Filadoro, Giuliani y Mazzeo. El Retorno de La Democracia La Herencia de La Dictadura y Las Ilusiones

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    l

    retorno a

    l

    democracia:

    l

    herencia de

    l

    dictadura y

    las ilusiones frustradas (1983-1989)

    Ariel Filadoro, Alejandra Giuliani

    y

    Miguel Mazzeo

    Creer q/IC l a s p a la b ra s expresan f os p en sa mi en to s, c re er q u e f os p en sa mi en -

    tos rigell fa volun tad, creer q ue fa oolu ntad con duce a los acon tecim ien tos

    y c re er q m l os a co nt eci mie nto s S OI l c on tr ola do s p or e l alcance d e la s le ye s.

    tal es la s n te si s d e /0 cOllfiallza l oit ti radical.

    Enrique Fogwill (1984)

    1. Introduccin

    Laderro ta en laGuerra de Malvinas provoc un profundo descrdito del rgi-

    men militar, Tras larenuncia del general Leopoldo Fortunato Galtieri, las Fuerzas

    Armadas designaron como presidente algeneral Reinaldo Bignone, quien asu-

    mi el papel de liquidador de la experiencia de la dictadura militar. Se inici

    de ese modo elproceso de t ransic in hacia un rgimen pol t ico democrt ico,

    signado por la crisis econmica, la desestructuracin de la tradicional matriz

    sustitutiva de importaciones

    y

    el sostenimiento del rgimen de acumulacin

    de lavalorizacin financiera, la crtica situacin por laque atravesaban los tra-

    bajadores, lainstalacin del problema del desempleo, lacreciente difusin p-

    blica de la verdad respecto del terrorismo de Estado y la movilizacin de los

    organismos de derechos humanos.

    En abril de 1983 las Fuerzas Armadas redactaron un Acta Institucional. En ella

    asuman laresponsabilidad en las acciones antisubversivas

    y

    declaraban falle-

    cidos a los desaparecidos. Buscaban evitar a toda costa una revisin de lo actua-

    do

    y

    borrar las secuelas del terrorismo estatal. Consideraban a las prcticas ms

    caractersticas de este tipo de terrorismo -la desaparicin de personas, elexter-

    minio de prisioneros y latortura- como actos de servicio o gestos patriti-

    cos . En esa misma linea, impulsaron una ley de autoamnista, por cual se li-

    braba de toda responsabilidad a los idelogo s y ejecutores del mayor genocidio

    de nuestra historia.

    El gobierno militar estableci un nuevo estatuto de los partidos polticos, que

    comenzaron a reorganizarse. A travs de ellos se canalizaron las expectativas de

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    4 6 ARIEJ.Ill.AIXIR( I,AI.I:JANDRA GILI.I\NJ Y ~1I(;L1IJ.M,VZEO

    la sociedad argentina, como qued demostrado por la afiliacin masiva d.eciu-

    dadanos. Es te proceso tuvo lugar ms all de las l imitaciones de los

    partidos

    y

    de la mayor a de los dir igentes pol t icos , muchos de ellos cmplice~, en.diver-

    sos grados, de la dictadura mil itar , o sencil lamente obsoletos o visualizados

    como polticamente inadecuados para un proceso democrtico, tolerante

    y

    res-

    petuoso de los derechos.

    Esto lt imo ocurr i principalmente con elPart ido ]ust icialista, dominado por

    la derecha pol t ica y s indical. Lorenzo Miguel, l der de la Unin Obrera Meta-

    lrgica(Uo.M) y heredero del sindical ismo vandorista, era adems vicepres~-

    dente del Part ido Just icialista, siendo de hecho la mxima autor idad del part I-

    do, ante la ausencia

    y

    el desprestigio de la titular, la ex presidente Isabel Per~.

    Los principales representantes del poder sindical peronista limitaron sus.~rn-

    cas a ladictadura y establecieron un dilogo con los mil itares. El pacto mili~r-

    sindical fue denunciado por el radical ismo durante lacampaa electoral , pnn-

    cipalmente por elcandidato presidencial Ral Ricardo Alfon~n, lo que con~-

    buy a que una par te del electorado, t radicionalmente perorusta, votara la for-

    mula de la UCR.

    Adems, Alfonsn legit imaba su candidatura por el hecho de haber surgido de

    elecciones internas en laUCR. Durante lacampaa electoral despleg un discur-

    sobasado en laposibil idad de laconstruccin de un Estado de derecho y asumi

    personalmente elpapel de garante de los valores republicanos. Alfonsn convoca-

    ba a la sociedad a realizar una apues ta contractual , tomando laf igura del pac-

    to como la fonna principa l de la po ltica. Por toco esto, en las e lecciones de

    1983 el candidato de la Unin Cv ica Radical obtuvo ms de l 50 por ciento de

    los v~tos y se impuso a la frmula jus ticialista integrada por talo Argentino

    Luder

    y

    Deolindo Bit tel, que alcanz el 40 por ciento. La primera derrota del

    justicialismo en elecciones libres

    y

    la instauracin de un bipartidismo ine~tente

    con anterioridad, marcaron eltono de los tiempos iniciales del nuevo gobIerno.

    Seabri un perodo que muchos de los contemporneos interpretaron como de

    franca ruptura con elpasado dictatorial. La polismica idea de democracia ~are-

    ca actuar como un conjuro contra los aos de plomo. Sin embargo, laherencia de

    la dictadura se manifestara profunda y la sociedad que emergia de ellaera muy

    distinta a la de los inicios de la dcada de 1970. Baste slo observar uno de los

    datos ms significativos que presentaba el escenario poltico en 1983: la menor

    incidencia relativa de fuerzas polticas revolucionarias

    y

    de izquierda, de gru-

    pos contestatarios

    y

    rebeldes en el campo sindical y estudiantil. El contraste con

    los aos previos algolpe del 76 era evidente, una clara constatacin de que los

    principales objetivos de la dictadura militar se haban cumplido.

    La democracia representativa fue lafonna que asumi lacontinuidad del proceso

    econmico-socia1 iniciado por Alfredo Martnez de Hoz. La democracia termin

    liJ. RETORNO \ LA Dm,fOCRACJA

    (198~19 l9) 1

    417

    s iendo el l iberal ismo por otros medios . Enr ique Fogwill public, en mayo de

    1984, un ensayo en la revista E l P o rt e o titulado La herencia cultural del Proce-

    so , donde destacaba una invariante histrica de largo plazo, que seinici con la

    dictadura y que continu en el perodo abierto en 1983. Propona, crudamente,

    buscar elProceso en los pasadizos progresistas de los contemporneos

    2. La polt ica de derechos humanos

    y

    la cuestin militar:

    avances y retrocesos

    Los organismos de derechos humanos, en particula r las Madres de Plaza de

    May0 constituyeron una de las principales resistencias a la dictadura militar.

    El movimiento de derechos humanos fue creciendo y consolidndose a partir de

    laaper tura pol t ica en 1982. Con elretorno de lademocracia, una de las tareas

    de los organismos que lo conformaban, consist i en regularizar la s ituacin

    jur dica de presos pol t icos, exi liados , nios nacidos en la clandest inidad, pa-

    rientes de desaparecidos con causas penales pendientes y problemas patrimo-

    niales, de documentacin, etc.

    Amplios sectores del movimiento de derechos humanos

    y

    partidos polticos

    oposi tores a la ueR reclamaron la formacin de una comis in parlamentaria

    bicameral, con poderes para investigar los crmenes del terrorismo de Estado.

