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1 MEDARDO VITIER Y LA CULTURA CUBANA Dr. Sc. Rigoberto Pupo Pupo Con prólogo del Dr. Cintio Vitier.

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MEDARDO VITIER Y LA CULTURA CUBANA

Dr. Sc. Rigoberto Pupo Pupo

Con prólogo del Dr. Cintio Vitier.

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Prólogo

Introducción / 3

I. Concepción del mundo y el hombre /10

1. El mundo y el hombre como unidad /12

2. Visión del hombre /12

3. El sentido de la vida /14

4. El conocimiento del hombre /21

5. La dimensión axiológica del hombre /23

6. El concepto de Dios y su relación con el hombre /26

7. “Vivir es creer”: Valores y razón utópica /28

II. M. Vitier y la filosofía en Cuba /32

1. La filosofía y su lugar en la cultura /37

2. La filosofía y la historia /39

3. Sistematización de la filosofía en Cuba /42

3.1. Tradición, continuidad y ruptura /42

3.2. La filosofía escolástica /47

3.3. José A. Caballero y la filosofía en Cuba /51

3.4. Félix Varela y la filosofía en Cuba /58

3.5. Los González del Valle y la filosofía en Cuba /64

3.6. La filosofía de Luz y Caballero /70

3.7. José Mestre y la filosofía en Cuba /84

3.8. Enrique José Varona como filósofo /88

3.9. José el Perojo y su filosofía /95

3.10. La filosofía de Rafael Montoro /98

3.11. La filosofía de José Martí /124

3.12. Epílogo necesario al capítulo /124

III. Filosofía de la Educación y Literatura /127

1. El programa pedagógico de M.Vitier / 127

1.1. Filosofía, educación y cultura

1.2. Fines de la educación /130

1.3. Cultura de propósitos y cultivo humano /142

2. M. Vitier y la Literatura /147

2.1. Literatura, Filosofía y Cultura/149

2.2. El ensayo y su elan filosófico-cultural /151

Conclusiones / 161

Bibliografía /163

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Un agradecimiento muy sentido (A manera de prólogo)

Recibo con beneplácito el libro sobre mi padre: “Medardo Vitier y la cultura cubana”, del

profesor Titular de la Universidad de La Habana, Dr. Sc. Rigoberto Pupo Pupo, que será

publicado por la Editora Política.

El Dr. Pupo es un asiduo estudioso de la obra de mi papá y ya ha publicado algunos ensayos al

respecto. Además, ha dirigido varias investigaciones de carácter científico académico sobre su

filosofía, la pedagogía, y especialmente sobre los aportes hechos por Medardo Vitier a la teoría y

praxis del ensayo como género literario y como método aprehensivo de la realidad. Inspirado en

su obra ensayística escribió el libro: “El ensayo como búsqueda y creación. Hacia una

aprehensión compleja”, editado en México en el año 2007, con gran repercusión en ese país.

Uno de los aportes más sobresaliente de la obra de Pupo sobre mi papá, es la revelación del

sentido cultural de su pensamiento, y con ello, su carácter transdisciplinario. Una obra, donde la

historia, la literatura, la pedagogía, la filosofía, etc., mediadas por la cultura, interaccionan

recíprocamente, para compendiar un discurso hermenéutico - heurístico con inusitada riqueza

literaria, pedagógica y filosófica.

Ya desde la introducción, Pupo discierne las esencias de un pensamiento complejo y un decir

suscitador que va a las raíces de los problemas con entera lealtad a lo que considera verdadero,

edificante y fructífico, a través de la pluralidad discursiva que le es inmanente. Así dice: “En

todas partes su estilo transparenta su misión y oficio "(...) oscila entre las dos apetencias de su

actividad literaria: el aporte didáctico y el vuelo ensayístico",1 es decir, a través de un discurso

suscitador y pletórico de enseñanzas y aperturas. Todo esto sobre la base de una cultura amplia

que denota maestría, profesionalidad y erudición.

En la historiografía filosófica del siglo XIX los aportes sistematizadores de Medardo Vitier son

extraordinarios y aún no han sido superados, a pesar de valiosos intentos... Un modo peculiar de

enfoque -el sociocultural e histórico- revela sus análisis en el tratamiento de figuras y épocas.

No se pierde el sentido totalizador ni la integración dialéctica en el movimiento de las ideas, pues

en su concepción los "movimientos ideales aparecen concomitantes, cuando las realidades

sociales y económicas en desequilibrio, suscitan la crisis. Las doctrinas -enfatiza Vitier- no

generan la historia por sí solas, si bien acuden, a veces en razón a vivificar las zonas superiores

del espíritu humano. Por eso el llamado "Materialismo Histórico", tan en boga a virtud de las

enseñanzas de Carlos Marx, contiene mucho de cierto".2

Los estudios de Vitier- continúa Pupo - sobre la egregia figura de Enrique José Varona, devienen

contribuciones a la cultura cubana, en la medida que penetran en las múltiples facetas del

intelectual cubano y sabe llegar al núcleo central de su pensamiento y acción.

Sus obras "Las ideas en Cuba (1937), la Filosofía en Cuba" (1948) y "Martí, estudio integral"

(1954), ponen de manifiesto estudios profundos sobre personalidades del pensamiento cubano,

así como la evolución de nuestro pensamiento político, filosófico y literario en su movimiento de

continuidad y ruptura.

Como historiador de la filosofía, además de revelar las relaciones causales y la lógica interna del

movimiento de las ideas, considera que "(...) una filosofía no vale sólo por las verdades que le

duran, sino por los problemas que suscita, por su fecundidad".3

Es interesante además la forma en que M. Vitier devela la especificidad de la naturaleza del

saber filosófico. Si en "La Filosofía en Cuba" no incluye a Martí, en "Martí, estudio integral", lo 1 Ibídem, p. 383. 2M. Vitier. Las ideas en Cuba. En Las ideas y la filosofía en Cuba. p. 72. 3M. Vitier: Varona, maestro de juventudes. Edit. Trópico, La Habana, 1936, p. 251.

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hace. "No incluí en mi libro "La Filosofía en Cuba" por ceder a una idea extendida, pero injusta:

la de que son filósofos quienes originan doctrinas, quienes ocupan cátedras de Filosofía y

quienes escriben tratados sobre la materia, ya en lo histórico, ya en lo teorético, con la exclusión

de los escritores no especializados, pero dotados de actitud filosófica, con título para que se les

llame pensadores. En realidad -continúa Vitier- creo que Martí debe figurar en el recuento de la

filosofía en Cuba."4

Esta actitud da cuenta de la flexibilidad del pensamiento de M. Vitier para rectificar críticamente

sus posiciones cuando su propia lógica discursiva descubre nuevas mediaciones. Comprende

que en Martí, a pesar de no existir un pensamiento filosófico sistematizado, está presente una

actitud filosófica, traducida en un modo especial de concebir al hombre en su relación con el

mundo. M. Vitier devela en Martí especies filosóficas diseminadas en su obra, y siguiendo al

Apóstol señala que para Martí "la filosofía estudia las relaciones entre las varias formas de

existencia, pero sobre todo lo humano".5

En mi criterio, el estudio minucioso que hace el Dr. Pupo sobre Medardo Vitier, le ha permitido

captar con profundidad el espíritu cogitativo y la sensibilidad cósmica de su pensamiento y su

obra. Así expresa: “Medardo Vitier, filósofo y pedagogo de profesión, oficio y misión,6 ha

dejado en su obra una rica cosmovisión,7 cuyo conocimiento es necesario para entender su

intelección concreta de los múltiples y diversos problemas que hace objeto de su aguda reflexión,

incluyendo la lógica y la metodología que emplea en su aprehensión.

El despliegue de su filosofía, sustanciado por un sentido histórico-cultural, le permite captar la

trama humana-cosmos humano- como momento sustancial regular del Universo, y este -

incluido el hombre- como totalidad regida por causas y fines. "Sostengo allí -alude a un trabajo

suyo inédito- que se trata de dos realidades no antagónicas, pues se vale del mecanicismo como

su medio natural. Si en el plan se logra un fin, éste no puede resultar del azar. Ha de ser

producto del orden o sea de una legalidad física, mecánica (...) De manera que la Naturaleza es a

la vez mecanicista y teleológica, sin separación. La legalidad física no tendría sentido si no

tuviera fines y estos no se alcanzarían sin los medios propios, que son las regularidades de la

naturaleza."8 Sobre la base del determinismo explica la interacción concatenada de los

fenómenos en la naturaleza y su carácter sistémico-procesual e infinito. "En efecto, el hombre

vive en la superficie de las cosas, necesariamente, y los más se atienen a esas percepciones como

si en lo externo y tangible se agotara la realidad. Se ve un árbol: figura, color, volumen... De

modo que se ve su realidad inmediata. No vemos el proceso vegetativo silencioso que opera sin

cesar, ni el equilibrio resultante entre la fuerza de gravedad y el árbol que ha crecido contra ella

(...) De modo que -enfatiza Vitier- existen realidades inmediatas, materiales y otras ocultas de

las cuales no tiene conciencia sino el que ha estudiado".9

Al mismo tiempo, no niega el status de realidad al espíritu, pues en su concepción, lo ideal y lo

material existen en indisoluble unidad. Según él, "el espíritu tiene sus realidades. No consisten

en lograr lo aspirado, sino en mantener una verdad, de esas que prueban su consistencia de

4M. Vitier: Martí, estudio integral. La Habana, 1954, p. 298. 5 M. Vitier: Martí, estudio integral. La Habana, 1954. p. 283. 6 Refiero a misión por su consagración a la formación humana y por su apasionado amor a la filosofía, la verdad, la bondad y la

belleza. Su obra y su praxis son un testimonio de cómo una profesión con ansias de humanidad, deviene misión. 7 "Una cultura individual de buenos soportes, necesita una imagen, todo lo sumaria que se quiera de la realidad exterior, o digo

Cosmos, tal como lo han explicado los sistemas astronómicos y los filosóficos (...) Mas no se trata de especializar sino de una

noción clara del conjunto" (Vitier, M. Notas sobre una formación humana. Revista Cubana. Enero-Dic, 1948, Vol. XXIII. Dir. de

Cultura, La Habana, 1948, p. 57) 8 Vitier, M. Kant, iniciación en su filosofía. Universidad Central de Las Villas, 1958, p. 133. 9 Vitier, M. Valoraciones 1. Universidad Central de Las Villas, 1960, pp. 413-414.

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manera perdurable. Si las apetencias inferiores prevalecen en una sociedad, continúa siendo real

la vida superior de una minoría consciente. Sócrates sólo tenía razón, destaca el Maestro

cubano-, estaba centrado en una realidad profunda, frente a sus jueces. Y lo curioso es que esa

realidad socrática era la única capaz de salvar la otra, la visible, la práctica de sus

contemporáneos".10 Destaca además con gran vuelo teórico los momentos material y espiritual

en la práctica.11 Tesis de extraordinaria importancia para comprender la esencia del hombre y su

devenir social.

La filosofía, en su expresión cosmovisiva, resulta inmanente, a su discurso como filósofo y

pedagogo. Es para él, esencia alumbradora de la cultura y de todo quehacer humano que busca

la bondad, la verdad y la belleza. Su formación como historiador de la filosofía, su vocación

ecuménica, su eticidad humanista, unido a su praxis consagrada al magisterio, lo conducen

directamente al hombre, su naturaleza, el sentido de la vida, los valores, el conocimiento y sus

múltiples dimensiones espirituales insertas en la cultura. El hombre, como él mismo dijo de José

Martí, media toda la obra de M. Vitier y se convierte en objeto especial de sus reflexiones,

juicios y razonamientos”.

Igualmente podemos decir del discernimiento que hace sobre la pedagogía de Medardo Vitier.

Así lo expresa en el presente libro: “Vivir es creer, es una idea central en todo el discurso

filosófico, científico y pedagógico de M. Vitier. Hace función de núcleo cosmovisivo y

metodológico en la totalidad de la obra. Lo reitera constantemente y con expresa

intencionalidad. Resume magistralmente su programa filosófico-educativo y da cuenta de la

razón utópica y la cultura de propósitos en que se despliega. "Vivir es creer". Me refiero a

credos laicos, -aclara el filósofo- sin perjuicio de quien los tenga religiosos. Aludo a creer en

aquellos valores éticos que han alcanzado perennidad en la cultura. Soy de la raza de los que

afirman la potencia del Bien en la Historia, aunque estemos cercados y aturdidos por lo que San

Pablo llamó la "potestad de las tinieblas".12 Esta definición, como es su estilo, no cierra. Se

aproxima al objeto. Su tendencia ensayística y su credo que los conceptos no agotan la riqueza

de la realidad que determinan garantizan apertura y riqueza al discurso. En esta primera

aproximación destaca la dimensión ética, sin reducirse a ello.

Vivir es creer, en M. Vitier, implica espiritualidad, voluntad de acción, libertad, en fin, sentido

cultural: "Vivir es creer, he escrito más de una vez, y hemos de agradecer al filósofo argentino –

se refiere a Romero- su sabia lección, que no viene a negar naturaleza al hombre sino a explicar

lo que positivamente muestra en su organización psíquica, en sus creaciones culturales, en su

afán valorativo, en el empeño dramático de su libertad, en el resplandor, siempre renovado, de la

dimensión racional en la Historia."13

Su sentido cultural, pleno de espiritualidad y razón utópica da concreción a un corpus

axiológico de gran valía para revelar la racionalidad del hombre y la historia en estrecha unidad

con la naturaleza. Conocimiento y valor y ciencia y conciencia en su perenne interpenetración,

cualifican con infinitos matices su concepto: vivir es creer.

El hombre, como ser individual y sociohistórico cultural, se hace, proyecta y afianza en la cultura

a través de la actividad adecuada a fines y no existe adecuación a fines sin las diversas creencias

formadas históricamente y concretadas en la cultura. Es que el acto mismo de creer es un hecho

cultural fundante de la creación humana. El hombre en su devenir proyecta lo por venir

empujado por las necesidades que se traducen en intereses que expresan su ser esencial en su

10 Ibídem, p. 415. 11 Ibídem, p. 414. 12 Vitier, M. Valoraciones II. Universidad Central de Las Villas, 1961, p. 200. 13Ibídem, p. 246.

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afán de completarse y revelar lo que necesita y busca. Elabora objetivos y fines que prefiguran

idealmente lo que quiere para su realización efectiva, sobre la base de la creación de medios y

condiciones. El resultado final, debe coincidir con el proyecto elaborado para realizar el fin y así

satisfacer las necesidades que sirvieron de base al proceso mismo de la actividad de su ser

esencial. Es un proceso continuo de objetivación y subjetivación de la actividad humana en la

aprehensión de la realidad.

El hombre no puede vivir sin dogmas (no dogmatismo), ideales, utopías. Son atributos de su

misma existencia y de su revelación humana en la historia y la cultura. "La raíz de la creencia –

enseña M. Vitier- está ya en la región óntica de lo humano. Biológicamente creemos como

necesidad del existir. En el actuar histórico es indispensable creer, como resorte de la voluntad.

Lo mismo en las creaciones de la cultura. Para crear hay que creer. El descreimiento disgrega

las potencias personales. Recuérdese que cuando Don Quijote deja de creer en su misión, decae

su naturaleza. Sancho intenta vivificarlo, en vano. El héroe ya rindió su ímpetu y sólo quiere

volver a la aldea con abandono de todo cuanto había soñado y emprendido. Era la cerrazón en

las tinieblas del alma, en efecto regresa a su pueblo para morir".14

Creer, en el espíritu de M. Vitier, es resistir, luchar, amar con pasión; en fin, crear y vivir

humanamente. Es la revelación misma de la conciencia en su afán aprehensivo del Cosmos

humano y del Universo para bien del hombre. 15(Ibídem). Es el propio espíritu humano que con

bases en el ser se dirige al deber-ser para realizar la obra humana. Es camino dirigido a lo grande

y absoluto con ojos humanos y propósitos ennoblecedores. "Así, en el largo viaje, la Filosofía

pasa por vicisitudes de rectificación, de enriquecimiento doctrinal, de cambio de método, de

aproximación a las ciencias. El corpus general de sus especulaciones –enseña M. Vitier,

destacando el valor del vuelo cogitativo- es quizá el momento más serio de la cultura humana.

La actitud de quien busca la verdad ya lo sitúa en nivel superior. Se ennoblece por lo que se

propone, y no exclusivamente por lo que halla."16

Su presupuesto cosmomisivo-metodológico y pedagógico: Vivir es creer, actúa como elan

cogitativo de la filosofía humanista de M. Vitier y la axiología como su cause primario de

realización humana. Esto posibilita la unidad de sentimiento y razón en su discurso y las

especificidades de su método de búsqueda. Un método que discierne objetividad sin perder la

aprehensión subjetiva de la realidad y los cauces culturales para el mejoramiento humano.

El enfoque socio-cultural antropológico de numen ético, dando continuidad a la mejor tradición

del pensamiento cubano, es inteligible teórico y empíricamente registrable en la obra de M.

Vitier. Hay un constante afán captador de esencias que parte del hombre y su espiritualidad

hasta tematizarse en un fuerte sentido cultural.

Un sentido cultural que avala y sostiene la integralidad de sus credos y la fuerza del espíritu en el

devenir del hombre y la sociedad.

Su concepto de que "vivir es creer", reafirma su sentido cultural, pues las creencias del hombre,

sus apriori, supuestos, ideales y utopías encarnan en sí mismos el cuerpo de la cultura y se

expresan a través de ella y en las varias dimensiones del quehacer social y los valores humanos.

"Los valores -señala M.

14 Vitier, M. Kant, iniciación en su filosofía. Universidad Central de Las Villas, 1958, p. 188. 15 Según M. Vitier, Darío sintió la verdad salvadora del bien en estos versos: La virtud está en ser tranquilo y fuerte; en la llama interior todo se abrasa, se triunfa del rencor y de la muerte y hacia Belén la Caravana pasa. 16 Ibídem, p. 166.

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Vitier- implican creencias que son el soporte de una civilización."17

Por eso en su obra late constantemente la preocupación de la desintegración de las creencias en

los momentos de crisis. Ve con asombro cómo se imponen el individualismo, la anarquía

axiológica, y junto con ello la inseguridad y el escepticismo. "Asistimos,(...) a tres formas de

inestabilidad: la que examina la clásica hechura del Estado y propugna su cambio; la que

desconfía del intelecto y cede sitio a las potencias irracionales del ser, y la que socava y afloja

los valores."18 Para concluir con agudeza, que "quien no perciba las fuerzas de la disolución (...)

no advierte las notas distintivas de su tiempo".19

Se trata de un pensamiento de meridiana actualidad. Por supuesto, la realidad cubana actual es

otra. La Revolución dignificó al hombre con nuevos valores. Pero su mensaje y preguntas

tienen valor universal en tiempo de globalización y crisis de paradigmas. "¿Qué valores vamos a

sugerir en la escuela?" –interroga M. Vitier- ¿qué tipo de hombre queremos que prevalezca?

(...)"20 Propone dos fines esenciales: "En primer término, que perdure la nacionalidad cuyo

precio ha sido un siglo de esfuerzos y contiendas. En segundo, que aportemos rendimiento útil a

lo universal humano (...)"21

Llama con fuerza a la actual generación cubana a salvar la dignidad del hombre, su espíritu

creador y perfectible. Ve en los valores –y aquí la influencia de Martí está presente- el sentido

profundo de vivir, en tanto creencias que aseguran la integridad de la nación.

Hoy decimos también con Medardo Vitier, que salvar la cultura es salvar la nación. Formar

hombres sensibles, con ciencia y con conciencia, es garantizar nuestra identidad nacional y

humana”.

Muchas ideas esenciales despliega el Dr. Pupo, en la aprehensión de la obra de Medardo Vitier, y

deseo – con el riesgo de repetir lo dicho - destacar algunas expuestas en las conclusiones del

libro: “Con razón Max Henríquez Ureña, revela en Medardo Vitier "(...) una vida útil y fecunda,

consagrada al servicio de la cultura.22 Útil, porque consagró su magisterio a la formación

humana. Porque unió en indisoluble haz, oficio y misión para lograr sus propósitos

ennoblecedores de la condición humana. Fecunda, por su magna obra, transida de humanidad y

aliento innovador. Una obra, que con fuerte soporte ético-filosófico y vocación pedagógica se

despliega a través de infinitos cauces culturales para influir en el mejoramiento humano.

La obra de Medardo Vitier es fundadora, no sólo por la sistematización de la filosofía en Cuba,

siglo XIX, y los valiosos intentos de la subsiguiente. Lo es por el espíritu cultural que le

impregna y el numen renovador que lleva dentro todo su discurso. Un discurso, asido a las

raíces, a las fuentes precursoras, pero como ellas mismas, mirando siempre el legado universal

para incorporarlo al acervo propio de la cultura cubana. Consciente que la cultura misma, en su

devenir progresivo, hace original y auténtico lo asumido, en la medida que funcione como parte

suya y exprese la conciencia nacional.

En mi criterio, la gran innovación de M. Vitier y sus aportes a la cultura cubana, se fundan en la

riqueza conceptual que le otorga a la cultura.23 En él, cultura no es sólo cultivo de la razón y el

intelecto. Es también cultivo de sentimientos. Es ciencia y conciencia, y sobre todo,

17 Vitier, M. Estudios, Notas, Efigies Cubanas, Edit. Minerva, La Habana, 1944, p. 171. 18 Ibídem, p. 175. 19 Ibídem. 20Ibídem, p. 177. 21 Ibídem. 22Henríquez Ureña, M. Panorama histórico de la Literatura Cubana. Edit. Arte y Literatura, La Habana, 1979, p. 347. 23 Por supuesto, esta dirección lleva en sí lo más rico de la tradición del pensamiento cubano y continúa la obra imperecedera de los fundadores-precursores de la cultura cubana.

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sensibilidad humana para conocerse a sí mismo y mirar con ojos humanos nuestro entorno socio-

cultural. Una concepción de esta naturaleza, trae consigo diversas implicaciones metodológicas

y formas particulares en el discernimiento de la realidad. Determina ante todo una actitud y un

estilo de pensamiento que marcan con huellas indelebles las reflexiones filosóficas, pedagógicas

y literarias: sentido de totalidad y mediatez en el abordaje del cosmos humano en relación con la

naturaleza y la sociedad, deviene cualidad intrínseca a su método. El hombre inserto en la

cultura con sus necesidades, intereses, fines y medios de realización humana, se convierte en

centro de sus búsquedas para fundar un discurso crítico que sin soslayar lo cotidiano de la vida,

fija lo que tiene de esencial. Por eso

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INTRODUCCION

No resulta fácil reflejar la vida y obra fundadoras de un maestro y representante de la cultura

cubana, del calibre de Medardo Vitier, en una primera aproximación. Estamos seguros que

muchos momentos y facetas de su rica obra no serán expuestas. Esto, sin contar las múltiples

aristas de su pensamiento que aún están por investigar.

Medardo Vitier fue un gran maestro por vocación, oficio y misión. Se graduó de maestro de la

enseñanza primaria, más tarde se titula de Dr. en Pedagogía en la Universidad de La Habana y

realiza estudios de Literatura Española en la Universidad de Columbia, Estados Unidos. Ejerce

como docente en la Escuela Normal de Matanzas. Aquí su oficio y misión encuentran concreción

como Maestro de maestros que sabe sembrar semillas de cubanía y de humanidad.

En 1952 ocupa la Cátedra de Historia de la Filosofía en la Universidad Central de Las Villas. En

esta institución desplegó una fructífera labor magisterial. Este centro de altos estudios le otorgó

los títulos de profesor de Mérito y de Dr. Honoris Causa en Filosofía por su magna investigación

sistemática sobre la cultura filosófica cubana.

En su magisterio se destaca como profesor de Cursos de Verano en la Universidad de La

Habana, Nuevo México y Puerto Rico. Miembro de número de la Academia Nacional de Artes y

Letras, del Ateneo de La Habana, de la Real Academia Española y de la Academia Nacional de

Ciencias de México.

En su actividad intelectual su figura emerge con fuerza, colabora en revistas como El Fígaro,

Cuba Contemporánea, Islas, Bimestre, Bohemia, Revista Cubana y otras. Posee una vasta obra,

entre las cuales sobresalen "La ruta del sembrador; Motivos de Literatura y filosofía, 1921;

Varona, maestro de juventudes, 1936; Enrique José Varona: su vida, su obra y su influencia

(conjuntamente con Elías Entralgo y Roberto Agramonte), 1937; Las ideas en Cuba, 1938; La

lección de Varona, 1945; Del Ensayo Americano, 1945; La filosofía en Cuba, 1948; Martí,

estudio integral, 1954; José de la Luz y Caballero, como educador, 1957; Kant, iniciación en su

filosofía, 1950; Valoraciones I y II, 1960-1961."1

Según Salvador Bueno, "(...) podríamos dividir su producción en tres temas principales: la

preocupación hacia la vida intelectual cubana del siglo XIX, especialmente sobre la figura de

Miguel Rojas Gómez: La permanencia de la filosofía de Medardo Vitier. Trabajo inédito. p. 2.

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Enrique José Varona; segundo, su atención a las letras hispanoamericanas, con preferencia hacia

su novelística y su ensayo y, por último, su interés por temas filosóficos relacionados con la vida

humana, su formación ética y sus índices de conducta".2

En todas partes su estilo transparenta su misión y oficio "(...) oscila entre las dos apetencias de su

actividad literaria: el aporte didáctico y el vuelo ensayístico",3 es decir, a través de un discurso

suscitador y pletórico de enseñanzas y aperturas. Todo esto sobre la base de una cultura amplia

que denota maestría, profesionalidad y erudición.

En la historiografía filosófica del siglo XIX los aportes sistematizadores de Medardo Vitier son

extraordinarios y aún no han sido superados, a pesar de valiosos intentos... Un modo peculiar de

enfoque -el sociocultural antropológico- revela sus análisis en el tratamiento de figuras y épocas.

No se pierde el sentido totalizador ni la integración dialéctica en el movimiento de las ideas, pues

en su concepción los "movimientos ideales aparecen concomitantes, cuando las realidades

sociales y económicas en desequilibrio, suscitan la crisis. Las doctrinas -enfatiza Vitier- no

generan la historia por sí solas, si bien acuden, a veces en razón a vivificar las zonas superiores

del espíritu humano. Por eso el llamado "Materialismo Histórico", tan en boga a virtud de las

enseñanzas de Carlos Marx, contiene mucho de cierto".4

Los estudios de Vitier sobre la egregia figura de Enrique José Varona, devienen contribuciones a

la cultura cubana, en la medida que penetran en las múltiples facetas del intelectual cubano y

sabe llegar al núcleo central de su pensamiento y acción.

Sus obras "Las ideas en Cuba (1937), la Filosofía en Cuba" (1948) y "Martí, estudio integral"

(1954), ponen de manifiesto estudios profundos sobre personalidades del pensamiento cubano,

así como la evolución de nuestro pensamiento político, filosófico y literario en su movimiento de

continuidad.

Como historiador de la filosofía, además de revelar las relaciones causales y la lógica interna del

movimiento de las ideas, considera que "(...) una filosofía no vale sólo por las verdades que le

duran, sino por los problemas que suscita, por su fecundidad".5

Es interesante además la forma en que M. Vitier devela la especificidad de la naturaleza del

saber filosófico. Si en "La Filosofía en Cuba" no incluye a Martí, en "Martí, estudio integral", lo

hace. "No incluí en mi libro "La Filosofía en Cuba" por ceder a una idea extendida, pero injusta:

2 Salvador Bueno: Historia de la Literatura cubana. Editora del MINED, La Habana, 1963, pp. 381-382. 3 Ibídem, p. 383. 4M. Vitier. Las ideas en Cuba. En Las ideas y la filosofía en Cuba. p. 72.

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la de que son filósofos quienes originan doctrinas, quienes ocupan cátedras de Filosofía y

quienes escriben tratados sobre la materia, ya en lo histórico, ya en lo teorético, con la exclusión

de los escritores no especializados, pero dotados de actitud filosófica, con título para que se les

llame pensadores. En realidad -continúa Vitier- creo que Martí debe figurar en el recuento de la

filosofía en Cuba."6

Esta actitud da cuenta de la flexibilidad del pensamiento de M. Vitier para rectificar críticamente

sus posiciones cuando su propia lógica discursiva descubre nuevas mediaciones. Comprende

que en Martí, a pesar de no existir un pensamiento filosófico sistematizado, está presente una

actitud filosófica, traducida en un modo especial de concebir al hombre en su relación con el

mundo. M. Vitier devela en Martí especies filosóficas diseminadas en su obra, y siguiendo al

Apóstol señala que para Martí "la filosofía estudia las relaciones entre las varias formas de

existencia, pero sobre todo lo humano".7

En esta dirección de razonamiento, si bien no excluye la presencia en el pensamiento de Martí de

momentos de carácter ontológico y epistemológico, M. Vitier, destaca las aristas antropológica y

axiológica de Martí, es decir el problema del hombre y los valores, como aspectos

consustanciales a la filosofía del Maestro. Precisa con absoluta convicción que si en Martí

hubiese un solo tema, ese sería el del hombre y la libertad. Un humanismo de corte axiológico,

revela Vitier en la Cosmovisión martiana, tematizado por sobre todas las cosas en una axiología

de la acción que busca al hombre en su humanidad creciente.

Esta filosofía humanista, desplegada en una eticidad concreta, en pos de la formación humana,

Vitier la revela en Martí y la convierte en brújula orientadora de su magisterio. En 1948, sus

preocupaciones humanistas toman cuerpo en su artículo "Notas sobre una formación humana",

cuyas finalidades esenciales se dirigen a cultivar "la bondad genuina en el individuo y el

pensamiento crítico frente a hechos y doctrinas".8 Se trata de un programa de carácter

sociocultural antropológico, capaz de orientar la formación del hombre cubano. Por eso, al

reflexionar sobre el título: ¿formación cultural? ¿Formación intelectual? se decide por formación

5 M. Vitier: Varona, maestro de juventudes. Edit. Trópico, La Habana, 1936, p. 251. 6M. Vitier: Martí, estudio integral. La Habana, 1954, p. 298. 7M. Vitier: Martí, estudio integral. La Habana, 1954. p. 283.

8 M. Vitier: Notas sobre la formación humana. Revista Cubana. Enero-Dic. 1948, p. 132.

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humana, en tanto este, lo humano, en su criterio, cualifica la esencia verdadera del hombre

bueno, digno, solidario y honesto. Lo humano en Vitier es síntesis de múltiples aprehensiones

éticas, estéticas, políticas y culturales. Es el hombre en su plenitud humana, cuyas acciones y

comportamientos no hace más que perfeccionar una sólida cultura de los sentimientos y la razón.

Esto lo aprendió de Luz, de Martí, de Varona, de la tradición cubana y de la cultura universal en

general.

En este sentido, no es posible negar la existencia de un pensamiento filosófico profundo en M.

Vitier. Un pensamiento de gran vuelo teórico-cogitativo en torno al hombre y su magnánima

espiritualidad. Según Francisco Larroyo, "Medardo Vitier, excelente escritor, contribuye con su

variada obra al desarrollo de la filosofía en Cuba".9 Desarrollo que no se circunscribe y reduce

al historiador de la filosofía cubana y su primer sistematizador, sino también a sus aportaciones

en la filosofía misma, como hombre de pensamiento profundo.

Su filosofía trasunta un humanismo racional que privilegia al hombre en su dimensión

axiológica. Somete a crítica el irracionalismo orteguiano en la consideración del hombre. "Un

notable filósofo de nuestros días -escribe Vitier- ha formulado y mantenido la doctrina de que el

hombre no tiene naturaleza, es decir, que la hechura humana no presenta esencias permanentes,

pues se forma y reforma a tenor de su circunstancia, en el devenir incesante. Dicho de otro

modo: el hombre crea su propia naturaleza en el fluir histórico (...) Esa es una enseñanza buena

para disolver valores. Se dirá que el hombre tiene como función crear las suyas. Si, pero al

negar que sean de determinada índole (...) se fomenta el irracionalismo, el amoralismo, el

nihilismo de las creencias."10

Sin dejar de reconocer el papel de la subjetividad humana, defiende la existencia de la naturaleza

y esencia del hombre. A partir de una crítica que sopesa los argumentos y respeta al otro, se

opone a filósofos cubanos como Humberto Piñera Llera, Jorge Mañach y otros que siguen

acríticamente el irracionalismo de Ortega y Gasset, Diltey y otros. No admite la doctrina del

super-hombre de Nietzsche por su consumado voluntarismo irracionalista. Lo mismo hace con

9 Francisco Larroyo: La Filosofía Iberoamericana. Edit. Porrúa, México, 1978, p. 164.

10 M. Vitier: la filosofía en Cuba. En Las ideas y la Filosofía en Cuba. Edit. de Ciencias Sociales, La Habana, p. 338.

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el existencialismo, que si bien reconoce haber rastreado como nadie la temporalidad en la

ontología humana y en la filosofía del hombre en general, presenta una "profunda y sombría

descripción de lo humano".11

Al mismo tiempo constata que el existencialismo "a fuerza de acentuar determinadas

realidades, deforma la realidad total".12 En su criterio la filosofía de Heidegger es errónea, pues

presenta la existencia humana como un "vivir-para-la-muerte". Del filósofo alemán diría con

sospecha: "Ojo con Heidegger (...) no se entregue el estudiante, sin más, a su doctrina".13 No

admite el nihilismo pesimista de la ontología existencialista, cuyo sentido de la vida sea situado

en la angustia y la muerte.

El racionalismo humanista pleno de optimismo y humanidad, no da cabida al

escepticismo y el pesimismo absoluto que propugna la filosofía existencialista.

Como cree en el hombre, sus valores y trascendencia, no considera que el hombre

sea malo por naturaleza. En su concepción "(...) la historia no tendría continuidad espiritual, ni

por lo tanto, sentido para nuestra cultura, si no la penetraran, de siglo en siglo, algunos valores

esencialmente humanos, persistentes. Lo demás -enfatiza Vitier- ya lo sabemos, es el enemigo.

Y los que creen en esos valores, son combatientes ya desde el libro, o desde la cátedra o desde el

amargo silencio... Dramatismo, sacrificio, dolor sí, pero un modo de ser, una hechura esencial

humana de contornos perdurables". Su

humanismo, enraizado en el bien y otros principios práctico-axiológicos de la humanidad

del hombre, convoca a dar realidad al ideario de Luz y Martí.

Cree en las potencialidades creadoras del hombre cubano, pero con Varona

advierte que la República de Martí no ha sido realizada.

Hay en Vitier una concepción general del mundo, donde el Cosmos humano se

inserta como espiritualidad que actúa y realiza su ser esencial en la actividad hasta encarnarse en

11 M. Vitier: Martí, estudio integral. Ob. cit. p. 24.

12 M. Vitier: Kant, iniciación en su filosofía. Universidad Central de Las Villas, 1858, p. 180.

13 M. Vitier: Varona, maestro de juventudes. Editorial Trópico, La Habana, 1936, p. 216.

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la cultura como sujeto. Cree en Dios como ser infinito, donde participa el hombre, pero sin

menoscabar las posibilidades creadoras de realización humana y social de éste.

En su gneosología, siguiendo la rica tradición del pensamiento cubano se

manifiesta como senso-racionalista. En su concepción el apriorismo gnoseológico es

inconsistente y forzado, pues el conocimiento deviene de la naturaleza al hombre. Defiende la

objetividad de la verdad y entiende los conceptos como bases de la ciencia.

Sus ideas filosófico-sociales priorizan la educación como medio del

perfeccionamiento de la sociedad y el hombre y simpatiza "con todo el que se proponga cambiar

el orden para mejorarlo",14 pues "(...) sin que el símbolo deje de ser bandera histórica, puede y

debe ser como en la frase de Martí, bandera nueva. Con ello, pues, marchemos. Con ella iremos

adelante, vinculados a la tradición de los fundadores, que con la pluma, con la espada y con el

sufrimiento, pusieron la República bajo nuestra responsabilidad".15 Sencillamente, ante la crisis

nacional del país, el filósofo cubano proclama la revolución necesaria por la independencia y la

integridad nacional. "Saludó, precisamente -escribe M. Rojas- la revolución del 1ro. de enero de

1959 y murió junto a ella, viendo en la misma el nacimiento de la nueva simiente, fruto del

sembrador que hubo de vislumbrar y ayudó a cosechar con ejemplar magisterio."16

Es indudable que estamos en presencia de una obra fundadora. Una obra que ha

trascendido la cultura cubana para afirmarse y dar continuidad a la rica tradición del pensamiento

cubano. Por eso, con toda razón señaló Carlos Rafael Rodríguez: "los hombres sencillos que

como Vitier, hacen de la disertación un magisterio, dejan semilla. A nosotros nos toca recogerla

en el predio del espíritu y la mente, y hacer que dé sus frutos".17

Medardo Vitier, enriquece la cultura cubana, no sólo con los aportes nuevos que

hace en la filosofía, la pedagogía y la literatura, sino además, por registrar creadoramente la

tradición cubana con espíritu cultural e histórico. Y hacer del hombre la actividad humana y la

14 M. Vitier: ¿Quién salva?, en Valoraciones I ob. cit. p. 387.

15 M. Vitier. Valoraciones II p. 287.

16 M. Rojas: La permanencia de la filosofía de Medardo Vitier, ob. cit. p. 57.

17 Carlos R. Rodríguez. Las conferencias de Medardo Vitier. En Letra con filo. Tomo III. Ediciones Unión, UNEAC, La

Habana, 1987, p. 604.

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cultura, centro de su cosmovisión que desarrolla en la filosofía, la pedagogía y la literatura.

Su rico mundo, pleno de espiritualidad cubana, bondad, verdad y belleza, imprime

sentido histórico y cauces de realización humana a su discurso. Con ello la cultura de la nación,

en proceso de continuidad, resistencia a ser, ruptura y superación se cimenta en fuertes pivotes

que parten de las raíces con vocación ecuménica. Su humanismo con su eticidad creciente abrió

caminos al presente y al futuro de la nación. Defendió una cultura de la razón y los sentimientos

que han continuado con eficacia las nuevas generaciones para bien de la cultura cubana.

El presente libro no intenta, en modo alguno, agotar tan rica obra. Es más que

todo una breve aproximación que registran por sobre todas las cosas, los núcleos conceptuales y

las ideas rectoras que presiden el discurso del Maestro M. Vitier. Un intento totalizador de su

filosofía y de su quehacer histórico-filosófico cultural para revelar lo valioso y fructífico que

resulta un pensamiento cuando está penetrado de humanidad y cauces culturales de realización

social. Una filosofía que en posesión de un maestro con excelsa sensibilidad, se convierte en

programa pedagógico de acción comunicativa, suscitador de valores humanos perdurables.

Porque "vivir es creer", sí, en el hombre y su naturaleza llena de propensiones hacia la ascensión

humana y los nobles propósitos de enriquecer su cultura existencial y su identidad.

I. CONCEPCION DEL MUNDO Y EL HOMBRE

1. El mundo y el hombre como unidad

Parecería suficiente un título de esta naturaleza para exponer todo el quehacer

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intelectual de un pensador: el mundo y el hombre. Pero aquí se trata de un acercamiento inicial

a la cosmovisión específica de un pensador, cuya vocación cogitativa transparenta una visión

especial del Universo y el hombre en estrecha conexión unitaria. Una concepción del mundo en

relación con el hombre con amplia resonancia en las varias determinaciones del ser y el espíritu y

compendiadas en las aristas ontológica, gnoseológica, axiológica y práctica.

Medardo Vitier, filósofo y pedagogo de profesión, oficio y misión,18 ha dejado en

su obra una rica cosmovisión,19 cuyo conocimiento es necesario para entender su intelección

concreta de los múltiples y diversos problemas que hace objeto de su aguda reflexión,

incluyendo la lógica y la metodología que emplea en su aprehensión.

El despliegue de su filosofía, sustanciado por un sentido histórico-cultural, le

permite captar la trama humana-cosmos humano- como momento sustancial regular del

Universo, y este -incluido el hombre- como totalidad regida por causas y fines. "Sostengo allí -

alude a un trabajo suyo inédito- que se trata de dos realidades no antagónicas, pues se vale del

mecanicismo como su medio natural. Si en el plan se logra un fin, éste no puede resultar del

azar. Ha de ser producto del orden o sea de una legalidad física, mecánica(...) De manera que la

Naturaleza es a la vez mecanicista y teleológica, sin separación. La legalidad física no tendría

sentido si no tuviera fines y estos no se alcanzarían sin los medios propios, que son las

regularidades de la naturaleza."20 Sobre la base del determinismo explica la interacción

concatenada de los fenómenos en la naturaleza y su carácter sistémico-procesual e infinito. "En

efecto, el hombre vive en la superficie de las cosas, necesariamente, y los más se atienen a esas

percepciones como si en lo externo y tangible se agotara la realidad. Se ve un árbol: figura,

color, volumen... De modo que se ve su realidad inmediata. No vemos el proceso vegetativo

silencioso que opera sin cesar, ni el equilibrio resultante entre la fuerza de gravedad y el árbol

18

Refiero a misión por su consagración a la formación humana y por su apasionado amor a la filosofía, la verdad, la bondad y la

belleza. Su obra y su praxis son un testimonio de cómo una profesión con ansias de humanidad, deviene misión.

19

"Una cultura individual de buenos soportes, necesita una imagen, todo lo sumaria que se quiera de la realidad exterior, o digo

Cosmos, tal como lo han explicado los sistemas astronómicos y los filosóficos(...) Mas no se trata de especializar sino de una

noción clara del conjunto" (Vitier, M. Notas sobre una formación humana. Revista Cubana. Enero-Dic, 1948, Vol. XXIII. Dir. de

Cultura, La Habana, 1948, p. 57)

20 Vitier, M. Kant, iniciación en su filosofía. Universidad Central de Las Villas, 1958, p. 133.

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que ha crecido contra ella(...) De modo que -enfatiza Vitier- existen realidades inmediatas,

materiales y

otras ocultas de las cuales no tiene conciencia sino el que ha estudiado".21

Al mismo tiempo, no niega el status de realidad al espíritu, pues en su

concepción, lo ideal y lo material existen en indisoluble unidad. Según él, "el espíritu tiene sus

realidades. No consisten en lograr lo aspirado, sino en mantener una verdad, de esas que

prueban su consistencia de manera perdurable. Si las apetencias inferiores prevalecen en una

sociedad, continúa siendo real la vida superior de una minoría consciente. Sócrates sólo tenía

razón, destaca el Maestro cubano-, estaba centrado en una realidad profunda, frente a sus jueces.

Y lo curioso es que esa realidad socrática era la única capaz de salvar la otra, la visible, la

práctica de sus contemporáneos".22 Destaca además con gran vuelo teórico los momentos

material y espiritual en la práctica.23 Tesis de extraordinaria importancia para comprender la

esencia del hombre y su devenir social.

La filosofía, en su expresión cosmovisiva, resulta inmanente, a su discurso como

filósofo y pedagogo. Es para él, esencia alumbradora de la cultura y de todo quehacer humano

que busca la bondad, la verdad y la belleza. Su formación como historiador de la filosofía, su

vocación ecuménica, su eticidad humanista, unido a su praxis consagrada al magisterio, lo

conducen directamente al hombre, su naturaleza, el sentido de la vida, los valores, el

conocimiento y sus múltiples dimensiones espirituales insertas en la cultura. El hombre, como él

mismo dijo de José Martí, media toda la obra de M. Vitier y se convierte en objeto especial de

sus reflexiones, juicios y razonamientos.

2. Visión del hombre

Naturalismo, historicidad, sentido cultural y suprema espiritualidad cualifican la

antropología filosófica de Medardo Vitier. El cosmos humano en su diversidad compleja brilla

por su presencia en el discurso del pensador cubano. En su extensa obra, con inusitado interés se

dirige al hombre. Su ímpetu de búsqueda no desecha caminos, formas y métodos. Sabe que está

en presencia de un problema complejo, cuya asunción requiere de alto oficio y excelsa misión.

"La naturaleza humana es tan rica en cualidades y tan complicada, que necesita todos los cauces

21Vitier, M. Valoraciones 1. Universidad Central de Las Villas, 1960, pp. 413-414. 22 Ibídem, p. 415. 23Ibídem, p. 414.

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de la cultura para revelarse. Su revelación en la Literatura es de las más profundas, con perdón

de la Filosofía, donde se revela el ser más por ansiedad cognoscitiva que por vivencia total."24

Consciente que la revelación del hombre en su totalidad concreta requiere de

todos los cauces culturales,25 el filósofo indaga en las diversas formas en que se ha revelado. "El

hombre se ha revelado en distintas direcciones, no bien aprovechadas para el esclarecimiento de

su ser. Este punto le llevaría lejos. Sólo consigo lo indispensable para declarar mi criterio:

a) Se ha revelado en su hechura física. Se sabe que no contiene elementos exclusivos en

lo corpóreo...

b) Se ha revelado en el tránsito a lo biológico. Y de lo biológico animal a lo mental. Y la

aparición gradual de las realidades anímicas más finas.

c) Se ha revelado en la Historia general, externa y en la Historia de la cultura. No creo

que se acude bastante a las creaciones humanas. Dilthey sugirió mucho.

d) Se ha revelado como ente del Universo. En ningún momento se ha podido originar

fuera del Todo.

e) Se ha revelado como generador de la cultura. Recuérdese a Vico: conocemos poco de

la Naturaleza porque no la hemos creado. Conocemos más del Arte, la Ciencia, el Lenguaje, la

Historia... porque son creaciones humanas.

f) Se ha revelado en lo que quiere, en lo que puede hacer. Estos son datos más

indicadores que el pensamiento. Kant lo tuvo en cuenta.26

Nótese cómo en las revelaciones humanas, Vitier destaca tanto los datos físico-

biológicos como los espirituales. Hace hincapié en la calidad creadora del hombre, a través de la

actividad humana y en la capacidad de ser parte del Universo27 y sujeto que hace historia y

cultura a partir de fines y objetivos propuestos.

El hombre, como ser histórico-cultural, define en sus contornos generales su

concepción humanista.28 Como ser histórico cultural es perfectible y capaz de ascender a formas

24 Vitier, M. Notas sobre una formación humana. En Valoraciones II. Universidad Central de Las Villas, 1961, p. 178. 25 Ver Vitier, M. Doctrinas contemporáneas sobre el hombre. En del propio autor Estudios, Notas, Efigies cubanas. Edit.

Minerva, La Habana, 1944, pp. 77-97. 26Vitier, M. Apéndice B. Juicios. En del propio autor: Kant, iniciación en su filosofía. Universidad Central de Las Villas, 1958,

pp. 179-180. 27

"No creo que haya zona aislada en el Universo" (Ibídem, p. 161).

28 "El Humanismo es un registro de valores y un testimonio de su perennidad." (Vitier, M. Fines de la Educación. En del propio

autor: Valoraciones I. Universidad Central de Las Villas, 1960, p. 60.

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superiores a través de la educación y otros cauces culturales que rigen en el hogar, la escuela y la

sociedad.

Se opone con fuerza al irracionalismo antropológico de corte vitalista,

existencialista. Defiende con sólidos argumentos lo racional humano, incluyendo su naturaleza

socio-cultural. Disiente de Ortega y Gasset, en cuanto niega la existencia de la naturaleza

humana y con sus propios argumentos lo refuta. "El propio Ortega se encarga de decirnos cómo

es la naturaleza humana, pues dedica buena parte de su obra a describirla y caracterizarla, lo cual

no podría hacer si el hombre careciese de naturaleza.

