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Análisis Documento “Estrategia Nacional de Salud Mental: Un Salto AdelanteUNIVERSIDAD DE CHILE Facultad de Ciencias Sociales Departamento de Psicología ANÁLISIS DEL DOCUMENTO “ESTRATEGIA NACIONAL DE SALUD MENTAL: UN SALTO ADELANTE” Resultados del Trabajo en Comisiones 1. Presentación Como parte Universidad de Chile y dado el rol que le compete en la promoción del desarrollo social de nuestro país, el Departamento de Psicología de la Facultad de Ciencias sociales no puede excluirse de la discusión concerniente a las Políticas Públicas de Salud Mental desarrolladas en Chile. En razón de ello, el Claustro Académico de dicho Departamento ha estimado necesario realizar una reflexión en torno al último documento emanado desde el MINSAL a este respecto: “Estrategia Nacional de Salud Mental: Un Salto Adelante”. Para ello, se comisionó al Área de Psicología Clínica y Salud Mental para proponer e implementar una metodología de trabajo que permita la participación del conjunto de los interesados en el análisis del mencionado documento, además de iniciar una discusión tendiente elevar propuestas orientadas al mejoramiento del estado de la Salud Mental en Chile. En respuesta a ello, el responsable del Área Clínica del Departamento, Prof. Roberto Aceituno, le encargó al Prof. Esteban Radiszcz coordinar la tarea comisionada, poniendo en marcha un dispositivo de trabajo colectivo. En función de una discusión previa, se establecieron 5 comisiones que abordasen aspectos relevantes a tener en cuenta, tanto para el análisis del documento en el corto plazo, como para una reflexión de mediano plazo orientada a desarrollar propuestas respecto de la Salud Mental en Chile. Cada comisión está coordinada por una académico(a) del Departamento, quien es apoyado por al menos un(a) estudiante de postgrado ejerciendo la función de secretario(a). Los distintos estudiantes y académicos interesados se integraron, según sus inquietudes, en al menos una de las comisiones, para así desarrollar un trabajo sistemático siguiendo un calendario. En concreto, cada comisión ha sido compuesta por 3 a 8 personas entre académicos y/o estudiantes (en su mayoría provenientes de programas de magister y doctorado), permaneciendo aun abiertas a que nuevos interesados puedan integrarse al trabajo. En algunos casos, las comisiones han recibido a académicos provenientes de otras universidades, aunque en todos los casos se ha tratado de profesores que mantienen estrechos vínculos con alguno de los programas del Departamento. Las comisiones trabajaron en una primera etapa orientada a la discusión del documento, durante un periodo de tres semanas que finalizó en una discusión plenaria. En ella, se expusieron y discutieron las distintas conclusiones para acordar los puntos que conforman el presente documento. El trabajo en comisiones se continúa actualmente en una segunda etapa orientada a generar un diagnóstico del estado de la Salud Mental en nuestro país.

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Análisis  Documento  “Estrategia  Nacional  de  Salud  Mental:  Un  Salto  Adelante”  

U  N  I  V  E  R  S  I  D  A  D      D  E      C  H  I  L  E  Facultad  de  Ciencias  Sociales  Departamento  de  Psicología  

   

ANÁLISIS  DEL  DOCUMENTO  “ESTRATEGIA  NACIONAL  DE  SALUD  MENTAL:  UN  SALTO  ADELANTE”  

Resultados  del  Trabajo  en  Comisiones    

     1. Presentación  

Como   parte   Universidad   de   Chile   y   dado   el   rol   que   le   compete   en   la   promoción   del   desarrollo  social  de  nuestro  país,  el  Departamento  de  Psicología  de  la  Facultad  de  Ciencias  sociales  no  puede  excluirse   de   la   discusión   concerniente   a   las   Políticas   Públicas   de   Salud  Mental   desarrolladas   en  Chile.   En   razón   de   ello,   el   Claustro   Académico   de   dicho   Departamento   ha   estimado   necesario  realizar  una  reflexión  en  torno  al  último  documento  emanado  desde  el  MINSAL  a  este  respecto:  “Estrategia   Nacional   de   Salud   Mental:   Un   Salto   Adelante”.   Para   ello,   se   comisionó   al   Área   de  Psicología  Clínica  y  Salud  Mental  para  proponer  e   implementar  una  metodología  de   trabajo  que  permita  la  participación  del  conjunto  de  los  interesados  en  el  análisis  del  mencionado  documento,  además   de   iniciar   una   discusión   tendiente   elevar   propuestas   orientadas   al   mejoramiento   del  estado  de  la  Salud  Mental  en  Chile.    En  respuesta  a  ello,  el  responsable  del  Área  Clínica  del  Departamento,  Prof.  Roberto  Aceituno,  le  encargó   al   Prof.   Esteban   Radiszcz   coordinar   la   tarea   comisionada,   poniendo   en   marcha   un  dispositivo  de  trabajo  colectivo.  En  función  de  una  discusión  previa,  se  establecieron  5  comisiones  que  abordasen  aspectos  relevantes  a  tener  en  cuenta,  tanto  para  el  análisis  del  documento  en  el  corto   plazo,   como   para   una   reflexión   de   mediano   plazo   orientada   a   desarrollar   propuestas  respecto  de   la   Salud  Mental   en  Chile.   Cada   comisión  está   coordinada  por  una   académico(a)   del  Departamento,   quien   es   apoyado   por   al   menos   un(a)   estudiante   de   postgrado   ejerciendo   la  función  de  secretario(a).  Los  distintos  estudiantes  y  académicos  interesados  se  integraron,  según  sus   inquietudes,   en   al  menos   una   de   las   comisiones,   para   así   desarrollar   un   trabajo   sistemático  siguiendo  un  calendario.  En  concreto,  cada  comisión  ha  sido  compuesta  por  3  a  8  personas  entre  académicos  y/o  estudiantes  (en  su  mayoría  provenientes  de  programas  de  magister  y  doctorado),  permaneciendo  aun  abiertas  a  que  nuevos   interesados  puedan   integrarse  al   trabajo.  En  algunos  casos,  las  comisiones  han  recibido  a  académicos  provenientes  de  otras  universidades,  aunque  en  todos   los  casos  se  ha  tratado  de  profesores  que  mantienen  estrechos  vínculos  con  alguno  de  los  programas  del  Departamento.    Las  comisiones  trabajaron  en  una  primera  etapa  orientada  a  la  discusión  del  documento,  durante  un   periodo   de   tres   semanas   que   finalizó   en   una   discusión   plenaria.   En   ella,   se   expusieron   y  discutieron   las   distintas   conclusiones   para   acordar   los   puntos   que   conforman   el   presente  documento.  El  trabajo  en  comisiones  se  continúa  actualmente  en  una  segunda  etapa  orientada  a  generar  un  diagnóstico  del  estado  de  la  Salud  Mental  en  nuestro  país.    

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Análisis  Documento  “Estrategia  Nacional  de  Salud  Mental:  Un  Salto  Adelante”  

En  el  trabajo  en  comisiones  y  en  la  producción  del  presente  documento  participaron:  

Marianella  Abarzúa,  Roberto  Aceituno,  Estevao  Apolinario,  Marcelo  Balboa,  Macarena  Bertoni,  Susan  Bushman,  Javiera  Erazo,  Nelson  Espinosa,  Victor  Hugo  Frigerio,  Felipe  Gálvez,  Carlos  García,  Marta  Gonzalez,  Macarena  Goñi,  Alvaro  Jiménez,  Patricio  Labra,  Gonzalo  Miranda,  Laura  Mocada,  Esteban  Radiszcz,  Emmanuel  Rechter,  Andrea  Reyes,  Paula  Riquelme,  Mara  Sabrovsky,  Carla  Sandoval,  Danilo  Sanhueza,  Carlos  Silva,  Sivia  Tapia.    

2. Aspectos  históricos  2.1. Hitos  de  la  historia  de  la  Salud  Mental  y  la  Psiquiatría  Comunitaria  en  Chile  

Siguiendo   la  propuesta  de  Minoletti,  Rojas  y  Sepúlveda   (2010),  es  posible  delimitar   tres  grandes  etapas  en   la  historia  de   las  políticas  de   salud  mental  en  Chile:  una  primera  que   se  extiende  por  aproximadamente   140   años,   marcada   por   el   dominio   del   modelo   manicomial,   que   abarca   el  periodo   comprendido   entre   1810   –destacándose   como  hito   la   creación,   en   1852,   de   la   Casa   de  Orates   de  Nuestra   Señora   de   los   Ángeles   (actual   Instituto   Psiquiátrico   Dr.   José   Horwitz   Barak)-­‐,  hasta  la  creación  del  Servicio  Nacional  de  Salud  en  1952.  La  segunda,  etapa,  denominada  por  los  autores   modelo   hospitalocéntrico,   abarca   el   periodo   comprendido   entre   1952   y   el   incipiente  retorno  a  la  democracia,  en  1990.  Revisaremos  con  mayor  detalle  este  segundo  periodo,  pues  en  él   tienen   lugar   las   primeras   reformas   de   la   salud   implementadas   en   Chile.   La   tercera   etapa,  marcada  por  el  énfasis  de  un  modelo  ambulatorio  /  comunitario,  se  extiende  desde  1990  hasta  la  actualidad,  y  es  entendida  por  los  autores  como  “…la  que  ha  logrado  la  mayor  voluntad  política  y  financiera  para  su  implementación”,  alcanzando  históricamente  la  mayor  incorporación  de  la  salud  mental  en  los  procesos  de  reforma  de  la  salud.  

Minoletti,  Rojas  y  Sepúlveda  sitúan  el  periodo  de   la  Primera  Reforma  de   la  Salud  en  Chile  entre  1950  –  1973,   tiempo  marcado  por  el   impacto  de   la   II  Guerra  Mundial   en   la   salud  mental  de   las  personas   y   por   el   avance   mundial   en   la   farmacoterapia,   investigaciones   en   epidemiología  psiquiátrica  y  desarrollos  en  el  área  de  la  psicoterapia.  

Asimismo,  ejercen  una  fuerte  influencia  los  movimientos  de  reforma  psiquiátrica  desarrollados  en  diversos   países   (fundamentalmente   europeos),   como   respuesta   a   la   cada   vez   más   recurrente  constatación   de   los   efectos   iatrogénicos   de   la   práctica   clásica   del   hospital   psiquiátrico,   que  redundaba   en   visibles   efectos   de   sobrealienación   asilar,   en   la   lógica   de   la   institución   total  (Goffman).   Ameritan   una   mención   destacada   los   desarrollos   de   la   Psicoterapia   Institucional  (Francia,   1952),   el   modelo   de   Comunidad   Terapéutica   (Inglaterra,   1959),   la   Antipsiquiatría  (Inglaterra,  década  del  ’60),  la  Psiquiatría  Comunitaria  (década  del  ’60)  y  la  Psiquiatría  Democrática  Italiana   (Basaglia,   década   del   ’70).   Cada   una   de   estas   experiencias,   con   distintas   perspectivas   y  énfasis   conceptuales,   intentará   construir   nuevas   formas   de   concebir   la   “enfermedad  mental”   y  desarrollar  nuevas  estrategias  terapéuticas,  en  un  marco  de  respeto  de  los  derechos  humanos  de  las  personas  afectadas  por  trastornos  psiquiátricos.  

Durante   este   periodo   en   Chile,   como   hitos   del   desarrollo   de   las   reformas   de   la   salud   mental,  destacan   la   incipiente   inserción   de   la   psiquiatría   y   la   salud  mental   en   las   instituciones   de   salud  general,  el  surgimiento  de  las  primeras  investigaciones  en  epidemiología  psiquiátrica  y  la  creación  del  Programa  Nacional  de  Alcoholismo  (ob.  cit.).  

Si   bien   fueron   numerosos   los   profesionales   del   área   de   salud   mental   que   participaron   del  desarrollo   de   estas   experiencias   (particularmente   psiquiatras,   muchos   de   ellos   también  

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académicos   de   la   Universidad   de   Chile),   es   posible   destacar   el   protagonismo   y   la   marcada  influencia  de  algunas  prácticas  específicas.  Durante  la  década  del  ’60  tienen  lugar  las  experiencias  de  Psiquiatría  Comunitaria  lideradas  por  M.  Cordero  en  Temuco,  como  también  las  intervenciones  en   Salud   Mental   Poblacional   de   L.   Weinstein   y   de   Psiquiatría   Intracomunitaria   de   J.   Marconi,  ambas  desarrolladas  en  Santiago  y  con  un  vínculo  académico  con  la  U.  de  Chile  (Sepúlveda,  1998).  Es   así   como,   en   1966,   se   desarrolla   el   primer   Programa   Nacional   de   Salud   Mental   (Horwitz,  Marconi  y  Muñoz).  Cabe  señalar  que  el  liderazgo  y  el  legado  que  la  figura  de  Marconi  significó  para  la  historia  de   la  salud  mental  y   la  psiquiatría  chilena  es  ampliamente  reconocido  (Sepúlveda,  ob.  cit.;  Gómez,  2005;  Minoletti,  Rojas  y  Sepúlveda,  ob.  cit.),  escenario  que  impone  detenerse  en  esta  experiencia.  

El   trabajo  desarrollado  por  Marconi,  particularmente  el  centrado  en   la  prevención  y  tratamiento  del  alcoholismo  en  el  área  sur  de  Santiago,  involucró  un  modo  distinto  de  vincularse  y  dialogar  con  los  “enfermos  psiquiátricos”  y  la  enfermedad  misma,  relevando  en  la  intervención  de  salud  mental  la  participación  activa  de  otros  profesionales  y  técnicos,  junto  con  agentes  y  líderes  comunitarios.  El   protagonismo   entregado   a   la   comunidad   es   apreciable   también   en   la   valoración   dada   a   la  cultura   de   las   poblaciones   en   situación   de   pobreza   y   de   los   pueblos   indígenas,   incluyendo   por  tanto   la   referencia   y   promoción   de   la   “sabiduría   popular”   en   la   resolución   de   los   problemas   de  salud   mental,   en   complementariedad   con   la   “medicina   occidental”,   sentando   así   bases   del  Enfoque  intercultural  en  salud  mental  (Minoletti,  Rojas  y  Sepúlveda,  ob.  cit.).  

