Momigliano-Ensayos de Haym

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ARNALDO MOMIGLIANO

ENSAYOS

DE HISTORIOGRAFÍA

ANTIGUA Y MODERNA

FONDO DE CULTURA ECONÓMICA

MÉXICO

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16 UNA V1SÍÓN PIAMONTESA DE LA HISTORIA DE LAS IDEAS

el historiador ha de ser un actor responsable en su propia sociedad y no umanipulador de opiniones. Dicho sea de paso, las diversas sociologías del c

nocimiento, incluyendo la nueva de Foucault, parecen tomar demasiado a ligera esa necesidad. Quizá pueda expresar la paradoja resultante etérminos personales. Cuando fui profesor del University College Londohace más de 20 años, no tardé mucho en comprender que los mejores histriadores de las ideas dei iugar eran dos científicos, j. Z. young y FetMedawar. Pero el hecho de que hablaran de ciencias que yo ignoraba mparalizaba respecto a ellos (cosa fácil de entender), y a la vez los paralizabaellos respecto a mí o a cualquier persona en mi posición. Es decir, carecíadel público potencial necesario para exponer sus ideas científicas en ucontexto histórico.

Para dar otro ejemplo menos personal, quizá sea característico de nuest

época el que tengamos tantos estudios de las ideas religiosas de los paísesubdesarrollados y tan poco análisis de nuestras propias creencias religioscon el simple propósito de comprobar su validez. En Italia en los últimaños han aparecido más libros eruditos sobre sectas heréticas que sobre catolicismo moderno. Los hombres que podrían iluminar la escena contemporánea hablando sobre la verdad en su contexto histórico todavía no haencontrado su público. Por eso tenemos que conformamos con las nodrizainglesas y los cultos de cargo para expresar nuestras nostalgias e instisfacciones.

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II. LA CULPA DE LOS GRIEGOS*

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Co n f u c ío , Buda, Zoroastro, Isaías, Heráclito, o Esquilo.Esta lista probablemente habría dejado perplejo a mi abuelo y a su

generación. Hoy tiene sentido: simboliza el cambio de nuestra perspectiva

histórica. Podemos encarar más o menos desde el mismo ángulo culturasque parecían estar muy alejadas entre sí, y podemos encontrar algo de co-mún entre ellas. En una línea sincrónica esos nombres representan una vidamás "espiritual", un orden mejor, una reinterpretación de las relaciones entrelos dioses y los hombres, una crítica de los valores tradicionales en sus res-pectivas sociedades. Esos hombres no se conocieron entre sí. No hay ningúnvínculo externo obvio que conecte la aparición de figuras tan importantesentre, digamos, los siglos vni y v a.c. Sin embargo, tenemos la sensación dehaber descubierto un denominador común que los hace a todos ellos —pararepetir la expresión de moda— "relevantes para nosotros". Todos fueron

hombres que mediante la proclamación y exposición de sus creencias refigiosas personales dieron un significado nuevo a la vida humana y provocaroncambios profundos en las sociedades a que pertenecían.

Eso nos conduce a formular las preguntas históricas que nos permitirán in-terpretar con mayor precisión esa relevancia y por consiguiente la harán másperceptible. ¿Qué condicionó la aparición de tantos "sabios" en tantas cultu-ras diferentes dentro de límites cronológicos relativamente estrechos? ¿Porqué los cambios culturales tuvieron que ser provocados por "sabios"? ¿Cuáles la relación entre la actitud religiosa que adoptaron y el mensaje social quetransmitieron? La naturaleza misma de las preguntas que acuden espon-táneamente a nuestra mente indica que la esencia de nuestra nueva posiciónfrente a esos hombres es que en lugar de ver a cada uno de ellos como el co-dificador de una nueva religión, ahora los vemos a todos como reformadoresdel orden ya existente. Sentimos instintiva simpatía por los seres humanosque con la meditación se liberaron de las convenciones en que habían nacidoy reorientaron las actividades de otros hombres. Si bien nunca es posibleevitar por completo las cuestiones de "verdad", creemos que es casi unagrosería (y en todo caso demasiado incómodo) preguntar si lo que decíaZoroastro o Isaías o Esquilo era verdadero o falso. Cada uno de ellos hablabasu propio lenguaje. Hace falta un gran esfuerzo para traducirlos a nuestrolenguaje, pero si lo logramos habremos establecido un nexo con mentes

* "Wisdom, Reveintion and Doubt: Perspectives on the First Millennium B. C.", en Dacdalus, primavera de 1975 (publicado como 104, 2 de los Procced. Amcr . Acad. o f Ar t s and Sciences), pp. 9-19.

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dignas de ser conocidas. Esos hombres pueden ser explicados directamentecon sus propias palabras; y nosotros hacemos nuestra parte comentando suspalabras. Dado el necesario conocimiento de lenguas y textos, podemos

suponer que en alguna fecha futura entenderemos los Gathns igual que comohoy entendemos Las euménides.

Eor el contrario, nos disgustan las civilizaciones que en el mismo periodo yal parecer en las mismas condiciones tecnológicas no produjeron cuestionadores ni reformadores. Egipto, Asiria y Babilonia nos parecen, con justicia ono, espiritualmente estancados y casi reaccionarios en el primer milenio. Nosin cierta impaciencia reprimida nos preguntamos por qué siguieron acep-tando los términos tradicionales de la relación entre la sociedad de ioshombres y la sociedad de los dioses. Hace muchos años, Henri Frankfort ma-nifestó esa impaciencia que sentimos hoy: "Los profetas hebreos rechazaron

tanto la concepción egipcia como la babilónica. Insistieron en la unicidad y latrascendencia de Dios. Para ellos todos los valores eran finalmente atributosde Dios; el hombre y la naturaleza carecían de valor, y todo intento de es-tablecer una armonía con la naturaleza era un esfuerzo vano."1Sin embargo,para Frankfort era más fácil que para nosotros pronunciar esas palabras conla conciencia tranquila, porque él simplemente estaba reiterando el repudiode los profetas a los ídolos de oro y plata. Igual que el primer Isaías, habla-ba de Egipto y Asina, pero nunca tuvo que considerar, como el segundo Isaías,el papel de Ciro, el ungido de Dios. Nosotros tenemos que incluir además ala India y la China. Desde luego, nos hemos dado el gusto de creer que si tansólo supiéramos las lenguas podríamos hablar con Buda, con Confucio y con

todos los sabios de la época antigua. Pero esa posición mental no es proble-mática sólo hasta que nos preguntamos qué esperamos realmente de ella. Laexperiencia de Louis Dumont, que fue a la India para recobrar el plenosignificado del homo hierarchicus en la historia —y dio una nueva dimensión anuestro concepto de individualismo—, puede ser ejemplar, pero no es comúnen absoluto. El caso de Henri Frankfort es indicativo de una situación muchomás común, en que hasta la investigación más original y profunda sigueestando condicionada por nuestra propia civilización. No digo esto pararestar valor a los resultados, sino por el contrario, para señalar la fuerza denuestra tradición. Hay una vieja cultura triangular —compuesta por pro-

ductos intelectuales judíos, griegos y latinos— que tiene sobre la mayoría denosotros un efecto inmediato de un orden muy distinto de nuestro placerprofesional o aficionado en las amenidades de civilizaciones más distantes.Ese collegium trilingüe,  en términos académicos, todavía domina nuestramente. La cultura latina, uno de los miembros constituyentes del collegium trilingüe,  está conspicuamente ausente del grupo de "civilizaciones desabios" que fue nuestro punto de partida. Si tenemos que añadir algo a losingredientes esenciales de nuestra civilización como resultado de los pro-cesos medievales, debe provenir de los celtas, los germanos y los árabes,ninguno de ios cuales pertenece a la lista privilegiada de las "civilizaciones

1 Henri Frankfort, Kingship and tl ic Cois, Chicago, 1948, p. 6.

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de sabios" originales. Los árabes en realidad aumentan nuestras dificultades.Siendo ellos mismos portadores de una civilización profética —si es que al-guna vez hubo una— y por lo tanto más parecidos que nadie a los judíos y a

los cristianos, fueron una amenaza para los cristianos, pero no para Sos ju-díos. Los contactos serios entre el pensamiento cristiano y el pensamientoárabe ocurrieron sobre todo en las áreas en que pensadores árabes trabajaroncon conceptos griegos. En realidad, hemos logrado olvidar nuestra deudaprecisa con los celtas, los germanos y los árabes, a tal punto que ni el irlandésantiguo ni el  Mittelhochdeutsch  ni el árabe han sido nunca materias obliga-torias en nuestros establecimientos educativos; pero no se nos permite olvidarnuestra deuda con Grecia, el Lacio y Judea. Hay poderosos grupos de presión(ya sean clasicistas, teólogos o rabinos) que nos tienen, justamente, avergon-zados de no ser capaces de leer los textos debidos en la lengua debida.

En la medida en que nuestra herencia se remonta a la Antigüedad, es esen-cialmente grecolatinojudía porque en esencia es helenística. El concepto decivilización helenística define tanto el momento (323330 a.c.) como el lugar(la zona del Mediterráneo) en que esas tres culturas convergieron y comen-zaron a reaccionar entre sí. En consecuencia, no es superfluo investigar lascircunstancias en que se estableció una relación nueva y especial entre judíos,griegos y romanos en la época helenística. Tenemos muchas investigacionesimportantes sobre la reintroducción de las civilizaciones de Persia, la India yla China en el horizonte mental de los europeos en los siglos xvn y xvni; sin

^embargo, la investigación inversa sobre la exclusión de persas e indios, pori no hablar de egipcios y babilonios, de la participación activa en la civili

zación de Europa no parece haber hecho mayor progreso. El objeto de este. trabajo es contribuir a una investigación de ese tipo. Espero que por impli-

cación pueda también arrojar alguna luz sobre la naturaleza del "fenómenode los sabios" que encontramos en la primera parte del primer milenio a.c. ysobre el relativo aislamiento en que operaba cada una de las "civilizacionesde sabios".

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Aquí debemos partir otra vez de una paradoja. El griego era la lengua

dominante en el mundo helenístico después de Alejandro Magno: era lalengua que judíos y latinos tenían que aprender para salir de su aislamientoy ser aceptados en la sociedad superior de los reinos helenísticos. Pero nohubo ningún esfuerzo correspondiente de los griegos por comprender y ab-sorber la cultura latina o la judía. La fundación del collegium trilingüe es unasunto principalmente romano y judío. No hay duda de que los griegos po-seían la preparación para el descubrimiento histórico y geográfico que lespermitió notar las peculiaridades de latinos y judíos a comienzos de la épocahelenística. Antes de Alejandro no hay indicio de que conocieran a los judíos,y su conocimiento de los romanos se limitaba a unas pocas leyendas y aúnmenos datos históricos. Alrededor de 300 a.c., Hecateo de Abdera y Teofrasto hicieron intentos serios de investigar la religión de los judíos. Alrededor

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ele 28027Ü a.C. la victoria de los romanos sobre Pirro impresionó a los grie-gos e indujo a Tirneo —un exiliado siciliano que vivía en Atenas— a escribirextensamente sobre la historia y las instituciones de los latinos. Pero una vezpasada la sorpresa los griegos no fueron más allá. No hubo ningún estudiodetallado de la historia judía o romana por estudiosos griegos del tercer sigloantes de Cristo.

cuñuuu ios romanos efectivamente destruyeron c. j^eder ele CZartago alfinal del siglo iii a.c. y se convirtieron en la mayor potencia del Mediterráneooccidental, ningún historiador griego independiente, hasta donde sabemos,consideró necesario analizar su victoria. Lo que se agregó a Timeo fue obrade historiadores griegos al servicio de Aníbal o de historiadores romanos quehabían aprendido la lengua griega y presentaban la visión romana a unpúblico helenístico. En cuanto a los judíos, sabemos (o sospechamos) quehubo algunos egipcios helenizados que fraguaron una versión hostii del

Éxodo, reflejo de la fricción entre judíos y egipcios en Alejandría, donde lacomunidad judía crecía rápidamente. Pero no sabemos de ninguna investiga-ción etnográfica que se sume a las de Hecateo y Teoírasto. Hermipo de Esmirna, Agatárquides de Cnido y Menandro de Éfeso, que vivieron en el siglo u,alucien a ios judíos en varios contextos pero no indagaron deliberadamenteen su historia. Las obras escritas en griego sobre los judíos y los romanosentre 260 y 160 a.c. parecen haber sido sobre todo polémicas: la más in-formativa fue escrita por Fabio Píctor, un aristócrata romano (alrededor de215200 a.c.).

Los griegos se mantuvieron rr.onolingües con orgullo, como —con raras

excepciones— habían sido durante siglos. Conversar con nativos en su len-gua nativa no era para ellos. No conocían la literatura latina ni la hebrea. Nohabía tradición de traducir libros extranjeros al griego. La traducción de laBiblia de los Setenta fue casi seguramente hecha por judíos por iniciativaprivada y sólo después atribuida a la iniciativa de Ptolomeo II Filadelfo. Todolo que sabemos sobre las relaciones diplomáticas entre romanos y griegos—incluso después que los romanos dominaron el mundo griego— lleva a laconclusión de que los romanos hablaban griego pero los griegos no hablabanlatín. En cuanto ai hebreo y el arameo, las dos lenguas necesarias para com-prender la cultura escrita y oral de los judíos, no sé de ningún griego helenís-tico que haya tratado de aprenderlos.

í~~ El diálogo con los griegos ocurrió porque los romanos y los judíos lo qui-sieron . Es sorprendente el celo con que los romanos aprendieron el griego y

escribieron su literatura según modelos griegos. Aún más sorprendente es labuena disposición de umbríos (Plauto), oscos (Nevio y Enio), libios (Terencio) y celtas (Cecilio Estado) helenizados a escribir en latín. Con la pardalexcepción de Catón, que se consideraba sabino, la literatura latina antigua esobra de hombres cuya lengua original no era el latín, pero que veían unfuturo en la producción de obras latinas inspiradas por modelos griegos. Losaristócratas romanos parecen haberse reservado la tarea de componerhistorias, memorias y discursos en griego para impresionar a los griegos. Por

lo tanto, la absorción de la cultura griega entre los romanos adopta la doble

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forma de ofrecer a la intelligentsia no latina de Italia ios medios de crear unaliteratura común en latín sobre modelos griegos 1/ también de enseñar a laaristocracia romana a pensar y hablar en griego como parte de sus funciones

imperiales.Los judíos aprendieron el griego por otras razones. Durante los siglos 1 1 1  y1 1   a.c. fueron gobernados por reyes grecomacedonios y tuvieron que hablarcon dignatarios que sólo entendían el griego. Pero es característico de losinmigrantes judíos de Egipto el haber olvidado rápidamente el hebreo y ela rameo, a la vez que conservaban su identidad religiosa y nacional. Esto sehizo posible traduciendo la Biblia en los siglos Iii y 1 1   a.c. Al mismo tiempo,los judíos sintieron la necesidad de justificar ante sí mismos sus propiascreencias y formas de vida en comparación con las de los griegos, y lo hicie-ron tanto en hebreoarameo corno en griego. El Eclesiastés, por ejemplo, fueescrito primero en hebreo y después traducido al griego (por un nieto del

autor original) en el siglo 1 1  a.c. Si el Eclesiastés pertenece al siglo ni o 1 1   a.c.,p.uede darnos una medida de la profundidad con que un judío podía respon-der a la sabiduría ajena.

Lo que los romanos y los judíos tenían en común en su relación con losgriegos es que en el fondo no tenían ninguna duda acerca de la superioridadde sus respectivos modos de vida. La tentativa de imponer dioses y costum-bres griegos a Judea a mediados del siglo 1 1  duró poco y provocó un resen-timiento profundo. Más o menos al mismo tiempo romanos conservadores,como Catón, condenaban la penetración de costumbres griegas en Roma ylograban contenerlas y aprovecharlas en beneficio de la clase gobernanteromana. La persecución de los miembros de una nueva secta dionisíaca enItalia fue indicio de lo que estaban dispuestos a aceptar los gobernantesromanos. Los romanos, que eran politeístas y no temían por su independen-cia y su poder, por supuesto podían darse el lujo de manifestar en susrelaciones con los griegos su tradicional receptividad a las ideas y el arteextranjeros, siempre que no interfirieran con la estabilidad de la clase do-minante. Los judíos tenían motivos mucho más profundos para mostrarserenuentes a aceptar la filosofía y el arte de Grecia. La plena aceptaciónequivalía a la apostasía (que parece haber sido rara), y la aceptación parcialimplicaba, por lo menos, contradicciones teóricas y dificultades prácticas. Loque\es preciso destacar aquí es que tanto los judíos como los romanos deci-

dieron aprender el griego a fin de comparar sus propios modos de vida conel de los griegos y de conformar su vida intelectual en relación con la de losgriegos. Como era predecible, el resultado fue muy diferente en cada caso,perq tanto los romanos como los judíos encontraron un nuevo sentido deidentidad nacional al compararse con los griegos. Los romanos pronto seconvirtieron en agresores y conquistadores del mundo griego, en el siglo 1 1

a.c. Los judíos no podían tener ambiciones semejantes, pero en las condicio-nes de decadencia del Estado de los seléucidas, y con la ayuda de los roma-nos, se expandieron en forma considerable e incluso impusieron por mediosviolentos la conversión al judaismo a algunos de sus vecinos.

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En vista de la indiíerencia prevaleciente entre los griegos hacia las culturas judía y romana, cualquier griego que llegara a relacionarse profundamentecon los judíos o con los romanos se encontraba en la situación de un desertor:converso si le gustaba el judaismo, colaboracionista si admiraba el imperia-lismo romano. El fenómeno de la conversión total o pardal al judaismo,aunque en apariencia muy difundido, no parece haber producido obras lite-rarias en el periodo helenístico. Pero la colaboración de algunos griegos conlos romanos dejó su huella en la literatura. Livio Andrónico, que tradujo laOdisea  y compuso la primera comedia y la primera tragedia en latín, posi-

blemente no tuvo otra opción: fue llevado a Roma como esclavo. Pero Polibiosí la tuvo, aunque limitada. Llegó a Roma como rehén en 167 a.c. y unió susuei te a  la de los romanos, al punto de aconsejarlos en el sitio de Cartago yde actuar como agente de los romanos en Grecia antes y después de la des-trucción de Corinto. Sin embargo, Polibio no se identificaba tanto con losromanos como para no criticarlos. Tengo la impresión (no compartida por lamayor autoridad viva sobre Polibio, el profesor F. W. Walbank) de que amedida que avanzaba en su obra fue sintiendo una angustia cada vez mayorrespecto a la despiadada política romana en el mundo griego. Pero eso prue-ba simplemente que su identificación con los intereses romanos hacía que sepreocupara por los errores romanos. Lo mismo ocurre —y aún más— con su

continuador Posidonio. quien como aristócrata en la ciudad de Rodas teníamenos limitaciones. Escribiendo después de la Guerra marslca y la tiraníadeSila, criticó abiertamente la explotación romana de las provincias. Respal-dado por la confianza de amigos romanos poderosos, entre los cuales figura-ba Pompeyo, podía darse el lujo de hablar con claridad por sí mismo y porellos contra lo que consideraba fuerzas subversivas en la sociedad romana.

Ni el proselitismo judío ni la atracción que por Roma sentían los aisladosintelectuales griegos habrían tenido mayor importancia para el mundocircundante si la hostilidad de la mayoría de los griegos y orientaleshelenizados hacia la explotación romana no hubiera obligado a los romanos

a modificar sus métodos de gobierno del Imperio. En dos ocasiones en elsiglo i a.c. gobernantes nativos (Mitrídates, rey del Ponto; Cleopatra, reina deEgipto) se aliaron con dirigentes romanos disidentes para combatir algobierno central de Roma y hallaron un apoyo considerable en la opiniónpública griega. En otros dos casos —la ludía de Pompeyo contra César y lade los asesinos de César contra los herederos de éste— los combates deci-sivos tuvieron lugar en Grecia o en Macedonia, donde cabía esperar que eldescontento contra Roma diera apoyo a todo lo que significara un cambio.Augusto reconoció las implicaciones de ese medio siglo de inquietud en lasprovincias orientales. Con el pretexto de una supuesta restauración de losvalores itálicos (que en realidad nunca habían existido) redujo efectivamente

la opresión a las provincias orientales: por sí misma la paz obró maravillas.El Oriente griego aclamó a Augusto como su salvador, y él dejó el monu

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mentó bilingüe de la Res Gestas.  Los griegos en masse  se interesaron en eldesarrollo de una sociedad bilingüe grecolatina.

Precisamente en medio de la paz augusta los judíos fundaron una sectaque pronto hizo de los prosélitos griegos y la lengua griega su principal cam-po de acción. Se puede conjeturar que la misión cristiana recurrió primero alos provincianos de lengua griega que habían sido indiferentes a la reorien-tación del imperialismo romano. Los cristianos crearon una sociedad quepuso sus valores, sus intereses y sus dirigentes por encima de las convencio-nes del estado romano. Por algún tiempo pareció haber un conflicto funda-mental entre los partidarios del Imperio grecorromano y los seguidores deCristo. El helenófilo Nerón fue el primer perseguidor de los cristianos. Pero

lentamente el conflicto se volvió colaboración. Desde Clemente de Ale- jandría, el cristianismo había reclamado su parte en la herencia cultural grie-ga. Cuando Constantino se convirtió al cristianismo hizo de una ciudad griegade Oriente la segunda capital del Imperio. Los Hellenes  se convirtieron enRomaioi,  palabra que llegó a indicar lealtad tanto al Imperio romano como alcristianismo. Los griegos se reconocieron romanos cuando el Imperio roma-no se declaró cristiano.

En resumen: latinos y judíos iniciaron la fundación del collegium trilingüe, aunque los griegos no tenían ningún interés en él. Aprendieron el griego,asimilaron formas de pensar y costumbres griegas y cuestionaron los valores

de los griegos en un momento en que todavía trataban a los extranjeros comocuriosidades. Poco a poco judíos y romanos hicieron prosélitos a su manera:conversos para lerusalén, colaboradores para Roma. Las consecuencias sevieron cuando la Fax Augusta ofreció nuevas condicionesa los súbditos griégos. El Imperio llegó a ser una empresa conjunta de griegos y romanos. Almismo tiempo había judíos que se sentían en la era mesiánica en que la di-ferencia entre judíos y gentiles había sido borrada. El cristianismo dio valoresjudíos a los griegos en lengua griega como una alternativa defacto  a laconsolidación de la sociedad grecorromana que buscaba la clase gobernantedel Imperio romano. El resultado, sin embargo, no correspondió al supuestoinicial. Para comienzos del siglo rv la Biblia en sus versiones griega y latina

(Antiguo y Nuevo Testamento) se había convertido en el libro sagrado delImperio romano. Para fines del siglo iv, gracias principalmente a San Jeró-nimo, se aceptaba que el conocimiento del hebreo era un ingrediente útil, sino necesario, para la comprensión de la Biblia. Desde luego, el hebreo nuncaalcanzó un status comparable al del griego y el latín en la sociedad cristiana,pero un libro escrito originalmente en hebreo, ja Biblia, llegó a ser, pox.dedrlo menos, el equivalente a la filosofía griegay  el derecho romanó. Cuando en1428 Giovanhi Rucellai casó con una hija de Palla Strozzi, Leonardo Brunifelicitó al novio por haber conseguido un suegro que tenía "tutte a sette leparti della felicita". Una de las siete partes de la felicidad era ser "virtuoso et

scientiato in greco et in latino".2 Pero en 1553 Caspar Stiblin, en su utopía laRespublica Eudaemonensium,  requería de sus teólogos "trium linguarum

2 G. Rucellai, II Zi bnldonc Quareshnale, ed. de A. Perosa, Londres, 1960, p. 63.

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peritia". Hasta que el sánscrito hizo su aparición en las escuelas del siglo xiesos dos textos podían considerarse literalmente representativos de la situ

ción cultural.' Por lo tanto, podemos corregir, y mejorar, nuestra afirmación de que triángulo de nuestra cultura es helenístico. Ciertamente en la atmósfera hlenística ios latinos y los judíos adquirieron la lengua griega, asimilaron idegriegas y   cuestionaron el modo de vida griego. Pero la fusión de las trdiciones griega, latina y judia es cristiana. Los judíos (y los árabes) siguieroaislados del pensamiento griego. Nunca les interesaron gran cosa los modde vivir o de pensar latinos.

IV

Ahora debemos hacer explícita una situación que está implícita en la expsición anterior. El triángulo fue ocasionado por la presión de latinos y judíoLa reacción original de los griegos fue una negativa á interesarse prfundamente en modos de pensar extranjeros. Nunca tuvieron curiosidad paprender el latín ni el hebreo. Ésa es sólo una de las manifestaciones de que bien podemos llamar la actitud normal de los griegos respecto a las civlizaciones extranjeras tal como la conocemos desde la época de Homero adelante. No interesa aquí si Homero estaba en lo cierto o se equivocaba

considerar a los troyanos hablantes de griego. Lo que importa es que su mhumana comprensión de los conflictos presupone el monolingüismo. Lgriegos fueron únicos en la Antigüedad por su capacidad para describirdefinir las costumbres de extranjeros. Podían analizar sus instituciones, screencias religiosas, sus hábitos cotidianos e incluso su dieta. Inventaron que todavía reconocemos como la válida ciencia de la etnografía, y lo hicron con una fundamental simpatía por los extranjeros. Sabemos que Hródoto, uno de los maestros fundadores de la etnografía, estuvo a punto declarar "bárbaras" unas costumbres que eran superiores a las helénicas. Sembargo, la opinión que tenía de las civilizaciones extranjeras era de

apasionada, y en el fondo segura de sí misma. No se sentía tentado a cedeellas; en realidad, no deseaba conocerlas a fondo mediante el dominio de leguas extranjeras: era una observación desde fuera, sagaz, penetrante, hnesta, a veces humorística. Heródoto observa sucesivamente a los escitas, lbabilonios, los egipcios y los libios, y el resultado de todo ello es la superiodad del amor del griego a la libertad.

Este hábito mental.tiene algunos aspectos curiosos. Cabría esperar que lmasaliótas, colonos griegos entre ios celtas, se interesaran vivamente en lcostumbres de sus vecinos. Tuvieron sus grandes exploradores —como Etimenes (¿siglo vi?) y Pitias (siglo rv)—, pero exploraron los distantes mares

tierras de África y el norte de Europa, no el interior del territorio celta. contribución masaliota al conocimiento de los celtas parece haber sido mínma. Los celtas empezaron realmente a ser conocidos por los griegos cuandinvadieron a Grecia y el Asia Menor en el siglo m a.c. Obsérvese también

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extraño hecho de que los griegos prestaron menos atención a Persia en elsiglo iv que en el v a.c., a pesar de que la cuestión persa dominó la políticagriega de Lisandro a Alejandro. La respuesta intelectual del siglo rv estaba en

los cuentos de harenes de Ctesias y Dinón o en la idealización del rey Ciropor Antístenes y Jenofonte. Cuando el extranjero era un gran problema per-manente (como deben haber sido los celtas nara los masaliotas y ciertamenteeran los persas parados griegos del siglo iv), la reacción más usual era posi-blemente el silencio o el escapismo.

