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'fa trab Organo öe su Venerable Oräen Cercera y (ofraäías. Dirección y Administración: Silva, 39,-Madrid (12). -Teléf. 12803 15 DE NOVIEMBRE DE 1931 <> NÜM. 11 S T_T M A 3F2. 10 EL ADVIENTO, por Fr. J. Santiago Crespo.—LA CONMEMORACIÓN DE LOS MUERTOS, por Fr. R. D. C.—LA SÉPTIMA Y OCTAVA BIENAVENTURANZA, por Fr. Serafín Solaegui.—EL ESCAPULARIO DE NUESTRA SANTÍSIMA MADRE DE LA MERCED, por Fr. R. De'gado.—CÓMO HABEIS DE OIR LA MISA DE SAN SERAPIO, MÁRTIR, por Nataneel.—INFLEIENCIA DE LA IGLESIA CATÓLICA EN LAS CIENCIAS, LAS LETRAS Y LAS ARTES, por Fr. Ricardo Delgado Capeáns. EL V. FR. DIEGO DE MUROS, OBISPO DE U y , por Fr. Guillermo Vázquez.—Chos Y PATRIA. EL ESCAPULARIO DE MERCEDES, por J. Aizpuru.—UNA EXCURSIÓN A CHANTEIRO, por Fray G. V.—LA CIUDAD Y EL CAMPO, por García.—EL LIBRO DEL MERCEDARIO, por Ana Nieves de Pérez.—POESÍA A LOS RECIÉN ORDENADOS, por Fr. J. Santiago Crespa OFRENDA F ILIAL (poesía), por Fr. José Cereijo. —11A MUERTO EDISON, por Georg.—BIBLIOGRAFÍA.--- NOTICIAS.—NECROLOGÍA. EL ADVIENTO La palabra Adviento significa adve- nimiento, llegada; y está adecuada- mente usada para designar el período del ciclo litúrgico que sirve de prepa- ración para conmemorar el nacimiento del Salvador. Desde los tiempos de las Catacum- bas, en cuyos frescos aparece Cristo c oronado de las estaciones del año tal vez por motivos de decoración, Pero mejor tal vez con profunda inten- c ión simbólica—, siempre vió la Igle- sia en Jesucristo como el sol, en cuyo d erredor giran sus grandes estacio- n es y festividades todas. Ahora bien, c omo punto de partida del año litúr- g ico suele ser considerado el Advien- to ; y no sin razón, porque con la ve- nida de Cristo tiene principio cuanto e xiste en la Iglesia. Quizá el documento más antiguo que habla de la celebración del Ad- viento, en la Iglesia latina, sea el texto de un Concilio de Zaragoza, del año 380, donde se manda que desde las kalendas XVI de enero (17 de diciem- bre) no se ausenten los fieles del tem- plo, sino que concurran a él sin que- darse escondidos en sus casas. En las Galias daba principio el tiempo de Adviento a partir del 11 de noviem- bre, día de San Martín de Tours; de suerte, que venía a resultar casi una Cuaresma, y así se la llamaba fre- cuentemente: la Cuaresma de invier- no. Por lo que toca a las Iglesias orientales, no es pequeña lástima que la Peregrinación de Elena, revelado- ra tantas veces de las más remotas solemnidades, nos muestre una lagu-

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Dirección y Administración:Silva, 39,-Madrid (12).-Teléf. 12803

15 DE NOVIEMBRE DE 1931 <> NÜM. 11

S T_T M A 3F2. 10EL ADVIENTO, por Fr. J. Santiago Crespo.—LA CONMEMORACIÓN DE LOS MUERTOS, por

Fr. R. D. C.—LA SÉPTIMA Y OCTAVA BIENAVENTURANZA, por Fr. Serafín Solaegui.—ELESCAPULARIO DE NUESTRA SANTÍSIMA MADRE DE LA MERCED, por Fr. R. De'gado.—CÓMOHABEIS DE OIR LA MISA DE SAN SERAPIO, MÁRTIR, por Nataneel.—INFLEIENCIA DE LA IGLESIACATÓLICA EN LAS CIENCIAS, LAS LETRAS Y LAS ARTES, por Fr. Ricardo Delgado Capeáns.EL V. FR. DIEGO DE MUROS, OBISPO DE U y , por Fr. Guillermo Vázquez.—Chos Y PATRIA.EL ESCAPULARIO DE MERCEDES, por J. Aizpuru.—UNA EXCURSIÓN A CHANTEIRO, por FrayG. V.—LA CIUDAD Y EL CAMPO, por García.—EL LIBRO DEL MERCEDARIO, por Ana Nievesde Pérez.—POESÍA A LOS RECIÉN ORDENADOS, por Fr. J. Santiago Crespa OFRENDAF ILIAL (poesía), por Fr. José Cereijo. —11A MUERTO EDISON, por Georg.—BIBLIOGRAFÍA.---NOTICIAS.—NECROLOGÍA.

EL ADVIENTOLa palabra Adviento significa adve-

nimiento, llegada; y está adecuada-mente usada para designar el períododel ciclo litúrgico que sirve de prepa-ración para conmemorar el nacimientodel Salvador.

Desde los tiempos de las Catacum-bas, en cuyos frescos aparece Cristocoronado de las estaciones del año—tal vez por motivos de decoración,Pero mejor tal vez con profunda inten-ción simbólica—, siempre vió la Igle-sia en Jesucristo como el sol, en cuyod erredor giran sus grandes estacio-nes y festividades todas. Ahora bien,como punto de partida del año litúr-gico suele ser considerado el Advien-to ; y no sin razón, porque con la ve-nida de Cristo tiene principio cuantoexiste en la Iglesia.

Quizá el documento más antiguoque habla de la celebración del Ad-viento, en la Iglesia latina, sea el textode un Concilio de Zaragoza, del año380, donde se manda que desde laskalendas XVI de enero (17 de diciem-bre) no se ausenten los fieles del tem-plo, sino que concurran a él sin que-darse escondidos en sus casas. Enlas Galias daba principio el tiempo deAdviento a partir del 11 de noviem-bre, día de San Martín de Tours; desuerte, que venía a resultar casi unaCuaresma, y así se la llamaba fre-cuentemente: la Cuaresma de invier-no. Por lo que toca a las Iglesiasorientales, no es pequeña lástima quela Peregrinación de Elena, revelado-ra tantas veces de las más remotassolemnidades, nos muestre una lagu-

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na precisamente en la parte del ma-nuscrito que debía corresponder a estetiempo eclesiástico.

La enseñanza que los textos sagra-dos del Adviento se esfuerzan porimprimir en los fieles, es doble, por-que por una parte nos traen a la me-moria la primera venida de Cristo,con aquellos encendidos deseos yaspiraciones de los santos del ViejoTestamento, que nosotros repetimosanhelando que El nazca por la gra-cia, o por el aumento de ella, ennuestras almas, mientras que por otrolado se nos pone delante la segundavenida de Cristo, para el fin de lostiempos, cuando vendrá no ya comogracioso niño, con las manos atadaspor la misericordia, sino como terri-ble juez, cercado de escuadrones ce-lestiales y sentado a la derecha de suPadre a exigir la cuenta de sus actosa los hombres.

Y este noble aspecto se deja yanotar desde el mismo sábado que pre-cede a la primera de las cuatro sema-nas que constituyen, hoy, el Advien-to; abundando el Misal y el Breviarioen tan propias y hermosas expresio-nes—hermosas aún miradas única-mente por su lado estético—que sóloa la Cuaresma cederían la palma enriqueza y en belleza, pudiendo en mu-chos casos rivalizar con ella.

Véase si no, con algunos ejemplos,el lujo de imaginación y el derrochede exquisitos sentimientos que exha-lan algunos de los responsorios yantífonas que hacen referencia a laprimera venida del Salvador, y que laIglesia nos hará repetir en esos díaspara encender en nuestras almas el

deseo de nacer con Cristo, nosotrosmiembros suyos, por una vida denuevo fervor:

«Alégrate, Jerusalén, con gozo gran-de, pues va a venir tu Salvador.»

«Oh, hija de Sión, regocíjate; saltade júbilo, hija de Jerusalén: he aquíque vendrá tu Rey, el Santo, el Sal-vador.»

«En aquel día destilarán dulzura losmontes y los collados fluirán leche ymiel.»

«Cielos, enviad desde arriba rocío;y que las nubes nos lleven al Justo;que la tierra se abra y que brote elSalvador.»

«Los montes y los collados canta-rán alabanzas a la vista del Señor ytodos los árboles del bosque batiránlas palmas porque el Señor Domina-dor vendrá para reinar eternamente.»

«Mirando a lo lejos, he aquí queveo llegar el poder de Dios cual unaniebla que envuelve la tierra entera.Salidle al encuentro y decidle: Dinossi Tú eres el mismo que ha de reinarsobre el pueblo de Israel. Quienquieraque seáis, habitantes de la tierra ehijos de los hombres, ricos o pobres,salid a su encuentro preguntando: Es-cucha, oh Tú, pastor de Israel, Tú queapacientas al pueblo de »sé cual sifuera una ovejita, dinos 4i Tú eresaquel mismo... Levantad, oh prínci,«pes, vuestras puertas; abríos, puertade la eternidad, y entrará el Rey de lagloria, el mismo que ha de reinar so-bre el pueblo de Israel.»

Y estas exclamaciones van subien-do en sublimidad a medida que seaproxima el día el que—como ruegauna oración de las Témporas de Ad-

v iento—«esperamos ser librados conla nueva Natividad.., los que nos ve-mos oprimidos con antigua esclavitudbajo el yugo del pecado.>

Porque si en las dos primeras se-manas se nos anuncia «que el Señorvendrá», «que el Señor ya está cer-ca», cada vez se apremia más a subondad con gritos apasionados y re-petidos, como los que siguen:

«Ven, Señor, y no quieras tardar.»«Muéstranos, Señor, tu misericor-

dia y danos el Salvador.»«Ven, Señor, y muéstranos tu ros-

tro, Tú que te sientas sobre querubi-nes y seremos salvos.»

«Oh Sabiduría... Tú que disponestodas las cosas con firmeza y a la parcon suavidad..., ven para enseñarnostl camino de la prudencia.»

«Oh Señor, conductor de la casade Israel... Tú que te apareciste aMoisés..., ven a rescatarnos con tubrazo omnipotente.»

«Oh retoño de José, que eres comola bandera de los pueblos..., ven a sal-varnos y no quieras tardar ya más.»

«Oh llave de David..., ven y sacadi prisionero de su cárcel.»

«Oh Rey de las naciones..., ven ysalva al hombre que de lodo for-maste.»

«Oh Emmanuel, Rey y Legisladornuestro, esperanza de las gentes ySalvador suyo..., ven a salvarnos,Señor y Dios nuestro.»

Todo lo dicho hasta aquí, se refieren la primera aparición de Cristo, cú-Yos efectos queremos ver todos losaños espiritualmente renovados ennosotros; pero ya queda dicho que elAdviento nos recuerda también su se-

gunda venida, moviéndonos a dispo-nernos para ella con el ayuno y peni-tencia por los pecados cometidos, conla mortificación para no sucumbir denuevo y con todo género de buenasobras que, aumentando el caudal denuestra gracia, nos una más con Diosy nos alejen más, por consiguiente,de la culpa. A esto tiende el Evange-lio del primer domingo en el que Cris-to profetiza las señales que precede-rán al Juicio; a esto miran aquellasantífonas en que se nos advierte:«Buscad al Señor mientras se le pue-de hallar», «vivamos santa y piadosa-mente, en espera de la bienaventuran-za y de la venida del Señor». «Heaquí que el Señor vendrá sobre lasnubes del cielo con gran poderío»; yesto es lo que se pide en una estrofadel himno de Vísperas propio deltiempo: «Te suplicamos, oh Juez su-premo del último día, que nos defien-das de los enemigos con las armasde la divina gracia»; pero este pensa-miento debe también alentar a lasalmas fieles, ya que entonces tendráncumplimiento nuestras esperanzas,como se expresa en el Ofertorio delmiércoles de Témporas de Adviento:«Tened valor y no temáis: mirad avuestro Dios que viene a recompen-sar en el Juicio; El mismo vendrá ynos salvará».

De aquí que el Adviento haya sidomarcado, sobre todo por la Edad Me-dia, con un carácter de penitenciaque, aun después de muy rebajado,todavía se transparenta en los orna-mentos morados, en el despojarse losministros, en la misa solemne, de ladalmática y la túnica, en la supresión

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del «Gloria» y del «Te Deum», en elsilencio que observan las voces delórgano, etc.

Con todo, tan profunda es la im-presión de alegría que despierta enlas almas cristianas la conmemora-ción del Nacimiento del Salvador, queno cesan los festivos Alleluias; y enel tercer domingo, al sólo anuncio deque «el Señor ya está cerca», vuelvea sonar el órgano, se pueden dejarlos ornamentos morados por otros decolor de rosa, y el altar aparece ador-nado de flores, llenándolo todo dejúbilo el inefable Gaudete de San Pa-blo: «Alegraos siempre en el Señor; denuevo os repito que os alegreis».

Con relación a la vida espiritual,que comprende como el ciclo litúrgicovarias jornadas o fases, suele equi-pararse el Adviento a la vía purgati-va; y aunque es verdad que hoy dis-pensa la Iglesia de los tres días deayuno que, cada una de las cuatro se-manas, estaban en vigor en otro tiem-po, no olvidemos que la Iglesia nonos puede dispensar de aquella mor-tificación que nos es necesaria parael completo dominio de nuestras pa-siones. Así purificados, es como de-bemos prepararnos—en unión conMaría, cuyo recuerdo tiene tanta par-te en los Oficios del Adviento—a quese cumplan:en nosotros aquellas pa-labras del Papa San León, que yoquisiera que meditasen mis lectores:«Natalis capitis, natalis est corporis»;es decir: «El nacimiento de Jesucris-to que es nuestra cabeza, debe ser elnacimiento de los que somos susmiembros».

FR, J. SANTIAGO CRESPO

La conmemoraciónde los muertos

En el Museo del Arte Moderno, deMadrid, se ve un cuadro de un céle-bre pintor que ostenta por lema aque-llos sentidos versos del inmortal Béc-quer:

«¡Dios mío, qué solosse quedan los muertos!.

