La flor ponderada. Una pieza de litedatura - Il persecuttore.pdf

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    LA FLOR PONDERADA

    Il persecuttore

    Una pieza de litedatura

    1ra edicin: Primavera 2010Capuchas Ediciones

    3ra edicin: Primavera 2014

    Artexto Editorial f: Editorial Artexto Cultura Visualw: revistaartexto.blogspot.com

    Arte de tapa: Fuco UedaDiseo de tapa: il persecuttoreDiseo de interior: Aknida DG/il persecuttoreImgenes interior: Otis Deled

    Capuchas Edicionesw: capuchasrsss.blogspot.comm: [email protected]

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    Queremos lo verdadero.Queremos lo verdadero.

    No nos engaen!

    (Cancin del guila calva, Crow)

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    NOTICIA PREVIA

    Como muchas locuras que comienzan en un sueo, la decisin y planificacin para tomar el t de la planta de floripondio ya se haba gestado en una visin onrica en la que escapaba de la ciudad por el ro Paran y sobreviva en una isla en la que hallaba el diario de un escritor que narraba su experiencia en la ingestin del t de floripondio y las instrucciones para el preparado. Este sueo qued registrado en un diario donde anotaba de manera constante lo que soaba da a da. El diario comenz y concluy con la partida y el regreso de un viaje a los Estados Unidos, abarcando esos cuatro meses en los que me acostaba en un mundo y soaba estar en otro. Este diario llev como ttulo La noche americana, y luego de estar guardado un tiempo, reescrib transformndolo en una novela onrica. En el final de esta novela, el soador huye a una isla y se topa con una majestuosa planta de floripondio.

    Una vez vuelto a mi ciudad natal, Ciudad Evita, recobr viejas costumbres olvidadas, entre ellas el amor a la naturaleza, a los bosques y las flores y un afn por lo suprarreal, lo infraconciente, lo extracorporal, todo aquello que opere en un mundo a otro nivel.

    Como no es difcil hallar en Buenos Aires y conurbano la planta visionaria como el floripondio u otra de aspecto bello, el morning glory, conseguir

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    Unas semanas antes de la experiencia se vena charlando acerca del asunto de la planta, as que era slo cuestin de elegir el mejor momento para cosechar las flores de una planta de la que tenamos conocimiento. Ese momento lleg un viernes y hasta el martes siguiente me encontr bajo los embrujos de esa planta hechicera. Cinco das en los que con mayor o menor intensidad estuve fascinado por los efectos de las alucinaciones tanto agradables como desesperantes.

    La empresa de ingerir la flor tambin estuvo alentada por otra experiencia anterior llevada a cabo por Paco, Benigno y Laicram, en la que yo no pude participar porque me encontraba de viaje, precisamente soando. Una ceremonia colectiva que se haba estado elucubrando muchas noches atrs, y en su debido momento se llev a la prctica. Al volver de viaje, el primer comentario que me lleg de ese asunto fue que Paco al tomar el t, haba tenido alucinaciones horrorosas, visiones desesperantes en la que su personalidad se desdoblaba y se vea a s mismo dormir sobre la mesa, sin saber de qu lado

    las flores necesarias no fue un problema. Tiempo atrs, antes de que la planta comenzara a ser objeto de experimentacin por parte de la juventud exploradora, poda hallarse en casi todas las plazas, baldos y jardines de casas suburbanas.

    (Tambin conocida con el nombre de soadora por algunas seoras mayores, se le adjudica la propiedad de llamar al sueo si se colocan dos flores debajo de la almohada antes de irse a dormir). Luego de las podas gubernamentales de hace ms de una dcada, se tornaron ms escasas. No obstante, ejemplares de esta fabulosa especie siguen brotando por doquier.

    Domingo Saggese, en su Yerbas medicinales ar-gentinas (1959), afirma que la planta crece por cultivo en el centro y norte del pas (el sub-rayado es mo), y ofrece la siguiente descripcin de las propiedades de la datura suaveolens: Las flores disecadas y picadas se emplean para armar cigarrillos anti-asmticos. Estas mismas, colocadas en 50 gramos de alcohol y dejndolas

    macerar durante diez das, sirven como friccin an-tirreumtica de seguro efecto. En estado fresco, machacadas y mezcladas con grasa, se usan para ablandar tumores e hinchazones de pro-cesos infecciosos, los que hacen supurar. El agua desti-lada de las mismas es til en las afecciones de la vista.

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    al viajero del sendero hacia el entendimiento, no por maldad, sino supongo porque es su trabajo el de cuidar de lo que protege (Por qu para el hombre su trabajo consiste en revelar el misterio divino cuando otros seres como las plantas u hongos no se cuestionan esto, sino lo tienen asimilado en la naturaleza de su organismo?) Tambin me han dicho que en el dominio de la selva, usualmente se utiliza en mezclas junto a la ayahuasca para liberar guerras espirituales a gran escala.

    Me propuse llevar conmigo un anotador durante todo el tiempo que durara el hechizo, para poder registrar lo que mis sentidos percibieran de la manera ms constante posible, aunque en el momento lgido de la posesin de la flor no me encontrase en condiciones de agarrar una lapicera para escribir. S que es imposible transmitir a partir de la narracin una experiencia en todos sus planos y aspectos, lo que me hizo tener en mente la idea de no derrochar esfuerzos en aferrarme a describir las cosas que no vienen al caso.

    Con la ayuda del testimonio de varias personas que me vieron extraviado en la rbita de un mundo incomprensible e inexplicable, y la recopilacin de las notas tomadas en el momento agitado del embrujo, pude reconstruir un relato aproximado de lo que aconteci esos cinco das en los que me posey el hechizo de la flor ponderada.

    La diferencia que reside entre sabidura y conocimiento parece sutil pero es, en efecto,

    del espejo se encontraba. Pregunt y me dijeron que lo haba preparado con

    una dosis letal. Esto no es de extraar, considerando que durante muchos siglos de la poca oscura, el medioevo, se utilizaban las flores para extraer concentrados de veneno capaces de producir la muerte. Pero la flor que no mat a Paco tal vez lo haya hecho ms fuerte. El protagonista de este episodio me dijo que no se daba por vencido y con gusto me acompaara en una segunda ronda de t.

    S que existen, aunque extraviados, algunos relatos como este, que registrarn la experiencia espiritual y sensorial que provoca el veneno de la flor, y contribuir a esto es lo que en ltimo lugar me incentiv. Un viajero en el valle de Traslasierra, San Luis, me dijo: no hay chamanes del floripondio, lo que me pareci parcialmente cierto, ya que eso explicara cmo es que no se conocen abiertamente los verdaderos alcances ni la naturaleza del poder o el uso de este visionario.

    Aunque por otra parte, me ha llegado la informacin que en la zona de Comodoro Rivadavia hay una fuerte presencia de chamanes del floripondio. En los caminos del sur supe que el visionario posee muchos guardianes de la sabidura, y aquel que realiza la ingesta sin un gua, puede caer preso en alguno de los mltiples guardianes que duermen en l y hacen lo imposible por desviar

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    abismal. Mientras que el conocimiento se basa en la referencia del pasado, adems de poder convertirse en algo parcial o manipulable, la sabidura tiene su anclaje en el futuro, o mejor dicho, en el tiempo presentsimo del acontecer universal.

    En la adquisicin del conocimiento a travs de la visin, el aprendizaje implica el fin de muchas creencias basadas en supuestos inamovibles. Algo nuevo siempre nace cuando lo podrido cae y muere, un mundo indito se revela a partir del estallido del anterior, una cadena de explosiones mentales que tienen como objetivo derribar y construir constante y espiraladamente hacia la luz.

    PAPELES DE PACOencontrados con posterioridad

    conteniendo anotaciones de dos das de su experiencia

    3/11 Interludio

    L a s l u c e s vinieron a conversar sobre mis ganas de hacer. El transcurso de las actividades es distinto cuando te manejas fuera de las a g u j a s. Ya no tengo ninguna forma de saber la hora en esta guarida sin tiempo. No me preocupa, p e r o significa una nueva etapa de a c o s t u m b r a m i e n t o .