Sí, que lo que posee es historia; que su ser es "pragmático", que esencialmente

consiste en temporalidad y angustia; que no recibe la vida (la espiritual, la histórica) como cosa

dada y hecha; que el vivir es "faena poética"...29 Todo eso es exacto(...) Lo erróneo está en la

inferencia, o sea en derivar de esas notas de lo humano, la tesis de que no tenemos naturaleza.

Sí, por Dios, que la tenemos. En realizarse así el hombre, en irse encontrando siempre en

instancia de futuro, radica su naturaleza.30

El hecho del hombre de ser él y sus circunstancias, de ser un interrumpido

proyecto que se despliega en la naturaleza y en sociedad para constituir su corpus cultural, no

niega en modo alguno su naturaleza socio-cultural antropológica que lo afirma como sujeto del

devenir social. Negar la existencia de la naturaleza humana, tal y como argumenta Vitier, es

negar la existencia de valores humanos y con ello, dar pasos firmes hacia el nihilismo axiológico,

que envilece y deshumaniza.

En esta misma dirección de análisis crítico no cree que la llamada "razón vital",

aporte nada a la comprensión de lo humano integral. En su criterio, la razón siempre ha sido

vital, pues (...) el elemento de razón, si bien extraño a lo orgánico, vital, no es adventicio sino

inherente, y por lo mismo, coherente con respecto a la vida: es la culminación de la parte

psíquica.31 Comprende cabalmente que el hombre no es solo talento, razón. Es además,

sentimientos, impulsos, apetencias y voluntad. No hay razones para escindir partes, momentos,

de un todo indisoluble que es la persona humana.

29 Entiéndase en el sentido de faena creadora. 30Vitier, M. La Filosofía en Cuba. Fondo de Cultura Económica. México, 1948, p. 12. Ver además del propio autor: Ortega y

Gasset y el Premio Nobel. En Valoraciones I. Universidad Central de Las Villas, 1960, p. 300. 31Vitier, M. Ortega y Gasset y el Premio Nobel. En del propio autor: Valoraciones I. Universidad Central de Las Villas, 1960, p.

299.

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3. El sentido de la vida

Inserto totalmente a su visión totalizadora del hombre, el sentido de la vida, cobra

relieve sobresaliente en la obra de M. Vitier. No le interesa tanto la raíz ontológica del asunto,

como su elan axiológico.32 Esto encuentra respuesta en su condición humana, como pensador

humanista y maestro consagrado a formar hombres. Su oficio y misión, estrechamente

vinculados a la realidad cubana de su época determinan en gran parte, su interés por el problema.

"Claro que la pregunta -hará el maestro- ¿qué somos? envuelve otra: ¿para qué

vivimos? o ¿qué sentido tiene la existencia del hombre en el mundo? Por lo pronto, aparecen

varios antagonismos, no resueltos hasta hoy. Por ejemplo: voluntarismo contra intelectualismo,

pesimismo contra optimismo, socialismo contra individualismo."33

Para responder al problema, su espíritu cogitativo y su siempre búsqueda de la

grandeza humana, se apoyan en la historia de la filosofía. Su convicción certera como humanista

es indudable: cree en el sentido de la vida y la bondad, la verdad y la belleza de los atributos

humanos. De la rica tradición humanista y ética de la tradición cubana, en alto grado, concretada

en Martí, aprendió a creer y a buscar la ley de la ascensión humana. Esta creencia en sí misma,

da sentido a la vida humana. Pero como filósofo y hombre de ciencia busca respuestas en la

historia del pensamiento y en las teorías conformadas.

A pesar de ser tendencias y propensiones del hombre, no cree que en él debe

dominar el voluntarismo irracionalista, el pesimismo y el individualismo, pues "(...) si hay

misión en el vivir, esa estriba en fomentar las potencias superiores, aunque sea perpetuo el drama

interior".34

Rechaza como "vía muy cómoda", asumir la teoría biologicista de la conducta

humana de la llamada "voluntad de poder" de Nietzsche, que lamentablemente la crisis

contemporánea es un efecto de su aplicación. No es posible según M. Vitier suplantar los altos

valores "por la virtud del más apto para dominar".35 La convivencia humana, alumbrada por la

razón y los sentimientos debe fundar una verdadera cultura del ser y su devenir individual y

32 "En lo tocante al sentido de la vida, pienso que desconocemos su razón última en lo ontológico, pero tenemos garantías

axiológicas, y son suficientes." (Vitier, M. Kant, iniciación en su filosofía. Universidad Central de Las Villas, 1958, p. 159). 33 Vitier, M. Estudios, Notas, Efigies Cubanas. Edit. Minerva, La Habana, 1944, p. 57.

34 Vitier, M. Estudios, Notas, Efigies Cubanas, Editorial Minerva, La Habana, 1944, p. 58.

35 Ibídem.

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social. La racionalidad, pivoteada en fundamentos éticos realizará la existencia humana.

"Con respecto a la segunda de las antítesis señaladas

-escribe M. Vitier- la de optimismo y pesimismo, la cuestión es todavía más compleja,

porque la respuesta exige nada menos que la totalidad de los datos acerca del destino humano.

¿Cómo llega uno a conclusiones suficientes para ser optimista o pesimista sobre la suerte de

nuestro existir?

La posible solución del problema, según M. Vitier, radica, en la confianza o no en

los fundamentos del ser y del destino. El optimismo como posición filosófica, afirma el valor

positivo del mundo, y confía en lo desconocido y su posibilidad cognoscitiva. Por el contrario,

la posición pesimista fija el valor negativo y desconfía de lo que oculta el Universo.

Hace énfasis en que el pensamiento griego, salvo raras excepciones, se mantuvo

en la línea optimista. "La cosa se enturbia tan pronto aparece una forma de sensibilidad capaz de

percibir lo oscuro, lo irracional del mundo. En los estoicos ya la visión de la realidad no es tan

satisfactoria. El Cristianismo acentúa las sombras al contraponer la otra vida a la presente. San

Agustín y la Teodicea toda, se empeñan, por supuesto en justificar los males notorios."36

Sin embargo, para Leibnitz nuestro mundo es el mejor de los posibles, dentro de

lo finito, como producto de la creación. En análoga dirección optimista se alinean Lessing y

Herder. Para el primero, "la Historia debe apreciarse como la educación de la humanidad",37

concebida, por supuesto como "acontecer real, vivo, en el andar de los siglos".38

En su discernimiento del problema el Maestro cubano establece una analogía de

relaciones: entre las posiciones

-optimismo y pesimismo- y mecanicismo y teleología. En su criterio, si se admite el

finalismo en el Universo resulta fácil aceptar y creer en la bondad de la vida y su sentido

progresivo(...) "Unos propendemos a estimar lo amable, lo congruente. Otros le ven, enseguida,

las sustancias descompuestas al río, sin que alcancen a ocultarlas ni la onda sonora ni la

coloración feliz".39 Sin embargo consecuente con sus credos religiosos, M. Vitier, no cree que el

solo intelecto, la razón, garanticen el optimismo perenne, pues, fuera de la fe religiosa -considera

el filósofo- y de la aptitud intuitiva, la sola actividad racional no percibe una justificación de

36 Ibídem. p. 59. 37 Ibídem. 38 Ibídem. 39 Ibídem.

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conjunto para la suerte del mundo y del hombre.40 Pero como siempre, su tolerancia mental no

lo lleva a estigmatizar a los que no piensan como él. Todo lo contrario, siente respeto por los

que apoyados en la ciencia o en la praxis, desconfían de todo designio superior. "Conozco

espíritus superiores -posiblemente refiera a Varona- en esa actitud. Los que así reaccionan lo

hacen dentro del natural sentimiento humano, y tocan también a su modo, las puertas de lo

impenetrable."41

Un ejemplo más, muy propio de los altos espíritus, nos revela M. Vitier: la

tolerancia y el respeto a los que buscan, independientemente de los desacuerdos y las

disensiones. No se cree en posesión de la verdad última y si por convicción y creencia expone la

suya, respeta la del otro.

En torno a la tercera relación antitética, esbozada al inicio: la de individuo y

sociedad, en la explicación y búsqueda del sentido de la vida, Vitier expone interesantes ideas

para la reflexión, sin intentar dar por cerradas sus vías de acceso.

Reconoce que el viejo individualismo a partir del siglo XIX no es sostenible y

"(...) mira asediados sus últimos reductos".42 Fundamenta en síntesis las razones que avalan el

fenómeno individualista. El Racionalismo y con él, el Derecho natural, exaltan el individuo. La

Declaración francesa y las constituciones americanas hiperbolizan al individuo. Sin embargo en

los tiempos nuevos se ha ido al extremo. Según M. Vitier, "la tesis socialista -moderada o

radical- gana terreno. Marx está de moda, y los más tienden a escoger su extremo".43

Ante la pregunta ¿cómo valoramos mejor lo humano, cuidando lo individual o lo

social?, coincide con Fernando de los Ríos sobre el sentido humanista del socialismo, pero cree

que en fin

de cuentas, "lo único sustantivo para el propio Socialismo es el individuo".44

Somete a crítica el individualismo entronizado en las teorías de Spencer y Stuart

Mill, pues "(...) al proponerse rehabilitar al sujeto particular, a cada hombre, contribuyó a un

régimen sin equidad que acarrea hasta hoy males innumerables. Se invocó la "libre

concurrencia", noción a todas luces, falsa, destinada, eso sí, al triunfo de los fuertes. Se

40 Ibídem. 41 Ibídem. 42 Ibídem, p. 61. 43 Ibídem. 44 Ibídem.

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trasladaba a lo social una doctrina de las ciencias biológicas: la denominada supervivencia de lo

más idóneo".45 Concepción esta que M. Vitier estigmatiza por afirmar la pugna brutal de la vida

inferior con las consecuencias nefastas para la humanidad. Sin embargo "(...) el socialismo, no

obstante fijarse más en lo colectivo, va, en realidad, a garantizar lo individual, al propugnar

formas justas de convivencia".46

En su búsqueda del sentido de la vida, M. Vitier transita por varias teorías y sus

valoraciones sobre lo humano.47 Observa que del hombre se pueden valorar muchas aristas, pero

se atiene a su objeto especial: el sentido de la existencia.

Sin interés de hacer grandes aportes y novedades en el asunto, su filosofía de la

vida se resume en lo que él llama fidelidad ontológica. ¿Cuáles son sus fuentes e influencias?

¿Qué contenido denota el proceso mismo? El propio autor lo declara de modo sintético: "Este

punto de vista lo adopté bajo dos influencias. Lo declaro para que no haya que buscarle más

antecedente." Una frase escolástica: "operari sequitur esse" y la segunda parte de la famosa

sentencia de Hegel: "Todo lo real es racional". La frase latina asevera que de la esencia se sigue

la operación. El juicio de Hegel dice que todo cuanto ocurre tiene su esquema previo en el

Universo, cuyo espíritu se va objetivando en la Historia.48 Lo que llamo fidelidad ontológica

coincide, en parte, con esas dos doctrinas.49

En este sentido, para M. Vitier, todos los comportamientos de la vida, tanto en la

esfera teórica como práctica son expresión y despliegue de su ser existencial. Los atributos

cualificadores del hombre dimanan de la propia esencia del ser. Por tanto "(...) todo cuanto

hacemos en el mundo es efecto fiel de lo que somos. La historia entera testifica la fidelidad a

nuestra naturaleza (...) Los actos, la conducta, son evidencias ontológicas de lo humano. Una

vez consumada la conducta, no ha podido ser de otra manera".50

Ante las posibles objeciones a su definición, que puedan calificarlo de fatalista,

férreo determinista que no deja lugar a la voluntad del hombre, sus acciones como sujeto, Vitier

arguye su concepción misma de proceso, pues según él, la voluntad forma parte del mismo. No

45Ibídem. 46 Ibídem. 47 Ver de Vitier, M. Doctrinas Contemporáneas sobre el hombre. En del propio autor. Estudios, Notas, Efigies Cubanas, Edit.

Minerva, La Habana, 1944, pp. 77-97. 48 Por supuesto la sentencia de Hegel tiene varias lecturas. Recordemos la que hace Engels en Ludwig Feuerbach y el fin de la

Filosofía Clásica Alemana. 49Vitier M. Estudios, Notas, Efigies, Cubanas. Edit. Minerva, La Habana, 1944, p. 73.

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niega su radical determinismo, pero que no suprime la libertad, en tanto"(...) conciencia de los

actos e ilusión de motivos propios. Sencillamente "lo ilusorio entra por modo considerable en la

realidad moral del hombre".51

Si bien acepta que el futuro del hombre en gran medida resulta imprevisible, de

todas formas se somete a las propensiones primarias, primero de la especie y posteriormente del

individuo, entendido este no de modo aislado, sino además en sus reacciones ante el medio. Por

eso "vivir es reaccionar. El hombre no puede sino ser fiel a su ser".52

En esta misma dirección de análisis, la axiología de M. Vitier se integra

totalmente a su teoría de la fidelidad ontológica. "La importancia filosófica de los valores, -o

dígase creencias, normas de conductas, fines humanos de índole varios- consiste en que al

revelar lo que queremos, revelan lo que somos, por esa condición de fidelidad ontológica ya

expuesta. Tanto los valores de cierta permanencia como aquellos de validez transitoria -enfatiza

M. Vitier- dan testimonio del ser. No pueden traicionarlo."53

Para M. Vitier, el conocimiento, los valores y la praxis misma del hombre dan

testimonio del ser, en tanto propensiones y tendencias inmanentes a la vida humana. Pero no se

trata de predisposiciones hechas de una vez y por siempre. El devenir de la vida en su recto

sentido es un eterno revelarse en la historia y la cultura.54 De lo contrario, como gran maestro no

habría trabajado por formar valores y construir conocimientos plenos de humanidad y amor. Su

fidelidad ontológica es concebida como proceso que incluye lo objetivo y lo subjetivo en sus

múltiples mediaciones. Su ideario pedagógico en sí mismo es un programa para perfeccionar al

hombre y encauzarlo acorde con la naturaleza humana, en tanto entidad cultural y espíritu

creador.

Por eso, no le interesa tanto la seguridad de la inmortalidad del espíritu, sino su

poder creador, que, en realidad, es lo que da vigencia eterna y sentido a la vida. "El espíritu ha

creado (o elaborado) -señala Vitier- la Metodología de la investigación científica, los sistemas

filosóficos, el Derecho, la noción y el sentimiento de la libertad, la conciencia de lo histórico, el

sentido de la tradición vinculadora, la realización del Arte, la preocupación por la conducta recta,

50Ibídem. p. 72. 51 Ibídem, p. 73. 52 Ibídem. 53 Ibídem. 54 "El determinismo es inexorable. Sin embargo, cabe en su economía cósmica, la intención humana. ¿Qué es la Historia sino la

intervención de nuestra voluntad en las cosas? (Vitier, M. Estudios, Notas, Efigies Cubanas, Edit. Minerva, La Habana, 1944, p.

182).

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los hábitos domésticos, la idea de la dignidad del trabajo, la devoción de patria y familia, la

religiosidad... ¿no es bastante? De esos hechos nadie duda. Si después resulta que no hay

supervivencia, ¿qué importa? Ya estamos todos en esas creaciones. Para defenderlas y

depurarlas se vive en el mundo."55

4. El conocimiento del hombre

Como filósofo y pedagogo la Gnoseología atrae la atención de M. Vitier. Si bien se

declara agnóstico en muchos puntos,56 en su concepción del mundo muestra optimismo

gnoseológico. Consecuente con su intelección del mundo y el hombre como unidad indisoluble,

concibe el conocimiento como resultado de la interacción sujeto-objeto, mediado por la actividad

del hombre. Cree en la objetividad del mundo y la posibilidad de su aprehensión por el hombre

sin agotarlo; "(...) el mundo sensible (naturaleza física, exterior) nos ofusca con su complicación

y su tumulto de fenómenos, en tanto que las verdades son simples, claras. Lo que hacemos es

traducir malamente. Después de todo, si hay tanto traductor malo de una lengua a otra -señala

Vitier, destacando la riqueza de la realidad- no es extraño que los haya de la Naturaleza al

conocimiento".57

Hay un notorio realismo gnoseológico propio que parte de la naturaleza

(realidad) al conocimiento, en un proceso de aproximación a las esencias. Simplemente,

"(...) la Filosofía, como que va a la pesquisa de la verdad, sin que la arredren los tropiezos, es

actividad mediante la cual se eleva el hombre. De la realidad visible, cotidiana, se traslada a la

realidad esencial".58

De lo anterior se sigue, que estamos en presencia de una concepción

55 Ibídem, p. 76.

56 Vitier, M. Kant, iniciación en su filosofía. Universidad Central de Las Villas, 1958, p. 159.

57 Ibídem, p. 186.

58 Ibídem, p. 161.

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sensorracionalista59(Vitier, M. Valoraciones II. Universidad Central de Las Villas, 1961, pp. 12-

13.). con sentido dialéctico, muy propia de la tradición fundadora de la filosofía cubana.

El sentido de totalidad en que deviene su comprensión del hombre en relación con

el Universo, el armonismo cósmico con que unifica mecanicismo y teleología,60 integrados a su

teoría de la fidelidad ontológica, imprimen un sello especial a su gnoseología, como parte

indisoluble de un todo. Sencillamente "(...) el hombre vive dentro de esa Realidad absoluta y es

parte de ella. Como el ojo no se ve a sí mismo, tampoco el hombre percibe claramente esa

realidad. Tiene vaga conciencia de ella, la interroga con variables resultados. Pero ya el

interrogar, en sí, es un paso hacia la luz.61

El pensador refleja con claridad meridiana las dificultades del hombre en la

aprehensión de la realidad, pero con firmeza sostiene optimismo gnoseológico. "El espíritu

enfatiza las particularidades del proceso- se revela por modo diferente en cada ciencia. Entre

todas aportan los modos más constantes y universales de la apetencia intelectual. Y resulta que

cada rama científica rinde a la técnica su menester práctico y a la vez sirve de instrumento a la

gradual revelación del ser humano.62

En su gnoseología, la actividad cognoscitiva se despliega pivoteada por

necesidades,63 intereses y fines humanos para tematizar la superior unidad de conocimiento y

59 "El hombre práctico no rebasa ese mundo, lo cual es, sin duda, una limitación. Porque esa es la realidad de los sentidos, lo superficial de las cosas. En un segundo plano se hallan las leyes que rigen esos fenómenos externos, visibles, audibles, tangibles... Tal es ya la realidad científica" 60 "(...) no me parece que la materia sea campo fenoménico de más clara revelación que el espíritu. Acerca de que el espíritu consista o no en elementos corpóreos, me abstengo de toda teoría. Con respecto al mecanicismo y la teleología, entiendo que hay confusión. El mecanicismo es el medio, el proceso de que se vale la teleología, según mi criterio. Dicho de otro modo: todo va junto, fines y operación mecánica" (Ibídem pp. 158-159).

61 Ibídem, p. 164.

62 Ibídem.

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valor en función de exigencias prácticas.

Valora en alto grado el lugar de la ciencia. Concibe la teoría como su expresión

superior. Pero sobre todas las cosas, en su gnoseología no separa ciencia y conciencia, razón y

sentimiento. Evade con sólidos argumentos tanto al intelectualismo como a las formas

irracionales y biologicistas que se propugnan.

En fin de cuentas "lo discursivo, lo racional, no agota las vías del conocimiento.

Quien no descubre eso –enfatiza M. Vitier- queda a distancia de una verdad abarcadora.

Sentir es un modo de conocer".64

La dimensión cognoscitiva del hombre, en M. Vitier, en tanto producción

humana, se inserta a la cultura. El elan cultural, por cualificar siempre creciente humanidad, lo

penetra y pervade todas las aristas del hombre en sus varias expresiones. "Cultura –define el

Maestro- es riqueza de relaciones entre las varias zonas del saber"65 y al mismo tiempo, modo de

pensar y profunda sensibilidad para ver más lejos y captar matices y diferencias en las esencias y

en los fenómenos de la cotidianidad.

5. La dimensión axiológica del hombre. Los valores

A Medardo Vitier, nada humano le es ajeno. Ama con pasión la filosofía.

Muestra interés ferviente por la Ontología, la Epistemología, la Lógica, la Metodología, en fin,

por todas las disciplinas filosóficas. Sin embargo, en todo su discurso y su obra entera, la

motivación axiológica se impone por fuerza. La axiología o teoría de los valores es central en su

programa científico-filosófico y pedagógico. Por eso, dirá del maestro de todas las Ciencias: "Lo

más grande en José de la Luz y Caballero es el hombre mismo. En esto, por mi parte, siempre he

admirado más las formas superiores de la bondad que las formas superiores de la inteligencia.

No olvidar que las "propensiones", tan reiteradas por M. Vitier refieren a las necesidades de cada ser. (Ver de Vitier, M. Estudios, Notas, Efigies Cubanas. Edición cit. p. 96.

64 Vitier, M. Kant, iniciación en su filosofía. Universidad Central de Las Villas, 1958, p. 183.

65 Ibídem, p. 175.

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Por eso más que su dominio de las lenguas antiguas y modernas, más que su extenso saber

científico, me atrae el halo de su santidad laica, el aliento inconfundible de su personalidad,

transida de preocupación cubana... Preocupación por la juventud, por las instituciones, por el

rumbo que iba a seguir la conciencia del país."66

El hombre, su plena espiritualidad, deviene centro de su cosmovisión. El hombre

en su drama humano, inserto en la cultura, haciendo historia. Por eso el cauce axiológico

adquiere primacía. La humanidad requiere de valores para perpetuarse en tanto tal. Cultivarlos

es sembrar humanidad para la convivencia social. No es posible estar ajeno al drama humano y

acostumbrarse al eterno vacío existencial, a la crisis de valores que envilece y enajena la

naturaleza humana. "Lo previo es creer en la existencia de realidades éticas permanentes y en un

grado, variable y todo, pero constante, -se refiere a Luz- de capacidad para el bien en el hombre.

La concepción clara de esto genera entusiasmo en quien, por otra parte, está dotado de vocación

para educar(...) Actualmente llama la atención la energía mental consumida en el estudio de los

medios y a la vez la relativa escasez de calor en torno a los fines."67

Las condiciones histórico-sociales, políticas, económicas de Cuba y la propia

realidad mundial que percibe M. Vitier, le permiten comprender que estamos en presencia de

una profunda crisis que afecta la naturaleza humana e impulsa todo lo malo que pueda llevar el

hombre dentro. Pero como humanista cree que tal realidad debe tener una salida a favor del

hombre. No cree en las teorías filosóficas y pedagógicas, que al fijar la realidad cambiante y

el fluir constante de la experiencia niegue los ideales y los valores humanos. "No veo por qué el

continuo fluir de lo existente –enfatiza M. Vitier- sea incompatible con valores gracias a los

cuales la vida humana alcanza elevación y dignidad."68

En relación con las teorías educativas pragmático-instrumentalistas del filósofo y

pedagogo John Dewey, si bien acepta la necesidad de reformar la educación, acorde con los

66 Vitier, M. Valoraciones II. Universidad Central de Las Villas, 1961, p. 50.

67 Vitier, M. José de la Luz y Caballero como educador. Universidad Central de Las Villas, 1956, p. 79.

68 Vitier, M. Valoraciones II. Universidad Central de Las Villas, 1960, p. 198.

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nuevos tiempos, no cree que todo lo viejo deba destruirse, incluyendo lo positivo que encierra.

Disiente de muchos aspectos de su teoría, pero sobre todas las cosas, de su alcance, "pues mira

nada menos que a un sentido de la vida, fuera de toda tradición, extraño a toda norma clásica,

desvinculado de los valores establecidos".69

No es posible, en pos de la novedad y la supuesta eficacia, olvidar los valores que

garantizan la continuidad de lo por excelencia humano en el hombre. La aprehensión del

continuo devenir del hombre y sus experiencias, no autoriza a un teórico a negar los valores que

forman y construyen humanidad. "No se educa –enfatiza M. Vitier- como preparación para la

vida. La idea de preparación la desecha Dewey porque piensa que con ella miramos a lo

porvenir, sacrificando lo presente".70

La crítica del Maestro M. Vitier sigue siendo vigente. El presentismo de algunas

tendencias filosóficas postmodernistas pulula en filosofía y pedagogía. La negación de

principios, ideales, utopías, en fin de los altos valores humanos es un fenómeno contemporáneo

que todo humanista se opone a aceptar, por su inconsistencia racional y su mensaje

deshumanizador. El fin de la historia y los valores no es posible mientras exista la especie

humana. La axiología de M. Vitier –inagotable por estar transida de humanidad y vocación

ecuménica- tiene mucho que decir y enseñar en los tiempos que corren. Está convencido de la

necesidad de "que el profesor esté tan seguro de que la bondad humana, de justicia, la lealtad a

las mejores tradiciones de la raza, la honradez, tienen tanta realidad como las leyes científicas.

Vistos así los intereses del espíritu puede confiarse en un cambio gradual de mentalidad. No

rehuyamos enfrentarnos con la verdad. Lo que hemos menester es eso: la formación de una

mentalidad sensible a esos valores".71

Excelsa idea del filósofo cubano: mentalidad sensible a esos valores. No se

trata de inculcar, imitar, si bien tampoco se desechan. Pero ante todo, la formación de valores

en Vitier es revelación de su creciente humanidad a través de mentes sensibles. No hay ni habrá

69 Ibídem p. 195.

70 Ibídem.

71 Vitier, M. Estudios, Notas, Efigies Cubanas, Edit. Minerva, La Habana, 1944, p. 179.

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sólidos valores, al margen de una rica sensibilidad que sea capaz de potencializar lo que

realmente somos en nuestro ser existencial (fidelidad ontológica) y despertar las potencias

dormidas y las tendencias humanas que son inmanentes al hombre, como semillas que esperan

para germinar. Esa fue su axiología, continuando la tradición más rica del pensamiento cubano

y universal: una fragua de espíritu germinadora de valores humanos. Valores que en su

concepción sólo se revelan y rinden frutos, insertos en la cultura y la historia.

Una axiología que incluye todos los valores humanos porque cree en la

espiritualidad del hombre y en el poder de su perfectibilidad. Pero privilegia los valores éticos en

tanto valencias rectoras en dirección a lo grande y absoluto.72

6. El concepto de Dios y su relación con el hombre

No siempre resulta fácil desentrañar la dimensión cosmovisiva de un pensador.

Siempre se corre el riesgo de incurrir en interpretaciones inexactas. Y más aún cuando se trata

de temas inmersos en las creencias más íntimas y personales. Por eso más que resolver un

problema tan complejo, trataré de aproximarme a él, a través de las propias ideas y creencias

confesadas por M. Vitier. "Siento la seguridad de que la paz del espíritu existe por razones de su

naturaleza misma. Percibo claramente el hecho de que cualquiera que sea la esencia del Todo,

mi ser pertenece a ella. En cuanto a Dios, -afirma M. Vitier- me atengo a una frase de Eurípides,

en una de sus tragedias: "Quienquiera que sea". Esto a la luz del Cristianismo, no creo que sea

muy ortodoxo, pero en mí está penetrado de fervor. Sentirme en vinculación con las esencias

universales, produce en mí dos efectos, uno de seguridad y otro de responsabilidad."73

Se podría buscar y encontrar muchas influencias y semejanzas con otros

pensadores y ubicar a M. Vitier en algún ismo, respecto a su concepto de Dios. Pero trato por

todos los medios de soslayar esos caminos que generalmente resultan inoperantes y

72 "(...) y pienso que la idea más profunda de Platón es haber situado el Sumo Bien en el plano jerárquico más alto, como si fuera el generador de los seres" (Vitier, M. Kant, iniciación en su filosofía. Universidad Central de Las Villas, 1958, p. 158. 73 Vitier, M. Kant, iniciación en su filosofía. Universidad Central de Las Villas, 1958, p. 158.

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empobrecedores epistemológicamente.

El concepto de Dios en Vitier es congruente con su cosmovisión, en tanto

totalidad armónica que integra en sí al Universo en relación con el hombre. El hombre como

cosmos natural-cultural está integrado y participa del Universo –naturaleza- o macrocosmo.

Dios es esencia universal –sumo bien en la jerarquía platónica- que trasciende con su

esencialidad al Todo.74Matemáticas. Creo, en consecuencia, que el Bien tiene realidad general, y

pienso que la idea más profunda de Platón es haber situado el Sumo Bien en el plano jerárquico

más alto, como si fuera el generador de los seres." (Ibídem, pp. 157-158). El hombre como ser

esencial participa de él y con ello experimenta seguridad, responsabilidad y estabilidad. No se

trata del Dios antropomórfico, o como divinidad75 fuera del hombre, que manda, orienta y

castiga.

En la concepción de M. Vitier, las razones éticas y científico-filosóficas pesan con

fuerza por encima de otras. No sigue cauces religiosos abrumadores. Se atiene más al

cristianismo originario por el elan natural que imprime y la relación que establece entre Dios y el

Bien y otras categorías de naturaleza ética. "Dios. Por lo pronto –enfatiza Vitier- los teólogos

han elaborado una concepción difícil de desentrañar. Por mi parte pregunto ¿existe el misterio?

¿Hay algo, no meramente desconocido sino incognoscible? continúa interrogando el creyente y

filósofo -¿Sí? Eso es Dios. ¿Energía ciega? ¿Amor? ¿Ipsum esse? ¿Ens perfectissimum? No lo

sé. Esas frases describen. Yo no describo lo que no conozco, y respeto a quien me diga que lo

conocemos por revelación."76

Sus palabras se explican por sí solas. Es el filósofo, que sin intolerancia se atiene

74 "(...) experimento la seguridad de que el Universo es consistente, o dígase mejor quizá, armónico en cuanto a ninguna zona suya es juguete del azar. Me atrae aquella concepción de la necesidad que es nota de la filosofía de Spinoza. Creo que esta condición de congruencia a que acabo de referirme es garantía de que el espíritu opera por leyes de tanto rigor como las 75 "Divinidad" es la acepción teológica, es otra especie y al cabo se funda en la fe." (Ibídem, p. 179).

76 Ibídem, p. 178.

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más a lógica que a la fe dogmática, sin dejar de ser creyente y sin negar preceptos del

Cristianismo.77 "Creo firmemente que después y más allá de la última explicación posible está

Dios, pero aliviado de los atributos que lo abruman. Creo más: el hombre participa, de algún

modo, de lo divino, porque es inadmisible que se sitúe fuera del Todo. Eso, lo que sea el Todo,

alcanza al hombre. No hay desvinculación. Somos partícipes de la esencia infinita."78 La

relación del hombre con Dios, en M. Vitier está fundada filosóficamente, como el vínculo del

Todo con la parte o lo general (universal) con lo particular. Pero no es una relación externa, sino

interna, inmanente y consustancial a la esencia misma en sus diversas gradaciones y niveles.

Por eso "Cristo, por su pureza y elevación participa de la esencia de Dios y cada ser humano

refleja el misterio originario. Es cuestión de intensidad. Cristo es la figura más intensa de la

Historia. Un alto porcentaje de lo humano se mueve principalmente en lo extenso, y consiste en

ello. Pero en todos, eso sí, parpadea a ratos la lucecita buena y salvadora que es garantía de

unidad".79

La visión de Dios y su relación con el hombre tiene como pivote, en Vitier, su

concepción unitaria del ser. Un enfoque ético-filosófico, dominado por su siempre voluntad de

esencias dirigida al hombre y a su cosmos humano o espiritualidad. Universo y Cosmos humano

en su despliegue unitario esencial y trascendente se determinan en la totalidad y sus atributos

cualificadores. Pero su determinismo con visos teleológicos inherentes a lo que él llamó

fidelidad ontológica, no resta importancia al lugar del hombre y su actividad. El hombre como

sujeto consciente, con razón, sentimiento y voluntad es inmanente al programa filosófico,

pedagógico y cultural del Maestro cubano. Si bien, en su intelección "el hombre es un ser

sucesivo, es decir, no se actualiza una vez, sino que en lo individual y en lo histórico, despliega

77 "Lo que ha perturbado la idea de Dios es la persistencia de la concepción antropomórfica. Y se pretende saber mucho de Dios. Donde ha de ser uno más humilde, se muestra más informado y afirmativo. ¿Y la Trinidad? Me asombro de las afirmaciones. ¿Y Cristo, es divino? Eso es otra cosa. Creo que lo es, en el sentido de que su pureza y su elevación le permiten participar en alto grado de la naturaleza de Dios." (Ibídem, pp. 178-179).

78 Ibídem, p. 178.

79 Ibídem, p. 179.

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gradualmente sus propensiones",80 estas últimas sólo existen en potencia. Su conversión en acto

requieren de la acción y la voluntad del hombre.

7. "Vivir es creer": Valores y razón utópica

Vivir es creer, es una idea central en todo el discurso filosófico, científico y

pedagógico de M. Vitier. Hace función de núcleo cosmovisivo y metodológico en la totalidad de

la obra. Lo reitera constantemente y con expresa intencionalidad. Resume magistralmente su

programa filosófico-educativo y da cuenta de la razón utópica y la cultura de propósitos en que

se despliega. "Vivir es creer". Me refiero a credos laicos, -aclara el filósofo- sin perjuicio de

quien los tenga religiosos. Aludo a creer en aquellos valores éticos que han alcanzado

perennidad en la cultura. Soy de la raza de los que afirman la potencia del Bien en la Historia,

aunque estemos cercados y aturdidos por lo que San Pablo llamó la "potestad de las tinieblas".81

Esta definición, como es su estilo, no cierra. Se aproxima al objeto. Su tendencia ensayística y

su credo que los conceptos no agotan la riqueza de la realidad que determinan garantizan

apertura y riqueza al discurso. En esta primera aproximación destaca la dimensión ética, sin

reducirse a ello.

Vivir es creer, en M. Vitier, implica espiritualidad, voluntad de acción, libertad,

en fin, sentido cultural: "Vivir es creer, he escrito más de una vez, y hemos de agradecer al

filósofo argentino –se refiere a Romero- su sabia lección, que no viene a negar naturaleza al

hombre sino a explicar lo que positivamente muestra en su organización psíquica, en sus

creaciones culturales, en su afán valorativo, en el empeño dramático de su libertad, en el

resplandor, siempre renovado, de la dimensión racional en la Historia."82

Su sentido cultural, pleno de espiritualidad y razón utópica da concreción a un

corpus axiológico de gran valía para revelar la racionalidad del hombre y la historia en estrecha

80 Vitier, M. Valoraciones II. Universidad Central de Las Villas, 1960, p. 468.

81 Vitier, M. Valoraciones II. Universidad Central de Las Villas, 1961, p. 200.

82 Ibídem, p. 246.

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unidad con la naturaleza. Conocimiento y valor y ciencia y conciencia en su perenne

interpenetración, cualifican con infinitos matices su concepto: vivir es creer.

El hombre, como ser individual y sociohistórico cultural, se hace, proyecta y

afianza en la cultura a través de la actividad adecuada a fines y no existe adecuación a fines sin

las diversas creencias formadas históricamente y concretadas en la cultura. Es que el acto mismo

de creer es un hecho cultural fundante de la creación humana. El hombre en su devenir proyecta

lo por venir empujado por las necesidades que se traducen en intereses que expresan su ser

esencial en su afán de completarse y revelar lo que necesita y busca. Elabora objetivos y fines

que prefiguran idealmente lo que quiere para su realización efectiva, sobre la base de la creación

de medios y condiciones. El resultado final, debe coincidir con el proyecto elaborado para

realizar el fin y así satisfacer las necesidades que sirvieron de base al proceso mismo de la

actividad de su ser esencial. Es un proceso continuo de objetivación y subjetivación de la

actividad humana en la aprehensión de la realidad.

El hombre no puede vivir sin dogmas (no dogmatismo), ideales, utopías. Son

atributos de su misma existencia y de su revelación humana en la historia y la cultura. "La raíz

de la creencia –enseña M. Vitier- está ya en la región óntica de lo humano. Biológicamente

creemos como necesidad del existir. En el actuar histórico es indispensable creer, como resorte

de la voluntad. Lo mismo en las creaciones de la cultura. Para crear hay que creer. El

descreimiento disgrega las potencias personales. Recuérdese que cuando Don Quijote deja de

creer en su misión, decae su naturaleza. Sancho intenta vivificarlo, en vano. El héroe ya rindió

su ímpetu y sólo quiere volver a la aldea con abandono de todo cuanto había soñado y

emprendido. Era la cerrazón en las tinieblas del alma, en efecto regresa a su pueblo para

morir".83

Creer, en el espíritu de M. Vitier, es resistir, luchar, amar con pasión; en fin, crear

y vivir humanamente. Es la revelación misma de la conciencia en su afán aprehensivo del

Cosmos humano y del Universo para bien del hombre.84(Ibídem). Es el propio espíritu humano

83 Vitier, M. Kant, iniciación en su filosofía. Universidad Central de Las Villas, 1958, p. 188.

84 Según M. Vitier, Darío sintió la verdad salvadora del bien en estos versos: La virtud está en ser tranquilo y fuerte;

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que con bases en el ser se dirige al deber-ser para realizar la obra humana. Es camino dirigido a

lo grande y absoluto con ojos humanos y propósitos ennoblecedores. "Así, en el largo viaje, la

Filosofía pasa por vicisitudes de rectificación, de enriquecimiento doctrinal, de cambio de

método, de aproximación a las ciencias. El corpus general de sus especulaciones –enseña M.

Vitier, destacando el valor del vuelo cogitativo- es quizá el momento más serio de la cultura

humana. La actitud de quien busca la verdad ya lo sitúa en nivel superior. Se ennoblece por lo

que se propone, y no exclusivamente por lo que halla."85

Su presupuesto cosmomisivo-metodológico: Vivir es creer, actúa como elan

cogitativo de la filosofía humanista de M. Vitier y la axiología como su cause primario de

realización humana. Esto posibilita la unidad de sentimiento y razón en su discurso y las

especificidades de su método de búsqueda. Un método que discierne objetividad sin perder la

aprehensión subjetiva de la realidad y los cauces culturales para el mejoramiento humano.

El enfoque socio-cultural antropológico de numen ético, dando continuidad a la mejor

tradición del pensamiento cubano, es inteligible teórico y empíricamente registrable en la obra de

M. Vitier. Hay un constante afán captador de esencias que parte del hombre y su espiritualidad

hasta tematizarse en un fuerte sentido cultural.

Un sentido cultural que avala y sostiene la integralidad de sus credos y la fuerza

del espíritu en el devenir del hombre y la sociedad.

Su concepto de que "vivir es creer", reafirma su sentido cultural, pues las

creencias del hombre, sus apriori, supuestos, ideales y utopías encarnan en sí mismos el cuerpo

de la cultura y se expresan a través de ella y en las varias dimensiones del quehacer social y los

valores humanos. "Los valores -señala M.

Vitier- implican creencias que son el soporte de una civilización."86

en la llama interior todo se abrasa, se triunfa del rencor y de la muerte y hacia Belén la Caravana pasa. 85 Ibídem, p. 166.

86 Vitier, M. Estudios, Notas, Efigies Cubanas, Edit. Minerva, La Habana, 1944, p. 171.

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Por eso en su obra late constantemente la preocupación de la desintegración de las

creencias en los momentos de crisis. Ve con asombro cómo se imponen el individualismo, la

anarquía axiológica, y junto con ello la inseguridad y el escepticismo. "Asistimos,(...) a tres

formas de inestabilidad: la que examina la clásica hechura del Estado y propugna su cambio; la

que desconfía del intelecto y cede sitio a las potencias irracionales del ser, y la que socava y

afloja los valores."87 Para concluir con agudeza, que "quien no perciba las fuerzas de la

disolución(...) no advierte las notas distintivas de su tiempo".88

Se trata de un pensamiento de meridiana actualidad. Por supuesto, la realidad

cubana actual es otra. La Revolución dignificó al hombre con nuevos valores. Pero su mensaje

y preguntas tienen valor universal en tiempo de globalización y crisis de paradigmas. "¿Qué

valores vamos a sugerir en la escuela?" –interroga M. Vitier- ¿qué tipo de hombre queremos que

prevalezca?(...)"89 Propone dos fines esenciales: "En primer término, que perdure la

nacionalidad cuyo precio ha sido un siglo de esfuerzos y contiendas. En segundo, que aportemos

rendimiento útil a lo universal humano(...)"90

Llama con fuerza a la actual generación cubana a salvar la dignidad del hombre,

su espíritu creador y perfectible. Ve en los valores –y aquí la influencia de Martí está presente-

el sentido profundo de vivir, en tanto creencias que aseguran la integridad de la nación.

Hoy decimos también con Medardo Vitier, que salvar la cultura es salvar la

nación. Formar hombres sensibles, con ciencia y con conciencia, es garantizar nuestra identidad

nacional y humana.

II. M. VITIER Y LA FILOSOFIA EN CUBA

87 Ibídem, p. 175.

88 Ibídem.

89 Ibídem, p. 177.

90 Ibídem.

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Entre los pensadores de la primera mitad del siglo XX, Medardo Vitier ocupa un

lugar relevante. Hombre de vocación filosófico-pedagógica, posee una extensa obra en torno a la

filosofía, las ciencias, la pedagogía y la literatura. Pero sobresale por sobre todas las cosas como

filósofo. Su filosofía, el vuelo teórico-metodológico, el numen cosmovisivo y el ímpetu

axiológico penetra con fuerza todo su discurso, independientemente de la arista espiritual que

haga objeto de su reflexión. La historia de la filosofía encauza su oficio y misión.

1. La filosofía y su lugar en la cultura

Es característico en la obra de M. Vitier la connotación cultural de la filosofía.91

Forma parte de su propio método. En su concepción, la filosofía constituye una zona importante

de la cultura que no se reduce sólo a la dimensión gnoseológico-cognoscitiva. Integra en su

esencialidad conocimiento y valor y deviene como autoconciencia crítica epocal. "La

Filosofía -enseña M. Vitier- estudia las relaciones más generales del Universo y la vida. Su

propósito central no es dar soluciones concretas, de aplicación inmediata, como las que vemos en

las ciencias, sino más bien plantear las cuestiones fundamentales suscitadas por la materia y el

espíritu. Examina, en lo posible, las causas últimas, el sentido de la vida, la validez y los límites

del conocimiento, a la vez que enjuicia los valores (lado axiológico) reinantes en una época o

civilización".92

Se opone tanto al intelectualismo, por su reduccionismo gnoseológico del objeto

de la filosofía, como al voluntarismo por su irracionalismo biologicista. En su intelección, el

objeto de la filosofía compendia una triple dirección: "un aspecto metafísico -la concepción del

universo(...), un aspecto epistemológico, en que se examinan los postulados últimos del

conocimiento (Fichte lo denominó Doctrina de la Ciencia); y un aspecto axiológico, que incluye

91 "Los problemas filosóficos laten en las relaciones de la convivencia humana. No son creaciones artificiales sino realidades del espíritu(...); y los hechos dicen que de los presocráticos a Bergson o Dewey ha habido siempre continuidad, persistencia de los motivos filosóficos. Lo cual evidencia un interés humano constante en la historia de la cultura" (Vitier, M. Valoraciones II, Universidad Central de Las Villas, 1961, p. 9).

92 Ibídem.

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los llamados "valores".93 Lo común de estos tres dominios, según Vitier, es "la universalidad a

que conduce sus relaciones".94

Asume como especificidad propia de la filosofía, la universalidad de sus

relaciones en la aprehensión de la realidad y sus leyes y principios. Considera al Espiritualismo

como sistema bien maltrecho y lo diferencia de espiritualidad, en tanto "(...) una actitud

mental, una aspiración".95 Consecuente con su posición filosófica sobre el carácter unitario el

ser, desecha tanto el dualismo como el pluralismo. ¿Monismo o dualismo? -pregunta-. Me

inclino en lo radical de las cosas al criterio monista, lo cual no impide las zonas diversas del

ser(...). Creo en una sola fuente primigenia. ¿Dios? ¿Energía cósmica? "Quienquera que sea",

escribió Eurípides, que no era filósofo. A mi juicio no puede haber error en su atisbo.96

No cree que la filosofía, las especies filosóficas sólo existan en los tratados

propiamente filosóficos. Coincide con Cournot, que "la filosofía penetra los fundamentos de las

ciencias positivas, con exactitud crítica",97 sin sustituirlas. El numen filosófico cosmovisivo no

es dable solo en las obras de la materia.98 Se encuentra en la base de cualquier actitud mental

con vuelo cogitativo, con vocación aprehensiva de esencias o ímpetu de altura. Es imposible

negar status filosófico a revelaciones humanas colindantes con su naturaleza, o a disímiles

expresiones culturales de su ser esencial. A la hondura humana, no se llega sin aprehensiones

93 Ibídem, p. 11.

94 Ibídem.

95 Vitier, M. Kant, iniciación en su filosofía. Universidad Central de Las Villas, 1958, p. 177.

96 Ibídem.

97 Ibídem. p. 168.

98 "Suelo repetir a mis alumnos que la Filosofía no se halla exclusivamente en los escritos de los filósofos y en las Historias de las Materias, sino que debemos leer algo de los clásicos universales de la Literatura." (Ibídem).

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esenciales. Captar el cosmos humano o algunas de sus aristas, requiere de ejercicio

filosófico. De lo contrario, se corre el riesgo de quedarse en la superficie. "En las tragedias de

Shakespeare se pintan pasiones humanas y se refleja un sentido del mundo. En el Quijote -

continúa M. Vitier- hay una palpitación vital muy próxima a la fuente. Estos dos clásicos y

algunas novelas rusas contienen materiales antropológicos para lo que ahora llaman algunos

Teoría del Hombre." 99

Al mismo tiempo, con agudeza intelectiva desentraña particularidades en los

varios discursos. Es que "la filosofía no es exclusiva de los filósofos. Se habla en pasajes de

novelas, en poemas, en ensayos, en piezas teatrales. La diferencia está -enfatiza M. Vitier- en

que el arte no explica los contenidos filosóficos sino que los hace sentir. Hay poetas líricos

como Wordsworth, como Leopardi, como Darío, que tienen dimensión filosófica."100

Es muy importante el aserto de M. Vitier. La dimensión filosófica de una obra o

un escritor no debe deducirse, ni explicarse sobre la base de la sobriedad lógica de la exposición

y sus relaciones categoriales, sino por la esencialidad que expresa. Hay imágenes que en función

del contenido que expresan, su profundidad y relieve, denotan más fuerza filosófica que las

propias categorías. ¿Quién puede negar la dimensión filosófica del discurso martiano? Un

discurso sugerente, suscitador que conjuga conceptos e imágenes sin perder su espíritu

cogitativo, penetrador y revelador de esencias. Penetrar en la naturaleza humana en relación con

el mundo, descubrir múltiples mediaciones y abrir camino a nuevas esencias, preguntas y

reflexiones ya de por sí estatuye especies filosóficas.

