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inMn. ».' «7 —A«* »«. l.°-12 de 1923 fu inortc del povla Giulio Haul Mendílaharsu Pensiero irrequieto con ansia di belletzo mii soddisfatla, il core proteso come un arco t¡\¡ando il dardo s'incorda, tul ti i sertsi vibranti aU'armomca ebbretza titila rita, ferino, come troc di Plutarco - r\cl tumulto dell'orda. r/iui J¡i;:a ¡imiUa cantata HW .SIM canto iioft-alpico di luf, di libertó, d'am»re¡ UH canto protdforme. II'poeta é la (<•((• del JIW tfmpo; c sun ranto nintnmiiic iiii<n'la; ri>n di rfd> ntoir, i Ora il poeta dorme. Dortur Vultimo sunno; Veterivi, ¡'improviso sotmo che obbatir l'unnii con ¡inmune stanchezui, stonondfipli la tnrta. K l'imiitiHC *t<jitchr:;<i * hr tortoró tí .>»o viso, ri fr>r,\,,ró Ir labbra, trcmijc drU'i'bbfzxa del pianto. Oh no, U poeta, II porta non muore; ii mía carpo .trompare; la ?HC donna il s*o bimbo vedo* ¡a sua /¡aura in lor so**o febbrüé. L

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inMn. ».' «7 —A«* »«.

l.°-12 de 1923

fu inortc del povla Giulio Haul Mendílaharsu

Pensiero irrequieto con ansia di belletzomii soddisfatla, il core proteso come un arcot¡\¡ando il dardo s'incorda,tul ti i sertsi vibranti aU'armomca ebbretzatitila rita, ferino, come troc di Plutarco -r\cl tumulto dell'orda.

r/iui J¡i;:a ¡imiUa cantata HW .SIM cantoiioft-alpico di luf, di libertó, d'am»re¡UH canto protdforme.II'poeta é la (<•((• del JIW tfmpo; c sun rantonintnmiiic iiii<n'la; ri>n di rfd> ntoir,

i Ora il poeta dorme.

Dortur Vultimo sunno; Veterivi, ¡'improvisosotmo che obbatir l'unnii con ¡inmune stanchezui,stonondfipli la tnrta.K l'imiitiHC *t<jitchr:;<i * hr tortoró tí .>»o viso,ri fr>r,\,,ró Ir labbra, trcmijc drU'i'bbfzxadel pianto. Oh no, U poeta,

II porta non muore; ii mía carpo .trompare;la ?HC donna il s*o bimbo vedo* ¡a sua /¡aurain lor so**o febbrüé.

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LA PERSONALIDAD DEBARRES

MAURICE

Al analizar la peruonaÜdad de Mauríco Barres, se .ha pretendido separar al político del escritor y colo-carlos en actitud opuesta. ¡ Vana tarea es tratar dedisociar esos dos elementos armonizados tan snbstan-cialnunte en movimientos inquietos y ondulatorios:tan infructuosa como obstinarse en demarcar preci-samente el límite entre el pensador y el artista 1

Su obra, su espíritu, originales y complejos, no ad-miten una etiqueta sin sentirse comprimidos, retacea-dos. ; Cómo aprisionar en un nombre, en un sistema,la curva fugitiva y serpenteante de una sensibilidad fDe un |K'i)saiiiioiito rico, añadiremos con Rodó.

jSe le puede calificar, acaso, como clásico, como ro-mántico í Procede de sn época por reacción.

¡Kilósofof Su pensamiento iniit-pendiente no suje-to n ninguna fórimilii, n ninguna escuela, viste la tú-nica luminosa del orto. Sus ideas viven, todo su ser seestremece siguiendo el ritmo do las vibraciones cere-brales.

jNovelMnf jQuó importa M 1>>< personajes abando-nan \a vaga designación de su primar trilogía: r! jo-ven, la joven, para tomar un nombro propio, si o\mundo exterior aparece H5IO como nn reflejo del uni-verso interno, si la acción es sólo mi desprendimientodel análisis íntimo? Aunque, como ól mismo lo dioehablando ñe su método, diseca las almas sin preten-der sacar ideas generales, sus figuras cobran a veces

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, 1KJASU

la actitud y el valor Je u» «¡'libólo. jEl liouL-illcr J*"Le Boman de l'Energie Xationale", no es el símbo-lo de la razón fría, eu "L'Ennemi des Lois". AndrúsMalterre, el de la anarquía idealista; Ciara, el de lamujer en quien la cultura cerebral "ha creado inquie-tudes de hombre, sin quitarle su melancolía femeni-na! jLa tesis de "Le jardin de Bérónice" no establecela concepción harresiana del alma humana, con susdos elementos masculino y femenino f

(Poeta! £1 estilo palero, etéreo, su prosa musical,poseen los matices, la melodía poctica.

jArtista! El Oriente, la España y la Italia artísti-cas desfilan ante nuestros ojos deslumhrados colorea-dos por su paleta, reanimado* por su sensualidad. Esla visión subjetiva de un artista que oelinc sus ciño-'ciones

Esa fusión compleja creó el alma palpitante, la mi-rada de águila, la mueca irónica y desdeñosa del ge-nial autor de "Le Cuite du Moi". Prolijo en vivisc-car las sensaciones, empaña su frase, casi toda suobra, en una bruma que es preciso i>orforar. I «a idease envuelve en una obscuridad rebuscada, los finoshilillo3 se entretejen, se enredan; cuando se ha creídoasir su pensamiento, ya se ha encubierto, nos es pre-ciso volver sobre nuestros pasos, establecer concor-dancias. Esta característica perfila sobre todu "IA>Cuite du líoi". "L'Ennemi des Lois", "Du san;,', dula volupté et de la mort". Con él estamos muy I jo.-tde la claridad psicológica, de la precisión matemática,de un Bourget, de un Stendhal. Barras—jx-nnítasrnu-la expresión—coquetea con el lector.

No basta leerlo, no basta entenderlo, no basta sen-tirio; nos e3 preciso hallar wi nosotros mi>mosrasgo de su fisonomía interna para sillar nirnpderlo.

Mnuri.-<> Barró.- <••? un solitario. K< un a'.'Ti i|tjo

un

l.A rES-SONALIDAD I'E MAl'BICE BABHÉS 5

escuaha y canta sus melodías sin preocuparse, de laopinión.

"Soy un escritor que busca, que pretende crear unpúblico para sus obras", escribe a Bourget. Si logrómás, si llegó a ser ídolo de muchos espíritus escogi-dos que descubren, reflejados con diafanidad fosfo-rescente, las sensaciones indescifrables de su propiaalma, no descendió nnnca a escribir para el público.

Preparada por el idealismo sinnoso y cálido deTaine y de Renán, {cómo acogería, la Francia inte-lectual, su obra de iniciación "Le Cult« du Moi"!Las naturalezas jóvenes hallaban, en el desdén nos-tálgico de su individualismo estético y refinado, elverbo no aún pronunciado, y lo erigían en su maestro.Los reaccionarios sometidos a la regla y a los pre-juicios se estremecen. Presienten el influjo encanta-dor del novicio, que penetra en la carrera en posturade gigante, y hablan do anarquía, de desorden moral.jEs, acaso, posible, edificar una moral sobre la ba-se del culto de s{ mismo, bin ninguna ley, ninguna dis-ciplina! Barres no se erige moralista.

Desde la adolescencia, su espíritu dotado de unamovilidad curiosa y meditativa, pistaba una secretavolnptuósidad en ahondar Ins sensaciones, las oscu-ra'-, las infinitesimales. Ávido de vivir, de utilizar suscnerc-ías, busca desesperadamente la clave del enig-ma del propio yo. Ya hombre, dueño de sus impresio-nes, contempla con mirada melancólica el camino re-corriño, adivina en los jóvenes de la generación pre-sente lak mismas crisis que han atormentado su alma,y ctnpr.nde la (urea de alambicar objetivamente sussensaciones para subir con ellos la cuesta y enseñar-les a vivir.

Disfípnlo independiente de Renán, sin poseer laprofundidad filos<ífica del maestro, lo acompaña cuan-do ronr»vlc> .1 cada uno "el dereoho de forjarse a su

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manera el romance del infinito", cuando dico: "Lareligión establecida sobre el dogma, no bnsta; ollacomprime el espirito humano." . "I^a filosofía y laciencia perseguirán inútilmente la verdad absoluta."Y se aparta del maestro cuando su absoluto en la in-tuición inmutable en el alma humana del bion y delmaL

"No hay ¡deas innatas, exclama Barró*. Hornos míaadición de fuerzas inconscientes y cambiantes. Es pre-ciso descubrirse, cultivarse. Y derriba las fórmula*seculares de bien y mal, virtud.y vicio, pnra consa-grar su dios, su verdad en el culto del Yo.

"La única realidad tangible es el Y o . ' "I,a reali-dad no es inmutable, varía en cada uno de nosotros;es el conjunto de nuestro modo di- \vr, de sentir, dorazonar." "El culto de sí mismo no consiste en arvj».tarse por entero. Esta ética, en \n que hcmo.-i puestonuestra ardiente y única complacencia, reclama dnsus subditos un continuo esfuerzo."

Y sustituye al deber como obligación; <•! deber co-mo sentimiento estético: el bien por ol nmor de labelleza, por la civilización personal.

Uarrés, se ha dicho, jUj'somlriñar sus abismos inte-riores, halla un germen morboso y lo cultiva amoro-samente; es el sensualismo más peligroso; el refina-miento de la sensualidad. jEl "aficionado a las al-mas" desciendo acaso a las sensaciones Rro^crast KIanimal inteligente esconde siempre el nlrnn humanaen la estatua de carne. Si se recrea en fut ir palpitardentro de su poolio "un corazón capaz de los rn.í-t I*--líos desórdenes, jamás sofoca su idealismo, .«abo con-servar siempre la elegancia interna".

Su espíritu elástico po.^o vibraciones mística* par»asimilarse a "las angustias de Pascal". Y llora conél "lágrimas que vienen de las idoai y no d* lasiones." "Lágrimas de una inteligencia

q nen de las idoai y no dLágrimas de una inteligencia qo#

s pa-se orno-

PE UAIT.ICE BABS¿3 7

dona." Tiene aoentos piadosos para sentir "la granpiedad de la Iglesias de Francia". Y los católicos es-tremecidos, pretenden descubrir,nna conversión don-de existe solamente un alma dúctil y comprensiva, ca-paz de encontrar en sí misma el eco de ia belleza detodos los sistemas.

Esa común tendencia a encerrar en un "ismo"cada concepción del pensamiento humano en oposi-ción a todos los demás "Untos", ha creado la Seccióndel renunciamiento de Barree. Y se transforma suegoísmo en tradicionalismo.

El maestro ha descendido de sil "mirador" y semezcla a los gritos de la calle, gimen muchos discípu-los del egotista. El rey depone su cetro, es nuestro,entona el coro reaccionario.

i Por qué colocar a Barres—repetiremos la gastadaexpresión—en la torro de marfil del misántropo f Ba-rrea se aisla en una celda de cristal. La planta deli-cada se cultiva en invernáculo. La visión externa sorefleja en la transparente pared protectora. La raízdesprendida de la tierra se anemiza, es preciso brin-darlo un alimento, un fortificante, arraigarla.

