FACULTAD DE HUMANIDADES
ESCUELA ACADÉMICO PROFESIONAL DE PSICOLOGÍA
III BLOQUE FUNCIONAL DE LURIA: LÓBULO PREFRONTAL, FUNCIÓN NORMAL Y ALTERACIONES
INTEGRANTES:
BRICEÑO OTINIANO, GIANCARLO
HUAYLLANI ACOSTA, EDITH
LUNA VICTORIA, JUAN JOSE
RUEDA MANTILLA, ANDREA
SOSA SALINAS, MARIA FERNANDA
ESQUEN GUANILO PAOLA
DOCENTE:
MORILLO ARQUEROS, ANÍBAL MANUEL
CURSO:
PSICOFISIOLOGÍA
TRUJILLO-PERÚ
2015
ÍNDICE
INTRODUCCIÓN
MARCO TEÓRICO
1. TERCER BLOQUE DE LURIA
1.1. LÓBULO PREFRONTAL
1.1.1. FUNCIONES EJECUTIVAS
1.1.1.1. LA CORTEZA DORSOLATERAL
1.1.1.2. LA CORTEZA ORBITOFRONTAL
1.1.1.3. LA CORTEZA VENTROMEDIAL
1.1.2. ALTERACIONES DE LAS FUNCIONES EJECUTIVAS
1.1.2.1. TRASTORNOS COMPORTAMENTALES
1.1.2.2. SÍNDROME DORSOLATERAL
1.1.3. EVALUACIÓN DE LAS FUNCIONES EJECUTIVAS
1.1.4. REHABILITACIÓN DE LAS FUNCIONES EJECUTIVAS
1.2. ÁREA PRIMARIA
1.3. ÁREAS SECUNDARIAS
1.4. ÁREAS TERCIARIAS
CONCLUSIONES
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
REFERENCIAS LINKOGRÁFIAS
ANEXOS
INTRODUCCIÓN
Determinar de manera detallada el rol importante que cumple el tercer bloque de
luria es nuestro primer objetivo, este tercer bloque cumple con las siguientes
funciones: Programación, regulación y verificación de la actividad mental y de la
conducta, Intencionalidad y propositividad, Iniciativa y control atencional y Control de
las formas más complejas de conducta. Está localizado anatómicamente es Lóbulo
frontal.
El lóbulo frontal regula todas las funciones cognitivas superiores. En la especie humana
el lóbulo frontal constituye la tercera parte del total del cerebro, Se divide en dos: la
corteza motora y la corteza prefrontal, que ocupan respectivamente la mitad posterior
y la mitad anterior de su superficie. Nuestro segundo objetivo es exponer las partes del
lóbulo frontal y las funciones del prefrontal estás son: funciones ejecutivas dentro de
sus funciones de esta tenemos: la corteza dorsolateral, la corteza orbitofrontal, la
corteza ventromedial.
El tercer objetivo es explicar las alteraciones de las funciones ejecutivas esto refleja la
inadaptación de las acciones y de la ausencia de autocrítica. Tenemos: trastornos
comportamentales, síndrome dorsolateral.
También rescatamos como cuarto objetivo la importancia que tiene una óptima
evaluación de las funciones ejecutivas. la evaluación consiste en los siguientes
aspectos: la habilidad para iniciar y mantener una serie de asociaciones dirigidas, la
habilidad para mantener una serie de interferencias, la habilidad para cambiar una
estructura conceptual a otra, y la habilidad para mantener una serie de actividades
motoras alternantes.
El quinto objetivo gira entorno a lo determinante que es una rehabilitación de las
funciones ejecutivas a su debido tiempo. Las áreas cognitivas más favorecidas por este
tipo de intervención son: la atención, la memoria y el funcionamiento ejecutivo.