Ahora  bien,  las  implicancias  de  la  experiencia  de  Psiquiatría  Intracomunitaria  distan  de  agotarse  en  el   plano   de   conformar   sólo   una   nueva   forma   de   comprensión   e   intervención   de   las  psicopatologías.   Esta   dimensión   aparece   plenamente   articulada   en   la   experiencia   de   Marconi,  tanto   en   función   de   la   primacía   asignada   al   ambiente   social   en   la   génesis,   manifestaciones   y  evolución   del   psiquismo   del   hombre   sano   o   enfermo,   como   en   la   posibilidad   de   utilizar  conjuntamente   los   recursos   científico   –   técnicos   y   las   potencialidades   de   la   comunidad   y   las  instituciones   en   la   promoción   y   protección   de   la   salud   mental,   así   como   en   la   prevención   y  tratamiento  de   las  enfermedades  psiquiátricas  y   la  rehabilitación  del  enfermo  mental   (Oyarce,  s.  f.).   Este   modo   de   comprender   la   intervención   en   salud   mental,   que   dirige   su   acción   tanto   al  individuo  como  al  colectivo,  va  imponiendo  por  sí  mismo  una  dimensión  profundamente  social  (y  política)   a   la   experiencia,   elemento   que   permite   conceptualizar   la   psiquiatría   comunitaria   como  “psiquiatría  social  en  acción”  (Oyarce,  s.  f.).  

Por   tanto,   la   Psiquiatría   Intracomunitaria   implica   también   valores   y   principios   sobre   la  responsabilidad  y  el  rol  de  la  acción  del  Estado  en  la  salud  mental  de  la  población,  teniendo  como  objetivo  de  su  accionar  una  reforma  y  transformación  de  las  instituciones  y  el  modelo  de  trabajo  en  salud  y  salud  mental,  en  la  búsqueda  del  "desarrollo  humano  general"  y  cambio  social,  más  allá  de   la   resolución   de   una   problemática   específica   (Alfaro,   2005).   Esto   es,   no   sólo   una   teoría   en  psiquiatría,  sino  un  modelo  cuya  orientación  valórica  y  programática  resulta  explícita,  en  el  marco  de  la  Política  Social.  

La   experiencia   de   la   Dictadura   Militar   interrumpe   violentamente   este   desarrollo,   silenciando  particularmente   sus  aspectos  políticos:   “Las  experiencias  de   salud  mental   comunitaria  quedaron  proscritas,  suspendidas  o  se  extinguieron  progresivamente  después  del  Golpe  de  Estado  de  1973  y  sus   protagonistas   fueron   asesinados,   presos,   exiliados   o   exonerados,   en   la   mayor   parte   de   los  casos.   El   Programa   Intracomunitario   de   Salud   Mental   de   Marconi   reportó   algunas   señales   de  supervivencia  hasta  1978,  y  fue  probablemente  el  que  más  perduró”  (Minoletti,  Rojas  y  Sepúlveda,  ob.  cit.,  s.  p.).  

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Tal  vez  es  esta  violenta  interrupción  la  que  permite  contextualizar,  en  el  ámbito  de  la  práctica  de  salud   mental   y   psiquiatría   chilena   actual,   la   existencia   de   muy   diversas   y   hasta   contradictorias  modalidades  de  comprensión  de   la  Psiquiatría  Comunitaria.   Siguiendo  a  Villarino   (2006):   “…para  algunos,  la  psiquiatría  comunitaria  no  es  más  que  una  forma  inteligente  de  disponer  y  distribuir  los  recursos   sanitarios   para   lograr   su  máxima  eficiencia.   Para  otros,   en   cambio,   su   entronizamiento  supone  e  implica  un  drástico  cambio  cultural,  orientado  a  superar  el  antiguo  modelo  médico  con  la  activa  participación  de  la  comunidad.  Por  último,  aunque  ello  no  acabe  la  lista  de  alternativas,  hay  quienes  la  estiman  parte  de  un  esfuerzo  más  amplio  por  afianzar  los  derechos  humanos  y  superar  la   así   llamada   alienación   del   pueblo   y   de   toda   la   humanidad”   (p.   47).   Podemos   considerar   las  potenciales   implicancias   –pasadas   y   actuales-­‐   de   esta   multiplicidad   semántica   a   la   hora   de  establecer   las   orientaciones   valóricas   y   conceptuales   de   las   políticas   públicas   de   salud   mental  nacional,  bajo  el  alero  de  la  Psiquiatría  Comunitaria.  ¿De  qué  Psiquiatría  Comunitaria  hablamos?  

Retomando  la  revisión  de  los  antecedentes  históricos,  si  bien  existen  reformas  de  salud  durante  el  periodo   1973   –   1990,   las   principales   tienen   relación   con   la   sustancial   modificación   de   la  institucionalidad  y  estructura  organizacional  sanitaria:  creación  de  FONASA  e  ISAPREs,  creación  del  Sistema  Nacional  de  Servicios  de  Salud  (SNSS),  descentralización  y  municipalización  de  la  atención  primaria  (Minoletti,  Rojas  y  Sepúlveda,  ob.  cit.).  Tales  modificaciones  derivan  de  la  aplicación  del  modelo  neoliberal  al  funcionamiento  del  Estado,  replanteando  drásticamente  su  responsabilidad  y  rol  respecto  de  la  salud  de  la  población  (Sepúlveda,  1998).  

Específicamente  respecto  de  la  salud  mental,  son  publicadas  por  el  MINSAL  las  Políticas  de  Salud  Mental  (1978)  y  el  Plan  Nacional  de  Salud  Mental  y  Psiquiatría  (1989/1990),  documentos  que,  en  lo  sustancial,  proponían  la  mejor  administración  de  los  recursos,  usando  criterios  de  salud  pública  (Minoletti,  Rojas  y  Sepúlveda,  ob.  cit.).  

Una   vez   concluida   la   Dictadura  Militar   e   iniciado   el   proceso   de   transición   a   la   democracia,   nos  situamos   en   el   periodo   denominado   tercera   reforma   de   salud   (1990   –   2010).   Como   indica  Sepúlveda  (1998),  un  espíritu  optimista  contagia  a  los  profesionales  de  salud  mental,  empujando  a  la   generación   de   nuevas   políticas   públicas.   Se   levantan   como   problemas   prioritarios   de   salud  mental  el  abordaje  de  la  violencia  política  ejercida  durante  la  Dictadura,  la  violencia  doméstica,  las  adicciones   y   el   trabajo   de   rehabilitación   y   reinserción   social   de   personas   con   trastornos  psiquiátricos  severos.  

Un   hito   clave   en   este   proceso   de   transición   lo   constituye   la   Declaración   de   Caracas   (1990),  conferencia  histórica   convocada  por   la  Organización  Panamericana  de   la   Salud   (OPS),   que  contó  con  la  participación  de  autoridades  de  salud,  profesionales  de  salud  mental,  legisladores  y  juristas.  En  dicha  declaración   se  establece  un  enjuiciamiento  del  hospital   asilar,  históricamente   centrado  en   la   asistencia   al   enfermo   mental,   en   torno   a   consideraciones   éticas   (DDHH),   clínicas,  institucionales   y   sanitarias;   recomendándose   superar  dicho  modelo   institucional   y   avanzar  hacia  modelos  comunitarios  que  permitieran  el  acceso  al  tratamiento  psiquiátrico  sin  perder  la  inserción  social  de  las  personas  afectadas  (Gómez,  2005),  realizando  además  ajustes  del  marco  jurídico  para  asegurar  el  cumplimiento  de  estos  planteamientos  (Minoletti,  Rojas  y  Sepúlveda,  ob.  cit.).  

En  Chile,  las  conclusiones  alcanzadas  en  dicha  conferencia  fueron  discutidas  y  ratificadas  en  1991,  lográndose   así   un   consenso   favorecedor   de   las   propuestas   de   reestructuración.   Surge   un   plan  nacional  de  salud  mental  y  psiquiatría  puesto  en  marcha  por  el  Ministerio  de  Salud,  en  el  año  1993  (Minoletti  y  Zaccaria,  2005).  Merece  también  una  mención  destacada  el  proceso  de  reconversión  del  Hospital  Psiquiátrico  El  Peral  en  Red  Comunitaria  de  Salud  Mental  y  Psiquiatría,  desarrollado  a  

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contar  de  1998  y  con  un  avance  sistemático  por  alrededor  de  15  años,  no  exento  de  numerosos  impasses:   compromiso   de   las   autoridades   sanitarias,   resistencias   institucionales   y   sociales,  estabilidad  del  marco  presupuestario  (Gómez,  2005).  Luego   del   entusiasmo   inicial,   las   dificultades   ligadas   a   la   estructura   institucional   a   cargo   de   la  gestión  de  las  políticas  públicas  de  salud  mental  (descentralización  asociada  al  funcionamiento  de  los   diversos   Servicios   de   Salud,   que   dificultó   la   implementación   de   orientaciones   programáticas  nacionales)  y  los  consecuentes  obstáculos  en  el  plano  del  financiamiento  de  las  iniciativas,  fueron  transmitiendo   una   atmósfera   de   vulnerabilidad   (Sepúlveda,   1998),   que   resulta   nuevamente  revitalizada   con   la   publicación   de   un   nuevo   Plan   Nacional   de   Salud   Mental   y   Psiquiatría,   a  desarrollar  durante  el  decenio  2000  –  2010  .    

 2.2. Plan  Nacional  de  Salud  Mental  y  Psiquiatría  (2000  –  2010)  y  Estrategia  Nacional  de  Salud  

Mental:  Un  Salto  Adelante  (2011)  

A  contar  de  1998  el  Ministerio  de  Salud  comienza  a  sentar  las  bases  para  el  nuevo  Plan  nacional  de  Salud  Mental   y   Psiquiatría,   que   finalmente   se   publicó   y   entró   en   vigencia   a   partir   del   año   2000  (Minoletti,   Rojas   y   Sepúlveda,   ob.   cit.;  Minoletti   y   Zaccaria,   ob.   cit.),   aunque   sin   contar   con   un  respaldo   legal   idóneo  (ausencia  de  decreto  ministerial).  Pese  a   la  falta  de  validez   legal,  este  Plan  significó  un  gran  impacto  en  las  orientaciones  y  organización  del  sistema  público  de  salud  mental  durante   los   últimos   10   años,   estableciendo   un   modelo   de   red   de   atención   y   de   programas   de  actividades   que   abarcaban   problemas   prioritarios   definidos,   en   consonancia   con   las   principales  líneas  de  acción  propuestas  por  la  Organización  Mundial  de  la  Salud  (OMS)  en  su  Informe  sobre  la  salud  en  el  mundo  (2001)  (Minoletti  y  Zaccaria,  ob.  cit.).    Entre   esas   líneas   de   acción  destacan   el   desarrollo   de   servicios   comunitarios   de   salud  mental,   la  integración   de   la   atención   de   salud  mental   en   los   servicios   de   salud   generales   y   la   creación   de  vínculos   intersectoriales.   Los   programas   declaran   un   enfoque   biopsicosocial,   dando   prioridad   a  acciones  de  prevención  e  intervención  temprana,  velando  por  la  mejora  continua  de  la  calidad  de  la   atención   y   estimulando   la   participación   de   usuarios,   familiares   y   organizaciones   locales  (Minoletti   y   Zaccaria,   ob.   cit.).   Junto   con  este   enfoque  declarado   coexiste   la   recomendación  del  enfoque  comunitario  en  salud  mental,  referencia  que  parece  dirigirse,  ante  todo,  a  la  perspectiva  territorial   –   geográfica   presente   en   la   organización   de   la   red   de   servicios   de   salud   mental   y  psiquiatría.  

El   proceso   de   implementación   del   Plan   Nacional   de   Salud   Mental   y   Psiquiatría   2000   –   2010  significó   aumentar   significativamente   los   recursos   financieros   disponibles   para   salud  mental   en  todos  los  Servicios  de  Salud  (aumento  del  porcentaje  del  presupuesto  de  salud  mental  dentro  del  presupuesto  total  de  salud  de  un  1  a  un  3%),  junto  con  un  incremento  sostenido  en  la  cobertura  de   servicios   de   atención   en   salud   mental   (las   camas   de   psiquiatría   en   hospitales   generales  aumentan  de  304  a  517,  las  plazas  en  hospitales  de  día  de  160  a  740,  las  unidades  ambulatorias  de  salud   mental   y   psiquiatría   de   41   a   123,   el   porcentaje   de   centros   de   atención   primaria   con  psicólogos  de  23  a  100%  y  las  plazas  en  hogares  y  residencias  protegidas  de  488  a  1244)  (Minoletti,  Rojas  y  Sepúlveda,  ob.  cit.).  

Es   así   como   la   última   Reforma   de   Salud   en   Chile   (2005),   con   su   ley   emblemática   de   Garantías  Explícitas   en   Salud   (GES,   más   popularmente   conocida   como   AUGE),   encuentra   un   soporte  institucional  y  una  visibilidad  inédita  de  la  salud  mental  en  la  salud  pública.  En  este  escenario,  se  

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Análisis  Documento  “Estrategia  Nacional  de  Salud  Mental:  Un  Salto  Adelante”  

incorporan   gradualmente   problemas   de   salud   mental   a   la   ley   GES:   el   tratamiento   del   primer  episodio   de   esquizofrenia   (2005),   el   tratamiento   integral   de   las   personas   de   15   años   y  más   con  depresión  (2006)  y  el  tratamiento  del  consumo  perjudicial  y  dependencia  de  alcohol  y  drogas  en  menores   de   20   años   (2007)   (Minoletti,   Rojas   y   Sepúlveda,   ob.   cit.).   Sin   embargo,   las   propias  autoridades   responsables   de   la   elaboración   e   implementación   del   Plan   Nacional   reconocen,   al  término  del  periodo,  una  serie  de  desafíos  pendientes.  

En  el  marco  actual  de  la  elaboración  de  una  nueva  Estrategia  (y  posterior  Plan)  Nacional  de  Salud  Mental,  necesidad  probablemente  reforzada  por  el  cambio  en  la  coalición  política  actualmente  en  el   Gobierno,   se   torna   clave   la   revisión   acuciosa   de   las   experiencias,   estrategias   y   planes  anteriormente   implementados,   así   como   la   evaluación   crítica   de   los   mismos.   Toda   vez   que   el  Documento  de  Trabajo  “Estrategia  Nacional  de  Salud  Mental:  Un  Salto  Adelante.  Propuesta  para  una  construcción  colectiva”  (mayo  de  2011)  declara,  además,  su   intención  de  continuidad  con  el  Plan  Nacional   de   Salud  Mental   recientemente   concluido,   dicho   trabajo   de   revisión   y   evaluación  crítica  resulta  todavía  más  fundamental.  