Por eso, no es posible fragmentar los discursos y encerrarlos en sí mismos, al

margen de la naturaleza del tema que exponen. "También notamos -discierne M. Vitier- que en

ocasiones una característica en las ideas de tal o cual siglo se registra tanto en la Filosofía como

en la Literatura. Un caso: el creciente individualismo ateniense del siglo V, que se manifiesta en

la Sofística, penetra en las obras teatrales de Eurípides. Este episodio intelectual es tema del

filólogo, del historiador de la cultura y del de la Filosofía. Así otros hechos. Es que difícilmente

99 Ibídem.

100 Vitier M. Valoraciones II. Universidad Central de Las Villas, 1961, p. 428.

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hay estudio aislado." 101

Y es que la filosofía es parte inseparable de la cultura,102 y ésta "(...) riqueza de

relaciones entre las varias zonas del saber",103 que en su decursar histórico se interpenetran. Es

la cultura al mismo tiempo "(...) una norma o método de pensamiento, que nace en el seno

de determinada

investigación científica, y a poco, invade otros dominios y hasta penetra algo en la

mentalidad común".104

La comprensión de la interacción filosofía-cultura y la convicción de la primera

como autoconciencia de la segunda determinan en M. Vitier su sentido cultural como método en

la asunción de la realidad compleja del hombre y sus resultados. Posibilita al mismo tiempo

captar el papel activo de las ideas en los procesos sociales. "Dos veces ha intentado la filosofía

generar revoluciones -destaca M. Vitier- sin incluir el fracaso de Platón en Sicilia. Me refiero a la

revolución francesa y a la rusa de nuestro siglo(...). Quien estudió algo más que lo externo sabe

que uno y otro movimiento de crisis han tenido base filosófica. No es que las ideas, sin más, -

enfatiza el filósofo- originen revoluciones. Lo más determinante es la realidad social. Las

ideas, más o menos radicales, acuden a abreviar el camino y a revestir de doctrina el cambio."105

Sin embargo, reconoce la primacía de la realidad social, respecto a las ideas que le

101 Vitier, M. Kant iniciación en su filosofía. Universidad Central de Las Villas, 1958, p. 169.

102 "La Filosofía tiene su contexto en el resto de la cultura. Es un episodio de ella y no podemos aislarlo." (Vitier, M. Valoraciones II. Universidad Central de Las Villas, 1961, p. 428). 103 Ibídem, p. 175.

104 Vitier, M. Valoraciones II. Universidad Central de Las Villas, 1961, p. 121.

105 Vitier, M. Kant, iniciación en su filosofía. Universidad Central de Las Villas, 1958, p. 187.

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sirven de expresión. Parecería paradójico que un pensador que potencializa al máximo el lugar,

función y papel del espíritu, dé primacía a la realidad social. Simplemente, la búsqueda objetiva

de la verdad, en un intelectual

bien informado y sensible, imprime terrenalidad a sus concepciones teóricas.

Su amor apasionado por la filosofía no lo conduce a su hiperbolización. Conoce

sus limitaciones y grandezas. Sabe de su importancia, pero fiel a su misma naturaleza crítica, no

desecha la actitud de sospecha. "La Filosofía no es un registro de soluciones. ¿Hay alguna

definitiva en los problemas del ser, por ejemplo? Ni logra la Filosofía un consenso universal ni

se pueden incorporar sus temas a las ciencias particulares. Tenemos que aceptarla así, como es

"ondulante y diversa", en lo cual es fiel a su raíz humana. Las cuestiones metafísicas están ahí,

tan viejas como el pensamiento reflexivo. Son el testimonio más acabado de que a la

inteligencia le atrae lo impenetrable." 106

Fiel al sentido original de la filosofía, como amor por la sabiduría, conciencia

crítica, espíritu de búsqueda y pasión por la verdad, el bien y la belleza, el maestro Vitier

descubre un sinnúmero de mediaciones capitales. Siente admiración por los filósofos griegos,

particularmente Sócrates por su consagración a la verdad, al bien y a la virtud. En él, "toda la

Filosofía va en busca de seguridades para la inteligencia y para el amor. Sócrates habla desde el

cuadro firme de sus credos. Temprano los halló y se convirtió en misionero, con sacrificio y

todo, ante los amigos y discípulos desconcertados(...) Sócrates pensaba: Estamos en el mundo

para el conocimiento y para la virtud. La mayoría sólo entrevé estas verdades. A mí se me

revelan enteras. Yo tengo la misión de despertarlas en la conciencia".107

Consagración humana, compromiso social y cultura de propósitos ennoblecedores

exige M. Vitier al filósofo que desee ser un verdadero amante de la verdad y sujeto real de la

época que vive. De lo contrario, será un expectante más, huérfano de raíz humana y al margen

de la cultura y la historia. Exige y practica además la tolerancia como condición necesaria del

ejercicio de la crítica y el desarrollo de las ideas. No hiperboliza la filosofía en su aprehensión

práctico espiritual de la realidad, pues "(...) la vida es unitaria, no se escinde, y sus palpitaciones

106 Ibídem, p. 193.

107 Ibídem, p. 170.

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-curiosidad, ansias, enigmas, valores- caben por igual, como asunto en la construcción del

pensador que en las visiones del artista o en los atisbos del crítico literario".108

Una visión de esta naturaleza dimana de la intelección integradora de M. Vitier,

del numen cultural que permea su pensamiento y su método, y de su excelsa sensibilidad para

captar la relación filosofía-cultura y sus interpenetraciones.

2. La Filosofía y la Historia

El sentido histórico, más que un presupuesto de partida en la teoría y el método de

M. Vitier, es una vocación inmanente a su filosofía; es hilo conductor de su discurso y condición

imprescindible de su labor investigativa. No hace filosofía, ni expone sistemas y corrientes

filosóficas fuera de la historia. Ama la metafísica racional, admite los a priori, no desecha lo

teleológico, pero defiende con firmeza la determinación histórica. Parecería paradójico conciliar

tantas contradicciones con audacia y éxito, pero está en su obra y rindiendo frutos. Su absoluto:

la fidelidad ontológica y su paradigma cosmovisivo: vivir es creer, no olvidan la historia. Es

cauce y proceso de realización efectiva.

Filosofía e Historia en la obra de M. Vitier, se penetran recíprocamente. Hay un

ininterrumpido diálogo entre el presente y el pasado con miras hacia el futuro para ascender con

hondura. No concibe filosofía alguna desligada de la historia real y la vida. "Los temas de

la Filosofía -afirma- han ido de la vida a los libros antes de pasar de los libros a la vida."109

Independientemente de la relativa independencia de las ideas filosóficas, son hijas

de su tiempo histórico. Cada filósofo elabora sus ideas y sistemas filosóficos sobre la base de la

realidad que aporta su tiempo, el momento y las circunstancias en que tiene lugar. Por supuesto,

la propia filosofía, como toda forma espiritual de la cultura, posee sus leyes de funcionamiento,

contenidos afirmados en la historia y la cultura que continúa y supera constantemente. Pero esto

no elimina en modo alguno los vínculos y relaciones genéticas con la realidad que refleja o

expresa.

108 Vitier M. Las ideas en Cuba. Edit. Trópico, La Habana, 1938, p. 161.

109 Vitier, M. Valoraciones II. Universidad Central de Las Villas, 1961, p. 198.

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La historia, además de aportar los fundamentos terrenales y fácticos para la

ascensión a lo concreto, proporciona a la filosofía múltiples mediaciones y condicionamientos

para su actualización. No olvidemos que la ascensión lógica tiene sus límites, que la mediatez

requiere constantemente remitirse a la historia empírica para nutrirse de los hechos y así evitar

las especulaciones abstractas que conducen a caminos sin salidas. La filosofía deviene estéril si

se abstrae de su correlato histórico. Al igual que la historia se torna descriptiva y ficticia si no la

alumbra el pensamiento lógico.

Por eso Vitier critica con fuerza la carencia en los textos, "(...) de aspectos que

rebasen lo externo del relato. Dicho de otro modo: prevalecen la narración, el dato, la peripecia

política, lo ruidoso de la Historia del Mundo, y apenas la articulación de las grandes ideas, o

dígase del espíritu de las épocas, que es al cabo lo determinante y aclarador".110

En fin, aconseja, con fuerza de convicción, pensar históricamente y hacer historia

con elan cogitativo y arranque de altura.111 Simplemente "(...) se ha de pensar históricamente,

con lo cual significo que ha de estimar las realidades contemporáneas a una doble luz:

explicárselas como semejantes, en mucho, a las de otras épocas y, a la vez, notar lo que traen de

original. La contemplación de lo histórico no debe enfriar en el profesor su aliento de persona

que actúa en un ambiente concreto ¡Cuán difícil es librarse en esto de los dos extremos!"112

Pensar históricamente es discernir la realidad en su naturaleza sistémico-procesual y en

su dialéctica inmanente. Es dialogar con la viva realidad y sus acontecimientos pasados para

aprehender el futuro en sus esencias y ascender humanamente. Es "(...) ir mostrando la

articulación histórica sucesiva, en cuadros de épocas, movimientos y figuras. No se trata -

discierne M. Vitier- de la enumeración de los filósofos, sino de las líneas que sigue el

110 Vitier, M. Valoraciones II. Universidad Central de Las Villas, 1961, p.214.

111 Refiriéndose a la cultura filosófica, M. Vitier señaló: "ninguna otra rama de los estudios vincula tanto los hechos y las ideas" (Vitier, M. La filosofía en Cuba. Fondo de Cultura Económica, México, 1948, p. 25). 112 Vitier, M. Estudios, Notas, Efigies Cubanas, Edit. Minerva, La Habana, 1944, p. 176.

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pensamiento."113

Por eso Medardo Vitier deviene figura fundadora en la sistematización de la

Filosofía cubana. La posesión de un método -sociocultural antropológico- traduce más que un

estilo de pensamiento sistematizador, un sentido histórico-cultural de hondura insospechada.

3. Sistematización de la filosofía en Cuba

Entre los múltiples aportes de Medardo Vitier a la cultura nacional, la

sistematización de la filosofía cubana del siglo XIX y parte de la primera mitad del siglo XX,

resulta relevante. Sólo una contribución de esta naturaleza consagra a un pensador. Su obra

histórico-filosófica cubana -sin agotar todo su contenido-114 ha servido, sirve y servirá de fuente

imprescindible para todo estudioso en la materia.

Con la maestría y la profesionalidad que caracteriza al filósofo y al gran maestro,

Medardo Vitier, logra exponer la articulación histórica de la filosofía cubana y la caracterización

de sus figuras cimeras.115 Su profundo estudio de la filosofía cubana, pone de manifiesto gran

erudición en cuanto al dominio de las corrientes filosóficas europeas, sus excelsas figuras, así

como la influencia que ejercieron en nuestros fundadores. Da cuenta, además, de la

extraordinaria sensibilidad para penetrar en la lógica interna de pensadores y corrientes

113 Vitier, M. Valoraciones II. Universidad Central de Las Villas, 1961, p. 192.

114 "Durante muchos años he estudiado la vida intelectual de Cuba, y dentro de ella, especialmente la Filosofía. Pero esa dedicación supone otra: la de las disciplinas filosóficas en general. Para esto último, es decir, para el conocimiento de la Filosofía europea, apenas alcanza la vida si queremos saber un poco(...) De los estudios filosóficos en Cuba tampoco pretendo saberlo todo. (...) No he agotado la materia, pues cabe tratar con algún detenimiento a profesores como Francisco Ruiz y Bernado O'Gaván(...) Mi trabajo es de articulación histórica y de caracterización de figuras" (Vitier, M. La Filosofía en Cuba. Fondo de Cultura Económica, México, 1948, pp. 9 y 11).

115 Manfredo Kempff Mercado valorando la filosofía en Cuba, señala, "(...) en el campo de la investigación histórico-filosófica, Medardo Vitier ocupa el lugar más importante" (del propio autor, Historia de la Filosofía en Latinoanmérica, Edit. Zig-Zag, Stgo. de Chile, 1958, p. 197).

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filosóficas y determinar los propósitos culturales de sus programas. Revela además gran sentido

histórico-cultural (humano) para descubrir el cosmos subjetivo de las figuras que estudia.

Como historiador de la filosofía cubana M. Vitier funda una tradición con espíritu

creador en la historiografía de las ideas. Al sentido histórico-cultural con que enfoca las

doctrinas filosóficas y sus representantes, como maestro, se une su sentido didáctico. Pero un

sentido didáctico que en posesión de un ensayista no cierra el discurso. Es siempre suscitador y

pleno de aperturas y acceso: ni dogma ni intolerancia.

El modo didáctico-pedagógico del discurso de M. Vitier brilla por su presencia.

En su historia de la filosofía en Cuba, no sólo es observable por su profesión magisterial, sino

también porque las figuras que investiga fueron grandes maestros de la palabra y la acción y para

captar su espíritu, una vocación de maestro consagrado es imprescindible.

Medardo Vitier hace historia de la filosofía cubana, como filósofo que asido a la

lógica discierne la verdad, pero su búsqueda no se dirige al ser abstracto en tanto tal. Busca el

sentido de la vida en el despliegue del cosmos humano y su espiritualidad. Si bien se dirige a las

esencias, no pierde los detalles que en la generalidad de los asuntos humanos, también, son

esenciales.

Su tarea, como historiador de la filosofía, no la separa de su misión de hombre

que siente la nación y los dramas humanos de su país como los suyos propios.

Por eso, su exigencia de totalidad en el análisis, inherente a su cosmovisión,

tematiza en su discurso la unidad consumada de

sentimiento y razón y ciencia y conciencia, común en los fundadores de la filosofía

cubana.

No le preocupan las innovaciones ni ser innovador. Sabe que todo lo genuino,

afincado en fuertes raíces y con ímpetu ecuménico aporta cosas nuevas o hace contribuciones de

"(...) singular animación".116 Está convencido que lo más importante es decir algo, enseñar,

transmitir la rica filosofía cubana en todas sus concreciones y mediaciones.117 Filosofía que

116 Ibídem, p. 11.

117

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participa "(...) en una cultura que movilizó al hombre todo, esto es, sus apetencias intelectivas, su

voluntad de ser y perdurar, su naturaleza histórica".118 Lo más importante según Vitier es que

"Cuba elaboró, con ideas europeas, una cultura penetrada de urgencias nacionales".119

Y esa cultura propia, emancipadora en todos los sentidos, le otorga autenticidad,

originalidad y creación a la filosofía y las diversas manifestaciones del espíritu cubano. No

olvidar que el sentido electivo de la filosofía cubana -y M. Vitier lo asume con creación- arranca

de raíz con elan ecuménico. No desecha la herencia universal y sus valores, pero los articula a

las necesidades, intereses y fines del proceso formacional de la nación. Con ello, sedimenta

una cultura nacional, alumbrada por una filosofía de la emancipación que se integra al acervo

espiritual de los hombres que producirán el cambio y las transformaciones estructurales de la

nación para reafirmar nuestra propia identidad.120

Al mismo tiempo, como serio investigador, en Medardo Vitier, la objetividad en

el análisis de doctrinas y figuras, constituye una exigencia de rigor. Su extensa información de la

filosofía europea, unido a su cultura filosófica y general, son factores sustanciales para no

"Enseñar, comentar lo conocido, ya es mucho. Eso, a lo menos, se hizo en nuestro siglo XIX y poco antes. ¿Novedades? Con reservas apunto algunas. "No dijo nada nuevo, he oído opinar más de una vez, después de una buena disertación, y he sentido ganas de preguntar: ¿se sabe Ud. ya todo lo viejo? Y de agregar: y si se lo sabe, hay otros que lo ignoran" (Ibídem).

118 Ibídem, p. 22.

119 Ibídem, p. 20.

120 Expone en sistema los diversos factores que preparan la conformación de la nacionalidad y la nación. Toda una tradición precursora en la Filosofía, la Literatura, las Ciencias, etc. "Tal es el conjunto de instancias en el curso de una centuria. Esas agencias de alteración comunican densidad a una época. Entre ellas, funciona la filosofía, más distante de lo real en apariencia. Agréguese la acción de los combatientes, desde los conatos y fracasos hasta la realización final, y se tendrá la imagen del siglo(...) De la poesía lírica fluyen cantos civiles: Heredia, Luaces, Milanés... La emoción de la patria, ya velada, palpitante, colora los temas de la ansiedad cubana(...), la visión de Cuba alcanza grandiosidad(...) No hay elementos disgregados en el coro de fuerzas que configuran nuestro siglo XIX. Todas concurren a completar el perfil de la nación." (Ibídem, p. 21)

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otorgarle como méritos a pensadores nuestros, concepciones e ideas, asumidas de otros. Está

consciente que tal proceder, además de mostrar ignorancia y poca erudición, más que exaltar a

una figura, la empobrece121 con algo que no le pertenece y que lo asimiló conscientemente de

otro, sobre la base de que el conocimiento cuando se integra al

corpus universal de la cultura, deviene patrimonio de la humanidad.

Naturalmente el Maestro Vitier no cae en extremos. Reconoce y argumenta con

fuerza las coincidencias creadoras, las anticipaciones y aportaciones de nuestros filósofos. Busca

las influencias de figuras y corrientes, pero no se reduce a ello. Con gran poder de

discernimiento y valorando los marcos históricos epocales de la realidad cubana y otros

condicionamientos y determinaciones internos y externos, valora el devenir de las ideas en sus

comportamientos concretos. Como buen conocedor de la filosofía y su historia, sabe que la

ubicación de las influencias no resulta fácil, pues se trata de relaciones espirituales muy

complejas. "Dilúyense a veces o se ejercen parcialmente, no en la totalidad de una doctrina.

Creo que hay que ser prudente al indicarlas."122

Es necesario señalar otra arista del quehacer histórico-filosófico de Medardo

Vitier, que se inserta de modo coherente a su teoría y método. Me refiero a su sentido totalizador

y a la exigencia de la multilateralidad en la investigación. Está convencido que los análisis de

fenómenos aislados malogran la comprensión de la nación en su totalidad y por consiguiente se

hace imposible el descubrimiento en su esencialidad sistémico-procesual. "Ni el mero relato de

los sucesos en lo político y social, ni la sola enumeración de las obras literarias, juzgadas y todo,

bastan para configurar la hechura general de la nación. La economía, las costumbres, la vida

doméstica han de tratarse también. Y todavía no se completa el cuadro. Es necesario destacar

los movimientos de ideas, los credos imperantes, la lucha por las innovaciones, la convivencia (o

121 Parecería trivial esta observación, pero el lector coincidirá comigo, de las atribuciones inmerecidas que a veces oímos o leemos por desconocimiento del autor. Por eso, el reclamo del estudio de la Historia de la Filosofía para la formación humana, se reitera constantemente. 122 Vitier, M. Las ideas en Cuba. Editorial Trópico, La Habana, 1938, p. 227.

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la pugna) de dos o más modos de sentir la vida, en cada período de tiempo."123

3.1 Tradición: continuidad y ruptura

Al sentido histórico-cultural inmanente al método de M. Vitier, le es

consustancial una particular concepción de la tradición. Pensar el presente para preludiar el

futuro, a partir de un pasado emergente, por haberse insertado a la cultura, cualifica toda la labor

docente investigativa de M. Vitier. "No puede haber filosofía, sin raíces en el pasado",124

asevera M. Vitier, pero no todo pasado, deviene tradición. Tal status se adquiere cuando el

pasado trasciende la cultura, se inserta en ella y se convierte en parte esencial del imaginario

social y el espíritu del pueblo.

Valora en toda su magnitud la importancia de la tradición, entendida como parte

del ser esencial. Nicolás Heredia dijo -escribe Vitier- que los pueblos sin tradición, son

"las colectividades anónimas de la Historia". De la tradición derivó

Martí gran parte de su fuerza apostólica y de su seguridad en el destino de Cuba.125

Es que la tradición opera y funciona como memoria histórica, que vincula en sí

misma, conocimiento, valor y praxis. En su devenir histórico traduce razón y sentimiento para

tematizarse en fuerza material y espiritual. Es cultura viva, voluntad de espíritu e ímpetu de

arranque y elevación ideológicas.

La tradición potencializa al pensamiento y la acción y comunica al ser presente

con el deber-ser. Es fuente nutricia de la razón utópica y base proteica para la conversión de los

ideales en realidad efectiva.

La tradición, en tanto expresión cultural y sustancia histórica acumulada, se

transmite a través de diversos cauces histórico-culturales: filosófico, político-ideológico,

científico, ético, estético, jurídico, literario, etc., y a distintos niveles, es decir, desde la

123 Vitier, M. La Filosofía en Cuba. Fondo de Cultura Económica, México, 1948, p. 33. 124 Vitier, M. Las ideas en Cuba. Editorial Trópico, La Habana, 1938, p. 160. 125 Vitier, M. Valoraciones I, Universidad Central de Las Villas, 1960, p. 246.

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conciencia cotidiana y psicológica, que incluye mitos, leyendas y relatos del imaginario social

oral o escrito, hasta la conciencia científica e ideológica sistematizadas. Todo esto, además de

imprimir complejidad a la tradición, le otorga inusitada riqueza y fuerza histórico-cultural. Pero

"¿qué es la tradición?" -pregunta M. Vitier, sin intentar hacer definiciones completas que tanto

rehúye por ineficaces y preferir más las caracterizaciones. "Por lo pronto, muchos la entienden

mal. No es compromiso total con el pasado para repetir y perpetuar los criterios de antaño.

Amar la tradición no implica adherirse sistemáticamente a las normas de períodos que tuvieron

sus problemas, muy diferentes de los nuestros. Significa sentir la continuidad de las altas

aspiraciones humanas y reconocer que ya antes que nosotros hubo quienes se preocuparon por

elevar la condición del país. Significa sentirnos ligados en el tiempo y en el propósito a una obra

de salvación nacional, aunque con medios distintos, y significa, en fin, un tributo moral a la

virtud de los antepasados.126

Un concepto caracterizador de su sentido histórico-cultural aporta M. Vitier. En

él, la tradición y su asunción, implica continuidad y ruptura, afirmación y negación.127 No es

adhesión total y acrítica, es superación de lo viejo por lo nuevo, sobre sus propias bases, pero en

circunstancias y tiempo que exigen renovación y creación para dar continuidad exitosa al devenir

social. "Sabía -refiere a la asimilación martiana de la tradición- que no empezaba con él la

prédica de la dignidad humana entre nosotros sino que se remontaba, cuando menos, a los días

del Padre José Agustín Caballero y sabía más: buscó en los orígenes de la América española las

formas de la buena y la mala tradición, que temprano se dieron juntas(...) Además evoca al

Padre Caballero, "padre de los pobres y de nuestra filosofía", a Varela, que reformó, a

Luz, que "arrebata(...) De modo que se familiarizó con el hermoso movimiento de la primera

mitad del Siglo XIX en Cuba (...)".128

126 Ibídem. 127 "Tradición no es compromiso con lo pasado, sino raíz y sentido de continuidad histórica, es decir, conciencia de lo que hemos sido, voluntad de perdurar" (Vitier, M. La Filosofía en Cuba. Fondo de Cultura Económica México, 1948, p. 55-56). 128 Ibídem, p. 246-247.

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Esta rica tradición -filosófica, que es nuestro objeto, sin excluir, por supuesto las

otras- constituyó un baluarte de pensamiento para las sucesivas generaciones, incluyendo a

Martí, "que(...) realizó una revolución consciente, porque se apoyaba en los antecedentes de la

mejor tradición cubana(...) El, a su vez, se ha convertido en tradición, la alta, la pura, la perenne,

porque a más de los episodios de mera temporalidad, contiene la lección escrita capaz de

vivificar virtudes dormidas. Y contiene más: la vida misma del hombre, su sentido de la

ciudadanía y de la misión humana en el mundo".129

Este modo de asumir la tradición, en su complejidad estructural y en sus varias

mediaciones, en posesión de un historiador de la filosofía y pedagogo, resulta extraordinario y

valioso. Su idea, su concepto, de tan importante problema de la cultura, penetrado de sentido

dialéctico, constituye una condición necesaria para la sistematización de la filosofía cubana en

beneficio de la nación. El estaba consciente -sin ser un hombre predominantemente de acción

política- de la importancia del problema asumido y de la responsabilidad contraída: "El porvenir

decidirá si fuimos o no capaces de aplicar, siquiera en parte, la herencia cuantiosa a las

necesidades del país."130

En fin, el conocimiento profundo de M. Vitier, sobre las relaciones y

penetraciones recíprocas entre la filosofía, la historia y la cultura y el papel de la tradición,

constituye un elemento sustancial para la sistematización de la filosofía cubana que con tanto

acierto realizó, y cuya vigencia en los albores del siglo XXI nadie discute. Vigencia no sólo por

la erudición que expresa, por la profundidad de los contenidos y la vasta y rica información que

aporta, sino además porque los principios teóricos-metodológicos que le sirven de premisa, aún

hoy pueden emplearse para someter a crítica a corrientes filosóficas que en pos de la muerte del

racionalismo, el fin de la historia y el presentismo epistemológico, nihilistamente se enfrentan a

toda racionalidad humana. En ellos, causalidad, fundamento, sujeto, emancipación, son simples

metarrelatos, carentes de autenticidad. Ante tal cruzada irracionalista postmoderna, la obra

histórico-filosófica de M. Vitier, tiene mucho que decir,131 al igual que contra la

129 Ibídem, p. 248.

130 Ibídem, p. 248.

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globalización neoliberal que mercantiliza al hombre y la cultura e impone modelos

preestablecidos al margen del ser esencial de los pueblos.

La obra histórico-filosófica de Medardo Vitier, y el discurso en que se despliega,

parte de las raíces y con espíritu ecuménico, está penetrado por un humanismo sin fronteras que

potencializa por sobre todas las cosas al hombre en búsqueda perenne del bien, la belleza y la

verdad. ¿Que hay utopía? Por supuesto que sí: ¿Qué pensamiento, con arranque de altura y

cultura noble de propósitos no lo permea la razón utópica? Y más aún cuando se trata de hacer

historia de una filosofía, cuyos fundadores se caracterizaron por la grandeza de espíritu y la

construcción de grandes sueños como bandera emancipatoria.

Por supuesto, Medardo Vitier no agotó el quehacer filosófico cubano ni resolvió

todos los problemas emergentes, ni planteó de modo absoluto todas las preguntas requeridas. El

estaba consciente de las carencias y con espíritu científico admitía esas discrepancias y críticas,

siempre y cuando fueran bien fundamentadas y se ejercieran con el respeto que debe caracterizar

la buena crítica. Conocía muy bien también, que "la Filosofía no es un registro de soluciones"132

y siguiendo la enseñanza de Varona, que "el edificio de la verdad ha de levantarse sobre los

escombros de muchos sistemas".133

Es indudable, que la historia de la filosofía cubana de Medardo Vitier, es al

mismo tiempo una historia de la emancipación espiritual de nuestra nación, permeada de cauces

prácticos, en su trabajo de articulación histórica de las ideas y de caracterización de figuras en

los marcos de la cultura cubana del siglo XIX.

Mucho tendría que enseñar M. Vitier a la antigua colaboradora de G. Lukacs, cuando expresa diáfanamente su presentismo nihilista: "(...) ahora se sabe que ni es posible transformar ciertas cosas, ni hay prisas ni ganas de sacrificarse por llegar al mañana. Ahora se quiere una vida cómoda y vivible. Es hora de abandonar los trascendentalismos, las ideas que quieran modificar las formas sociales humanas y las que quieran imponer sistemas y nociones" (A. Heller, en Letra Internacional, No. 21-22, Primavera- Verano de 1991, p. 48) 132 Vitier, M. Kant, iniciación en su filosofía. Universidad Central de Las Villas, 1958, p. 193. 133 Ibídem.

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3.2 La Filosofía Escolástica

Es imposible revelar el proceso de origen y desarrollo del espíritu cubano al

margen del fuerte pensamiento que alumbró el camino hacia la emancipación de la Filosofía

Escolástica, pues "nuestros orígenes filosóficos consisten en esfuerzos por rebasar aquel

sistema".134 Sistema, cuyo corpus filosófico dogmático,135 traído por la dominación española

a la colonia, imperó durante varios siglos.

Según Vitier, el escolaticismo alcanza su máxima expresión en el siglo XIII, con

el tomismo y se renueva en el XIV con Ockam y la disputa de los Universales, hasta reducirse a

una dialéctica de sutilezas. Con Francisco de Vitoria y otros, en el siglo XVI alcanza gran

relieve en España.

Desde el punto de vista filosófico, el problema más importante tiene lugar con la

lucha entre el realismo y el nominalismo: "¿Existen los géneros, como entidades reales, aparte de

los individuos?" Unos sostenían que sólo hay individuos y que el género, la idea del hombre, de

árbol, por ejemplo, eran meros nombres. Esta doctrina es la llamada Nominalismo. Otros -

prosigue M. Vitier- se aferraban a las ideas de clase, cuya raíz está en los arquetipos de Platón, y

134 Vitier, M. La Filosofía en Cuba. Fondo de Cultura Económica, México, 1948, p. 33. 135 "Escolásticos se llamó a los que enseñaban las Artes liberales, Gramática, Retórica y Dialéctica, que formaban el trivium; y Aritmética, Geometría, Música y Astronomía, componentes del quadrivium. También se aplicó el nombre a los maestros de Teología en las escuelas de las Catedrales y claustros. La acepción fue ampliándose hasta comprender en el concepto de Escolástica todas las actividades intelectuales de las escuelas de la Edad Media. Restringiendo el alcance, el Escolasticismo era la filosofía de la sociedad cristiana, con mucho de pensamiento social, corporativo, en que los individuos (cosa propia en los siglos medios) no se independizaban gran cosa de la comunidad. Platón y Aristóteles costituían una tradición adaptada, asimilada por la filosofía de la iglesia. Por otra parte la Patrística y los Concilios aportaban un cuerpo de ideas tradicionales. Todo esto desembocó en la Escolástica, con preeminencia de la Teología, pues la filosofía se le subordinaba(...) Aprovecharon mucho el aspecto formal del pensamiento griego. El método deductivo, el sistema, la forma silogística de argumentación eran pautas escolásticas." (Ibídem, p. 34).

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afirmaban que, aparte de los individuos concretos, preexiste la idea. Esta posición constituye el

Realismo. En efecto, sostiene que los géneros poseen realidad.136

En los albores del Renacimiento el nominalismo avanza con fuerza y despunta

como tendencia hacia el empirismo moderno.

Un segundo problema filosófico capital de la Escolástica lo constituye el dualismo de

forma y materia. "El ser consiste en que la materia, mera "potencia", se actualiza a virtud de la

forma(...) En lo humano, el alma, que es "imago Dei" constituye la forma del cuerpo. Pero

complicaban el asunto, al tratar de la naturaleza de los ángeles. ¿Existen sin materia? ¿Son

"formas" puras? Sostuviéronse ambos criterios.

De más contenido fue la disputa sobre el primado psíquico, o sea acerca de si es el

intelecto o es la voluntad lo predominante en Dios y en el hombre. Santo Tomás sostuvo en la

Suma Teológica el primado del intelecto; Duns Scoto, el de la voluntad. Este dividió las

órdenes religiosas. Con alguna excepción, los dominicos siguieron el "tomismo", los

franciscanos el "escotismo".137

La Filosofía Escolástica con todos sus efectos contrarios a la Modernidad y al

conocimiento científico se impone en América. Los programas de las Universidades fundadas, a

partir del siglo XVI, están impregnados de rancio sabor escolástico. La Universidad de La

Habana, surgida en pleno siglo XVIII, sigue el modelo de la de Santo Domingo y su enseñanza

es una copia de la escolástica española. "El Seminario de San Carlos naturalmente enseñaba

también filosofía escolástica. Se explica que tuviera mucho que "barrer" el Padre Varela, según

la valiente frase del Obispo Espada".138

La cultura colonial hispanoamericana, tal y como demuestra M. Vitier, en su

primera recepción, asume -o mejor dicho, le imponen- la escolástica de la metrópoli, que

supedita todo el mundo espiritual, incluyendo la filosofía a la Teología, a sus dogmas y a la

unidad de la fe. No existe ambiente espiritual independiente, ni interesa la ciencia. El

136 Ibídem, p. 37.

137 Vitier, M. Valoraciones II, Universidad Central de Las Villas, 1961, p. 20.

138 Ibídem p. 21.

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oscurantismo estatista cunde por todas partes con status oficial.

Resultan interesantes los análisis de Medardo Vitier en torno a las condiciones

que van preparando la radicalización filosófica y la ruptura con el dogmatismo escolástico en

Cuba. Fija su atención en el Seminario de San Carlos, institución fundada en 1689 y gobernada

por la Compañía de Jesús, sin lograr relieve destacado. Pero en 1769, dos años posteriores a la

expulsión de los jesuitas, el Obispo Echavarría redacta los Estatutos del Seminario. En ellos, 40

años antes de la reforma que hace Varela ya se observan ideas penetradas por el espíritu liberal

renovador para la enseñanza. M. Vitier cita el artículo 8vo. de la sección de los Estatutos, para

mostrar la orientación Agustiana, sin desechar, por supuesto la filosofía oficial del tomismo: "En

las materias de gracia y predestinación, no sacará un pie ni un punto de la doctrina de San

Agustín y su fidelísimo discípulo Santo Tomás." Nótese -agrega Vitier- que se indica como

norma en primer lugar a San Agustín. Como que la iglesia ha sido preferentemente "tomista" del

siglo XIII acá, se agrega: "y de su fidelísimo discípulo Santo Tomás. Lo cual es muy discutible,

pues(...) los "escotistas"(...) sostuvieron larga controversia teológica con los "tomistas" y los

escotistas eran agustinianos en Teología."139

En otros artículos el Maestro Vitier muestra la presencia de empeños

modernizadores, tales como cercenar de las súmulas y la lógica lo que embarazan la dialéctica;

que la Metafísica prescinda de las cuestiones inútiles del ente -entiéndase Ontología- que era

inmanente del corpus filosófico escolástico. En esta, nota la presencia Agustiana que

históricamente ha proporcionado fundamentos para la disidencia teológica de izquierda. Por

supuesto, la iglesia asume como suyo al representante de la Partrística. Pero inconscientemente,

por la propia naturaleza de sus ideas, sugiere audacias que no se encuentran en Santo Tomás: "El

primado de la voluntad lo defiende San Agustín. El del intelecto, Santo Tomás.140 Pues bien,

por ahí cabalmente, por esa supremacía de lo volitivo y de lo emocional en el individuo, se abren

los cauces de la herejía, tal como la Iglesia lo concibe. Por los caminos de la voluntad y del

sentimiento se va a la disidencia. La iglesia lo sabe y se atiene a Santo Tomás, en cuanto a

139 Ibídem, pp. 23-24.

140 Ver las diferencias que establece M. Vitier entre San Agustín y Santo Tomás (Ibídem, p. 25).

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cuerpo de doctrina.

Los escolásticos agustinianos son "voluntaristas". Son los "escotistas" de los

siglos XIII y XIV. La corriente agustiniana se dejó sentir a pesar de la ortodoxia del teólogo del

siglo V. El cartesianismo -filosofía renovadora del siglo XVII- tiene afinidad con el

pensamiento de San Agustín. El "cogito ergo sum", recuerda la doctrina de la "certeza interior"

del autor de

la Ciudad de Dios. El Jansenismo, no acogida por la Iglesia, era agustiniano.141

En fin, M. Vitier, nota la acentuada influencia del Obispo de Hipona en la

radicalización del pensamiento filosófico que realizaron Varela y Espada. Radicalización que no

empieza por la Univesidad, sumida en la ortodoxia absoluta escolástica, sino por el Seminario de

San Carlos: Reformas "no eréticas(...) pero sí sospechosas para la Iglesia"142 pues transforma el

método, cambia el idioma y la doctrina, al desechar el Latín e introducir en la enseñanza a

Descartes, Condillac y otros, así como enseñar nuevas materias: Física y Química. Al mismo

tiempo, fiel a sus creencias no niega la Teología, pero separa con propia independencia el objeto

de la Filosofía.

Por supuesto que estos cambios no sólo responden a exigencias del espíritu e

influencias suprestructurales. La realidad de la colonia encuentra asidero en las mentes

sensibles de los fundadores, cuyos programas se dirigen a la modernidad y a la ciencia que le es

inherente.

Desde el punto de vista filosófico y pedagógico la exposición de los fundamentos

de la Filosofía Escolástica por M. Vitier, arroja luz, para comprender los inicios de la filosofía

cubana. De modo conciso y sintético muestra sus características esenciales y las vías de acceso

que abren nuestros fundadores sobre sus ruinas, para marchar a la modernidad. Proceso lento,

complejo y contradictorio que tendrá al Padre José Agustín Caballero, como iniciador de las

reformas en la enseñanza de la filosofía.

141 Ibídem, p. 26.

142 Ibídem.

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3.3 José A. Caballero y la filosofía en Cuba

Contrariamente a otros países de América -México, América Central y el Perú-

cuando se inicia el proceso colonizador español, en Cuba no existe un desarrollo de la cultura

que propicie un pensamiento prefilosófico. Los españoles traen la filosofía que propagan las

órdenes religiosas con la enseñanza del Escolasticismo.

España introdujo en América su ideario político, social y filosófico. Durante

siglos mantuvo una actitud hostil al Renacimiento y la Reforma en defensa del mantenimiento de

la Edad Media.

Las ciencias, siguiendo el modelo de la metrópoli, poseen un estado de absoluto

atraso y la filosofía sometida a la autoridad de Aristóteles, mediante el escolasticismo tomista.

Esta Filosofía, devino, en la esfera de las ideas, el poder colonial dominante,

caracterizándose por:

. Subordinación total de la Filosofía a la Teología.

. Las ciencias se someten a las tesis de las Sagradas Escrituras y de la Iglesia, careciendo

completamente de la demostración y la experimentación necesarias.

. Las teorías e ideas emanadas de la autoridad divina o eclesiástica se consideraban

inapelables.

. Método silogístico, cuya función era demostrar las verdades reveladas.

. Adhesión de un aristotelismo deformado por el tomismo.143

La Filosofía tiene la función de ser autoconciencia del estado real de explotación

de la colonia por la Metrópoli.

Sólo en las postrimerías del siglo XVIII la enseñanza de la Filosofía traspasa los

muros de los conventos, fundándose la Universidad de la Habana y los Seminarios de San Carlos

y San Basilio.

La política del Despotismo Ilustrado del rey Carlos III (1759-1788) favorece el

desarrollo de la cultura de la colonia, a través de:

143 Ver Monal I. Breve bosquejo de la filosofía en Cuba. En Lecturas de filosofía. Universidad de la Habana, p. 111.

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. Designación de mejores gobernadores y funcionarios para las colonias.

. Supresión de monopolios comerciales y disminución de impuestos.

. Establecimiento de nuevas instituciones para la administración pública y el fomento de

la agricultura, el comercio y la ilustración.144

En la última década del siglo XVIII las condiciones externas e internas benefician

a Cuba. Se inicia el gobierno de Luis de las Casas, con un numeroso grupo de

colaboradores que contribuirán al desarrollo del país. Baste mencionar entre los primeros a

Arango y Parreño, Tomás Romay, Peñalver y el Padre José A. Caballero. Aparecen nuevas

instituciones públicas con ímpetu renovador:

. Seminario de San Carlos (1773).

. Se funda el papel periódico de La Habana (1790).

. La Sociedad Económica de Amigos del País (1793).

. Fundación del Consulado de Agricultura y Comercio (1795).

Este período condujo, por supuesto, a un auge en la economía, que encuentra su

reflejo en la vida espiritual y el cosmos humano.

Desde la primera mitad del siglo XVIII empieza a formarse una clase de criollos

ricos (terratenientes y hacendados) con una determinada personalidad en la vida nacional, que a

mediados de siglo devendrá contradicción metrópoli-colonia.

Esta nueva clase en proceso de desarrollo presenta nuevas exigencias congruentes

con sus necesidades e intereses. Reclama medidas económicas, políticas y sociales en

correspondencia con los nuevos tiempos.

Estas nuevas perspectivas se reflejan en el campo de las ideas y la filosofía, con

acento particular. Entre 1760 y 1790 aparecen ya los antecedentes que vislumbran el espíritu de

renovación: ley de reforma de los Estatutos Universitarios, la solicitud de creación de cátedras de

estudios científicos en la Universidad de La Habana. También se imponen con fuerza las

gestiones del Obispo Echavarría a favor de la reforma de los reglamentos del Seminario de San

Carlos.145 En ese proyecto el prelado llegó a proponer a los profesores con gran audacia y

144 Portuondo, F. Historia de Cuba. Edit. Pueblo y Educación, La Habana, 1965. p. 213.

145 Ver de Vitier, M. Valoraciones II, Universidad Central de Las Villas, 1961, p. 23.

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valentía que no se adhirieran a un solo texto, sino que antes bien, se procurara tomar de cada

autor lo mejor.146 Se inicia una nueva apertura y acceso a elegir, algo inusitado en la realidad de

la época.

Precisamente de 1790 hasta los primeros años del siglo XIX se consolida el

proceso de formación de la nueva clase de ricos terratenientes y hacendados cubanos y con ello

el devenir de la nacionalidad cubana. Según Sergio Aguirre "... fue a fines del siglo XVIII y

principios del XIX cuando se hizo patente la formación cultural, con rasgos propios de la

población criolla, y su propósito de expresar sentimientos y aspiraciones que no eran comunes a

los españoles".147 Estos nuevos sentimientos y aspiraciones encuentran expresión concreta en

Arango y Parreño, Romay y el Padre Caballero, mediante todo un sistema de reformas. La

mirada hacia la Modernidad se hace realidad. Las necesidades económicas, sociopolíticas y en

general, culturales de los criollos ricos se ponen al orden del día. La renovación filosófica

deviene expresión ideológico-cultural de sus intereses clasistas.

146 Ver Monal, I. obra citada. p. 113.

147 Aguirre, S. Lecciones de Historia de Cuba. Primer Cuaderno. Edit. Comisión Nal. EIR, La Habana, 1961, p. 24.

Factores internos y externos se convierten en mediaciones centrales. La actitud

intransigente de España, la Revolución francesa, la revolución de Haití, entre otros

acontecimientos marcan pautas y abren camino al pensamiento.

En criterios de la Dra. Isabel Monal "(...) en Cuba el pensamiento filosófico de

este movimiento renovador se caracterizó por las siguientes manifestaciones:

a) Reforma de los planes de estudio e incorporación a los mismos de nuevas materias

científicas.

b) Desplazamiento del interés filosófico de lo religioso a lo filosófico propiamente dicho,

sin abandonar, no obstante, totalmente al primero.

c) Introducción de la filosofía moderna, ya fuera mediante los libros de algunos de sus

expositores españoles (Feijóo, Tosca) y latinoamericano (el reformista Benito Díaz de Gamarra)

o del contacto más directo con los textos de sus creadores originales (Bacon, Locke, Descartes).

d) Influencia decisiva de Descartes..., por el apoyo que brindaban sus ideas en la

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oposición del principio de la razón frente al precepto escolástico de obediencia y acatamiento de

la autoridad.

e) Mantenimiento, a pesar de las disidencias, de una parte considerable de la temática

escolástica y de la actitud de respeto teológico. Tampoco se pretendía por otra parte, liquidar

completamente la influencia del pensamiento aristotélico, sino, más bien, devolverle la

intención originaria de su creador.1

Estos rasgos, que en profunda síntesis, aporta Isabel Monal, sirven de

antecedentes o inician la renovación filosófica, que toma cuerpo en la obra del Padre José A.

Caballero (1762-1825).2 Inicia de modo sistemático la lucha contra el escolasticismo. Introduce

a Descartes y a Locke, traduce a Condillac y se dirige a Port Royal. Según H. Travieso,

"formado Caballero en el Seminario y en la Universidad de San Jerónimo, su inquietud

intelectual lo lleva más allá de los textos antonomásicos de Goudín, Cayet, Bregia. Otros autores

como "Francisco Jacquier3 y Juan Bautista Díaz de Gamarra4, renovadores en cierto sentido

dentro del ambiente de rancio escolasticismo, le señalan en sus tiempos de estudiante nuevas

perspectivas en la cambiante cultura. Se inicia en Descartes y Leibniz, en Newton y la Física de

su tiempo. Los enciclopedistas, y a caso muy principalmente la Revolución francesa, no pasan

inadvertidos a su fina perspicacia de hombre estudioso. No le son ajenos ni los empiristas

ingleses ni sus consecuentes inmediatos, los sensualistas franceses. Mucho habría de

impresionarlo Condillac, cuando asume por orden de la Real Sociedad Económica, la traducción

1 Monal, I. Obra citada, p. 114.

2 Ver la excelente investigación, devenida Tesis doctoral y premiada recientemente por la Academia de Ciencias de Cuba, de la Dra. Rita Buch: "José A. Caballero, iniciador de la Reforma Filosófica en Cuba", La Habana, 1999 (inédita).

3 Filósofo y matemático francés (1711-1788), fraile en la Orden de San Francisco de Paula.

4 Juan B. Díaz de Gamarra (México, 1745-1783). Se doctoró en la Universidad de Pisa, reformador de su país dentro del ambiente escolástico.

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de las Lecciones preliminares del curso de estudio".5

Para Mestre, la Filosofía Electiva, primera obra filosófica, según criterios

autorizados, "constituye la primera con propensiones filosóficas renovadoras, pero (...) dista

mucho de hallarse desimpresionada del dogma de Aristóteles, si bien muestra gran desprecio por

las frívolas disputas escolásticas, adhiriéndose al atinado parecer de Melchor Cano".6 En fin, se

nota un alejamiento de la Metafísica Escolástica (Ontología) pero continúa asido a la Lógica,

cuya estructura fundamental aprehende y aplica.

Como antecedente de tránsito, en Caballero, considera José M. Mestre "(...) la

penetración de lo moderno es, pues, moderada y se amalgama con lo tradicional..."7 pero abre

cauces para las modificaciones más profundas que producirán Varela y Luz.8

Esta actitud crítico-analítica que reconoce los gérmenes de la reforma filosófica

en Caballero, pero que no lo hiperboliza y confunde con la reforma completa, está presente en la

aguda visión de Medardo Vitier. No comparte la tesis del profesor Agramonte, según la cual, "si

con el Discurso del Método entra la filosofía europea en la Edad Moderna, con la Philosophia

electiva y la actitud filosófica del presbítero José Agustín Caballero se incorpora nuestro

pensamiento filosófico al pensamiento moderno occidental",9 pues la considero carente de "base

suficiente" cuando se lee el texto de la Filosofía Electiva. No niega de modo absoluto "la

actitud" reformadora del Padre Caballero, pues probablemente no declaró lo que pensaba en las

condiciones existentes. Acepta, M. Vitier, por entenderla más justa, la idea de Mestre, que lo

5 Hernández, Travieso, A. Varela y la Reforma Filosófica en Cuba. Jesús Montero, Editor, La Habana, 1942. p. 37.

6 Mestre, José M. De la filosofía en La Habana, Dirección de Cultura, La Habana, 1952, p. 30.

7 Mestre, José M. obra citada, pp. 30-31.

8 Ver Monal, I. obra citada, p. 115.

9 Citado por M. Vitier en La Filosofía en Cuba. Edición citada, pp. 51-52.

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concibió como "el primero entre nosotros que tiene propensiones reformadoras".10 Valora en su

justo lugar e importancia su desacuerdo y oposición a la Escolástica, las influencias cartesianas,

las influencias de Feijóo, Jacquier, Gamarra, su negativa a que la Filosofía se supedite a la

autoridad, el papel que otorga a la enseñanza experimental, etcétera. Pero al mismo tiempo "(...)

sigue en mucho a los escolásticos".11

Con certera intelección revela el carácter transicional del pensamiento del Padre

Caballero y ahonda en sus causas. Un hombre que con fina sensibilidad capta el espíritu de los

tiempos nuevos, pero al mismo tiempo, hay una formación y una herencia que pesan y norman su

quehacer. Vitier comprende cabalmente que todo hombre está inserto a su cultura, y responde a

ella. Las negaciones humanas son un proceso y se conforman paulatinamente y no siempre se

producen como totalidad. Existen las transiciones como modos de desarrollo y como simiente de

cambio. "El P. Caballero -escribe Vitier- representa bien el tipo de mentalidad fronteriza. Sus

criterios de pensador tienen altibajos. Los estudios eclesiásticos -que en él no fueron

superficiales- le dieron una visión del mundo y de la vida, difícil de conciliar con el espíritu de la

Filosofía Moderna. Su información filosófica, por otra parte, y la lucidez de su intelecto,

conducíanle a difundir nociones de la hora, así en el método como en la doctrina. Lo que no

hallamos en su Philosophia electiva es congruencia de conjunto".12

Las incongruencias -y M. Vitier las fundamenta sólidamente- dimanan de la

propia concepción del mundo del Padre Caballero. En él lo nuevo, los aires renovadores de la

cultura dieciochesca europea, encontraban recepción a medias, en tanto "(...) necesario eslabón

entre el escolasticismo y las nuevas ideas, sin romper definitivamente con la tradición, cuyo

lenguaje aún emplea en su texto".13

10 Ibídem, p. 52.

11 Ibídem.

12 Ibídem, p. 53.

13 Hernández Travieso, A. Varela y la Reforma Filosófica en Cuba. Jesús Montero, Editor, La Habana, 1942, p. 37.

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Naturalmente, esto no resta valor a la figura de Caballero, entre las grandes

personalidades fundadoras de la cultura cubana, que rebasaba las propias exigencias de su

cosmovisión. Su proyecto de reforma docente, presentado en la recién creada Sociedad

Económica de Amigos del País (1793), si bien no se aplica con inmediatez, refleja las urgencias

nacionales: creación de las cátedras universitarias de Química, Anatomía, Matemáticas. Somete

a crítica la esterilidad de las disputas escolásticas, es partidario de la libertad de la enseñanza. En

fin, el proyecto "(...) significa ya una preocupación cubana",14 con fuertes cauces hacia la

modernidad que a veces rehuye, pero siente sus destellos.