1. TERCER BLOQUE DE LURIA
Es la unidad para programar, regular y verificar la actividad, es decir, va a llevar a cabo
la organización de la actividad consciente. Cuando éste bloque es estimulado va a crear
intensiones, formar planes y programas de sus acciones, inspecciona su ejecución y
regula su conducta y verifica. De esto se deduce que el hombre no reacciona
pasivamente a la información que recibe; sino, que crea intensiones, forma planes y
programas de sus acciones, inspecciona su ejecución y regula su conducta para que
esté de acuerdo con estos planes y programas; finalmente, verifica su actividad
consciente, comparando los efectos de sus acciones con las intenciones originales,
corrigiendo cualquier error que haya cometido.
1.1. LÓBULO PREFRONTAL
El córtex prefrontal (CPF) constituye aproximadamente el 30% de la corteza
cerebral y se puede distinguir de otras áreas del lóbulo frontal por su composición
celular, su inervación dopaminérgica o sus aferencias talámicas (Davidson, Jackson
y Kalin 2000; Fuster, 1989). Posee conexiones con los lóbulos parietales,
temporales, regiones límbicas (especialmente el hipotálamo), ganglios basales,
hipocampo y cerebelo. Ha de considerarse por tanto como un área de asociación
heteromodal interconectada con una red distribuida de regiones corticales y
subcorticales (Tirapu-Ustárroz, García-Molina, A., Luna-Lario, P., Roig-Rovira, T. y
Pelegrín-Valero, 2008a).
Luria (1966, 1979), al describir las tres unidades funcionales básicas que componen
el cerebro humano, se refirió a la tercera de ellas en los siguientes términos: “El
hombre no reacciona pasivamente a la información que recibe, sino que crea
intenciones, forma planes y programas de sus acciones, inspecciona su ejecución y
regula su conducta para que esté de acuerdo con estos planes y programas;
finalmente, verifica su actividad conciente, comparando los efectos de sus acciones
con las intenciones originales corrigiendo cualquier error que haya cometido”
(Luria, 1979, p. 79). Aunque en la obra del soviético no aparece el término
funciones ejecutivas existe un acuerdo general en considerar su obra como el punto
de partida de su estudio científico. El término, tal y como se le conoce hoy en día,
se le debe a Lezak (1982, 1987) cuando afirmó que “las funciones ejecutivas
comprenden las capacidades mentales necesarias para formular metas, planificar la
manera de lograrla y llevar adelante ese plan de manera eficaz” (Lezak, 1982,
p.281) y así, permitir el funcionamiento independiente, con propósito, creatividad y
de manera que éste sea socialmente aceptable.
1.1.1. FUNCIONES EJECUTIVAS
Sholberg y Mateer (1989) definieron más tarde las funciones ejecutivas
como un conjunto de procesos cognitivos entre los que se encuentran la
anticipación, la elección de objetivos, la planificación, la selección de la
conducta, la autorregulación, el autocontrol y el uso de realimentación. Así,
describen entre sus componentes la dirección de la atención, el
reconocimiento de los patrones de prioridad, la formulación de la intención,
el plan de consecución, la ejecución del plan y el reconocimiento del logro.
A su vez, Fuster (1980, 1989), en su teoría general sobre la corteza
prefrontal, consideró fundamental la estructuración temporal de la
conducta. Así, propone tres funciones subordinadas que deben
coordinarse: i) una función retrospectiva de memoria a corto plazo
provisional, ii) una función prospectiva de planificación de la conducta, y iii)
una función consistente en el control y supresión de las influencias internas
y externas que interfieren en la conducta.
Pineda (2000) define las funciones ejecutivas como un conjunto de
habilidades cognitivas que permiten la anticipación y el establecimiento de
metas, el diseño de planes y programas, el inicio de las actividades y de las
operaciones mentales, la autorregulación y la monitorización de las tareas,
la selección precisa de los comportamientos y las conductas, la flexibilidad
en el trabajo cognitivo y su organización en el tiempo y en el espacio para
obtener resultados eficaces en la resolución de problemas. Tirapu, Muñoz-
Céspedes y Pelegrín (2002) y Tirapu y Muñoz-Céspedes (2005) definen el
funcionamiento o control ejecutivo como el resultado de una serie de
mecanismos implicados en la optimización de los procesos cognitivos para
orientarlos hacia la resolución de situaciones complejas. Así, asumen
diferentes componentes como la memoria de trabajo, la orientación de la
atención, la inhibición de respuestas automáticas y la monitorización de la
conducta en función de los feedback. Alvarez y Emory (2006) han afirmado
que las funciones ejecutivas se refieren a los procesos cognitivos de alto
nivel incolucrados en la regulación y el control orientado a una meta de los
procesos cognitivos de bajo nivel.