    Sin embargo, Alfonsn , en una de sus primeras medidas, cre un organismo

    ligado directamente alPoder Ejecutivo, laComisin Nacional sobre laDesapa-

    ricin de Personas (CONADEP), dirigida por elescritor Ernesto Sabato y otras

    personalidades de la cultura

    y

    lapoltica . El objetivo de lacomisin era inves-

    t igar y acumular pruebas sobre las prct icas del terror ismo estatal durante la

    dictadura (desaparicin de personas, torturas, asesinatos, etc.), sobre eldestino

    de los detenidos-desaparecidos y sobre los campos de concentracin. En menos

    de un ao lacomis in reuni gran cantidad de expedientes con tes timonios de

    Esteban Rodrgucx:

    L o in sa ria nte d e lo po co. L os fl rm os d e l o c lllf ll ro p ol t ic o e n lo

    Ar gm l in o cO l lf empor n eo ,La Plat a, l~dic iones La Grieta, 2001, p . 10.

    2 Tambin cabedestaca r lapar ticipacin de: Abuelasde Plaza de Mayo, Familiaresde Des-

    aparecidos y Detenidos por Razones Polticas, el Servicio de Paz yjust icia , e l Centro

    de E~tudios

    .C ,7:Jle~Sociales, el Movimiento I~cumnic()por los Derechos IIumanos, la

    Asamblea Permanente por I()~Derechos IIurnanos, laLiga Argentina por los Derechos

    dcl l Iombre y la Asociacin de Ex Detenidos y Desaparecidos, creada en 1984.

    3 Entre otros, integraban la CONADEP RL'IlJiavaloro, Jaime de Ncvarcs, Grcgorio

    Klimovsky y Magdalena Ruiz Guiaz, Adolfo Prez Esquivcl, premio Nobel de laPaz,

    rechaz elofrc..cimicnto a formar parte de laCONADEP por considerar que debahaberse

    creado una comisin parlamentaria.

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    \IUI~. FII.\ XlRO.AI.I\IANDRA(;IULlANI y MIGlIl 'J. M\/,,ZEO

    sobrevivientes de los campos de concentracin y de sus familiares y amigos. El

    miedo an reinante en la sociedad argentina y la supervivencia parcial del apa-

    rato represivo de ladictadura, nunca embestido a fondo por elgobierno radical,

    hicieron que muchas personas se negaran a declarar ante la CONADEP. Los

    organismos de derechos humanos estimaron en 30.000 elnmero de personas

    detenidas-desaparecidas durante la dictadura mili tar y en ms de 500 los cen-

    tros clandestinos de detencin (campos de concentracin).

    Los militares pretendan ser juzgados por sus pares pero, ante lapresin de ~os

    ofganismos de derechos humanos yde lasocieda.d as como por elco.mpr~~so

    demostrado por algunos sectores del propio gobierno, los casos de violacin de

    derechos humanos perpetrados por las fuerzas de segur idad fueron pasados a

    tribunales civiles despus de una reforma introducida por elCongreso que esta-

    bleca que el fallo de lajus ticia militar poda ser apelado, ante la C~a Fede-

    ral con competencia en ellugar donde los hechos se hablan producido.

    En abril de 1985 comenzaron las audiencias del juicio a las tres primeras juntas

    militares. Desde ese mes hasta fin de ao, la sociedad se conmovi ante los

    relatos de sobrevivientes que ponan en evidencia elgrado de barbarie ejercido

    por ladictadura militar y el Estado argent ino, que mat, tortur~, viol, ~ob?

    (bienes ypersonas) y que no dej derecho por avasallar. A fin de ano, los prlnO-

    pales jerarcas del Proceso fueron condenad~s a.cadena perp~~a o a muchos

    aos de prisin. Los procesos judiciales no selimitaron a los.militares, e~ 1986

    fue extraditado Jos

    Lpez

    Rega, y acusado por su rol como Jefe de laTriple A.

    Alfonsn estaba dispuesto a disminuir elpoder de las Fuerzas Armadas, para lo

    cualpas a retiro a un conjunto de oficiales de alto rango y redujo elpresupues-

    to militar. Pero fueron los juicios los que generaron la reaccin militar; Segn

    laCmara, haba que avanzar en lanvestigacin, no slo teniendo en cuenta las

    responsabilidades de los oficiales superiores sino tambin las de los ejecut?r~s

    de las rdenes delos jefes.Los hechos demostraron que, a pesar del descrdito,

    los militares an eran un factor de poder.

    En diciembre de 1986, el gobierno, a travs de una ley, l imit a 60 das elplazo

    para presentar acciones penales contra representantes de las fuerz~s de s~guri-

    dad que hubieran participado en la represin. A pesar d.elos CU~~t1O~~m1entos

    de los organismos de derechos humanos y de una rnasrva movilizacin, la lla-

    mada Ley de Punto Final (ley 23.492) fue sa~~onada. .

    Los militares aprovecharon las seales de debilidad que daba elgobierno yavan-

    zaron. En Semana Santa de 1987, un grupo de militares dirigidos por elcoronel

    Aldo Rico (conocidos como carapintadas , por embadurnarse el rostro c~n

    inocultable predisposicin blica) se sublevaron en Campo de Mayo. El repudio

    popular hacia los sublevados fue contundente, cientos de miles de personas col-

    maron laPlaza de Mayo.

    El.RlcTORNOA LA DEMOCRACIA

    (1983-1989)

    419

    El gobierno de Alfonsn, coherente con su concepcin verticalista de latoma de

    decisiones polticas, no estuvo a laaltura de las circunstancias histricas. Lejos de

    presionar y cercar al poder militar, apoyndose en la importantsima moviliza-

    cin popular y en el formidable repudio que la sociedad estaba manifes tando

    hacia los sublevados, decidi negociar

    y

    conceder. El presidente, un liberal ms

    que un demcrata , haba claudicado. Qued demostrado que en su idea de la

    democracia, elnfasis estaba puesto en loprocedimental. No conceba lademo-

    cracia como lalucha por ms democracia. Careca de lapredisposicin para difun-

    dir elpoder estatal por todo eltejido social y por lotanto, no favoreci un proce-

    so de expansin de los mbitos estratgicos de laparticipacin popular. Al con-

    trario, impuls la proliferacin de circuitos mediatizadores que reproducan las

    desigualdades, ratificando el poder de los que tenan poder. Es decir, almediati-

    zar los puntos devista y los intereses que entraban en colisin en un marco signado

    por laasimetras, benefici a los grupos ms poderosos.

    Poco despus de los sucesos de Semana Santa, en junio de 1987, el Congreso

    sancion la Ley de Obediencia Debida (ley 23.521), por la cual los oficiales de

    menor graduacin, los suboficiales

    y

    los cuadros subalternos en general, respon-

    sables inmediatos deun abanico de aberraciones, quedaban librados de toda res-

    ponsabilidad en larepresin, puesto que haban obedecido las rdenes de sus

    superiores. Estas leyes acabaron con las expectativas que una parte de la sociedad

    haba depositado en elgobierno radical Amplios sectores se sintieron profunda-

    mente frustrados. A partir de 1987, elconsenso inicial del gobierno de Alfonsn

    se fue deteriorando a pasos agigantados.

