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Studi Interdisciplinari su Traduzione, Lingue e Culture

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Studi Interdisciplinari su Traduzione, Lingue e Culture

Collana a cura del Dipartimento di Interpretazione e Traduzione (DIT) dell’Alma Mater Studiorum – Università di Bologna, sede di Forlì.

La Collana, fondata nel 2004, raccoglie le pubblicazioni scientifiche dei suoi afferenti e degli studiosi che operano in ambiti affini a livello nazio-nale e internazionale. A partire da una riflessione generale sul tradurre come luogo di incontro e scontro tra lingue e culture, la Collana si propone di diffondere e rendere disponibili, a livello cartaceo e/o su supporto elettronico, i risultati della ricerca in molteplici aree, come la linguistica teorica e applicata, la lingui-stica dei corpora, la terminologia, la traduzione, l’interpretazione, gli studi letterari e di genere, il teatro, gli studi culturali e sull’umorismo.

Le pubblicazioni della Collana sono approvate dal Dipartimento, sentito il motivato parere di almeno due esperti qualificati esterni.

Il/la responsabile della Collana è il/la Direttore/rice del DIT, cui si af-fianca un comitato scientifico internazionale che varia in relazione alle tematiche trattate.

Bononia University Press

Perfiles para la historia y crítica de la gramática del español en Italia: siglos XIX y XXConfluencia y cruces de tradiciones gramaticográficas

Félix San VicenteAna Lourdes de HérizMaría Enriqueta Pérez Vázquez(eds.)

Bononia University PressVia Farini 37 – 40124 Bolognatel. (+39) 051 232 882fax (+39) 051 221 019

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© 2014 Bononia University Press

I diritti di traduzione, di memorizzazione elettronica, di riproduzione e di adattamento totale o parziale, con qualsiasi mezzo (compresi i microfilm e le copie fotostatiche) sono riservati per tutti i Paesi.

ISSN: 2283-8910ISBN: 978-88-7395-967-0

Grafica: Alessio Bonizzato

Stampa: Arti Grafiche Editoriali

Prima edizione: ottobre 2014

9 Introducción

Las categorías gramaticales y la norma del español

27 La modalidad de los enunciados normativos: una comparación entre gramática y teoría del derecho Giovanni Garofalo

49 La codificación de la modalidad en las gramáticas de la RAE (1771-2009) Anna Polo

61 La sintaxis en gramáticas españolas de 1770 a 1854: tratamientos, modelos y ámbitos de estudio José J. Gómez Asencio

93 El deslinde PPS y PPC en la tradición gramatical española del siglo XIX: cuestiones teóricas, descriptivas y normativas Carmen Quijada Van den Berghe

109 El asterisco y la bolaspa. Lo agramatical y lo incorrecto María Enriqueta Pérez Vázquez

129 La Ortografía de la lengua española (2010): análisis de estrategias de reorientación prescriptiva Ana Lourdes de Hériz

Estudios de gramáticas españolas

147 La Grammatica spagnola de Lucio Ambruzzi Felisa Bermejo Calleja

Índice

167 La enseñanza del español en la Italia del siglo XIX: la Nuevagramáticacastellana de E. Ovalle como ejemplo tardío de gramática filosófica MaríaLuisaCaleroVaquera

181 La contrastividad como método de aprendizaje en LagrammaticaspagnoladelXXsecolo de Boselli MaríaCristinaBordonabaZabalza

203 Perincominciare…lostudiodellalinguaspagnola nellescuolemedieinferiori(1937) de Juana Granados LuisaChierichetti

223 Influencias de la Real Academia Española en tratados de enseñanza del español para italianos en el siglo XIX VictorianoGaviñoRodríguez

241 Alfredo Giannini y sus manuales de gramática española ValentinaRipa

263 La gramaticografía de la lengua española, desde una perspectiva de la lingüística general: Bernard Pottier y la descripción gramatical del español PierreSwiggers

Estudios de otras tradiciones gramaticales para italianos

281 Candido Ghiotti. L’insegnamento del francese nell’Italia post-unitaria ChiaraGrenzi

301 Norma e uso nella grammaticografia italiana del XIX e del XX secolo IlariaBonomi

317 Los manuales escolares y la lengua italiana postunitaria: el programa didáctico de Pasquale Fornari MaríaTeresaSanmarcoBande

331 ‘Back to the Future’. La grammatica pedagogica di riferimento della lingua inglese in Italia Andrea Nava

347 Coniugazione del giapponese insegnata in Italia: eventuali suoi cambiamenti nel tempo Toshiaki Takeshita

El papel del traductor (un capítulo por escribir)

365 Lo status del traduttore: prospettive evolutive e ricadute didattiche Gaia Ballerini

Influencias de la Real Academia Española en tratados de enseñanza del español para italianos en el siglo XIX

