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76 · · · REVISTA DE LA SOCIEDAD ESPAÑOLA DE LA GUITARRA , n12 · 2018 Giuliano Balestra, Massimo Gasbarroni y Oscar Ghiglia Una jonada con Massimo Gasbarroni, Oscar Ghiglia y Giuliano Balestra [ © DAMIANO ROSA]

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GiulianoBalestra,MassimoGasbarroniy Oscar

Ghiglia

Una jornada con

Massimo Gasbarroni, Oscar Ghiglia y Giuliano Balestra [© DAMIANO ROSA]

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T E X T O: Jav ier S O M O Z Ay Jav ier S U Á R E Z - PA J A R E S

F O TO G R A F Í A S: Damiano Rosa y Jav ier Somoza

ROMA, 29 de febrero de 2016.En esta tarde lluviosa de invierno,

la escalinata de la Facultad deIngeniería de la Sapienza Universitàrefleja, húmeda, la tenue luz deltramonto romano invitando a lostranseúntes a refugiarse en su interiorpara poder ser testigos del reencuentroen el escenario de los primeroslicenciados del Primo CursoStraordinario di «Chitarra da Concerto»de Italia, creado en el ConservatorioSanta Cecilia de Roma, allá por el cursoacadémico 1954-1955.

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E L CONCIERTO de esta noche ha sido un homenaje al Conservatorio y al que fue primer pro-fesor de guitarra en un conservatorio italiano: Benedetto di Ponio. Tres de sus más destaca-dos alumnos, Oscar Ghiglia, Giuliano Balestra y Massimo Gasbarroni, han deleitado al auditoriocon sendas ponencias y ofrecido un emotivo programa con el que nos han hecho viajar hastaaquella primera etapa académica de la guitarra en Italia. La disparidad de caracteres y estilosinterpretativos de estos tres guitarristas da buena fe del espíritu de libertad creativa que ca-racterizó al primer grupo de licenciados en Roma, fuera esta (y eso, como veremos, es unacuestión de perspectiva) estimulada o reprimida por sus maestros del Conservatorio. Tras con-cluir el recital nos dirigimos al pequeño hostal del Trastevere que compartimos con Bales-tra (catedrático durante más de dos décadas en el puesto de su maestro) y con su esposa, lasoprano Elisabetta Majeron, para aligerarnos de bártulos musicales y de grabación. Antes dela cena de despedida en la que departiremos con el resto de protagonistas, hacemos una bre-ve escala en la terraza cubierta de un coqueto café situado frente a la Basílica de Santa Maríaen el Trastevere. Balestra, además de guitarrista, es un consumado investigador de la histo-ria de la guitarra en Italia. Durante un buen rato, mientras remueve el espresso que apenasllena el fondo de la taza (como Dios manda, al menos en Roma), glosa con profundo respe-to la figura de Benedetto Di Ponio. Su voz es grave, pausada y raramente eleva el tono inclusocuando, animadamente, recrea conversaciones y situaciones vividas en aquel tiempo.

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Facultad de Ingenieria de la Sapienza Universita[©

DAMIANO ROSA]

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JAVIER SUÁREZ-PAJARES: Así que, en realidad,fuisteis cinco los titulados en la primerapromoción de guitarra en Santa Cecilia.GIULIANO BALESTRA: Sí. Di Ponio enseñódurante diez años en el conserva-torio, desde 1954 hasta 1964, añode su fallecimiento, y en ese perio-do se diplomaron cinco alumnos:Oscar, Massimo y yo, que segui-mos el camino de la interpreta-ción y de la docencia, GianluigiGelmetti, que se decantó por la di-rección de orquesta y GiovannaSalviucci Marini, que hizo lo pro-pio por la música popular y la can-ción protesta. Nuestro maestro erauna persona afable y [tras reflexionarunos segundos], en aquel momento,el mejor guitarrista y profesor ita-liano. Tan pronto como en 1924 to-caba en la Unione RadiofonicaItaliana (la primera vez que lo ha-cía un guitarrista), y poco más tar-de se destacó interpretando unquinteto de Boccherini en la salaScarlatti, la más importante paramúsica de cámara en Roma, congran éxito. En 1928 tocó, tambiénen la radio, el Homenaje de Falla.En fin, tenía una trayectoria artís-tica y un repertorio inusual parasu época en nuestro país. Hay queconsiderar que desde los tiemposde los grandes maestros del sigloXIX la guitarra en Italia estaba su-mida en una gran decadencia, apesar del esfuerzo de intérpretescomo Luigi Mozzani, pero estos noalcanzaban la altura de un Pujol,un Llobet o un Segovia.

JAVIER SOMOZA: Releyendo la biografía de DiPonio que publicaste hace unos años pare-ce claro que, en lugar de estas figuras pos-románticas de la guitarra italiana, másbien fueron los nuevos maestros españo-les la referencia para el resurgimiento dela guitarra en Roma y en toda Italia.1

G.B.: Sin duda. Él conoció a Llobet aprincipios de los años treinta (lohospedó en su casa en una ocasiónque vino a tocar a Roma) y en los40 ya había adoptado plenamentelos principios de la escuela españo-la. Cuando comenzamos a estudiarcon él su metodología y el reperto-rio, ya plenamente actualizado, es-taban claramente basados en estatradición interpretativa que élsupo reconocer como preeminen-te. Fijaos, el primer concierto deSegovia en Roma fue en 1927, en laSala Accademica del Conservato-rio, con motivo del centenario dela muerte de Beethoven y se con-virtió en un gran acontecimientoporque además participaron Vladi-

mir Horowitz, Beniamino Gigli, Al-fredo Casella…, grandes nombrestodos ellos.