 

 

 

 

3. Aspectos  evaluativos  Plan  Nacional  de  Salud  Mental  y  Psiquiatría  (2000  –  2010)  3.1. Evaluación  del  Plan  para  la  generación  de  nuevas  políticas:  principales  fortalezas  y  

debilidades  

En   los  últimos  10  años,  Chile  ha  avanzado  con  respecto  de  sus  políticas  en  el  ámbito  de   la  Salud  Mental.  Como   fue  señalado,  el  Plan  Nacional  de  Salud  Mental  y  Psiquiatría  del  año  2000   fue  un  adelanto   para   nuestro   país,   que   nunca   antes   había   contado   con   una   política   oficial   de   tal  envergadura   en   este   ámbito;   ésta   permitió   avanzar   en   términos   de   cobertura   de   atenciones,  reconversión  de  recursos  y  protección  de  derechos.  Es  conocido  el  hecho  que  este  documento  se  formula  en  función  de   los  planteamientos  de   la  Declaración  de  Caracas  (1990)  y  se  desarrolla  en  relación  a  los  objetivos  y  acciones  propuestos  por  los   lineamientos  técnicos  de  la  OMS,  teniendo  así  esta  institución  una  importante  influencia  en  la  manera  de  construir  políticas  de  Salud  Mental  en  Chile.  Recordemos  que  en  esos  momentos  nuestro  país  se  encontraba  muy  retrasado  en  este  ámbito  con  respecto  de   las  consideraciones  de   los  organismos   internacionales,  de   la   realidad  de  países  desarrollados  e  incluso  de  países  con  similares  índices  de  desarrollo.  

Sin   embargo,   los   avances   logrados   no   han   sido   suficientes   y   hoy,   en   un   año   que   se   propone  establecer  una  Estrategia  Nacional  de  Salud  Mental,  la  consideración  de  los  desaciertos  y  actuales  desafíos  debiese  ser  un  aspecto  rector  en  la  implementación  de  las  nuevas  políticas.  

Pese   a   esto,   nos   encontramos   que   las   nuevas   políticas   parecen   establecerse   en   función   de  lineamientos  planteados  por   el   gobierno   central   que  descuidan  el   estudio   y   consideración  de   la  situación  chilena  actual  con  respecto  de  las  prácticas,  las  instituciones  y  los  actores  en  el  campo  de  la   salud   mental.   Por   esto,   desconfiamos   del   establecimiento   de   nuevos   marcos   regulatorios  cuando  no  se  ha  realizado  una  seria  reflexión  sobre   la  efectividad,  pertinencia,  y  relevancia  para  Chile  de  las  políticas  pasadas.  Esto  aparece  como  un  importante  descuido,  sobretodo  porque  estas  

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Análisis  Documento  “Estrategia  Nacional  de  Salud  Mental:  Un  Salto  Adelante”  

consideraciones  han  sido  relevadas  sistemáticamente  por  la  OMS.  En  el  año  2006  la  OMS  publicó  una   investigación   sobre   la   implementación   del   Plan   Nacional   de   Salud  Mental   del   año   2000   en  Chile,  evaluando  positivamente  diversos  aspectos  de  los  logros  de  este  Plan,  sobretodo  en  relación  a   los   cambios   en   asignación  de   recursos,   el   aumento  de   la   capacidad  de   resolución   en  APS   y   el  desarrollo   de   procesos   de   desinstitucionalización;   incentivando   a   Chile   a  mantener   y   fortalecer  estas  líneas  de  trabajo.    Sin  embargo,  se  refiere  con  mucha  claridad  a  aspectos  en  los  cuales  Chile  debe  hacer  esfuerzos  por  mejorar  su  desempeño.  Entre  ellos  los  siguientes:  

• “Solamente   el   2,14%   del   presupuesto   total   de   salud   en   el   sector   público   es   dirigido   a   la  salud  mental,  si  bien  esta  cifra  representa  un  aumento  significativo  del  1,2%  del  año  1999,  se  encuentra  muy  lejana  de  la  meta  de  5%  para  el  año  2010  que  plantea  el  Plan  Nacional  (en  Norteamérica  y  Europa  oscilan  entre  el  8%  y  el  16%).  

• Existen  muy  pocos  dispositivos  de  salud  mental  específicos  para  niños  y  adolescentes.  

• Aunque   la   capacitación   en   salud   mental   de   los   profesionales   y   técnicos   de   la   atención  primaria   es   aún   insuficiente,   diversos   indicadores   muestran   que   ha   aumentado   la  capacidad  de  resolución  de  ellos  desde  que  se  inició  la  implementación  del  Plan.  

• Existen  aún  muchas  limitaciones  en  la  protección  de  los  derechos  de  estas  personas  debido  a   las   restricciones   que   impone   el   Código   Sanitario.   Chile   es   uno   de   los   pocos   países   del  mundo  que  no  dispone  de  una  legislación  específica  en  salud  mental.    

• No   existen   disposiciones   legales   o   financieras   en   Chile   para   proteger   a   los   usuarios   de  discriminación  en   el   trabajo  a   causa  de  un   trastorno  mental   ni   para   facilitar   el   acceso  a  viviendas.   Muy   pocas   personas   con   trastornos   mentales   severos   logran   insertarse   y  mantener  un  trabajo  remunerado.  15%  de  las  personas  que  reciben  pensión  asistencial   lo  hacen  debido  a  discapacidad  mental.  

• Pocas  escuelas  cuentan  con  psicólogo  o  realizan  actividades  de  promoción  y  prevención  en  salud  mental.  Menos  del  20%  de  los  recintos  de  Gendarmería  tienen  al  menos  un  interno  al  mes  referidos  a  un  profesional  de  salud  mental.  Muy  pocos  policías,  jueces  y  abogados  han  participado   en   actividades   de   capacitación   en   salud  mental   en   los   5   años   previos   a   este  estudio.”  

(OMS,  2006)  

 Es   evidente   para   quienes   trabajamos   en   Salud  Mental,   ya   sea   en   la   Red   o   en   el   Intersector,   la  actualidad  de  estas  indicaciones  hoy,  aún  a  5  años  de  esta  evaluación.  Cabe  destacar  que  en  base  a   esta   evaluación   se   propusieron   7   Desafíos,   en   los   cuales   se   invitaba   a   Chile   a   avanzar   para  mejorar   la   Salud  Mental   de   su   población.   Es   preocupante   cómo  muchos   de   estos   puntos   hacen  mención   a   uno   de   los   aspectos   más   descuidados   en   las   prácticas   en   Salud  Mental   en   Chile,   la  protección  de  derechos.  

En  consideración  de  lo  anterio,  los  principales  desafíos  que  emanan  de  la  Evaluación  de  Servicios  de  Salud  Mental  WHO-­‐AIMS  en  Chile  son:  

1.  Mejorar  Debilidades  en   la  Formulación  e   Implementación  del  Plan  Nacional  de  Salud  Mental  y  Psiquiatría  2000  detectadas  con  WHO-­‐AIMS.  

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Análisis  Documento  “Estrategia  Nacional  de  Salud  Mental:  Un  Salto  Adelante”  

▫ 4   grandes   vacíos   en   su   formulación:   Legislación   y   DDHH,   RRHH   y   Capacitación,  Sistema   de   Información   e   Investigación   y   Evaluación.   Se   requiere   formular  propuestas  en  estas  4  áreas  a  la  brevedad  posible.  

2.   Desarrollar   Centros   de   Salud  Mental   Comunitarios   como   la   Alternativa   Principal   de   Atención  Ambulatoria.  

3.  Formular  una  Política  Nacional  de  Salud  Mental  Infanto  Juvenil.  

4.  Utilizar  Resultados  WHO-­‐AIMS  como  Línea  Base  para  Monitorear  el   Impacto  de   la  Reforma  de  Salud  en  el  Sistema  de  Salud  Mental.  

5.   Incorporar   Disposiciones   que   Resguarden   los   Derechos   Humanos   de   las   Personas   con  Enfermedades  y  Discapacidades  Mentales  en  la  Legislación  Chilena.  

6.  Formular  una  Política  de  Desarrollo  de  Recursos  Humanos  en  Salud  Mental.  

7.  Monitorear   la   Participación   del   Intersector   en   Salud  Mental,   Utilizando   los   Resultados  WHO-­‐AIMS  como  Línea  Base.  

La   evaluación   aquí   presentada   es   una   de   las   más   completas   que   se   ha   realizado   respecto   del  sistema   chileno   de   prestaciones   en   Salud  Mental.   Sin   embargo,   comparte   con   gran   parte   de   la  investigación   realizada   la   característica   de   evaluar   principalmente   respecto   de   la   gestión   de   los  dispositivos   y   no   con   respecto   de   sus   logros   terapéuticos   o   en   el   desarrollo   de   ciudadanía;  aspectos  que  se  señalaban  como  centrales  en  los  objetivos  del  Plan.  Esto  todavía  es  una  deuda  en  lo  que  respecta  a  la  evaluación  de  prácticas  de  Salud  mental.  

Como  se  puede  ver  en  los  puntos  4  y  7,  la  OMS  propuso  replicar  la  investigación  para  dar  cuenta  de  los  avances  logrados  en  el  futuro,  tarea  que  no  ha  sido  realizada.  

3.2. Consideraciones  culturales  y  especificidades  de  Chile  

Este  último  punto  nos  da  pie  para  señalar  otro  aspecto  crítico  del  documento  Estrategia  Nacional  de   Salud  Mental:   La   falta   de   consideración   de   los   aspectos   culturales   en   las   políticas   de   Salud  Mental.  La  OMS,  en  diversos  documentos  donde  define  Salud  Mental,   siempre  considera  que  es  un  ámbito  de  la  salud  particularmente  ligado  a  aspectos  sociales  y  culturales;  por  esta  razón,  llama  la   atención   en   el   documento   Estrategia…   la   total   ausencia   de   consideración   por   aspectos  relevantes  de  la  subjetividad  en  Chile  que  tengan  relación  con  la  Salud  Mental,  así  como  también  la  consideración  de  las  prácticas  culturales  características  de  las  instituciones  prestadoras.  

En  resumen,  si  bien  el  documento  de  Estrategia…  considera  el  Plan  anterior  al  señalarlo  como  un  antecedente,  no  hace  parte  de  su  diseño  una  evaluación  global  de  políticas  anteriores,  y  menos  la  evaluación   de   la   pertinencia   de   estas   políticas   en   sus   aspectos   culturales.   Estas   falencias   son  evidentes  al  considerar  el  documento  en  su  totalidad,  reflejándose  en  la  falta  de  dirección  y  de  un  hilo  conductor  claro  en  sus  propuestas.  

 

4. Elementos  para  la  discusión  de  las  orientaciones  epistemico-­‐metodológicas  sobre  las  que  se  basa  el  documento  “Estrategia  Nacional  de  Salud  Mental:  un  paso  adelante”.  

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Un  de  los  aspectos  que  resultaron  sumamente  relevantes  de  discutir,  se  refiere  a  las  orientaciones  epistémicas   y  metodológicas   sobre   las   que   se   funda   el   documento.   Éste   se   presenta   como   una  reflexión  inicial,  de  amplio  alcance,  conducente  a  sentar  las  bases  de  lo  que  serán  el  conjunto  de  políticas   públicas   en   salud   mental   en   los   próximos   años   en   nuestro   país.   En   este   sentido,   el  esfuerzo   realizado   en   pos   de   incluir   diversas   perspectivas   en   la   propuesta   resulta   valorable,  aunque   el   resultado   presenta   evidentes   y   severos   problemas   de   coherencia   y   consistencia.   En  efecto,   las   diversas   orientaciones   recogidas   no   necesariamente   son   consistentes,   sino   que   en  algunos   casos   resultan   directamente   contradictorias.   Además,   algunas   de   las   perspectivas  epistémico-­‐metodológicas   resultan   a   veces   objetables,   mientras   que   otras   parecen   ser  cuestionables   en   función   de   la   realidad   concreta   o   en   relación   a   las   orientaciones   valóricas  sostenidas.      

4.1. Sobre  la  noción  de  salud  mental  y  el  modelo  de  dos  continuos  

De  partida  se  plantea  como  primera  necesidad  la  reconceptualización  de  la  noción  actual  de  salud  mental.   Sin   embargo,   a   lo   largo   del   documento   no   existe   ninguna   sistematización   de   lo   que   se  entenderá   por   salud   mental,   presentándose   únicamente   ciertas   aproximaciones   parciales   al  concepto,  marcadas  en  su  mayoría  por  la  necesidad  de  incorporar  los  aspectos  positivos  y  no  sólo  la  ausencia  de  enfermedad.  En  este  énfasis  de  los  aspectos  positivos  de  la  salud  mental,  se  corre  el  riesgo   de   invisibilizar   la   especificidad   de   las   patologías   psíquicas.   A   decir   verdad,   la   necesidad  misma   de   reconceptualizar   la   salud   mental   aparece   descontextualizada,   en   tanto   no   se   hace  referencia  alguna  a   los  problemas  concretos  que  entrena   la  orientación  concetual   anterior.  Más  allá   de   que   pudiesemos   o   no   estar   de   acuerdo   en   la   necesidad   de   una   reformulación   en   este  sentido,   la  recomceptualización  no   irá  más  allá  de   las  buenas   intenciones  si  no  se  consideran   las  dificultades  que  los  conceptos  implican  en  el  plano  práctico.  

En  relación  con  lo  anterior,  el  documento  también  adolece  de  un  diagnóstico  de  la  situación  de  la  salud  mental  en  Chile,  presentándose  solamente  algunos  indicadores  generales  (tasas  de  suicidio,  depresión  y  abuso  de  sustancias).  En  lugar  de  un  diagnóstico  pormenorizado  de  la  prevalencia  de  las  enfermedades  psíquicas  en  el  país  (prevalencia  dificil  de  determinar  dada  la  poca  investigación  epidemiológica   nacional   y   las   dificultades   que   la   existente   presenta),   se   exponen   algunos  indicadores   macroeconómicos   que   son   asumidos   laxamente   como   indicadores   indirectos   de  bienestar   (sin   distiguir   verdaderament   entre   bienestar   económico   y   bienestar   subjetivo).   De  hecho,   los  mencionados   planos   no   pueden   ser   de  manera   alguna   equiparados   (vease,   paradoja  Easterling).   Los   indicadores   macroeconómicos,   especialmente   en   nuestro   país,   no   constituyen  necesariamente  un  insumo  confiable  para  estimar   la  situación  de  la  salud  mental  chilena,  pese  a  que  podamos   certeramente  estimar  que   los   déficits   en  el   desarrollo   social   incide   sobre   la   salud  mental.  En  este  sentido,  consideramos  que  cualquier  estrategia  a  aplicar  en  el  área  debiese  tener  necesariamente   como   punto   de   partida   una   revisión   del   estado   epidemiológico   actual   en   salud  mental.  Consistentemente,  se  extraña  que  el  documento  no  enfatise  en  la  necesidad  de  disponer  un  sistema  permanente  de  medición  de  variables  epidemiológicas  en  Salud  Mental,  equivalente  a  las  existentes  en  Salud  Física   (ello   implica  que  no  se  puede  dejar  esta   relevante   tarea  a   la  única  iniciativa  de  estudios  financiados  por  Fondecyt  o  Fonis).  

