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MODERNIDAD, MESTIZAJE CULTURAL,
ETHOSBARROCO
Bo l v a r Ec h ev er r a
compilador
UNAMEl Equ i l i b r i s t a
1994
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II
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EL 77/05'BARRO CO
Bo l v a r Ec h ev er r a
Tenuto nelle linee generali.. il barocco si ritrovain ogni luogo e tempo, sparsamente e pi omeno rilevato. un peccato estetico, ma ancheun peccato umano, e universale e perpetuocomme tutti i peccati umani, se non altro enquanto pericolo d'incorrervi.
B. Croce, Storia dell'et barocca in Italia
Tr ataremos de exponer en las siguientes pginas lo que entendemos
por ethos barroco y la manera en que pensamos que esta idea puede
conectarse con los temas de la modernidad, la esttica barroca y el
mestizaje cultural.
Dentro de una coleccin de obras dedicadas a la exploracin de
las distintas figuras histricas de E l Hombre Europeo, Rosario Villauri
public hace poco una recopilacin de ensayos sobre E l Hombre
Brumo.Desfilan en ella ciertos personajes tpicos de la vida cotidiana
en Europa durante el siglo x v i i : el gobernante, el financiero, el
secretario, el rebelde, el predicador, el misionero, la religiosa, la
bruja, el Cientfico, el artista, el burgus... Menciono esta publicacin
en calidad de muestra de un hecho ya irreversible: el concepto debarroco ha salido de la historia del arte y la literatura en particular
y se ha afirmado como una categora de la historia de la cultura en
general.
Determinados Fenmenos culturales que se presentan insistentemente
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al historiador en los materiales provenientes de los siglos x v i i y x v i ii , I
y que se solan explicar sea como simples rezagos de una poca pasada
o como simples anuncios de otra por venir, se han ido ordenando
ante sus ojos con un considerable grado de coherencia y reclaman
ser comprendidos a partir de una singularidad y una autonoma del
conjunto de todos ellos como resultado de una totalizacin histrica
capaz de constituir ella sola una poca en s misma. Se trata de una
abigarrada serie de comportamientos y objetos sociales que, en medio
de su heterogeneidad, muestran, sin embargo, una cierta copertenenca
entre s. un cierto parentesco difuso pero inconfundible; parentesco
general que puede identificarse de emergencia, a falta de un proce-
dimiento mejor, mediante el recurso a los rasgos no siempre claros
ni unitarios que esbozan otro parentesco, ms particular, dentro
de la historia del arte, el de las obras y los discursos conocidos como
barrocos.
Nuestro intento, ms reflexivo que descriptivo, es el de explorarju stamente aquello que nos llama a identificar como barrocos a
ciertos fenmenos de la historia de la cultura, y a oponerlos a otros
en un determinado plano de comparacin. Se trata, sobre todo, de
proponer una teora, un "mirador", al que hemos llamado del ethos
histrico,en cuya perspectiva creemos poder distinguir con cierta
claridad, algo as como un ethos barroco.En nuestro caso, la necesidad
sentida por la narracin histrica de construir el concepto de unapoca barroca se conecta con una necesidad diferente, que aparece
en el mbito del discurso crtico acerca de la poca presente.
i
Sealemos brevemente el sentido de nuestra preocupacin por lo
barroco. Puede decirse que cada vez es menos imprecisa la captacin
que tenemos de las dimensiones reales de la crisis de nuestro tiempo.
La imagen gigantomquica de hace un siglo, que la representaba ms
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bien como la decadencia indetenible de lo Humano en general cuyos
valores til timos coincidan curiosamente con unos cuantos, bautizados
como occidentales', puede ser vista ahora como un fruto ms del
patm reaccionario y paranoide de la burguesa aristocratizada de ese
momento histrico, sometida a las amenazas de la plebe socialista".
No obstante, la profundidad y la duracin de la misma tampoco
paiecen ser solamente las que corresponderan a la crisis pasajera, de
renovacin o innovacin, que afectara a un aspecto particular de la
existencia social, incluso teniendo en cuenta las repercusiones quetendr en Ja totalidad de la misma. Resulta ya evidente que no es
slo lo econmico, lo social, lo poltico o lo cultural, o una determinada
combinacin de ellos, lo que no alcanza a recomponerse de manera
mas o menos viable y duradera desde hace ya ms de cien aos. El
mudo como las distintas crisis se imbrican, se sustituyen y complementan
entre si, parece indicar que la cuestin est en un plano ms radical;
habla de una crisis que estara en la base de todas ellas; una crisis ci
vilizatoria.
Poco a poco, y de manera indudable desde el siglo xvm , se ha
vuelto imposible separar los rasgos propios de la vida civilizada en
general de los que corresponden particularmente a la vida moderna.
La presencia de estos ltimos parece, si no agotar, s constituir una
parte sustancial de las condiciones de posibilidad de los primeros.La modernidad, que fue una modalidad de la civilizacin humana,
por la que sta opt en un determinado momento de su historia,
ha dejado de ser slo eso, una modificacin en principio reversible
de ella, y ha pasado a formar parte de su esencia. Sin modernidad,
la civilizacin en cuanto tal se ha vuelto ya inconsistente.