J.S.-P.: Benedetto di Ponio asistió segura-mente a ese concierto.G.B.: Estoy convencido de que sí,y me parece que también estabaMaria Rita Brondi, quien tambiénvivía en Roma.

J.S.-P.: Di Ponio también tiene una modestay casi inédita producción como composi-tor. Entre estas pocas obras destaca su ver-sión de la Ninna Nanna, dedicada a Llobet.¿Hay alguna grabación de ella?G.B.: Yo la he tocado en alguna queotra ocasión en concierto. No ten-go constancia de que se haya gra-bado, aunque sé que se editó ensu momento, hace muchos años.A Llobet le gustó mucho la pieza yle envió una bonita carta de agra-decimiento.2 Ciertamente Di Poniono compuso tanto pero hizo variastranscripciones que tocábamos

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1. Giuliano Balestra: Benedetto di Ponio. Profilo artistico e didattico del primo do-cente di chitarra nei conservatori italiani, Nettuno (Roma): Centro Culturale «Fer-nando Sor», 2012. Véase una reseña de esta biografía en Roseta, n.º 7 (2012), pp.120-121. En Simona Boni (ed.): Romolo Ferrari e la chitarra en Italia nella primametà del Novecento, Módena: Muchi, 2009, se recogen igualmente numerososdocumentos y relatos en torno a este personaje que, por diversos motivos, fueinjustamente eliminado de la historia de la guitarra italiana del siglo xx por loque no teníamos noticia alguna de su trayectoria hasta la reciente apariciónde estas publicaciones. Véase también una reseña del volumen antes citadoen Roseta, n.º 5 (2010), pp. 138-140.

2. «Querido amigo, he recibido su amable carta y también la composición que hatenido la bondad de dedicarme; le agradezco de corazón este detalle. Ninna Nan-na es una pequeña composición plena de encanto, tanto por su bella línea me-lódica como por la amable y sencilla armonización. Considero que está destinadaa tener éxito. Deseo que esto se haga realidad del mismo modo que espero po-der viajar a Italia, pero ¿cuándo será posible? Con mis mejores felicitaciones y todacordialidad. M. Llobet». Carta de Miguel Llobet a Benedetto Di Ponio datada el 24de enero de 1935. Archivo privado de Giuliano Balestra, Nettuno (Roma).

Programadel conciertoMaestri dellachitarra, homenajeal Conservatoriode Santa Cecilia, y a su Primo CorsoStraordinariodi «Chitarra daConcerto»,Roma, 2016

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como parte del repertorio de Mú-sica de Cámara en el Conservato-rio: por ejemplo las Goyescas deGranados, para tres guitarras,Sevilla de Albéniz, para cuatro,y otras.

J.S.-P.: Y esos conjuntos los formabais Ghiglia, tú…G.B.: ...y Giovanna Salviucci, cuandoformábamos trío, y los tres conGelmetti, en cuarteto. Lo mejor deDi Ponio es que, pese a su autori-dad y posición en Santa Cecilia,siempre nos dejó libertad para es-coger nuestro camino. No era un

maestro impositivo en absolutopero, eso sí, era muy exigente. Yadesde el primer día nos ponía atrabajar el estudio del Abejorro,de Pujol.

J.S.: ¿Cuántos años duraban aquellos estu-dios recién inaugurados?G.B.: Eran siete años en total, cua-tro de nivel básico y tres cursosde nivel avanzado.

J.S.-P.: Tras Di Ponio ¿qué otros maestros sedestacaron en el Conservatorio de Roma?G.B.: Tras la muerte de Di Ponio seplanteó un problema. La especia-

lidad de guitarra pasó a manos devarios profesores, pero en 1967fue eliminada por el Ministerio,no sabremos nunca el por qué…[Se produce un elocuente silencio]. En realidad puede que sí lo sepamos,pero mejor no profundizar enesto [risas]. Y, por suerte, en 1973 elaula de guitarra fue restablecidapor el nuevo director del Conser-vatorio.

J.S.: ¿Fue entonces cuando te incorporastetú a la cátedra?G.B.: No, no. Eso fue más tarde. Laespecialidad tuvo un recorrido

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Alumnos del Saggio di Chitarra, Conservatorio «Santa Cecilia», 1957 (de izda. a dcha.: Giuliano Balestra, Oscar Ghiglia, Benedetto di Ponio, Gianluigi Gelmetti, Giovanna Salviucci, Helenita Olivares y Clara Riccardi)

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Benedetto di Ponio: Ninna Nanna, Milán: A. Vizzari, 1934

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Benedetto di Ponio: Ninna Nanna, Milán: A. Vizzari, 1934

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bastante azaroso: se pasó desdeel original Curso Extraordinariode Guitarra de Concierto (extraor -dinario en el sentido de que lopodían cerrar en cualquier mo-mento, o sea que, más bien, untérmino más preciso hubiese sido«provisional»), después pasó aCurso Permanente y, final y defi-nitivamente, desde el año 1980,Scuola di Chitarra.

