Diccionario Político_norberto bobbio

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    DICCIONARIO DE POLITICANORBERTO BOBBIO

    Estado de bienestar

    I. LA REVOLUCION INDUSTRIAL Y LA CUESTION OBRERA: El pasaje de un rditoper cpita de subsistencia a un rdito per cpita en continua expansin, el progresocientfico y tecnolgico, la organizacin racional del trabajo y la explosin demogrficahan representado discontinuidades fundamentales en el desarrollo econmico delsistema occidental. Tales discontinuidades, sintetizadas con la expresin revolucinindustrial, han producido lo que Karl Polanyi ha llamado la gran transformacin, esdecir la transicin de la sociedad tradicional de base agrcola a la moderna sociedadindustrial. El impacto de las fuerzas modernizantes sobre el modo de vida tradicionalha sido trastornante: una verdadera catstrofe cultural. El avance del industrialismoy del mercado ha erosionado y despedazado importantes conjuntos de vnculossociales, polticos y econmicos; ha debilitado gravemente la cohesin interna de losgrupos primarios; por fin ha trastornado el sistema consolidado de las creenciasreligiosas que garantizaba un mnimo de solidaridad entre las clases. Rpidamente la

    gran transformacin ha generado en su fase inicial un gigantesco proceso de movilidadsocial que ha sido tambin un radical proceso de desarraigo: millones de individuoshan sido arrancados de su hbitat sociocultural e inducidos en un nuevo sistema derelaciones -el mercado auto-rregulado- en el cual el sentido de pertenencia comunitariay de solidaridad estaba amenazado por la despiadada lgica de la ganancia. Elmercado autorregulado es inhumano: para l no existen hombres, valores morales,sentimientos, sino slo mercancas. Por esto en el siglo XIX el avance del mercado hacoincidido con la agudizacin de todos los fenmenos patolgicos de la vida social(alienacin, anomia, etc.). La Gemeinschaft (comunidad) es sustituida por laGesellschaft (sociedad), es decir por un sistema de relaciones puramente contractual,basado exclusivamente en el clculo utilitarista de los costos y de los importes y sordoa cualquier consideracin de orden moral. Los trabajadores comprometidos en el ciclomanufacturero fueron considerados como mera fuerza productiva , mercanca entre las

    mercancas. Naci de tal manera el proletariado interno de la civilizacin capitalista-burguesa; una masa de individuos despersonaliza-dos, carentes de races culturales yabandonados a s mismos; una especie de casta en exilio; un grupo halgeno que sesiente extrao a la sociedad y siente la sociedad extraa a sus especficas exigenciasmateriales y psicolgicas. Las races profundas de la cuestin obrera se encuentran enel doloroso sentido de abandono que advierten los trabajadores comprometidos en elciclo productivo del factory sistem ms que en la penosidad del trabajo y en los bajossalarios. La nueva clase dominante -la burguesa capitalista-se desinteresa de ladireccin poltica de las clases subalternas; ella slo quiere utilizar su fuerza de trabajo,explotarlas, no ya gobernarlas. Y exige tambin que el estado no corrija las leyes delmercado puesto que ve en cualquier intervencin dictada por consideracionesextraeconmicas un atentado a la natural armona que se determina a travs dellibre juego de la oferta y la demanda. La filosofa que expresa la actitud fundamental

    de la burguesa frente a los problemas polticos y econmicos es el laissez faire. Elestado burgus es un estado que protege desde el exterior el mercado, que garantizaque las normas esenciales para el funcionamiento del sistema no sean violadas, que seabstiene de toda accin que pueda perturbar el mecanismo de la competencia. Poresto es un estado carente de sensibilidad social> los costos de la gran transformacin,que se vuelcan casi exclusivamente sobre la clase obrera, no son percibidos por l oson percibidos como naturales, inevitables, inmodificables. De tal modo en el seno dela sociedad capitalista el surco entre las clases integradas y las masas proletarizadasse hace cada vez ms agudo al punto de preceder a una escisin vertical en el cuerposocial. No es casual que tanto el revolucionario Marx como el conservador Disraeli vean

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    la crisis de civilizacin actuante en el 1800 como el encuentro frontal entre dosciudades recprocamente repulsivas: la de los haves y la de los have-nots.

    II. LA REVOLUCION DE LAS EXPECTATIVAS CRECIENTES: Esta-dsticas en mano, lahistoriografa neoliberal ha tratado de demostrar que la revolucin industrial no haconducido, ni siquiera en su fase inicial, a un empeoramiento de las condicionesmateriales de existencia de las clases trabajadoras. Sin embargo, es un hecho que lacondicin obrera fue vivida por los trabajadores como una intolerable degradacin dela vida humana y que as fue descrita por los observadores de la poca. Dos fenmenosconcordaron para determinar eso: el aislamiento moral del proletariado, que fueabandonado a su destino -ni la burguesa ni es estado se ocupaban y se preocupabande sus condiciones exis-tenciales-, y una transformacin de la mentalidad dominantedeterminada por la difusin del credo democrtico e igualitario. Aqu, un papel decisivofue desempeado por la revolucin francesa y por los inmortales principios. Lasclases inferiores en el siglo XIX comenzaron a reinterpretar su condicin existencial a laluz de los nuevos valores proclamados por la inteliguentsia radical y reclamaron, alprincipio confusamente, luego de manera cada vez ms clara, la reorganizacin de lasociedad. Se sentan excluidas de la ciudad y por eso pretendieron el pleno derecho deciudadana poltica y moral. Apremiaron a los empleadores, a los gobernantes, a toda lasociedad para obtener un estatus igual al de los otros grupos que articulan lacomunidad nacional. La protesta obrera, revolucionaria o refor-mista, nace delresentimiento colectivo contra la sociedad burguesa que no siente ningn deber frentea las vctimas de la acumulacin salvaje y de la industrializacin acelerada.

    El fenmeno es contagios. Progresivamente todos los grupos que ocupan una posicinperifrica en la jerarqua social exigen la plena ciudadana poltica y moral. Lo cualproduce una fermentacin continua de las demandas. Se verifica as el fenmeno quelos cientficos sociales han bautizado revolucin de las expectativas crecientes. Quenace, justamente, de una reformulacin del cuadro de referencia axiolgico. Los grupossubalternos ya no perciben como natural e inmodificable su condicin de ciudadanosde segunda o tercera categora, ahora pretenden un status igual al de las clasesprivilegiadas. Y el instrumento para ejercer una presin eficaz sobre la sociedad paraque sta, mediante sus rganos, satisfaga sus demandas es la protesta. La poca

    contempornea es la poca del progresivo avance del principio socialista de la igualdada travs de la estrategia de la protesta. Ya no se toleran diferencias econmicas,sociales o polticas entre los hombres, y las diferencias que, a pesar de todo,permanecen, son percibidas como ilegtimas.

    III. DEL MERCADO AUTORRE-GULADO AL CONTROL SOCIAL DE LA ECONOMIA:La sociedad europea en el siglo XIX est caracterizada por un conflicto fundamental:por una parte, existe una institucin -el mercado- que trata de conquistar la plenaautonoma respecto de la poltica, de la religin, de la moral y en general de cualquierinstancia no estrictamente econmica; por la otra un valor -la igualdad- que se difunderpidamente en todos los ambientes sociales como un contagio y que, a medida quelas generaciones se suceden, adquiere cada vez ms vigor hasta hacerse unaformidable fuerza histrica. Ahora, el mercado autorregulado y el principio de igualdad

    tienen exigencias incompatibles entre s, puesto que el primero exige la nointervencin del estado y el segundo, por el contrario, postula que el estado debeasumir la carga de eliminar todos los obstculos que objetivamente impiden a losciudadanos menos pudientes gozar de los derechos polticos y sociales formalmentereconocidos. La sociedad trata de defenderse del mercado autorregulado, que producemiseria, desigualdad, desocupacin y alienacin y, a travs de la accin del estado,trata de poner lmites precisos al imperialismo de la lgica capitalista. Las luchas de laclase obrera contra la burguesa y las alternativas polticas proyectadas por lospensadores socialistas tienen esto en comn: quieren abolir el mercado o, cuando

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    menos, someterlo al control de la colectividad. La abolicin del mercado implica lacreacin de un sistema radicalmente distinto: la economa colectivista; el simplecontrol significa el fin del laissez faire y la creacin de una economa mixta, en la cualla lgica de la ganancia individual sea moderada por la del inters de la colectividad.En Europa occidental no es la solucin radical la que prevalece sino la moderada, esdecir la solucin del control social del mercado, el cual no es abolido sino socializado.De tal modo se verifica, como consecuencia ms o menos directa de las enrgicaspresiones ejercidas por los partidos obreros, el pasaje del capitalismo individualista alcapitalismo organizado. El estado ya no se limita a desempear las funciones deguardin de la propiedad privada y de tutor del orden pblico, sino que, por elcontrario, se hace intrprete de valores -la justicia distributiva, la seguridad, el plenoempleo, etc.- que el mercado es hasta incapaz de registrar. Los trabajadores ya no sonabandonados a s mismos frente a las impersonales leyes de la economa y el estadosiente el deber tico-poltico de crear una envoltura institucional en el cual ellos estnadecuadamente protegidos de las perturbaciones que caracterizan la existenciahistrica de la economa capitalista.

    Adems de la accin de los partidos socialistas, dos fenmenos facilitan el pasaje delestado liberal al estado asistencial: el espectacular crecimiento de la riqueza y larevolucin keyne-siana. El primero ha permitido extender las ventajas materiales delindustrialismo a categoras sociales cada vez ms amplias, de manera que elcapitalismo de economa del ahorro se ha transformado en economa del consumo. Hanacido as la sociedad opulenta con sus extraordinarias capacidades productivas, lascuales hacen posible que el estado pueda destinar una cuota considerable del rditonacional a fines sociales.

    La revolucin keynesiana, por fin, ha conducido a la liquidacin de la poltica del laissezfaire y al nacimiento de una nueva poltica econmica basada esencialmente en laintervencin sistemtica del estado, al que se asigna un papel econmico central. A lconcierne, en efecto, la tarea de ejercer una funcin directiva sobre la propensin alconsumo a travs del instrumento fiscal, la socializacin de las inversiones y la polticadel pleno empleo. En el sistema terico keynesiano la iniciativa privada, aunquecontina teniendo un papel decisivo, ya no es considerada el nico motor del progreso,

    puesto que el equilibrio general del sistema puede ser garantizado slo por una polticaorgnica de intervenciones estatales dirigidas a conjurar las crisis cclicas. Por esto laobra de Keynes es considerada hoy como la plataforma cientfica sobre la que se apoyala moderna filosofa occidental del e. de b.