Como puede observarse, en todos los casos, desde la formulación original
de Luria (1966) hasta la actualidad, las funciones ejecutivas han sido
siempre definidas en los mismos términos. En último término, estas
capacidades pueden agruparse en una serie de componentes (Lezak, 1995;
Stuss y Levine, 2002):
Las capacidades necesarias para formular metas, diseño de planes.
Las facultades implicadas en la planificación de los procesos y las
estrategias para lograr los objetivos.
Las habilidades implicadas en la ejecución de los planes.
El reconocimiento del logro / no logro y de la necesidad de alterar la
actividad, detenerla y generar nuevos planes de acción.
Inhibición de respuestas inadecuadas.
Adecuada selección de conductas y su organización en el espacio y en
el tiempo.
Flexibilidad cognitiva en la monitorización de estrategias.
Supervisión de las conductas en función de estados motivacionales y
afectivos.
Toma de decisiones.
Habitualmente, su correcto funcionamiento se relaciona con la integridad
de lóbulos prefrontales del cerebro, cuya función principal parece ser el
control cognitivo (Miller y Cohen, 2001). Para una revisión más exhaustiva
del concepto se recomienda Tirapu-Ustárroz, García-Molina, A., Luna-Lario,
P., Roig-Rovira, T. y Pelegrín-Valero 2008a, b).
1.1.1.1. LA CORTEZA DORSOLATERAL
Esta región, comparada con los primates más cercanos, es las estructura
neocortical más desarrollada. Concretamente la porción más anterior,
correspondiente al área 10 de Broca, presenta un desarrollo y una
organización funcional que son exclusivos de la especie humana (Stuss y
Levine, 2002). Se trata de zonas consideradas como regiones de
asociación supramodal o cognitivas, puesto que no procesan estímulos
sensoriales directos.
Se puede dividir funcionalmente en porción dorsal y anterior, así como en
tres regiones: superior, inferior y polo frontal. La porción dorsolateral se
encarga de procesos que en su mayoría podrían encuadrarse dentro de las
llamadas funciones ejecutivas. Así, está involucrado en procesos tales
como memoria de trabajo, atención selectiva, planificación, seriación y
secuenciación, solución de problemas, flexibilidad cognitiva o formación
de conceptos (Stuss y Alexander, 2000; Tirapu-Ustárroz et al, 2008a). Por
otra parte, las porciones más anteriores, se relacionan con los procesos de
mayor jerarquía cognitiva tales como la metacognición, permitiendo
procesos de monitorización y control de la actividad (Kykio, et al, 2002;
Maril, Simons, Mitchell y Schwartz, 2003). Los polos frontales,
fundamentalmente el situado en el hemisferio derecho, están
involucrados en la conciencia autonoética y la autoconciencia. En estudios
sobre el humor y la teoría de la mente se ha puesto de relieve la
importancia de estas regiones en funciones específicamente humanas,
por lo que se considera que están involucradas de forma distintiva en los
procesos que nos definen como tales (Stuss y Levine, 2002).
Las lesiones en la corteza prefrontal dorsolateral pueden ocasionar
diversos déficit cognitivos: dificultades en razonamiento abstracto,
resolución de problemas, planificación, formación de conceptos,
ordenamiento temporal de los estímulos, aprendizaje asociativo,
atención, mantenimiento de la información en la memoria de trabajo,
proceso de búsqueda en la memoria, metacognición, cognición social,
alteración de algunas modalidades de habilidades motoras, generación de
imágenes y manipulación de las propiedades espaciales de los estímulos
(Grafman, 1994, Grafman, Holyoak y Boller, 1995; Allegri y Harris, 2001).