    De todos modos, durante 1988 hubo otras dos rebeliones. Aldo Rico, despus

    de fugar, volvi a sublevarse en 1988, en Monte Caseros, en Corrientes. A fin de

    ese ao, elcoronel Mohamed Ali Seineldn, otro lder carapintada , sesublev

    en Villa Martelli, en la provincia de Buenos Aires. Seineldn exiga una amnis-

    ta para todos los militares juzgados y procesados y la renuncia del comandante

    en jefe del Ejrcito. Ambos terminaron en pr is in, pero quedaba claro que la

    cuest in segua abierta y que los responsables del genocidio podan seguir re-

    cuperando terreno.

    En enero de 1989, un comando guerri llero del Movimiento Todos por laPatria

    (MTP) intent copar elregimiento de LaTablada, con el fin de evitar un supuesto

    golpe militar carapintada'. Enrique Gorriarn Merlo, miembro del MIP, mili-

    tante del Partido Revolucionario de los Trabajadores

    y

    del Ejrcito Revoluciona-

    rio del Pueblo (PRT-ERP) durante los aos 60

    y

    70 Yprincipal responsable de la

    operacin, afirmaba que: La idea era ganar lainiciativa, parar elgolpe, lograr la

    4 Sebasabanen informacindelosorganismosde inteligenciadelEstadn

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    420 I

    ARII'J.HI.AlX)J\(),AU:JANDRA (;IUI.IANI y MI(;UEI. MAI.I.I'.()

    1,1. RETORNO

    r

    I.A DEMOCRACIA (19K1-19K J) I

    421

    movilizacin popular y exigir algobiemo firmeza frente a los planteas militares.

    Pensbamos que con la gente en la ca lle y los milita res an no movilizados en

    conjunto sedificultara mucho larepresin posterior; claro que no descartbamos

    nuevos enfrentamientos, pero ya en mejores condiciones. En aquel momento el

    poder poltico estaba cada vez ms condicionado, elpueblo sesenta cada vez ms

    separado de ese poder poltico y los golpistas estaban cada vez ms envalentona-

    dos. Con La Tablada intentbamos frenar ese proceso

    y

    ayudar a un cambio de

    rumbo que despejara elcamino de lademocracia .

    La accin, por cierto, fue extempornea, tanto por su metodologa como por su

    concepcin militarista y vanguardista.

    El Ejrcito no dej escapar laopor tunidad de sealar lavigencia de la guerri -

    lla y de reprimir salvajemente (hubo fusilados y desaparecidos) a u n grupo de

    guerrilleros en situac in de inferioridad numrica y tcnica. A pesar de sus

    objetivos en contrario, los sucesos de LaTablada contribuyeron con laofensiva

    militar y de los sectores ms retrgrados.

    3.La teora de los dos demonios

    quienes abogaban por lapreservacin de un ordenamiento socialjerrquico -va

    la redistribucin desigual de la riqueza-

    y

    por la reproduccin del sistema de

    dominacin. Se podran explicar lasatrocidades del nazismo, por ejemplo, slo a

    partir del funcionamiento de sus instancias burocrticas? Los mtodos no fueron

    plenamente funcionales a los objetivos?

    Para la teora ambos demonios violaron las leyes yeso los equiparara. No se

    toma en cuenta el sentido de la supuesta violacin ni las caractersticas de esa

    legislacin, los intereses que afectaba y los que perpetuaba. Tampoco repara en

    una paradoja: los defensores de lateor a de los dos demonios no pueden dejar de

    reconocer que laviolacin sistemtica de esa ley por parte de ladictadura militar

    condujo, en lt ima ins tancia, a una renovada vigencia de lamisma. Es decir , en

    algn punto deben reconocer que los militares violaron laleyporque laleyestaba

    en peligro

    y

    porque sus mecanismos usuales resul taban insuf icientes para

    autodefenderse. Los sectores que apoyaron su sistemtica violacin se convirtie-

    ron luego, una vez erradicado el mal que atentaba contra ellas,en sussostenedores.

    La teora de los dos demonios, tras la fachada de la doble condena , oculta la

    justificacin del terrorismo de Estado.

    La teora de los dos demonios generaliza retrospectivamente una situacin. Sin

    hacer d istinciones soc iales, de c lase o de grupo, a firma que en 1976 toda la

    sociedad estaba igual de aterrorizada por la guerr il la

    y

    la Triple A. Tras esta

    afi rmacin, que t iende a social izar la culpa, se oculta el supuesto, pocas veces

    explc ito , que sostiene que la mayora del pas consinti en los hechos el

    golpe de Estado , aportando as a la fundamentacin de la teora autoritaria el

    consenso tcito o pasivo que supuestamente prestan los argentinos cuando

    reclaman orden.

    Por otra parte la teora escinde al pueblo de sus organizaciones a travs de la

    nocin de masa vacante y de sus esquemas binarios: pueblo-dirigentes, pue-

    blo-agitadores, pueblo-infiltrados, Adems reduce al sujeto social que impug-

    naba objetivamente al sistema a una de sus expresiones (laque por otra parte

    estaba en crisis

    y

    en retroceso): los grupos armados. Y los trabajadores?

    Se puede afirmar tambin que el documental

    LA

    Repb lim per d ida ,

    difundido

    masivamente durante 1983

    y

    1984, se ajustaba a los lineamientos principales

    de esta teora y adems la aplicaba retrospectivamente. De este modo, lahisto-

    ria argentina mostraba al pueblo como sujeto pasivo (espectador del drama

    nacional) y vctima inocente de la s inrazn

    y

    la violencia de grupos minorita-

    rios de signos diversos.

    Finalmente la teora de los dos demonios niega que los itinerarios de la

    dictadura mil itar permanezcan inconclusos. La ref lexin sobre la dictadura

    ha girado muchas veces alrededor del tpico de su posible retorno y de la

    necesidad de generar los mecanismos idneos que acoten esa pos ibil idad: la

    La teor a de los dos demonios fue un fenmeno polt ico-discursivo, uno de

    los principales paradigmas hegemnicos que, a part ir del retorno de la demo-

    cracia en 1983, se interpone y distorsiona la comprensin del pasado y del

    presente. Esta lectura del pasado inmediato puso a funcionar mecanismos de

    olvido que fueron el abono de crisis posteriores.

    Esta teora encontr su formulacin ms concreta en elinforme de laComisin

    Nacional sobre laDesaparicin de Personas (CONADEP), especficamente en el

    prlogo de Ernesto Sabato alNunca Ms, donde afirma lo siguiente: A los deli-

    tos de los terroristas las Fuerzas Armadas respondieron con un terrorismo infi-

    nitamente peor, produciendo lams grande tragedia de nuestra historia' .

    Pero la equiparacin de vctimas y victimario s no era precisamente el punto ms

    fal ible de lateor a de los dos demonios. Uno de los pilares de esa teora consiste

    en atribuir a los demonizados un supuesto culto a los medios

    y

    una concepcin

    de los objetivos como meras coartadas . De este modo, el supuesto culto a la

    violencia negara, por un lado, los anhelos de liberacin, justicia y transforma-

    . cin social de toda una generacin y por el otro, los objetivos reaccionarios de

    5 Enrique Gorriarn Merlo:

    Memorias de Enrique Gorriarn

    Merlo

    de los setenta a La

    Tablado,

    Buenos Aires, Planeta, 2003, p. 501.

    6 CONADEP,

    'Nunca ms. Informe de la Comisi Naciona l pa ra la Inv es ti gacin de la

    DesaparilI de Personas,

    Buenos Aires, EUDEHA, 1984.