En su pensamiento político también hizo mucho. Su preocupación cubana y su

sensibilidad humana lo dirigen a la teoría del Estado. Se inspira en el derecho público inglés y

elabora un proyecto constitucional. "Fue el proyecto referido -enfatiza M. Vitier- nuestra

primera evidencia teórica de personalidad como agregado social. Su autor, bien informado de las

corrientes universales del derecho político, advirtió, dentro de la integridad española (que no se

proponía quebrantar), las deficiencias y torpezas de la gobernación ultramarina. El pensamiento

político nuestro tiene su punto de partida en aquel extenso, razonado, previsor escrito del Padre

Caballero"15

Es indudable, el relevante lugar del Padre Caballero, que lo estatuye entre los

fundadores de la cultura cubana, así como la importancia del trabajo de M. Vitier, en su sintética

revelación para presentarnos al filósofo cubano en su totalidad, matices y condicionamientos,

pero ante todo, reafirmando en él, "el sentido de la continuidad intelectual y ética",16 es decir,

como viva tradición con ansia de porvenir superador y fuente nutriente de nuevas aprehensiones

culturales.

3.4 Félix Varela y la radicalización de la filosofía en Cuba

14 Ibídem, p. 55.

15 Ibídem, p. 57.

16 Ibídem, p. 59.

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En la obra de Medardo Vitier, la figura de Félix Varela deviene paradigma

filosófico cubano y espíritu superior de la conciencia cubana. Es su estilo conciso, exacto y

siempre en despliegue ensayístico ideatorio, expone en síntesis los momentos cimeros del grande

cubano que "nos enseñó en pensar". No intenta M. Vitier, agotar tan rico pensamiento y vasta

obra17 sino fijar las ideas esenciales que lo cualifican como reformador radical y conciencia

crítica cubana.

Gran parte de sus estudios varelianos, sin perder el énfasis ensayístico, sugerente

y abierto, se torna didáctico, en correspondencia con su función docente. Eran lecciones

preparadas para sus estudiantes que seguían una lógica hilación y al mismo tiempo expuestos con

la asequibilidad requerida.18 Como siempre, el historiador de la filosofía se confundía con el

maestro, con el oficio magisterial. Característica muy propia de la tradición filosófica cubana.

Sin soslayar la exégesis biográfica, las influencias y otras mediaciones el trabajo

de M. Vitier, se dirige al descubrimiento de los momentos esenciales de la labor filosófica del

Padre Varela, reflejada en su extensa obra.19 Destaca con fuerza el papel de Varela, a partir de

17 Entre los trabajos recientes más profundos y sugerentes sobre Félix Varela se destacan, de Monal I.- "Tres filósofos del centenario", en Revista de la Universidad de La Habana, No. 192. La Habana, octubre-diciembre de 1968 y "Cuatro intentos interpretativos", en Cuadernos de Ciencias Sociales, Edit. Pueblo y Educación, La Habana, 1974; de Torres-Cuevas, E. Félix Varela, los orígenes de la ciencia y con-ciencia cubanas. Edit. de C. Sociales, La Habana, 1995, y de Miranda Francisco, O. Félix Varela, su pensamiento político y su época. Edit. de C. Sociales, La Habana, 1984. En estas obras los estudios varelianos han encontrado sustanciales desarrollos en cuanto a revelación, desentrañamiento e integralidad cultural. 18 Ver de Vitier, M. Valoraciones II. Universidad Central de Las Villas, 1961, pp. 26-28.

19 "Publicó varios elencos para sus cursos: años de 1812, 1813, 1814, 1816. Algunas de sus proposiciones definen bien el alcance de los cambios que introducía el profesor, según consignaremos. Instituciones de Filosofía ecléctica (1812-1814). Apareció en cuatro tomos. El tercero, de 1813, lo escribe en castellano. Los dos primeros todavía en latín. Una lección preliminar del curso de 1818. En este mismo año las Lecciones de Filosofía y los Apuntes filosóficos. La Miscelánea filosófica, en 1819. Las cartas a Elpidio, de algún contenido filosófico, datan de 1835 y 1838. En los Estados Unidos publicó el artículo Letter of an Italian(...) Trata de las doctrinas de Lamennais. Apareció en The Catholic Expositor, en julio de 1842. En el mismo periódico publicó el ensayo sobre Kant (1841)." (Vitier, M. La Filosofía en Cuba. Fondo de Cultura Económica,

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sus cursos de 1811 en el Seminario de San Carlos, con el apoyo del Obispo de Espada, y dando

continuidad al movimiento alterador del Padre Caballero. "En el de 1813 -refiere al elenco- nos

impresiona una de las proposiciones más resueltas del P. Varela: "La autoridad de los Santos

Padres en cuestiones filosóficas es la misma que la de los filósofos que ellos seguían". Con ésta

y otras aserciones quedaría pronto secularizada la Filosofía, a virtud del positivo deslinde que

efectuaba el reformador(...) En el elenco de 1816 -continúa M. Vitier- hay proposiciones(...) que

revelan madurez mental en el joven profesor y la orientación firme de su enseñanza. Baste

transcribir las siguientes: "La autoridad es el principio de una veneración irracional, que atrasa

las ciencias, ocultando mucho su ignorancia bajo el frívolo pretexto de seguir a los sabios(...)

Arremete contra el latín(...) El método escolástico queda enjuiciado en estos términos: "Las

disputas en forma escolástica, según el orden en que las vemos practicar, no traen utilidad, y las

ciencias no deben nada a tantos siglos de ergos como han puesto nuestros doctores".20

El historiador de la filosofía, sin perder los detalles, capta los núcleos principales

que concentra el radicalismo reformador de Félix Varela y su acceso a la Modernidad.21 Muestra

como la enseñanza vareliana se adelanta con creces y en tiempo a movimientos y corrientes que

tardarían su ejecutoria en países de América. "En Argentina, Juan Crisóstomo Lafinur, Manuel

Agüero y Diego Alcorta introducían en la primera mitad del siglo pasado -destaca M. Vitier-

corrientes similares a las que animaron la reforma de Varela. Pero obsérvese -recalca- que aquel

episodio de la cultura argentina ocurre de 1819 a 1842. Así que allá comenzaba cuando en

México, 1948, pp. 62-63.

20 Ibídem pp. 63-64.

21 "La Reforma del Padre Varela(...) ¿En qué consistió? -pregunta Vitier-. Abarca cuatro puntos: Cambia el método. A tenor de la Escolástica, el razonamiento era "silogístico", con la rigidez que eso supone. Varela desechó esa vía. Cambia el idioma. Poco a poco introduce el español en la cátedra y escribe sus textos en nuestro idioma. El latín lo va relegando a ejercicios. Cambia la doctrina, al dar a conocer a Descartes y a Condillac. Implanta la enseñanza de nuevas materias: Física y Química. Todo esto implica que el contenido escolástico de la Filosofía era reemplazado por doctrinas modernas." (Vitier, M. Valoraciones II. Universidad Central de Las Villas, 1961, pp. 26-27).

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Cuba explicaba Varela sus últimas lecciones."22 Valora con pronunciado énfasis la naturaleza

radical de las reformas varelianas, pues no sólo innovan, sino combaten con fuertes armas

mentales, pues "(...) el momento era de demolición para echar nuevos cimientos".23

Caracteriza con acuciante certeza la cogitación expositiva de Varela, apegado

creadoramente aún a las normas de su tiempo, en cuanto a escritura, influencias, orden lógico y

espíritu persuasivo de sus explicaciones. A diferencia de Luz, prima la enseñanza rectora,

lógica, por sobre el vuelo de las concepciones. Su metodología filosófica brilla por sus pautas

lógicas y excelsas reflexiones. La originalidad de su discurso es perceptible, y revelador el estilo

propio.

El cauce siempre filosófico de su discurso y reflexiones no aparece deslindado del

espíritu de las ciencias. Todo lo contrario, según M. Vitier, "(...) gran papel juega en la

mentalidad de Varela su hechura científica(...) En sus hábitos mentales determinaron mucho las

ciencias particulares..."24

Hace hincapié, además, que Varela no sólo radicaliza la enseñanza de la filosofía,

"(...) lleva a cabo una verdadera revolución... con sus cursos y sus libros"25 que afecta no solo a

la colonia, sino también al régimen que la oprime; lo cual lo sitúa "como iniciador y fundador en

el alba de nuestros esfuerzos"26 "Breve, pero de resonancia en las minorías avanzadas, fue la

influencia de aquella Cátedra -refiere a la de Constitución en el propio Seminario- ocupada poco

después por D. José Antonio Saco(...) Había sido electo para la legislatura de 1822"27

22 Vitier, M. La filosofía en Cuba. Edición cit. p. 66.

23 Ibídem, p. 65.

24 Ibídem, p. 67.

25 Ibídem, p. 62.

26 Ibídem.

27 Ibídem, p. 61.

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responsabilidad que no pudo cumplir, pero desde los Estados Unidos "(...) siguió de cerca la

suerte política de Cuba, escribió, continuó fiel a sus ideas",28 como primer representante del

independentismo y precursor de su ideario político, cuyas "(...) innovaciones trazaron un camino

que continuó abierto y transitado durante todo el siglo"29 y como tradición renovada sigue

alumbrando el presente de la cultura y la nación cubanas.

En el proceso de formación de la nacionalidad cubana el pensamiento de Félix

Varela deviene síntesis integradora de una producción espiritual que se sabe autoconciencia

reflexiva de lo cubano y busca cauces efectivos de realización, sin escatimar esfuerzos y

sacrificios. "El verdadero biógrafo de Varela -escribe Manuel Bisbé- ha de ser el que

comprenda ese espíritu heroico que animaba su vida y sepa llevarlo a las páginas que escriba.

Heroísmo del hombre de pensamiento. Heroísmo de batirse en desigual batalla contra los

errores, prejuicios y pasiones de su época. Heroísmo de una vida de santo que ganó la victoria,

no aislándose del mundo, sino participando en la arena caldeada de todas las luchas de su

tiempo... No es solamente el filósofo

-continúa Bisbé- que libera un reducto más del escolasticismo medieval en América y

pone a la juventud de su país en el camino de la verdadera filosofía. Es algo más. Es el primer

propagandista de la independencia de Cuba; es el patriota".30

No es posible acceder con éxito a la filosofía de Varela sin conocer los móviles

ideopolíticos que encauzan su pensamiento en general y el núcleo ético en particular. El

humanismo vareliano comprometido con el drama del hombre y con los destinos de la patria,

fundado en presupuestos ético-morales, urga en su cosmovisión, y en su método para acercarlos

más a la realidad inmediata.

La orientación pedagógica dirige su actuación intelectual y práctica. Quiere

formar hombres de ciencia y con conciencia, hombres útiles a la patria y aptos para dar

28 Ibídem, p. 62.

29 Vitier, M. Valoraciones II. Universidad Central de Las Villas, 1961, p. 28.

30 Manuel Bisbé: Ideario y conducta cívicos del Padre Varela. En Cuaderno de Historia Habanera 27, Municipio de La Habana, 1945, pp. 29-30.

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respuesta a las exigencias de los tiempos nuevos. En función de estas necesidades continúa la

obra iniciada por sus antecesores, particularmente la de su maestro, el Padre José Agustín

Caballero. Como hombre de extraordinaria sensibilidad y a partir de la existencia de nuevas

condiciones, el padre Varela realiza una obra fundadora que inserta la realidad cubana a la

modernidad. Pero una inserción sustentada en las raíces, es decir, en función de resolver los

problemas científicos que exigía la Cuba de la primera mitad de siglo XIX. "Es verdad -

escribe Saco- que allá no habrá sabios como en otros países; pero también lo es, que la doctrina

que entonces se enseñaba en el Colegio San Carlos, era la misma que en las naciones más

adelantadas de Europa. Y no se crea, que tan brillante progreso empezase en la época

mencionada, ni que tampoco a mí se debiese. Débese sí, a la gran revolución literaria, que desde

1812 hizo el venerable sacerdote, el esclarecido cubano Don Félix Varela, de quien tuve yo

primero el honor de ser discípulo, y después el de sucederlo en la cátedra."31 Revolución literaria

que puede sintetizarse en la introducción y divulgación creadoras de doctrinas y métodos

científicos de la modernidad europea y su revelación y adaptación a las condiciones de Cuba, en

manos de un maestro que hace del método analítico-experimental, la duda metódica y la fuerza

de la razón, un medio imprescindible del conocimiento verdadero de la realidad.

Varela fue un hombre de su tiempo histórico y devino fundador de la cultura

cubana. No apareció por generación espontánea. Asumió una época con sensibilidad y creación.

Recepcionó una cultura, se nutrió de sus fuentes y fijó lo que consideró esencial. Su apego a lo

nuestro, con vocación ecuménica le abrió caminos y le sirvió de brújula orientadora contra la

escolástica.

En filosofía, como en las múltiples aristas de su pensamiento, hizo época, creando

un sistema filosófico, teóricamente elaborado y con coherencia lógica.

Como en todo pensador, en su pensamiento filosófico hay continuidad y ruptura,

conjuntamente con su evolución ideológica. Antes de Lecciones de Filosofía (1818) y

Miscelánea filosófica (1819), si bien estamos en presencia del Maestro creador, culto, erudito y

de gran sensibilidad y sentido pedagógico y audacia profesional, aún muestra en cuestiones

esenciales dependencia intelectual de su maestro y otras fuentes. A partir de Lecciones de

31 José A. Saco. Papeles sobre Cuba. T.1. Edit. del Ministerio Educación, La Habana, 1960, p. 21.

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Filosofía, denota radicalización y madurez de su pensamiento. Se abre paso un discurso crítico

suscitador de meditaciones y nuevas aprehensiones en problemas capitales de naturaleza

particularmente epistemológica. Se opone con fuerza convincente a los métodos escolásticos

que desvirtúan el proceso real del conocimiento y asfixian el intelecto con cadenas de silogismos

estériles e infecundos. Ya desde "Instituciones de filosofía ecléctica" (1812), separa el saber del

creer y establece límites. "En resumen, -escribe Varela- estos son los únicos medios de adquirir

la verdad: la fe para las cosas divinas, y la razón y la experiencia para las humanas."32 Defiende

con sólidos fundamentos el sensualismo y se opone al innatismo y al apriorismo. Sencillamente,

para el presbítero, "los objetos que nos rodean producen diversas sensaciones..."33, existen fuera

de nosotros y poseen una existencia verdadera. De ahí que el conocimiento verdadero tiene su

fuente en la naturaleza. Atribuye un papel fundamental a los procesos lógicos del análisis y la

síntesis, en tanto momentos necesarios de aprehensión de la realidad. Por supuesto, en la

gnoseología vareliana hay influencias, resonancias y hasta señales de las fuentes europeas, sin

embargo, el gran Maestro, en su actividad pedagógica, enseña con originalidad y creación. Su

optimismo gnoseológico, mediado por su espíritu humanista lo conduce a reconocer la utilidad

de la razón y la posibilidad de revelar la esencia de la naturaleza.

El sabe y lo demuestra que la captación de la verdad no se agota en lo

sensorialmente percibido. Existe en él una orientación senso-racionalista que lo aleja, tanto del

empirismo unilateral, como del racionalismo apriorista.

Hay en la producción intelectual de Varela un pensamiento profundo que cualifica

una filosofía auténtica enraizada en la existencia cubana. Una filosofía de la emancipación que

no se reduce al contenido de las obras propiamente filosóficas y a su carácter universal abstracto.

En toda la obra del Presbítero vive con fuerza una filosofía de la libertad en beneficio del

hombre. Una filosofía crítica con perenne vocación electiva que no teme asumir los cauces

enriquecedores de la cultura universal para continuar siendo autoconciencia de su ser

esencial. Una filosofía, que por hacer centro suyo al hombre en relación con la naturaleza y la

32 F. Varela: Instituciones de filosofía ecléctica. Edit. de la Universidad de La Habana, La Habana, 1952, p. 62.

33 F. Varela. Lecciones de Filosofía T.I. Edit. de la Universidad de La Habana, La Habana, p. 23.

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sociedad, está permeada de sentido cultural y por tanto, humano. Una filosofía que sustentada en

el bien común de su país, deviene política emancipadora, y su portador, precursor del

independentismo cubano. Por todo esto, y por mucho más, la filosofía vareliana encontró real

concreción en la gesta del 68 y en la obra martiana.34

Varela funda una tradición que nutrirá el subsiguiente pensamiento cubano. Una

filosofía crítica de proyección electivista, capaz de incorporar orgánicamente a su tronco, todo lo

valioso que la cultura universal aporta, sin menoscabar su propia identidad.

3.5. Los González del Valle y la filosofía en Cuba

Un breve capítulo dedica M. Vitier a los hermanos González del Valle, en La

Filosofía en Cuba,35 consciente que su obra, su pensamiento y acción, no es comparable con los

fundadores de la filosofía cubana del siglo XIX. "Se mueven en esferas más modesta. Fueron

profesores distinguidos. Interesan hoy porque contribuyeron a aquella animación de ideas, vital

episodio de la cultura cubana en la primera mitad del siglo XIX."36

Resulta interesante su abordaje, más que por sus contribuciones, para poder

comparar los dos escenarios en que se enseña y divulga la filosofía en Cuba. La Universidad y el

Colegio Seminario de San Carlos. Dos direcciones en relación de antítesis. "El aliento moderno

lo infundió el Seminario. La Universidad demora sus pasos. Todavía Varona, en 1879, enjuició

con fuerte censura su enseñanza en el escrito "La Metafísica en la Universidad de la Habana".37

Los hermanos González del Valle, si bien no se pueden ubicar en el plano

ideológico total del Escolasticismo, de la mala Escolástica, como dice M. Vitier, no se integraron

34 Ver Vitier, C. Ese Sol del mundo moral. Ediciones Unión. UNEAC, La Habana, 1990, pp. 13-24.

35 Vitier, M. La Filosofía en Cuba. Fondo de Cultura Económica, México, 1948, pp. 68-79.

36 Ibídem, p. 68.

37 Ibídem.

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al movimiento renovador exigido por los nuevos tiempos.

Ejercen su magisterio en la Universidad de La Habana y con ligeros matices

reproducen el Escolasticismo. La vida de José Zacarías (1820-1851) fue efímera, no así la de

Manuel González del Valle, que nació en 1802 y ya en 1824, se recibe como doctor en Filosofía

y en Leyes y obtiene por oposición la Cátedra de Texto Aristotélico en la Real y Pontificia

Universidad. Enseña, como interno, la de Prima de Leyes (1823-1825) y la de moral (1840-

1842). Al quedar secularizada la Universidad en 1842, "(...) D. Manuel fue desde esa fecha hasta

1856 decano de la Facultad de Filosofía. Después a instancias del Capitán General D. José de la

Concha, ocupó varios puestos en el Gobierno. Era hombre activo, diligente, de espíritu público

desenvuelto. Fue Regidor del Ayuntamiento, Consejero de Administración, miembro de la

Sociedad Económica(...) Escribió versos, entre ellos la oda a la muerte del Obispo Espada,

ocurrida en 1832".38

Hay en Manuel González del Valle una gran influencia de Víctor Cousin,

particularmente en sus lecciones de Psicología. Su trabajo en la cátedra universitaria se resume y

sintetiza en sus Apuntes de Lógica.

Vitier revela el sesgo metafísico de su discurso. Para ello, transcribe un

fragmento de sus Apuntes: "El espíritu humano, con ocasión de lo relativo y particular que

percibe, tiene la intención, a priori, de lo absoluto y de lo universal",39 al mismo tiempo, "(...)

que el espíritu tiene la intuición, a posteriori, de las leyes generales del mundo material".40

Observa M. Vitier -penetrando en la filosofía de Manuel González del Valle- que

este condena "el respeto ciego a la autoridad en materia de Filosofía"41 y se detiene en las

especies medievales de Realismo y Nominalismo(...) Trata de los métodos, pero no con criterio

de aplicación a la pesquisa científica, que hallaremos después en José Manuel Mestre, y que

38 Ibídem, p. 69.

39 Ibídem.

40 Ibídem.

41 Ibídem.

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alabó Varona".42

M. Vitier, apoyándose en los elencos de Manuel González del Valle, en síntesis,

expone el corpus fundamental de su filosofía43 sin destacar ideas relevantes o reflexiones

originales. Las tesis desarrolladas en el elenco de 1839, siguen la misma tendencia. "La

conciencia es el testimonio puntual que nos acompaña de cuanto sucede en nosotros y es

inseparable del yo."

Este yo idéntico y uno, y distinto de sus efectos variables, se apercibe en la

continuidad de su propia actividad, que es para él la continuidad de su existencia. "Las horas en

que está despierto el hombre se diferencia de las del sueño, por el más o menos imperio de la

voluntad, según la teoría de M. de Birán."44

Se observa con claridad -y M. Vitier deja constancia-, cómo el filósofo acentúa la

función volitiva como esencial al yo, a la personalidad. Muchas tesis, el Maestro Vitier las

caracteriza como "ideas gruesas, de vieja tradición",45 incluida la añeja distinción entre

cualidades primarias y secundarias,46 hecha desde Demócrito. Las primeras referidas a las que

existen objetivamente en las cosas y las segundas, las que dependen del sonsorio individual.

En algunas tesis sobre la perfección moral del hombre, M. Vitier, nota resonancia

vareliana. El elenco de 1841 lo dedica principalmente a materias de Psicología y de Moral.

"Criterio dualista, espiritualismo religioso, adhesión a la escritura de libre albedrío, corriente

racionalista, teoría de las facultades. Y, por supuesto, arrastre de especies filosóficas como la del

innatismo y la de las cualidades primarias y secundarias(...) Admite en Ética principios

42 Ibídem, p. 70.

43 Ibídem, pp. 70-73.

44 Ibídem, p. 70.

45 Ibídem, p. 71.

46 Resulta interesante la historia de tal distinción hecha por M. Vitier (Ibídem, pp. 71-72).

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absolutos. Ni valores morales a posteriori, ni relativismo, gobiernan su credo."47 Somete a

estudio su elenco de 1842 y su tratadito -así lo llama M. Vitier- de Moral. No encuentra nada

novedoso o ideas con sustantivo vuelo a partir de las fuentes y autoridades que asume. Sin

embargo, de la exposición de la filosofía de Manuel González del Valle, M. Vitier, lo plasma con

claridad, como historiador de la filosofía, que domina su ciencia con profesionalidad: "La

importancia real de este profesor y de todo cuanto de él reseño, a más de tal o cual criterio

interesante, consiste en mostrar un eslabón de la tradición filosófica en Cuba. No es que aporte

doctrinas ni que maneje las ajenas con el aire superior de otros pensadores, sino que su labor

docente forma parte de la continuidad cultural del país en la línea de la Filosofía."48

Lección inteligente y siempre oportuna nos aporta M. Vitier: objetividad en el

análisis, visión histórica y sentido cultural no pueden faltar. De lo contrario, la superficialidad,

el simplismo y el subjetivismo imperan como ley en detrimento de la intelección real de la

tradición histórico-cultural y los procesos sociales.

Con relación a José Zacarías González del Valle, la reflexión justa y crítica de M.

Vitier, también está presente. No se trata tampoco de una figura relevante49 en la filosofía, pero

debe tenerse en cuenta. Antes de los 20 años de edad, en 1839, escribe un extenso artículo que

reseña la filosofía en Cuba. Le cabe el mérito de ser el primero que examina la Philosophia

electiva del Padre Caballero. "Hasta hace poco era la apreciación de José Zacarías casi la única

guía en el estudio de aquel precursor de innovaciones."50

Especialista en el estagirita, explica en la Universidad Texto aristotélico. En su

elenco, M. Vitier nota la familiarización del joven filósofo con la obra de Aristóteles y destaca

la redacción clara y concisa, así como la modesta pretensión del joven profesor. Transcribe un

47 Ibídem, p. 73.

48 Ibídem.

49 "También se dedicó a las letras, sin que sus obritas hayan resistido el tiempo" (Ibídem. p. 74).

50 Ibídem.

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extenso fragmento del elenco de 1838, más que por intrínseco valor por "la nota del ambiente

cultural de la época" y porque indica la mentalidad de un mozo de 19 años". "Dios, el hombre, la

naturaleza, he ahí los objetos de la inteligencia-,51 cuanto puede abarcar en sus mayores

esfuerzos. Estos tres términos se suponen mutuamente y para nosotros no existe el uno sin los

otros dos. No nos conocemos, no nos distinguimos sino cuando se nos opone la naturaleza

exterior, el no yo que resiste; pero como el hombre es un agente limitado por las cosas de afuera,

cosas que por su parte reconocen un límite en el hombre, por cuanto él las modifica y hace

obedecer, de ahí el otro término, esto es, la causa infinita que no sufre cotos ni tasa, y es la razón

postrera de nuestra vida y la del mundo. En el concepto, pues, de que la Filosofía aspira a

conocer las cosas por sus causas más altas, per altiores causas, es forzoso que determine el objeto

de sus investigaciones, y definiendo antes el punto de partida, designe el extremo en que ha de

colocarse el non plus ultra de nuestras facultades y de la ciencia."52

Seguidamente M. Vitier discierne momentos esenciales y carencias en el

tratamiento de Aristóteles por parte del joven profesor habanero.

En otro artículo, dedicado a la Filosofía, además de presentar el estado de esta

disciplina, en los primeros tiempos de la Universidad, "subraya la ventaja que llevaba en

Filosofía el Colegio Seminario de San Carlos, pues debía enseñar -reseña Vitier- según los

estatutos, sin jurar en opiniones de nadie y hacer secta de tal o cual doctrina, sino conforme a los

nuevos experimentos y a las nuevas luces. Ahí estaba -observa José Zacarías- el germen de

independencia filosófica que brotó fecundo gracias a la enseñanza del P. Varela".53

No obstante eso, después de aludir a la reforma de Varela, no reflexiona en torno

a su contenido. "La omisión -según Vitier- es notoria, aun dentro de la brevedad del escrito, pues

hacía unos veinte años que Varela había reorientado los estudios filosóficos en el Colegio

Seminario. Precisamente terminaba el reformador su obra cuando vino al mundo José

51 No se ha seguido la ortografía del texto. R.P.

52 Ibídem, p. 75.

53 Ibídem, p. 77.

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Zacarías."54

Respecto al estudio de José Zacarías de la Philosophia electiva del P. Caballero,

M. Vitier acota, que al analizar el origen de las ideas y el silogismo, no parece estar de acuerdo

con la crítica que hace José A. Caballero al procedimiento silogístico, posición incongruente con

la "lucidez que le distingue, al menos en muchos momentos".55

De gran valor para la historia de la filosofía y la cultura cubanas, constituye el

estudio de Medardo Vitier sobre la filosofía de los hermanos González del Valle. La cultura

resulta estéril e indiscernible en sus orígenes y desarrollo al margen de las totalidades

contradictorias y de su asunción como fenómeno complejo, permeado de mediaciones, matices y

condicionamientos. Por otra parte, tal y como asevera M. Vitier: "no podemos desestimar éstas

ni otras figuras menores. No somos ricos en tradición filosófica, aunque la de Cuba es de las

primeras de América. Lo malo está en exagerar la importancia de hombres y obras. Cuido de no

incurrir en ese vicio".56

Pensar con sentido amplio (cultural) implica asumir el objeto en toda su

complejidad. No es posible hacer historia de la filosofía, reflejando sólo el devenir de las ideas

de las figuras cimeras, si bien ellas rectorean el proceso. Es necesario comprender -y a eso nos

conduce M. Vitier- que la filosofía como parte de la cultura cubana, nace y se desarrolla en

escenarios varios y múltiples, en la unidad y en la diferencia, para tematizarse a fin de cuentas

como autoconciencia de una cultura de la resistencia y la emancipación.

3.6 La filosofía de Luz y Caballero

La figura de José de la Luz y Caballero (1800-1862) ocupa un lugar central en la

producción teórica de M. Vitier. En La Filosofía en Cuba (1948) le dedica tres capítulos: 1)

Vida y Escritos, 2) Sus Ideas Filosóficas y 3) Polémicas, donde además de otros contendientes, la

54 Ibídem, pp. 77-78.

55 Ibídem, p. 78.

56 Ibídem, pp. 78-79.

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Cosmovisión lucista, cobra relieve destacado. Pero la obra lucista en M. Vitier no se

circunscribe a la ya mencionada. Es difícil encontrar cualquier trabajo referido a figuras y

doctrinas filosóficas, éticas, pedagógicas y de otra índole que no esté presente el Maestro del

Colegio El Salvador.

La obra de Luz y su penetrante pensamiento fundador impactó con fuerza

desbordante a todas las mentes más lúcidas de su época y a las subsiguientes.57 No es posible

abarcar en su totalidad y aprehender el espíritu de la síntesis que hace M. Vitier de la vida y

escritos de José de la Luz. Domina con profundidad la vida del sabio cubano y sin intentar

exponer la imagen cabal del grande hombre, "todo lleno de sugestiva gracia", nos presenta al

Maestro preocupado por el destino de su país, al filósofo y pedagogo, fundador y director de El

Salvador (1848-1862) donde sus sermones laicos iluminaban y enardecían a profesores y

alumnos, comunicándose su mensaje hasta la multitud sobrecogida que se agolpaba a las puertas

del edificio, en atmósfera de terribles presagios".58

Luz y Caballero estudió en La Real y Pontificia Universidad y en el Colegio

Seminario de San Carlos. En su juventud se inicia en el Sacerdocio, el Derecho, pero optó por la

enseñanza como profesión. "A los 20 años era bachiller en leyes y vestía hábitos clericales, que

57 Sobre Luz y Caballero, sin agotar su rica obra y pensamiento, se han escrito muchos libros y artículos. M. Vitier, señala tres libros devenidos clásicos cubanos: "el de José Ignacio Rodríguez, puntual biógrafo, el de Manuel Sanguily, crítico penetrante, y el de Enrique Piñeyro, el estilista y quizás discípulo predilecto de Don Pepe (Vitier, M. La Filosofía en Cuba, Fondo de Cultura Económica, México, 1948, p. 80). Además de Mesa Rodríguez, M. Don José de la Luz y Caballero (Biografía Monumental) Edición Logia Realidad, La Habana, 1947; Pérez, Alfonso, E., Estudio sobre José de la Luz y Caballero, Imprenta Cubana, 1914; González del Valle, F.; José de la Luz y Caballero como educador. Edit. Cultura, La Habana, 1931; Bachiller y Morales, A. Biografía de José de la Luz y Caballero. Cuba Contemporánea, La Habana, 1922; Agramonte, R., Prédica y ejemplo de Luz y Caballero. Impresoras Ucar García, La Habana, 1950; Cartaya, Cotta, P. José de la Luz y Caballero y la pedagogía de la época. Editorial de C. Sociales, La Habana, 1989. Existen varios trabajos sobre Luz de gran valor por su profundidad cogitativa, de Carlos Rafael Rodríguez, Isabel Monal, entre otros. Varios ejercicios científicos académicos se han realizado en torno a tan excelsa figura. Dos tesis doctorales tutoradas por el Dr. Rigoberto Pupo. La primera de Pupo, Sintras, H. El problema del sujeto de la historia en la filosofía de José de la Luz y Caballero, 1992, y de Lahera Martínez, F. El método científico de José de la Luz y Caballero, 1996.

58 Vitier, M. La Filosofía en Cuba. Edición citada, p. 81.

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pronto abandonó. Residió algún tiempo en el convento de San Francisco, cuya orden le atraía(...)

La posición económica de su familia le permitió la ventaja de los viajes de estudio que realizó

(1828-1831). Trató en los Estados Unidos al notable hispanista J. Ticknor y a Longfellow. En

Inglaterra visitó a Walter Scott. Asistió a cursos de Cuvier en

París. En Berlín proyectó, con Humboldt, la instalación de un observatorio magnético en

La Habana. En Italia oyó lecciones del Cardenal Mezzofanti, el célebre políglota.

Era un viajero ávido de noticias e intrépido en las andanzas. Recordó siempre con

encanto -nos narra M. Vitier- los lugares de Italia que recorrió. Estuvo en Roma, Florencia,

Génova, Milán, Turín, Bolonia, Pisa, Nápoles, Venecia. La imagen que dejó en su espíritu la

ciudad florentina acariciábala él en interior contemplación, cuando en sus soledades de

meditador le preocupaba el destino de su isla infortunada."59

Su constante preocupación por su país, la educación, la ciencia y la cultura,

enrumbó toda su vida. En sus viajes visitaba museos, bibliotecas, universidades. Se comunicaba

con literatos y sabios en su propio idioma. Hablaba con fluidez y corrección las principales

lenguas europeas. "Aquel joven -nos relata Vitier- poseía, además, un caudal de conocimientos

en ciencias físicas y naturales y en Filosofía, poco frecuente a tal edad, sobre todo en América y

en el primer tercio del siglo XIX. La cosa es difícil de determinar, pero quizá ningún otro

cubano ha tenido una organización mental tan bien dotada."60

Al regresar a La Habana (1831) colabora con la Revista Bimestre Cubano, recién

fundada. Escribió sobre disímiles temas. Se vincula estrechamente con los quehaceres de la

Sociedad Económica de Amigos del País.

En 1834, Luz dirigió el Colegio de Carraguao. En el propio año contrae

matrimonio con Doña Mariana Romay, hija del insigne científico cubano Don Tomás Romay.

Tuvo una hija, que lamentablemente muere en 1850.

Su sensibilidad humana era extraordinaria. Nada humano le era ajeno y sentía

singular vocación por la filosofía, que enseñó con inusitado entusiasmo en el Colegio de

Carraguao, en su propia casa y posteriormente en el convento de San Francisco.

59 Ibídem, pp. 81-82.

60 Ibídem, p. 82.

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En 1848, fundó el Colegio El Salvador, convertido en fragua de espíritu, bajo la

dirección del grande Maestro: "La fama del centro se extendió pronto por el país. De todas

partes venían alumnos para el internado(...) Sacrificó su salud y sacrificó la Filosofía... Pero

sobre esto último -según Vitier- son insustituibles las palabras de Varona: "Descender de la

altura serena de las meditaciones que tanto amaba, quitar la vista del sol fulgente de la verdad

que iluminaba su espíritu y bajar hasta los humildes, habituarse a la oscuridad, mezclarse con lo

impuro -aquella alma inmaculada- y todo para hacer luz, para limpiar amorosamente, para elevar

hasta sí, para enaltecer, para engrandecer. ¿No es esto educar en la más amplia y hermosa

acepción del término?"

La reflexión de Varona se completa: "Y esto en un pueblo humillado por la

servidumbre, corrompido por la esclavitud." 61 Para M. Vitier -sintetizando el valor de la

consagración de Luz-, su resuelta determinación a la misión "(...) nos ha ofrecido el testimonio

de que el bien es, al cabo, la agencia de más quehacer en el mundo".62

Hay en la breve exégesis biográfica y humana de M. Vitier una excelente

concurrencia de motivos y cualidades que presentan al hombre excepcional, que no separó jamás

ciencia y conciencia, en tanto totalidad orgánica. Breve exposición que sin eludir detalles, se

aferra a las circunstancias culturales en que vivió, trabajó y fundó "el pensador de ideas más

profundas y originales con que se honra el Nuevo Mundo,63 según Varona.

En Luz y Caballero, M. Vitier, revela un profundo corpus filosófico, que si bien

posee resonancia europea, está impregnado de su sello original y las circunstancias epocales

cubanas.

Entre los problemas filosóficos fundamentales abordados en la enseñanza de Luz,

M. Vitier, destaca con fuerza la arista cognoscitiva -el método-, la ciencia, y el hombre en

estrecho vínculo con la naturaleza. "En casi toda la enseñanza de la Filosofía en Cuba hay una

idea rectora, bien manifestada: la del método. En las "propensiones reformadoras" (para repetir

61 Ibídem, pp. 85-86.

62 Ibídem, p. 86.

63 Citado por M. Vitier (Ibídem, p. 92)

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la frase de Mestre, que cree exacta) del P. José Agustín Caballero, existe ya esa especie. En

Varela mucho más. La veremos preeminentemente en escritos de Luz."64 Por supuesto en esto

no hay novedad, se seguía la orientación europea, "pero como en Cuba se buscaba ávidamente

una orientación filosófica, la metodología ocupó un plano visible".65 El problema del método es

tan viejo como la filosofía misma, en tanto modo de aprehensión de la realidad. El método es

inmanente a todo conocimiento. El hombre en relación con la realidad que hace su objeto del

conocimiento y la valoración elabora formas que alumbran el camino de búsqueda. Por eso M.

Vitier, antes de adentrarse en el método de Luz hace un recuento histórico de cómo ha operado el

problema desde la antigüedad griega hasta el presente. No lo hace como un simple ejercicio de

erudición, sino para acceder con más hondura en Luz. "Veamos -interroga M. Vitier- ¿hay un

método que sea inherente a la investigación filosófica? Ese método ¿es diferente del que se

emplea en las ciencias particulares? ¿Debe emplearse un solo método -el mismo- en filosofía y

en las varias ciencias? ¿Qué orden de precedencia debe seguir en la enseñanza?"66 Sobre la base

de esta pregunta desentraña M. Vitier la concepción lucista del método y sus consecuencias para

la enseñanza. Muestran cómo Luz, en polémica filosófica pedagógica, defiende con sólidos

argumentos la precedencia del estudio de la Física al de la Lógica. Su sensorracionalismo lo

conduce a partir de lo exterior y corpóreo. "Empezar por la Física, o en general por las ciencias

naturales -cita Vitier a Luz- es empezar por el principio: el hombre naturalmente se siente

arrebatado a la contemplación de los objetos externos por el sinnúmero de sensaciones con que

ellos asaltan todos los sentidos: así forzosamente ha de ser naturalista antes que ideólogo."67 Luz

exige a la Lógica, partir de la realidad. No admite los a priori, tanto para las ciencias naturales

como para las ciencias del espíritu. Orienta avanzar "pisando los hechos", pues "a las leyes se

llega por procesos inductivos". Sostiene que la lógica es un resultado, no un inicio -explica

64 Ibídem, p. 95.

65 Ibídem.

66 Ibídem, p. 97.

67 Ibídem, p. 98.

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Vitier- citando a Luz: "Infiérese igualmente que las ciencias intelectuales, y singularmente la

Lógica, que como dije en mi Advertencia, viene a ser la teoría de las teorías, necesitan de los

datos que ofrecen las demás ciencias, para de ellos mismos deducir documentos para la dirección

del espíritu humano. ¿Cómo es posible, sin tener una idea de la Naturaleza y procedimientos de

la ciencia de la cantidad y de las naturales, dar voto sobre su marcha y las implicaciones de sus

métodos? Y qué, ¿no son estos datos y aún las teorías que de ellos se derivan, hechos respecto

de la Ideología, cuyo objeto es dar cuenta de todos los fenómenos del entendimiento?"68

Luz no niega la metafísica, la filosofía, en su expresión lógica, pero se opone a

una Lógica como compendio de "reglas tomadas a créditos o asumidas de las palabras del

maestro. Comprende y concibe la Lógica, fundada en la observación y el experimento.

Los momentos filosóficos y pedagógicos se entremezclan en Luz, pues su

concepción se aplica a la enseñanza y se deriva de ella. Entiende con meridiana claridad la

especificidad y complejidad del estudio del hombre y por consiguiente de la ciencia del espíritu,

la cultura, en tanto requiere examinar múltiples y diversas relaciones. Cree necesario, sin

embargo, que las ciencias morales, sin perder de vista lo complejo de las relaciones del hombre,

deben aplicar el "método vivificante de las ciencias naturales".69

Con solidez lógico-argumental M. Vitier muestra el optimismo gnoseológico

lucista y su siempre actitud sensorracional. Refuta las tesis sobre supuestos agnosticismo,

positivismo y escepticismo atribuidos al Maestro de todas las ciencias. "Sostenía -enfatiza M.

Vitier- que el método inductivo vincula lo racional y lo experimental"70 y comprendía

cabalmente la unidad de las ciencias, a partir de su objeto y el método aprehensivo.

En la revelación de la filosofía de Luz, M. Vitier le atribuye un lugar especial a

los aforismos y en ellos nota total congruencia con su obra total. "El pensamiento de Luz es

coherente. Determinada idea la hallamos en un aforismo y reaparece, a veces textualmente en un

68 Ibídem, pp. 99-100.

69 Ver, Ibídem, pp. 102-103.

70 Ibídem, p. 107.

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elenco o en la Impugnación." 71 Algo característico sucede también con las sentencias y

epigramas de José Martí, en relación con la totalidad de su obra.

En apretada síntesis, M. Vitier, expone la filosofía lucista en su esencialidad y

deriva de sus concepciones metodológicas, múltiples aristas e implicaciones filosóficas, en torno

a las cuales se nuclea lo mejor de la cultura cubana de su tiempo histórico. Su filosofía, fundada

metodológicamente en una vocación sensorracional de amplio miraje científico y de cubanía

logra dejar sin efecto el eclecticismo subjetivista de V. Cousin y sus seguidores en Cuba.72

Doctrina reaccionaria, tanto en filosofía, como en política. Las polémicas filosóficas dan cuenta

del alto calibre del pensamiento filosófico de Luz y de su actitud comprometida con la cultura

cubana. Los elencos de 1839 y 1840, muestran la profundidad de las ideas de Luz en problemas

gnoseológicos centrales y sus derivaciones en contra del eclecticismo que propugnaba una

filosofía permeada de subjetivismo apriorista y una política que servía de sostén al status quo

colonial.

En toda la obra de Luz -incluida la derivada de la polémica filosófica, y los

aforismos-, el problema del hombre resulta central. "Los aforismos de José de la Luz revelan al

observador fino que traslada sus reflexiones al lector. Buen número de ellos -continúa M. Vitier-

apenas rebasa el tópico, pero siempre por sobre lo vulgar. En otros está presente el filósofo, con

sorprendentes notas originales. En algunos hay atisbos, cosas a medio decir, como de quien se

asoma a fuentes ignotas y percibe el rumor de las aguas vivas de la verdad. No faltan sentencias

que lucen solitarias, ni series con visible secuencia en las ideas. El conjunto gravita hacia lo

humano, visto y sentido por un hombre de sensibilidad tan interesante como su intelecto."73

El hombre, en la filosofía de Luz, es objeto constante de reflexión y

aprehensiones. En la propia definición de Filosofía, fija su lugar en sus diversas dimensiones y

lo prioriza por sobre todas las cosas.

Estamos en presencia de una figura excelsa de la filosofía cubana, del silencioso

71 Ibídem, p. 108.

72 Ver capítulo VIII, pp. 115-123 (obra citada).

73 Ibídem, p. 110

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fundador de una cultura crítico-emancipadora que continúa la obra del Padre Caballero, el

presbítero Félix Varela y lo mejor de la tradición filosófica europea.

Su filosofía como expresión de la cultura cubana devino autoconciencia de la

nacionalidad, en tránsito hacia la nación que concreta la gesta del 68.

Una filosofía ético-humanista que afincada en la ciencia prioriza el método como

guía orientador en la revelación de la verdad, el bien y la belleza.

En la cosmovisión lucista el hombre reproduce de una forma u otra al

macrocosmo, a la naturaleza; pero como sujeto con voluntad, ciencia y conciencia. Esto

posibilita que su naturalismo se tematice con un sentido de historicidad tal que asume "las

señales de los tiempos" y el progreso.

¿Cómo define la filosofía?

En su criterio "Son varias las acepciones en que se toma la palabra filosofía:

1. Cualquier conocimiento adquirido por raciocinio y en este

sentido se confunde con la ciencia.

2 . El por qué de la ciencia y así se dice: la filosofía de los

matemáticos, la Jurisprudencia; que lo llaman los alemanes parte trascendental, el

término de la especulación.

3. Estudio de las facultades, o sea de las ciencias naturales, y

junto con la Etica, clasificadas bajo el nombre y formando parte de las ciencias

morales.

4. El estudio de los diversos sistemas filosóficos que han

reinado en la historia de la humanidad. Así como la filosofía cousiniana y su

maestra la hegeliana.

5. Pero ninguna de las mencionadas es la noción legítima de

Filosofía. Nosotros concebimos la filosofía en cierto modo como la concibieron

los antiguos. Un sistema de doctrinas o dogmas que así se ocupa en la exposición

de las leyes del hombre y del Universo, como en la práctica de sus pensamientos y

acciones.74

74 Luz y Caballero, J. Elencos y Discursos Académicos. Edit. de la Universidad de La Habana, La Habana, 1950, p. 151.

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Una intención integradora del mundo y el cosmos humano, penetra

la definición de Luz y Caballero. No acepta la filosofía sólo como historia de las

ideas y sistemas, ni como matrona de las ciencias o amor por la sabiduría. Para

él, la filosofía es una especial cosmovisión que integra al hombre como ente que

conoce, siente y cree.

