) para explicar el punto de partida (las tareas y la dinmica de clases de la revolu cin). La formulacin se falseaba necesariamente: nuevamente se colocaba en el mismo plano la lucha contra el imperialismo y la lucha contra la burguesa nacio-nal, y en lugar de establecer la correlacin entre la lucha contra el imperialismo y contra la burguesa (la lucha nacional slo puede ser consecuente por medio de la lucha de cla se; en la lucha contra el im-perialismo se agrava, y no de bilita, el antagonismo con la burguesa nacional) se iden tifica a ambos. El rol nefasto de este esquema con-siste en ocultar las tareas polticas de los revolucionarios: emancipar a las masas de la influencia poltica de la burguesa y sus partidos (UCR), demostrando su incapacidad de luchar contra el imperialis-mo e impulsando la moviliza cin. En lugar de ello, se planteaba un esquema doctrina rio que los reduca a condicin de secta, mientras el socialismo reformista y el stalinismo desarrollaban una poltica

    25 Anlisis esquemtico, op. cit.

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    que ataba indefinidamente a la clase obrera tras la burguesa. No sabemos del destino ulterior de Liacho: poco despus, finalizado el entrismo por expulsin de los militantes trotskistas, abandonar toda actividad poltica.

    El otro sector entrista, incurra ms profundamen te en el mismo error. Antonio Gallo escriba en el Nro. 1 de Izquierda.

    ...basndonos en ellos y en el anlisis de la realidad nacional, sostendremos, fundamentalmente, lo siguiente: el carcter de la evo-lucin capitalista del pas, segn lo afirman incluso Justo y Del Valle Iberlucea y que ahora niegan algunos advenedizos; por consecuencia el carc ter socialista de la revolucin en nuestro pas.26

    Anotamos al margen que Gallo alcanza en ese mo mento cierta notoriedad gracias a una conferencia radio fnica que pronuncia so-bre la historia del tango, en el marco del concurso Cul es el mejor tango? organi zado por la revista El Suplemento.

    Fin del entrismo: nuevamente el problema de la unificacin

    Bajo el manto de una aparente calma chicha, la situacin pol-tica argentina evolucionaba conforme el mundo se iba acercando a la Segunda Guerra Mundial. Para las elecciones presidenciales de 1937, el radicalismo levant la abstencin revolucionaria y pre-sent la candidatura de Alvear, representante del sector concilia dor de la UCR. Ser derrotado (fraudulentamente, como era normal) por el candidato de la Concordancia, que no es ni un militar ni un conservador, sino el radical antipersonalista Roberto Ortz, con buenos puentes hacia la UCR. El PSO (lo mismo que el PC) adhiri a la candidatura de Alvear. Los trotskistas en su seno (y los pocos de afuera tambin) sostienen en cambio las candi daturas del PS, negn-dose a apoyar a un candidato de un partido burgus. El proyecto de una izquierda socialista organizada en partido se va desvaneciendo. Muchos militantes del PSO vuelven al PS, otros emigran ms tarde al PC (indudable inspirador del sostn a Alvear). El PSO conservar una existencia cada vez ms languide ciente hasta mediados de los aos 40, cuando los cambios polticos lo barrern de la escena.

    Las exclusiones de los trotskistas sern pronunciadas en 1938. Mateo Fossa, que haba ido a Mxico represen tando varios sindicatos a un congreso sindical latinoame ricano organizado por el stalinis-mo y sus aliados (todos ellos unidos) se enterar a su retorno de su exclusin. En Mxico, Fossa se haba entrevistado tres veces con

    26 Idem.

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    Trotsky -el texto de las entrevistas ser rpidamente reproducido en folleto- y le haba solicitado perso nalmente su adhesin a la Cuarta Internacional. Tanto el texto como las impresiones verbales de Fossa tendrn mucha repercusin no slo entre quienes se consideraban como ms o menos pertenecientes al movimiento sino tambin entre sectores obreros ligados a l. Para algunos, ser la primera vez que el problema de la cons truccin de la Cuarta en Argentina estar planteado se riamente. Dedzcase de ello la importancia de la autori-dad personal de Trotsky, an ejercida de manera indi recta. Como quiera que sea, con su exclusin del PSO se inicia para los trotskistas una etapa de desorganizacin.