Cundo hablamos de crisis civilizatoria, nos referimos justamente
a la crisis del proyecto de modernidad que se impuso en este proceso
de modernizacin de la civilizacin humana: el proyecto capitalista
en su versin puritana y noreuropea, que se fue afirmando y afinando,
lentamente, al prevalecer sobre otros alternativos y que dom ina ac-
tualmente, convertido en un esquema operativo capaz de adaptarse
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acualquier substancia cultural y dueo de una vigencia y una efec
tJvidu hstr a> aparentemente incuestionables.
La crisis de la civilizacin que se ha diseado, segn el proyecto
capitalista de modernidad, lleva ms de cien aos. Como dice Walter
Benjamn, en 1867, antes del desmoronamiento de los monumentos
de la burguesa", mientras la fantasmagora de la cultura capitalista
alcanzaba su despliegue ms luminoso en la Exposicin Universal de
Pars", era ya posible reconocerlos en calidad de ruinas. Y se trata
sin duda de una crisis porque, en primer lugar, la civilizacin de la
modernidad capitalista no puede desarrollarse sin volverse en contra
del fundamento que la puso en pie y la sostiene es decir, la del trabajo
humano que busca la abundancia de bienes mediante el tratamiento
tcnico de la naturaleza, y porque, en segundo lugar, empeada en
eludir tal destino, exacerba justamente esa reversin que le hace perder
su razn de ser. Epoca de genocidios y ecocidios inauditos que, en
lugar de satisfacer las necesidades humanas, las elimina, y, en lugarde potenciar la productividad natural, la aniquila, el siglo xx pudo
pasar por alto la radicalidad de esta crisis debido a que ha sido tambin
el siglo del llamado socialismo real, con su pretensin de haber
iniciado el desarrollo de una civilizacin diferente de la establecida.
Se necesit del derrumbe de la Unin Sovitica y los estados que de-
pendan de ella para que se hiciera evidente que el sistema social im-
puesto en ellos no haba representado ninguna alternativa revolucionaria
al proyecto de civilizacin del capital: que el capitalismo de estado
no haba pasado de ser una caricatura cruel del capitalismo liberal.
Y una modernidad alternativa? Es en realidad posible? Dbiles
son los indicios de que la modernidad que predomina actualmente
no es un destino ineluctable un programa que debemos cumplir
hasta el final, hasta el nada improbable escenario apocalptico de
un retomo a la barbarie en medio de la destruccin del planeta,
pero no es posible pasarlos por alto. Es un hecho innegable que el
dom inio de la modernidad establecida no es absoluto ni uniforme;
y lo es tambin que ella misma no es una realidad monoltica, sino
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que esta compuerta de un sinnmero de versiones diferentes de s
mlMiui versiones que fueron vencidas y dominadas por una de ellas
en el pasado, pero que, reprimidas y subordinadas, no dejan de estar
.mt ivas en el presente.
Nuestro inters en indagar la consistencia social y la vigencia
histrica de un ethosbarrocos?presenta as a partir de una preocupacin
por la crisis civilizatoria contempornea y obedece al deseo, aleccionado
va par U experiencia, de pensar en una modernidad postcapitalista
cunta una utopa alcanzable. Si el barroquismo en el comportamientosocialy en el arte tiene sus races en un ethos barroco y si ste se co-
rresponde efectivamente con una de las modernidades capitalistas
que antecedieron a la actual y que perviven en ella, puede pensarse
entonces que la autoafirmacin excluyeme del capitalismo realista
v puritano que domina en la modernidad actual es deleznable, e in-
ferirse tambin, indirectamente, que no es verdad que no sea posi-
ble imaginar como realizable una modernidad cuya estructura no
este armada en torno al dispositivo capitalista de la produccin, la
circulacin y el consumo de la riqueza social.
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Lr concepcin de Max Weber, segn la cual habra una correspondencia
biunvoca entre el "espritu del capitalismo y la "tica protestante",
asociada a la suposicin de que es imposible una modernidad que
no sea capitalista, aporta argumentos a la conviccin de que la nica
forma imaginable de poner un orden en el revolucionamiento mo-
derno de las fuerzas productivas de la sociedad humana es justamente
la que se esboza en torno a esa tica protestante ". La idea de unethos barrvooaparece dentro de un intento de respuesta a la insatisfaccin
terica que despierta esa conviccin en toda mirada crtica sobre la
civilizacin contempornea.
El encuentro del "espritu del capitalismo", visto como la pura
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demanda de un comportamiento humano estructuralmente ambicioso,
racionalizador y progresista, con la tica protestante (en su versin
puritana calvinista), vista como la pura oferta de una tcnica individual
de autorrepresin productivista y autosatisfaccin sublimada,
claramente una condicin necesaria de la organizacin de la vida
civilizada en torno a la acumulacin del capital. Pero no cabe duda
que el espritu del capitalismo rebasa su propia presencia en la sola
figura de esa demanda, as como es evidente que vivir eny conef
capitalismo puede ser algo ms que vivirp o r y para l.