Victoriano Gaviño Rodríguez1 Universidad de Cádiz

Resumen Nuestro trabajo pretende someter a revisión los tratados de enseñanza del español para italófonos publicados en el siglo XIX. Partiendo de un corpus heterogéneo pero representativo de las obras de esta época, intentaremos llevar a cabo un análisis global y comparativo de la macroestructura y los contenidos de estos trabajos. Nuestro interés principal radica en indagar en la relación que se establece entre la teoría gramatical de estos tratados y la aparecida en la época en otras obras del español, en especial, las publicadas por la Real Academia Española que, en este periodo, se convierte en fuente para otros autores. Este análisis nos permitirá conocer de una manera más acertada el alcance de la influencia de la Corporación fuera de su país a lo largo de este siglo XIX y, al mismo tiempo, ampliar nuestros conocimientos sobre la formación de la tradición gramatical del español en Italia.

Summary This work expects to examine the didactic works for teaching Spanish to Italian speakers published in the nineteenth century. Since a corpus of texts from the analysed time, we will try to investigate the macrostructures and contents of these studies in comparative perspective. In that way, we try to find as starting-point the influences of the Real Academia Española in these works. With this study we

1 Este trabajo se ha realizado en el marco del Proyecto de Investigación FFI2012-35802, titulado “Modelos y representaciones metateóricas en la historia de la lingüística” (Ministerio de Economía y Competividad), dirigido por la Dra. Carmen Galán Rodríguez (Área de Lingüística General, Universidad de Extremadura).

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can examine the effect of the influence of the Real Academia Española outside Spain throughout the nineteenth century; at the same time, we can increase our knowledge about the creation of the Spanish grammar tradition in Italy.

1. Corpus de análisis El corpus usado para nuestro trabajo está compuesto por 33 tratados publicados entre 1812 (fecha de publicación de la Nuovissima grammatica spagnuola de Bartolomeo Borroni) y 1898 (correspondiente, junto a otros, a la Grammatica della lingua spagnola de Alessandro Edoardo Foulques), y procede, en gran parte, de la biblioteca contrastiva2 que el Prof. Félix San Vicente ha tenido a bien poner a mi libre disposición, gesto que quiero además agradecer aquí públicamente, porque sin su ayuda en el acopio de materiales difícilmente podría haber abordado este estudio. Se trata de un corpus heterogéneo y representativo del tipo de obras que, bajo la base común de estar orientadas a la enseñanza del español para italianos, se publicaron en el siglo XIX. Todas están escritas expresamente en italiano para hablantes de italiano como lengua materna, por lo cual resaltan los aspectos más interesantes o particulares para este tipo de destinatario. Sin embargo, solo nueve de ellas indican en su título dicha circunstancia por medio de la vaga designación que aporta el siguiente segmento, con escasas variaciones: ad uso degl’italiani (B. Borroni 1812; Anónimo 1884; M. Pizarro 1873), ad uso degli italiani (G. Schilling y F. Demattio 1890; Anónimo 1898a; A. E. Foulques 1898), per uso degli italiani (G. Catá 1870), all’uso degli italiani (Blanc Saint-Hilaire 1847; F. Gaffino 18792). El estudio de una lengua extranjera en la época, y en concreto del español, está relacionado con una o dos vertientes utilitarias que aparecen como constantes a lo largo de todas las obras: de un lado, es parte de la formación culta del individuo; del otro, es necesario como medio de comunicación, especialmente para aquellos viajeros, emigrantes o comerciantes que precisan de esta lengua para sus negocios, tal y como nos señalan B. Borroni (1812: VI), F. Marin, 1833: VI-VII), G. B. Melzi (1878: V) o M. Pizarro (1873: 7; 1877: 7; 18946: 3), entre otros. Entre los distintos autores se encuentran maestros, profesores, intelectuales y eruditos de la época, si bien hay que llamar la atención sobre el escaso valor que se concede al concepto de autoría en estos trabajos, lo cual justifica la presencia de algunas obras anónimas u otras en las que el nombre del autor no aparece en la portada.

2. Canon e influencias en los tratados del corpus Desde finales del siglo XVIII se hace patente en España la influencia de la RAE en los distintos textos gramaticales publicados sobre el español. El minucioso estudio