    Entretanto, el movimiento haba reclutado un nuevo miembro, sobre cuyas caractersticas conviene detenerse. Liborio Justo era hijo del General Agustn P. Justo, presidente de la Repblica de 1932 a 1938. Pero no slo a ese hecho deba su notoriedad. Estudiante en el perodo del movimiento universitario de la Reforma, haba jugado un papel dirigente en ste, y sido un miembro activo de los grupos culturales a los que influy (Nueva Generacin, Nueva Sensibilidad). Un libro sobre la Patagonia, editado varias veces, le haba procurado un nombre literario. Viajero inquieto, haba recorrido Euro pa, los EE.UU. y buena parte de Amrica Latina cuando en 1933, conver-sando con Jos Gabriel, a quien conoca y haba descubierto mi con-dicin de comunista y de trotskista, le dije: -si los stalinistas me admi-ten, pienso ingresar en sus filas y cumplir en ellas una trayectoria que tengo delineada, antes de aparecer pblicamente como trotskista.27

    Como sea, en 1934 viaja a los EE.UU. vinculndose con los trots-kistas de este pas, e igualmente con la fraccin ultra izquierda de Oehler, recientemente excluido. Es en 1935 que ingresar al PC (o que se trans formar en un compaero de ruta como seala Ale-xander, lo cual es ms probable). Por poco tiempo. En 1936, un hecho espectacular (de los que era afecto) lo hace entrar en los murmullos del pueblo28: en ocasin de la recepcin a Roosevelt se hace expulsar del recinto de la Cmara de Diputados luego de gritar Abajo el imperialismo norteamericano! -delante del presidente yanqui. Ese mismo ao, en oportunidad de una encuesta sobre los medios para defender la cultura contra el avance del fascismo, recomendar seca-mente el uso de una ametralladora. Una ola de crticas se levanta en

    27 Quebracho, Cmo salir del pantano, Ed. Accin Obrera, Bs. As. 1939, p.8.28 Rogelio Garca Lupo, Prlogo a Masas y balas, de Lobodn Garra, Ed. de la Flor, Bs. As. 1974, p.7.

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    su contra, includas las de los propios stalinis tas. Justo aprovecha la ocasin para romper con ellos, publicando una Carta Abierta a los compaeros comu nistas - Rompiendo con la Tercera Internacional, en la que critica la poltica nacional e internacional del stali nismo, los procesos de Mosc contra los viejos bolchevi ques, proclama su solidaridad con Trotsky y la necesidad de una nueva internacional. Si bien su ruptura tiene un carcter individual, no deja de tener cierta repercusin. La carta abierta fue publicada por la conocida revista Claridad e incluso reproducida por los trotskistas chilenos con fines de propaganda. De inmediato se lanz a una actividad sobre la cues-tin que en esos momentos conmova al pas todo, especialmen.te a la clase media intelectual: la guera civil espaola. Public un pe-ridico (Espaa Obrera) en el cual, amn de las informacio nes, se criticaba la poltica del Frente Popular, se denunciaba la represin contra el POUM de Nin y Maurin, y se defendan las posiciones de la IV Interna cienal. Lborio Justo no tema enfrentarse ni con su clase ni con sus amigos de ayer, pero probablemente su personalidad co-rrespondiera ms que ninguna otra en Argentina a la del militante tipo de la IV, descripto por Trotsky:

    ...la IV ha reagrupado elementos valientes a quienes no les gusta ir a favor de la corriente.... gente inteligente que tiene mal carcter, siempre indisciplina dos... pero siempre ms o menos outsiders, se-parados de la corriente general del movimiento obrero. Su gran valor tiene evidentemente su lado negativo, porque quien nada contra la corriente no puede estar ligado a las masas.29

    Su personalidad, sus antecedentes, su propia cultura poltica y hasta los recursos personales de que dispone dada su situacin so-cial30 lo predisponen a jugar de entrada un rol dirigente en el movi-miento trotskista argentino. El 7 de noviembre de 1937, con motivo de la recepcin de una carta de Diego Rivera (famoso pintor mexica-no, amigo de Trotsky y militante cuartista) sobre la Pre Conferencia Americana de la IV Internacional, Justo convoca a una reunin en su casa a la que asisten representantes de todas las tendencias del movimien to. Justo (en esa poca Bernal) plantea la necesidad de una accin unificada, en primer lugar la edicin de una revista lo que se malogro -dice- por la actitud de los compaeros que haban ingresado dentro del PSO, repre sentados por Liacho, quienes se pre-sentaban como gru po, lo que resultaba inaceptable para nosotros

    29 Jean Jacques Marie, Le Trotskisme, Flammarion, Pars, 1977,93.30 La Opinin, op cit, y Cmo salir, op cit, p.l0.

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    que entendamos deber tratarlos como individuos31 -frase que retra-ta su caudillismo.