• • •

Una vez apurado el café nos dirigimospara continuar la charla (ya con todos losprotagonistas) hacia una encantadoratrattoria romana, a pocas manzanas dedonde nos encontramos, que albergaráhasta casi completar su aforo al nutridogrupo de artistas, familiares y amigos que

hemos disfrutado de esta deliciosa jor-nada musical. Cuando llegamos, el Maes-tro Oscar Ghiglia ya se encuentra allíacompañado de sus dos hijos, ambos tam-bién músicos profesionales: Paulo, flau-tista, y Andrea, barítono. También lesacompaña Letizia Guerra, su madre, guita-rrista y profesora del Conservatorio de Pes-cara. El resto del nutrido grupo se vaincorporando con celeridad con el consi-guiente jaleo. Javier Suárez-Pajares y yonos intercambiamos una sonrisa y un alza-miento de cejas porque nos damos cuentade que las canciones de Sergio Bruni quese escuchan de fondo, las conversacionesentrecruzadas entre los comensales, losvinos y viandas circulando alrededor, con-vertirán esta mesa redonda en un experi-mento de lo más divertido. MassimoGasbarroni charla con Javier Suárez-Paja-res de sus viajes por la antigua Unión So-

viética; Balestra, en un extremo de la lar-guísima mesa, habla con unos jóvenes es-tudiantes del gran Emilio Pujol; y Ghiglia,al lado de quien me he sentado, por suparte, alaba la figura de su primer ídolo dejuventud, el gran Alirio Díaz, cuyo hijo seencuentra también sentado a mi izquierda.Sin solución de continuidad, alza su voz depronto, algo aguda aunque profunda y,siempre divertido, casi cantando, bromeacomo es su costumbre haciéndonos unguiño cariñoso a los invitados españolesmientras le sirven un vaso del extraordina-rio Chianti de la casa: «¡El vino rojo! ¡Unpoco de tintooo!». La invitación al brindistiene el éxito que su frescura merece incre-mentando el jolgorio y el ambiente lúdicoentre los comensales. Tanto se eleva elruido que en este instante el coloquio serestringe por un rato a nosotros dos, ha-blándonos casi al oído.

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Ensayo de Sevilla de Albéniz, Conservatorio «Santa Cecilia». 1959 (de izda. a dcha.: Giovanna Salviucci, Oscar Ghiglia, Gianluigi Gelmetti y Giuliano Balestra)

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OSCAR GHIGLIA: Como dije antes en elconcierto, yo no fui a la escuelacon regularidad con los demás ni-ños para aprender a leer y escri-bir. Aprendí, más o menos, todoeso solo. Entonces, cuando pudeentrar en el Conservatorio descu-brí que sí, que la formación acadé-mica era interesante. A mi familiano le gustaba el mundo académi-co. Mi padre nunca fue a la escue-la, al igual que su padre.3

J.S.: ¿Y no quiso que fueras tú tampoco?O.G.: Digamos que no era obligato-rio. Después de la guerra, en 1946,con la nueva constitución se vol-vió obligatoria la escolarización detodos los niños, pero nosotroscambiábamos mucho de casa de-bido a la profesión de mi madre,que era pianista. Por su parte, mipadre, que tenía mucha energía,gritaba mucho cuando pintaba.Los vecinos se quejaban y tuvimosque mudarnos muchísimas vecesen veinte años. Esto no es muycompatible con ir a una escuela.Cada poco tiempo cambiábamosde barrio y los colegios no erantan hospitalarios como los actua-les. Mi madre nos sacó inmediata-mente de uno religioso en el quepegaban a los niños. Una vez uncura hasta se comió los supplì queme dio mi madre para almorzar.[Llama ahora al camarero, organizando aúnla mesa para los suyos: «Altri tre coperti, pre-go!»].Mi padre [de nuevo dirigiéndose amí] no quería otro pintor en la fa-milia. Un día me dio una guitarra.Él tocaba un poco, le gustaba can-tar y se acompañaba con algunosacordes. Me enseñó lo más básico:«esto Re mayor…, esto La 7.ª…, estoDo mayor…». Así, con unos pocosacordes, empecé a poder cantar y,gracias a eso, a hacer amigos. Enel conservatorio al fin me encon-

tré bien en una escuela, con genteafín a mis inquietudes, nuevasamistades y sintiendo mi perte-nencia a un grupo. Era músico, oasí me veía yo ya en ese momento.

J.S.: Así que tu padre te animó, eso sí, a iral conservatorio…O.G.: Bueno, yo al principio lo quequería era tocar jazz, por influen-cia de los primeros amigos quetenía (esa era la moda), aunqueme gustaba escuchar piezas clási-cas famosas como Asturias y

otras por el estilo. Pero antes deque empezara a estudiar seria-mente el jazz, se abrieron laspruebas para acceder al nuevocurso de guitarra en Santa Ceci-lia. Mi madre me dijo: «Tú te vasal conservatorio; déjate de jazz»,y así fue. Cuando entré al conser-vatorio me encontré con estos señores de aquí y unos pocosmás. Éramos trece [poniendo las ma-nos en torno a la boca para hacerse oír],¿verdad Giuliano?G.B.: [Respondiendo desde el otro extremo]¡Catorce!O.G.: ¡Eso! Yo tenía solo una guitarraeléctrica con botones.J.S.: ¿Te prestaron una clásica para la prueba?O.G.: No, no: toqué con la mía.