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    4221 i\RIFJ. FII.i\ lXlR ( l . i \1.F,I \NDRA GIlI .l t\NI YMIGl'I'1. MAI Y.r:.O

    1,1.RF:rORNO

    i\

    1.,\ DEMOCRACIA (1983-198?) 1423

    . apuesta fuerte a la consol idacin del s is tema inst itucional , la prct ica a~t i-

    va de la memoria, una sana pedagoga que disponga a las nuevas generacl0-

    nes a la posicin del nunca ms . De este modo, el problema se reduce a

    una cuest in de educacin cvica . Tal fue la estrategia del radicalismo. El

    horror se congelaba

    y

    se transformaba en puro pasado. Slo se trataba de

    garantizar su irrepetibilidad, ignorando una forma de dominio que slo

    dif iere de la anter ior por sus atributos externos

    y

    formales. Existe una rea-

    lidad siniestra que una sociedad por hipcrita o golpeada tiende a negar: la

    dictadura est con nosotros, aunque aparentemente el t iempo transcurrido

    la haya conver tido en algo lejano y extrao. La principal certeza de la dicta-

    dura (elsegundo demonio de don Ernesto Sabato) es la supervivencia de sus

    efectos. La pregunta en torno a las posibilidades de que regresen los tiem-

    pos del horror no tiene sentido. Vivimos en l aunque se nos presente con

    otros ropajes: miseria, descomposicin social, corrupcin, impunidad, des-

    t ruccin del espacio pblico (sin dejar de reconocer la reedicin en nuevos

    contextos de la violencia institucional y policial). Su aliento remite al es-

    panto y es el espanto. La teora de los dos demonios intenta convence~os

    de que la garanta del no-retorno al tiempo del caos

    y

    el horror im~li~a

    aceptar el predominio de los sectores dominantes

    y

    aprender a convrvtr,

    resignados

    y

    promiscuos, con sus efectos. .

    nos de avalar o de negar-, hicieron propio el discurso oficial en cuanto a la

    antinomia autoritarismo-democracia. A partir de esta dicotoma, proyectada

    retrospectivamente, adhirieron alnuevo orden como reaseguro de no retorno a

    las prct icas autoritarias de la dictadura. A la vez, el gobierno aviv laidea de

    que la sociedad estaba amenazada por un nuevo golpe de Estado. Ese hecho

    actu como mecanismo de disciplinamiento respecto de las decisiones guber-

    namentales, y el temor l imit lal iber tad y el compromiso de part icipacin en

    movimientos que sepropusieran profundos cambios sociales.

    As y todo, buena parte de la ciudadana, por lo menos durante un tiempo; se

    sinti protagonista de la construccin democrtica, visualiz a los partidos po-

    lticos como representantes de sus intereses yconfluyeron en ellos afilindose o

    acompandolos en propuestas y manifestaciones pblicas.

    Por otra parte, se hizo notorio que el nuevo rgimen poltico democrtico

    expresaba profundas transformaciones en relacin con sus antecesores, pues

    los mtodos de lucha y las formas de la accin popular caractersticos de la

    poca anterior a 1976, si bien se mantuvieron durante los 80, haban perdido

    'su antigua efectividad. Los inicios de la democracia evidenciaban dursimas

    herencias de ladictadura, como ladesaparicin de muchsimos de los mejores

    mil itantes populares y la formacin individual is ta de tantos otros jvenes

    que nadan lavida pol tica. Por otra par te, el proceso de despoli tizacin de

    los sectores populares, lejos de detenerse, asumi nuevas formas a part ir de

    1983. Fueron sometidos a un proceso de electoralizacin y de dispersin

    que increment su fragmentacin. La democracia, en laconcepcin l imitada

    del radicalismo, se opuso al efect ivo ejercicio de la pol tica.

    De todos modos, lenta e imperceptiblemente, nuevos actores (jvenes y muje-

    res), nuevos ejes articuladores (derechos humanos, lo cultural-cornunicacional,

    lo terri tor ial o lo barrial ) y nuevos mtodos para la lucha y la protesta social

    aparecieron en laescena del conflicto y fueron conformando diversos tipos de

    movimientos que resistieron la despolitizacin.

    El consenso inicial a la gest in alfonsinista, elapoyo masivo a un conjunto de

    iniciativas, dieron pie a que algunos polticos e intelectuales cercanos algobier-

    no hablaran de un tercer movimiento histrico , una especie de sntesis

    superadora de las dos grandes tradiciones populares de lahistoria argentina, el

    radicalismo yrigoyenista y el peronismo.

    Perola experiencia de gobierno, muy rpidamente, enfrent alradicalismo con

    una realidad que demostraba las limitaciones de esos mecanismos (idealizados) a

    lahora de confrontar con intereses muy arraigados ycon las conductas especula-

    tivas y abiertamente disociativas de los principales actores econmicos y cOIpora-

    tivos, por lo general poco proclives a hacer concesiones en beneficio del conjunto

    y a respetar la institucionalidad. El gobierno radical contribuy activamente con

    4. El Estado condicionado

    y

    los lmites de la democracia

    Alfonsn intent construir un Estado de derecho y fundar una ciudadana basa-

    da exclusivamente en los derechos civiles y polticos. En otras palabras, se trat

    de una concepcin donde el rgimen pol tico, al t rans itar de la dictadura a la

    democracia, garant izara un orden con mayor bienestar para elconjunto de la

    sociedad. Fiel a la tradicin radical, apost, con gran ingenuidad poltica y sin

    atender a la relacin de fuerzas, a que la tica de los procedimientos

    y

    el

    respeto de la Constitucin

    y

    las leyes resolvieran los con~c.to~ estru~turale~

    limitaran el poder de las corporaciones

    y

    lograran el equi libno social Esta

    confianza se expres en uno de los principales

    slogans

    de Alfonsn: Con la

    democracia secome, secura

    y

    seeduca . Todo secarg a lacuenta dela demo-

    cracia.

    Por suparte, amplios sectores de la sociedad eligieron creer que los fundamen-

    tos del Estado de derecho, como la divisin de poderes, las leyes fielmente

    aplicadas por jueces independientes , laamplia vigencia de las libertades per-

    sonales

    y

    polticas, seran garantas suficientes de un capitalismo ms justo. En

    contraposicin alterrorismo de Estado que venan de padecer -e incluso algu-

  • 7/24/2019 Filadoro, Giuliani y Mazzeo. El Retorno de La Democracia La Herencia de La Dictadura y Las Ilusiones

    6/11

    . .

    elproceso de despolitizacin alpresentar esas limitaciones como inherentes a la

    poltica. Fue instalando gradualmente la idea de la imposibilidad de la poltica

    ms allde suscondiciona~entos, idea que seconsolid en los 90.

    Lainstauracin del rgimen de acumulacin de lavalorizacin f inanciera ha-

    ba dejado un pesado lastre: la deuda externa. Siendo uno de los mayores

    condicionantes del accionar del Estado, generaba situaciones totalmente nue-

    vas, alterando el funcionamiento caracterstico de la economa

    y

    la sociedad

    argentina de veinte o treinta aos atrs . Las condiciones financieras interna-

    cionales haban cambiado desde mediados de los aos 70 y ya no operaban

    en un cuadro general de a lza global de la tasa de gananc ia en las economas

    avanzadas .