    No escucho los pajaros; se habrn i d o a donde ms les gusta estar? La musica mezcla las imagenes en mi cabeza. O b s e r v o el d a final una y otra vez y siempre me resulta e x t r a o y d e s c o n o c i d o . Me veo en su personaje con rasgos humanos .

    Ya volvieron los pjaros y se aprendieron nuevas y hermosas canciones. Las horas del sueo fueron pocas pero suficientes, por ahora. Miro mi ventana cada vez ms pequea y me relaja el verde y el celeste. Ahora

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    Pocas h o r a s d e s u e o / u n organismo ya purgado y un te/ sere en m o m e n t o s .

    M i e n t r a s tanto pienso en ella y nos imagino ...

    No estoy seguro; el primer trago no trajo demasiadas seales en gusto y textura. La preparacin es de taza y media. Lo voy a ingerir todo.

    Las a r c a d a s se presentan. Al tercer trago ya es casi intomable con mucho esfuerzo lo termino y solo resta aguardar algun tipo de efecto.

    El s i l e n c i o reina en la primera parte de la espera, un par de minutos de tensin y atencin y luego el relajo de la msica.

    Lai para el m o m e n t o . . .

    ya sin acordes que intervengan, mis odos se regocijan como las incansables aves. Todo hace a un vaco y me siento en una cpsula nadando en el cosmos. Veo pasar a Poseidn y no me atrae preguntarle su destino. Tal vez si el preguntara por el mo. . . Los objetivos nunca son lugares, sino causas. O as debera ser en la mayora de los casos.

    . . . M o m e n t o s de mucho escribir, de mucho reflexionar. Intentos de mirar en verdad y llegar a v e r m e .

    M e d i s p o n g o a experimentar. Si todo sale bien ser abrir otra p u e r t a . Los capullos aun cerrados hierven en la tetera. No consegu otros, pero tengo fe en estos.

    El t de la i n c o n c i e n c i a me espera y yo a l.

    Ya esta enfriandose ante mi mirada atenta. El relato continuara luego de la infusin.

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    prueba comenz la segunda fase. Una taza ms fue

    suficiente para despedirme verdaderamente. La

    inconciencia tom su lugar. Hubo algunas consecuencias

    fsicas y sorpresivas reacciones. Luego, lleg otra vez

    el sueo recomponedor. Tambin el despertar. Tambin

    los efectos volvieron con el despertar.

    Horas de soledad llegaron a desesperarme. La

    necesidad de compaa era insoportable. Apariciones,

    alucinaciones y algn tipo de sexto sentido inmanejable

    por ahora, se apoderaron de mi cuerpo y mente. Poco

    a poco fue apaciguando, yndose acompaado del da.

    Al iluminarme la luna, quedaban solo sntomas mansos

    a los que me acostumbre y llevo adelante.

    Una puerta ms se abri y nos dej pasar all adentro,

    donde nada es como aca. Donde todo sufre metamorfosis

    constantes y el deslumbramiento est presente llegando

    desde lados casi siempre positivos. Tambin el miedo

    existe all. Esta vez no logr manejarlo. No me mostr

    su mirada de artista. Pero habr prximos viajes.

    6/11 noche. . .

    El regreso. Tiempo de volver a la pasividad

    de la escritura y la msica sonando tranquilamente.

    Fueron das de mucho andar. La infusin tuvo sus

    efectos notorios. Luego de unas horas de sueo todo

    comenz a volverse extremadamente liviano y el

    equilibrio algo casi imposible. Los sentidos se tornaron

    independientes de mis necesidades y mientras el

    tacto se hipersensibilizaba, la vista solo me permita

    divisar formas y contornos. Los colores no variaron

    demasiado, pero era absolutamente imposible fijar

    un punto ntido. El oido comenz a imaginar y a

    jugar conmigo. Hubo texturas nunca antes vistas y

    fenmenos varios.

    Luego de la novedad y sorpresa de las

    primeras doce horas comenz la intriga por conocer

    verdaderamente los efectos que poda alcanzar. Me

    propuse un segundo viaje, ya con un mnimo de

    experiencia. Fue ideal haber conseguido un compaero.

    Aproximadamente veinte horas despues de la primera

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    CUADERNO ROJO

    Los delirios de bosque y de inviernos con t, los enjambres

    de amor me atraparon ya.

    (Manal, Soy del Sol).

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    A las tres de la tarde tomo el primer sorbo de t. Su sabor es extrao. Mi mente est predispuesta e incentivada. Se siente atrada por la planta. Estoy sentado en el jardn. Tomando estas primeras notas, con la taza en la mano. Recorro con la vista todo el panorama: el limonero, las puertas ventanas, el laurel, la puerta blanca, la mesa verde, la pileta con agua podrida, la palmera, la casa. Miro el lquido que estoy tomando. Es amarillento. Tiene el aspecto de un t de tilo, pero su gusto y aroma son realmente inconfundibles. Terminada la tasa, cargo otra.

    Para este primer ensayo elijo una dosis baja. S que estoy lidiando con una planta poderosa y desconocida. Por eso quiero ir desde la levedad a la gravedad, percibiendo cada capa que sea posible apreciar entre el punto de partida y llegada. Prepar una jarra con dos flores de las que salieron esos dos ts. Dudo que pueda llegar a hacer algn efecto.En un rato salgo para lo de Paco. Anoche, una larga y fra noche en la que anduvimos l y yo por el barrio, siendo los nicos aun despiertos en aquel lugar sin pertenecer all, caminando y hablando, sin encontrar a nadie, dando vueltas hasta que decidimos irnos y nos pusimos a esperar el colectivo y para matar la espera, seguimos hablando un poco ms. Entre tanto, Paco me cont episodios de su experiencia con la flor y me habl sobre la existencia de algunas notas suyas sobre aquellos das de envenenamiento. Al or esto, mis nimos para hacer mi experiencia se

    Viernes

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    pongo a escribir. Cristo asesinado: una obra que desde sus primeras pinceladas ya caus la opinin encontrada de ms de uno que lo miraba.

    La exposicin de este cuadro, o de la idea de este cuadro, provoc tanto risas de felicitaciones como ofensas en el alma sensible de algn creyente. Cristo, trabajador de un pueblito perdido, cado en la calle saliendo de un pasillo de una villa con un tiro en el pecho. En una mano, sostiene en alto su arma y con la otra apunta con su dedo denunciador a sus asesinos. El cuadro est destinado a una pared del local del Partido Comunista de Mataderos, donde se podr leer en letras rojas y amarillas: Han matado a Cristo. Viva la Revolucin.

    Habl con Paco. En un par de horas estoy en su casa. Me pongo a tocar la guitarra hasta que me da hambre. Bajo a comer. Luego, salgo a fumar. Subo a escuchar msica. Estoy un poco impaciente. Despus de dar un par de vueltas ms me decido a salir. Son las cuatro y media pasadas.

    Cuarenta y cinco minutos despus, puedo tomarme un cincuenta y seis que me lleve a Lugano. Los colectivos pasaban en una caravana interminable, sin discontinuidad, frente a m, inmvil, con el brazo extendido haciendo el saludo nazi a su marcha sin escalas hacia la capital.

    Con el apagn de ayer, que se extendi de Caballito a Bansfield, sumado al paro de subtes y el episodio an en la memoria fresca del incendio en la estacin de Constitucin, la capital del pas, la

    agitaron. Y mi compaero, no obstante el mal viaje, quiere repetir la experiencia. Vamos caminando hasta la otra parada del ochenta y seis, la que est entrando al barrio. Ah est lo que buscamos. Haba pasado infinidades de veces por esa curva, pero nunca me haba detenido a mirar la planta que tanto se elogiaba. Cuando me par frente a ella, fue como si la viera por primera vez. Llegaba a alcanzar los tres metros de altura. Sobresala sobre un muro alto y grueso de ligustrina, y una rama que apuntaba hacia la calle ofreca sus flores dejndolas al alcance de la mano. Tomamos un puado de flores cada uno y acordamos en tomarlas al da siguiente. El lugar sera su casa. Quedamos en llamarnos a la tarde para arreglar, y eso poda llevar toda la tarde. As que pasado el medioda, me prepar un t con mis flores de floripondio a manera de introduccin.

