Los Cielinos y Yo, Entrevista a Luigi Giussani.

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  • 8/8/2019 Los Cielinos y Yo, Entrevista a Luigi Giussani.

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    Entrevista. Comunin y Liberacin cumple 50 aos: habla el fundador

    GIUSSANI

    LOS CIELINOS Y YO.NUESTRA FE ANTE EL MUNDO

    Gian Guido vecchi 21/10/2004

    Recuerdo que la opcin del Liceo Berchet fue totalmente casual, como una piedra lanzada al aire.Mientras suba los escalones de entrada al Liceo, no saba lo que me iba a encontrar. Acudan ahlos jvenes vstagos de la futura clase dirigente milanesa que yo no conoca y de los que nadie seocupaba en aquel entonces.... La voz de monseor Giussani es ronca y frgil como un suspiro,pero la mirada es siempre la misma, la que los chicos de don Gius conocen bien. Son losmismos ojos que en las imgenes en blanco y negro de hace cincuenta aos aparecan debajo dela boina de ese sacerdote, nacido en Desio en la Brianza, que con treinta y dos aos decidiabandonar la enseanza en el seminario de Venegono y bajar al ruedo en la ciudad de lasgrandes fbricas de Giovanni Testori. Ser por la fe de su madre, ngela, o por eltemperamento de su padre, Beniamino, tallador de madera, restaurador y anarquista, el hecho esque don Gius cumple hoy ochenta y dos aos y sus chicos celebraran maana con unaperegrinacin a Loreto el medio siglo del movimiento que naci en Miln y hoy est presente en 70pases. Porque los chicos del Berchet dieron vida a Giovent Studentesca que luego seraComunin y Liberacin. Giussani ha escrito al Papa: No slo no pretend nunca fundar nada,

    sino que creo que el genio del movimiento que he visto nacer consiste en haber sentido laurgencia de proclamar la necesidad de volver a los aspectos elementales del cristianismo, es decir,la pasin por el hecho cristiano como tal, en sus elementos originales y nada ms.

    Monseor Giussani, la opcin del Berchet fue casual...

    ...tan casual como el encuentro imprevisto con algunos jvenes, poco tiempo antes, durante unviaje en tren a Rmini. Hablando con ellos, los hall profundamente ignorantes de lo que es elcristianismo. Ese encuentro me impuls a pedir a mis superiores dejar la docencia en el seminariopara ir a dar clase de religin en un instituto. Me asignaron el Liceo Berchet de Miln.

    Y cmo se plante su tarea desde la primera clase en el curso E?

    El criterio ltimo que adopt en mis clases fue el de exaltar un renovado fervor en esos jvenes,tratando de comunicarles la fe propia de ese pueblo en el que yo haba crecido. En esto pensabamientras suba aquellos escalones el primer da de clase. Por parte de los chavales enseguida notun inters franco y, especialmente en algunos, incluso agitado.

    Agitado?

    S. Escuchando mis palabras, algunos estudiantes se sorprendan viendo que la religin podaadquirir una vivacidad extraordinaria ante los interrogantes acerca del significado exhaustivo de laexistencia, normalmente desconocido para e llos, ya que lo abordaban desde un punto de vistaprecario aunque sincero, como era entonces el suyo. Peda a la Virgen que me concediera la graciade poder mostrarles de qu modo la religiosidad alcanza al hombre y lo provoca a una profundidadinimaginable de su experiencia humana.

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    Encontr recelo?

    Recuerdo todava, como si fuera ayer, el primer estallido de desprecio y displicencia que suscit miprimera pregunta, que les cogi por sorpresa. Un chico desde la ltima mesa plante esta

    objecin: Fe y razn pertenecen a dos mbitos radicalmente diferentes, existencialmentehostiles. Aludi a dos rectas divergentes en planos paralelos que nunca se encontraran entre s...

    Cmo contesta a esta objecin?

    Para responder parto de un modo de mirar las cosas con pasin, con amor, con una apertura

    que no me deja solo, sino que pone en marcha una relacin. No se puede abordar una cuestin dela que depende la vida con una actitud como la que acabo de describir, sin que esto descoloque alotro, le sorprenda. Si se produce este asombro, ser lgico hablar a los chicos con entusiasmo, ytodo el trabajo quedar subordinado al empeo de la inteligencia; sera un error en efecto seguir aalguien sin un porqu. En el cerebro del hombre est la clave que exige la explicacin del porqu.