    IV. LA POLITICA DEL ESTADO DE BIENESTAR: El capitalismo individualista entra encrisis por dos razones principales: por su orgnica incapacidad de evitar las crisiseconmicas y por su insensibilidad frente a las exigencias de las clases sometidas, sinproteccin alguna, a la intemperie de la competencia. Para eliminar estos dos defectosestructurales del capitalismo individualista, la cultura occidental no ha encontrado otrasolucin que recurrir a la intervencin del estado, al que se demanda el mantenimientodel equilibrio econmico general y la persecucin a fines de justicia social (lucha contrala pobreza, redistribucin de la riqueza, tutela de los grupos sociales ms dbiles, etc.).

    De tal manera se ha verificado espontnea-mente el choque entre la economakeynesiana y la poltica socializadora de los partidos socialdemcratas europeos. Locual ha conducido al fin de la era del mercado auto-rregulado y del estadoabstencionista y al inicio de la era del capitalismo organizado y del estado asistencial.

    La crtica de los tericos del e. de b. (Welfare State) al laissez faire se resume as: Elmercado autorregulado no es capaz de registrar y satisfacer ciertas necesidadesmateriales y morales que adems son fundamentales tanto para los individuos encuanto tales como para la colectividad. En particular el estado liberal deja al libre

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    trabajador prcticamente indefenso frente a las exigencias impersonales del mercado yexpuesto a todos los golpes de las fluctuaciones econmicas. Es necesario, por lotanto, institucionalizar el principio de la proteccin social, y esto exige que el sistemaeconmico capitalista sea sometido al control de la sociedad y que la lgica de la ofertay la demanda sea moderada de alguna forma por la lgica de la justicia distributiva. Elmoderno estado asistencial brota del compromiso poltico entre los principios delmercado (eficiencia, clculo riguroso de los costos y de los importes, libre circulacinde las mercancas, etc.) y las exigencias de justicia social avanzadas del movimientoobrero europeo. As, el encuentro entre los liberales y los socialistas que en el siglo XIXpareca imposible, en nuestro siglo se ha realizado a travs de una mezcla pragmticade principios que parecan mutuamente excluyentes. El ala socialdemcrata delmovimiento obrero ha renunciado a la supresin del mercado, en el cual ha reconocidoun instrumento insustituible para realizar el uso racional de los recursos limitados ypara estimular al mximo la productividad, pero, al mismo tiempo, ha logrado hacerprevalecer la instancia de regular la distribucin de la riqueza segn criterios noestrictamente econmicos. De tal modo el capitalismo ha sido, al menos parcialmente,socializado, es decir sometido al control de las estructuras imperativas de lacomunidad poltica. En consecuencia, el desarrollo econmico ya no se regulaexclusivamente por los mecanismos espontneos del mercado, sino tambin, y enciertos casos sobre todo, por las intervenciones econmicas y sociales del estado quese han concretado esencialmente en los siguientes puntos:

    - expansin progresiva de los servicios pblicos como la escuela, la casa, la asistenciamdica;

    - introduccin de un sistema fiscal basado en el principio de la tasacin progresiva;

    - institucionalizacin de una disciplina del trabajo orgnica dirigida a tutelar losderechos de los obreros y a mitigar su condicin de inferioridad frente a losempleadores;

    - redistribucin de la riqueza para garantizar a todos los ciudadanos un rdito mnimo;

    - erogacin a todos los trabajadores ancianos de una pensin para asegurar un rditode seguridad an despus de la cesacin de la relacin de trabajo;

    - persecucin del objetivo del pleno empleo con el fin de garantizar a todos losciudadanos un trabajo, y por lo tanto una fuente de rdito.

    V. PROBLEMAS Y PERSPECTIVAS: El Welfare State puede ser concebido como laresultante institucional de una verdadera revolucin cultural, es decir de un profundocambio de las actitudes y de las orientaciones tico-polticas de la opinin pblicaoccidental que se ha manifestado en formas particularmente significativas a partir dela Gran Depresin. pero es slo despus de la segunda guerra mundial que losprincipios del e. de b. se afirman de manera casi irresistible gracias sobre todo a laprogramacin econmica con la cual el sistema de mercado es ulteriormente

    socializado.

    Sin embargo, a pesar de sus xitos indiscutibles, la accin de e. de b. es duramenteatacada, tanto por la izquierda como por la derecha. Para la izquierda revolucionaria lapoltica del Welfare State y de la programacin econmica no es ms que unaracionalizacin del sistema capitalista y un modo disfrazado para consolidarulteriormente el dominio de clase de la burguesa. Para los animados defensores delliberalismo individualista (Hayek, Mises, Ropke, Friedman) el estado asistencial corroeen sus races las estructuras y los valores de la sociedad libre desarrollando una

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    peligrosa tendencia hacia la burocratizacin de la vida colectiva y hacia lareglamentacin estatalista. Segn tales crticos, toda intervencin del estado en elmercado es una amenaza a la libertad individual y una peligrosa concesin alcolectivismo. Adems, el estado asistencial reduce sensiblemente la eficiencia delsistema y frena la expansin econmica.

    A estas crticas de signo opuesto, los partidarios del Welfare State respondenrecordando que la solucin colectivista impulsada por los marxistas hasta ahora hallevado al dominio burocrtico y totalitario, no ya al mtico reino de la libertad, y que,por otra parte, la economa del laissez faire ya ha cumplido su ciclo, tanto por razonesestrictamente econmicas, como por razones de ndole tico-social. Adems laeconoma liberista genera automticamente un contraste intolerable entre la opulenciaprivada y la miseria pblica, es decir una incongruencia entre la enorme cantidad debienes producido y la deficiencia crnica de los servicios sociales. Tal incongruencia encambio ha sido eliminada o, al menos, sensiblemente reducida, justamente en lospases donde los principio del e. de b. han triunfado sobre los del capitalismoindividualista. Por fin, y sobre todo, el sistema de mercado abandonado a susespontneos mecanismos de desarrollo genera un flujo constante de tensiones socialesque son una amenaza permanente frente a las instituciones y los valores democrticosen la medida en que alimentan orientaciones polticas extremistas, tanto de derechacomo de izquierda.

    El debate sobre el Welfare State est todava en curso. Pero una conclusin parece sercierta: un retorno a una economa autorregulada es imposible, y hasta inimaginable.Las exigencias tcnicas y morales adelantadas por las fuerzas polticas y culturales quese remiten a la tradicin del Iluminismo reformador ya han echado slidas races en laopinin pblica y se han traducido en instituciones que forman un todo con la actualestructura del sistema capitalista mundial.

    BIBLIOGRAFIA. W.H. Beveridge, Full employments in a free society, Londres 1944; A. H. Hansen, Economicpolicy and full employment, Nueva York, 1947; H. K. Girvetz, From wealth to welfare, Nueva York, 1950; A.Friedlander, Introduction to social welfare, Englwood Cliffs, 1955; G. Myrdal, Beyond the welfare state, NewHaven, 1960; M. Bruse, The coming of the welfare state, Londres, 1961; A. G. B. Fisher, Economic progressand social security, Nueva York, 1961; G. Myrdal, Challenge to affluence, Nueva York, 1963; J. K. Galbraith,

    The new industrial state, Boston, 1967; R. Pinker, The idea of welfare, Londres, 1975.[LUCIANO PELLICANI]

    Fascismo

    I. DEFINICION Y PREMISA: El f. es un sistema poltico que trata de llevar a cabo unencuadramiento unitario de una sociedad en crisis dentro de una dimensin dinmica ytrgica promoviendo la movilizacin de masas por medio de la identificacin de lasreivindicaciones sociales con las reivindicaciones nacionales.

    Esta definicin exige una demostracin que nos preocuparemos de dar precisamentecon la plena conciencia de las dificultades que hay que afrontar. El f. es, en efecto,como un iceberg. Emerge la parte histrica, la parte relativa al fenmeno en la era desus triunfos y de su derrota final. En cambio, en la poltica actual, slo desde hace pocotiempo su profundidad ha sido objeto de los primeros escndalos precisamente porqueno existe todava una nocin precisa de lo que es verdaderamente.

    Por otra parte, ni siquiera los fascistas saban qu cosa era el f. Del mismo modo queel f. se jact desde el principio de no ser un movimiento terico, afirmando que laaccin est por encima del pensamiento, as tambin le falt la capacidad decomprenderse e interpretarse a s mismo. Su camino siempre estuvo sembrado deintentos de interpretacin realizados por amigos y enemigos (Nolte, 1970).

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    El hecho de que el predominio de la praxis sobre la doctrina sea precisamente unacaracterstica de f. no le proporciona, por lo tanto, al juicio externo un paradigma fijo ypreciso y le permite a cada uno, en sustancia, inventar su propio f. ya sea positivo onegativo. De tal manera se acepta pacficamente la etiqueta del f. para regmenes queno tienen nada que ver con el f. (los ordenamientos franquista y salazariano, variosregmenes militares de derecha) y se le niega a otros (el sistema justicialista de Pern,el mismo nacional-socialismo) que reproducen emblemticamente todas susmodalidades.

    La historiografa italiana ms inteligente se ha dejado llevar de la dilucidacin delfenmeno tal como se produjo en nuestro pas a la sobrevaloracin de laspeculiaridades nacionales, tomndolas casi como circunstancias constitutivas. Cuandomucho se acepta la intencionalidad del fenmeno nicamente dentro del perodocomprendido entre las dos guerras, partiendo de la crisis de la gran guerra, comopresupuesto decisivo y caracterstico. Esta limitacin reviste, desde el punto de vistahistrico, una utilidad indiscutible, ya que les permite disipar los nubarrones polmicosque una simple admisin de actualidad no podra dejar de acumular, y correra elpeligro de extender un certificado de defuncin ficticio. Adems de esto, si negar larespetabilidad del f. en los pases europeos en que naci y se desarroll constituye,despus de todo, un razonamiento correcto y aceptable, negar que ste se hayareproducido en otros pases en esta posguerra es por lo menos arriesgado.

    La damnatio memoriae que afect nominalsticamente al f. hizo que ningnmovimiento poltico considerara oportuno (excepcin hecha de las asociacionesnostlgicas que, por lo dems, estn muy lejos de su esencia autntica) retomarabiertamente sus insignias. Pero esto significa muy poco. Hasta en las dos dcadascomprendidas entre las dos guerras, los movimientos fascistas negaron ser tales: ellder de los cruces flechadas hngaras, Ferencz Szalasi, que deba seguir hasta elfinal la suerte de la Alemania nazi, proclamaba la peculiaridad de su movimiento: Nihitleriano, ni f., ni antisemitismo, sino hungarismo. El lder del Rexismo belga, LenDegrelle, que terminara siendo general de las S.S., rechaza con desdn lacomparacin con Hitler y Mussolini: Yo no soy ni el uno ni el otro, y no tengo ningunaintencin de imitarlos. Jos Antonio Primo de Rivera, fundador de la Falange, y Plinio

    Salgado, lder de la Accin Integrista Brasilera, proclamaban la misma pretensin deoriginalidad. No slo: La afinidad entre los f. no excluye la posibilidad de una aversinrecproca (Hoepke, 1972). Es obvio que los movimientos en que el nacionalismoconstituye un elemento determinante nieguen la paternidad de un movimientoexterno. Afirmar lo contrario equivaldra en los aos preblicos a confesar lasubordinacin poltica a dos grandes potencias en proceso de expansin agresiva, y enlos aos pos blicos a confesar una subordinacin ideolgica a un sistema derrotadomilitarmente.