2 Cfr. http://www.contrastiva.it/.

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de A. Zamorano (2010: 436) sobre el canon gramatical en el periodo de entresiglos (1750-1859) nos revela que, tras la tradición (entendida en un sentido amplio), es la Academia la que en este periodo “ocupa el segundo lugar en frecuencia de ocurrencias canónicas y, también, el segundo lugar en número de tratados que la citan”. Desde la publicación de su primera gramática y, especialmente, a partir de 1780, la institución mantiene un alto nivel de recurrencia que decae en 1839, año en el que comienza un nuevo repunte que pronto la sitúa en una posición privilegiada con respecto al resto de obras de la época. Esta notoriedad de la que gozan los textos académicos dentro de nuestras fronteras también encuentra su eco fuera del país, e Italia no es una excepción en este punto.3 Aunque sin llegar al alto nivel de recurrencia existente en España, los tratados de enseñanza del español publicados en Italia a lo largo del siglo XIX nos proporcionan datos que confirman una presencia más o menos constante de la RAE en estas obras; parece que, tras la publicación de sus cuatro gramáticas dieciochescas a finales del XVIII, en 1771, 1772, 1781 y 1796, alcanza una amplia difusión y consolida el prestigio que la institución ya había comenzado a forjarse años atrás por medio de los trabajos previos del Diccionario y la Ortografía, tanto dentro como fuera de su país.4 No obstante, no en todas las obras es patente, de modo concreto, la presencia de la Academia o su influencia. Dada su naturaleza didáctica, algunas de estas obras no citan las fuentes de su trabajo: en esta línea, se circunscribe un importante grupo de tratados: Blanc Saint-Hilaire (1843), G. Richeri (1871-1872), G. B. Melzi (1878), F. Gaffino (18792), L. Zuccaro (1881) y (1893) y A. E. Foulques (1898).

De entre aquellos autores que sí mencionan sus fuentes, hay que destacar que el lugar concreto en el que suele aparecer de manera explícita esta información es el Prólogo (denominado en la época de manera muy diversa como prefacio, discurso, advertencia, preámbulo, introducción...), de una longitud generalmente escasa en estos casos. Algunos de los estudios analizados ignoran, entre sus fuentes, a la RAE, ya sea por desconocimiento, por no considerarla adecuada o quizás por alguna otra razón que en este momento no alcanzo a evaluar. También en no pocas ocasiones siguen teniendo como referencias las obras de autores de la tradición gramatical italiana, en especial las gramáticas del español y/o del italiano

3 Ya a finales del siglo XVIII en la obra de Martinez de Valdepegnas (1785) aparece mencionada la RAE en su portada, donde se afirma que se sigue las “riflessioni secondo l’ammastramento della Reale Accademia Madridense”. En el interior de la obra aparece también citado el Diccionario (cfr. Martinez de Valdepegnas 1785: 6) y, más específicamente, alude a la institución cuando menciona a gramáticos españoles, de entre los cuales cita a Nebrija, Jiménez Patón, Correas y la RAE madrileña, que califica como “accuratissimamente corretta, e studiosissimamente composta” (cfr. 1785: 21). 4 Para una revisión de la labor gramatical de la Academia desde su fundación hasta finales del XIX, cfr. Gaviño (2010; 2012).

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como lenguas extranjeras de Miranda (1566), Franciosini (1624) o Veneroni (1681), que gozaron de gran éxito y llegaron a ser imitadas por las gramáticas italianas publicadas a partir del XVII. A ellas se añade, a partir de la segunda mitad del XVIII, la alusión (no necesariamente su adscripción metodológica) a una nueva ola de métodos didácticos que además suelen publicitarse en los propios títulos como garantes de calidad de las obras en un periodo en el que el carácter comercial y los beneficios económicos para la imprenta con este tipo de obras comienzan a ser un factor interesante: la línea del método Ollendorf sirve de base para Catá (1870) y Gaffino (18792); Melzi (1878) alaba el método Ollendorf, aunque su obra está basada en el sistema de diálogos. Por su parte, también Pizarro (1873: 8) comenta en su Introduzione que se vale de las mejores gramáticas y se considera deudor de muchas e importantes doctrinas, citando a Ollendorf junto a autores como Bello, Salvá, Cortes, Cuendias y Rigueri, seguidos de un etcétera. Esta mención sigue en las ediciones posteriores de su obra, si bien a partir de la segunda edición de su obra en 1877 incorpora también en su título el método Ahn. Bajo ese mismo manto de Ahn se publica el Anónimo (1869), las obras de Richeri (1871-1872) y la de Manetta y Rughi (1872-1873). El método Gaspey Otto-Sauer aparece como exclusivo del editor G. Gross, y así reza en una advertencia aparecida en la contraportada de las gramáticas de Pavia (1894), (1895a) y (1895b). Por último, aunque algunas obras rechacen influencias como la de Franciosini por su antigüedad (Borroni 1812; Marin 1837; etc.), no faltan quienes siguen mencionando su nombre: entre ellos, Blanc Saint-Hilaire (1847), aunque, tras el título, en su portada solo reza “con nuove regole e spiegazione intorno alla moderna pronunzia, e all’ortografia, ricavate dalle opere de’ migliori grammatici”. En idéntica situación se encuentran las gramáticas anónimas (1884) y (1898a).5

2.1. Presencia de la RAE en los tratados de enseñanza del español para italianos en el siglo XIX

Tras la revisión de otras influencias, nos centramos ahora en la presencia de la Real Academia Española como canon explícito en estos tratados. A pesar de no mantener un alto nivel de recurrencia, la Corporación es la fuente más

5 No hay que ver en la presencia de estos nuevos métodos un cambio ni una revolución metodológica en estas obras. Tal y como expresa A. Sánchez (1992: 2), “lo que se presenta como radicalmente ‘nuevo’ no es sino la reformulación de ideas ‘viejas’, aunque a veces es preciso reconocer que tales ideas se perfilan y definen con mayor nitidez y se adaptan mejor a las exigencias de los tiempos que corren. No se puede negar la existencia de avances en cuestiones metodológicas, pero sí parece obligado aquilatar las conclusiones excesivamente triunfalistas y admitir que la didáctica de lenguas contiene muchos elementos enraizados en la tradición y derivados de ella, junto con otros que constituyen avances o sólo adaptaciones a lo que el pensar y sentir de cada época demanda”.