Por consiguiente, empezamos a sospechar que si Zoroastro, Buda y Confucio han estado por mucho tiempo separados de nosotros, la barrera fuelevantada primero del lado griego del triángulo. Por lo que concierne a losgriegos, habrian prescindido también de los profetas judíos.

Semejante conclusión sería una simplificación burda, porque en la segun-da parte del siglo rv se nota en Grecia un nuevo interés (y respeto) en Zoroas-

tro, los magos, los brahmanes y Mermes Trismegisto (es decir, la sabiduríaegipcia). Pero un análisis de ese cambio en última instancia sólo confirma lasuperficialidad de la influencia de la sabiduría oriental sobre los griegos. Sinduda Platón alentó el interés por la sabiduría oriental. Personalmente dudode que supiera mucho sobre el genuino pensamiento oriental. No puedo con-siderar la historia de Er como un auténtico mito oriental, y no creo que El 

 primer Alcibíades, el único diálogo en que aparece Zoroastro, haya sido escritopor Platón. Sin embargo, Eudoxio, amigo de Platón, estuvo en Egipto y eraconsiderado una gran autoridad en astrología. Heráclides Póntico, discípulode Platón, escribió una obra, quizá un diálogo, titulado Zoroastro. El epicúreoColotes (siglo ra a.c.) podía bromear sobre lo que Platón supuestamente

había tomado de Zoroastro. En el tardío (¿siglo i a.c.?) seudoplatónico Axioco, un mago posee la información veraz sobre el otro mundo. Si la atribución aAristóteles de un libro sobre los magos es falsa, es cierto que provino de suescuela. Aristoxeno, amigo y discípulo de Aristóteles, supuso que Piiágorashabía sido alumno del caldeo Zaratas (pero quería decir el iranio Zaratustra).Y otras informaciones extrañas circulaban en la Antigüedad. Plinio el Viejo afirmaba saber que el peripatético Hermipo (alrededor del 200 a.c.) "comen-tó más de 2 000 000 de versos dejados por Zoroastro, además de hacer índi-ces completos de sus varias obras".3 El bizantino Sincelo descubrió en algunaparte que Ptolomeo Filadelfo había hecho traducir libros egipcios y caldeos,

O por no hablar de latinos, para su biblioteca.4 Y mucho se ha dicho sobre la

historia del Dinkart (es un documento del siglo ix) según la cual Alejandro,"el villano destinado al mal", hizo traducir el Avesta al griego.5Pero cuando indagamos qué sabían realmente los griegos y los latinos

sobre el zoroastrismo o cualquier religión de la India, lo que encontramos esdecepcionante. No conozco ninguna prueba segura de que los Gathas  ocualquier otro texto zoroástrico fueran conocidos por autores griegos o

3Nat. Hi st., 30.4.4 271 D,p. 516, Bonn.5 Bidez-Cumont, Les Muges Hcüenisés, II, 137.

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28 LA CULPA DE LOS GRIEGOS

vían en comunidades asentadas en Alejandría, Roma y otros centros de lavida cultural y política. Hasta el año 70 d.c. tenían además el prestigio elerebeldes victoriosos. Los partos y otros sólo se separaron y conservaron lasformas helenísticas. Los judíos se rebelaron y presentaron una imagenteocrática, nohelénica, de sí mismos al mundo. Los primeros cristianos here-daron esa acritud Gesaiiani.6. Para muchos griegos u orientales heleriizados,que sentían la necesidad de una verdad revelada y una orientación carismática, Moisés y Jesús tenían el atractivo directo y auténtico de dirigentes decongregaciones genuinas y reconocibles en las inmediaciones.

Es posible que además los judíos tuvieran en común con los griegos algoque los persas y ios indios no tenían: la conciencia de los cambios institucio-nales de sus circunstancias históricas precisas. Al traducir la Biblia, los judíospresentaban su historia nacional en capítulos llenos de episodios memora-

bles. Los cristianos agregaron nuevos capítulos y nuevos episodios memo-rables en el Nuevo Testamento. Así, convertirse en prosélito judío o cristianosignificaba tener que aprender una nueva historia, que era una operacióncomprensible para cualquier griego instruido. Es posible también que lainterpretación judeocristiana de la divinidad fuera fácil de conciliar con lasprincipales filosofías de Platón, Aristóteles y Zenón. Por lo menos la historiaposterior de la filosofía parece apoyar la idea de que Atenas y Jerusalén no secontradecían entré sí. Incluso un defensor tan convencido de la radicaloposición'"éntre Atenas y Jerusalén como Lev Isaakovich Shestov admite quela historia está contra él: "La historia nos diría que los mayores represen-

tantes del espíritu humano, durante casi 2000 años, han rechazado todos losintentos que se han hecho de contraponer a Atenas y Jerusalén, que siempremantuvieron con vehemencia la conjunción copulativa 'y'  entre Atenas y .

 Jerusalén, y rechazaron obstinadamente la conjunción disyuntiva 'o '."7Sin embargo, esas especulaciones no nos llevarán muy lejos. Lo cierto es

que los sabios griegos siempre operaron dentro de la polis, siempre aceptaronsus dioses y muy rara vez rechazaron su moral convencional. Si excluimos alos cínicos, a quienes nadie consideró sabios más que ellos mismos, la imagengriega de la sabiduría era una forma superior de virtud cívica. Cuandobuscaba la sanción religiosa (lo hicieron los pitagóricos y Sócrates), no desa-fiaba los ritos y santuarios reconocidos. Sócrates notoriamente contaba con laaprobación de Delfos: incluso aceptó la condena de acuerdo con una leyordinaria de su ciudad. Las tradiciones sobre los Siete Sabios, a las que se diocoherencia en el siglo v a.c., insisten en el contenido prosaico, aunque ligera-mente excéntrico, de sus enseñanzas. Confucio pudo haber llegado a ser unode los Siete Sabios si hubiera sido conocido. Pero Isaías, Zoroastro y Buda nótenían ninguna posibilidad. Para empezar, se excluían entre sí, cosajjuerios

sabios griegos no. hacíani Para los profetas de jpriente la cuestión era llegar'primero. No tendremos la presunción de decirpor qué.

7 L. I. Shestov, Al l i cns and Jerusatem,  trad. de B. Martin, Nueva York, Simón and Schuster,  1968, p. 47.

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ffl. ELEMENTOS ORIENTALESEN LA HISTORIOGRAFÍA JUDÍA POSTERIOR

AL EXILIO Y EN LA HISTORIOGRAFÍA GRIEGA*

D e  l o s  historiadores de nuestra época, sólo Eduard Meyer ha intentado eva-luar el papel del Imperio persa de los Aqueménidas en la formación de lascivilizaciones judía y griega. No es casual que su artículo sobre la Persia anti-gua, escrito alrededor de 1911 para la Enq/clopaedia Britannica,  todavía no

haya sido superado.1La complejidad del problema es evidente; también es evidente que laescasez de fuentes persas constituye una limitación muy seria para cualquierestudio.2En general, tenemos la sensación de que los griegos y los judíos delsiglo v a.c. avanzaban a la formación de civilizaciones fuertemente nacio-nales o nacionalistas —o fuertemente políticas, si se quiere— como reacción . \al despotismo cosmopolita y tolerante de los persas, a la vez que se beneficia-ban de ese cosmopolitismo y esa tolerancia. Temístocles y Nehemías, que 'vigilaron febrilmente la construcción de muros destinados a aislar y fortificarsus respectivas ciudades, eran los representantes de la nueva cultura. La in %  ]tolerancia a los matrimonios exógamos en el restablecido Estado de Judea f; J

tiene su equivalente en las leyes de Pericles sobre la ciudadanía ateniense.Por otra parte, tanto el segundo Isaías como Esquilo reconocieron las cuali-dades morales de los gobernantes persas y reflexionaron sobre ellas.

La cuestión es si la reforma de la historiografía judía y la formación de lahistoriografía griega deben colocarse también contra el fondo de las reac-ciones positivas y negativas hacia Persia.

Hasta ahora no tenemos indicio de ningún contacto directo entre los judíosy los griegos en los siglos vi y v a.c. Con el debido respeto por la valentía y laoriginalidad del estudioso Franz Domseiff, seguramente Focio se equivoca

* Trabajo presentado al Convegno Internazionale sobre el tema "Persia y el mundo grecorromano" de la Accademia dei Lincei, 11-14 de abril de 1965. Las notas que siguen pretenden ser meramente orientadoras.

1Para información nueva y actualizada, véase R N. Frye, The H eri t agcof Persia, Londres, 1963. Importante por su detallado examen de fuentes y sobre movimientos religiosos y sociales, M. A. Dandamaev/ I rán pr i pervt /ch Aclunnenidach, Moscú, 1963. Para bibliografía anterior, véanse ambos.

2 Los principales textos están en R. Kent, Oíd Persi an,  New Haven, 1953. Para traducciones, también J. B. Pritchard (comp.) Anci ei t t Near Eastern Texi s Relat i ng lo the Oíd Testament, Princeton,1950. C. Ciernen, Fontcs Hi slor iae Rel igioni s Persicac, Berlín, 1920, todavía no ha sido superado. Lo mismo G. G. Cameron, Persepol is Trcasw y Tablets, Chicago, 1948, y E. Schmidt, Persepolis, 2 vols., Chicago, 1953-1957. Cf.  también F. Altheim y R. Stiehl, D i edramai sche Sprache un t er den  Achaimenlden,  1, Frankfurt, 1961. En general, véase M. Forderer, Rel igiose Ceschicht sdeut ung in  I srael , Pcrslcn und Gr i cchenl and zu r Zei t der Pcrsi schcn Expansión, Tubinga, 1959, que no pude consultar de nuevo cuando escribía este artículo.

29

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30 ELEMENTOS ORIENTALES EN LA HISTORIOGRAFÍA JUDÍA

cuando, en su sumario del Libro XL de Diodoro, atribuye a Recateo de Miieto una descripción de la religión judía: el Recateo en cuestión era Recateo de

Abdera, y en el mejor de los casos podemos suponer que la confusión yaexistía en Diodoro. Por consiguiente, la historiografía judía posterior aexilio y uí nis icnografía griega de! siglo v deben ser consideradas fenómenosparalelos; es legítimo conjeturar sobre si las afinidades entre ellas deben serexplicadas por parecidas reacciones a un fondo común: el Imperio persa.

En la sociedad internacional de los siglos vi y v a.c., las historias circulabaninternacionalmente. La historia pagana de Achikar era conocida ya por los

 judíos de Elefantina en el siglo v a.c. y reaparece en el Libro de Tobías.34 Lahistoria de Otanes y del seudo Esmerdis relatada por Heródoto tiene tonos

que recuerdan los del posterior (¿siglo m a.c.?) Libro de Ester. Otanes exhortaa su hija Faedima, que está en el harén del falso Esmerdis, a que desenmascare al impostor. Las palabras de Otanes: "Hija, tú eres de sangre noble"y la respuesta de Faedima: "Será muy arriesgado, pero lo intentaré" (LibroIII, 69), se parecen mucho a los mensajes intercambiados entre Mardoqueo yEster, y en particular a la respuesta de Ester: "Y si perezco, perezco". Deigual modo, en el Libro de Judit, Holofemes obtiene información sobre los

 judíos en una forma que recuerda las preguntas de Atosa sobre los atenienseen Los persas de Esquilo. No es necesario discutir aquí la fecha del Libro de

 Judit, que no parece haber sido escrito antes del siglo n a.c.5 Es evidente quincluye temas de historias anteriores. Cuando Wilamowitz hizo su discutible

observación de que la historia de Judit pudo haber estado entre las historiasde Partenio,6 estaba implícitamente reconociendo que, por más que la heroína estuviera ahora pintada con colores farisaicos, en realidad pertenecía afondo internacional de historias del Imperio persa. Así, para citar un últimoejemplo, fue fácil para Noldeke7 señalar verdaderos paralelos orientales—persas e indios— a la historia relatada por Heródoto de la esposa de Intafemes que prefirió salvar a su hermano antes que a su marido y sus hijosporque nunca podría tener otro hermano, puesto que sus padres habían

3Echtheit sfmgcn ant i k-gri echischer Lit eratur, Berlín, 1939, pp. 52-65.

4 Tobías 14,10 ypassim.

 Sobre Elefantina, E. Meyer,Papyrusfund van Elephanti ne,

 1912, p. 202A. Cowley, Aramaic Papyri o f the Pifth Ccntui y B.C., 1923, p. 204.5 La fecha más antigua, alrededor de 360 a.c., propuesta por Y. M. Grintz, Sefer Yehudi th

 Jerusalén, 1957 (en hebreo), no parece convincente. Sobre este y otros pasajes bíblicos aludidoen el texto, véase O. Eissfeldt, Einl cit ung in das A l t e Testament, 2a. ed., Tubinga, 1956, y C. SchedlGeschichte des Al ten Tcstaments,  V, Innsbruck, 1964 (con frecuencia algo osado). C f   también KGalling, Studi en zur Geschi chte Israels i n persi scher Zeit , Tubinga, 1963; A. M. Dubarie, Rev. Bibl

66, 1959, pp. 514-549. Sobre los judíos y los persas cf.  también B. Meissner, Sit zb. Preuss. Akad1938, pp. 6-26, notable sobre todo en vista de la fecha de su publicación. Sobre los judíos y logriegos, F. M. Heichelheim, "Ezra's Palestíne and Peridean Athens", en Zeit schr.fu r Éeli gi ons-un

Geist esgcschichte,  3, 1951, pp. 251-253, no convence. Tampoco A. MarmorsteiryJsashQuflríer/yReview, 37,1946-1947, pp. 169-173.

6 "Griech. Literatur", en Kul t ur der Gcgcnwart,  la. ed., p. 122. \7 Hcrmes,

  29, 1894, pp. 155-156 y bibliografía. S. Trenkner,The Greek Novel t a in t he Classica

Feriad, Cambridge, 1958, da la bibliografía esencial.

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3 !

muerto, y en cambio aún podía tener esperanzas de hallar otro marido y te-ner otros hijos (Libro III, 119).

Debido a la circulación internacional de los temas de esas historias, es pro-bable que el Libro de Ester sea la transformación en relato judío de una histo-ria que originalmente explicaba el origen de una fiesta no judía.8Por la mismarazón está lejos de ser imposible que persas y fenicios hayan producido va-riantes de mitos griegos sobre el origen de las hostilidades entre griegos ybárbaros, como sugiere Heródoto al comienzo de sus Historias. K. Reinhardtha defendido 3a fundamental exactitud de la información de Heródoto justa-mente con base en una reapreciación de los contactos entre griegos y persas.9La única teoría que parece increíble en el estado actual de nuestros conoci-mientos es la de Aríhur Christensen, de que las historias orientales de Heró-doto, Ctesias y Jenofonte podrían provenir en forma directa o indirecta de

un Corpus  escrito de épica persa intermedia.10 Hasta ahora no hay ningunaprueba de que esa épica persa intermedia haya existido alguna vez.

Es claro, sin embargo, que la existencia dé temas internacionales de relatostiene una importancia muy limitada para la explicación de la historiografía

 judía posterior al exilio y de la historiografía griega. No cabe duda de quemuchos rasgos de los Libros de Judit y de Ester se pueden explicar en térmi-nos de relatos internacionales con fondo persa, y lo mismo puede decirse devarias historias del Libro I de Heródoto, de Ctesias y, hasta cierto punto, de laCiropedia  de Jenofonte. Esa interpretación puede extenderse también a lashistorias de Janto dé Lidia y a la Pérsica de Helénico de Mitilene, hasta dondepodemos conocerlas por los fragmentos. Pero la sustancia de la obra que con-vencionalmente dividimos en los Libros de Esdras y de Nehemías, igual quela sustancia de Heródoto, desde luego no se puede interpretar en términos denarraciones populares. A esta altura debemos separar la historiografía judíaposterior al exilio de la historiografía griega en surgimiento y preguntamosqué significó para cada una de ellas el contacto con la cultura persa y con elEstado persa.

ELEMENTOS ORIENTALES EN LA HISTORIOGRAFÍA JUDÍA

8 Cf.  (aparte de la información dada en la nota 5) R. StiehI, Wi ener Zcit schrif t f . d ie Krndc des  Morgcnlandes, 53,1957, pp. 4-22; H. Cazelies, Festscl ir if t H. Junker, Trier, 1961, y el comentario de 

H. Bardtke, Gütersloh, 1963. El ensayo de R. StiehI está reimpreso en Die arai ndische Sprache, cit. en la nota 2.9 "Herodotos Persergeschichten", en Von Werken tmd Formal , 1948, pp. 190-193. Cf.  también 

O. Regenbogen, Kl eine Schri ft en, 1961, pp. 101-124.10 A. Christensen, Les gestes des rois dtms Ies Iradi t ions de Viran ant iqne, París, 1936; cf.  también 

(además de la obra clásica de T. Nóldeke) W. Barthold, "Zur Geschichte des persischen Epos",  Zeit schr. d. Dcutsch. M orgcnl and . Cesel l .,  98, 1944, pp. 121-157. Para la historiografía persa posterior cf. H. Lewy, ]oum. Amer. Or. Soc., 1944, pp. 197-214; J. Suolahti, Studi a Orientali a,  13, Helsinki, 1947, 9: un estudio que está haciendo Áveril Cameron en la Universidad de Londres  arrojará nueva luz sobre la relación entre Agatias y las fuentes persas (véase ahora; Dumbarton  Oaks Papers  23-24,1969-1970, pp. 69-183). Para información general sobre la épica popular persa cf .  también J. Cejpek en J. Rypka, I rani sche Li t erat urgcschicht e,  Leipzig, 1959, pp. 470-498 (bibliografía, pp. 628-637), y A. Pagiiaro y A. Bausani, Storia del ta l et teratura persiana, Milán, 1960, 

p. 63. Existe una edición más reciente del manual de Rypka en checo, Praga, 1963.

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32 ELEMENTOS ORIENTALES EN LA HISTORIOGRAFÍA JUDÍA

En cierto modo la historiografía judía posterior al exilio continúa las crnicas tradicionales de los dos reinos. Pero con la llegada de Esdras y Nehmías se oye una voz nueva, representada por los fragmentos autobiográficde los dos fundadores del judaismo, fragmentos que constituyen la pamás característica de los Libros de Esdras y de Nehemías.

En nuestro problema, no tiene mucha importancia decidir si Nehemícomo parece probable, precedió a Esdras en sus actividades en Jerusalén,"qué papel desempeñó el compilador de las Crónicas en la organización los textos con base en las autobiografías de Esdras y Nehemías y otros docmentos. Lo que nos interesa es que Esdras y Nehemías escribieron histocontemporánea, no organizada impersonal mente como crónica, sino en formautobiográfica centrada en la actividad política y religiosa del escritor. Aqel historiador es el actor; habla de experiencias directas y de acontecimientque ha vivido. La visita nocturna de Nehemías a los muros derruidos

 Jerusalén es inolvidable: "Luego me levanté de noche con unos pocos hobres sin comunicar a nadie lo que mi Dios me había inspirado que hiciepor Jerusalén [...] Saliendo, pues, de noche por la puerta del Valle [...] inspcione ia muraiia de Jerusalén por donde tenía brechas, y las puertas qhabían sido devoradas por el fuego" (Nehemías, II, 1213).

Es sumamente improbable que esta narración en primera persona tuvieun paralelo en las crónicas de los reyes de Persia. Desde luego existían Persia crónicas reales: Ctesias se jactaba de haberlas examinado; según Libro de Ester, el rey Asuero las consultó una noche que no podía dormirlo más concluyente, eran invocadas por los enemigos de los judíos en un dcumento citado en el Libro de Esdras (IV, 15). Pero no hay razón para pensque esas crónicas persas se apartaran del habitual estilo impersonal de

escritura analística oriental.Como percibió, quizá por primera vez, Sigmund Mowinckel, el estilo las memorias de Esdras y de Nehemías debe ser comparado con el estilo de linscripciones asiriobabilónicas y persas de reyes y príncipes que relatabsus propias proezas en forma autobiográfica. Sin embargo, G. von Rad observado recientemente y con perspicacia que los modelos asiáticos no ofrcen ningún paralelo del tono de autorrecomendación que es tan caracterís

11 Para una guía general sobre este tema, c f ,  entre los comentarios recientes, los de Rudolph, 1949; K. Galling, 1954; H. Schneider, 1959; ]. de Fraine, 1961. También: V. Palovs

Bíbl ica,  38, 1957, pp. 275-305, 428-456; G. Da Deliceto, Laurcntianum,  4, 1963, pp. 431-468;

Mowinckel,Studi cn zu dan Buche Ezm-Nchcmla,

  1, Oslo, 1964. Y es imposible no mencionar quiera el libro que reinterpretó a Esdras para mi generación: H. H. Schaeder, Ezra derSchr ei b

1930. Sobre Deutero-Isaías y Persia, M. Smith, Joum . Am. Or . Soc.,  83, 1963, pp. 415-421. Y& pongo que hay un núcleo de verdad en la autobiografía de Esdras. \

12 "Die Vorderasiatischen Kónigs-und Fürsteninschriften", en Euchari steri on H . Gunk

Gotinga, 1923, pp. 278-322; cf.  H. Gese, Zcit schr.f. Theologie und Ki rche,  55, 1958, pp. 127-145.volumen colectivo The Idea ofH i sto ry i n íhc Anclent Ncnr Easl, New Haven, 1955, y B. C. Brandge, "Tlie Birth of Clio", en Tcachcrs af Hi story. Essays in Honor o f L. Bmdford Packard,  Ithaea, 19pp. 199-230, son quizá las mejores introducciones a la historiografía oriental. Cf.  también Millard, "Another Babylonian Chronicle Text", en Iraq,  26, 1964, pp. 14-35 y ]. J. FinkelsteFrocecd. Amcr. Pli il osopli ical Soclety, 107,1963, pp. 461-472.

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co de los fragmentos de las memorias de Nehemías: "¡Acuérdate, Dios mío,para mi bien, de todo lo que he hecho por este pueblo!" (Nehemías, V, 19).Por otra parte, hay un paralelo más cercano de esta justificación del autorante Dios, como observa Von Rad, en las inscripciones autobiográficasegipcias que empiezan con la Dinastía XXII y continúan hasta el periodoromano.13

No es difícil aceptar que el estilo de Esdras y de Nehemías tiene influencia,directa o indirecta, de muchísimos modelos orientales de origen babilónico,egipcio o persa, accesibles gracias a las traducciones al arameo. Sabemos, porejemplo, que más o menos en la época de Esdras y de Nehemías los judíos deElefantina en Egipto leían una versión aramea de la inscripción de Behistún.14Pero subsiste algo que por lo menos en el estado actual de nuestros co-nocimientos no se puede remontar a ningún modelo y que constituye lareacción original de los dos reformadores judíos. Ellos se enfrentaban al pro-blema políticoreligioso de una comunidad nueva, y a la vez implicaban yexponían la actividad legislativa de una asamblea representativa. Por encimadel autor ciertamente había un dios ante el cual debía justificar sus actos;pero frente al autor había un pueblo con voluntad propia, que reaccionaba alas iniciativas del legislador y en última instancia tomaba las decisiones. Loshechos de Esdras y de Nehemías culminan en un nuevo pacto entre Dios eIsrael, no entre Dios y el autor. Por esa razón el estilo autobiográfico tiende aun objetivo nuevo, el relato de la formación de una comunidad establecidano sobre bases autocráticas, sino sobre el principio del pacto entre Dios y el

pueblo por intermediación de un reformador que paradójicamente debía suspoderes al rey de Persia. En Esdras y en Nehemías una forma autobiográficadestinada en principio a ensalzar a un individuo se utiliza para narrar el na-cimiento de una nueva organización políticoreligiosa.

Naturalmente, el origen de la historiografía griega debemos enfocarlo desdeotro ángulo.

El primer geógrafo griego, Escílax de Carianda, estaba al servicio de Daríoen sus exploraciones de la región del Indus (Heródoto, Libro IV, 44), pero esposible que después haya ido a Atenas.15 El primer estudioso crítico de ge-

nealogías y descripciones geográficas, Hecateo de Mileto, se rebeló contraPersia. Heródoto mismo nació en el Imperio persa. La exploración geográficay etnológica que caracterizó los comienzos de la historiografía griega (el inte-rés por pueblos extranjeros, costumbres diferentes, descubrimientos geográ-ficos) se originó en el Imperio persa y fue facilitada por el Imperio mismo. Enel caso de Escílax, Persia pagó la exploración. En esas circunstancias se tuvoconciencia de las diferencias entre las tradiciones griegas y las orientales, no

13 G. von Rad, Zdt schr. Al tt estam. Wi ss., 76,1964, pp. 176-187.

14 E. Meyer, Papyr usfund von Elcphanti nc,  p. 99; A. Cowley, Aramaic Papyri ,  p. 248; E. G. Kraeling, The Brooklyn M uscum A ramaic Papyri , 1953, p. 29.

15 H. Bengtson, Historia, 3 ,1954, pp. 301-307, es fundamental. Sobre los griegos en Persia véase  G. M. A. Richter, Amer. Joum . Ar ch., 50,1946, p. 16; C. Nylander, ibid., 69,1965, p. 49. [Véase ahora A. Momigliano, The Dcvelopmcrt l o f Grcek Biography, Cambridge, Mass., 1971.]

ELEMENTOS ORIENTALES EN LA HISTORIOGRAFÍA JUDÍA 33

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siempre beneficiosas para las griegas. Mecateo descubrió que los cuentos eleios griegos eran muchos y ridículos, y fue humillado por los sacerdotes egip-

cios cuando recitó, en el estilo habitual de los aristócratas griegos, el árbolgenealógico que lo ligaba, con 15 generaciones intermedias, a un dios (Heródoto, Libro II, 143).

Heródoto a su vez organizó toda su exploración etnográfica en relacióncon la guerra entre Persia y Grecia y explicó ¡a victoria de los griegos por lasuperioridad de su modo de vida, y en especial por la democracia de Atenas.

Para Hecateo y Heródoto el contacto con el imperio persa fue sobre todouna experiencia de redescubrimiento crítico de su tradición nacional en com-paración con otras tradiciones. En las mismas condiciones, y con el ejemplodirecto de los griegos, un historiador lidio que escribía en griego, Janto deLidia, hizo una exploración similar de su propia tradición nacional. Igual queen el caso de Esdras y de Nehemías, aunque en formas completamente dis-tintas, el contacto con Persia reavivó la conciencia nacional.