    De ah se deduce la siguiente consideracin: si es fcil distinguir los regmenes y losmovimientos polticos inspirados en las ideologas corrientes (se trata de un clculomeramente exterior), en el caso de los regmenes y de los movimientos de tipo f. serequiere una verdadera operacin de descifracin. Slo despus de aclarar las

    circunstancias que suelen acompaar el nacimiento y las modalidades propias delfenmeno, es decir slo despus de haber establecido la carta de identidad del f. seraposible catalogar los distintos f. pasados y contemporneos, reconocer los elementosfascistas existentes en sistemas insospechables y absolver o desenmascarar los falsosf.

    Desde ahora se puede anticipar que para los fines del redescubrimiento del f. comofenmeno ideolgico-poltico del mundo actual, es ms til el examen de ciertos f.menores que el desentraamiento del prototipo italiano. El florecimiento de estudios

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    sobre el f. francs, sobre el falangismo, sobre los f. balcnicos y sobre el integrismobrasilero (la Accin Integrista, con ms de un milln de afiliados, es el partido fascistams numeroso del perodo comprendido entre las dos guerras despus del P.N.F. y laN.S.D.A.P.) ayudan a comprender un aspecto plausible y actual del f. sin recurrir demanera resuelta al espejo enceguecedor del f. italiano y de la variante alemana. Almismo tiempo, una serie de ensayos que relaciona el f. con el proceso deindustrializacin introduce en el examen del fenmeno un elemento tal vezinquietante, pero despiadadamente realista.

    II. LAS INTERPRETACIONES: Hasta la dcada de los 60, las interpretacionesitalianas del f. se podan reducir a dos posiciones. Por un lado se entrev en el f. lamanifestacin de las fuerzas ms restrictivas del pas y el resultado de todos losmales y de todas las deficiencias de la historia nacional: Es la teora del f. comorevelacin sostenida por la evaluacin de muchos intelectuales e historiadorescontemporneos. Por el otro lado, siguiendo a Benedetto Croce, se considera al f. comoun simple parntesis, un episodio de extravo doloroso, pero momentneo: Es lateora del parntesis (Casucci, 1962).

    La intervencin en el problema del f. de varios investigadores extranjeros de diversaextraccin poltica y cientfica y la necesidad de aislar el fenmeno o bien deextenderlo por encima de sus lmites cronolgicos y geogrficos sugirieron unareagrupacin ms organizada de las diferentes interpretaciones. De Felice enumera porlo menos seis modelos interpretativos. Est el f. como enfermedad moral, como love, a travs del prisma de un desengao atnito, la inteligencia liberal europea. Est elf. como producto lgico e inevitable del desarrollo histrico de algunos pases,concepto apreciado por un moralismo polmico de marca radical. Est el f. comoreaccin de clase antiproletaria, que es la interpretacin marxista ortodoxa. Est el f.como fenmeno totalitario anlogo al stalinismo y opuesto, como este ltimo, a lacivilizacin liberal. Est el f. como ideologa de la crisis del mundo contemporneo, yasea que se site en la lnea contrarrevolucionaria, ya sea que se site en la lnea

    jacobina y secularizada como alternativa al leninismo.

    En cuanto a los esquemas de juicio ela-borados por las ciencias sociales, stos se van

    multiplicando. Desde el punto de vista psicosocial, Fromm encuentra la explicacin delfenmeno tanto en la estructura del carcter de los que se sintieron atrados por lcomo en los aspectos psicolgicos de la ideologa, que ofrece un refugio al individuoatomizado y a la inseguridad de las clases medias. Algunos socilogos, en cambio, danms importancia a la relacin entre la ideologa fascista y el sector social en ascenso(los grupos intelectuales revolucionarios de Mannheim, los grupos tecncratas deGurvitch, la clase media que protesta de Lipset, las claves disponibles para lamovilizacin de Germani y, se podra aadir, los managers, de James Burhham). DeFelice agrupa en esta categora las teoras que consideran el f. como una poltica de laindustrializacin relacionada ntimamente con una etapa determinada del desarrolloeconmico (De Felice, 1969).

    Tal vez una nueva clasificacin debera partir de una premisa discriminante: la

    negacin o afirmacin de la supervivencia del f., de su existencia actual y de sureproducibilidad. O sea, por una parte, si alinearan las interpretaciones que consideranel f. como un episodio histrico bien delimitado en el tiempo, precisamente en elperodo comprendido entre las dos guerras mundiales; por la otra parte, aquellasinterpretaciones que consideran el f.como una ideologa, como un modelo polticovigente.

    Una distincin semejante no rescata la dicotoma revelacin-parntesis, ya superada.La teora de la supervivencia del f. debe considerarse desde el punto de vista

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    ideolgico-poltico. De ninguna manera se puede admitir, siguiendo un juiciorevelativo, la condena moralista y apriorista de la historia de algunos pases comofascista o tendencialmente fascista.

    Dicho esto, hay que agregar que la teora negativa sobre la supervivencia del f. en elplano histrico impecable, se encuentra en dificultades particulares respecto de ladefinicin del fenmeno en relacin con el cual sufre una especie de presbicia, dadaslas dimensiones desproporcionadas que adquieren en su anlisis las formas histricasdel f. italiano.

    La segunda interpretacin, que supone la supervivencia o posibilidad virtual del f., hapropuesto ltimamente definiciones sugestivas. Para Gregor por ejemplo, el f. fue elprimer rgimen revolucionario de masa que inspir la utilizacin de la totalidad de losrecursos humanos y naturales de una comunidad histrica en el desarrollo nacional ysera todava una dictadura para el desarrollo adecuado a comunidades nacionalesparcialmente desarrolladas, y en consecuencia carentes de estatus, en un perodo deintensa competencia internacional para alcanzar una ubicacin y un estatus (Gregor,1969). Pero si para toda una serie de autores, desde Germani hasta Organski, lavigencia del modelo fascista est circunscrita a un conjunto de pases en vas dedesarrollo, a la poca de la industrializacin, a las sociedades en transicin, hayquienes definen el f. como la utopa de la sociedad industrial absoluta (Plumyne-Lasierra, 1963).

    Estas versiones se contradicen slo aparentemente y, precisamente, a travs de ellas,se delinea una definicin vlida y omnicomprensiva del f.

    III. LA TIPOLOGIA: Nolte trata de reducir a la unidad los diversos f., encontrando enellos las siguientes caractersticas comunes: La ubicacin de una trayectoria que, deacuerdo con el modo en que se ejerce el poder, va desde el autoritarismo hasta eltotalitarismo, la combinacin de un motivo nacionalista con un motivo socialista, elracismo (existente con diferentes grados de intensidad en todos los f.), la coexistenciacontradictoria de una tendencia particular y de una tendencia universal, el sustratosocial proporcionado por la clase media (con excepcin del peronismo) y al mismo

    tiempo la aparicin de dirigentes relativamente sin pertenencia de clase.

    El objetivo se modula de diversas maneras alrededor del concepto de consolidacinnacional: el kemalismo es una dictadura de defensa y de desarrollo nacional; el f.italiano, dictadura de desarrollo y al final despotismo imperialista; el nacional-socialismo se presentaba al mismo tiempo como dictadura de reintegracin nacional,despotismo impe-rialista y despotismo orientado a la salvacin del mundo. Desde elpunto de vista teleolgico, Nolte pone de manifiesto el antimarxismo del f., un antimar-xismo que no excluye ciertas afinidades ideolgicas y el uso de mtodos casi idnticos(Nolte, 1966).

    De Felice distingue una tipologa de los pases en que se consolid el f. y una tipologadel poder fascista. El f. se consolid, particularmente, en los pases caracterizados por

    una aceleracin del proceso de movilidad social, por el predominio de una economaagraria-latifundista o por residuos de la misma no integrados a la economa nacional,por la existencia o por la falta de superacin de una crisis econmica, por un procesoconfuso de crisis y de transformacin de los valores morales tradicionales, por unacrisis del sistema parlamentario que pona en tela de juicio la legitimidad del sistema ydaba crdito a la idea de una falta de alternativas de gobierno vlidas, por la falta desolucin, a travs de la guerra, de problemas nacionales o coloniales. En esos pases, elf. se consolid a travs de una concepcin de la poltica y, ms en general, de la vidade tipo mstico basada en el primado del activismo irracional y en el desprecio del

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    individuo ordinario al que se contrapona la exaltacin de la colectividad nacional y delas personalidades extraordinarias (lites y super-hombre) as como el mito del jefe: unrgimen poltico de masa (en el sentido de una movilizacin continua de las masas y deuna relacin directa jefe-masa sin intermediarios) basado en el sistema del partidonico y de la milicia de partido y realizado a travs de un rgimen policaco y uncontrol de todas las fuentes informativas; un revolucionarismo verbal y unconservadurismo sustancial mitigado por una serie de concesiones sociales de tipoasistencial; el intento de crear una nueva clase dirigente, expresin del partido, y atravs de este ltimo, expresin, sobre todo, de la pequea y mediana burguesa; lacreacin y la valorizacin de un fuerte aparato militar; un rgimen econmicoprivatista, caracterizado por una tendencia a la expansin de la iniciativa pblica, a latransicin de la direccin econmica de los capitalistas y de los empresarios a los altosfuncionarios del estado y al control de las grandes lneas de la poltica econmica ascomo de la adopcin por parte del estado del papel de mediador en las controversiaslaborales (corporativismo) y por una orientacin autrquica (De Felice, 1969).