1.1.1.2. LA CORTEZA ORBITOFRONTAL
La corteza orbitofrontal abarca al menos cinco subregiones (del área 10 a
la 14 de Brodman) con distintos patrones de conexión y una alta
heterogeneidad. Se ha observado que el área 13 (ampliamente conectada
con la amígdala y el hipotálamo) se activa más en respuesta a estímulos
auditivos desagradables, como sonidos de accidentes de tráfico, mientras
que el área 11 (que posee conexiones corticales temporales mediales) se
activa más si los sujetos tienen que aprender nueva información visual
presentada de manera abstracta (Frey y Petrides, 2000; Frey,
Kostopoulous y Petrides, 2000). Por ello, el área 13 alerta al organismo
para que atienda a los estímulos con cualidades afectivas, por lo que los
pacientes con lesión en esta zona responden menos a estímulos
amenazantes (Kolb y Whishaw, 2006).
La región orbitofrontal recibe aferencias de la amígdala, la corteza
entorrinal y la circunvolución del cíngulo, además de todas las áreas
sensoriales, mientras que envía proyecciones a la corteza temporal
inferior, corteza entorrinal, circunvolución del cíngulo, hipotálamo lateral,
amígdala, área tegmental ventral, cabeza del núcleo caudado y a la
corteza motora (Barbas, 2000).
En estudios realizados con monos se ha observado que lesiones en la zona
orbitofrontal dan lugar a respuestas inapropiadas en sus relaciones con
otros monos y una variación en los niveles de agresividad (Rolls, 1986). En
humanos, las lesiones en la corteza orbital están además relacionadas con
la presencia de alteraciones psicopatológicas.
1.1.1.3. LA CORTEZA VENTROMEDIAL
Esta zona está implicada en distintos procesos, aunque destaca por su
implicación tanto en la experiencia como en la expresión de las
emociones, siendo crítica para el procesamiento de emociones asociadas
con situaciones sociales y personales complejas (Damasio, 1997; Damasio
y Van Hoesen, 1984). En la parte interna del hemisferio, se sitúa el cíngulo
anterior, cuya lesión produce alteraciones motivacionales, además de
indiferencia, disminución del pensamiento creativo y pobre inhibición de
respuesta (Chow y Cummings, 1999). Se ha podido comprobar que, tras
lesión bilateral de la porción anterior de la circunvolución del cíngulo,
suele aparecer un síndrome acinético caracterizado por la expresión facial
neutra, así como pobreza comunicativa. Estudios con primates han
observado que tras lesiones en la circunvolución del cíngulo desaparece el
llanto por separación de la madre en los monos jóvenes y altera la
relación de apego en los adultos, despreocupándose del cuidado de las
crías (MacLean, 1993). Estudios en humanos han encontrado que lesiones
en la región frontal medial se asocian con disminución de la expresividad
facial emocional, tanto fingida como espontánea, que no puede ser
explicada por un trastorno motor (Borod, 1992). El cingulado anterior,
además, está compuesto por neuronas que responden ante la
significación y la novedad de los estímulos, por lo que se piensa que tiene
relación con la tendencia a la acción (Gabriel, Sparenborg y Stolar, 1986).
1.1.2. ALTERACIONES DE LAS FUNCIONES EJECUTIVAS
Reflejan la inadaptación de las acciones del demente y de la ausencia de
autocrítica.
Pueden provocar un síndrome frontal con distractibilidad, alteración de la
flexibilización mental, así como de las capacidades de abstracción y de
planificación. Dichos trastornos, cuando no se acompañan de afasia ni de agnosia
orientan hacia una demencia frontal (como una enfermedad de Pick) incluso
trastornos del juicio y del razonamiento, que pueden explorarse a través de la
crítica de historias absurdas, así como de las capacidades de abstracción
exploradas, por ejemplo por el subtes de semejanzas de la WAIS y por la
interpretación de refranes.