El tnnino ef/jrtiene la ventaja de su ambigedad o doble sentido;
invita a combinar, en la significacin bsica de morada o abrigo'
lo que en ella se refiere a refugio", a recurso defensivo o pasivo,
con lo que en ella se refiere a arma", a recurso ofensivo o activo
Conjunta el concepto de uso, costumbre o comportamiento auto-
mtico una presencia del mundo en nosotros, que nos protege de
la necesidad de descifrarlo a cada paso con el concepto de "carcter,personalidad individual o modo de ser una presencia de nosotros
en el mundo, que lo obliga a tratarnos de una cierta manera. Ubi-
cado lo mismo en el objeto que en el sujeto, el comportamiento so-
cial estructural al que podemos llamar ethoshistricopuede ser visto
como todo un principio de construccin del mundo de la vida. E
un comportamiento que intenta hacer vivible lo invivible; una especie
de actualizacin de una estrategia destinada a disolver, ya que no asolucionar, una determinada forma especfica de la contradiccin
que constituye a la condicin humana: la que le viene de ser siempre
la forma de una substancia previa o inferior (en ltima instancia
animal), que al posibilitarle su expresin, debe sin embargo reprimirla.
Qu contradiccin es necesario disolver especficamente en la
poca moderna? De qu hay que "refugiarse, contra qu hay que
armarse en la modernidad? No hay cmo intentar una respuesta
a esta pregunta sin consultar una de las primeras obras que critican
esta modernidad (aunque encabece el Index Jibrorum pmhibitorum
neoliberal y postmoderno): E l capital,de Marx.
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I ji vida prctica en la modernidad realmente existente debe des-
envolverte en un mundo cuya forma objetiva se encuentra estructurada l tomo de una presencia dominante, la de la realidad o el hecho
aipitaliUH.Se trata, en esencia, de un hecho que es una contradiccin,
de una realidad que es un conflicto permanente entre las tendencias
rom repuestas de dos dinmicas simultneas, constitutivas de la vida
social la de sta, en tanto que es un proceso de trabajo y de disfrute
irfci Ida a valores de uso, por un lado, y la de la reproduccin de su
riqueza, en tanto que es un proceso de valorizacin del valor abs-
tracto' o acumulacin de capital, por otro. Se trata, por lo dems,
de un conflicto en el que, una y otra vez y sin descanso, la primera
es varrificada a la segunda y sometida a ella.
u realidad capitalista es un hecho histrico inevitable, del que
no posible escapar y que por tanto debe ser integrado en la cons-
truccin espontnea del mundo de la vida; que debe ser convertidoen una segunda naturaleza por el enarque asegura la armona in-
dispensable de la existencia cotidiana.
Cuatro seran as, en principio, las diferentes posibilidades que se
Ofrecende vivir el mundo dentro del capitalismo; cada una de ellasImplicara una actitud peculiar sea de reconocimiento o de desco
fVOCiniento, sea de distanciamiento o de participacin ante el hecho
contradictorio que constituye a la realidad capitalista.
Una primera manera de convertir en inmediato y espontneo el
hecho capitalista es la del comportamiento que se desenvuelve dentro
de una actitud de identificacin afirmativa y militante, con la pre-
tensin de creatividad que tiene la acumulacin del capital; con la
pretensin de sta no slo de representar fielmente los intereses del
proceso socialnatural" de reproduccin intereses que en verdadreprime y deform a sino de estar al servicio de la potenciacin cuan-
titativay cualitativa del mismo. Valorizacin del valor y desarrollo
de lits fuerzas productivas seran, dentro de este comportamiento
espontneo, ms que dos dinmicas concidentes, una y la misma,
unitaria e indivisible. A este ethoselemental lo podemos llamar rea-
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Jiscapor su carcter afirmativo no slo de la eficacia y la bondad in-
superables del mundo establecido o realmente existente", sino, so-
bre todo, de la im posibilidad te un mundo alternativo.
Un segundo modo de naturalizar lo capitalista, igual de militante
que el anterior, pero completamente contrapuesto a l, implica tam-
bin la confusin de los dos trminos, pero no dentro de una afir
macin del valor sino justamente del valor de uso. En l, la valorizacin'
aparece plenamente reductible a la forma natural. Resultado dr[
espritu de empresa, la valorizacin misma no sera otra cosa queuna variante de la realizacin de la forma natural, puesto que este
espritu" sera, a su vez, una de las figuras o sujetos que hacen rie
la historia una aventura permanente, lo mismo en el plano de lo
humano individual que en el de lo humano colectivo. Mutacin
probablemente perversa, esta metamorfosis del mundo bueno" o
natural" en infierno capitalista no dejara de ser un momento''
del milagro" que es en s misma la Creacin. Esta peculiar manera
de vivir con el capitalismo, que se afirma en la medida en que lo
transfigura en su contrario, es propia del ethos romntico.
Viv ir la espontaneidad de la realidad capitalista como el resultado
de una necesidad trascendente, es decir, como un hecho cuyos rasgos
detestables se compensan en ltima instancia con la positividad de
la existencia efectiva, la misma que est ms all del margen de
accin y de valoracin que corresponde a lo humano; sta es la ter-
cera manera de hacerlo. Es la manera del ethos clsico: distanciada,
no comprometida en contra de un designio negativo percibido como
inapelable, sino comprensiva y constructiva dentro del cumplimiento
trgico de la marcha de las cosas.