La atmósfera de vigorosa iniciativa personal que Persia despertó y en partealentó quizá fue la causa de que Heródoto prestara atención —y se suponeque también Escílax y Hecateo— a experiencias personales propias y ajenas.Sabemos que Escílax escribió la biografía de Heráclides de Milasa, que fuetirano bajo el régimen persa y más tarde (al parecer) luchó contra los persasen la batalla de Artemisium. En realidad, la obra de Heródoto carece del tonode una memoria autobiográfica y con seguridad la de Hecateo también debehaber carecido de él. Los recuerdos personales o los juicios en primera perso-na son relativamente raros (aunque son muy significativos cuando aparecen).Hay otras razones para creer que el gusto por la biografía, que es tan cons-

picuo en Heródoto, proviene del Oriente. Heródoto no tiene muchas historiaspersonales sobre los griegos de Grecia; ni siquiera los héroes más interesantesde las Guerras Médicas tienen biografía. No hay relato sobre Temístccles. Esclaro que el ambiente griego de Atenas o Esparta no proporcionaba a Heró/doto el material necesario. ¡En cambio la sección oriental de su historia es ricaen narraciones biográficas. En algunos casos no cabe duda de que la historiase remonta en realidad a una tradición familiar o incluso a relatos autobio-gráficos del protagonista. Por desgracia, la biografía del tirano de Milasa,Heráclides, se ha perdido por completo; fue escrita, como se ha dicho, porEscílax de Carianda, y debe de haber sido un modelo de tales experimentosgrecopersas. Sin embargo, varios episodios de Heródoto pueden darnos unaidea de cómo era: un ejemplo conocido es la historia de Democedes en el Li-bro III. Democedes, médico en la corte persa, como lo sería 100 años despuésel historiador Ctesias, explotó su posición para regresar a su tierra natal, igualque Nehemías aprovechó su posición de copero. Confirma la autenticidad de\la situación una de las inscripciones autobiográficas egipcias, que habla de losbeneficios que derivaron para un templo egipcio de la intimidad del pro/togonista, que también era médico, con el rey de Persia.16 Democedes, igual

16 E. Otto, Di c biographischcn Inschri ft cn der dgypt i schen Spat zei t,  1954, p. 169 (inscripción dUdjahorresnet de la época de Cambises y Darío).

34 ELEMENTOS ORIENTALES EN LA HISTORIOGRAFÍA JUDÍA

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que Nehemías, tenía una misión política, pero difería de Nehemías en que sulealtad estaba dividida: el apego nostálgico a su natal Crotona lo hizoabandonar al rey de Persia. La información de Heródoto debe remontarsedirecta o indirectamente a un relato narrado por Democedes. Sólo Democedespodía hablar de las enfermedades de Darío y Atosa, que marcaron el comien-zo de su exitosa carrera. Un poco más adelante en el mismo libro Heródotocuenta otra de sus historias más aventureras, la de Zopiro que entregó a Daríola ciudad rebelde de Babilonia. Implícitamente Heródoto indica (Libro III,160) que conoció la historia por un. nieto de Zopiro que había huido a Atenas.

Ya Ctesias discutió la veracidad de esa historia, pero eso no nos interesa.17También en este caso hay una anécdota personal con fondo político que seubica en la frontera grecopersa, y proviene de personas que habían vivido enPersia o que eran persas. Es significativo que dos de las pocas historiaspersonales relatadas por Tucídides sean también historias de la fronteragrecopersa: las aventuras de Pausanias en Bizancio y la fuga de Temístocles.Más tarde la aventura personal se formalizaría en un patrón tradicional debiografía o memoria, mientras que Ctesias exageraría sus aspectos de irres-ponsabilidad y ficción. Sería interesante saber más sobre las memorias auto-biográficas de Ión de Quíos, quien nos ha transmitido algunos detallesfascinantes sobre su amigo Sófocles. ¿Qué modelo, si es que lo hubo, pudohaberlas inspirado?18

Por el momento basta con señalar que, dentro del Imperio persa, los griegosestaban empezando a adquirir un conocimiento científico de la geografía yde ios rasgos de su propia historia, y a interesarse en acontecimientos perso-nales de índole política. Tal vez por el contacto con los persas y otros pueblosorientales, su capacidad de expresarse autobiográficamente, yá demostradaen la poesía, estaba aumentando.

ELEMENTOS ORIENTALES EN LA HISTORIOGRAFÍA JUDÍA 35

Antes de concluir, hay otro aspecto que merece al menos mencionarse.El Estado persa era burocrático y cuidaba sus archivos. Ya Heródoto(Libro III, 128; cf.  Libro I, 99), en forma implícita, y Helánico (178 Jacoby),explícitamente, sabían que los reyes persas se comunicaban por cartas. Losdocumentos citados en los Libros de Esdras y de Nehemías son de origenpersa y presuponen archivos de algún tipo, aunque no muy bien ordenados(Esdras, VI, 12). Después de los estudios de Eduard Meyer, Elias Bickerman(c¡uem honoris causa nomino) y otros, ya no se puede dudar de la autenticidadde esos documentos.19Es probable también que en cuanto a citar documen

Cf. F. M. T. de Liagre Bóhl, Bibl. Or iai t ., 19, 1962, pp. 110-114, pora un examen reciente. Los varios y muy penetrantes estudios de J. Morgenstern sobre la significación del año 485 a.c. para  ia historia de los judíos (indicaciones en Hebrcw Uni on College Annual , 31,1960, pp. 1-29) no me convencieron

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tos el Libro de los Macabeos haya seguido ei ejemplo de los Libros de Esdrasy de Nehemías, igual que después Flavio Joseío seguiría el ejemplo del Librode los Macabeos. En la historiografía judía posterior al exilio el uso liberal dedocumentos refleja, directa o indirectamente, la importancia que el Estado

persa y sus sucesores atribuían a los documentos para establecer derechos. Esposible que ya las crónicas persas citaran documentos, si podemos guiamospor la incierta interpretación de Esdras, ÍV, 15:"[...] para que se investigue enlas memorias de tus padres [...]". Pero incluso si las crónicas persas no in-cluían citas textuales de documentos, de todos modos la historiografía judíarefleja las condiciones de una organización política en que los documentoshabían adquirido particular importancia.

Pero el origen del uso de documentos en la historiografía griega del siglo va.c. sigue siendo un problema sin resolver. Los primeros historiadores grie-gos que han llegado hasta nosotros no parecen haber tenido mayor interés en

el uso de documentos de archivo para reconstruir acontecimientos de la his-toria griega. Si es que realmente existió un auténtico decreto de Temístoclespara la evacuación del Ática, Heródoto no se molestó en citarlo. Heródotousaba como mejor podía traducciones o presuntas traducciones de inscrip-ciones orientales, como la de Sesostris (Libro II, 106) o la de las pirámides(Libro II, 125). Además, utilizaba documentos de origen persa cuya naturale-za no es fácil definir, como la lista de Satrapías (Libro III, 89 ss.),  la des-cripción del sistema de caminos persa (Libro V, 52) y la información sobre lastropas de Jerjes (Libro VII, 61 ss.). No parece citar ninguna carta auténtica de

un soberano oriental: la carta de Amasis a Polícrates del Libro III, 40, es partede la historia del anillo de Polícrates. Es imposible decir si usos burocráticoso historiográficos orientales influyeron en la manera en que Heródoto usó los.documentos.20

Lo mismo se aplica a Tucídides. Es curioso que de los 11 documentos quecita palabra por palabra, en cinco el contenido sea grecopersa: las dos cartasintercambiadas entre Jerjes y Pausanias (una tal vez auténtica, la otraseguramente falsificada) y las tres versiones del acuerdo espartanopersa de411. Pero es imposible decir si Tucídides seguía el ejemplo de algún historia-dor jonio, cuyo interés en los documentos de archivo podría provenir a su vez

de modelos persas. Ciertamente, los documentos de archivo son raros entrelos historiadores griegos, a tal punto que eminentes estudiosos de la histo-riografía, como E. Schwartz y Wilamowitz, han propuesto, o más bieninventado, una ley estilística que impediría citar textualmente documentos; y

20 Para un cuidadoso análisis del material, cf.  H. Volkmann, Conviv ium   ("Festschrift Ziegler"), Stuttgart, 1954, pp. 41-65, y también A. E. Raubitschek, "Herodotus and the Inscriptions", Bul l . Inst . Class. Studi es,  8, 1961, pp. 59-62. Según Dionisio de Halicamaso — De  Thucyd.  5— los primeros historiadores griegos usaban textos conservados en archivos: T. S. Brown, A ni . Hist. Rcview, 59,195 4, p. 938, es escéptico sobre esa afirmación inverificable. No voy a discutir aquí el problema de si las escasas citas de documentos griegos de Heródoto y  Tucídides reflejan la escasez o incluso la inexistencia de archivos en las ciudades griegas. No  conozco ningún estudio adecuado de archivos griegos de la época antigua y del siglo v a.C. Cf. sobre Atenas A. R. W. Harrison, Joum. Hel l . Studies, 75, 1955, pp. 26-35, y la bibliografía citada.  (Véase ahora E. Posner, Archiv es in the Aucicnt World, Cambridge, Mass., 1972.)

36 ELEMENTOS ORIENTALES EN LA HISTORIOGRAFÍA JUDÍA

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ELEMENTOS ORIENTALES EN LA HISTORIOGRAFÍA JUDÍA   37

explican lo que consideran la excepción de Tucídides por el carácter incom-pleto y provisional de su texto. Subsiste el hecho de que no sabemos en quécircunstancias y bajo qué influencias los historiadores griegos empezaron acitar documentos de archivo.21En la historiografía novelada de antecedentesorientales la cita de documentos o seudodocumentos parece haber sido frecuente, como confirmó harp pocos en os un. pe.piro de Ox i riñe o en el ceso deCtesias (Pap. Ox. 2330 = Ctesias Fr. 8b Jacoby). En suma, es. legítimo pregun-tarse si los primeros historiadores griegos aprendieron de los persas, directao indirectamente, a citar el texto de documentos de archivo. Pero no és posi-ble dar ninguna respuesta.

En conclusión:2) Desde luego, elementos de narrativa histórica orientales, y en particular

persas, penetraron tanto en la historiografía judía posterior al exilio como enla historiografía griega del siglo v a.c.

2) Los memorialistas judíos del siglo v a.c. —Esdras y Nehemías— hacíaneco a ciertos motivos estilísticos y religiosos de las inscripciones autobiográ-ficas orientales, incluso persas; pero su inclinación políticorreligiosa era másbien una reacción al egotismo de esas inscripciones autobiográficas y revelauna concepción diferente de la vida colectiva.

3) El contacto con el mundo persa hizo a los griegos más conscientes tantodel mundo que los rodeaba como de su propia herencia cultural: fue uno delos estímulos que crearon la historiografía griega. Además, es probable quenarraciones autobiográficas orientales como la de Zopiro, o grecoorientalescomo la de Democedes, hayan intervenido en la definición, y quizá incluso enla creación, del interés de los historiadores griegos por las biografías de.políticos.

4) En el uso de documentos de archivo los historiadores judíos por supues-to recibieron influencia de Persia. El origen y las limitaciones del uso de do-cumentos por los primeros historiadores griegos —y en particular de su usode documentos de archivo— no tienen explicación hasta el momento. En esecontexto, tampoco podemos excluir la posibilidad de influencias persas, porlo menos en Heródoto.

21 Bibliografía en A. Momigliano, "La composizione della storia di Tucidide", M em. Accad. Torino,  67, 1930, pp. 32-41, y C. Meyer, Di e Urkunden im Geschichtswcrk des Thukydi des, Munich, 1955. Sobre el tema del artículo cf. ahora también V. Martin, M us. Hclvet., 22,1965 , pp. 38-48.

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62 ATENAS EN EL SIGLO 10 A.C. Y EL DESCUBRIMIENTO DE ROMA

L. Raderraaacher, Rhein. Mus.,  52, 1897, pp. 412-419 {origen de la retórica); F.Reuss, Phtlologíis, 45,1886, pp. 271-277 (Aristodemo de Cumas), y una opinióncontraria -en W. Christ, Sitz. Baya'. Ále, 1905, í, pp. 59-71. Sobre la reputaciónde Timeo en épocas posteriores, J. Geffcken, Timaios' Geographie des Westens, 

1892, pp. 177-185, sigue siendo fundamental.Además, M. Sordi, I Rapporti Romano-Ceriti, Roma, 1960, pp. 143-182; F. W.’.'Vrtnjru ik, jouTn. F.Oiii. Studies, 52,1962, pp. 3 y 53,1963, p. 3; uiem, M¡scelluñca di Studi Alessandrini in memoria di 4 . Rostagni, Turín, 1963, p. 203; M. A. Levi,ibid., P. 195.

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El  22 d e   junio del año 168 a. c., en poco más o menos una hora, la falangemacedonia fue aniquilada cerca ele su patria, en los campos de Pidna, por laslegiones romanas. Ya no había en el oriente griego ninguna fuerza organiza-da capaz de detener a los vencedores., La antigua monarquía de Macedoniafue dividida en cuatro repúblicas, vasallas de Roma, y su clase dirigente fuesistemáticamente desarraigada. Los habitantes del Epiro, que habíanapoyado a sus vecinos, fueron vendidos como esclavos y sus poblacionesarrasadas.

Los "aliados" de Roma que habían mostrado menos entusiasmo del debi-do durante la campaña fueron castigados. El más importante de los Estadosgriegos, la Liga Aquea (que incluía a Arcadia), tuvo que entregar a 1 000jóvenes de su clase alta, lo que significaba la mayor parte de ella.

Los 1000 rehenes aqueos fueron distribuidos entre las ciudades de Italiacentral. Algunos lograron escapar, pero la mayoría quedó en Italia consu-miéndose. Cuando 17 años después se autorizó a los 300 sobrevivientes aregresar a Grecia, Catón el Censor  comentó que ya no había peligro si se lesdejaba al cuidado de sepultureros griegos.

Sólo uno de los 1000 se había destacado por sus propios méritos en esos 17años, y lo había hecho al servicio de los romanos. Polibio, nativo de Megalópolis en Arcadia, era hijo de Licortas, uno de los políticos aqueos que nuncahabían abrazado sinceramente la causa de Roma. Como comandante de lacaballería aquea durante el año 169, había sido de una eficacia muy modera-da al auxiliar a los romanos contra los macedonios, pero cuando llegó a Italiaen 167, a los 32 años de edad, más o menos, fue aceptado pronto por la clasealta romana, obtuvo una autorización excepcional para residir en la urbe, sele concedió libertad para viajar y se convirtió en tutor no oficial del futurodestructor de Cartago, Escipión Emiliano (hijo de Paulo Emilio, el vencedorde Pidna y nieto por adopción del general que había derrotado a Aníbal).

No es sorprendente que los romanos lo apreciaran, porque Polibio erahombre de talento: un historiador incipiente que ya había escrito una bio-grafía encomiástica del dirigente aqueo Filopémenes, y a la vez un expertomilitar al que se acreditan varias invenciones técnicas, competente geógrafoque se convirtió más tarde en audaz explorador y un agente secreto brillante.El propio Polibio cuenta cómo ayudó al príncipe sirio Demetrio a huir deRoma y recuperar el trono. No agrega lo obvio, o sea que lo hizo por cuenta*

* Publicado en The New York Reviexv o/Books, 21 ,12,18 de julio de 1974, pp. 33-35, como reseña de F. W. Walbank, Palybius, 1972.

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LA PIEL. DEL HISTORIADOR64

de un grupo senatorial. Estuvo en el sitio de Cartago con Escipión EmiliaCuando los macedonios y los aqueos, que habían intentado una rebelión morganizada contra Roma, fueron definitivamente aniquilados en 146, Poliaconsejó sobre la reorganización de Grecia.

Podemos creerle cuando afirma que logró obtener concesiones de los manos en beneficio de los griegos. No deben de haber sido muy importanpuesto que Corinto, centro de ¡a rebelión, fue saqueada y reducida a escobros. Como Grecia no volvería a ser libre hasta el año 1827 cl.c., Poübio tutiempo de hallar compatriotas que apreciaran lo que había hecho por ellEn el siglo il d.c., el viajero y anticuario Pausanias vio muchos monumenen honor de Polibio. Uno de ellos proclamaba que "Grecia no habría caídohubiera obedecido a Polibio en todo, y cuando le llegó el desastre la únayuda provino de él". Otro, un poco más realista, en su inscripción alababPolibio porque "recorrió todas las tierras y los mares, se hizo aliado de

romanos y contuvo su ira contra los griegos".Polibio debe de haber comprendido instintivamente el estado mental

aquellos aristócratas romanos que, aunque helenizados en su cultura, dicaban buena parte del tiempo al saqueo y la destrucción de centros de clización. En uno de los pocos detalles autobiográficos que su historia pporciona, se nos dice que fue un común interés por los libros lo que pusPolibio en contacto con Escipión Emiliano, qué tenía entonces 18 años, y hermano mayor. Es posible que se tratara de los libros del rey de Macedonque Paulo Emilio llevó a su casa de Roma como parte del botín. La amistcon Emiliano se convirtió en amor platónico, y Polibio desempeñó con tim

dez el papel de Sócrates frente a un Alcibíades mejor. Veinte años despuPolibio estaba junto a Escipión Emiliano cuando éste contemplaba el incdio de Cartago. Con lágrimas en los ojos, "volviéndose a mí y tomándomemano, Escipión dijo: 'es un momento glorioso, Polibio, pero tengo el sombpresentimiento de que algún día la misma condena caerá sobre mi proppatria'".

Tras concluir que era absurdo cuestionar el ascenso de Roma a potenmundial, Polibio veía a sus amos con bastante agudeza para comprendque gobernar el mundo era una ocupación problemática. Tanto más si pertenecía a una aristocracia como la romana, para la cual la gloria sólo ereal si los antepasados de uno habían contribuido a ella y se podía espeque las generaciones futuras participaran de ella. Esa comprensión hiinmediatamente de Polibio un buen educador y consejero cíe dirigentes manos. No habría~~Bastado para nacer de él un excepcional historiador dimperiairsmo romano si no hubiera tenido el apoyo de un penetrante estudide los medios con quése~gana y se pierde el poder!

Hubo cuidado y orgullo profesionales efTTa forma en que Polibio prepasu obra histórica. Incluso sugirió que una de las ventajas de la nueva situacipolítica era que dejaba a los griegos más tiempo libre para las actividadintelectuales. Creía en el uso dé la inteligencia para fines~prácticos; cier

mente no imitaría las narraciones emotivas y sentimentales de su predeces

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LA FIEL DEL HISTORIADOR   ftS

Filarco, ni se satisfaría —a diferencia del primer gran historiador griego deRoma, Timeo, un siglo antes— con lo que podía aprender en las bibliotecas.La experiencia directa de la guerra y la diplomacia, el conocimiento deprimera mano de lugares y hombres, una habilidad consumada para interro-

gar y contrainterrogar testigos, y finalmente una sobria investigación de lascausas, con el debido respeto por la suerte y el azar, eran las cuaüdades quePolibio atribuía a su trabajo. Sus páginas densas y a veces jactanciosas refle-

 jan el malestar con que escribía para dos públicos: los lectores griegos, másrefinados pero no por fuerza más favorables, y el selecto pero nada homogé-neo grupo de señores romanos helenizados, que no se caracterizaban por larapidez de su comprensión.

La educación de Polibio en Arcadia había sido obviamente muy buenasegún las pautas locales, aunque no tenía nada de la sutileza alejandrina. Co-nocía sus historiadores, especiaIrrver?tir^_T'ucícl ictes, y es"posible que hubieraleído algo de Platón y de Demóstenes. Sin embargo, para él la Atenas delsiglo v era un mundo democrático distante y sin atractivos: podemos inclusopreguntar si habría leído una tragedia o una comedia ateniense completa.Tenía el vigor de un entusiasta cazador y jinete. Desde su llegada a Italia en167 hasta su muerte a los 82 años por una caída de caballo, c. 118 a.c., trabajóen la historia del ascenso de Roma a potencia mundial, a partir del año 220a.c. La planeó primero en 30 libros, para llegar al año 168 a.c. (siendo los li-bros 1 y 2 una introducción a los acontecimientos entre 264 y 220 a.c.); des-pués la amplió a 40 libros para incluir los sucesos de 168 a 145 a.c., y explicóen un segundo prefacio (libro 3) que eso era necesario a fin de juzgar al go-bierno romano por sus efectos. Por último, escribió un relato separado de la

guerra romana en España que terminó con la caída de Numancia en 133 a.c.,el último triunfo de Escipión Emiliano. Un tratado sobre tácticas podría per-tenecer (igual que la vida de Filopémenes) al periodo aqueo anterior al exilio.

La idea más original de Polibio era que la virtual unificación del mundoconocido bajo Roma hacía posible y a la vez necesario un nuevo tipo de his-toriografía. Por primera vez un historiador podía escribir auténtica historiauniversal con un tema unificado: el ascenso de Roma a potencia mundial,. Loque Éforo en el siglo rv había presentado como historia universal no era paraPolibio más que un conjuntó de historias particulares. La nueva épocarequería una nueva historiografía, y esto a su vez implicaba nuevas técnicas

narrativas para registrar la simultaneidad de los acontecimientos. Jbrápréciso'mantener estrictamente la cronologíá~y correlacionar los accmtecirnientosocurridos en áreas diferentes sin confundir a los lectores que no cttSpüñílüYde'mapas.

La estructura de la historia de Polibio ha sido analizada en forma muy sa-tisfactoria por el estudioso más capacitado para hacerlo. El profesor F. W.Walbank, como autor de un monumental comentario acerca de Polibio (delque han aparecido ya dos volúmenes y el tercero y último se encuentra enuna etapa avanzada de preparación), tiene un conocimiento excepcional deloficio de Polibio. La invitación a dar las Conferencias Sather en Berkeley en

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1971 le dio oportunidad de presentar un panorama general del arte históco de su autor. Su hincapié en el oficio de historiador difiere dei estilo subtivo de análisis históricos que los brillantes libros y artículos de Sir RonaSyme pusieron de moda entre los estudiosos de la historiografía antigua. Sy

atribuye sus propios gustos y estados de ánimo al historiador que estudsus imágenes de Tucídides, Salustio, Tito Livio, Tácitoy^Tanonímo^autoria Historia Augusta  nenen urTcornúnlaeñorñmador que es ei propio SymWalbank, en cambio, nunca se identifica con Polibio: se mantiene a distane incluso acentúa sus oscuridades y debilidades lógicas. Si comparamos subro con un equivalente francés aparecido hace algunos años (?. Pédech,méthode historique de Polybe,  París, 1964), inmediatamente se nota que Wbank es mucho menos sistemático, y por consiguiente más afín a¡ espírituPolibio.

Walbank llega incluso a ver una ruptura en la continuidad de los interehistóricos de Polibio, y por lo tanto en su método de trabajo. En el plan orinal de 30 libros Polibio tenía una tesis clara que iba a exponer —cómo Romalcanzó el poder—, mientras que los últimos 10 libros, según WalbañKTcacen dlTcrmKrtÜTry equivalen a memorias personales. Lo único que da cohrencia a los últimos 10 libros es el apoyo incondicional a la política romanincluyendo la destrucción de Cartago y de Corinto.

Lo que quiero insinuar [dice Walbank en su conclusión] es que Polibio escribió sHistorias principales estimulado por una idea, pero los 10 últimos libros los

cribió sobre todo porque disponía de material y una historia personal que relataLas Historias se concentran inicialmente en Roma. Terminan concentrándose Polibio, lo que es quizá un anticlímax, pero arroja alguna luz sobre el hombre qlas escribió.

Aquí tal vez haya espacio para discrepar, tanto sobre la función de los últimos libros como sobre la actitud política que representan. Pronto veremque la cuestión se refiere a todo el enfoque histórico de Polibio.

Dos circunstancias hacen muy ardua la interpretación del pensamiento

Polibio; la primera se refiere a la transmisión de su obra, la segunda a la nturaleza misma deesa obra.Los lectores griegos nunca consideraron a Polibio de la misma clase q

Heródoto, Tucídides y Jenofonte. Un influyente crítico griego (Dionisio Halicarnaso, quien reconocía que para él Polibio era en cierto modo un rivpese a que hacía un siglo que había muerto) catalogó su Historia entre lobras que nadie es capaz de leer hasta el final. En una tradición literaria que el estilo era lo primero, sus frases pesadas y torpes eran una desventaPero el principal obstáculo para alcanzar la popularidad era el tema mismuna cosa era que los griegos reconocieran que Polibio había sido un ben

factor, y otra muy distinta tener que leer cómo Grecia había sido esclavizadLos romanos cultos estaban en la situación opuesta, y por eso durante

gún tiempo estudiaron atentamente a Polibio. Fue la principal fuente de T

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Livio para el periodo 220146 a.c. Como muestra Cicerón, ¡a interpretaciónde Polibio del Estado romano como una constitución mixta y su teoría ge-neral sobre el ciclo de las formas ele gobierno atrajeron mucha atención enRoma. Pero después de Augusto la aristocracia romana perdió gradualmenteinterés por los problemas que habían preocupado a Polibio y el conocimiento

del griego decayó en Occidente. Por último, la supervivencia de Polibiodependió de ios lectores de griego orientales de! periodo bizantino.Allí las reacciones (hasta donde alcanza nuestro muy incompleto conoci-

miento de los hechos) fueron variadas. En los siglos vi y vn Polibio tuvo mu-chos admiradores. Zósimo, que era pagano, lo tornó como modelo para suhistoria de la decadencia de Roma, que él atribuía a la propagación del cris-tianismo. Pero la república romana no era el tema histórico más apremiantepara los lectores bizantinos tardíos. La obra de Polibio resultaba interesan-te sobre todo como una serie de ejemplos para militares, diplomáticos y re-tóricos.

Cuando los manuscritos de Polibio fueron llevados de vuelta a Europaoccidental en el siglo xv, sólo se conservaban íntegros los cinco primeros li-bros. Incluso el fundamental libro sexto sobre la constitución romana estabamutilado. Algunos libros (entre ellos el último) se habían perdido por com-pleto. El restó se transmitía parcialmente en una antología de los libros 116 y18 y en las secciones de los resúmenes hechos por Constantino VII que ha-bían sobrevivido a su vez. Se ha calculado que tenemos alrededor de untercio del texto original. Las lagunas más lamentables están en los libros 3140, que contienen la opinión de Polibio sobre las consecuencias del imperia-lismo romano después de 168 a.c. Buena parte de los desacuerdos entre losestudiosos modernos se debe a nuestro insuficiente conocimiento de los últi-mos escritos de Polibio.

Sin embargo, la mayor dificultad para la interpretación de Polibio es quenuestro juicio acerca de él depende de nuestra apreciación del imperialismoromano, y nuestra interpretación del imperialismo romano depende denuestra opinión sobre Polibio. Las inscripciones y los relatos posteriores sinduda son útiles para comprobar lo que Polibio dice, pero él es el único testi-go de su época que tenemos y muy probablemente el único dé sus contem-poráneos que se tomó el trabajo de reunir los hechos de la conquista romanay de reflexionar sobre ellos con persistencia y agudeza. ¿Es posible salir deese círculo vicioso?