Por   otra   parte,   la   incorporación   del   "Modelo   de   dos   continuos",   que   distingue   entre   salud   y  enfermedad  mental,  propone  una  separación  de  variables  verificable  sólo  en  teoría.  En  la  práctica  resultan   indiscernibles.  Al  plantearse  que  salud  mental  y  afecciones  psíquicas  pueden  concebirse  como  realidades  independientes,  se  generan,  a  un  tiempo,  diversas  interrogantes:  ¿con  base  a  qué  criterios  se  define,  por  ejemplo,  la  buena  salud  mental  de  un  sujeto  aquejado  por  una  enfermedad  

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Análisis  Documento  “Estrategia  Nacional  de  Salud  Mental:  Un  Salto  Adelante”  

psiquiátrica  mayor  como  la  esquizofrenia?  Es  evidente  que,  en  tales  casos,   la  salud  mental  de  un  sujeto   se   ve   directamente   implicada   por   su   enfermedad.   Aunque   se   señale   que   la   ausencia   de  enfermedad  no  es  equiparable  a  salud  —un  aspecto,  a  nuestro  juicio,  muy  relevante—  se  corre  el  riesgo  de  relativizar   los  efectos  subjetivos  que  el  diagnóstico  de  enfermedad  mental  conlleva.  En  tal  sentido,  creemos  que  la  consideración  de  criterios  emanados  de  la  llamada  psicología  positiva  tiende  a  invisibilizar  el  carácter  específico  de  la  psicopatología  y  el  rol  que  le  compete  al  Estado  en  su  tratamiento.  

 

4.2. Sobre  el  trabajo  y  la  salud  mental  laboral  

A   lo   largo  de   todo  el  documento  se  hace  hincapié  en   la   inserción  y  adaptación   laboral   como  un  criterio   de   salud   mental.   Esta   cuestión   pudiese   considerarse   como   un   aspecto   innovador   e  interesante   si   se   considerara   las   diversas   aristas   y   los  múltiples   sentidos   que   atañen   al   mundo  laboral.  Sin  embargo,  el  énfasis  está  puesto  en  un  paradigma  ocupacional,  adaptacionista,  que  no  problematiza   el   trabajo   como   un   factor   que   también   genera   malestar,   e   incluso   produce  enfermedad   y   patologías   psíquicas.   En   este   punto   parece   reducirse   la   perspectiva   socio  ocupacional  o  socio  laboral  a  una  lógica  estrictamente  productiva  que  se  enfoca  en  la  reinserción  y  la  adaptación  prontas  del   trabajador  o  del  paciente  a   su   labor.  En  este   sentido,   se  asume  como  universal,   poco   cuestionado,   la   reinserción   laboral,   estableciéndose   como   un   fin   en   sí   mismo,  donde   hay   casos   en   donde   los   sujeto   nunca   llegarán   a   estándares   de   reinserción   productiva   o  donde   los   ambientes   laborales   resultan   atentatorios   a   la   salud   mental.   En   tal   sentido,   resulta  preferible  hablar  de  integración  o  de  lazo  sociales,  donde  el  trabajo  es  una  forma  –  importante,  sin  duda,  pero  sólo  una  forma  –  de  que  el  sujeto  logre  sobremontar  la  desagregación  social  a  la  que  lo  expone  el  sufrimiento  psíquico.  

A  decir  verdad,   la   lógica  ocupacional   invisibiliza  el  problema  de  pacientes  con  patologías  severas  puesto  que  no  se  describe  un  modelo  que  permita,  también  a  ellos,  realizar  un  trabajo,  facilitando  una  real   inserción  social  y  laboral  que  no  sólo  sea  en  la  línea  de  la  productividad.  Por  otra  parte,  este   modelo   plantea   una   gran   interrogante   respecto   al   grueso   de   pacientes   que   no   son  considerados  dentro  de  la  población  laboralmente  activa  y  remunerada  (dueñas  de  casa,  menores  de   edad,   entre   otros).   Al   parecer   la   primacía   de   este   paradigma   productivo   y   adaptacionista,  posterga  la  relevancia  de  estos  sujetos  dentro  de  la  estrategia  de  Salud  Mental.  

4.3. La  perspectiva  de  los  DD.HH.  

En  la  definición  de  los  valores  de  la  estrategia,  se  refiere  el  respeto  de  los  DDHH  como  un  eje.  Sin  embargo,   es   importante   distinguir   en   este   plano   la   defensa   de   los   DDHH   como   si   se   tratara   de  culiadades   asignables   a   un   objeto   y   aquella   perspectiva   llamada   de   sujetos   de   derecho.  Esta  distinción   no   se   establece   de   manera   clara   en   el   documento.   Si   bien   ambos   aspectos   son  relevantes   para   el   abordaje   de   las   problemáticas   de   Salud  Mental   debe  distinguirse   puesto   que  tiene  implicancias  a  nivel  de  definiciones  técnicas,  abordajes  terapéuticos  y  creación  de  programas  específicos.  En  este  mismo  sentido,  llama  la  atención  la  precaria,  casi  inexistente,  referencia  en  el  documento   a   problemáticas   de   violencia   de   diversa   índole;   violencia   de   género,   violencia  institucional,   violencia   política,   violencia   laboral,   violencia   de   Estado...   El  Ministerio   de   Salud  no  puede  obviar  el  compromiso  que  tiene  con  la  comunidad  en  estos  ámbitos.  Asumiendo  de  manera  explícita   esta   responsabilidad   es   desde   donde   se   puede   generar   políticas   que   tiendan  efectivamente  a  la  defensa  de  los  DDHH.    

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4.4. Sobre  el  Modelo  Comunitario  y  la  orientación  bio-­‐psico-­‐social  

A   lo   largo   del   documento,   se  menciona,   la   incorporación   del   modelo   comunitario   de   atención,  modelo  que,  no  obstante,  no  aparece  definido.  En  efecto,  la  orientación  comunitaria  se  menciona  en  las  primeras  páginas  de  esta  estrategia  (pag.8)  como  un  enfoque  a  instalar  en  el  área  sanitaria,  adjuntándose  como  elemento  clave  de  su  adecuada  implementación,  objetivos  a  lograr  como  el  de  “equidad  en   la  distribución  de  recursos”.  Se  omite,   sin  embargo,  el  desarrollo  de   la   inserción  de  este   modelo   que   ya   ha   tenido   pretensiones   de   ser   implementado   previamente.   Desde   la  experiencia  en  chile,  los  resultados  obtenidos  mediante  la  aplicación  de  la  psiquiatría  comunitaria  han   demostrado   que   los   factores   biológicos   explican   solo   parcialmente   la   etiopatogenia   de   los  trastornos  psiquiátricos,  ya  que  algunos  factores  psicosociales  condicionan  su  aparición  y  duración  mediante   una   compleja   interacción   entre   la   persona,   su   entorno   social   inmediato   y   sus  antecedentes  y  estos  no  han  sido  considerados.  

No   se   encuentra   a   lo   largo   del   documento   descripción   alguna   de   la   aproximación   conceptual-­‐teórico-­‐empírica   que   se   hará   del   Modelo   Comunitario,   mientras   que   se   menciona   como  complemento   de   éste,   el   enfoque   biopsicosocial.   La   problemática   de   este   tipo   de   “uso”   de   un  modelo  comunitario,  es  que  la  atención  está  puesta  en  las  acciones  preventivas  y  de  intervención  temprana,   y   no   en   tratamientos   de   enfermedades   crónicas   y/o   refractarias,   o   tratamientos   de  patologías   difusas   o   multisintomaticas,   que   requieren   un   equipo   multidisciplinario,   para   su  recuperación  o  estabilidad  y,  por  ende,  un  mayor  tiempo  de  intervención.  

Es   importante   indicar   con   precisión   estas   orientaciones.   En   caso   contrario,   se   pueden   observar  desviaciones  altamente  riesgosas.  En  efecto,  el  Modelo  Comunitario  puede  ser  utilizado  como  una  consigna   para   aplicar   una   perspectiva   economicista   que   pretenda   hacer  más   (llegar   a  más)   por  menos  (menores  costos).  Ello  pierde  de  vista   la  necesario  enfoque  en   lo  singular  que  necesita  el  abordaje   de   la   Salud   Mental   (singularidad   de   los   sujetos,   singularidad   de   las   comunidades,  singularidad   de   los   territorios   y,   sobretodo,   singularidad   de   las   historias).   Del   mismo   modo,   el  Modelo   Comunitario   puede   llegar   a   ser  mal   utilizado   para   hacer   recaer   sobre   las   comunidades,  responsabilidades  propias  del  Estado.  La  perspectiva  Comunitaria  nos  parece  relevante,  siempre  y  cuando   se   la   entienda   en   toda   su   profundidad,   lo   cual   no   implica   disminución   de   costos,   ni  formulación  de  intervenciones  colectivas  gruesas  que  no  toman  en  cuenta  lo  singular  (respecto  de  las   desviaciones   del   Modelo   Comunitario   en   Chile,   se   pueden   considerar   los   trabajos   de   H.  Foladori).  

Además,   el   enfoque   bio-­‐psico-­‐social   necesita   de   una   estricta   caracterización.   En   ocasiones,   el  mencionado  enfoque  sirve  para  una  mera  declaración  de  principios  que  entiende  tomar  en  cuanta  los  aspectos  singulares  de  los  individuos  y  de  sus  condiciones  sociales  de  existencia.  No  obstante,  en  la  práctica  se  terminan  reduciendo  las  intervenciones  a  un  paradigma  biologizante  y  falsamente  colectivizante.   En   ocasiones   se   termina   abordando   la   Salud  Mental   bajo   una  mirada   puramente  biológica   o   bio-­‐social   que   excluyen   los   psicológico   o   lo   reducen   a   un  mero   epifenómeno   de   la  biología  o  de  lo  social.  Ello,  deja  el  plano  psíquico  en  el  estatuto  de  un  complemento  de  alma  de  las  condiciones  sociales  o  de  los  mecanismos  biológicos.  Ello  resulta  aun  más  alarmante  cuando  se  menciona   a   la   psicología   positiva   como   una   orientación   predominante,   en   la   medida   que   ésta  aparece  en  los  últimos  años  como  el  complemento  de  alma  de  la  economía  neoliberal.  

Es   importante  una   seria   evaluación  de   la   aplicación  del  Modelo  Comunitario   y   del   enfoque  bio-­‐psico-­‐social  en  el  antiguo  Plan  de  Salud  Mental.  En  posible  que  en  algunos  sectores  se  observen  tanto  desviadas   aplicaciones  del  Modelo  Comunitario   reducido   a  una   consigna  mediante   la   cual  

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promover   intervenciones   generales   poco   adaptadas   para   economizar   los   elevados   costos   de  intervenciones   diseñadas   específicamente,   como   su   utilización   para   hacer   recaer   sobre   la  comunidad   las   responsabilidades   del   Estado   en   cuanto   al   derecho   a   la   Salud.  Asimismo,   es   facil  apreciar   lo   dificil   que   ha   resultado   introducir   el   enfoque   bio-­‐psico-­‐social   en   áreas   en   las   que   el  paradigma  médico  ha  permanecido  intocado  o,  a  lo  sumo,  asociado  a  una  perspectiva  sociológica  mecanicista:   siempre  es  el  orden  de   la   singularidad   radical  del  psiquismo  humano   lo  que  queda  obscurecido.  

La  consideración  de  los  sujetos  en  sus  particularidades  sociales  y  psicológicas  guarda  relación  con  la  posibilidad  de  generar  ciudadanía  o  lo  que  los  norteamericanos  denominan  “agency”.  Sin  duda,  en  el  documento  se  señala   la  noción  de  ciudadanía  como  un  factor  decisivo  del  bienestar  de   los  individuos   y   estamos   sumamente   de   acuerdo   en   ello.   Muchas   investigaciones   subrayan   la  influencia  de  los  grados  de  ciudadanía  y  del  fortalecimiento  de  procesos  de  “agenciamiento”,  en  el  bienestar   subjetivo   y   en   la   salud   mental.   Sin   embargo,   estos   elementos   se   encuentran   poco  cuestionados   y   desarrollados   a   lo   largo   del   documento,   aquellas   condiciones   socioculturales   y  subjetivas  necesarias  para  favorecer  el  ejercicio  de  la  ciudadanía  y  las  posibilidades  de  “agency”  no  aparecen  realmente  discutidas,  reduciéndose  el  asunto  a  un  problema  de  participación  individual  en  la  mera  toma  de  decisiones.  

4.5. Sobre  la  gestión  basada  en  la  evidencia  

Respecto   de   la   apelación   a   la   medicina   basada   en   evidencia   (MBE)   como   sustento   de   políticas  sanitarias,   surgen   varios   problemas   como,   por   ejemplo,   la   dificultad   de   extrapolar   los   criterios  usados  en  medicina  al  ámbito  de  la  psicoterapia.  Así  también,  la  ausencia  de  investigación  situada  en   el   contexto   nacional,   la   confusión   o   superposición   de   los   planos   biológico   y   psicológico,   la  dificultad   de   la   pretensión   de   homologar   datos   de   laboratorio   (estudios   controlados  randomizados)  al  contexto  clínico,  y    la  exclusión  de  investigación  cualitativa,  entre  otros.  