Hay en él una representación so-bria, triste, melancólica. Es un ce-menterio de aldea, rodeado de rústi-cas tapias. Allá dentro se ven tumbasdesmanteladas; tierra recientementeremovida; flores y coronas marchi-tas, despiadadamente pisoteadas; alo lejos, un ciprés alto, corno vigilantecentinela de aquella ciudad de losmuertos; en el centro, sobre un mon-tón de desornado pedestal cubiertode verde musgo y aterciopeladas hier-becillas, se levanta una Cruz que ex-tiende sus brazos amorosamente,corno cobijando debajo de ellos a losque duermen el sueño de la muerte,.esperando el gran día de la resurrec-ción de la carne.

En medio de aquel tétrico cuadrose divisa una luz de nítidos fulgores:la Luz de la Esperanza, de la dulceEsperanza en Dios, que forja nuestramente al considerar lo efímero de lavida que se extingue. La muerte coasu guadaña inexorable es el fin in-evitable de la existencia.

¡Bendito pensamiento de la muerte,bendito recuerdo, que trae a nuestramente lo ilusorio y fugaz de las cosasde la vida! La Iglesia nos pinta muy alo vivo cómo todo se muda..., todapasa..., todo desaparece..., todo mue-re!... Como tan bellamente describeun poeta del siglo XVII en estos me-lancólicos versos:

Pasáronse las flores del verano,el otoño pasó con sus racimos,pasó el invierno con sus nieves cano;las hojas que en las altas selvas vimos.pasaron... ¡y nosotros a porfíaen nuestro engaño inmóviles vivimos!...

¡Inmóviles en nuestro engaño!...¡Todo pasa..., desaparece..., muere!...

Las grandes mentalidades queasombraron al mundo, los talentoscumbres que brillaron en luengo co-rrer de la Historia, para iluminar conlas irradiaciones de su ciencia, losrudos y heroicos guerreros que secubrieron de gloria en los campos debatalla... ¡Todos pasaron..., desapa-recieron..., murieron!...

Y pasó Moisés, el gran legisladordel pueblo de Dios, y desaparecióPlatón y Aristóteles, y murió Alejan-dro y Augusto César... Y la humani-dad, al pronunciar sus nombres, nose conmueve, ni acude a sus tumbaspara dedicarles un recuerdo, ni derra-ma una lágrima sobre sus polvorien-tas cabezas... Sus glorias fueron pa-sajeras, ilusorias, flor de un día.

¿Qué importa que el mundo ensalcesus nombres y los coloque en el cénitdel más alto heroísmo, ciña sus fren-tes de laurel y de mirto, si al últimolos abandona..., los olvida?

¡Todo pasa..., desaparece..., mue-ro... Pasaron los reyes y emperado-res con sus grandezas y magnificen-cias, desaparecieron los grandes esta-distas, dejando apenas una débil este-la en pos de sí; los excelsos orado-res que, con su arrebatadora elocuen-cia, arrastraban las masas; los escri-tores galanos y castizos, los inspira-dos poetas, y murieron todas las gran-des figuras que llenaron su época...

Son hombres.., y escrito está: «eresPolvo y en polvo te has de convertir».Maldición que resonó en los amenosvergeles del Paraíso como consecuen-cia del pecado.

Y pasó Constantino, Teodosio,Carlo Magno, Felipe 11, Carlos V,Napoleón; desaparecieron Cicerón,De móstenes..., y murieron Virgilio, elDante, el Taso, Shakespeare... Por-que la muerte pasea su estandartetriunfante lo mismo en la humildeChoza del pobre que en el rico palacio

del opulento y todo lo reduce a polvo,a ceniza...

pallida morsaequo pulsat pedecavernas pauperum regumque turres...

¡Todo pasa, desaparece, muere!...Y pasaron los ricos con sus rique-

zas, desaparecieron las ambicionescon sus honores, con sus falsos pla-ceres, con sus degradantes deleites;murieron los pobres con su indigen-cia, los huérfanos con su desampa-ro... Todos, Iodos fueron a confun-dirse en el anatema divino...

¡Pasaron, desaparecieron, murie-ron!...

Y pasaron los amadores del mundocon los estrepitosos cascabeleos delas diversiones y de la vanidad y to-dos aquellos que miraron como dio-cesillos al oro y a la plata, a los pla-ceres de la materia y a las orgías delcrimen:

¿Veis vuestras idolatrías?...¿Qué Dios adoráis, villanos,pues le hicieron vuestras manosy le deshacen las mfas?...

¡Eso, eso nos dice la muerte!...¡Ved los dioses que adoráis!...

¡los hicieron vuestras manos!...¡y los deshacen las mías!.,.

Y deshace el dios de la riqueza, ydeshace el dios de la soberbia, y des-hace el dios de la hermosura, y losconvierte en polvo, que empuja con elpie, hasta esconderle en las oscurasprofundidades de los sepulcros...

¡Qué dulce recuerdo evoca el mesde los muertos para el cristiano! ¡Re-cuerdo santo! ¡Santa fidelidad! ¡San-tas lágrimas!... ¡Santas visitas al os sepulcros! ¡Santas oraciones!¡Cuán bellas me parecéis y cuán dul-ces, vosotras que hacéis revivir atodos los que ya fueron! ¡Vosotrasque los alcanzáis hasta en el lugarde las « tinieblas y del horror», paraconsolar y refrigerar sus almas!...

P. R. D. C.

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Bienaventurados los pacíficos, por-que ellos serán llamados hijos de Dios.

¡La paz sea con vosotros!, era elsaludo ordinario de Jesús, muy fre-cuente también entre los orientales,tal vez porque vivían en guerra casicontinua. La paz es el principio detodos los bienes terrenos que sonarrasados por la guerra: las ciudades,los campos, las fábricas...

La paz doméstica es condición in-dispensable para disfrutar de la vida,que es amarga en la discordia, aun-que los mal avenidos naden en laabundancia.

La paz es necesaria igualmentepara la vida espiritual y mística, pa-ra intimar en la oración con el Diosde paz. San Pablo estima en poco ladiferencia de los estados, de casadoo soltero, de labrador o comerciante,pero quiere que todos vivan sin in-quietud, pues la figura de este mundopasa rápidamente.

La paz es en último análisis pro-ducto de la caridad, de la genero-sidad de unos para con otros, dehacernos mutuamente bien y no mal.

Todos los santos fueron pacíficos,generosos, grandes bienhechores dela humanidad, a la que procuraroninmensos beneficios con su esfuerzo:el Beato Juan Bosco, San Vicente dePatil, San Pedro Nolasco...

Aun los que al paracer no se dedi-caron a la beneficencia, hicieron alinundo grandes bienes: el humildelabrador San Isidro, mostrando san-

tificado y feliz su hogar y su trabajo,ha hecho felices a millones de labra-dores que procuraron copiar sus vir-tudes.

El solo ha valido a la humanidadmás que miles de catedráticos y es-critores, aunque no sean de los sem-bradores de cizaña y de odios; ¡mal-ditos sean! He dicho mal: ¡Perdóna-los, Señor, y abre sus ojos!

Los pacíficos serán llamados par-ticularmente hijos de Dios, que esDios de amor, de paz y de caridad,y se dará a Sí mismo en herencia alos que le ayudaren a difundir esosbienes en la tierra. /Cuán hermososson (decía Isaías) los pies de los queevangelizan la paz, evangelizan elbien!

El reino de Dios, o el reino de loscielos en la tierra, establecido porJesús, fué cantado por los profetascomo el reino de la paz y de la man-sedumbre: andarán junios el lobo yel cordero y el niño meterá tranqui-lamente su mano en la caverna delbasilisco...

Todo eso y mucho más hizo ladoctrina de Cristo, hasta el punto deque algunos llegaron a creer que esapaz era connatural a los hombres.Fué necesario que la luz divina seoscureciese en algunas inteligencias,para que viéramos reaparecer la bar-barie en todos sus horrores.

Bienaventurados los que padecenpersecución por la justicia, porque deellos es el reino de los cielos.

Todas las virtudes tienen su re-compensa, pero cuando su prácticaexige afrontar la persecución y lamuerte, son incomparablemente másgloriosas y dignas de infinito premio.El martirio es el grado más alto delheroísmo cristiano, pues nadie amaa Jesús como el que da la vida porcumplir sus preceptos.

Los mártires fueron los primerossantos canonizados por la Iglesia,porque Jesús prometió confesar de-lante de su Padre al que le confesaredelante de los hombres.

Tras los mártires subieron a losaltares los confesores, los que de-lante de los tiranos mantuvieron sufe y padecieron por ella, aunque nollegaran al martirio.

Confesores se llamaron despuéstodos los que practicaron en gradoheroico las virtudes cristianas en me-dio de las persecuciones del mundoy de las sugestiones de la carne ydel demonio.

Por ese camino debemos ir todoslos discípulos de Cristo, para quienesla fortaleza es un elemento indispen-sable, como la paciencia, que tam-bién es fortaleza.

Algunos se amilanan ante la perse-cución sin darse cuenta de que ellahace crecer las virtudes como el aguaY el sol las plantas. Debemos gozar-nos de ser insultados, amenazados yPerseguidos por ser lo que somos.Ese odio se dirige principalmentecontra Jesucristo y al soportarlo par-ticipamos de su cruz. Somos ademáslos defensores de la civilización cris-tiana contra la barbarie, que haríaretroceder el mundo a las cavernas.

Estamos a cien codos sobre loszafios y groseros que nos insultan yque son en todos los órdenes la hezde la humanidad. Los cristianos deltiempo de Nerón podían quizá dudardel valor de sus convicciones nue-vas; nosotros no, pues el cristianis-mo ha hecho sus pruebas y éstas sondefinitivas. Lo que pretende alzarseenfrente de él es puro salvajismo.

—/Es que la persecución viene encastigo de nuestros pecados!

—No siempre. Los apóstoles pre-guntaban al Señor: Maestro, ¿quiénpecó, éste o sus padres para que na-ciese ciego? Ni él pecó, ni sus pa-dres, sino que nació así para que semanifieste la gloria de Dios en él.

Si las persecuciones fueran siem-pre castigo, también el odio contraJesucristo lo hubiera sido; afirmarloes una horrenda blasfemia.

Aun admitiendo qüe alguna faltanuestra haya sido causa o pretextode la persecución, debemos gozarnosen ésta, pues así redimiremos cum-plidamente los defectos pasados ysatisfaremos a Jesús que dijo a con-tinuación de las bienaventuranzas:

Felices sois cuando los hombresos insultaren y persiguieren y dijerencon mentira todo mal contra vosotrospor amor de Mí; gozaos y alegraos,porque vuestro galardón es grandeen los cielos; así persiguieron tam-bién a los profetas que hubo antes devosotros.

Ahora podemos añadir: y a los in-numerables mártires y santos quellenan el mundo en diecinueve siglosde cristianismo.

Fr. SEPA FIN SOLAEGLII

ED Es CSRAI TG LIR RA A: La séptima y octava bienaventuranzas

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El escapulario de Nuestra Santísima ladre de la Merced

.Cuhriras y adornarás tupecho con la forma de esteEscapulario que da mi co-razón.

En todos los tiempos se ha tenidocomo una prueba de acendrado cariño,de profundo afecto, las finezas que sedan a las personas que se aman, paraque con ellas adornen su persona. Elanciano Jacob, para demostrar la sin-gular predilección que sentía por suhijo José, le regaló una túnica de di-ferentes colores. ¡Cuántas veces elinocente José besaría aquella prendadel cariño paternal! Cuando el Señorle concedió un hijo a Ana, la rival de Je-nesina, quiso exteriorizar el grandísi-mo amor que profesaba al fruto de susentrañas, y no halló otro medio queelaborar con sus propias manos unatúnica pequeña para su hijo. El lazoque unió a Jonatás y a David en aque-lla maravillosa amistad, fue tambiénun signo de amor: Jonatás se quitó latúnica que llevaba y vistió con ella asu fiel amigo David.

Lo que hace una madre

Y si atendemos a lo que hacen lasmadres para demostrar el inmensocariño que atesoran en sus corazonespara con sus hijos, después de besar-los, de estrecharlos mil veces contrasu pecho, quisieran vestirlos con lomás hermoso, con lo más delicadoque hay en la tierra. La madre quisie-ra todo el azul del cielo, todas las

perlas del mar, todos los vistososcolores de las aves, para con todoesto elaborar el vestido de su hijo. Y¿por qué? Porque el vestido repre-senta y encarna muy a lo vivo el amorque la madre profesa al hijo.

María nos teje tambiénuna prenda de su cariño

La bondadosísima Madre de Diosama entrañablemente a todos sus hi-jos; Ella quiere también darles unaprenda de su amor, significarles susdulcísimas ternuras, su singular pre-dilección; y, al efecto, nos teje consus manos benditísimas una prendade vestir, enriquecida y adornada conricas joyas de su maternal corazón;Ella nos viste co ri esa prenda; Ellanos trae del cielo, en una noche me-morable, el Santo Escapulario, comosigno sensible de su amor y de sucariño; Ella entrega el Santo Escapu-lario a su querido hijo San PedroNolasco.

María entrega el SantoEscapulario a San Pedro

Nolasco

Era la noche del 2 al 3 de agoste

de 1218. Pedro Nolasco se encontrabaen el oratorio de su casa elevando alRedentor del género humano fervien-tes súplicas por la liberación de 10 5

pobres cautivos cristianos. La Santí-sima Virgen acoge, benigna, las pre-

ces de su fiel hijo, y, sintiendo con-moverse profundamente su corazónmaternal, todo bondad y misericordia,se le aparece y le dice: «Nolasco, hijomío, te he escogido como instrumen-to de mis mercedes y misericordias,cubrirás y adornarás tu pecho con laforma de este Escapulario que te dami cariño. Este, hijo mío muy amado,será el signo de mi filiación, el escudode mi amparo y el baluarte de midefensa,

Pedro Nolasco, enajenado de gozo,deshecho en lágrimas, con los ojosfijos en María, exclama: «¡Gracias,madre mía, gracias!» Y recibe aquellaprenda bendita, y acercándola a suslabios la besa, 'la estrecha contra sucorazón, diciendo con voz entrecor-tada por la emoción: «Prenda sagra-da, tú serás testigo de que mi corazónno dejará de latir ni un instante porElla; tú me infundirás valor cuandoflaquee el corazón; tú me llevarás has-ta las mazmorras, donde me esperancon ansia los infelices cautivos; túserás el compañero inseparable detoda mi vida; tú, descansando sobremi corazón, no permitirás se enfríe elamor a mi dulce Madre María, que estodo mi consuelo y toda mi dicha.