1.1.2.1. TRASTORNOS COMPORTAMENTALES
La modificación de la personalidad concebida como una modificación o una
acentuación de los rasgos anteriores forma parte de los criterios de demencias
propuesta por el DSM-III-R (pero curiosamente no por el DSM-IV). Así un
individuo tranquilo y paciente puede convertirse en agresivo y colérico, y su
entorno dirá entonces que “ya no lo reconoce”. Por otro lado, un individuo
considerado como económico se convierte en avaro y desconfiado, y su
entorno dirá que “ya era un poco así antes, pero poco a poco se ha vuelto
imposible”
El sujeto demente puede describirse como pasivo, desinteresado, apático,
envidioso, sospechoso, rígido, cerrado, egocéntrico o recriminador. Dichas
distorsiones comportamentales contribuyen a provocar en el entorno familiar
una dejadez y, posteriormente, un rechazo que atenúa, a veces, un
sentimiento de culpabilidad.
La depresión es inseparable de la demencia y debe abordarse como un
diagnóstico diferencial, pero también como una manifestación asociada e
incluso sintomática a la demencia. La depresión es frecuente en la enfermedad
de Parkinson; constituye uno de los ítems de la puntuación isquémica de
Hchinski, y también se observa en la enfermedad de Alzheimer, en la cual
puede acompañar a las quejas mnesicas, al principio de la evaluación, como
aparecer en ausencia de quejas de memoria y, a veces con características de
una depresión mayor.
El sujeto demente puede manifestar verbalmente una ansiedad, ya sea en
relación con su memoria, al inicio de la enfermedad, o de manera difusa bajo
una forma de inquietud flotante, incluso una sobreexcitación motora (se
levanta de nuevo, se sienta, quiere irse durante la consulta o desplazamientos
familiares) o verbal.
Los comportamientos de deambulación errática, o de fugas, son
multifactoriales: pueden verse favorecidos por la ansiedad o ser signo de una
acatisia relacionada con la toma de neurolépticos; puede tratarse de la
consecuencia de problemas cognoscitivos graves, que inducen
comportamientos automáticos o anárquicos por la alteración de la memoria
topográfica: el hacerse cargo de ellos es difícil, puesto que el sujeto puede
marcharse de su domicilio y perderse, lo que exige que su entorno lo vigile
incesantemente, aun mas cuando el hecho de encerrarle es una fuente de
agitación. Entonces, el demente pide, sobre todo, una presencia que lo
canalice; los arreglos arquitectónicos pueden acondicionar los espacios de
circulación, donde la deambulación puede afectarse sin riesgo y sin obstáculos.
1.1.2.2. SÍNDROME DORSOLATERAL
Se insiste en que el circuito dorsolateral es fundamental en las funciones
ejecutivas (Cumming, 1993). El defecto más frecuente es la incapacidad de
organizar una respuesta comportamental ante la presencia de estímulos
nuevos o complejos. Los síntomas siguen todo un proceso, e incluyen la
capacidad de alternar las conductas, utilizar estrategias apropiadas y organizar
la información para adaptarse a los cambios ambientales. Las demencias
subcorticales se caracterizan por defectos en las funciones ejecutivas. Por lo
general, los pacientes muestran latencias de respuestas largas y dificultades en
la recuperación semántica, aunque conservan el reconocimiento (Butters,
1986). Varios estudiosos, como luria la presencia de perseveraciones del
hemisferio derecho, hay trastornos de tipo no verbal y paralingüístico, y en cao
de lesiones dorsolaterales del hemisferio izquierdo, habrá disminución en la
fluidez verbal y afasia extrasilviana (transcortical) motora. Luria 1989 señala
que un aplanamiento emocional corresponde a lesiones bilaterales; asimismo,
hay dificultades para ordenar la información en secuencias. Las regiones
ventrales y dorsales de la corteza prefrontal podrían participar en la habilidad
para tomar decisiones racionales y evitar situaciones de riesgo (Manes, 2002).
1.1.3. EVALUACIÓN DE LAS FUNCIONES EJECUTIVAS
De acuerdo con Phillips (1997), las tareas destinadas a la evaluación de las
funciones ejecutivas deben reunir tres criterios: que sean novedosas, que exijan
cierto esfuerzo y que requieran el concurso de los procesos de la memoria de
trabajo para su resolución.