Defiende con fuerza la naturaleza sistémica de la filosofía y critica

al eclecticismo de Cousin, por llamarse filosofía y no serlo. "Todo sistema que

aspire al nombre de Filosofía a de ofrecer respuesta plausible a esta triple

pregunta ¿Quién eres? ¿De dónde vienes y a dónde vas?"75

Se trata de una filosofía en función del hombre, pues, "(...) ninguna

verdadera filosofía puede ser indiferente, ni expectante, en el problema siempre

renovado y siempre urgente que presenta la humanidad".76

En la concepción de Luz la razón no es sólo el objeto de la

filosofía, sino además los sentimientos, pues "(...) se dirige forzosamente al

entendimiento y al corazón".77 De este modo, la filosofía en función de las

necesidades del hombre, se dirige e integra su acción práctica. "Así es que toda la

filosofía deja de ser impía e incrédula, envuelve precisamente una religión, un

sistema de dogmas y doctrinas encaminado a la moral, a la práctica, que es

consecuencia forzosa de la teoría, o nociones adquiridas sobre Dios, el hombre y

el Mundo.78

En la comprensión lucista de la filosofía, ésta debe asumir al

hombre como un todo orgánico, donde abarque tanto lo corporal como lo

espiritual del hombre "(...) Empezaremos estudiando al hombre, obra maestra de

75 Ibídem, p. 152.

76 Ibídem.

77 Ibídem.

78 Ibídem, p. 152.

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su autor. Consideraremos sus facultades intelectuales, el modo de culturarlas y

corregirlas como igualmente el origen de las ideas, asuntos interesantes que

constituyen lo que se llama ideología; pasaremos enseguida a estudiar las

emociones y afectos del ánimo, manantial fecundo de la ventura o desventura de

los mortales, a cuyo efecto pediremos auxilios a una ciencia llamada fisiología,

que explica el modo como se ejercen las funciones de la economía animal (...) la

relación entre lo físico y lo moral, pasando después (...) a dar reglas para moderar

estas pasiones, o mejor dicho, para dirigirlas bien, que es a lo que se reduce la

ciencia de los deberes del hombre para con su autor, para con los demás y para

consigo mismo, o sea la moral".79

Ahora bien, ¿cómo aprehender la realidad, incluido el propio

hombre?

Es a través de su teoría del método, donde Luz expone el

cuerpo principal de su filosofía. Se propone continuar desarrollando todo el

conjunto categorial desarrollado por su maestro Félix Varela.

De Descarte asume la duda metódica,80 pero desechando el

apriorismo racionalista y el innatismo de las ideas, se apoya en Bacon y Locke.

Sencillamente para el maestro cubano "la experiencia es el punto de partida de

toda especie de conocimientos", así, en la gnoseología se manifiesta como senso-

racionalista; donde el conocimiento (entendimiento) marcha de lo particular a lo

general, pero después que llega a tanta altura, vuelve la vista... sobre los antiguos

particulares.81 El método que recomienda debe comenzar por las ciencias

naturales y de ahí pasar a las ciencias intelectuales o morales.

Toda su filosofía, incluido el método, se pone en función de la

educación del hombre, de su programa pedagógico.

79 Ibídem pp. 4-5.

80 Ibídem, p. 89.

81 Ibídem. p. 90.

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Si su filosofía es antropología, por nuclearse en torno al hombre, es

al mismo tiempo pedagogía, por la mediación del método que utiliza para formar

hombres de ciencia y conciencia. Ahí residen particularmente las implicaciones

prácticas.

"Formar al hombre con cuantas menos prevenciones sean posibles,

es la gran obra de la filosofía. Fundar un plantel de ideas y sentimientos, así

como de métodos, es la aclimatación que de ella nos proponemos hacer en

nuestro suelo, escuela de pensamientos, ni eruditos de argentería, sino

hombres de entendimiento, y más activos de corazón."82

. Ese fue su gran credo filosófico-pedagógico, formar hombres para la

patria.83 Con ello, la emancipación espiritual iba fundando la emancipación política,

creando las condiciones para su realización.84

. Alcanzar la felicidad del hombre liberándolo de la ignorancia y el vicio a

través de la ciencia.

. Preconizar la conquista y defensa de la verdad.

. Llevar el conocimiento a la práctica por el bien de la patria.

. Crear en los hombres los sentimientos humanitarios.

Por eso filosofía y educación mediadas por la ética se constituyen en núcleo

fundante de la cosmovisión de Luz.

La eticidad como concreta humanidad y dación desinteresada en pos de la

perfección del hombre, sirve de pivote a la filosofía de Luz. Si bien toda la obra filosófico-

educativa de Luz y Caballero se nuclea en torno a la ética, hay que reconocer que en los

aforismos se expone en su esencialidad, a manera de sentencias, el ideario ético-humanista del

Maestro de Carraguao.

Un ideario que permeado de humanidad aborda varias aristas de la conducta y el

82 Ibídem, pp. 184.

83 Ibídem, pp. 596-597.

84 Ver Vitier, M. José de la Luz y Caballero como educador. Santa Clara, Cuba, 1956.

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comportamiento humano individual y social.

Luz como consecuente creyente condiciona la moralidad a la existencia de Dios:

"La existencia de Dios es el cimiento del mundo moral",85 pero al mismo tiempo enseña y cultiva

una moralidad acorde con la humanidad del hombre. Está consciente que la sociedad colonial es

su antítesis, pues genera el individualismo y el egoísmo que degradan al hombre e impiden la

solidaridad cotidiana. "Porque no hay nada más repugnante a mis ojos -dirá el Maestro- que el

esqueleto del egoísmo."86

El patriotismo y el amor a su pueblo dan expresión concreta a la ética lucista

"Callen personas -enfatiza Luz- cuando hablen pueblos.87 Hay una completa identificación con

el pueblo y un llamado a la clase prominente a tomar conciencia y partido. En nuestro género de

vida -señala- debemos tirar a ser pueblo, aún nadando en las comodidades. De otra suerte, nos

labramos nuestra desgracia, y aun la de aquellos que nos rodean, o que de nosotros dependen.

Pueblo en restringir las necesidades, pueblo en el trabajo físico y parquedad de la moral, pueblo

en comer, andar y dormir, pero siempre tratando de desarrollar." 88 Este mensaje encontró

recepción en los discípulos de El Salvador, que procediendo de los sectores ricos, se incorporan

después a la lucha. Vinculado estrechamente con esto, el Maestro de El Salvador vincula

indisolublemente patria y humanidad.

Se trata de una ética de formación humana, que se confunde con la humanidad del

hombre en sus múltiples dimensiones. Una empresa cultural que sólo la educación bien dirigida

por cauces científico-humanistas puede lograr.

En Luz, la educación, vista como proceso total e ininterrumpido en toda la vida,

85 José de la Luz. Aforismos Bib. De autores cubanos. Edit. De la Universidad de La Habana. 1992, T. 7. p. 269.

86 Ibídem, p. 174.

87 Ibídem, p. 333.

88 Ibídem pp. 331-332.

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debe encauzar la moralidad que necesita la patria, pues "La Educación comienza en la cuna y

acaba en la tumba"89 y "Educar no es dar carrera para vivir, sino templar el alma para la vida."90

El Maestro de El Salvador cree en el hombre y sus potencialidades creadoras.

Cree en su perfectibilidad, siempre y cuando el proceso educativo sea bien conducido. Con gran

maestría diferencia la educación de la instrucción. En su concepción "instruir puede cualquiera,

educar sólo quien sea un evangelio vivo". 91

En el programa de Luz, el maestro debe ser un evangelio vivo, en cuanto a

modelo a imitar, un hombre consagrado a la formación humana, un paradigma ético, pleno de

sabiduría y conciencia y que haga culto al deber y a la responsabilidad, a la virtud y al amor.

Para el maestro de El Salvador el deber funda la conciencia moral individual, en

tanto modo de vivir en función de los intereses colectivos. Prioriza la utilidad del mayor

número de personas sobre la utilidad individual. Argumenta la necesidad que impone el deber

para resolver la contradicción entre lo individual y los intereses colectivos, en función de estos

últimos. Por eso afirma: "Que la razón de conveniencia esté siempre subordinado a la razón del

deber: esta acrisola y santifica el alma: aquella suele adulterarla y amenguarla."92

Inserta al deber, Luz concibe la justicia, como calidad moral de la personalidad.

La moral de lo justo, el maestro la opone a la injusticia del sistema colonial. En su filosofía, el

concepto de justicia se sustantiva en un grado tal que deviene núcleo directriz de la moral.

"Antes quisiera yo ver desplomadas, no digo las instituciones de los hombres, sino las estrellas

todas del firmamento -enfatiza Luz- que ver caer del pecho humano el sentimiento de la justicia,

ese sol del mundo moral."93

89 Ibídem, p.6.

90 Ibídem, p. 359.

91 Ibídem.

92 Ibídem. p. 155.

93 Ibídem, p. 161.

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En su misión de formar hombres para la patria, hombres ricos moralmente y

plenos de espiritualidad, Luz destaca con fuerza el valor de la verdad y el amor. Respecto a la

primera dirá: "Sólo la verdad nos pondrá la toga viril"94 y al segundo: "El hombre no muere

cuando cesa de existir, sino cuando deja de amar."95

Además, el ideario filosófico-moral de Luz potencializa en grado sumo la

sencillez y la modestia. Las concibe como atributos de la grande moralidad del hombre y

medios necesarios para la convivencia social.96

Por otra parte en su concepción de la grandeza moral, los modos de cultivarla e

interiorizarla en la juventud, Luz relieva extraordinariamente el lugar del espíritu autocrítico,

como medio de perfeccionamiento humano y moral. Su aforismo: "Confesar la propia falta, la

mayor de las grandezas" 97 significa para el maestro, una perenne exigencia para la moralidad

individual, si quiere ascender humana y socialmente.

En fin, la base ética de la filosofía de Luz y Caballero, con su excelsa riqueza

espiritual, hace de su obra una fuente inagotable de valores para la formación humana.

Luz se incorpora a Martí, como sustancia nutriente de lo mejor de la tradición

cubana. A través de Mendive, discípulo del Maestro de todas las ciencias, llega a Martí el

pensamiento vivo de Luz y Caballero.

Martí tomó conciencia del valor de la personalidad de Luz en la fundación de la

nacionalidad cubana y en la preparación de la juventud que engrosaría la Gesta del 68.

Muchos valores constata Martí en la obra de Luz, pero sobre todo la rica

espiritualidad que la penetra para enrumbar la sociedad por sólidos caminos que liberen la patria.

94 Ibídem, p. 165.

95 Ibídem, p. 217.

96 Los hombres sin méritos deben elogiarse a sí mismo: ¿quién si no, los elogiaría? (Ibídem, p. 166).

97 Ibídem, p. 160.

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"El, el padre; el silencioso fundador, él, que a solas ardía y centelleaba, y se

sofocó el corazón con mano heroica, para dar tiempo a que se criase de él la juventud con quien

se había de ganar la libertad que sólo brillaría sobre sus huesos; él, que antepuso la obra real a la

ostentosa, -y a la gloria de su persona, prefirió ponerse calladamente, sin que le sospechasen el

mérito ojos nimios, de cimientos de la gloria patria; él que es uno de nuestras almas, y de su

sepultura ha cundido por toda nuestra tierra, y la inunda aún con el fuego de su rebeldía y la

salud de su caridad; él, que se resignó, para que Cuba fuere -a parecerle, en su tiempo y después,

menos de lo que era; él que decía al manso Juan Peoli, poniéndole en el hombre la mano flaca y

trémula, y en el corazón los ojos profundos, que no podía "sentarse a hacer libros que son cosa

fácil, porque la inquietud intranquiliza y devora, y falta el tiempo para lo más difícil, que es

hacer hombres; él, que de la piedad que regó en vida, ha creado desde su sepulcro, entre los hijos

más puros de Cuba, una religión natural y bella, que en sus formas se acomoda a la razón nueva

del hombre, y en el bálsamo de su espíritu a la llaga y ssoberbia de la sociedad cubana; él, el

padre- es desconocido sin razón por los que no tienen ojos con que verlo, y negado a veces por

sus propios hijos".98

Con la bella prosa martiana se hace una breve caracterización del silencioso

fundador, del hombre autoconciencia de la cultura cubana en un momento de tránsito y de crisis

de nuestra sociedad colonial. Una sociedad esclavista, donde las contradicciones metrópoli-

colonia y esclavo-esclavista encuentran reflejo en una cultura que prepara cambios y

transformaciones, pues como expresa Martí, refiriendo a Luz, "¿qué es predicar en voz alta o

baja, la revolución, y no componer el país desgobernado para la revolución que se predica? ¿Qué

es gloria verdadera y útil, sino abnegarse, y con la obra silente y continua tener la hoguera

henchida de leños, para la hora de la combustión, y el cauce abierto, para cuando la llama se

desborde, y el cielo vasto y alto, para que quepa bien la claridad?"99

Luz, en Martí, encuentra su definición concreta: "el silencioso fundador, el

hombre cuyo pensamiento era tan firme(...) como la mano".100 Un hombre augusto(...) que había

98 J. Martí. José de la Luz. O.C.T. 5 Edit. Nac. de Cuba, La Habana, 1963, pp. 271-272.

99 Ibídem p. 272.

100

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dado a su patria toda la paciencia de su mansedumbre, todo el vigor de su raciocinio, toda la

resignación de su esperanza.101

El pensamiento y la obra de José de la Luz y Caballero se inscriben en la cultura

fundadora cubana que sentó la rica tradición elevada a la cima en el siglo XIX por José Martí.

Su obra en sí misma deviene cultura de raíz con ímpetu ecuménico. Por eso sembró

semillas, cultivó con esmero y recogió frutos que siguen alumbrando el camino de la nación

cubana.

Su obra y su pensamiento, por estar sustanciados por una rica espiritualidad

continuará impulsando nuevas utopías realistas para bien del hombre y de la patria.

3.7 José M. Mestre y la filosofía en Cuba

Medardo Vitier ubica a José Manuel Mestre (1832-1885) como el profesor de

Filosofía más distinguido del período que media entre la muerte de Luz en 1862 y el principio de

los cursos libres de Varona en 1880.102

En 1850 ejerce la profesión en el Colegio El Salvador. Enseña Gramática y

posteriormente las historias de las literaturas griega, latina y española. Colaborador inmediato de

Luz, a quien respeta y admira por sus dotes excepcionales. Según M. Vitier, "en 1855 se graduó

de abogado y al año siguiente era uno de los fundadores de la Revista de Jurisprudencia. En la

Universidad trabajó como profesor suplente primero y supernumerario después, hasta 1855, y

enseñó Lógica, Metafísica y Moral. En 1856 sucede en la cátedra de Filosofía a D. Manuel

González del Valle.

Entre otros escritos suyos -continúa M. Vitier- los de significación filosófica son:

"Consideraciones sobre el placer y el dolor", que se publicó en la Revista de La Habana, la

reseña de nuestra enseñanza filosófica (1862), (...) y su Discurso en la Sociedad Antropológica

J. Martí A. Vidal Morales. O.C. T. 20 p. 297.

101 J. Martí. José de la Luz y Caballero, O.C. T.6. Edit. Nal. De Cuba, La Habana, 1963, p. 314.

102 Vitier, M. La Filosofía en Cuba. Edic. cit. p. 131.

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de la Habana (1893)."103

La actividad de José M. Mestre no se reduce sólo al ejercicio académico, docente

y la creación filosófica, en él, la cubanía, lo arrastra a las luchas políticas de su país y se une al

grupo de José Morales Lemus, el conde de Pozos Dulces y Ricardo del Monte en torno al

periódico El Siglo, fundado en 1863. En los Estados Unidos trabaja como revolucionario a favor

de las demandas en 1868, junto a Morales Lemus, a quien reemplazó en la Junta, en 1870, al

morir aquel prócer.104

A pesar de que Mestre mantuvo una gran amistad con los hermanos González del

Valle, las enseñanzas de Luz y la afiliación a su filosofía, no dejan lugar para la coincidencia

filosófica e ideológica con ellos. "Vale aquí, -escribe M. Vitier- como en todo, la apreciación de

Varona, en el elogio que hizo de Mestre en 1886. "Su enseñanza filosófica en la Universidad -

cita Vitier a Varona- marca, aunque su modestia no lo lleve a proclamarlo, un cambio de rumbo

en la dirección de estos altos estudios, señala el único período en que la influencia de Luz se dejó

sentir en las doctrinas enseñadas en nuestras aulas."105

El discurso filosófico de Mestre está muy penetrado por el sentido histórico-

cultural que hereda de Luz y la tradición filosófica y pedagógica cubanas. Hay en su oración

de 1861 una excelente síntesis de "las ideas filosóficas del siglo XIX en Cuba, hasta aquel año,

es un testimonio de la conciencia histórica, que él sintió bien formada. Por eso fijó la tradición

cubana en Filosofía antes que otros la fijaran en Literatura, por ejemplo. La continuidad y la

coherencia del esfuerzo lucen en aquella disertación de ejemplares(...)106

"De la Filosofía en La Habana" devino "pieza filosófica, en buena prosa

didáctica", según M. Vitier. Contiene una extraordinaria riqueza cogitativa y metodológica, "por

103 Ibídem.

104 Ibídem p. 132.

105 Ibídem.

106 Ibídem.

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el plan bien desenvuelto, por la concisión del estilo, por la llaneza de la elocución(...)"107

Se trata más que todo de una reseña histórica con fuerza expresiva y gran vuelo de

altura, "iluminada por la capacidad crítica del profesor".108

Es sugerente y anticipadora su tesis introductoria, respecto a que "el hombre es el

único a quien es dado recoger la herencia de sus antepasados"109 Esta idea se despliega y aplica

creadoramente en la reseña histórica de la filosofía en Cuba.

Pero, José M. Mestre, no se contenta con la exposición fría de las ideas. Le

interesa, aún con más fuerza, su portador, el hombre, como ejemplo a seguir por las

generaciones presentes y las por venir. Por eso junto con las ideas filosóficas va reseñando la

espiritualidad de los ilustres cubanos fundadores de nuestra cultura.

Su filosofía, siguiendo la tradición es esencialmente crítica. Nótese las

comparaciones entre Luz y del Valle. No concibe el pensamiento, la teoría, al margen de la

realidad que explica, en su "(...) concepto, una teoría que no sea susceptible de ser practicada, no

pasa de ser una aberración, mientras que la gran misión de la ciencia, es la de armonizar la

práctica y la teoría".110

Entiende la Filosofía no como una ciencia sino como la ciencia de más altura, la

ciencia por excelencia, y el complemento de todas las demás.111

Distingue y fundamenta las diferencias entre la Razón y la Inteligencia: "la

primera no es una facultad, es un principio(...) La Inteligencia puede dirigir su acción sobre

cuanto la circunde(...), puesto que la conciencia no es más que el pensamiento, en el que el yo es

107 Ibídem, p. 133.

108 Ibídem.

109 Mestre, José M. De la Filosofía en La Habana, Dirección de Cultura, La Habana, 1952, p. 23.

110 Ibídem, p. 72.

111 Ibídem, p. 68.

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a la vez sujeto y objeto(...)",112 en fin, la Inteligencia es una facultad que subordina, a la Razón,

en tanto principio.

M. Vitier, destacando la coherencia y perfección de la obra de José M. Mestre,

señala con sólidos argumentos que en esta línea de estudios con anterioridad a los trabajos

sueltos de Varona en la Revista de Cuba, no existe escrito tan armónico como el Discurso de

Mestre, resaltando en relieve alto, la presencia de "un aroma mental -finura, precisión, cautela en

los juicios, amor a la tradición- se difunde suave por las páginas de grávido magisterio".113

Es indudable que la obra de José M. Mestre se inscribe como pilar de la cultura

filosófica de Cuba y fuente obligada del quehacer histórico-filosófico. No es posible hacer la

historia de la filosofía en Cuba sin tener en cuenta la información y aportaciones del profesor

universitario que tanto veneró a Luz y Caballero e introdujo su legado en la Universidad de La

Habana.114

3.8 Enrique José Varona como filósofo

Enrique José Varona (1849-1933), excelsa figura de la filosofía, las ciencias y la

cultura cubana en general, representa la cima del pensamiento cubano a partir de la década del 80

del siglo XIX y las primeras décadas del XX, sólo comparable con el más grande pensador

cubano de todos los tiempos: José Martí.

"El positivismo en Cuba -señala Manfredo Kempff Mercado- contó con una

figura que, por muchas razones, ha sido considerada como una de las más representativas de

América. Continuador de la línea de Caballero, Varela y José de la Luz, Varona posee títulos

que lo acreditan como un valor que el tiempo cada vez confirma más(...) Su actitud ante Comte,

112 Ibídem p. 71.

113 Vitier, M. La Filosofía en Cuba. Fondo de Cultura Económica, México, 1948, p. 138.

114 Ver también de Vitier, M. Valoraciones II. Universidad Central de Las Villas, 1961, pp. 60-62.

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Spencer y Mill, lejos de ser la del repetidor, fue más bien la del crítico que analiza con entera

objetividad e independencia de criterio(...) La formación filosófica de Varona era muy amplia.

Conocedor profundo de la filosofía griega, estaba también informado de las últimas creaciones

del pensamiento europeo. Además transitaba con igual seguridad por los campos de la lógica, la

psicología y la moral. A esto todavía hay que agregar que Varona tenía un gran espíritu

científico y que su cultura en este orden era sorprendente."115

Esta síntesis, de un autor muy autorizado, sobre Varona, resulta incompleta, si la

comparamos con la información, la aprehensión y las aportaciones varonianas de Medardo

Vitier. Razones lógicas sobran: ha dedicado gran parte de su productiva vida a la investigación

acuciosa y a la enseñanza del grande fundador cubano.116

La obra varoniana de M. Vitier es extensa y profunda. Más de tres libros ha

escrito exponiendo disímiles aristas del pensamiento y la obra del gran filósofo y pedagogo

cubano, incluyendo aspectos de carácter biográfico.

Mucho se ha investigado, escrito y publicado sobre la cimera figura de la cultura

cubana.117Figueroa, S. El señor Varona y el periódico Patria, en la Doctrina de Martí, New York,

1897. Después del triunfo de la Revolución se han hecho profundas investigaciones sobre el

pensamiento pedagógico y filosófico de Varona. Gran valor posee la obra de Guadarrama, P. y

Tussel, E. El pensamiento filosófico de Enrique José Varona, Edit. de C. Sociales, La Habana,

115 Kempff Mercado, M. Historia de la Filosofía en Latinoamérica, Edic. Zig-Zag, Stgo. de Chile, 1958.

116 "Lo he estudiado mucho. Por eso me satisface recordar a quienes han aclarado, con lucimiento, aspectos diversos de su obra: José M. Chacón y Calvo, Roberto Agramonte, Elías Entralgo, José A. Fernández de Castro, Carlos Trelles, Fermín Peraza." (Vitier, M. La Filosofía en Cuba, edición citada, p. 140.

117 Además de la amplia obra de M. Vitier y de otros autores señalados por él, en torno a Varona, existen entre otros, de Peraza, F. Bibliografía de Enrique José Varona. Imprenta Molina, La Habana, 1932; Rodríguez, C. R. Varona y la trayectoria del pensamiento cubano, Municipio de La Habana, 1947; Agramonte, R. El pensamiento filosófico de Varona. Edit. Universitaria, La Habana, 1935 y Varona, el filósofo del escepticismo creador. Edit. Jesús Montero, La Habana, 1949. Lizaso, F. El pensamiento vivo de Varona, Primer Festival del Libro.

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1987. En la Universidad Pedagógica que lleva su nombre se ha trabajado profundamente en la

Pedagogía de Varona y existen valiosos resultados investigativos en esa arista del pensamiento

del gran maestro cubano. En muchos casos -si no en su mayoría- la obra varoniana de M. Vitier

ha servido de fuente directa. Porque M. Vitier, además de la información que aporta, su método

y estilo, resultan muy suscitadores. Como en su vocación ensayística y didáctica, no intenta

decirlo todo, ni cerrar el discurso, su plenitud de aperturas siempre sugiere mediaciones y

problemas por resolver, que otros siguen o continúan.

Sin embargo no resulta fácil, reflejar en síntesis la asunción varoniana de

Medardo Vitier. Precisamente, por lo expuesto anteriormente y por la extensión de la obra.

Pero hay una idea que deviene rectora para nuestro propósito: "Es hora de sacar la

Filosofía de ese rigor académico que la confina en textos necesariamente de Lógica o de Moral o

de Axiología o de Epistemología. Algunos pensadores -refiere a Ortega y Gasset- nos obligan a

este examen, porque su pensamiento no ha formado filas hasta ahora en tratados didácticos(...)

Hoy la aprovecho para aplicar el método de totalidad a Varona, no obstante hallarse en fila casi

toda su producción de filósofo".118

Esto significa que no hay necesidad de buscar sólo la filosofía de Varona en sus

conferencias filosóficas (1880-1882): Lógica, Psicología y Moral, que se publicaron en forma de

libros en 1888, sino en su obra total, incluyendo los ensayos y artículos. "Ahí radica mi tesis:

apenas hay artículos suyos (literarios, críticos, humorísticos...) en que no se dibuje o se esboce

una concepción de lo humano, que si la expone en un tratado se la deforma, por pérdida de

riqueza vital(...) Si de Varona nos quedaran únicamente sus tres cursos, con todas sus

excelencias, el más genuino aroma de su mentalidad se nos escaparía. Su explicación, en las

lecciones, es de cauce científico, y las ciencias particulares no son la mejor zona de los

valores."119

Esta concepción desarrollada después es la que conduce a M. Vitier a rectificar su

criterio, sobre la filosofía en Martí que desarrollará magistralmente en su estudio integral.

(1954).

118 Vitier, M. La Filosofía en Cuba. Edic. cit. pp. 143-144.

119 Ibídem, p. 147.

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Las especies filosóficas de Varona no las busca sólo en los tratados sino además

en los disímiles trabajos que publicó.

De la selva varoniana deriva sus credos filosóficos esenciales, incluyendo sus

vínculos con las fuentes europeas y la rica tradición cubana de pensamiento:

. "Su posición filosófica es antimetafísica acorde con su mentalidad que

prioriza los hechos y la experiencia.

. No admite lo a priori ni la teleología.

. No acepta que el hombre (el alma) sea sustancia, como enseña la filosofía

católica tomista.

. Aunque admite que el hombre posee naturaleza, discrepa de la dualidad

cartesiana res extensa, res cogitans.

. Es determinista. Se opone al libre albedrío, pero concibe la posibilidad de

la libertad del hombre al enriquecer sus motivos de acción.120

. Niega la condición ética del hombre, lo considera generado por lo social.

. Contempla los resortes secretos de la conducta y cree descubrir egoísmo

irreprimible, simulación, imperio real, si bien velado, de los instintos biológicos.

. Como psicólogo se atiene al soporte orgánico de la vida mental. Va de lo

biológico a lo psíquico. No admite la sustantividad del espíritu ni forma alguna

de espiritualismo, sin perjuicio de preconizar la espiritualidad de la vida.

. No le atrae lo que hay de sistema en Spencer, particularmente la moralidad

espontánea como producto de la evolución en lo porvenir. Tampoco Comte, que sólo

acepta en parte, pues se burló donosamente de aquella construcción religiosa que no tuvo

adeptos en Cuba.

. No parece haberle preocupado una concepción general del Universo. Su

mentalidad realista prefería el camino y las conquistas de las ciencias particulares,

consecuente con su concepción del mundo.

. En la Lógica de 1880 hay algo que en rigor pertenece a la teoría del

conocimiento, pero no ordenó esta materia ni insistió en ella tanto como en la Lógica.

120 Ver de Guadarrama, P. Valoraciones sobre el pensamiento cubano y latinoamericano. Edit. Política, La Habana, 1985, pp. 24-59.

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. Su filosofía de la vida no hay que buscarla en ninguno de sus cursos. El

de Moral parece que la promete, pero el profesor envuelto en atmósfera científica no

rebasa la explicación de procesos fríos cuyo término es la aparición del sentido ético en la

especie. Es en los artículos literarios, en la conferencia sobre su escepticismo (perdida) y

en el libro Con el eslabón donde debemos buscar lo que creyó, amó y se propuso.

. Quiso ser artista más que filósofo porque le impresionaba en extremo la

abrumadora sucesión de escuelas y sistemas en pos de la verdad esquiva, mientras las

altas realizaciones estéticas perduran. "El artista que él fantaseaba -concluye M. Vitier-

lo realiza al fin en el dibujo del estilo, en la sensibilidad contenida, en la perenne

devoción de lo bello."121

M. Vitier establece diferencias y especificidades del positivismo de

Varona, respecto al positivismo clásico. Si bien sólo asume los métodos de las ciencias

particulares en las investigaciones, prescinde de lo ontológico y de lo sobrenatural -

característico en el positivismo- niega lo que es inherente al sistema mismo de Comte: los

ciclos, el intento unitario de la doctrina, la Religión de la Humanidad, etc.122 Esto en

parte responde a su propia formación humanista, la influencia de la tradición cubana123 y

a su propia cultura de propósitos, vinculada a su vocación patriótica. Aunque con

sustancial evolución al final de su vida lo atrajo con fuerza el evolucionismo, la teoría del

equilibrio, el darwinismo social, el liberalismo y el individualismo del positivismo de

Spencer.

121 Ibídem, pp. 166-168.

122 "Las limitaciones en la obra de Varona -enfatiza M. Vitier- son imputables a la posición que adoptó y a su mentalidad. No diría yo que a su época. Sintetizó, es cierto, las aportaciones de un período positivista; pero no era esa la única dirección de pensamiento europeo en 1880, cuando ofreció a Cuba el fruto de sus estudios más organizados." (Vitier, M. Varona, maestro de juventudes. Ed. Trópico, La Habana, 1937, p. 196).

123 "(...) Varona levanta su voz en 1880 teniendo en el horizonte del pasado cubano una tradición considerable de enseñanzas filosóficas. El lo reconoció al aludir, en su primera lección a momentos esenciales del pensamiento entre nosotros" (Vitier, M. La lección de Varona. Editorial Stylo, México, 1945, p. 37).

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Un hombre de la talla de Varona, con una formación científico-cultural

enciclopédica y todo un estilo como escritor, debía haber trascendido con más eficacia,

sin embargo careció de seguidores. Hizo cátedra, fundó políticas educacionales y fue

paradigma en cuanto a modelo ético, pero no tuvo continuadores, algo no común en las

personalidades de su estirpe; pero, en criterio de uno de sus grandes admiradores -M.

Vitier- "ese apego a lo puramente fenomenal, esa constante eliminación de las especies

metafísicas, explican aparte de otras razones, que Varona no originara movimiento

alguno en torno a su enseñanza. No formó discípulos".124

Su discurso no pierde vuelo teórico, ni profundidad aprehensiva del

objeto, ni imaginación creadora y su estilo es fuente inagotable de grandeza literaria,

"pero no daba un paso fuera de lo empírico".125

En su filosofía político-sociológica, Varona también sentó cátedra. Una

simple mirada a trabajos suyos, como: "Cuba contra España" (1895), los artículos

políticos de Patria, en los años de la guerra del 95, el elogio de Martí (1896) "El fracaso

colonial de España" (1896), la conferencia sobre el sufragio universal (1905) "El

imperialismo a la luz de la Sociología" (1903), los artículos "El Talón de Aquiles",

"Abriremos los ojos", "La tregua política" (1906), pone de manifiesto un profundo

pensamiento político-social, que rebasando el sello positivista, vincula en unidad

dialéctica ciencia y conciencia e intereses intelectuales con la vida pública y sus

necesidades. Lo mismo podría decirse de trabajos escritos antes de 1895, como "Los

grandes hombres" y "El poeta anónimo de Polonia" (1867). En ellos, Varona, cuyo

ideario, inmerso en su generalidad en la cultura del siglo XIX, rebasa sus límites para

fecundar lo por venir y ser hombre de los tiempos nuevos.

Por otra parte, tal y como asevera M. Vitier, "ni las letras ni la filosofía

sustrajeron a Varona de la actuación en la vida pública de Cuba. No fue un hombre de

acción en el sentido corriente del concepto; pero tanto en los últimos veinte años del siglo

XIX como en los primeros treinta del actual, su pensamiento y su palabra, en carta o

124 Ibídem, pp. 46-47.

125 Vitier, M. Kant, iniciación en su filosofía. Edic. cit. p.193.

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hablada, se sintieron en el país".126 Por eso, la juventud revolucionaria, con ansias de

cambio, recurría a sus consejos y a su orientación espiritual. Y nuestra pedagogía aún

hoy sigue bebiendo de sus fuentes, con espíritu renovado.

El pensamiento de Varona como zona de la cultura también experimentó

cambio que lo alejaban de su cosmovisión positivista. Su comprensión del hombre y la

sociedad, además de progresista, a veces traspasa los límites de su status clasista. Un

sentido histórico dialéctico y totalizador permea su visión de las masas populares y su

correlación con los grandes hombres. "Los pueblos son los que se labran su propio

destino".127 Vio el papel determinante de las grandes masas: "los hombres

superiores -enfatiza- son útiles, pero no indispensables. Los pueblos no deben esperar

milenarios ni mesías, deben saber que el trabajo continuado de los pequeños es el que

realiza las obras colosales que luego se atribuyen a los grandes".128 Sin embargo, aunque

parezca contradictorio dice: "ningún hombre es indispensable, pero en ciertos momentos

hay hombres que encarnan grandes fuerzas políticas o sociales, las que se menguan con

su pérdida".129 Concibió el materialismo histórico como principio racional,

independientemente de sus reservas y comprendió cabalmente la necesidad histórica del

Socialismo: "quienes como yo -señala- se habían nutrido de la savia del individualismo,

ven como crece y se hincha la ola gigantesca del Socialismo. Y un verdadero

desgarramiento se produce en nuestro espíritu. La organización económica de estas

sociedades está podrida,130 vamos, sin quererlo o queriéndolo hacia el socialismo".

126 Vitier, M. La lección de Varona. Edit. Stylo, México, 1945, pp. 48-49.

127 Varona, E. J. El imperialismo a la luz de la Sociología. Antimperialismo y República. Edit. C. Soc. La Habana, 1970, p. 131.

128 Varona, E. J. "Emerson". Revista de Cuba, T. IV, La Habana, 1986, p. 87.

129 Varona, E. J. Cánovas. Patria No. 377. Año V, 11 de agosto 1897, New York, p. 1.

130 Varona, E. J. "Balance". Artículos. Publicaciones del Ministerio de Educación, La Habana, 1951, p. 2.

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Concepciones de esta naturaleza y fundadas en los mismos presupuestos

filosóficos, se encuentran en sus concepciones sobre el arte, la literatura y otras ciencias

humanísticas.

Hay en Varona y M. Vitier lo enfatiza, racionalidad dialéctica y fina

sensibilidad para captar momentos y problemas con la espiritualidad que requieren y la

flexibilidad que origina los cambios. El elogio a Martí es un ejemplo ilustrativo. "En

efecto, es tan hermosa la devoción del tributo en ese elogio, que bien puede pensar el

lector, por momentos, en una conversión. No la hay, sin embargo. Al contrario

reaparece aquella idea de la inminencia de un cambio. En esa inminencia está el soporte

histórico y psicológico de la obra revolucionaria. Si es Martí el elegido, Varona ve, en lo

profundo, las fuentes de que manan su fe y su acción. Lejos de tornársele, por eso, frío

examen su discurso, halla materia para el fervoroso recuento. Aquí, mejor que en lugar

alguno, se reveló como artista."131

En el elogio que Varona tributa a Martí, no aparece el discurso frío y

cientificista. En él vacía toda la humanidad que encarna el elogiado: "Creían en Martí,

porque Martí sentía con ellos y era sincero. No hay grande hombre sin una gran

sinceridad. Martí vio más hondo que todos los suyos porque sentía más hondo. Y su

entusiasmo, fortalecido por el dolor y el trabajo, le sirvió más que a otros su ciencia."132

M. Vitier discierne y encuentra mucho en el elogio a Martí: "Si hay en

esto una rectificación, lo que convierte a Varona no es una doctrina sino una vida. La

ciencia, las doctrinas, explican, y ¡Ay de nosotros si las desechamos!; mas las vidas

grávidas de misión entroncan ya con lo divino y traen al mundo una eficacia natural

sorprendente (...) Varona, tan metódico, mesurado, realista; Varona a cuestas con un

escepticismo que le maduró en las reflexiones. Con el eslabón, y que él no exhibió antes,

se siente en clima propio cuando "desmonta", término muy suyo, la organización anímica

de Martí. La fina, la mejor esencia humana común (común, sí, aunque parezca usurparla

al genio) lo rindió. El Elogio, analítico y todo, si se quiere, se resuelve en la

131 Vitier, M. La lección de Varona. Edit. Stylo. México, 1945, p. 66.

132 Citado por M. Vitier (Ibídem).

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configuración de una conciencia".133

Sí, una conciencia extraña a la religiosidad, a la inmortalidad, al

armonismo cósmico, al apriorismo, al espiritualismo, al innatismo y a la especulación

metafísica, es capaz de revelar y captar con sentido ético humanista la rica espiritualidad

del Apóstol ¿no es ésta su mayor lección? Muchas lecciones legó Varona a las

subsiguientes generaciones, que con profesionalidad sorprendente logra fijar el Maestro

M. Vitier. "Sí, porque no sólo culmina en su obra la marcha del pensamiento filosófico -

destaca Vitier- que inicia el Padre José Agustín Caballero en los años finales del siglo

XVIII, sino que, fuera de esa zona de la cultura, Varona es también el término de una

gran tradición: la de los cubanos guiadores, preocupados por la suerte del país."134

3.9 José del Perojo y su filosofía

Aunque la mayor parte de su vida José del Perojo (1852-1908) vivió en

España, M. Vitier decidió incluirlo en "La Filosofía en Cuba". Nació en Santiago de

Cuba y su vida fue relativamente efímera. Su permanencia en Cuba coincide con los

inicios de la Gesta del 68, por lo que regresa a España.

Desde joven siente vocación por la Filosofía. En Madrid asiste a los

cursos de Salmerón y posteriormente se traslada a Alemania. En un ambiente pleno de

neokantismo, se dedica a la filosofía bajo la dirección del famoso filósofo Kuno Fischer.

No perdió sus vínculos con Cuba. En 1879 y 1881 fue candidato por el

Partido Liberal en La Habana. Desde 1891 se conocía su adhesión al Partido

Autonomista. Montoro -su gran amigo- lo ubica como "hombre político en toda la

extensión de la palabra". Fue gobernador de Manila con éxitos por su capacidad

administrativa.

M. Vitier, lo incluye en el repertorio filosófico cubano, por ser un

representante distinguido del neokantismo y por conocerse su obra en Cuba.

133 Ibídem, pp. 62-63.

134 Ibídem, p. 9.

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Estudió Filosofía en la Universidad de Heidelberg. En 1875 regresa a

España y funda la Revista Contemporánea. Funge él como director y D. Rafael Montoro

como primer redactor. En el propio año 1875 publica su libro Ensayos sobre el

movimiento intelectual en Alemania.

Posteriormente su quehacer filosófico fue cediendo espacio a sus estudios

económicos. En 1883 aparece su obra "Cuestiones coloniales". Sus principales artículos

se publican en la Revista Europea. En 1885 publica sus ensayos de Política Colonial. Su

escritura y estilo son elegantes. Posee actitudes para la síntesis. En sus trabajos se

discierne probidad intelectual y soporte cultural amplio.

Realiza estudios profundos sobre la filosofía de Kant. Califica de audacias

intelectuales al hegelianismo, al fichtianismo y al krausismo. Son de mucho interés las

páginas sobre Schopenhauer. Examina el pesimismo del filósofo, indica su raíz budista

y califica a Schopenhauer como Kantiano de la Razón Práctica.135

Enjuicia toda una dirección del pensamiento alemán, destacando la

incomprensión que se tuvo de la filosofía de Kant: "Hegel miraba a Schelling, Schelling a

Fichte y Fichte no miró nunca más que a la Crítica de la Razón Pura; toda esa escuela no

supo ni pudo estimar la trilogía que Kant presentó con el nombre de Crítica de la razón

pura, Crítica de la razón práctica y Crítica del juicio, cuyo gigantesco pensamiento no

pudieron componer en la sapientísima unidad de Conocer, Sentir y Querer, clara y

perfectamente determinado por el gran pensador. Preocupados con la crítica de la razón

pura, ocúpanse sólo en el problema del conocimiento a priori, y malgastan todo su talento

en indagar y encontrar los flacos y escapes de aquella célebre obra, para proseguir un

trabajo individual y reducir toda la realidad a la resolución de estos problemas".136

En esta misma dirección prosigue Perojo la crítica a Schopenhauer. Sus

fundamentos teóricos son Kantistas. Hay vuelo teórico y amplia visión crítica en sus

135 Vitier, M. La Filosofía en Cuba. Fondo de la Cultura Económica, México, 1948, pp. 171-172.

136 Ibídem, p. 172.

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análisis del pensamiento germánico.

Resulta interesante además la polémica filosófica sostenida en la Revista

Contemporánea, donde participan Salmerón, Revilla, Azcárate, Montoro y Gener. Perojo

es el animador. Esta polémica la provocó con sus cartas el joven Menéndez y Pelayo.

"La erudición de Perojo y su animada dialéctica, según M. Vitier, son notas salientes en

la referida impugnación. Además importan las páginas del principio en que, siguiendo su

tendencia, traza el cuadro de ideas centrales en el pensamiento moderno. Aclarar

direcciones filosóficas y caracterizar figuras son notas propias de Perojo en sus escritos.

Lo consigue con mayor o menor acierto. Creo que airosamente las más de las veces, sin

que le falten momentos de aportación personal... A su regreso de Heidelberg estaba

extensamente familiarizado con casi todo el ambiente filosófico de Europa."137

Perojo tradujo la biografía de Kant que escribió su maestro Kuno Fischer y

la publicó por partes en la Revista Contemporánea.

En fin, Perojo representó la corriente neokantista que no tuvo espacio en

Cuba, y lo hizo "con dignidad en España".

M. Vitier, aconseja, además, a los estudiosos de la obra de España en

América, leer el libro de Perojo, Cuestiones coloniales, por los valores que le

confiere, propios de un especialista en la materia.

3.10 La filosofía de Rafael Montoro

M. Vitier cierra "La Filosofía en Cuba", con la figura de Rafael Montoro

(1852-1933). Vocero por excelencia del Partido Autonomista, sobresale como orador.

Regresa a Cuba de España antes de cumplir los 30 años y no se adhiere a la lucha por la

independencia, sino primero al Partido Liberal que posteriormente se convierte en

autonomista. Después de la Gesta del 68 y en plena guerra de 1895, Montoro continúa la

prédica del Autonomismo. Con el fin de la guerra y la instauración de la República

mediatizada, continúa la actividad intelectual de Montoro. Desorientado al principio,

pues nunca asumió el ideal separatista, su oratoria continuó pero sobre temas de

137 Ibídem, pp. 178-179.

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naturaleza académica.

Según M. Vitier la eficacia de Montoro como orador "se explica por la

extensión de su saber, formado a la luz de fuertes disciplinas: Historia, Filosofía,

Literatura, Derecho, Economía (...) sin la cual no hay talento que haga milagros".138

Su quehacer filosófico prácticamente se circunscribe a la etapa que trabaja

conjuntamente con Perojo en la Revista Contemporánea; M. Vitier no lo clasifica como

filósofo ni como profesor de Filosofía. Lo incluye no por su originalidad, sino más que

todo, por sus credos definidos y su adhesión a determinadas doctrinas, más clasifica

como político.

En su quehacer intelectual se caracteriza por asumir o juzgar

positivamente los valores que considera adecuado, independientemente que rechace la

corriente como totalidad.

Defiende el panteísmo Krausista y su tesis de partida: Todo es Dios, bajo

Dios y mediante Dios.

Califica a Hegel como el filósofo más grande y esclarecido de los tiempos

modernos. No dejó libros en Filosofía. Sólo artículos y trozos de oraciones.

Su elogio a D. Antonio Bachiller y Morales, constituye una hermosa pieza

de oratoria (1889) que da cuenta de la madurez de su pensamiento. Aquí defiende el

supuesto Krausismo de Bachiller y Morales.

De gran valor es su artículo dedicado a los Estudios literarios y filosóficos

(La Habana, 1883).

En 1902 escribe sus Principios de Moral e Instrucción Cívica, que a

diferencia de su estilo como orador, escribe un libro que es modelo de prosa didáctica.

"Muy pocos entre nuestros escritores de obras didácticas igualan la elocución, el plan, la

ordenación lógica de ese texto..."139

En 1911 pronuncia el elogio del Padre Varela, por encargo de la Sociedad

Económica, con ocasión de haberse traído los restos del sacerdote precursor del

138 Ibídem, p. 182.

139 Ibídem, p. 189.

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independentismo. En la Universidad lo hizo Varona. Montoro insiste en su discurso

afirmar la ortodoxia del Padre Varela.

Respecto a la cosmovisión de Montoro -difícil de determinar- Chacón y

Calvo lo ubica como seguidor del hegelianismo. Sánchez de Bustamante y Montoro

coincide con él, no así Martínez Bello, "que niega que haya en el ideario autonomista de

Montoro fundamentos metafísicos, panteístas, místicos".140

M. Vitier está de acuerdo en el supuesto hegelianismo de Montoro,

siempre y cuando se limite a ciertos nexos ideológicos, pero no cerrado, integral; pues

también en Montoro hay nexos ideológicos con otras escuelas. En la Filosofía del

Derecho Montoro sigue la dirección jusnaturalista, con gran tradición en Cuba, y que

magistralmente sintetiza Bachiller y Morales en sus Elementos de Filosofía del Derecho

(1857). "De modo que la línea del jusnaturalismo, de Bachiller a nuestros días, pasa por

Montoro, quien fija en el referido prólogo el libro de Desvernine, su pensamiento de

filiación racionalista."141

3.11 La filosofía de José Martí

En "La Filosofía en Cuba", M. Vitier, no incluye la figura de José Martí142

140 Ibídem, p. 192.

141 Ibídem, p. 195.

142 Ver Vitier, M. Martí, estudio integral, La Habana, 1954, p. 298.

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(1853-1895). Posteriormente toma conciencia del error y lo expone en sus

lecciones y conferencias, hasta desarrollarlo de manera sistematizada en su obra: Martí

estudio integral (1954). "No organizó un sistema; no estudió metódicamente la filosofía;

pero tuvo genuinas aptitudes de pensador que se evidencia en numerosas páginas, y

poseyó criterios -algunos dolorosamente elaborados- acerca del mundo y de la vida

humana".1

No era posible, siguiendo viejos cánones en torno a la especificidad de la

filosofía, negar el status de filósofo al pensador cubano más grande de todos los tiempos.

¿O es que hay filosofía sólo en tratados densos de Lógica, Axiología, Epistemología u

Ontología?, ¿o que el saber filosófico sólo es expresable a través de sobrios conceptos

lógicos o categorías y las imágenes no expresan también esencialidades? ¿o es que sólo

desarrolla filosofía el filósofo profesional? Dejemos que responda M. Vitier: "su mente -

refiere a Martí- es especulativa y propende a formular asertos pertenecientes a dos

"regiones" filosóficas (...) la ontológica y la axiológica (...) En efecto, lo que tiene de

sentencioso -y no es poco- se le vierte por esos declives, donde los problemas, siempre

abiertos, incitan y parecen retar al intelecto: el ser y los valores, la íntima contextura del

universo y del hombre, por una parte, y el sentido de toda acción, por otra".2

Es imposible negar la presencia de especies filosóficas al discurso

martiano. Un discurso pleno de sentido cultural y vocación ecuménica que hace centro

suyo al hombre en búsqueda constante de su ser esencial y su ascensión ético-humana.

Un pensamiento que conjuga en su despliegue crítico, imágenes y conceptos para

aprehender la realidad en su máxima riqueza de mediaciones y matices.