El campo de investigación de Polibio está bastante bien definido por unacadena de suposiciones implícitas o explícitas. La suposición de que la nece-

sidad de Roma de gobernar era natural y como tal no debía ser puesta en telade juicio dependía de la otra suposición de que las conquistas no provocaronningún conflicto de intereses serio en la sociedad romana, A su vez, él (su-puesto) que.no hubiera conflictos se explicaba por la creencia de que Romatenía una constitución particularmente estable. A esas alturas Polibio em-pezaba a proceder en forma analítica. Describía el Estado romano como unaconstitución heteróclita que no degeneraría con facilidad. Mostraba en

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detalle cómo los dirigentes romanos manejaban bien ¡os asuntos de su paímientras que sus oponentes caían en todas ias trampas posibles, con excepción de Aníbal, un gran hombre que, sin embargo, no pudo salvar a sus volubles conciudadanos.

La religión era uno ele los medios que ia aristocracia romana tenía en su

manos para controlar a las masas. Polifcic no vacilaba en reconocer un erroromano cuando lo veía. Incluso admitía que la conquista romana de Cerdeña, de la que ya había pasado mucho tiempo, era manifiestamente injustaAfirmaba que en teoría y en la práctica el sistema romano era más elástico a fin de cuentas más eficaz que cualquier otro sistema político. Pocos podríanegar que tenía razón.

La posición de Polibio habría sido inobjetable si él, como griego, no hubiertenido necesidad de convencerse de que lo que los romanos habían hecho erbeneficioso para los conquistados, tanto como para los conquistadores. Eso ecierto sentido no era demasiado difícil. A estas alturas debe ser evidente quPolibio era uno de esos griegos que, puestos a elegir entre reformas sociales el gobierno romano, elegían sin vacilar a los romanos. Pero después de 168 lsituación había cambiado. En la década 156146 a.c. la oposición de los demócratas griegos a Roma se había hecho cada vez más radical, con la liberacióde los esclavos y una moratoria para las deudas, y había vuelto a oírse eantiguo clamor por la redistribución de la tierra. Por eso Polibio trataba dlocos a los que se rebelaban contra Roma: "el país entero fue presa de un atque de locura sin paralelo, con gente arrojándose a pozos y precipicios". Etaba demasiado indignado para detenerse a considerar que los macedoniomucho más tradicionalistas y conservadores, compartían ese odio contrRoma.

Pero la destrucción de Corinto y el arrasamiento de Cartago no eran sucesoque un hombre civilizado pudiera ver con indiferencia imputando locura las víctimas. Como agente romano, Polibio debía considerar también lo qupodían pensar de Roma los sobrevivientes de las matanzas de 146 a.c. Partde su realismo (y del realismo que atribuía a los romanos) consistía en tomaen cuenta la opinión pública. Tampoco era ciego a la coincidencia de la creciente inquietud de macedonios, griegos y cartagineses antes de 146 a.c. cola actitud cada vez más despiadada de los romanos. Sabía y declaró que loromanos habían decidido eliminar a Cartago mucho antes de que los cartagneses les dieran "el pretexto adecuado que parecería decente a las demánaciones".

Esto explica por qué se tomó tanto trabajo para registrar extensamente lareacciones de los griegos ante la destrucción de Cartago. Anotó cuatro, opniones diferentes de los griegos. Con gran habilidad, colocó las opiniones segunda y tercera, que son una aplastante denuncia de la crueldad y traiciónde los romanos, entre ias opiniones primera y cuarta, que consideran necesarias las acciones romanas, o por lo menos comprensibles. Como la cuartopinión en sustancia repite los argumentos legalistas de la destrucción dCartago que en otra parte Polibio califica de mero pretexto, no puedo creer

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LA PIEL DEL HISTORIADOR 6?

como el profesor Walbank, que ésa sea ia justificación personal y última dePolibio en cuanto a la destrucción de Cartago.

En realidad, ninguna de las cuatro opiniones puede ser identificada comode Polibio. El objeto de todo el debate es destacar la enormidad del hecho

mismo, señalando las reacciones de la opinión pública griega ante una gue-rra que no afectaba directamente a los griegos. Si Polibio hubiera presentadoun debate similar sobre la destrucción de Corinto habría puesto en peligro supropio pellejo, que no era el propósito de su obra histórica. Pero al menos suslectores griegos habrían observado que antes había condenado la destrucciónde una ciudad griega por ios macedonios con la frase: "los buenos no debenhacer la guerra a los malhechores para destruirlos y exterminarlos" (5,11,5).

El círculo vicioso por el cual nuestra comprensión de Polibio depende denuestra comprensión del imperialismo romano y viceversa se rompe en

cuanto percibimos su verdadera posición. Polibio estaba atrapado en elsistema que intentaba describir. No era libre, en el sentido menos metafísicode la palabra. No estar de acuerdo con Roma significaba la muerte. Pero porel simple esfuerzo de estudiar las causas y las consecuencias de las victoriasde sus amos, Polibio se eral un espacio. Nunca aceptó sinceramente a los ro-manos. No confiaba en su helenización. Pinta la adopción de costumbresgriegas por la joven generación romana en forma hostil. Simpatiza con loschistes de Catón sobre los romanos que escribían en mal griego, como si es-tuvieran obligados a hacerlo por mandato de juez. Parece no darse cuenta deque ante sus propios ojos, y con el patrocinio de sus propios amigos, escrito-

res romanos de talento estaban utilizando modelos griegos para crear unaliteratura original en latín. Polibio no estaba en absoluto convencido de quela conquista de Grecia mejoraría la mentalidad de sus conquistadores.

Si bien raras veces podemos comprobar mediante testimonios indepen-dientes lo que nos dice sobre sus contemporáneos, hay por lo menos dos he-chos básicos que Polibio subestima. Uno es la conquista romana de España yotro la organización romana de Italia. En ambos casos podemos sospecharque sus preocupaciones y sus prejuicios de griego lo indujeron a error.

Polibio visitó el norte de Italia, el sur de la Galia y España, y seguramenteestaba al tanto de los esfuerzos que los romanos estaban haciendo allí. No

podía saber, como sabemos nosotros, que los romanos tardarían dos siglos(ii y i a.c.) en dominar completamente España y que la conquista de Españapropiciaría la ocupación de la Galia, con la consiguiente destrucción de lacultura céltica en la Europa continental. Pero en la época de Polibio ya eraevidente que después de la eliminación de los cartagineses España ya ncpodía representar ni siquiera un remoto peligro para Roma. La decisión depermanecer en España y dominarla fue una combinación de consideracioneseconómicas (minas que explorar y tierras que colonizar) y de placer ins-tintivo en el poder.

Los romanos nunca se molestaron en aprender las lenguas nativas de España y de la Galia, y nunca se interesaron por el arte celta e ibérico. No sthallaban frente a una lengua y una cultura que conocieran y respetaran

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70 LA PIEL DEL HISTORIADOR

como en el caso de Grecia. Pero si había un incentivo para saquear y asesina gusto, también había un peligro de desmoralización del que los propios manos pronto se dieron cuenta. Para combatir la corrupción en el gobierno

las provincias hispanas primero instituyeron tribunales especiales contramalversación en 149 a.c., y hay otros indicios de preocupación por el coDortamiento de sus peñérales en la nenínsnla ibérica. Á menos cine nos envoquemos debido a las lagunas del texto de Polibio, éste parece ser irisesible a los problemas que la conquista de España planteó a Roma. No hindicio de que comprendiera que la destrucción de Numancia por su amiEscipión Emiliano provocaba los mismos problemas morales que la destrución de Corinto y de Cartago.

Todavía más característico es su modo de tratar la confederación itálica, q

era la fuerza que estaba detrás de la expansión romana. Cualesquiera que hyan sido los orígenes de esa confederación, que en sus rasgos esenciales extía ya a comienzos del siglo m a.c., se basaba en una serie de tratados entRoma como Estado hegemónico y las diversas poblaciones dé la Italia centry la meridional como naciones vasallas, que suministraban a Roma una catidad fija de tropas auxiliares para cualquier guerra. A cambio de ello Romapoyaba a las aristocracias locales. La expansión del comercio italianocierta participación en la colonización reforzaban la estabilidad social.

Polibio conocía y describió los aspectos militares de esa organización, peparece ser indiferente a sus aspectos políticos y sociales. Si bien le intereparticularmente identificar las fuentes de la fuerza de Roma, pasa por altomás importante, la cooperación entre las aristocracias de Italia. Aplicó a Romun esquema constitucional griego (copiado, con modificaciones, de PlatónAristóteles) que no podía hacer justicia a la novedad de la confederacióitaliana. Consideró al Estado romano como una ciudad de tipo griego, couna constitución heteróclita controlada por el Senado.

Mommsen manifestó por esa teoría un merecido desprecio, que no ha impedido que estudiosos posteriores continúen repitiendo y divulgandoPolibio. ;Es difícil decir si fue una excesiva confianza en las teorías helénicasuna excesiva admiración por sus amigos romanos lo que hizo que Polibio suestimara la importancia política de la organización itálica.’ Estaba demasido preocupado por la política de los romanos en Oriente para estudiar con misma atención sus problemas y sus logros en España y en Italia.

Las limitaciones de Polibio como historiador de la Roma antigua —su ecesiva confianza en la teoría de la constitución heteróclita, su hincapié en ltécnicas militares, su preferencia por el Oriente civilizado— fueron las que ganaron la admiración de políticos y militares del Renacimiento. Los'hombres que entre las ruinas del sistema feudal estaban buscando una nueva mquinaria política y militar estaban deseosos de recibir todo el asesoramien

posible de los pensadores clásicos. Lo sorprendente no es que eso haya ocrrido, sino que se haya prolongado por cuatro siglos. Polibio fue uno de loprimeros explotados y uno de los últimos en ser devuelto, después de explotación, al museo de la filología clásica. Fue llevado de nuevo a Europ

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LA PIEL DEL HISTORIADOR 71

occidental por el futuro secretario de la república florentina, Leonardo Bruñí,alrededor de 1418. Llegó a ser un modelo de historia militar y política antesde que Tucídides fuera conocido. Un siglo después Maquiavelo utilizó a Po-libio (a quien no podía leer en el original) por sus teorías tanto instituciona-

les corno militares. A mediados del.siglo xvi Jean Bodin se deleitó en Polibiocomo un gran maestro del conocimiento histórico.

A fines de ese mismo siglo, Justo Lipsio —un estoico cristiano que se co-deaba con protestantes y católicos sin perder el respeto de ninguno— pu-blicó su De Militia Romana, una teoría sobre el ejército moderno con base enlos lineamientos sugeridos por Polibio. Consideraba que el consejo de Polibioera particularmente útil contra los turcos, pero por supuesto no excluía su usocontra otros cristianos. El reformador militar Mauricio de Nassau, príncipede Orange (15671625), fue discípulo de Lipsio. Otro Nassau, WilhelmLudwig, hizo traducir de nuevo el relato de Polibio de la batalla de Cannas

porque la traducción latina de N. Perotti le parecía sin sentido como ejemplodé escritura técnica. La reciente publicación del "Libro de la guerra" de untercer Nassau, Johann von NassauSiegen (15611623), agrega a esta serieun documento fascinante.

La prodigiosa popularidad de De Militia Romana de Lipsio entre militaresprofesionales después fue igualada por el éxito de las Considératiqns sur les causes de la grandeur et de la décadence des Romains (1734) y de L'Esprlt des Lois (1748) de Montesquieu, quien planteó la separación de los poderes apoyán-dose en el modelo de Polibio. Es bien sabido que estudiosos clásicos de am-bos lados del Atlántico deploran desde hace tiempo que Polibio nunca hayasido reconocido como uno de los padres fundadores de los Estados Unidos de

América. Hay pruebas de que se leyó en los lugares debidos.Por desgracia, su carrera fue interrumpida por el movimiento romántico.No tenía ninguna de las cualidades que podían ganarle el afecto de la épocabyroniana: no le gustaban los rebeldes, no sentía nostalgia por sociedadesmás sencillas, entendía la religión casi exclusivamente como un medio de do-minar a las clases bajas, y escribía casi tan mal como los profesores que loestudiaban. Nuestra época, quizá por razones contradictorias, está evidente-mente volviendo a verlo con simpatía. Polibio salvó la vida y la inteligencia.Para ser más exactos, si perdió algo de su inteligencia en el exitoso esfuerzopor salvar el pellejo, le quedó lo suficiente para mantener ocupados amuchos historiadores y filósofos políticos a lo largo de los siglos posteriores.

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( VI. LA REAPARICIÓN DE POLIBIO EN EUROPAOCCIDENTAL* ^   ----------------

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Po l ibio   llegó a Italia dos veces, la primera en 167 a.c. y la segunda en unfecha que se supone alrededor de 1415 d.c. En ambos casos tuvo cierta difcultad para presentar sus credenciales. Nació demasiado tarde para ser u

clásico, y demasiado temprano para ser un clasicista; además, había comedo el imperdonable pecado de subestimar a Esparta y a Atenas, los dos pilres del clasicismo. También existía la sospecha, nunca definitivamendisipada, de que era un tanto aburrido. Sólo Dionisio de Halicarnaso (Com30) tuvo la valentía suficiente para incluirlo entre los autores que nadie lehasta el final, pero el silencio de Quintiliano fue aún más mortal. Sin embago, Catón el Censor  lo respetaba; Sempronio Aselio aprendió de él lo que erla historia pragmática; Varrón, Cornelio Nepote y Cicerón —es decir, las myores autoridades de la época cesárea— reconocieron su mérito. Tito Livio ensalzó y lo plagió. Plinio el Viejo lo citó 12 veces sobre cuestiones geográficy lo presentó como un gran viajero (Nat. Hist., V, 9). Marcelino Amiano dmuestra que Juliano el Apóstnta conocía a Polibio (XXIV, 2,16) y San Jerónimrepitió la opinión de Porfirio de que Polibio era uno de los autores necesariopara comprender la última parte del Libro de Daniel ( In Dan.,  en PL, XXV494A), y Orosio lo cita dos veces, una en lugar muy prominente (Hist., IV, 26; V ,3 ,3).

Para la reputación de Polibio en el Renacimiento, no todos esos testimoniotenían el mismo valor. El elogio de Cicerón en De república se desperdiciaben una época que de libris quidem rei publicae iam desperans,  para repetir la

palabras de Petrarca (Sen., 16,1). Sin embargo, eso mismo dio más valor a definición de Polibio por el mismo Cicerón como bomts auctor in primis en Dofficiis  (III, 32,113). De nuevo, la referencia a Polibio en Tito Livio, XLV, 419, sólo fue conocida en 1527, pero desde que Petrarca reunió las décadaprimera, tercera y cuarta de Tito Livio en el actual códice Harleianus 249—alrededor de 1329 d.c.— los humanistas sabían que Polibio era haudququain spernendus auctor  para Tito Livio (XXX, 45,5); non incertum auctorem cumomnium Romanarwn rerum tum praecipue in Graecia gestarum  (XXXIII, 10, 10Con la difusión de Plutarco en el Quattrocento, nada podía resultar más im

presionante que enterarse de que Bruto había estado trabajando arduamenten un epítome de Polibio en vísperas de la batalla de Farsalia: a%pi TT

* Polybc - Ent rcUens sur l 'A nt i qui l c Classiquc,  XX (1973), Fondation Hardt, Vandoeuvre

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éanépaq  é'ypasjje owtárccov ¿/atopniv rioA/upícn) (Brut., 4, 8). El redescu-brimiento de Pausanias agregó nuevos elementos a la gloria postuma dePolibio, pero debemos tener presente que si bien la editio princeps  de Pau-sanias por Marco Masuro es de 1516, lo que importa son las dos traduccioneslatinas, de Ronuilus Amasaeus y Abramus Loescher, que aparecieron respec-tivamente en 1547 y 1550. El decreto de los megalopolitanos que ensalzaba a

su conciudadano Polibio porque "recorrió todas las tierras y ios mares, sehizo aliado de los romanos y contuvo su cólera contra los griegos" no podíadejar de conmover a los estudiosos de la segunda mitad del siglo xvi. En rea-lidad —continuaba informando Pausanias—, "siempre que los romanossiguieron el consejo de Polibio las cosas les salieron bien, pero cada vez quedesoyeron sus instrucciones cometieron errores" (VIII, 30, 89). Por Pausaniaslos estudiosos supieron además que en el templo de Despoina, cerca de Arakesion, una inscripción afirmaba rotundamente que "Grecia no habría caídosi hubiera obedecido a Polibio en todo, y cuando se vio hundida en el desas-tre, sólo de él recibió ayuda" (VIII, 37, 2). Ahí tenían un historiador magister  vitae. t

No sé de ninguna cita de Polibio en los escritores latinos de la Antigüedaddespués de San Jerónimo y Orosio. Al escribir su carta a Tito Livio, Petrarcale pide que dé sus saludos a "Polibio y Quinto Claudio y Valerio Antias ytodos aquellos cuya gloria ha ocultado tu mayor luz" (Fam., XXIV, 8): estabapensando en Orosio, (Hist., V, 3,3), donde Polibio aparece junto con Claudioy Antias; para Petrarca todos esos señores eran meros nombres. Lo que hastaahora sigue estando oscuro es el grado del conocimiento y la reputación dePolibio en su propio mundo griego entre los siglos v y xv. Esa oscuridad con-diciona también nuestra apreciación de la reaparición de Polibio en Occiden-te a comienzos del siglo xv.’

Dejando de lado a Zósimo, no tengo información suficiente sobre lo que

significaba Polibio para los historiadores bizantinos. Se han identificado imi-taciones de pasajes suyos en Procopio y Agatias.12 Sería sorprendente que nohubiera influencia de Polibio en el concepto que Procopio tenía de Tyche yen el hincapié que hace en los factores técnicos de la guerra. Es posible querecordara la comparación de Polibio (XVIII, 28 ss) entre la falange macedoniay la legión romana cuando en el proemio a las Guerras médicas comparaba alos arqueros de su tiempo con los del pasado; sin embargo, no me parece que

1Para información general, véase J. Michaud, Biographie üniv crsel le,  nouvelle éd. (París- Leipzig, s. f., 33), pp. 662-673; K. Ziegler en RE, s.v. "Polybios" (XXI, 2,1952, pp. 1572-1578). La bibliografía (pp. 179-183) de J. M. Moore, The Manuscript Traditi on of Polybius, Cambridge, 1965, se da generalmente por conocida aquí. Véase también de J. M. Moore, GRBS,  12, 1971, pp. 411- 450. Las introducciones de J. Schweighauser y Th. Büttner-Wobst a sus ediciones son por  supuesto indispensables. Un resumen de la información en P. Pédech, Polybe, Histoi rcs, Li vr e I, París, 1969, Introducción; pero véase la reseña de J. M. Moore, en Gnomon  44 (1972), p. 545. De importancia básica, P. Burke, "A Survey of the Popularity of Andent Historians, 1450-70", en H&T , 5, 1966, pp. 135-152, mientras que A. M. Woodward, "Greek Histpry in the Renaissance", JHS, 63,1943, pp. 1-14, ayuda poco para entender a Polibio.

2 B. Rubin,, RE,  s.v. "Prokopios" (XXIII, i, 1957, cois. 332,351 y otros); A. Cameron, Agathias, Oxford, 1970, p. 147.

LA REAPARICIÓN DE POLIBIO EN EUROPA OCCIDENTAL 73

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7 4 LA REAPARICIÓN DE POLIBIO EN EUROPA.OCCIDENTAL

la influencia de Polibio sea manifiesta. En io estilístico, ios modelos de Proco-pio y Agatías son Heródoto, Tucídides, Jenofonte, Diocloro, Amano e inclusoApiano, pero no Polibio. Extrañamente, Focio parece no conocer a Polibio. Enel siglo X Constantino VII Porfirogeneta distribuyó la historia de Polibio entre,sus colecciones de extractos, es decir, redujo la historia a la función de exem-

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de los libros IXVÍ y XVIII, lo que hoy llamamos Excerpta aniiqua; es posibleque para entonces el libro XVII ya se hubiera perdido. Da gusto recordar queCasaubon pensaba que no era imposible que los Excerpta antiqm  se remon-taran al epítome de Polibio que preparaba Bruto. Se ha señalado la influenciade Polibio en las biografías de Teófanes Continuabas, en Anna Comneno, entratados bizantinos sobre fortificaciones y, sin duda, en muchos otro!; lu-gares.3 A fines del siglo xi Xifilino prefería a Polibio sobre Dión Casio por sumenor inclinación a registrar augurios (LI, p. 506 Boiss.); es evidente que

Xifilino sabía qué clase de historiador era Polibio. Todavía esperamos que unexperto aclare la posición de Polibio en la historia del pensamiento bizantino,y especialmente en la historiografía bizantina.

Todo parece indicar que Polibio no era uno de los autores griegos que losestudiosos bizantinos prefirieran sobre los demás cuando llegaban al Occi-dente como refugiados o como embajadores, o ambas cosas. El primer eru-dito bizantino que hizo una traducción y edición de Polibio (un texto parcialdel Libro VI), Juan Lascaris en 1529, lo hizo en respuesta al creciente interésde estudiosos y políticos italianos por ese autor. Sólo en parte sabemos cómollegaron a Italia los manuscritos de Polibio; en los últimos años J. M. Moore

ha hecho mucho por volver a clasificar The Manuscript Tradition of Polybius (Cambridge, 1965), pero necesitamos un Billanovich que relate la verdaderahistoria de la acogida que se dio a Polibio. El códice más importante para loslibros IV, A, Vaticanus Gr. 124 —escrito en 947 d.c. por Efrén el Monje— casiseguramente estaba en la Biblioteca Vaticana en 1455 en el papado deNicolás V.4

Moore piensa que B —Londiniensis, Mus. Brit., Add. MS. 11728— fue copia-do directamente de A. Si es así, pueden hacerse algunas deducciones intere-santes tanto para B como para A. B fue copiado por un monje, Esteban, en elmonasterio de San Juan Bautista en Constantinopla en 1416: para 1437 elmismo manuscrito estaba en la abadía de los benedictinos de Florencia, yllegó a la abadía procedente de la biblioteca de Antonio Corbinelli,5 quehabía muerto en 1425. Esto significa que A estaba todavía en Constantinoplaen 1416, y que B llegó a Florencia entre 1416 y 1425. En realidad B fuetrasladado a Siena en 1435, cuando Antonius Athenaeus hizo una copia de él

3 R. J. H. Jenkins, DOP ,  8, 1954, pp. 11-30; A. Toynbee, Const anti ne Porphyr ogenit us and his  World, Londres, 1973, p. 306.

4 R. Devreesse, Le fon ds grec de la Bibliot beque Vat i canc,  Ciudad del Vaticano, 1965, p. 39. En  general R. Sabbadini, Le scopcrtc dei codicí lat ini e grcci ne' secoli X I V c X V,  Florencia, 1905 (reimpr. 1967), pp. 43-71.

5 R. Blum, La Bibl iot eca del la Badia Florent ina c i codici di Ant oni o Corbi nel l i , Ciudad del Vaticano, 

1951, p. 44; L. Martínez,The Social Worl d oft he Florent i nc Humani sts,

 Londres, 1963, pp. 319-320.

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LA REAPARICIÓN DE PGLÍBIO EN EUROPA OCCIDENTAL

para Francisco Fiieifo, ei actúa!  Medicsus Laurentianus Plut  69, 9, o B3. De "83descienden B4 y B5, ambos ahora en la Marciana, uno como  Marcianas Gr. 371, el otro como  Marcianas Gr. 369, ios dos pertenecientes a ia biblioteca delcardenal Bessarion: la firma de B5 aclara que fue copiado por orden deBessarion, y lo mismo es probable para B4. Es particularmente interesante elnombre de Filelfo, porque había hecho grandes esfuerzos por conseguirmanuscritos de Polibio. En una carta de 1428 a Traversari, después de su re-greso de Consiantinopla, decía que tenía (o estaba esperando) un manuscritode Polibio.6 Sin embargo Filelfo, por no hablar de Bessarion, aparentementehabía empezado a interesarse por Polibio cuando la fama de éste ya estabasólidamente restablecida en Florencia.

No hay duda sobre el sitio del redescubrimiento de Polibio: Florencia.Tampoco parece haber duda sobre el descubridor: Leonardo Bruni Aretino.La fecha, entre 1418 y 1419, cuando Bruni escribía su historia de la primera

Guerra púnica y de las subsiguientes guerras de la Iliria y la Galia, traduc-ción libre de Polibio, III, 35.

 J. E. Sandys —nombre que uno siempre pronuncia con respeto— creyó ha-ber encontrado pruebas de que alrededor dé 1403 Pedro Pablo Vergeriohabía escogido a Polibio como ejemplo de historiador griego que conocía lahistoria de Roma mejor que los propios romanos (o al menos, que los italia-nos).78Pero el discurso de Vergerio De ingenuis moribus no contiene ningunaalusión clara a Polibio y podría referirse, por ejemplo, a Plutarco: Et est eo deventum ut Lntinae queque historiae et cognitionem etfidem a Graecis auctoribus exigamas.*  Podemos dejar el nombre de Vergerio fuera de la historia. Todavía

no sabemos dónde y cómo Bruni encontró un manuscrito de Polibio con unrelato de la primera Guerra púnica y las guerras de la Iliria y de la Galia.. Notengo noticia de nada que sugiera que cuando su maestro Manuel Crisolorasllegó a Florencia en 1397 traía consigo un manuscrito de Polibio.9Sin embar-go, podemos estar seguros de que alrededor de 1418 Leonardo Bruni no ne-cesitaba más que un manuscrito para apreciar la importancia de Polibiocomo historiador. Es posible que el actual Londinietisis 11728 ya estuviera enFlorencia por esa época.

El propio Bruni nos dice en sus Commentaria rerum sao tempore gestarían que al finalizar el siglo la guerra entre Gian Galeazzo Visconti y Florencia

había representado una revolución en la vida intelectual de Italia: el redescu-brimiento de la lengua y la literatura griegas: Litterae per huius belli inter- capedines mirabile quantum per Italiam increvere, accedente tune primum  cognitione litternrwn graecarwn quae septingenlis iam annis apud nostros homines

6 A. Traversari, Epist., XXIV, 32 (II, 1024, comp. L. Mehus). J. M. Moore, The Manuscri pt Tmdi-  ti on of Polybi us, 13, no está del todo acertado en la interpretación de esa carta. C f  G. Voigt, Di c  Wiederbclcburt g des classiscl icu AUcri ums, I,3, Berlín, 1893, pp. 348-365.

7 J. E. Sandys, A Histor y o f Classical Schoíarship, II, Cambridge, 1908, p. 49.8 De i ngenui s mori bus et li berali bus studii s adulcsccnti ac Ubel lus,  comp. A. Gnesotto, At t i Accad. 

Padova,  N. S. 34, 1917-1918, p. 121. Cf.  la prudente nota de E. Garin, L'educazione umanisti ca in  Italia, Barí, 1949, p. 78.