    Me pongo a trabajar con el cuadro del Cristo Asesinado. Hace unos das que lo vengo tocando, ponindole colores y formas que lo llenen de sentido. Mientras pinto, no pienso en nada. Slo el color deslizndose por el cuadro. Me encuentro en dos momentos. En el cuadro y mirando el cuadro. En el primero slo hay abstraccin, y en el segundo reflexin. Es un movimiento constante adentro y afuera, adelante y atrs, como un pjaro picoteando su alimento. No puedo escapar del escritor. En este cuadro quiero contar una historia. Me limpio las manos con un trapo, pero me olvido de limpiar los pinceles (es por eso que nunca ser pintor), y me

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    ciudad de Buenos Aires, no soporta tanta gente. Estar en el centro a la hora pico equivale a sumergirse en el caos que se potencia con el infierno personal de cada habitante. En el medio de estos pensamientos, se me aparecen las palabras de Agostina: estamos obligados a brillar. Estamos obligados, estoy de

    acuerdo. Tenemos un mandato que cumplir con nosotros mismos por todas las cosas que estamos obligados a hacer. Estamos destinados a las grandes obras por las grandes miserias que padecemos.

    Los pensamientos se tropiezan y se enredan irremediablemente al or un grupo de cotorras en el asiento de atrs. Se me hace imposible no escucharlas. Sigue as a travs del paisaje suburbano de Aldo Bonzi. Sube ms gente. El colectivo que sali vaco se fue poblando. La maquina para sacar boleto traga implacablemente todas las monedas que le tiran. Nadie escapa al diezmo.

    Despus de un viaje largo, me bajo en la estacin de servicio sobre la autopista y cruzo el puente. Me meto por la calle Pilar y voy entrando al barrio. Sern unas siete, ocho cuadras que camino en silencio.

    Al llegar me recibe Paco y nos ponemos a tomar unos mates. Su cara est muy desmejorada. Parece que el fro de la noche de ayer lo afect. Me sorprende, porque no fueron pocas las noches que caminamos por calles del invierno cruento sin ms abrigo que un insuficiente pulver. Se puede decir que hubo noches en que pasbamos fro y lo suframos hasta los huesos y de lo nico que podamos hablar era de cunto fro haca y cmo se nos haba congelado el cerebro. Paco est con la enfermedad debajo de la piel, a un paso de tomar

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    pensar que est pasando un tallo por la garganta. Miro el fondo del vaso. Ya queda poco de ese lquido verdoso que porta el veneno de la visin.

    Comentndole a Paco sobre el cuadro que estoy pin tando, me transporto al momento en que estaba pintando. Durante todo el da vi imgenes en las calles, cuadros recortados, paisajes anclados o escenas costumbristas en el interior de las casas, misma esa portada que me deja observar cada vez que paso, la puerta de la villa y el movimiento de la actividad cotidiana; eso vale infinitamente ms que cualquier pintura. Me cuestiono en s el hecho de que est pintando, sabiendo que retratar la belleza que hay en la realidad y por fuera de ella es completamente imposible.

    Pintando se opera en las dimensiones del color y la forma. La representacin plstica posee esos dos atributos. El espectador del cuadro para interactuar con l debe reponer las dos dimensiones faltantes que el pintor trasmite: la profundidad y el movimiento. Es ah donde fallo. Se me vienen las palabras del Salvaje de hace unos das cuando estuvo desde la maana a la noche pintando y repintando a lo largo de la jornada un cuadro que fue mutando de formas, colores y significados, siendo muchos cuadros interesantes, hasta que al final del da cuando el cuadro estuvo terminado result un perfecto mamarracho:

    No hay nada ms hermoso que la pintura.

    control de su cuerpo por los prximos tres o cuatro das. No obstante, tiene nimos.

    Fumamos unas tucas que encontramos sobre los equipos en la sala y nos ponemos a tocar. Le digo a Paco que yo ya us las flores que tena. Me dice que l no cree que vaya a usarlas, por el estado en el que se encuentra, y que tampoco cre que vaya ms tarde al barrio, pero hasta el ltimo momento no descarta ninguna de las dos ideas. Finalmente, me cede las flores y las dejo para despus de la cena. Comemos unos medallones de pollo y calabaza con fideos. Est todo muy sabroso. No me olvido de agradecer la comida, as tiene todo ms gusto. Cenamos en familia.

    El alimento repuso mis fuerzas luego de haber tocado. Volvemos a la sala. Dentro de un rato nos va a pasar a buscar el Fenicio en auto para ir al barrio. Es el cumpleaos de Felicia, en la morada del Salvaje. Paco, pensando en su estado de salud, dice:

    Podra ser peor.

    Preparo el segundo t. Pongo las flores en un chop de cerveza lo nico que encontr y al echar el agua hirviendo, se raja. Cambio de chop esperando que no suceda lo mismo que con el anterior y dejo el roto por ah para que Paco lo encuentre ms tarde.

    Ahora le hallo un sabor a vitina pero con ese gusto irrefutable a planta que a cada sorbo me hace

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    Y s, es hermoso, sino no sera pintar. Yo estoy en este oficio usurpndole el lugar a alguien ms, porque slo hago esto para corroborar una idea.

    Pienso que hay cierto tipo de arte que se lleva bien con la experimentacin de las drogas, pero me parece una idea vaga. Intento profundizar esta idea Recuerdo haber ledo en una biografa de Alejandra Pizarnik, en la que la autora afirmaba que el uso de estupefacientes era contraproducente a la produccin artstica, porque cuando el artista se encontraba bajo los efectos de una droga, perciba una realidad distorsionada, se hallaba alienado y por tanto no poda crear. Por supuesto que la autora de ese libro jams haba probado droga alguna, porque eso me pareci un pensamiento basado en un claro desconocimiento del asunto, lo que la descalificaba por tal afirmacin y como bigrafa de Pizarnik.

    La utilizacin de drogas a la hora de la creacin est sujeta a la voluntad del artista de tomarlas, la costumbre, el uso que le da, el lugar. No todos los artistas son drogones; eso es falso. Aunque en muchos casos se den las dos aficiones unidas, no es mandatorio en el rubro. El arte nace de la naturaleza, del encuentro con la naturaleza por parte de los sentidos. A travs de ellos, la interpreta y con su habilidad, intenta reproducirla; luego halla que esto es intil. La utilizacin de drogas hace estallar los sentidos amplificndolos, agudizndolos o percibiendo a travs de ellos de una manera completamente distinta e indita. Al volver, no se ve

    de la misma manera, aunque se tengan los mismos ojos que antes.

    El arte tiene la cualidad intrnseca de la libertad y la posibilidad de romper todas las reglas que la estructuran y la definen como tal. El deber del artista es develarla y presentarla de una nueva manera que se comprenda de qu se est hablando aunque no se pueda decir con seguridad de qu se trata, como cuando se narra un sueo.

    En el cuaderno rojo tengo una cita extrada de un libro titulado El retorno de los brujos, que simplifica la tarea de la explicacin:

    Repetimos: lo fantastico, para nosotros, no es lo imaginario. Pero una imaginacin fuertemente atada al estudio de la realidad descubre que es muy tenue la frontera entre lo maravilloso y lo positivo (...), o entre el universo visible y el universo invisible.Y mas adelante, otra extraccin de la misma fuente: Encontrar otro mundo (...) no es un hecho unicamente imaginario. Puede ocurrirle a los hombres. Y tambien a los animales. A veces las fronteras se deslizan o se confunden: basta con estar alla en aquel momento.

    Estas consideraciones me llevan a concluir tres cosas: primero, que hay espurios mesas y

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    prfidos apstoles por doquier predicando falsas doctrinas del conocimiento humano y de los limites de lo racional y moral; segundo, que para adquirir un conocimiento verdadero del asunto hay que sumergirse en la experiencia, de lo contrario, todo juicio de valor, moral o intelectual no sera ms que un prejuicio; y por ltimo, que el trabajo de un artista aqu puedo hablar con autoridad slo desde la escritura a la hora de usar los nuevos sentidos abiertos, requiere una inversin de los trminos de la creacin: el escritor, en lugar de constituir una historia en base a lo real y lo ficticio, debe formar parte integral y motora de la historia, al tiempo que la ficcin, la realidad, la fantasa y la memoria deben ir moldeando la obra y construyndola.