Ahora que todos estamos ya sentados y elambiente se ha relajado un poco puedenunirse otros comensales a la conversación.Massimo Gasbarroni se incorpora en estemomento a nuestra charla. Es un hombreenjuto, espigado aunque de porte elegan-te, cuya comedida gestualidad unida a lamagia vespertina del Trastevere y a losefluvios del Chianti Clássico hace que eneste instante me lo imagine como uneques romano departiendo con sus cole-gas en una tavola calda.

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3. Paulo Ghiglia (1905-1979) fue un destacado pintor italiano con obra expuestaen museos tan destacables como la Galería de los Uffici, en Florencia, o el

Metropolitan Museum de Nueva York. Información tomada en <it.wikipedia.org/wiki/Paulo_Ghiglia> (consultada en febrero de 2018).

Oscar Ghiglia, niño, con su guitarra (retrato de Paulo Ghiglia)

Oscar Ghiglia y Giuliano Balestra en una clase con Di Ponio, ca. 1956

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MASSIMO GASBARRONI: Recuerdo a Oscarrasgueando, un poco a la flamen-ca, con esa guitarra, ya con labarba.O.G.: No, no, no. No tenía nada debarba. La barba vino luego, yaveréis las fotos.J.S.: ¿Y la primera clase en el conservatoriola tuviste aún con esa guitarra?O.G.: Sí. Pero encordada con cuerdasde nylon. Sonaba horrorosa, comote puedes imaginar. Di Ponio nossorprendía cada día poniéndonosun estudio distinto: de Sor, Aguado,Munier, Marucelli… Era muy metó-dico y se tomaba muy en serio serel segundo docente en un conser-vatorio de Europa. Sólo en Madridhabía estudios oficiales de guitarradesde antes.G.B.: …y, en Argentina, la Anido.

J.S.: Cuando vuestro nivel como guitarristasfue mejorando, ¿Di Ponio os animaba aque estudiarais con Segovia, Pujol u otrosmaestros?O.G.: No le gustaba nada eso. Undía le dije: «Voy a estudiar conSegovia a Siena», y me dijo:«Pero, ¿por qué?, ¿para qué?Aquí vas a aprender lo mismo».G.B.: Nos decía que éramos dema-siado jóvenes, que era muy pron-to. Pero, en fin, los jóvenessiempre tienen esa inquietud porprogresar y aprender, así queal final también hice la brutta fi-gura ante él por ir a estudiar conellos, según su criterio, demasia-do pronto.

J.S.-P.: ¿Los tres fuisteis a Siena?M.G.: ¡Claro, cómo no! Creo que Giu-liano fue el primero en ir para es-tudiar con Segovia, aunque luegofue, sobre todo, alumno de Pujolporque le interesaba mucho la vi-huela y la música antigua en gene-ral. Yo fui más tarde: desde 1961.

J.S.: Oscar, tú, además de con Segovia, por su-puesto, ¿tomaste algunas clases con Pujol?

O.G.: En una ocasión tomé clase conPujol. Tocaba una obra con un vio-lagambista: Les folies d’Espagne, deMarin Marais. Yo mismo había rea-lizado el continuo y en esta claseme dio algunas ideas interesantespara mejorarlo.M.G.: Lo mejor de Siena es que allítambién teníamos la oportunidadde escuchar a Sergiu Celebidache,a Guido Agosti, a Nicanor Zabaleta,y a otros grandes.O.G.: ¡Y también a Alirio Díaz! A estele considero un maestro importan-tísimo.

Todos asienten y comentan sus experien-cias personales con el maestro venezolano.Las memorias individuales de ese momen-to embrionario de la nueva escuela italianase superponen y funden para conformaruna memoria común más completa. El rela-to se va trufando con divertidas anécdotasque se suceden entre viandas y brindis. Laalegre convivencia de aquellos jóvenes gui-tarristas, llenos de energía y ganas deaprender, permanece aún intacta.

M.G.: ¡Vaya noches aquellas, despuésde las clases, tocando la guitarraen la escalinata de Piazza di Spag-na! También venía Gelmetti y unaviolinista a la que llamábamos…O.G.: ¡Gioconda! [La excelente memoria delMaestro provoca de nuevo aplausos carcaja-das] La llamábamos así en broma por la violinista italiana, famosa enaquel tiempo, Gioconda de Vito.