La cuarta manera de interiorizar al capitalismo en la espontaneidad
de la vida cotidiana es la del ethosque quisiramos llamar barroco.Tan distanciada como la clsica ante la necesidad trascendente del
hecho capitalista, no lo acepta, sin embargo, ni se suma a l sino
que lo mantiene siempre como inaceptable y ajeno. Se trata de una
de afirmacin de la forma natural" del mundo de la vida que parte
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paradjicamente de la experiencia de esa forma como ya vencida y
enterrada por la accin devastadora del capital. Que pretende res-
tablecer las cualidades de la riqueza concreta reinventndolas, in-
formal o furtivamente como cualidades de segundo grado".1.a idea que Bataille tena del erotismo, cuando deca que es la
'aprobacin de la vida (el caos) aun dentro de la muerte (el cosmos)",
puede ser trasladada, sin exceso de violencia (o tal vez, incluso, con
toda propiedad), a la definicin del ethos barroco. Es barroca la
manera de ser moderno que permite vivir la destruccin de lo cua-litativo.. producida por el productivismo capitalista, al convertirla
or e! acceso a la creacin de otra dimensin, retadoramente imaginaria,
(le lo cualitativo. El ethosbarroco no borra, corno lo hace el realista,
la contradiccin propia del mundo de la vida en la modernidad
capitalista, y tampoco la niega, como lo hace el romntico; la reconoce
como inevitable, a la manera del clsico, pero, a diferencia de ste,
si resiste a aceptarla, pretende convertir en bueno al "lado malo,
por el que, segn Hegel, avanza la historia.
Provenientes de distintas pocas de la modernidad, es decir,
referidos a distintos impulsos sucesivos del capitalismo el mediterrneo,
el nrdico, el occidental y el centroeuropeo, las distintas versiones
lie] ethosmoderno configuran la vida social contempornea desde
diferentes estratos "arqueolgicos o de decantacin histrica. Cadauno ha tenido su propia manera de actuar sobre la sociedad y una
dimensin preferente de la misma desde donde ha expandido su
arcin. Definitiva y generalizada habr sido as, por ejemplo, la pri-
mera impronta, la de lo barroco, en la tendencia de la civilizacin
moderna a revitalizar una y otra vez el cdigo de la tradicin occidental
europea despus de cada nueva oleada destructiva proveniente del
desarrollo capitalista. Como lo ser igualmente la ltima impronta,
la romntica", en la tendencia de la poltica moderna a tratar a las
formas concretas de la socialidad humana en calidad de materia ma-
leable por la iniciativa de los grandes actos de voluntad, individuales
o colectivos.
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(tibe inadir, por lo dems, que ninguna de estas cuatro estratega
tivillantoras elementales que ofrece la modernidad capitalista puec
darse efcriivam rni de manera aislada y menos aun exclusiva. CacLuna aparra siempre combinada con las otras, de manera diferenij
vegun liis circunstancias, en la vida efectiva de las distintas construccin!
de inundo histrico de la poca moderna. L o que sucede es qin
aquel ethosque ha llegado a desempear el papel dominante en fs
composicin, l er/tor realista, es el que organiza su propia combinado
con los otros y los obliga a traducirse a l para hacerse manifiesto.
Slo en este sentido relativo sera de hablar de la modernidad capitalistacomo un esquema civilizatorio que requiere e impone el uvj
de la tica protestante", es decir, de aquella que parte de la mitift
cacin cristiana del ethosrealista para traducir las demandas de li
productividad capitalista concentradas en la exigencia de sacrifica!
el ahoradel valor de uso en provecho del maanade la valorizacin
del valor mercantil al plano de la tcnica de autodisciplinamientc,
individual.
3
Qu justifica que empleemos el trmino barroco" para nombrar
al cuarto ethoscaracterstico de la modernidad capitalista?
Si uno considera los usos que se le dieron al adjetivo barroco",
cuando se lo aplic en el siglo xix para calificar a todo el conjunto
de estilos" artsticos y literarios postrenacentistas incluido el ma-
nierismo y tambin, por extensin, a todo un conjunto de com-
portamientos, de modos de ser y actuar del siglo xvn, se llega a una
encrucijada semntica en la que llegan a coincidir tres conjuntos de
adjetivacin diferentes, todos ellos de intencin peyorativa.
Barroco quera decir:
a) extravagante (bizarre"), artificial, caprichoso, rebuscado, re-
torcido, exagerado, amanerado, etc.;
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b) falso (berrueco"), ornamenta), sensualista, superficial, teatral,
efectista, inmediatista. etc.; yt ) ceremonia], prescriptivo, esotrico, tendencioso, formalista,
mhm argado, asfixiante, etc.
Fl primer conjunto de adjetivos subraya el aspecto transgresoro
deloi mador respecto de una forma clsica", el segundo su lado
improductivo o irresponsable respecto de la funcin del arte y el
lercei'o su tendencia represorade la libertad creativa.Ahora bien, Si uno pregunta por la validez de estos juic ios sobre
d arit* barroco que, pese a los importantes intentos tericos del s~
gjo xx d problematizarlo y definirlo, siguen siendo dominantes en
la opinin pblica, se topa enseguida con el hecho de que son jus
lanieni las otras propuestas modernas de forma artstica, concurrentes
i nn la forma barroca y cerradas por tanto a su especificidad, las que
rx) liben en ellos, cada cual a su manera, su percepcin de lo barroco.
I'n efecto, slo desde la perspectiva formal clsicalo barroco puede
aparecer como una deformacin; slo en comparacin con la forma
realistapuede resultar insuficiente y slo respecto del creacionismo
formal romnticopuede ser visto como conservador. Se trata, as, por
debajo de esos tres conjuntos de calificativos que ha recibido el arte
ad a ptaeentista, de tres definiciones que dicen ms acerca del lugar
tronca desde el que se lo define que acerca de lo barroco, lo manierista,
fuetera, tomados en s mismos. Son definiciones que slo indirectamente
nos permiten ver en qu puede consistir lo barroco.