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mencionada de entre los trabajos del corpus. Destaca, por la repercusión e importancia de su obra, el tratamiento que recibe en uno de los tratados más importantes de este siglo, el de F. Marin (1833: VII-VIII), que en su Prefazione caracteriza su gramática de la siguiente manera:

Troppo però antiquata è questa; e le altre tutte non sono corrispondenti a quella purezza, a cui al presente è giunta la lingua castigliana, mercè le utili correzioni e i miglioramenti fattivi della Regia Accademia Spagnuola, i di cui precetti specialmente noi abbiam procurato di seguire in questa grammatica.

Estas mismas palabras son reproducidas en las sucesivas ediciones que de la obra de Marin se llevan a cabo a lo largo del siglo, a excepción de la 7.ª edición (Marin 18747), que no cuenta con prólogo, si bien es la única de todas en las que reza en su portada la referencia explícita a la RAE, a continuación del título de la obra: “Settima edizione milanese riveduta e corretta secondo le ultime decisioni dell’Accademia Spagnuola”, cuya autoría hay que atribuir a Giacomo Richeri. También en la portada de la obra de Manetta y Rughi (1872-1873) se halla la Academia: tras el título de Grammatica della lingua spagnuola aparece la especificación de “dietro le norme dell’Accademia Reale di Madrid”. Esta aclaración desaparece ya en la segunda edición de la obra (Manetta y Rughi 18912).

G. Catá (1870: VII-X) menciona al filólogo Martinez del Romero como fuente, aunque basa su reconocimiento a las obras de Franciosini, Marin y, finalmente, a la Academia:

Abbiam profittato da questi valenti grammatici gli avvertimenti ed osservazioni che servirci polevano al uopo, ma principalmente abbiam preso per guida la grammatica dell’Accademia spagnuola, poichè abbiam sempre pensato essere una sciocca vanità agognare all’originalità negli studj grammaticali (G. Catá 1870: IX-X).

En su “Avvertimento” hace alusión, además, directamente, al Diccionario de la Academia (cfr. G. Catá 1870: XII).

En el prefacio de la gramática de G. Schilling y F. Demattio (1890) se comenta que se ha introducido en ella la nueva ortografía, en especial en relación con la nueva manera de acentuar las palabras, tal y como fue fijada en el Diccionario de la RAE y ahora es generalmente seguida por todos los escritores españoles modernos. Es, en efecto, la ortografía el apartado en el que aparece de manera más recurrente la alusión explícita a la Academia: cuando el Anónimo (1869: 162) trata la prosodia y la ortografía, comenta de estas lo siguiente: “Ho dato già a suo luogo le principali regole per l’una e per l’altra; ora ne aggiungerò alcune altre complemento, seguendo le regole della R. Academia di Madrid”. En esta misma línea, Blanc Saint-Hilaire (1847: 8) nombra las reformas ortográficas de 1815 de la Real Academia Española, si bien su intención no es citar dichas reformas, sino simplemente advertir del hecho de que estas no deben impedir ni

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avergonzarnos en la lectura de obras escritas según la ortografía antigua; estas palabras aparecen casi literalmente reproducidas en las gramáticas anónimas (1884: 6) y (1898a: 6), que plagian la obra anterior. También por esos mismos años, E. Gorra (1898: 3) se apoya en la Academia para su doctrina sobre la ortografía, y L. Pavia (1895a: 8, n. 3) menciona a la Corporación para defender sus ideas. El manual de E. Monaci y F. D’Ovidio (1879: 94), por su parte, incluye un apartado bibliográfico en el que aparece, entre otras obras, las gramáticas de la Academia y Salvá.

Y, salvo despiste o error, ya no hay más. Estas son las referencias explícitas a la Academia como fuente inspiradora de estos trabajos. Aunque pocas, sin dudas, a simple vista, conviene advertir que es la fuente más citada de entre todas en estas obras. Habría que preguntarse si todo ello es representativo o no de la influencia que la doctrina de la institución ejercía en este periodo en el extranjero. Y en esta línea, habrá que tener en cuenta que ni la mención explícita de una determinada obra implica su forzosa consideración como canon, ni la ausencia su exclusión de entre las fuentes que se tomaron de base para la creación de un determinado trabajo. Entra en juego en este momento el examen minucioso que escudriñe los rincones de cada obra así como su confrontación con la destreza y conocimiento que el investigador muestre de las distintas tradiciones para dar respuesta a la cuestión planteada. No es un empeño hacedero para este trabajo preliminar abarcar cuanto hay de valor en todas las obras de este periodo, aunque esperemos que un breve recorrido como el que sigue pueda servirnos para dar cuenta de una primera aproximación sobre el alcance que la doctrina académica tuvo en el ámbito concreto de la tradición gramatical italiana de la época, que podrá obviamente ser objeto de futuras incursiones que corroboren, corrijan o contradigan los resultados de este primer acercamiento.