Excelencia del Escapu-lario de la Merced

Esta librea santa no es obra de loshombres, es obra de la Madre de Dios,es tejido por sus purísimas manos ydescendió del cielo, donde tiene suorigen. ¿Podrá adornarse nuestrocuello con un Escapulario más santo,Más bello y sublime, que el Escapula-

rio de la Santísima Virgen de la Mer-ced? No. Todo en el es grande, gran-de por su origen, que es celestial;grande por las manos que lo fabrica-ron, que fueron las de María; grandepor las promesas a él vinculadas porlos privilegios que atesora, concedi-dos por la augusta Madre del Salva-dor; y grande por las indulgenciascon que está enriquecido, que a porfíale concedieron los Romanos Pontí-fices.

Poder del Escapularioe influencia

La soberana Madre de la Mercedquiso simbolizar en su Escapulariotodas las bondades y mercedes quedispensa todos los días a sus hijos ydevotos. ¡Cuántas conversiones hafacilitado, cuántos dolores mitigados,cuántas desgracias evitadas, cuántosenfermos sanados, cuántas familiasunidas, cuántos negocios llevados afeliz término, cuántas almas conduci-das al cielo! El demonio tiembla, seestremece, ante el poder del Escapu-lario de la Merced.

Felices momentos

Los que tenéis la dicha de llevarcolgado a vuestro cuello el santo Es-capulario de la Santísima Virgen dela Merced, besadle con frecuencia yfervor; es la dulcísima enseña denuestra Madre; los que todavía no lelleváis, apresuraros a que os lo im-pongan, «es el signo de mi filiación,el escudo de mi amparo y el baluartede mi defensa».

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¡Ah! ¡Qué felices son las almas,qué dichosos los corazones que estánal abrigo de esta enseña gloriosa!

Oración

Madre querida de la Merced, amorde mis amores, encanto de mi cora-zón, gracias te doy por el gloriosodistintivo con que nos has favorecido.

Cómo habeis de oir la Misa de SanSerapio, Mártir

Visión de conjunto,—Muy fácil yobvia. Sobrenadan con facilidad lossentimientos de confianza en Dios ylos de valentía o fortaleza. Virtud estaúltima, como saben muy bien los cris-tianos de verdadero espíritu, íntima-mente unida a la primera. Al fin y alcabo es cosa clarísima que el hombreno es nada sin Dios; y con El a todoestá dispuesto. Por medio de estasanta confianza los santos llevarona cabo las más nobles hazañas en síy en otros (Epfst.); tuvieron fortalezapara arrostrar todas las adversidades(Orac.), hasta dejarse despedazar porconfesar a Dios y a su Cristo (Evang.,Ofert.); y si alguna vez vieron (léansetambién en presente estos verbos)todo muy obscuro, esperaban con fir-me fe su auxilio y la gloria eterna(Infra, Grad., Com.)

Asistamos al Santo Sacrificio em-papados en estos sentimientos, pi-

El nos dice cuánto nos amas. Yo teprometo llevarlo siempre conmigo yestimarlo como un don inefable devuestro maternal corazón; él me re-

cordará, a través de todas las vicisitu-des de la existencia, vuestra inefablemisericordia, y me asegura vuestraprotección en la vida y en la hora dela muerte.

P. DELGADO

diendo por intercesión del santo el

don de Fortaleza, artículo de primeranecesidad en los tiempos que vivimos.

Introito (1)

Salmo LXX VIII, 10-11: Sepan lasnaciones y vean nuestros ojos la ven-ganza que tomas de la sangre de tussiervos, que ha sido derramada. ¡Su-ban hasta Tí los gemidos de los cau-tivos. —Sal. LXXII, 25: ¿A quién,fuera de Tí, tengo yo en el cielo? Te-niéndote a Tí no deseo nada sobre latierra. Gloria Patri.

Oración

¡Jesús, Redentor Nuestro! Inflamade tal manera nuestros corazones conel fuego de tu amor que, así como elBienaventurado Serapio murió a ¡mi-

(1) Sin lo que añadimos, mejor dicho, traduci-mos en cursiva, quedaría una frase sin sentido. Deello tiene la culpa, como advertimos en otra oca-sión, un reparto, no siempre bien meditado, de pun-tos en los libros litúrgicos. Insistimos en que esnecesario a todos los sacerdotes un detenido estu-cio del Salterio, si no quieren rezar toda la vidamuchos salmos como papagayos.

tación tuya colgado de una cruz porredimir a los fieles cristianos: asítambién nosotros, por su piadosa in-tercesión, no nos dejemos quebrantarPor adversidad alguna y estemos per-petuamente abrazados con tu Cruz.Tú que vives y reinas..., etc. Se haceconmemor. de S. Josafat, Ob. y Már-ti r, como en el Misal.

Epístola (1)

Lección de la Epístola de San Pabloa los Hebreos (XI, 33-39).

Hermanos: Los santos, por mediode la fe, conquistaron reinos, obraronla justicia, alcanzaron las promesas(2), sellaron las bocas de los leones,apagaron la voracidad del fuego, es-caparon del filo de la espada, curaronde la enfermedad, se hicieron fuertes

•(1) Para no interrumpir este precioso fragmento

con frecuentes llamadas históricas, que no dejande ser curiosas, las ponemos juntas en una solafl ota.—Las bocas de los leones las cerraron San-són, David, Daniel Tres compañeros de este últimofueron respetados por el fuego en el horno de Ba-bi lonia. De la espada, entre otros muchos bastecitar el duelo desigual de Goliat con David De laenfermedad el rey Ezequfas, cuando se echó a llo-rar como un niño hacia la pared, al tener noticia deSU muerte. Se hicieron fuertes en la batalla: sontantas ¡as ganadas, con el auxilio de Dios, por losantiguos israelitas, que es preferible, antes queContarlas, poner por breve comentario estas verda-d eras palabras de Aquior, capitán anmonita, al ge-neralfshno Holofernes en vísperas del sitio de Be-tulla: «Por doquiera avanzaron os israelitas sina rco y sin flecha, sin escudo y sin espada, su DiosPeleó por ellos, y salió siempre victorioso. Y nadieh O triunfado jamás de este pueblo, a no ser cuandoG e apartó del servicio del Señor su Dios, (Judit,,,,

1 6-17). Muertos resucitados, el hijo de la viudade Sarefta por Elías; y otro de una gran señora deS unam por su discípulo Eliseo. Torturas, los sietehermanos Macabeos. Burlas y azotes, etc., Jere-'rifas Fue apedreado, Zacarias h i jo de Joiada. Alfilo de la espada perecieron muchos profetas pororden de la fenicia Jezabel; y 8.000 judíos por Antfo-Co , después de la toma de Jerusalén. Acerca de losaserrados, parece que Jeremías, según la tradiciónju día, sufrió esa muerte en Egipto De todo lo res-tante: vestido con pieles de oveja, errante, por ca-vernas etc., sufrió hasta no poder mas el profetaella

s( 2 ) Merecieron lo que por medio de ellas se pro-naetia.

en la batalla, ahuyentaron ejércitosenemigos; por ellos hubo mujeres querecobraron, resucitados, sus muertos.Unos murieron entre torturas, rehu-sando quedar libres, para alcanzaruna resurrección mejor (1); otros su-frieron burlas y azotes y también ca-denas y cárcel; fueron apedreados,tentados, aserrados, murieron al filode la espada; anduvieron errrantes deun lugar para otro vestidos con pielesde ovejas y de cabras, privados detodo, oprimidos, maltratados, de loscuales no era digno el mundo; ibanhuyendo por los desiertos, por lasmontañas, por las cavernas y antrosde la tierra. (Todos estos fueron ha-llados buenos por medio de la fe, enJesucristo Nuestro Señor) (2).

Gradual (Salmo LXX, 20)

Tú, Señor, nos has enviado muchasy terribles tribulaciones; pero nos de-volverás la vida (3). y. Salmo XXX,10: Yahué, ten misericordia de mí,pues estoy atribulado; mi ojo está yagastado por el enfado, y también miespíritu y mis entrañas, Aleluya, Ale-luya. Y. Salmo LXV, 15 14: Yo entroa tu casa, oh Señor, con holocaustos,para cumplir los votos que pronuncia-ron mis labios. Aleluya.

Evangelio

Continuación del santo Evangeliosegún San Mateo (X, 26-32).

(1) Mejor que la que les ofrecían, levantándolesla pena de muerte a que estaban condenados, siapostataban.

(2) Esta terminación del Misal (lo que está entreparéntesis) no es la de la Biblia en cualquiera desus textos, aunque si concreta el sentido con otraspalabras.

(3) Nos devolverás la vida Nos librarás deellas.

MISAL MERCEDARIO

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En cierta ocasión dijo Jesús a susdiscípulos: Nada hay escondido queno sea descubierto, y nada ocultoque no llegue a saberse. Lo que osdigo en las tinieblas, decidlo a la luzdel día; y lo que os digo al oído, pre-dicadlo encima de los tejados (1). Yno temais a los que matan el cuerpoy no pueden matar el alma; temed másbien al que puede perder el alma y elcuerpo en la gehenna (infierno). ¿Nose venden dos pajaritos por un as? (2).Pues ni uno de ellos caerá sobre latierra sin que lo permita vuestro Pa-dre. ¡Hasta los cabellos de vuestracabeza están todos contados!... Notemais, pues, que más valeis vosotrosque muchos pájaros (3). Por lo tan-to (4), cualquiera que dé testimoniode mí delante de los hombres, yo tam-bién daré testimonio de él delante demi Padre, que está en los cielos.—Credo.

(I) No hay que imaginarse los tejados planos in-clinados, como en los países lluviosos; sino terra-zas que, cuando están sobre un solo piso como enPalestina, constituyen una excelente tribuna.

(2) Moneda romana de ínfimo valor, como si di-jésemos, una perra chica.

(3) La frase castellana más que muchos pájaroses ambigua, y hay que interpretarla más que todoslos pájaros, ya que en la traducción no cabe.

(4) A un lector descuidado podrá parecerle iló-gico este por lo tanto, después de lo de los pajari-tos. No lo es. Véase: dice jesús a sus discípulosque prediquen en público, sobre los tejados. A unaobjeción oculta de ellos sobre lo que se les vendríaencima al poner en práctica tanta frescura, respon-de el Maestro que a nadie le pasa nada sin permi-sión divina, y, por lo tanto, que no teman predicarsu Nombre. Les alienta además con el premio.

Ofertorio

Aunque me pusieron en la cruz, note negué, Dios mío; y derramadas misentrañas por la tierra, y cortado en pe-dazos, te he confesado como a Cristo.

Secreta

Por medio de estos santos miste-rios, oh Señor, y por la intercesiónde tu bienaventurado mártir Serapio,nos sea concedida la gracia de refre-nar los deseos terrenos y aprender aamar las cosas del cielo. Por N. Se-ñor J. C., etc.

Comunión

Salmo XVI, 15: Yo comparecerédelante de tí en mi justicia (santidad);y quedaré harto cuando aparezca tugloria (1).

Postcomunión

Hemos recibido, Señor, la prendade la Redención eterna, rogándotehumildemente que por la intercesiónde tu bienaventurado mártir Serapio,vayamos siempre sin pecado y lim-pios de alma y cuerpo en pos de tuspromesas. Por N. Señor J. C., etc.

NATANAEL

(I) En el texto de la misa hemos dado la traduc-ción de la Vulgata, por parecernos muy diferente alhebreo, que ponemos aquí a título de curiosidad ),justificación propia; .(Yo, en mi inocencia, contem-plaré tu cara; enana° yo despierte me saciaré contu imagen'.

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Estamos en el siglo de las luces yde los positivos progresos; todos loproclaman y nadie lo duda. Cuandose hojean las brillantes páginas de lahistoria de las ciencias, de las letrasy de las artes; cuando la inteligenciamoderna, ávida siempre de luz, sedetiene con marcada serenidad, sinesa ligereza de espíritu de los sabiosa la violeta, a estudiar la marcha pro-gresiva de la época contemporánea yanaliza esos maravillosos descubri-mientos, esas estupendas investiga-ciones, esos análisis inconcebibles,tiene uno que rendirse ante la eviden-cia del progreso humano.

Y no puede ser de otra manera,quien quiera que admire el genio deGutenberg abriendo nuevos horizon-tes a la edad moderna y a las sucesi-vas, al pensamiento, a las ideas, a lasciencias filosóficas, naturales, fisio-lógicas, médicas, jurídicas, políticas,administrativas, a la fís i ca, a la quí-mica y a todos los ramos del saberhumano, cerrando ese grandioso cua-dro con Marconi, que acortó las dis-tancias, aprisionó el tiempo para queno fuese un impedimento a la rápidacomunicación de la inteligencia hu-mana.

Pero, a pesar de todo este esplen-dor, nuestro siglo intenta, por todoslos medios posibles, ocultar el sol dela verdad en las inteligencias. De

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aquí que, engreído con sus triunfos,con sus investigaciones, envanecidocon su ciencia, saturado de luciferinasoberbia, desecha toda ley, toda auto-ridad, aunque sea divina, por concep-tuarlas como barreras infranqueablesa los vuelos científicos, literarios yartísticos. Y como sabe que, a supaso, encuentra la Iglesia Católicaque le opone sus dogmas, su moral,su ley y su autoridad, enfrenando asísus funestas aspiraciones, entoncesdeclara guerra sin cuartel a esta ins-titución divina, y, como él se sienteimpotente para vérselas con ella,reune en torno suyo y bajo su nefan-da bandera negra como las mismasentrañas de Satanás, ese ejército dedescreídos, ateos, impíos, indiferen-tes, viciosos, al mágico grito de cul-tura, progreso, civilización, y ¡infeliz!arroja sobre la Iglesia de Jesucristolas infames saetas del ridículo y lababa inmunda de la calumnia. Y paraque su voz llegue a todas partes, seenrosca, cual serpiente astuta, en laspáginas del libro, del folleto, en lascolumnas del periódico, de la revista,de la hoja volandera; y, como si estofuese poco, en su odio a Cristo y asu Iglesia, trata de escalar los esca-ños del Parlamento, un puesto de ho-nor en la tribuna, en el Ateneo, en lacátedra, baja después al mitin, alclub, al café, para presentar siempre

Influencia de la Iglesia Católicaen las ciencias, las letras y las artes

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La eterna cuestión.1^

Y ¿cuál es la eterna cuestión? LaIglesia es enemiga del progreso; laIglesia es enemiga de la civilización;la Iglesia rechaza la ilustración; laIglesia encierra en férreo circulo dehierro el pensamiento; la Iglesia amor-daza a los sabios; la Iglesia ponebarreras infranqueables a la luz; laIglesia se opone a las conquistas delsiglo; la Iglesia...