En qu consiste lo barroco? Varias han sido durante este siglo las
claves de inteligibilidad que la teora y la historia de la cultura y el
arte han propuesto para construir una imagen conceptual coherentea partir del magma de hechos, cualidades, rasgos y modos de com-
portamiento considerados caractersticamente barrocos. Como es
usual, al proponer su principio de sintetizacin de este panorama
inasible, todas ellas ponen primero enjuego distintas perspectivas
de abordaje del mismo, las combinan de diferente manera y enfatizan
alguna de ellas.Tienen en cuenta, por ejemplo: a) el modo en que se
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inscribe a si mismo en tanto que es una donacin de forma, dentn
dt'l jurgn espontneo o natura) de las formas y dentro del sistema
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v ruadla turas riel rirrulo . de enfrentamientos y conciliaciones di
contrarias, de confusin de planos de representacin y de permutacin
di vas v de funciones semiticas, tan caractersticamente suyo. %
trata dr tudo un sistema de pruebas o tentaciones", destinado,
restaurar en el canon una vitalidad sin la cual la suya propia, conio
Actividad que tiene que ver obsesivamente con lo que el mundo re
ne de forma, carecera de sustento. Su exigencia introduce sin embarga
una modificacin significativa, aporta un sesgo propio. Su trabajo
no es ya slo conel canon y mediante l, sino a travs ysobre l; un
trabajo que slo es capaz de despertar la dramaticidad clasica en l
medida en que l mismo, en un segundo nivel, le pone una dramaticidad
propia. El arte barroco encuentra as lo que buscaba: la necesidad
del canon tradicional, pero confundida con la suya, contingente
que l pone de su parte y que incluso es tal vez la nica que existe
realmente. Puede decirse, por ello, que el comportamiento barroco
parte de la desesperacin y termina en el vrtigo: en la experiencia
de que la plenitud que l buscaba para sacar de ella su riqueza nn
est llena de otra cosa que de los frutos de su propio vaco.
Combinacin conflictiva de conservadurismo e inconformidad,
respeto al ser y al mismo tiempo conato nadificante, el comportamiento
barroco encierra una reafirmacin del fundamento de toda la con
sistencia del mundo, pero una reafirmacin que, paradjicamente,
al cumplirse, se descubre fundante de ese fundamento, es decir, fun-dada y sin embargo confirmada en su propia inconsistencia.
Pensamos que el arte barroco puede prestarle su nombre a la cuarta
alternativa del ethosmoderno porque, corno l que acepta lo insuperable
del principio formal del pasado, que, al emplearlo sobre la substancia
nueva para expresar su novedad, intenta despertar la vitalidad del gesto
petrificado en l (la fuente de su incuestionabilidad) y que al hacerlo
termina por poner en lugar de esa vitalidad la suya propia, ella tambinresulta de una estrategia de afirmacin de la corporeidad concreta del
valor de uso que termina en una reconstruccin de la misma en un
segundo nivel; una estrategia que acepta las leyes de la circulacin
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mercantil, a las que esa corporeidad se sacrifica, pero que lo hace al
mismo tiempo que se inconforma con ellas y las somete a un juego de
transgresiones que las refuncionaliza.
Descrita de esta manera, la homologa entre la voluntad de forma
rustica barroca y su actitud frente al horizonte establecido de
posibilidades de estetizacin, por un lado, y el ethosquecaracteriza
j iim de los distintos tipos histricos de modernidad que hemos
imnrtonaclO. por otro, apunta hacia algo ms que un simple parecido
y exterior entre ambos. Indica que lo barroco en el arte es el
mixto en que el ethosbarroco se hace presente, como una propuesta
entre otras sin duda la ms exitosa, en el proceso necesario de
esietzadn de la vida cotidiana que la sociedad europea, especialmente
la meridional, lleva a cabo espontneamente durante el siglo xvu.
Un este caso, como en el de las dems modalidades del ethosmoderno,
el mudo artstico de presencia del ethos es ejemplarmente claro ydesarrollado, dado que justamente coincidentem ente es asunto
tlrl arte la puesta en evidencia del ethosde una sociedad y de una
r rn
4
Sin ser exclusivo de una tradicin o una poca particulares de la his-
toria moderna ni pertenecer a ellos por naturaleza, el ethosbarroco,
tonto los dems, se genera y desarrolla a partir de ciertas circunstancias
que slo se renen de manera desigual en los distintos lugares y mo-
mentos sociales de esa historia. Son circunstancias cuyo conjunto
es diferente en cada situacin singular pero que parecen organizarse
siempre en torno a un drama histrico cuya peculiaridad reside en
que est determinado por un estado de empate e interdependencia
entre dos propuestas antagnicas de forma para un mismo objeto:
una. progresista y ofensiva, que domina sobre otra, conservadora y
defensiva, a la que sin embargo no puede eliminar y sustituir y en
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la que debe buscar ayuda ante las exigencias del objeto, que Id
desbordan. Estado de desfallecimiento de la forma vencedora de
triunfo y debilidad, por un lado, y de resistencia de la forma vencida
d e derrota y fortaleza, por otro.