2.1.1. Macroestructuras y partes de las obras

Comenzaremos por el aspecto global de las obras, esto es, sus macroestructuras, cuestión en la que no parece que la gramática académica sirva de base para ninguna de estas obras. La diferente naturaleza de las obras aquí analizadas condiciona, por supuesto, su estructura y contenidos: ninguna sigue la división tradicional de la Gramática en cuatro partes (Prosodia, Ortografía, Analogía y Sintaxis) que tuvo tantos seguidores en las gramáticas españolas de la época6: aunque son varios los trabajos en que aparecen estas cuatro partes (Borroni 1812; Marin 1833, 1837, 18532, 18624, 18747; Catá 1870; Manetta y Rughi 1872-

6 Para una revisión de esta y otras distintas divisiones en las gramáticas españolas a lo largo del periodo estudiado, cfr. los estudios de J. J. Gómez Asencio (1981) y M.ª L. Calero (1986). Esta última investigadora señala en el periodo comprendido entre 1847 y 1920 hasta un total de veintiocho seguidores de esta división (Calero Vaquera 1986: 40).

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1873 y 18912; Pizarro 1873, 1877, 18813, 18865, 18946 y 18966; Pavia 1895a), lo normal es que sus contenidos aparezcan entremezclados (los de Ortografía con los de Prosodia, casi siempre al comienzo de las obras; los de Sintaxis, escasos e integrados con frecuencia dentro de la parte de Analogía) y acompañados de anexos o suplementos dedicados a aspectos didácticos. Otras obras prescinden de alguna de estas cuatro partes, en concreto de la Sintaxis, en favor de estos mismos elementos didácticos (Blanc Saint-Hilaire 1847; Richeri 1871-1872; Monaci y D’Ovidio 1879; Gaffino 1879; Anónimo 1884; Schilling y Demattio 1890; Pavia 1894 y 1895b; Gorra 1898; Anónimo 1898a; Foulques 1898). Por último, un grupo formado por cuatro obras aportan aspectos didácticos, con ejemplarios de conversaciones, libros de diálogos, etc.: Blanc Saint-Hilaire (1843); Melzi (1878); Zuccaro (1893); Anónimo (1898b). En esta época prolifera el aspecto didáctico, y ese hecho queda de manifiesto en la ausencia de discusiones teóricas en el interior de las obras en favor de una descripción gramatical directa, normalmente no muy detallada de la lengua, en la que se suelen resaltar los elementos divergentes entre el español y el italiano, usando para ello ejemplos que poseen una marcada intención didáctica. En definitiva, y aunque de manera diversa, cada autor intenta dar mejor respuesta que otros a las demandas que se plantean los estudiosos de la época, seleccionando para ello las preguntas que considera pertinentes para la gente en su momento, en su contexto histórico.

2.1.2. Analogía

En lo que podríamos denominar la parte de Analogía (aunque no todas las obras usan esta terminología ni todas poseen una parte específica para el desarrollo de estos contenidos), correspondiente al tratamiento y concepción de las distintas partes de la oración, algunos trabajos proponen la distinción entre nueve partes de la oración (artículo, nombre, pronombre, verbo, participio, adverbio, preposición, conjunción e interjección), siguiendo la tradición latina de la que también forma parte la Academia en sus gramáticas anteriores a 1870.7 Esta es la postura de B. Borroni (1812), Blanc Saint-Hilaire (1847: 13), M. Pizarro (1873: 115), (1877: 115) y (18946: 93)8 y los anónimos (1884: 10) y (1898a: 10). Dos hipótesis son

7 A partir de esta fecha, la RAE (1870: 5) afirma que “se reducen todas, para facilitar el análisis, á diez clases, llamadas comunmente partes de la oracion, y son á saber: artículo, nombre, adjetivo, pronombre, verbo, participio, adverbio, preposicion, conjuncion é interjeccion”. 8 Este autor admite, no obstante, que, aunque las gramáticas suelen hablar de nueve, las partes de la oración se pueden reducir a tres (nombre, verbo y partícula). Se hace eco, de este modo, de una vieja postura que ya en la tradición gramatical había sido defendida por autores como B. de Busto (1533), C. de Villalón (1971 [1558]), F. Sánchez de las Brozas (1995 [1587]), G. Correas (1954 [1625]) o, más recientemente, V. Salvá (1988 [1830-81847]: 137).