    Nosotros, es decir, los antientristas (para Justo los entristas cometan el error de no publicar un rgano cuartista independiente), encabezados por Justo, Gallo, J.P. y Milessi (que en ese momento se desempeaba en la direccin de la USA, central sindicalista for-mada luego de la divisin de la CGT en 1936) acordaron publicar unidos tal revista. El proyecto se demor, segn Justo, por las viejas desaveniencias personales entre Gallo y Milessi, que concluyeron apartndose este ltimo. En julio de 1938 apareci el nico nmero de Nuevo Curso que reproduca esencialmente artculos de la prensa trotskista internacional. Poco despus, Milessi, J.P. y un grupo de seguidores comienzan a publicar Inicial, que continuar publicndo-se hasta 1941 y cumplir un rol importante de agrupamiento. Por fin, Justo y Gallo tambin se separarn, asimismo por moti vos per-sonales. En ese momento de dispersin (el grupo del PSO viene de ser expulsado y se encuentra desorien tado por el abandono de la actividad de su Lder, Carlos Liacho) Justo decide partir en cruzada contra los males del trostskismo argentino, publicando un folleto impreso Como salir del pantano. En l se acumulan invectivas perso-nales (Juana Palma es, segn Gallo, la Rosa Luxemburgo argentina. Convengamos. Tiene cierto parecido fsico... El Sr. de Peniale, revo-lucionario de volumen -fsico- ...Milessi estar en su puesto hacien do de caudillo del Partido Radical... El punto fuerte de Gallo son sus estudios sobre el tango..., etc.) crticas polticas, crticas a opiniones vertidas en conversaciones de caf, crticas a las concepciones filos-ficas y hasta a los gustos artsticos de los dirigentes, en fin, propues-tas respondiendo a la pregunta del ttulo. Desde luego que los afecta-dos tendieron a agruparse al margen y contra Justo, incluso Narvaja, el nico por el que observ cierta piedad (un capaz e inteligente compae ro del litoral). Pero muchas de sus crticas apuntaban justo a vicios evidentes de la militancia trotskista del pas. En su entrevista con Trotsky, Fossa se haba quejado de que buena parte de los bol-cheviques leninis tas de Argentina eran onanistas de caf.32 Justo evidenciaba una voluntad de militar seriamente, lo que vali el apo-yo de ciertos sectores (el grupo de estudian tes de La Plata de Jorge Lagos, un grupo de estudian tes anarquistas encabezado por Jorge Abelardo Ramos -Sevignac- Irlan el propio Mateo Fossa) con los cuales comenz a publicar en abril de 1939 La Interna cional (luego

    31 Cmo salir, op. cit, p. 11.32 La Opinin, op. cit.

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    La Nueva Internacional) que ser la base sobre la que se construir el G.O.R. (Grupo Obrero Revolucionario).

    El GOR se mostr muy activo, editando su prensa en gran tiraje -5.000 y hasta 10.000 ejemplares en ocasin del asesinato de Trotsky pese a su escaso nmero de militantes, unos 15.

    Este esfuerzo de aparato, sin embargo, no ocultaba la impaciencia por montar un grupo poltico importante sin pasar por un pacien-te trabajo militante: la mayora de los peridicos eran regalados en puertas de fbricas y plazas pblicas.