¿No es verdad, lector amable, queuna y mil veces habrás oído o leídoestas acusaciones calumniosas y ri-dículas contra la Iglesia de Jesucristo?¡Cuánta ignorancia y mala fel De estaignorancia ya se quejaba en su tiempoel inmortal León XIII. «Siempre y en

todas partes—escribe el sabio Pontí-fice—la ignorancia fue la enemiga dela Iglesia de Jesucristo. Explotada porla calumnia, invade las masas popu-lares, las cuales caen en el sueño dela indiferencia y dejan libre el campoa los encarnizados enemigos de ellapara impedir que tenga la menor par-ticipación en la vida social de la hu-manidad. La ignorancia es el granenemigo que hay que desterrar nosólo del pueblo, sino también de lasclases elevadas.» «La negligencia eninstruirse en las cosas religiosas—decía Pascal—de todo lo que somos,de nuestros destinos y de nuestraeternidad, más bien que moverme alástima, me mueve a desprecio, meespanta, me horroriza; es para mí unexceso inconcebible.»

Jesucristo y su obra

Lamentable era el estado en que se

encontraban las ciencias, las letras ylas artes al otro lado de la cruz. Enaquel mar inmenso del error y de lasdoctrinas más deplorables, tan sólobrillaba uno que otro genio que, reco-giendo las tradiciones primitivas, le-jano eco de la palabra de Dios, llora-ban sobre la acción corruptora de unaimpura mitología. Sócrates, Platón,Aristóteles, inmortalizaron sus nom-bres, porque en medio de sus aberra-ciones y desaciertos no dejaron detener conceptos y pensamientos dig-nos y levantados. Las escuelas—es-cribe Lamennais — estaban abiertassólo para los ociosos y desocupados;a ellas iban los nobles y los ricos acomprar con su dinero algunos pre-ceptos de moral, de retórica, algunasmáximas de impiedad o algunas re-glas de inmoralidad; pero el pueblo,gracias a la codicia de sus maestros,se conservaba ajeno a sus funestasinstrucciones.

Cuando apareció el Cristianismo—dice Balmes—estaban sofocados losgérmenes del saber esparcidos poraquellos grandes hombres; los sue-ños habían ocupado el lugar de losaltos pensamientos, el espíritu de dis-putar reemplazaba el amor de la sabi-duría, y los sofismas y cavilacionesse habían sustituido a la madurez deljuicio y a la severidad del raciocinio.

Así es que en medio de este horro-roso caos en que se encontraban su-midas las inteligencias y las socieda-des, fue necesario que apareciese Je-sucristo, «la luz que resplandece enmedio de las tinieblas». El Verbo erala luz verdadera que alumbra a todohombre que viene a este mundo. Fue

necesario que Jesucristo abriese susdivinos labios y dijese a sus discípu-los: «Id por todo el mundo y enseñada todas las gentes mi ciencia, mi doc-trina, que no es mía, sino del Padreque me envió». El fui el primero yÚnico que dijo: «Dejad que los niñosse acerquen a Mí»; porque venía aenseñarles una ciencia que ni los re-tóricos, ni los filósofos pudieronaprender: la ciencia de Dios y la cien-cia del hombre. Acercäronse, pues,estos pequeñuelos a escuchar al divi-no Maestro que los llamaba; compren-dieron, creyeron y el mundo quedótransformado. El fue el que lanzó aaquellas decadentes sociedades, en-vueltas en las densas brumas delerror y de las bajas pasiones, estarotunda afirmación: «Yo soy la luz dela ciencia, yo la luz de la sabiduría.»Cristo es, pues, la luz; Cristo laciencia; Cristo la sabiduría; porque«está lleno de gracia y de verdad». EnEl -- ha dicho el Apóstol—se encuen-tran todos los tesoros de la sabiduríay de la ciencia. De sus benditísimoslabios salieron aquellas dulcísimaspalabras que fueron como un amoro-so beso depositado en las mejillas delpobre: «He venido a evangelizar a lospobres», signo de verdadera igualdady de la verdadera democracia; gritosublime que jamás se había oído enel mundo hasta que vino jesucristo a

enseñarlo a los hombres; y en suconfirmación, en el sermón de laMontaña, las masas populares queestaban pendientes de sus labios,« porque—decían--nunca oímos ha-blar de esta manera a ningún hombre»,le oyeron que exclamaba con exquisi-ta ternura: « Bienaventurados los po-bres de espíritu, porque de ellos es elreino de los cielos». De sus benditísi-mos labios salieron también aquellamoral maravillosa envuelta en lossuaves perfumes de la santidad y de

la virtud. El levantó y dignificó a losindividuos, a las familias y enseñó alas sociedades su verdadero origen,su fin altísimo y los medios para larealización y consecución de los glo-riosos destinos eternos; El abrió susacratísimo Corazón a todos los se-cretos de la ciencia de los cielos y dela ciencia de la tierra, dando vigoro-sas alas a la inteligencia para quepenetre los más altos y profundosarcanos de la Teología; El dió a lafilosofía las nuevas y esplendorosasluces de la Revelación, para que, se-gura se lanzase por los vastísimos ydilatados campos de las investigacio-nes humanas, descubriéndole nuevoshorizontes, desconocidos derroteros,y marcó a las demás ciencias el rumboque habían de seguir siempre en buscade la verdad y de la luz.

FR. R. DELGADO CAPEÁNS, O. DE M.

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El Venerable Fray Diego de Muros, Obispo de Tuy

el 9 de diciembre de 1492

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Es una de las figuras más bellas dela Merced en la Edad Media. Su vidaparecía legendaria, pero los documentos han venido a demostrar que la le-yenda era Una realidad.

Debió nacer en la villa de Muros dela actual provincia de Coruña, patriade valientes marinos. Su padre sellamó el licenciado Esteban Rodríguezde Muros, y falleció en 1475 siendooidor de la Audiencia de los ReyesCatólicos, que proveyeron la vacanteen su hijo Fray Diego.

El brillante porvenir que tal apoyole brindaba no fue bastante a apartar-le del claustro en que vistió el hu-milde hábito de la Merced. Y no seríapor encogimiento, pues sus hechosdemuestran que era hombre de tem-ple extraordinario, y que con la mismasoltura manejaba la lengua que la es-pada.

Cursó en Salamanca los estudiosde Filosofía y Teología, condición in-dispensable en la Orden para los grados mayores, que le fueron concedi-dos por 1464. Antes se firmaba el-bachiller Fray Diego de Muros.

Durante los tres cursos de Artescobró sin duda aquella afición a losdichos de los antiguos, de que hacegala en sus escritos. Terminada laFilosofía dedicó a la Teología cuatroarios para obtener el grado de bachi-

Iler. El de Maestro se lo dió la Ordenprobablemente, pues el de la Univer-sidad era carísimo, bastando paraarruinar a una familia.

Así cultivó Fray Diego «aquel suingenio tan sutil, aquella su ánima tanapta y delicada por su habilidad paragozar de la verdadera claridad» queadmiraba con sus contemporáneos elcronista Pulgar (1).

Su principal ocupación, una vez or-denado, debió ser la predicación enque logró extraordinario renombre,como luego veremos. Parece que fuéComendador de Toro, pues en el Ca-pítulo de 1466 se le exigieron cuentasde aquella casa. Fuélo seguramentede Huete, donde se conservaban do-cumentos suyos de 1456 a 1460. Eneste año asistió corno definidor al Ca-pitulo general de Játiba, según constade sus actas (2).

El Provincial, Maestro Fray Macíasde Monterrey, le trasladó en 1464 a laencomienda de Guadalajara, nombra-miento que fue confirmado por el Re-verendísimo Fray Nadal Gaver el 10de diciembre de aquel año.

El General le nombró también en lamisma fecha redentor Por la Provin-

(1) Letra VIII. En la Bib. Pivadeneira, t. XIII, 44.(2) Mientras no indique otra cosa los documen-

tos citados están en mi libro Don Diego de Muros.Madrid 1919. 144 págs. en 8.°

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cia de Castilla, juntamente con el Co-mendador de Toledo Fray Hernandode Córdoba y el de Huete Fray Diegode la Torre. A principios de 1465 fa-lleció el Provincial Fray Matías, sien-do nombrado para sucederle el PadreMuros.

Nueva demostración de su valía, esel siguiente albalá de Enrique IV:

«Yo el Reyfago saber a vos los mis contadoresmayores que mi merced e voluntades de tornar por mi capellán e maes-tro de la mi capilla a Fray Diego deMuros, maestro en santa Theologia,para que de aqui en adelante tengacargo de predicar e faser sermonesen la dicha mi capilla, e ver e esarni-nar las personas que de aqui en ade-lante hovieren de predicar en ella sison tales e de tal eieneia que devanpredicar en ella; e que haya e tengade mí este año de la fecha de esta mialvalá e de aqui adelante en quitaciónen cada año con el dicho oficio treintamil maravedis... Fecha en Segovia a30 de agosto de 1465 años.»

Cuando todo parecía sonreirle, unagrave contradicción vino a probar suvirtud. Un fraile desequilibrado, pornombre Fray Payo Borrayo, despe-chado por la negativa del Provincial adarle la encomienda de Huele, fingióuna porción de documentos y hastaun notario para autorizarlos y se pre-sentó en Valencia ante el Generalacusando al P. Muros de graves irre-gularidades en la administración.

El Pvdmo. Gaver, no atreviéndosea sospechar que la audacia de une mbustero llegase a tanto, diö créditoa los cargos y depuso al Provincial•y

sus adherentes, convocando a Capí-tulo general en Toledo para el 10 deagosto de 1466

Sus actas son de lo más amenoque ofrece la historia de la Merced,por lo disparatado de las acusacioneslanzadas contra el Provincial, cuya

El V. Fr. Diego de Muros, Obispo de Tuy.

deposición se confirmó, siendo nom-brado el calumniador Vicario general.

Muros y los que estaban convenci-dos de su inocencia no asistieron,pero hallaron medio de abrir los ojosal General, haciendo que su vicarioFray Payo firmara unos documentoscomprometedores en Salamanca y enTorrijos a cambio de buenos ofreci-mientos. El P. Muros se apresuró aenviar al Rvdmo. Gaver tales escri-

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Palacio episcopal de Tuy en que habitó Fr. Diego de Muros.

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tos, y el General, comprendiendo quehabía sido engañado miserablemente,anuló todo lo hecho, reponiendo en elcargo al Maestro Muros y convocan-do nuevo Capítulo en Guadalajarapara el 27 de septiembre de 1467.

Este Capítulo es por sus acuerdosy por las ideas que en él reinaron(que eran las del Provincial), uno delos más brillantes de la Merced (1).Diöse vigoroso impulso a la obser-vancia y a los estudios y coticediósea la Provincia una amplia autonomíaque hiciera inútiles los manejos delos ambiciosos ante el General.

En 1469 celebró el P. Muros nuevoCapítulo en Almazán, en el que seproyectó una concordia con los Trini-tarios, que el Provincial ratificó enfebrero siguiente.

Poco después debió salir paraRoma el P. Muros, a quien Enrique IVhabía nombrado su consejero, encar-gándole ahora importantes asuntos enla Curia Romana. En el Consistoriode 28 de enero de 1471, Paulo II enco-mendó la abadía de San Clodio en ladiócesis de Orense al Provincial de laMerced embajador del Rey de Castillay poco después le dió también la aba-día de Sobrado, ambas de cistercien-ses . El 15 de junio de 1471 era preco-nizado Obispo de Tuy.

No contento con esto, el Rey leotorgó el 20 de junio de 1474 un juroperpetuo de 160.000 maravedís, a re-partir por mitad entre el Obispo y elConde de Altamira Don Lope de Mos-coso «en ernienda de los servicios

prestados... que son tales e tan dig-nos de mayor remuneracion que conlos dichos ciento e sesenta mill mara-vedís de juro de heredad, ni con mucha mayor contia non se satisfasennin remuneran....

La copia de este documento, con-firmado por los Reyes Católicos en1477, que hay en Simancas, tiene en laprimera página las armas del Condey del Obispo; éstas consisten en dosmuros almenados en campo azul (1).

El Rey entregó además a Fray Die-go en 22 de septiembre de 1474 unalbalá del tenor siguiente:

«Yo el Rey,fago saber a vos los mis contadoresmayores que yo, acatando los mu-chos e buenos e leales e señaladosservicios que vos don Diego de Mu-ros obispo de Tuy e del mi Consejonos avedes fecho e facedes de cadadia, e especialmente en corte de Roma,donde havedes ydo dos veces por miembaxada, donde havedes gastado devuestra fazienda asäs quantias de maravedís, de que vos soy en cargo, evos non han sido pagadas, e en equi-valencia e remuneración dello mi mer-ced e voluntad es que hayades e ten-gades de mí por merced en cada unaño por siempre jamás (demás deotros cualesquiera maravedís que demi avedes), quarenta mil maravedíspara vos e para vuestros herederos esubcesores...» (2).

El único defecto de todas estasmercedes era que no se cobraban.pues la Hacienda estaba completa-

mente derrotada. Así dicen los cronis-tas, que un juro de mil maravedíssolía venderse por mil efectivos y aúnparecía caro.

Fray Diego había estado ya variasveces en Galicia con intento de pose-sionarse de su ciudad de Tuy y des-alojar de allí al Conde de Camiña,D. Pedro Alvarez de Sotomayor (elpopular Pedro Madruga) que la teníausurpada. Al principio le ofreció elConde dejarle libre su jurisdicción yaun logró que el Obispo le acompa-ñara a sitiar el castillo de Alcobre,pero hubo de convencerse pronto deque su libertad era sólo a condición deque «ficiera la que el Conde quisiera».

Esto le llevó a liarse con el Arzo-bispo D. Alonso de Fonseca, firman-do ambos un interesante tratado enSantiago el 10 de Abril de 1474.

Muerto Enrique IV en Madrid el 12de Diciembre de aquel año, los Re-yes Católicos continuaron estimandograndemente al Obispo de Tuy, al quenombraron su Oidor con la siguientecédula:

«Don Fernando y Doña Isabel porla gracia de Dios rey e reina de Cas-tilla.., príncipes herederos de Aragón,señores de Viscaya e de Molina. Porfaser bien e merced a vos el reveren-do Padre don Diego de Muros obispode Tuy, maestro de nuestra capilla,acatando vuestra suficiencia, literatu-ra e discreción, tenernos por bien e esnuestra merced que agora e de aquiadelante para en toda vuestra vidaseades nuestro oidor de la nuestraaudiencia e del nuestro consejo, enlogar e por vacacion del licenciadoEstevan Rodrigues de Muros vuestro

(1) Lo publiqué Íntegro en: La Merced a media- (1) 5imancas: P. R. 59 -27.dos de/siglo XV. Roma, 1931. (2) !bid: M. y P. 85-136.