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posibles, de las cuales la primera parece más viable que la segunda: o estas obras tienen influencias de gramáticas académicas anteriores a 1870, o la influencia de la Academia en este punto también es nula, teniendo cuenta además que la tradición más común en la época era precisamente esta y que en la tradición italiana también otras importantes obras siguen este mismo sistema (cfr. Miranda 1566: 12; Franciosini 1624: 5; Veneroni 1681).

Distinta parece la situación que se da con otras soluciones que, aunque de manera minoritaria, aparecen en algunas obras: L. Zuccaro (1881:12) nos habla en su trabajo de un sistema de diez partes de la oración, en el que diferencia entre nombre y adjetivo, precisamente la misma postura a la que llega la Academia en su edición de 1870 (RAE 1870: 15). Y este es el mismo tratamiento que observamos en la gramática de G. Schilling y F. Demattio (1890). En ambos casos podrían existir influencias académicas que, en el caso de Zuccaro, serían implícitas; no en el de Schilling y Demattio, que sí citan a la Academia entre sus fuentes. También L. Pavia (1894: 13) y (1895a: 25) divide las clases de palabras en diez, si bien su listado difiere de los anteriores: no incluye el participio pero considera como una clase individual los números: artículo, sustantivo, adjetivo calificativo, pronombre, números, verbo, adverbio, preposición, conjunción, interjección.9 En Pavia (1895b: 14) varía levemente la denominación para dos de estas categorías, la del sustantivo y el adjetivo calificativo, que pasan a denominarse nombre sustantivo y nombre adjetivo, respectivamente.

Por último, F. Marin (1833: 34), aunque menciona en su gramática la influencia de la Academia, no parece seguir sus pasos en lo referente a las distintas partes del discurso, ya que elimina el artículo y reduce su lista a ocho;10 esta misma postura es seguida por G. Catá (1870: 30), que copia y plagia la obra de Marin en muchos aspectos.11

2.1.3. Ortografía

Quizás uno de los aspectos más interesantes del estudio de la influencia de la RAE sea el del recibimiento que tiene en estas obras, impresas todas fuera de España, las reformas ortográficas planteadas por la Academia, aspecto que nos serviría para valorar si la distancia con España provocaría o no una total inobservancia de las reglas planteadas por la Academia en un aspecto por lo general considerado importante en el proceso de enseñanza de una lengua extranjera. Y parece ser que

9 E. Gorra (1898) también habla de los números como una parte de la oración, si bien en su tratado no aparece la interjección como categoría. 10 Esta misma idea es seguida en todas las ediciones posteriores de su obra. 11 En nuestra tradición gramatical, también A. Bello (1981 [1847]: 149) se negó a aceptar la división en nueve partes y propuso un sistema de siete partes en el que los pronombres y los artículos quedaban incorporados entre los sustantivos y los adjetivos.

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en este ámbito la Academia sí plantea una importante influencia, y se la considera ya una institución en esta materia tras las varias ediciones de su Ortografía y las consideraciones aparecidas en su Diccionario. Este hecho no evita la existencia de una excesiva heterogeneidad en las tesis defendidas con respecto al alfabeto: dejando a un lado aquellas que no mencionan este aspecto, las distintas obras del corpus se dividen en:

1) un primer representante individual, B. Borroni (1812: 1), que solo menciona 22 letras en el alfabeto español: a, b, c, d, e, f, g, h, i, l, m, n, o, p, q, r, s, t, (u v), x, y, z;

2) aquellas que hablan de veintiséis letras para nuestro alfabeto (a, b, c, d, e, f, g, h, i, j, l, ll, m, n, ñ, o, p, q, r, s, t, u, v, x, y, z), de la que son abanderadas las dos primeras ediciones de Marin (1833: 1) y (1837: 1) y las gramáticas de M. Pizarro (1873: 15; 1877: 15-16; 18813: 11; 18946: 5). Este último matiza además que ni k ni w12 aparecen en el alfabeto español pero se usan en la formación de palabras de otras lenguas extranjeras;

3) las que incorporan la ch al anterior grupo y contemplan veintisiete letras, tal y como hace la gramática de Marin (18532: 1) a partir de su segunda edición milanesa como fruto de las correcciones y ampliaciones que lleva a cabo Pietro Monti; esta misma visión perdura en Marin (18624) y (18747) y aparece también en otras obras: Anónimo (1869: 3), G. Richeri (1871-1872: 5), F. Manetta y E. Rughi (1872-1873: 1), F. Gaffino (1879: 1), L. Zuccaro (1881: 3) y G. Schilling y F. Demattio (1890: 1); y

4) aquellas que presentan veintiocho letras en el alfabeto (a, b, c, ch, d, e, f, g, h, i, j, k, l, ll, m, n, ñ, o, p, q, r, s, t, u, v, x, y, z), tal y como aparece en Blanc Saint-Hilaire (1847: 5), G. Catá (1870: 4-5), E. Monaci y F. D’Ovidio (1879: 5), el Anónimo (1884: 3), F. Manetta y E. Rughi (18912: 1), E. Gorra (1898: 3), el Anónimo (1898a: 3) y A. E. Foulques (1898: 5).13 L. Pavia (1894: 1; 1895a: 1; 1895b: 1) representa un caso particular, pues no menciona entre sus veintiocho letras la k pero sí rr.