 Por  otra  parte,  no  resultan  equivalentes  los  datos  obtenidos  de  la  MBE  a  aquellos  implicados  en  la  intervención   psicosocial   o   psicoterapéutica,   ya   que   no   es   posible   trasladar   los   datos   extraídos  desde   la  MBE  al  contexto  clínico  natural,  con  elementos  subjetivos  y  particulares,  que  refieren  a  individuos   y   comunidades   con  múltiples   problemáticas   y   síntomas   y   no   a   las   características   de  muestras  construidas  por  un  control  estricto  de  variables  de  acuerdo  al  contexto  científico   ideal.  Los   estudios   de   la   MBE   se   basan   principalmente   en   síntomas   cuantificables,   supuestamente  universales   y   utilizan   como   criterio   de   efectividad   la   reducción   de   síntoma,  medido   a   través   de  escalas.  Dejando  de  lado  aspectos  de  carácter  cualitativo  y/o  socio-­‐culturales  que  influyen  en  las  patologías   de   salud   mental,   tendiendo   a   reducir   la   complejidad   de   los   procesos   de   cambio  humano.  Por  otra  parte,  es  importante  señalar  que  la  gran  mayoría  de  dichas  investigaciones  han  sido   realizadas   en   otros   países   y   que   en   lo   que   a   Chile   respecta   hay   escasa   evidencia  representativa.  Además,  no  resulta  clara   la   relación  establecida  entre  el  modelo  de   intervención  comunitario  y  el  enfoque  de  la  MBE  como  sustento  de  un  modelo  costo  efectivo  a  nivel  sanitario.  Sin   ir   más   lejos,   existe   poca   evidencia   como   para   realizar   tales   cruces   en   la   medida   que   las  interveciones   comunitarias   no   poseen   evidencia   suficiente.   Lo  mismo   sucede   con   la   orientación  familiar.  

Respecto  de  un  sinnumero  de  objeciones  que  se  han  realizado  a  aplicaciones  de  la  MBE  (gestión  basada  en  la  evidencia  o  psicoterapia  basada  en  la  evidencia),  es  posible  referirse  a  los  trabajos  de  P.  Migone,  D.  Western,  Seligman,  Radiszcz,  entre  otros.  

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Lo   anterior   no   implica   una   desvalorización   de   la   investigación   en   el   ámbito   de   la   Salud  Mental.  Investigación  necesaria  y  a   la  cual  se  destinan  recursos  francamente  deficitarios  en  nuestro  país.  No   obstante,   los   resultados   de   la   investigación,   no   son   trasladables   directamente   a   la   clínica.  Además,   la   perspectiva   de   la   eficacia   sostenida   por   la   MBE   adolece   completamente   de   una  perspectiva  orientada  por   la  eficiencia.  De  hecho,  múltiples   investigadores  han  subrayado  que   la  investigación  orientada  hacia  la  eficacia  prioriza  tratamientos  breves  de  escasa  eficiencia  si  se  los  compara   con   tratamientos   extendidos,   los   cuales   demuestran   menor   cantidad   de   recaídas   y  resultados  más  estables   en  el   tiempo.  Pese  a   ser   tratamientos  más   caros,   son   tratamientos   con  mejores  y  más  estables  resultados.  En  tal  sentido,  privilegiar  una  gestión  basada  en  la  MBE  podría  derivar  en  un  criterio  de  ahorro  de  gasto  (más  por  menos)  que  redundaría  en  la  prolongación  de  la  existente   división   actual   entre   una   Salud   Mental   eficiente   para   ricos   y   una   Salud   Mental   para  pobres  eficaz,  pero  ineficiente.  

Por   otra   parte,   el   documento   señala   la   posibilidad   de   incorporar   experiencias   exitosas   como  sustento   de   la   toma   de   decisiones.   Sin   embargo,   es   de   suma   relevancia   mencionar   que   los  resultados   dependen   de   variables   específicas   a   cada   contexto,   de   tal   manera   que   la  implementación   de   las   estrategias   derivadas   de   esa   experiencia   no   son   susceptibles   de   ser  replicadas   sin   considerar   la   particularidad   de   cada   escenario.   Respecto   del   campo   de   la  psicoterapia   y   de   la   intervención   psicosocial,   cabe   interrogar   como   se   concibe   el   éxito   de   un  tratamiento  y  las  consecuencias  de  ello  en  la  destinación  de  recursos  a  partir  de  estas  definiciones.  En  este  sentido,  estrategias  de   intervención  a   largo  plazo  –  principalmente  en   lo  que  respecta  al  tratamiento  ambulatorio  de  patologías  mayores  -­‐  pueden  considerar  un  gasto  público  mayor    pero  aún  así  establecerse  como  acciones  costo-­‐efectivas    respecto  de  la  definición  previa  de  logro  y/o  cumplimiento  de  metas.  

De   cualquier   forma,   resulta   importante   rescatar   experiencias   chilenas   relevantes,   tanto   por   su  eficiencia,   como   por   su   colaboración   a   aspectos   como   la   integración   social,   el   aumento   de  ciudadanía,  etc,  que  se  han  desarrollado  en  el  marco  del  antiguo  Plan  Nacional  de  Salud  Mental.  Rescatar   estas   experiencias   no   significa   replicarlas   sin   considerar   sus   particularidades,   sino   que  tomar  en  consideración  sus  formas  de  trabajo  para  orientar  intervenciones  en  otros  contextos.  En  tal   sentido,   resulta   de   suma   importancia   aumentar   el   financiamiento   en   investigación   en   Salud  Mental   y   no   solamente   en   lo   que   respecta   a   investigación   cuantítativa,   sino   que   por   sobretodo  investigación  cualitativa  y  sistematización  de  experiencias  centradas,  a  diferencia  de   los  estudios  cuantitativos,  en  el  orden  singular  de  los  procesos.  

4.6. Salud  Mental  a  la  Altura  de  la  Salud  Física  

Se  menciona   la  necesidad  de  situar   la  salud  mental  en  el  mismo  nivel  de  relevancia  que   la  salud  física.  La  interrelación  entre  patología  física  y  salud  mental  depende  de  múltiples  factores,  de  tal  forma   que   la   presencia   de   patología   física   no   necesariamente   tiene   por   consecuencia   el  compromiso  de  la  salud  mental.  Actualmente  el  estado  chileno  destina  muy  por  debajo  del  5%  del  presupuesto  total  en  salud  hacia   la  salud  mental.  Equiparar  salud  física  –  salud  mental  considera  un   aumento   significativo   en   la   destinación   de   recursos   y   un   pronunciamiento   respecto   de   las  condiciones  de  trabajo  de  los  profesionales  de  la  salud  mental  (que  tuviesen  que  estar  a  la  misma  altura   que   aquellas   que   caracterizan   la   atención   de   la   salud   física).   En   este   sentido,   el   propio  documento  señala  mejoras  sustanciales  en  lo  referente  a  cobertura  y  oportunidad  de  atención,  sin  que  se  haga  mención  alguna  a  los  efectos  de  este  exponencial  crecimiento  de  atenciones  en  una  institucionalidad  que  no  posee  los  recursos  necesarios  para  dar  respuesta  a  un  aumento  sostenido  

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en  la  demanda  de  atención.  Sin  considerar  lo  anteriormente  expuesto,  sostener  a  la  Salud  Mental  a  la  misma  altura  que  la  Salud  Física  no  pasa  de  ser  una  buena  intención.  

4.7. Peligros  ideológico  en  definiciones  normativas:  

La   definición   de   objetivos   con   base   en   la   afirmación   de   premisas   ideales   —por   ejemplo:  capacidades  o  habilidades  específicas,  vinculadas  con  cierta  idea  de  desarrollo  individual,  inserción  o   participación   comunitaria,   etcetera—   resulta   especialmente   problemática.     De   ese   modo,   se  corre  el  riesgo  de  establecer  criterios  diagnósticos  a  partir  de  ideas  que  se  sostienen  en  juicios  de  valor,  a  saber:  “a)  el  fortalecimiento  de  la  familia,  b)  el  desarrollo  de  una  cultura  del  bien  común,  la  seguridad  y  la  solidaridad,  c)  la  expansión,  intensificación  y  significación  de  la  actividad  física  como  medio  para  una  mejor  convivencia  y  armonía,  d)   la  comprensión  e   inclusión  de   los  aportes  de   la  espiritualidad   en   las   tareas   de   la   salud   mental,   entre   otras.”   (p.   37).   Un   peligro   asociado   es  pregonar   en   qué   consiste   ser   sano   mentalmente   a   propósito   de   una   serie   de   consignas  moralizantes   y   paternalistas.   En   tal   sentido,   ciertas   formas   de   fracaso,   frustración   y   hasta   el  envejecimiento   pueden   trasformarse   en   indicadores   de   enfermedad.   Los   cambios   sociales   en  curso  hacen  de  la  conquista  de  la  salud  y  del  bienestar  una  exigencia  prioritaria.  El   interés  por  el  cuerpo,  la  búsqueda  de  satisfacciones  inmediatas,  la  primacía  otorgada  al  desarrollo  humano  y  al  éxito   individual,   fundan  un  verdadero  culto  a   la   felicidad  que  no  puede   imponerse  como  criterio  de  normalidad  o  salud  mental.  

 5. Sistemas  de  atención,  intersectorialidad  y  trabajo  en  red  

Se   asume   que   “alcanzar   una   salud   mental   positiva   requiere   de   un   trabajo   intersectorial   e  interdisciplinario  articulado,  de  un  compromiso  genuino  por  promover  estilos  de  vida  saludables,  de   prácticas   y   políticas   públicas   tendientes   a   fortalecer   el   desarrollo   humano   en   general   y   el  bienestar   psicosocial   en   particular”,   es   decir   estamos   frente   a   una   declaración   política   que  favorece  el   enfrentamiento  del   tema  a  nivel   social   y  no  a  nivel   individual.  Además  no   considera  Salud  Mental   positiva   (como   lo   hace   el   resto   del   documento)   como   una   forma   de   enfrentar   la  enfermedad,  sino  que  fortalecer  el  desarrollo  humano  en  general…    Además   resulta   una   visión   que   desde   la   esfera   de   los   problemas   de   Salud   Mental   tiende   a  confundir   la   mejoría   de   la   patología   psíquica   con   el   logro   del   bienestar   en   términos   de  readaptación   social   o   rehabilitación   laboral.   En   tal   sentido,   dicha   visión   enaltece   el   paradigma  laboral-­‐ocupacional,  sin  interrogarse  sobre  el  posible  vínculo  entre  patología  psíquica  y  trabajo.    Curiosamente  se  habla  de  “inter-­‐sectorialidad”,  pero  se  señalan  ámbitos  de  acción  por  separado,  lo  que  muchas  veces  se   traduce  en  que  se   trabaje  en  “sectores”  separados.  Al   leer  cada  uno  de  estos   ámbitos,   se   puede   observar   de   hecho   lo   complejo   que   resulta   la   intersectorialidad   si   la  propia  política  define  ámbitos  y  no  dimensiones  que  involucren,  por  ejemplo,  más  de  un  ámbito.      En  tal  sentido,  se  reiteran  problemas  vinculares  interinstitucionales  derivados  de  la  necesidad  de  hacer  uso  de  prácticas  informales,  como  por  ejemplo,  la  derivación  asistida  basada  en  acuerdo  de  voluntades   o   confianza   entre   equipos,   o   peor   aún,   la   sobreintervención   sobre   determinados  grupos  objetivos  basadas  en   la  exigencia  de  metas  a   los  equipos.  Para  el   caso  de  prestadores,  o  equipos   de   salud,   dicho   asunto   conlleva   practicas   de   superposición   de   roles   o   desconocimiento  practico  del   tipo  de   intervención.  No  existe  consideración  de   la  multiplicación  de   fondos,   lo  que  genera   un   gasto   mal   focalizado   y   superposiciones   de   tareas   que   resultan   en   intrusiones   o  

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paternalismo,   o   por   otro   lado,   en  marcadas   desigualdades   en   las   condiciones   laborales   para   los  prestadores.    

5.1. Respecto  del  ámbito  del  trabajo  

Se  menciona  sustancialmente  la  inclusión  en  la  política  de  estrategias  de  superación  del  estrés  (u  otras  manifestaciones   que   inciden   en   la   baja   de   productividad),   se   habla   de   empresas   y   no   de  instituciones.   Se   extraña   aquí   el   mencionar   una   política   para   el   trabajo   de   auto   cuidado   y/o  cuidado  de  equipos,  sobre  todo  si  se  considera  que  existen  variados  estudios  al  respecto  y  además  intereses  de  diversas  entidades  públicas  de  trabajar  el  tema  de  auto  cuidado  de  equipos.  Poco  de  esto   se   financia   eso   sí   porque   no   tiene   directa   incidencia   en   la   productividad   de   los   mismos.  También   se   habla   de   inclusión   de   personas   con   discapacidad   mental   y   el   trabajo   de  “emprendimiento”  con  personas  vulnerables,  lo  cual  plantea  una  pregunta  ética  mayor.    Además   se   propone   reforzar   la   misión   de   los   comités   paritarios   en   las   instituciones   y   de   las  políticas   de   prevención   y   promoción   del   cuidado   de   los   equipos,   basadas   en   una   mayor  sistematización   de   las   prácticas   de   autocuidado.   Asimismo,   la   necesidad   de   discriminar   en   los  seguros  laborales,  la  presencia  de  patologías  Salud  Mental  relacionadas  con  el  ámbito  del  trabajo,  que   debieran   ser   cubiertas   y   tratadas   al   interior   de   este   sistema,     lo   cual   favorecería   el   uso  eficiente  y  razonable  de  recursos  por  parte  de  los  prestadores  de  salud.    

5.2. Respecto  del  ámbito  de  vivienda  

Se  habla  de  los  diseños  de  planificación  urbana,  de  la  posibilidad  de  reinsertar  en  la  comunidad  a  personas   que   han   estado   en   instituciones   psiquiátricas   por   ejemplo.   Se   deja   fuera   el   trabajo  comunitario  que  tiene  incidencia  en  la  Salud  Mental,  especialmente  el  trabajo  de  calle  que  realizan  algunas   instituciones,   entre   ellas   el   propio   Sename,   quizás   porque   no   entran   en   la   temática   de  “vivienda”.  Ahora  bien,  es  precisamente  en  estos  temas  donde  podría  estar  inserto  el  trabajo  de  lo  llamado  comunitario  en  la  introducción.    Resulta  complejo  la  ausencia  de  un  criterio  de  urbanización  que  contemple  la  cercanía  a  servicios  y  campos   laborales,   considerando   que   temáticas   como   la   expansión   geográfica   han   ocasionado  problemas  en  términos  de  las  horas  utilizadas  en  los  trayectos  hacia  el  trabajo  y  escuela.  Respecto  a   la   reinserción   en   la   comunidad  no   se   traduce   en  proposiciones     concretas,   ya   sea   basadas   en  mecanismos  de  protección  social  y  no  de  reiteración  de  desigualdades  sociales.    