Sobre la obra y el pensamiento de José Martí se ha escrito mucho, no así

en su arista filosófica propiamente dicha.3 Medardo Vitier, en su "Martí, estudio integral,

1 Vitier, M. Valoraciones II. Universidad Central de Las Villas, 1961, p. 98.

2 Vitier, M. Martí, estudio integral, La Habana, 1954, p. 281.

3 No obstante eso, existen valiosos trabajos, que como vías de acceso y aproximación, constituyen una contribución a la solución del problema: De Jiménez-Grullón, J. La

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revela con profundidad la esencia filosófica de la obra martiana, particularmente su

concepción del hombre, el sentido de la vida y los valores que le sirven de cauces de

realización humana. Logra en función del objetivo propuesto, "situar a Martí en su

mundo, mostrando su mentalidad y eticismo, y las corrientes de cultura que alcanzó y

reflejó".4 El autor devela los caracteres de cubanidad, americanidad, hispanidad y

universalidad del Maestro, incluyendo la dimensión filosófica y sobre todo la axiología

que encauza su programa filosófico-pedagógico. Con gran maestría Medardo Vitier

descubre los temas esenciales, subalternos y ocasionales en la obra del apóstol.

El sentido histórico-cultural -inmanente a su estilo- aflora

espontáneamente en su aprehensión martiana. Sencillamente hay que ser sensible -y M.

Vitier lo fue en grado sumo- para captar sensibilidad y esta se percibe culturalmente. En

la cubanidad de Martí, premisa necesaria de su americanidad y universalidad -partir de

la raíz con ímpetu ecuménico- revela el valor de la tradición. "Al hallar una ejemplar

tradición revolucionaria y al vincularla con su obra, fijó para la cultura pública la

importancia del pasado. El pasado no significa compromiso de repetición. Los

problemas cambian. Lo que persiste es -enfatiza M. Vitier- por una parte, el nexo

espiritual que conduce a la gratitud, y por otra, la actitud de los antepasados. La actitud

de elevación y de honradez no envejecen, aunque los problemas sean diferentes. Eso es

lo que sintió Martí, y -lo reitero- no sólo se valió de esa fuerza sino que fijó para la

posteridad el valor social de la tradición. Mientras más original es un guiador -sea en el

pensamiento o en la acción- más se atiene a las formas superiores de lo humano, si los

halla en sus antecesores. Originalidad -excelente idea de M. Vitier, asumiendo al

filosofía de José Martí. Universidad Central de Las Villas, 1960; Jorrín, M. Martí y la filosofía, La Habana, 1951; Pinto Albiol, C. El pensamiento filosófico de José Martí y la Revolución Cubana, La Habana, 1940; Salomón, N. En torno al idealismo de José Martí. Anuario CEM No. 1 La Habana, 1978; Toledo Sande L. Ideología y práctica en José Martí. Edit. C. Sociales, La Habana, 1982; Ronda, A. Esencia filosófica del pensamiento democrático-revolucionario de José Martí. Anuario del CEM No. 3/1980; Pupo, R. Identidad y subjetividad humana en José Martí; Humanismo y valores en José Martí (ambos en proceso de edición); Pupo, R. Aprehensión martiana en Juan Marinello. Edit. Academia. La Habana, 1998.

4 Vitier, M. Martí, estudio integral, La Habana, 1950, p. 10.

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Apóstol- no es desvinculación; no lo es, si bien se mira, ni aún en las direcciones más

excéntricas del arte."5

La tradición funda. Es memoria para dialogar y buscar lo mejor. Es

viviente raíz para insertarse a lo universal con status propios, de ahí su valor social... Y

M. Vitier con fina sensibilidad lo revela en Martí. Esto explica por qué Martí, sin

desechar a Varela, a Luz, a Mendive, asume a Emerson y otros pensadores, sin dejar de

ser Martí. Fuertes raíces alimentan el frondoso follaje y le abren cauces culturales.

Esta idea, ese concepto generatriz, que con tanta profundidad descubre en

Martí, es sustancial al discurso y a la lógica investigativa del Maestro Vitier. Por eso

resulta tan productivo su estudio integral en torno a Martí, capaz de desplegar con

racionalidad dialéctica su enfoque socio-cultural antropológico y fijar con alto oficio y

magna cogitación las dimensiones política, artística, ética, sociológica y filosófica de

Martí como zonas de la cultura. Cultura de resistencia y de ascensión humana.

A partir de esta concepción, develando temas esenciales, subalternos,

ocasionales y otras mediaciones, el filósofo penetra en la selva martiana. Seguro que

"eso, la naturaleza humana, su modo de comprenderla, es lo que late en toda la obra de

Martí".6

Pero la naturaleza humana inserta en el Universo. El sentido cósmico

nuclea su cosmovisión. Hay una concepción unitaria del ser complejo, cualificado por la

analogía, el equilibrio y la armonía universal. "Martí vivió -dice Vitier- como una fuerza

espiritual -eso era en esencia- en contacto perpetuo con el misterio del universo.

Recuérdese aquella línea de sus versos sencillos:

"y crece en mi cuerpo el mundo"

De ahí que sintiera como suyo ese modo de panteísmo que vibra en Emerson,

desligado de todo credo formal. Así dice Martí: "Para él no hay cirios como los astros, ni

altares como los montes, ni predicadores como las noches palpitantes y profundas."

Quién lea los Versos Sencillos hallará no pocas estrofas transidas de eso

5 Ibídem, pp. 27-28.

6 Ibídem, p. 318.

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que pudiéramos denominar sensibilidad cósmica. Se siente allí un espíritu atraído por la

Naturaleza, ganoso de descansar de los hombres...

"Yo sé de Egipto y Nigricia,

de Persia y de Jenofonte,

y prefiero la caricia

del aire fresco del monte."

"Yo sé las historias viejas

del hombre y de sus rencillas,

y prefiero las abejas

volando en las campanillas."7

Al sentido cósmico, presente en el pensamiento filosófico de Martí, M.

Vitier agrega, el finalismo, que según él, "(...) late acá y allá en sus artículos. Recuérdese

esta aserción suya: "corren leyes magníficas por las entrañas de la Historia". Esos credos,

que caen en lo metafísico, le robustecían la fe en cosas más inmediatas y palpables. He

ahí cómo lo cotidiano se nutre de lo eterno. Esa es la unidad profunda que vio. Vidente,

pues, en ese sentido.

A veces declara explícitamente su visión de la existencia. Es insustituible

su texto a ese respecto: "Que el Universo haya sido formado por procedimientos lentos,

metódicos y análogos, ni anuncia el fin de la Naturaleza ni contradice la existencia de los

hechos espirituales".

Insiste en eso -en la sustantividad de lo espiritual-. El le halla esfera

propia. También gravitan sus concepciones en torno a la unidad de todo. Por eso dice:

"El Universo, con ser múltiple, es uno".8

En la Cosmovisión martiana, la espiritualidad del hombre es esencial, su

subjetividad, como agente histórico-cultural. Lo que no significa que lo hiperbolice.

Para él, lo material y lo espiritual constituyen una unidad inseparable. Recuérdese la

polémica en el Liceo Hidalgo, de México. Incluso aboga por una filosofía de la relación

7 Vitier, M. Valoraciones II. Edición citada, p. 99. 8 Ibídem, p. 101.

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que no separe lo ideal y lo material, que no discurra hacia los extremos. Simplemente

que lo aborde en su relación.

Hay en Martí, en su pensamiento, acuciantes notas espiritualistas. Cree en

la preexistencia y postexistencia del alma, en la superioridad del espíritu, sin embargo no

se desliga de la realidad inmediata. Sus convicciones ideopolíticas (culturales)

terrenalizan su tendencia especulativa, sin matar su raíz utópica y su miraje hacia lo

absoluto y lo grande, pues en su criterio: "menguada cosa es lo relativo que no despierta

al pensamiento de lo absoluto. Todo ha de hacerse -declara Martí, de manera que lleve la

mente a lo general y a lo grande. La filosofía no es más que el secreto de la relación

de las varias formas de existencia".9

En gnoseología somete a crítica el apriorismo y el subjetivismo.

Considera la realidad como fuente del conocimiento. "En el hombre, -cree Martí- hay

fuerza pensante, pero esta fuerza no se despierta ni desarrolla, sin cosas pensantes."10

Además "hay armonía entre las verdades, porque hay armonía entre las cosas".11

Su gnoseología, siguiendo la tradición cubana, se expresa como

sensorracionalismo, donde lo sensorial y lo racional son dos momentos de una unidad y

un proceso único.

Al mismo tiempo, su siempre razón utópica -rasgo propio de los grandes-

no lo llevan a separar la teoría de la práctica.

El "espiritualismo martiano", la sustantivación de la subjetividad humana,

tampoco restan valor a su filosofía social. En su concepción, el hombre, como sujeto

socio-cultural, reproduce de forma compendiada la totalidad del Universo. En la

naturaleza -concepto amplio en Martí- integra todo, lo espiritual y lo material; pero el

hombre, es por sobre todas las cosas, un ser activo, hacedor de historia y cultura y

9 Martí, J. El poema del Niágara, O.C. T. 7. Edit. Nal. de Cuba, La Habana, 1962, p. 232.

10 Martí, J. Cuadernos de Apuntes, O. C. T. 21 Edit. Nal. de Cuba, La Habana, 1965, p. 54.

11 Ibídem, p. 55.

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condicionado sociohistóricamente, pues "nada es un hombre en sí, y lo que es, lo pone en

él su pueblo".12

En su concepción del mundo, la vida y la muerte ocupan un importante

lugar. Ve la vida como realización humana y con optimismo, sin olvidar lo que tiene el

hombre de paloma y de fiera. La muerte, en correspondencia con su visión del hombre y

sus credos, la concibe como tránsito, como momento de la propia existencia, pero valiosa

y útil cuando se ha cumplido con el deber dignamente y en pos de valores ennoblecedores

y humanos.

Su soñado libro: "El concepto de la vida"13 habría sistematizado más aún

su filosofía ético-humanista, pero en su obra completa está perfilada una coherente

concepción del hombre, la actividad humana y la cultura. Hay, sin duda alguna, una

filosofía, encauzada como programa pedagógico, suscitador de acción comunicativa, en

pos de la formación humana, a través, fundamentalmente, de los valores.

"En síntesis -cree Vitier- su pensamiento filosófico es el de un creyente en

la sustantividad del espíritu. Tuvo esa seguridad y en él fue fecundada, porque lo llevó a

amar, a creer en la Historia, a darse por los demás, a refutar el descreimiento, a

presentir la vuelta del Cristo, "el de los brazos abiertos, el de los pies desnudos, y todo,

sin que nadie, ni hindúes, ni católicos, ni teósofos puedan reclamar como adepto al

grande hombre"14 El hombre -síntesis de la cultura cubana-, que echó suerte con los

pobres de la tierra e iluminó con su pensamiento y su praxis el futuro de la nación

cubana.

Si bien en el pensamiento de Martí, encontramos especies filosóficas, en

varias dimensiones, sean ontológicas, epistemológicas, etc. lo cierto es que predominan

las de carácter axiológico. Se trata de un fundador, empeñado en la búsqueda de la ley de

la ascensión humana, de la riqueza espiritual del hombre. y encuentra en la axiología, en

12 Martí, J. Henry Ward Beecher, O. C. T. 13. Edit. Nal de Cuba, La Habana, 1964, p. 34.

13 Ver Martí, J. Libros, O. C. T. 18. Edit. Nal de Cuba, La Habana, 1964, pp. 290-291.

14 Vitier, M. Valoraciones II. Edic. citada, p. 102.

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los valores, la base del cultivo humano. "En el caso de valores (Axiología), -escribe M.

Vitier- no intenta clasificación alguna ni se propone examinar la naturaleza del "valor",

en sus varias apariciones. Lo que indico es la existencia, frecuentísima, de valores en el

curso de sus escritos. Se le vivifican, los afirma, los acentúa. No pasa de eso, pero quien

tenga sensibilidad filosófica se percata de ello, y sobre todo, asiste a un fenómeno de

interés: la presencia de los valores, no en plano de explicación, no en instancia de

conceptos, sino como vivencias."15

Es que en el discurso de Martí y su verbo de alto linaje,

los valores pierden su numen metafísico, para convertirse en valencias sociales.

En la obra filosófica martiana no existe una axiología sistematizada. Más

que teorizar sobre los valores el Apóstol se preocupa por encontrarlos y cultivarlos en la

conducta del hombre, como medio de ascensión humana.

Sin embargo, es posible revelar en su ideario humanista un conjunto

unitario de valores, coherentemente estructurado en torno a la persona humana, su razón

de ser y los modos de conducirla a su humanidad creciente.

Los valores en Martí son modos esenciales del devenir del hombre en su

naturaleza social, integrados en la cultura, a manera de formas de existencia del ser

humano y sus necesidades materiales y espirituales.

Así, los valores, en su fundamento sociocultural y encarnados en la cultura

tematizan el contenido esencial del ideal martiano de racionalidad humana. Se trata de

una axiología de la acción que va a la raíz del hombre porque sabe de su grandeza

interior. De una eticidad concreta que busca el hombre futuro en el hombre actual con

pasión y fe y con sorprendente consagración heroica, animada por una misión redentora

fundada en el pueblo y un oficio que identifica la belleza con la humanidad del hombre y

la bondad con la dación desinteresada.

El programa humanista martiano, fundado en la axiología de la acción, se

concreta en un paradigma de racionalidad humana, cualificado como autoconciencia de la

cultura. Tanto en la revelación del ser existencial de nuestra América, como en su

determinación especial en las condiciones de su patria, José Martí funda un paradigma

15 Vitier, M. Martí, estudio integral. Edic. citada, p. 299.

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de emancipación humana y redención social, cuyo despliegue está mediado por un

sustrato socio-cultural humanista que imprime racionalidad y verdad a su proyecto

político. Es que en el paradigma16 martiano, los valores éticos y políticos se integran en

un nivel tal de concreción que prácticamente se identifican. Por eso, más que

encarnación individual, son conciencia de su necesidad y eficacia. Esto impregna

optimismo, fuerza y vitalidad a la empresa emancipadora. Y Martí, ya en los albores de

la contienda, como expresión del pueblo lo siente, lo sabe. "Jamás fue tanta nuestra

virtud -escribe el Maestro- tan compacta nuestra acción, tan cercano nuestro esfuerzo, tan

probable nuestro éxito. Cuántos obstáculos hubiéramos podido encontrar, hasta los

obstáculos insuperables que a la mayor virtud pone siempre la ambición o vanidad de la

naturaleza humana, nada han podido, ni han aparecido siquiera, ante esta alma de

redención que hoy nos consume y nos inspira. Somos un ejército de luz, y

nada prevalecerá contra nosotros. Nos queda por hacer lo que sabemos que queda

por hacer...17

Existe ya un sistema de valores, conformado en la cultura, hecho

conciencia, como valencia social, expresado en término ideopolítico, que si bien no

agota el paradigma emancipador -existen otros componentes de la subjetividad humana-

que matiza una idea, configura un ideal que impulsa, orienta y regula el hacer práctico-

espiritual, que "con la mano en la conciencia -en el bello decir de Martí- pone ya la idea a

las puertas de la realidad.18 En tales condiciones "el espíritu ha cundido y los cubanos

tienen fe... Nadie se lo pide; les nace así de corazón... Clubs nuevos y pueblos, tiene el

16 Naturalmente no concibo el paradigma solamente en la acepción teórico-científica, como cuadro científico de una época, referente sólo a un modelo científico, sino además incluye en él las esferas de las restantes formas valorativas de la conciencia social, incluyendo por supuesto a la filosofía, pues el hombre no aprehende la realidad, sólo a través del conocimiento. Por tanto es posible referirse a un paradigma científico, ético, o estético, o humanista, que integra varias facetas de la condición humana.

17 Martí, J. La delegación del Partido Revolucionario Cubano a los clubes, Julio, 1893, O.C. T.2 Edit. Nal. de Cuba, La Habana, 1963, p.359. El subrayado es mío. R.P.

18 Ibídem.

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partido".19

Es indudable la importancia de un paradigma, en tanto modelo que oriente

racionalmente el pensamiento y acción del quehacer social, político y cultural en su

connotación más integradora posible. El paradigma martiano, marcado por su visión del

mundo y del hombre, por la experiencia americana y sobre todo por su sabiduría política,

como grande hombre fundador, traza caminos, crea confianza, cultiva razón y

sentimiento y prepara conciencia para realizar el ideal de la nación. En fin, funda una

cultura con alma política y un carácter nacional henchido de patriotismo

y amor desinteresado, capaz de estructurar un programa de liberación nacional,

sobre bases nuevas.

El ideal de racionalidad martiana20 compendia en síntesis conocimiento,

valor, acción práctica y comunicación intersubjetiva, es decir, las variadas formas en que

el hombre asimila y reproduce creadoramente la realidad material y espiritual; pero al

mismo tiempo, su pensamiento y su obra en toda su integridad encarna un cuerpo cultural

de entraña política para realizar una República próspera de naturaleza ético-moral. Esto

se fundamenta en el hecho de que al Maestro le interesa sobre todo la ascensión

humana, el progreso socio-cultural del hombre, como medio fundamental de realizar sus

fines. No se trata en modo alguno de una racionalidad instrumental de corte pragmático y

utilitarista, sino de racionalidad humana, que sin menospreciar el conocimiento, la

ciencia, la técnica, como medidas de desarrollo cultural humano, sabe que a la raíz del

hombre, ante todo se llega revelando esas fibras, ocultas a veces, de su subjetividad. Por

eso hay que buscar y encontrar sin vacilación el sentido humano, sobre todo, como vía de

acceso primario a la esencia social del hombre. Sin ello -y la práctica corrobora la verdad

del Maestro- resulta estéril, ineficaz e ilusorio todo proyecto. Es que la ciencia, la

política, el derecho, el arte, etc. sin motivaciones humanas, no realizan el ser esencial del

19 Ibídem, p. 361.

20 En mi criterio el ideal de racionalidad es el modo de existencia del paradigma, y éste, como modelo, tipo de aprehensión práctica "espiritual de la realidad, y expresión de la cultura de la época deviene síntesis de la actividad humana, en sus dimensiones cognoscitiva, práctica, valorativa y comunicativa.

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hombre, no se encarnan en el cuerpo de la cultura como medida de progreso y desarrollo.

Por eso Martí, no sólo hizo arte mayor, sino política científica, de profunda hondura, de

alto vuelo social humano. En primer lugar, porque comprendió el arte de dirigir, como

un encargo social por el bien de todos y no para acumular riquezas y obtener privilegios,

en segundo lugar, porque tomó partido por la mayoría desheredada. Su gran obra

política: la creación del Partido Revolucionario Cubano, para hacer la guerra necesaria

por la República, y todo su pensamiento político en torno a Cuba y nuestra América, fue

eficaz y trascendió porque se concibió y estructuró como empresa cultural de las grandes

masas. Y esto de por sí comporta un concepto, una idea en Martí: no existe política

eficaz, al margen de valores e ideales enraizados en la condición humana. Con esto

continúa la tradición del pensamiento americano más genuino y revolucionario. Lo

supera, en la medida que echa suerte con los pobres y abre nuevas perspectivas de

enfoque y de discernimiento de la realidad política. Su humanismo revolucionario

antiimperialista, expresión de un proceso de continuidad y ruptura sintetiza y concreta su

escala de valores. Expresa el momento de máxima plenitud y madurez de su

pensamiento político revolucionario, en correspondencia con los nuevos tiempos.

Sin embargo, su obra renovadora, revolucionaria, y creadora no se reduce

a la esfera de la relación axiológica: ética-política, en los marcos de su concepción

integradora de la cultura; pues si ciertamente Martí produce un viraje revolucionario en

los conceptos e ideas políticas de su tiempo cubano y americano, incluyendo la tabla de

valores conque juzga y piensa la realidad, también en la esfera de la estética, en relación

estrecha con la ética, muestra originalidad y creación. Se trata no sólo de un hombre de

pensamiento y acción que conjuga en unidad indisoluble misión y oficio, sino además de

un artista y de un creador. Esto naturalmente matiza su axiología con nuevos colores y

esencias, incluyendo su concepción de la subjetividad humana y por supuesto la

especificidad de la filosofía que nuclea su cosmovisión. Política, ética y estética y sus

sistemas de conocimiento y valor que les son consustanciales, tematizados en Martí en

una concepción integradora de la cultura, dan expresión unitaria a su discurso y lo dotan

de modos apropiados y métodos idóneos para aprehender el objeto en su dinámica y

concreción.

Si ciertamente, la grandeza martiana como dirigente revolucionario,

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deviene en gran medida del modo en que los valores ético-morales permean y penetran lo

político, hasta concebirlo como empresa cultural humana de las grandes masas21 lo ético

y lo estético, encarnando esta racionalidad conceptual propia del paradigma del Maestro,

imprimen una determinada especificidad a su axiología. La vinculación estrecha de los

valores ético y estético en la axiología martiana, en los marcos de una concepción

unitaria de la cultura, en tanto resultado de la actividad humana y medida del desarrollo

del hombre y la sociedad, abre perspectivas nuevas para acceder a la realidad humana y

conformar un ideal de racionalidad, como proyecto emancipador que integra y sustancia

como sistema orgánico la verdad, el bien y la belleza y junto con ello, el amor, la libertad,

la justicia, el honor, la felicidad, la virtud y la dignidad plena del hombre, como valencias

cualificadoras de la sociedad que preludia y se esfuerza por realizar.

En el ideal de racionalidad martiana, los valores ético y estético y político

poseen un status especial. Esto dimana, además de su misión y oficio, de la singular

concepción que posee de la cultura, como resultado y despliegue de la actividad de las

grandes masas. Las determinaciones culturales -y los valores también lo son- no

constituyen un acto individual de aprehensión para Martí, sino un proceso social que sin

soslayar la experiencia individual propia de cada sujeto, da primacía al movimiento

social, en tanto realiza y legitima la acción de las grandes masas. En esta dirección -en

mi criterio- es posible comprender la cosmovisión martiana de la subjetividad humana, la

axiología y la cultura.22

21 "De las entrañas, conmovidas aun de tanta grandeza ha de brotar, para esperanza de Cuba, la verdad de los pobres. ¡Tu pueblo, Oh patria, no necesita más que amor!, y la guerra, lo que tu pueblo le ha dado... Hay que crear un pueblo con las virtudes desenvueltas en el esfuerzo... y hay virtudes conque crearlo." (Martí, J.: "El viaje del Delegado a la Florida". 28 de Dic. 1893. O.C.T.2 Edit. Nal. de Cuba. La Habana, 1963, pág. 471).

22 Hago énfasis en esta arista importante del problema, porque no han faltado "caza-sistemas", que han querido derivar del paradigma martiano anticipaciones de los credos personalistas, existencialistas, fenomenologistas y axiologistas contemporáneos. Además de otras orientaciones eticistas y esteticistas del siglo XX. Con esto no estoy proyectando, en modo alguno una actitud de absoluto nihilismo sobre estas corrientes, escuela y tendencias, sino más que todo estableciendo diferencias específicas.

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La inserción de los valores en la cultura -hecho que en mi criterio ya casi

nadie niega-23 y la concepción de esta última como resultado social, del pueblo, funda en

Martí una idea nueva que determina una connotación especial al elan humanista que le es

intrínseco en su pensamiento. Y esto se pone de manifiesto no sólo en la relación ética-

política, sino además en la relación ética-estética y sus mediaciones.

En primer lugar existe en Martí una concepción de los valores, penetrada

de un sentido de lo real e histórico como proceso que evita que los piense y aborde como

arquetipos o a priori, sino como hacer humano. Por eso el bien no es tal, porque es algo

presupuesto como verdadero, sino porque es bueno en la praxis social. La belleza no es

tal en tanto establecida externamente, sino en tanto acción bella dimanante del

comportamiento humano. Al igual que la verdad no es tal, como esencia válida en sí

misma, sino como expresión de la realidad para el hombre. Esto no es practicismo, ni

negación de lo universalmente dado, sino sentido práctico-valorativo, que busca,

encuentra y proyecta los valores en el hombre, haciendo historia, en su acción y en la

cultura, en que toma cuerpo.

Este concepto, de buscar los valores en la realidad, y en su despliegue,

como devenir cultural en y por el hombre, como sujeto social, explica el sustrato ético-

moral de la estética y política martianas. En esto se basa su tesis o enjuiciamiento de

Espronceda, que en el decir de Martí pudo ser mártir, y no devino siquiera hombre.

Subrayo hombre, para destacar cómo en la axiología del Maestro, la eticidad concreta, en

las acciones del hombre, constituye su medida, es decir, un parámetro cualificador que

define su status en tanto tal, y esto por supuesto penetra toda su dimensión cultural-

humana, incluyendo expresiones concretas y valores. Y esta idea está tan arraigada en él,

que fluye también en su labor magisterial, como maestro y educador. Tanto en su

correspondencia pública, como de naturaleza íntima, Martí enseña, y los motivos de

carácter artístico siempre aparecen vinculados a la conducta cívica del hombre. Como su

motivo central es el hombre, en toda su integridad, al abordar la esencia y las formas de

23 Sí existen criterios disímiles en su jerarquía y determinaciones dentro del todo (cultura). Algunos dan primacia a uno respecto de otro, en función de su concepción del mundo y otras condicionantes.

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creación humana con arreglo a las leyes de la belleza, en su discurso subyace también un

mensaje de carácter moral. El sabe que la belleza en sí, aislada del verdadero ser

existencial del hombre, resulta superflua, estéril. En Martí, la "belleza" externa,

desvinculada de una cultura de los sentimientos fundada en el amor y la bondad, no

constituye un valor definidor de la naturaleza humana. Una personalidad, aunque "bella

externamente" si no es portadora de sentimientos nobles, de solidaridad humana,

desinterés, justicia, dignidad personal, no se realiza como hombre y su conducta resulta

rechazada por la propia sociedad en que vive.

En la Edad de Oro, obra martiana dedicada a formar hombres creadores,

con ciencia y con conciencia, la intención del Maestro se hace patente. "El niño -escribe

Martí- ha de trabajar, de andar, de estudiar, de ser fuerte, de ser hermoso: el niño puede

hacerse hermoso aunque sea feo; un niño bueno, inteligente y aseado es siempre

hermoso. Pero nunca es un niño más bello que cuando trae en sus manecillas de hombre

fuerte una flor para su amiga o cuando lleva del brazo a su hermana para que nadie se la

ofenda24...

En el lenguaje, simple, sencillo, para niño, el mensaje ético-humanista no

falta, ¿cómo formar al hombre como sujeto, con ciencia, creatividad y con conciencia, si

no se cultiva lo esencialmente humano: el sentido del deber, la bondad, el amor al trabajo,

en fin la sensibilidad humana, capaz de transformar lo feo en bello? Más que un simple

mensaje es una clave cultural paradigmática, que con visión preclara y de meridiana

lucidez, deviene obra fundadora. "Las cosas buenas -dice Martí a los niños en el último

número de la Edad de Oro- se deben hacer sin llamar al universo para que lo vea a uno

pasar. Se es bueno porque sí; y porque allá adentro se siente como un gusto -

continúa Martí, identificando lo moral con lo estético- cuando se ha hecho un bien, o se

ha dicho algo útil a los demás. Eso es mejor que ser príncipe; ser útil. Los niños debían

echarse a llorar, cuando ha pasado el día sin que aprendan algo nuevo, sin que sirvan de

algo."25

24 Martí, J.: "La Edad de Oro". O.C. T.18 Edit. Nal. de Cuba, La Habana, 1964, pp. 301.

25 Ibídem, pp. 455.

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Con esto, Martí no sólo evoca y predica la necesidad de sembrar y cultivar

humanidad en el hombre para que nazca, eche raíces y se multiplique, sino además funda

una cultura de los valores, imprescindibles para la convivencia social y para el propio

despliegue de las energías creadoras que el hombre lleva en sí y desarrolla en función de

la sociedad. Así, refiriendo a Buda, enseña a los niños, que no "se ha de reposar hasta

que el alma sea como una luz de aurora, que llene de claridad y hermosura al mundo, y

llore y padezca por todo lo triste que hay en él, y se vea como médico y padre de todos

los que tienen razón de dolor: es como vivir en un azul que no se acaba, con un gusto tan

puro que debe ser lo que se llama gloria y con los brazos siempre abiertos".26

Es que en Martí se capta el bien y la esfera humana en general como

medio y fin que supone e impulsa la voluntad, y toda la subjetividad humana en el

devenir social. Los valores morales devienen motivos catalizadores de creación,

originalidad y proyección. Es como si los valores éticos y también estéticos se fundieran

en un todo único, interconexionado, al igual que los restantes valores como componentes

de la cultura.

La plasmación de la axiología como conducta, inserta en la cultura en

todos sus componentes estructurales (valores) y sus expresiones jerárquicas, no es una

tarea fácil. Martí está consciente de ello, y por eso da razones de la necesidad de que los

valores morales se conciban como medios y fin intrínsecos al devenir humano, como

móviles de perfección del hombre. Con esto, el bien, el deber, no aparecen sólo como

mandatos de la razón, como a priori, sino que su realización y proyección deben asumirse

con satisfacción, con gusto, deseo, pasión, amor y con espíritu de consagración. Por eso

no puede ser un fin ni un medio extrínsecos a la naturaleza humana. Deben mover y

despertar sensibilidad, que es al mismo tiempo encontrar belleza, placer por la acción o el

deber cumplido. De lo contrario no devienen cultura diaria, ni norma de actuación, ni se

encarnan en convicción. No se integran a la cultural.

He ahí la necesidad de comprender el por qué Martí dimensiona el devenir

humano como hecho cultural, como empresa eminentemente moral, porque incluso, las

26 Martí, J.: "Un paseo por la tierra de los Anamitas". La Edad de Oro. Edit. citada, pág. 466.

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expresiones políticas, jurídicas, etc. si se fundan en la cultura y son expresión auténtica

del pueblo, resultan bellas, despiertan sensibilidad y gusto estético. Realmente, ante las

alternativas, debo hacer esto o me gusta hacer esto, ¿cuál de ellas se asume? Martí trata

de develar en la realidad, sobre todas las cosas, humanidad, que es al mismo tiempo

encontrar bondad y belleza en los actos humanos. Es asumir lo bueno, lo justo, lo

heroico, etc. como manifestaciones bellas a plenitud, en tanto realizan la naturaleza social

humana.

En este sentido, la acción esencialmente humana es heurística27 y adquiere

una dimensión estética, porque "sólo lo que del alma brota en guerra, en elocuencia, en

poesía llega al alma"28 "(...) Nobles, -refiere a J. J. Palma- son pues sus musas; patria,

verdad, amores... En un jardín, tus versos serían violetas. En un bosque, madreselvas.

No son renglones que se suceden; son ondas de flores".29 Ondas de flores que nacen de su

amor patriótico, como destellos que penetran la razón y los sentimientos y "hacen

caminos al andar". Crean, fundan, porque nacen del hombre y el entorno social y porque

son apropiación humana. Convidan, se asumen, encuentran recepción porque despiertan

sentimientos, conceptos e ideas humanas. Con ello se convierten en resortes para la

acción y nuevos modos creadores y originales de aprehensión.

Esta concepción martiana, al integrar los valores en la cultura, como

producción del hombre, en función de la sociedad, sienta premisas teórico-metodológicas

para establecer jerarquías y niveles en cuanto a determinaciones del quehacer humano se

refiere. La unidad indisoluble entre lo ético y lo estético y el lugar que ocupa en los

marcos de su axiología, responde en gran medida al hecho de que Martí es un hombre de

pensamiento y acción, que une en su diario hacer misión y oficio. Esto determina en él un

27 En el sentido de la búsqueda perenne de potencialidad humana, y despliegue creador de su ser esencial en los marcos de la cultura en que se afirma y adquieren existencia real los valores.

28 Martí, J.: Carta a José Joaquín Palma. O.C. T.5. Edit. Nal. de Cuba, La Habana, 1963, pág. 94.

29 Ibídem, pág. 96.

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concepto. "La vida -escribe Martí a Joaquín Macal- debe ser diaria, movible, útil; y el

primer deber de un hombre de estos días, es ser un hombre de su tiempo. No aplicar

teorías ajenas, sino descubrir las propias. No estorbar a un país con abstracciones, sino

inquirir la manera de hacer prácticas las útiles. Si de algo serví antes de ahora, -enfatiza

el Maestro- ya no me acuerdo: lo que yo quiero es servir más. Mi oficio... es contar todo

lo bello, encender el entusiasmo por todo lo noble, admirar y hacer todo lo grande...

Vengo a ahogar mi dolor por estar luchando en los campos de mi patria, en los consuelos

de un trabajo honrado, y en las preparaciones para un combate vigoroso."30

En este sentido, la belleza con que Martí capta la realidad y la obra

humana, no dimana sólo de la prosa y el verso de un artista, de un poeta, ni del magno

discurso de un escritor de talento mayor, ni del hombre hecho estilo, que tanto exalta

Unamuno, Sarmiento y Darío. Además de su oficio -que ya es mucho para consagrarlo-

existe una misión redentora, un compromiso con la realidad de su tiempo, con su bella

isla y la América nuestra. Sólo un oficio, por muy grande y trascendente que sea, no es

capaz de irradiar luz, "encender el entusiasmo por todo lo noble" y revelar la grandeza

humana en toda su magnitud. La misión lo completa, lo dirige a la realidad concreta,

busca cauce de realización. Enseña que al deber-ser no se accede a través del discurso,

encerrado en sí mismo, sino se requiere de la acción práctica transformadora, capaz de

subvertir la realidad presente y proyectar y realizar lo que falta y exigen la necesidad y

los intereses de los hombres en el movimiento social. Si se desconoce esto -en mi

criterio- resulta imposible comprender la obra martiana, incluyendo su filosofía y su

axiología. El paradigma martiano y el ideal de racionalidad en que se despliega,

está mediado por convicciones ideopolíticas revolucionarias tan profundas que no le

permiten soslayar las situaciones dramáticas en que se consume y dirime el hombre y la

sociedad, para dedicarse al puro oficio de crear. Es que precisamente su magna obra

creadora "que pertenece a los "alumbrados",31 en el decir de Gabriela Mistral; es un

30 Martí, J. Carta a Joaquín Macal. O.C. T.7. Edit. Nal. de Cuba. La Habana. 1963, pág. 97. El subrayado es mío. R.P.

31 Mistral, G: Versos sencillos. Dirección de Cultura, La Habana, 1939, pp. 2.

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resultado de haber conjugado en inseparable unidad, misión y oficio"(...) Martí, criatura

literaria completa, -enfatizó Gabriela Mistral- amaba sus clásicos y amaba la poesía del

pueblo, porque el humanismo no lo disgustó de lo popular, ni lo elemental lo invalidó

para lo clásico... Pero el trance del momento era duro, y Martí nos entregaba su poesía

verbal cortada aquí y allá del sollozo patriótico o del puñetazo de fuego al tirano".32

Martí desintrancendentaliza, hace concretos los valores en el instante

mismo en que los trae al quehacer humano-social, y le

trasmite sentido práctico, razón, inspiración y sensibilidad" (...) y puso poesía

castellana -refiere a Antonio Sellén- cuanto hay de enérgico y hermoso en los poetas

nuevos. Ennobleció el destierro con un trabajo constante, templado por un carácter que

no empañó nunca la malicia, y embellecía la pasión por la hermosura ideal, que lo tuvo

siempre en un estado de íntimo deleite; más grato que los goces volubles del mundo. Era

hombre de notable cultura y de juicio sagaz; pero el corazón se le inflamaba, aún en los

últimos años, cuando veía volar un pájaro libre sobre su cabeza, o deshacerse una nube

por el cielo azul... Fue tierno y sentido, y notable por la pureza de sus deseos, el fervor de

su caridad humana, y sus simpatías con todo lo ingenuo y poético del mundo.33

Los valores que enseña, cultiva y transmite Martí, tanto en su verso como

en su prosa, no son entes abstractos, sino consustancial al despliegue humano, en fin,

integrados a una cultura de la razón y de los sentimientos.34 Por eso en su discurso no

32 Ibídem, pág. 16. Y Gabriela Mistral vio en él también al hombre de oficio y de misión: "Los comentadores políticos del Maestro se complacen en verificar las adivinaciones de política social que él llegó a tener y que forma parte de su legado para nosotros. Así mismo los poetas podemos decir, que falto de tiempo para dejarnos todos los temas ya surcados, su índice grande de capitán nos marcó cuáles suelos estaban baldíos, en espera de su arador. Todo lo previó cuando no lo proveyó; hacia los puentes más borrosos del horizonte echó su lumbrada y lanzó en esa dirección a los suyos. El ayudó a Rubén Darío antes de que éste naciera, con un claro consejo de poesía; él también instó a los nativistas antes de que llegaran ¡Padre Martí, padre real, granero del apetito pasado y del hombre futuro, troje de lo que seguimos viendo, que es oscura de cuanto queda en ella todavía por desentrañar y es claro por el nivel del que aprovechamos, cogiendo el trigo a la luz del día de hoy!" (Ibídem, pág. 16-17).

33 Martí, J.: Antonio Sellen. O.C.T.5 Edit. Nal. de Cuba, 1963, pág. 159.

34

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invoca y busca valores humanos, sino que los descubre. Pero en un "encontrar", que es

más que todo un ininterrumpido tránsito del ser al deber-ser, como proyección humana,

como remisión a la imaginación y a la creatividad cultural del hombre.

En esta dirección, a Martí no le interesa tanto qué es el hombre y cuáles

son los valores, sino más que todo cómo deviene el hombre y su naturaleza humana

constituida en un sistema de valores dinámicos, fluidos, en tanto expresión social. Sólo a

partir de esta concepción de los valores adquieren trascendencia y vigencia. Trascienden

porque son valencias sociales y formas aprehensivas de conductas sociales hechas

cultura.

Esto no significa la existencia en Martí de una actitud nihilista hacia los

valores universales, ni una concepción practicista, pragmático-utilitarista de los mismos.

Todo lo contrario.35

En su obra constantemente aparece la referencia a los valores universales,

a sus conceptos e ideas. Significa simplemente que su concepción de los valores -por

razones ya explicadas y reiteradas- se funda en una intelección propia, que se integra a la

cultura del pueblo.

La inserción martiana de los valores como atributos cualificadores de la

subjetividad humana, integrada a la cultura y como creatividad cultural social del hombre

no sólo explica los fundamentos de su trascendencia en la axiología del Maestro. Da

cuenta además de la especificidad propia del filosofar martiano en término de discurso

vital, enérgico, siempre en función del hombre y la sociedad. Explica también su genio

visionario para discernir la realidad presente y proyectar lo por venir. Pone de

manifiesto, su gran poder revelador de esencia para ver más lejos y dimensionar

Martí, J.: Antonio Sellén. O.C.T. 5 Edit. Nal. de Cub, 1963, pág. 159.

35 Tiene razón J. Vicente Arregui cuando señala: "... los valores sólo rigen realmente en una sociedad en cuanto se hacen cultura. Pero en cuanto hechos cultura, los valores pierden su olímpica dignidad porque una cultura es siempre una cultura entre otras culturas... Los valores sólo rigen en cuanto que enculturizados, en cuanto que realizados de uno de los modos posibles" (Vicente Arregui, J.: El papel de la Estética en la Etica. Revista Pensamiento No. 176. Vol. 44 Oct-Dic. 1988, Madrid, pág. 451.

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realidades que ante sus contemporáneos pasan inadvertidas. Esto, por supuesto, no tiene

lugar sólo en su ideario político -que ya de por sí le consagró y devino jefe máximo de la

guerra del 95- sino en múltiples aristas del quehacer humano. Su capacidad de

discernimiento humano para penetrar en determinadas personalidades históricas y

descubrir obras paradigmáticas y fundadoras, también imprime vigencia y trascendencia

a los valores, y junto con ello actualiza la memoria histórica que es forjar y vitalizar la

identidad nacional y humana. El análisis de Luz y Caballero no es el único caso, pero es

demostrativo. Con una frase lacónica, pero llena de sentimiento y razón lo define:

"sembró hombres"(...) demandó con la fruición del sacrificio todo amor a sí y a las

pompas vanas de la vida, nada quiso ser para serlo todo, pues fue Maestro y convirtió en

una sola generación un pueblo educado para la esclavitud en un pueblo de héroes,

trabajadores y hombres libres... Supo cuanto se sabía en su época; pero no para enseñar

que lo sabía, sino para transmitirlo.36 Y de Mendive, con sólo una oración interrogativa

da vigencia y trascendencia a una triada de valores que Martí expone en un todo único

revelador del bien, la belleza y la verdad: "¿Y cómo quiere que en algunas líneas diga

todo lo bueno y nuevo -interroga Martí- qué pudiera yo decir de aquél enamorado de la

belleza que la quería en las letras, como en las cosas de la vida, y no escribió jamás sino

verdades de su corazón y sobre penas de la patria?"37

Obra fundadora y cultural en todo su sentido y definición, también revela

en Heredia, un modelo en cuanto a definición axiológica se refiere. Un alma, una virtud,

devenida cultura de cubanía descubre en el cantor del Niágara. "¿Cómo no habían de

amar las mujeres -pregunta Martí- con ternura a aquel que era cuanto el alma superior de

la mujer aprisiona y seduce: delicado, intrépido, caballeroso, vehemente, fiel, y sobre

todo eso, más que por la belleza, bello?"38 Para quien no conozca la esencia del

36 Martí, J.: Cartas inéditas de José de la Luz. O.C.T.5. Edit. Nal. de Cuba. La Habana, 1969, pp. 249.

37 Martí, J.: Rafael María de Mendive. O.C. 5 Edit. Nal. de Cuba, La Habana, 1969, pp. 250.

38 Martí, J.: Heredia. O.C. T.5. Edit. Nal. de Cuba, La Habana, 1963, pp. 174, lo

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humanismo martiano, la interrogante caracterizadora de Heredia pasa inadvertida, no

revela su espíritu creador ni la dimensión cultural en que se sustenta también su

concepción de los valores morales, incluyendo el sentido estético que lo anima. La

determinación moral no deviene cauce prefiguradamente rígido, al igual que su

connotación estética. Se advierte como cualidades morales, en síntesis, devienen

expresiones estéticas -define lo bello como compendio de rasgos humanos, como

delicado, intrépido, caballeroso, etc.- y aunque paradójico, de la belleza, no deduce lo

bello, sino de cualidades ético-morales. Es que Martí -y esto define en gran medida su

discurso- piensa la realidad a partir del hombre, la actividad humana y su determinación

en la cultura. Por eso no tiene que esforzarse para encontrar lo bello,39 en la realidad; lo

aprehende, revela y fluye porque es al mismo tiempo descubrir humanidad, contenido,

sentido y potencialidades humanas de realización. En ello, existencia y conciencia

integran un proceso del devenir humano en la aprehensión práctico-espiritual de la

realidad.

Martí revela belleza en la realidad que asume porque es sensible y posee

humanidad, porque devela esencias, interioridades del hombre y la sociedad trasuntadas

en la cultura. En este concepto resulta posible comprender por qué se preocupa tanto por

exaltar y dar vigencia a los valores humanos encarnados en obras y hombres

paradigmáticos, así como el sentido de sus tesis de que honrar honra; la cultura como

condición de la libertad; la pasión y la ternura como premisas de todo proyecto humano y

subrayado es mío. R.P. Lo hago para destacar cómo en Martí, en la dimensión humana, lo ético y lo estético se fundan en unidad, a tal punto que lo bello, no es tal por la belleza, sino por integrar atributos que cualifican la conducta moral y otras cualidades de la naturaleza del hombre.

39 Entiéndase no en el sentido de "embellecer" la realidad con expresiones artístico-literarias. Su talento artístico de alto vuelo por supuesto es un elemento a tener en cuenta, tampoco se trata de "embellecimiento" de la realidad a partir de confundir e identificar el ser con el deber-ser. El sentido es otro, que proviene de la revelación del ser esencial humano, sobre la base de la determinación cualificadora de los valores en la cultura, por cuanto aquellos (los valores) sólo advienen y devienen en tanto enculturizados, es decir, insertos en la cultura. Esto determina la unidad indisoluble e interpenetración de los valores éticos y estéticos y el lugar de ellos, su jerarquía específica, respecto a los restantes valores componentes de su axiología.

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social, la virtud, el decoro y la dignidad, como esencia consustancial al hombre.

En Heredia ve al "genio de noble República, a quien sólo se le veía lo de

rey cuando lo agotaba la indignación o fulminaba el anatema contra los serviles del

mundo y los de su patria".40 Dando vigencia social y trascendencia al modelo de valores

que sintetiza Heredia, define "... dos clases de hombre: los que andan de pie cara al cielo,

pidiendo que el consuelo de la modestia descienda sobre los que viven sacándose la

carne, por un pan más o pan menos, a dentelladas, y levantándose por ir de sortija de

brillante, sobre la sepultura de su honra: y otra clase de hombre, que van de hinojos,

besando a los grandes de la tierra el manto".41

En la axiología martiana hay optimismo como todo humanista que confía

en el hombre y en sus posibilidades de perfeccionamiento y creación; pero no un

optimismo exacerbado que soslaya los atributos negativos de las acciones y conductas

humanas. Estos atributos son asumidos de modo crítico y estigmatizados al mismo

tiempo como no inherentes a lo verdaderamente humano y como males que no se

integran a la cultura. Sin embargo, como maestro al fin, y hombre fundador, no sólo

critica el mal, sino además y sobre todo proclama el bien y lo cultiva para que prevalezca.

El sabe que "...odian los hombres y ven como a enemigo al que con su virtud le echa

involuntariamente en rostro que carecen de ella..."42 Y es necesario e incuestionable para

Martí actuar con respeto y humanidad para no herir sensibilidades. Cuando se le ofende

al hombre su decoro y dignidad que es al mismo tiempo bejar su integriadad humana,

más que cultivar en él el bien, lo bello, lo verdadero; valores permanentes en la

humanidad del hombre, se mata su naturaleza humana y las "semillas dormidas" que

siempre esperan terreno propicio para germinar. Se trata entonces según el espíritu y el

40 Martí, J.: Heredia. Obra. Citada pp. 171.

41 Ibídem. El subrayado es mío: R.P.

42 Martí, J.: Juan Carlos Gómez. O.C.T. 8. Edit. Nal. de Cuba. La Habana, 1963, pág. 190.

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mensaje que anima la axiología martiana de obrar con humanidad para que crezca y se

impongan sobre la maldad, el egoísmo y todo lo que de animalidad -concebida por Martí

como no permanente, sino transitorio- pueda anidarse en el hombre. Esta concepción

axiológica está enraizada en el hombre y en la confianza de la "grandeza de sus entrañas",

pero ello evoluciona, como parte esencial del todo, en correspondencia con la evolución

de la totalidad de su pensamiento. Si ciertamente son los valores el núcleo central que lo

anima durante toda su vida, en la etapa de madurez teórica e ideológica, aparecen nuevas

mediaciones y matices que la hacen más concreta. Es fácil encontrar en Martí, en

cualquiera de sus etapas evolutivas de desarrollo, la búsqueda de la ley del progreso del

hombre, sobre la base de las fuerzas que lleva en sí y que sólo precisa revelarlas y

cultivarlas. En esta concepción, la impronta del naturalismo romántico está presente

con sus especificidades, incluyendo su concepción unitaria del ser y los valores del

hombre; sin embargo, el hombre para el Maestro, es lógica y providencia de la

humanidad, es decir, es sujeto. Con esto establece límites, que rebasan los marcos de las

influencias y transita y accede a nuevos niveles de la realidad, o sea, al naturalismo -sin

desecharlo- se impone el papel de la subjetividad, de la actividad humana, en fin, de

la axiología de la acción.