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padre, oydor que fué de la dicha nues-tra audiencia, por quanto es fallescidodesta presente vida... E es nuestramerced que hayades e tengades denos este año de la dacta desta nuestracarta e de hoy edelante en cada unaño de quitacion con el dicho oficiode nuestro oydor los treynta mil ma-ravedís quel dicho licenciado EstevanRodrigues vuestro padre de Nos haviae tenia... Fecho en la muy noble villade Valladolid a 23 dias del mes deAbril, año del nascimiento de NuestroSeñor Jesucristo de de mill e quatro-cientos e setenta e cinco arios...» (1).

Deseó el Obispo engrandecer y me-jorar su lugar natal, según acredita lasiguiente real cédula:

«Doña Isabel, etc. Por faser bien emerced a vos el reverendo Padre donDiego de Muros, obispo de Tuy,maestro de la mi capilla, oydor de lami Abdiencia e del mi consejo, porlos muchos e buenos e leales e seña-lados servicios que m'avedes fecho efasedes de cada dia e en algunaemienda e remuneración dellos, e por-que me lo vos suplicastes e pedistespor merced, tengo por bien e es mimerced que vuestro lugar que se llamaBadarroques, cerca de la villa de Mu-ros, en el reyno de Galizia, que le seamudado el nombre del dicho logar, eque se llame agora e daqui adelantepor siempre jamas Villadiego...»

Concédele, además, que sea puerto,en el que puedan cargar y descargarlas diferentes clases de navíos, pa-gando los derechos generales, y queen un sitio suyo, en el término de

(1) Simancas: Registro del sello 1-424.

dicho lugar, llamado el Castro deBulterra, pudiese hacer una fortalezaque se llamaría la Pela (,Porte/a?¿Puebla?) con los feudos comunes deEspaña. Dada en Valladolid, a 15 denoviembre de 1475 (1).

En la primavera de 1477, el Condede Camiña cayó prisionero del deBenavente, y el Obispo de Tuy pudorecobrar su ciudad episcopal, peroestando en ella fué preso por losportugueses, no sin sospechas detraición; «e aun viniendo una vez (diceel Obispo en el sínodo de 1482) entiempo de la guerra pasada entre Cas-tilla y Portugal a esta nuestra cibdaclpor la librar e tornar al señorio de laIglesia, fuemos preso e llevado a Por-togal, donde estuvimos preso quincemeses en jaula e en fierros, dondepadecimos muchos trabajos.»

Algunos han querido suavizar lo dela jaula e fierros, suponiendo que setrata de una cárcel ordinaria, peroconsta que entonces era frecuentemelera los presos notables en verda-deras jaulas en medio de una sala,aunque tal vez el Obispo no estaríacontinuamente en tan incómoda pri-sión, que hubiera acabado con suvida. El cronista Pulgar le dirigióentonces una hermosa carta, donde .avueltas de algunos chistes se le re-cuerdan las grandes verdades cristia-nas sobre el valor del sufrimiento.

Encargado al parecer de iniciar lostratos de paz, recobró Fray Diego lalibertad, y el 13 de Febrero de 1479estaba ya en el convento de Guadala-jara, cuya encomienda le había reser-

(1) Simancas: Registro General, 1-160.

vado el Papa. Tuvo a causa de ella unPleito con el maestro Fray Pedro deLogroño, a quien Gaver había nom-brado comendador, ignorando la re-serva, según nos informa una bula.

Los turcos amenazaban las costasde Italia, y entre tanto los estadoscristianos se destrozaban en guerrasfratricidas. Para poner fin a ellas losReyes Católicos decidieron enviar alláal Obispo de Tuy con encargo deobtener a la vez de Sixto 1V el reco-nocimiento del derecho de presenta-ción para los obispados. El Obispoquedaba en libertad para dirigirse pri-mero a Florencia, Nápoles o Roma,según viera sobre el terreno. En todose dió buena maña, obteniendo ade-más importantes bulas para su iglesia.Figura su firma en el registro de laCofradía del Santo Espíritu, en elBorgo, donde se inscribió como todoslos personajes notables de entonces.

No sabemos a punto fijo cuántoduró la embajada, pero en Septiembrede 1481 estaba ya en Sobrado (cuya

, restauración moral y material inició), en compañía de su inseparable secre-tario Pedro Patiño, canónigo de Tuy.

El Papa le encomendó también el, Monasterio de San Martín, de Santia-go, reducido a la última miseria, y elde Tojos Outos, cerca de Noya, de-

; sierto y arruinado. En ambos hizograndes obras, y una bula le autorizaPara vestir el traje de los obisposbenedictinos, a pesar de ser inerceda-ri o, para que los monjes, entre quie-nes pensaba vivir, tomaran mejor susenseñanzas y ejemplos. Los sucesosSe precipitaron con tal rapidez que losdescansos del Obispo fueron cortos.

La Orden de la Merced acudió a élvarias veces para decidir pleitos in-ternos, y a su mediación se debieronseguramente las fundaciones de Conjoy de Monterrey.

Consolidado el trono de D. Isabel,emprendió ésta una lucha terrible con-tra la anarquía que destrozaba a Cas -tilla, y el conde de Camiria entregó alObispo su ciudad y diócesis por tra-tado que firmó en Tuy el 18 de Abrilde 1482.

Poco después convocaba Fray Die-go un sínodo, que es donde mejor seretrata su alma apostólica, al mismotiempo que se trasluce el estado la-mentable de la diócesis en el ordenmoral, intelectual y económico.

Pero otra dura prueba había de acri-solar todavía su paciencia: aprove-chando un momento en que la autori-dad Real parecía comprometida, Pe-dro Madruga dió orden a sus satélitesde prender al Obispo en Bayona en1484. Al frente de los criminales figu-raba el alcaide de Sotomayor PayoVelos°, que llevó al Obispo a su cas-tillo, encerrándolo en lóbrega cueva.Llevólo después de monte en montey de fortaleza en fortaleza, para obli-garlo a rescatarse, como lo hizo, ofreciendo por su libertad setecientos milmaravedís.

En medio de todo mejoró su saludcon estas andanzas, cosa que el co-mendador de Conjo, Padre Saldaña,comentaba donosamente con el Obis-po, su grande amigo, diciendo: Si unmédico había de llevar a vuestra se-ñoría setecientos mil maravedís, lomismo se es.

Pero la autoridad Real estaba en

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manos vigorosas, y Pedro Madrugaacabó con la vida sus fechorías; susherederos fueron condenados a de-volver al Obispo su rescate, quedan-do todavía cuentas pendientes al mo-rir Fray Diego.

131 1486 fue trasladado éste a CiudadRodrigo, diócesis más tranquila y demejores ingresos, donde hizo tambiénimportantes obras. Allí otorgó su tes-tamento el 8 de Diciembre de 1492, en

De «La Mujer en la vida moderna»,obra escrita por el Rvdo. P. RicardoDelgado Capeáns, y que tanta acep.ladón ha tenido en todos los paísesdel habla española que en menos deun año se ha agotado la primera edi-ción, tomamos de la Conferencia((Dios y Patria», los párrafos siguien-tes, cuya lectura no dejará de sergrata a los numerosos lectores de LA

MERCED.* * *

Hay un símbolo, señoras, que sin-tetiza y encarna todo el vastísimo ydilatado horizonte geográfico de laPatria y abarca de una manera mara-villosa ese conjunto físico y moral,objeto de nuestros más caros afectos:ese simbolismo es la bandera y labandera es la Patria. Ved aquí, seño-ras, por qué los hombres de todos lostiempos, de todas las razas y de todaslas civilizaciones, rindieron siempre

que nombra heredero universal y fidu-ciario a Pedro Patiño, su secretario.

Falleció al día siguiente, y sus res-tos yacen en el presbiterio de la cate-dral, bajo sencilla losa.

El pueblo de Tuy le reverenció comosanto, a causa de los grandes traba-jos padecidos, como lo atestigua susucesor Fray Prudencio de Sandovalen 1609. Nuestros autores hablan tam-bién de él con grande estimación.

FR. GUILLERMO VÁZQUEZ

culto a la bandera; por qué la amaronhasta sacrificar su propia vida porella; el por qué la conquista de labandera enemiga fué consideradasiempre como el mejor trofeo devictoria; he aquí por qué los antiguosromanos, postrados ante los augures,juraban defender la bandera hasta lamuerte. Yo no sé lo que tiene la bande -ra, porque su sola presencia despiertahondas emociones, conmueve hastael delirio los corazones, y arrasa losojos en lágrimas, y exalta las muche-dumbres, y sacude todo un pueblopara hacerlo correr hacia las fronteras,el arma al brazo, deseoso de derramarallí su propia sangre. ¡Ah, señoras!,es porque la bandera es la inspiradorade los más caros, de los más inten-sos, de los más nobles afectos, por-que ella simboliza, como queda dicho,la Patria.

Un día, sefiöras, la escuadra espa-

riola salió de la bahía de Santiago deCuba a buscar en la muerte la másestupenda victoria del honor y de lagloria. Los potentes acorazados nor-teamericanos que la esperaban, abrie-ron encarnizado fuego sobre aquelloscasi indefensos barcos. Nuestros he-roicos marinos se cubrieron de gloriacumpliendo con su deber sin regateosde sangre; hundieron sus buques en elmar antes que rendirlos al extranjero.Una sola de nuestras naves quedóflotando, un destroyer, aquel en queiba el genio de la raza hispana, elgeneral Villamil. El minúsculo caza-torpederos hizo frente a la formidableflota del almirante Shampson, y lascerteras granadas yanquis pronto leinutilizaron las máquinas, le apagaronlas calderas, le rompieron el goberna -Ile, le saltaron la hélice, le desmonta-ron el cañón, le aportillaron el casco,le mataron la gente; pero... ¡la bande-ra de España seguía izada en lo altode su palo de proa, orgullosa delheroísmo de sus hijos!

Observado el silencio en que quedósumido el valiente destroyer, pueshacía rato que no respondía al fuegoamericano, un bote comandado porun oficial destacóse del Iowa y se leaproximó.

---IAh del barco!—gritaron los delbote.

El silencio más profundo fué lacontestación; nadie respondió. Sólola bandera de España seguía flotandoallá arriba...

Entonces, el oficial yanqui encara-móse y ganó la borda del 'destrozadobuque. ¡Qué grandioso espectáculoPresenciaron sus ojos!: cuerpos acri-

billados por la metralla, miembrossueltos, cabezas sin tronco, charcosde sangre, pedazos de carne humean-te, despojos humanos se hacinabansobre la cubierta del pequeño barco.El trágico azote de la guerra habíapasado por allí, dejando todo su cor-tejo de destrucción, de dolor y demuerte; pero... ¡la bandera de Españaseguía izada en lo alto del palo deproa!

En medio de aquel lago de sangre,de aquellos cadáveres humeantes, enmedio de tanta carnicería, había unmarino tendido que aún tenía algunosátomos de vida; era la estatua vivien-te de la raza, era Pancho Arderius.Hacia él dirigióse el oficial yanqui, y,con expresión de ira, le dijo:

—¿Por qué este sacrificio estéril?¿Por qué ir a morir sin esperanza al-guna de éxito? ¿A qué esta carnicería?

Arderius, que no podía hablar, puesestaba desangrándose por cien heri -das, levantó sus agónicos ojos y subrazo, y señaló la bandera de Españaque ondeaba sobre el palo de proa.El oficial extranjero siguió con sumirada la indicación de la mano delvaliente marino; contempló allá en loalto la enseña de la Patria española,sin otra mancha más que la sangrede sus hijos, quitóse rápidamente sugorra, cuadröse ante aquel soldadomoribundo, y con acento de admira-ción sublime, cual si alzara a Dios unaplegaria, dijo:

- ¡Ah!... ¡Si!... ¡Es verdad!... ¡Porla bandera!... ¡Sí, por la bandera de laPatria!... ¡Por España!...

He aquí, señoras, lo que es la ban-dera.

DIOS Y PATRIA

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Bandera de mi Patria, ¡salve! Des-pliega al aire tus brillantes colores yno ceses de inspirar intrépida osadíaa los que en sus manos te sustenten.Marcha siempre adelante por la lumi-nosa senda de la gloria y del honor.Quiera el cielo ¡oh bandera de miPatria! que sólo seas mecida por lasdulces brisas de la paz y que nunca teveas sacudida por el vendabal de laguerra; pero si tal aconteciera, enton-ces ¡oh bandera querida! acuérdateque llevas las bendiciones del cielo,redobla el valor de tus soldados,reviste sus pechos de bravura y decoraje, hazlos avanzar a través detodos los obstáculos y de la mismamuerte, y por entre el humo del com-bate brillen tus colores como lamposde gloria, que anuncien el ansiadotriunfo y la salvación de la Patria.

* *

Debéis de amar a la Patria, peroeste amor vivo y ardiente que palpitaen vuestros nobles corazones, esnecesario educarlo, desligándoos detodo espíritu partidarista, para elevary purificar el patriotismo de toda es •

coria que pudiera empequeñecerlo. Aesta obra educadora contribuirá efi-cazmente el estudio y conocimientode la Historia de España, porque,como dice el axioma filosófico, nadieama lo que no conoce: a mayor cono-cimiento mayor amor. En la vida delos grandes hombres—dice un ilustreescritor—aprendemos a pensar comoellos pensaban. Nuestro pequeñopensamiento, en contacto con losgrandes, crece. Emula del tiempo—llama a la Historia Cervantes –, de-

pósito de las acciones, testigo de lopasado, ejemplo y aviso de lo pre-sente y advertencia de lo porvenir.Sin el estudio de la Historia no haymás que degradación y miseria delespíritu, y con él hay verdadera sabi-duría fundada en la experiencia de lossiglos, hay verdadero amor a la Pa-tria.

La Historia, que como la llamó elinsigne escritor Schlegel, «es unaepopeya divina, y el historiador unprofeta que mira hacia atrás», harádesfilar por delante de vosotras todasaquellas figuras cumbres en las cien-cias, en las letras y en las artes, agüe-llos méritos generales e indomablesguerreros que escribieron páginas bellísimas en los gloriosos fastos denuestra Historia, aquellos hechos yacontecimientos que son el orgullo deun pueblo y el exponente de una raza,puesto que ella es la gran pregonerade las grandezas y de las magnificen-cias de una nación.