0 G. Cammelii, M am tele Crisolara. 1 dotti bizant iui el e ori gini delVumaneshno, I, Florencia, 1941.

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desierant esse in usu. Rettulit autem graecam disciplinam ad nos ChrysoloraByzantius vir domi nobilis ac litterarum Gmecarurn peridssimas.10Se puede dec

que la admirable obra de Hans Barón sobre Leonardo Bruni y su época es uextenso comentario sobre este tema formulado por el propio Bruni.11El joveque alrededor de 1403 había inspirado su Laudado Florentinae Urbis  en Panathenakus de Arísticles era un estadista y un historiador maduro 15 añodespués.12 Había regresado a Florencia en 1415 después de un largo y decepcionante servicio en la curia papal; estaba más seguro que nunca de que Flrencia descendía en línea directa de las antiguas repúblicas de Grecia y RomHabía comenzado su Hisíoriae Florendni popidi.  Más o menos junto con loCornmentaria tria de Primo Bello Púnico  escribió en 1419 el prefacio al nuevEstatuto de la Parte Guelfa, en que reafirmaba la idea de la libertad republicna, y en 1421 escribió el panfleto De militia, aún más significativo. Es mérito dla edición y el comentario de C. C. Bayley en 1961 haber revivido el interpor esa obrita. Las críticas hechas a esa edición no siempre han sido justas.13*profesor Bayley comprendió que para Bruni militia, miles significaba "cabllería, caballero": no consideró el panfleto como un ataque contra los ejércitomercenarios en defensa de la milicia urbana, como si Bruni fuera MaquiavelLo que Bruni se proponía, por supuesto, era glorificar el orden ecuestre mostrar que tenía orígenes antiguos, y por ende honorables. En ese contextlo que Bruni sabía de Polibio no podía serle muy útil, puesto que ciertament

Bruni no conoció el Libro VI. Sin embargo, no es casual que el hombre qudescubrió a Polibio como historiador también tuviese un interés especiapor problemas militares. En diversas formas y situaciones, la admiración poPolibio como historiador combinada con el interés en problemas militareseguiría siendo característica de todo el debate sobre Polibio, de Maquiavelo

 Justo Lipsio y Casaubon, por no hablar del posterior Montesquieu.Los contemporáneos percibieron que Bruni estaba presentando algo im

portante en sus Cornmentaria de Primo Bello Punico. Cuando todavía estaba ecribiéndolos, más o menos en 1419, Ambrosio Traversari escribió a FranciscBárbaro: Leonardus Arretinus cornmentaria scribere de primo bello poenico ePolybio coepit, opus, ut audio, egregiwn; nam ipse non vidi.  Debemos tener prsente que Bruni no se proponía que su obra fuera una simple traducción dlos Libros III, 35 de Polibio: se proponía escribir historia, y más precisamente la historia de la primera Guerra púnica y de la guerra de la Galia de 225

10 Muratori, RIS,  XIX, p. 920 = Muratori-Carducci, XIX, 3, p. 431 = H. Barón, Leonardo BruAreti no, Humanisti sch-pl i i l osophische Schri ft en, Leipzig, 1928, p. 125 n. Aquí, p. 122, el ProemiumCoimnenlaría pri mi bell i pu n i d  (para su fecha, véase p. 167). En la p. 104, el prefacio a Plutarco. texto de los Connnentaria  Ríe impreso en Brescia, 1498.

11 The Cri si s of the Early It aii an Renai ssance  (ed. corregida, Princeton, 1966; comp. con la la. ede 1955). Para una discusión ulterior véase N. S. Struever, The Language of H istory in t

Renaissance, Princeton, 1970, pp. 101-143 y bibliograñ'a citada.12 H. Barón, Tremí Pelr arch lo Leonardo Bruni , Chicago, 1968, pp. 151-171, 232,263.13 P. O. Kristeller, Canadian Hi stóricaI Revi ew,  44, 1963, pp. 66-70; S. Bertelli, RS¡,  76, 1964, p

834-836; H. M. Goldbrunner, Qucll en un d Forschungcn aus I t ali eni schcn Ar chi ven 46, 196

76 LA REAPARICIÓN DE POLIBÍO EN EUROPA OCCIDENTAL

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LA REAPARICIÓN DE POLIBIO EN EUROPA OCCIDENTAL

222 a.c. que faltaba en la historia de Tito Livio. Debe de haber sido una enor-me alegría para Bruni y sus lectores florentinos terminar con la ocupación yhumillación de Milán por los romanos. Bruni parafraseó y complementó li-bremente su Polibio para hacerlo semejante a Tito Livio. El elemento salustia

no del estilo histórico de Bruni, que Antonio La Peana le reconoció con tanta prnirlp^a pn «us Histnrinp Flnrpntini vomdi v pn otras obras no parece figurar

o ' - - ' - w   ...........  r r     "  j    * ^ . o __

—al menos para mi ojo inexperto— en la historia de la Guerra púnica. De-bemos a Gianni Gervasoni (quien la publicó en 1925) un relato que puededar idea del éxito de Leonardo Bruni en la "livización" de Polibio: según eserelato, en 1783 Lorenzo Mascheroni, "insigne matemático, leggiadro poeta eottimo cittadino" (según lo definió después Vincenzo Monti), creyó haberdescubierto en un viejo manuscrito el relato de Tito Livio de la primera Gue-rra púnica. Después de transcribir la mayor parte del manuscrito mostrósu contenido a su conciudadano de Bérgamo, el erudito canónigo condeCamillo Agliardi. Éste inmediatamente reconoció el texto, que por supuesto

era De Primo Bello Púnico de Leonardo Bruni. Mascheroni se volvió a su musaen busca de consuelo:

 Mío vcncrato Monsignor Canónico,

 Affe, m'avclefatto il bel seruizio 

 Dafarmi per un anno malinconico.Che v'c venuto in cor di darmi indizio

 

 Di quel volunte, ch'io non voglio dire,

Che allegro io mi copiava a precipizio?  

1516

Dos puntos son importantes en el método histórico de Bruni. Ante todo, élpensaba que había sólo dos maneras de escribir historia: una consistía en ob-

servar y registrar los acontecimientos contemporáneos, y la otra en descubrirnuevas fuentes y presentar sus relatos en el propio lenguaje más adecuado.Como escribió en su prefacio a ¡a traducción de la vida de Marco Antonio es-crita por Plutarco, posiblemente antes de 1405: In historia vero, in qua nulla est inventio, non video equidem, quid intersit, an ut facta, an ut ab alio dicta, scribas. In utroque enim par labor est, aut etlam maior in secundo.  En perfecto acuerdo conesos principios, continuó presentando como historias suyas cosas que nosotrosconsideraríamos traducciones o paráfrasis de textos antiguos: sus Commenta- ria rerum graecarum  de 1439 son una paráfrasis de Helénicas de Jenofonte, ysus De bello Itálico adversas Gothicos libri IV   de 1441, su última gran obra, escasi puro Procopio. Nunca ocultó sus fuentes: en la introducción a su historia

de la Guerra púnica menciona específicamente a Polibio. Sin embargo, élconsideraba que había cumplido con su deber pasando sus fuentes a su pro

15 A. La Penna, Arcadia, 1,1966, pp. 255-276.

16   El artículo, publicado originalmente en La Ri vi sta di Bérgamo,  1925, está reimpr. en G. Gervasoni, Stud i c rícerche sui fi l ol ogi c la fi lología classica I ra il 700 c V800 i n It alia,  Bérgamo, 1929, pp. 16-25, y lo menciona B. L. Ullman, Sindi ca in the It ali an Renaissance, Roma, 1955, p. 73 n. Cf. en general D. J. Wilcox, The Dcvelopmenl o/Tl orenti ne Humani st Hi stori ogravhy,  Cambridge, Mass., 1969, pp. 36-37

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pia prosa. A! mismo tiempo (y éste es el segundo punto que quiero destacar)se daba cabal cuenta de que ios escritores antiguos se contradecían entre síporque se atenían a diversas fuentes. Ei creía imitar a los antiguos en cuanto'los propios antiguos seguían ciegamente sus fuentes; sabía que esa situacióncreaba dificultades, pero hasta donde yo sé nunca planteó ningún principiogeneral para la resolución de tales dificultades. Llegó muy cerca de la raízdel problema en una carta al cardenal Coionna, quien le había hecho algunaspregun tas sobre una contradicción entre Tito Livio y Polibio acerca de de legio- ne illa quac Regiwn occupavit: las referencias deben ser Polibio, 1,7, versas TitoLivio, XXVIII, 28,2 y XXXI, 31, 6. Bruni desde luego reconoce la existencia de

esa contradicción entre autoridades antiguas y apela a la autoridad de Poli-bio corno justificación de la versión que había preferido: ego igitur in commen- tariis illis, quos tu legisti, Polybium Megalopolitanum secutus sum magnum 

 profecto virum, et scriptom n egregimn, ac summae apud Graecos auctoritatis .1718Bruni, que ya había traducido el Libro I de Polibio, sabía lo que éste pensabade las tendencias de Fabio Píctor y Filino. En realidad dedujo —algo perver-samente— de su autor que Tito Livio había seguido a Fabio Píctor, mientrasque Polibio había preferido como fuente a Filino. Si él, Bruni, había seguido aPolibio, y por lo tanto a Filino, la explicación era sencilla: se había perdido elrelato de Tito Livio, cuius libri si extarent, nihil opus eral novo labore.™

Esa mezcla de repetición acrítica de fuentes antiguas y conciencia muy crí-tica de que las propias autoridades antiguas estaban a su vez condicionadaspor sus propias fuentes es el verdadero comienzo de la crítica histórica. Así,Bruni había descubierto un capítulo perdido de la historia de la Repúblicaromana y había presentado repentinamente a Polibio como autoridad sobrela Roma republicana. Pero eso era muy poco en comparación con lo que habíadado a sus contemporáneos con su traducción de la Política de Aristóteles. DeAristóteles tomó su interpretación de la constitución de Florencia como unaconstitución heteróclita, que pudo presentar en griego a sus amigos griegosalrededor de 1438 en su panfleto Ilepi xfjc; xáw  <&XcopevTÍvcov TtoXixeíaq,19demaravillosa frescura. Pero el vínculo entre Polibio y Aristóteles quedaría

claro más tarde, con el redescubrimiento del Libro VI. En 1437 Sicco Polentonhabía concluido en Padua la segunda edición de su Scriptorum Illustrium Latirme Linguae libri XVIII. Allí (pero no en el primer esbozo de 1426 que se con-serva en el Cod. Rice. 121) ya se daba por hecho que Polibio era la autoridadsobre la primera Guerra púnica. Además, se menciona con toda claridad auno de los autores griegos que recientemente se han vuelto accesibles graciasa los italianos: Illud autem iam est horum beneficio, industria, opera factitatum  quod Plutarchum, quod Polybium, quod Basilium, quod Ptolemaeum, quod alios 

 plures ne síngalos nominem, Graecos ac doctos scr iptores, quos Latini homines

17 L. Bruni, Epist., IX, 6 (II, 150-152, ed. L. Mehus).18 Commentaria pri mi belli pun id,   Brixiae 1498. P. O. Kristeller me dice que encontró en un 

manuscrito de la Biblioteca Nacional de Madrid (MS. 8822 cart., s. XV, 93 fols.) algo que parece  ser una traducción española de ana perdida (¿?) traducción italiana del Libro I de Polibio hecha  por P. C. Decembrio (quizá con base en la traducción latina de L. Bruni).

19Comp. C. F. Neumann, Francfort, 1822; L. W. Hasper, Leipzig, 1861.

LA REAPARICIÓN DE POLIBIO EN EUROPA OCCIDENTAL

ignorarent, traducios a Graeco latinas in litteras ac cognitos habeamus.20 Brunihabía iniciado su estudio del griego con una traducción de Basilio. Plutarco yPolibio eran sus autores predilectos. Es obvio que Sicco Polenton alude a él:Ptolomeo había sido traducido por uno de los condiscípulos de Bruni conCrisolaras, Giacomo da Scarparia.

El papa Nicolás V reconoció la nueva situación de Polibio en 1450, cuandoéste fue incluido entre los historiadores griegos que debían ser traducidos a!latín. Nicolás Perotti, al que se le encargó traducirlo, estaba al servicio del car-denal Bessarion, y no puede haber mayor duda de que fue Bessariorí quiensugirió su nombre, ni de que utilizó uno de los manuscritos propiedad de su

protector. Como  Marcianus Graecus  369 fue escrito después, en 1470,  Marcianas Graecus  371 es el mejor candidato para la identificación con el códiceutilizado por Perotti.21Pero como se ve en una de sus cartas al bibliotecariopapal Juan Tortelli, le resultó difícil trabajar con ese manuscrito y pidió verPolybium summi pontificis qui olim d. episcopi Coronensis fuit.  La alusión, comotantas otras cosas relacionadas con Perotti, fue explicada por el cardenalMercati, que reconoció en ella ei manuscrito Vat. Gr. 1005 del siglo xiv, queoriginalmente había sido propiedad de Cristóforo Garatone, obispo de Coro-na, muerto en 1448.22

Perotti terminó la traducción del Libro V, el último accesible para él, en elverano de 1454. Además de compensaciones "interim" recibió 500 ducados deoro, por lo cual en un epigrama expresó su gratitud. Én el siglo siguiente esatraducción fue considerada deficiente y por último denunciada porCasaubon con palabras que arruinaron la reputación de Perotti. Pero duranteel resto del siglo xv —y en realidad aún en el xvi— la traducción de Perottifue el vehículo en que Polibio circuló en Europa. A diferencia de Bruni, Pero-tti no creía que Polibio sólo fuera útil donde faltaba Tito Livio. En una de suscartas a Tortelli hay un pasaje que contradice la opinión de Bruni:

 Scribit etiam in eodem libro [li li secundum bcllum pun icum nsque cid pugnam Canncn-

sem, quod ct si scribatur a Tito Livio nostro, tomen, mihi credc, non penitebit etiam hnne

legisse, nam et gravius fortasse. scribit, ct lectione eius intclliguntur apertissime multa,quac apud Livium aut millo modo aut vix intellig ebanturP 

Lo que significó la traducción casi simultánea de los mayores historiadores

20Sicconis Polcntoni Script orum Il lustri um Latinac Li nguae li bri XVIII, comp. por B. L. Ullman, Roma, 1928, Libro II, p. 58; Libro V, p. 163. S. Timpanaro generosamente leyó por mí las secciones correspondí entes del esbozo anterior (1426) e n e! Cod. Riccardianus   121, que perteneció a Pietro Crinito. No contienen la menor alusión a Polibio, que por consiguiente parece haber llegado a conocimiento de Polenton entre 1426 y 1437.

21T. Gasparrini Lepora ce y E. Mioni,Ccnto Codici Bessari onei, Venecia, 1968, da la bibliografía (cf. p. 127 n. 338).

22G. Mercati, Per la cronología delta vi ta e degli scritt i di Ni ccoló Perotti ,  Roma, 1925, p. 144 (corrección de R, Cessi, Giorn. St. Lett. It ., 60 ,1912, p. 77). También de Mercati, Scrit ti d'lsidoro il  Cardinal Rut eno e codici a luíapparlenuti, Roma, 1926, p. 110. Sobre Vatic. Gr.  1005 cf.  también A. Díaz Tejera, Eméri t a,  36,1968, pp. 121-147, y el art. de j. M. Moore cit. en n. 1, p. 78.

21G. Mercati, Per la cronología dclla vita c degli scritt i di Niccolo Perotti,  p. 23.

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griegos en el papado de Nicolás V para la historiografía europea es algo queestá más allá de nuestros términos de referencia actuales. Todavía nos quedala curiosidad por saber qué pasaba con el resto del texto conservado de Poli

bio mientras los primeros cinco libros circulaban en latín. Hans Barón ha afir-mado repetidamente que cuando Leonardo Bruni en una de sus cartas (8, 4)distingue entre panegírico e historia —nliud est enim historia, nliud Inudatio—está siguiendo a Polibio X, 21, 8, que contrapone el encomium  a la historia.Eso implicaría conocimiento de los Excerpta antiqua y sería innecesario pre-guntarse por qué Bruni parece ignorar el Libro VI con su examen de la cons-titución romana. Pero la distinción entre encomium e historia está en Cicerón,y es posible que la enseñanza de Crisoloras la haya reforzado, con o sin refe-rencia clara a Polibio. Sin embargo quisiera dejar esa pregunta en pie, porqueen la actualidad sabemos muy poco acerca de la circulación de los materiales

que contienen los Excerpta antiqua.2'1El que hoy es el principal manuscrito de los Excerpta, F, Vat. Urbinas Gr.  102del siglo x u xi, estuvo en la biblioteca de Urbino por lo menos de 1482 enadelante. A comienzos del siglo xvi circulaban copias en Italia. Más precisa-mente, F2, 'Vaticanas Gr.  1647, basado en F, pertenecía a comienzos del sigloxvi a Andrés Navagero.

El primer signo claro de conocimiento de los extractos del Libro VI fue des-cubierto hace poco por Cario Dionisotti en uno de esos textos impresos obviosa los que pocos hacen caso. Bernardo Rucellai, que murió en 1514, se refiereal Libro VI de Polibio en su Liber de urbe Roma publicado por primera vez en

Florencia en el siglo xvm.242526Sabemos que el Liber de urbe Roma  fue escritoantes de 1505 porque lo menciona en su De honesta disciplina  Pietro Crinito,que murió en 1505. Escribía Rucellai:

 Me certe Iwud poenitet Polybii Mcgalopolitani scntcntiae esse, quippc qui romanam non 

modo procediere celeras omnes respublicas adserit, sed nihil co rerum ordine excogitan 

 posse perfectius [...] Qui si Polybii sextum volumen recte interpretan sint, profecto longe 

alitcr ac scnscrant de romana gravitóte iudícabunt.

so LA REAPARICIÓN DE POLIBIO EN EUROPA OCCIDENTAL

Así, en los primeros años del siglo xvi se discutía en Florencia el Libro VI dePolibio, a pesar de que todavía no circulaba ninguna traducción latina

formal. Maquiavelo no tenía que ir muy lejos para enterarse del ciclo de lasconstituciones. No hay por qué suponer que tuvo que esperar a que Juan

24   H. Barón, The Cri si s oft he Earty Uali an Renaissancc, p. 508, n. 14; i d., From Pctrarch lo L. Br uni, p. 153, n. 5. L. Bruni, Epist., VIII, 4 (II, 112 Mehus) puede tener presente simplemente Cic., At t . , I, 19, 10: qmmquam non   éjxmptaoriKá sunt hace sed   íaTopixá quac scri bimus,  como sugiere B. L. Ullman, St udi cs i n t he It ali an Renai ssancc,  p. 331, n. 41. Sobre la alusión a Polibio en la Oratio  funebr is   de G. Manetti para Leonardo Bruni, véase el texto en H. W. Wittschier, Ciannozzo  Mnnct t i. Das Corpus der Orati ones, Colonia-Graz, 1968, p. 76.

25 C. Dionisotti, RSI,  83, 1971, p. 254, con referencia a Bernardo Rucellai, Líber de urbe Roma, Florencia, 1770, pp. 164-165. Cf. F. Gilbert, JWCI, 12,1949, p. 109, n. 1; p. 113, n. 4.

26IV 9, ed. por C. Angelen, Roma, 1955, p. 131. Demetrio Calcondilas pidió prestado el Polibio de la biblioteca de Lorenzo de MedicLs entre 1489 y 1491: M. Del Piazzo, Protocola del Cart eggio di  Lorenzo i l M agnif ico, Florencia, 1956, p. 448.

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LA REAPARICIÓN DE POLIBIO EN EUROPA OCCIDENTAL   81

Lascaris o cualquier otro llegara a Florencia y tradujera el griego para él, queno sabía leer: la sustancia del Libro VI se conocía hacía años en Florenciacuando él empezó a escribir sus Discorsi, al parecer en 1513.27 Pocas veces se

ha empleado tan mal tanto ingenio como en el trabajo de J. H. Hexter, "Seyssel, Machiaveilí and Polybius VI: the misíery of the missing translation",'Ch i Ji o c j  *1  VovtnicQm'tro   'l 1 r>f). 7.S-()̂ ^ T o niip s ípx ip  sipndo mprnorahlp

es que Maquiavelo fue el primero en apreciar a Polibio como pensador po-lítico. Maquiavelo también se valió de Polibio alrededor de 1520 para su Arte della Guerra y ciertamente Polibio confirmó su admiración por el modelo mi-litar romano, pero su uso efectivo de textos de Polibio (a quien nunca cita ex-plícitamente) es muy restringido.28

Como hemos visto, Polibio fue redescubierto en Florencia, primero comohistoriador por Leonardo Bruni y después por Maquiavelo y sus contempo-ráneos como pensador político. Probablemente también se hizo en Florencia

el primer estudio filológico de Polibio. Policiano no sólo hizo extractos de Polibió (que se conservan en el famoso manuscrito de la Bibliothéque Nationale,MS. Gr. 3069, y tal vez en el MS. I, III, 131'2 de Turín); además, utilizó crítica-mente a Polibio en su Miscellaneorum Centuria Secunda,  recién publicada porVittore Branca y Manlio Pastare Stocchi. En el número 38 de la nueva Centu-ria,  Policiano examina el significado de Catorthoma  y deja en blanco unespacio que deberá ser llenado con citas de los textos griegos apropiados, y almargen agrega: ex Thucydide aliquid et Polybio.  Se proponía tomar losejemplos de Tucídides y Polibio. KaxcpBcopa no es una palabra utilizada porTucídides, pero sí la usa Polibio. Si no me equivoco, los excelentes editores noobservaron que Polibio no aparece en la Centuria Prima  de Policiano, demanera que su aparición en la segunda Centuria es un acontecimiento. Petódebemos recordar que para entonces se leía a Polibio en algunas universida-des. Es posible que Rodolfo Agrícola haya conocido a Polibio en Ferraraalrededor de 1475.29

II

Después de Maquiavelo se multiplican las traducciones de los capítulos sobremilicia del Libro VI de Polibio. Hay por lo menos cuatro entre 1525 y 1550.Una fue hecha por un discípulo y admirador de Maquiavelo, Bartolomé

27 F. Chabod, Scrit t i su M achiavei lí, Turín, 1964, p. 32, con bibl.; G. Sasso, Giorn. St. Lett . It ., 134, 1957, pp. 482-534; 135, 1958, pp. 215-259, y Studi su Machiavcll i,  Ñapóles, 1967, pp. 161-280; G. Procacci, Ni ccoló Machiavcll i, Turín, 1969.

28 L. A. Burd, RAL, 5,4 ,18 96 , pp. 187-261.29 Sobre Policiano, véase I. Mai'er, Les Manuscri t s d‘Auge Polit icn,  Ginebra, 1965, pp. 228, 311. 

Para el estudio de Agrícola acerca de Polibio en Ferrara, la afirmación hipotética de W. H.  Woodw ard, Studi cs i n Educati ort,  1906 (reimpr. 1965), p. 89, se vuelve un hecho en E. Garin,  Ritratti di Umanisti, Florencia, 1967, p. 73. Pero Agrícola conocía a Polibio. Cf.  F. Melanchton, Opera  XI, Halis Saxonum, 1843, p. 445: Contexui t ¡¡¡¡tur Rudol phus erudi t i ssimam epi toman ex Bibli is  et Herodol o ... ex Tl t ucydidc et Xciw phontc, de Pli il ippo et Al cxandro ct sucessori bus ex D iodoro et  Polybio. Acerca del autor de este pasaje sobre Agrícola, véase F. von Bezold, R. Agrícol a, Munich, 1884, p. 18.

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82 LA REAPARICIÓN DE POLIBÍO EN EUROPA OCCIDENTAL

Cavalcanti, exiliado florentino que de 1537 a 1548 sirvió al duque de Ferrara,

Ercole II, quien no estaba interesado en las repúblicas pero sí muy dispuestoa mejorar su ejército. Para él tradujo Cavalcanti un Discorso circa la milizia romana  de Polibio, en 1539. Alaño siguiente tradujo los capítulos 2833 delLibro XVIII de Polibio que tituló Di cornparazione ira ¡'armadura e l'ordinanza de' Roiriani e de' Macedoni. Por último, escribió una disertación sobre el cam-pamento militar romano: Cálculo della castmmetatione, que en 1552 fue impresa

 junto con La cornparazione en una colección de obritas Del modo de ll'accampare. Más tarde, quizá alrededor ele 1560 cuando era anciano y pobre en Padua, Ca-valcanti volvió a Polibio en el contexto de sus Trattati lowero discorsi] sopra gli ottimi reggimenti delle repubbliche antiche e moderne.  En éstos utilizó a Polibiopara apoyar a Aristóteles respecto a la constitución heteróclita, aunque ob-

servó secamente que Polibio no conocía la Política de Aristóteles "perché neitempi di Polibio, i libri di Aristotele non erano ancora stati trovati, né i Romani ne potevano aver notizia". Cavalcanti había obtenido una transcripcióncompleta de los Excerpla antiqua  del Cod. Urbinas  102. Sus cartas, accesiblesdesde 1967 gracias a la señora Christina Roaf, contienen muchos detalles,para mí nuevos, sobre planes para publicar en Italia los Excerpla antiqua■Enuna carta de 1540 a Pedro Vettori habla de una publicación proyectada porPablo Manucio, e implícitamente explica por qué no prosiguió la traduccióncompleta de los Excerpla  que había prometido. Más o menos en esa épocahabía muerto "Giorgio greco", es decir, Giorgio Balsamone, el que solía re-visar palabra por palabra las traducciones que Cavalcanti hacía de Polibio.30

Ciertamente nadie tenía prisa por imprimir el texto griego de Polibio. Signi-ficativamente Aldo Manucio no se ocupó en él. Cuando por fin en 1529 JuanLascaris editó en Venecia un fragmento del Libro VI, el texto en latín precedíaal griego y el editor Juan Antonio de Sabbio se sentía obligado a dar expli-caciones: Graeco libro ut otnnia conferri possint adiuncto.

Mientras tanto, de acuerdo con la tendencia general, fuera de Italia se esta-ba editando a Polibio en griego. El texto de los Libros IV fue publicado porprimera vez en Haguenau en 1530 por Vicente Obsopaeus (Heidnecker),quien utilizó un manuscrito que le envió Jacobus Ottonis Aetzelius de Nuremberg: era el actual  Monacensis Gr.  157 (C), un manuscrito del siglo xivtraído de Constantinopla después de 1453, que estuvo por algún tiempo en labiblioteca de Matías Corvino, rey de Hungría. Más tarde, en 1577, encon-tramos ese manuscrito en manos de Joaquín Carnerario, quien se lo regaló aAlberto V de Baviera —de ahí su actual ubicación en la Bayerische Staatsbibliothek. La introducción de Obsopaeus es importante por su elogio de

30 B. Cavalcanti, Trattat i [omero discorsi] sopra gli ott imi reggimenti del le repubbl iche anli che e  modeme   (ed. Classici Italiani, Milán, 1805), p. 55-56; i d., Lctt ere edi te e inedit e, ed. Christina Roaf, Bolonia, 1967, esp. pp. 91-112 (e Index s.v. Polibio). C/. R. von Albertini, Das fl orenti nische  Staatsbewusstsein ¡m Übcrgang der Republi k zum Pri nzi pat , Berna, 1955, pp. 172-178. Un panorama  útil para lo que sigue en B. Reynolds, "Shifting Currents in Historical Criticism", JHI, 14,1953, pp. 471-492. La imponente colección de material recopilado en R. Landfester, Hi stori a Magi str a Vit ae, 

Ginebra, 1972, a la que remitimos para la bibliografía ulterior, es demasiado sistemática para nuestros fines. Cf. W. L. Gundersheimer, Studi Tranccsi, 42,1970, pp. 462-467.