    La belleza echada en el silln est esperando

    que le hable, que le diga cualquier cosa que inicie

    una conversacin, pero no se me ocurre una sola

    frase coherente para decir. Se revuelca entre los

    almohadones, descorre un mechon rubio de su frente.

    Dice querer conciliar el sueo. Si tan slo tuviera una

    frase para decirle podra charlar con ella, entretenerla

    en este tiempo que estoy sentado junto a ella en el

    silln mientras espero que me pasen a buscar. Se

    mueve. Cruza y descruza las piernas. Sus ojos se

    pasean como si no tuvieran qu mirar. Si abriera mi

    boca dejando escapar lo que se me cruza por la cabeza,

    en lugar de guardar silencio, le hablara sobre la flor

    que me acabo de tragar, que ahora en lo nico que

    puedo pensar es en una flor y en los posibles mundos

    que se abrirn a mi paso sosteniendo su tallo. Ella

    tararea una cancin que pasan por la radio. Tose. Posa

    su mano cuenca sobre una curva. Un dedo dibuja un

    recorrido. Tose. Se mueve. La puedo estar mirando

    por una eternidad.

    El Fenicio toc bocina y slo yo salgo para el barrio. De ah en adelante en la noche y hasta bien entrada la maana, el alcohol es el nico combustible para que el motor siga funcionando. Nos encerramos en la sala del Salvaje formando una ronda y no nos vamos hasta que no se vaya el ltimo borracho, manteniendo conversaciones de borracho

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    y cantando canciones de borracho.En la resaca final, quedamos dos: Fusil y yo.

    Caminamos hasta el mercado a esperar el colectivo. Como no vena, Fusil me propone ir a la otra parada, la que est entrando al barrio. Al caminar hasta all se repiti la misma escena de la madrugada anterior. Ante mis ojos, apareci la planta, esta vez sin que la haya ido a buscar. Reconozco que los primero ts que me tom fueron inocuos. En el acto, decid repetir la experiencia al da siguiente aumentando las dosis de flores por taza.

    Le dije a mi ujiente que tome cinco de las ms hermosas de las flores de la planta. Estaban bien altas, por encima de un muro de libustrn. Pero mi ujiente es bien alto y bravo y con unos saltitos alcanza las flores.

    Quiero las mas hermosas entre todas las flores que una planta pueda ofrecer. Esta noche salgo a bailar con la luna.

    Sbado

    Luego de despertar recibo una llamada de Lai dicindome que se van a estar juntando en el loft. Sin comer, salgo de casa sabiendo que no voy a volver sino hasta el da siguiente. Meto en una mochila las flores, el libro de poemas de Blake, un abrigo y el cuaderno rojo en donde estoy escribiendo y cada tanto leo.

    Me tomo el 193 hasta Pompeya y de ah el 6 hasta el Parque Ameghino. Al llegar al loft, Lai prepara unos fideos y aprovecho para sumarme entre los comensales. Llega Fusil y comemos los tres juntos. Nos sentamos frente a la tele.

    Despus del almuerzo, seran las cuatro de la tarde, le digo a Lai si no se quiere preparar unos mates. Va a buscar agua caliente y yerba mientras yo le voy metiendo unos trozos de flores al mate. Fusil dice:

    Par. Van a tomar eso? No, tomemos unos mates primero. Despus le pons esas flores. Qu es, el floripondio que arrancamos ayer?

    Le digo que s. Le saco las flores al mate y lo preparo slo con yerba. Lai ve las flores y le pregunto si va a tomar unos mates conmigo. Me dice que s.

    Fusil, la voz moral de todo este asunto, recuerda la vez anterior que tomaron floripondio, ac mismo, en el loft. Estaban Paco, Lai, Benigno y l, y Paco haba trado unas flores que tom con Lai. Fusil me dice:

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    Lo tendras que haber visto a Paco. Estaba tirado en el silln, inconciente. Tena convulsiones. Yo deca que haba que llevarlo a un hospital, mir si palmaba.

    Tomamos dos rondas de mate con las cinco flores que tena. Su gusto ya me es familiar. No me sorprende. Comienzo a sentirme aparte en este mundo. Me invade un sentimiento mstico y solipsista. Estoy invocando a los dioses de la tierra para que se presenten ante m. Al dios de la yerba, a la diosa de la flor ponderada.

    Estoy ansioso por apoyar las manos en el muro para que se hundan en la piedra de esta caverna y que mis brazos sean el puente entre los mundos. Se abren siete agujeros en el espacio de los cuales solo uno, el ltimo, no conduce a un laberinto sin salida. En el sptimo agujero est la caverna y en el muro est la salida. Los otros seis agujeros estn vacos. No poseen paredes ni techos ni pisos y una vez adentro, no es difcil perderse.

    A las diez de la noche cenamos lo mismo que almorzamos viendo una pelcula en canal nueve. Despus de comer preparamos otras dos rondas de mates con las flores ya usadas pero que todava desprendan su jugo. Hacemos tiempo hasta que el Fenicio nos venga a buscar para ir al barrio a una

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    fiesta en la casa de Rosaura.Antes de partir, siento que algunos sentidos se

    desafilan. Parece que no fue suficiente la dosis de flores. A pesar de mi predisposicin, nada ocurre. Pero an desconoca que esa noche la flor iba a surtir un efecto en m finalmente, me iba a someter al embrujo de la planta y comenzar a ver lo que el floripondio tena para mostrarme.

    DIARIO NEGRO

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    Domingo

    Hall una puerta que se abri a un pasadizo. All, haba ms puertas que conducan a otros pasadizos con ms puertas, hasta que ya no pas dos veces por el mismo lugar.

    Luego del almuerzo del domingo en familia, sub a mi cuarto a tratar de conciliar el sueo en una siesta insmnica. En la casa reinaba un clima de resaca. Acostado en la cama, miro el cuadro de La rubia con chal. La miro fijo, por un rato largo, hasta que me parece notar un movimiento de gesto en su cara. Me centro en su boca roja, y veo cmo se contornea para pronunciar algo, muy despacio, susurra algo imperceptible. Me incorporo; me siento a los pies de la cama, atnito, mirando su boca. Sus labios se mueven, dicindome algo que no puedo interpretar. No se oye ninguna voz. Detrs de sus labios puedo notar palabras escritas que se entreven cada vez que abre la boca. Casi las puedo leer, pero se suceden a una velocidad imposible. Tampoco puedo hacer foco con la vista. Trato con todos los esfuerzos de descifrar el mensaje.

    Cre que estaba soando. Que me haba acostado mirando el cuadro de La Rubia con chal y su belleza me hablaba en sueos. Hoy puedo sentir verdaderamente los efectos de la flor ponderada.

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    informacin. Digo, o hago o pienso algo y luego de un momento se me olvida. Me falla la memoria a corto plazo. Es por la flor que no recuerdo lo que haca hace un rato o por qu bajo a la cocina o subo al cuarto. Reconozco que suele ocurrir esto en ocasiones similares. Voy a buscar algo a algn lado y al llegar, se me olvid por qu haba ido hasta all. Por lo general cuando me sucede esto, hago un recuento, reconstruyo la situacin y a travs de un razonamiento lgico deduzco qu era lo que precisaba. En una situacin cotidiana, esa laguna es fcilmente superada. Pero estando embrujado por la flor, ir unos pasos hacia atrs en la memoria significa perderse sin remedio. Mucho despus se me ocurre que este efecto es lo que permite cortarle los hilos al globo de la imaginacin que permaneca atada al rbol de la razn y la memoria, y deja que vuele sin limitaciones lgicas.

    Escribir se me complica, porque me siento, anoto una lnea y olvido el motivo general de mi intencin de anotar. O dejo la lapicera y me olvido que estoy escribiendo y me pongo a hacer cualquier cosa y al retomar encuentro frases por la mitad carentes de sentido. O cuando llego a la hoja y me siento puede que ya no posea en mente lo que iba a escribir. Todo esto, sumado a una nubosidad que cae sobre mis ojos que me impide ver con claridad las letras.