    Considerando en cambio las caractersticas del f. como ideologa de la industrializacin,se pueden establecer una serie de condiciones predisponentes: 1] el dualismo; 2] lahumillacin nacional; 3] la industrializacin tarda (como factor que predispone a laradicalizacin poltica); 4] la disgregacin nacional (la crisis); 5] el evento (o sea, elelemento deflagrador de la crisis). Estas circunstancias predisponen mas no sonconstitutivas en el sentido de que facilitan el triunfo de f. sobre las dems ideologas ylos dems modelos polticos. Despus de llegar al poder, el f. se caracteriza por lassiguientes modalidades: 1] la exigencia unitaria; 2] la llegada al poder de unageneracin nueva; 3] la llegada al poder de una personalidad carismtica; 4] la llegadaal poder de una nueva clase dirigente; 5] el intento de integracin de las masas dentrodel estado nacional; 6] el eclecticismo doctrinal; 7] la promocin del desarrolloindustrial; 8] el empleo de frmulas dirigistas; 9] la adopcin de una poltica y de unaeconoma autrquica (nacionalismo y proteccionismo); 10] la propuesta de un estilo devida peculiar; 11] el recurso a la violencia contra toda fuerza nacional centrfuga yconflictiva.

    Los ltimos datos expuestos se refieren al f. triunfante. Sin embargo, la tipologa no

    sera completa si no abarcara todos los f., tomando en cuenta la definicin inicial y losdems elementos caractersticos ya enunciados. La clasificacin se puede elaborarfijndose en la relacin entre el f. y el ordenamiento socio-poltico al que secontrapone.

    Primer caso: el sistema existente est atrasado, ha empezado apenas sutransformacin, o bien consiste en la superposicin de estructuras modernas a unasociedad tradicional. El f. se presenta como una ideologa de ruptura, como unacontestacin absoluta acompaada de un fuerte componente terico. Es unmovimiento de salvacin con un contenido espiritualista o religioso acentuado (lareligin en una sociedad arcaica es el factor unitario primigenio), con tendenciasromnticas y algunas veces ferozmente racistas; se opone a las tendenciascosmopolitas en que se inspira el proceso de modernizacin. Al presentarse, no

    obstante su apelacin unitaria, como un factor ms de fragmentacin poltica, el f. esdescartado en esta fase o est precedido de fuerzas capaces de llevara cabo elreordenamiento unitario del pas en el plano coercitivo-represivo sin movilizacin demasa (por ejemplo, Espaa, Portugal, as como Rumania y Hungra en el perodocomprendido entre las dos guerras).

    Segundo caso: el sistema existente ya ha entrado en una fase de descomposicin. El f.llega al poder como una ideologa cicatrizante y establece un nuevo sistema queincorpora los residuos del viejo. La hegemona del nuevo sistema es clara, pero el

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    dualismo no queda completamente eliminado sino resuelto con un compromiso, conuna especie de duopolio poltico, de ah el carcter sin-crtico y bipolar del sistema depoder fascista (monarqua y fascismo en Italia, ejrcito y peronismo en la Argentina),aun a nivel personal (el rey y el duce, Pern y Eva Duarte). En la ideologa elelemento eclctico y pragmtico predomina sobre el de la teora.

    Tercer caso: el sistema existente ha superado la crisis de la industrializacin, pero seve sorprendido por una crisis econmica y moral sin precedentes que se prolonga yabre profundas grietas en las estructuras polticas y sociales. El f. se presentanuevamente como contestacin absoluta, como un sistema totalmente nuevo con unfuerte componente terico, mstico, romntico y racista, capaz de movilizar a las masascon la frmula del pleno empleo material, y emotivo (en esa fase se puede definir el f.como una ideologa total del pleno empleo). A pesar de llegar al poder por el camino deun compromiso con parte del establishment, el f. instaura una supremaca absoluta, esdecir el totalitarismo (Alemania nacional-socialismo).

    IV. EL FASCISMO COMO FENOMENO INTERNACIONAL: Los casos descritosanteriormente permiten enmarcar claramente los distintos f. histricos. La Guardia deHierro rumana. las Cruces Flechada hngaras, la Accin Integrista Brasilera, losmovimientos revolucionarios bolivianos de los aos 30, en nacional-sindicalismoportugus, la Falange y las JONS espaolas son fascismos del primer tipo. Hay quesealar que todos han sido bloqueados por seudofascismos, por regmenes contra-revolucionarios que utilizaron unas veces el ritualismo fascista, pero que no llevaron acabo la unidad del sistema a travs de una movilizacin de masa. Esto significa negarcualquier auten-ticidad fascista a los regmenes del rey Carol de Rumania yposteriormente de Antonescu, a la regencia de Horthy, al rgimen de Salazar, alsistema polaco preblico, al movimiento lappista finlands, al franquismo. Ms dudosaes la clasificacin del Estado Novo de Vargas, un caso de oportunismo populista.

    El prototipo del segundo f. es el f.italiano. El peronismo puede incluirse tranquilamenteen esta categora. La repugnancia que encuentran algunos a considerar fascista unmovimiento que tuvo y sigue teniendo una amplia base obrera carece de fundamentos.Se puede decir si acaso que por algunas circunstancias histricas propias de Argentina

    y sobre todo por demrito de las organizaciones sindicales tradicionales, Pern logrpolarizar una fidelidad obrera mejor que el sindicalismo fascista italiano. Por lo dems,Pern no introdujo cambios substanciales en el ordenamiento jurdico de la propiedad(hizo falta hasta una reforma agraria), varias veces afirm la exigencia de lacolaboracin de las clases y en el ejercicio del poder se apoy ms que en los cuadrossindicales en los cuerpos oficiales, o sea en la pequea burguesa armada: cuandotrat de prescindir del apoyo de esta ltima fue derrocado. Se puede en cambio excluirla existencia de un f. japons, por lo menos a nivel del rgimen (la sociedad japonesano se ha desunido nunca, siempre ha permanecido compacta).

    El tercer f. tuvo una realizacin nica: el nacionalismo-socialismo. Aunque en perodosde crisis surgieron en distintos pases industrializados movimientos anlogos como elNew Party of Mosley en Gran Bretaa, el P.P.F. de Jacques Doriot, el Partido Nacional

    Socialista holands de Mussert, la Nasjonal Samling de Quisling, el Rex de LenDegrelle en Blgica. Se pueden inscribir en la misma categora el P.F.R. (PartidoFascista Republicano) y la efmera experiencia de la Repblica Social italiana. Se tratade movimientos minoritarios aunque con una frmula unitaria semimstica que entiempos de crisis puede dar lugar a una alucinacin colectiva y arrastrar a minorasconsistentes aun intelectuales. Una frmula de este gnero es particularmenteatractiva, en efecto, para las lites juveniles de la pequea burguesa insatisfecha de laalienacin tecnocrtica y para ciertos sectores proletarios impacientes, disgustados porla integracin en el establishmentde las burocracias obreras.

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    En la clasificacin hemos dejado fuera a propsito los sistemas como el stalinismo, elcastrismo, el maosmo, aunque, segn algunos, estos regmenes a pesar de rechazardogmtica-mente la ideologa fascista se adaptan a la misma algunas veces en losmdulos operativos. Es necesario reconocerles a estos sistemas, por otra parte, loscambios introducidos en el contexto jurdico-econmico. El juicio sigue en suspensopara varios sistemas polticos que estn llevndose a cabo en pases del Tercer Mundo.El socialismo islmico reproduce indudablemente el f. y las analogas entre el Baas yciertos f. balcnicos son sorprendentes. La ideologa nacional-populista, que se difundipor Amrica Latina y que tiene encarnaciones concretas en determinados pases, no esms que una denominacin ulterior del f. dualista que reproduce fielmente el itinerariobsico.

    V. LA ORGANIZACION DEL ESTADO FASCISTA ITALIANO: En la construccin delrgimen fascista italiano se pueden distinguir diversas fases. En un primer momento elf. en el poder colabora con las dems fuerzas polticas y no modifica sustancialmente elordena-miento vigente, limitndose a retoques destinados a suavizar ciertasestructuras y ciertos mecanismos administrativos y a plantear alguna veleidadtecnocrtica. Las nicas disposiciones innovadoras son la creacin de la miliciavoluntaria para la seguridad nacional y la ley electoral con premio a la mayora (leyAcerbo). En un segundo perodo, una vez terminada con el crimen Matteoti la fase enque la represin de la oposicin estuvo confiada a fuerzas extralegales, empieza eldesmantelamiento del sistema pluralista representativo que se realiza prcticamenteen el transcurso de dos aos (1925 y 1926); se limita la libertad de asociacin (26 denoviembre de 1925); se le quita al parlamento el control del ejecutivo (24 de diciembrede 1925); se le asigna al ejecutivo la facultad de emitir normas jurdicas (31 de enerode 1936); se suprime el autogobierno de los municipios y de las provincias ampliandolos poderes de los prefectos y sometiendo los municipios a potestades nombradaspor el gobierno (4 de febrero de 1926, 6 de abril de 1926 y 3 de setiembre de 1926); seestablece el confinamiento policaco de los elementos de oposicin (6 de noviembre de1926); se instituye el Tribunal Especial para la Defensa del Estado y se restablece lapena de muerte (25 de noviembre de 1926). El 9 de noviembre de 1926 se terminaprcticamente la actividad legal de la oposicin mediante la expulsin de la Cmara deDiputados de los parlamentarios que se haban adherido a la secesin del Aventino. Al

    final del mismo ao dejan de existir los partidos incluyendo los colaboracionistas.

    La tercera fase es la de la fascistiza-cin del estado. El rgimen trata de establecerpara s mismo instituciones originales. Estas ltimas no se apoyan por otra parte en elpartido al que se le aplican las mismas reglas autoritarias adoptadas en el pas. Lainspiracin de la fascistizacin es la estadista concen-tradora del ministroGurdasellos Alfredo Rocco, proveniente de las filas nacionalistas. El totalitarismofascista no se traducira en la transformacin del estado sino en la acumulacin denuevas funciones dentro del estado tradicional. El estado fascista, se ha dicho

    justamente, se proclam constantemente y con gran exhube-rancia de tonos, estadototalitario, aunque sigui siendo hasta el ltimo tambin un estado dinstico y catlico,y por lo tanto no totalitario en sentido fascista. Bajo el f., el estado totalitario encuanto integracin sin residuos de la sociedad dentro del estado no logr nunca ser

    verdaderamente tal (Aquarone, 1965). La misma inspiracin meramente autoritaria yburocrtica del poder que dara muerte al partido sin lograr hacer del estado unorganismo capaz de promover la movilizacin social, comprimira y dara muerte a lascorporaciones con las que debera articularse la relacin entre el rgimen y las fuerzasproductivas (v. corporativismo).

    En el perodo 1927-1930 se configura de algn modo la apariencia del estado fascista:se aprueba la Carta de Trabajo (1927) y se instituye la Magistratura del Trabajo (1928),se fija la competencia del Gran Consejo del f. en cuestiones institucionales y

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    constitucionales (1928 y 1929); el Consejo Nacional de las Corporaciones se incorporaa los rganos del estado (1930). Por regio decreto n. 504 del 11 de abril de 1929 seincluye el Fascio en el escudo de armas del estado.