Entre los ámbitos que debe incluir la evaluación del funcionamiento del lóbulo
frontal, Harmony y Alcaraz (1987) señalan los siguientes: la habilidad para iniciar
y mantener una serie de asociaciones dirigidas,la habilidad para mantener una
serie de interferencias, la habilidad para cambiar una estructura conceptual a
otra, y la habilidad para mantener una serie de actividades motoras alternantes.
(Estévez, García y Barraquer, 2000).
La originalidad del Stroop radica en el hecho de que la palabra coloreada suscita
una respuesta verbal automática que requiere muchas de las mismas funciones
neuropsicológicas necesarias para nombrar los colores. Además, la velocidad de
ambas reacciones (leer palabras y nombrar colores) es tal, que la respuesta de
leer palabras ocupa los canales neuropsicológicas, al mismo tiempo, que la
respuesta de nombrar colores. En principio, podría suponerse para llevar a cabo
óptimamente esta tarea, el sujeto debería ignorar el nombre de la palabra de
color de la cual, y debe nombrar el color de la tinta en que está impresa. No
obstante, y como afirma Neil (1978), en esos momentos la investigación estaba
más empeñada en dilucidar el lugar en que se producía la selección atencional
que en postular cualquier suerte de mecanismo inhibitorio. Aun así, también
han aparecido trabajos que apoyaban la actuación de algún tipo de inhibición de
respuesta (Greewald , 1972). Quizá uno de los trabajos pioneros y más
importantes en este campo fue el de Dalrymple Alford y Budayr (1966), quienes
encontraron que nombrar colores en una lista de elementos tipo Stroop era
especialmente lento cuando el color de cada palabra coincidía con el nombre del
color de los elementos siguientes. Desde su diseño inicial en 1935 se han
publicado más de 700 artículos en relación a este instrumento (Stroop, 1935).
Algunos estudios neuropsicológicos han demostrado que la interferencia del
Stroop se produce como consecuencia de interferir los procesos verbal y no
verbal en la fase de respuesta (Golden, 1978). Parece que los estímulos del
Stroop activan un proceso automático de respuesta verbal que interfiere con el
nombramiento de los colores aprendido conscientemente. El sujeto realiza la
tarea o bien ejecutando dos respuestas secuencialmente (lectura de palabras
seguida del nombramiento del color) o bien suprimiendo mediante control
voluntario la respuesta automática de lectura de palabras. Son importantes las
aportaciones en este aspecto, del estudio de pacientes con algún tipo de afasia.
Así, Wiener (2001), en el estudio de pacientes con afasia de Wernicke, concluye
con las dificultades que presentan estos pacientes en ignorar de forma efectiva
los estímulos evocados automáticamente.
Este paradigma junto con el paradigma de doble tarea, el paradigma de priming
y la técnica de señal de stop es uno de los paradigmas que se utiliza en las
teorías de la automaticidad ( ver Wang, Zhou, Wang y Men, 2003). Su
característica fundamental y más común a todos ellos, es la dicotomía que
establecen entre dos formas de procesamiento, los procesos automáticos versus
los procesos controlados, ( Milliken y Lupianez, 1999).
La página de interferencia del Stroop mide básicamente la capacidad del
individuo para separar los estímulos de nombrar colores y palabras. Ciertas
personas son capaces de hacerlo y pueden suprimir la respuesta de lectura y
concentrase en la tarea de nombrar colores: otras personas son capaces de
suprimir el nombramiento de la palabra y han de procesar tanto la palabra como
el color antes de responder: en otros sujetos, por fin, las respuestas de palabra y
color están íntimamente confundidas debido a niveles altos de interferencia. Si
esto es así, un lector pobre que aún no ha desarrollado la codificación
automática de la palabra del color de los nombres, no mostrará efectos de
interferencia Stroop tan fuertes como cuando los lectores son expertos
(Kahneman y Treisman, 1984).