    Desde que estoy bajo su control, viv situaciones de las que, a esta altura, no puedo estar seguro si se trataron de un sueo o una alucinacin despierta. En mi mente ninguna secuencia tiene orden y slo percibo confusin. Cuando me pongo a escribir, trato de ordenar un poco las ideas, los sucesos. Me saltan interrogantes extraos. Recuerdo que me despert con el telfono. Como en estado de alerta, me levant y fui a atender con la mente hecha una nube. Imaginaba que seran las cuatro o cinco de la tarde por todo lo que haba dormido. Era Anita. Me preguntaba por qu haba llegado a las nueve de la maana. Qu me haba quedando haciendo, dnde, con quin. No supe qu contestarle. Tampoco le pude decir nada porque no recordaba. Haba grandes lagunas en mi memoria. De hecho me haba olvidado qu me haba preguntado. Le digo que dentro de un rato salgo para el barrio, pensando en salir de la casa.

    Al barrio? Si son las diez y media de la maana! me dijo sorprendida.

    No comprend lo que me deca. Es ms, ya me haba olvidado de lo que acababa de decir. Manejando la conversacin lo mejor que pude, cort y me fui al bao a mirar la hora. S, eran las diez y media pasadas. Es recin ah cuando distingu un claro efecto de la flor y entend que lo que me est pasando es debido a su causa. No retengo la

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    construir, nos llevar siglos.Por la tarde recib una llamada de Lai. Quera

    ver si nos veamos, pero le dije que no porque estaba un poco complicado para salir, por lo de la noche anterior. Lo entendi y se ri. Le dije que no recordaba nada. Le pregunt qu haba pasado. Me dijo que caminaba y hablaba solo en la calle como un visionario. Sigui hablndome, pero al pronunciar las palabras, estas instantneamente se disolvan en mis odos. Su voz me llegaba distante desde el otro lado de la lnea, en otra dimensin. Con una promesa de tocar, le colgu.

    Al volver a mi habitacin la llamada haba interrumpido la escritura o la pintura, volv a mis asuntos. Me tir a descansar en la cama para mirar como haban quedado los cuadros que haba colgado.

    Una de esas imgenes era una foto de la Mquina de Hacer Pjaros caminando por la ruta del desierto. Jos Luis Fernndez, a un costado, caminando abstrado: en el medio, Charly y Moro con los brazos abiertos, saltando y haciendo avioncitos. Y Bazterrica, con cara de nada, en postura de robot. De pronto la ruta comenz a desplazarse como una cinta en movimiento. El paisaje iba quedando atrs. Los cuatro comenzaron a mover las piernas, a conservar su lugar y caminar a medida que la

    Recuerdo despertar confundido por la imagen de un da engaoso, y quise saber qu hora era. Prend la tele y puse crnica para ver la hora, pero no llegaba a leer los numeritos. Todava acostado no poda descifrar los mensajes de los medios de comunicacin a esa hora del da. Al or el ruido del aparato, relacion esa nubosidad en mis ojos con los efectos del gas lacrimgeno que ms de una vez me com en Plaza de Mayo.

    Una vez levantado, di unas vueltas, me prepar un te de tilo, me fum una tuca y sal a comprar puchos. En el camino hasta el quisco, iba atravesando el campito y vea un brillo en los edificios baados de sol y un gris y un verde que se repeta por todo el paisaje. Tena ganas de ponerme a pintar. No obstante la niebla en mis ojos, crea ver todo con ms claridad: los colores tomaban posesin de las formas y rebalsaban sus bordes, derramando pintura, manchando el mapa. Era la revelacin del acertijo de los colores.

    Al volver a casa, me puse a tocar la guitarra y pensar una serie de cosas habladas con Paco y con Fusil:

    Yo no digo nada porque es para empeorar las cosas.

    Dale, si quers destruir la ciudad, lo hacemos en cinco segundos. Pero si quers, en lugar,

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    agotadora que poco recuerdo y se me vienen a la mente los sueos que tuve esta maana entre las nueve y las diez y media. No fue un sueo, fueron varios, y todos embrujados por la flor. Una seguidilla de secuencias que saltaban de una a otra, sin saber dnde terminaba una y dnde comenzaba la siguiente. Cuando despert no estaba seguro si haba sido un sueo o una alucinacin. Pero muriendo el da, los diferencio de la realidad.

    En el primer sueo me encuentro en el living de la casa de Paco. Es la imagen exacta del encuentro de unos das atrs. Estamos sentados en la mesa, hablando mientras escuchamos un tema. Me est diciendo algo. Lo escucho y reflexiono, pero al recapitular, no recuerdo que acaba de decir. Me parece que me pregunt algo, pero ya no s qu. Volteo la cabeza para mirar un segundo alrededor. La casa est como siempre. No hay nadie ms que nosotros. Al volver la mirada sobre l, ya no est. Desapareci y slo puedo reconocer su silla vaca. No entiendo lo que pas, pero tampoco pretendo cuestionrmelo.

    En otro sueo, aparezco en una situacin similar. Estoy en mi cuarto, hablando con Fusil y con Ida, su hermana. Fusil me dice algo que no entiendo y lo miro. Qu?, le pregunto. A mis espaldas, Inde dice otra cosa y volteo a mirarla. Cmo?, le

    ruta avanzaba. Fernndez y Bazterrica caminaban mirando hacia el suelo sin involucrarse en mi delirio mientras que Charly y Moro empezaron a dar pasos cada vez ms ligeros e inestables, revoleando los brazos, intentando hacer equilibrio sobre una lnea imaginaria para no caerse de la foto.

    Esta alucinacin dur unos minutos. Apunt la vista en otra direccin, hacia otro cuadro. Cuando la mir, la rubia sonri. Todava los cuatro an caminaban por la ruta, sin cansarse, an cuando no los estuviera mirando. Los miraba de reojo, espindolos, a ver si todava se movan. Y ah estaban, prescindiendo de mi atencin para existir. Pero el Reojo, lo supe entonces, ese vistazo de refiln, es precisamente el estmulo de la vida de las imgenes estticas.

    Son las doce de la noche de un da agitado. Escribo en el diario mientras no dejo de mirar a la mujer en el cuadro. Me propone:

    Si me libers, te har inmensamente feliz.La dejar libre? Acaso existe la felicidad

    ilimitada? No puedo creerle. Sus artimaas de mujer me desorientan. Mientras pestaeaba lo ms rpido que poda con prpados como alas de mariposa, y le miraba la boca, me deca esto. Me dijo que yo le haba dado vida aunque con una pincelada fortuita, y ahora deba entretenerla.

    Me tiro en la cama luego de una jornada

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    pregunto ahora a ella. Vuelvo la mirada sobre Fusil, pero extraamente ya no est. Doy media vuelta para comentarle a Ida que Fusil haba desaparecido, pero ella tampoco est. En ese momento me alarm. Ya me pareca sospechoso que las personas desaparecieran sin dejar rastro. Tambin comenzaba a preguntarme qu parte corresponda a la realidad y dnde estaban las alucinaciones, como si distinguirlas equivaldra a tenerlas separadas. Pero no haba ni realidad ni alucinacin, aunque todava no saba que todo aquello era un sueo.

    Lunes

    Una duda terrible: Dnde qued mi mochila? Mi mochila! El cuaderno rojo, los poemas de Capuchas, las llaves de mi casa. Poco recuerdo de lo que pas esa noche despus de tomar esa jarra de t con Billy. Muy de a poco comienza a venirme. Habamos ido al barrio a una fiesta en la casa de Rosaura. Tambin estaban Benigno, Lai, el Fenicio. Estaba la banda de los Jbaros, los reductores de cabeza, Agosto & Ca., tocando rocanrol maratnico, habiendo superado hace rato el record del RocknRoll Circus de los Stones. Los pibes del barrio, menos Paco, que el viernes haba abandonado el buque por su estado gripal.

    Venamos desde el loft de Lai. No recuerdo a qu hora nos pas a buscar el Fenicio con el auto. Hasta ese momento, todas las secuencias haban sido registradas. Todo el asunto previo, el primer da, el segundo, las dosis, las infusiones, las compaas, todo estaba anotado en el cuaderno rojo que qued en la mochila.