    La forma de Estado neo liberal, por su parte, mostraba claramente que la

    capacidad de control del aparato estatal sobre la dinmica econmica luego

    de la dictadura estaba seriamente disminuida . El aparato de gestin

    y

    ad-

    ministracin se haba deteriorado en un grado lo suficientemente alto para

    limitar las capac idades del Estado a la hora de trazar y ejecutar la poltica

    econmica y disciplinar a los factores de poder. Un Estado desar ticulado,

    herencia de la dictadura , e ra un poderoso condic ionante para e l gobierno

    radical ya que resultaba incapaz de imponer polticas a los grandes grupos

    econmicos nacionales y transnacionales, al capital financiero

    y

    a la buro-

    cracia sindical.

    Hacia 1984 seconstituy lacorporacin de empresarios conocida como Capi-

    tanes de la Industria, a part ir de una convocatoria formal del canci ller Dante

    Caputo, El gobierno declaraba estar interesado en crear un espacio de debate

    deideas con ese sector. Setrataba de representantes de un conjunto de gru-

    pos econmicos locales diversi ficados, consolidados alcalor de lages tin de

    la dictadura militar , As, e l Estado creaba un nivel extra parlamentario de

    relacin con el sector empresario, que consista en negociaciones directas lle-

    vadas a cabo por un conjunto de funcionarios centrales en la estructura de l

    part ido de gobierno. Los Capi tanes de laIndustria se fortalecieron como cor-

    poracin, adquirieron un lugar central en las decisiones de Estado, tanto en

    las referidas a defender

    y

    acrecentar las prerrogativas econmicas adquiridas

    durante ladictadura, como en decisiones polticas ms abarcativas , De modo

    : f

    4241

    ARII~.I'II.AIX)\l() . AI.I\I/\NDRA (;ll'lJ,\NI Y MI(;l'FJ.MAZZEO

    similar, el Ejecutivo abri continuos espacios de concertacin , negociacio-

    nes directas con otras corporaciones empresariales y con sectores de laburo-

    cracia sindical, en especial con el Grupo de los

    1S ,

    liderado por Armando

    Cavalieri y Jorge Triaca.

    Qu capacidad tendra el Poder Ejecutivo para conci liar

    y

    llegado el caso,

    subordinar a las principales fracciones del capital? Contaba el poder poltico

    con poder suficiente para disciplinar alcapital que durante ladictadura haba

    conseguido consolidar su poder econmico? El gobierno radical obr, de algn

    modo, respondiendo afirmativamente a estos interrogantes.

    Por su parte, la transic in a la democrac ia mostraba sus lmites. El go-

    bierno estaba lejos de construir y legitimar mecanismos polticos por me-

    dio de los cuales los representantes electos fueran quienes def inieran y deci-

    dieran la poltica econmica y social. Y lejos estaba tambin de dinamizar

    ins tituciones estatales que canal izaran proyectos de las mayor as. Por cierto

    que no eran muy amplios los sectores de la sociedad (despolitizada) que

    demandaban la concrecin de tales prcticas democrticas. Quizs uno de

    los mayores triunfos de la dictadura militar fue lograr subvertir en muchos

    la idea de poltica , en el sentido de que los dirigentes proponen y deci-

    den, mientras que los proyectos colectivos quedan relegados, en todo caso,

    a decisiones puntuales y poco relevantes. La idea de que la poltica es de

    los pol ticos y la concepcin de que el sujeto pol t ico es el individuo

    y

    no

    e l colec tivo socia l, haba calado hondo, es decir, se haban naturalizado el

    posibilismo y el oportunismo.

    Una caracterst ica central del rgimen de la transicin a la democracia fue

    lacreciente part icipacin de operadores pol ticos . Articuladores de acuer-

    dos ms o menos informales entre el radical ismo y los sectores dominantes,

    generaron espacios propicios para la concrecin de negocios polticos y eco-

    nmicos. Teniendo en cuenta la continuacin del proyecto econmico-social

    que se haba iniciado en la dictadura militar, las presiones de los sec tores

    dominantes hacia el gobierno

    y

    la actividad de los operadores, Eduardo

    Basualdo ha situado en los aos de Alfonsn los orgenes de un proceso de

    cooptacin ideolgica de militantes polticos, sindicales y otros intelectuales

    propios del campo popular por parte de laclase dominante, que dio en l lamar

    el t ransformismo argentino . Basualdo consdera que el t ransformismo res-

    ponde a una estrategia global de laclase dominante para mantener y expandir

    en democracia elrgimen de valorizacin financiera que haba logrado im-

    plantar a travs de la dictadura .

    7 Claudio Katz, El c rculo vicioso de la c rs is is mundia l

    y

    la deuda de Arncrica Latina ,

    f u ti l idad Econmi fa, N 83-84, cuarto y quinto birncstrc de 1988,

    pp .

    32 Y55.

    8 Vase Marcclo Luis Acua,

    A l Jon s n - '

    ti

    poder t fOIlm;Co,

    Buenos Aires, Corregidor,

    1995,

    p .

    44-45.

    9 Vase Eduardo Basualdo,

    S is /e ,, ,a p o l /i ro - ' m o de lo d e oC ll ml ll oc i n e n l o A rgm /i na ,

    Hcrnal,Universidad Nacional de Quilrncs, 2001, p. 44.

    10 Vase Eduardo Basualdo, o p dt.

    p .

    46.

  • 7/24/2019 Filadoro, Giuliani y Mazzeo. El Retorno de La Democracia La Herencia de La Dictadura y Las Ilusiones

    7/11

    426,

    \R .I-1I.AlXIRO, 1I1.I\1:\NDltJ\(;IUI.IAN/ y M/GPI:I.MAZI.EO

    En concordancia con las nuevas condiciones imperantes en elcapitalismo mun-

    dial, el capi ta l f inanciero pas a ocupar un lugar cada vez ms destacado entre

    los actores econmicos de mayor poder relativo, De hecho, fue durante los aos

    del gobierno de Ral Alfonsn cuando la voz de los acreedores de la deuda

    externa comenz a ser decisiva en elrumbo econmico del pas. Segn elesque-

    ma de Basualdo, el conjunto de los representantes polticos perdieron autono-

    ma relativa respecto del poder econmico

    y,

    en pocos aos, las medidas polti-

    cas fueron un fie l ret lejo de los in tereses de las dist intas fracciones del capi ta l

    En poco tiempo, elentusiasmo inicial dio paso alreconocimiento deun hecho: la

    dictadura militar haba creado nuevas condiciones estructurales y el radicalismo

    no tena la fuerza social necesaria, la intencin ni lacapacidad para revertirlas.

    En otros campos, e l contraste con ladic tadura era notorio. La democracia ga-

    rantiz la libertad de pensamiento, expresin y creacin, y en lneas generales

    elgobierno radical semostr tolerante frente a los conflictos sociales. Las uni-

    versidades pblicas senormalizaron despus de muchos aos de intervenciones. .

    La libertad de prensa se hizo efectiva, aligual que laparticipacin ciudadana en

    algunos mbitos. Esto gener laairada respuesta de los sectores ultramontanos,

    que cuestionaron el libertinaje sin disimular su aoranza por los tiempos de

    la dic tadura. La sancin de laLey de Divorcio Vincular, en 1987, apoyada por

    los no catlicos y por muchos cat licos, gener la reaccin de la Iglesia, que

    despus de mucho tiempo (desde 1955), recurri a lamovilizacin callejera. La

    act itud ret rgrada de la Iglesia catlica argentina refle jaba de algn modo las

    complicidades de la institucin con la dictadura militar . Ese mismo ao, se

    sancion laLey de Patria Potestad Compartida, complementando de este modo,

    aunque tardamente, el proceso de modernizacin de las relaciones familiares.