    Los aos que van desde 1930 hasta 1935 son los aos de efervescencia del rgimen.Ya que el partido, bajo la gua del secretario general Aquiles Starace, a pesar de suscrecientes ramificaciones en todos los sectores de la vida nacional, se manifest cadavez menos capaz de realizar una movilizacin de masa, una serie de iniciativasclamorosas (desde la primaca de los aviadores hasta las bonificaciones agrcolas ydeterminadas obras pblicas), el uso adecuado de los modernos medios depropaganda masiva, le permiten al rgimen con ocasin de la guerra de Etiopa (1935-1936), maximizar y casi unanimizar el consenso del pas. las carencias del partidocomo rgano de movilizacin, el carcter subalterno de los poderes intermedios comolas corporaciones se presentarn, sin embargo, en toda su gravedad durante el perodode 1937-1940 para explotar durante el conflicto mundial hasta el derrumbe del 25 de

    julio de 1943.

    En sntesis, en la dcada 1930-1940, el rgimen experiment una serie de frmulasdesde el totalitarismo hasta el corporativismo y el dirigismo econmico, ninguna de lascuales se aplic a fondo. El resultado de los modelos innovadores hara que en elmomento del desastre la sucesin fuera recibida por el elemento tradicional delsistema, por el elemento dinstico y catlico.

    Slo desde hace poco el balance global de la experiencia del rgimen fascista es objetode juicios crticos meditados. Se acepta que en el plano econmico el rgimen logrcrear un parque industrial diferenciado, un sector pblico robusto y dinmico,preparando adems una gama de instrumentos de intervencin de tipo dirigista que seutilizaran plenamente en la posguerra. En el plano social, el rgimen aceler, o por lomenos no se opuso, al ascenso de las clases emergentes y al acantonamiento de lasviejas gerencias. Respecto de las clases subordinadas, a pesar de no habersepropuesto una poltica de bienestar, se trazaron los primeros lineamientos de unWelfare State, sobre todo gracias a una avanzada legislacin asistencial. Son msoscilantes las decisiones del rgimen en materia de salarios reales y de pleno empleo,

    debido tambin al estado de recesin en que se encontraba el mercado de trabajoitaliano despus de la clausura de las corrientes migratorias. En la poltica agraria ymeridio-nalista el concepto de la bonificacin integral elaborado por Arrigo Serpieri,despus de un principio de actuaciones brillantes en el Campo Pontino, sufrioposiciones y hasta la ley para la colonizacin del latifundio siciliano (1940) quedebera marcar la recuperacin.

    La poltica militar y la diplomacia del rgimen fueron catastrficas. En el campo militarse utiliz el personal y hasta los implementos prefascistas sin introducir ningunainnovacin tcnica digna de tomarse en cuenta. En el campo de las relacionesinternacionales, el rgimen exasper los elementos bsicos de la diplomacia tradicionalsin el correctivo de la desprejuiciada flexibilidad que le haba permitido a esta ltimaevitar los cambios de rumbo trgicos.

    El rgimen fascista italiano se caracteriza fundamentalmente por un ejercicio del podermarcado por un pragmatismo absoluto:; obedeciendo a este impulso dinmico, a estaobsesin realizadora que no slo es la polilla de los f., como afirma Camillo Pellizi,sino la autntica razn de vida, se dispers en todas direcciones como un torrente delava, detenindose donde encontraba resistencia y lanzndose hacia adelante dondeno la haba. El partido, el sistema totalitario y las corporaciones fueron encontrando, asu turno, su punto de detencin. Y siempre, por ltimo, qued solo el estado, el viejoestado, con sus sedimentaciones tradicionales, obligado a adoptar el papel

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    revolucionario ya que, en realidad, su expansin pareca la menos temida y, en ltimoanlisis, segua siendo el nico punto de apoyo indiscutible de una unidad deemergencia. El uso revolucionario de un estado tradicional, de un ejrcito tradicional,de una diplomacia tradicional, determinan el resquebrajamiento del rgimen al que,por otra parte, debido al proceso de despolitizacin que se lleva a cabo en el pasdesde 1937, a la desmovilizacin emotiva de las dirigencias y de las masas, a latransformacin del rgimen en direccin, de acuerdo con la afortunada expresin deBottai, no le queda otra cosa que el dilema entre un autoritarismo esttico, o sea el nof., y el verdadero f., o sea la marcha ininterrumpida, el dinamismo aun nihilista.

    VI. LA IDEOLOGIA DEL FASCISMO: Los prejuicios son mallas de hierro o de oropel.No tenemos el prejuicio republicano, ni el monrquico, no tenemos el prejuicio catlico,socialista o antisocialista. Somos cuestionadores, activistas, realizadores, declaraMussolini en una entrevista al Giornale dItalia despus de la fundacin del Fascio decombate de Miln. Missiroli llama al f. hereja de todos los partidos. En el prembulodoctrinal del estatuto del PNF de 1938, Mussolini afirma: El f. rescata de losescombros de las doctrinas liberales, socialistas y democrticas, los elementos quetodava tienen un valor vital. Mantiene los que se podran llamar hechos adquiridos dela historia, y rechaza todo lo dems, es decir el concepto de una doctrina buena paratodas las pocas y para todos los pueblos.

    El posibilismo ideolgico est ligado a la subordinacin de las ideas a la accin. Diezaos despus de su asentamiento en el poder, Mussolini le dir a Ludwig: Me heconvencido de que la primaca le corresponde a la accin, aun cuando estequivocada. Lo negativo, el eterno inmvil es condenacin. Yo estoy de parte delmovimiento. Yo soy un marchista. En todos los f. existe un florilegio de declaracionessemejantes: Debis caminar, debis dejaros arrastrar por la corriente [...] debisactuar. Lo dems llega por s solo, exhorta Len Degrelle, No nos preguntarisprimero -escribe Drieu la Rochelle- cul es nuestro programa sino cul es nuestramentalidad. El espritu del PPF es un espritu de vida, de accin, de velocidad. Pernme ha enseado -proclama Eva Duarte- que para conseguir algo no es necesario, comocree la mayor parte de la gente, hacer grandes planes. Si los planes existen tantomejor, pero si no existen, no importa: lo que importa es comenzar a actuar. Los planes

    vendrn despus. Y Oswald Mosley afirma por su parte: Un gran hombre de accinobserv: `el que sabe exactamente a donde se dirige no llega muy lejos. Para Hitler,el nacional-socialismo era un socialismo potencial que no se realizara nunca porqueestaba en una condicin de cambio continuo. Plinio Salgado, que no obstante trata dedarle al inte-grismo un contenido doctrinal preciso, habla de una concepcin integralde la idea, del hecho y del movimiento, atribuyndole a este ltimo una importanciafundamental. Weber habla del f. como de un activismo oportunista inspirado en lainsatisfaccin producida por el ordenamiento vigente, sin la intencin o la capacidad deproclamar una doctrina propia y ms bien con la tendencia a destacar la idea delcambio y la conquista del poder (Weber, 1964).

    Respecto de la primaca de la accin, las mismas teoras que se van incorporando pocoa poco a la doctrina fascista, como el corporativismo, el; sindicalismo, el totalitarismo,

    el dirigismo econmico, doctrinas que por otra parte se contradicen entre s desde suspremisas, aparecen como meros ejercicios abstractos que slo han influidomarginalmente en el desarrollo del movimiento. En ese sentido es explicable que el f.no logre negar o rechazar in toto las dems ideologas, incluso el comunismo: tiendems bien a conciliarlas, a servirse de ellas una despus de la otra de acuerdo con lascircunstancias. El f. hngaro (las Cruces Flechadas) aceptar los votos comunistas,Mussolini restablecer las relaciones con la Rusia de los Soviets, los fascistas espaolessiguiendo a la izquierda italiana, alabarn simultneamente la revolucin de octubre yla revolucin fascista, Hitler no dudar en pensar en una divisin del mundo con Stalin,

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    las relaciones entre los actuales sistemas nacional-populistas y los partidos comunistaslocales son demasiado ambiguas.

    El activismo no es incompatible con el nacionalismo sino encuentra en este ltimo elinstrumento ms adecuado, no entendindolo en el sentido de la conservacintradicional sino de la consolidacin dinmica y de la expansin permanente de lacomunidad nacional. No obstante, respecto del dinamismo, el nacionalismo es unelemento subordinado. Algunos f. aceptan concientemente la hegemona alemana. Elltimo f. italiano, el de 1945-1946, evocar en el Manifiesto de Verona la idea de lacomunidad europea. Los nazis se consideran a s mismos defensores de Europa. Laconcepcin dinmica de la nacin y el orden europeo explica la catstrofediplomtica y militar de los regmenes fascistas que, no obstante, en el planoeconmico y en parte en el plano social, lograron xitos efectivos.

    Una caracterstica peculiar del f. es la percepcin de la crisis. Este no cuaja como unaideologa de emergencia con un programa de inmovilizacin y de hibernacin de lasociedad enferma (no lo hacen en cambio, los sistemas de tipo militar) sino de huidahacia adelante. La unidad propuesta por el f. no es esttica sino dinmica.

    El f., por lo tanto, vive y lucha en una atmsfera de crisis. Todos los f. se considerancomo el ltimo recurso; todos estn amenazados por un mundo hostil, en un estado desitio en que la autosuficiencia material e ideolgica es la nica esperanza (Weber,1964). En 1929, Gregor Strasser proclama: Nosotros llevamos adelante una poltica decatstrofe porque slo la catstrofe, es decir el derrumbe del sistema liberal nosallanar el camino para la construccin del nuevo edificio que llamamos nacional-socialismo. La revista Die Komenden, rgano de un grupsculo nazi, afirma en elmismo perodo: Deseamos el caos porque lo dominaremos. Antes de la intervencinde 1915, Mussolini plantea el dilema: Guerra o revolucin.

    VII. CONCLUSION: El f. es pues una ideologa de crisis. Nace como respuesta a unacrisis a la que Talcott Parsons llama el incremento de las anomias, o sea la falta deintegracin, bajo diversos aspectos, entre muchos individuos y los modelosinstitucionales constituidos (Talcott Parsons, 1956). La crisis puede estar relacionada

    con un evento determinado (una guerra o una desocupacin masiva), pero esnecesario tomar en cuenta que el evento revela la crisis, no la provoca. El sistemademocrtico-liberal italiano ya se haba derrumbado en 1915 antes del ingreso a laguerra.

    La crisis se manifiesta principalmente a travs de la disgregacin del ordenamientoexistente. Un caso tpico de crisis es el del dualismo de la sociedad en vas deindustrializacin (v.). El contenido de la respuesta fascista a la crisis es la unidad. Elconcepto de unidad est implcito en la denominacin: Fascio. El autoritarismo, laviolencia, el racismo, el totalitarismo son derivaciones y algunas veces desviacionesdel principio unitario.