    Con otras palabras, sin la sorpresa por la realidad como punto de arranque, el hombre se quedarabloqueado, poco o mucho, en la pura necesidad de hacer pero, hacer qu? y sentira cualquierintento suyo como intil.

    Se afirma que Europa est cada vez ms secularizada.

    Cmo se puede hablar de fe hoy?

    En primer lugar hay que rectificar el planteamiento con el que normalmente se concibe la fe. Elinicio nuevo que la experiencia cristiana supone en el mbito de todas las relaciones, no nace deun punto de vista cultural, como si fuera un discurso que se aplica a las cosas, sino que sucedeexperimentalmente. Es un acto de vida lo que pone en marcha todo! El comienzo de la fe no esuna cultura abstracta, sino algo que viene antes: un acontecimiento. La fe toma conciencia de algoque ha acontecido y que acontece, de una realidad nueva de la que, concretamente, parte todo.Es una vida y no un discurso sobre la vida, porque Cristo palpit por primera vez en el tero de

    una mujer!

    Es esto lo que no se consigue transmitir?

    S. En estos aos se ha perdido la percepcin del cristianismo y de la Iglesia como una vida y asse perdi el inicio de la respuesta, la posibilidad de dar respuesta a las preguntas de los jvenes.Si falta el punto de inicio no hay forma de abordar el problema que la naturaleza humana plantea:la necesidad de responder a las exigencias propias de su razn. Por lo tanto, hablar de la fe a loschicos, pero tambin a los adultos, es comunicar una experiencia y no repetir un discurso sobre lareligin, aunque sea correcto.

    Hay una especie de desconfianza mutua entre la cultura laica y la religiosa?

    Por nuestra parte no hay ninguna desconfianza, sino la conciencia fundada de una situacin gravey problemtica que se refleja muy bien en la poesa de Carducci, En el monte Mario: ...hastaque reducida bajo el ecuador / tras la estela del calor huidizo / la extenuada prole una sola /mujer, un hombre, tenga / que erguidos en medio de los derribados montes, / entre bosquesmuertos, lvidos, con los ojos / vidriosos te vean, oh sol, desaparecer / tras la masa de hielo.

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    Una imagen desoladora...

    Estas palabras describen el final del hombre: es una imagen debida a una concepcin negativa delo que el hombre es y a un desarrollo incompleto de su sensibilidad e inteligencia.

    Usted tambin, como otros, ve en Europa una tendencia hostil al catolicismo?

    Hoy el hombre vive cierta dispepsia existencial, una alteracin de las funciones elementales que lodivide, al igual que est dividida la relacin hombre-mujer que cita Carducci: cuando no seconciben juntos en el origen, estn divididos, son dos entidades separadas que no se encontraranni siquiera al final. Puede resultar fcil, por ejemplo, pensar en una pgina de arte como el simpleproducto de una capacidad propia. Igual pasa con el trabajo, el amor a la mujer. Y este es un datoactualmente muy extendido.

    Y en cambio?

    Lo que hace distinta nuestra percepcin es la dependencia que incumbe a todas las cosas, antesde que el hombre parta para cualquier empresa: Dulcisimo, potente, / Dominador de mi profundamente, cantaba Leopardi. As ante la soledad brutal a la que el hombre se condena a s mismocomo para salvarse de un terremoto, el cristianismo se ofrece como respuesta. El cristiano hallauna respuesta positiva en el hecho de que Dios se hizo hombre: este es el acontecimiento quesorprende y conforta la que de otra manera sera una suerte funesta. Pero Dios no puede concebirsu accin para con el hombre ms que como un desafogeneroso a su libertad. La objecinmoderna de que el cristianismo y la Iglesia reduciran la libertad del hombre se ve anulada por larelacin que, como una aventura, Dios establece con el hombre. Por el contrario, a causa de unaidea limitada de libertad, hoy es inconcebible pensar que Dios se comprometa en la angostarelacin con el hombre, casi negndose a S mismo. Esta es la tragedia: el hombre parece mspreocupado por afirmar su propia libertad que por reconocer esta magnanimidad de Dios, la nica

    que establece en qu medida participamos en la realidad y que, de esta manera, nos liberarealmente.