Otros de los factores que forman elyunque donde se forjan las grandesalmas es el amor al arte, porque elarte, señoras, es el que traslada allienzo los hechos de armas más glo-riosos de nuestra Historia; las filigra-nas arquitectónicas que hermosean eiterritorio nacional y que, como gigan-tescos monumentos, se levantan enlas ciudades y en los pueblos; losbellos paisajes de nuestros campos,los lagos tranquilos surcados por millanchas de pescadores, los cabosatrevidos que se hunden en nuestrosmares, las montañas bravas que seyerguen majestuosas como flechasdisparadas contra el azul de los cie-

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los. El arte es el que cincela esosesbeltos • monumentos que adornannuestros paseos, nuestros jardines ynuestras plazas, y que, con muda ysoberana elocuencia, nos están dandosublimes lecciones de amor a la Pa-tria; él es el que graba en el bronce,como un glorioso recuerdo del pasa-do y vivo ejemplo para el presente, alos grandes maestros de la pluma y dela palabra, quienes, con sú profundosaber, abrieron vastísimos horizontesa las ciencias, al comercio, a la in-dustria, a la agricultura y a todo loque signifique progreso y adelanto; éles el que traslada al pentágrama lasdulcísimas notas de armonía y bellezaimperecederas, producciones que tie-nen la mágica virtud de conmover lasfibras más ocultas del corazón huma-no. El arte es, pues, el gran educadordel patriotismo, y, por eso, nuncahemos de abandonarlo en nuestrostrabajos populares.

Señoras: no se puede amar a laPatria y no amar la lengua, ese armo-nioso idioma español, porque la len-gua—como escribe Isaac Núñez deArenas—es fuerte lazo de fraternidadentre los hombres, es la expresión dela vida espiritual y material de unpueblo, de sus creencias, de susideas, de sus costumbres e interesesde toda clase: el inventario de su ri-queza religiosa, moral, Jurídica, cien-tífica, artística, mercantil e industrial;la pintura de la fisonomía entera desu nacionalidad. Nada simboliza tanPerfectamente la Patria, como la len-gua de sus mismos hijos; pues en ellase encarna cuanto hay de más dulcePara el corazón del hombre, desde la

plegaria aprendida en el regazo ma-terno hasta el apagamiento de lafamilia: un cantarcillo popular evocala idea de regocijos domésticos, unhimno guerrero el recuerdo de victo-rias nacionales, y un acento de lalengua nativa la casa donde se meciónuestra cuna, los verdes prados don-de jugamos de niños y las aulas don-de enlazamos las primeras relacio-nes de nuestras más íntimas amista-des.

Cultivad, purificad y perfeccionadtan hermoso e incomparable idioma,calificado por Carlos V de Alemania yI de España, como el más adecuadopara hablar con Dios; la lengua espa-ñola es la que supera a todas lasdemás en elegancia y facundia, segúnla afirmación de Marineo; la lenguaque, exceptuadas la griega y latina—escribe el francés Pluche –es la másarmoniosa de las lenguas vivas, y laque más se acerca a la riqueza de lalengua griega; la lengua que es dulcecomo las riberas del Betis y terriblecorno la espada del Cid, en expresiónde Roca y Cornet; la lengua que tienela riqueza del griego, la dulzura delitaliano, la fuerza del alemán, la ar-monía del francés, la austera grave-dad del inglés; la lengua que es agu-da—afirma el holandés Merula—efi-caz, concisa, grave, rica de prover-bios, de sales, de metáforas y equívo-cos. Si abrirnos la rica cantera denuestros inmortales clásicos, veremosallí que la galanura y riqueza resplan-dece en Cervantes, la energía y rapi-dez en Mariana, la sencillez en SantaTeresa de Jesús, la grandilocuenciaen Granada, la espontánea agudeza

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EL ESCAPULARIO DE MERCEDES

No me digas que me quiteEste viejo escapularioDe la Virgen de Mercedes,Como su pureza, blanco,Que mi madre cariñosaBordó con sus propias manos.

II

Bien lo recuerdo: la pobreUna noche suspirandoMe dijo: «Juan, ya me voyDe este mundo ingrato;Ya las piernas me flaquean,Mis cabellos están blancosY el corazón tengo rotoPor muy hondos desengaños.Me voy y sólo te dejoEste humilde escapularioDe la Virgen de Mercedes,Como su pureza, blanco;No te lo quites; consérvaloSobre el pecho colocado'.

No sé cómo contestarteLo que me has interrogado;Pero sí puedo decirleQue el amor rige el espacio,Que él encamina las almasA un ideal sobrehumano,Y que el amor de las madresNinguno puede igualarlo.No me digas. pues, que dejeEste viejo escapularioDe la Virgen de Mercedes,Como su pureza, blanco,Por mi madre consagrado.

IV

Ella era pobre. Sus restosNo reposan en sagrario,Ni tampoco en mausoleoErigido por el fausto;En un oscuro rincónDel humilde campo santoSólo una cruz marca el sitioDonde a mi madre enterraron.

- 426 -03°.°03. O

o o o o o

en Hurtado de Mendoza, el gracejo deingenio en Quevedo, el laconismo enSolís y la grandeza y elevación líricaen las composiciones de Herrera, cu-yas obras parecen una continuadamelodía.

Leed, señoras, nuestros clásicos,estudiad sus inimitables bellezas, cuyaliteratura es el alimento en que másde agrado se nutre nuestro espíritu.En ellos bebió el célebre dramaturgofrancés Corneille, que imitó y auncopió, en gran parte, sus mejoresproducciones. Díganlo, si no, su DonSancho de Aragón, su Mentiroso ysu Cid, calcadas sobre El Palacioconfuso, de Antonio Miradamescua;La verdad sospechosa, de Juan Ruizde Alarcón, y Las mocedades de/Cid,de Guillermo de Castro. Nuestra trá-gica comedia El convidado de piedra,del inmortal mercedario Tirso de Mo-lina, ha sido vertida a la francesa porMoliere, lo que obligó a confesar a

los ilustres académicos franceses Du-elos y Florián que los españoleshemos sido los maestros de su naciónen punto a literatura. Las obras denuestros egregios ascéticos, de SantaTeresa de Jesús, de San Juan de laCruz, del Maestro Avila, Fray Luis deLeón, Malón de Chaide, Estella ytantos otros, han ejercido una positivainfluencia en la escuela mística deAlemania, Francia e Italia. Y no pue-do por menos de citar el libro que ensu mérito literario encierra el de todosjuntos: el Quijote, de nuestro inmortalCervantes, comparado por Irving conla Biblia en lo profano, al que hallóBierdermán exento de la jurisdicciónde la crítica, y del cual dijo un emi-nente extranjero que es un muebleindispensable del hogar doméstico.Una lengua que tantos lauros ostentasobre sus sienes, amadla, señoras,desterrando de ella todo galicismo,toda palabra extranjera y exótica.

Me dices tú que no creaEn la virtud de este trapo;Que si he olvidado la tesisQue me enseñaron los sabios;Que si confío en el cieloO que si espero milagros...

Ahora de ella ¿qué queda?¿Qué de su amor y cuidados?Unicamente el recuerdoDe los días que pasaron;Una cruz sobre su tumbaY este viejo escapulario...!

J. AIZPLIRLI

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— 429 —

Querido amigo: Protesto contra lahipótesis de haberme alejado de lacapital por huir de la quema. Soyhombre templado, gracias a Dios.

Por otra parte, nada de lo que su-cede en las grandes ciudades mecogede sorpresa. Hace años, después deconocer París, Londres, Berlín, Vienay Roma, concreté mis ideas acercadel urbanismo en estas conclusiones:

Las grandes ciudades son:1. 0 Un absurdo económico.2.° Un absurdo fisiológico.3. 0 Un cúmulo de absurdos mora-

les.Y eso que entonces eran los años

de las vacas gordas y no se veía loque iba a venir.

Tuve enérgicos impugnadores, paraquienes las ciudades eran el paraíso,el cerebro del mundo, etc. Ld:caridadme veda preguntarles ahora qué pien-san acerca de ello.

Tantas ocupaciones inútiles, tantosestablecimientos de cosas superfluassólo podían subsistir mientras a losproductores verdaderos (que son losdel campo) les sobrara dinero.

Apenas éste comenzó a escasear,todo aquello dió en quiebra o caminarápidamente a ella. Recordará ustedque nuestros economistas antiguos,Mariana, Jovellanos, califican a laAgricultura de nervio de las naciones.Que eso continúa siendo verdad unciego lo ve.

A mi amigo Don X

Afortunadamente el campo empiezaa preocupar a nuestros gobernantes;de ello me alegro muchísimo, aunquetemo que lo empeoren.

La República vino al mundo con elMinisterio de Comunicaciones en lamano. Espero que pronto reconocerásu equivocación: era el de Agriculturalo que debía traer.

Y después entregarlo a un hombreCompetente y no a cualquier charlatánque entienda lo mismo de eso que deMarina o de Guerra. Conste que noaludo a nadie.

Uno de los absurdos del urbanismoconsistía en dar más importancia a loaccesorio que a lo principal: las in-dustrias, los bancos, el comercio, laTabacalera... que viven del labrador,tenían una existencia más holgada queéste y lo miraban como a su humildeesclavo.

Estudiando con atención el fondode las cosas se ve que la prosperidadde la industria y de sus aledaños sefundaba en la explotación del agricul-tor, al que se arrebataba por pocodinero el fruto de muchos sudores,vendiéndole en cambio a alto preciolo que la industria producía en pocashoras y con pequeño esfuerzo.

La desigualdad de trato clamaba alcielo, y por eso muchos campesinosabandonaban sus tierras, para trasla-darse a la ciudad.

Estaban pésimamente distribuidos

el trabajo y su recompensa, y llegó elmomento en que el absurdo arruinóel sistema económico, haciendo justi-cia a su propia obra; es decir, ahor-cándola.

«Esta es la justicia que manda ha-cer ei Rey, decía antaño el pregone-ro cuando la comitiva marchaba cami-no de la horca.

De ahí esas bandadas de obrerossin trabajo que constituyen la pesadi-lla de las capitales.

Esa y no otra es, a mi entender, laexplicación de la prosperidad de laindustria y de las ciudades, y la causafundamental por que no puede conti-nuar.

Para arreglar un poco el mundohay que elevar el nivel de vida delagricultor a costa de la industria y delos urbanos, bajando éstos lo queaquéllos han de subir.

Mientras tanto, nos consumiremosen un forcejeo inútil y el malestar nohará sino aumentar.

Yo la tenía bien conocida, pues enella me crié, pero ahora tengo antemis ojos la vida de los campesinos.Se levantan con estrellas; afanan todoel día, y al retirarse al hogar por lanoche continúan sus labores y el cui-dado del ganado.

En cambio de eso comen pobremente, visten con remiendos y apenastienen una peseta.

Los labradores en el Norte consu-men todo o casi todo lo que produ-cen, excepto el ganado. De la ventadel ternero, del cerdo o de los pollossacan las pesetas necesarias para elcomercio, la:botica y sobre todo parala contribución.

Usted habrá contemplado muchas

veces la obra premiada de Asorey:O Tesouro. El tesoro del labriego esel ternero, que la hija mayor sostieneen sus brazos alegremente. No haymisterio ninguno en ello.

Los que en Obras públicas y en lu-jos inútiles entierran millones y millo-nes ignoran el asombro que tales cosasproducen en el humilde contribuyente,que a fuerza de privaciones reune unpuñado de pesetas para el recaudador.

Los labradores andaluces claman:los precios que rigen en el mercadono son remuneradores. Así es impo-sible pagar ni medianos jornales y elparo va ganando también los campos.

En el Norte, por el contrario, lascosas siguen su curso normal y lacrisis apenas se advierte entre losagricultores. El temor de los másavisados es que baje también el ga-nado; es lo único que ellos venden yeso les privaría de las contadas pese-tas de que disponen.

En resumen, amigo mío, continúosiendo optimista. Confío que la crisisactual se resolverá a costa de la ciu-dad, quitándola sus atractivos, o seael poco trabajo y magníficos salarios.

Gran parle de los urbanos regresará al campo en mal hora abandonado.Se suprimirán bastantes industriasy ocupaciones inútiles y todos podre-mos vivir más sanos y contentos,aunque más modestos. Los labrado-res nos darán el modelo.

¡,No ve usted con qué ansia los ma-drileños se lanzan al campo los do-mingos? Es la voz de la Naturalezaque les indica el verdadero camino.

Le espera su affmo.GARCÍA

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Crj El libro del Mercedario 61LEYENDA

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Contaba escasamente siete prima-veras cuando ingresé al Colegio deSan Pedro Nolasco.

Admirado de la bondad y pacienciadel hermanito Serapio, me atreví apreguntarle cuál era la causa de susantidad. No es de admirar que yohubiese observado los méritos de estehermanito, pues entre los niños ma-yores se comentaba su ejemplar con-ducta, y los mismos religiosos le te-nían por apodo: «El santo».

Al oír mi indiscreta pregunta, sesonrió.

—Me falta mucho, no sólo para sersanto,—son escasísimos los privile-giados,—sino para ser bueno,—medijo.

Me reí a mi vez a carcajadas. ¡Ne-garme a mí que él era santo! Conven-cido el hermanito Serapio que paraun niño no basta un razonamientológico, sino que hay que hacer com-pleta luz en su cerebro, me res-pondió:

—Estás equivocado, mi nene; losreligiosos no somos santos, sinobuenos, puesto que nuestra misión esenseñar, no sólo con la palabra, sinocon el ejemplo. Como hace pocotiempo que estás entre nosotros, ig-noras que existe en la Capilla un libroenorme con tapas de cuero y guarni-ciones de hierro, oxidadas por eltiempo. Las hojas de este inmensolibro no son albas como cuando se

empezó a escribir en ellas; no, estánamarillentas y ajadas por las miles deveces que nosotros, los religiosos,sedientos de fuerzas para sostener-nos en las luchas del cuerpo, y en lascongojas del espíritu, hemos bebido,en esta fuente milagrosa, la fe para elcamino de la perfección.

La campana que anunció el términodel recreo, no dejó continuar al her-manito.

Pasaron años.., y cuando mi cere-bro, lleno de fe, quiso un refugio, bus-có la religión: las puertas del conventode la Merced de Santiago se abrieronpara darme hospedaje.