    En el auto del Fenicio estaban Helena y Jazmn, aunque no estoy seguro de que estuviera Helena. ramos cinco pasajeros: El Fenicio y Lai, adelante, y Benigno, Jazmn y yo atrs.

    En el trayecto hasta la estacin de servicio que est despus del peaje, fui percibiendo las primeras deformaciones visuales. A travs de los vidrios polarizados del carro del Fenicio entraba

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    finalmente una y media pastillas decidimos ir a la parada del ochenta y seis. Por tercera noche consecutiva, atravesaba la plaza del barrio yendo a un mismo objetivo. Y all estaba la planta. Ya le habamos arrancado flores, hojas y ramas, y haban quedado slo las ms altas, a dos metros y medio. Con Billy empleamos el mtodo del cocochito. La idea era que l sea mi cocochito. Yo no poda ser cocochito suyo porque hacia una semanas me haba lastimado el pie bailando. El nico inconveniente era que ste era un cocochito empastillado, todo un reto para un jinete caballeroso. Mi cocochito se tambaleaba hacia delante y hacia atrs y en ese vaivn deba obtener las flores. Eran pocas las oportunidades para atinar el manotazo y tomarlas. Luego de capturar una buena rama, camos al suelo. Con un par de flores sueltas y la rama, juntamos ocho. Descart las hojas entre los rboles cruzando la calle.

    Con cuatro flores cada uno en los bolsillos volvimos a lo de Rosaura para preparar la infusin. Nos facilitaron una jarra con agua casi hirviendo. Dejamos reposar y bebimos. Para matar la espera fuimos adentro a tocar roncarol y tomar cerveza. La fiesta no terminaba. Ya haba amanecido. No s si el Fenicio se haba ido o yo me haba ido con l, si estaba Benigno todava en casa, o si estuvo ah. Lo nico que s es que me encontraba parado frente a la reja negra de casa con mi nmero, el trece, tocando timbre insistentemente, sin las llaves, sin

    una luz azul que iluminaba los dedos de mis manos entrecruzadas, un cuadro rico en abstraccin. Senta un cosquilleo en el cuerpo. Mir mis manos azules y se me desprendieron. Eran las manos de alguien ms, alguien que estaba debajo de mis piernas, donde se perda el asiento. En la estacin de servicio compr cigarrillos y volv a mi lugar. Todo el trayecto hasta el barrio lo hice con los ojos cerrados.

    Hace un rato habl con Jazmn y despus de confundirme ms, me aclar algo. Ella haba estado en el auto, no el sbado, sino el viernes, cuando el Fenicio nos pas a buscar a Paco y a m por Lugano. Estos son los cinco pasajeros del viernes: el Fenicio, Benigno, Jazmn, Felicia y yo. No recordaba qu haba sucedido la noche del viernes. Habamos estado en lo del Salvaje haciendo msica hasta el amanecer. Despus se secut la escena en la que caminaba con Fusil a la parada del ochenta y seis a cortar unas flores, como lo haba hecho la madrugada anterior con Paco, como lo hara la noche siguiente con Billy.

    El sbado, antes o despus de la medianoche, nos pas a buscar el Fenicio por Parque Patricios a Benigno, a Lai y a m. El quinto pasajero de esa noche: Fusil. Habamos pasado la tarde los cuatro en el loft. Almorzamos y cenamos y nos fuimos para el barrio.

    Desembarcamos en lo de Rosaura. Despus de charlar un rato con Billy l se haba tomado media, luego una y para no despreciar lo que quedaba,

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    Record otra imagen de los sueos que tuve esa maana. Fue el primer sueo. Estaba acostado en la cama pensando y de repente aparece ella:

    Jazmn, Cmo hiciste para entrar hasta ac?Salt la pared me dice.

    Se sienta en el escritorio. Yo sigo en la cama, sentado. Hablamos. No pasa mucho tiempo cuando al mirarla, ella desaparece, no est. Confundido, pienso mil cosas. Creo, por un lado, que pude haber cado en una laguna mental y ella esperando que saliera de mi transe, se aburri y se fue. Llegu a pensar tambin que nunca haba estado ac, que lo haba imaginado todo, o que haba confundido un recuerdo con el presente, porque un episodio similar ya haba tenido lugar en mi habitacin una vez ella vino a visitarme y cansada de tocar el timbre mientras yo dorma, trep por las rejas y lleg a mi cuarto haciendo una idntica aparicin. Ahora haba desaparecido. No importaba. Haba sido un gusto verla.

    Al despertar el domingo, luego de la llamada telefnica de Anita, me sent en el escritorio. Debajo de una hoja garabateada con palabras haba un fasito armado que slo faltaba rolar. Poco me acordaba de eso ah. Menos, del otro armado que encontr en el lapicero. Tena los sueos a flor de piel, y con las primeras pitadas, comenz a sonar la orquesta. Muchas de esas secuencias quedaron registradas ese

    mi mochila, sin poder entrar.Estaba esperando a que saliera alguien, hasta

    que me di cuenta que no iba a salir nadie porque hoy era domingo y todos se habian ido. Decid entrar por atrs. Lo nico que lamentaba era no tener un fasito encima, de haberlo dejado en la mochila, porque no me importaba pasar toda la maana fuera de mi casa tirado en el pasto, disfrutando. Pero no estaba seguro de qu hora era. La lgica deca que eran las siete, pero pareca medioda por cmo quemaba el sol de otoo.

    Di la vuelta manzana y trep la medianera. Haca algunos aos que no saltaba esa pared. La cada dur ms de lo que duraba y aterric en un colchn de hojas secas. Adentro me sent a salvo y ms feliz me sent cuando encontr las llaves del lavadero a un costado del horno de barro que me haba dejado olvidadas por descuido o por corazonada.

    Entr, sub a mi habitacin y me desvest. Cuando estaba acostado, me di cuenta que tena sed, que quizs sera bueno levantarse y buscar agua, tomar un t y ponerme a pintar, disfrutar de la maana, y me dorm.

    Estaba herido de muerte por el cansancio. Ya no poda soportarla incomodidad en toda la piel que se mova y el cuerpo que necesitaba descansar y la mente que no paraba. Apuntaba la cabeza en otra direccin, y la guardaba bajo la almohada, un sitio fuera de esta habitacin.

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    puerta trabada. Y yendo de una punta a la otra, estaban Benigno y Fusil, que les haba dicho que me aguanten, porque haban llegado en medio del trabajo de un cuadro. En mi cuarto, me puse a acomodar la pintura, los pinceles, los cuadros. Tend un poco la cama, me prend un pucho y me sent. Ah me acord que los haba dejado en la cocina preparndose unos mates. Entonces me pregunt: Quines estaban? Lai y Benigno? Paco y Lai? No, eran Benigno y Fusil. Los fui a buscar. Desde la escalera les pegu un grito:

    Fusil!Otro.

    Fusil!!De Nuevo.

    Fusil!!! En la cocina no estaban. Fui al estudio seguro

    de que ah estaran, pero tampoco haba nadie. Es ms, nadie haba estado ah porque estaba todo apagado. Qu raro, pens, los pibes se habrn ido sin saludar?

    Despus de pensarlo un rato, llegu a la conclusin que los pibes nunca haban venido. Tampoco estaban Tali ni Sara. Ya saba que era domingo a las doce del medio da, con dos horas de alucinacin a mscara quitada en el cuarto crculo, en el jardn del kajari, en donde sea.

    mismo da en este diario negro.A esta altura poda distinguir estos estados

    de contemplacin hipntica, lejansima, que nada tienen que ver con el funcionar del mundo en muchas de sus dimensiones. Al tiempo que conflictos muy densos como los que existen entre la materia y el espritu, entre el alma y el cuerpo, o entre lo real y todo lo que se ubica por fuera de ella se resolvan silenciosamente.