    Como contraparte, la Iglesia obtuvo del gobierno

    y

    del Es tado nacional un

    espacio clave en elCongreso Pedaggico y una influencia nada despreciable en

    el trazado de las polticas educativas y en la seleccin de los contenidos de la

    enseanza. Pero, s in dudas, e l ju ic io a los ex comandantes gener la reaccin

    ms cruda de la derecha, que uti liz todos los medios, incluyendo atentados

    pblicos, para oponerse.

    En sus empresas belicistas de convocatoria nacional, la dictadura militar haba

    dejado pendiente la definicin de nuevas estrategias estatales frente al triunfo

    britn ico en laGuerra de Malvinas y para la resolucin del confl ic to con Chi le

    por lasoberana de la zona del Canal de Beagle. En ambos casos -en contraste

    con elrgimen militar-, elgobierno de Alfonsll prioriz posturas antibelicistas,

    e intensif ic las vas dip lomticas de dilogo. Ante Gran Bretaa in tent sin

    xito reiniciar negociaciones bilaterales yluego opt por buscar apoyos en foros

    multilaterales, como las Naciones Unidas. En el caso del Beagle, ladiplomacia

    radical decidi aceptar la propuesta formulada por elVaticano, que haba ac-

    I:J.RmORNO A LA DEMOCRACIA 19K3.19K

  • 7/24/2019 Filadoro, Giuliani y Mazzeo. El Retorno de La Democracia La Herencia de La Dictadura y Las Ilusiones

    8/11

    428 ARII;.I II.i\I)OR().\I.I~Ii\NDR\GIUI.lANIYMIGl EI.MAZZI;O

    El. RETORNO A LA DEMOCRACIA

    (19113-19119) 42 9

    grupos econmicos y los conglomerados externos atentaba contra lainversin,

    que imposibilitaba el crecimiento del producto

    y

    eldescenso de los precios.

    Vale subrayar, siguiendo aBasualdo, que las transferencias de recursos a estos

    grupos econmicos locales y conglomerados externos, muchas veces excedan a

    las transferencias hacia los acreedores . En efecto, fue este esquema de priori-

    dades del gobierno el que, ms adelante, condujo a los acreedores externos a

    impugnar el accionar del gobierno radical, desencadenando la corrida cambiaria,

    cuyo desenlace fue la hiperinflacin.

    Para atender a las urgentes necesidades de los sectores ms postergados, elgo-

    bierno impuls el Plan Alimentario Nacional (PAN), que distribua cajas de

    alimentos. De hecho, siguiendo los lineamientos del Banco Mundial, comenza-

    ba a aplicarse un esquema de polticas asistencialistas que, lejos de discutir la

    redistribucin de la riqueza, simplemente gestionaban la pobreza alimentando

    a los carenciados. De este modo, pas a estar fuera de la discusin la distribu-

    cin de los ingresos. Las cajas del PAN preanunciaron lasuerte que sobrevino a

    los sectores que no consiguieron insertarse en la sociedad salarial. El problema

    de lapobreza fue crecientemente abordado como un problema de los pobres.

    Por otra parte, un conjunto de sectores polticos visualizaban las posibilidades

    electorales de lamiseria. El asistencialismo, un eficaz factor de despolitizacin

    de las clases populares y de reproduccin de lapobreza y de las litespolticas,

    se extendi y fue delineando una patria asistencialista .

    El intento de Grispun no funcion y,ante lapresin de los acreedores externos y

    un rebrote inflacionario, renunci en febrero de 1985. La capacidad impugnadora

    de los acreedores comenzaba amostrar su fuerza. De hecho, las relaciones con el

    FMI durante la gestin de Grinspun haban sido muy conflictivas.

    Ms all de las intenciones keynesianas, elpoder econmico presionaba a favor

    de lacontinuidad de los procesos iniciados con ladictadura: laconcentracin y

    diversificacin econmicas. El gobierno radical no alter en

    sustancial el

    mecanismo de subsidios ha~ los sectores ms concentrados de la industr ia ni

    las polt icas de promocin industrial , es decir, no afect a los sectores que se

    haban consolidado y expandido durante la dictadura

    y

    que no se caracteriza-

    ban precisamente por propiciar algn proyecto de desarrollo nacional.

    Grispun fue reemplazado por Juan Vita l Sourrouille, un economista con un

    perfil ms acadmico que poltico, con orientacin af111a la Comisin Econ-

    mica para Amrica Latina (CEPAL). El nuevo ministro implement un plan

    econmico que reverta las propuestas iniciales. El denominado Plan Austral,

    nombre de lanueva moneda que reemplazaba alpeso, tena como objetivo prio-

    ritario bajar la inflacin rpidamente. Se redujo el dficit fiscal y se aumenta-

    ron los impuestos alasexportaciones. Se fren laemisin monetaria y seconge-

    laron precios, tarifas pblicas

    y

    salarios. Sedevalu un 15por ciento y seconge-

    l el tipo de cambio.

    A diferencia del perfil distributivo de lagestin Grispun, elnuevo plan econ-

    mico favoreca el aumento de las exportaciones agropecuarias y lareestructura-

    cin industrial (de las ramas ms concentradas y vinculadas almercado exter-

    no) a partir de la apertura de la economa. Se intent mantener un tipo de

    cambio alto para favorecer las exportaciones y alejar el viejo fantasma de la

    escasez de divisas (t pico rasgo del

    s to p a nd g o) .

    Adems se impuls la reestructuracin del sector pblico mediante

    privatizaciones de algunas empresas pblicas que venan operando como meca-

    nismo de transferencia de subsidios a las empresas ms concentradas, contratis-

    tas o clientes del Estado. De este modo, siguieron delinendose los rasgos de la

    forma del Estado neoliberal y, cada vez ms, sta pas a atender las necesidades'

    de los sectores dominantes. Sidurante ladictadura haban sido beneficiados los

    grupos econmicos como contrat is tas del Estado, ahora se planteaba que las

    empresas pblicas pasaran directamente a manos privadas. Durante elgobierno

    radical, el esquema de privatizaciones no cont con el apoyo necesario en el

    Congreso, fundamentalmente debido a laoposicin del peronismo, Pocos aos

    despus, hiperinflacin mediante, elgobierno de Menem sera elencargado de

    articular los intereses de los sectores dominantes, efectuando las privatizaciones

    en los aos 90.

    El impacto inicial del Plan Austral fue posit ivo, la inflacin cay de manera

    pronunciada. Esto le permiti al radicalismo ganar las elecciones legislativas de

    1985. Pero el fenmeno inflacionario retorn; los precios aumentaron y los sala-

    rios siguieron' deteriorndose, Las modificacio'nes parciales del plan no consiguie-

    ron detener el proceso inflacionario. Como la productividad de laindustria au-

    mentaba, mientras que el costo de la fuerza de trabajo disminua, dificilmente

    puede sostenerse que los salarios fueron responsables del aumento de precios. Por

    elcontrario, las prcticas monoplicas (determinantes de los precios) de las gran-

    des empresas operaron sistemticamente impulsando elalza. Dos aos ms tarde

    el plan era insostenible. En las elecciones de 1987, que ponan en juego varias

    gobernaciones y que renovaban la Cmara de Diputados, elradicalismo fue de-

    rrotado y elperonismo sali fortalecido .