A poco de estar en el claustro, re-cordé las palabras que oí de niño alhermanito Serapio, y quise, como él,templar mi alma en aquel sagradolibro. Entré al templo en que se guar-daba religiosamente. Reinaba esesilencio y esa semioscuridad que dandeseos de soñar. Ni un ruido, ni unmurmullo se escuchaba. El aroma delincienso de que estaba impregnada laatmósfera me dió ansias de ser puro.¡Qué cerca sentí mi alma de Dios!Caí de rodillas; fije la vista en laquieta luz de la lamparilla roja queardía sobre el altar y una plácidaquietud de ensueños se apoderó demí. En este estado de semi- inconsciencia vi, ante mí, una bellísima puertade oro con relieves de brillantes quetitilaban con blanquísima luz. El topa-

cio, la esmeralda, la amatista y elrubí formaban ricas incrustaciones decolores. Un ligero chirrido se dejóoir, y la puerta, abriéndose, arrojóuna nube de luciérnagas que jugue-tearon a mi alrededor. Impresionadocerré los ojos, y al abrirlos ví queavanzaban dos ángeles envueltos entules rosados, llevando en sus manosel libro con guarniciones de hierroque yo buscaba. Batieron las alas le-vemente y se detuvieron frente a mí;volviendo hacia atrás sus cabecitasblondas, esperaron...

Una visión perdida entre las lucesse fue destacando; era un anciano delarga barba y cabellos canos, cubiertocon los pliegues de amplia túnicablanca. Caminaba pausadamente. Sesituó cerca de los ángeles y mostrán-dome con el índice el libro, me dijo:¡Lee! Hipnotizado bajé los ojos paraobedecerle. Las cubiertas de hierro seabrieron por manos invisibles:

GLORIA AL JUSTO, estaba escrito congruesos caracteres de oro. Despuésen letras de múltiples y brillantes co-lores decía: «Un religioso mercedarioque dirigía ejercicios espirituales enun pueblo, observó que, al terminar-se, salían los ejercitantes, menosalgunos infelices que lloraban amar-gamente y se lamentaban de no po-derse confesar, por ignorar la doc-trina cristiana. Enternecido el religiosoentró con ellos a la capilla y oró a laVirgen para que derramara el espíritude sabiduría sobre aquellas almas.Una vez terminado el canto, aquelloshombres ignorantes estaban poseídosde la luz del Señor».

Levanté la mano para dar vuelta la

hoja y continuar la lectura, cuandouna llamita azul, semejante a un fuegofatuo, vino en el aire jugueteandohasta que llegó a posarse en el libro;consumió con el calor la página queyo concluía de leer y dejó al descu-bierto la continuación.

La llama, con la misma sutileza conque llegó, se alejó culebreando. Lamajestuosa figura del anciano medijo:— Continúa, que el Espíritu San-to está contigo». Sugestionado por suvoz, incliné la cabeza y leí:

«Una vez salió el religioso a confe-sar a un moribundo que habitabafuera de la ciudad. Como los caminosestaban en pésimas condiciones acausa de las copiosas lluvias, se bajódel coche que lo llevaba, y siguió a pie.

La tarde oscurecía; la noche veníaencima; el viento azotaba los árboles;el tiempo amenazaba temporal, cuan-do oyó cantar un chuncho. Siguió elreligioso sin inmutarse. En un espesoramaje sacudido por el viento, escu-chó que las ramas al crujir le decían:«Si avanzas, la muerte te espera».Sin desanimarse aceleró el paso parallegar cuanto antes a casa de la en-ferma. A pocos pasos de la chozavolvió a cantar el chuncho. Exaspe-rado el religioso, se volvió hacia ellado de donde venía el canto y convoz entera gritó: «¡Calla, pájaro,símbolo de supercherías y terror! Siquieres decir que a donde voy está lamuerte, te equivocas, porque llevo elsagrado sacramento de la penitenciaque da la vida eterna; y si es que en -viado por el espíritu de Satán vienesa arredrarme para que no cumpla mideber, te engañas también, porque

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aunque venga la muerte a llevarme, laaguardo con placer, puesto que lamuerte para el malvado es castigo,pero para el pecador arrepentido esrecompensa. ¡Ve lejos, Satán! a ocul-tarte en el abismo sin fin de tu alma,que el espíritu de Dios reina sobre latierra». Se sintió un aullido de furor yel aleteo de un pájaro negro que sealejaba...»

Volví nuevamente a querer dar vuel-ta la hoja que acababa de leer, cuan-la misma llama de antes, llegó ser-penteando llena de vida a posarsesobre la página y consumirla como laanterior, dejando legible la continua-

_ción. Alcé la cabeza, interrogandocon la vista aquel anciano que mefascinaba. Con rostro blando, acari-ciador, me dijo: Continúa. Bajé losojos y leí:

«El religioso volvió entrada la no-che de aquella caritativa excursión, yal acostarse se quedó profundamentedormido. En el sueño se le apareció

la Virgen de la Merced, rodeada deun coro de ángeles que entonaban:«Salve a tí, ¡oh, varón justo!, que hasmerecido por tu celo y tu fervor serllamado al reino del Señor.*

Al terminar de leer levanté la vistay ví que los ángeles huían con ei librode tapas de hierro. Quedé atónito unmomento; luego, reponiéndome, inte-rrogué al anciano, que sereno me ob-servaba: Dime, ¿cómo puedo conti-nuar leyendo sus páginas?

Con acento augusto me respondió:e Ven al templo, póstrate de rodillas yreza;..» Y la esbelta figura, envueltaen los pliegues de su amplia túnicablanca, se alejó... Antes de perderlode vista, le grité: ¿Qué encierra eselibro?

La imagen del anciano se desvane-ció y una bandada de palomas llegórevoloteando, se acercaron entre sí,desplegaron las alas y formaron lapalabra: i Fe».

ANA NIEVES DE PEREZ

Mas luego súpose que la fuerza bárbaraque ceba su ímpetu en indefensas víctimasa los hombres iguala con indómitas

fieras bestias carnívoras.

Y entonces súpose, que la cifra múltipleque cuentâ el número de pasados ínclitos,nos advierte cual vamos, ¡ay!, de rápidos

hacia el hoyo fatídico.

Y entonces súpose que la gracia artísticay el talle idéntico a los modelos áticossi no siempre son, cual rayos mortíferos,

son fugaces relámpagos.

Por eso abstiénese mi cristiana cítarade loarte frívola naturales títulos,que lo mismo circundan frentes réprobas

que valores legítimos.

"'dice llámote, pues compraste al ánimaquietudes íntimas, con muy cuerdo tráfico,y un tYono excelso en la inmortal basílica

por vil precio metálico.

Felice llámote, pues con ser del cándidoreba27,o innümeto seguidor del Lábaro,tú, por todos, quisiste al Dios altísimo

llevar incienso y cánticos.

Felice llámote porque entre las trémulasnubes alígeras que alces del turíbuloquedarán cual ocultos nuestros crímenes

en sus graciosos círculos...

• Serás partícipe de alborozo y lágrimas.Si no halla términos el cristiano tálamo

con que exprese sus tránsitos de júbilo,nacido un nuevo vástago;

si apresta un fúnebre catafalco el huérfanomientras las lágrimas tiemblan en los pár-

[padosy las voces parece que dulcísimas

anhelasen ser bálsamos;

cuando las vírgenes quieran ser las lám-[paras

que alumbren fúlgidas los sagrados ámbi-[tos

y al Esposo eternal abran sus cálicesmás fragantes que el sándalo;

tanto en las cárceles donde expían míserossus bajos crímenes los sociales náufragosy que esperan sus palmas los mártires

cantando alegres cánticos,

tanto en los áureos y soberbios alcázarescomo en los públicos e infames patíbulos,tanto en chozas y en albergues paupérri-

Irm oscomo en ricos vestíbulos,

serás partícipe del dolor y el júbilo:con mantos lúgubres vestirás tus lágrimas,y veránte, al llegar, alegres épocas

llevando estola cándida.

Mientras intrépida la legión católicalucha sus ásperas guerras con el tártaro,abre tú, cual Moisés, los brazos rígidos

al pie del tabernáculo.

FR. J. SANTIAGO CRESPO

11111n1118011.01.1111•1111.1MMINI

A cada uno de los diez sacerdotes Mercedarios recie'n

ordenados (i)

En los pretéritos tiempos dichos clásicos,cuando era Píndaro qyien con himnos

[ricoscoronaba al campeón en los difíciles

famosos juegos Piticos,

(1) Rvdos. PP. Carlos Silva, José Santamaría,Manuel Penedo, José M. Rodríguez, P. NolascoVázquez, Félix Tobar, Amando Marín, FranciscoRefié, José M. Vallejo y Vicente Alvarez.

se ensalza al héroe por su arrojo intrépido,su mitológica procedencia olímpica,por sus próceres formas escultöricas

y amable gracia física.

En noche lóbrega la razón idólatrajuzgó legítimas margaritas indicasasquerosas y trémulas luciérnagas

de pálida luz tímida.

zjee\

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HA. MUERTO EDISONle OFRENDA FILIAL

A la memoria de mi querido padre(t el 1 de Mayo de 1930)

pidiendo a Dios resignación y calma,—ial recordarlo hoy lágrimas vierto!—,cuando oí que llorando me decían:Dios lo ha querido así...: ¡tu padre ha

[muerto!

Por el camino estrecho de la aldeael fúnebre cortejo desfilaba;rezaban, sollozando, las mujeres,mientras el clero salmos recitaba.

Doblaban las campanas lentamente,y el eco sus lamentos repetíarodando por el valle, hasta perderseen las montañas de la lejanía.

—Campanas de mi aldea,cual resonais aún allá en mi mente,llevando una esperanza en cada notaal alma atribulada del creyente—.

Mi corazón sangrante,cual pobre peregrino

que va dejando andrajos de su vesteen los duros zarzales del camino,fui siguiendo la triste comitiva;y cuando ésta llegaba al camposantono pudo más el corazón de carney en la tumba vertió su amargo llanto...

Conmigo siempre vas desde aquel día,cementerio sombrío,

que acogiste en tu seno aquella tarde,hecho pedazos, el corazón mío.

FR. JOSÉ CEREIJO

Madrid-Noviembre de 1931.

Había nacido en Milán (Ohío) en1847. Vendedor de periódicos en suJuventud, poco a poco, con constanteesfuerzo, logró hacerse un nombredigno de recuerdo imperecedero. Nohace un año celebrábase el cincuente-nario de uno de sus más preciadosinventos: la lámpara de incandescen-cia, recibiendo de todo el mundo untributo de admiración y agradeci-miento.

Pero Edison, como L, Duhrr, noera lo que se llama un hombre deciencia, era un habilísimo experimen-tador que conocía al dedillo los recur-sos inmensos de la técnica moderna.Ambos son espíritus eminentementeprácticos, y el principio teórico quese quedaría archivado en los librosde los sabios, sale a luz gracias alcerebro realizador de estos colosos.El mecanismo viviente, la técnica ins-trumental animada, he aquí lo quepodíamos decir de estos hombrescomo Edison.

La humanidad les debe reconocimiento y gratitud sin limites, porquehan contribuido grandemente a subienestar moral y material. Al morali ndirectamente, pues al ver las mara-villas realizadas por ellos, habrá mu-chas almas que se eleven al Ser dequien recibieron la inteligencia, sobe-rano, entre los mayores de la tierra;material, en los inventos por ellosrealizados. Con Edison desapareceuno de estos colosos, que de todoSacan partido. La lista interminable

de sus inventos os lo diría, pero voya poner muy pocos. Sabido es lo quese entiende por efecto Joule. Cuandola corriente eléctrica circula por unconductor de primera clase, esto es,de un metal o carbón, se calienta elconductor. Y los experimentos nosdicen que lo hace según la siguienteley: «En un conductor cualquiera, lacantidad de calor desarrollada en untiempo determinado, es proporcionalal cuadrado de la intensidad multipli-cado por la resistencia,» He aquí elprincipio escueto en que se apoya laluz que nos produce la bombilla eléc-trica. Ahora veremos lo que hizo Edi-son. Este fabricó el hilo de carbón degran resistencia, lo colocó en unapera de vidrio donde hizo el vacío delaire y nos dió la luz. El principio lohabía dado el físico inglés Joule (1818-1889). Edison en 1879 tenía termina-dos sus experimentos, y en 1880 apa-recía la lámpara de incandescencia.-Quizá parezca cosa fácil después dehecho, pero el dar el salto del princi-pio teórico a la realidad práctica, re-quiere la inteligencia del técnico, queaquí fué Edison.

El acumulador de ferro-níquel, alca-lino, es también un invento suyo im-portantísimo, pues en los últimosmodelos rivalizan con los de plomoen cuanto a energía acumulada y aigualdad de superficie de placa pue-den resistir corrientes de descarganutcho mayores y su construcción esmucho más sólida y sin comparación

Altos pinos de mi tierra,que en las cumbres solitariasrirnais canciones tan purascomo fervientes plegarias:

Mar azul, en quien se miranlas flores de la ribera,donde dejó sus hechizosal pasar, la primavera:

Arroyos de las montañas,que besando siempre floressois de las verdes laderaslos más castos amadores:

¡,Cos acordis de aquel día?...Vosotros, mudos testigosde aquel fúnebre cortejo,sois mis mejores amigos.

Sois mis mejores amigosporque oísteis las plegariasque iban subiendo a los cielosen estrofas funerarias...

—Era una tarde del alegre Mayo:

—ironía cruel del mes fecundoque entre risas de luz y de coloresva sembrando la vida por el mundo—.

Era una tarde del alegre Mayoen los campos tranquilos de mi tierra;el sol besaba con sus rayos puroslas cumbres de la sierra.

La campiña era un sueño de belleza;y tan suave y tan dulce era el ambiente,

y tan grata la vida,que tuve que postrarme reverente

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BIBLIOGRAFIA

D ISCURSOS DE CIRCUNSTANCIAS, adaptados PLÁTICAS DOMINICALES, de quince minutos.

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mucho menos delicados; hoy se utili-zan, aunque el coste es más caro quelos de plomo, en los automóvileseléctricos, botes y carretas de trans-porte en las estaciones de los ferro-carriles. El sistema trifilar en la dis-tribución de la corriente eléctrica tienetambién grandes ventajas y fué ideadopor Edison. Graham Bell inventó en1876 el teléfono, pero apenas se oía acortas distancias, siendo resuelto porel trasmisor de carbón debido a Edi-son

Desde 1886, que construyó su granlaboratorio de Orange, salieron sustrabajos respecto al cine, que debe alBrujo, como le llaman en su tierra,algo esencial, la película fotográficacontinua, introducida por FrieseGreene en Inglaterra y por Edison enAmérica. En 1913 exhibió las prime-ras películas habladas, producidaspor la sincronización del film y elfonógrafo, creyendo Edison que unavez perfeccionadas, sustituirían enlas escuelas los libros de texto. ¡Quélástima que eso no fuese cierto, porlo menos en España!