El contemplativo asomado a su ventana observaloí movimientos grotescos y febriles do los Bárbaros;el hastío arquea sus labios, las pupilas siguen insis-tentemente los movimientos de la multitud nnónima,buscan, bajo la envoltura, el alma, el sentimiento, elmóvil, y exclnmn: "Ningún ser humano está despro-visto de poesía." El Yo sediento clama por la accióncomo "propulsora do energía." El contemplador desí mismo entrega al ser activo el instrumento, IJacompaña con la mirada, ordena y rige sus volicio-nes. jSe despoja ñe su Yo o trata de enriquecerlo! Yes para muolios un Barres desengañado de su egotis-mo, orgulloso y ficticio, el que publica algunos años

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o PIOISO

más tarde "Le Eoman de l'Energie Naüonala". Ana-licemos paralelamente sus dos trilogías. (1)

El protagonista de "Le Caite du Al o i", presientea los Bárbaros desde el colegio. La grosería de loacompañeros, la trivialidad del ambiente del liceo,irrita su delicadeza de aJma, y confiesa su placer enretirarse a un rincón del patio para llorar en silencio.

Su organismo reacciona, los gérmenes inconscien-tes empiezan a vivir; el Yo aspira a cultivarse armó-nicamente en contradicción con los que no pertenecena su misma raza moral, ya fueren eruditos o letrados.Asoma una cabeza cariosa sobre las brutalidadesde París; pero la contemplación lo impide sumergir-se en la cloaca. Bajo so mirada desdeñosa, la carava-na de los Bárbaros pasa y se agita en grotescas con-'torsiones.

La soledad moral se agranda, el cerebro vacila, elYo no se basta a sí mismo, llama el alma gemela. Elpoeta que hay en Barres grita en las últimas páginasde "Sous l'oeil des Barbares": "Quisiera llorar, serarrullado; quisiera desear llorar... ¡Ah! tener algoque desear,_ algo que deplorar, algo que llorar, parano tener más la garganta seca, la cabeza vacía, losojos flotantes, en medio tle los' militares, los curas, losingenieros, las señoritas y los coleccionistas!"

{Halló nunca Barres el otro sí mismof |Fué unhombre, fue una mujer! Ni aún n su obra se da porentero, se desgrana en cada una do su.-s producciones;pero nos es imposible reconstruir al hombro. Uarrvsno se confióse. Y puede exclamar con uno do sus dis-cípulos, Francis Hermans: "Entreabro las persianas

(1) «Le Culto du Moi>: •Son* l'o*il dt* fl>'b«iT»-, •l.'howlibre>, «Le j«Hín d» Btrfwcf, «L* Rom«n d» l'Kn-rm» NoioDal*•Lea Dtnctoét», «L'appel au Soldtt», *L«ur> Figure»*,

LA POSONAUDAD DE MAIUCB BA8BÍS 9

do mi alma cerrada al mundo y que calcina un amorvehemente..." (1)

El Yo aspira al amor, a la fusión física y espiri-tual, sin enajenar su libertad interior. El amor ba-rresiano es una cosecha de sensaciones, es la concilia-ción entre la vida sensitiva c intelectual.

El "hombre libre" advierte que sufría agitándosesin tradición. Se interroga, se analiza y descubre ensí mismo una especie de flotamiento. Ahonda la vivi-sección hasta las íntimas raíces de su ser, encuentrala gi-ncsis del instinto de asociación y "se compren-de como un instante de algo que ha existido y conti-nuará viviendo despuÓ3 de su muerte." El Yo se per-fecciona y se aumenta, injertándose lo asimilable delpasado. "A fuerza de extenderse, el Yo se refundo enel Inconsciente, no para desaparecer, sino para au-mentarse con las fuerzas inextinguibles de la humani-dad, de la vida universal." El alma de los otros-indi-viduos, de la sociedad, del universo, te colorea antesus ojos.

El Yo toma un-nombre propio en el tercer volumen."Felipe encuentra un" apaciguamiento a sus inquietu-des interiores en "!.*» jardin <k> Béréniee". El Yo sesutiliza y sale de sí mismo. El cuerpo e* sólo una en-voltura. Sus miradas se pascan con serenidad idealis-ta sobre las elegantes apariencias carnales do Béré--nice para npropiarse do su alma melancólica y sutil."El amor es el esfuerzo de dos almas para comple-tarse, esfuerzo entorj>ooiclo por ln existencia de nues-tro cuerpo, que deísmos procurar olvidar." I.a vidaHpntimentnl e intelectual ocupa siempre, para Barres,el primer plano; il alma no sólo es IIK'H hermosa, sinomtvi«r que el cuerpo.

(I) <Pn*r«« He Sang el d'ailegreme*miM 1823.

l'n'z R o b u d« l'Academi*

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10 IXCUiO LA rEEóO.N'ÁLJU.U) DE MAl'BICE BMtE¿S 11

Felipe intenta conciliar las prácticas do la vida in-terior con las necesidades de la vida activa. Defiendesu To de las intromisiones extrañas, a fin de eutregara la política "sólo aquella parte de sí misino, aptapara comunicarse con los demás hombres." Contem-pla desde su celda transparente Aiguesmortes, Ar-bes; y descubro bajo «1 aspecto visible la naturalezaetérea, la conciencia de las ciudades, de los «^as: sonobras de hombres, irradiación de sí iiasmo.-í, amasa-das con lágrimas y afanes.

El "egotismo divino" de Barres, como lo calificaAflatóle Franee; se alza en un vuelo metafíisico, vibraal unísono en la universal armonía. El Yo se sienteinfinito. . ,

Y pueden todos los adversarios, todos los ingenie-ros Martin, símbolo del espíritu geométrico, intole-rante, cultivado a medias, contrariarlo, asaltarlo, sinlograr turbar su visión interna.

En "Le Román de l'Euergic Nationnle", Sturcl,el personaje a quien Barres haya dado más de sí mis-mo, sienje que una línea, un panto, la "ecuación per-sonal-" lo separan de sus compañeros de Iicoo. Reco-noce que debo reservarse un fondo inmanente y salió-rea en el aislamiento el tumulto de sns Feíisaeione*.

Bouteiller se figura crear individuos desarraigán-dolos de su tierra, de sus familias, para elevarlos nla razón universal Incita a sus discípulos a evadirsede sí mismos, a inmolarse sin reservas a la sociedad.y empuñando la moral kantiana con la rigidez inmu-table de un dogma, pretende imponerles su verdad.

Sturel se agita entre las sábanas de su leeho del li-ceo y siente surgir desdo lo hondo de su alma, osen-ras rebeliones. Inconscientemente intenta desasirsede la garra viscosa y helada del maestro. S« busca asi mismo, quiere ser hombre, luchar, triunfar.

La planta lorena se trasplanta a París. L* carava-

na de los Bárbaros se balancea, se precipita, entre lassombras del crepúsculo parisiense. Ilombrcs pesadoso ligeros a la casa do mujeres, toda la escala de lapersecución al dinero, desde el comerciante millona-rio hasta el desgraciado que busca desesperadamenteuna moneda de cobre para pagar su cena. Cazadoresy presas rozan, codean, sin alterar su tranquilidadideológica, el Yo que se estudia y quiere afirmarse.

Sturcl busca las vibraciones amorosas como un au-mento de su personalidad; más por el placer de escu-charse querer, que por el de sentirse querido. No esla pasión tirana que obliga a olvidarse de sí mismo,es el amor melodioso.

"Vivir para pensar", exclama Taine por boca deun discípulo. (1) "La vida contemplativa C3 un re-nunciamiento", resjwnde Barres por boca de Sturel."Ser, ser plenamente, favorecer todas sus impulsio-nes internas, las intelectuales, lns sentimentales ycombinarlas con la vida activa."

Sturcl advierte en la fiebre "boulangista", el des-pertar de la conciencia nacional. Descubre en sns es-tremecimiento* un reflejo de su concepción de la Re-pública. Los.oscuros abismo» <k» su Yo $.; van clarifi-cando. Bajo la estatua de (Inm)ietta, surge ante losojos ile Sturel, el verdadero Bouteiller. Al chocar eon-tra una masa reacia, el intelectual que, pálido e im-pasible imponía su verdad a unos muchachos indefen-sos, se congestiona, vocifera, insulta. Profesor y dis-cípulo cambian una mirada provocadora de hombre ahombre. Sturel se siente )¡!>ortado.

Recorriendo In Lorena, Sturcl se asimila el rastrode sus antepasados, respira su ah>n¡.*fi'rti en las ori-llas del Mosela, palpa la- huellas ii«> la cadena de los

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1(1) «La* El «tlv.l <!• P«¡n«.

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12 recusoPE M*|-tttli: IHBUC- 13

seres quo trasmitiéndose unos a otros algo de si mis-mos, han contribuido a formar su personalidad.

Esa Lorena, esa "Francia inmortal", reflejo e irra-diación de su Yo, es preciso defenderlas de la barba-rie teutona.

Barres, desde su sillón de la Cámara, escruta"Leurs figures". Su mirada atraviesa las máscarasy revela el verdadero rostro de los histriones. Su cla-rividencia irónica y despectiva, señala los móvilescomplicados y desmonta los engranajes del vergonzo-so negocio de Panamá.

La crisis interna de ambos protagonistas no pre-senta las mismas fases: primero, la vida meditativa,la busca del Yo, después para calmar la «cd de acción,entrega a la vida activa una parto de si mismo y sevuelve todas las noches al retiro espiritual para afir-marse y comprenderse.

£1 egotismo do Barres consiste vn entrogar a la so-ciedad nna personalidad reacia a la sugestión del Jim-Mente; no abandonarle una .substancia plástica paramodelar a su antojo. Cada uno debo esculpir su pro-pia estatua con Io3 materiales que ha recibido de lnnaturaleza. La cultura de sí.mismo es una "¡niro-on-

_logmia" que se eleva a la '"psicoaiiíropogeiiia", pa-ra substituir a las opiniones convencionales la propiaconcepción del universo, en oposición n la tendenciaa recortar el propio pensamiento y encajarlo on tinnfilosofía, un partido político. Religión, patria, moral,tradiciones, no son para Barres entidades ciclópea* alss que sea preciso someterse, adorar di- rodillas; sonfenómenos sociales quo cada uno debo llevarse n sugabinete de estudio para diserarlo», injertarse lo asi-milable y arrojar los desperdicios por la ventana.

No responden unánimemente los dos tríptico* almotivo do la exposición do "ís> jardín u" R.'r.'nicv":"j Advertir a varios lectores incapaces de compren-

dorio fácilmente, que una afición por los °P™ id°« e"*í desarrollo lógico del desprecio de los Bárbaros Jdel culto del Yot" .

RESÉ LEEOT.