    La unidad sigue siendo el dato prioritario y esencial. La apelacin a la unidad atrae de

    manera particular a la juventud y a las clases medias que se consideran, dentro de laescala social, en una posicin de equidistancia de los extremos y, por lo tanto, deinterclasismo. Bajo este aspecto, el f. se adapta a las clases medias de tal manera quese puede definir tendencialmente como la ideologa tpica de las clases medias y sobretodo como la ideologa de las lites juveniles de la clase media. Esto no excluye que elf. adquiera un consenso masivo an dentro del proletariado y en ciertos sectores delestablishment. Su sustrato social tpico es la pequea burguesa de origen proletarioque tiene cualidades de combatividad y de agresividad desconocidas para la burguesatradicional (las investigaciones recientes sobre los cuadros del integrismo brasilero

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    demuestran su ubicacin dentro del sector social en ascenso; la proveniencia de losjefes fascistas italianos y nazis, en su mayora de la izquierda poltica o de lo que sepodra llamar la izquierda social, es conocida). En este sentido el f. es una ideologade clases que est emergiendo, radical ms bien que revolucionaria. Tiene por objetoel trastocamiento del establishment(Carsen, 1970).

    La conexin entre f. e industrializacin est ya manifiesta en la conexin entre f. ycrisis. En efecto, el recurso a sistemas de tipo fascista o influidos por el f. es casirecurrente en el perodo de la industrializacin. La subordinacin de lasreivindicaciones sociales a las reivindicaciones nacionales se presenta como elinstrumento ms eficaz para proponerse a las masas la prrroga de la era delbienestar. Tambin los sistemas populistas revolucionarios toman esta caractersticadel f.

    Cmo tiende el f. a superar la crisis? Se puede decir que trata de domarla mas no deanularla. El f. es un organizador de la tensin. La tensin es su combustible. Esta lepermite mantener la movilizacin permanente de las masas bajo una disciplina de tipoms blico que militar. El dinamismo fascista es un germen negativo del sistema, undetonador que tarde o temprano provoca su explosin. La conciencia de la tragediafinal est presente en el sistema fascista an en el momento del triunfo, y de ella sederiva un sentimiento de religiosidad negativa, el pesimismo activista que impresiona aMalraux en el hombre fascista, el romanticismo desesperado que aflora tarde otemprano de manera inevitable en todo f., en sus ritos desde las reuniones deNremberg hasta la Noche de los Tambores Silenciosos de los integristas brasileros.Este pesimismo se pone de manifiesto, dentro de la simbologa fascista, en el colornegro, en la evocacin obsesiva de la muerte y en el lugar que sta ocupa en laiconografa fascista. El declogo del fascio turins proclama la fe en el xito de lasminoras de voluntad y muerte. La agona del f. est rodeada de alusiones a lamuerte bella, a la belleza de morir. La desesperacin se contrapone a la esperanzacomo un elemento activo. La desesperacin se sublima como activismo absoluto. LaDisperata es el nombre de una escuadra de accin florentina. Por esto, tambin el f.triunfante se presenta al conservador Rauschning como la revolucin del nihilismo.

    El dinamismo distingue claramente al f., como se ha sealado, de los dems sistemasde tipomilitar que cuando mucho podran definirse, con una distorsin sustancial deltrmino, como f. estticos.

    El hecho de que se proponga resolver la crisis, aunque se alimente simultneamentede la crisis, distingue al f. an ms de los sistemas populistas revolucionarios, que soncapaces de sobrevivir precisamente por su activismo optimista. Talcott Parsons habla,a propsito del f., de una reaccin a la ideologa de la racionalizacin de la sociedad,y en ese sentido ste se contrapone al radicalismo de izquierda y se clasifica como unradicalismo de derecha. Aunque, a su manera, tambin el f. es un intento deracionalizar la sociedad, apoyndose en el factor dinmico y aplicndole a la sociedadun esquema de evolucionismo poltico. Racionalizando en cierto sentido el pesimismo,o hacindolo trascender en el tema de la fe y de la muerte, propone la utopa del fuego

    y del peligro.

    El f. queda fuera, por lo tanto, de la rgida dicotoma derecha-izquierda. Unas vecesminoritarios y otras mayoritario, pequeoburgus o proletario, siempre plebeyo einterclasista, dispuesto a no apelar a la uniformidad de las condiciones sino a laigualdad y a la unidad de los sentimientos, se le presenta a la sociedad en crisis comouna alternativa mesinica.BIBLIOGRAFIA. T. Parsons, Society and dictatorship, en Essay on sociological theory, Chicago, 1954; C.Casucci, Il fascismo. Antologia si scritti critici, Bolonia, 1962; J. Plumyene-R. La Sierra. Les fascismes franais1923-1963, Pars, 1963; E. Weber, Varieties of fascism, Nueva York, 1964; A. Aquarone, Lorganizzazione

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    dello stato totalitario, Turn, 1965; E. Nolte, Der Faschismus in seiner Epoche, 1965; E. Nolte, Die Krise desliberalsen System un die faschistischen Bewegungwn, 1968; K. P. Hoepke, Die deutsche Rechte und deritalianischer Faschismus, 1966; F. L. Carsten, The rise of fascism, 1967; The nature of fascism, Nueva York,1969; A. J. Gregor, The ideology of fascism, Nueva York, 1969; R. De Felice, Le interpretazioni del fascismo,Bari, 1969;R. de Felice, Il fascismo. La interpretazioni dei contemporanei e degli storici, Bari, 1970; N. Poulantzas,

    Fascismo y dictadura, Mxico, Siglo XXI, 1971.[LUDOVICO INCISA]

    Legitimidad:

    I. DEFINICION GENERAL: En el lenguaje ordinario el trmino l. tiene dos significados:uno genrico y uno especfico. En el significado genrico, l. es casi sinnimo de justiciao de razonabilidad (se habla de l. de una decisin, de una actitud, etc.). El significadoespecfico aparece a menudo en el lenguaje poltico. En este contexto, el referente msfrecuente del concepto es el estado. Naturalmente aqu nos ocupamos del significadoespecfico.

    En una primera aproximacin se puede definir la l. como el atributo del estado queconsiste en la existencia en una parte relevante de la poblacin de un grado deconsenso tal que asegure la obediencia sin que sea necesario, salvo en casos

    marginales, recurrir a la fuerza. Por lo tanto, todo poder trata de ganarse el consensopara que se le reconozca como legtimo, transformando la obediencia en adhesin. lacreencia en la l. es, pues, el elemento integrante de las relaciones de poder que sedesarrollan en el mbito estatal.

    II. LOS NIVELES DEL PROCESO DE LEGITIMACION: Ahora bien, si se considera elestado desde el punto de vista sociolgico y no jurdico, se comprueba que el procesode legitimacin no tiene como punto de referencia al estado en su conjunto sino susdiversos aspectos: la comunidad poltica, el rgimen, el gobierno y, cuando el estadono es independiente, el estado hegemnico al que est subordinado. Por lo tanto, lalegitimacin del estado es el resultado de una serie de elementos dispuestos a nivelescrecientes, cada uno de los cuales concurre en modo relativamente independiente adeterminarla. Es necesario, por lo tanto, examinar separadamente las caractersticasde estos elementos que constituyen el punto de referencia de la creencia en la l.

    a] La comunidad poltica es el grupo social con base territorial que rene a losindividuos ligados por la divisin del trabajo poltico. Este aspecto del estado es objetode la creencia en la l. cuando en la poblacin se han difundido sentimientos deidentificacin con la comunidad poltica. En el estado nacional la creencia en la l. seconfigura predominantemente en trminos de fidelidad a la comunidad poltica y delealtad nacional.

    b] El rgimen es el conjunto de instituciones que regulan la lucha por el poder y elejercicio del poder y de los valores que animan la vida de esas instituciones. Losprincipios monrquicos, democrtico, socialista, fascista, etc., definen algunos tipos deinstituciones y de valores correspondientes, en los que se basa la l. del rgimen. Lacaracterstica fundamental de la adhesin al rgimen, sobre todo cuando sta se basaen la fe en la legalidad, consiste en el hecho de que los gobernantes y su poltica sonaceptados en cuanto estn legitimados los aspectos fundamentales del rgimen,prescindiendo de las distintas personas y de las distintas decisiones polticas. De ahque el que legitima el poder debe aceptar tambin el gobierno que se forme y acte enconformidad con las normas y con los valores del rgimen, a pesar de que no loapruebe y hasta se oponga al mismo o a su poltica. Esto depende del hecho de queexiste un inters concreto que mancomuna las fuerzas que aceptan el rgimen: laconservacin de las instituciones que rigen la lucha por el poder. El fundamento deesta convergencia de intereses consiste en el hecho de que se adopta el rgimen como

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    plataforma comn de lucha entre los grupos polticos, ya que estos ltimos loconsideran como una situacin que ofrece condiciones favorables para la conservacinde su poder, para la conquista del gobierno y para la realizacin parcial o total de lospropios objetivos polticos.

    c] El gobierno es el conjunto de funciones en que se concreta el ejercicio del poderpoltico. Se ha visto que normalmente, es decir cuando la fuerza del gobierno descansaen la determinacin institucional del poder, para que se califique como legtimo bastaque este ltimo se haya formado en conformidad con las normas del rgimen, y queejerza el poder de acuerdo con esas normas, de tal manera que se respetendeterminados valores fundamentales de la vida poltica. Puede suceder, sin embargo,que la persona que es jefe del gobierno sea directamente objeto de la ordenanza en lalegitimidad. en el estado moderno ocurre esto cuando las instituciones polticas estnen crisis y los nicos fundamentos de l. del poder son el ascendiente, el prestigio y lascualidades personales del hombre puesto en el vrtice de la jerarqua estatal. En todoslos regmenes existe, aunque en diversa medida, una dosis de personalizacin delpoder, como consecuencia de la cual los hombres no olvidan nunca las cualidadespersonales de los jefes bajo la funcin que ejercen. Pero lo que es esencial paradistinguir el poder legal y el tradicional del poder personal o carismtico (esta clebredivisin es de Max Weber) es que la l. del primero se basa en la creencia en lalegalidad de las normas del rgimen, estatuidas ex profeso y de modo racional, y delderecho de mandar de los que detentan el poder basado en tales normas; la l. delsegundo tipo se apoya en el respeto a las instituciones consagradas por la tradicin y ala persona (o a las personas) que detentan el poder, cuyo derecho de mando seatribuye a la tradicin; la l. del tercer tipo se funda sustancialmente en las cualidadespersonales del jefe, y en forma subordinada en las instituciones. Este tipo de l., al estarligado a la persona del jefe, tiene una existencia efmera, porque no resuelve elproblema fundamental del que depende la continuidad de las instituciones polticas , osea el problema de la transmisin del poder.

    d] Queda todava por examinar el caso del estado que, al no ser independiente, no escapaz de desempear la tarea fundamental de garantizar la seguridad de losciudadanos (o, algunas veces, ni siquiera el desarrollo econmico). No se trata, pues,

    de un estado en el verdadero sentido de la palabra sino de un pas conquistado, de unacolonia, de un protectorado o de un satlite de una po-tencia imperial o hegemnica.Una comunidad poltica que se halla en esas condiciones encuentra muchasdificultades para despertar la lealtad de los ciudadanos, porque no es un centro dedecisiones autnomas. En consecuencia, su lealtad debe basarse completamente o enparte en la del sistema hegemnico o imperial del que forma parte. El punto dereferencia de la cre-encia en la l. ser, entonces, total o parcialmente la potenciahegemnica o imperial.