Pensamos que pocas historias particulares pueden ofrecer un pa-
norama mejor para el estudio del ethosbarroco que la historia de U
cultura en la Espaa americana de los siglos xvir y xviri, y lo que
se ha reproducido de ella en los pases de la Amrica Latina. Esto
por dos razones convergentes: primero, porque no ha habido tal \ejninguna otra situacin histrica como la de las sociedades constituidas
sobre la destruccin y la conquista ibrica (catlica) de las culturas
indgenas y africanas en la que la modalidad barroca del ethosmo-
derno haya tenido mayores y ms insistentes oportunidades de pre-
valecer sobre las otras y, segundo, porque el largo predominio,
primero central y abierto y despus marginal y subterrneo, de evt
ethosen dichas sociedades, ha permitido que su capacidad de inspirar
la creacin de formas se efectuara all de manera ms amplia y inas
profunda.
La propuesta especficamente barroca para vivir la modernidad
se opone a las otras que han predominado en la historia dominante:
es sin duda una alternativa junto a ellas, pero tampoco ella se salva
de ser una propuesta especfica para vivir en y conel capitalismo. Elethosbarroco no puede ser otra cosa que un principio de ordenamiento
del mundo de la vida. Puede ser una plataforma de salida en la puesta
enjuego con que la vida concreta de las sociedades afirma su sin'
gularidad cultural plantendola al mismo tiempo como absoluta y
como evanescente; pero no el ncleo de ninguna identidad, si sr
entiende a sta como una inercia del comportamiento de una eo
munidad Amrica Latina", en este caso que se hubiese condensado
en la historia hasta el grado de constituir una especie de molde pe
culiar con el que se hacen exclusivamente los miembros de la mis
ma. Substantivar la singularidad de los latinoamericanos, folclorizndolos
alegremente como barrocos, realistas mgicos, etctera, es invitarlos
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.
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,1 asumir. y adems con cierto dudoso orgullo, los mismos viejos
calificativos que el discurso proveniente de las otras modalidades
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un orbe econmico, de una vida economica de coherencia autnonj
o una "economa -mundo (como la llama Braudel), que se extend;
con una presencia de mayor o menor densidad, desde el none ti
Mxico hasta el Alto Per, articulada en semicrculos que ib*
concentrndose en direccin al Mediterrneo americano , enin
Veracruz y Maracaibo, desde donde se conectaba, mucho menos rt
bando que de contrabando, a travs del Atlntico, con el mercad
mundial y la economa dominante. Se trata de un orbe economie,
"informal", fcilmente detectable en general en los documente
oficiales, pero sumamente difc il de atrapar en el detalle clandestino
un orbe econmico cuya presencia slo puede entenderse corre
resultado de la realizacin de ese "proyecto histrico espontnei
de construccin civilizatoria al que se suele denominar criollo
aplicndole el nombre de la clase social que ha protagonizado u
realizacin, pero que parece definirse sobre todo por el hecho
ser un proyecto de creacin de otra Europa, fuera de Europa"; dire-constitucin - y no slo de continuacin o prolongacin- de li
civilizacin europea en Amrica, sobre la base del mestizaje de lar
formas propias de sta con los esbozos de forma de las civilizacin?
"naturales", indgena y africana, que alcanzaron a salvarse de la de
truccin.
Todo parece indicar que a comienzos del siglo xvn, los territorio"
sobre los que se asentaba la Espaa americana eran el escenario dfdos pocas histricas diferentes; que, sobre ellos, sus habitantes erar
protagonistas de dos dramas a la vez; uno que ya declinaba y v
desdibujaba, y otro que apenas comenzaba y se esbozaba. En efecto,
si se considera el contenido cualitativo de tres recomposiciones di
hecho que los investigadores observan en la demografa, en la ac
tividad comercial y en la explotacin del trabajo durante los cuarenta
anos que van de 1595 a 1635, la impresin resulta ineludible de que.
entre el principio y el fin de los comportamientos considerados, el
sujeto de los mismos ha pasado por una metamorfosis esencial.
La curva indicativa del aspecto cuantitativo global de la demografa
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j
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alcanza su punto ms bajo a la vuelta del siglo, se mantiene all,
inestable, por unos dos decenios y slo muestra un ascenso sustancial
v sostenido a partir de 1630. Pero mientras la lnea que descenda
^presentaba a una poblacin compuesta predominantemente de
indgenas puros y de africanos y peninsulares recin llegados, la lnea
pie asciende est all por una composicin demogrfica diferente,
i ii la que predominan abrumadoramente los mestizos: criollos,
1 bulen v mulatos con todas aquellas variantes que la pintura de
1 astas volver pintorescas" un siglo ms tarde, cuando deba ofrecerlas,junto a los utos de la tierra, a la consideracin del despotismo
ilustrado. Tambin la curva indicativa de la actividad comercial e
Indirectamente de la vitalidad econmica traduce una realidad al
principio y otra diferente al final. La lnea descendente retrata en
julldades el trfico ultramarino de minerales y esclavos mientras
que la ascendente lo hace con el trfico americano de manufacturas
v prorlurtes agropecuarios. Y lo mismo ocurre con el restablecimiento
de Iiexplotacin del trabajo: una cosa es lo que decae al principio,
i1! rgimen de la encomienda, propio de un feudalismo modernizado,
que asegura con dispositivos mercantiles un sometimiento servil del
explotado al explotador, y otra diferente lo que se fortalece al final,
la realidad de la hacienda, propia de una modernidad afeudalada,
que burla la igualdad mercantil de propietarios y trabajadores me-
diante recursos de violencia extraeconmica como los que sometieron
j los siervos de la Edad Media europea.