5.3. Respecto  del  ámbito  de  la  Educación  

En  primera  instancia  se  menciona:  Incluir  en  la  oferta  educativa,  herramientas  para  la  promoción  de   salud   mental   y   el   autocuidado,   tales   como   la   autoestima,   las   habilidades   para   la   vida   y   la  resolución  de  conflictos”.    Esto  remite  a  un  trabajo  exclusivamente  individual  y  no  comunitario,  no  siquiera  familiar,  pues  se  trata  de  generar  competencias  en  el  individuo,  las  cuales  seguramente  se  piensan   como   clusters   que   se   instalan   en   la   infancia,   se   deja   fuera   nuevamente   todo   lo  comunitario,  colectivo  y  sistémico  que  se  planteó  al   inicio.  Luego   las  siguientes  son   lineamientos  para  la  prevención  y  detección  temprana  de  enfermedades  mentales,  no  más  que  eso.    ¿Cómo  conectar  educación  con  todos   los  otros  niveles,  dado  el  carácter  transversal  del  ámbito  y  del   tema?  Este   sería  un  buen  desafío,  porque  así   como  ha   sido  planteado,  más  bien   remite  a   la  

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posibilidad   de   sumar   un   par   de   contenidos   a   tratar   en   las   aulas,   pero   no   necesariamente   un  desarrollo  específico  a  modo  de  proceso.    Otro  de  los  puntos  importantes,  declara:  “Avanzar  en  la  inclusión  real  de  niños  y  adolescentes  con  problemática  psicosocial  y  portadores  de  trastornos  mentales  en  los  establecimientos  educativos”.  Habría  que  especificar   a   qué   se   refieren   con  problemática  psicosocial,   pues  probablemente  una  buena  parte  de  la  población  escolar  podría  caer  en  esa  categoría  y  el  avanzar  en  la  inclusión  real,  imaginamos,   que   no   se   trata   solamente   de   que   estén   en   condiciones   de   ingresar   al   sistema  educativo  (en  términos  de  obligatoriedad  de  la  educación).    

5.4. Respecto  del  ámbito  familiar  

En  el  primer  punto  es  destacable  el  hecho  de  que  considere  a   la   familia  como  una  entidad  y  no  como   una   fuente   de   apoyo   a   un   sujeto.   Existe   un   impasse   interno   respecto   a   la   definición   de  familia,  y  con  ello,  a  la  consideración  de  otros  tipos  de  familias,  lo  cual  promueve  la  continuidad  de  un  modelo  sistémico  más  bien  estructural.  En  este  sentido  los   lineamientos  e  intervenciones  son  dirigidos  a   la   familia  y  no  a  un   sujeto  que  debe  contar   con  una   familia  de  apoyo.  Agenciar  a   las  familias  en  el  desarrollo  es  lo  que  estaría  debajo  de  esta  política.    Sin  embargo,  como  los  puntos  siguientes  sólo  remiten  al  tema  de   la  discapacidad  mental,  queda  nuevamente  ausente  la  posibilidad  de  generar  redes  familiares,  o  algún  tipo  de  colectivización  de  los   recursos   (comunitarios)  en  beneficio  del  desarrollo  de   la   salud  mental.  Muchas  experiencias,  sobre  todo  en  el  ámbito  público,  han  optado  en  cambio  por  trabajar  con  las  familias  como  agentes  de  desarrollo  global  de  una  comunidad  y  esto,  no  está  presente,  al  menos  en  términos  explícitos  en  este  plan.    

5.5. Respecto  del  ámbito  de  la  justicia  

No  hay  mucho  que  comentar…    

5.6. Respecto  del  ámbito  de  la  cultura,  deporte  y  la  recreación  

No   hay   señalación   alguna   al   tema   de   la   cultura,   como   sí   lo   hay   en   relación   al   deporte   y   la  recreación.  La  cultura  estaría  quedando  sobre  entendida  como  un  contexto  en  el  que  se  desarrolla  el  deporte  y   las  actividades  recreativas.  Sin  embargo  (y  sobre  todo  disponiendo  de  un  Ministerio  de  Cultura)  bien  podría  indicarse  algunas  acciones  que  favorezcan  al  menos  el  acceso  a  diferentes  acciones   culturales   y  más   aun  algún   tipo  de   concepción  de   lo  que  es   cultura  que   favorezca   a   la  Salud  Mental.  No  hay  innovación  presente  en  estos  lineamientos,  si  fuesen  los  de  los  años  ’70,  en  este   punto,   probablemente   se   habría   descrito   de   la   misma   forma,   desconociendo   todos   los  avances  tecnológicos  y  comunicacionales,  cuestión  que  sorprende  un  poco.      

5.7. Respecto  del  ámbito  de  Salud.  

Se  declara:  “Garantizar  el  acceso  a  una  atención  de  calidad  de  los  problemas  de  la  salud  mental,  incluidos  programas  de  rehabilitación  y  reinserción  social,  en  un  modelo  de  atención  cercano  a  las  comunidades,   que   evite   y   revierta   la   segregación,   el   desarraigo   y   la   institucionalización   de   las  personas”    

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En   relación   a   su   contribución   para   aumentar   el   impacto   positivo   de   las   intervenciones  multisectoriales,  el  compromiso  del  Sector  Salud  en  esta  materia  debiera  ser    (comentarios  sólo  en  relación  a  los  primeros  dos  puntos)    

�    Identificar  las  responsabilidades  que  le  competen  en  la  tarea  de    cuidar  de  la  salud  mental  de  la  población  y  los  requerimientos  de  complementariedad  con  el  intersectar.    Respecto   de   este   punto:   Las   estrategias   intersectoriales   conllevan   practicas   bajo   lógica  comunitaria   perfil   asistencial   o   de   proveedor   de   servicios,   y   no   necesariamente   en   términos   de  sinergia.  UGRL,  Comisiones  Mixta.  Ausencia  de  un  diagnóstico  en  relación  con  el    cómo  se  genera  la  red  y  las  dificultades  del  trabajo  en  red.      

�    Identificar,  bajo  una  perspectiva  de  determinantes  sociales  de   la  salud,   las  áreas  críticas  para  el  desarrollo  y  mejoramiento  de  la  salud  mental.    Respecto  de  este  punto:  Transitar  desde  el  criterio  de  eficacia  y  eficiencia  en  general  basado  en  criterios   económicos   hacia   una   política   de   la   implementación   de     toma   de   decisiones   debieran  basarse   en   experiencias   exitosas   al   mismo   tiempo   que   deben   ser   relacionadas   con   las  particularidades  concretas  de  la  situación  de  los  sujetos.      

5.8. En  términos  generales  

Evidentemente   estos   puntos   se   orientan,   ahora   sí,   a   la   intersectorialidad.   Una   especie   de  declaración  de  principios,  que  es   imposible  no  compartir,  pero   igual  de   imposible  poder  plasmar  en  una  práctica  concreta.  Se  tiende  a  confundir  además  intersectorialidad  con  lo  que  se  considera  trabajo  en   red.   Esto  puede   llevar   a  promover  una   relación  entre  diferentes  entidades,  pero   con  fines  que  no  están  especificados.  La   intersectorialidad  no  debe  ser  un  valor  en  sí  mismo  sino  que  debe  estar  al  servicio  de  principios  y   lineamientos  que  son  teóricos,  metodológicos  y  políticos  (a  revisar).    

 

6. Áreas  prioritarias:  

En   términos   generales,   el   documento   plantea   como   áreas   prioritarias:   Infancia/Adolescencia,  Discapacidad,     Trabajo   productivo,   Educación,   Salud   mental   digna   y   “otras”.   Frente   a   esto   se  identificaron  dos  grandes  modos  de  referirse  a  lo  prioritario:    

� Sujetos  prioritarios  � Supuestos  ideológicos  prioritarios  

 Llama   la   atención   la   superposición   de   dos   niveles   donde   se   plantean   las   “prioridades”:   uno  referido  a  problemáticas  relevantes  (infancia,  discapacidad,  etc.)  y  otro  referido  a  objetivos  o  mas  bien  a  criterios  generales  de  articulación  intersectorial  (p.ej.,  salud-­‐educacion,  salud-­‐trabajo).  Esta  superposición   no   permite   esclarecer   prioridades   basadas   en   antecedentes   epidemiológicos,  antropológicos,  concepciones  de  sujeto  o  de  desarrollo,  etc.    

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En  este  sentido,  surge  la  pregunta  en  torno  a  “Lo  prioritario”,  ya  que  no  queda  claro  si  se  refiere  a  sujetos   específicos   (niños,   adolescentes,   discapacitados,   trabajadores,   etc…   )   o   a   aspectos  ideológicos:  Cohesión,  armonía,  fortalecimiento  de  la  familia,  entre  otros.    Respecto   a   lo   anterior   se   hace   necesario   establecer   en   primer   lugar   cuáles   serían   entonces   las  prioridades,  para  poder  generar  propuestas  más  específicas.    La   definición   de   prioridades   debería   estar   en   relación  mas   clara   con   criterios   de   asignación   de  recursos,   de   fortalecimiento   de   programas   ya   existentes,   de   evaluación   del   plan   anterior,  experiencias   exitosas,   entre  otros.  No   se   visualiza   adecuadamente  una  priorización  en  base   a   la  relación,  ambiguamente  planteada,  entre  gastos  y  desarrollo.  Este  es  un  elemento  crucial  de  un  plan  de  salud  mental  que  focalizara  recursos  del  estado,  toda  vez  que  los  propósitos  generales  de  fomentar   la   intersectorialidad,   insistir   en   la   participación   ciudadana  o   comunitaria,   etc.,   pueden  entenderse  como  modos  de  reducir  gastos  cuando  existen  áreas  prioritarias  precisamente  donde  el  gasto  es  palanca  de  desarrollo  y  no  puede  estar  sujeta  únicamente  a  la  innovación,  por  decirlo  en  términos  liberales,  que  reduzca  la  participación  del  estado  en  políticas  publicas  con  recursos  de  calidad.    Parece   especialmente   crítico   el   modo   como   se   integran   en   la   propuesta   criterios   ideológicos   o  valóricos  asociados  a  prioridades:  Cohesión,  armonía,  familia,  seguridad,  etc.      Finalmente,   la   calidad   técnica   del   documento   es   muy   precaria.   No   solo   por   su   formulación  explicita,  sino  por  la  ausencia  de  una  vinculación  de  esta  propuesta  a  antecedentes  que  provengan  de  toda  la  red  en  salud  mental  que  ya  opera.    Nos  parece  importante  tener  en  cuenta  las  prioridades  programáticas  del  anterior  plan:    1.  Promoción  de  Salud  Mental  y  Prevención  de  Riesgos    2.   Trastornos   Mentales   Asociados   a   la   Violencia:   Maltrato   Infantil,   Violencia   Intrafamiliar   y  Represión  Política  1973-­‐1990.    3.  Trastornos  de  Hiperactividad  /  de  la  Atención  en  niños  y  adolescentes  en  edad  escolar    4.  Depresión      5.  Trastornos  Psiquiátricos  Severos  –  Esquizofrenia      6.  Alzheimer  y  otras  Demencias.    7.  Abuso  y  Dependencia  a  Alcohol  y  Drogas      Cabe  destacar  que   las  áreas  prioritarias  de  esta  propuesta  no  hacen  referencia  a  una  evaluación  del   plan   anterior,   cómo   fueron   abordadas,   sus   dificultades,   etc.   Además,   tampoco   recoge   la  proyección  que  el  propio  plan  se  planteaba,  por  ejemplo  “A  futuro,  de  acuerdo  a  la  expansión  de  nuevos   recursos   para   salud   mental,   deberán   abordarse   en   forma   integral   y   sistemática   otras  problemáticas   de   alta   prevalencia   y   significación   social,   tales   como   salud   mental   de   pueblos  indígenas,   trastornos   emocionales   de   la   infancia,   trastornos   ansiosos,   trastornos   afectivos  bipolares,  epilepsia,  retardo  mental,  y  dependencia  al  tabaco”.      En   resumen,   no   hay   una   especificad   en   los   focos   prioritarios.   En   términos   generales,   no   queda  claro   si   la   inversión   implicaría   el   fortalecimiento   de   los   programas   ya   existentes   o   la  implementación  de  nuevos  servicios.  Asimismo,  no  existe  especificidad  en  cuanto  a   los   términos  

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que   se   emplean   (adolescencia,   discapacidad,   rehabilitación,   entre   otros).   Finalmente,   no   queda  claro  qué  quiere  decir  el  equiparar  la  salud  mental  con  la  salud  física.    

6.1. Infancia-­‐adolescencia:      

Resulta   necesario   clarificar   las   conceptualizaciones   e   intervenciones   ligadas   al   área   prioritaria  “Infancia  y  Adolescencia”,  en  el  sentido  de  señalar  explícitamente  en  qué  áreas  de  las  políticas  de  salud  mental   infanto   juvenil   se   está   en   continuidad   con   lo   ya   existente   y   en   cuáles   se   plantean  nuevas  propuestas  teórico-­‐técnicas  en  esta  área.  

 En   este   sentido,   se   hace   necesario   señalar   en   qué   medida   esta   nueva   área   prioritaria   se  relacionará  con  lo  ya  planteado  en  el"Plan  Nacional  de  Salud  Mental  y  Psiquiatría,  periodo  2000-­‐2010”,  plan  en  el  que  las  orientaciones  referidas  a  las  salud  mental  infanto-­‐juvenil  se  encontraban  cruzando   la   mayoría   de   las   prioridades   programáticas   para   el   pasado   decenio.   (Promoción   y  prevención   en   Salud   Mental,   Trastornos   de   Salud   Mental   Asociados   a   la   violencia:   maltrato  infantil,   violencia   intrafamiliar,   y   represión   política   (1973   -­‐   1990),   Trastornos   de  Hiperactividad/Atención   en   niños   y   adolescentes   en   edad   escolar,   Depresión,   Trastornos  psiquiátricos  severos    y  Abuso  y  dependencia  de  alcohol  y  drogas).    