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LA REAPARICIÓN DE POLIBIO EN EUROPA OCCIDENTAL 83

Aldo Manucio, su ataque a Sos teólogos tomistas y su elevada apreciación delpropio Polibio (historias tara graecae qmrn latinae facile prindpatum obtinens, si omnia sius scripta ad memoriam nostram salva peroenissent).  En 1549 JoharmesHervagius publicó en Basilea la editio princeps  de los Excerpla antiqua, tomando el texto de un manuscrito en poder de don Diego Hurtado de Men-doza que después se quemó en 1671 en el incendio de F.l Escorial. La traduc-ción al latín era de Wolfgang Musculus.

Mientras tanto, había surgido la demanda de traducciones a lenguas mo-dernas: L. Maigret publicó una traducción francesa de los Libros IV en 1545(¿?) y del Libro VI en 1546 (¿?). La traducción italiana de L. Domenichi,notoriamente deficiente, es del mismo año de 1546. Los ingleses llegaron muy

atrás, en tercer lugar, en 1568 con una escasa traducción del Libro I hecha porChristopher Watson de St John's College, de Cambridge. Sin embargo, lallegada de Polibio a Inglaterra fue saludada por R. W. en un poema que

’ termina así:

Then Vert ue ¡carne  That thou may st earn e  Such glo ri e fo r to have  As M om us secl  Can not r ejed 

Whcn t hou art e do sde in grave.

En 1574 Guillermo Xylander publicó su traducción alemana que Casaubonconsideró buena. En 1582 Fulvio Orsini publicó a i Amberes el Polibio con-tenido en los Excerpta de legationibus  en un manuscrito que le envió el granAntonio Agustín, obispo de Tarragona, el actual U, dividido ahora entre' Vat. Gr.  1418 y Neapolitanus Gr.  III, B, 15, que es una copia hecha por AndreasDarmarius de un manuscrito perdido de El Escorial.31 Otra edición de lasEclogae legationum, de D. Hoeschel, se publicó en Augsburgo en 1603. Fueronlos textos que prepararon el camino para la edición que Casaubon hizo enParís en 1609. Sin embargo, Casaubon se benefició del conocimiento de

otros manuscritos, y especialmente de las versiones que le comunicó An-dreas Schottus de un manuscrito que él poseía de los Excerpta de legationibus, el actual Bruxellensis 11301/16.

El desplazamiento del centro del escenario clásico a Francia, Alemania ylos Países Bajos sirvió sólo para aumentar el interés por Polibio como histo-riador y como teórico de la organización política y militar. La historianacional humanista que los italianos habían difundido por toda Europa (Vir-gilio, Polidoro, Paulo Emilio, etc.) estaba empezando a perder el favor delpúblico. La historia se estaba convirtiendo en el repositorio de la prudencia yla sabiduría, en una época de conflictos religiosos y absolutismo político. His-

toria si adsit ex pueris facit senes: sin absit, ex senibus pileros. Estas palabras de Juan Luis Vives, De tradendis disciplinis (Opera, 1,1555, p. 505) se encuentran

31 P. de Nolhac, La Bibti otheque de Fulv io O rsi ni , París, 1887, pp. 46-48; pero véanse también las observaciones escépticas de T. S. Brown, AJPh, 89,1968, p. 112.

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repetidas con infinitas variaciones de todos ios autores del siglo xvi que escbieron sobre ia historia y el arte de escribir historia. Las virtudes requeriddel historiador eran la prudencia, la experiencia directa, los viajes, la gegrafía, la pericia técnica y un respeto general por la verdad, y Polibio parectenerlas todas. Carecía de estilo, pero la traducción al latín lo mejoraríAlrededor de 1550 Benedicto Varchi declaraba en el "Proemio" a su StorFiorentina:  "Polibio, i! quale de' Greci averno preso a dover imitare, siccomComelio Tácito fra' Latini." En 1552 Rogerio Ascham asoció, en forma batante sorprendente, a Polibio con Comines en su elogio: ambos "han cumpdo con los deberes del escritor prudente y meritorio". Bodin, en 1566, pensabque Pablo Giovio no podía competir con Polibio en cuanto a la experiencia drecta de asuntos militares y políticos: “ille [Polybius] in sua republica princephic [Giovio] prívalas?1

Francisco Balduino veía en Polibio la combinación ideal del historiador el jurisconsulto: immo vero Polybius, cum fieret historiáis, factus etiam iurisconsiiltus est. No era casualidad que Marco Bruto —et qualis quantusque vir — estuviera leyendo antes de la batalla de Farsa lia.3233 Francisco Patrizi y muchootros repitieron con Polibio que el ojo es mejor que el oído como órgano histórico.34 liberto Folietta en su De similitudine nomine Polybianae pudo jugar cola pregunta sofística: si Polibio está en lo cierto al afirmar que el verdaderhistoriador dice solamente la verdad ¿por qué puede haber buenas historia(como el relato de Homero de la guerra de Troya) que no son del todo verdaderas? ¿Cuál es la diferencia, si es que la hay, entre historiáis verax e historiávenís?35En realidad, Patrizi se inclinaba a creer que Polibio había cruzado lfrontera entre la historia y la filosofía, pero tuvo que permitir que uno de lointerlocutores de su Della Historia Dieci Dialoghi, 1560, lo interrumpiera: "E ivorrei... che tutti gli historici fossero cosí misti di filosofo et d'historico, comsi é Polibio."

Una de las razones de que Polibio llegara a tener tanta autoridad era qurepresentaba la mejor alternativa a la obsesión con Tácito, que era característica del clima intelectual alrededor de 1585, especialmente en Italia y eEspaña. Tácito había llegado a ser irresistible en más de un sentido. Ofrecíprecisamente la mezcla de maquiavelismo, moralismo, agudeza epigramátca y patitos que agradaba en la época; pero las mentes más serenas se volvíanaliviadas a Polibio, que obviamente sabía más sobre la guerra y la política yhablaba sobre un periodo histórico más interesante. Justo Lipsio, el mayor es

32 "Methodus ad facilem historiarum cogniüonem" en Ar t is Hi storicae Penus   I (Basilea, 1579p. 53. Cf . G. Cotroneo, CCF1,44,1965, pp. 504-526. Para R. Ascham, A Report and discoursc ... of taffai res and State of Germany ,  véase Engl ish Works,  ed. por W. A. Wright, Cambridge, 190reimpr., 1970, p. 126.

33 "De instítutione historiae universae et eius cnm iurisprudentia coniunctione", 1561, en Ar t

Hi slori cae Penus  I, pp. 690-691.34 "Della Historia Dieci Dialoghi", Venecia, 1560, Libro II, p. 60, en E. Kessler, Theoretik

humani sti schcr Geschi chtsschrcibung, Munich, 1971.35 Uberti Folietae, De simi li t udine normae Polybianae   (1574), p. 106-115, en E. Kessler, op. ci

Sobre su importancia, véase F. von Bezold, Aus Mi lt claUcr und Rcnaissancc,  Munich y Berlín1918, p. 374.

84 LA REAPARICIÓN DE POLI3IO EN EUROPA OCCIDENTAL

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LA REAPARICIÓN DE POLIBIO EN EUROPA OCCIDENTAL 85

tudioso de Tácito —pero nunca un vulgar "taciíisía"—, fue e! mejor intérpre-te de Polibio como historiador militar.

El interés en Polibio como historiador militar se nota por todas partes en elsiglo xvi. Por ejemplo: Guillermo de Bellay, lugarteniente del rey de Franciaen Turín, preparó un volumen de Instnictions sur le faíct de la guerre extraicies des livres dr Pobjbe, Frontín, Vegece,. Ccnmzan, Machiavel et vlusieurs mitres bons autheurs que apareció postumo en París en 1549, si es que era suyo. Lo que leinteresaba era la creación de una milicia nacional, para sustituir a los merce-narios. Pero en 1594 Lipsio reconoció sólo un verdadero predecesor dé su De militia Romana libri quinqué. Commentarius ad Polybium, concretamente La militia Romana di Polibio di Tito Livio e di Dionigi Alicarnaseo  de Francisco

Patrizi, 1583. El reconocimiento es significativo. Patrizi, como hemos visto,no era un admirador ciego de Polibio; incluso en La militia Romana compartelas reservas expresadas por Dionisio de Halicarnaso sobre Polibio. Sin em-bargo, Patrizi —un hombre ignorante si lo comparamos con Lipsio, quientenía una inmensa erudición puede ser realmente considerado un verdaderopredecesor de Lipsio porque creía que Polibio podía hacer una contribucióndecisiva al mejoramiento de la organización militar, tanto en ia técnica comoen la moral. En su dedicatoria a Alfonso II de Este, Patrizi afirma que las;instituciones militares romanas eran las únicas que podían hacer frente a losturcos, y no serían afectadas esencialmente por la "nuova inventione dellá

artigliaria". La mención de la artillería era particularmente necesaria aldirigirse a un duque de Ferrara, porque los de Este habían sido pioneros enel uso de la nueva arma. gp:

A Lipsio no le interesaba el ascenso de la milicia nacional; observa que las.,milicias no son apropiadas para Estados monárquicos y que incluso uná|república como Venecia no emplea a sus propios ciudadanos como soldados.Pero los turcos demuestran que hace falta un cuidadoso sistema de recluta-miento: quid Turca in Ianizaris suis facial non est ignolum (ed. 1630, p. 356). Losromanos tienen algo que enseñar sobre el reclutamiento, también, pero en elorden de batalla y en la disciplina militar, son los mejores maestros. La supe-

rioridad de los romanos en el orden de batalla es clara: abite Turcae cum lani- zaris vestris, qui imaginan aliqnam usurpalis militiae priscae sed falsam   (p. 361).Hasta los escitas tenían mejor disciplina que los ejércitos modernos. En elcampamento romano iustitia, castitas, innocentia habitabat, et nusquam violenti autferoces nisi in hostem erant (p. 363).

No es necesario ilustrar aquí el enorme éxito del comentario militar dePolibio preparado por Lipsio. Si bien la publicó siendo profesor en la Uni-versidad católica de Lovaina, después de haber huido de la Universidad pro-testante de Leyden, su obra fue utilizada como manual militar por los protes-tantes aún más que por los católicos. Fue la guía técnica y espiritual de las36

36 W. Hahlweg, Die Hecrcsrcform dcr Oranier und die Antikc, Berlín, 1941, y la excelente serie detrabajos de G. Oestreich, recopilados ahora en Ga'st und Gcstalt des Jriihmodenicn Staates, Berlín,1969. W. Hahlweg ha publicado ahora, en Die Hceresrefonn dcr Oranier,  Wiesbaden, 1973, "DasK i b h d G f J h N Si " 1561 1623 d i l i t i

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86 LA REAPARICIÓN DE POLIBIO EN EUROPA OCCIDENTAL

reformas militares de Mauricio ele Orange, que había sido su discípulo enLeyden. También Guillermo Luis de Nassau era admirador de Lipsio. Uno elelos problemas que tenían que enfrentar esos reformadores militares era elde la creación de una clase educada de oficiales capaces de comandar y con-tener a sus tropas; Lipsio ofrecía no sólo principios técnicos tomados de Poli-bio, sino también principios morales de la filosofía estoica. La idea de que losromanos republicanos, que por tanto tiempo habían sido victoriosos, guarda-ban los secretos del éxito militar, estaba tan profundamente arraigada y tandifundida que De re militan Rormnorum de Claudius Salmasius, escrito origi-nalmente para el príncipe Federico Enrique de Orange, a propósito permane-ció inédito hasta 1657. Guillermo Luis de Nassau hizo un estudio minuciosodel relato de Polibio de la batalla de Carinas, reconoció que la traducción dePerotti de esa sección de Polibio no era digna de confianza y encargó otra aVolrat von Plessen.3738

Aprobado como historiador pragmático de máxima competencia porBodin, presentado por Lipsio a las clases gobernantes como autoridad sobrela guerra, alrededor de 1600 Polibio se leía y se estudiaba como posiblementenunca antes ni después se hizo. Su lenguaje difícil y nada clásico ya no era unobstáculo para los lectores occidentales que habían alcanzado nuevos gradosde conocimiento del griego y estaban particularmente interesados (como loestaban Salmasius y Grocio) en el griego tardío. Casaubon nunca publicó elmonumental comentario que había planeado, pero su edición y traducciónde 1609 ofrecían la mejor guía a la interpretación y eran un placer para losojos. En la introducción resumía todos los motivos contemporáneos para ad-mirar a Polibio. Ensalzaba su dominio de las artes militares y diplomáticas y

su capacidad para comprender las causas de los acontecimientos; sosteníaque había sido un hombre religioso e incluso elogiaba su estilo; lo comparabaventajosamente con Tucídides, Jenofonte, Salustio, Tito Livio, etc., y termina-ba prefiriéndolo a Tácito: quid ením principi, praesertim iuveni ', lectione illorum 

 Annalium esse queat pernitiosius?Es posible que Casaubon haya contribuido a la popularidad de Polibio en

Inglaterra cuando se trasladó a Londres en 1610, pero Guillermo Camden nonecesitaba que lo alentara Casaubon para tomar a Polibio como mentor parasus Armales rerurn Anglicarum et Hibernicarum regnante Elizabetha, 1615.39

Ese cálido sentimiento por el maestro del pragmatismo histórico fue lo queimpulsó el enorme trabajo erudito realizado sobre las obras de Polibio y entorno de ellas en el siglo xv i i (como la edición de los Excerpta Peiresciana de H.

Valesius, 1634, y el comentario de Jacobo Gronovius, 1670). En 1615 H. Gro-cio incluyó a Plutarco y a Polibio en su plan de estudios, pero dejó fuera a

37 Esto lo dice G. Oestreich, Geist w id Gcstál t ,  68, sin citar el testimonio. Por los antecedentesgenerales, M. Roberts, The M il it an/ Revolution 1560-1660, Belfast, 1957, conferencia inaugural.

38 W. Halilweg, D i c Heeresrejbnn der Orani er  , 1973, p. 340.H. TrevorRoper, Quccn Eli zabeth's Fir st Hi stori an.  VV.Camden,  Londres, 1971, Conferencia

Nenie, p. 21. Sobre Milton, J. A. Brynnt, Phil. Quart., 29,1950, pp. 2127. La traducción latina dePolibio había llegado a Inglaterra en el siglo xv: R. Weiss, Hw nanisrn in England, Oxford, 1957,p. 152.

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áTucídides.40 juan Gerardo Vossio expresaba una opinión común ai hacer de áPolibio la figura central de su Ars histórica (1623) y al elogiarlo en De historiéis graecis  (2a. ed., 1651): civilem pnideniiam si spectes et sáer.tiain militaran nulli 4 

fnerit secundas (p. 124).En compilaciones posteriores es fácil reconocer la influencia de Casaubon. ^

Por ejemplo: Juan Dryden compuso un character  de Polibio que apareció como prefacio a la traducción de Polibio hecha por Sir H. Sfhears] en 1693.Dryden, igual que Casaubon, estaba todavía interesado en la cuestión de ^

saber quién era mejor historiador: Polibio o Tácito. Sin embargo, tiene algu-nas curiosas ideas propias, no por fuerza inspiradas en un mayor conocí ^miento. Cree que Constantino el Grande coleccionó las negotiations de Polibiocomo embajador, y como piensa que Constantino había sido inglés puedeconcluir diciendo: "1 congratúlate my country, that a prince of our extraction ^(as was Constantine) has the honour of obliging the Christian World by theseremainders of our great historian". >

Pero si tuviéramos que seguir seriamente el curso de la reputación dePolibio durante el siglo x v ii, tal vez tendríamos que explicar un cambio de hin-

capié en su fama, cambio que por último apareció con gran claridad en Ingla ¡térra a comienzos del siglo xvm. Ahora lo que atraía la atención era el cuadrodel gobierno heteróclito presentado por Polibio. El equilibrio de poder en ¡Inglaterra se comparaba con el equilibrio de poder en Roma. Como Inglate-rra también era un Estado donde el poder civil controlaba la religión, cual-quier referencia de Polibio —o de cualquier otro escritor, en realidad— allugar que ocupaba la religión en Roma despertaba interés. Hasta en el debatesobre los primeros parlamentos participó Polibio. Esto forma una historiamuy diferente, que espero narrar en otra parte.

Terminaré resumiendo la historia que he logrado armar por hoy. Polibiofue redescubierto en Florencia como historiador de la primera Guerra púnicapor Leonardo Bruni alrededor de 1420. Si bien había sido traducido al latínpara mediados del siglo xv, parece que su reputación como historiador ypensador político no se había difundido mucho. Fue también en la Florenciarepublicana donde Maquiavelo y otros, a comienzos del siglo xvi, reconocie-ron la importancia del Libro VI de Polibio. Incluso el primer trabajo filoló-gico sobre sus textos parece haber sido hecho en Florencia por Policiano. Laidea de imprimir el texto griego no parece haber interesado a los italianos

hasta que fue demasiado tarde. La publicación de Polibio en Alemaniacoincidió con el comienzo de una nueva etapa de los estudios griegos y con elnuevo ánimo didáctico y pragmático de la historiografía europea. En la

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segunda parte del siglo xvi creció rápidamente la fama de Polibio, basada ensu capacidad de historiador militar y diplomático. Los republicanos holande-ses tomaron muy en serio sus lecciones, aunque paradójicamente quien lahabía explicado era Justo Lipsio, después de haber preferido el catolicismo y

la monarquía al protestantismo y la república. Por último, Polibio y su editorprotestante, Casaubon, se refugiaron en Inglaterra, v los holandeses tuvieronmejores razones para seguir siendo fieles a ambos.

He disfrutado muchas veces la compañía postuma de Casaubon —entresus libros y manuscritos en la Biblioteca de Bodley y en el Museo británico—y quiero evocar su memoria desde Ginebra, donde vivió y fue profesor.

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VIL ¿MENTÍA FABIO PÍCTOR?*

¿Qu é   d e se a mo s  saber sobre el origen de Roma? Y en realidad ¿por qué que -rríamos saber algo acerca del origen de Roma? Nadie, salvo los especialistas,se interesa mayormente por los orígenes de los griegos o de los alemanes. Nisiquiera los nazis lograron despertar un interés general por los orígenes delos alemanes. Sin embargo, el deseo de saber la verdad sobre los orígenesde Roma parece ser parte de nuestra herencia cultural, igual que el deseo de-saber por qué los judíos salieron de Egipto. La razón, naturalmente, es quelos judíos y los romanos tenían ideas muy definidas sobre los comienzos desu propia historia y les atribuían mucha importancia, mientras que los grie-gos y los alemanes (antiguos) tenían ideas muy confusas sobre su pasado ynunca les dieron mucha importancia. Desde que se descubrió que no era po-sible aceptar las tradiciones judías y romanas así como así, no ha dejado deintentarse sustituirlas con alguna otra versión, pero ese interés no conduce por fuerza a cuestiones racionales y que valgan la pena, al menos en el caso .de los romanos (es más difícil hacer preguntas totalmente frívolas sobre losorígenes de la religión hebrea). Se ha esperado a veces que la arqueologíaconfirme o niegue la existencia de Rómulo y de Tarquino Prisco; y a la an ,

tropología y a la lingüística se ha pedido que definan la composición racial 'de la nación romana. Tal vez no deba sorprendemos que las respuestas' no (hayan sido nunca satisfactorias. Todavía no sabemos si existió Rómulo —oun equivalente de Rómulo— ni si la leyenda del rapto de las sabinas reflejaalgún hecho real.

En parte esto se debe simplemente a la mala suerte de los arqueólogos.Para la historia de una sociedad letrada los documentos escritos cuentan másque cualquiera otra cosa, pero hasta ahora sólo se han encontrado en Romados inscripciones semiinteligibles en latín y tres  graffiti en etrusco (estosúltimos en vasos) del periodo anterior al 500 a.c. Pero en parte se trata de unconflicto directo entre la naturaleza de las preguntas y la naturaleza del testi-monio que supuestamente debería proporcionar las respuestas. Una exce-ente exploración sistemática del Foro y el Palatino y hallazgos dispersos en

otras partes han suministrado información sobre las tumbas, los santuarios,as chozas y las fortificaciones de la Roma temprana y sobre importaciones

de Etruria y de Grecia, pero todo eso no equivale a un cuadro de una socie-dad, y menos aún de una organización política. A menos que los métodos ar-queológicos mejoren mucho, las excavaciones no van a revelar los auténticosorígenes de la distinción entre patricios y plebeyos, y menos aún podemos

* The New York Revicw o f Books, 5,3,16 de septiembre de 1965, pp. 1922, reseña de A. Alfoldi,Eur/yRomc and the Latios, 1964.

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viene a confirmar ia presunción de Sa fecha dada por Polibio y en conjuntono es probable que aumente la confianza en el tratamiento radical de lasfuentes romanas que Alfóldi defiende con tanto vigor.

A estas alturas un cínico podría observar que no es mucha la diferencia desi es Fabio Píctor o Alfoldi quien está en lo cierto, pues la auténtica historiade la Roma temprana es irrecuperable de todos modos. Pero hay una dife-rencia entre la conjetura que surge de una cuidadosa interpretación deltestimonio y la conjetura que choca con el testimonio. Los estudios históricosestán cada vez más empeñados en explorar el pasado remoto, donde las con-

 jeturas son inevitables. Sólo un control estricto puede impedir la creación (ypor último la divulgación) de una historia imaginaria en gran escala.

¿MENTÍA FABIO PÍCTOR?

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BIOGRAFÍA ^í-1 ^   ----  -

 _  J \

El  28 de octubre de 312 los cristianos se encontraron súbita e inesperadamen-te victoriosos.2La victoria fue un milagro, aunque hubo opiniones diferentessobre la naturaleza de la señal que recibió Constantino. Los triunfadorestomaron conciencia de su victoria con ánimo resentido y vengativo. Fue unavoz deformada por un odio implacable la que anunció al mundo la victoriadel puente Milvio: De mortibus persecutormn de Lactancio.3 En este horrible

panfleto del autor de De ira dei hay algo de la violencia de los profetas sin elsentido trágico que inspira el canto de Nahum a la caída de Nínive. "Su furorse derrama como fuego, y las rocas se quiebran ante él. Bueno es Yahvé parael que en él espera un refugio en el día de la angustia": esto al menos tieneuna sencillez elemental que está muy lejos de la prosa complaciente y refi-nada del retórico del siglo rv. Lactancio no estaba solo. De manera más sobriaaunque no menos despiadada, Eusebio relataba la venganza divina contraquienes habían perseguido a la Iglesia. A nosotros naturalmente nos pareceque hay algo en común entre los judíos muertos defendiendo a la antigua

 Jerusalén y los cristianos muertos en la construcción de la nueva Jerusalén encontra del mismo Imperio romano. Eruditos modernos han demostrado sin

dificultad que tanto en la forma como en la sustancia el mártir judío es el pro-totipo del mártir cristiano, pero tales descubrimientos eruditos tienen escasaimportancia para las realidades del siglo rv. Los discípulos odiaban a susmaestros y eran odiados a su vez. Eusebio, hombre de probable ascendencia

 judía, relata con gran alegría la historia, narrada originalmente por Josefo, delsitio y la toma de Jerusalén: así perezcan todos los enemigos de Cristo. Quizáno sea casual que ñi Lactancio ni Eusebio hubieran sufrido mucho personal-mente debido a la persecución de Diocleciano. Igual que Tácito en relacióncon Domiciano, expresaban el resentimiento de la mayoría que había sobre-vivido en el temor antes que en el dolor físico. Eusebio había estado cerca de

* Este ensayo se publicó por primera vez en A. Momi gUano (comp.), The Confl i ct Between Pa-  ganism and Christi anil y i n t he Fourth Centw y, Oxford, The Clarendon Press, 1963, pp. 7999.

1Las notas de este capítulo no intentan ser más que una introducción a la bibliografía reciente.Cf . mi artículo en la Rivi sta Stor ica It ali ana, lxxxi, 1969, pp. 286303.

2 C f , sin embargo, P. Bruun, "The Battle of the Müvian Bridge: The Date Reconsidered", enHermcs, lxxxviii, 1960, pp. 361370, que fecha la batalla en 311.

3 El comentario aceptado es el de J. Moreau, Sources Chrét iennes,  París, 1954. Cf. W. Nestle,"Die Legende vom Tode der Gottesverachter", en Arch. f . Rel igionsw .,  xxxiii, 1936, p. 246269,reimpr. en Criechische Stud ien, 1948, p. 567. En general, J. Stevenson, Studi a Pat rísti ca,  i, Berlín,1957, pp. 661677. No convence S. Rossi, Ciom. It al. Filol., xiv, 1961, pp. 193213.

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su maestro Panfilo, quien continuó trabajando sobre la Biblia en la cárcel,mientras esperaba la muerte.4

Si hubo hombres que recomendaran ia tolerancia y la coexistencia pacíficaentre cristianos y paganos, la multitud pronto los hizo a un lado. Los cristia-nos estaban dispuestos a tomar el Imperio romano, como lo aclara Eusebioen la introducción de la Praeparatio evangélica  donde destaca la correlaciónentre la  pax roinana y el mensaje cristiano: en realidad, la idea ni siquiera eranueva. Los cristianos estaban decididos además a impedir el regreso de laIglesia a las condiciones de inferioridad y persecución. Por el momento po-demos dejar de lado los problemas y los conflictos dentro de la Iglesia quetodo esto implicaba. La revolución del siglo rv, que trajo consigo una nuevahistoriografía, no se entiende si subestimarnos la resolución, casi avidez, conque los cristianos evaluaron y explotaron el milagro que había transformadoa Constantino en seguidor, protector y posteriormente legislador de la Iglesia

cristiana.Hay un hecho bastante elocuente. Todas las obras pioneras de la historio-

grafía cristiana son anteriores a lo que podríamos llamar sus correspondien-tes er. ¡a historiografía pagana. De mortibus persecutorum  fue escrito porLactancio alrededor de 316. La Historia eclesiástica  de Eusebio probablementeapareció en una primera edición alrededor de 312.5 Su vida de Constantino—de cuya autenticidad no puede haber mayor duda— fue escrita no muchodespués de 337.s La vida de san Antonio, escrita por san Atanasio, es de alre-dedor del año 360. Ninguna de las obras paganas puede fecharse con segu-ridad antes de la muerte de Constantino. La Historia Augusta dice haber sido

escrita en tiempos de Diocleciano y Constantino, pero la mayoría de los estu-diosos modernos prefiere —acertada o equivocadamente— fecharla despuésde 360.7 La trilogía característica a la que pertenecen los Caesares de AurelioVíctor fue organizada después de 360.® La vida de los sofistas escrita por

4 Los hechos están reunidos en H. J. Lawlor y J. E. L. Oulton, Eusebi as, The Ecclesiasii cal H is

and the Mart yrs o f Palesti ne,  traducido con introducción y notas, Londres, 1928; reimpr., 1954, ii,p. 332. Cf . S. Liebermann, A nn. Inst. Phil . Hisl. O rient., vii, 19391944, pp. 395446.