MABÍA SARA KBV ALVARES.

Bruselas, diciembre de 1923.

ffl

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1

JEKEZ

Del libro «Cuto* de la Riu> , <p«]o«rf en breva.

Blanca, limpita, alegre, Jada llenade cantares y besos rumoreantes;prendida de jardines lujuriantesque la perfuman-corno una serena

noche del Ecuador; libia, motena,se aparece Jerez a los viandantescoronada de vides coruscantescomo un trasunto de la tierra helena.

El murmullo solar de las guitartatUena toda la paz de loa vergeles;racimas de. oro tiemblan en tea pairas;

aroman por la noche los claveles,y entre un gran bordoneo de guitarra*des trema una mujer coplas de mieles.

VfoTOR PÉREZ Prmr,

EL BAILARÍN

Cada actitud tiende el arco triste del destinomás altó de las cosas de la noche y del dia.Cantaban los collares sobre ti cuerpo adivinoy alegre. iDe dónde viene su álegriaf

Quise encontrar esa pura sabiduría,ese puro tnistetio tembloroso y divino.Mi corazón danzaba sobre mi mediodíacuando oyó en las ajorcas el canto del destino.

Ágil de gozo, libre, fuerte, en los triunfalessaltos.en que sonaban címbalos y timbalessu cuerpo era una lámpara. ¡Su gran cuerpo profundo

bailaba entre las MÓIIÓS .<ol¡tar¡as de Diost...Miré la curva triste Ae «» torso velozcomo si revelase el misterio del mundo.

FERNANDO PBREDA.

1923.

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DE CRÍTICASobre "Critlea Negnll*»*» dn Klrolá» Corana**

Dichosa orieatación la que mueve a proclaros culti-vadores del arte de "Clarín" a internarse por lasvías rectas y simpáticas de la bien entendida críticaliteraria, porque sirve para poner de relieve los ver-daderos valores, de aquellos que, vagando detrás deuna soberbia y alentadora quimera de superiorizaciónespiritual, se han dado de lleno a cultivar el arte deErato o de Taifa, o se han internado en la» quisicosasáe la crítica militante o de las especulaciones históri-cas o sociológicas. Como muy bien me lo den a DanielMartínez Vigil, un espíritu claro, el crítico, para jus-gar a los.autores de valía, debo sentirse con plusvalíapropia; agregando, qué para él, la crítica "era una delas actividades uta» difíciles del-arte literario, p»f*lo es, a no dudarlo, aquella que consisto en extraer eloro de la belleza de la aleación de la poesía o do lasescorias de la prosa." Muy simpáticas y atinadas ponestas reflexiones del escritor nmigo; esa sería ln ver-dadera orientación que supone el dedicarlo n la hon-rosa profesión a que diera fntna oí inmortal l/'opoUloAlas. Pero, por desgracia nuistra, y de las letras enparticular, no todos entienden que la misión del crí-tico debe ser ésa, y esgrimen la férula inafpsterianacomo un bisturí, que tiene por única misión destruir,disecar, pulverizar la obra que lia teniáo la desdichade caer en sus mano?. Ávidos de desabrir defectos yde solazarse con pretendidos errores, son incapaces

nda comprender el viejo adagio que nos dio ce que ea de

. humanos el error: pero para los Zoilos y - los llernio-sillas, no cabe esta sabia premiso. No cocnciben que,como producto del ingenio humano, toda t. obra tiene.que ser necesariamente imperfecta, pues imperfectasson nuestras facultades intelectivas, ya qrjua la natu-raleza no ha dotado a todas sus criaturas» con el mis-mo poder de asimilación de las realidades^ ambientes,ni ba colocado en sus organismos órganoss igualmenteperfecto» Kn el individuo todo ce rclatiwvo; sua sen-saciones, sus estados de espíritu, llevan a inevitable-mente el sello indeleble de sus respectivas! personali-dades. Ya lo dijo de otro modo, pero eoon impecablevordad y donosura, el clásico autor de • "Las Dolo-ras", en loa conocidísimos versos: "Yeae3 que en elmundo traidor, nada es verdad ni mentir T I " , etc

El doctor Ernesto Quesada, eminente historiadorargentino, rae decía no ha, mucho, al disenntir conmigoen una apreciación crítica: "Nada hay más intere-sante que la pintura do la vida, en su prot»teiforme va-riedad: ancho campo tienen todos los tenonperamentos

.- para aplicar sus personnlisimas condicionáis a tan se- -ductorestudio. Ciertamente el homo sum dolí! viejo Te-rencio es exactífimo, por más que: le confio.cso que gns-to de ver concretadas Jns preferencias a lo!o propio co-mo rnza, como tiorruca, como mentalidad.!. Poío, autotodo y sobre todo, la cualidad soberana • en un escri-tor, antójaseme ser su sinceridad: en lo oque el autorconsidere ser la verdad, en lo que el leetoor cica es elerror, la sinceridad salva siempre ni novelista, al crí-tico, al productor intelectual." Muy inter»~fjantes gon,a mi juicio, estas lincas del doctor Qucsaft'h, pues deellas *(> desprendo que el factor individu nal, "diferen-cial, debe ser turnado muy en menta en eí 1 decurso deuna exposición literaria cualquiera. No ess* que 1»« ái-

fnndamentaips ambiente?, de i individuo a, rte sociedad a sociedad, sean eoomo> una es-

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18 ñauo

pecie de salvoconducto para cometer las mayoría abo-minaciones literarias y los más grandes delitos lio le-agramática; entiendo que las diferencias e.sene¡a!e:>de la sensibilidad y de las condiciones intelectuales,emocionales y morales, que forman el alma o la psi-quis de cada sujeto, los coloca en distintos puntos demira, pues ban debido colorir su retina con el retk-jode sensaciones igualmente diversas, a que se lian vistoexpuestos en su paso por la vida.

El crítico no dobe olvidar estas características per-Bonalísinias; como no debe olvidar que él, a su vez, osnn producto del ambiente, y que va a aportar a loacomentarios sobre las obras ajenas su manera de verlas cosas, también personalísima, que es laudable, sitiene un jralor primordial: el de la sinceridad. Perocuando se crítica con un propósito deliberado, conuna mala fe evidente, entonces-, los que n nuestra vozjuzgamos de su labor, no podemos menos de decirnosque el crítico obra oK'deciendo a móviles subalter-nos, ora sea por odio hacia el criticado, ora jwr me-dro personal, o pani crearse unn situación espectableen elcoso de las Jotras, armando algazara y hacien-do gracias, como el "clown" busca el apluuso fácilcon sus piruetas estudiadas. Tal lo que ncontr.-v conla "Crítica Negativa" de Nicolás Coronado, que, se-gún el decir del erudito critico s.'ñor Juan Torr.n-dell, "no se ha contentado mis qtio con blanco* do al-tura", para darse mayor tono y significación. Enefecto: en ese libro se pone en la picota a muchos delos más significativos escritores dol Itío d>- la l'!at:i,entre los que citaremos n Víctor IVn z lVtit, ManuelGálvez, Ricardo Rojas, Delfma Hiingo de (íálvez yotros quo considero ocio.-o nombrar. Ai;reirá el críti-co ño "Atlántida", <nio "la tarea está preñada do di-ficultades, porque, en snmn, esa ríase do crítica, asíreflejada, es vnna y h:i«tfl cómica; f¡ifMl>n«>Tito ü:"nos-preciable en MI p'-quoñVz o insubstancialidad,"

PE carncA 19

El reputado e inteligente escritor quiteño,"mi esti-mado amigo Alejandro Andrade Coello, en su intro-ducción al estudio sobre el artificioso Vargas Vila,expone su situación como procede: "Cortésmente li-diaré contra los que, no desposeídos de ilustración /bellas dotes intelectuales, quieren, por desvíos de es-cuelas, aparecer como corsarios de las letras... etc".Yo, eu este instante, me encuentro en el misino casoque el escritor ecuatoriano. En nombre de la críticahonrada y serena, no puedo dejar pasar por alto estelibro "negativo", que contribuye a concitar odioscontra lu crítica que en este caso llamaremos "posi-tiva". Como ini concepto de lo que debe ser el críticodifiere en absoluto de lo que supongo entiende por talel señor Coronado, creo de interés hacer algunas li-geras consideraciones sobre el asunto; no para di-,suadir al escritor argentino de que continúe i'ultivnn-do el género o especialidad .escogida, sino como unasatisfacción de carácter íntimo, y en defensa de lacrítica creadora y fecunda.

En el libro que Heva el sugestivo aunque ingrato tí-tulo de "Critica Negativa", raro es el títere que que-da con ealieza: su autor, ya nos había sorprendidomás de unñ vez con sus escritos, desde Ins columnasde "El Hogar" y '/Nosotros", de Buenos Aires; di-go sorprendido, puesto que a un escritor que sólovive por y para la negación, poco o nada tienen queagradecerle las letras de su país, pues una obra ne-gativa, en lugar <ie crear nuevos y eficaces valores,no tiende más que a demoler, lo que indudablementees mucho más fácil que crear; y, lo (pie realmente nosdece|>oionn, es que en e le raso, el que cultiva la tristelierencia de Fray Candi!, no goza de personalidad su-ficiente como para colocarse al fronte <io los valoresliterarios rio su país. No niego que el .-••ñnr Corona-do no carezca de inteligencia e ingenio: lo que creo apies juntillas, es que el autor del libro en cuestión,

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_'V ñauo

ha empleado ntny mal su3 dotes de escritor, dandi»un eficaz punto de partida a aquellos que •>£> rompía-cen en desprestigiar la crítica, basados, como en estecaso, en comentarios como los del señor Coronado, es-critos con una bnena dos¡3 de "partí ¡iris" y con in-justicia evidente los más de ellos; y otros, aunqueacertados, no revelan al crítico habilitado para el"doble ministerio de justicia y orientación que le i:icumbe hoy día, quizás más nece.-ariaim-nto que enotros instantes do la evolución de la literatura ríopla-tense."

Leyendo la "Divagación Preliminar" con qn<> nosobsequia el escritor de "El Hogar", se e.-ha de v.-rde inmediato, que no procede con sinceridad; p;ie,1103 dice, refiriéndose a su libro: "que en vnno -<•buscará en sus líneas un rasgo -de exaltación o de có-lera. . ."; "Crítica Negativa" destila cólera por loscuatro costados, aunque endulzada, o diluid.» si sequiere, en sus páginas, por la aparente humildad qti*alienta en ellas, y que aparece a nuestros ojo, romomuestra do la más refinida unilati-raliración de cri-terio. En esa misma "divagación", el autor nos diceuna gTan verdad que C3 imposible desconocer, y <\Ü^me complazco en poner de relieve, como inue-tra d*ltalento del señor Coronado; dicen esas líneas: "Cadauno es como es, y hay que tolerarme. Mis poqucñivdesahogos literarios no alterarán el ritmo de la na-turaleza, indiferente y fecunda. Los astros seguiránesparciendo su luz a pesar de todo." Es l.i únv.iverdad que contiene todo el libro, según tonino enten-dido ya se le ha dicho al señor Coronado, y es en vir-tud de ella que quedan vindicados los escriture, ivnsurados por el autor.