 Se  torna  importante  recoger  las  evaluaciones  que  se  han  realizado  sobre  "Plan  Nacional  de  Salud  Mental  y  Psiquiatría  periodo  2000  -­‐2010”,  a  la  hora  de  definir  como  área  prioritaria  a  la  infancia  y  adolescencia.   El   Informe   de   la   evaluación   del   sistema   de   salud   mental   en   Chile   usando  World  Health   Organization   -­‐   Assessment   Instrument   for   Mental   Health   Systems   (WHO-­‐AIMS),   2007,  señala   como   desafío   la   formulación   de   una   Política   Nacional   de   Salud   Mental   Infanto   Juvenil.  (http://www.who.int/mental_health/evidence/chile_who_aims_report.pdf).     El   informe   señala,  entre   otras   deficiencias,     que   existen   muy   pocos   dispositivos   de   salud   mental   específicos   para  niños   y   adolescentes.   Es   así   que   resulta   importante   que   la   estrategia   plantee   cuáles   serán   los  programas  y  servicios  que  se  crearán  a  la  luz  de  las  deficiencias  programáticas  en  esta  área.    

 Es   importante   explicitar   que   la   salud    mental   de   los   niños   y   adolescentes   es   un   asunto   que   no  compete  sólo  a  los  niños  y  adolescentes,  sino  que  involucra  a  sus  padres  o  personas  encargadas  de  su  crianza  y  a  los  distintas  personas  e  instituciones  que,  desde  su  lugar  en  la  sociedad,  ocupan  un  lugar  principal  en   la  salud  mental  de  esta  población.  En  este  sentido   los  programas  que  trabajen  con  esta  área  deben  incluir   intervenciones  que  apunten    tanto  a  la  configuración  psicopatológica  específica   que   esté   en   juego,   como   a   la   particular   realidad   familiar   y   socio   cultural   del   niño   o  adolescente.    

 Se  hace  necesario  ir  incorporando  gradualmente  nuevos  referentes  psicopatológicos  sobre  la  salud  mental   infanto   juvenil.   En   nuestro   país   se   utiliza   en   forma   generalizada   una   clasificación  diagnóstica   que   es   ante   todo   descriptiva,   que   incluye   consideraciones   principalmente  fenomenológicas   o   sintomáticas   (CIE,   DSM).   La   salud   mental   infanto   juvenil   requiere   de   otras  orientaciones  diagnósticas  que  le  permitan  a  los  distintos  técnicos  y  profesionales  que  intervienen  en  esta  área,  contar  con  herramientas  teórico-­‐prácticas  que  les  otorguen  mayores  comprensiones  en  su  labor.  Es  así  como  resultaría  altamente  favorecedor  para  el  trabajo  con  niños  y  adolescentes  incorporar  clasificaciones  diagnósticas  más  comprensivas  y  explicativas  de  los  fenómenos  a  tratar.  Por   ejemplo,   la   Clasificación   Francesa   de   los   Trastornos   Mentales   del   Niño   y   el   Adolescente  (Polemos   Editori),   resultaría   un   instrumento   útil   en   varios   aspectos   que   puede   ir   situándose  gradualmente  en  nuestro  medio  de  trabajo.  

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 Considerando  que  esta  área  aparece  como  prioritaria  desde  el  plan  anterior  de  Salud  mental  y  en  las   estrategias   para   el   próximo   plan,   llama   la   atención   en   este   último   documento   la   falta   de  referencias  en  relación  a  cuáles  serán  los  focos  de  desarrollo  en  relación  a  la  salud  mental  de  niños  y   adolescentes,   ni   siquiera   se   menciona   una   diferenciación   de   intervención   entre   los   distintos  momentos  evolutivos  de  niños  y  adolescentes.    Por  lo  tanto,  resulta  necesario  especificar  las  estrategias  de  prevención,  promoción  y  tratamiento  en  salud  mental  de  los  niños  y  adolescentes  de  nuestro  país.  Al  respecto  se  sugieren  los  siguientes:  

Prevención  y  Promoción  

Trabajo   intersectorial   educación/   salud   mental   específico   de   acuerdo   a   desarrollo   del   niño   y  adolescente.   En   este   sentido   debe   ser   claro   si   se   perfeccionarán,   en   base   a   experiencia   e  investigaciones,   los  organismos  que  ya   trabajan  en  ello   (psicólogos  SEP,  PPT,  OPD,  etc)   y/o   si   se  crearán   nuevas   instancias   para   dicho   trabajo   intersectorial.   En   cuanto   a   las   áreas   prioritarias   a  trabajar   desde   educación   para   niños   y   adolescentes   debe   diferenciarse   entre   las   intervenciones  para:  primera   infancia,  niños   y   adolescentes   y  mencionar   áreas  prioritarias  del   trabajo   con  ellos  tales  como:  consumo  de  OH  y  drogas,    trabajo  con  los  derechos  de  los  niños  (ya  que  Chile  es  uno  de   los   Estados   parte   del   Comité   de   los   Derechos   del   Niño),   Desarrollo   de   vínculos   tempranos,  competencias   lingüísticas,   promoción   del   desarrollo   de   la   confianza   frente   a   la   violencia   en   las  escuelas,  entre  otras.    Trabajo  en  Salud  mental  específicos  en  atención  primaria,  secundaria  (COSAM  y  otros)  y  terciaria  (Hospitales  generales).  En  este  sentido  cabe  preguntar  cuáles  son  las  estrategias  de  prevención  y  promoción  de  salud  mental  y  si  se  reforzarán  los  ya  existentes  (Chile  Crece  Contigo).  

Tratamiento  

Es  necesario  nombrar  cuáles  serán  las  patologías  prioritarias  en  el  tratamiento  de  adolescentes  y  niños.  En  este  sentido  es  necesario  especificar  si  se  continuaran  con  las  prioridades  mencionadas  en   el   plan   de   Salud  Mental   2000-­‐2010,   y/o   cuáles   serán   las   prioridades.   En   este   sentido,   debe  considerarse  como  prioritario,  considerando  que  es  una  patología  GES  que  involucra  mayormente  a   adolescentes,   las   estrategias   de   tratamiento   de   esquizofrenia   primer   brote   y   en   este   sentido  debiese   mencionarse   el   desarrollo   tanto   de   estrategias   de   tratamiento   (Hospitales   de   día,  ambulatorio,   hospitalización,   etc.)   y   de   inserción   (programas   de   rehabilitación).   Además   deben  agregarse  otras  dificultades  de  salud  mental  específica  tanto  de  niños  como  de  adolescentes  más  allá  de  las  mencionadas  en  el  plan  2000-­‐2010.    Debe  mencionarse   las  estrategias  de   tratamiento   tanto  de  niños  como  de  adolescentes.  En  este  sentido  debe  mencionarse  el  tratamiento  diferenciado  por  etapa  vital  de  niños  y  adolescentes  con  consumo   de   OH   y/o   drogas.   Se   destaca   la   necesidad   de   plantear   como   foco   prioritario   de  desarrollo   en   salud   mental   infantil   y   adolecente,   la   disponibilidad   de   camas   de   internación  psiquiátrica  para  patología  dual  en  adolescentes  y  para  niños  en  hospital  general,  que  actualmente  no  existen.    

6.2. Población  con  Discapacidad:      

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En   primer   lugar,   el   párrafo   es   escueto   y   falto   de   precisiones   técnicas   necesarias   para   una   área  prioritaria.    Se  refiere  a  “población  con  discapacidad”  de  manera  genérica,  haciendo  alusión  a  una  categoría   que   obedece   a   una   legislación   antigua   (Ley   19.284).   En   este   sentido,   lo   primero   a  comentar  es  que  según  la  actual  legislación,  Ley  20.422,  que  establece  Normas  sobre  Igualdad  de  Oportunidades   e   Inclusión   Social   de   Personas   con   Discapacidad,   se   hace   alusión   a   personas   en  situación  de  discapacidad,  dando  mayor  énfasis  a  lo  situacional,  poniendo  el  foco  en  el  contexto,  entendiendo   que   tanto   las   circunstancias   como   la   historia   produce   sujeto.   Por   otra   parte,   el  énfasis   en   “situación”   alude   a   la   posibilidad   de   dinámica,   en   el   sentido   de   cambio   o  transformación.   Estos   énfasis   se   basan   en   la   definición   de   Discapacidad   de   la   Clasificación  internacional  del  funcionamiento,  de  la  discapacidad  y  de  la  salud  (CIF)  2001  y  la  Convención  sobre  los  derechos  de  las  Personas  con  discapacidad,      Por  otra  parte,  el  documento  no  define  lo  que  se  entenderá  por  Rehabilitación.  Por  lo  mismo  no  se  desprende   cuales   serán   los   gastos   que   se   requerirán   para   el   trabajo   de   rehabilitación.   El   cual  puede  ser  entendido  como  una  oportunidad  de  tratamiento  y  acompañamiento  a  la  población  en  situación   de   discapacidad.   En   general   el   texto   se   plantea   desde   la   “inversión”   y   el   “ahorro   de  gastos”.  En  este  sentido  se  hace  referencia  al  modelo  comunitario  como  aquel  que  permite  reducir  costos,  y  no  como  una  herramienta  específica  para  abordar  los  problemas  en  salud,  tanto  desde  el  abordaje  preventivo  como  de  tratamiento.        Nos   parece   que   la   rehabilitación   de   calidad   debe   ser   pensaba   a   largo   plazo,   lo   cual   implica  sostener  altas  inversiones  para  tener  resultados.  En  este  punto,  no  sería  aplicable  la  reducción  de  gastos,  sino  más  bien  tener  en  cuenta  que  hay  un  gasto  inevitable,  que  tiene  como  fin  proteger  a  aquéllos  más  vulnerables.  En  este  sentido  es  necesario  garantizar   la  continuidad  de   los  cuidados  en   intervenciones   de   largo   aliento.   Esto   pasa   por   pensar   la   continuidad   de   los   equipos   e  instituciones   que   sostienen   el   trabajo   y   no   sólo   pensar   la   inversión   como   gasto   asociado   a  pacientes.      El  éxito  de  un  buen  tratamiento  en  patologías  severas  puede  ser  evaluado  a  través  de  la  reducción  de   las   internaciones   psiquiátricas   asociada   al   tratamiento   ambulatorio   continuo.   La   internación  psiquiátrica  no   sólo   es   de   alto   costo   económico   sino   también   social,   en   la  medida  que   implican  institucionalización  y  muchas  veces  cronificación  en  los  pacientes.    En  este  sentido,  la  inversión  en  tratamientos  ambulatorios  de  calidad,  implicaría  un  ahorro  para  el  Estado.  Hay  experiencias  en  Chile,  que  avalan  esta  observación.    Por   último,   no   queda   claro   en   el   documento   si   los   recursos   estarán   destinados   a   mejorar   los  tratamientos  ya  existentes,  y  que  se  han  desprendido  de   la  puesta  en  marcha  del  Plan  Nacional  anterior,  o  serán  destinados  a  otras  formas  de  intervención,  las  cuales  tampoco  se  definen.        

6.3. Trabajo  productivo:    Esta   parte   del   documento   nos   llama   especialmente   la   atención,   ya   que   apela   a   un   principio   de  cautela  y  desconfianza  en  torno  a  los  sujetos.  El  texto  es  al  menos  ambiguo  al  señalar  la  relación  entre  malas  condiciones  de  trabajo  y  salud  mental.  Este  apartado  es  de  una  gran  pobreza,  ya  que  no   define   orientaciones   programáticas   en   torno   a   los   problemas   de   salud   mental   asociados   al  trabajo.    

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Se  considera  al   trabajo  productivo  como  un   factor  protector  de   salud  mental,   y  no   se  considera  que   éste   también   puede   ser   un   factor   de   enfermedad,   dependiendo   muchas   veces   de   las  condiciones  laborales,  contractuales,  etc.    

6.4. Educación:    Se  considera  a  la  educación  “palanca  para  el  desarrollo”.  En  este  apartado  se  pone  de  manifiesto  que   se   trata  de  una  prioridad   ideológica   (armonía,   cohesión,  por   citar   algunos)  más  que  de  una  prioridad  de  los  sujetos  de  la  educación  (niños,  adolescentes,  profesores,  apoderados)    La   expresión   “objetivos   tales”,   da   cuenta   de   una   falta   de   claridad   respecto   del   tema,   y   una  banalización  del  texto,  y  por  lo  tanto  también  del  tema  que  aborda.    No   se   explicita   como   se  pretende   “construir   solidaridad…bien   común…integración   social”,   no   se  menciona  que  se  entiende  por  cada  uno  de  estos  ideales.  Los  valores  formulados  aparecen  como  totalmente   ilusorios,   cuando   el   contexto   social   y   el   sistema   educativo   en   particular   adolecen  justamente   de   estas   cualidades   (es   desigual,   segregativo,   bien   de   consumo)   y   por   lo   tanto   no  otorga  un  escenario  donde  la  construcción  de  estos  ideales  sea  evidente.    No  se  hace  mención  a  lo  ya  realizado  en  esta  área  (Programa  Habilidades  para  la  Vida,  programas  de   mediación   y   convivencia,   prevención   en   drogas),   o   a   programas   en   curso,   a   los   cuales   se  “adicionarían”  nuevos  objetivos.      Siendo   este   punto,   un   punto   clave   en   términos   sociales,     presenta   una   descripción   mínima   y  empobrecida  que  hace  dudar  de  su  real  “prioridad”.    