    Por muchos momentos, me encontr hablando solo, aunque no me senta en absoluto en soledad. Mis pensamientos se sucedan en voz alta y al escucharlos, no poda sino entregarme a una carcajada sincera, al admitir que tena una buena idea en mente, pero que se disipaba tan rpido como cualquier pensamiento. Llegu a sostener pequeas conversaciones con una parte espejada de m que me contestaba tan sagazmente como preguntara. En tales discusiones, no se dejaban de hacer presentes las voces de mis amigos, acotando con reflexiones a mis espaldas. Pero al intentar ubicar de donde venan esas voces, volva a la soledad en la que me hallaba.

    Una vez del todo activo, subiendo y bajando las escaleras, yendo del cuarto al living, saliendo al jardn, al terreno del fondo, en esas idas y vueltas, se suscitaron encuentros con personas que estaban en distintos lugares de la casa mientras yo no estaba con ellos. Sara estaba en la cocina cuando yo merodeaba por el garaje. Tali estaba en su dormitorio con la

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    El tacto tambin se vea afectado, ya que sin una representacin visual definida, los dems sentidos tambin se modificaban al desequilibrarse. Entre la piel y el viento que corra senta como hacindome cosquillas la inconsistente inmaterialidad de mi cuerpo y de los objetos. Un cuadro o un rbol parecan tener la misma textura al acariciarlos y desconocer sus dimensiones. Tambin, por fuera de esto, posea una conciencia del movimiento de fluidos y molculas que exista dentro de m, como si en mi organismo la planta siguiera viva desarrollando otro tipo de existencia. La senta como una constante mano helada que abrasaba mi nuca. Cada tanto me daba patadas en la espina. Me sacuda y senta que todava algo se enredaba en mis nervios. Por fuera, cumpla con la realidad.

    Martes

    El t de ayer, a las cinco en punto como corresponde dosis levsima, dos flores de floripondio y algunas hojas de tilo, me dio los efectos inmediatos de la vista borrosa y la toma del control de parte del sistema nervioso central. La visin borrosa era mnima. Para hacer una prueba, colocaba la mano cerca de la cara para ver cmo se vea la punta de los dedos. Las uas se desdoblaban haciendo un efecto fantasma, que a la vez esfumaba el verde del paisaje del fondo. Leve y sutil pero efectivo.

    De esta manera, la visin borrosa facilita el desconocimiento del mundo que me rodea. Tengo el conocimiento de una planta que crece en el Gran Chaco que al ingresar al sistema humano, ataca a la visin bloquendola, dejndote literalmente ciego para as poder estallar el sentido del odo. En el caso del floripondio, slo produce miopa. El registro visual no desaparece, sino que se emborracha. En este punto de la prdida progresiva del foco donde comienzan a gestarse las primeras alucinaciones, favorecida por la prdida de la memoria a corto plazo y el olvido de todo compromiso cotidiano. Y aqu es donde agradezco no pertenecer a institucin alguna que regule el accionar del tiempo, porque de no ser as esta experiencia no podra haber resultado como sucedi.

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    Viernes

    Mitad de semana. An me siento intoxicado.

    Puedo percibir los resabios de la sustancia invasora

    en mi cuerpo an despus de das de haberla

    ingerido. De a poco voy abandonando aquel mundo

    como se disuelve un sueo. Siento que la puerta

    se est cerrando, quitndole claridad a algunos

    pensamientos, recobrando la memoria y el control

    de la conciencia a travs de la palabra, mientras voy

    extraviando la certeza muda de haber pertenecido

    a otro lugar.

    En estos das, no sal de casa noms para ir hasta el quiosco a comprar el vicio y volver (tal vez distrayndome en el camino al mirar todas aquellas paredes en blanco e imaginar lo que pienso pintar en ellas).

    Ya no puedo ignorar la necesidad de ir al barrio y su viaje ya postergado en das anteriores, para saber algo del paradero de mi mochila, o sobre los sucesos del sbado. Me incompletan estas dos cosas. La falta de conocimiento y la falta de mis escritos.

    Temprano en la tarde, me tomo el ochenta y seis y quince minutos despus estoy llegando a la plaza del Barrio Uno Justicialista. Paco me dijo que iba a estar por el mstil. Al bajar del colectivo, lo vi en el mercado comprando una cerveza. Cruzo la calle y lo saludo. Hace como una semana que no nos vemos. Un poco menos. Este es su primer da en la calle luego de la gripe que lo dej en cama desde el viernes a la noche. Por suerte est mejor.

    De un trescientos noventa y cuatro se baja Rosaura. Viene del colegio, tiene puesto el yoguin de gimnasia. La saludamos y antes que le pueda preguntar nada sobre la fiesta del sbado, me dijo:

    Ya s, tu mochila.Una avalancha de alegra me inund y me dej

    sin palabras. Yo que crea perdido ese cuaderno con la mitad de lo anotado sobre esta experiencia de

    Mircoles

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    Eh, cmo estabas el otro da Cundo Mat? le pregunt intrigado,

    sabiendo que l no haba ido a lo de Rosaura ese sbado porque trabajaba.

    El domingo a la madrugada No te acords? Yo vena del aeropuerto, a las ocho de la maana, sala de laburar. Me bajo del bondi y miro as y ests vos, corriendo el bondi que se te acababa de ir. Me acerqu rindome. Ja ja ja, Boludo! Te pregunt que hacas y me dijiste medio preocupado No, boludo, se me acaba de ir el bondi. Fuimos a casa a tomar un caf. No te acords? No. No sabes cmo estabas. Te di un pucho y se te cay encendido en el pulver, casi te quema. Mirabas para todos lados y hablabas. Yo te deca, Pedro, Qu estas diciendo?, pero no me contestabas. No poda sacarte la ficha del mambo en el que estabas. Te di esa campera tuya que una vez te dejaste ac, porque estabas sin abrigo, y te acompa a tomar el bondi. Llegaste bien?

    S. Todo esto que deca Mateo era novedoso para

    m. No me sorprenda la prdida de la conciencia. Lo que me importaba era esa nueva conciencia que se haba despertado cuando la habitual se haba desconectado. Acababa de recordar que Laicramio me haba mencionado algo parecido en una conversacin telefnica. Segn los testigos del momento ms elevado de la posesin de la flor, mi organismo estaba en plena actividad. Pronunciaba

    das! Ya me haba resignado a no poseerlos proceso terrible y difcil, as como en su debido momento me resign a la idea de la prdida de manera definitiva de la mitad de mi primer novela, Amante.

    Caminamos hasta su casa y esperamos en la puerta mientras buscaba mi mochila. La tena apartada en un rinconcito del living. Me la entreg y me dijo que si me acordaba que esa noche haba estado masticando unas flores de plstico que eran de su mam.

    Cuando por fin abr la mochila, me sent feliz. Ah estaba el cuaderno rojo, sobresaliendo entre muchos otros papeles. Le agradec intensamente y me fui a tomar una birra con Paco.

    Pasamos la tarde en compaa de rostros variantes, algunos que se renovaban, otros permanecan firmes para ver la puesta del sol. All pude recoger algunos de los fragmentos del relato de los testigos del momento lgido en el que la flor se adue de mi conciencia y me hizo olvidar y desconocer. Muriel hizo su contribucin:

    Insistas en que las casas eran grandes carpas de cemento, que tenas que ponerte a pescar con el Salvaje para que tengan algo que comer. Que haba un ro que cruzaba la calle y ms all de los bosques estaba la colina del gigante.

    Un par de horas ms tarde, cuando apareci Mateo que vena de trabajar y se sumaba al festejo sin motivo necesario, una de las primeras cosas que me dijo fue:

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    mirando a ver qu hacas, qu estabas diciendo.Una sonrisa se dibuj en mi cara. Esto que

    Lai me estaba diciendo me daba la certeza de que ya tena todos los elementos que me ayudaran a armar la escritura de esta experiencia que siete das despus de haberla iniciado, an la retena debajo de la piel.

    S que todo lo que pude haber anotado en esos das de envenenamiento, sumado a todas las posibles reflexiones y especificaciones que le poda agregar a futuro y el testimonios de aquellos que como Lai, contribuyeron a completarlo, no explican ni se acercan a describir la experiencia espiritual con la flor, y puede que todo esto no sea una mera mencin de los hechos que ocurrieron. En tal caso me restara conformarme con una visin nicamente literaria y esttica del asunto en este plano. Por otro lado, existe el conocimiento generado con la intoxicacin de la flor. En este momento puedo llegar a entender por qu es tan difcil hacer de este visionario un objeto instruble.