En 1915 recibió el honor más gratoa un físico, el premio Nobel de Física,y toda su vida de todas las naciones

fue honrado con condecoraciones ydiversos honores.

Para terminar, diré que el númerode patentes a su nombre llegaba en1928 a 1.033. Buena muestra de lo quehace un hombre laborioso y empren-dedor. Ha muerto a la edad de ochen-ta y cuatro años y trabajó hasta elúltimo momento que pudo. Pidamosal Señor en una oración por su alma,su descanso eterno, que es, en fin decuentas, lo que a última hora le im-portaría.

Deja un sucesor en sus trabajos, yya veremos si en esto se equivocó, osi su inteligencia le hizo adivinarlobien.

Tomás Alva Edison era norteame-ricano, lo que traducido en romancequiere decir un hombre que todo lodebe a sí propio; el salvamento deljefe de la estación que salvó fué elorigen de sus . grandes progresos,pues le dió la plaza de telegrafista enMount Clemens, aunque en ella nopudo parar mucho tiempo, pero desdeahí empezó su genio a labrar la coro-na con que quedará perenne entre losanales de los grandes hombres detodos los países y tiempos.

GEORG

al Ministerio Parroquial, por el Reve-rendo Padre Timoteo Ortega, MonjeBenedictino. Volumen XVI de «La Pre-dicación contemporánea». Madrid, 1931.Bruno del Amo. Editor. Apartado 5.003.Precio: 5 pesetas.

En este tomo encontrará el párroco aquien el excesivo ajetreo que comparta elvivir moderno, y las exigencias cada vezmás imperiosas que le agobian, no le de-j an a veces el reposo y oportunidad nece-saria para disponerse a actuar con digni-dad y salir airoso de inesperados compro-misos; encontrará, decimos, ideas y ma-terias que le permitirán desarrollar sin di-ficultad discursos y pláticas en los casosmás comunes de su extraordinario minis-terio, como son temas de posesión parro-quial, primeras comuniones, romerías,rogativas, enlaces nupciales, bodas de oromatrimoniales, repartos de premios y ben-diciones de iglesias o capillas, cemente-rios, campanas, imágenes, estandartes,hospitales, cárceles, embarcaciones, auto-móviles, aeroplanos, fuentes, puentes, fe-rrocarriles, etc. Consideramos, como suautor, que este librito reportará efectivoalivio en las tareas del sagrado ministerioa nuestros sacerdotes, y por tanto reco-mendamos a todos ellos, pues en unascuarenta pláticas y discursos que contienehallarán materia precisa para las circuns-tancias que frecuentemente se les han depresentar.

Este volumen ha sido escrito expresa-mente para la colección de «La Predica-ción Contemporánea», a ruego de un grannúmero de suscriptores.

Este nuevo volumen es indisaensable entoda parroquia.

Explicación popular de la Misa domini-cal, por el Rvclo. P. Germán Prado,0. S. B. Ex Director de la « Revista Ecle-siástica». Volumen XV de «La Predica-ción contemporánea», Madrid, 1931. Bruno del Amo. Editor. Apartado 5.003.Precio: 4 pesetas.

El Sumo Pontífice Pío XI, en Carta alComendador Marsietti, decía que si elpueblo fiel saca de ordinario escaso pro-vecho de la asistencia a la Santa Misa, esdebido a la incomprensión del sagradotexto.

Pues a obviar este serio inconvenienteviene este tomito de pláticas litúrgico-do-minicales, en que el sacerdote encontrarácada domingo breve y sencillamente ex-puesta la doctrina que se deduce de esasfórmulas comparadas y trabadas de modoque forman una trama lógica, un conjuntobello y armonioso.

Cada plática contiene el Exordio, dospuntos de Exposición y una breve Ex-hortación, todo ello desarrollado congran precisión, sencillez y perfectamenteadaptado al objeto a que se destina.

Tenemos la seguridad que este nuevovolumen de «La Predicación Contemporá-nea», ha de obtener tan buena acogidacomo los anteriores de la misma colec-ción.

Aquellos de nuestros lectores que de-seen conocer los volúmenes publicadosen esta B blioteca y las ventajosas condi-ciones establecidas para los suscriptoresde la misma, pueden solicitar detalles aleditor, Bruno del Amo. Apartado 5.003.Madrid.

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EL APOSTOLADO SEGLAR. Lo que es y loque debe ser, por el M. Rvdo. P. Ricar-do Delgado Capeáns, ex Provincial dela Merced de Valencia. Madrid, 1931.Bruno del Amo. Editor. Apartado 5.003.Un volumen en S.°, 1 peseta.

El autor de «La mujer en la vida moder-na», obra que tanta resonancia ha tenidoen España y en las repúblicas americanas,acaba de publicar esta importantísimaobrita, «El apostolado seglar». Todas suspáginas son de palpitante actualidad, lla-madas a formar apóstoles, almas abnega-das y corazones ardorosos, capaces delanzarse al campo moderno de la evange-lización para conquistar almas para Jesu-cristo. Se podrá formar idea de su impor-tancia, tan sólo con leer los anunciadosde las materias que trata. Apostolado Se-glar. ¿,Qué es el Apostolado Seglar? Ne-cesidad, obligación del Apostolado Se-glar. Un grave error que hay que desvane-cer. Verdadero carácter del ApostoladoSeglar. La mujer católica no debe ser aje-na al Apostolado Seglar. Amor de Dios.La paz de Cristo en el reino de Cristo.Amor de sí mismo. Amor al prójimo.

MADRID

En la iglesia de MM. Mercedariasde Góngora.—En esta iglesia se hancelebrado solemnes cultos a Nuestra San-tísima Madre. La Novena dió principio el23 y terminó en 1.° de octubre. Todas lastardes un elocuente orador sagrado expu-so las glorias y grandezas de la SantísimaVirgen en su obra redentora. Tanto laComunión del 24 como la del último díafueron nuinerosísimas, observándose un

Apostolado de las ideas. Apostolado dela prensa. Apostolado del libro. Aposto-lado de la enseñanza. Apostolado de laelocuencia. Apostolado moralizador.Apostolado periodístico. El ApostoladoSeglar y la oración. El Apostolado Seglary la vida interior. Apostolado del buenejemplo. ¡Sed Apóstoles!

Es un estudio perfecto de lo que es ydebe ser apóstol en la vida moderna. Dael autor acertadas orientaciones, basadasen documentos pontificios, pastorales delepiscopado católico y en la experienciapara el mejor éxito de los trabajos apostó-licos. Su lectura está llamada a hacer mu-cho bien en las almas, pues ella desperta-rá un verdadero espíritu evangélico. Estelibro debieran de leerlo y hacerlo leer atodos los seglares que se dedican a ayudaral clero en la divina misión a él confiada.

¿,Queréis hacer apóstoles? Propagadeste libro. ¿,Queréis atraer la juventud aengrosar las filas de los seglares apósto-les? Dadsele a leer, y la juventud seránuestra.

El P. Delgado, con su obrita, hará mu-cho bien a la causa de la labor evangélicade los tiempos modernos.

AIMI11n11WIMI,

verdadero despertar del espíritu cristianoen el pueblo de Madrid.

Buena Dicha.--La Archicofradía de losJueves Eucarísticos establecidos en estaiglesia de la Buena Dicha han celebradouna solemnísima Novena a Jesucristo Sa-cramentado. Dió principio el 17 de octubrepara terminar el 25, día de la festividad deCristo Rey. Todos los días de la Novena,a las ocho y media, se celebraba Misa deComunión general en la que se acercabana recibir el Pan de los Angeles numerosos

fieles; a las ocho se exponía a Su DivinaMajestad, quedando expuesto hasta lasonce y media. La concurrencia a los cultosde mañana y tarde era verdaderamenteextraordinaria, siendo incapaz la iglesiaPara contener tanto público. El altar apa-recía adornado todo él de flores blancas,en donde las señoritas de Caballos hanhecho un verdadero derroche de gusto yarte. Los sermones estuvieron a cargo delDr. D. Rogelio Jaén, Licenciado en Sagra-da Teología. En todo el novenario des-arrolló el tema de la familia y que éstahabía que restaurarla por la Sagrada Eu-caristía. Sus hermosas conferencias fue-ron escuchadas con sumo interés por elnumeroso público.

El día de Cristo Rey se celebraron dosComuniones generales con plática por elP. Director; fueron verdaderamente con-movedoras. Durante la mañana se acerca-ron a recibir la Sagrada Eucaristía milPersonas. ¡Qué hermoso resurgir del sen-timiento cristiano! La fe de España nomuere, no puede morir; Cristo lo ha dicho:« Reinaré en todo el mundo, pero de unamanera especial en España».

La parte musical a cargo del coro deseñoritas que con tanto acierto dirige elP. Miguélez.

Todo el día estuvo expuesto el Santísi-mo Sacramento a la adoración de los fie-les. En los cultos de la larde se hizo pú-blicamente el acto de consagración delgénero humano al Sagrado Corazón. Fue-ron muchas las personas que ingresaronen los Jueves Eucarísticos.

Damos nuestra sincera felicitación alP. Director; a la Presidenta, señorita Mer-cedes Casanova y a la Junta directiva porel brillo y solemnidad que supieron impri-mir a estos hermosos cultos.

La Biblioteca Circulante de la Meraced.—El día 1.° de los corrientes la Juntadirectiva de la Biblioteca Circulante de laMerced, establecida en la iglesia de la

Buena Dicha, ha celebrado una Misa deComunión general a intención de la mis-ma, de los cooperadores de tan importanteobra y de los numerosos lectores y paraimplorar del Divino Pastor de las almasbendiga el apostolado de las buenas lec-turas. En la misma el P. Director pronun-ció una plática, exponiendo la importanciade la obra; los daños inmensos que lasmalas lecturas producen en las almas, enla familia y en la sociedad; hizo ver, engráficas pinceladas, el estado de nuestrajuventud, de esa juventud que se alimen-ta en las novelas pornográficas. Hizo unllamamiento a que acudan a la Bibliotecaen busca de lecturas sanas y amenas.

Conferencias de San Vicente dePaúl.—E1 15 del próximo pasado octubre,después de tres meses de vacaciones, em-pezó de nuevo a practicar el apostoladode la caridad las señoras del Centro de lasConferencias de San Vicente de Paúl, es-tablecido en la iglesia de la Buena Dicha,bajo la dirección del R. P. Ricardo Delga-do Capeáns.

Son muchos los pobres y familias nece-sitadas a quienes estas abnegadas seño-ras socorren con exquisita solicitud y con-suelan en sus dolores y penas. ¡Qué bellay hermosa es la caridad cristiana!

POYO (Pontevedra)

A primeros de octubre, y después depracticar los Santos Ejercicios espiritua-les, se abrió en nuestro estudiantado de laProvincia de la Merced de Castilla el cursoacadémico de 1931-1932. Celebró la Misadel Espíritu Santo el M. R. P. Provincial,Fr. Alberto Barros. En ella hicieron laprofesión de fe los catedráticos de Teolo-gía Dogmática y Moral y los de Filosofía,los PP. Serafín Solaegui, Pedro N. Váz-quez y Manuel Penado.

El P. Provincial p ronunció una hermosaalocución exponiendo la importancia delos estudios eclesiásticos y la necesidad

NOTICIÂS

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de a lestrarse también en los estudios delas ciencias naturales para combatir a losenemigos de Cristo y de su Iglesia.

—Con motivo de practicar los Ejerci-cios espirituales en este convento, hemostenido la satisracción de saludar al P. Mi-guel Escánez, Superior de la Residenciade Verín (Orense), al P. Manuel Fernándezy Angel Diéguez, conventuales de Junquerade Ambía.

—Con gran solemnidad se ha celebradoen esta iglesia conventual un solemneTriduo a Cristo Rey. Todas las tardeshubo pláticas por los Padres de la Comu-nidad. El último día, a las ocho, se cele-bró una Misa de Comunión general muyconcurrida.

CAZORLA (Jaén)

Grande es el amor que en esta bella yhermosa población se siente a la Virgende las Mercedes. Las HH. Mercedarias dela Caridad, en unión de la Cofradía esta-blecida en su iglesia, han celebrado unasolemne Novena a la Redentora de Cauti-vos. Todas las tardes acudía una nume-rosa concurrencia a implorar de la Santí-sima Virgen protección para España.

El 24 de septiembre se celebró Misa deComunión general, en la que se acercarona la Mesa Eucarística centenares de fieles;a las diez, Misa solemne, en la que cantólas glorias de la Orden Mercedaria el se-ñor Arcipreste, Dr. D. Ramón Rojo Díaz deCervantes. Por la tarde se organizó unamagnífica procesión con una concurrenciaextraordinaria que aclamaba a nuestraMadre y a nuestra Reina, pidiéndole salvea España. La parte musical estuvo a cargodel coro que dirigen las Hermanas. Fueron

muchas las personas que ae impusieron elSanto Escapulario.

Doce Hermanas Mercedarias de laCaridad al Brasil.—Doce abnegadas re-ligiosas Misioneras Mercedarias de la Ca-ridad han embarcado a principios de mescon dirección al Brasil. Unas van a refor-zar el personal del Colegio para señoritasque han establecido en el aristocráticobarrio de Copacabana, bajo la direccióndel Ernmo. Cardenal. Son varios los cen-tenares de alumnas que se educan en esteColegio, entre las internas, medio pensio-nistas y externas. ¡Cómo laboran estasbeneméritas religiosas en países extran-jeros por España y cómo la dan a co-nocer!

Otras van a fundar un Sanatorio en elEstado de San Paulo. Con ésta ya sontres las casas que el Instituto tiene en elBrasil.

En breve saldrán veintidós religiosaspara Costa Rica, llamadas por ei Gobiernode aquella República para darle la direc-ción de varios Hospitales y Colegios.

NECPO LOGIAEn el Monasterio de la Purísima Con-

cepción de Mercedarias Descalzas deGóngora, de Madrid, ha fallecido el día11 de octubre, después de recibir todos losauxilios espirituales, la Madre Genoveva

de Jesucristo, religiosa de coro, a los trein-ta y nueve años de edad y cinco de profe-sión. Su muerte ha sido en la dulce pazdel señor.

Pie Jesu, Domine, dona ei requiem.Amén.

CON LAS DEBIDAS LICENCIAS

Editorial Católica Toledana, Juan Labrador, 6, teléfono 211.