    III. LEGITIMACION E IMPUGNACION DE LA LEGITIMIDAD: Los diversos niveles delproceso de l. definen otros tantos elementos que representan el punto de referenciaobligado hacia el cual se orientan los individuos y los grupos en el contexto poltico. Sianalizamos la accin de estos ltimos, desde este punto de vista podemos descubrir

    dos tipos fundamentales de comportamiento. Si determinados individuos o grupos sedan cuenta de que el fundamento y los fines del poder son compatibles o estn enarmona con su propio sistema de creencias y actan en pro de la conservacin de losaspectos bsicos de la vida poltica, su comportamiento se podr definir comolegitimacin. En cambio, si el estado es considerado en su estructura y en sus finescomo contradictorio con el propio sistema de creencias, y este juicio negativo setraduce en una accin orientada a transformar los aspectos bsicos de la vida poltica,este comportamiento podr definirse como impugnacin de la l.

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    El comportamiento de legitimacin no caracteriza solamente a las fuerzas quesostienen el gobierno sino tambin a las que se oponen al mismo, en cuanto no tenganel propsito de cambiar tambin el rgimen o la comunidad poltica. La aceptacin delas reglas del juego, en particular, o sea de las normas en que se basa el rgimen, noentraa solamente, como ya se ha sealado, la aceptacin del gobierno y de susmandatos, en cuanto estn conformes con el rgimen, sino tambin la legtimaexpectativa, para la oposicin, de transformarse en gobierno.

    La diferencia entre oposicin del gobierno e impugnacin de la l. en ciertos aspectoscorresponde a la que existe entre poltica reformista y poltica revolucionaria. El primertipo de lucha tiende a lograr innovaciones -conservando las estructuras polticasexistentes-, combate al gobierno pero no a las estructuras que condicionan su accin ypropone un modo distinto de administrar el sistema constituido. El segundo tipo delucha est dirigido contra el orden constituido y tiene por objeto modificarsustancialmente algunos de sus aspectos fundamentales; no combate nicamente algobierno sino tambin al sistema de gobierno, o sea a las estructuras del que ste esexpresin.

    Con esto hemos pasado ya a examinar el comportamiento impugnador de la l. En estesector hay que distinguir dos actitudes: la de rebelin y la revolucionaria. La actitud derebelin se limita a la simple negacin, al rechazo abstracto de la realidad social, sindeterminar histricamente la propia negacin y el propio rechazo. En consecuencia, noes capaz de reconocer el movimiento histrico de la sociedad, ni de encontrar objetivosde lucha concretos, y termina siendo prisionero de la realidad que no logra cambiar. Laactitud revolucionaria lleva a cabo, en cambio, una negacin determinadahistricamente de la realidad social. Su problema consiste siempre en descubrir lalucha concreta, puesta de manifiesto por el movimiento histrico real que permitarealizar las transformaciones posibles de la sociedad. Esto significa que la accinrevolucionaria no tiene nunca como objetivo cambiar radicalmente la sociedad sinoderribar las instituciones polticas que impiden el desarrollo y crear otras nuevascapaces de liberar las tendencias que han madurado en la sociedad hacia formas deconvivencia ms elevadas. Por lo que respecta, luego, a la eleccin del mtodo legal oilegal para realizar los objetivos revolucionarios, se trata de un problema que se

    resuelve en las diferentes fases de la lucha en funcin de la utilidad y de la eficacia decada una de las acciones relacionadas con el fin. La estrategia debe, en efecto,adaptarse a las circunstancias en que se desarrolla la lucha, que no pueden serelegidas.

    IV. ESTRUCTURA POLITICA Y SOCIAL, CREENCIAS EN LA LEGITIMIDAD EIDEOLOGIA: El influjo del consenso de los diferentes miembros de una comunidadpoltica en la legitimacin de cualquier estado, aun del ms democrtico, no es dehecho equivalente. El pueblo no es una suma abstracta de individuos, cada uno de loscuales participa directamente con igual cuota de poder en el control del gobierno y enel proceso de formacin de las decisiones polticas, como aparece a travs de la ficcin

    jurdica de la ideologa democrtica. Las relaciones sociales no subsisten entreindividuos absolutamente autnomos sino entre individuos situados que ocupan un

    papel definitivo en la divisin social del trabajo. Ahora bien, la divisin del trabajo y lalucha social y poltica que se deriva de aqulla hacen que la sociedad no se considerenunca a travs de representaciones conformes con la realidad sino con una imagendeformada de los intereses de los protagonistas de esa lucha (ideologa) cuya funcinconsiste en legitimar el poder constituido. Se trata de un representacincompletamente fantstica de la realidad y no de una simple mentira. Cada ideologa,cada principio de l. del poder, para desarrollarse con eficacia, debe, en efecto, contenertambin elementos descriptivos que lo hagan creble y, en consecuencia, idneo paraproducir el fenmeno del consenso. Por este motivo, cuando las creencias en que se

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    basa el poder no corresponden ya a la realidad social, se abandonan y se asiste alcambio histrico de ideologas.

    Cuando el poder es estable y es capaz de cumplir de manera progresista oconservadora sus propias funciones esenciales (defensa, desarrollo econmico, etc.),esto hace valer simultneamente la justificacin de su propia existencia, apelando adeterminadas exigencias latentes en las masas, y con la potencia de su propiapositividad se crea el consenso necesario. En los perodos de estabilidad poltica ysocial el influjo sobre la formacin de la conciencia social de los que la divisin deltrabajo ha colocado en el vrtice de la sociedad es decisiva, porque es capaz decondicionar en forma relevante el comportamiento de los que no ocupan papelesprivilegiados. A estos ltimos les parece tan importante la realidad del estado quetienen la sensacin de encontrarse frente a una fuerza natural o condicionesnecesarias e inmutables de la existencia asociada. Por otra parte, para adaptarse a ladura realidad de su condicin social, el hombre ordinario se ve llevado a idealizar supasividad y sus sacrificios en nombre de principios absolutos capaces de hacer realidadel deseo y de convertir en verdad su esperanza.

    En cambio, cuando el poder est en crisis, porque su estructura ha entrado encontradiccin con el desarrollo de la sociedad, entra tambien en crisis el principio de l.que lo justifica. Ocurre esto porque en las fases revolucionarias, o sea cuando elaparato del poder se deshace, caen tambin los velos ideolgicos que lo ocultaban a lapoblacin y se manifiesta a plena luz su incapacidad de resolver los problemas que vanmadurando en la sociedad. Entonces la conciencia de las masas entra en contradiccincon la estructura poltica de la sociedad; todos se vuelven polticamente activos,porque las decisiones son simples y comprometen directamente al hombre ordinario; elpoder de decisin est realmente en manos de todos. Naturalmente estos fenmenosocurren mientras no se haya formado otro poder y, en consecuencia, otro principio de l.La experiencia histrica demuestra, en efecto, que a todo tipo de estado lecorresponde un tipo distinto de l., o sea a cada forma de lucha por el poder lecorresponde una ideologia dominante distinta.

    V. EL ASPECTO DE VALOR DE LA LEGITIMIDAD. El consenso hacia el estado no ha

    sido nunca (y no es) libre sino siempre, por lo menos en parte, forzado y manipulado. lalegitimacin se presenta de ordinario como una necesidad, cualquiera que sea la formadel estado. Numerosas investigaciones sociolgicas han probado, por ejemplo, que elfenmeno de la manipulacin del consenso existe tambin en los regmenesdemocrticos. Ahora bien, como el poder determina siempre, por lo menos en parte, elcontenido del consenso, que puede ser, por consiguiente, ms o menos libre o ms omenos forzado, no parece lcito darle el atributo de legtimo tanto a un estadodemocrtico como a un estado tirnico por el solo hecho de que en ambos semanifiesta la aceptacin del sistema.

    Si nos limitamos a definir como legtimo un estado del que se aceptan los valores y lasestructuras fundamentales, esta formulacin termina incluyendo tambin lo opuesto delo que comnmente se entiende por consenso: el consenso impuesto y el carcter

    ideolgico de su contenido. La definicin propuesta al principio se ha manifestado, porlo tanto, insatisfactoria, porque es compatible con cualquier contenido. Para superaresta incongruencia, que parece invalidar la misma exactitud semntica de la definicindescriptiva, hay que poner en evidencia una caracterstica que el termino l. tiene encomn con muchos otros trminos del lenguaje poltico (libertad, democracia, justicia,etc.): designa al mismo tiempo una situacin y un valor de la convivencia social. Lasituacin que designa este trmino consiste en la aceptacin del estado por parte deuna fraccin relevante de la poblacin; el valor es el consenso libremente manifestadopor una comunidad de hombres autnomos y conscientes. El sentido de la palabra l. no

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    es esttico sino dinmico; es una unidad abierta, de la que se presupone uncumplimiento posible en un futuro indefinido y cuya realidad actual es slo un asomo.En cualquier manifestacin histrica de la l. brilla siempre la promesa, presentadahasta ahora como irrealizada, de una sociedad justa en que el consenso, queconstituye su esencia, pueda manifestarse libremente sin interferencia del poder y dela manipulacin y sin mistificaciones ideolgicas. Con esto hemos adelantado culesson las condiciones sociales que permitiran aproximarse a la plena realizacin delvalor incorporado en el concepto de l.: la desaparicin tendencial del poder en lasrelaciones sociales y del elemento psicolgico que est ligado a ellas: la ideologa.