Sobre la discutida cuestión de las varias ediciones de la Hi stori a eclesiásti ca,  que no piensotratar aquí, véase especialmente E. Schwartz, introducción a su ed. major ,  Berlín, 19C9, vol. III, yel artículo en PaulyWissowa, Real encyclopádi e,  s.v. Eusebius (reimpr. ahora en Criechische Ceschi cht schrei ber,  1957, pp. 540 ss.);   R. Laqueur, Eusebius ais H istor ik er sei ner Zeit ,  Berlín yLeipzig, 1929; H. J. Lawlor y J. E. L. Oulton, introducción a su traducción, 1928; H. Edmonds,Zw eit e Aufl agen i m AU ert um, Leipzig, 1941, pp. 2545 (con bibliografía).

6 Bibliografía hasta 1956 en B. Altanér, Pát ro l ogi e,  5a. ed., Friburgo de Brisgovia, 1958,p. 209. Agregúese J. Straub, Studi n Pat rísti ca, i, Berlín, 1957, pp. 679695.

Mi ensayo reimpreso en Secondo conl ri buto ali a stori a degli studi classici, Roma, 1960, pp. 105143, da la bibliografía, a la que quisiera agregar W. Ensslin, Studi Calderi ni-Pari beni, i, 1956, pp.313323; J. Straub, Bonner Jahrbücher,  clvclvi, 19551956, pp. 136155, y más en particular E. M.Staerman, Veslnik D revnej Istorii ,  1957,1, pp. 233245, trad. en Bibl. Class. Ori ent ., v, 1960, pp. 93110, y A. I. Dovatur, V. D. I. cit ., pp. 245256. No me convencen los argumentos de J. Schwartz,Bul l . Fac. Leí t res St rasbourg,  xl, 1961, pp. 169176. Bibliografía ulterior en Engl . Hi st . Rev., lxxxiv,1969, p. 566, y en el magistral trabajo de E. J. Bickerman, Riv . Fi l . Class., 101,1973, pp. 2531.

8 Este problema se examina en mi Secondo Contr ibut o ali a stori a degl i studi classi ci, pp. 1451

G. Puccioni sugiere una fecha posterior, Studi ll al. Fil . Cl ass., xxx, 

1958, pp. 207254, y A nn . Scuola  Nórmal e Pisa, xxvii, 1958, pp. 211223.

9 6 HISTORIOGRAFÍA P A G A N A E HISTORIOGRAFÍA CRISTIANA

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HISTORIOGRAFÍA PACANA E HISTORIOGRAFÍA CRISTIANA 97

Eunapio —que son hagiografía pagana— se publicó alrededor de 395.910También Marcelino Amiano terminó su obra alrededor de 395.1" En general,los cristianos emprenden su escritura creativa antes que los paganos. Los cri.s

 _(ianosatacan,Los paganos están a la defensiva.

Hacia fines del siglo la situación cambió. La muerte de Teodosio precipitóuna crisis política, y pronto los bárbaros la aprovecharon con invasiones enescala sin precedentes. La intervención del Estado en asuntos teológicos pa -recía menos atractiva para quienes habían presenciado ios procesos de lospriscilianistas y la cruel ejecución con que culminaron. Muchos cristianos sesintieron menos seguros de sí mismos y volvieron ai paganismo. Muchos pa-ganos se volvieron más agresivos y se atrevieron a decir abiertamente que lanueva religión era causa de la caída del Imperio. En el campo pagano la re-signación cedió el lugar a la furia, y en el campo cristiano la agresividad tuvoque convertirse en defensa propia. Esto, además, provocó un resurgimiento

de la escritura histórica pagana en griego: la historiografía pagana griegahabía estado notoriamente ausente de las luchas ideológicas del siglo rv. Porlo tanto, está claro que los años comprendidos entre 395 y 410 vieron nuevosavances de la historiografía que están fuera de los límites de esta obra. Sibien no los dejaremos del todo de lado, limitaremos nuestro análisis a los

 ffiños 312395^)La lúcida determinación de los cristianos, que se hizo repen-tinamente evidente después de 312, era resultado de siglos de disciplina y dépensamiento. En tiempos de persecución v de tolerancia incómoda la Iglesiahabía expuesto su ld éad éla ortodoxia y su concepción de ja economía provi-dencial de la historia. Surgió victoriosa para reafirmar con autoridad acreTeAtTdá''éTTñcóñfúñd ib le patrón de intervención divina en. la historia, la

implacable eliminación de desviaciones. Las bases de la historiografía cristia-na se habían echado mucho antes de la batalla del puente Milvio..Todos conocemos el cuento del hombre que entró en una librería de Lon-

dres y pidió ul Nuevo Testamento en griego. El empleado se retiró a la tras-tienda y regresó 10 minutos después con expresión grave: "Es extraño, señor,pero al parecer el griego es la única lengua a la que todavía no se ha traducidoel Nuevo Testamento". Este cuento puede recordamos dos hechos. El prime-ro es que hubo una época en que el Nuevo Testamento sólo se podía hallaren griego. El segundo y más importante es que en esa época era tan difícilcomo ahora encontrar una librería que tuviera el Nuevo, o incluso el AntiguoTestamento en griego. Alrededor del 180 d.c. un hombre como Galeno podíaentrar en una librería y descubrir que estaban vendiendo una edición noautorizada de sus propias conferencias. Pero, aun cuando estaba interesadoen los cristianos, Galeno difícilmente habría encontrado una Biblia. La Bibliano era literatura para los paganos. Su griego no era muy elegante. Lactancioobservaba: "npud sapientes et doctos et principes huius saeculi scriptura sanctafi¡de care(a)t“ (Inst. V,l,15). Si encontramos un pagano que tenga un ligero conoci-miento de la Biblia, como el anónimo autor de De lo siiblime,  sospechamos

9 Cf. también W. R. Chalmers, Class. Qunrt., N. S., iii, 1953, pp. 165170.10C f , sin embargo, O. J. MaenchenHelfen, A. ]. Ph., lxxvi, 1955, pp. 384400.

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alguna mfiu<e¡ncia judía directa: y con razón, porque el autor del tratado sobreio sublime era un  discípulo de Cecilio Calactino, que, según todo pareceindicar, era judío.11 Normalmente los paganos educados del Imperio romano

no sabían nada de ¡a historia judía ni de la cristiana. Si deseaban algunainformación sobre los judíos recurrían a distorsiones de segunda mano, comolas que leemos en Tácito. En consecuencia, el conocimiento directo de la his-toria judia o cristiana en general venía junto con la conversión ai judaismo oai cristianismo. Las personas aprendían una nueva historia porque adquiríanuna nueva reiigióhrta conversión significaba literalmente el descubrimientode una nueva historia, de Adán y Eva a los acontecimientos contempo-ráneos.12 .

La nueva historia no podía suprimir la antigua. Era preciso presentar dealguna manera a Adán, Eva y todos los que los siguen en un mundo poblado

por Deucaüón, Cadmo, Rómulo y Alejandro Magno, y eso creaba problemasnuevos de todo tipo. Primero, había que presentar a los paganos la versión judía de la historia. Segundo, se esperaba que los historiadores cristianos re-futaran la objeción de que el cristianismo era nuevo, y por lo tanto no respe-table. Tercero, había que hacer.entrar la realidad pagana en el plan judeocristiano de la redención. Pronto fue imperativo para los cristianos elaboraruna cronología que satisficiera tanto las necesidades de la enseñanza elemen-tal como los fines de la interpretación histórica superior. Los cronógrafoscristianos tenían que resumir la historia que ahora los conversos supuesta-

mente debían considerar como suya; además, tenían que demostrar la anti-güedad de la doctrina judeocristiana, y tenían que presentar un modelo dehistoria providencial. El resultado fue que, a diferencia de la cronologíapagana, la cronología cristiana fue también una filosofía de la historia. Adiferencia de la enseñanza elemental pagana, la enseñanza elemental cris-tiana de la historia no podía dejar de referirse a la esencia del destino delhombre. El converso, al abandonar el paganismo, se veía obligado a ampliarsu horizonte hlstóricóTes probable que por primera vez pensara desdejaperspectiva de Iá historia universal.

Los preparativos de la cronología cristiana se habían hecho mucho antes

del siglo rv.13 Los mayores participantes en esa tarea, Clemente Alejandrino,

11 Cf.  A. Rostagni, Anoni mo-D el Sublime, Milán, 1947; E. Norden, "Das Genesiszitat in derSchrift vom Erhabenen", en Abl i . Berlín. Ak ad., 1954, p. 1.

12  Sobre las implicaciones de la concepción cristiana de la historia, véase, por ejemplo, L.Tondelli, 11 di scgno div i no ncll a stori a, Turín, 1947; O. Cullmann, Chri stus und die Zeit, 2a. ed.,Zurich, 1948; W. Kamlah, Chnstcnt um und Gcschichtl i cl i kcit , 2a. ed., Stuttgart, 1951; R. L. P.Milbtirn, Earl y Cli ri sl ian I nt crpreíati ons o f Hi stor y,  Londres, 1954; K. Lówith, Wcl tgcschichte und  Hcilgeschehen,  Stuttgart, 1953; C. Schneider, Gcistcsgcschichtc des anl i ken Chr i stcnt ums, Munich,1956. Véase también H. Rahner, Grieclt ische M y then i n christl l chcr Dcut ung, Zurich, 1945, y losestudios de S. G. F. Brandon y K. Lowith en Numen, ii, 1955.

13

  Además del fundamental H. Gelzer,Sext as ¡ul i us Af ri canas und di e byzant. Chronographi e,

 Leipzig, 18801898, mencionaré solamente a A. Hamel, Ki rchc bci Hippoly t von Rom, Gütersloh,1951; M. Richard, Me!. Sci ences Rel iga-uses, vii, 1950, pp. 237, y viii, 1951, p. 19 (sobre Hipólito);B. Kótting, "Endzeitprognosen zwischen Lactantius und Augustinus", en Hist. Jahrb.,  lxxvii,1957, pp 125139; P Courcelle, "Les Exégéses chrétiennes de la quatriéme égjogue", en Rev

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HISTORIOGRAFÍA PAGANA E HISTORIOGRAFÍA CR5S1TANA 99

 Julio Africano e Hipólito de Roma, pertenecen a los siglos u y Ui Ellos crea-ron el marco para la administración divina del mundo; tr^sformaron Ja cro-nografía helenística en una ciencia cristiana y añadieron las listas de los obis-pos de ías sedes más importantes a las usías de reyes y de magistrados deí

mundo pagano. Presentaron la historia de tal manera que era fácil percibir elplan de redención. Con particular cuidado mostraron la prioridad de los ju-díos sobre ios paganos —en este punto es obvia su deuda con la apologética

 judía. Establecieron criterios de ortodoxia por el simple método de introducirlistas de obispos que representaban la sucesión apostólica. Los cálculos sobreel regreso de Cristo y el fin último nunca habían sido ajenos a la Iglesia. Des.de que se afirmó en la Iglesia la autoridad del Apocalipsis atribuido, a san

 Juan, los cálculos milemrisj^.%.mi4.%ÚcarQn. Una cronología universal enel sentido cristiano tenía que tomar en cuenta no sólo el principio sino tam-bién el final; tenía que aceptar la creencia en el milenio o bien combatirla. Lacronología se fundió con la escatología. Tanto Julio Africano como Hipólito

creían firmemente en el milenio, sin creer sin embargo en su inminencia.Pero el elevado propósito de la filosofía de la historia nunca se separó de latarea inmediata de informar y dar buen ejemplo a los fieles. La introducciónde Hipólito a su Chronicon es explícita; citando una frase de una de sus tra-ducciones latinas (otra fue incorporada en el Cronógrafo de 354), su propó-sito era mostrar "quae divisio el quae perdido facía sil, quo auietn modo generado seminis Israel de patribus in Chrisio completa sil".

A comienzos del siglo rv la cronología cristiana ya había superado su fasecreativa. Lo que hizo Eusebio fue corregir y mejorar la obra de sus predece-sores, de entre los cuales se basó principalmente en Julio Africano.14Corrigiódetalles que le parecían equivocados incluso al punto de reducir la prioridad

de los héroes bíblicos sobre los paganos. A Moisés, que según Julio Africanoera contemporáneo de Ogiges, se le hizo contemporáneo de Cécrop, con pér-dida de 300 años. Eusebio no temió atacar las conjeturas de san Pablo sobrela cronología del Libro de los Jueces. Utilizó libremente fuentes judías y anti-cristianas, como Porfirio. Introdujo un cálculo a partir de Abraham que lepermitió evitar los peligros de una cronología según los primeros capítulosdel Génesis. Aparentemente fue el primero en utilizar el método práctico depresentar la cronología de .varias naciones en columnas paralelas: Al parecerninguno de los cronógrafos anteriores había usado ese pían, aunque con fre-cuencia se ha atribuido a Castor o a Julio Africano. Cometió muchos errores,pero éstos ya no nos sorprenden. Hace 50 años Eduárd Schwártz, para salvar

la reputación de cronógrafo competente de Eusebio, conjeturó que las dos re-presentaciones que hay del perdido original del Chronicon de Eusebio —la

Étud. A nc., lix, 1957, pp. 294319; A.D. Van Den Brincken, Studien zur Lateinischen Welt chronisli k  bis i n das Zeil alt er Oi tos von Frei sing, Dusseldorf, 1957, con bibliografía.

14 La obra esencial después de E. Schwártz es R. Helm, "Eusebios, Chronik und ihreTabellenform", en Abh. Berlín. Ak ad., 1923, p. 4. Cf. también R. Helm, Eranos, xxii, 1924, pp. 140,y A. Schone, Di e Welt chronik des Eusebius i n i hrer Bearbei tung durch Hierontymus, Berlín, 1900, yD. S. WallaceHadrill, "The Eusebian Chronicle: the extent and date of composiiion of its earlyeditions",/. T. S„ N. S„ vi, 1955, pp. 248253.

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adaptación ¡atina de San Jerónimo y la anónima traducción armenia— sebasaban en un texto con interpolaciones que pasaba por ser tocio de Eusebio.Esta conjetura es quizá innecesaria; tampoco estamos seguros de que la

versión armenia se apegue más al original que la versión latina de San Jerónimo. Ambas versiones reflejan las inevitables imprecisiones de la mentede Eusebio, para quien la cronología era algo entre una ciencia exacta y uninstrumento de propaganda.

Sin embargo, reconocemos al astuto y mundano consejero del emperadorConstantino en la ausencia de sueños milenarisías. Eusebio y San Jerónimo,que !o siguió, desempeñaron una función esencial en su descrédito, aunquedesde luego no lograron eliminarlos. Los cálculos del milenio reaparecen enel De cursu temporum que el obispo Hilarión escribió a fines del siglo rv,15y enla misma época tuvieron su papel en el pensamiento de Sulpicio Severo.16

Como ya hemos dicho, los desastres de fines del siglo influyeron en los sue-ños, igual que en la otra realidad.Gracias a Eusebio la cronografía siguió siendo la forma típica de la instruc

CiOl i Cúáíidññ 6Ti el siglo tv, dando fe del interés por los patrones históricosantes que por los detalles.

Pero los cristianos no eran los únicos que tenían un problema de educaciónhistórica; los paganos también tenían el suyo. La diferencia entre paganos ycristianos en la enseñanza de la historia, sin embargo, puede señalarse deinmediato. Los paganos no se ocupaban en valores últimos en la enseñanzaelemental; su principal preocupación era mantener vivo el conocimiento delpasado romano. Después de los terremotos sociales y políticos del siglo mhabía surgido una nueva clase dirigente que desde luego tenía ciertadificultad para recordar hasta los hechos de la historia romana.17 Esto explicapor qué Eutropio y (¿Rufo?) Festo recibieron del emperador Valente el encar-go de preparar un resumen de la historia de Roma. Eutropio fue el primeroen obedecer la orden real, pero las 77 páginas de su texto Teubner deben dehaber sido demasiadas para Valente. Festo, después, se limitó a alrededorde 20 páginas. No era modesto sino literal cuando recomendaba su texto al

 gloriosissimns princeps diciendo que era más breve que un resumen, una meraenumeración de hechos. Los hombres nuevos, procedentes de los ejércitosprovincianos o de Germania, que estaban adquiriendo riquezas y poder,querían tener algún conocimiento del pasado romano. Tenían que mezclarsecon los miembros sobrevivientes de la aristocracia senatorial, para quienes elconocimiento de la historia y las antigüedades romanas era de rigueur.  Élestablecimiento de un nuevo senado en Constantinopia, al añadir otra claseprivilegiáis, complicó aún más ese problema educacional. Era poco probableque los senadores de Constantinopia, escogidos entre la clase alta municipaldel Oriente, carecieran de educación, pero la lengua latina y la historiaromana no eran su fuerte. También ellos necesitaban breviaria.  Eutropio

15 El texto está editado en C. Frick, Chronicn Minora, i, 1892.16 S. Prete, I chronica di Sulpicio Severo, Ciudad del Vaticano, 1955.17  E. Malcovati, "I Breviari del IV secolo", en Annali Universita Cagliari, xii, 1942.

100 HISTORIOGRAFÍA PAGANA EHISTORIOGRAFÍA CRISTIANA

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pronto fue traducido al griego por un amigo de Libanio e inició su impetuo-sa carrera en el mundo bizantino. Deben de ser pocos ios autores latinos,aparte de él, que pueden enorgullecerse por lo menos de tres traducciones

sucesivas al griego.En su neutralidad característica, los breviario  paganos no representabanningún peligro para ios cristianos. Carecían de contenido religioso, de modoque no podían ofenderlos. Por el contrario, los cristianos podían explotarloscon facilidad para sus propios fines. Eutropio tuvo mucho éxito en Constantinopla, donde la aristocracia pronto fue predominantemente cristiana. Elcompilador cristiano conocido como el Cronógrafo de 354 incluyó en su pro-pia obra una recapitulación pagana de la historia de Roma: la llamadaChronica urbis Romae.ls Cuando San Jerónimo decidió continuar el Chronicon de Eusebio hasta 378 utilizó a escritores paganos como Aurelio Víctor y Eu-tropio, por no hablar de la Chronica urbis Romae que probablemente conocía

como parte de la cronografía cristiana de 354. Pero todo esto hacía resallar elhecho de que los cristianos no poseían ninguna compilación comparable a lasde Eutropio y Festo. Si no hicieron falta breviario durante el siglo iv, cuandolos cristianos se sentían muy seguros de sí mismos,'no parecieron tan superfluos hacia el final del siglo, cuando la versión pagana de la historia de Romaganó autoridad. Sulpicio Severo, que había abrevado cultura pagana en laGalla, fue el primero en notar esa deficiencia y llenar el vacío, alrededor délaño 400 d.c., combinando cronógrafos cristianos y la Biblia con historici mun-diales,  los historiadores paganos. Su objetivo aún era el dual de la anteriorcronografía cristiana: "ut et imperitos docerem et litteratos convincerem"cMas

adelante, alrededor de 417, Orosio siguió su ejemplo cuando San Agustín lesolicitó que hiciera un sumario de la historia de Roma en apoyo de su Civitas Dei. Orosio le dio lo que desde un punto de vista medieval podríamos llamarun toque cristiano final al epítome pagano de la historia de Roma.19

Los epítomes están apenas en el umbral de la historia. Hasta ahora hemostomado en consideración libros destinados a recordar al lector los aconteci-mientos más que a contárselos por primera vez. Sin embargo, ya ha apare-cido un hecho importante: ya fuera en forma de cronografías o, después, enforma de breviario,  las compilaciones cristianas comunicaban explícitamenteun mensaje, y es dudoso que la mayoría de las compilaciones paganas comu-nicaran un mensaje cualquiera. Sulpicio Severo y Orosio luchaban por unacausa, y es preciso recordar que Sulpicio Severo expresó la indignaciónque habúrn sentido san Ambrosio y san Martín de Tours por haberse recurrido al brazo secular'en la .conteoversiFpriscilianista. Por consiguiente, erafácil transformar un manual pagano en uno cristiano, pero era casi imposiblevolver pagano lo que había sido cristiano. Más adelante examinaremos una

13Mommsen, Übcr den Chronograplum vom ]. 354 ,1850, parcialmente reimpr. en Ccs. Schrif t ax, vü, sigue siendo la obra esencial. El texto, en Mommsen, Chronica M inora, i, 1892.

19 Entre la bibliografía reciente véase K. A. Schóndorf, D i e Geschichtst heologic des Orosi ns  , Munich, 1952. C/. también J. Straub, "Christliche Geschichtsapologetik in der Krisis des

rdmischen Reiches", en Historia, 

1, 1950, pp. 5281.

HISTORIOGRAFÍA PACANA E HISTORIOGRAFÍ A CRISTIAN A 101

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posible excepción a la regia de que ios cristianos asimilan ideas paganasmientras que Sos paganos no se apropian las ideas cristianas. Sin embargo, lregla subsiste: es suficiente para indicar la tendencia del siglo, y, de paso

para explicar por qué los cristianos triunfaron con tañía facilidad. Sólo porque la tendencia es tan clara, tal vez podamos añadir, por conjetura, un casomás de fácil transformación de braviaría  históricos paganos en cristianosTodo es dudoso acerca de la primera parte del  Anonymus Valesianus —consistente en una breve vida de Constantino titulada Origo Constantini im

 peratoria—> pero parece muy probable que sea del siglo rv, y también parececlaro que los pocos pasajes cristianos son interpolaciones de Orosio. Si es asíOrigo Constantini irnperaioris  es un hermoso ejemplo de una obrita paganaque fue convertida en cristiana mediante la simple adición de unos cuantos

pasajes.20 Los cristianos pudieron tomarla sin dificultad debido al carácter relativamente neutral del texto original. Los paganos, por su parte, se mantenían alejados de los explosivos cristianos.

La iniciativa de los cristianos era tal que no vacilaron en apropiarse también bienes judíos. El Líber antiquitatum Biblicarum del pseudo Filón era ori-ginalmente un manual judío de historia bíblica, Al parecer fue escrito enhebreo para judíos en el siglo I d.c.; más tarde fue traducido al griego y todoparece indicar que durante el siglo iv fue transformado en un manualcristiano y traducido al latín.21

Entonces surge la pregunta de si los cristianos alcanzaron la supremacía

también en el superior nivel de la escritura histórica original, y si también allconfirmaron su capacidad de asimilar sin ser asimilados.

Si fuera posible responder sencillamente sí, no valdría la pena preguntar.Las formas tradicionales de historiografía superior no atraían a los cristianos,quienes inventaron otras nuevas. Esas invenciones son las contribucionesmás importantes a la historiografía después del siglo v a.c y antes del xvi d.c.Sin embargo, los cristianos permitieron que los paganos mantuvieran lasupremacía en ras formas his toriográf¡cas tradicionales. Para decirlo pronto,los cristianos inventaron la historia eclesiástica y las biografías de los santos,

pero no trataron de cristianizar la historia política ordinaria, y en la biografíasu influencia fue menor de lo que podría suponerse. En el siglo iv d.c. nohubo ninguna tentativa seria de dar una versión cristiana de Tucídides o deTácito, por ejemplo, para mencionar a dos autores que todavía se estudiabanseriamente. No hubo ni siquiera un intento de reinterpretar la historia mili-tar, política o diplomática general en términos cristianos. Lactancio en Demortibns persecutorum es posiblemente el único escritor cristiano que toca ta-les acontecimientos sociales y políticos. Lo hace con un espíritu conservadory senatorial que debe de provocar incomodidad en quienes identifican a loscristianos con la clase media baja, pero nunca expone seriamente su interpre-

20 Texto y estudio de R. Cessi en su edición del Anonymus Val esi anus, Rer. It al. Scri pi .,  1913,pero sus conclusiones no se aceptan aquí. La conferencia Groningen de D. J. A. Westerhuis,1906, sigue siendo sumamente valiosa. Nueva edición de J. Moreau, Leipzig, 1961.

iC2 HISTORIOGRAFIA PAGANA E HISTORIOGRAFÍA CRISTIANA

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tación política: corno analista, no es posible compararle con Marcelino Amiano, ni siquiera con los Scriptores historiae Augustas.

La consecuencia de esto es obvia. No se transmitió a la Edad Media ningu-na verdadera historiografía cristiané," basada en ¡a experiencia política de

Heródotó, Tucídides, Tito Livio y Tácito. Esto.es evidente ya en el siglo vi,cuando un historiador militar y político corno Procopio es totalmente paganoen su enfoque y en su técnica. Cuando ios humanistas, en los siglos xv y xvi,redescubrieron a Heródoto, a Tucídides, a Tito Livio y a Tácito, estaban re-descubriendo algo para lo cual no había una alternativa cristiana. No mecorresponde a mí decir si esa alternativa era posible: si un Tacilus chñstianus anterior hubiera sido menos absurdo que el posterior a la Reforma. Lo queme interesa señalar es que las condiciones que propiciaron el surgimiento deMaquiavelo y Guicciardini se originaron tal vez en el siglo rv d.c. Los mo-delos de la historia política y militar siguieron siendo irremediablementepaganos. En la alta historiografía no hubo nada comparable a la fácil cris-tianización de los braviaría paganos.

Aquí, de nuevo, la influencia decisiva fue la de Eusebio, aunque nunca sa-bremos cuánto debía a sus predecesores —y en especial al oscuro Hegesipo— a menos que se descubran nuevos datos.22 Sin embargo, está bastanteclaro que Hegesipo escribía apologética, no historia. Aparte del suyo, no hayotro nombre que pueda competir seriamente con el de Eusebio por la inven-ción de la historia eclesiástica. No era vana jactancia cuando afirmaba queera el "primero en iniciar la empresa, como los viajeros por algún caminodesolado y nunca hollado".23

Eusebio, como cualquier hombre instruido, sabía lo que era propiamentehistoria: era una obra de retórica, con un máximo de discursos inventados yun mínimo de documentos auténticos. Si él, en cambio, escogió presentarabundantes documentos y abstenerse de inventar discursos, debe de habertenido la intención de escribir algo distinto de la historia ordinaria. ¿Se pro-pondría acaso escribir una obra preparatoria para la historia, un VTtópvripa?Es difícil de creer. Ante todo, los V7to¡ivf¡jj.ai:a históricos se limitaban normal-mente a acontecimientos contemporáneos. En segundo lugar, Eusebio hablacomo si estuviera escribiendo historia, no recopilando materiales para una fu-tura historia

Fue Eduard Schwartz quien en uno de sus momentos más irrespetuososdio a entender que los profesores alemanes de Kirchengeschichte habían sidovíctimas de su pobre conocimiento del griego. No habían comprendido que'ExncXTimaoTucri {atocia no significaba Kirchengeschichte sino Materialien zur  Kirchengeschichte.  Eduard Schwartz, por supuesto, estaba librando su gran

22 Entre la bibliografía redente véase K. Mras, An z. Oestcrr. Akad., 1958, pp. 143145; W. Telfer,Haro. Theol . Reí’ :, lili, 1960, pp. 143154.