Por otra parte, junto a la radicalización de su pensamiento político -si bien

el núcleo central de su axiología, permanece- los valores y las valoraciones adquieren

más concreción en cuanto al alcance y proyecciones sociales se refiere. Así, en Patria, 8

de diciembre de 1894, refiriendo al pintor cubano Joaquín Tejada después de señalar la

dicha de ser de nuestra patria, señala: "el mundo es patético, y el artista mejor no es quien

lo cuelga y racama, de modo que solo se le vea el raso y el oro, y pinta amable el pecado

oneroso, y mueve a fe inmoral en el lujo y la desdicha, sino quien usa el don de

componer, con la palabra, o los colores de modo que se vea la pena del mundo, y quede

el hombre movido a su remedio. Mientras halla un antro, no hay derecho al sol".43

Estas ideas recuerdan su crítica al "realismo" positivista en el arte, de su

etapa de México o del Liceo de Guanabacoa, pero ahora con mayor alcance social, lo

cual se pone de manifiesto en la propia valoración que hace del artista cubano.

43 Martí, J.: Joaquín Tejada O.C. T.5, Edit. Nal. de Cuba, La Habana, 1963, pp. 285.

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"Amese -escribe Martí- puesto que ama al hombre, al artista nuevo de Cuba, al que

padece de la pena humana, y no tiene pinceles para los vanos y culpables de la tierra, sino

para los adoloridos y creadores."44

Hay un reclamo de amor hacia el pintor cubano por Martí, no sólo porque

ama al hombre y padece de la pena humana -que para algunos pudiera parecer abstracto-

sino porque no tiene pinceles para los vanos y culpables de la tierra, sino para los

adoloridos y creadores.

Continúa Martí buscando la ley del progreso humano y sus valores pero

aparecen nuevas vías de acceso de penetración en la esencia del problema. Hay una toma

de partido por un sector de hombre que considera sujeto verdadero de realización

humana: los adoloridos y creadores, los desdichados y los mansos, en fin, los humildes,

las grandes masas del pueblo, y con ellas echa suerte.

Ya no se trata como Luz -lo que no resta valor al Maestro de todas las

ciencias-, preparar la juventud de la clase de los hacendados para ganar la libertad, pues

la guerra del 68 ha transformado el estado de cosas y engendrado nuevos sujetos. El

problema es otro y Martí tiene conciencia de ello. El pueblo, las grandes masas han

devenido sujetos portadores del ideal emancipador y a dicho sujeto se dirige el discurso

del Maestro.

Su labor conciliadora de fuerzas, en pos de la unidad en torno al Partido

Revolucionaro Cubano, y su República proyectada "con todos y para el bien de todos",

encarna el ideal de las grandes masas. Su proclama: "Somos los pinos nuevos", expresa

ese nuevo concepto del sujeto de la revolución.

Esta concepción, resultado de un proceso histórico, con todas sus

mediaciones, determinantes y condicionamientos, influye en la orientación y alcance

social de la axiología martiana. Es un elemento esencial, sobre el cual se funda la

inserción de los valores en la cultura, entendida ésta como producción social y medida

del desarrollo. Esto naturalmente encuentra expresión real en la concepción de la

44 Ibídem, pág. 287. El subrayado es mío. R.P. Se hace para fijar jerarquía, niveles y diferencias y llamar a la reflexión al lector.

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revolución y absoluta confianza en sus portadores. "La revolución en Cuba -escribe

Martí- no es una tiranía; es el alma de la Isla. No es una conspiración: es el

consentimiento táctico y unánime de lo más viril y puro del país: el actual movimiento

revolucionario no tiene su fuego en el trato secreto con éste o aquel núcleo de

revoucionarios conocidos, sino en la confianza que ha logrado inspirar a la gran masa, a

la masa de rifle y corazón, en la espera sorda y crecimiento de lo bueno y bravo de

Cuba... En el ánimo de la Isla se ha trabajado, no en el compromiso de esta o aquella

cabeza conocida... El espíritu del país es nuestro cómplice...45

3.12 Epílogo necesario al capítulo

El objetivo central de este capítulo ha sido exponer de modo breve la

sistematización de la filosofía en Cuba, Siglo XIX, por Medardo Vitier. Más que la

exposición misma de los sistemas filosóficos y sus figuras representativas por el gran

Maestro, se ha intentado develar los momentos teóricos y metodológicos que desarrolla

creadoramente. Estamos seguros -y el lector coincidirá conmigo- que sólo se han

trabajado los aspectos más relevantes de las distintas figuras. Muchas aristas analizadas

por M. Vitier sólo se mencionan o quedan omitidas. Es mejor apreciarlas en su propia

obra, con la riqueza conceptual y estilística que él le aporta.

El capítulo se refiere fundamentalmente a la obra "La Filosofía en Cuba" y

a algunas ideas de sus Valoraciones y en pocos casos a los ensayos propiamente dichos

de las figuras. Un futuro trabajo tratará con más profundidad el objeto investigado a

partir del estudio de su obra total.46 Esto permitirá establecer nexos de continuidad y

ruptura en su propia evolución. Porque M. Vitier no se repite en sus trabajos y en cada

45 Martí, J.: "El alzamiento y las Emigraciones", De Patria, Nueva York, el Nov. de 1893. O.C.T. 2 Edit. Nal. de Cuba, La Habana, pág. 433.

46 Es necesario aclarar que este libro: Medardo Vitier y la cultura cubana se hace sobre la base de un proyecto premiado en el concurso "Razón de ser", que auspicia la Fundación Alejo Carpentier, y tiene un límite de tiempo para su realización.

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investigación aporta momentos y aspectos nuevos. De todas formas, "La Filosofía en

Cuba", posee el núcleo fundamental de su pensamiento en torno al devenir filosófico

cubano.

Debo señalar además que se incluye a Martí, porque a pesar de que no está

en "La Filosofía en Cuba", posteriormente el propio autor señaló que debía figurar en "el

recuento de la Filosofía en Cuba".

El tratamiento de las figuras y sus concepciones filosóficas -lo reitero una

vez más- resulta escueto y panorámico, y más aún en los casos de los hermanos González

del Valle, José M. Mestre, José del Perojo y Rafael Montoro.

El propósito fundamental del capítulo se ha dirigido a otro orden de

problemas que se ha considerado de mayor utilidad, como la filosofía y su lugar en la

cultura, la filosofía y la historia, así como el tratamiento teórico-metodológico que realiza

M. Vitier a la tradición. Aspectos esenciales que sirven de cauce discursivo al proceso de

sistematización de la filosofía en Cuba.

Con énfasis especial se trabajó el numen histórico-cultural que penetra el

discurso filosófico de M. Vitier y su concepción de la filosofía en Cuba. En él, la

filosofía no se reduce al conocimiento, pues tiene como tema central al hombre en

relación con el Universo. Esta concepción posee múltiples implicaciones que enriquecen

el objeto, el método y las funciones que cumple en la sociedad. Esto posibilita que

privilegie en los marcos de la filosofía la dimensión axiológica, tematizada en la

multiplicidad de valores.

Resulta interesante la visión de la cultura en M. Vitier, que no la

circunscribe al conocimiento, pues cultura, es además, y por sobre todas las cosas,

sensibilidad humana, conciencia crítica y razón utópica; en fin, producción humana en y

por el hombre. De ahí que en su concepción, la filosofía, la historia, la pedagogía, el arte,

la literatura, etc., son zonas de la cultura.

Una intelección de la cultura de esta naturaleza, determina al mismo

tiempo una visión particular de la realidad. "La preocupación por la suerte del país, -

señala en la Introducción a "La Filosofía en Cuba"- el oído atento a las voces de mejor

mensaje, la vigilancia intelectual de los más enterados, son los factores que explican la

cohesión y la continuidad de nuestra cultura -en buena parte filosófica- desde las

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postrimerías del siglo XVIII, en que el P. José Agustín Caballero escribe todavía en latín

su Philosophia electiva (1797 hasta 1895) (...) Por manera que la densidad ideológica de

nuestro siglo XIX, lejos de explicarse por el ambiente oficial débese, en mucho, a la

actitud contra un régimen político torpe y anacrónico."47

La política, como zona de la cultura impulsa la actividad espiritual y

material de los hombres y más aún en tiempos de crisis. Enriquece la cultura con el

atributo de la resistencia y le traza caminos, al igual que ella -la cultura- imprime eficacia

por su universal humanidad. "Toda actitud de tensión, aunque su objeto directo sea

político, no más, enriquece pronto sus contenidos. Apenas hay un interés superior

que no acuda a engrosar el movimiento. La acción, en potencia, se ilumina, y la

juventud -esa que gusta de hacer historia- se da al estudio de las disciplinas que tienen al

hombre como tema. Un neohumanismo (profundización del destino vital), no mera

restauración del saber clásico, enciende los espíritus. Pleamar, visión, llamamiento de lo

superior en la naturaleza humana y, a la sazón, convergencia solícita de cuantas doctrinas

explican al hombre. Eso ocurrió en Cuba, -destaca M. Vitier- y en el vasto cuadro se

insertó la Filosofía, con notas de originalidad en algún momento y, sobre todo, con

persistencia, como si de su mensaje esperasen varias generaciones luz para la acción."48

Por eso, más que el contenido filosófico de las figuras trabajadas por M.

Vitier -y enriquecidas ya por diversas investigaciones- se ha centrado la búsqueda a su

excelente enfoque sociocultural antropológico que aporta como historiador sagaz de la

filosofía; al discernimiento del ingrediente filosófico-cultural de su método y al sentido

totalizador de su estilo como filósofo que sin soslayar la tradición y las raíces, su discurso

se mueve con ímpetu ecuménico. Y por sobre todas las cosas la sensibilidad humana y

la razón utópica que medía con creciente persistencia sus análisis histórico-filosóficos.

Finalmente, en el capítulo se capta un momento cualificador del ejercicio

histórico-filosófico de M. Vitier: Aparentemente se cree que estamos en presencia de un

47 Vitier, M. La Filosofía en Cuba. Introducción. Fondo de Cultura Económica, México, 1948, pp. 15-16.

48 Ibídem, p. 17.

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tratadista que sistematiza la historia de la filosofía y la vuelca con maestría en un

excelente manual. Pero resulta todo lo contrario, nada más opuesto a la verdad. El alma

ensayística del autor hace gala de oficio. La maestría y la excelencia está presente, pero

el discurso suscitador, con acento personal, subjetivo y abierto se impone con fuerza. Su

concepto del ensayo, creadoramente lo aplica y lo devela en "La Filosofía en Cuba": "El

ensayo enseña, más no trasmite un cuerpo de nociones aceptadas. No supone la

seguridad de su docencia. Al contrario, plantea cuestiones, esboza puntos de vista

nuevos: es un poco aventurero. De ahí el modo ondulatorio de su prosa. A veces penetra

audazmente en lo virginal del hombre o de las cosas. Sus temas son por lo común

humanos."49 Y continúa exponiendo la especidad del ensayo, que bien puede verse

concretado en su quehacer histórico-filosófico: "Llamo la atención del lector acerca de la

función de la enseñanza y la función de la cultura. La primera fija nociones depuradas.

En sus dominios hay relativa unanimidad. La segunda amplía, discute, ilumina: Trabaja

con material de mayor riqueza como son los valores humanos."50 A M. Vitier lo ubico en

la segunda. Su discurso es ante todo de función cultural, porque la propia enseñanza, la

vitaliza con la cultura, como eticidad concreta con propósito humano.

III. Filosofía de la Educación y Literatura

Además de la filosofía, la Historia de la Filosofía en Cuba y otras

vertientes del saber filosófico (Gnoseología, Axiología, Metodología y Ética, entre otros),

la Filosofía de la Educación y la Literatura ocupan un lugar central en la obra de Medardo

Vitier. A toda su producción intelectual, incluyendo por supuesto los problemas

pedagógicos y literarios, le otorga unidad el soporte filosófico-cultural en que se fundan.

1. El programa pedagógico de M. Vitier

49 Vitier, M. El ensayo. Apuntaciones Literarias. Edit. Minerva, La Habana, 1935, pp. 15-16.

50 Ibídem, p. 17.

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La filosofía de la educación, permeada de sentido histórico-cultural se

concreta en su programa pedagógico, a través de la axiología de la acción. Continúa la

rica tradición del pensamiento filosófico-pedagógico cubano, que eleva a su cima

Varona, y sobre todo, José Martí.

1.1 Filosofía, educación y cultura

La relación unitaria filosofía, educación y cultura, más que una vocación -

y eso ya es mucho- es en M. Vitier, un don de su magisterio. Una concepción que

alumbra con "luz de estrella",51 su pedagogía. Y es que estamos en presencia de un

filósofo pedagogo, cuya ansia de humanidad permea su discurso de sensibilidad cósmica

envolvente, que teniendo como su capital divisa: "vivir es creer", concibe toda empresa

humana como proceso y resultado de la cultura. Pero al mismo tiempo, "una cultura

individual de buenos soportes necesita una imagen, -todo lo sumaria que se quiera- de la

realidad exterior, o dígase cosmo, tal como lo han explicado los sistemas astronómicos y

los filosóficos".52

El concepto de cultura en Vitier es amplio y rico en aprehensiones. Le

posibilita eficaces vías de acceso a su programa pedagógico y con ello a la comprensión

de la formación humana, como un proceso de varias aristas y múltiples mediaciones. En

su criterio, es desacertado el consenso general de reducir la cultura al conocimiento, a la

dimensión intelectual. Por eso se pregunta: ¿No echa de menos el empleo y la

circulación de la frase cultura moral? Y no es que falten tratados de Ética, ya

normativa, ya explicativa. La falla está -discierne el filósofo- en que apenas

incorporamos las instancias de la conducta a la noción de cultura. Siempre he creído

-continúa su intelección totalizadora de la cultura- que el pensamiento socrático (al

51 Frase que gustaba emplear Martí para denotar larga visión o miraje de altura.

52 Vitier, M. Notas para una formación humana. Valoraciones II. Universidad Central de Las Villas, 1961.

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menos tal como nos llega por el filtro platónico) dista mucho de estar agotado en lo que

atañe a los nexos entre el saber y el bien.53

Nótese como M. Vitier, no se apresura a darnos un concepto terminado de

cultura. Sabe que las definiciones absolutas cierran y empobrecen el discurso. Prefiere

las caracterizaciones -y más aún cuando discurre por los predios de la formación humana,

del proceso educativo- y asume la cultura provisionalmente como "modos de pensar",

pero lo considera ineficaz, para afirmar su ritmo -de la cultura- como sucesión de

métodos que exaltan lo emocional, o lo racional. Pero siempre exigiendo visión unitaria

que acuda "(...) a ingredientes científicos y filosóficos, sin mirar con desvío el Derecho

(en sus doctrinas) y la Historia, en la articulación y el sentido de las épocas".54

Asume creadoramente las aclaraciones de Ortega y Gasset -y aquí se ve

la unidad filosofía, educación y cultura en la formación humana- sobre el encargo que

debe cumplir la Universidad: dar una imagen del Universo, guiar en la investigación

científica y formar al estudiante en las profesiones.55 El propio concepto de formación,

en M. Vitier, implica instrucción y educación al mismo tiempo. Porque en su criterio,

"no fracasan los valores que la tradición ha fijado y probado. Quien fracasa es el hombre

al desecharlos".56

La unidad filosofía, educación y cultura tematiza en M. Vitier, una

concepción pedagógica para los nuevos tiempos. "Vivir es creer"57 -reitera el filósofo

53 Ibídem, pp. 104-105.

54 Ibídem, p. 104.

55 Ibídem, p. 105.

56 Vitier, M. Lo que busca Augusto Comte. Valoraciones II. Edic. citada, p. 257.

57 No olvidemos el significado sociocultural y el sentido utópico realista que tiene esa frase en M. Vitier (Ver primer capítulo, epígrafe No. 7 del presente libro).

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pedagogo-. Y la creencia determina ya nuestras actitudes mentales y prácticas(...)

Siempre habrá un sentido de la vida, en la raíz de la conducta. Y eso cala en la

conciencia de la juventud.58

Estas premisas, de carácter cosmovisivo-cultural, imprimen sustancialidad

al discurso pedagógico. Abren caminos eficaces a la teoría y a la praxis educativas.

Permiten dirigir racionalmente la elección mejor, porque "vivir es creer". Vivir es

escoger(...) ¿Luz y Caballero? ¿Martí? Pero... ¿qué es eso? Próceres, mentores, hombres

que creyeron en la realidad, a la vez filosófica y práctica, de la dignidad humana(...)59

La educación, sustanciada en una intelección cosmovisiva-cultural no

enseña dogmas, recetas, sino suscita e incita a la reflexión para la elección con arreglo a

fines concretos. Lleva dentro la libertad como motor impulsor de ricas aprehensiones en

correspondencia con el sentido de la vida, la responsabilidad personal y las exigencias

sociales. Una educación fundada en lo simplemente inmediato, en el utilitarismo

pragmático, en la mala propensión del tener, que soslaya la cultura del ser, tal y como

enseña el Maestro Vitier, resulta estéril y enajenante. No prepara para la vida.

Por eso Vitier, siguiendo a Luz -y también a Martí- exige una teoría

educativa con ansias de humanidad y perspectiva de mediatez y vinculada a la vida. La

formación humana no acontece por generación espontánea. "Véase como un hombre tan

teórico y de tanto fondo filosófico -se refiere a Luz y Caballero- está siempre en contacto

con la realidad. Es un error creer que las teorías alejan de lo cotidiano y práctico. La

mala teoría sí, pero la buena, la válida, esa funda su verdad en derivarse de lo real."60

Y una teoría educativa, si quiere ser programa pedagógico de formación

humana, debe estructurar un sistema flexible y coherente de fines, capaz de preludiar lo

que se quiere y afirmarlo sin coerción y dogmatismo: un sistema de valores congruente

con el tiempo histórico e inserto en la cultura. Al margen de la cultura los valores no se

58 Vitier, M. Actitud. Valoraciones I. Edic. cit. p. 6.

59 Ibídem, p. 8

60 Vitier, M. José de la Luz y Caballero como educador. Santa Clara, Cuba, 1956, p. 56.

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afirman ni funcionan. No se integran a la corriente ideológica, en tanto no son partes del

ser esencial humano. No resisten los embates de los momentos de crisis.

1.2 Fines de la educación

Los fines no existen ni devienen por sí mismos. Encarnan las necesidades

e intereses individuales y sociales de cada momento histórico. Concebirlos de otra forma

sólo serían posibilidades que no se realizan. Además requieren de otra mediación, sin la

cual no se convierten en los resultados apetecidos: la praxis, en tanto relación esencial,

donde lo ideal y lo material se convierten recíprocamente, para integrar el corpus de la

cultura. Los fines de la educación, como propósitos humanos no pueden perder el sentido

cultural que los encauza. "Los fines humanos -enseña M. Vitier- están en que cultivemos

todas las potencias de nuestra naturaleza, y lo central es la íntima riqueza del espíritu."61

Los fines de la educación, si realmente llevan dentro el sentido cultural, se

constituyen en orgánica unidad los aspectos gnoseológico, axiológico, práctico y

comunicativos, es decir, los atributos cualificadores de la espiritualidad del hombre. Es

nefasto para la sociedad y el individuo el reduccionismo gnoseologista-intelectualista de

los fines de la educación, al igual que confundirlos con los medios. "La gente de

pensamiento y estudio, la que se cultiva para lograr la plenitud de su ser y no meramente

para hacer carrera, es escasa. Lo común es que se estudie(...) como medio(...)

Ambas direcciones son indispensables(...) El defecto radica en que esas urgencias

cotidianas se valorizan como fines cuando en una comprensión sabia no deben ser sino

medios(...) Ocupaciones materiales, bienestar, no han de ser en una idea sensata de la

vida, sino medios para elevarla. Sin embargo, la tarea de obtener esos medios es tan

áspera, que éstos se erigen en fines. Ese es el drama de la civilización. De ahí que una

generación tras otra asista a flujos y reflujos de la cultura en círculos reducidos sin que su

aliento de fecundidad espiritual se comunique a las mayorías. Porque cultura no es lo que

un título supone. Culto era Sanguily, sin títulos. Culto fue Varona, no a virtud de los

61 Vitier, M.: Enrique José Varona. Discurso de recepción en la Academia Nacional de Artes y Letras. Valoraciones I. Universidad Central de Las Villas, 1960, p. 31.

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137

suyos, sino merced a su personal estudio(...), graduarse, aunque sea en Oxford o Harvard

no es sino prepararse para el cultivo intenso de la personalidad por uno mismo",62 y una

personalidad cultivada más que por sus conocimientos -y es mucho también- lo es por su

intensa sensibilidad aprehensiva, por su visión humana, por su aliento espiritual, en fin,

por su cultura. Porque cultura es mucho más que conocimiento, es actitud, sentimiento,

razón y vocación de alta humanidad y compromiso social. De ahí, que "la raíz de una

reforma -refiere M. Vitier a los cambios, al progreso humano- está en el hombre

mismo",63 y los fines de la educación deben ser congruentes con esta idea si es que

quieren lograr fecundidad en la formación humana. Porque realmente "el hombre ha

progresado asombrosamente en su dominio de la naturaleza, pero no en el de su

naturaleza".64 Grande idea, ésta: un concepto rector de varias implicaciones filosófico-

pedagógicas y culturales, que el maestro M. Vitier, fijó con énfasis especial. Y su

enfoque sociocultural antropológico de ribete ético no se queda en la abstracción estéril y

vacía. Ilustra con un ejemplo paradigmático que ha hecho de su naturaleza un crisol de

cualidades que enaltece la condición humana "(...) confieso que no es el saber filosófico

de Varona el aspecto para mí más seductor, ni el vigor de su estilo nítido, ni su talento

de crítico literario. Lo que más admiro es la consistencia de su carácter, la ansiedad

con que vigiló la suerte de Cuba. Es grande porque fue sabio y más grande porque fue

puro. Las verdades de la ciencia se rectifican sin cesar: las de la conciencia, en sus raíces

últimas se mantienen iguales. Sin embargo, en la esfera de lo humano permanente es

donde más se vacila. Varona se movió en ella con soltura. Su escepticismo, que no

podemos negar, parecía refugiarse en celda solitaria de su alma sin que le perturbara la

serena actitud de educador(...) Ya en la postrimerías del siglo se acercó a Martí, lo

escuchó, lo creyó. Salió de su lado con el asombro de quien ha sentido fuerzas extrañas

pasar por la vida. El positivista de las Conferencias filosóficas encontró en el hombre de

62 Ibídem. p. 31.

63 Ibídem, p.33.

64 Ibídem.

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138

Montecristi una fe segura en los valores del espíritu".65 Valores del espíritu o cultura de

la conciencia y la razón que debe presidir todo sistema de fines para la formación

humana. Seguir "el camino de los fundadores", con miraje renovador y actitud

ecuménica, asida a las raíces alumbra nuestra proyección actual.

Precisamente eso, hizo el maestro Vitier en su esbozo panorámico de los

Fines de la Educación66 en su momento histórico. Síntesis filosófico-pedagógica y

cultural que reproduzco textualmente, para su posterior discernimiento en cuanto a

implicaciones y derivaciones y creciente vigencia si se contextualiza, siguiendo el propio

espíritu de su autor.

FINES DE LA EDUCACION67

"La presente exposición es el fruto de tres factores: el estudio de tratadistas de

Filosofía de la Educación, la observación de realidades sociales y la meditación acerca de

las urgencias cubanas. Se trata de una vieja preocupación mía. Lo que hago aquí es

ordenar las ideas. No las he ordenado en la forma desenvuelta que requieren sino con

extrema concisión, a reserva de posterior desarrollo, ya en algún curso, ya en un escrito

monográfico.

Es innecesario consignar que el problema de los fines, en Educación, es

filosófico. Tanto para ceñirse a ellos (que es lo que hago) como para tratar de la

Filosofía de la Educación, en general, lo preliminar es un cuadro de ideas, que en seguida

trazo, en esquema. Ese cuadro -o dígase conjunto de antecedentes y direcciones

doctrinales- importa más que el conocimiento sistemático de los filósofos de todas las

épocas, aun con todo lo indispensable que es esta información. El cuadro es el siguiente:

65 Ibídem, p. 34.

66 Vitier, M. Fines de la Educación. Valoraciones I. Universidad Central de Las Villas, 1968, pp. 38-43.

67 Vitier, M. Fines de la Educación. Valoraciones I. Universidad Central de Las Villas, 1960, pp. 38-43.

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139

1

REALIDADES HUMANAS

a) La estructura del Estado.

b) El fluir de la Sociedad.

c) El destino del individuo (en su peculiaridad y en su solidaridad).

2

EPOCAS ORGANICAS Y EPOCAS CRITICAS

a) Nuestro siglo es crítico.

b) El siglo VI, el XVI el XVIII fueron también Críticos.

(No desenvuelvo aquí estas aseveraciones).

3

GRANDES ANTITESIS EXISTENTES

a) Ciencia y humanismo (antítesis intelectual).

b) Interés y esfuerzo (antítesis pedagógica).

c) Tipo humano triunfador práctico y tipo obligado a valores (antítesis ética).

4

¿QUE FINES?

a) ¿Adaptarse a fines establecidos?

b) ¿Elegir entre los fines en pugna?

c) ¿Crear fines?

5

NEXOS ENTRE LAS DOCTRINAS FILOSOFICAS Y LA EDUCACION

Hay que precisar el tránsito de lo filosófico a lo educacional. Esto, por ejemplo, en las

varias formas del llamado Naturalismo, en los sistemas dualistas, etcétera.

6

LO HUMANO UNIVERSAL

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140

Es la clave, pero no elemento único. A nosotros nos interesan tres hechuras: la

occidental, la hispanoamericana, que es básicamente europea, y la formación cubana. En todo

esto interviene la llamada Historia de la Cultura.

7

LA MENTALIDAD REINANTE

a) Casi siempre hay mentalidades antitéticas.

b) Hay alternancia en la preeminencia de esas mentalidades.

c) Necesitamos determinar cuál prevalece en cada momento.

d) Hay que formar la mentalidad a favor de los fines que se

buscan.

e) Lo primero en esto es creer. Vivir es creer. La mentalidad sin credos no

busca fines eficaces. El descreimiento acarrea la disolución. No aludo necesariamente a

creencias religiosas. Me refiero a un mínimo: creencias laicas, civiles, que implican

valores éticos.

8

EL CONCEPTO DE LA CULTURA

Sus aplicaciones han sido intelectuales. No hemos manejado ese concepto con

referencia ética. El idioma registra ese fenómeno. Leemos y oímos: cultura literaria, científica,

jurídica, artística... Apenas se dice "cultura moral".

9

SEPARACION DE MEDIOS Y FINES

a) Se ha separado demasiado en esto.

b) Debe existir distinción, no separación.

c) Piénsese en ejemplos de "medios" en íntima relación con los "fines".

Pueden tomarse de varias materias, señaladamente de ciencias sociales en la escuela

primaria (superior).

10

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141

CONCEPTO DE EDUCACION

a) Para mí es el cultivo de las propensiones superiores del hombre.

b) La naturaleza humana es red de propensiones. Unas afloran; otras quedan

latentes. Las inferiores se entremezclan con las nobles. En bruto, ya es dramático el

hombre. Cultivado, lo es también, pero los ingredientes inferiores ceden con más

facilidad el sitio a los superiores. Aunque no hay que confiar mucho.

11

CONCEPTO DE EDUCACION

a) Lo anterior se limita al individuo. Hay otras dimensiones.

b) Los postulados de la Educación implican la unidad de la naturaleza

humana.

c) Esto no es tan obvio y admitido como parece. Ortega y Gasset ha negado

que el hombre tenga naturaleza. Tengo escritos impugnando esa tesis, que conduce al

caos.

d) Existe una teoría educacional que se propone educar a tenor de los

cambios que constantemente sobrevienen. Es decir, Heráclito a la vista. Dígalo el

conocido libro de Kilpatrick.

e) Hay un contenido cierto en esa teoría. La falacia radica en no percibir la

existencia de valores persistentes, probados ya en sus aplicaciones.

f) Educar no es sólo transmitir la llamada herencia social. En épocas

"orgánicas" ese contenido llega a ser preeminente. La nuestra no lo es. Siempre esa

herencia tiene su importancia, pero hoy educar es reorientar.

g) Por último, como que insisto en la urgencia de una "mentalidad" en parte

nueva, debo advertir que este término está viciado de intelectualismo. Lo empleamos a

falta de otro. Sugiere sistema de ideas, hechura racional, etc., a tenor del viejo

racionalismo, y no va por ahí mi pensamiento. Desde luego que no renuncia el hombre a

sus modos racionales ni hay por qué negar la función educativa de las ideas, pero

necesitamos la alianza de un aprendizaje que acuda a la experiencia del educando y a las

vivencias emocionales.

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12

LA IDEA DE PROGRESO

a) Hizo mucho el gasto en el siglo XVIII (Iluminismo).

b) Después ha perdido vigor, por emplearse vagamente.

c) ¿Qué progresa?

d) La técnica. Por ejemplo, las aplicaciones industriales de la Física y la

Química.

e) Progresan las ciencias, las artes.

f) ¿Progresa el hombre en sí?

g) En su dominio de lo externo, sí. En la justicia de ese dominio, no.

Es así porque el hombre ha tendido más a dominar que a dominarse.

h) Lo biológico, primario, prevalece en plena esplendidez de una civilización

deslumbrante.

i) Oigo decir o leo: El Cristianismo ha fracasado. Es incierto. Fracasa el

hombre cuando no lo aplica. Los valores del espíritu no fracasan nunca."68

Un sugerente cuadro de ideas, resume de modo escueto la filosofía de la

educación de M. Vitier. Trátase más bien de un plan, que en función de explicar los fines

de la educación, transita por varias mediaciones concretadas en temas, subtemas, notas,

problemas y preguntas. Un ejercicio propio del discernimiento de un maestro cuando se

enfrenta ante la necesidad de transmitir conocimiento y valores -o constuirlos- a sus

estudiantes o a un determinado auditorio. Por supuesto, el cuadro refleja la cosmovisión,

el método y la teoría fundados en largos años de experiencia. Además lleva el sello del

momento histórico, el ambiente epocal, el estado de la educación en Cuba y en otros

escenarios, así como la creación del maestro, capaz de ver más lejos, adelantarse a su

tiempo y preludiar lo por venir. Por supuesto, muchos problemas, por razones histórico-

culturales han pasado de tiempo, algunos han caído en desuso, y han aparecidos otros.

Pero lo más importante es saber revelar detrás del cuadro sinóptico, el espíritu que lo

68 Ibídem.

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anima y su aliento renovador como soportes que dan actualidad y vigencia a un idearum

pedagógico que aún tiene mucho que decir y hacer por su racionalidad conceptual, su

coherencia lógica y el sentido cultural con que se expresa y despliega. Las doce

temáticas expuestas y su desarrollo, dan cuenta de la integralidad del plan asumido, de su

naturaleza sistémico-procesual y de las premisas requeridas para fundar una estrategia

didáctico-metodológica en la proyección de los fines (humanos) de la educación.

Por todo esto, y mucho más, la herencia pedagógica del maestro M. Vitier,

forma parte de la mejor tradición que sigue nuestra proyección educacional.

Tres premisas avalan su diseño programático y le sirven de pivote a su

discurso pedagógico: "el estudio de tratadistas de Filosofía de la Educación, la

observación de realidades sociales y la meditación acerca de las urgencias cubanas".69

Sobre la base de la certera convicción que el abordaje de los fines educativos, es por

esencia, filosófico. Esto comporta amplias perspectivas intelectivas del problema y

hondura en los análisis:

1. Realidades humanas.- Incluye al hombre y su destino y la Sociedad en su

estructura y dinámica. Problemas centrales para la elaboración de un sistema flexible de

fines para la formación humana.

2. Épocas orgánicas y épocas críticas.- El hombre y la sociedad, aunque

alterna sus circunstancias con su actividad, son hijos de sus épocas y las contradicciones

y crisis que le son inherentes.

3. Grandes antítesis existentes.- El hombre y su devenir, no discurren de

modo lineal. Hay antítesis y opciones a asumir. Humanismo y ciencia no deben

excluirse. "Para defender la orientación científica no hay que subestimar la humanística.

Además, hoy el humanismo ha rebasado su molde tradicional, no comprende solo las

lenguas y las literaturas de la antigüedad clásica, sino, a más, toda la valoración

concerniente a lo humano, aun dentro de las ciencias, al parecer más desvinculadas del

hombre."70 Se refiere, además, a otras antítesis: el pragmatismo norteamericano, que en

69 Ibídem, p. 38.

70 Ibídem, p. 43.

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sus versiones de James Dewey (Instrumentalismo, Experimentalismo) a pesar de su

coherencia filosófico-pedagógica, "se le opone la orientación del profesor

Demiashkevich, muy centrada en lo que pudiéramos llamar valores perennes, sin

perjuicio de estar a tono con las innovaciones que la sociedad introduce".71

Ante las doctrinas filosófico-pedagógicas que exacerban el

individualismo, la inseguridad gnoseológica y axiológica y la angustia inutilizadora, el

Maestro Vitier, aboga por la acción salvadora mediante tres cauces culturales:

"reafirmación de aquellos valores cuya validez no cambia en lo profundo del hombre;

cambio de los métodos empleados para que esos valores se tornen en vivencias;

flexibilidad mental para acoger las novedades doctrinales o de otro orden si son

congruentes con los credos humanos de perennidad".72 Tres pivotes sirven de cimiento a

la teoría de los fines de la educación de M. Vitier,

que resume en síntesis: crear una cultura de propósitos73 para la formación

humana.

4. ¿Qué fines? Ante las interrogantes alternativas:

a) ¿Adaptarse a fines establecidos? b) ¿Elegir entre los fines en pugna? c) ¿Crear

fines?, el filósofo cubano opta por la tercera, pero sin menospreciar lo que de valioso y

racional contengan las restantes opciones. En su método aprehensivo no hay lugar para

el absolutismo excluyente, el nihilismo estéril y la intolerancia cultural. Pero sabe que no

hay nada mejor para el cultivo humano que la asunción de una cultura de propósitos

alumbradora.

5. Nexos entre las doctrinas filosóficas y la educación.

71 Ibídem, p. 44.

72 Ibídem, p. 45.

73 Esta esencial idea se desarrollará en el epígrafe siguiente, por su importancia y valía cultural.

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145

Su condición de filósofo y pedagogo, basamenta el despliegue filosofía-educación

en sus nexos vitales. Su propia filosofía, deviene programa pedagógico de acción

humana, como todos los sembradores de humanidad con ansias de cubanía. Aprecia el

naturalismo, pero lo completa con su visión cultural del hombre.

6. Lo humano universal. Lo sustantiva por su importancia, pero sin

hiperbolizarlo. Le interesan ante todo, tales hechuras: la occidental, la hispanoamericana,

que considera básicamente europea, y la formación cubana, sobre la base de la historia de

la cultura. El enfoque cultural merodea y asoma como duende en todo su discurso y más

aún, cuando se trata de los fines de la Educación. Sabe que al margen de él, se impondrá

con fuerza todo

lo estéril del pragmatismo utilitarista, del materialismo vulgar y el subjetivismo

individualista.

7. La mentalidad reinante.74 No es posible crear un sistema de fines para la

educación, sin detenerse en la mentalidad reinante para proyectar lo que deseamos que se

establezca en correspondencia con el tiempo y el escenario social. Consciente de ello, M.

Vitier dirige su reflexión. Su tema rector: "vivir es creer", con toda la dimensión

axiológica del hombre y la razón utópica que lo pervade, hace gala por su presencia y

orienta el camino. Conoce además que se trata de un problema complejo y

contradictorio, pues la mentalidad reinante se resiste al cambio y la que intenta imponerse

debe sortear múltiples obstáculos. Es la lucha entre lo viejo y lo nuevo que surge de su

seno, bajo influencias internas, externas y que debe imponerse por necesidad, mediante la

actividad de los hombres.

8. El concepto de la cultura. Categoría clave, sustancial en el pensamiento

de M. Vitier, ya sea filosófico, sociológico, político, literario, y por supuesto, pedagógico.

74 Sobre el concepto de mentalidad en M. Vitier, y la necesidad del cambio en la educación, existe un excelente trabajo de la Lic. Alicia Conde. Medardo Vitier para un magisterio cubano. Revista Debates Americanos No. 5-6, enero-diciembre, La Habana, 1998, pp. 90-102. Es una valiosa síntesis, plena de ideas sugerentes y aliento escrutador, que no aprovecho con efectividad por haber terminado mi investigación. De todos modos, existen algunas coincidencias de interpretación.

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146

Es concepto central y operativo en la obra y en el discurso del Maestro Vitier, cuyo

resultado otorga riqueza inusitada y vigencia a su quehacer intelectual y práctico. La

cultura, concebida como expresión del ser esencial humano y su despliegue

interpretativo-metodológico en las varias ramas del saber, como sentido cultural de

aprehensión, es precisamente lo que da vitalidad práctica a su pensamiento. Por eso, la

asunción de los fines de la educación no puede prescindir de la cultura y sus

implicaciones múltiples en la captación de lo humano. La cultura en Vitier integra las

múltiples facetas de la existencia del hombre, no lo identifica con el conocimiento, y sí

con la sabiduría, cuando se entiende ésta como unión de saber y sentir, como unidad de

sentimiento y razón, como actitud, en fin como eticidad concreta, plena sensibilidad para

encontrar y hacer transparente, bondad, verdad y belleza en el hombre. En su

concepción, una cultura moral en el hombre lo prepara para la vida y para la convivencia

social.

9. Separación de medios y fines. Aboga por su distinción y no por su

separación. Son inherentes a la naturaleza humana en su quehacer práctico intelectual.

Pero no deben confundirse. El fin se proyecta como posibilidad, pero es superior al

alcance. Los medios influyen en su realización. Confundir un fin con un medio es

empobrecer la acción humana, a veces con resultados dramáticos. Por supuesto como

maestro humanista y hombre sensible se opone a la tesis de que el fin justifica los

medios.

10 y 11. Concepto de educación. Sigue creadoramente el legado cubano que

viene de Varela, Luz, Varona y Martí. Vincula estrechamente lo natural y lo cultural del

hombre, como aspecto importante a tener en cuenta por la educación. Determina la

naturaleza humana como red de propensiones que la educación debe cultivar para que se

revelen con efectividad. La educación debe hacer énfasis en el desarrollo de las

propensiones superiores para que prevalezcan sobre las inferiores, que también existen.

Critica con énfasis incisivo la negación por Ortega y Gasset de la naturaleza humana, a

partir de la idea del cambio constante, y del hombre como proyecto en constante hacerse,

pues reconoce que existen valores persistentes, necesarios al hombre y a la sociedad en

que vive. Valora con sólidos fundamentos la función educativa de las ideas, siempre y

cuando estén acompañadas por los sentimientos y las vivencias emocionales de los

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147

educandos.

12. La idea del progreso. Una idea del progreso es y debe ser inmanente a toda

proyección educativa. Concepto objeto de contradicciones y de disímiles criterios. Vitier

lo percibe. ¿Qué diría hoy que tiene tantos nihilistas presentistas que lo impugnan?

¿Cómo se enfrentaría a algunos postmodernistas que ven en el progreso una ficción de la

modernidad, ya superada? Su letra con filo no se haría esperar. Muchas ideas

suscitadoras desarrolla el maestro, pero sobre todo defiende el progreso espiritual -de su

espiritualidad- para afirmar al mismo tiempo que el hombre ha aprendido más a dominar

que a dominarse, es decir, a penetrar en su propia naturaleza, para su mejor conocimiento

y actuación. Y a eso dirige su programa de fines educativos.

El cuadro temático de la educación de M. Vitier, escrito en 1951, después

de 50 años, aún conserva vigencia y actualidad, al menos, por la fuerza espiritual que

concentra y la flexibilidad dialéctica con que se despliega. Por supuesto, en Cuba, a

partir de 1959, se produce una revolución que altera los cimientos de la educación y

realiza múltiples fines planteados por el filósofo pedagogo cubano. Pero el numen

cultural que le sirve de mediación central y el sistema de valores con que se desarrolla,

sufren cambios exigidos por los nuevos tiempos, pero en su esencialidad siguen siendo

problemas del día. Por eso se hizo cuerpo y alma de la rica tradición filosófico-

pedagógica cubana. Y como buena tradición, renovada con las exigencias de hoy,

continúa siendo fuente inagotable de la cultura cubana.

1.3 Cultura de propósitos y cultivo humano. El problema de la proyección de

una cultura de propósitos para el cultivo humano constituye núcleo troncal de la filosofía

de la educación del maestro M. Vitier y el sistema de fines con que opera.

¿Qué es una cultura de propósitos? "La Filosofía de la Educación -nos

responde M. Vitier- no puede ceñirse a explicar. Necesita influir. Es materia donde hay

que rebasar lo científico y penetrar en lo normativo(...) Lo mismo hay que decir de la

escuela y su obra. Sin duda que el aprendizaje ha de informar. Pero a la vez ha de

formar. En muchos debe reformar. No debe conformar los fines ni a la herencia social

completa ni al ambiente actual completo. Cuide sobre todo de no deformar(...) Noto que

los profesores extranjeros, autoridades en Filosofía de la Educación, no aplican sus

teorías, no apuntan hacia el destino escolar de las doctrinas. Estas flotan a modo de

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nubes áureas sin que los capítulos se vigoricen con la convicción de que eso

-una filosofía bien centrada- ha de pesar en la suerte de la sociedad. Apenas

damos con ese mensaje."75

M. Vitier, como teórico de la educación y maestro práctico del aula,

conocedor del escenario social y el drama humano en que vive la mayor parte de la

sociedad, se opone a que la Filosofía de la Educación vuele como nubes áureas, por los

cielos de la abstracción, sin vincularse con las necesidades reales de la nación y su

solución. Así, dirá: "Sitúo los fines en el mundo de los problemas. Cuando un sistema

educacional se propone fines, es evidente que ha adoptado un sentido de la vida(...) En el

caso de Cuba hoy, no podemos atenernos -señala, criticando la realidad del momento-, al

sentido de la vida que prevalece en el ambiente. Las minorías preocupadas han de

reorientar(...)

Los fines concretos de la Educación en Cuba han de ser los siguientes:76

. Conservación de la raza. Se refiere a la formación del niño y del

adolescente "de criterios acerca de las condiciones físicas, mentales, éticas, de la

población cubana. Que se sienta claro el hecho -enfatiza con aguda crítica- de que en

comarcas rurales y en barrios urbanos de miseria, se depaupera el tipo humano, con

mengua de la nación (...) Desatender eso por parte de los gobiernos, es una torpe

imprevisión".77

. Formar el interés por la conservación de la tierra, por el sentido patrio y

por la independencia económica,78 es decir, desarrollar conciencia de identidad, para la

defensa de la nación.

75 Vitier, M. "Fines de la Educación". Valoraciones I, Universidad Central de Las Villas, 1960, p. 45.

76 Ver pp. 47-57 (Ibídem).

77 Ibídem, p. 47.

78 Ibídem.

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. Eliminación de la herencia histórica en sus persistencias nocivas. En su

concepción, el estudiante debe saberlo todo para crear conciencia de rechazo a los males

que empobrecen y dañan a la nación.

. Fijar la creencia de que la honradez es una verdad tan firme como las

matemáticas.

. Fidelidad al régimen democrático de Cuba (no como régimen logrado,

sino como aspiración) porque el Maestro Vitier con sentido crítico ante la realidad de la

república mediatizada, hacía énfasis en la necesidad de "(...) sacar de la abstracción y de

la vaguedad, palabras como democracia, libertad, progreso... desgastadas(...) antes de que

hayamos realizado su contenido".79

. Cultivo personal.

Se refiere a la formación de hábitos mentales y hábitos de conducta, es decir,

cultivar la razón y los sentimientos. En él, lógica, ciencia y conciencia, son momentos

necesarios a formar en su interna unidad en los estudiantes. Además "el cultivo

humano -destaca M. Vitier- incluye intereses estéticos, una dimensión de finura en el

espíritu".80

. Asegurar la eficiencia de los egresados de la escuela primaria y de los

institutos de segunda enseñanza. Hace hincapié en su necesidad y urgencia, no sólo para

los que continúan sus estudios en la Universidad, sino también para los que no siguen

oficio y profesión. Destaca la labor de Luz y su insistencia en la formación de físicos,

químicos, dibujantes, etc., para terminar con una reveladora idea: "Luz, contra lo que

muchos creen, tuvo un criterio realista de la Educación. Lo que ocurre es que su realismo

incluía el mundo moral. Es el único consorcio fecundo."81

. Cuidado del idioma. Destaca con fuerza el valor del idioma y la

importancia de su esmerado cuidado. Asume la idea de Varona que "nada hay tan

79 Ibídem, p. 49.

80 Ibídem, p. 50.

81 Ibídem, p. 51.

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profundamente nacional como la lengua en que vierte el hombre sus conceptos".82

. Obtener un alcance post-escolar de la enseñanza. Insiste en la necesidad

de crear hábitos de lectura. Para ello, la Escuela primaria superior y las de segunda

enseñanza, a través de variadas formas y métodos deben convertir la lectura en una

necesidad vital, capaz de persistir después del egreso.

. Asegurar la dignidad humana. El maestro Vitier, en los marcos de la

formación de la cultura de propósitos para el cultivo humano, privilegia el valor de la

dignidad humana. Lo convierte en fin de fines. "Yo diría -relieva con fuertes

argumentos- que este fin lo abarca todo, in potentia. No es un nuevo concepto transitorio.

Esa condición está ahí, en la Historia, y emerge incólume de todas las catástrofes. Pero

note el educador que la dignidad humana no es uniforme en la sociedad. Se salva en

mayorías, y cuando un pueblo desciende a la descomposicion, -aquí, como en muchos

momentos sigue a Martí- se refugia en minorías. Nunca se extingue en todos. Así es

como hay que verla. Algunos de sus elementos que la Escuela debe atender, en concreto,

a base de experiencia, sin confiar en prédicas son:

a) El trabajo bien realizado, que conquista el respeto ajeno.

b) La seriedad, como base de toda conducta.

c) La simpatía -nunca la indiferencia- ante el bienestar o el infortunio

de los demás.

d) La reacción civilizada ante el atropello o la injustica que sufren los

demás.

e) La tolerancia en el trato y en las ideas. El apotegma kantiano que

manda considerar a cada hombre como un fin en sí, no como instrumento para ventaja

abusiva de nadie.

f) La personalidad libre, que no acentúe vanidades, sino sinceridad y servicio.

g) El respeto a la ley, como garantía para todos.

h) La aspiración al mayor bienestar posible: no riquezas necesariamente, sino

seguridad, sin peculado y sin explotación de los que dependen de nosotros. Estos criterios

82 Ibídem, p. 52.

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han de ser parte de la mentalidad.83

Más que elementos a atender por la escuela para asegurar la dignidad humana, M. Vitier

nos presenta un conjunto unitario de ideas, capaz de desarrollar una conciencia de dignidad,

inserta en la cultura que sirva de escudo protector en la defensa de la persona humana y la

nación.