Si el señor Coronado se concretase a comentarasuntos de su tierra y libros do autores argentinos,no hubiera preocupado nuestra modesta atención conel barbnrismo que dice el señor Ricardo Rojas' ha te-

íDE CHÍ1ICA ¿I

nido la desgracia de cometer en las tres mil páginasde su obra, ni sobre el acendrado catolicismo de llugoWast, como tampoco nos hubiera interesado mayor-mente "La Tragedia" del señor Gálvez; djeen porahí que al buen callar llaman Sancho, y yo, en estocaso, no hubiera osado entrometerme en esos asun-tos regionales: allá, en la Argentina, hay buenos crí-ticos capaces de darle una rotunda lección al icono-clasta. Pero es el caso, quo el señor Coronado arre-meto, lanza en ristre, contra uno de nuestros másprestigiosos literatos, el doctor Víctor Pérez Petit,en ocasión del reestreno de eu "Principo Azul", enel teatro "Liceo" de la vecina orilla. Si Coronado selimitase a señalar defectos o a comentar virtudes, ensu labor crítica, no hubiese hecho otra cosa que .cum-plir con un estricto y primordial deber de honradezliteraria; pero no ha sncedido así; y so pretexto dehablarnos do "Kl Príncipe Azul", nos enzarza unaserie de consideraciones fuera do lugar, que no tienenel más mínimo andamiaje que las fundamente,— 4<*loello enhebrado de burlas, sátiras y ataques persona-les, <|ue revelan hasta al más lego un inexplicable ren-cor rontra la personalidad literaria del escritor uru-guayo. El señor Coronado sabrá los motivos do mal-querencia que ten^a para con el doctor Pérez Petit;pero nosotros, a fuer de sinceros, vamos a decir, enhonor n la verdad, lo que eso desahogo literario re-presenta.

Coronado se permito dudar dnl "talento" (iel duc-tor Pérez Petit, y frusta ropr-'s^ntáríelo. setnín pro-pia confesión, "deambulando por las calles de Mon-tevideo, joven y orgulloso d» sus preocupa'in?i(- lite-rarias... etc.", y airrejra (|ne, con el andar fiel tiem-po, "estmnó ''La Rondalla" y fue suee«¡vamcnt'» pu-blicando versos, novela*, artículos y hasta fun'ló va-gas revista* literarias..."

Ente lenguaje despectivo, le sienta muy bien al crí-¡i1

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tico: así, dudando del talento de los diniñs, él so 1103presenta como un hombre do talento superior. Asítambién, reventando en globo a quien ha escrito wr-sos, novelas, críticas, dramas, etc., él, que no ha o 3-crito nada elogiable aún, parece un espíritu enciclo-pédico. Pero no nos detengamos en ello*. Kl señor Co-ronado puede tener sus opiniones particulares y,cuando su crítica disiente de la opinión quo numero-sos escritores han vertido sobre el doctor Pérez l'e-tit, su varapalo puede resultar el aplauso consagratorio que faltaba. Vengamos a esa palabreja que pa-rece encantar al criticó.

¡Qué entiende el señor Coronado por "vagas" re-vistas literarias! Kmpezaré por manifestarle que eldoctor Pérez Petit no fundó "revistas", nsí, en plu-ral, sino traa sola, la cual seguramente el .«wior Coro-nado no debe conocer ni de vista, ptu-s son muy raraslas colecciones que se conservan «!<• "La Revi.«ta Na-cional de Literatura y Ciencias Sociales", que trasun-ta uno do los más intensos movimientos literarios quoregistran los añales de las letra< americana*. Pi<v "Torrendell a este respecto: "Audacia de.Mi.' luego, senecesita para cometer la manifiesta injn-ticin. de ocu-parse despectivamente del notabl" <\-rr¡t»r n nigua-yo, autor de excelentes obras do arte y crítica, lite-rato de vastísima culturn y uno de los fundadan--. i]''la inolvidable "Revista Nacional", quo n.> tuvo nadaabsolutamenteüie "vaga", puesto quo o.nr.i •t<T¡7.'> unaépoca intelectual dp Montevideo, etc.". "L.i Hrvi-LiNncionnl" acogió en sus páginas l.-i«i prodmviono.* d»los más brillantes ingenios do mn)<a<« márgi-m-s delPlata y nún de Hispano-Ainfrici. ]lo-?n:iiwr esto,importa tanto como negnr una V'-rdnd ¡íuornática.Poro en esto también el crítico argentino puedo per-mitirse un rasgo do nrigin.-ilicind, nfírnriti.lo |o qnflcontradiga el s«ntir cic todos. Dignnuis snt.imptitp queen esa "vaga" revista, fueron inserta* mur-fias de la»

t)K CRÍTICA 23

más brillantes páginas,de su oodirector, el eximioJosé Enrique liodó, quien, más tarde, alcanzaría conellas precisamente el renombre y la admiración uni-versal. En esta "vaga" revista publicó el doctor Pé-rez Petit aquella serio de estudios ¿obre los nuevosescritores que entonces imponían su reyecia en elmundo intelectual, estudios que, reunidos luego enforma de libro bajo el título de "Los Modernistas",lograron para su autor el aplauso de algunos que sa-ben un poco más de arte y de letras que el señor Co-ronado.

Por lo demás, el misino señor Coronado &e encargade descubrirnos la sinrazón y temeridad con que ata-ca al doctor Pérez Petit, cuando nos da a entenderque no hay nada que valga de lo que ha publicado en

-"un total de treinta volúmenes". ¡El señor Corona-do ha leído esos treinta volúmenest Pues ha realiza-do un estupendo milagro. Ni los más íntimos amigosdel doctor Pérez Petit pueden vanagloriarse de haberleído esos treinta volúmenes. Y la razón de ello nopuede ser más sencilla: el doctor Pérez P«tit no hapublicado, entre libros y folletos, arriba de catorcevolúmenes. Lo demás de su labor, lo conserva inédito.

IiO que ha pasado en realidad es esto: en uno de losúltimos libros ciados a publicidad por el escritor uru-guayo, apareció en la anteportada la nómina comple-ta de las obras do Pérez Petit; pero en la imprentadescuidaron distribuir los publicados y los que aúnno habían sido dados a la prensa; y el señor Corona-do, con esa buena fe que ól mismo nos rrvela, dio porleídos todos ellos, y así, en bloc, los clasificó de ma-los. Ksto traspiés del crítico argentino basta paradescubrir a los lectores el valor y significación de susataques y demasías.

Kl señor Coronado se admira también de que ennlgiinos de esos volúmenes se hayan recopilado hastatres obras de teatro. El critico de "El Hogar" debe

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•¿i muso

ser muy mal observador: tengo al alcance do mi ma-no algunas obra3 de áon Jacinto Benavcntc, y puedoanotar, qno el insigne dramaturgo español ha publi-cado sus obras a razón de tres y aún más por vol.i-mt-n; Martínez Sierra, como Linares Jiivas, los her-manos Álvarez Quintero, etc., acostumbran a publi-car ana sola comedia en un volunuu; p<-ro, al dar alas prensas la edición de sus obriu completas, h:ic> nlo que todo el mundo, y lo que ha hecho el escritoruruguayo, es decir, imprimir varias obras en un vo-lumen, i Qué delito hay en ellof

Coronado afirma en párrafos posteriores que l'é-rez Petit "vivé en literatura, que camina en literatu-ra, etc., e t c " . Esto me revela, de una manera defini-tiva, que el articulista no conoce al aplaudida autoráe "Entre los Pastos". Nada más antojadizo y con-trario a la verdad quo esas aseveraciones. Kl doctorPérez Petit es, precisamente, uno de lo» pocos c-.-oii-

' toros uruguayos que no "posan" para la litera-tura. Vive encerrado en su e-asa y muy )x>cos son losque llegan basta él. No pertenece a círculos ni cania-.rillas; no va-ul café literario siquiera; no habta jamásdo literatura. Para verle, para arrancarle una opi-nión,- para-tratar con él de asuntos do literatura, hayqne lograr primero su amistad y asediarlo «i-.-p'V-*.Hablará de arte con Vaz Ferreira, con Zorrilla deSan Martín, con Martínez VÍRÍI y otro.-> así, como an-tes hablaba con Kodó; pero, créalo el M ñor Corona-«lo, con la» demás personas con los coronado-i y ¡mcoronados, habla de cualquier co<.i, menos (!•• litera-tura. En cuanto al círculo do atiii'.;o< intimo-, rt • • •<•núcleo de amigos que rodea al doctor Pero». Pi tit, - nestar constitníüo por un "chauffeur, ti:i mrv7.o detienda, un anarquista y un vendedor d.' quinielas yredoblonas", como el del señor Coronado, sesrún pro-pia confesión, lo constituyen personas de nuestra so-ciedad, desvinculados por completo del movimiento

L>£ CKÍTICA •¿o

l i terario: esto en cuanto a sus amigos habituales.Pero aquí, antes de pasar adelante, se rae antoja queel señor Coronado ba cometido un error imperdona-ble al contar entre sus amigos a " u n vendedor dequinielas y redoblonas". Hasta abura, yo conocía só-lo corredores, e individuos quo llevaban jugadas dequinielas y redoblonas, pero, debo confesar que ig-noraba que las quinielas y redoblonas so vendiesen.En adelante, uiodificarú mi criterio al r e spe to . l i ebeoho esta pequeña observación, que carece en abso-luto ue importancia, siguiendo la " v í a " crítica delseñor Coronado. Después de leer su. libro, es induda-ble que se me ha " p e g a d o " algo.

Pa ra no hacer muy extensas estas ligeras conside-raciones sobre la personalidad del doctor Pérez -Pe-tit juzgada por Coronado rdiré , que a la opinión delcrítico de " K l Hogar" , prefiero las de Julio Cejador,Miguel de Unamuno, Martiniano Leguizaruón, Fran-cisco Villaespesa, Juan Torrendcll, Manuel Bueno,Mas y Pi, Eduardo Ferreira y tantos otros reputa-dos escritores, que han juzgado con elogio la brillan-te personalidad xlel creador de " L o s Modernistas4 ' .

Ante3 de terminar, me permitiré hacer algunas pe-queñas observaciones «lo carácter general, que el se-ñor Coronado me ^perdonará.