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M.G.: Teníamos un gran ambientede compañerismo y hacíamosmuchas cosas juntos.O.G.: Sí, muchas... Particularmenterecuerdo una, junto a Giuliano,cuando mandamos al infierno (oalgo parecido) al presidente de laAccademia di Sta. Cecilia por lla-marnos la atención. [Ahora las risasvan in crescendo].G.B.: ¡Espera! Yo lo cuento. Una vezacabado el curso, fuimos juntos ala secretaría para hacer no sé quégestión. Estaba al final de un pasi-llo muy largo al que se accede des-de el Conservatorio, pero por elotro lado hay una puerta que atajadirectamente hacia las escaleras dela Accademia di Sta. Cecilia (queestá íntimamente relacionada conel conservatorio pero que es, en re-alidad, otra institución). Esta salidanos quedaba mucho mejor para iral estudio de su padre en Via Vitto-ria, al que íbamos a menudo a co-mer fruta del enorme cesto quesiempre tenía allá esperándonos,así que decidimos salir por ahípara hacer el trayecto más corto.Alguien nos dijo entonces desde loalto: «¿A dónde van ustedes?». Nosmiramos un par de segundos, con-testamos «Vai a …» y nos fuimostan alegremente. Travesuras deadolescentes.O.G.: El portero, con quien nos llevá-bamos muy bien, nos dijo una se-mana después: «¿Sabéis a quiénhabéis mandado »al demonio« elotro día?» [la jarana se propaga no sola-mente por nuestra mesa, sino que tambiénescucho a mi espalda las carcajadas de otrosclientes]. Creo que por eso no mehan invitado nunca a tocar allí.

J.S.-P.: ¡Madre mía! Bien, para ir cerrando elcuestionario quisiera preguntaros qué mo-mentos podríais escoger como los más de-cisivos en vuestra carrera. Tal vez podríacomenzar Giuliano…G.B.: [Tras pensarlo un poco] Yo creo queuno fue, y no me importa insistir,

«En el conservatorio meencontré con gente afín amis inquietudes, nuevasamistades, y sintiendo mipertenencia a un grupo.

[OSCAR GHIGLIA].»

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una y Segovia de cuatro a siete.Pocos años después, tras la muer-te del Conde, los nuevos responsa-bles decidieron prescindir de losgrandes nombres que impartíanclases en el curso; después inclusotambién de Alirio Díaz, que era elasistente de Segovia, y no se recu-peró el máximo nivel hasta 1976,cuando Oscar tomó de nuevo lasriendas de la especialidad de gui-tarra, hasta hoy.

J.S.: El Curso de Santiago de Compostela, ce-lebrado en las mismas fechas de verano ytambién muy largo, ya estaba en marchadesde 1958. ¿Cómo hacía Segovia? ¿Viajabaentre ambas ciudades?

ir a estudiar a la Accademia Chigia-na de Siena; también la creacióndel Concurso Fernando Sor, al queconsidero como a un hijo; y posi-blemente un momento clave fue elconcurso que superé y gracias alcual ingresé como docente en elConservatorio.

J.S.-P.: Tus estudios en Siena ¿cuándo fueronexactamente?G.B.: Entre 1960 y 1962. Tuve muchasuerte porque en esos años ense-ñaba por las mañanas Pujol, con lavihuela, y por las tardes Segovia,que nos fascinaba con su arrebata-dor estilo y su mágica tímbrica einigualable sonido. No obstante,

Pujol fue, a mi entender, el maes-tro por excelencia (en el sentido deprofesor) de la guitarra del siglo XX.El Conde Chigi, benefactor de estoscursos y el último gran mecenas delas artes en Italia, tuvo la amabili-dad de liberarme de pagar la tasade inscripción, además de con cederme la beca del curso, y gra-cias a ello me fue posible disfrutarde esos increíbles veranos.

J.S.-P.: Así que Pujol y Segovia compartíanestancia y clases en Siena durante un mesal año.G.B.: ¡Durante dos meses! Del 15 dejulio al 15 de septiembre. Pujolenseñaba desde las nueve a la

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Emilio Pujol y Giuliano Balestra en un tren hacia Siena, en el verano de 1962

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G.B.: Bueno, él tenía sus asistentes:en Santiago de Compostela a JoséTomás y en Siena a Alirio Díaz. Meimagino que esto le permitía bas-tante movilidad. Posiblemente ten-dría además algún que otrocompromiso de conciertos inclusoen esos meses de verano. En fin,después de estudiar con Di Poniome dediqué a viajar, dando con-ciertos y asistiendo a las clases delos maestros que más me interesa-ban. De este modo, en el Curso deSantiago de Compostela al que tam-bién acudí para trabajar con Sego-via, tuve la inmensa suerte decoincidir con esta maravillosa can-tante [señalando a su esposa, Elisabetta,sentada a su lado], que ha sido mi com-pañera en la música y en la vidadurante todos estos años. Fue uninicio fantástico porque tuvimos laoportunidad de tocar varios con-ciertos juntos por mediación deRamón Borrás, que era el directordel curso entonces. El programa in -cluía, por ejemplo, la Cantata HWV140 de Haendel «No se enmendarájamás», con texto original en caste-llano. Una música maravillosa que,curiosamente, fue compuesta enRoma. Elisabetta y yo habíamos obtenido en aquel curso del 69 lospremios que otorgaba Andrés Segovia y Conchita Badía respecti-vamente, y el señor Borrás nos pre-mió con esta gira de conciertos porGalicia, lo cual era una oportuni-dad increíble para nosotros. Tam-bién recuerdo haber tocado unconcierto de Vivaldi, dentro de esagira, con un cuarteto de cuerda. To-dos ellos fueron en salas preciosascomo la del Hostal de los Reyes Ca-tólicos y el Museo de Pontevedra.