23 Cf.,  entre muchos, H. Berkhof, Di e Theologie Eusebias' von Caesarea, Amsterdam, 1939; ídem, Ki rche und Kaiser, Zurich, 1947; F. E. Cranz, Har v. Thcol. Rev., xlv, 1952, pp. 4766; K. Heussi,Wissenschaftl. Zei lschr. Uni v. Jena, vii, 19571958, pp. 8992; F. Scheidweiler,Zeit schr.f . d. Ncut . Wis-  senschafi , xlix, 1958, pp. 123129; D. S. WallaceHadrill, Eusebius of Caesarea, Londres, 1960.

HISTORIOGRAFIA PAGANA E HISTORIOGRAFÍA CRISTIANA '103

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104 HISTORIOGRAFÍA PAGANA E HISTORIOGRAFÍA CRISTIANA

batalla contra el aislamiento de la historia eclesiástica en las universidadesalemanas, y quienes compartimos sus convicciones no podemos culparlo poresa paradoja. Pero era una paradoja.2'1

Eusebio sabía perfectamente que estaba escribiendo un nuevo tipo dehistoria. Para él, los cristianos eran una nación, y por consiguiente estabaescribiendo historia nacional. Pero su nación tenía un origen trascendental.Aunque había aparecido en la tierra en la época de Augusto, había nacido énel cielo, "con la primera dispensa al propio Cristo" (í, 1, 8). Las guerras queesa nación estaba enfrentando no eran guerras ordinarias: eran persecucio-nes y herejías. Detrás de la nación cristiana estaba Cristo, así como detrás desus enemigos estaba el diablo. La historia eclesiástica tenía que ser diferentede la historia ordinaria porque era ja historia de la lucha contra el diablo, quetrataba dé contaminar la pureza de la Iglesia cristiana, garantizada por ¡a

sucesión apostólica.Eusebio, que empezó a recopilar sus materiales durante las persecuciones

ele Dice!criar.o, nunca olvidó su propósito original de presentar pruebasobjetivas sobre el pasado y el carácter de la Iglesia perseguida. Dispuso suprueba constituida por citas de las autoridades más fidedignas y documen-tos en la forma que era natural para cualquier polemista antiguo. Como sutema era una Iglesia que representaba una escuela de pensamiento, podíaaprender mucho, en cuanto a la presentación, de las historias de escuelasfilosóficas que conocía bien. Esas historias se ocupaban de controversias doc-trinales, cuestiones de autenticidad, sucesiones de scholarchs; pero él eliminó

todo lo que había de anecdótico y de mundano en las biografías paganas defilósofos. Por eso nunca sabremos si a Clemente de Alejandría le gustaban loshigos verdes y pasarse las horas al sol, que son hechos establecidos en la bio-grafía del estoico Zenón. Al mismo tiempo, es seguro que Eusebio tenía pre-sente la historiografía judeohelenística, ejemplificada para él como paranosotros en Fiavio Josefo. En josefo encontraba el hincapié en el pasado, eltono apologético, la digresión doctrinal, la presentación (aunque no tanabundante) de documentos: sobre todo, allí estaba la idea de una nación di-ferente de las naciones paganas ordinarias. La historiografía judía subrayabaenfáticamente la importancia del pasado remoto en comparación con épocasrecientes y la importancia del culto en comparación con la política.

La idea de que Eusebio combinó los métodos de la historiografía filosóficacon el enfoque de la historiografía judeohelenística tiene por lo menos elmérito de guiamos a las fuentes de su pensamiento; sin embargo, está lejosde explicar todas las características más importantes de su obra. Había di-ferencias claras entre la historia de la Iglesia y la de cualquier otra institución.La persecución había sido un factor omnipresente del cristianismo. La herejíaera una concepción nueva que (cualesquiera que fuesen sus orígenes) no teníaia misma importancia en ninguna otra escuela de pensamiento, ni siquiera enél judaismo. Una descripción de la Iglesia cristiana basada en el concepto deortodoxia y en sus relaciones con un poder perseguidor tenía que ser algo

21"Über Kirchengeschichte", 1908, en CesamincUe Schriften, i, 1938, pp. 110130.

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HISTORIOGRAFÍA PACANA E HISTORIOGRAFÍA CRISTIANA 105

diferente de cualquier otro relato histórico. Y e! nuevo tipo de exposiciónescogido por Eusebio demostró ser adecuado para el nuevo tipo de institu-ción representado por la Iglesia cristiana. Se basaba en. la autoridad y no enla libertad de pensamiento de que tanto se enorgullecían los historiadorespaganos. Sus contemporáneos tuvieron la sensación de que había iniciadoalgo nuevo; los continuadores, los imitadores y los traductores se multiplica-ron. Algunos de ellos (muy especialmente Sozomeno) trataban de ser másconvencionales en su estilo historiográfico, más obedientes a las tradicionesretóricas. Ninguno se apartó de la estructura básica creada por Eusebio, consu hincapié en la lucha contra perseguidores y herejes y por lo tanto en lapureza y la continuidad de la tradición doctrinal.

Eusebio presentó un nuevo tipo de exposición histórica, caracterizado porla importancia atribuida al pasado remoto, por la posición central de las con-

troversias doctrinarias y por el derroche de documentos.Todavía no puedo responder a dos preguntas que tengo muy presentes: sien la Edad Media hubo una escuela de pura historia eclesiástica de Casiodoro a Beda, a Adán de Bremen y a Juan de Salisbury; y si esa escuela, si es quela hubo, se caracterizaba por un particular interés en los documentos. Sinembargo, es un hecho que del siglo xvi al xvm la historia eclesiástica (y espe-cialmente la historia de la Iglesia primitiva) fue tratada con muestras déerudición mucho mayores, con una preocupad~óiijmu^oma.yQiqpor el análi-sis'minuciosoclel testimonio que en ningún oteolipo.de historia. No hay nin-guna o&ra en la historia profana que pueda compararse con las. Centurias de

\ Magdeburgo,! ni con Baronio. Naturalmente, eso es expresión deí carácterferozmente polémico que adoptó la historia eclesiástica después de la Refor:ma, pero bien podemos preguntamos si los historiadores eclesiásticos del Re-nacimiento hubieran entrado por el camino de la erudición y la documenta-ción —y también de la ilegibilidad— sin el poderoso precedente de Eusebioy sus discípulos inmediatos. Por el contrario, bien podemos preguntamos sila historiografía política moderna hubiera cambiado alguna vez de la retóricay el pragmatismo a las notas a pie de página y los apéndices sin el ejemplode la historia eclesiástica. El primero que aplicó el escrutinio cuidadoso deltestimonio a la historia del Imperio romano fue Le Nain de Tillemont, queprovenía de la historia eclesiástica y trabajó en ambos campos. Entre los

mauristas de SaintGermain des Prés la erudición se extendió de la historiaeclesiástica a la profana e incluso a la literaria. Es posible que todos hayamossubestimado la repercusión de la historia eclesiástica en el desarrollo delmétodo histórico. Con Eusebio se inicia un nuevo capítu|p de la historiografía, ¡rosólo porque inventó la Historia eclesiástica sino porque la escribió conuna documentariSn 'totalmente distinta de la de los historiadores paganos.25

Esto nos lleva de regreso a nuestro punto principal. Eusebio hizo historiaen sentido positivo y negativo al crear ia.historiaeclesiástica y dejar en paz lahistoria política. En forma similar,/ótro cristiano)inventó la biografía de

25

W. Nigg, D¡c Kirchaigcscliiclilsschrcibimg, Munich, 1934. Cf. H. Zimmermann, "Ecctesia aisObjekt der Historiographie", Sit zungsb. Akad. W i at, ccxxxv, 1960.

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HISTORIOGRAFÍA I‘ACANA E HISTORIOGRAFÍA CRISTIANA10?,

santos y dejó a los paganos las biografías de políticos y generales. £1 inventorfue?san Atanasio, cuya vida de San Antonio fue rápidamente traducida a!latín por Evagrio. No podemos detenernos aquí en ia complicada pauta de

insinuaciones que se encuentra detrás deí ascenso de la hagiografía: exitus illustrium vironnn,  leyendas judías, vidas de filósofos, "areíalogías", etc. Losestudios de K. Holl y R. Reitzensíein parecen haber comprobado que la insplicícióñ más directa de san Atanasio provino del tipo pitagórico de Getoqávf\ p tal como lo encontramos en la vida de Apolonio de Tiana escrita porFilostrato y en la vida del propio Pitágoras escrita por Jámblico.26San Atana-sio se proponía contraponer el santo cristiano que se abre camino a Dios conla ayuda de Dios al filósofo pagano que prácticamente es dios é¡ mismo, ylogró asestar un golpe mortal al ideal del filósofo pagano, a la vez que creabaun tipo ideal que adquirió enorme popularidad entre los cristianos comunes.

Sólo pequeños grupos de paganos creían que Pitágoras o Diógenes eran elmejor hombre posible: la gran mayoría estaba más interesada en Hércules,Aquiles y Alejandro Magno. Sin embargo, enJa sociedad..cristiana el santofue prontoxeconocido como el único tipo perfecto deho.mbxe..Esto es lo queda una posición única a la hagiografía, que se inicia con san Atanasio.Desplazó a todos los demás tipos de biografía porque todos ¡os demás tiposde hombre pasaron a ser inferiores al del santo. En comparación, las bio-grafías habituales de reyes y políticos se volvieron insignificantes. Una de lascaracterísticas más importantes de la vida de santos es que dan una nuevadimensión a la historiografía al registrar la actividad de demonios, en plural.

No sería exagerado decir que la Invasión másivá dél Imperio romano por losbárbaros fue precedida y acompañada por la invasión masiva de la histo-riografía por los demonios. Reservo el tratamiento completo de "ios de-monios en la historiografía" para un futuro curso sobre "Los demonios y latradición clásica" en el Warburg Institute, pero podemos decir aquí que losdemonios parecen haber respetado la distinción clásica entre los génerosliterarios. Se establecieron en la biografía, pero sólo ocasionalmente irrurnfpieron en el campo de los amales.

La dificultad para escribir una biografía cristiana de un rey, distinta de lavida de un santo, es visible ya en la vida de Constantino escrita por Eusebio,a pesar de que fue redactada posiblemente 20 años antes de que san Atana-sio escribiera la vida de san Antonio. Eusebio no tenía alternativa y debíapresentar la vida de Constantino como modelo de vida piadosa —napá- bevypa GeoaepoOq (3íov, como él mismo dice—. Ciertamente la tarea no eraimposible para el ingenio de Eusebio, pero era un desafío para el respeto porla verdad de cualquiera. Además, implicaba dejar de lado todo lo queimporta en la vida de un general y de un político: la gloria militar, el triunfopolítico, el interés por los asuntos humanos ordinarios y todas las demás

26 Cf . R. Reitzenstein, Si t zungsb. Hei delberg. Akad., 1,1914, núm. 8; K. Holl, Ces. Aufsiüze, ii, 1928,

pp. 249269; K. Heussi, Ur sprurt g des M onchtum s, Tubinga, 1936; A.J. Festugiére, Rev . Et . Crecqucs,  I, 1937, pp. 470494; H. Domes, Nachr. Ccs. Wiss. Got t ingen,  xiv, 1949, p. 359410. Cf. también la traducción inglesa de la vida de San Antonio por R. T. Meyer, Ancient Christi an  Writcrs, x, 1950.

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HISTORIOGRAFÍA PAGANA E HISTGlíiOCRAFÍA CRISTIANA   1 0 7

pasiones que el poder trae consigo. No puede sorprender que esa biografía deConstantino nunca haya sido un éxito y que prácticamente no haya influidoen biografías posteriores e incluso haya encontrado estudiosos modernos dis-puestos a negar que su autor fuera Eusebio, aun a riesgo de ser desmentidos

por eí testimonio papirológico. Seguía siendo más fácil para un cristiano tra-bajar sobre la vida de un santo que escribir ia vida de un emperador. Pode-mos simpatizar con Eginardo, cuando decidió volver a Sueíonio para subiografía de Carlomagno.

Podemos ver, pues, que en el siglo iv no se podía esperar un conflicto directoentre cristianos y paganos en el plano superior de la historiografía. Los cris-tianos, con toda su agresividad, se atenían a sus nuevos tipos de historia ybiografía. La vida de Constantino escrita por Eusebio fue un experimentoque no se repetiría, un callejón sin salida historiográfico. Los paganos queda-ron en paz para cultivar sus propios campos, y posiblemente eso reforzó su

tendéncia a evitar cualquier discusión directa con sus formidables vednos enel campo de la historiografía. En la mayoría de los estudiosos paganos de lahistoria, la oposición al cristianismo se adivina pero casi nunca se puede de-mostrar. Se muestra en el cuidado con que se lee e imita a historiadores pa-ganos del pasado —como Salustio, Tito Livio y Tácito—•. Es notoria tambiénen el rechazo implícito de los valores cristianos más característicos, como lahumildad y la pobreza. Pero rara vez adopta la forma de observacionescríticas directas. Hay dos o tres frases en la Historia Augusta que parecen crí-ticas a los cristianos. Una es la observación humorística de que, en Egipto,"los que adoran a Serapis son en realidad cristianos, y los que afirman serobispos de Cristo son en realidad devotos de Serapis" (Firmas, 8, 2). En laúltima frase del De Caesaribus de Aurelio Víctor hay quizá una crítica a losministros cristianos de Constancio II: "ut imperatore ipso praeclarius, ita apparitorum plerisque rnagis atrox nihil". Pero obsérvese con cuánto cuidado sedeclara que el emperador no era culpable. Finalmente, existen las famosascríticas de Marcelino Amiano contra el clero romano y otros obispos, como

 Jorge de Alejandría. Pero también aquí hay que observar que el mismoAmiano ensalza el martirio cristiano y respeta la vida intachable de losobispos provincianos. Los paganos tenían que ser prudentes —y en conjunto,su actitud fue de ungeñ^SD y honesto líBeraiismo—. LaTfisforía"Augusta noésen absoluto eígrán panfleto anticristiano que algunos.eshidiosos.l^.y.isto

en ella. Por lo con íraioré re$ ^^ ^0 3S I^5 !6^ d .l^^ <W O i^l»jL¿ yito1.y~á Ábraham en su capilla privada. Marcelino Amiano se esfuerza pordesentrañar lod\úeefabsoliita y simplex religio de lo que es anilis superstitio enel cristianismo (XXI, 16,18). Según él, lo que importa es la virtus, no el paga-nismo ni el cristianismo. Como todos sabemos, esa misma actitud se encuen-tra también en Símaco, en algunos de los corresponsales paganos de sanAgustín y en el Panegírico de Nazario (IV, 7,3). Rufo Festo, que era incrédu-lo pero muestra sus simpatías por el paganismo en el desproporcionadoespacio que dedica a Juliano, habla con la mayor deferencia del Dios cristia-no de su amo Valente: "Maneat modo concessa dei nutu et ab amico cui creáis et

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creditus es numine indulta felicitas".  "Que dure por mucho tiempo ia felidad que te concedió el amistoso dios en quien confías y a quien estás co

fiado." Es una forma muy decorosa de salvar la propia conciencia sofender al amo.La única excepción es Eunapio, cuya historia del siglo iv era tan anticrist

na que, según Focio, tuvo que ser editada de nuevo en forma menos ofesiva. La mayor parte de esa historia se ha perdido, pero la actitud de Eunapse percibe claramente en los fragmentos que quedan y más aún en sus bgrafías de los sofistas, donde el héroe es Juliano y la apología del paganismneoplatónico no tiene freno. Si Juliano ganaba batallas era porque lo ayudban los dioses adecuados. En los márgenes del Codex Laurentianus de la vide los sofistas escrito por Eunapio podemos leer todavía los indignados cmentarios de uno de sus lectores bizantinos. Es evidente que Eunapio

proponía que la vida de los sofistas compitiera con la vida de los santos critianos cuyo culto despreciaba (Vit. soph. 472), pero su obra refleja con claridael diferente estado de ánimo de fines del siglo, cuando ni siquiera el más otimista de los paganos podía seguir haciéndose ilusiones sobre la toleranccristiana.27 Además, su tipo particular de reacción es el de un profesor qescribía para griegos literatos antes que para la aristocracia pagana dOccidente. Como hemos observado, los griegos paganos de Oriente pareceempezar a hablar apenas a fines del siglo: durante el siglo mismo Ja principlengua de la historiografía paganaiue el latín.

En Occidente, entre los historiadores latinos, la oposición al cristianismo manifestó como una mezcla de silencio y condescendencia; rara vez se

menciona. Cuando se habla de él se hace con amabilidad y buen humor. Lque importa es el largo silencio, la ambigüedad de la historiografía paganlatina del siglo rv d.c. le da su extraño sello de reserva y misterio. Pocas vecse enfrentan los historiadores de la historiografía a textos tan difíciles dfechar, de analizar en su naturaleza compleja y de atribuirle definidoantecedentes. Por primera vez encontramos una obra histórica hecha ecolaboración, lo que la hace aún más'elusiva.''y...v N '1&  l/? 1

La Historia Augusta  es el ejempló'rlásicó de misterio historiográfico. Lobra declara haber sido escrita por seis autores en diversos momentos de lreinados de Diocleciano y Constantino. Por lo menos algunos de los supuetos autores afirman haber escrito en colaboración. Y la simple afirmación d

ese trabajo en equipo es sorprendente: las "historias de Cambridge" coopertivas no eran comunes en la Antigüedad. La escritura es sensacionalistainescrupulosa, y los documentos falsos incluidos en la obra no sirven a nigún propósito claro. Uno o dos pasajes podrían referirse a una fecha posteria Constantino, ya sea para la recopilación completa o sólo para esos mismopasajes. Pero la fecha y el propósito de los Scriplores historiae Augustae aúson un problema no resuelto.

Un misterio no tan célebre pero no menos notable es el Corpus tripartito tulado Origo gentis Romanae —título que, dicho sea de paso, debe traducir

27 Las Vit ar sophislarum  pueden leerse ahora en la edición de G. Giangrande, Roma, 1956.

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como Historia del pueblo romano—. Incluye una historia ele los orígenes roma-

nos desde Saturno hasta el asesinato de Remo, una colección de breves bio-grafías de Rómulo a Augusto (la llamada De viris illustribus),  y por últimobiografías breves y completas de los emperadores romanos hasta el año 360d e. Las biografías imperiales fueros escritas por Aurelio Víctor, de quien sa-bemos que fue amigo de juliano y praefeciits urui bajo Teodosic. Las otras dossecciones de la trilogía son anónimas: fueron escritas por dos autores diferen-tes, ninguno de los cuales puede ser Aurelio Víctor. Un cuarto fue el editor yreunió las tres obritas para formar la trilogía que conocemos. Todos ellos eranpaganos. Ya he sugerido en obra parte la posibilidad de que el compilador de

la trilogía intentara presentar una historia pagana completa de Roma entiempos del emperador Juliano; es pura conjetura, aunque espero que no seairrazonable. El compilador mismo no dice nada sobre la significación precisani la fecha de su compilación: Es posible que conociera el Cronógrafo cristia-no de 354: ciertamente adoptó un esquema de composición que nos recuerdala Chronica urbis Romae  incluida en el Cronógrafo de 354. Pero lo extraordi-nario y, en mi opinión, lo importante en esta trilogía es la ausencia de cual-quier alusión directa al cristianismo. El autor es pagano: no hace ningunareferencia a los cristianos.

Marcelino Amiano no es un misterio en el sentido en que lo son la Historia 

 Augusta y el tripartito Origo gentis Romanae.2S Habla de sí mismo más que lamayoría de los historiadores antiguos. Su vista penetrante está siempre alertapara descubrir el rasgo individual. Es un hombre lleno de deliciosa curiosi-dad. Pero, por último ¿qué sabemos de Amiano? No nos dice por qué razónél, griego de Antioquía, escogió el latín como su lengua literaria. ¡Dice muypoco de las controversias teológicas de su tiempo y casi nada sobre los senti-mientos religiosos del pueblo que mejor debe haber conocido. La magia pa-rece interesarle más que la teología. Sin embargo, la teología era más impor-tante. Era un soldado; sin embargo, no parece interesarse en la organizaciónmilitar. Tiene una rara habilidad para describir a un personaje sin definir míasituación. Jamás se nos revela del todo. El lema de sus historias podrían sersus propias palabras: "quisquís igitur dicta considerat, perpendat etiam cetera quae tacentur"  (XXIX, 3,1). Es simbólico que la mayor hazaña de su carreramilitar haya sido escapar disimuladamente de Amida sitiada cuando los per-sas irrumpían en ¡a ciudad. Es posible que su reticencia en materia religiosasea mayor en los libros XXVIXXXI que escribió después de 392, cuandoTeodosio se endureció contra los paganos. Pero los libros anteriores, escritosen años más tolerantes, no son mucho más explícitos. No le gustan los ger-manos, pero es notoria su renuencia a analizar las causas de los triunfos de28

28 Bastará con remitir a las dos conocidas monografías de Amiano escritas por W. Ensslin,N i o , Beiheft, xvi, 1923, y E. A. Thompson, Cambridge, 1947. Una bibliografía completa puede verse en C. P. T. Naudé, Am.  M. i n die. l ig van dl e ant i eke Ceski edski yw i ng,  tesis, Leyden, 1956. V. S. Solcolov Vestni k D rcvncj lstorii 1959 4 pp 43-62 Cf también S Mazzarino "La propaganda

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sos bárbaros. Deplora la codicia y ía avaricia de algunos aristócratas roma-nos, especial mente de ios Anicios, que justo entonces se estaban conviríiendoal cristianismo, pero en . general no puede haber tenido ninguna objecióncontra la dase senatorial, entre la cual tiene amigos paganos: Pretéxtate,Eupraxio y Símaco. juez agudo y apasionado de los individuos, evita nuestraspreguntas directas y nos deja perplejos. En comparación, su maestro Tácitoes un dechado de franqueza.

Si la reticencia, el amor por el pasado pagano, la moderación y Sa erudicióneran las características más prominentes de esos historiadores latinos, loscristianos no tenían mucho que temer de su obra: ios historiadores de ese tiposólo podían agradar a oíros historiadores. Marcelino Arniano, la Historia 

 Augusta  y las historias hoy perdidas de Nicómaco Flaviano se leían en ei

siglo vi en el círculo de Símaco y de Casiodoro, cuando hubo un resurgi-miento del interés por la historia romana.29Pero Amiano, la Historia Augusta y Aurelio Víctor, hasta donde sabernos, nunca fueron populares. El hecho deque por lo menos una de esas obras, la Historia Augusta, sea causa de desho-nestidad profesional, no es un signo de fortaleza para la historiografía de estetipo. Sería injusto generalizar cuando se ha perdido tan gran parte de la pro-ducción histórica del siglo rv; dentro de lo que sabemos se nos recuerda cons-tantemente el hecho de que para los auténticos paganos del siglo rv la mayorsatisfacción no era escribir historias nuevas sino copiarlas, tratar de resolverproblemas de anticuarismo, comentar a Virgilio y otros clásicos, leer y escri-

bir poesía de espíritu pagano. La verdadera pasión estaba en los que tratabande revivir el pasado mediante el culto religioso directo, e! estudio de las cos-tumbres antiguas y de los autores antiguos. Creo que no nos equivocamoscuando instintivamente consideramos a Macrobio, Símaco, Servio y Donatomás típicamente paganos que Marcelino Amiano. Festo, el que escribió elbreviarium  histórico, ha sido identificado algunas veces con Festo Avieno,el traductor de Arato. Esa identificación es insostenible. El historiador Festofue incluso acusado de ateísmo por Eunapio (p. 481), mientras que el poetaFesto Avieno, amigo de los Nicómacos Flavianos, era un ferviente devoto de

 Júpiter y de la diosa etrusca Nortia, de su país natal.30 Cuando murió, su hijohizo escribir en la tumba que Júpiter le estaba abriendo los cielos, haciendoeco a los versos de su padre:

i o Hísro RioG RA .;íA p a g a n a  e  h i s t o r i o g r a f í a c r i s t i a n a

narn I uppi t er aethram  pandi t , Feste, t ibi candidus ut venias  i amqi i e venís 

I .L.S. 2944.

Éste parece haber sido el espíritu que impulsaba en Occidente al moribundo

paganismo. Por eso san Agustín, que sabía dónde buscar al enemigo real, nose preocupaba por sus contemporáneos historiadores paganos que escribían

29 Vé i S d C t ib t lt t i d li t di l i i 1960 198

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H i s t o r io g r a f í a  p a g a  h a  e  h i s t o r i o g r a f í a  c r i s t i a n a   m

en lengua ¡atina, como Marcelino Anuario. Todavía menos So inquietaban loshistoriadores griegos, corno Eunapio, porqué probablemente no los conocía:su conocimiento del griego era modesto. Sin embargo So perturbaba laidealización de! pasado romano que encontraba en los anticuarios, los poetasy ios comentaristas de poetas latinos del siglo iv. Veía en ellos las raíces de lanueva oposición ai cristianismo que se hizo evidente hacia fines del siglo. Seremontó a las fuentes de su aníicuaristno, y principalmente a Varrcn, cor!objeto de minar las bases de su obra. Combatió a los anticuarios, los paganossentimentales y emocionales de su época, no ,alos historiadores; a los histo-riadores podía dejarlos que murieran de muerte natural. Pero a los otroshabía que combatirlos, y el resultado debe verse en De civituie dti. Debe versetambién en la obra del discípulo de san Agustín, Orosio, a quien el maestroindujo a escribir contra los lectores de Tito Livio, no contra ios lectores de laHistoria Augusta  ni de Amiano. Y el plan tuvo éxito, salvo que los histo-riadores paganos del siglo rv no iban a morir de verdad: sólo iban a dormirdurante algunos siglos. Pertenecían a [a tradición clásica de laJástoripgrafiaque la historia eclesiásiica,~cuafesquiera que fuesen sus méritos, no podíasustituir. Aunque hayamos áprehdidp. de Éusebio a verificar lasreferencias'—y no es~pocVgémañcia—, seguimos siendo discípulos de HeródotoyTucídídes, seguimos.aprendiehdo la historia de la última época del.Imperio deMarcelino Arraano.