Kl léxico <ii¡e emplea el crítico de "Kl Hogar" , noes un dechado de perfección y do belleza. Dice, en suartículo sobre "Iva Ola" , dol poeta mejicano señorMedir, üolio: "Knliendo por drama d" ¡dea», aquel,m 11 cw!¡, r¡ autor...". Ksto £iro no afrodita a uncrítico suvero. Además, el señor Coronad') hay vod>sqtn1 no piird(> sustraerse al eonsurablo procc<iimi''nt'>ile los 111 ira res comunes, romo en r-1 CUSO • !,• la? "canv-piñns", t|ii(« para él son siempre " rumorosas" , y quepara mí, vnlen Unto como lo» "murmur ios" , s^andel tipo que fueren, con que nos obsequia el señor Vi-<*nte A Salaverri en " K l hijo del león" o en " E l hijo

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2o

de El León". El señor Coronado, además de lo do"campiñas rumorosas", que repite en la página 10Ude su libro, nos dice que "el valor intrínseco c¿ lamoneda de la inmortalidad". Si Perogrullo viviera,es indudable que el señor Coronado reivindicaría parasí la gloria del descubrimiento. V, para terminar,diré que el autor de "Crítica ÍTegativa", bajo una ac-titud beatífica y a menudo ingenua, que pretende pa-

- sar por ironía fina y sutil, quiere, a nuestro entender,renovar !a manera de los "Paliques". Pero, bien seadvierte que no llegará, pues a pesar de que el señorCoronado no carece de ingenio, no tiene ni la prepa-ración, ni la inteligencia, ni la autoridad que hicieronla gloria inmarcesible de 'Clarín".

Y ahora, querido lector, vaya esta breve postdata:be escrito lo que antecede por puro "dilettantismo";no por odio personal, contra una persona que me esdesconocida en absoluto, ni porque el señor Corona-do me haya hecho el honor de apaleanne alguna wz.Las cumbrc3 no descienden a cultivar el trato de laslomas;,pero, desgraciadamente, a veces sé" encegue-cen con el brillo de las nieves eternas.

ALFREDO S.

•Julio 11 de 1923.

COMO UN AHO DE SÁNDALO

Carne de las mujeres, fragante carne de oro,hecatombe en que mueren mis dolientes sentidos;entre mis dedos griegos gentilmente desflorocomo rosas de otoño los senos florecidos.

Amo~la carne rubia más que todo el tesoroque se encierra en las an-as de los favorecidos,la carne me entristece, con ella sufro y lloro,pero iras ella corro, como los poseídos.

Ante ün cuerpo rendido mi dolor es profundo,pero como dios hacen la delicia del mundopii pobre, carne flaca arde como un carbón.

Cuando supo ini boca de la niirl femeninamu alcé vibrantemente y tu la loca hornacina 'como \in oro dr sándalo tiré mi coiaión.

O TORRES RIOKECO.

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DOS CAAPÍTULOSDON QUIJOTE

En toda la extensión do > mis lecturas destaca la figu-ra do Don Quijote corno U de un scmhüós, hijo dohumana naturaleza, con sea fuerte y original ideolo-gía. No conozco nombro salguao crcano j>or la genia-lidad humana quo represe,ente y «ugiera con más efi-cacia y precisión el verdaftdero carácter de los espiri-tes esencialmente idealist&as, «jue «1 bueno y generosopersonajo del ilustro Mañaneo de Lepante, en su slm-bolismo sublime. Con rasgo-os aiílailos podrá habvr mu-chos que le igualen- y batista ÍUJKTCH. A'I.TIMIOÍ» -ennno3 niá3 perfección cstéütiea; ni otros, más fxaotosentido limitado de la vei rflari, que reproíi ritan, uú*concisión y poesía, y aún,,, monos difuso divagar porsenderos no siempre acato-ados por la crítica; poro,ningún personajo noveladoo más humano y universalque Don Quijote; ningunoa que nutriera m.iri noblesideales rn su -actitud rio d«!<fenjor di- lo, <Krvh<>> ho-llados y la justicia cícarnr.wid.i; ninguno má» intré-pido y generoso que ó!—y coa generosidad espiritual,quo os la más grande ño IHM .i onoro.sida'lf.-—fronto atodas las negaciones mate^rialistas rn pugna con susideales de loco iluminado vy an<larii-go.

"Ariol" es otra co=a; punes, aunque riprc-onto "i*nel simbolismo de la obra dr>«? Sh.ike?p<\"irr\ la parí»' no-blo y alada del espíritu", r-wno lo f|iiiiT.-> Hol.'\ y aúncuando sea, asimismo, minero lo es para el, "f*l ¡¡nporio

rx'.v

de la razón y el sentimiento sobre los bajos estímulosde la irracionalidad; el entusiasmo generoso, el mó-vil alto.y desinteresado de la acción", su misma es-piritualidad, y su vaguedad ideológica lo alejan de lasmasas humanas que es el medio de acción de DonQuijote. Don Quijote es lo universal, el espíritu idea-lizado de la humanidad en sus más nobles aspiracio-nes e ideales, como Sancho es parte de la masa oscu-ra de su pueblo con todos sus defectos y todas suscualidades.

He dicho que "Ariel" es otra cosa, porque el sen-tido real, vivo y humano del Quijote, está más próxi-mo, más encarnado en la arcilla humana quo el sim-bólico y espiritual hijo de Shakespeare, al serviciodel viejo mago de "La Tempestad". "Ariel" es todosimbolismo, todo vaga abstracción, ideológicamenteconcebido en un estético esplritualismo .sin el caudaldo humana y palpitante vida quo nos ofrece DonQuijote; porque c3te sí, es viviente realidad, carneviva; carné de nuestra, propia carne y con nuestra

• propia naturaleza, aun cuando nosotros, en las prác-ticas de la vida, nos sintamos mil veces inclinados apracticar acciones que son la negación de todo nobley generoso ideal, pues por algo es él superior arque-tipo do la humanidad.

Todas las evoluciones humanas han sido siempreel fonóo do la visión de un espíritu idealista, en loque I1011103 llamado un visionnrio; porque todas ellasantfs do pa=ar n la realidad, antes do hacerse carnea los ojos do lns incautas multitudes, y, desde luego,mucho antes aún do arraigar en el espíritu de lospueblos, han vivido, n voces, muchos lustros en el ce-rebro calenturiento y niá." do una vez menosprecia-do, del quo hoy llamamos con admiración un idealis-ta. No importa qiip muchos de ellos hayan practica-do luego materialismos negativos; en su fondo, ori-ginariamente, todos olio?, los precursores, los visio-

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:¡o ñauo

-narios, sintiéronse impulsados jwr un dinámico idea-lismo.

Un como fuego sacro anima a estos i-ájitritus de se-lección, Quijotes enamorados de una idea, hasta con-ducirlos a la meta de sus aspiraciones. lx> que en lapenumbra dn las masas humanas es viiigina imi>ene-

' trabio, se torna en estos cerebros, luz meridiana riila impalpable lejanía de los tiempos. Tienen el donde las prolongaciones espirituales m ¡:i historia hu-mana y son ellos los únicos profetas de ¡as civilizacio-nes superiores, aunque no los ilumine la luz divinacuando el genio decora sus cerebros. Y doquiera sur-ja un idealista, veréis como siempre toma, conscienteo inconscientemente, el sendero del iluminado DonQuijote, el que virio con su esoudoro en un «torno diá-logo sobre el ideal, el interés y la vida.

ÍDOLOS E IDEALES

Interesante página seria la que un jx-iiMi-ior des-poseído de estrechos sectarismos, podría darnos so-bre ídolos c ideales. Son ídolos para una parto de lahumanidad los "'sentimientos que son ¡denles para otr.iy viceversa. jNo cabe, pues, fijar en qué radian la di-ferencia' real de los unos sobre los otrosí Franca-mente, tarea es esa cuya realización <.•-, imponible,porque todo lo quo hoy es ideal viviente ci.- nueMraevilización—descartado, desde luego, el idea! religio-so, que está con Jesucristo divino y liuiiiano, pur en-cima de toda banal literatura—sorá innñnnn alterna-tivamente valor caduco y valor positivo <n la pers-pectiva inapreciable de los siglos, ya que la mayoríade aquéllos no representan más que un breve momen-to en la historin de los humanos.

jCabría argüir que el culto de los id« al»- conocí-ño?, a veres gastados, repudiado^ otras-, siirninVa ca-

Ii E II>E.lLfc8 ; j l

rencia de reía al personalidad, pues almas así cspiritual-mentc formamdaa por extrañas influencias, poco pue-den aportar a los más grandes ideales que van elabo-rando en loss pueblos en permanente gestación, suverdadera p«»<rÉonalidad colectiva! ¡Cabria negar efi-cacia a la ooontribución que cada uno aporta a la so-ciedad do qui»e es partet De ninguna manera, pues porel contrarío, , pienso que si es la ruta do los elegidos,de los que llelevan en el cerebro la luz encendida do losinmortales, lila que marca el derrotero a la mayoría delos humanos.a, en cambio, es de la diversidad do doc-trinas y de lila concepción do los más opuestos idealesque surge wiva y palpitante osa personalidad colec-tiva.

La vida es»stá bcaha, indudablemente, de, realidadese ilusiones, vy acaso sería mejor aún decir, que se vadesenvolvientido con ellas; pero como las unas y lasotras, siguiei-ndo una ley que los materialistas juzganineluctable con el sentido práctico y positivista de lavida, tinidotm a. excluirse mutuamente, en saberlascombinnr y darles cohesión más o menos forzosa oconveniente está el más trnseenñontal problema parala dichn huinnana. Y ntinque los desencantos lleguenhaciéndonos amarga la existencia, el alma sedientade ideales grruar«lará siempre on su fondo, como vio-Inda caja dot» Pnndorn, una eterna esperanza. Y esque nunca e.i-s Imcno vivir sin un pequeño caudal decara» y nmalihlc» ilusione?, sin íHnlos inofensivos que,si un día itie "«poTndo mueren, es ca?i siempre para ce-ñor su ¡Hic'xt Jto on el alma ingenua de las criaturas ann nuevo y - pov)U<»ño dios terrenal quo so yerguotrinnfanto errei la-s extensas latitudes del alma.

jPnr quí h**ipniO6 <}o ocultar nuestra devoción o míe*-

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T

tro afecto a grandes y sencillos idealea que sentimosen la conciencia; a santas y paras ilusiones que noianiman y estimulan, si ellos—faena es confesarlo—forman el ánima imponderable do nuestras más carasy nobles inclinaciones y de una felicidad huraña e in-conquistable casi siempre, pero no por eso menos an-helada y perseguida f

Afirma Maeterlinck en un interesante capítulo desu admirable obra "La Sabiduría y el Destino" que"el alma no es, sin duda, sino el más bello deseo denuestra inteligencia, Y Dios a la vez, acaso no es,sino el más bello deseo de nuestra alma." Hay en este'pensamiento de manifiesta incredulidad religiosa, undejo de espiritual misticismo,.una implícita confesiónde la necesidad de forjar ideales para' la vida, aunquelos hombres se tilden con el mote de idólatras y feti-ohistas los unos, de esoépticos, positivistas y retarda-tarios los otros. De lo que se deduoe, que lo quo im-porta es amar con altura y abnegación; creer, tenerfe en el ideal escogido para la devoción y el sacrificio,no decir que se ama y conservar el alma fría, huér-fana del noblo sentimiento que todo amor o inclina-ción profundos engendra en las almas bien nacidas,porque, entonces sí, nuestro culto será un culto feü'chista, y nuestra actitud la de un hipócrita impostor.