J.S.-P.: Pero esto no era normal, ¿verdad? Merefiero a que los alumnos dieran tantosconciertos.G.B.: No, no era nada habitual. Había-mos mandado una grabación y, des -de que nos dieron la beca, lo cierto

es que fue todo rodado. Tuvimosmucha suerte porque ese momen-to supuso verdaderamente el ini-cio de nuestra carrera musical.

J.S.-P.: ¿Y cuáles serían los puntos de infle-xión de la carrera de Massimo Gasbarroni?M.G.: Pues le debo a Giuliano uno deellos, seguramente el más impor-tante. Yo había obtenido una becapara estudiar con Emilio Pujol enLisboa en el curso 62-63. Giulianohabía firmado un contrato con laCompagnia dei Giovani (una com-pañía teatral muy prestigiosa quelideraba Romolo Valli acompaña-do por Giorgio de Lullo, Anna Maria Guarnieri y otros grandes

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actores y actrices) y en este mo-mento me propuso sustituirle por-que le tocaba cumplir con elservicio militar. El proyecto eramuy interesante, con una obra dePirandello, una versión del diariode Anna Frank y otras produccio-nes que precisaban de un guita-rrista con formación clásica, asíque acepté y les acompañé en unagira por Rusia, Hungría y Polonia.Como durante la gira tenía muchotiempo libre entre funciones, tuvela idea de entrar en contacto con laSociedad Guitarrística de Moscú, locual me abrió la puerta hacia unalarga serie de giras por Rusia (trece

«Des de que nos dieron la beca, todo fue rodado.Tuvimos mucha suerteporque ese momentosupuso el inicio de

nuestra carrera musical[GIULIANO BALESTRA].»

en total entre 1963 y 2001). Una delas cosas que más me agradarondespués de tantísimos conciertospor aquellas tierras fue recibiruna carta de Nikita Koshkin en laque me agradecía mis conciertosporque, según sus palabras, sirvie-ron de estímulo y esperanza en elfuturo a muchos guitarristas rusosen un momento en el que la guita-rra no estaba ni remotamente tanpujante como lo está hoy. Despuéshice otras giras por Oriente Medio,otros países europeos, como Polo-nia (donde conocí a mi mujer). Deentre todas las cosas que he idohaciendo siento un especial orgu-llo por el hecho de que KrzysztofPenderecky me organizara un cur-so de dos semanas en la Academiade Cracovia.

J.S.-P.: ¿A España también fuiste?M.G.: Sí, y lo recuerdo con muchocariño. En 1970 toqué en Madridun concierto dentro del ciclo de laSociedad Guitarrística Madrileña.

J.S.: Esa era la denominación de la SEG jus-tamente hasta ese año de 1970.M.G.: ¿De veras? ¡Qué coincidencia!Algunos años más tarde, en 1983,ofrecí un seminario para los alum-nos del Real Conservatorio de Ma-drid dedicado a Heitor Villa-Lobos.J.S.-P.: Sería estupendo recuperar esa docu-mentación, si la tuvieras.M.G.: Seguro que conservo algúnprograma en casa. Os lo mandarépor email.

J.S.: Oscar, con una trayectoria como la tuyaha de ser muy difícil escoger unos pocosmomentos clave de tu carrera. ¿Podríamostal vez citar alguno fuera de lo común?O.G.: ¿Efemérides de mi carrera? Aver… [un destello en sus ojos delata que vaa bromear de nuevo] ¡Hoy! [Le sonrío y alzoun poco las cejas, suplicante, sin decir pala-bra] Ya, después de hoy… cuandoen 1963, un año después de termi-nar en Santa Cecilia, gané el con-

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J.S.: ¿Algún otro momento significativo y,digamos, poco convencional?O.G.: No sé… [Tras un rato de silencio] ¡Ah!Este es el más importante de todos.Me enamoré de una chica belgamuy simpática y estuve un año en-tero, entre 1958 y 1959, estudian-do la Fuga en Re Mayor de Bach(BWV 998) a una velocidad horro-rosa, muy despacio. Cada compásme duraba un cuarto de hora. Esque quería hacer esto en honor aella ¿entiendes?J.S.: Pues…O.G.: Mira, entonces no había niSkype, ni móviles, ni nada de eso.Ella se había ido y no la veías du-rante diez meses. A esas edadesimagínate el drama. Así que, sumi-do en esa melancolía, me puse atrabajar despacito, como nuncahabía hecho antes. Cuando llegué

4. Ser refiere al mítico y ya extinto Concours International de la Guitare de la Ra-dio Nationale, más conocido como el Concurso de Radio France.

Retrato de Oscar Ghiglia pintado por PauloGhiglia en Chiusi della Verna, Toscana, 1976

curso de París,4 la única edición enla que hubo tres finalistas italia-nos. El primer premio fue para mí,el segundo… [guiñándome el ojo, cómpli-ce y con una socarrona sonrisa] nadie, aAldo Minella le dieron el tercerpremio y a Gelmetti una mención.