    Un obrero del transporte -yugoslavo- que particip del GOR, re-cuerda; Quebracho (nuevo seudnimo de Justo, NDA) desplegaba una actividad extraodinaria en el movimiento, explicable por sus condiciones econmi cas, su voluntad de trabajo en un movimiento bajo su jefatura; su haber ideolgico, adems de cierta mayor segu-ridad en el trabajo ilegal del que pudiera gozar cualquier otro mi-litante.33 Todo ello, no impidi que se retiraran del GOR, Lagos (Frigerio) primero, a fines de 1939, en desacuerdo con la consigna de liberacin nacional (sobre lo que nos ocuparemos) para formar su propio grupo. Ramos, despus (en una disputa mucho ms oscura en la que pretendi expulsar a Justo), form con sus seguidores (seis estudiantes, nos dice el obrero arriba citado) el grupo Bolcheviques Leninistas (B.L.)- a los que hay que agregar al propio Gallo, que haba reiniciado la publicacin de Nueva Etapa y reconstitudo la LCI ya mencionada. El grupo Inicial hizo alguna tentativa unitaria que fracas, a fines de 1939, pero que le atrajo algunos militantes dispersos. Poco despus, le toc a un grupo de independientes, probablemente una nueva escisin del PC34 intentar formar una Comisin de Unificacin, que fracasar en unir a todos los grupos, pero que permitir el acerca miento de Inicial, Nueva Etapa, el grupo de La Plata, el de Rosario y an el de Crdoba (animado por Posadas, y que pronto volver a su aislamiento inicial). Es a este proceso al que se refiere Orza (el obrero transportista mencionado) quien se desprende en esa ocasin del GOR: Al constituirse el gru-po con el nombre de Inicial enseguida empezaron a delimitarse dos posiciones: una cuya preocupacin principal era la lucha antistali-nista, llegada a expresarse como corriente antimarxista (...) Esta dis-crepancia ideolgica nos llev a formar otro grupo. La Liga Obrera

    33 Miguel Medunich Orza, Los intelectuales de izquierda vistos por un obrero, Ed. Astral, Bs. As. 1970, p.38.34 Robert J. Alexander, Trotskysm in Latin America, Hoover Institution, 1973..

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    Socialista, integrada por Ontiveros, Miguel, Mecha, Marga, Anglica, Fernndez, el grupo de obreros tranviarios de los talleres ferroviarios de Liniers y de otros militantes, con la adhesin del grupo de La Plata -Lagos- y el de Rosario -Narvaja-. En realidad fue el nico grupo trotskista que tuvo una cierta base obrera. El papel de cerebro terico lo desempeaba Ontiveros, Navaja, Lagos....35 Esta mos en marzo de 1940, y en julio, Ramos y su grupo adhieren a la LOS. En apariencia la inmensa mayora de los cuartistas argentinos se han unificado. Pero la disper sin es el signo del momento: Lagos y Posadas vuelven a abrirse poco despus, para volver a su independencia regional. La Conferencia Nacional de la LOS, prevista para fines de 1940, no se realiza. La LOS, que haba escrito al Comit Ejecutivo de la IV Internacional -des plazado ya de Pars a Nueva York con motivo de la guerra- pidiendo su reconocimiento como seccin, de ber reducir sus aspiraciones.

    Entretanto el GOR, en el que haba quedado Mateo Fossa, re-dobla sus esfuerzos gracias a la actividad de Quebracho, contina publicando su prensa y se refuerza incorporando a algunos ncleos obreros en Resistencia y Mendoza. En mayo de 1941 estima que su crecimiento es suficiente como para transformarse en Liga Obrera Revolucionaria (LOR).

    El problema de la liberacin nacional

    Si nos hemos detenido brevemente en la figura de Quebracho, es porque su presencia en el movimiento argentino obrar como un verdadero catalizador de las posiciones polticas en juego. Bien que el no fuera ajeno al clima de disputa y enconos personales existentes, se preocup asimismo por dar un carcter poltico a las divergencias.

    La polarizacin en torno a dos grupos principales (LOS y GOR) ayud a la politizacin de las diferencias. Pero mucho ms ayud la propia evolucin de la situacin poltica. La abstraccin y el perso-nalismo de los planteos se fueron desdibujando frente a la necesi-dad de definiciones polticas precisas ante una situacin cam biante. La exacerbacin de la disputa interimperialista, que conducir en

    35 Medunich Orza, op. cit, p. 41. Miguel es Oscar Posse, Mecha es Mecha Bacall, Marga es Margarita Gallo, hermana de Antonio Gallo, Anglica es probablemente Anglica Mendez, dirigente sindical docente mendo-cina, ex militante del PC escindida con los chispistas, ligada a Raurich y con seguridad al trotskismo, profesora universitaria (en la Facultad de Filosofa y Letras de Buenos Aires), llamada La Negra.