Forjemos, pues, ideales para la vida y animadospor un soplo de propulsor dinamismo, sea nuestra su- N

prema aspiración la conquista de los más nobles ypuros.

MANDIL AOUIAB.

LA MUERTE DE LOS TROVADORESNóvala, del ligio XIII

La hUioña da U conciencia americanae« la hidoria d» la conciencia europea, peroetta hittoria común tolo *«ii en Europa.

CAPiTCLO I

El agua d» Tlda

ilat-se Teodoro Rodclet era célebre por sus curas,no sólo en Tolosa, ciudad de su residencia, sino tam-bién en todo el Languedoo, tanto en el Languedoopropiamento dicho, como en la Provenía, el Lemusin,el Delfinado, la Auvernia, el Rosellón, la Quyena y.

-esas demás tierras del Sur de Francia, unidas' másque por una lengua común, por un común monosíla-bo: OC. Y era célebre Rodelet, desde Limoges a Car-casona, desde Taires a Beiier, Foix, Nimes, Narbo-na y hasta la misma Montpcllicr, emporio de la me-dicina ubi font est artis phisicae, que ya se insinuabaheredera de Salerno, la Civilas Hippocratica.

Al igual de casi todos los sabios de aquel incipien-te siglo XIII, era Kodelet un espíritu universal, su-mergido en la suma de loa conocimientos. Pudo de-cirse de él, como años más tardo había do decirse doAlborto el Orando: magnus in magia, tnajor in philo-sophia, maximus in Ihcologia.

Poro no era un estéril solitario do la sabídnría, unhermético. Estaba modelado on ol reverso. Diríase unpuerto abierto a todas las rutas; puerto do salud lia-

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cia donde bogaban, impelidas por la esperanza, todaslas barquillas de la humanidad doliente. Mezcla decharlatán y de conocedor. real de algunos misteriosde la Naturaleza; mago a veces; herborista casi siem-pre; docto en sangrías; partidario decidido de lospurgantes suaves, segúu la escuela árabe; celebran-do consultas a menudo con las sombras de Hipócra-tes y de Galeno; ya leyendo sus diagnósticos en lasorinas, según las reglas de la uroscopia, ya penetran-do los misterios do la enfermedad con un golpe genialde intuición clínica, Rodelct era una necesidad social.

Habitaba, como muchos de los burgueses enrique-cidos de Tolosa, uua cusa-castillo, algo semejante alas fortalezas erigidas en los campos por el señorfeudal. Tolosa, como las demás ciudades libres delLanguedoc, abundaba en aquellas fábricas de piedra,coronadas de cuadradas torres, adarves, almenas ydemás arreos de una arquitectura de fuena. Molécu-las del Todo urbano, células que se habían asociadopara formar el cuerpo de la ciudad, osos castillos o

_ casas-fuertes, tenían energía propia, individual. Nose sabría si se miraban torvamente, enseñándose losdientes, o si se habían congregado pnra constituiruna fuerza de cohesión capaz de oponer un núcleo vi-goroso contra comunes enemigos. Tal vez tina y otracosa. Para el enemigo de fuera casi bastaba la cintu-ra de piedra que envolvía el conjunto de la urbe, mu-ro donde se estrellaban el poder del rey de Francin yel poder moral del Papa, ese terrible poder de la Igle-sia que abatía las cabezas de los emperadores. Den-tro de la ciudad, rl burgués tenía que defender fue-ros y prerrogativas do su earta-puebln, n que hoy lla-maríamos self-government. jContra quién f Contrael egoísmo virtual del burgués de enfrente, y hastaquizá del instinto ancestral del propio conde, cabezacoronnda de la autoridad de la República. Y en la to-

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rro del castillo de cada burgués, velaba el derecho conel arma al brazo.

Pero en la torre del castillo de Rodclet, en vez delcentinela de hierro, velaba el genio de su dueño sobrola salud de la ciudad. Vedle allí, entre sus matraces ytubos de alquimista, entre sus herramientas de qui-rurgo, pues no desdeñaba cultivar el arte bastar-deado por los barberos; vedle entre sus potes y redo-mas, embargado ahora en la contemplación de unanueva maravilla.

Sonríe. - . . .Pero su sonrisa se ha cortado bruscamente. Es que

acaba de penetrar en la torre, un severo censor. Por-que Rodelet, oráculo do la ciudad, tieno un censor se-vero, un contradictor implacable. Y no es, como fuerado suponer, un sabio colega. Esle censor es un serdulce, delicado, de graciosa cabeza apenas asomada ala vida. Es Áurea, su hija Áurea.

Teñí Áurea diez y odio años. Pero contrastandocon tanta juventud, ardía en sus grandes ojos negros,una llama singular, en lasque parecían madurar pre*maturamente los frutos de su espíritu. Quizás el ejer-cicio continuado de las prácticas piadosas y su fami-liaridad con las cosas santas, era lo que imprimía asus palabras una profundidad chocante.

Áurea miró silenciosamente a su padre. Luego de-tuvo la vista en un aparato extraño que estaba anteél. Era una retorta sobre un brasero encendido; y dela retorta emergía un largo tubo retorcido en tal for-ma que describía la línea arbitraria y loca de una ser-piente epiléptica.

Rodelct fue el primero en hablar.—Hija mía—dijo—llegas en un momento muy her-

moso. iVes ese líquido que cae gota n gota de la ex-tremidad de ese tubot Es agua de vida.

Era alcohol, que nguade-vida llamnn en lengua deOc y lengua de oil. La joven replicó:

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¿16 PEGASO

—Decid más bien agua de muerte', padre, porqueestoy segura que eso también os lo han enseñado losjudíos.

—lías adivinado, hija mía,—contestó Itodejot. Estotambién lo debo a esos buenos y sabios amigos quetanto me han enseñado. Ya ve< que no lo oculto. A lomucho que les debía, es preciso añadir ahora el artede la destilación. Y no sólo me lo revelaron con susbocas, sino que me ayudaron con sus manos a adere-zar este aparato que aquí ves, y al que llaman alam-bique.

—¡ Esas mismas bocas colmaron de improperios *alHijo de Dios; esas mismas manos lo crucificaron! —exclamó la joven con exaltación. Abandona, padre —añadió suplicante — abandona la compañía de esoshombres, en la que endureces el corazón y pierdes ladivina gracia I

¡Cuánto más grande hubiese sido el piadoso horrorde Auroa, de saber que la ciencia de esos judíos noera cosa propia; que tenía una procedencia por. lacual se duplicaba la impiedad 1 Lo i judíos, en efecto,no eran sino simples intermediarios, aunque aplica-ban—fuerza es reconocerlo—gran celo en el comerciode esa mercadería intelectual, acicateados por la ne-cesidad de defender su posición en tierra de cristia-nos. Su ciencia procedía del mundo árabe, extendidofrente a Europa como una línea de batalla. Procedía,pues, de aquellos odiados sarracenos, adoradores deMahoma: de aquellos malditos Ínfleles contra los nia-les la Europa cristiana había desatado desdo un si-glo atrás la tempestad trágica de las Cruzadas. ¡LasCruzadas! jDo qué habían sen-ido a la cristiandadesas gigantescas aventuras guerreras organizadaspor los propios Papasf A pesar de ellas, y tal vez ¡ohsarcasmo! debido a ellas, la Media Luna áral>e habíahendido con un haz de rayos la inmensa sombra pro-yectada por la Crua sobre el snelo de Europa. Ver-

í a UlEJfTr PE Uló TBuVACOUiS 37

dad que la Media Luna irradiaba una luz tenue; pá-lido resplandor lanar; lux de satélite, en una palabra:el sol habíase, hundido siglos antes con Grecia, oonPérgamo, con Alejandría, de cuya sabiduría la cien-cia arabo era un reflejo. Pero esa tenue luz era luí alfin, y había herido el espíritu de muchos cristianos,particularmente en el Languedoo.

Uno de esos rayos había penetrado en la torre deMaose RodeleL Un ojo perspica» hubiese podido ver-lo escintilar en los intrumentos de cirugía, rudos hi-jos probablemente del acero de un alfanje o de unacimitarra; saltar luego do los potes de ungüento a lasredomas de jarabo; quebrarse después cu algún viejoinfolio del griego Aristóteles, resucitado por los ára-bes, o en el canon del módico árabe Avicenes; y agu-lándose un poco, ose mismo ojo hubiese podido ver,cabalgando en el rayo lunaria un ducndecillo, mensa-jero de la magia y la uroscopia, do la astrología y elocultismo oriéntale*.

Viendo quo Rodclet, anto las últimas palabras <lesu hija se había encogido levemente de hombros, dis-poniéndose a atizar el fuego de su alambique, Áureapronunció gravemente estas palabras:

—Pudre, no sois un buen oristiano.Rodelet so volvió lentamente y abogó con displi-

cencia:—{Por qué! jNo soy acaso de las jiocas personas

distinguidas de Tolosa que no se avergüenzan decumplir con sus deberes piadosos! jNo concurro os-tensiblemente a todas las ceremonias del culto cuandomis ocupaciones me lo permiten! Y harto sabes qnetodo esto menoscaba mi fama, no sólo en Tolosa, sinotambién en Bezi<-r, en Cnroasona, en \A1bi, sobre todoen Albi! j Puedes decir con justicia que no soy unbuen cristiano!

Lo exterior, lo físico do la n-lipión alcanzaba rn-para llenar la* nrrosiñndcs espirituales del co-

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mún de los fieles. Kl pan eucaristico se masticaba...Así Rodelet, había dado razones demasiado materia-les para piedra de toque de celo religioso. Pero Áu-rea, quien a fuerza de volver los ¿¡jos y el coraronhacia el cielo, había adquirido el don de las alas, dijoa su padre:

—Todo esto destruyo todo eso que habéis (Helio.Y señalaba, hablando así, los materiales de trabajo

y los viejos infolios de Rodelef. .El médico replicó con calor:—Pues te equivocas,' te engañas profundamente 1

Todo esto me sirve para llenar de una manera excep-cional mis deberes de cristiano. (No es la Ley del Se-ñor amar al prójimof Pues bien, hija mía, todos es-tos desvelos que yo_me tomo, todos estos trabajos yestudios tienen una finalidad de amor a¡ prójimo, puesgracias a ellos me es dado aliviar algunos male«, cu-rar algunas enfermedades de nuestros ¿entejantes.

—Padre—replicó Áurea—el poder de curar no soadqniere así. Es don de Dios. Recordad cómo curabaJesús. Le bastaba levantar la diestra y nocir al para-lítico: janda!, al ciego: jve!, al leproso ¡limpíate!Y el paralítico andaba, el ciego veía y el leproso selimpiaba de sus pústulas y lacras.

Rodelet inclinó la cabeza meditativo. Y dijo luego,como monologando:

—Al paralítico le curaré con ese espíritu pyroeéti-eo, que tal es el verdadero nombre del ngiia-de-vida;al lepro?o con esos ungüentos que allí están; y alciego...