    12 V

    asc

    Eduardo Basualdo:

    A ce IT O d e l o n otf lr ole zo d e lo

    e s

    externo

    y

    l o d ef in i ci n d e

    f ino es tra teg iapo l tko ,

    Buenos Aires, Universidad Nacional de Quilmes-Flacso-Pgina/

    12, 1999.

    13 De hecho, e l oficial is rno perdi en todos los dis tr itos , salvo Crdoba , Ro Negro y la'

    Capital Federal.

  • 7/24/2019 Filadoro, Giuliani y Mazzeo. El Retorno de La Democracia La Herencia de La Dictadura y Las Ilusiones

    9/11

    43 I

    ARIFJ.FILAIX)RO.AI.FJANDRA GIUI.IANI y MIGUEL MA/./.F1)

    El. RI;rORNO A I.A DEMOCRACIA (1 Jl13 .19 19) I 4 3

    Lainflacin pas a funcionar como eltermmetro delaeconoma. En unmarco de

    puja distributiva, la marcha de los precios reflejaba las disputas tanto entre las

    distintas fracciones del capital, como entre el conjunto del capital y el trabajo. Sin

    embargo, esprecisoapuntar que elperjuicio delaumento de precios esmarcadamente

    asimtrico entre clasessociales. Mientras que lasempresas miden elvolumen de sus

    ganancias segn lamarcha de losprecios, los asalariados -en particular losde meno-

    res ingresos- miden sialcanzan a cubrir la canasta bsica de alimentos. Por aadi-

    dura, en esta etapa losalimentos bsicos incrementaban susprecios en proporciones

    mayores alpromedio inflacionario.

    En agos to de 1988, una vez agotado el Plan Austral , el gobierno lanz el Plan

    Primavera. Suprincipal objetivo era ganar tiempo para arribar a las elecciones

    presidenciales de 1989 con lainflacin controlada, por eso elplan sebas en una

    concertacin deprecios con los sectores ms concentrados de laindustria. Ahora

    bien, su funcionamiento exigia garantizar un flujo constante de divisas en el mer-

    cado local para mantener elvalor del dlar bajo. El plan no sediferenciaba en lo

    sustancial de los anteriores. Se trat de una nueva versin de los programas de

    ajuste ensayados previamente: negociar con los organismos de crdito, ampliar el

    supervit de labalanza comercial, aplicar polticas de ingresos recesivas que afec-

    taban elconsumo intemo, etc, Lo distintivo fue, en todo caso, elnfasis puesto en

    las reformas estructurales , particularmente del sector pblico (reducir su parti-

    cipacin en beneficio del capital monoplico), en laflexibilizacin de los regme-

    nes legales con elobjetivo de anular las restricciones al capital extranjero, en la

    aplicacin de regmenes de capitalizacin de la deuda , etc,

    En lneas generales, el plan comenzaba a mostrar crecientemente las apetencias

    de largo de plazo del capital f inanciero. En trminos de Leonardo Blejer: El

    equipo econmico parece dispuesto a cont inuar el programa de reformas es-

    tructurales en el sistema financiero y el comercio exterior. Todas las medidas

    . apuntan a consolidar elproceso de concentracin y centralizacin de laecono-

    ma, profundizando lainsercin dependiente de nuestro pas en una economa

    crecientemente transnacionalizada 14.

    Por otro lado, sevea cmo elgobierno tena cada vez menos apoyo por parte de

    las fracciones del capital excluidas de las prioridades del plan. En efecto, no cont

    con elaval de las principales entidades agropecuarias; la poderosa Sociedad Rural

    Argentina (SRA) sedeclar en estado de alerta . El principal punto de discordia

    era eltipo de cambio. La SRA y otras entidades agropecuarias exigan un tipo de

    cambio nico. Latensin tuvo su pico durante laExposicin Rural en agosto de

    1988, cuando elpresidente Alfonsn y otros representantes del gobierno fueron

    abucheados por sectores de la concurrencia que respondan a las entidades

    agropecuarias.

    Muchos factores atentaron contra el plan; los que daban cuenta de la creciente

    crisis que se vena gestando hacia dentro del gobierno, al interior de los secto-

    res dominantes, as como entre dominantes ydominados. Las crisis de hegemo-

    na de las etapas anteriores volvan a reflejarse en la palestra poltica argentina.

    Los cuadros tcnicos que representaban intereses de las distintas fracciones del

    capital operaban abiertamente en funcin de cada uno de los grupos. Entre este

    tipo de acciones, las gestiones poco patriticas de Domingo Felipe Cavallo

    resultaron premonitorias de lo que sea la dcada del 90, pues haba reco-

    mendadoal Fondo Monterario Internacional (FMI) y al Banco Mundial que

    limitaran sus crditos al gobierno argentino.

    Larelacin con estos organismos multilaterales de crdito se torn cada vez ms

    conflict iva durante el l timo ao y medio del gobierno radical El ingreso de

    Nicholas Brady como secretario del Tesoro norteamericano de lagestin entrante

    de George Herbert Bush, sealaba un cambio en la poltica, aumentando las

    exigencias hacia los pases deudores por parte de estos organismos. Hacia fines de

    1988, bajo elPlan Brady, elrol del FMI en los planes econmicos de los gobier-

    nos latinoamericanos fue ganando importancia al operar como supervisor

    ipso

    jacto de las polticas llevadas adelante por estos gobiernos. Las renegociaciones de

    la deuda externa argentina slo se realizaban s i el gobierno haca los cambios

    exigidos por esta institucin que, en ltima instancia, obra en consonancia con

    los intereses de Estados Unidos , El Consenso de Washington, en los hechos ,

    cristaliz durante ladcada de los 90 los lineamientos polticos que Estados Uni-

    dos propuso para Amrica Latina: privatizacin de empresas pblicas, leyes de

    flexibilizacin -precarizacin- laboral, liberalizacin del sistema financiero y

    apertura de laeconoma, entre otras medidas que fueron supervisadas por elFMI.

    En este contexto, a partir de mayo de 1988, el gobierno entr de hecho en

    cesacin de pagos con los organismos multilaterales de crdito y seradicaliz la

    conf lictividad entre las dis tintas f racciones del capital pues, tal como seala

    Basualdo , paradjicamente, el gobierno vena desatendiendo los pedidos de

    14 Lconardo Blejcr. El Plan Primavera . o/idod EronI?Ico.N 83-84, cuarto y quinto

    bimestre de 1988. p. 32

    15 Sibien el FMI sepresenta como una entidad multilatcral, en los hechos. los votos que

    listados Unidos tiene dentro de lamisma hacen que ninguna decisin pueda tomarse sin

    el consenso norteamericano. 1~ngeneral. los votos de los pases deudores son claramente

    minoritarios en laasamblea del FM) Yla mayora secompone de pases desarrollados. De

    esta manera. lainstitucin condensa losintereses de lospases dominantes en elescenario

    internacional.

    16 Eduardo Basualdo, Acerco de lo nolllrolezo de la delldo externo lo definicinde lino

    estrategia poltico. ~p. cit.

  • 7/24/2019 Filadoro, Giuliani y Mazzeo. El Retorno de La Democracia La Herencia de La Dictadura y Las Ilusiones

    10/11

    432

    AI\IEl.FII.J\IXJRO.AU JANDRAGIUUANI y MIGUlLMAZZI.O

    El. RETORNO A LA DI.MOCR\UA (19H:l-19H9)433

    los acreedores externos

    y

    convalidando la acumulacin del capital concentrado

    interno.