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    breve plazo a la guerra, trastornaba todas las relaciones dentro de la burguesa argentina, y las de sta con los distintos imperialismos. Dividir a la burguesa argentina entre aliadfilos y germanfilos sera un esquema demasiado simplista: a ello habra que agregar la disputa que en el campo aliadfilo libraban (con menos ruido) los sectores tradicionales proingleses y proyanquis. En fin, ninguna clasificacin de este tipo podra rendir cuenta cabalmente de que no se trataba de una mera disputa entre agentes de imperialismos rivales, sino de una burguesa que discuta su reubicacin frente a un sistema imperialista debilitado y en crisis, que amenazaba con transformarse radicalmen-te de resultas del conflicto mundial. La historia dijo que esta crisis po-da llegar a refractarse de manera singular en la institu cin por exce-lencia del Estado -el Ejrcito- producien do un resultado inesperado para todos los sectores en pugna, a travs de crisis sucesivas y de una intervencin de las masas. Por el momento los cambios se refleja ban en el deterioro del sistema poltico de la dcada in fame: a la nove-dad de un presidente ex radical hubo que agregarle el contrasentido de que ste interviniera la provincia de Buenos Aires, en manos de un conservador (el filofascista Fresco) que era el smbolo mismo del fraude patritico. Las viejas oposiciones polticas (conservadores/radicales/oficialistas, socialistas/comunis tas, etc.) tendan a ceder es-pacio a otras nuevas: un aliento de Frente Popular haba corrido las calles de Buenos Aires cuando la tribuna del 1 de Mayo de 1936 alberg un formidable anticipo de la Unin Democrtica de 1945 -UCR, PDP, PC, y PS.

    Dentro del movimiento trotskista, Quebracho ocupa ba por su propia extraccin familiar y experiencia, un lugar privilegiado para analizar los conflictos en el seno de la burguesa argentina. Lo hizo con agudeza en una serie de artculos y folletos donde trat asimis-mo de fijar los lineamientos de la conducta poltica a adoptar por los trotskistas. Fueron estas posiciones las que hicieron precipitar claramente las divergencias polticas. Transcri biremos algunas lo ms brevemente posible.

    La Argentina es un pas semicolonial sometido al imperialismo. Esta situacin se deriva, en primer trmi no, de su condicin de pas agropecuario que la coloca frente a los grandes pases industriales, en una situacin de dependencia anloga a la que se encuentra el campo respecto a la ciudad. La Argentina ha sido, durante largos aos, una especie de apndice econmico de Europa y particular-mente de Inglaterra, que absorba buena parte de su produccin. Esta situacin deform por completo el desarrollo armnico de las fuerzas productivas del pas, paralizando su evolucin industrial y

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    la consiguiente creacin de un mercado interno, al mismo tiempo que permitiendo a la oligarqua ganadera argentina con intereses pa-ralelos al imperialismo ingls eternizarse en el poder hasta llegar a constituir el principal freno al progreso de la Repblica () Hiplito Yrigoyen, aunque no en la forma en que lo exigan los verdaderos in-tereses del pas, signific una pequea reaccin contra este estado de cosas. Por eso mantuvo la neutralidad argentina durante la Primera Guerra Mun dial, por eso pretendi nacionalizar el petrleo y por eso, tambin, la oligarqua y el imperialismo lo derribaron (...) el par-tido Radical no fue desalojado del poder por verdaderamente antioli-grquico y antiimperialista, sino por mal servidor de la oligarqua y el imperialismo.36 Para reducirnos a lo esencial, ttulos y subttulos de otros artculos darn idea de su contenido: Los socialis tas de la Casa del Pueblo; vanguardia blica del imperia lismo anglo-francs. Los sta-linistas mantienen una neu tralidad al servicio del nazismo (se viva la momentnea vigencia del pacto Molotov-Ribbentrop, NDA) - El pue blo argentino no quiere ir a la matanza. El grito de neutralidad se extiende por todo el pas - Mantengamos la neutralidad, no en nombre de Hiplito Yrigoyen, sino en nombre del internacionalis-mo obrero - Mientras Hitler protege a Europa de Inglatera, EE.UU. se apresta a proteger la Amrica Latina de la amenaza nazi - El pas marcha hacia el establecimiento de un gobierno de fuerza, resultante de la lucha abierta entre los sectores oligrquicos vinculados a los bandos imperialistas en pugna - Debemos sometemos a ir a morir al servicio del imperialismo o luchar por la liberacin nacional?. Para redondear el pensamiento de Justo, veamos su respuesta a esta ltima pregunta: Es preferible la tutora yanqui a la miseria -se ha convertido hoy en la voz de orden de la burguesa ganadera argentina (...) Aprovechemos la declinacin evidente y posible cada definitiva del impe rialismo ingls, que tiene engrillado al pas y paraliza su pro-greso, para alcanzar nuestra liberacin econmica. En ninguna for-ma es posible permanecer impasible ante la perspectiva de que esas compaas de servicios pblicos, empresas industriales, sociedades agrcolas y Bancos ingleses cambien de dueos y vayan a parar, como herencia de guerra, a manos de los EE.UU., segn todas las posibili-dades parecen indicarlo. Lo mismo puede decirse de territorios que legtimamente pertenecen a la Argentina, como las Islas Malvinas. El pueblo argentino debe exigir y tomar medidas para que le sea resti-tudo todo lo que le pertenece (...) El pueblo tiene ante s un doble