Hostal del Trastevere

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a Siena, Alirio me la revisó y tam-bién Segovia. Estaba John Williams sentado por ahí, entrelos alumnos. Todos ellos, cuandoterminé de tocar, se pusieron aaplaudir. Segovia se levantó, medio la mano y me dijo cosas muylindas que ahora no recuerdopero, en resumen, algo así comoque continuara trabajando de esamanera porque era la manera jus-ta. Con esa Fuga gané el concursoen París, el de Santiago de Com-postela y la he mantenido en mirepertorio siempre.

J.S.: ¡Me has dejado de piedra! Yo me estu-dié esa Fuga con tu edición. Cuando unoescruta con toda atención tu transcripcióny analiza cuidadosamente la digitación ylas indicaciones de fraseo, se compruebaque la partitura es una auténtica clasemagistral. En general, las digitaciones detus ediciones tienen siempre mucho conte-nido expresivo y se puede sentir hasta latímbrica que imaginas para cada pasaje.En tu edición de la BWV 995 incluyes unapéndice de la Sarabanda que es en, esesentido, el no va más. Una reescritura casihipnótica.O.G.: Gracias… Bueno, otro mo-mento fantástico que me vieneahora es con el Homenaje de Falla. En el concurso de París, delque te hablé antes, estaba Mauri-ce Ohana en el jurado. Como nopodían saber quién tocaba por-que estaban detrás de una corti-na, Ohana dijo «seguro que estees un español» y eso era un granelogio viniendo de un tipo comoél, que sabía plasmar la esenciade España en sus obras.

J.S.: ¡Y tanto! A mí me fascina su capacidadde síntesis en el Tiento: la folia, la habane-ra, el estilo rasgueado, el semitono caden-cial, los melismas con cuartos de tono…O.G.: Está toda España ahí, ¿eh?

J.S.-P.: Por lo que he podido ir aprendiendoen estas conversaciones, la escuela espa-

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Giuliano Balestra, Elisabetta Majeron y Javier Suárez-Pajares frente a la Basílica de Santa María en el Trastevere

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ñola ha sido fundamental para el resurgi-miento de la guitarra en Italia. ¿Segovia lofue especialmente?O.G.: Claro. Sin su influencia habríasido imposible que se evoluciona-ra de la manera en que se hizoaquí también.G.B.: Aparte del primer conciertoque dio en los años veinte, del quehablamos antes, ¿os acordáis deaquel concierto de Segovia en1957? Fue el primero que le escu-ché, en la sala de la universidad,con un aforo de 2000 localidades.Un llenazo absoluto con un públi-co entusiasta y maravilloso. Parair tuve que reservar la entradacon tres meses de antelación. SoloSegovia era capaz de suscitar eseentusiasmo. Creo que, sobre esteasunto, sería justo recordar a Gui-do Guerini, nuestro director enSanta Cecilia. Él fue quien hizofuerza para incluir a la guitarra enel plan de estudios del Conservato-rio y también quien la llevó, de lamano del Maestro Segovia, a la Accademia Chigiana.O.G.: ¿Ah, sí? ¡Yo pensaba que fuePertini! […].

La sobremesa se prolonga hasta altas ho-ras de la noche. El tiempo pasa rápido enbuena compañía de viejos y nuevos ami-gos. Brindando por enésima vez con el generoso vino toscano nos vamos despi-diendo con un tempo lento, casi como elde las juveniles sesiones bachianas delMaestro Ghiglia; muy poco a poco, paraque la belleza de esta velada se vaya disipando, suave y naturalmente, y nos resulte menos triste darle su fin. Hemos re-vivido un pedazo de historia de la guitarraitaliana en un entorno inigualable. Ha sidouna jornada singular en su aspecto huma-no y artístico. De esas que merece la penarecordar.

Pocos meses después de nuestra charla fa-llecía Alirio Díaz, a quien se había citadocon gran admiración durante toda la vela-da. Hemos querido cerrar esta crónica con

Oscar Ghiglia [© DAMIANO ROSA]

Massimo Gasbarroni [© DAMIANO ROSA]

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sus ideales artísticos y humanos entresus nuevos amigos, antes compañerosde clase, transformados súbitamenteen alumnos. Su precioso sonido, lossignificativos matices de su modo defrasear, se volvieron enseguida un le-jano ideal para todos nosotros, en unproceso de ósmosis expresiva... natu-ral, aunque no siempre indolora.

Con el fin de conseguir ese tipo desonido, robusto y lleno de calor expre-sivo, me propuse pasar los diez mesesque me separaban del curso del añosiguiente haciendo un esfuerzo conti-nuo y casi opresivo para limarme lasuñas y crear una relación muy estre-cha entre el contacto del dedo y el án-gulo de ataque con la cuerda, ademásde reeducarme en una nueva manerade escuchar la música a través del so-nido de la guitarra.

Ante mi intrincada búsqueda de explicaciones deslumbrantes, su respuesta no hacía más que estimular-me a realizar más esfuerzos en esamisma dirección, en línea con suejemplo, pero como me parecía...