Esta situación nos da sin duda pistas de las relaciones entre las tradiciones en las que se apoya cada uno de los tratados: de los cuatro grupos previos, está claro que ni el primero ni el segundo de ellos tienen a la RAE como fuente, al menos en este aspecto. El primero de los autores, Borroni, que además constituye la primera

12 Con respecto a w, bien es cierto que el DRAE no la considera en la época como letra del alfabeto. En la edición del DRAE (1869: 803, 3) tiene entrada y de ella se dice: “por no ser necesario, no se incluye entre las letras de nuestro alfabeto”, postura que llega hasta bien avanzado el siglo XX, concretamente la edición del DRAE (1970: 1356, 1), que la trata ya como “vigésima sexta letra del abecedario español y vigésima primera de sus consonantes”. 13 A. E. Foulques (1898: 5) menciona veintiocho letras pero divididas en veintiséis letras (a, b, c, d, e, f, g, h, i, j, k, l, m, n, ñ, o, p, q, r, s, t, u, v, x, y, z) más dos letras duplicadas (ch, ll).

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de las obras que analizamos en este siglo, presenta claras influencias de la tradición italiana, con un sistema de 22 letras heredero de obras como la de Franciosini (1624). En su sistema no se incluye la letra j, que ya en el tomo IV del Diccionario de Autoridades (RAE 1734: 315, 1) es considerada la décima letra del alfabeto. Con respecto a la inclusión de ch, se sabe que aparece como cuarta letra de nuestro alfabeto a partir del DRAE (1803: 258, 1), por lo que no parece que las dos primeras ediciones de Marin ni Pizarro, incluidas en el segundo grupo, tuvieran como referentes a la Academia en este aspecto. Pueden relacionarse, quizás, con mayor propiedad, también con la tradición italiana, en concreto con la obra de Miranda (1566), que ya presenta ese mismo sistema. Sí son coincidentes con esta postura los autores de los grupos tercero y cuarto, que incluyen en sus alfabetos la letra ch. El problema de la inclusión de k es, sin embargo, complejo, pues su presencia o no en el alfabeto español ha fluctuado a lo largo de las publicaciones académicas: en el Diccionario de Autoridades (RAE 1734: 339, 1) se dice que es la “UNDECIMA letra en el orden de nuestro Alphabéto” aunque se advierte que podría excluirse de nuestro alfabeto porque su pronunciación se podría suplir con c o q. Esta postura perdura en el DRAE (1780: 569, 1) y años más tarde, en 1803 es considerada ya la duodécima letra (tras la incorporación de ch). Sin embargo, a partir del DRAE (1817: 512, 1-2) se dice de manera confusa lo siguiente de k: “Esta letra, que se ha contado hasta ahora como perteneciente a nuestro abecedario, solo se usa en algunas voces tomadas de otros idiomas, y aun en estas se puede suplir con la C antes de las vocales A, O, U y con la Q, interponiéndose la U antes de la E, I.”14 Y esta es la visión que aparece hasta el DRAE (1869: 451, 1), en el que vuelve a considerarse como duodécima letra del alfabeto castellano y novena de las consonantes.

Es paradójico que una obra como la de G. Catá (1870: 4-5) manifieste que se apoya abiertamente en la Ortografía de la Academia para exponer que las letras del alfabeto español son veintiocho (“le lettere dell’alfabeto spagnuolo sono ventotto come si trovano nell’Ortografia dell’Accademia”) cuando, como hemos visto, desde la octava edición de la Ortografía académica, se reduce el alfabeto a veintisiete letras (desaparece k) con el argumento de que “cada letra sea un signo que exclusivamente y privativamente represente cada uno de los sonidos en particular con que articulamos ó variamos la voz” (RAE 1815: 11-12). Y lo mismo podríamos decir de E. Gorra (1898: 3), que usa idénticos argumentos. O es posible que estos tratados usaran obras anteriores de la Academia o bien que su

14 La octava edición de la Ortografía, da además el argumento de que “cada letra sea un signo que exclusivamente y privativamente represente cada uno de los sonidos en particular con que articulamos ó variamos la voz”, y por eso reduce el alfabeto a veintisiete letras (no aparece k, aunque sí ch) (RAE 1815: 11-12).

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conocimiento de la doctrina académica fuera indirecto y parcial a través de citas de otros trabajos.