Aprender a vivir. No se trata de recetas prácticas del mundo cotidiano, como buen sentido

para el vestir, comer y otros menesteres domésticos. Siguiendo a A. Labarca expresa: Vivir

incluye asearse, saludar, conversar, sentarse, comer con distinción... Viene a ser la

dimensión de finura que es a la vez estética y moral.84

Aprender a sufrir. M. Vitier no se refiere al sentimentalismo ni al pesimismo, ni al

sufrimiento en sí mismo, sino al desarrollo de la fortaleza interior y la acción, incluida la

devoción leal a lo grande; en síntesis, a la capacidad de ser sensible a la realidad humana y sentir

como propio todo lo que mengüe la grandeza humana y los valores de la especie.

Hay en M. Vitier, sin lugar a dudas, un corpus filosófico-pedagógico en torno al cual se

funda una coherente concepción de los fines de la educación, que da prioridad sustantiva a la

formación de una cultura de propósitos para el cultivo humano. "La Filosofía de la

Educación" ha buscado sus supuestos -argumenta M. Vitier- en zonas varias: la zona de la

herencia social; la mesológica, que tanto mira al ambiente; la psicológica, tan llena de los

intereses del niño; la axiológica, con aire de triunfo al mostrar los valores; la teológica, grata a

los tratadistas religiosos. Hoy se acude, al fin, a la zona teleológica,85 es decir a la teoría de

los fines. Aclara al mismo tiempo que "no existe disciplina aislada. Las separamos por razones

académicas, pero es antiacadémico omitir los nexos que los ligan y armonizan. El cuadro de

fines que he trazado y lo propio puede sostenerse de la Filosofía de la Educación en conjunto- se

83 Ibídem, p. 52.

84 Ibídem, p. 53.

85 "(...) el adoptar lo teleológico en Educación, como teoría de los fines, no supone necesariamente, que se acepta la Teleología en Metafísica, es decir, toda una concepción del Universo, que afirma un designio, un plan, una inteligencia reguladores." (Ibídem, p. 56.)

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ilumina con doctrinas de las más diversas ramas del saber(...)",86 y con el cauce cultural que le

imprime su método.

Asume con simpatía la tesis de Dewey que identifica la Filosofía con la Educación y a

partir de ella deriva una interesante aprehensión suscitadora; "la Filosofía exhibe, descontenta,

sus tradicionales "cuestiones abiertas" sobre el ser, el fluir, los valores, el objeto de la vida, el

libre albedrío, el determinismo, los límites del conocimiento, la índole del espíritu, etc. La

Educación al enfrentarse con el individuo real y orientarlo, toca todas esas cuestiones, a veces a

la luz de teorías que se aplican, pero también con tanteos prácticos, porque no podemos esperar

por la unanimidad filosófica para educar".87 Y es que las concepciones filosóficas humanistas

devienen programas pedagógicos de acción comunicativa, porque se dirige al hombre y a sus

eternos problemas, incluidos, por supuesto, los valores, que por antonomasia expresan el ser de

las cosas para el hombre, sus necesidades e intereses. Y los fines prefiguran y proyectan lo por

venir que se desea. La praxis le otorga realidad efectiva.

En resumen "la base filosófica de los fines bosquejados es la existencia de valores

consistentes en la historia de la cultura(...) Los fines que apunto se fundan -señala M. Vitier, en

oposición a la negación de los a priori por Dewey- filosóficamente, en la validez de un mínimo

de principios, ya probados, como quiere Dewey, en la experiencia".88 Al mismo tiempo

esclarece que su teoría de los fines no tiene soportes en el naturalismo que se diversificó en el

empirismo inglés, el positivismo francés y el pragmatismo norteamericano. Si de fuentes

asimiladas se trata, manifiesta que hay influencia "del platonismo, del Critianismo, del

Estoicismo, de Kant en su crítica de la razón práctica, entre otras".89 Ibídem, pp. 60.

Pero la influencia principal de los valores que preconiza -lo confiesa con toda

seguridad- "proviene, sobre todo, de haberlos percibido en la cultura integral, y no meramente,

86 Ibídem, p. 55

87 Ibídem, pp. 56-57.

88 Ibídem, p. 58.

89

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en los filósofos".90 Podría agregarse además aunque está implícito, que la filosofía de la

educación y su inmanente cultura de propósitos para el cultivo humano que enseña el maestro M.

Vitier, es una continuación lógica de la mejor tradición pedagógica cubana, pues hace del

humanismo "un registro de valores y un testimonio de su perennidad".91

2. M. Vitier y la Literatura

El ámbito literario de la obra de M. Vitier y sus aportaciones en tan importante esfera

intelectual no se han puesto de relieve en toda su magnitud, como es el caso de la filosofía y la

pedagogía. Aunque también insuficientemente se han divulgado y empleado, estas últimas, en el

caso de la primera (la literatura) prácticamente han sido nulas. Generalmente se asume a M.

Vitier como historiador de la filosofía y pedagogo de gran oficio, pero la arista literaria brilla por

su ausencia.

Sin embargo, posee una extensa obra en artículos, semblanzas, biografías, monografías,

crítica literaria y sobre todo en el género ensayístico,92 que ha enriquecido la cultura cubana.

Ensayos como La producción literaria y el espíritu de las épocas; Notas sobre la literatura

hispanoamericana; Notas sobre la literatura contemporánea; y cómo debe escribirse la literatura

de Hispano América, resultan reveladoras por la profundidad de los contenidos, la nitidez

estilística y su ímpetu creador.

Sus "Apuntaciones Literarias", que incluye un excelente estudio teórico-metodológico del

ensayo como género literario; El Romanticismo; El Romancero; Observaciones sobre la

literatura uruguaya; y nueve figuras de la cultura cubana, dan cuenta de la profesionalidad y

maestría literarias del filósofo cubano. Gran dominio del oficio, no sólo por el conocimiento

literario, sino además por el vuelo de altura que le imprime su cogitación aprehensiva y el aliento

de universalidad que le son propios a su método.

"Del Ensayo Americano", como su nombre lo indica, trata dicho género literario en sus

90 Ibídem.

91 Ibídem, pp. 60-61.

92 Max Henríquez Ureña, califica a M. Vitier como notable y laborioso ensayista en "Panorama Histórico de la Literatura Cubana". Edit. Arte y Literatura, La Habana, 1979, pp. 346-347.

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aristas histórico-filosóficas y culturales, pero al mismo tiempo, sin perder el aliento que la ubica

dentro de la Literatura, pues en sí mismo es un ensayo literario en torno al ensayo y sus figuras

exponentes más importantes. Por supuesto no se puede olvidar que el que está haciendo

literatura, es por antonomasia, un filósofo y maestro, es decir, trátase del buen escritor que posee

alma filosófico-pedagógica.

En la introducción de la obra fija los contenidos del ensayismo que despliega en su

estudio: "la cultura de nuestros países, los problemas raciales, políticos, económicos que los

preocupan, y una emoción de lo histórico, ya de raíz nacional, ya generada por los nexos de la

vasta comunidad de pueblos".93

Además de los aspectos mencionados que dan vitalidad y belleza al quehacer literario de

M. Vitier, basta leer los ensayos referidos a Vasconcelos, Rodó, Montalvo, José C. Mariátegui,

Hostos y Pedro Henríquez Ureña, para tomar conciencia que estamos en presencia de un escritor

que transita por la literatura con soberana autonomía, fino estilo y dominio del oficio.

2.1 Literatura, filosofía y cultura

Los trabajos literarios de M. Vitier como toda su obra de profundo humanismo, alientan

universalidad y sentido cultural. Hay una raíz filosófico-cultural que hace de su discurso

literario un eterno mensaje humano de búsqueda, discernimiento y hondas aprehensiones. Por

eso acoge con beneplácito la tendencia integral y universalizadora que nota en los escritores de

nuestra región. En su criterio, "(...) van adoptando el mejor método, el único método, el de una

formación fuerte. Al crítico, al orador, al novelista, no les basta la cultura literaria. Necesitan

formación filosófica, científica, histórica -en fin, cultural, en el concepto de M. Vitier- sin la

cual no percibirán la riqueza de relaciones existentes en cualquier hecho o problema".94

En "La producción literaria y el espíritu de las épocas", hace de la literatura, la filosofía y

la cultura una unidad inseparable. Son momentos de un mismo discurso que sólo separamos con

la abstracción. "Estas ideas generales -se refiere a su ensayo...- son necesarias si no quiere el

estudioso limitarse a enumeraciones. El contorno primero; los detalles, después. Cuando menos,

es preciso verlos simultáneamente. Estamos en oportunidad de acentuar dicho requisito, porque

93 Vitier, M. Del ensayo americano. Fondo de Cultura Económica, México, 1945, p. 7.

94 Vitier, M. Estudios, Notas, Efigies Cubanas. Edit, Minerva, La Habana, 1944.

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la Teoría literaria, si se prefiere este título, no se ha organizado hasta ahora(...) Se quiere agotar

la historia con lo externo, y las aguas vivas que corren en lo profundo no figuran en el concurso

de las fuerzas. El régimen -o dígase la economía- intelectual de una época, así como su sentido

del mundo, las ideas filosóficas reinantes, forman un soporte de las realidades cotidianas, y a la

vez -por eso el fenómeno es tan complicado- las realidades van alterando los soportes(...) En

doctrina literaria(...) todo se esclarece a virtud de las relaciones. No hay estudio aislado."95

Una concepción, animada por su sentido totalizador de la realidad arroja luz a su

producción literaria, pues las ideas de toda índole son hijas de su época y las múltiples

interaciones en que transcurre su devenir en proceso. El enfoque que tiene en cuenta la

naturaleza de las complejidades reales resulta productivo para su discernimiento. La unidad que

establece M. Vitier entre literatura, filosofía y cultura le abre vías de acceso que aplica

creadoramente como escritor. Le permite comprender que "(...) la hechura social e intelectual -

se refiere al Renacimiento, pero es aplicable a toda corriente de pensamiento- ilumina las

creaciones literarias y las teorías que pretenden regirlas o explicarlas(...) Hay que contar también

con ingredientes de valor universal y permanente".96

En "Notas sobre la literatura hispanoamericana", además de esclarecer las bases

filosófico-culturales de la literatura, defiende con sólidos argumentos su existencia real. Cree en

la unidad y autonomía de nuestras letras y critica el "ornato barroco", los estilos pomposos, de

autores que requieren aprendizaje" "(...) porque la prisa mata no pocas aptitudes en nuestra

juventud"97 y "la crítica también oculta a veces su penuria de información bajo una forma

verbosa".98

En toda la obra de M. Vitier, que tanto abunda en análisis de obras, figuras, corrientes,

etc., se nota que prioriza con particular énfasis la mentalidad del escritor. Se nota con claridad

95 Ibídem, pp. 101-102.

96 Ibídem, p. 110.

97 Ibídem, p. 135.

98 Ibídem, p. 136.

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en los trabajos sobre Luz, Varona, Martí y otros tantos. Por supuesto, esto se explica -en mi

criterio- por su grande sensiblidad filosófico-cultural y a su raigambre humanista.

Su trabajo "De José Lezama Lima" -por solo mencionar un caso ilustrativo-, la asunción

del problema transparenta tal vocación hecha método, de forma reveladora. "Lo que sabe el

escritor -se refiere a Lezama Lima- lo ha sedimentado en capas de fino polvo áureo. La anécdota

queda atrás, y emerge la esencia leve, para diseminar fragancia "(...) Finura, vigor -alude a un

trabajo de Lezama- expresión marcada con tintes subjetivos, en veces desconcertantes, secuencia

ideológica que no se nota si nos abruma el lujo formal, pero que está ahí, imperante: tales son -y

no todos- los rasgos de esta prosa, que por su fuerza quiere imponer su señorío"99. Y es que se

transita gran trecho y se avanza en los estudios y análisis, cuando se penetra en la mentalidad del

escritor. Es en sí mismo la aprehensión de un cauce cultural idóneo para revelar su naturaleza

humana, la consistencia del discurso, el valor de las ideas o imágenes, su método y estilo.

En este mismo trabajo "De José Lezama Lima", el maestro Vitier, nos da una lección de

ética profesional, tan necesaria para todo hombre de ciencia y letras. "Fea condición de la gente

de letras suele ser la de estar negándose unos a otros. Dicha grande es librarse de esa ruindad.

No hay que negar ni condenar si hay calidad, aunque la obra en sí -poema o lienzo- no se sitúe en

el gusto que un día nos orientó. No existe un canon de gusto fijo, en lo cual se manifiesta la

riqueza del espíritu humano"100

Sencillamente, los maestros, como M. Vitier -y en esto nuestra tradición es rica- la ética

profesional o mejor determinada, la humana, vinculada a la tolerancia, constituye un ejercicio

inmanente a su obra fundadora. Aflora en todo su discurso, sea filosófico, político o literario,

etc. Un modo de encauzar la cultura de los sentimientos y la razón, hacia la ascensión humana.

Y en la literatura, estrechamente vinculada con la filosofía y la cultura, M. Vitier ve un medio

insustituible para la realización de la grandeza del hombre y su espiritualidad. Dentro de la

literatura, hace suyo el ensayo. Este género por su notorio elan filosófico-cultural, le brinda

99 Vitier, M. "De José Lezama Lima". Valoraciones I. Universidad Central de Las Villas, 1960, pp. 250-251.

100 Ibídem, p. 252.

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mayores posibilidades como filósofo, hombre de letras y sobre todo, maestro.101

2.2 El ensayo y su elan filosófico-cultura

101 Ver de Vitier, M. Del Ensayo Americano. Fondo de Cultura Económica, México, 1945.

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La concepción del ensayo, como el ensayo mismo, tiene su historia. Como género literario no

siempre su definición conceptual1 ha coincidido con su contenido real. Ha primado con

frecuencia la superficialidad definitoria y acomodaticia de encuadrar un concepto, con

independencia de su correlato con la realidad y el espíritu animador del sujeto que piensa, siente

y actúa.2 Sencillamente, por tradición lógica hay que definir, aunque se empobrezca lo definido.

¿Actitud nihilista ante las definiciones lógicas? Por supuesto que no, siempre y cuando se

conciban en su relatividad aproximativa, como acercamiento al objeto y a sus diversas

mediaciones que lo hacen complejo. Es necesario tener en cuenta la especificidad del objeto y el

sujeto que lo aprehende, es decir, en resumen, seguir la lógica especial del objeto especial y su

inserción histórico-cultural.

Por eso, los grandes espíritus ensayistas -y nuestro continente es pródigo en ello- no

rehúyen las definiciones como punto de partida del discurso analítico y sintetizador, pero las

completan con las caracterizaciones, la imaginación creadora y otras formas aprehensivas,

incluidas la hermenéutica, la semiótica y el psicoanálisis en la configuración del discurso.

No siempre el rigorismo lógico y los prejuicios formales que le son inherentes ha reinado

absolutamente con sus secuelas autoritaristas. Sin embargo el género ensayístico ha sufrido sus

nefastas consecuencias. Se ha considerado ejercicio intelectual de menor grado. Medardo

Vitier, mente de alta estirpe de Cuba y América, lo ilustra con fuerza convincente: "(...) Kelly, el

hispanista inglés, que tanto predicamento alcanza a virtud de su Historia, ni siquiera usa la

1 "Escrito, generalmente breve, en el que se expone, analiza y comenta un tema, sin la extensión ni profundidad que exigen el tratado o el manual." (F. Alvaro Francisco Cervantes, Diccionario Manual de la Lengua Española. Edit. Oriente, Stgo. de Cuba, 1979, p. 292); "Escrito generalmente breve y sin pretensiones de tratar a fondo una materia" (Enciclopedia Sopena. Tomo I. Barcelona, España, 1930, p. 963); "El ensayo literario es género de confluencias y posibilidad de eclosión reordenadora, aunque también puede ser pretexto para la huida de ingratas responsabilidades y refugios de piruetas ideológicas (...)" Enrique Ubieta. Ensayos de identidad. Edit. Letras Cubanas, La Habana, 1993, p. 8). "(...) el ensayo, que el propio Reyes llamó "centauro de los géneros", es en sí mismo lo bastante dúctil como para devorarse la mayor parte de su obra, cambiando tranquilamente de rostros" (Roberto Fernández Retamar. Prólogo a Ensayos. Alfonso Reyes. Casa de las Américas, La Habana, 1968, p. XVII). "El término ensayo como signo de un concepto literario, no se rinde a la definición, a causa de su riqueza ideológica(...) Comprende, empero dos rasgos bien acusados en el ensayo: el acento propio del escritor y el tratamiento no sistemático y riguroso del asunto" (M. Vitier. Apuntaciones Literarias. Edit. Minerva, La Habana, 1935, p. 11.) "Ensayo, composición literaria que tiene por objeto presentar las ideas del autor sobre un tema y que se centra, por lo general, en un aspecto concreto del mismo. Con frecuencia, aunque no siempre, el ensayo es breve y presenta un estilo informal. El género se diferencia así de otras formas de exposición como la tesis, la disertación o el tratado." (Ensayo. Enciclopedia Microsoft (R) Encarta (R) 98. (C) 1993-1997. Microsoft Corporation)

2 Ver de Vitier, M. Apuntaciones literarias. Edit. Minerva, La Habana, 1935, p. 11.

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palabra ensayo en las líneas que escribe sobre D. Miguel de Unamuno. Es cierto que fija la

importancia de la figura, pues dice: "Es un talento múltiple: erudito, crítico, poeta (...) pero no

apunta la función del ensayista ni se detiene a ese respecto en otros coetáneos de Unamuno que

con sus ensayos dan fisonomía a las letras españolas (...) Estudia los escritores románticos (...)

mas de aquella concepción del mundo que comunicó tono inconfundible a la época literaria, no

hay noticia (...) El ensayo es en ellos -se refiere también a Ortega y Gasset- y lo ha sido para la

sensibilidad española en estos decenios de la centuria, cosa orgánica, sustantiva, porque ha

examinado, del novecientos acá, los motivos y valores del alma nacional."3

Esta tendencia, por suerte, no se impuso. La concepción de que las fronteras entre los

géneros literarios más que absolutas, son movedizas, inestables y relativas, convirtióse en

convicción y la tesis del grande ensayista martiano, Juan Marinello, de que el tratado impone y

el ensayo pone, abre cauces de sorprendente valía.4 Y es que el ensayo -sin menospreciar los

otros géneros literarios que cumplen sus respectivas funciones en la literatura-, posee

particularidades propias que enriquecen, avivan y vitalizan el pensamiento creador y la ascensión

humana. Su miraje sociocultural antropológico permeado de espiritualidad escrutadora,

convierte en indisoluble haz la filosofía, la literatura, el arte, la sociología y todas las ciencias del

hombre para desplegarse con fuerza hacia la naturaleza del cosmos humano en relación con su

universo cultural y social.5

3 Medardo Vitier: Apuntaciones Literarias. Edit. Minerva, La Habana, 1935, p. 10.

4 "Si bien algunas obras de escritores latinos como Cicerón, Séneca y Plutarco pueden considerarse prototipos del género, el ensayo es fundamentalmente invención del escritor francés Michel Eyquem de Montaigne. El desarrollo de esta forma literaria es resultado de la preocupación por el ser humano demostrada durante el renacimiento, que estimuló la exploración del yo interior en relación con el mundo exterior. Los Ensayos de Montaigne (como el propio autor quiso llamar a las breves y personales meditaciones en prosa que comenzó a publicar en 1580) surgieron en una época de grandes cambios intelectuales y sociales; un período en el que los europeos revisaron sus opiniones y valores sobre temas de muy diversa naturaleza: la muerte y la posibilidad de una vida futura, el viaje y la exploración o las relaciones sociales. Temas que todavía hoy son los principales asuntos del ensayo contemporáneo." (Ensayo. Enciclopedia Microsoft (R) Encarta (R) 1993-1997. Microsoft Corporation.

5 "Comoquiera el ensayo se presta a la expresión de un amplio espectro de preocupaciones personales y su estilo no es ni mucho menos fijo. Ni siquiera se inscribe en los límites de la prosa, como ponen de manifiesto los poemas de Alexander Pope, Ensayo sobre la crítica (1711) y Ensayo sobre el hombre (1733). El ensayo es un género flexible que el autor desarrolla y cultiva a su antojo. Puede ser de carácter

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El elan filosófico cultural que resume y nuclea al ensayo, en su esencialidad, posibilita

que el discurso que lo encauza vincule en estrecha unidad las ciencias del hombre. Evita por su

propia naturaleza, la especialización discursiva, que aunque en los tratados didácticos intente

agotar los problemas en sistemas coherentes, enseña, pero no cultiva. Y la enseñanza es parte de

la cultura, pero no la cultura misma, que implica por sobre todas las cosas sensibilidad humana,

razón utópica y conciencia crítica. Triada imprescindible para la formación humana. ¿Aversión

a los tratados? Indudablemente que no, pues organizan la mente, informan, sistematizan los

conocimientos y valores heredados. Pero para la flexibilidad dialéctica, la cultura del ser

existencial humano y la búsqueda creadora, el discurso ensayístico es insustituible. Se trata de

una necesidad de humano propósito, presente en todas las latitudes de la civilización humana.

En Europa, la tradición ensayística por exigencia cultural, a partir de Montaigne

encuentra desarrollo y concreción. Grandes mentes excepcionales de las letras y la filosofía, sin

proponérselo, recurren al ensayo para expresar su ser esencial y el devenir de sus circunstancias

temporales, intereses y fines humanos.6

formal, como los Ensayos o consejos civiles y morales (1527-1625) del filósofo y estadista inglés Francis Bacon; o distendido y coloquial, como Sobre el placer de la caza, del crítico inglés William Hazlitt. También puede ser lírico, como Los bosques de Maine, de Henry Thoreau. En ocasiones puede adoptar la forma epistolar, como se pone de manifiesto en las obras del escritor británico Oliver Goldsmith (Ciudadano de mundo, 1762). Entre los más atrevidos experimentadores del siglo XX destaca el escritor estadounidense Norman Mailer, creador de un estilo que combina la biografía, el documental, la historia, el periodismo y la ficción en obras como Ejércitos de la noche (1968), donde reflexiona sobre las protestas que levantó la Guerra de Vietnam." (Ibídem).

6 "El ensayo se ha cultivado desde los tiempos de Montaigne en numerosas lenguas. La tradición francesa vive un extraordinario momento con las meditaciones de corte político y social de autores existencialistas como Albert Camus (Resistencia, rebelión y muerte, 1945) y Simone de Beauvoir (El segundo sexo, 1949). El novelista alemán Thomas Mann, galardonado con el Premio Nobel de Literatura, fue uno de los ensayistas más prolíficos de su país, como se pone de manifiesto en su voluminosa colección titulada Ensayos de tres décadas (1947). El escritor alemán de origen búlgaro Elias Canetti consagró veinte años de su vida a la monumental investigación Masa y poder, cuyo primer volumen vio la luz en 1960. En Italia cabe mencionar a Cesare Pavese (Diálogos con Leuco; La Literatura norteamericana y otros ensayos), Italo Calvino (Punto y aparte; Colección de arena) y Leonardo Sciascia (Fiestas religiosas en Sicilia; La cuerda de los locos; Crucigrama), que realizaron importantes aportaciones al debate literario y político de la posguerra europea. El ensayo ha gozado de gran popularidad en Polonia con las obras del poeta Zbigniew Herbert y el crítico Jan Kott. Entre los más destacados ensayistas rusos destacan Ivan Turguéniev (Apuntes de un deportista, 1852) y Alexandr Solzhenitsin, que continuó la tradición un siglo más tarde ofreciendo un retrato realista de las injusticias sociales. Al igual que Mailer, Solzhenitsin combinó la ficción con el reportaje y sus ensayos

alcanzaron proporciones gigantescas en obras como Archipiélago Gulag (1974-1978)." (Ibídem).

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En España, la historia del ensayo, como expresión también de la subjetividad humana, en

perenne búsqueda de la creciente espiritualidad y los problemas del hombre, en relación con la

sociedad, encuentra grandes cultivadores7Durante el siglo XIX el ensayo continúa cultivándose

con vigor y se consolida en su forma actual con la Generación del 98. Larra publicó numerosos

artículos en periódicos y revistas de la época, posteriormente recopilados en Colección de

artículos dramáticos, literarios, políticos y de costumbres (1835-1837, 5 volúmenes) y Angel

Gavinet (Idearium español) es el antecedente más inmediato de la Generación del 98. Le siguen

Unamuno (En torno al casticismo; La vida es sueño) y Azorin (Los pueblos; Castilla). La

erudición queda representada en la obra de Menéndez Pidal, autor de reconocido prestigio en

Europa. Los principales exponentes de la corriente ensayística anterior a la guerra son Ortega y

Gasset (España invertebrada; La rebelión de las masas), Eugenio d'Ors (Glosario) y Gregorio

Marañón (Enrique IV de Castilla; Don Juan). (Ibídem) que hicieron época e influyeron con

fuerza en nuestra América.

En América Latina, el ensayo deviene urgencia histórico-cultural. Su propia

conformación histórica y su ímpetu de resistencia a no ser eco y sombra de culturas exógenas

determinan una posición crítica ante su realidad y la alienación que la acompaña. Emancipación

humano-cultural, política y social impulsan una específica actitud. Los hombres de letras y su

producción espiritual se convierten en autoconciencia de las ansias de identidad, con vocación de

raíz americana y espíritu ecuménico. A todo esto se une una cualidad inmanente al hombre

latinoamericano, al "hombre natural", en el decir de José Martí: su rica espiritualidad y creciente

humanidad emprendedora que lo llevan a ser imaginativo, soñador, utópico y a veces permeado

de ingenuidad. Una cultura, fundada en una naturaleza diversa, cósmica, pero única en sus

propósitos. Un ser pletórico de ilusiones que no tiene que esforzarse para revelar realismo

mágico y lo real maravilloso porque está presente en sus propias circunstancias. Esto y mucho

7 "Al margen de la figura de fray Antonio de Guevara, considerado un importante precedente del ensayismo español, los autores más destacados aparecen en el siglo XVIII, impulsados por la fuerte corriente europea. Feijoo Cartas eruditas y curiosas, 1742-1760) realizó una importante labor divulgadora del pensamiento europeo que contribuyó a elevar el nivel cultural de la época. Las dos grandes figuras del ensayismo dieciochesco con Cadalso y Jovellanos. Cadalso analiza en sus Cartas marruecas (1789) las causas de la decadencia española, mientras que Jovellanos dedicó su vida y su obra a ofrecer soluciones prácticas para los problemas del momento. Algunas de sus obras más notables son Informe en el expediente de la ley

agraria (1795) y Elogio de las Bellas Artes (1782)".(Ibídem)

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más cualifican la existencia de toda una pléyade de ensayistas latinoamericanos, capaces de "ver

con las palabras y hablar con los colores" y expresar un discurso propio con imágenes y

conceptos de alto valor cogitativo y numen cosmovisivo.8 En fin, tematizan su mensaje, uniendo

filosofía y literatura como totalidad orgánica y con cauces culturales de riqueza inusitada.

Porque, según expresa Martí en su magistral ensayo Nuestra América: "La poesía se corta la

melena zorrillesca y cuelga del árbol glorioso el chaleco colorado. La prosa, centelleante y

cernida, va cargada de idea."9 Cargada de idea por la vitalidad que le imprime el alma filosófico-

cultural que lleva dentro el discurso.

La tesis reveladora de Juan Marinello de que el tratado dispone y el ensayo pone

cualifica con creces la naturaleza expresiva y la inagotable riqueza subjetiva de éste. Dos rasgos

esenciales dan sui-géneris particularidad al ensayo: el sello personal del escritor y el despliegue

no sistemático del tema. Ambos imprimen sentido filosófico-cultural al discurso: por la cósmica

aprehensión del asunto y por la sensibilidad de expresión con que se asume. Oigamos a modo

ilustrativo el verbo de Martí en su grande estilo ensayístico: "Él traía su religión -se refiere al

magno predicador Henry Ward Beecher- oreada por la vida. Él venía del Oeste domador, que

abate la selva, el búfalo y el indio. La nostalgia misma de su iglesia pobre le inspiró una

elocuencia sincera y amable. Hacía tiempo que no se oían en los púlpitos acentos humanos. Le

decían payaso, profanador, hereje. Él hacía reir; él se dejaba aplaudir, ¡culpable pastor que se

atrevía a arrancar aplausos! Él no tomaba jamás su texto del Viejo Testamento, henchido de iras,

sino que predicaba sobre el amor de Dios y la dignidad del hombre, con abundancia de símiles de

la naturaleza. En lógica, cojeaba. Su latín era un entuerto. Su sintaxis toda talones. Por los

dogmas pasaba como escaldado. ¡Pero en aquella iglesia cantaban las aves, como en la

8 En América Latina, la influencia de la ilustración y las revoluciones del siglo XVIII, propiciaron la aparición de numerosos trabajos. La Carta a los españoles americanos, del jesuita peruano exiliado Juan Pablo Viscardo, es uno de los primeros de una larga lista de autores: Francisco Miranda, Andrés Bello, Fray Servando Teresa de Mier, Manuel Palacio Fajardo y Vicente Rocafuerte, que escribieron a principios del siglo XIX. Posteriormente se pueden citar muchos ensayistas más. Los argentinos Esteban Echevarría, Juan Bautista Alberdi y Domingo Faustino Sarmiento; los chilenos Francisco Bilbao, Benjamín Vicuña y Manuel Recabarren; el uruguayo José Enrique Rodó; el cubano José Martí, y más recientemente, en México, Justo Sierra, Alfonso Reyes, José Vasconcelos, Samuel Ramos, Octavio Paz y Edmundo O'Gosman, ente otros muchos. (Ibídem).

9 Martí, J., Nuestra América. O. C. Tomo 6. Editorial Nacional de Cuba, La Habana, 1963, p. 21.

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primavera; los ojos solían llorar sin dolor y los hombres experimentaban emociones viriles!"10

A los dos rasgos señalados -cualidades esenciales del ensayo- se derivan otros,11 que

no por secundarios, restan valor al género. Todo lo contrario: emanan de ellos para

completarlos: la imaginación, predominio de los sentimientos, las imágenes, las emociones. El

discurso se resiste a cerrar, es sugestivo, suscitador y con ello, pleno de aperturas y

aprehensiones. El estilo es dúctil, sugerente y tolerante. Hay espacio para la relatividad, si bien

tiende a lo grande, a lo absoluto por su concentración, fuerza espiritual y subjetiva.12 No rehúye

a la objetividad, a la responsabilidad, al deber, pero lo hace por cauces culturales con alto vuelo

cogitativo. Se detiene también en los detalles, por ser cosas humanas, pero los inserta a la

corriente que despierta semillas dormidas. Cultiva humanidad y axiología de la acción con

nobles propósitos. Hay pedagogía en el discurso, pero teñida de numen filosófico-cultural. Por

eso no es normativo, sino comunicativo. Parte del yo personal, pero como se dirige a la persona

humana y a sus motivos capitales, respeta al otro. Fluye con desenfreno el mundo interior del

escritor, con sentencias, frases aforísticas, ideas grandes por sus posibles varias

recepciones e interpretaciones, metáforas, dichos populares, etc. pero no siempre con fines

egocentristas, sino para comunicar con amenidad, encontrar consenso y lograr empatía.

Medardo Vitier, en su estudio sobre el ensayo, refiere a la vida de D. Quijote y Sancho, de

Unamuno, y descubre nuestro asunto con excelsa maestría: "Tiene (...) innegable objetividad

en cuanto nos va presentando el contenido del Quijote. Pero no es esa objetividad pura, limpia

de vetas personales que hallaríamos en una historia literaria donde el autor dedicase uno o más

capítulos a la interpretación del famoso libro. Porque Unamuno se vierte todo él, con su

irremediable desasosiego espiritual en esas páginas. Ese estilo suyo, que no busca tersura, pero

que consigue inusitada fuerza, dibuja una angustia racial y a la vez de humana universalidad que

él sazona con su propia psiquis atribulada. Su libro estudia, sí, el Quijote, y nos guía a verlo en

10 Martí, J. Henry Ward Beecher. Su vida y su obra. O.C. T. 13, Edit. Nacional de Cuba, La Habana, p. 64, pp. 39-40.

11 Ver Vitier, M. Obra cit. pp. 17-25.

12 "La mentalidad del ensayista suele ser concentrada. Emerson, por caso, es un espíritu intravertido, un meditador. Lo es también Carlyle. Gustan de espaciar sus contemplaciones en los ámbitos del yo. Son los ensayistas filosóficos." (Vitier, M. obra citada, p. 16).

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lo profundo, pero las mejores esencias de este trabajo son de aportación personal. No es cosa de

erudición sino de sugestión. Ni es la prosa didáctica que un plan frío ordena en yuxtaposiciones

lógicas, mesuradas, sino el fluir creciente de un lamento que se enciende en profecía o se quiebra

en lágrima viril. El vasco "fino y fuerte", aclimatado en Castilla es allí la voz viviente de la

España grande. Nos da en ese libro un ensayo, no un tratado, no un estudio de riguroso método

filológico."13

Por supuesto, aquí nos detenemos en el ensayo literario-filosófico, bueno, con vuelo de

altura. Hay ensayo y ensayo.14 Pero imbuido en el espíritu de este género, nos dirigimos a lo

grande, a lo más perfecto, a los que han ganado status paradigmático por su excelencia espiritual

y su trascendencia. No es posible pensar el ensayo en nuestro idioma sin recordar a Unamuno,

Ortega y Gasset, José Martí, José Vasconcelos, Alfonso Reyes, José Enrique Rodó, Pedro

Henríquez Ureña, Juan Marinello, Medardo y Cintio Vitier, entre tantos que lo han cultivado en

España y en nuestra América, con devoción, talento y oficio.

Estos grandes ensayistas, a veces sin abandonar otros tipos de prosa, como el tratado

(texto didáctico, manual, etc.), la monografía, la crítica, el discurso, el artículo, etc. han

convertido el ensayo, más que en un género literario, en una misión de creciente humanidad y

eticidad concreta. Sus propensiones fundadoras les han permitido develar en el ensayo infinitos

menesteres espirituales para sembrar al mismo tiempo ciencia y conciencia, razón y sentimiento,

tan necesarios en la formación del hombre creador. "Bueno es dirigir, pero no es bueno -enfatiza

Martí- que llegue el dirigir a ahogar (...) Garantizar la libertad humana -dejar a los espíritus su

frescura genuina, no desfigurar con el resultado de ajenos prejuicios las naturalezas (puras y

vírgenes)- ponerlos en aptitud de tomar por sí lo útil, sin ofuscarlas, ni impelerlas por una vía

marcada, he ahí el único modo de poblar la tierra de una generación vigorosa y creadora que le

falta. Las redenciones han venido siendo formales; es necesario que sean esenciales. La libertad

política no estará asegurada mientras no se asegure la libertad espiritual. Urge libertar a los

hombres de la tiranía, de la convención, que tuerce sus sentimientos, precipita sus sentidos y

13 Vitier, M. El ensayo. Apuntaciones Literarias. Editorial Minerva, La Habana, Cuba, 1935, p. 14.

14 "(...) hay una tendencia al abuso del término: con frecuencia se titulan ensayos trabajos de rigurosa economía didáctica en su vida interna. A veces es una aportación suelta, pero de pura objetividad, esto es, carente de rasgos subjetivos sobre un tema cualquiera." (Ibídem, p. 16).

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sobrecarga su inteligencia con un caudal pernicioso, ajeno, frío y falso. Este es uno de esos

problemas misteriosos que ha de resolver la ciencia humana (...)" 15

Esto explica por sí solo, el por qué el ensayismo ha formado parte consustancial de los

grandes humanistas, preocupados por el drama del hombre y por revelar todo lo que contribuya a

la ascensión humana. Explica, además, por qué se relievan y se incrementan con más fuerza en

los momentos de crisis existenciales, en las etapas de cambios y períodos transicionales que más

afectan al hombre, los valores y la cultura.

Es en sí mismo, el ensayo, una escritura crítica de reflexión y búsqueda en torno a

problemas sensibles del hombre o relacionados con él. Un discurso, a veces con ribete agónico,

en función de las disyuntivas que presenta la realidad humana y su discernimiento para elegir lo

que humanamente se considera más racional por parte del escritor. Por eso en su interior hay una

intencionalidad expresa que signa la lógica del problema, pero ajeno a fórmulas o esquemas

preconcebidos. Hay recursos técnicos -propios de cada escritor- pero coloreados por su

subjetividad indagadora y su capacidad personal.

El ensayo, si es consecuente con su misión, no puede operar con rigidez discursiva. Ante

la revisión de valores los esquemas sólo funcionan para crear esquemas y resultan ineficaces y

poco atrayentes. La osadía, la exposición al riesgo y la valentía son atributos cualificadores del

buen ensayista. Como también lo son la gracia, el tono y el relieve de las ideas. "Fue Ariel -

refiere M. Vitier al excelente ensayo de Rodó- un arrullo por la forma y una señal (...) Observo

en Ariel dos caracteres, que en los casos más logrados, el ensayo concilia: la dignidad de las

ideas y el encanto de su comunicación. Flota en sus períodos también ese polvo inasible del

misterio humano (...) Insisto en ese don de encanto intelectual que es atributo de los mejores

ensayos. Dígase gracia estética si se quiere."16

Gracia estética que, sin proponérselo el escritor, subyuga al lector, por la elocuencia, el

tono, el color, el calor y el relieve y vitalidad de las idas. Unido a la coherencia del discurso, la

armonía, la sinceridad y nobleza expresivas. El ensayo Cecilio Acosta, de Martí, subyuga,

15 Martí, J. Libros. Notas. O. C. T. 18. Editorial Nacional de Cuba, La Habana, 1964, p. 290. Las notas aquí citadas forman parte del plan del libro que Martí soñó realizar, titulado "El concepto de la vida". Seguramente hubiera sido un magno ensayo con acuciante elan filosófico-cultural. Lamentablemente, su muerte en el campo de batalla, luchando por la independencia de su patria no le permitió realizar su gran proyecto.

16 Vitier, M. Obra citada, p. 22.

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paraliza, nos hace cómplice y concentra la atención: "Ya está hueca, y sin lumbre, aquella cabeza

altiva, que fue cuna de tanta idea grandiosa; y mudos aquellos labios que hablaron lengua tan

varonil y tan gallarda; y yerta, junto a la pared del ataúd, aquella mano que fue siempre sostén de

pluma honrada, sierva de amor y al mal, rebelde. Ha muerto un justo: Cecilio Acosta ha muerto.

Llorarlo fuera poco. Estudiar sus virtudes e imitarlas es el único homenaje grato a las grandes

naturalezas y digno de ellas. Trabajó en hacer hombres; se le dará gozo con serlo. ¡Qué

desconsuelo ver morir, en lo más recio de la faena, a tan grande trabajador!

Sus manos, hechas a manejar los tiempos, eran capaces de crearlos. Para él el Universo

fue casa; su Patria, aposento; la Historia, madre; y los hombres, hermanos; y sus dolores, cosas

de familia que le piden llanto. El lo dio a mares (...) Cuando tenía que dar, lo daba todo; y

cuando nada ya tenía, daba amor y libros (...) Él, que pensaba como profeta, amaba como

mujer." 17

Estamos en presencia -por supuesto, ante un ensayo literario-, pero la belleza ensayística

expresiva no está reñida con el tema de objeto discursivo. La sensibilidad del escritor, su

creciente humanidad y el devenir en sus cauces culturales, imprime razón estética. La

coherencia armónica y su consecuente gusto estético como están inserto a una cultura de la razón

y de sentimiento, despierta esa bondad, verdad y belleza que el hombre lleva dentro, que sólo

espera por cauces humanos para revelarse. ¿Quién puede negar la bondad, la verdad y la belleza

de un ensayo científico, cuando un escritor con profesionalidad y oficio es capaz de insertar el

discurso a la cultura, pues la cultura, más que acumulación de conocimiento, es sensibilidad

humana para captar lo pequeño, lo grande y lo absoluto con sentido histórico, acorde con el

presente y lo por venir, sin olvidar la buena tradición del pasado que sirve de raíz.

Por eso, en mi criterio, el elan filosófico-cultural es inherente al buen ensayo. Todavía

más: es su mediación central. Porque lo dota de sentido cosmovisivo al hacer centro suyo la

subjetividad en sus varios atributos cualificadores: conocimiento, valor, praxis y

comunicación y al mismo tiempo porque los concibe insertos en la cultura. Los valores

humanos, que tanto privilegia el ensayo, sólo funcionan cuando se culturalizan, cuando son

alumbrados y guiados por una cultura de la sensibilidad y la razón.

En fin, el elan filosófico-cultural, inmanente al buen ensayo, implica conciencia crítica,

17 Martí, J. Cecilio Acosta. O. C. Tomo 8. Edit. Nacional de Cuba, La Habana, 1963, p. 153.

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razón utópica realista y cultura de la sensibilidad.

En los tiempos actuales, cuando la globalización se esfuerza por la homogeneidad

cultural, en detrimento de nuestras culturas nacionales que sirven de pivotes de reafirmación

identitaria, el buen ensayo tiene mucho que decir y hacer. ¿Oposición a la globalización? Por

supuesto que no. Es un fenómeno objetivo, engendrado por la historia y la cultura. Pero no se

puede olvidar la divisa principal de la herencia ensayística fundadora de nuestra América: la

necesidad de partir de las raíces con vocación ecuménica.

El ensayismo latinoamericano, rico por su espiritualidad, no puede hacer coro con el

presentismo, la idea del fin de la historia, el nihilismo cultural y la negación de los principios

humanistas que propagan algunas corrientes postmodernistas. No se puede perder el sentido de

identidad que une nuestros propósitos verdaderamente humanos ni subvertir la cultura del ser por

la cultura del tener, fuente del desarraigo, la crisis de valores y los vacíos existenciales.

Ante el pesimismo y el escepticismo que tanto impera ya en los albores del siglo XXI

nuestro ensayismo no puede olvidar que vivir es creer. Hay que asirse al valor de las ideas, pues

como enseña el Apóstol de nuestra América: "no hay proa que taje una nube de ideas. Una idea

enérgica, flameada a tiempo ante el mundo, para, como la bandera mística del juicio final, a un

escuadrón de acorazados (...) Trincheras de ideas valen más que trincheras de piedras".18

En resumen, no permitamos que muera la utopía, porque es matar la esperanza. Los

síntomas visibles de la crisis de la civilización no pueden aplastar los sueños que encarnan y dan

vitalidad a nuestra espiritualidad. Hagamos que siga primando el ensayismo optimista y no el

pesimista que también existe. La salvación de la humanidad y el progreso social que también

hoy se pone en duda, debe encontrar su baluarte inexpugnable en la cultura. La cultura, como

expresión del ser esencial humano y medida de su ascensión, continuará alumbrando las sendas

del porvenir.

18 Martí, J. Nuestra América. O. C. Tomo 6. Edit. Nacional de Cuba, La Habana, 1963, p. 15.

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CONCLUSIONES

Con razón Max Henríquez Ureña, revela en Medardo Vitier "(...) una vida útil y fecunda,

consagrada al servicio de la cultura.19 Útil, porque consagró su magisterio a la formación

humana. Porque unió en indisoluble haz, oficio y misión para lograr sus propósitos

ennoblecedores de la condición humana. Fecunda, por su magna obra, transida de humanidad y

aliento innovador. Una obra, que con fuerte soporte ético-filosófico y vocación pedagógica se

despliega a través de infinitos cauces culturales para influir en el mejoramiento humano.

La obra de Medardo Vitier es fundadora, no sólo por la sistematización de la filosofía en

Cuba, siglo XIX, y los valiosos intentos de la subsiguiente. Lo es por el espíritu cultural que le

impregna y el numen renovador que lleva dentro todo su discurso. Un discurso, asido a las

raíces, a las fuentes precursoras, pero como ellas mismas, mirando siempre el legado universal

para incorporarlo al acervo propio de la cultura cubana. Consciente que la cultura misma, en su

devenir progresivo, hace original y auténtico lo asumido, en la medida que funcione como parte

suya y exprese la conciencia nacional.

En mi criterio, la gran innovación de M. Vitier y sus aportes a la cultura cubana, se

fundan en la riqueza conceptual que le otorga a la cultura.20 En él, cultura no es sólo cultivo de la

razón y el intelecto. Es también cultivo de sentimientos. Es ciencia y conciencia, y sobre todo,

sensibilidad humana para conocerse a sí mismo y mirar con ojos humanos nuestro entorno socio-

cultural. Una concepción de esta naturaleza, trae consigo diversas implicaciones metodológicas

y formas particulares en el discernimiento de la realidad. Determina ante todo una actitud y un

estilo de pensamiento que marcan con huellas indelebles las reflexiones filosóficas, pedagógicas

y literarias: sentido de totalidad y mediatez en el abordaje del cosmos humano en relación con la

naturaleza y la sociedad, deviene cualidad intrínseca a su método. El hombre inserto en la

19 Henríquez Ureña, M. Panorama histórico de la Literatura Cubana. Edit. Arte y Literatura, La Habana, 1979, p. 347.

20 Por supuesto, esta dirección lleva en sí lo más rico de la tradición del pensamiento cubano y continúa la obra imperecedera de los fundadores-precursores de la cultura cubana.

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cultura con sus necesidades, intereses, fines y medios de realización humana, se convierte en

centro de sus búsquedas para fundar un discurso crítico que sin soslayar lo cotidiano de la vida,

fija lo que tiene de esencial. Por eso defiende la existencia de la naturaleza humana y los

atributos cualificadores que le dan perennidad: los valores; porque "vivir es creer". Y creer es

cultivar toda la bondad, la belleza y la verdad que lleva dentro el hombre para que fructifique en

beneficio de él y la sociedad.21

Una actitud de creciente humanidad y un estilo de pensamiento con ímpetu de altura,

dirigidos al cosmos humano, comporta un discurso sustantivo, donde utopía y realidad, sus varias

mediaciones, se convierten recíprocamente. La razón utópica realista, es consustancial al

discurso de M. Vitier. Sin desechar lo inmediato en su búsqueda, prefiere la mediatez. Evita que

los árboles impidan ver el bosque, que lo secundario se confunda con la sustantividad de la vida.

En fin se opone -es exigencia de su enfoque cultural- a permanecer en el ser presente, para

orientarse al deber-ser. Ama la tradición, pero superada con los ingredientes nuevos que aporta

21 "Cuando Don Quijote deja de creer, empieza a morir(...) Ese irse muriendo es propio de todos nosotros si un día se quiebran y abaten bajo nuestras plantas los soportes del mundo. Vivimos mientras creemos. Los valores, las virtudes, los entusiasmos van cediendo, desintegrándose. En reducto que parece inexpugnable resiste el credo último, el del valor de la vida" (Vitier, M. Valoraciones I. Universidad Central de Las villas, 1960, pp. 356-357).

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el presente, y se aferra a éste, siempre y cuando potencialice lo por venir, el futuro. Para él, el

presente muerto, detenido en la historia, sin miras hacia lo nuevo es estéril y reaccionario; al

igual que el pasado si no es fuente vital hacia el presente y memoria histórica para encauzar el

futuro, resulta conservador e inoperante cultural y humanamente. Porque en su concepción, lo

humano, define por antonomasia a la cultura.

Todos los trabajos de M. Vitier y su obra total constituyen piezas de intelección

filosófica, muy articuladas con su obra de historia de las ideas, desarrollada por él. Su

producción espiritual, alumbrada por la filosofía -que tanto aprecia por su valor cosmovisivo- y

pensada culturalmente, se constituye en corpus ético y pedagogía de la acción, para tematizarse

en una totalidad axiológica que traduce una rica espiritualidad en función de la ascensión

humana.

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