Ante mis mejores resultados, Díazreaccionaba con pocas palabras y conuna gran autoridad, expresando su

juicio inapelable, apoyando lo buenoy condenando lo mediocre a través demensajes claros e inequívocos, fre-cuentemente con gestos de la cabeza ocon miradas expresivas que no deja-ban ninguna duda en cuanto al cami-no a seguir. A su vera se movían doscolegas y amigos suyos, hispanoameri-canos, que para mí desempeñaban unpapel episcopal, pues su juicio era unindicio seguro de lo que sería el resul-tado de mi próxima lección con elMaestro. Se trataba de Rodrigo Rieray de Gustavo López.

Una vez más, gracias, queridísimomaestro y amigo. El respeto artísticoque siento por ti es infinito, y mi admi-ración se renueva cuando oigo tus gra-baciones, notables por la profundidadde la visión artística y el grado de per-fección instrumental, único e insupe-rable. Gracias por tu ejemplo, por tuhistoria personal y por tus queridosalumnos, algunos de los cuales sonhoy mis mejores amigos. Gracias portus juicios, cuyo resultado positivo meexpresaste raramente pero de formaabsolutamente inequívoca, los cualesson, aún ahora, ejemplarmente mere-cedores de respeto.»5

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la emotiva carta que Oscar Ghiglia escribióen memoria del Maestro venezolano elmismo día de su muerte; una carta quequiso compartir con toda la comunidadguitarrística en su perfil de Facebook:

«¡Adiós a mi primer auténtico maestrode guitarra!

Gracias por haber estado a mi ladocuando, junto a los elocuentes ejem-plos familiares y al profundo estudiode los fundamentos de la música queestaban a mi alcance, inasequibles ala doctrina dictada por los profesoresdel Conservatorio de Santa Cecilia enla década de los cincuenta, volví lavista más allá del horizonte guitarrís-tico de la capital para dirigirlos a lamás prometedora capital de la músi-ca de entonces y, según mi opinión,de ahora: La Accademia MusicaleChigiana de Siena.

Díaz era por entonces el único pro-fesor de interpretación, cargo que lehabía confiado Segovia, ausente tem-poralmente de los cursos desarrolla-dos en 1957. Asumiendo sin dificultadel nuevo e importantísimo papel, ytransformándose de alumno en maes-tro de la Chigiana, Díaz difundía ya

5. «Addio al mio primo vero maestro di chitarra! Grazie per esser giunto di fronte a me quando, vicino ai significativi esempi fa-miliari e al radicale studio dei fondamenti musicali, resi raggiungibili e inattac-cabili da influenze fuori dalla logica dettata dai magistrali docenti di S. Cecilianegli anni 50, volsi lo sguardo al di la’ dell’orizzonte chitarristico della Capitale,verso la promettente capitale della musica di allora e, a mio avviso di tutt’oggi:l’Accademia Musicale Chigiana di Siena!Diaz esercitava allora il ruolo di unico insegnante d’interpretazione affidato-

gli da Segovia, temporaneamente assente dai corsi senesi nel 1957.Assunto senza difficolta’ il nuovo importantissimo ruolo, da allievo a maes-

tro della Chigiana, Diaz proiettava gia’ i suoi ideali artistici e umani verso i suoinuovi amici che, da compagni di classe erano improvvisamente diventati suoiallievi... Il suo ricco suono, i significativi accenti del suo inconfondibile mododi fraseggiare divennero subito un lontano traguardo per tutti noi, in un pro-cesso di osmosi espressiva... naturale se non sempre indolore!Allo scopo di ottenere quel tipo di suono, corposo e ricco di calore espres-

sivo, mi imposi di passare i dieci mesi che mi separavano dal corso dell’annoseguente in un continuo e quasi oppressivo sforzo, tra il modo di limarmi leunghie creando un rapporto strettissimo tra il contatto e l’angolo di attacco delledita colla corda e l’autoeducazione a un nuovo tipo di ascolto musicale tramiteil suono della chitarra.

Alle mie rare richieste d’illuminanti spiegazioni la sua risposta non faceva chespingermi verso ulteriori sforzi nella direzione scelta, in linea col suo esempio,come a me appariva... Diaz reagiva ai miei migliori risultati con poche parole e con grande autore-

volezza, esprimendo il suo inappellabile giudizio, onde assecondare il buono econdannare il mediocre, tramite messaggi chiari e inequivocabili, talvolta congesti del capo o occhiate espressive, che non lasciavano alcun dubbio sul cam-mino da seguire.Attorno a lui gravitavano due suoi colleghi e amici sudamericani che aveva-

no per me un ruolo episcopale, il cui giudizio era un sicuro accenno a quel chesarebbe stato il risultato della mia prossima lezione col Maestro. Essi erano Ro-drigo Riera e Gustavo Lopez.Grazie ancora, carissimo maestro e amico, per il quale il mio rispetto artisti-

co non e’ mai giunto a termine e le cui incisioni ancora destano in me ammira-zione per la profondita’ della visione artistica e il grado di perfezione strumentaleunico e insuperabile. Grazie per il tuo esempio, la tua storia personale e i tuoi cari discendenti –oggi

tra i miei migliori amici– grazie per il tuo giudizio, il cui positivo risultato versoi miei sforzi mi e’ giunto raramente ma in modo assolutamente inequivocabilee ancor’oggi esemplarmente meritevole di rispetto.» [Publicado en el perfil de Facebook de Oscar Ghiglia el día 6 de julio de 2016.]