Es el apartado referente a las grafías el que parece tener mayor aceptación por parte de estos gramáticos, que adoptan, casi por completo, las reformas propuestas por la Academia en 1815 en lo referente a la escritura entre b y v, la i griega o la representación de las consonantes velares, en especial la desaparición de x con función velar o la desaparición de qu en favor de c, que a lo largo del siglo XIX fueron siendo adaptadas por otros autores. Teniendo en cuenta que la mayor parte de las obras de nuestro corpus pertenece a la segunda mitad del XIX, hubo tiempo suficiente para la expansión de la doctrina académica y que esta tuviera eco en los diferentes autores.

2.1.4. Sintaxis

Donde sí resulta complicado examinar el alcance inspirador que los textos académicos tuvieron en estas obras es en la parte de Sintaxis; esto es así fundamentalmente porque son pocas las obras que incluyen este apartado en su tratado: solo tenemos tratamiento de la Sintaxis en Borroni (1812), Marin (1833, 1837, 18532, 18624, 18747), Anónimo (1869), G. Catá (1870), Manetta y Rughi (1872-1873), Pizarro (1873, 1877, 18813, 18865, 18946 y 18966) y Pavia (1895a); en la mayor parte de estas obras la Sintaxis constituye un mero añadido a la parte de Analogía con el que se intenta tratar con mayor profundidad la sintaxis de las distintas partes de la oración. Hay que tener en cuenta, en cualquier caso, que, frente a la Analogía, tampoco para la Academia en este siglo la Sintaxis representó un apartado importante en su Gramática.

Conclusiones Aunque la Real Academia Española ocupa el primer lugar como canon explícito en el conjunto de textos de analizados, lo cierto es que estos trabajos presentan escaso acercamiento a la obra académica y sus postulados: son pocos los autores que la nombran, y de entre aquellos que sí lo hacen, la influencia de la institución apenas sobrepasa su mención explícita; son insuficientes las adopciones de su doctrina, destacando en especial el seguimiento que se hace de las reformas ortográficas propuestas por la institución. Todo ello podría dar lugar a cuestionar la figura de la RAE como verdadero canon gramatical en estos textos, si bien sus citas hacen patente la situación de prestigio y privilegio que poco a poco la institución va adquiriendo en la época como fruto de su labor constante de publicaciones a lo largo del XVIII y el XIX, que crea ya en la época un status quo que conduce a lo que podríamos denominar una dependencia del camino o de la

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trayectoria15 y que tiene su culmen en el apoyo legislativo recibido desde la corona.16 Poco importa que a mediados del XIX las innovaciones vayan de la mano de otros intelectuales como Mata y Araujo (1805), Calleja (1818), Salvá (1988 [18301-18478]), Gómez Hermosilla (1835), Noboa (1839), Martínez López (1841), Bello (1981 [1847]), etc. La situación de privilegio canónico de la Academia en esta época ya está dentro de la “tiranía” de esta dependencia, que hace casi ineludible su cita por parte de otros autores que, al igual que la propia Academia, tienen un recelo histórico a la innovación, una gran aversión a hacer cambios radicales, a empezar todo de cero, a repensar las cosas y hacer los ajustes necesarios, porque, como podemos intuir, es mucho más sencillo basarse en la dependencia que te da la historia que luchar contra ella.

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15 Por medio de la expresión path dependece se alude frecuentemente en el ámbito de la economía al hecho de que muchas decisiones que uno toma en distintos ámbitos están fuertemente condicionadas por otras decisiones hechas en el pasado, incluso cuando las circunstancias que llevaron a tomar esas decisiones de antaño hayan perdido relevancia o vigencia: decisiones que no merecieron el menor análisis definen realidades que tienden a perpetuarse y perpetuarse, de modo que se establece una dependencia de la historia. 16 A finales del XVIII, destaca la publicación por parte de Carlos III de la Real Cédula del 23 de junio de 1768, en la que que se hace obligatoria la enseñanza de primeras letras, la gramática (latina) y la retórica en castellano. Posteriormente la RAE cuenta con el apoyo legislador del rey a la Academia en 1780 mediante la tradicionalmente considerada orden (este texto es, en realidad, una Provisión que aprueba los Estatutos del Colegio Académico de Primeras Letras, en 22 de diciembre de 1780) para que en todas las escuelas del reino se enseñe a los niños su lengua nativa por la gramática que ha compuesto y publicado la Real Academia de la Lengua. Este apoyo tiene su culminación a mediados del XIX, cuando las obras académicas se convierten en oficiales: el texto del artículo 88 de la Ley de 9 de septiembre de 1857 declara la Gramática y la Ortografía de la Academia Española como texto obligatorio y único para estas materias en las escuelas de enseñanza pública. Suponemos que ya por aquel entonces la difusión de los textos académicos es amplia y apenas necesitan empuje institucional para su difusión y repercusión, pero este la ayuda a seguir fortaleciendo su ideología lingüística en un periodo de debilitamiento institucional.

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Finito di stampare nel mese di ottobre 2014presso le Arti Grafiche Editoriali s.r.l. – Urbino