La continuidad histrica no se da a pesar de la discontinuidad
de lus procesos que se suceden en el tiempo sino, por el contrario,
en virtud y a travs de ella. En el caso de la primera mitad del siglo
XVII americano, la manera especial en que toma cuerpo o encarnab experiencia de este hecho paradjico, propicia ei predominio del
ethosbarroco en la constitucin del mundo de la vida.
Para entonces, un drama histrico haba llegado a su fin, se haba
quedado sin actores antes de agotar su argumento: el drama del gran
siglo de la conquista y la evangelizacin, en el que la afiebrada cons
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trurt'lrin de una sociedad utpica cuyo sincretismo deba mejora
pnr Igual a sus dos componentes, los cristianos y los paganos intent;
desesperada mente compensar la destruccin efectiva de un mundentero, que se cum pla ju n to a ella. Los personajes (secundarios
que quedaban abandonados en medio del desvanecimiento de esn
drama pico sin precedentes no llegaron a caer en la perplejidad
Antes de que l los desocupara ya otro los tena involucrados y li
Otorgaba protagonismo. Era el drama del siglo xvii: el mestizaji
civilizatorio y cultural.
El mestizaje, el modo de vida natural de las culturas, no pareo
estar cmodo ni en la figura qumica (yuxtaposicin de cualidades,
ni en la biolgica (cruce o combinatoria de cualidades), a travs dt
las que se lo suele pensar. Todo indica que se trata ms bien de ut
proceso semitico al que bien se podra denominar "cdigofagia'
Las subcodificaciones o configuraciones singulares y concretas de
cdigo de lo humano no parecen tener otra manera de coexistir entre s que no sea la del devorarse las unas a las otras; la del golpeai
destructivamente en el centro de simbolizacin constitutivo de L
que tienen enfrente y apropiarse e integrar en s, sometindose a v
mismas a una alteracin esencial, los restos an vivos que quedan d
ella despus.
Difcilm ente se puede imaginar una extraeza m ayor entre do
elecciones civilizatorias" bsicas como la que estaba dada entre liiconfiguracin cultural europea y la americana. Fundada seguramente
en los tiempos de la primera bifurcacin de la historia, de las primera
separaciones occidentales", respecto del acontecer histrico central
el oriental", la extraeza entre espaoles e indios a despecho rb
las ilusiones de los evangelizadores renacentistas, era radical, rtt
reconoca terrenos homogneos ni puentes de ninguna clase que
pudieran unificarlos. Temporalidad y espacialidad eran dimensiones
del mundo de la vida definidas en un caso y en otro no slo de ma-
nera diferente, sino contrapuesta. Los lmites entre lo mineral, le.
animal y lo humano estaban trazados por uno y por otro en zonas
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que no coincidan ni lejanamente. La tierra, por ejemplo, para ios
uno, era para que el arado la roture; para los otros, en cambio, para
que la coa la penetre. Resulta as comprensible que, tanto para los
espaoles como para los indios, convivir con el otro haya sido lo
mismo que ejercer, aunque fuera contra su voluntad, un boycott
completo y constante sobre l.
El apartheid la arcaica estrategia de convivencia intercomunitaria
i|Ui* refuncionaliza en la situacin colonial moderna habra tenido
en la Espaa americana el mismo fundamento que en Asia o en\lrica. de no haber sido por las condiciones muy especiales en las
qu se encontraba la poblacin de los dominadores espaoles, las
mismas que le abrieron la posibilidad de aceptar una relacin de
Interioridad o reciprocidad con los pueblos naturales" (indgenas
v africanos) en Amrica.
La posibilidad explorada por el siglo xvi, la de que la Espaa ame-ricana se construyera a modo de una prolongacin de la Espaa eu
ro|jea, se haba clausurado. Los espaoles americanos deban aceptar
qu haban sido abandonados por la madre patria; que sta haba
perdido todo inters esencial (econmico) en su extensin trasatlntica
v haba dejado que el cordn que la una con ella se debilitara hasta
la insignificancia. El esquema civilizatorio europeo no poda completar
su ciclo de reproduccin en Amrica, que inclua una fase esencial
d retroalimentacin mediante el contacto orgnico y permanente
ron la metrpoli. Vencedor sobre la civilizacin americana, de la que
no haba dejado otra cosa que restos inconexos y agonizantes, el en-
clave americano de la civilizacin europea amenazaba con extinguirse,
agobiado por una tarea que l no poda cumplir por s solo. El caso
de la tecnologa europea simplificada en su trastierre americano
es ilustrativo; puesta al servicio de una produccin diseada para va-
lidarse en el mercado, a la que sin embargo ste, lejos de acicatear,
desalentaba, era una tecnologa que iba en camino de devenir cada
vez ms en un simple gesto vaco.
Pero no slo la civilizacin europea estaba en trance de extinguirse;
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las civilizaciones naturales vivan una situacin igual o peor que
de ella. N o estaban en capacidad de ponerse en lugar de ella y tal
someterla, porque ellas mismas no existan ya como centros de sinotizacin social. Su presencia como totalizaciones poltico religiosas ;h|
ba sido aniquilada; de ellas slo permaneca una infinidad de destelle
culturales desarticulados, que adems dependan de la vigencia de I*
instituciones poltico religiosas europeas para mantenerse en vida
En estas condiciones, la estrategia del apartheidtena sin duti
unas consecuencias inmediatamente suicidas, que, primero los "na
turales y enseguida ios espaoles, percibieron con toda claridad ej
la vida prctica. Si unos y otros se juntaron en el rechazo de la rnisrri
fue porque los uni la voluntad de civilizacin, el miedo ante el p
ligro de la barbarie.