    Ahora bien, el criterio que permite discriminar los diversos tipos de consenso parececonsistir en el distinto grado de deformacin ideolgica a que est sometida la creenciaen la l. y en el distinto grado de manipulacin correspondiente a que se sujeta dichacreencia. de acuerdo con este criterio se podra demostrar que no todos los tipos deconsenso son iguales y que sera ms legtimo el estado en que el consenso pudieraexpresarse ms libremente y en el que fuera menor la intervencin del poder y de lamanipulacin y, por lo tanto, menor el grado de deformacin ideolgica de la realidadsocial en la mente de los individuos. Por tanto, cuanto ms forzado sea el consenso yms tenga un carcter ideolgico, tanto ms ser aparente. De acuerdo con esto sepuede formular una nueva definicin de l. que permita superar las limitaciones y lasincongruencias de la propuesta al principio. Se trata en esencia de integrar en ladefinicin el aspecto de valor, que es un elemento constitutivo del fenmeno. Porconsiguiente se podr decir que la l. del estado es una situacin que no se realizanunca en la historia, sino como aspiracin, y que, por consiguiente, un estado ser mso menos legtimo en la medida en que realice el valor de un consenso manifestadolibremente por parte de una comunidad de hombres autnomos y conscientes, o seaen la medida en que se acerque a las idea-lmite de la eliminacin del poder y de laideologa en las relaciones sociales.

    BIBLIOGRAFIA. M. Weber, Wirtschaft und Gesellschaft, Tubinga, 1922; C. Schmitt, Legalitat und Legitimitat,Munich- Leipzig, 1932; G. Ferrero, Potere, 1942; D. Easton, A systems analysis of political life, Nueva York,1965; AA.VV., Lide de lgitimit, Pars, 1967. [LUCIO LEVI]

    Partidos polticos

    I. DEFINICION: Dar una definicin de p.p. no es simple porque este fenmeno se hapresentado y se presenta con caractersticas notablemente diferentes tanto desde elpunto de vista de las actividades concretas que ha desarrollado en lugares y tiemposdistintos como en trminos de estructuracin organizativa que el mismo ha asumido yasume. Segn la famosa definicin de Weber el p. es una asociacin [...] dirigida a unfin deliberado, ya sea ste objetivo como la realizacin de un programa que tienefinalidades materiales o ideales, o personal, es decir tendiente a obtener beneficios,poder y honor para los jefes y secuaces o si no tendiente a todos estos finesconjuntamente. Sin embargo, no obstante el hecho de que desde la antigedad hanexistido grupos de personas que siguiendo a un jefe luchaban con todos los mediospara la obtencin del poder poltico, es una opinin compartida por los estudiosos depoltica la de considerar como p. verdaderos las organizaciones que surgen cuando elsistema poltico ha alcanzado un cierto grado de autonoma estructural, de complejidadinterna y divisin del trabajo que signifique, por un lado un proceso de formacin de lasdecisiones polticas en la que participan varias partes del sistema, y por otro lado queentre estas partes estn comprendidos, terica y efectivamente, los representantes deaquellos a los que se refieren las decisiones polticas. De lo cual deriva que en lanocin de p. entran todas aquellas organizaciones de la sociedad civil que surgen en elmomento en el que se reconoce, terica o prcticamente, al pueblo el derecho departicipar en la gestin de poder poltico y que con este fin se organizan y actan.

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    En esta acepcin los p. aparecen por primera vez en aquellos pases que fueron losprimeros en adoptar la forma de gobierno representativo. Esto no significa que los p.nacen automticamente con el gobierno representativo sino ms bien que los procesospolticos y sociales que llevaron a esta forma de gobierno, que prevea una gestin delpoder por parte de los representantes del pueblo, ms adelante en el tiempo hanllevado a una progresiva democratizacin de la vida poltica y a la insercin de sectorescada vez ms amplios de la sociedad civil en el sistema poltico. En trminos generalespuede decirse que el nacimiento y el desarrollo de los p. est vinculado al problema dela participacin, es decir al progresivo aumento de la demanda de participar en elproceso de formacin de las decisiones polticas por parte de clases y estratos diversosde la sociedad. Esta demanda de participacin se presenta de manera ms intensa enlos momentos de grandes transformaciones econmicas y sociales que trastornan laestructura tradicional de la sociedad y amenazan con modificar sus relaciones depoder: es en estas situaciones cuando surgen grupos ms o menos grandes y ms omenos organizados que se proponen actuar por una ampliacin de la gestin del poderpoltico a sectores de la sociedad que anteriormente estaban excluidos o que proponenuna distinta estructuracin poltica y social de la misma sociedad. Naturalmente el tipode movilizacin y los estratos sociales que estn implicados, adems de laorganizacion poltica de cada pas, determinan en gran parte las caractersticasdistintivas de los grupos polticos que se forman de este modo.

    II. EL PARTIDO DE NOTABLES: Histricamente el origen de los p. se puede hacerremontar a la primera mitad del siglo XIX, en Europa y en los Estados Unidos. Es elmomento de la afirmacin del poder de la clase burguesa y, desde un punto de vistapoltico, es el momento de la difusin de las instituciones parlamentarias o de la batallapoltica por su constitucin. En Inglaterra, el pas de tradiciones parlamentarias mslargas, los p. hacen su aparicin con el Reform Actde 1832 que, ampliando el sufragio,permiti que los estratos industriales y comerciales del pas participaran junto a laaristocracia en la gestin de los negocios pblicos. Antes de esa fecha no puedehablarse en Inglaterra de p.p. propiamente dichos: los dos grandes p. de laaristocracia, surgidos desde el siglo XVIII y presentes desde entonces en el parlamento,no tenan fuera del mismo ninguna relevancia y ningn tipo de organizacin; se tratabade simples etiquetas detrs de las cuales estaban los representantes de un estrato

    homogneo, no dividido por conflictos de inters o diferencias ideolgicas sustanciales,que adheran a uno o al otro grupo sobre todo por tradiciones locales o familiares.Como afirma Weber, no eran ms que squitos de poderosas familias aristocrticastanto que cada vez que un Lord, por cualquier motivo, cambiaba p., todo lo que de ldependa pasaba contemporneamente al p. opuesto.

    Despus del Reform Act comenzaron a surgir en el pas algunas estructurasorganizativas que tenan el objetivo de ocuparse de los cumplimientos previstos por laley para la eleccin del parlamento y de recoger votos a favor de este o aquelcandidato. Se trataba de asociaciones locales promovidas por candidatos alparlamento, o por grupos de notables que haban combatido por la ampliacin delsufragio, o algunas veces por grupos de inters. Estos crculos agrupaban un nmeroms bien restringido de personas, funcionaban casi exclusivamente durante los

    perodos electorales y estaban guiados por notables locales -aristcratas ogranburgueses- que elegan los candidatos y suministraban el financiamiento de laactividad electoral. Entre los crculos locales no exista ningn tipo de vnculoorganizativo ni en sentido vertical ni en sentido horizontal. La identidad partidaria delos mismos, as como su expresin nacional, se encontraba en el parlamento; era lafraccin parlamentaria del p. la que tena el deber de preparar los programaselectorales y elegir a su vez los lderes del p. El poder de la fraccin parlamentaria delp., adems, lo aumentaba el hecho de que los diputados tenan un mandatoabsolutamente libre: de su accin poltica no eran responsables ni frente a la

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    organizacin que haba contribuido a su eleccin ni frente a los electores sino, comoentonces se afirmaba, ellos eran responsables slo frente a la propia conciencia.

    Este tipo de p. que en la literatura socio-lgica se llama p. de notables haciendoreferencia a su composicin social o p. de comit en consideracin a su estructuraorganizativa o de representacin individual por el gnero de representacin queexpresaba es el que prevalece durante todo el siglo XIX en la mayor parte de los paseseuropeos. Hay, obviamente, diferencias de un pas a otro, ya sea porque en algunospases los p. surgieron mucho ms tarde (en Alemania, por ejemplo, slo se puedehablar de p. despus de la revolucin de 1848 con la formacin de los p. liberales de laburguesa, y en Italia solamente despus de la unificacin nacional) o ya sea porque lascondiciones sociales y polticas que llevaron a su constitucin fueron parcialmentedistintas de las inglesas. Sin embargo puede afirmarse en general que la entrada de laburguesa en la vida poltica estuvo signada por el desarrollo de una organizacinpartidaria basada en el comit y que mientras el sufragio fue limitado y la actividadpoltica fue casi exclusivamente una actividad parlamentaria de la burguesa, no hubocambios en la estructura partidaria.

    III. EL PARTIDO DE APARATO: En las dcadas que precedieron y que siguieron laterminacin del siglo XIX la situacin comenz a cambiar como consecuencia deldesarrollo del movimiento obrero. Las transformaciones econmicas y socialesproducidas por el proceso de industrializacin llevaron a la escena poltica a las masaspopulares cuyas reivindicaciones se expresaron inicialmente en movimientosespontneos de protesta, encontrando luego canales organizativos cada vez mscomplejos hasta la creacin de los p. de trabajadores. Es justamente con el surgimientode los p. socialistas -en Alemania en 1875, en Italia en 1892, en Inglaterra en 1900, enFrancia en 1905- que los p. asumen connotaciones absolutamente nuevas: un squitode masas, una organizacin difundida y estable con un cuerpo de funcionariosretribuidos expresamente por desarrollar actividad poltica y un programa polticosistemtico.

    Estas caractersticas respondan a exigencias especficas de los p. de trabajadores, yasea por los objetivos polticos que stos se proponan, ya sea por las condiciones

    sociales y econmicas de las masas a las cuales se dirigan. Los movimientossocialistas haban nacido con el programa de promover un nuevo modo de convivenciacivil, de la que habran sido los creadores las clases subalternas emancipadas social ypolticamente. Con ese fin era necesario educar a las masas, hacerlas polticamenteactivas y conscientes de su propio papel. Para lograr esto no era suficiente unagenrica agitacin poltica en la ocasin que representaban las elecciones ni asumauna gran importancia la actividad parlamentaria. Era necesario que en el pas sedesarrollara una estructura organizativa estable y articulada, capaz de realizar unaaccin poltica continua que implicara el mayor nmero posible de trabajadores y quetocase todas las esferas de su vida social. Adems era necesario que a la actividad deeducacin y propaganda y al trabajo organizativo se dedicaran completamentepersonas calificadas, correspondientemente retribuidas por esto, ya que no era posibleque los trabajadores, con duros horarios de trabajo y bajos salarios, dedicaran a la

    actividad polticas ms que algn recorte de su tiempo libre, ni que abandonasen eltrabajo para dedicarse a la poltica a simple ttulo honorario. Se presentaba tambin elproblema del financiamiento del p.: al faltar los notables que financiaban la actividady la organizacin poltica, se introdujo el sistema de las cuotas es decir lascontribuciones peridicas que cada miembro debe dar al partido.

    La estructura que se desarroll de ese modo tuvo una configuracin de tipo piramidal.En la base estaban las uniones locales -crculos o secciones- con la tarea de encuadrartodos los miembros del p. pertenecientes a un determinado mbito territorial (ciudad,

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    barrio o pueblo). Las secciones tenan reuniones peridicas en las que se discutan losprincipales problemas polticos y organizativos del momento, se ocupaban de l