La pnlabrn expiró en su» labio.». Una sombra, comola que desciende sobre los ojo* do lo? OÍCROS, anublóla frente ño Rodelet. Y éste, después de un largo rato,dijo ron acento de dolorosn impotencia:

—Al ciego, sólo lo cura Dios.. .—¡Av, padre, perdonadme, pero yo creo qiio nnda

podréis curar por vm mismo!—dijo Áurea con tanta

LA MIEHTE DK U K TBOVADOCES 39

dulzura que parecía querer neutralizar mediante tantierno acento, tau desconsoladoras palabras. Y aña-dió: • .

—Sólo Dios cura, padre; y si alguien en la tierralii merecido algo de su divino poder, Dios lo ha le-gado a los santos varones que visten los sagrados há-bitos Por eso los sacerdotes son los únicos mortalesque pueden curar nuestras dolencias.

Rodelet sonrió. Recordaba que cierta vez fue reque-rido para asistir al rey de Francia, quien se hallabapostrado por grave dolencia. Recordaba que cuandollegó a la Corte do Felipe Augusto encontró el lechodel encambrado enfermo envuelto en una nube de sa-cerdotes-módicos, a cuyo frente so hallaba el célebrecanónigo Rigord, a modo de médico de cabecera. Yhabiendo relatado el episodio a su hija, cerró tal re-lato con estas palabras:

—El rey se moría... Y yo, yo solo, hice lo que to-dos aquellos ungidos del Señor juntos, no habían sidocapaces de liacer. ¡Yo lo curé, hija mía I

•—Os -asistió la mano de Dios, padre,—dijo la jovencon convicción.

—i De manera—ironizó Rodelet—qup Dios retirabatus ejecutorías a aquellos santos varones, para dis-tinguirme a'mí únicamente, concediéndome, entre to-dos, el poder de curar al reyí jA mí, mísero seglar!{A mí, un discípulo de los judíost No, hija mía. Cuan-do Dios quiere hacer un milagro, lo hace, pero nos-otros—¡pobres hombres!—no somos nunca los ins-trumentos de su poder infinito. Xo nos necesita, nipnr.i instrumentos!... Nosotros no podemos hacermás que aquello que hemos aprendido.

Inesperadamente Aa voz de Rodelet adquirió aquímayor firmeza. Y exclamó con enérgico acento:

—¡Eso sí, podemos aprender mucho! No tieno lí-mites lo que podemos aprender! ¡Y día llegará en quetambién aprendamos a hacer milagros!

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Rodelet se irguió. Su alta figura parecía acrecen-tarse aún. Y un fuego que no era el de la fe religiosa;un fuego desconocido lo inflamaba. Era el fuego deuna nueva fe quo prendía cji los espíritus fuertes deaquel caótico pero fecundo siglo XIII. Y prendía confuerza extraordinaria, con vigor audaz. Era la fo enel hombre, en su grandeza moral, en la razón; era elPensamiento que despertaba con la energía de la si-miente caída en tierra virgen.

Áurea hizo un gesto que era de sorpresa y de cons-ternación, al tiempo que exclamaba:

—¡Padre, he visto la soberbia brillar en vuestrosojos y la he oído restallar en vuestras palabras! [Noolvidéis que Dios abate las cabezas que re yerguen ylevanta las que se abaten!

No, no era soberbia la suya; era la expresión de unlioinio sentimiento de dignidad. Y Rodelet contó a suhija, a manera de apólogo, de cierto siervo que habíaconocido en tierras de un barón. Era este siervo, mo-delo de su claso servil, trabajador y fiel. Y sobro di-chas cualidades brillaba su humildad, como virtud es-pecífica de-su condición de eiervo. Pero ún día esteser humilde levantó la cabeza, y fue un león. Ar.iha-ba de saber qne en sns venas bullía sangro do reyes.

Y comentó Rodelet:—La humildad, su virtud do siervo, hubiese sido v.i

baldón de señor. Su nuevo. estado exigín una nuevacualidad: la contraria. Así yo, que conozco mi divinoorigen; que só que esta llama quo arde en mi cabezaes chispa do Dios, debo tener un profundo sentimien-to do dignidad, do aprecio de mí mismo. No. no os so-l>erbia la mía, querida hija; es la ™neienoin do lo qn-'soy, de lo que puodo. Para quo aprecies la omnipoten-cia de la razón, voy a recordar otro suceso «lol quotambién fui testigo, y que ha dejado profundas huelias en mi corazón, tan profundas, que en las horas dedesaliento, cuando siento flaquear las fuerzas do mi

LA MIEKTE DE LOcS 1 r3JV.vDOU-8 41

cabeza, el recuerdo de aquel suceso me conforta y mesostiene.

Calló un instante Rodelet para aunar sus recuer-dos. Luego preguntó:

—{Sabes lo que es el Sic-e-nont Es el pro y el con-tra de las cosas, que maneja la razón según eu volun-tad soberana. Por el pro, la razón prueba quo unacosa existo y quo es do tal naturaleza; por el contra,si luego as! le place, vuelvo a probar con la mismaevidencia que dicha cosa no existo, o que, existiendo,es de naturaleza contraria. ¿No es esto una pruebapalpable del poder infinito y, por lo tanto, divino denuestra razón t

Áurea abría tamaños ojos asombrados, y si creyóqué un demonio se había metido en Is cabeza de supadre, no se engañaba. Porque ese demonio hacía delas suyasen muohas cabezas de aquel tiempo, y era elmismo, seguramente, quo siglos antes había tomadopor asalto las cabezas de los sofistas griegos.

—Cuando estuve en París — prosiguió Rodelet —debido a la enfermedad del Rey Felipe AugustoL sentícuriosidad por oir a un tal Simón do Tournay, ouyonombre ora llevado y traído en lenguas do las gen-tes. Y concurrí a escucharlo en el Claustro do Nues-tra Señora. Me parece qne estoy viendo aquello. Elclaustro rebosaba do concurrencia, entro la que meindicaron a muohos extranjeros qne habían ido a Pa-rís desdo lejanas tieras-para oir la palabra de aquelcélebre doctor.

Y contó Rodelet cómo el concurso hallóso Riispen-dido de los labios del orador. Su palabra proclamabala vc-rdnd de ln religión do Cristo. Y jamás la verdad

" tuvo acentos mñs convincentes, ni el panegírico vocesmás sublimes.

—Cuando calló el orador—prosiguió diciendo Ro-delet—reinaba tal silencio en el claustro, qcc nn ciego

í ';":.'•'(

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rlo hubiese creído vacío. Todos ues sentimos transpor-tados, suspendidos, deslumhrados.

Sin duda, el grau córazóu cristiano de la multitudallí congregada, sintiéndose así Un magníficamenterobustecida en su fe, latía con nueva confianza en susdestinos. Pero do pronto, rasgando aquel silencio co-mo una espada bionde la carne, resonó de nuevo lavoz del doctor. Y Rodelct, con ei mismo fuego con quedebieron salir de labios de Simón do Tournay, repi-tió t=tas sus palabras:

—¡Oh, buen Jesús, biun Jesús, cómo he elevado tuLey! ¡Pero si yo quisiera, podría con más facilidadrebajarla1

.{Cómo era posible tanta audacia resonando en laspropias bóvedas de Nuestra Señora f i Cómo aquelauditorio cristiano podía tolerar que asi so jugaracon su fe, con aquella terrible fe que había heolio el

: sangriento milagro de las Cruzadas! Era quo aqueldoctor, si bien menoscababa la vieja fe, en cambio, ro-bustecía una fe naciente; la fe en. el poder de la ra--zóu humana. Y si una fe naufragaba en los mares dela dialéctica, en cambio se encendía un fanal sobrelas olas, el que orientaba hacia un nuevo mundo es-piritual.

Cuando Maese Kodolet hubo pronunciado las pala-bras rebosantes de soberbia de aquel audaz doctor,Áurea exclamó con acento de convicción profunda:

—¡Dios lo castigará, padre!Nada respondió Rodela; nada pudo responder. Al

conjuro de las palabras <le su hija cobró inesperadosentido en su conciencia, el fin lamentable que cupoal cerebro vigoroso <ie Simón de Tournay, quieii sohabía vuelto idiota. Y atnl punto apagáronse las luees de su cabeza, que gran tralwijo costó al hijo delcélebre doctor hacerle aprender nuevamente el Pa-dre Nuestro. Pero aquel desenlnec, al que Rodolet nobudín concedido hnstn entonces significado cspcciitl,

LA Xl-SSTZ OS LOS nOVIDOia 49

te le acababa d<4 presentar como un motivo torturan-te de duda, i Era el castigo de Dios del que había ha-blado Anreaf {Terrible sarcasmo el de Diosl Pero seguardó muy bien de hacerle saber a su hija este final;quería luchar solo contra la duda que casi le ven-cía. . . x A dónde había ido a dar su robusta fe en larazón humanaf No olvidemos que Rodelet respiiabaLa atmósfera de aquellas é]>ocaá que hoy se ha conve-nido en llamar Edad Media, atmósfera saturada dereligión, do sentimientos místicos, de preocupacionessupersticiosas, de terrores y beatitudes. Y aunque ensu cerebro la simiente de la razón había germinadocon fuerza, sus raíces'eran demasiado superficiales, yia matilla audaz estaba a punto de ser arrancada decuajo. . . .

Rodelet callaba. Áurea, lejos de adivinar la tormen-ta desencadenada en la conciencia de su padre, atri-buyó su silencio al deseo de dar por terminada aque-lla disputa, que no era más que un episodio en la lar-ga y continuada acción en que chocaban sus espíritus.Pero no quiso abandonar el campo sin hacer un nue-vo y tierno requerimiento. Entretanto el tubo sinuosodel alambique seguía vertiendo gota a gota, romo connw.ricia, el precioso espíritu.

Y dijo Áurea, lanzando al líquido quo caía, una mi-rado de desprecio:

—¡Agua de vida, niru:» de vida. . !Y volviéndose a Rodelet:—Agua de vidn, padre, no existe más que una.

¿ViifMro Señor In brindó n la Sn:r.niitami, <¡ieiéndolc:"Aquel que beba de estn íitrua, no tendrá más sod porlo? siglos de los s iglo?. . ."

Y dejando tras de sí esas palabra», salió Aureu de laestrecha torro deudo MI padre *•» en;i>cñjl>j ei% apar-tar de su W n el cánt.iro del Kvaiigelio. Paúre o hijano tenínn otros motivo* de desacuerdo. Una gran ter-nura lo? unía. Para Rndcht aquellos desacuerdos

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p44 ~ ~ rEGiso

eran solamente una pequeña cuestión de conciencia.Pero, sin embargo, ambos sentían que algo grande seiba interponiendo entre sos almas. Era que en aquelhogar se- estaban librando las escaramuzas de unagran batalla: la batalla entre la fe y la razón, entrela religión y la ciencia..