    Tal vez la planta del floripondio haya sido plantada en la tierra por un dios habitante de la naturaleza para, de esta forma, traspasar al hombre sus conocimientos de una manera correcta y armnica. Quiz esta planta haya estado produciendo su veneno a travs de milenios de continuo desarrollo silencioso, y el ser humano, a determinada altura de su existencia, se haya topado

    discursos incoherentes y me refera a personas o cosas que nadie vea; todo en un tono entre proftico y pattico. De todo aquello, slo me llegan fragmentos incomprensibles que no son de mucha utilidad a la hora de la reconstruccin del complejo rompecabezas.

    Segn lo que pudo contar Billy, uno de mis compaeros en la experiencia, de su estado embriagado por el veneno de la flor slo poda recordar deformaciones desequilibrantes. No as haba sucedido a Lai, otro de mis compaeros, ya que el floripondio el mate que tomamos el sbado a la tarde no surti efecto, y esa noche permaneci fuera de los influjos de la flor. Eso le dio la posibilidad de hacerlo observador del fenmeno. Cuando finalmente anocheci y se hizo la hora de comer, cada cual enfil hacia su casa en busca de ese plato caliente. Yo iba a hacer lo mismo, cuando lo veo, desde la parada del ocho seis del mercado, a Lai, que sala de comprar.

    Nos quedamos charlando un ratito de esto y aquello hasta que record por qu lo estaba buscando. Aprovech para preguntarle.

    Chabn me dice con entusiasmo tenas que haberte visto. Tena que haberte filmado, para que te veas, como cuando film a Paco aquella vez

    Entonces?Confiaba en lo que haba podido registrar su

    ojo. Estuve casi una hora colgado de tu mambo,

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    con el veneno de la flor para aprender de ella el paso siguiente para su evolucin.

    Por lo que pude deducir, cada flor que se abre produce un veneno distinto y cada planta da su tipo especial de flor, y sobre todo, cada persona es distinta ante ella partiendo de las motivaciones y de las realidades que habitan.

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    PAPELES SUELTOS

    algo se incendia . despierta la flor . tu perfume en mi almohada pierde el horizonte . toca el cielo . puedo oler . alguien

    se acerca . sus cabellos . me deja conducir .

    por el sendero de pensamientos .

    despavoridas de la luna . ilumina cien lunas . hombres cultivan

    pasionarias maanas habitando el jardn delicioso . las primeras noches en el cielo poblado con

    piedras de dioses y leyendas en cavernas . tremebundo

    goce de mundos . huele a tierra lejana . pies sobre nubes . fantasmas montaas .

    traiga largos caminantes . trasporta el perfume de la mujer flor .

    humo saliendo . voces y flautas . atravesando del muro .

    enamorada de las noches de ensueo .viven del principio . no es el mismo aroma

    el olor de mujer . recuerda siempre vivas melodas de alcanfor . todas vidas pasadas

    son aventuras vividas en un otro sueo .

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    la ms perfumada inocencia . el olor de una flor su perfume narcotizan t .

    dormido bajo el gran rbol del sueo . flor y veneno .

    mueren en el instante y viven slo por la belleza debera morir.

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    Luego de desesperar, esta noche salgo a llevar todas las puertas que estn juntndose en l. Est entrando al bar. Verdaderamente, pas dos veces por l: el da siguiente, la madrugada anterior. O situaciones, algo muy despacio, abrigo y quiero buscar. Reconozco una alucinacin desde la cama, atnito. Me provoc tanto risas en el acto. Decido repetir al percibir confusin. No puedo interpretar. Hasta adentrarme bien

    Le dije mi suceso Me falta

    Se entrevn flores fusionando. Estbamos bien altos, como por el estado que se sucede acompaando al da, hasta que no se vaya el ltimo. Bravo!, deca con unos saltitos durante un buen rato. Y luego, agradeciendo a todos, borracho de la tierra por la que se contena. Me preguntaba por la msica. Estoy un poco del color y la forma.

    Ser frutal como una planta que siempre busca cmo salir en lugar de guardarse.

    Si vieran desde la maana, miraran el fondo. Pero qu mirar, si por otra parte son los mismos ojos que adquieren sensaciones de la honda visin.

    Me trasporto a reproducirla.

  • 72 73

    Corro con la vista, voy tomndolo todo, e s p i r a l a d a m e n t e, suprarreal, hay a b s t r a c c i n .

    Me encuentro lidiando con un aroma. Realmente, con la flor, en algn otro nivel, adelante y atrs. La gravedad larga y fra es la que quiere repetir. Me paro frente a ella. Va hablando en su partida y su llegada.

    Sobresale por su altura, hasta donde puede llegar y un poco ms. Pero nunca me hice a la calle, una puerta ms

    horas de soledad apuntan con su dedo y me pongo a tocar uno.

    Y ahora se apoderan.

    Luego parece desmejorada.

    Lo nico que se abrir a mi paso sern calles cuando sea el momento de la experimentacin. Los que no vivieron todo este tiempo en aquel sueo, tan slo son hojas en mi biografa. Con mucho abrigo a travs del paisaje, subamplificndonos para salir a buscarnos. Nos movamos pacientemente. Pasbamos fro y lo vaco se iba poblando completamente. Muy distinto a todo lo visto. Se encontraba all abajo.

    Cunto fro haca!, chillaba alienado por la enfermedad, registrando una frase coherente en honor a la belleza. Y eso fue lo que le enviaron, algo que qued extraviado. Algo que no era bueno ni malo sino el registro constante de das, durante todo el proceso de expiacin a travs de la visin, el ida y vuelta y los estados que permanecieron lo ms constante posible.

    Aunque aproximado al deporte de los inmviles, soaba un mundo. Era extrao. Mi mente pondera una vez que muere un mundo, luego de estar guardado.

    Estoy sentado en la blanca mesa verde, entre explosiones olvidadas.

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    En mi mente desapareci Con una cincelada fortuita Sin tanta experiencia Como imaginacin Me decido Un sospechoso sentimiento Me hace abrir los ojos la piel Mientras no dejo de Preguntarle al presente Pienso que Algo se debera haber roto Bao mi mirada Como a la distancia Y me dice S qu es tocar el cielo Estar all donde comienza, Claro efecto de mi regreso Todos los cables Haban sido cortados No retengo si haba sido Un largo viaje hacia la nada Los testimonios de las sirenas En sus portadas Quedaron olvidadas Me falla cuando Me pongo a buscar Por mera mencin Me cuestiono en ocasiones Revoleando los brazos

    Estuve en un mismo lugar Sin buscarlo Ya olvid el motivo Estabas hablando de una flor Y su compaa de rostros Estoy escribiendo a mis espaldas Mientras pestaeo Una es el rbol que suea Con la puesta del sol Otra es la belleza que Uno miraba Miraba su boca Tena la certeza de que Junto a su cuerpo v Nos hablbamos

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    con las lunas en mi mente Que a esta altura Que esta noche A ninguna de ellas Puedo pensar Es por la Belleza Comienza a hablar Desconciente Acostado en la cama Se revuelca No se oye ninguna voz Que inicien los cuatro vientos A los que conducen sin esfuerzo No me olvido Estoy mirando su boca Estado de La ruta avanza Revelacin de otra salida.

    Si no hay que destruir esta batalla Experiencia comprobada con luces Haba partido por la ruta Y haba llegado a la realidad Flor que abre mundos Se acerca a describir los abismos En sus movimientos de enlace Susurra extraos interrogantes Reconstruyo, la recuerdo Y me centro en su boca En tierras lejanas Se aprende un poco Son fcilmente Las diez y media Realidades que caminan Transportando cuentos Sin memoria Alerta, Me levant de mi caverna Cada vez que se abre, Cruza y descruza pocas De hecho, en efecto Cada cuatro o cinco veces Que se abre Me pide que abra mi boca Que dejemos hablar Al rbol de la flor de los efectos Una vez adentro Tampoco cre el silencio Le hablara, pero estoy

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    Impreso en El Vaco Existencial en el mes de

    octubre del 2014