    En el t ranscurso dela primera quincena de febrero de 1989 eldlar t rep de 17

    a 26 australes, y tambin subieron las tasas de inters. Los bancos nacionales y

    extranjeros -acreedores del Estado- fueron los responsables de la corrida del

    dlar. Almes siguiente, elBanco Mundial suspendi laentrega de par te de un

    crdi to otorgado con anter ioridad y se radicaliz el enfrentamiento entre los

    acreedores externos y elgobierno.

    La devaluacin desat el aumento de precios y la economa, en un marco

    estrncturalmente inflacionario, sigui ms que proporcionalmente el aumento

    del dlar. El pas ingres en la lperinflacin. Los aumentos de precios, desqui-

    ciados y constantes, hicieron inviable el sosteninento de la situacin. La

    hiperinflacin radical iz la sensacin de insostenibil idad del gobierno y la ne-

    cesidad de cambios en las medidas de poltica econmica, La disputa por la

    redist ribucin del ingreso entre los grupos econmicos ms poderosos pas a

    dominar el escenario econmico y poltico.

    Los cambios que sobrevendran a la lper slo podan llevarse adelante en la

    medida en que tanto los grupos econmicos locales como elcapital extranjero y

    los acreedores externos acordaran su contenido. El resto de lapoblacin, ante la

    huella de pnico que fue marcando la hper, legit imar a este acuerdo entre los

    actores de mayor poder econmico.

    Entretanto, elministro Sourrouille renunci y fue reemplazado por un dirigen-

    te poltico, Juan Carlos Pugliese. Su gestin estuvo signada por la impotencia

    frente a la voracidad de las distintas fracciones del capital en puja.

    6. La crisis del gobierno radical, un final anticipado

    los sectores ms concentrados de laindus tria. De este modo, elEstado asumi

    elcosto de laacumulacin de capi tal de tales grupos.

    En este sentido, la exper iencia se inscribe en la lgica del per odo iniciado en

    1976. Tambin por esto mismo, y no por simple cronologa, puede considerar-

    se como antesala de laspol t icas implementadas en los 90. De hecho, durante el

    gobierno de Alfonsn se impuls la reforma del Estado , es decir, las

    privatizaciones (que avanzaron en su versin perifrica ). La hiperinflacin,

    por su parte, se perfil como otro momento del disciplinamiento social que

    vena a complementar el del terrorismo estatal.

    El gobierno de Ral Alfonsn no hizo ms que profundizar ladebilidad estataL

    El resultado final fue una crisis econmica que culmin en un proceso

    hiperinflacionario, paradjicamente presentada y asumida por buena parte de

    lapoblacin (losmedios jugaron un rol clave en este aspecto) como consecuen-

    cia de una exces iva presencia del Estado en laeconoma y en la sociedad. Esta

    completa reversin del sent ido comn imperante hasta los aos 70, marc, en

    elterreno de lahegemona, el triunfo estratgico de los sectores ms concentra-

    dos del gran capital.

    Por otra parte, durante esos aos, e sindicalismo seconstituy como uno de los

    sectores opositores ms importantes del gobierno radical. A poco de asumir, el

    gobierno envi alCongreso un proyecto de ley de Reforma Sindical . Laleyera

    contradictoria: por un lado, buscaba minar e poder de la burocracia sindical ,

    modificando los estatutos gremiales, dando mayor participacin a las bases y a

    la minoras, pero, al mismo tiempo, procuraba erosionar el poder poltico de

    los sindicatos. A pesar de las diferencias dentro del sindicalismo y del peronismo

    (despus de la derrota del 83, se plante una disputa por el control del

    justicialismo entre ortodoxos y renovadores ), hubo un alto grado de cohe-

    sin en torno alcuest ionarniento de laley, la que por un voto no fue aprobada

    en e Senado. Este intento frustrado debilit algobierno, y e sindicalismo, en

    cambio, sali fortalecido. La Confederacin General del Trabajo (CG1) confor-

    m una conduccin unificada. El lder del grefio cervecero, Sal Ubaldini, se

    convirt i en secretario general a f ines de 1986.

    . El sindicalismo remont una situacin de fraccionamiento

    y

    desprestigio y co-

    menz a recuperar cierta credibilidad en las bases peronistas. Seconvirti as en

    uno de los principales sectores opositores algobierno radical, en particular a su

    poltica econmica, realizando en total 13paros generales. Por otra parte, des-

    pus del inicial intento disciplinador, e gobierno radical impuls leyes que

    beneficiaban abiertamente a laburocracia sindical, fundamentalmente laleyde

    Asociaciones Profesionales (que estableca lareeleccin, el sindicato nico por

    actividad, etc.).

    Despus de laderrota en las elecciones de 1983, elperonismo se dividi, como

    Cuando e radical ismo asumi e gobierno y contribuy a la restauracin del

    rgimen democrtico en diciembre de 1983, no era plenamente consciente de

    los condicionamientos de la transicin.

    La puja entre elcapital y eltrabajo y la lucha intersectorial de grupos econmi-

    cos por laapropiacin de los ingresos en un contexto de recursos escasos, infla-

    cin descontrolada, expor tacin de divisas y fuga de capitales -a lo que debe-

    mos sumar las limitaciones de la estructura social y estatal-, hicieron que e

    gobierno radical, despus de un inicio relativamente auspicioso, abjurara de sus

    mejores intenciones y asumiera elnico objetivo de adnnistrar lacrisis polti-

    ca y econmica del sistema.

    La poltica econmica de gobierno favoreci e reemplazo de la acumulacin

    por los subsidios. A travs de las empresas pblicas, se transfirieron subsidios a

  • 7/24/2019 Filadoro, Giuliani y Mazzeo. El Retorno de La Democracia La Herencia de La Dictadura y Las Ilusiones

    11/11

    434 AR ~.HIJ\IX mo. A1.I, I\NDRAGIUI.J\NIY MIGUIJ.M\ZZIO

    sealramos, entre ortodoxos

    y

    renovadores . A part ir de las elecciones de

    1987, los segundos se consolidaron en la estructura partidaria. En las eleccio-

    nes internas de 1988, se enfrentaron, para dirimir la candidatura presidencial,

    Antonio Cafiero

    y

    Carlos SalMenem. Sibien ambos tenan orgenes renova-

    dores , e grueso de laestructura part idaria responda al primero. Por eso, to-

    dos los grupos marginales de peronismo, tanto los sectores ortodoxos (la

    derecha poltica y sindical) como los sectores residualesde laizquierda peronista

    (Montoneros, concretamente) se encolumnaron detrs de la candidatura de

    Menem. Su esttica de caudillo federal, anacrnica pero eficaz, su indiscutible

    carisma y un discurso que pona e nfasis en ladefensa de la soberana nacional

    y en las polticas redistributivas, ms e hecho de que su rival, Antonio Cafiero,

    apareca como una versin muy cercana alalfonsinismo, le sirvieron para ganar

    las elecciones internas.

    En las elecciones presidenciales del 14de mayo de 1989, se impuso la frmula

    just icialista que pos tulaba a Carlos Menem y a Eduardo Duhalde como presi-

    dente y vice respectivamente. stos deban asumir en diciembre, pero la debi-

    l idad de gobierno radical y laposicin del gobierno electo, profundiz la cri -

    sis. La deriva econmica, los saqueos de los almacenes y supermercados por

    masas de hambreados, forzaron algobierno a entregar elmando por anticipado.

    El 8 de julio, Menem asumi lapresidencia en un contexto de grave recesin,

    alta inflacin, exacerbada puja redistbutiva y crisis social e institucional.

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