Inadecuado y desgastado, el esquema civilizatorio europeo era
todos modos el nico que sobreviva en la organizacin de la vid
cotidiana. El otro, el que fue vencido por l en la dimensin ptoductivista de la existencia social, pese a no haber sido aniquilado r.
sustituido, no estaba ya en condiciones de disputarle esa supremacu
debi no slo aceptarlo como nica garanta de una vida social ci-
vilizada, sino ir en su ayuda, confundindose con l y reconstituyndolo
con el fin de mantener su vigencia amenazada.
El mestizaje de las formas culturales apareci en la Amrica dr
siglo xvn primero como una estrategia de supervivencia, de v[ii
despus de la muerte, en el comportamiento de los naturales
metidos, es decir, de los indgenas y los africanos integrados eri b
existencia citadina, que desde el principio fue el modo de existenci.
predominante. Su resistencia, la persistencia en su modo peculiar
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r
l,i miicxion entre el mestizaje cultural en la Espaa americana y el
rtxabarroco. Puede decirse que las circunstancias del apartheidlie-
jui necesariamente a que el uso cotidiano del cdigo comunicativo
vonvlerta en tab el uso directo de la significacin elemental que
.tjwrw 1
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frente al dominador, no tiene acceso a la significacin no . Peroi
dominador tampoco es soberano, est impedido de disponer de la '.
nificacin 'si' cuando va dirigida hacia el interlocutor dominado, $aceptacin de la voluntad de ste, por puntual e inofensiva que fur
implicara una afirmacin implcita de la validez global del cdigo ti
dominado, en el que se gest, y ratificara as el estado de crisis qi.
aqueja a la validez general del suyo propio; sera lo mismo que propon;
a la identidad enemiga como sustituto de la propia.
En la Espaa americana del siglo xvu son los dominados ios ir
citadores y ejecutores primeros del proceso de cdigofagia a travs d:cual el cdigo de los dominadores se transforma a s mismo en |
asimilacin de las ruinas en las que pervive el cdigo destruido. E i.
vida la que necesita disponer de la capacidad de negar para cumplin,
en cuanto vida humana, y son ellos los que se inventan en la prctk.
un procedimiento para hacer que el cdigo vigente, que les obliga
la aquiescencia, les permita sin embargo decir "no", afirmarse pese,
todo, casi imperceptiblemente, en la lnea de lo que fue su identidad
Es posible decir, entonces, para finalizar, que la estrategia del mo
tizaje cultural propia de la tradicin iberoamericana es una estrategi
barroca, que coincide perfectamente con el comportamiento carao
teristico del ethosbarroco de la modernidad europea y con la actitut
barroca del postrenacentismo frente a los cnones clsicos del ani
occidental. La expresin del no", de la negacin o contraposiciia la voluntad del otro, debe seguir un camino rebuscado; tiene qu
construirse de manera indirecta y por exageracin. Debe hacersi
mediante un juego sutil, con una trama de "ses1 tan complicada
que sea capaz de sobredeterminar la significacin afirmativa haM)
el extremo de invertirle el sentido, de convertirla en una negacin
Para decir no" en un mundo que excluye esta significacin e
necesario trabajar sobre su orden valorativo: sacudirlo, cuestionarlodespertarle sus fundamentos, exigirle que d ms de s mismo, qui
se traslade a un nivel superior a fin de que pueda integrar inclusi
lo que para l son contra-valores.
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! )ESBNGAO BARROCO Y CORAJE MODERNOA P R O P S I T O DE LOS TEXTOS DEL PENSAR"
DE SOR JUANA
C a r l o sPer ed a
i
Desenga y coraje: he aqu dos tipos bsicos de experiencia. Y me
alU'Wi a decir, dos experiencias generadoras de lucidez: la lucidezdrt a posteriori, la lucidez casi reactiva y desolada del desengao, y
l.i lucidez militante, propositiva del coraje. Pero cmo rescatar
ambas experiencias? Sin duda, en todas las pocas ha habido gente
desengaada y gente con coraje. No obstante, tal vez no es un abuso
vine ul.n ciertos tipos de experiencia con algunos tiempos que las
gestan y las conforman, e incluso atreverse a proponer que en
determinada poca, un tipo de experiencia se vuelve paradigmtico,
o al menos, en algn sentido, se privilegia. Si ello fuera as, nada
mas natural" que hablar de un "desengao barroco", o tambin,
de un "desengao romntico" (aunque lo ltimo en esta reflexin
no lo tomaremos en cuenta) y de un coraje moderno. A partir de
iiIjISrpidasy sobrecargadas observaciones quiero plantear dos series
dt* perplejidades.Perplejidades tipo i: Qu sucede cuando encontramos ambos
tipos de experiencia, presentes en una misma persona? Cmo la
afectan?, ms an cmo la constituyen?
Perplejidades tipo 2: Podemos todava, ahora, nosotros, recoger
tipos de experiencia, incluyendo su carga histrica? Preguntando
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