    36 La Argentina frente a la guerra mundial, Ed. Accin Obrera Bs. As. 1940.

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    camino en que se abre esta doble perspectiva: luchar por la liberacin nacional o someterse e ir a morir al servicio del imperialismo que lo oprime y explota. Su vanguardia el proletariado revolucionario, debe hacerle elegir su ruta.37

    Haba ac una evidente preocupacin por extenderle un certifi-cado de ciudadana a la IV Internacional en Argentina -Quebracho incursionaba en temas e incluso empleaba vocablos que hasta el mo-mento haban sido el patrimonio de sectores nacionalistas (algunos grupos reformistas, FORJA)38 y en menor medida del propio stali-nismo. Pero la polmica que desataron los represen tantes del vie-jo movimiento trotskista no fue en absoluto terminolgica. Bajo la pluma de Antonio Gallo Inicial public un artculo titulado La posicin de la IV Internacional - Liberacin nacional o Revolucin Socialista? en el que se lea: Conquista terica defini tiva. Hace treinta aos, el dirigente reformista Juan B. Justo afirm lo que cons-tituye una conquista terica irrenunciable del proletariado argentino en su conjunto ratificada por centristas del tipo Del Valle Iberlucea, enriquecida y completada por los distintos movimientos marxistas habidos en el pas y defendida sobre todo, por los dirigentes de la IV Internacional en Argentina: el carcter capitalista de la evolucin del pas y el carcter socialista de la revolucin. Este principio es la piedra fundamental de la lucha de clases del proletariado argentino, su mejor conquista en el terreno terico (...) El que niegue esto es un vulgar traidor al proletariado.

    La burguesa argentina, a diferencia de la de los dems estados indoamericanos se basa en una economa de cierto grado propio, tiene una gran experiencia, cuenta con un Estado bien organizado y un aparato de represin formidable. Ya ha hecho su revolucin y est dispuesta a gozar de sus beneficios. No tiene el menor propsito de lanzarse a ninguna revolucin antiimperia lista. (...) Jos Carlos Maritegui, el gran marxista americano, hizo notar acertadamen-te esta diferencia existente entre la Argentina y los dems estados

    37 Idem.38 FORJA: Fuerza de Orientacin Radical de la Joven Argentina Grupo de jvenes de la Unin Cvica Radical, que propugnan una orientacin nacionalista que contine y supere los lmites del yrigoyenismo -Yrigo-yen es el presidente radical tumbado por el golpe de 1930. Enfrentados al ala conciliadora de Alvear. Participan de FORJA Jauretche, Dellepia-ne etc. Se inspiran en las obras del escritor nacionalista Ral Scalabrini Ortiz. Algunos forjistas se integrarn posteriormente al peronismo. Fue-ron acusados de mantener relaciones con algunos sectores nazis.

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    america nos. El radicalismo y la oligarqua son cmplices por igual del capitalismo financiero internacional que domi na econmicamente a la Argentina () No hay ms revoluciones democrticas, sino revolu-ciones socialistas. La IV Internacional no admite ninguna consigna de liberacin nacional que tienda a subordinar al proleta riado a las clases dominantes y, por el contrario, asegura que el primer paso de la liberacion nacional proletaria es la lucha contra las mismas .