CARLOS M. PBIVCITAU.»GLOSAS DEL MES

ünidUíurjo

Encuentro en páginas de tersura admirable—don-de no anidará jhmiw el polvo d*l oivido-una frasehermosa íomo las diosas de Fitliaá; pura y plena deverdad como el alma blanca del niño, como la con-ciencia serena del bueno; fresca y lozana como flor deprimavera recibiendo el beso del rocío bajo la diana

°"Amamos lo bello ea su sencillez", afirutf un díaradiante de entusiasmo el Genio i e la Ilélode Inmor-tal Y el nuevo concepto-hostil a_meJida de tiempoy espacie—se esparció"victorioso por el haz de la tie-rra e influye, aún hoy, en nuostro espíritu con lafuerza e integridad de las primeras horas.

So «liria que pasa sobre él-como sobre una estatuade mAnnol-el desplazar de IOÍ siglos: ennoblecen-dolo sin destruirlo. ,

Yo invoco ese numen creador, como expresión decauta porque vo cnenentro-dentro de los «ntornosnoble* v sencillos de este acto-un alto significado dobelleza.'un nltc «ponente moral, que es mi anhelodestacar y enaltecer.

Sin i.ftfar ol libre nlbedrio, creyente y devoto, porel contrario, cíe la actitud espontánea, yo c» declaro,empero, señores, que es inclinación natural y necesi-,1a.l ,lc mi espíritu, percibir la razón do las cosas, ha-rcr la filosofía «ie la voluntad, buscar el contacto con

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o

el antecedente generador, coa 01 cle;t»onlo raíz o ini-cial de nuestra acción.

Es que, señalar atributos en la vida colectiva o in-dividual es dar la razón do ser mis profunda y sus-tancial de cada actitud. Es que Jet rao tk* cada hecho,detrás do cada acto, de cada página que enseña, o decoda palabra que exalta, aparece siempre como moti-vo determinante, lejano o inmediato: un pensamientoque crea, como aletazo de genio inspirador, o un co-razón que palpita anheloso, como lima que se ensan-cha. . .

Así esta fiesta que ofrece el Col-'gio Nacional deEscribanos, conmemorando el 57/ aniversario de sufundación. Encierra, en la brevedad de sns líneas, unlargo y prestigioso antecedente, que hunde sus raícesen la gesta de la Historia, vive las necesidades delpresente c infiere hacia adelante en la medida en quelo actual puede influir y penetrar el alma incierta delFuturo. Y contiene, en contraste con la apariencinepicúrea que imprimo formas a este acto, un inmensocaudal de. valores morales; valores" de uña. clase -ogremio; el saber, la honradez, la verdad más absolu-ta,—triángulo Sagrado del alto ministerio social queejerco el escribano; — y valores de un carácter másgeneral, numen y sustancia de una gran causa solida-ria, síntesis perenne de armonía y amor, índice ergui-do por encima de las fronteras nativas, marcando undesignio supremo y eterno: más fuerte que nuestravida; más permanente que la vida de las generacio-nes: |la confraternidad argentino uruguayo, .•¡••ñores!

Así, esta fiesta que ofrece el Colegio Nacional doEscribanos, tiene un significado particular y nacio-nal; como exteriorización entusiasta del NotariadoArgentino, que agrega, con júbilo, una página más allibro de oro de sus antecedentes ejemplares, estrecha-mente vinculados al progreso y engrandoeimi' nlo dorsta gran República, honrn y orgullo do todo un con-

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tinente. Y representa, por la presencia en ella de ladelegación uruguaya que tengo el honor do presidir,un exponente de mayor expresión* moral, de exterio-rización más comprensiva: la vibración intensa denuestras almas hermanas, que modeló con gesto dedolor y sonrisa de gloria, la dura prueba de un mis-mo sacrificio; que nutrió y fortificó la conciencia deun mismo destino; que iluminó y guía como una an-torcha siempre encornuda, un ideal de grandeza yafirmación en el porvenir, palpitando al unísono en elcorazón de nuestros pueblos!

Un ilustre argentino, que me honra con &u amis-tad,—y con quien tengo establecida intima conviven-cia espiritual, n través de sus libros y por virtud demi afinidad para sentirlo y admirarlo—ha auscultadoen lo hondo el alma do nuestro Pasado de Gesta yproclamado, con la alta autoridad de su palabra —que alcanza, como su pensamiento, elevaciones deeumtere—la unidml política y moral de" los .territorios,que constituyeron el antiguo Virreinato, bajo la égi-da del numen revolucionan» do Mayo y del núcleomayor, que representa, en el orden del tiempo y dela historia, su tradición heroica y su linaje prinei-pista.

Comprenderéis, señores, sin esfuerzo, que ho ha-blado de don Ricardo RojaB, gloria Vuestra, gloriaargentina y por argentina, gloria nuestra, gloriauruguaya; como vuestra y argentina también es lagloria de nuestro Rodó, él maestro de sano optimis-mo, el gran forjador de almas fuertes on la Juventudde América; el gran predicador do acentos cristianoscon belleza y serenidad del mundo helénico, eunl sihablase n RUS discípulos, en una tardo del Pórtico,'«jo el ciólo de Grecia y el auspicio do Palas Atonoa,la diosa do ojos azules...

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Y bien, señores: Los hombrea pasan. Lus genera-eioncs se suceden. El pensamiento se renueva. Lavida de los pueblos, en cambio, es permanente.

Yo no sé qué suerte reservará el rodar incierto delos acontecimientos a la proposición del autor de "Laargén Unidad". Yo no sé si los ciudadanos del futurode América, lo serán de una gran confederación querealice el sueño gigante de Bolívar; si los países dehoy, conservarán sus fronteras actuales i si la divi-sión territorial responderá algún día a la ley del de-terninismo histórico y serán reconstituidos, — for-mando grandes Estados—los núcleos que separó y ca-racterizó: primero, la conquista, y después el régimencolonial.'

Yo no considero probable—ni menos próxima—lamodificación del mapa político de America.

Mi credo actual es otro: creo en la unidad moral deAmérica; creo en su futura grandeza y en su destinoluminoso, cuando eje del mundo, cerebro jiensante,nervio de toda actividad.Buperior, sea el centro mag-nético de- la civilización y el progreso universales;cnando su nombre señale un período de perfección enla vida de la sociedad; cuando su nombro se inscribaen el gran libro de la Historia, junto al de los pueblosescocidos,—directores de la Humanidad en sn mar-cha incesante y eterna;—inmensa por el camino rea-lizado, infinita por el espacio a recorrer.

La confederación política, desde Panamá ni Cabode Hornos, desde el Atlántico ni Pacífico,—el sueñogigante de Bolívar—no la verán, quizás, realizada,las generaciones vivas. Si organizaría resultó difícilal Héroe epónimo, al genio inquieto del Libertador, yen la hora propicia de ln infancia de América, por-que obstáculo fue, ya entonces, el localismo que el ré-gimen de los Cabildos no3 lego y acrecentó la emula-ción do nuestros caudillos, la dificultad tiene que sernr>co?nrinmcnte mayor, en la época presente, cuando

OLOSAS DEL XES *9

al espíritu regionalisla, — que aún subsiste y es leynatural de accesión—debeu sumarse los intereses ma-teriales creados por un siglo de existencia indepen-diente.

Mi credo d otro: creo en la unidad moral de Amé-rica; creo cu nuestra tierra fértil, preñada de jugosnuevos; creo en nuestra cosecha abundante; creo enlos trigales dorados de nuestros campos y en "el tri-gal divino de nuestro ensueño"; creo en nuestro pa-triotismo, eu nuestra sensatez, en la conciencia denuestra responsabilidad ante la historia; creo que noexisten entre los pueblos de América más diferenciasque las determinadas por una noble emulación de sery crear: el que produzca más, el que trabaje mejor, elque aporte el caudal mayor de riqueza y prestigio ala causa del Progreso continental, será el preferido,el más digno, el más fuerte, el mas respetado; paraél serán nuestros vítores, nuestras palmas, nuestroshomenajes; creo, en fin, señores, en ln uní:.mía supe-rior de nuestras almas, en el concierto de- nuestros in-tereses, en la pas inalterable do América, romo en elreino de Dios . . .

Nuestro sentimiento de Patria es afirmativo: no

nicira ni excluye. . .La nnidad moral que proclamamos, e! concepto de

una magna Patria Americana, no son contrarios alespíritu nacionalista de cada regiót.. al sentimientode adherencia al suelo que evoca nuestro P a s a ° ° -con su poesía del recuerdo ;-que ptweno» núes rasluchas, nuestros dolores, nuestras ansias, nuestros

ft Es'que, en el sentir uruguayo-y en el orden de suextensión moral en el espacio- la Patria se ciernepor encima de la estrictez de las fronteras nativas,

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¿><J recuso ,

para alcanzar y confundir, en una como gran confe-deración de espíritus, a todos IOÍ pueblos del Conti-nente, hermanos por el origen solidario y el Idealcomún, bajo el cielo sereno y sin nubes de América yel auspicio de la Cruz del Sur, abriendo sus brazosinmensos en prenda de Paz y Armonía I

Y si esta es la situación que ocupa el Uruguay enel concierto continental; y éste el sentir de mis com-patriotas para los demás pueblos de América, i quédecir de nuestros sentimientos para con vosotros, hi-jos del noble pueblo de Mayo, ciudadanos do la granNación Argentina!

i No son más profundos y más fuertes los motivosde nuestros impulsos fraternales! jNo es más idén-tica y más solidaria, la razón de ser de nuestra exis-tencia política!

Las Piedras, las Misiones, Ituzaingó, — aurora ypunto cuhninal de la independencia de nii Patria —{no son luces de primera magnitud en la brillanteconstelación de nuestra común historia!

"Todo lo que da fundamento real a esa idea de unaPatria: la comunidad del origen, del idioma, d e j atradición, de las costumbres, de las instituciones, delos intereses, de los destinos históricos; y la contigüi-dad geográfica." {No existo entre nuestros dos pue-blos, en forma más particular, más intensa, más defi-nitiva!

Y en este caso, el lenguaje del corazón, jno influyey manda, borrando las marcas materiales, las divisio-nes artificiosas, los límites de los Tratados!

Argentinos-uruguayos: nuestra unidad moral, lasolidaridad de nuestros pueblos, i no es una realidadabsoluta, más eficaz, más poderosa que todas las fór-mulas políticas! jNo os sentís ligados por un pactoinstintivo, inherente a vuestra propia naturaleza, quetiene raíces en vuestras propias entrañas!

GUKJkl DEL MES 51

Señores:

Leopoldo Lugones, gloria vuestra, gloria argenti-na y por argentina, gloria nuestra, gloria uruguaya,dijo un día: Que 6,1 &>\ l)abía, .sajjdpí por donde teníaque levantarse, por el lado del Oriente, por el lado de

mi tierra.Ese Sol que se levanta en el Oriente,—que es calor

y vida, fuego y eternidad—es el que os traemos demi tierra y os ofrendamos.

Es nuestro símbolo, Hermanos Argentinos: ¡re-presenta la santa e imperecedera alienta de nuestrosespiritual

Hícron ALBBBTO GBBOXJL. .

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