1.1.4. REHABILITACIÓN DE LAS FUNCIONES EJECUTIVAS
Según Machuca (2002) los déficits cognitivos que con más frecuencia se observan
en el traumatismo craneoencefálico son los de orientación, memoria, atención,
memoria, lenguaje, funcionamiento ejecutivo, destacando entre todos ellos los
atencionales, trastornos visoperceptivos, solución de problemas y toma de
decisiones. Las áreas cognitivas más favorecidas por este tipo de intervención son:
la atención (Gray, 1994), la memoria (Glisky, 1997) y el funcionamiento ejecutivo
(Alderman, Fry y Youngson, 1995). En la rehabilitación de las funciones ejecutivas,
Muñoz y Tirapu (2004) establecen una declaración de principios generales que
emergen de las hipótesis actuales sobre el funcionamiento de los lóbulos
frontales: aplicación de una estrategia RPIEAL ( Identificar, Definir, Elegir, Aplicar y
Ver logro), Intervención sobre las variables cognitivas relacionadas con un buen
funcionamiento ejecutivo (memoria de trabajo, atención dividida, habilidades
pragmáticas, motivación), uso de técnicas de modificación de conducta para
incidir sobre comportamientos relacionados con este síndrome (especialmente
distracción, impulsividad, desinhibición y perseveración), empleo de técnicas de
refuerzo diferencial (preferiblemente el coste de respuesta), las variables de
situación deben tenerse en cuenta en un buen programa rehabilitador (interés de
la actividad, presentación de distractores externos, velocidad de presentación de
los estímulos), los programas de rehabilitación deben ser ecológicos, por lo que
deben contener estrategias específicas de generalización. Sohlberg, Mateer y
Staus (1993) plantean un modelo de tratamiento para los pacientes con síndrome
disejecutivo basado en tres áreas como: la selección y ejecución de planes
cognitivos (selección de conductas dirigidas a un objetivo), manejo apropiado del
tiempo (estimación del tiempo, crear escalas de tiempo, adaptación al tiempo
establecido) y la autorregulación (autoconciencia, control de impulsos,
perseveración).
CONCLUSIONES
el tercer bloque de luria cumple con las siguientes sus funciones: Programación,
regulación y verificación de la actividad mental y de la conducta, Intencionalidad y
propositividad, Iniciativa y control atencional y Control de las formas más complejas
de conducta. Está localizado anatómicamente es Lóbulo frontal.
La corteza prefrontal constituye la máxima expresión del desarrollo cerebral en la
especie humana, siendo responsable del control último de la cognición, la conducta y
la actividad emocional, lo que recibe la denominación de Funciones Ejecutivas. Está
dividida en tres áreas anatomofuncionales: dorsolateral, cingulada y orbital.
Las alteraciones de las funciones ejecutivas refleja la inadaptación de las acciones y de
la ausencia de autocrítica. demencia frontal (como una enfermedad de Pick) incluso
trastornos del juicio y del razonamiento.
Evaluación de las funciones ejecutivas. Evalúa: la habilidad para iniciar y mantener una
serie de asociaciones dirigidas, la habilidad para mantener una serie de interferencias,
la habilidad para cambiar una estructura conceptual a otra, y la habilidad para
mantener una serie de actividades motoras alternantes.
Rehabilitación de las funciones ejecutivas a su debido tiempo. Ayudarán a la
recuperación de las áreas cognitivas más comprometidas como: la atención, la
memoria y el funcionamiento ejecutivo.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Roger.G. (2006). Neuropsicologia. España. Ed: 4ta
Peña, J. (2007). Neurología de la conducta y neuropsicología. Ed. Médica Panamericana
REFERENCIAS LINKOGRÁFICAS
Bausela, E. (2007). Función ejecutiva: evaluación y rehabilitación neuropsicológica. 2015, de
Universidad Autonóma de Potosì Sitio web:
http://rabida.uhu.es/dspace/bitstream/handle/10272/2061/b15176083.pdf?sequence=1
ANEXOS
figura 1: test de stroop
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