6.5. Salud  Mental  digna  y  Otras  áreas  prioritarias:    En  estos  dos  apartados  finales,  se  recurre  a  generalidades  y  se  incluyen  aspectos  ideológicos  que  parece  importante  discutir.      La   definición  de   “Otras   áreas  prioritarias”   nos  parece  un  punto   sumamente  delicado  dentro  del  Estrategia   Nacional   de   Salud   Mental   que   requiere   del   análisis   de   los   supuestos   morales   que  estarían  de  base  para  definir  estas  áreas  como  prioritarias.    Se   menciona   “el   fortalecimiento   de   la   familia;   el   desarrollo   de   una   cultura   de   bien   común,   la  seguridad  y   la  solidaridad;   la  expansión,   intensificación  y  significación  de   la  actividad  física  como  medio  para  una  mejor   convivencia  y  armonía;   y   la   comprensión  e   inclusión  de   los  aportes  de   la  espiritual   en   tareas   de   la   salud   mental.”   Todas   áreas   que   son   definidas   desde   supuestos  ideológicos  que  no  son  explicitados  -­‐¿qué  se  está  entendiendo  por  “la  familia”,    “el  bien  común”  o  “la  espiritualidad”?-­‐  y  cuya  relación  con  la  Salud  Mental  no  es  justificada  dentro  del  documento.        Llama   la   atención   que   este   Plan   no   retome   los   trastornos   de   la   Salud   Mental   asociados   a   la  violencia   intrafamiliar,  el  abuso  y  dependencia  de  alcohol  o  drogas  y   las  demencias  en   la  tercera  edad,  orientaciones  programáticas  que  fueron  planteadas  por  el  Plan  Nacional  de  Salud  Mental  del  decenio   anterior   (promoción   y   prevención;   niñas,   niños   y   adolescentes   con   trastorno  hipercinético/   de   la   atención;   trastorno   de   Salud   Mental   asociados   a   la   violencia:   mujeres   y  adultos   mayores   afectados   por   violencia   intrafamiliar;   personas   con   trastorno   depresivos;  

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personas   con   trastornos   psiquiátricos   severos:   esquizofrenia;   abuso   y   dependencia   de   alcohol   o  drogas;  adultos  mayores  afectados  por  Alzheimer  y  otras  demencias).  Tampoco  son  incorporadas  como   áreas   prioritarias   los   grupo   minoritarios,   tales   como   los   pueblos   originarios   o   las  problemáticas   de   género,   que   nos   parecen   requieren   de   ser   contemplados   dentro   de   una  Estrategia  Nacional  de  Salud  Mental.        7. Trabajo,  Salud  Mental  y  Recursos  Humanos    

En  términos  generales,  el  documento  impresiona  como  un  texto  preliminar,  de  una  estructura  más  bien  básica  y  de  redacción  apresurada,  sin  gran  consistencia,  ni  rigurosidad.  

Sus  definiciones  iniciales  son  bastante  gruesas,  y  por  lo  tanto,  se  hace  difícil  encontrar  puntos  en  los  que  se  pueda  abrir  un  debate  provechoso.    

La   estrategia   se   inserta   de   manera   acrítica   en   un   paradigma   de   desarrollo   económico,   con   un  “optimismo”   que   no   se   condice   con   el   actual   estado   de   la   movilización   social.   Esto   instala   un  marco   inapropiado   para   pensar   en   políticas   públicas,   en   el   sentido   que   el   “eficientismo  organizacional”  genera  políticas  imposibles  de  poner  en  práctica,  con  indicadores  de  logro  irreales  y   evaluaciones   de   desempeño   persecutorias   que   generan   un   entrampamiento   para   quienes  laboran   en   este   ámbito,   y   son   el   punto   de   origen   de   una   situación   de   abuso   y   sufrimiento  institucionalizado.  

Una   segunda   consideración   es   que   el   tema   del   trabajo   adquiere   un   peso   relativo   importante  dentro  del  documento,  siendo  contenido  manifiesto  en  al  menos  cuatro  de  las  líneas  de  acción  y  constituyendo  una  de  las  cinco  áreas  prioritarias  del  plan.    Esto  es  valorable,  pues  se  trata  de  algo  que   estuvo   ausente   de   toda   la   política   sanitaria   durante   los   últimos   decenios.   En   términos  más  específicos,   nos   parece   interesante   destacar   la   disposición   (o   intención)   de   revisar   la   legislación  sobre   accidentes   del   trabajo   y   enfermedades   profesionales.   Para   ello   y   a   modo   de   líneas   de  trabajo  se  exponen  las  siguientes  consideraciones:  

Además,  es  necesario  comenzar  por  distinguir  Condiciones  de  empleo  de  Condiciones  de  trabajo  (como  aparece  en  los  documentos  de  la  OMS  y  de  la  OIT).    

En  primer  lugar,  habría  que  señalar  que  ciertas  condiciones  de  empleo  son  riesgosas  para  la  salud  mental   y   que   el  MINSAL   intentará   introducir   esta   evidencia   esto   en   el   debate   sobre   legislación  laboral  que  seguramente  tendrá  que  salir  a  flote  después  de  este  paro.  Dentro  de  eso,  habría  que  hacer  una  opción  decidida  por   fomentar   la   tutela  de   la   salud  por  parte  de   los   trabajadores.   Eso  significa   cambiar   lo   que  hoy  existe   en  derecho   colectivo   (fundamentalmente   la   restricción  de   la  negociación  a  aspectos  salariales  solamente).  

Luego   se   podría   entrar   a   hablar   de   condiciones   de   trabajo   y   estilos   de   gestión.   Para   eso,   es  necesario  aclarar:    

(a)   Qué   rol   le   cabe   al  MINSAL   en   el   diseño   de   una   política   de   definición   y   vigilancia   de  condiciones  de  trabajo  riesgosas  para  la  salud  mental.  

(b)  Qué  va  hacer  el  MINSAL  para  promover  una  cultura  y  relaciones  laborales  "saludables".  

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En   este  mismo   sentido   pensamos   que   toda   política   coherente   debe   comenzar   por   casa.   Así,   la  estrategia  debería  ser  especialmente  cuidadosa  y  específica  respecto  de  lo  que  propondrá  para  los  trabajadores  de  la  salud:  

a) Favorecer  el  debate  sobre  la  elaboración  de  políticas  y  leyes.  b) Fijar  normas  de   calidad  para   los   agentes  de   salud  mental   a   todos   los  niveles   (de   los  

hospitales  y  de  los  servicios  de  atención  primaria  y  atención  comunitaria).  c) Sensibilizar   a   las   partes   interesadas   sobre   las   cuestiones   relacionadas   con   la   salud  

mental  y  los  derechos  humanos,  en  los  círculos  laborales  diversos.  d) Acreditar  a  los  profesionales  de  la  salud  mental,  con  especialidades  en  el  área.  e) Respaldar  el  cambio  de  funciones  del  personal  de  atención  primaria,  para  que  deje  de  

ocuparse  principalmente  de  trastornos  físicos  y  siga  un  enfoque  más  global,  en  que  se  tenga  en  cuenta  la  salud  física  y  mental.    

 

Finalmente,   resulta   importante   desarrollar   diagnósticos   y   orientaciones   para   abordar   la  problemática  de   la  Formación  Profesional  orientada  a   la  profundización  y  manejo  de   la  temática  de  salud  mental.  Del  mismo  modo,  es  imprescindible  referir  la  cuestión  de  Salud  Mental  y  Trabajo  hacia   los  propios  equipos  de  Salud  Mental  que,  confrontados  a  condiciones   laborales  precarias  y  exigentes,   además  de   situaciones   salariales  deficientes,   se  encuentran  en   situación  de  bienestar  deteriorado  y  contexto  riesgoso  para  la  Salud  Mental.  Asimismo,  el  documento  no  examina  toda  la  dificultad   del   actual   sistema   de   licencias  médicas   y   del   excesivo   rechazo   de   licencias   por   Salud  Mental  a  nivel  de  Isapres  y  de  Compin.  

 

8. Aspectos  comparativos  sobre  Políticas  de  Salud  Mental  8.1. Financiamiento  

Toda   estrategia   de   salud   debe   considerar   aspectos   generales   respecto   al   financiamiento   de   la  salud  pública,  con  el  fin  de  corregir  inequidades.  

En  Chile,  el  gasto  total  en  salud  como  porcentaje  del  PIB  fue  de  8.2%  en  2009.  De  este  gasto  total,  la  mayor  parte  es   aportada  por   las   familias   (40%),   seguido  por   la   cotización  de   los   trabajadores  (35%),  y  en  último  lugar  el  aporte  fiscal  (25%).  En  comparación  al  promedio  del  gasto  público  en  salud  de  los  países  de  la  OCDE  (6,8%  del  PIB),  Chile  muestra  un  bajo  aporte  en  este  ítem  (4%  del  PIB,  incluyendo  las  cotizaciones  a  ISAPRES,  lo  que  podría  ser  interpretado  como  gasto  privado).  Es  decir,  no  sólo  Chile  queda  por  debajo  del  promedio  OCDE  en  gasto  total  en  salud,  sino  que  además  es  uno  de  los  que  tiene  mayor  gasto  privado  en  salud,  duplicando  el  promedio  de  la  OCDE.  El  gran  problema  de  este  modelo  de  financiamiento  es  que  el  gasto  privado  impacta  principalmente  a  las  familias  de  menos  recursos,  puesto  que  son  estas  las  familias  que  deben  destinar  más  recursos  de  su   presupuesto   familiar   a   la   salud.   Asimismo,   el   gasto   en   salud   en   beneficiarios   FONASA  representa  el  2,81%  del  PIB  (cotizaciones  más  aporte  fiscal)  para  cubrir  al  72,7%  de  la  población,  mientras   que   en   beneficiarios   ISAPRE   el   gasto   corresponde   a   1,4%   del   PIB   (cotizaciones),   para  cubrir  al  16,5%  de  la  población.  Es  decir,  el  porcentaje  minoritario  de  población  –  que  se  asiste  en  el  sistema  privado–  tiene  un  gasto  en  salud  proporcionalmente  superior  al  dirigido  al  grueso  de  la  población.  Por  lo  tanto,  el  derecho  a  la  salud  en  Chile  queda  supeditado  a  la  capacidad  de  pago  de  las  personas.  Es  un  hecho  que  los  países  con  indicadores  de  gasto  en  salud  más  igualitarios  tienen  mayor  aporte  público.  

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Por  otro   lado,   si  bien  el  porcentaje  de   recursos  del   fondo  de   salud  destinado  a   salud  mental  ha  aumentado   en   los   últimos   veinte   años,   cambiando   fundamentalmente   a   partir   de   la  implementación  del  PNSM  y  el  sistema  AUGE,  aún  no  ha  aumentado  lo  suficiente  en  relación  a  la  importancia  que  tienen  los  problemas  de  salud  mental  en  el  país.  Es  necesario  que  una  estrategia  de  salud  mental  abra  una  discusión  en  torno  a  la  redistribución  de  los  recursos  públicos  en  salud  en  función  del  perfil  epidemiológico  del  país,  es  decir,  en  función  de  las  enfermedades  con  mayor  prevalencia   en   la   población,   considerando:   recursos   para   a   la   atención   básica,   recursos   para   la  vigilancia   epidemiológica   y   control   de   enfermedades,   recursos   para   la   asistencia   de   mediana  complejidad,  y  recursos  para  la  asistencia  de  alta  complejidad.  

8.2. Ley  de  Salud  Mental  

Es  necesario  que  el  Ministerio  de  Salud  comience  una  discusión  en  torno  a  la  creación  de  una  Ley  de  Salud  Mental.  Chile  es  uno  de  los  pocos  países  en  el  mundo  que  aún  no  ha  establecido  un  marco  legal  general  que  regule  esta  área  (a  excepción  de  Reglamentos  específicos  como  el  570,  para  la  Internación  de  las  Personas  con  Enfermedades  Mentales  y  sobre  los  Establecimientos  que  la  proporcionan,  vigente  desde  2001).  La  discusión  debería  considerar  cuatro  grandes  ejes:  1)  formulación  de  políticas/planificación  en  salud  mental;  2)  financiamiento  de  la  salud  mental  (definición  de  límites  mínimos  de  inversión);  3)  coordinación,  regulación,  control  y  evaluación  (del  sistema,  de  las  redes  y  de  los  prestadores,  públicos  o  privados;  4)  prestación  directa  de  servicios  de  salud  mental.  

Uno  de  los  casos  latinoamericanos  exitosos  que  es  posible  estudiar  para  avanzar  en  una  reforma  del   sistema  de   salud  mental,   y   fundamentalmente   en   la   creación  de   la   Ley   de   Salud  Mental,   es  Brasil.   Desde   1988,   en   Brasil   se   viene   trabajando   en   un   Sistema   Único   de   Salud   (SUS)   bajo   los  principios   de   universalidad,   equidad   e   integridad,   y   enfatizando   la   regionalización,   la  descentralización   y   la   participación   de   la   población,   de   modo   de   abandonar   el   centralismo  hospitalario,  la  fragmentación  de  las  políticas  en  salud  y  la  preeminencia  de  un  régimen  privado  en  un  mercado  de   salud   sin   regulación.   La   constitución  del   SUS  muestra  que   la   universalidad  en   la  cobertura   en   salud   sólo   se   logra   con   la   descentralización   de   responsabilidades,   atribuciones   y  recursos.  Un  ejemplo  a  considerar,  es  la  creación  de  consejos  de  salud,  asegurados  por  ley  y  con  composición  paritaria   (la  mitad   representa  a   los  usuarios  del  SUS  y   la  otra  a   los  proveedores  de  servicios,   a   los   directivos   y   a   los   profesionales   de   la   salud),   de  modo   de   supervisar   los   gastos   y  asegurar  la  fiscalización  de  la  aplicación  de  los  recursos  destinados  para  la  salud.  

La   instalación   del   SUS   ha   ido   acompañada   por   una   reforma   psiquiátrica,   y   el   desarrollo   de  programas  de  apoyo  psicosocial  para  pacientes  psiquiátricos  en  acompañamiento  con  los  servicios  comunitarios.  Asimismo,  en  el  año  2001  se  crea  una  Ley  que  dispone  la  protección  de  los  derechos  de  las  personas  con  trastornos  mentales,  la  cual  permite  una  reorientación  del  financiamiento  y  el  modelo   asistencial   en   salud   mental,   asegurando   el   acceso   a   tratamientos   de   calidad.   Entre   las  reformas  promovidas  por  la  Ley  cabe  mencionar  la  desinstitucionalización  de  pacientes  con  largo  tiempo  de  permanencia  en  un  hospital  psiquiátrico,  el  desarrollo  de  programas  extrahospitalarios  de   intervención  psicosocial   y   comunitaria,   creación  de  centros  de  atención  diaria,   la  notificación  de   internamiento   involuntario,   la   definición   de   los   derechos   de   las   personas   con   trastornos  mentales  y  la  promoción  e  inversión  en  la  investigación  y  producción  de  conocimiento  científico  en  salud   mental.   Además,   se   ha   establecido   por   ley   un   plan   nacional   de   salud   en   el   sistema  penitenciario,   la   asistencia   farmacéutica   en   la   atención   psiquiátrica   y   el   aseguramiento   de  medicamentos   básicos   de   salud  mental   para   usuarios   de   servicios   públicos.   Asimismo,   la   ley   ha  dispuesto   la  evaluación  permanente  de   la  atención  en  salud  mental,  mecanismos  de  supervisión  

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continua  de  los  servicios  hospitalarios  y  ambulatorios,  y  propuesto  normas  técnicas  que  refuercen  la  continuidad  de  los  procesos  de  revisión  del  modelo  de  atención.  

 

Santiago,  30  de  agosto  del  2011