    Hace poco el seor Marinetti reedit esta consigna stalinista y ltimamente la han hecho suya un seor Quebracho y los fascistas de la Alianza de la Juventud Nacionalista. Pero en las filas de la IV Internacional no se lograr introducir la menor confusin al respec-to. En un articulo reciente de La Nueva Internacional (enero de 1940), el camarada J. Lagos califica de Variante del Frente Popular a la con-signa de liberacin nacional, posicin que es exactamente idntica a la de los fascistas (...) La liberacin nacional no tiene nada que ver con nuestro movimiento. Por la lucha de clases! Por la revolucin socialista!.39

    Pocas veces se haba hablado tan claro -el dedo estaba puesto en la llaga. Jorge Lagos haba en efecto definido posiciones similares dentro del GOR (en el que las posiciones de Quebracho alcanzaron luego hegemo na), antes de separarse y pasar a engrosar la LOS. Para sta escribi un folleto en octubre de 1940 -que jug un importante rol en ese momento- en el que poda leerse: As como valoramos en su verdadera importan cia el rol combativo de la clase media urbana y rural, nos negamos terminantemente a condicionar el carcter, la intensidad, la forma del movimiento social de la clase obrera a las veleidades, inconsecuencia y debilidad de la pequeo burguesa, tal como lo pretenden los panegiris tas del antiimperialismo. Hay que tener la audacia del ignorante y el desparpajo del charlatn para re-ferirse del modo general que lo hace el autor del folleto (Quebra cho, NDA) a la paralizacin de la evolucin industrial del pas, como si el pas no tuviera industrias e igualmente a la creacin del mercado in-terno como si ste no existie ra. Las caractersticas de nuestros pases no denuncian deformacin alguna de la economia capitalista -por el contrario, la suya es la forma natural de existencia del capitalismo en las semicolonias en la poca del capitalis mo moribundo (...) El proletariado argentino, dos millones y medio de obreros industria-les exclusivamente, explotado tan infame y violentamente... deber dispo nerse a declarar la huelga y eventualmente apoderarse de las fbricas extranjeras, respetando las nacionales (...) La clase obrera

    39 Lborio Justo, Estrategia Revolucionaria, Ed Fragua, Bs. As. 1957, p. 77.

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    de nuestros paises debe encarar la lucha que la burguesa es incapaz de intentar pero, lejos de plantearse tareas de Revolucin Nacional, lejos de buscar los futuros amos nacionales, debe pensar, trabajar y luchar por su propio poder, por la Revolucin proletaria.

    En conclusin: existe en los tericos apristas, stalinistas, nacional pequeos burgueses y fascistas la tendencia a disfrazar la explotacin de la burguesa nacional con la que realiza el imperialismo en combi-nacin con ella; en separarlas, en presentar supuestos e inexistentes grupos burgueses semicoloniales interesados en romper lanzas contra el imperialismo.

    Termina con un prrafo de tono proftico: Dentro de este gran movimiento social en que las ciudades industriales tendrn un rol director el movimiento na cional pasar a segundo lugar. Lo impor-tante ser la Revelucin Social que, sin duda, tendr consecuencias continentates. Nuestra revolucin ser proletario-socialis ta y no de Liberacin Nacional burguesa.40

    La discusin toma apoyo en caractersticas naciona les, incluso aceptando la existencia de dos millones y medio de obreros indus-triales en la Argentina de 1940, lo que constituye un exabrupto o una exageracin. Pero la discusin tiene un alcance programtico mundial, pues lo que se debate es la naturaleza misma del sistema imperialista. Nadie niega, formalmente, el carcter semicolonial de la Argentina, el problema es qu se entiende por ello y qu conclusio-nes es necesario sacar en relacin al lugar ocupado por el proletaria-do nativo frente al imperialismo y la burguesa nacional.

    El debate concierne, pues a la IV Internacional en su conjun-to. La LOS intent dar forma programtica a sus ideas al respecto en las tesis que precedieron la ya citada (y fallida) la Conferencia Nacional, a fines de 1940, tesis que llevan por ttulo Revolucin Socialista o liberacin nacional?: El movimiento de la indepen-dencia fue en la Argentina una revolucin burguesa, a diferencia de otros pases del continente donde no tuvo caractersticas tan ntidas, como en Per, por ejemplo. En la Repblica Argentina hay prole-tariado y capitalis mo, beneficio y plusvala, y por lo tanto lucha de cl